OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ya era costumbre para Alex el regresar de clases y ponerse a caminar para despejar la mente. Su hermano no lo aprobaba, pero a ella no le importaba lo que él pensara: Nada era tan peligroso comparado con una Alex enfurecida. Y, oye, es que Alex estaba enojada más o menos... sí, todo el tiempo. Todo la molestaba, siempre tenía el ceño fruncido, y pocas veces se reía. Se mantenía a la defensiva, y era bastante, bastante grosera y sarcástica. Le encantaba molestar a la gente, le parecía entretenido hacer una escena cada vez que alguien la miraba tan siquiera un poco feo.
Así que no era de extrañarse que se encontrara adentro de una casa abandonada, algo lejos de donde había más gente. Se subió hasta el techo, escalando entre ladrillos salidos y agujeros en las paredes, entonces, se sentó en la orilla, y se dedicó a admirar el panorama. Era un panorama muy gris, desolado y bastante deprimente, pero a final de cuentas, era lo que tenía como "hogar" en ese momento, era donde podía manejar a su hermano y seguir planeando algo, aunque ni siquiera supiera qué rayos debía de planear. En sí, tenía que concentrarse en finalizar sus estudios, escalar en alguna rama de especialización, o a saber qué. De repente le entraba la inquietud de aprender a ser animaga, pero no tenía aún las agallas de intentarlo siendo ilegal. 'Bah', masculló, y de su bolsa sacó un termo que tenía jugo de naranja. Planeaba darle a su hermano, porque aunque él quisiera sentirse el responsable, ella era quien lo cuidaba realmente, y en el fondo, Alex pensaba que él también lo sabía.
Mientras le daba un sorbo a su jugo, escuchó un ruido debajo de ella. Frunció el ceño y cerró el termo, guardándolo inmediatamente. Aún con el sabor en su boca, comenzó a descender lenta y silenciosamente, hasta poder entrar por una ventana rota. El ruido se había escuchado de, según ella, la habitación contigua, así que tuvo cuidado de no hacer mucho ruido en general, aunque sus pies resbalaron con unas piedritas e hicieron un ruido terroso muy leve, que, si alguien igual de perceptiva como ella estaba por allí, la habían escuchado. Se quedó estática unos segundos, hasta que decidió moverse otra vez y espiar por la puerta desvencijada, a ver si era algo o alguien. Su respiración era tranquila, pero en realidad estaba algo asustada, ¿y si, después de tanto tiempo repitiendo su rutina de explorar alguna casa abandonada, al fin su hermano tenía razón y algo le pasaba? Necesitaba sacar ese pensamiento de su mente con tal de concentrarse en los posibles sonidos del lugar. Pero no escuchaba nada.
Aún así, sus instintos le decían que algo iba a pasar. Bueno o malo, a saber.
residencias d12 + amber j. pearson
Listening
Desde que ejecutaron a Sebastian, todo se ha vuelto más tenso. Hacía años que no lo veía, concretamente desde que se marchó del Distrito 14 pero, aun así, siento como si hubiera perdido a alguien importante. Da igual que no nos viéramos desde hacía ocho años, porque le conocí, y durante parte de mi adolescencia, vivíamos cerca y e incluso hasta alguna vez me enseñó conocimientos sobre armas como el resto de adultos del distrito que sabían de entrenamiento. Hace ya dos semanas desde que fue condenado a crímenes, entre ellos varios que ni si quiera tenían sentido, y me está costando horrores no acercarme hacia los límites del 14 para ver cómo les van las cosas y ver si están bien, especialmente Delilah. Ni siquiera sé si saben lo que ha pasado. Pero no puedo hacerlo, no con cada vez más patrullas de aurores por el norte del país, en los distritos más pobres, que podrían seguirme si vieran algún comportamiento sospechoso en mí. Prefiero seguir preocupada y sin respuestas antes que poner en riesgo a toda esa gente por una metedura de pata.
Así que me limito a pasarme los días cazando y recolectando por el bosque, y tratando de hacer intercambios útiles en el mercado negro. Intercambios que muchas veces acaban siendo prácticamente inútiles estando ya en medio del otoño y que con eso, crecen cada vez más lentamente las plantas y se esconden los animales porque a cada día que pasa, hace más frío.
Hoy es uno de esos días en los que opto por no salir de casa y quedarme despellejando algunas de las presas que cacé ayer. La mayoría de las veces acabo aprovechando la piel para fabricarme abrigos para el invierno, porque resulta más fácil hacer eso que gastarse los pocos galeones que tengo en comprar ropa decente y que caliente lo suficiente como para no morir de una hipotermia. Aun así, aunque esté intentando tener un día tranquilo, en ningún momento me relajo al cien por cien ni bajo la guardia, porque me he acostumbrado a vivir en permanente vigilia porque nunca se sabe lo que puede pasar en el momento más inesperado. Y es por eso mismo por lo que escucho un ruido parecido a unos pasos y un pequeño golpecito en la habitación de al lado.
