OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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2 participantes
22/11/2467
Después de mi encuentro con aquella chica que invadió mi casa pensando que estaba abandonada, decidí que quizá lo mejor sí que era pasar unos días en el Distrito 14. No sé cómo les van las cosas, especialmente desde que mataron a Sebastian y, además, hace meses que no paso por ahí, así que ya va siendo hora de que nos pongamos al día y de que me digan si necesitan algo de NeoPanem que pueda traerles, especialmente ahora que se acerca el invierno y todo se complica. Sé lo que es vivir un invierno en el 14, y lo duro que puede llegar a ser en cuanto a medicinas y comida.
Me paso las semanas previas a irme del país cazando animales e intercambiándolos junto con vegetales robados en el mercado negro a cambio de ropa gorda que va bien para el invierno, por conservas que duran años, y unos pocos dulces para los más pequeños. No sé nada concreto que pueda llevarles, así que cojo las cosas primordiales para que no pasen frío ni hambre. No consigo todo lo que me gustaría, pero algo es algo. Imagino que cualquier ayuda les vendrá bien.
Cuento con la ventaja de poder transformarme tanto en lobo como en halcón gracias a mi condición de semi-veela, y aunque en su momento me costó, ahora ya sé dominarlo a mi antojo y puedo convertirme en ambos animales cuando quiero. Es por eso que para salir del 12 me convierto en un lobo y me adentro entre los bosques del norte. No es hasta que llego al desierto que hay antes del 14 cuando me convierto en halcón para sobrevolarlo y cruzar el eterno desierto. Ya no me convierto en esos animales simplemente porque es más cómodo, sino también para que ningún escuadrón de aurores o cazadores me siga la pista yendo como una persona, pues debo evitar poner en riesgo a la población del 14. Además, tampoco corro el riesgo de perder la mercancía que llevo porque con un simple hechizo reductor, lo llevo todo agarrado de la boca por las asas de la mochila.
Para cuando llego a los límites cercanos al 14, que ni siquiera sé cuánto tiempo pasa, me vuelvo a convertir en mí misma y agrando la mochila, la cual cuelgo a mi espalda. Después de hablar con los del turno de vigilancia y comprobar que todo está bien, que por suerte no me lleva demasiado tiempo tampoco, me adentro en el Distrito 14 y decido pasar antes por el claro de entrenamiento. Siempre suele haber alguien ahí, y prefiero ver qué tal les van las prácticas de combate y ver quien hay entrenando.
Siendo sincera, no me sorprende encontrarme a Zenda ahí. Cuando me fui del 14 solo tenía ocho o nueve años, pero en las visitas que he ido haciendo desde entonces he podido comprobar que le gusta entrenar, igual que me pasaba a mí cuando tenía solo un par de años más que ella. En realidad incluso hasta antes de irme ya demostró que era bastante curiosa, pues todavía recuerdo el susto que nos dio cuando tenía siete años y decidió seguir a Ben en una de sus exploraciones. — ¿Practicando para machacar a Bev? — Es mi manera de saludarla. Además, alguna que otra vez, en mis breves visitas, he escuchado que no se lleva precisamente bien con la hija de Eowyn. Son niños, así que comprendo que es normal y que de vez en cuando haya pequeñas discusiones. — Os he traído dulces. — Y ropa y comida, pero eso ya me encargaré de dárselo a los adultos, mientras que a los niños, que ya no son tan niños, los consentiré un poco. Se lo merecen.
Después de mi encuentro con aquella chica que invadió mi casa pensando que estaba abandonada, decidí que quizá lo mejor sí que era pasar unos días en el Distrito 14. No sé cómo les van las cosas, especialmente desde que mataron a Sebastian y, además, hace meses que no paso por ahí, así que ya va siendo hora de que nos pongamos al día y de que me digan si necesitan algo de NeoPanem que pueda traerles, especialmente ahora que se acerca el invierno y todo se complica. Sé lo que es vivir un invierno en el 14, y lo duro que puede llegar a ser en cuanto a medicinas y comida.
