OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El ambiente en el silencioso distrito aún no mejoraba, la tormenta se había llevado el buen humor de todos y aquel día media población abandonaba la seguridad del hogar para salir a buscar suministros. Los nervios y el temor se podían sentir a kilómetros a la distancia, eso sucedía siempre que los exploradores se alejaban para hacer sus tareas, pero la gran diferencia es que ahora marcharían dejando sus casas destruidas o en camino a la reconstrucción. Casi toda la comida la habían perdido con el derrumbe del almacén, varios animales había escapado a causa de la fuerte lluvia y ni hablar de cómo quedaron los cultivos.
Con todo lo ocurrido la prioridad era curar a los heridos, buscar entre los escombros objetos que podían servir nuevamente y ayudar como se pudiera. Nadie estaba con ánimos de entrenar y como si fuese un milagro, Zenda no se podía acercar al bosque, ni siquiera a las torres de vigilancia, así que se mantuvo dentro del distrito preparando ungüentos y vendajes con su madre. A continuación dejó a Arleth con Beverly y sin causar alboroto alguno contra la rubia, se encaminó hacia las granjas más cercanas.
Una vez allí, ayudó a Murphy a plantar nuevas semillas, a tratar de salvar las plantas que aún se mantenían medio en pie y también a cultivar las frutas y verduras que ya podían ser ingeridas o puestas en latas de conserva. Todo el proceso fue en un profundo silencio, la menor de los Franco aún no tenía ganas de hablar con nadie, excepto por esa conversación con Ben.
Un par de horas luego del almuerzo, había decidido saltarlo ya que no tenía hambre, regresó hacia la casa donde se alojaban ahora. Todas sus cosas habían sido victimas del fuego, excepto su arco y flechas, por eso ahora tenía que llevar ropa de Delilah que le quedaban tres talles más grande. Su ánimo no podía mejorar y por lo tanto hacía días que su cabello se mantenía en un tono azul muy pálido.
Cuando sus botas pisaron la sala, se encontró con Ava despidiéndose de Arleth, de Elioh y de Ken, ya estaban todos listos para partir hacia la nueva y muy necesaria expedición. Rezando porque Del y Bev siguieran ocupadas ayudando a los heridos, se encaminó directamente hacia el dormitorio que por suerte estaba vacío.
Se recostó sobre el colchón ubicado en el suelo estratégicamente separado de los otros dos, su cama ahora y de abajo de la almohada sacó el libro que le había dado Seth para que estudiara la anatomía de los animales. Necesitaba aprender eso antes de comenzar con los intentos de transformación.
Con todo lo ocurrido la prioridad era curar a los heridos, buscar entre los escombros objetos que podían servir nuevamente y ayudar como se pudiera. Nadie estaba con ánimos de entrenar y como si fuese un milagro, Zenda no se podía acercar al bosque, ni siquiera a las torres de vigilancia, así que se mantuvo dentro del distrito preparando ungüentos y vendajes con su madre. A continuación dejó a Arleth con Beverly y sin causar alboroto alguno contra la rubia, se encaminó hacia las granjas más cercanas.
Una vez allí, ayudó a Murphy a plantar nuevas semillas, a tratar de salvar las plantas que aún se mantenían medio en pie y también a cultivar las frutas y verduras que ya podían ser ingeridas o puestas en latas de conserva. Todo el proceso fue en un profundo silencio, la menor de los Franco aún no tenía ganas de hablar con nadie, excepto por esa conversación con Ben.
Un par de horas luego del almuerzo, había decidido saltarlo ya que no tenía hambre, regresó hacia la casa donde se alojaban ahora. Todas sus cosas habían sido victimas del fuego, excepto su arco y flechas, por eso ahora tenía que llevar ropa de Delilah que le quedaban tres talles más grande. Su ánimo no podía mejorar y por lo tanto hacía días que su cabello se mantenía en un tono azul muy pálido.
Cuando sus botas pisaron la sala, se encontró con Ava despidiéndose de Arleth, de Elioh y de Ken, ya estaban todos listos para partir hacia la nueva y muy necesaria expedición. Rezando porque Del y Bev siguieran ocupadas ayudando a los heridos, se encaminó directamente hacia el dormitorio que por suerte estaba vacío.