Tardo unos segundos en decidirme, pero al final, calculo la distancia desde donde creo que ha sido el ruido, y me aparezco en la habitación, concretamente detrás de una adolescente. Me pilla de improvisto encontrarme con alguien tan joven, pero no dudo nada en sacar uno de los cuchillos que siempre llevo encima, y rodearle con un brazo y acercar la hoja del cuchillo a su cuello. — Tienes un minuto para darme una excusa que me convenza de por qué estás aquí — digo contra su oído, sin aflojar la presión. En un mundo donde vivimos rodeados de magia, de pociones y de gente con poderes y habilidades especiales, una no se fía de que este sea su verdadero aspecto y que no me esté engañando.
18/10/2467 - Casa de Amber en el 12 - Alex D. Greyback
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Lo primero que pasó por su mente cuando escuchó un ruido detrás de ella fue un simple y vano "mierda". Nada formal, nada trascendental, simplemente una expresión que, bueno, en realidad, era bastante adecuada a la situación. Planeaba girarse, pero, lamentablemente, la persona que se había aparecido detrás de ella ahora la amenazaba con un cuchillo en su garganta. No pudo evitar pensar en su hermano, y en cómo le diría te lo dije, tantas veces, mentalmente, verbalmente, escrito, con señales de humo, y de todas las formas posibles en las que el Gusano le pudiese restregarle en la cara lo que le podría pasar a continuación. Entonces escucha la voz de la persona, y frunce el ceño. ¿Un minuto? Eso es demasiado tiempo, más, considerando si iba a dejar el cuchillo allí por todo ese minuto. Sentía el filo en su cuello, y aunque era una sensación relativamente nueva, no tenía miedo. Soltó un bufido, lo cual podría causar que la mataran, pero no le importaba.
'Estaba tomando jugo', dijo, sin titubear, relamiéndose los labios entonces.
Cincuenta segundos.
¿Qué rayos podría decir? Salir de esa situación no iba a ser fácil, mucho menos si no había forma de convencer a aquella mujer que era sólo una estudiante inofensiva. Más que nada, porque no era totalmente inofensiva, pero, eh, su cara de víctima podría ayudarle. Tan sólo tenía que lograr girarse...
Cuarenta segundos.
'Estudio en Prince, y suelo dar paseos después de clases. Esta casa había estado abandonada hace unos meses, según mis cálculos, porque tiendo a caminar por los alrededores por mi cuenta', frunció el ceño nuevamente, e hizo una mueca. 'Si me matas mi hermano se va a preocupar, y no creo que quieras enojarlo', le advirtió. Sí, quizás su hermano parecía alguien bastante inútil y torpe, pero conocía su poder. Eran hijos de Paul y Whitney, no eran unos simples campesinos que existían por existir. Al menos, Alex sentía que tenían un propósito de vida, así que la castaña no podía permitir que la asesinaran de esa manera, en el maldito Distrito 12, con una desconocida paranoica.
Quince segundos.
Aún tenía un poco de tiempo, aunque quizás no el ideal. Se le ocurrió decir algo irónico, a ver si un poco de humor la salvaba, y aunque eso también podría llevarla a la muerte, lo intentó: 'Además, soy bonita', añadió. Apretó los labios y contuvo las ganas de reírse. Eso había sido muy estúpido, y probablemente la matarían en ese momento. Sin embargo, le quedaba casi nada.
Un segundo.
'Por favor', masculló, tan bajito que probablemente ni la había escuchado. No solía rogar, pero no estaba lista para dejar a su hermano. No estaba lista para dejar de lado todo lo que tenía que resolver. No estaba lista para decepcionar a su padre y dejarlo de buscar incluso aunque no lo hiciera realmente. Tenía cosas por hacer, y por eso no quería morir, no aún. Cerró los ojos y esperó a que la extraña decidiera lo siguiente que fuese a pasar. Ojalá su hermano encontrara el jugo, al menos.
18/10/2467 - Distrito 12 - amber j. pearson
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Su comentario sobre que simplemente estaba bebiendo zumo me pilla de manera totalmente inesperada, tanto que casi estoy a punto de aflojar la presión que ejerzo sobre su cuello. Pero no lo hago, sino que sigo manteniéndome firme y no titubeo en ningún momento. Echo Duane me dijo una vez que nunca hay que bajar la guardia, así que es algo que siempre he tenido en consideración. Él fue una de las personas que me entrenaba cuando vivía en el Distrito 14, y teniendo en cuenta a qué se dedicaba durante el Gobierno de los Black, está claro que sabía de lo que hablaba. Con el tiempo he podido comprobar que sí que tenía razón.
