OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Hace dos días ya del entrenamiento en la academia de aurores a los civiles que quisieron presentarse voluntarios, así que ni siquiera sé si es muy pronto, o si he tardado demasiado en decidirme a pasar por la academia a ver cómo fueron las cosas. He querido dejar algo de tiempo para que pudieran preparar con calma los informes que les solicité, y las estadísticas para saber cómo fue de manera general, pero a veces creo que soy demasiado blando con los tiempos. Yo hubiera sido capaz de tenerlos listos para la mañana siguiente, pero tampoco quiero llegar a ser ese tipo de jefe exigente que apenas les deja tiempo para su vida personal. Además, tal y como están las cosas, comprendo que algunos quieran unas cuantas horas libres. Yo mismo dediqué gran parte de mi vida al trabajo, a unas ideas políticas, antes que a mi propia vida personal, pero con el tiempo me di cuenta de que aunque está bien que a uno le importe todo eso, cuando se llega a casa, siempre es agradable tener a alguien esperándote. Jessica fue la primera persona que me hizo darme cuenta de ello, y luego Ethan y Lëia completaron ese ciclo cuando tuve que hacerme cargo de ambos. Ahora es Zoey quien me aporta esa plenitud, y espero que siga siendo así por el resto de mi vida.
Llego al Distrito 2 en la moto voladora, y una vez estoy ahí, me tomo mi tiempo en almorzar de manera bastante completa en uno de mis restaurantes favoritos del distrito. No tengo demasiada prisa, y ni siquiera tengo más trabajo hoy mismo. En realidad, últimamente mi trabajo básicamente consiste en revisar informes de algunos escuadrones de aurores destinados a las zonas más del norte para ver que las cosas no se vuelven a revolucionar como pasó el mes pasado con la llegada de Sean y Hero al Distrito 11.
Para cuando acabo, ya casi son las primeras horas de la tarde, así que aligero el paso y me dirijo a la academia antes de que sea el cambio de turno. Suelo tener bastante controlados los horarios porque ahí sí que soy más estricto, y también los cambios de turno. No obstante, no recuerdo a quién le tocaba hoy porque es casi imposible que tenga en la cabeza los nombres de todos los aurores que tengo trabajando bajo mi supervision, más todos los cazadores. Es por eso por lo que cuando llego a la entrada de la academia, lo primero que hago es acercarme a la recepción para salir de dudas y saber a quién tengo que buscar exactamente: — Buenas. ¿Quién me está esperando para entregarme los informes? — Ni siquiera hace falta que me presente porque todos aquí saben quien soy, y tampoco es necesario que especifique qué informes vengo buscando, porque deberían saberlo. Y en el caso de que no supiera a qué me refiero, no estaría haciendo bien su trabajo por no ponerse al corriente como es debido. Sin embargo, parece que sí lo hace, pues me acaba diciendo que vaya a la primera sala que hay al girar a la derecha al subir al primer piso, y que ahí me está esperando la chica a la que le ha tocado comerse el trabajo aburrido de preparar mis informes. No me lo dice con esas palabras literales, pero yo sí lo pienso. — De acuerdo. Gracias — añado finalmente, y me dirijo hacia las escaleras que llevan a la primera planta.
Tal y como me ha dicho, la chica, una joven de cabellos castaños que debe de tener tan solo unos pocos años menos que yo, me espera en la sala. Hay algo que me resulta familiar en ella, pero acabo achacándolo a temas de trabajo. — Buenas tardes. — La educación es lo primero, independientemente de quién seas y si eres más superior en temas de laborales. — ¿Ya están listos los informes? — Siendo sincero, el primero que miraría sería el de Ethan, mi hijo. Confío en que me dijese la verdad cuando llegó a casa, pero me gustaría saber qué opinan los que estuvieron supervisando el entrenamiento.
Llego al Distrito 2 en la moto voladora, y una vez estoy ahí, me tomo mi tiempo en almorzar de manera bastante completa en uno de mis restaurantes favoritos del distrito. No tengo demasiada prisa, y ni siquiera tengo más trabajo hoy mismo. En realidad, últimamente mi trabajo básicamente consiste en revisar informes de algunos escuadrones de aurores destinados a las zonas más del norte para ver que las cosas no se vuelven a revolucionar como pasó el mes pasado con la llegada de Sean y Hero al Distrito 11.