Se recostó sobre el colchón ubicado en el suelo estratégicamente separado de los otros dos, su cama ahora y de abajo de la almohada sacó el libro que le había dado Seth para que estudiara la anatomía de los animales. Necesitaba aprender eso antes de comenzar con los intentos de transformación.
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No estaba segura de si era por la cantidad de alcohol que había tomado la tarde anterior, o porque el cansancio de los últimos dos días por fin la había afectado; fuera como fuese, por primera vez desde que podía recordarlo, había dormido como un tronco antes de una expedición sin la necesidad de ninguna poción. Normalmente la ansiedad la mantenía despierta e inquieta cuando se trataba de uno de esos casos, y pese a que no era para nada recomendable, las primeras veces que había salido del distrito, lo había hecho con unas pocas horas de sueño encima. Cuando su madre lo descubrió claro está, comenzó a darle la poción para dormir si sabía que se iba a tratar de un viaje largo, y a la larga Ava misma había aprendido a prepararla para no tener inconvenientes durante la expedición a causa de su falta de sueño. Ya suficientemente poco dormían durante la misma como para colmo arrancar sin estar bien descansada.
Esa mañana había despertado más temprano que de costumbre, sin entender un carajo de cuándo se había quedado dormida pero agradeciéndolo de todas maneras. No sabía cuanto había necesitado esa noche de descanso, más aún cuando ni siquiera había pensado en tomar la poción el día anterior, así que sintiéndose mucho más energética. Comenzó su rutina de costumbre. O lo más parecido a ello que pudiese hacer considerando el estado en que estaban las cosas. Incluso el ir a la granja le generaba una extrema pesadez, pero agradecía que Arion no se hubiese escapado.
No le tomó mucho tiempo el terminar sus quehaceres, y pudo regresar a tomar sus cosas ya estando lista para la salida hacia las montañas. Mochila, armas, provisiones... había empacado lo necesario la tarde anterior, sabiendo que saldrían temprano, pero había una cosa que había dejado afuera, sin saber muy bien que hacer con ella. Había pensado guardarla para una ocasión especial, o para cuando finalmente creyese que su hermana estaba lista; pero la situación había cambiado, y algo le decía que tal vez era el momento de entregar el objeto.
- ¿Puedo pasar? - Consultó entrando al dormitorio que ahora ocupaba su hermana pequeña, tras haber saludado antes al resto de los habitantes de la casa. No esperó una respuesta afirmativa y entró de todos modos. -Se que aún debes estar enojada conmigo, pero quería despedirme.
Esa mañana había despertado más temprano que de costumbre, sin entender un carajo de cuándo se había quedado dormida pero agradeciéndolo de todas maneras. No sabía cuanto había necesitado esa noche de descanso, más aún cuando ni siquiera había pensado en tomar la poción el día anterior, así que sintiéndose mucho más energética. Comenzó su rutina de costumbre. O lo más parecido a ello que pudiese hacer considerando el estado en que estaban las cosas. Incluso el ir a la granja le generaba una extrema pesadez, pero agradecía que Arion no se hubiese escapado.
No le tomó mucho tiempo el terminar sus quehaceres, y pudo regresar a tomar sus cosas ya estando lista para la salida hacia las montañas. Mochila, armas, provisiones... había empacado lo necesario la tarde anterior, sabiendo que saldrían temprano, pero había una cosa que había dejado afuera, sin saber muy bien que hacer con ella. Había pensado guardarla para una ocasión especial, o para cuando finalmente creyese que su hermana estaba lista; pero la situación había cambiado, y algo le decía que tal vez era el momento de entregar el objeto.
- ¿Puedo pasar? - Consultó entrando al dormitorio que ahora ocupaba su hermana pequeña, tras haber saludado antes al resto de los habitantes de la casa. No esperó una respuesta afirmativa y entró de todos modos. -Se que aún debes estar enojada conmigo, pero quería despedirme.
No había alcanzado a avanzar siquiera una oración, cuando sintió unos golpecitos en la puerta. Estaba a punto de gritar que estaba ocupada y que no quería ser molestada, cuando la cabellera rubia de su hermana apareció y al parecer decidió no alejarse.