Me paso las semanas previas a irme del país cazando animales e intercambiándolos junto con vegetales robados en el mercado negro a cambio de ropa gorda que va bien para el invierno, por conservas que duran años, y unos pocos dulces para los más pequeños. No sé nada concreto que pueda llevarles, así que cojo las cosas primordiales para que no pasen frío ni hambre. No consigo todo lo que me gustaría, pero algo es algo. Imagino que cualquier ayuda les vendrá bien.
Cuento con la ventaja de poder transformarme tanto en lobo como en halcón gracias a mi condición de semi-veela, y aunque en su momento me costó, ahora ya sé dominarlo a mi antojo y puedo convertirme en ambos animales cuando quiero. Es por eso que para salir del 12 me convierto en un lobo y me adentro entre los bosques del norte. No es hasta que llego al desierto que hay antes del 14 cuando me convierto en halcón para sobrevolarlo y cruzar el eterno desierto. Ya no me convierto en esos animales simplemente porque es más cómodo, sino también para que ningún escuadrón de aurores o cazadores me siga la pista yendo como una persona, pues debo evitar poner en riesgo a la población del 14. Además, tampoco corro el riesgo de perder la mercancía que llevo porque con un simple hechizo reductor, lo llevo todo agarrado de la boca por las asas de la mochila.
Para cuando llego a los límites cercanos al 14, que ni siquiera sé cuánto tiempo pasa, me vuelvo a convertir en mí misma y agrando la mochila, la cual cuelgo a mi espalda. Después de hablar con los del turno de vigilancia y comprobar que todo está bien, que por suerte no me lleva demasiado tiempo tampoco, me adentro en el Distrito 14 y decido pasar antes por el claro de entrenamiento. Siempre suele haber alguien ahí, y prefiero ver qué tal les van las prácticas de combate y ver quien hay entrenando.
Siendo sincera, no me sorprende encontrarme a Zenda ahí. Cuando me fui del 14 solo tenía ocho o nueve años, pero en las visitas que he ido haciendo desde entonces he podido comprobar que le gusta entrenar, igual que me pasaba a mí cuando tenía solo un par de años más que ella. En realidad incluso hasta antes de irme ya demostró que era bastante curiosa, pues todavía recuerdo el susto que nos dio cuando tenía siete años y decidió seguir a Ben en una de sus exploraciones. — ¿Practicando para machacar a Bev? — Es mi manera de saludarla. Además, alguna que otra vez, en mis breves visitas, he escuchado que no se lleva precisamente bien con la hija de Eowyn. Son niños, así que comprendo que es normal y que de vez en cuando haya pequeñas discusiones. — Os he traído dulces. — Y ropa y comida, pero eso ya me encargaré de dárselo a los adultos, mientras que a los niños, que ya no son tan niños, los consentiré un poco. Se lo merecen.
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Sus hermanos y conocidos ya habían regresado de la última expedición y ahora Zenda podía respirar con tranquilidad, así también como hacer más travesuras, entrenar en lugar de ayudar con los cultivos e incluso pasar tiempo jugando con el auto que le había construido su padre. Los últimos días o semanas habían sido muy duros para todos, pero poco a poco los ánimos y el ruido comenzaban a regresar.
Al finalizar sus tareas correspondientes del día, buscó su preciado libro debajo del sofá y corriendo se dirigió al abandonado campo de entrenamiento.
Horas más tardes, bañada en sudor y con la cabeza algo adolorida, se dio por vencida con su entrenamiento mágico. Acomodó el libro sobre el tronco caído que ahora se usaba de banca y tomó una de las espadas para empezar a golpear con fuerza uno de los blancos.
No realizaba movimientos precisos ni aprendidos, más que nada era un ataque de ira por haber fallado a todo lo anterior. Zenda se estresaba demasiado cuando las cosas no salían como esperaba y aún no sabía controlar esas emociones, por esto mismo días atrás había atacado a Bev a puñetazos cuando la primera solo le había preguntado por un estúpido vestido.
—Cretino...— Susurró sin dejar de apalear al inmóvil contrincante, mientras todo su cabello se teñía de rojo sangre. Aún ni siquiera dominaba los cambios de humor con su metamorfomagia. Excelente.