Para cuando acabo, ya casi son las primeras horas de la tarde, así que aligero el paso y me dirijo a la academia antes de que sea el cambio de turno. Suelo tener bastante controlados los horarios porque ahí sí que soy más estricto, y también los cambios de turno. No obstante, no recuerdo a quién le tocaba hoy porque es casi imposible que tenga en la cabeza los nombres de todos los aurores que tengo trabajando bajo mi supervision, más todos los cazadores. Es por eso por lo que cuando llego a la entrada de la academia, lo primero que hago es acercarme a la recepción para salir de dudas y saber a quién tengo que buscar exactamente: — Buenas. ¿Quién me está esperando para entregarme los informes? — Ni siquiera hace falta que me presente porque todos aquí saben quien soy, y tampoco es necesario que especifique qué informes vengo buscando, porque deberían saberlo. Y en el caso de que no supiera a qué me refiero, no estaría haciendo bien su trabajo por no ponerse al corriente como es debido. Sin embargo, parece que sí lo hace, pues me acaba diciendo que vaya a la primera sala que hay al girar a la derecha al subir al primer piso, y que ahí me está esperando la chica a la que le ha tocado comerse el trabajo aburrido de preparar mis informes. No me lo dice con esas palabras literales, pero yo sí lo pienso. — De acuerdo. Gracias — añado finalmente, y me dirijo hacia las escaleras que llevan a la primera planta.
Tal y como me ha dicho, la chica, una joven de cabellos castaños que debe de tener tan solo unos pocos años menos que yo, me espera en la sala. Hay algo que me resulta familiar en ella, pero acabo achacándolo a temas de trabajo. — Buenas tardes. — La educación es lo primero, independientemente de quién seas y si eres más superior en temas de laborales. — ¿Ya están listos los informes? — Siendo sincero, el primero que miraría sería el de Ethan, mi hijo. Confío en que me dijese la verdad cuando llegó a casa, pero me gustaría saber qué opinan los que estuvieron supervisando el entrenamiento.
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Después de unos de días de trabajo exhaustivo, cualquiera pensaría que algo de papeleo era el paraíso, ¿no? Pues, en efecto: No. Me encontraba sudando, terminando de escribir y organizar aquella papelería que habían ordenado y que, sinceramente, había postergado hasta el último momento, inclusive con eso de que habían tardado más de dos días desde el entrenamiento de voluntarios en pedir los documentos. Igual, eso me había dado tiempo hasta de sobra de ser minuciosa acerca de lo que escribía en el papel. Estando consciente de que Riorden Weynart iba a llegar más tarde ese día, decidí hacer una pausa para ir por comida. Había estado tan concentrada en terminar finalmente lo que debía entregar, que me olvidé por completo de desayunar siquiera; sumando eso a que me había quedado dormida y llegué algo tarde, bueno, ya sabrán.
No es ni medio día, pero suelo verme afectada respecto al ámbito humor-comida, así que para cuando llego al bar que está a unos edificios de la academia —que, por cierto, recomiendo bastante—, estoy tan malhumorada que si alguien me llegase a hablar y no trajera mi comida, probablemente lo mataría con la pura mirada. Claro que, estar sentada en una de las mesas más alejadas, mientras me pongo a leer un periódico, no es nada llamativo para que alguien me hable. Y así pasan varios minutos hasta que mi comida está lista. Al no contar con mucho tiempo, las cosas las pedí para llevar, cosa que me ahorraría bastante en cuanto a mi estabilidad emocional si es que me regañaban por no tener las cosas listas a la hora indicada.
De regreso a la oficina, termino de organizar los informes semi-automáticamente, con mi mente en otro lado mientras el plato que pedí para llevar me espera en uno de los cajones. Le doy un sorbo al jugo de durazno, y finalmente dejo los papeles ordenados alfabéticamente en un costado del escritorio. Me inclino en la silla y decido que es un buen momento para comer, si bien ya estoy algo irritada por no haberlo hecho antes. Claro que, con la suerte que me cargo, mientras le doy una mordida a un bollo, el Ministro de Defensa entra en la oficina.