Soltando un largo suspiro, cerró la tapa dura del libro y lo colocó a modo de escudo sobre su pecho. Planeaba hacerse la ofendida o herida durante largos días, no iba a hablarle nunca más en la vida y cuando Ava tuviese hijos los malcriaría para que ellos sean peores que ella. Si, esa era su perfecta venganza. Pero el tono que uso su hermana, sumado al miedo que había sentido cuando el techo del almacén se vino abajo y al pánico que experimentaba cada vez que ella y Ben se iban de la protección del distrito para buscar suministros, comida, medicina y algún que otro juguete, libro o algo que le pudiese gustar, hicieron que sus ojos se llenaran de lagrimas. No, jamás podría estar tan enojada con ella.
Se puso de pie de un salto y no le importó que su preciado libro cayera al suelo, se lanzó contra ella y la abrazó por la cintura con fuerza, enterrando su rostro en las prendas de Ava. —No estoy enojada contigo, Ava. Y jamás malcriaré a tus hijos para que sean más malos que yo y te hagan salir canas verdes a los 28 años.— Le dijo moqueando, pero posteriormente algo avergonzada, se alejó y secó su rostro con las manos. —Lo siento, yo...prométeme que tendrán mucho cuidado ¿si?— Pidió haciendo un pequeño puchero.
Luego de aquel ataque sentimental que no controló, decidió actuar con indiferencia y volviendo a su puesto en la cama desordenada y bien alejada de las demás, recuperó el regalo que le había hecho Seth y se puso a pasar las páginas sin prestar atención realmente. Ni siquiera los dibujos que por lo general le resultaban entretenidos, pudieron atraerla.
—Mucha suerte, Ava.— Murmuró sin clavar la mirada en el rostro de la rubia mayor, aún recordaba la pelea en el puesto de vigilancia y con lo que había hecho segundos antes, se sentía más que abochornada y ahora entendía por qué le había dicho que no estaba lista para nada...aún era y actuaba una niña. Tenía que cambiar eso.
Soltando un largo suspiro, cerró la tapa dura del libro y lo colocó a modo de escudo sobre su pecho. Planeaba hacerse la ofendida o herida durante largos días, no iba a hablarle nunca más en la vida y cuando Ava tuviese hijos los malcriaría para que ellos sean peores que ella. Si, esa era su perfecta venganza. Pero el tono que uso su hermana, sumado al miedo que había sentido cuando el techo del almacén se vino abajo y al pánico que experimentaba cada vez que ella y Ben se iban de la protección del distrito para buscar suministros, comida, medicina y algún que otro juguete, libro o algo que le pudiese gustar, hicieron que sus ojos se llenaran de lagrimas. No, jamás podría estar tan enojada con ella.
Se puso de pie de un salto y no le importó que su preciado libro cayera al suelo, se lanzó contra ella y la abrazó por la cintura con fuerza, enterrando su rostro en las prendas de Ava. —No estoy enojada contigo, Ava. Y jamás malcriaré a tus hijos para que sean más malos que yo y te hagan salir canas verdes a los 28 años.— Le dijo moqueando, pero posteriormente algo avergonzada, se alejó y secó su rostro con las manos. —Lo siento, yo...prométeme que tendrán mucho cuidado ¿si?— Pidió haciendo un pequeño puchero.
Luego de aquel ataque sentimental que no controló, decidió actuar con indiferencia y volviendo a su puesto en la cama desordenada y bien alejada de las demás, recuperó el regalo que le había hecho Seth y se puso a pasar las páginas sin prestar atención realmente. Ni siquiera los dibujos que por lo general le resultaban entretenidos, pudieron atraerla.
—Mucha suerte, Ava.— Murmuró sin clavar la mirada en el rostro de la rubia mayor, aún recordaba la pelea en el puesto de vigilancia y con lo que había hecho segundos antes, se sentía más que abochornada y ahora entendía por qué le había dicho que no estaba lista para nada...aún era y actuaba una niña. Tenía que cambiar eso.
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El abrazo de Zenda la tomó por sorpresa, y de no haber estado con todos sus sentidos alerta probablemente ambas habrían terminado en el piso luego del efusivo gesto. Estaba convencida de que su hermana adoptaría uno de los clásicos humores adolescentes de los que era víctima en estos últimos tiempos y se quedaría sin hablarle hasta que la tuviese que sobornar, sin embargo, parecía recordar que todavía era una niña y Ava se limitó a abrazarla mientras que la escuchaba lloriquear. - ¿Malcriar a mis hijos? ¿Te das cuenta que me faltan apenas un poco más de tres años para llegar a los veintiocho, verdad? - Declaró esperando dejarle en claro que va a tener que conformarse con Beverly si quería malcriar sobrinos, o que va a tener que molestar a Cale o a Ben si estaba esperando otra cosa. - ¿Y a qué viene lo de las canas, por cierto?