— ¿No tienes tu propia casa a la que ir a beber zumo? — replico finalmente. No sé cómo serán los niñatos de hoy en día, pero en mi época, desde luego que no nos metíamos en casa ajenas. Excepto en el 14, pero ahí éramos un caso especial porque somos como una enorme familia, así que a veces simplemente hacíamos esa clase de cosas para molestar a otro. Pero cuando vivía en el Capitolio desde luego que no iba entrando en casas desconocidas. Me mantengo en silencio mientras continúa dando explicaciones, y cuando se calla, hablo yo otra vez: — Pues no está abandonada ya. — Llevo aquí poco más de medio año porque antes había estado en el 11 durante casi un año, pero decidí cambiar de aires. Si lo llego a saber, hubiera esperado otros meses porque me hubiera gustado estar presente cuando las cosas se revolucionaron en el Distrito 11 con la llegada de Sean y Hero Niniadis. — Y tampoco lo estaba antes, solo estaba... de vacaciones. — Este fue mi primer hogar cuando decidí irme del 14 y volver a NeoPanem.
Su atrevimiento también me sorprende cuando utiliza como excusa que es bonita. Eso no voy a negarlo, y si yo tuviera diez años menos o ella diez años más, probablemente sería la clase de chica en la que me fijaría. — Déjame adivinar, bonita — respondo, y alzo el cuchillo contra su mejilla izquierda, pero sin llegar a rozarle. — Dices que estudias en el Prince, uno de los grandes colegios prestigiosos del país, y que fue creado por la gran Jamie Niniadis. — Mi tono de voz es sarcástico cuando hablo de la pelirroja que tenemos por Ministra de Magia, pero ambas sabemos que el Prince sí que es un buen colegio de magia. O al menos eso dicen. — Tienes un hermano que se preocupa por ti... — continúo enumerando las cosas que me acaba de decir. — Apuesto a que debes de vivir en alguna de esas casas enormes del centro de NeoPanem y que solo has venido aquí por pura diversión. — Obviamente no lo sé, pero puede tener dos reacciones: la primera, que sea una niña malcriada y me acabe dando la razón; y la segunda, que viva por aquí cerca y, por ende, sea de todo menos una malcriada porque aquí solo abunda la pobreza.
Al final acabo quitando el cuchillo de su mejilla, pero sigo teniéndolo en la mano, y me coloco delante de ella para observar su rostro con claridad. La observo, esperando una reacción, y paso el cuchillo por entre mis dedos, jugando con él. No sé su nombre, pero ya que lo ha dicho con tanta convicción, a partir de ahora me tomaré la libertad de llamarla bonita.
18/10/2467 - Casa de Amber en el 12 - Alex D. Greyback
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Rodó los ojos. ¿En serio esa era su pregunta? Pudo haber hecho un gesto más abrupto, pero probablemente eso la mataría. 'No', dijo nada más. Su voz la tensa, más que nada porque de ser una conversación sobre, vete a saber tú, comida, sería normal, pero en ese contexto sólo la desconcertaba; no le parecía muy intimidante que diagamos. 'No me digas', murmuró ante la obviedad de su comentario. Alex estaba segurísima que esa casa estaba abandonada, pero, al parecer, se había equivocado. Otra cosa que su hermano podría restregarle en la cara, si es que salía viva de allí. 'Igual parece bastante abandonada', añadió, 'no que la mitad del distrito no se vea así, claro', hizo una mueca, pues ella no vivía precisamente en las mejores condiciones.
Frunciendo el ceño por llamarla bonita—que, sí, fue ella quien lo usó de excusa para vivir—, pero pronto se vio aliviada por el hecho de no tener el cuchillo en su cuello; claro que, independientemente de aquello, seguía indefensa. 'Adorada sea', dijo con un sarcasmo casi tangible cuando mencionó a Jamie. '¿En serio me veo como una niña mimada?', le preguntó con preocupante curiosidad. Sabía que era bonita, no era raro que se aprovechara de la gente con esa misma cualidad, sumado a su capacidad verbal, pero, ¿mimada? Eso en realidad la ofendió bastante. De no ser por todo lo que había ocurrido hace dos años, ella seguiría con una vida normal, casi perfecta, en alguno de los distritos ricos, viviendo con su padre y a de vez en cuando visitando a su madre. Pero ahora no tenía contacto con ninguno, para empezar, porque a saber dónde mierda estaba su padre, y porque su madre no les daba la oportunidad de verla tan seguido. Y así era su vida: 'Si por casa enorme te refieres al estúpido orfanato, entonces, sí, vivo en una casa grande. Pero en lo demás te equivocaste', le dijo con clara molestia en su tono de voz. En verdad estaba molesta: La había clasificado como el tipo de chicas que odiaba, como el tipo de personas con las que se metía en problemas en Prince, y que sin su hermano, probablemente la habrían expulsado ya.