Y, es que, la escena fue graciosa por donde lo veas, excepto desde mi posición: Yo, con los pies encima del escritorio, reclinada en la silla y comiendo bollos de esos que chorrean y dejan migajas con sólo mirarlos; todo esto, mientras Riorden entra por la puerta. No alcanzo a acomodarme de manera efectiva, al menos, no para disimular la bochornosa situación, y algo de salsa escurre por el costado de mi boca cuando mascullo algo parecido a: 'Huenad faeh', que, en idioma Oddie-pasando-vergüenza, vendría siendo "Buenas tardes". Me limpio como puedo con una servilleta y me levanto de la silla, masticando lo más rápido posible y tragando el bocado, después de dejar el bollo en el recipiente de donde lo había traído. 'Buenas tardes', repetí, y asentí ante su pregunta. 'Ordenados alfabéticamente, señor Ministro', respondí, antes de acercarme a donde estaban y los tomaba, para luego dárselos.
Incómoda, simplemente me limité a observar la habitación en lo que leía uno de los documentos, tamborileando mis dedos en el escritorio de manera silenciosa. En una de esas, me pongo a observar al Ministro y caigo en cuenta de que, sin bromas, es bastante guapo. No digo que me quiera casar con él, pero, oye, no tiene nada de malo indicar cuando alguien es físicamente atractivo, ¿verdad? Aprovecho para agarrar la botellita de jugo y darle un trago; sé que comer no está precisamente permitido en la oficina, pero tomar algo inofensivo como jugo de durazno no mataría a nadie, además, soy muy cuidadosa respecto a proteger los documentos y no tener que hacer trabajo extra si es que se ensucian o se arruinan. Yay, yo. 'La mayoría hizo un trabajo excelente, si se lo pregunta', añadí luego de unos segundos, 'no hubo accidentes de ningún tipo, sorprendentemente', dije, mientras alzaba una ceja. Cada cierto tiempo se convocaban voluntarios, y en la mayoría de los casos, había accidentes de algún tipo: Un hueso roto, alguien llorando... Cosas de ese tipo, vaya. Así que sí era algo casi inaudito el hecho de que no hubiese pasado nada entonces.
No es ni medio día, pero suelo verme afectada respecto al ámbito humor-comida, así que para cuando llego al bar que está a unos edificios de la academia —que, por cierto, recomiendo bastante—, estoy tan malhumorada que si alguien me llegase a hablar y no trajera mi comida, probablemente lo mataría con la pura mirada. Claro que, estar sentada en una de las mesas más alejadas, mientras me pongo a leer un periódico, no es nada llamativo para que alguien me hable. Y así pasan varios minutos hasta que mi comida está lista. Al no contar con mucho tiempo, las cosas las pedí para llevar, cosa que me ahorraría bastante en cuanto a mi estabilidad emocional si es que me regañaban por no tener las cosas listas a la hora indicada.
De regreso a la oficina, termino de organizar los informes semi-automáticamente, con mi mente en otro lado mientras el plato que pedí para llevar me espera en uno de los cajones. Le doy un sorbo al jugo de durazno, y finalmente dejo los papeles ordenados alfabéticamente en un costado del escritorio. Me inclino en la silla y decido que es un buen momento para comer, si bien ya estoy algo irritada por no haberlo hecho antes. Claro que, con la suerte que me cargo, mientras le doy una mordida a un bollo, el Ministro de Defensa entra en la oficina.
Y, es que, la escena fue graciosa por donde lo veas, excepto desde mi posición: Yo, con los pies encima del escritorio, reclinada en la silla y comiendo bollos de esos que chorrean y dejan migajas con sólo mirarlos; todo esto, mientras Riorden entra por la puerta. No alcanzo a acomodarme de manera efectiva, al menos, no para disimular la bochornosa situación, y algo de salsa escurre por el costado de mi boca cuando mascullo algo parecido a: 'Huenad faeh', que, en idioma Oddie-pasando-vergüenza, vendría siendo "Buenas tardes". Me limpio como puedo con una servilleta y me levanto de la silla, masticando lo más rápido posible y tragando el bocado, después de dejar el bollo en el recipiente de donde lo había traído. 'Buenas tardes', repetí, y asentí ante su pregunta. 'Ordenados alfabéticamente, señor Ministro', respondí, antes de acercarme a donde estaban y los tomaba, para luego dárselos.