La conocida voz hace que se detenga en seco y una enorme sonrisa se formó en su rostro. Al verla, dejó caer su espada en la tierra y corrió para abrazarla. —¡Amber, has vuelto!— Se separó para observarla bien y rió ante aquel saludo. —Tal vez, la última vez quedó en empate...— Bromeó y tomó su mano para jalarla hacia la banca de madera. Una vez sentada, disimuladamente dirigió su mirada hacia la enorme mochila que cargaba. —¿Está llena de dulce? ¿Hay alguno sin nueces? Me hacen mal y no puedo respirar.— Le informó y con un leve suspiro depositó el libro de anatomía de los animales sobre sus piernas. —No consigo hacer bien esto. Seth me ha dicho que puedo cambiar, pero no me sale y lo he intentado muchas veces.
Al finalizar sus tareas correspondientes del día, buscó su preciado libro debajo del sofá y corriendo se dirigió al abandonado campo de entrenamiento.
Horas más tardes, bañada en sudor y con la cabeza algo adolorida, se dio por vencida con su entrenamiento mágico. Acomodó el libro sobre el tronco caído que ahora se usaba de banca y tomó una de las espadas para empezar a golpear con fuerza uno de los blancos.
No realizaba movimientos precisos ni aprendidos, más que nada era un ataque de ira por haber fallado a todo lo anterior. Zenda se estresaba demasiado cuando las cosas no salían como esperaba y aún no sabía controlar esas emociones, por esto mismo días atrás había atacado a Bev a puñetazos cuando la primera solo le había preguntado por un estúpido vestido.
—Cretino...— Susurró sin dejar de apalear al inmóvil contrincante, mientras todo su cabello se teñía de rojo sangre. Aún ni siquiera dominaba los cambios de humor con su metamorfomagia. Excelente.
La conocida voz hace que se detenga en seco y una enorme sonrisa se formó en su rostro. Al verla, dejó caer su espada en la tierra y corrió para abrazarla. —¡Amber, has vuelto!— Se separó para observarla bien y rió ante aquel saludo. —Tal vez, la última vez quedó en empate...— Bromeó y tomó su mano para jalarla hacia la banca de madera. Una vez sentada, disimuladamente dirigió su mirada hacia la enorme mochila que cargaba. —¿Está llena de dulce? ¿Hay alguno sin nueces? Me hacen mal y no puedo respirar.— Le informó y con un leve suspiro depositó el libro de anatomía de los animales sobre sus piernas. —No consigo hacer bien esto. Seth me ha dicho que puedo cambiar, pero no me sale y lo he intentado muchas veces.
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En ningún momento dudo en devolverle el abrazo, notando otra vez esa típica sensación que tengo siempre que vengo al 14 sobre si hice bien en irme porque echo de menos estas cosas. No voy a negar que me sorprende que diga que su último "encuentro" con Beverly acabase en empate. Supongo que la hija de Eowyn habrá sacado la fuerza de su padre, sea quien sea, porque todavía recuerdo la que se armó el día de su nacimiento con Ben y Seth. Su madre siempre fue... especial, digamos, pero no había nadie mejor a quien acudir si querías desconectar un rato y fumar algún que otro porro. — Entonces tendremos que hacer alguna clase práctica de cuchillos algún día — bromeo. Una de las cosas que Zenda y yo tenemos en común es que una de nuestras armas predilectas son los cuchillos. — No, ahora en serio. No utilices un cuchillo contra ella — digo, no muy segura de que no haya entendido que lo decía en broma. Hace demasiados meses que no tengo trato con niños, y a veces se me olvida que hay ciertas cosas que pueden no comprender bien. Solo nos faltaría que se hiciesen daño con armas afiladas.