Cuando quitó el cuchillo, Alex dio un pequeño paso hacia atrás y se mantuvo prácticamente inmóvil, exceptuando por el hecho de girarse para verla. Y vaya mirada. Sus ojos eran furibundos, y estudiaron rápidamente a quien tenía enfrente. 'Si estamos jugando a juzgar mal, yo diré que eres la suprema y amada Ministra de Magia', soltó cortante, con el ceño fruncido, finalmente mirándola a los ojos. Algo que le sorprendió es que era bastante atractiva, pero no se podía concentrar en eso realmente; para empezar, se veía bastante mayor que ella, así que igual jamás pasaría. Además, aún tenía la sensación de que podría matarla en cualquier momento, y no quería arriesgarse. '¿Quieres jugo?', dijo, luego de unos segundos, primero porque no tenía nada más que decir, y segundo, porque ella misma quería algo de jugo, por lo que si metía su mano a la bolsa sin avisar, terminaría muerta en un abrir y cerrar de ojos.
18/10/2467 - casa de amber, d12 - amber j. pearson
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Que sea bastante sarcástica no me sorprende a estas alturas, al menos no después de ver cómo se ha atrevido a entrar en una casa desconocida, por mucho que creyera que estaba abandonada, y que no le ha dado ningún reparo utilizar su aspecto físico como excusa para que no la hiriera. En realidad no sé si es porque es más joven de lo que parece y no es consciente del peligro al que se expone siendo así, pues podría haberse encontrado con alguien que tuviera menos compasión que yo. O que fuera menos estúpido, porque sigo sin tener muy claro que deba creerla. Sin embargo, lo hago por el momento, al menos hasta que no me demuestre algo que me haga cambiar de opinión.
Resoplo cuando me pregunta que si la veo como una niña mimada, y cambio el cuchillo de mano para juguetear con él entre los dedos de la derecha. — No te conozco lo suficiente para saberlo, pero sé que no todos pueden permitirse estudiar en el Prince. — Yo por ejemplo no pude. Si hubiera sido simplemente hija de mi padre y mi madre no hubiera sido una veela, habría acabado yendo a un colegio de magia y probablemente mi vida hubiera sido mucho más sencilla. Pero no pude porque por mis venas corre sangre de criatura mágica, y a ojos de nuestra querida ministra, eso no debe ser aceptable dentro de nuestra sociedad, así que no puedo vivir como cualquier otra bruja normal y corriente... que no sea de sangre muggle, porque ellos también lo tienen prohibido. — Pero si lo que dices es verdad, imagino que te obligan a ir los del orfanato — añado finalmente. ¿Cómo puede soportar ir a clase con esos mocosos? Sea como sea, al menos no tiene que ir al otro colegio, el Royal o algo así, y encontrarse por los pasillos con los hijos de los ministros, aireando sus comodidades y facilidades. Cuando yo me marché del país, los ministros todavía no vivían en la isla, así que algunos asistían al Prince. Como el ricitos rubio que vive con el de defensa, porque ellos estuvieron un tiempo residiendo en el 13.
Ruedo los ojos en cuanto sugiere que en ese caso quizá yo soy Jamie Niniadis. — ¿Me ves cara de querer quitarme físicamente más de veinte años? — Todos sabemos que la Ministra de Magia ya está cerca de los cincuenta, mientras que no llega ni a aparentar los treinta. Por qué lo hace ni idea, pero siempre ha estado igual desde que se hizo con el mando del país. Entonces me pregunta que si quiero zumo de ese, y teniendo en cuenta cómo nos encontramos, es otra de sus frases que termina por pillarme de imprevisto. — Solo si bebes tú antes. — ¿Quién me garantiza que no pretenda envenenarme? Acabamos de hablar de Jamie, la persona que se hizo con el mandato de NeoPanem gracias a envenenar a toda la gente importante del país en una boda. Además, como me decían siempre, nunca hay que fiarse de nadie hasta que estés completamente segura de que no te supone una amenaza. Quitando que tiene un hermano, vive en un orfanato y que estudia en el Prince, no sé nada de ella, y tampoco tienen por qué ser verdad esas cosas.
18/10/2467 - Casa de Amber en el 12 - Alex D. Greyback
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