Incómoda, simplemente me limité a observar la habitación en lo que leía uno de los documentos, tamborileando mis dedos en el escritorio de manera silenciosa. En una de esas, me pongo a observar al Ministro y caigo en cuenta de que, sin bromas, es bastante guapo. No digo que me quiera casar con él, pero, oye, no tiene nada de malo indicar cuando alguien es físicamente atractivo, ¿verdad? Aprovecho para agarrar la botellita de jugo y darle un trago; sé que comer no está precisamente permitido en la oficina, pero tomar algo inofensivo como jugo de durazno no mataría a nadie, además, soy muy cuidadosa respecto a proteger los documentos y no tener que hacer trabajo extra si es que se ensucian o se arruinan. Yay, yo. 'La mayoría hizo un trabajo excelente, si se lo pregunta', añadí luego de unos segundos, 'no hubo accidentes de ningún tipo, sorprendentemente', dije, mientras alzaba una ceja. Cada cierto tiempo se convocaban voluntarios, y en la mayoría de los casos, había accidentes de algún tipo: Un hueso roto, alguien llorando... Cosas de ese tipo, vaya. Así que sí era algo casi inaudito el hecho de que no hubiese pasado nada entonces.
Alterno mi mirada entre su rostro y el plato de comida que tiene, con una pequeña sonrisa de medio lado porque parece ser que no me esperaba todavía. No quiero imaginar lo que debe de ser que tu jefe te encuentre con estas pintas, así que la situación debe de ser... incómoda, más que otra cosa. — Tu comida tiene pinta de estar buena — acabo diciendo para romper un poco el hielo, pero dudo que sea efectivo el hacer mención a lo que la ha puesto en esta situación. Nunca he sido muy bueno para amenizar la tensión, sinceramente, sino más bien todo lo contrario. — En fin, siento molestarte en tu hora de la comida. — Y es verdad. De haberlo sabido, habría optado por esperar unos minutos más en recepción con esa mujer que no parecía demasiado simpática. Desde luego, entretenido habría sido el intentar sacar un tema de conversación con ella. — Pero necesitábamos ya los papeles en el Ministerio de Magia — acabo por añadir, y no doy más explicaciones porque solo lo he dicho por cortesía, nada más. Además, por lo general suelo ser bastante escueto e ir al grano porque no me gusta perder el tiempo, ni tampoco me sobra.
Tengo que reprimir un suspiro de alivio cuando me dice que no hubieron incidentes importantes, porque aunque Ethan me garantizó que todo fue bien, tampoco sería la primera vez que me miente. Es un buen chico, o más bien joven adulto porque ya tiene sus veintidós años por mucho que siga empeñando en tratarlo como si tuviera menos a veces, pero eso no quita que como todo hijo, a veces mienta a sus padres. En este caso a su padre. O tío biológico, como prefieras llamarlo. — Perfecto — respondo finalmente. No voy a negar que en un principio no fue de mi agrado tener que convocar ese entrenamiento voluntario, pero las cosas cada vez se están poniendo más feas. Jamie y yo estuvimos hablando sobre qué era lo más indicado viendo que cada vez hay gente más revolucionada por los distritos del norte, y llegamos a la conclusión de tomar este tipo de medidas. No es la única, pero con calma porque tampoco hay que pasarse.
Entonces la razón por la que me es familiar me llega de golpe. No, no es exactamente su rostro, que también puede ser que nos hayamos visto alguna que otra vez por temas de trabajo y por la verdadera razón por lo que hay algo en ella que me suena. Es su nombre. Cuando la mujer de recepción me lo ha dicho, no he caído, pero ahora sí. Recuerdo que Zoey, cuando le pregunto por su día, alguna vez me habla de una chica que se llama así y que suele ir bastantes veces al hospital con heridas de trabajo; una chica que trabaja como auror. De hecho, es hasta probable que alguna vez la haya visto por ahí cuando he ido a recoger a Zoey al trabajo algún viernes. — Mi novia me ha hablado de ti. — Cambio repentinamente de tema y lo digo como si eso fuera lo más normal del mundo y no sonara para nada raro. — Trabaja en el hospital del Capitolio — acabo añadiendo cuando me doy cuenta de que debo de haber sonado como un estúpido sin decir nada sobre ella. — Es Zoey Campbell. — Si la rubia recuerda su nombre teniendo un montón más de pacientes al día, estoy casi seguro de que Odessa debe recordarlo también. — Me comentó que ibas con bastante frecuencia al hospital. ¿Debería preocuparme? — Sus heridas no suelen ser demasiado graves, al menos no por ahora, pero tampoco me interesa que se esté haciendo daño cada dos por tres. Ya es por su propia salud, porque es obvio que no es agradable.