Normalmente no soy una persona a la que consigan hacer sonreír fácilmente, pero cuando estoy en el 14, todo eso es diferente. Es mi hogar, por mucho que haga años que no viva en él de manera permanente y solo venga aquí de vez en cuando. Así que cuando Zenda me habla de los dulces y de las nueces, sonrío con algo de añoranza. Algo me comentó Ben una vez de que tenía alergia a las nueces y lo habían descubierto de una manera horrible. Su hermano es la única persona de aquí con la que tengo trato ahí fuera, en NeoPanem, así que cuando nos vemos solemos ponernos al día de todo y recordar viejos tiempos. — He traído sin nueces, sí — respondo mientras me descuelgo la mochila y saco una bolsa, no muy grande, llena de dulces. — También he traído ropa y comida. Ya sabes, cosas de esas aburridas que siempre nos preocupan a los adultos pero que son necesarias. — Me encojo de hombros. Probablemente luego me pase por casa de algunos de los mayores para dejárselo y preguntarles si necesitan algo más, porque siempre puedo acercárselo a Ben la próxima vez que vaya al país.
Escucho lo que dice sobre la metamorfomagia mientras abro la bolsa de dulces, y se la ofrezco para que coja algunos. Luego ya me pasaré a darle al resto también porque no quiero que piensen que tengo favoritismos, sino que simplemente se trata de que Zenda ha sido la primera que he visto al llegar. — No sé demasiado sobre la metamorfomagia — reconozco. — Pero cuando aprendí a transformarme en loba y en halcón, me costó mucho en su momento. Para mí la clave era dejar la mente en blanco y solamente concentrarme en lo que quería hacer, e ir al lago subterráneo me ayudaba. El sonido del agua me relajaba lo suficiente como para olvidarme del resto. — Y es verdad, y por eso es, probablemente, mi lugar favorito de todo el distrito. — Quizá a ti te funcione también, o ir a la zona de granja. Conmigo era el del agua, pero puede que a ti te ayude el sonido de los animales — añado, y le guiño el ojo. Es verdad que me costó más de lo que me gusta reconocer, pero cogí bastante práctica, especialmente para transformarme en loba, cuando acompañaba a Ben junto con Seth en las noches de luna llena.
Normalmente no soy una persona a la que consigan hacer sonreír fácilmente, pero cuando estoy en el 14, todo eso es diferente. Es mi hogar, por mucho que haga años que no viva en él de manera permanente y solo venga aquí de vez en cuando. Así que cuando Zenda me habla de los dulces y de las nueces, sonrío con algo de añoranza. Algo me comentó Ben una vez de que tenía alergia a las nueces y lo habían descubierto de una manera horrible. Su hermano es la única persona de aquí con la que tengo trato ahí fuera, en NeoPanem, así que cuando nos vemos solemos ponernos al día de todo y recordar viejos tiempos. — He traído sin nueces, sí — respondo mientras me descuelgo la mochila y saco una bolsa, no muy grande, llena de dulces. — También he traído ropa y comida. Ya sabes, cosas de esas aburridas que siempre nos preocupan a los adultos pero que son necesarias. — Me encojo de hombros. Probablemente luego me pase por casa de algunos de los mayores para dejárselo y preguntarles si necesitan algo más, porque siempre puedo acercárselo a Ben la próxima vez que vaya al país.
Escucho lo que dice sobre la metamorfomagia mientras abro la bolsa de dulces, y se la ofrezco para que coja algunos. Luego ya me pasaré a darle al resto también porque no quiero que piensen que tengo favoritismos, sino que simplemente se trata de que Zenda ha sido la primera que he visto al llegar. — No sé demasiado sobre la metamorfomagia — reconozco. — Pero cuando aprendí a transformarme en loba y en halcón, me costó mucho en su momento. Para mí la clave era dejar la mente en blanco y solamente concentrarme en lo que quería hacer, e ir al lago subterráneo me ayudaba. El sonido del agua me relajaba lo suficiente como para olvidarme del resto. — Y es verdad, y por eso es, probablemente, mi lugar favorito de todo el distrito. — Quizá a ti te funcione también, o ir a la zona de granja. Conmigo era el del agua, pero puede que a ti te ayude el sonido de los animales — añado, y le guiño el ojo. Es verdad que me costó más de lo que me gusta reconocer, pero cogí bastante práctica, especialmente para transformarme en loba, cuando acompañaba a Ben junto con Seth en las noches de luna llena.
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