Tengo que reprimir un suspiro de alivio cuando me dice que no hubieron incidentes importantes, porque aunque Ethan me garantizó que todo fue bien, tampoco sería la primera vez que me miente. Es un buen chico, o más bien joven adulto porque ya tiene sus veintidós años por mucho que siga empeñando en tratarlo como si tuviera menos a veces, pero eso no quita que como todo hijo, a veces mienta a sus padres. En este caso a su padre. O tío biológico, como prefieras llamarlo. — Perfecto — respondo finalmente. No voy a negar que en un principio no fue de mi agrado tener que convocar ese entrenamiento voluntario, pero las cosas cada vez se están poniendo más feas. Jamie y yo estuvimos hablando sobre qué era lo más indicado viendo que cada vez hay gente más revolucionada por los distritos del norte, y llegamos a la conclusión de tomar este tipo de medidas. No es la única, pero con calma porque tampoco hay que pasarse.
Entonces la razón por la que me es familiar me llega de golpe. No, no es exactamente su rostro, que también puede ser que nos hayamos visto alguna que otra vez por temas de trabajo y por la verdadera razón por lo que hay algo en ella que me suena. Es su nombre. Cuando la mujer de recepción me lo ha dicho, no he caído, pero ahora sí. Recuerdo que Zoey, cuando le pregunto por su día, alguna vez me habla de una chica que se llama así y que suele ir bastantes veces al hospital con heridas de trabajo; una chica que trabaja como auror. De hecho, es hasta probable que alguna vez la haya visto por ahí cuando he ido a recoger a Zoey al trabajo algún viernes. — Mi novia me ha hablado de ti. — Cambio repentinamente de tema y lo digo como si eso fuera lo más normal del mundo y no sonara para nada raro. — Trabaja en el hospital del Capitolio — acabo añadiendo cuando me doy cuenta de que debo de haber sonado como un estúpido sin decir nada sobre ella. — Es Zoey Campbell. — Si la rubia recuerda su nombre teniendo un montón más de pacientes al día, estoy casi seguro de que Odessa debe recordarlo también. — Me comentó que ibas con bastante frecuencia al hospital. ¿Debería preocuparme? — Sus heridas no suelen ser demasiado graves, al menos no por ahora, pero tampoco me interesa que se esté haciendo daño cada dos por tres. Ya es por su propia salud, porque es obvio que no es agradable.
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Yo esperaba que no se diera cuenta, aunque fuera algo bastante evidente. Y, efectivamente, se dio cuenta, porque la suerte me mandó a la mierda. Quizás sea el hecho de que toda la habitación terminó oliendo al platillo, pero bueno. '¿Gusta? Son bollos del bar, uh, de al lado', respondo ante su comentario, con las cejas alzadas. En tiempos pasados, ni siquiera me habría molestado en intentar compartir mi comida con alguien, pero, de nuevo; antes ni habría dejado que me llamaran Odessa, porque era como si me regañaran. 'Ah, no hay problema, sólo fue cuestión de coordinación', le aseguro antes de ponerme a ordenar el escritorio que, de pronto, se ha vuelto bastante interesante. Estaba sonrojada por la situación, pues no era algo enteramente común que me sucediera algo tan informal como aquello, mucho menos frente al Ministro de Defensa. 'Me imagino, han sido días bastante ajetreados', concuerdo, antes de extender una mano para señalar la silla de su lado, 'si gusta, puede tomar asiento', le ofrecí, y yo misma me senté donde antes. De reojo vep el cajón con mi comida y decido cerrarlo, en parte para que el olor se cortara, y en parte para no tener la tentación de comer en ese momento.
Después de unos segundos, empiezo a sentir presión en mi cabeza, y sé que acabo de llegar al punto donde mi cabeza me duele del hambre. Arrugo la nariz y mi estómago ruge, cosa que me hace llevar mis manos al mismo y encogerme en la silla, todo esto, de la vergüenza. Repaso mentalmente que no haya habido ningún error en los informes, hasta que él habla.
Debo admitirlo, que yo sea uno de los temas de conversación del Ministro de Defensa y su novia, me toma por sorpresa. Alzo las cejas, porque, por unos segundos, eso es todo lo que dice. 'Oh', digo, comprendiendo inmediatamente. Sí, soy esa que se accidenta todo el tiempo en el trabajo, a menos que esté en la oficina. Pero, eh, que soy una de las mejores del trabajo, así que supongo que no hay nada extraordinario en mis visitas al hospital. '¡Ah! Claro, la conozco', dije mientras asentía quizás un poco más alegre de lo normal. Desde luego, frunzo el ceño, entre confundida y angustiada, antes de decir: 'No, señor. Sólo... ¿Mi expediente?', digo, mirándolo a los ojos, 'bueno, me imagino que en mi expediente estará anotado con grandes letras llamativas algo como "extrema", o algo así', digo, levantando los dedos para hacer las comillas en el aire, 'porque, bueno, suelo ir un poco más allá con tal de lograr el objetivo de la misión, por eso es tan... común que me encuentre en el hospital de vez en cuando', suelto, y me encojo de hombros. Quizás me he abierto demasiado a Riorden, pero algo tiene en su aspecto en general, que me dice que está bien que hable con él. Después de todo, es mi jefe, y se supone que está allí si tengo problemas o algo raro sucede, ¿no?
Después de unos segundos, empiezo a sentir presión en mi cabeza, y sé que acabo de llegar al punto donde mi cabeza me duele del hambre. Arrugo la nariz y mi estómago ruge, cosa que me hace llevar mis manos al mismo y encogerme en la silla, todo esto, de la vergüenza. Repaso mentalmente que no haya habido ningún error en los informes, hasta que él habla.
Debo admitirlo, que yo sea uno de los temas de conversación del Ministro de Defensa y su novia, me toma por sorpresa. Alzo las cejas, porque, por unos segundos, eso es todo lo que dice. 'Oh', digo, comprendiendo inmediatamente. Sí, soy esa que se accidenta todo el tiempo en el trabajo, a menos que esté en la oficina. Pero, eh, que soy una de las mejores del trabajo, así que supongo que no hay nada extraordinario en mis visitas al hospital. '¡Ah! Claro, la conozco', dije mientras asentía quizás un poco más alegre de lo normal. Desde luego, frunzo el ceño, entre confundida y angustiada, antes de decir: 'No, señor. Sólo... ¿Mi expediente?', digo, mirándolo a los ojos, 'bueno, me imagino que en mi expediente estará anotado con grandes letras llamativas algo como "extrema", o algo así', digo, levantando los dedos para hacer las comillas en el aire, 'porque, bueno, suelo ir un poco más allá con tal de lograr el objetivo de la misión, por eso es tan... común que me encuentre en el hospital de vez en cuando', suelto, y me encojo de hombros. Quizás me he abierto demasiado a Riorden, pero algo tiene en su aspecto en general, que me dice que está bien que hable con él. Después de todo, es mi jefe, y se supone que está allí si tengo problemas o algo raro sucede, ¿no?
En otro momento probablemente hubiera aceptado su ofrecimiento de buena gana, pero ahora mismo, estando prácticamente recién comido y habiendo sido una comida bien copiosa, mejor no. Eso o tendré que coger un traslador para volver a casa porque estaré tan lleno que no podré ni volver con la moto voladora. — No, gracias. Acabo de comer y tengo que mantenerme en forma — bromeo. No me sobra prácticamente ningún kilo, pero me he empeñado en demostrarle a Zoey que de verdad es mi peso y que no hago trampas con la metamorfomagia, tal y como dijo el otro día en la cama. Sé que no iba del todo en serio... o al menos eso quiero creer. Lo que sí que acepto es el sentarme cuando lo comenta, y echo un vistazo rápido a la sala para comprobar que las instalaciones siguen en buen estado y nada está fuera de lo normal. — Sí, están siendo unas semanas más movidas que de costumbre. — No hace falta que lo niegue porque se dedica a la seguridad del país y sabe cómo están las cosas. Primero fue el ajetreo en el 11 cuando llegaron Sean y la pequeña Hero, y después el juicio de Sebastian Johnson. Eso no supondría ningún problema si fueran las únicas cosas que han pasado estos últimos meses. Me costó mucho el llegar a acostumbrarme a vivir en calma, sin tener que estar constantemente preocupado por algo, así que ahora que ya lo he conseguido, no me gusta que alguien perturbe mi tranquilidad y la del resto de la población.
Tal y como imaginaba, recuerda a Zoey. Por lo demás, escucho lo que dice sobre cómo suele trabar, e inevitablemente me recuerda a mi yo pasado cuando comenta que intenta cumplir más con tal de cumplir el objetivo principal. Yo era igual que ella en ese sentido, y en su momento también me costó más de un problema. En el caso de Odessa es terminar más veces de las que uno preferiría en el hospital, y conmigo era básicamente acabar en Alcatraz. Fueron dos grandes veces las que acabé en esa maldita prisión, pero a mí parecieron casi el doble. Eso y el haber sido tributo cuando todavía gobernaban los Black. Pensándolo bien, tener que ir al hospital desde luego que no es tan malo como parece. — Yo era igual que tú. — Estoy a punto de decir lo típico de "cuando tenía tu edad", pero entonces recuerdo que estoy hablando con alguien que no debe de tener muchos menos años que yo, y que no se trata ni de Lëia, ni de Ethan, que son prácticamente mis hijos. Sí, uno lo es legalmente, mientras que la otra solo es mi sobrina, y aunque solo durante un año ejerciera la función de padre, siempre he estado ahí para ella y la he considerado más que la hija de mi hermano. Cualquiera que no me conozca pensaría que me gusta acoger a mis sobrinos, pero ha sido lo que me ha tocado hacer, y tampoco me quejo.
— Quizá tenga que plantearme subirte el sueldo si te esfuerzas tanto, ¿no? — comento en un tono con algo de broma. En su trabajo no se puede ascender porque como mucho podría llegar a ser jefa de escuadrón, y para eso ya tenemos a Reynald desde hace muchos años. El puesto más superior es el mío, y sabiendo mi trayectoria profesional, será así hasta el día en que yo decida dejarlo. Es por eso por lo que a lo máximo que podría aspirar sería a un sueldo mayor que el que tenga ahora.
Tal y como imaginaba, recuerda a Zoey. Por lo demás, escucho lo que dice sobre cómo suele trabar, e inevitablemente me recuerda a mi yo pasado cuando comenta que intenta cumplir más con tal de cumplir el objetivo principal. Yo era igual que ella en ese sentido, y en su momento también me costó más de un problema. En el caso de Odessa es terminar más veces de las que uno preferiría en el hospital, y conmigo era básicamente acabar en Alcatraz. Fueron dos grandes veces las que acabé en esa maldita prisión, pero a mí parecieron casi el doble. Eso y el haber sido tributo cuando todavía gobernaban los Black. Pensándolo bien, tener que ir al hospital desde luego que no es tan malo como parece. — Yo era igual que tú. — Estoy a punto de decir lo típico de "cuando tenía tu edad", pero entonces recuerdo que estoy hablando con alguien que no debe de tener muchos menos años que yo, y que no se trata ni de Lëia, ni de Ethan, que son prácticamente mis hijos. Sí, uno lo es legalmente, mientras que la otra solo es mi sobrina, y aunque solo durante un año ejerciera la función de padre, siempre he estado ahí para ella y la he considerado más que la hija de mi hermano. Cualquiera que no me conozca pensaría que me gusta acoger a mis sobrinos, pero ha sido lo que me ha tocado hacer, y tampoco me quejo.
— Quizá tenga que plantearme subirte el sueldo si te esfuerzas tanto, ¿no? — comento en un tono con algo de broma. En su trabajo no se puede ascender porque como mucho podría llegar a ser jefa de escuadrón, y para eso ya tenemos a Reynald desde hace muchos años. El puesto más superior es el mío, y sabiendo mi trayectoria profesional, será así hasta el día en que yo decida dejarlo. Es por eso por lo que a lo máximo que podría aspirar sería a un sueldo mayor que el que tenga ahora.
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