No llegó a obtener respuestas y antes de poder reaccionar la rubia ya se encontraba nuevamente fuera de su alcance... 'Adolescentes', fue el pensamiento de Ava mientras internamente rogaba el no haberse comportado así a su edad. Tomando una respiración profunda se abstuvo de rodar los ojos y se acercó con cautela para luego tomar asiento a los pies de la cama. - No te preocupes por nosotros, nos la sabemos arreglar bien. - Le aseguró levantando ambas piernas y cruzándolas una sobre la otra. - ¿Podrías bajar eso? Me gustaría que hablemos bien antes de irnos.
Y es que estaba completamente insegura de lo que estaba por hacer, y necesitaba que hablaran con madurez antes de siquiera poder decirle lo que había venido a traerle. Después de todo, ni su madre estaba enterada que planeaba darle a Zenda una varita y quería al menos convencerse de que estaba haciendo lo correcto, luego de hablar con su hermana. En caso contrario la varita terminaría en manos de Arleth, y ya le tocaría a ella decidir cuando la muchacha estaría lista para poder usarla responsablemente.
No llegó a obtener respuestas y antes de poder reaccionar la rubia ya se encontraba nuevamente fuera de su alcance... 'Adolescentes', fue el pensamiento de Ava mientras internamente rogaba el no haberse comportado así a su edad. Tomando una respiración profunda se abstuvo de rodar los ojos y se acercó con cautela para luego tomar asiento a los pies de la cama. - No te preocupes por nosotros, nos la sabemos arreglar bien. - Le aseguró levantando ambas piernas y cruzándolas una sobre la otra. - ¿Podrías bajar eso? Me gustaría que hablemos bien antes de irnos.
Y es que estaba completamente insegura de lo que estaba por hacer, y necesitaba que hablaran con madurez antes de siquiera poder decirle lo que había venido a traerle. Después de todo, ni su madre estaba enterada que planeaba darle a Zenda una varita y quería al menos convencerse de que estaba haciendo lo correcto, luego de hablar con su hermana. En caso contrario la varita terminaría en manos de Arleth, y ya le tocaría a ella decidir cuando la muchacha estaría lista para poder usarla responsablemente.
Creía que aquella situación resultaría ser una despedida normal, donde se insultaban, se abrazaban y se deseaban lo mejor, antes de que la mayor partiese del distrito hacia una nueva excursión. Supo que estaba equivocada en el segundo en el cual Ava tomó asiento y le pidió que apartara el libro que fingía estudiar.
Se negaba a responder todas las anteriores preguntas, pero la última le hizo fruncir el ceño arrugando un poco la nariz. —Podría, pero tal vez no quiero.— Susurró y de mala gana cerró la tapa que contenía las páginas amarillentas.
Luego de dejarlo con mucho cuidado sobre la almohada, levantó la vista hacia el rostro de su hermana y abrazó sus propias rodillas pegándolas al pecho. —Si quieres hablar acerca de lo que pasó en la torre, no quiero. Y si quieres regañarme por lo sucedido en la tormenta, llegas tarde...ya me gritó medio distrito y la verdad no me importa, sólo quería ayudar.
Se adelantó con sus palabras, no por apurarla o cortarla, si no porque ya estaba algo cansada de escuchar las mismas frases de siempre, que entraban por un oído y le salían por el otro. Atribuía todo eso a su corta edad y no por maldad. —¿De qué quieres conversar conmigo?
Quería salir corriendo, ocultarse en el bosque con su arco o ayudar a Mur con los cultivos, pero decidió mantener el culo sentado sobre el colchón y escucharla. Al final, y aún que no lo dijera en voz alta, siempre tenía curiosidad.
Se negaba a responder todas las anteriores preguntas, pero la última le hizo fruncir el ceño arrugando un poco la nariz. —Podría, pero tal vez no quiero.— Susurró y de mala gana cerró la tapa que contenía las páginas amarillentas.
Luego de dejarlo con mucho cuidado sobre la almohada, levantó la vista hacia el rostro de su hermana y abrazó sus propias rodillas pegándolas al pecho. —Si quieres hablar acerca de lo que pasó en la torre, no quiero. Y si quieres regañarme por lo sucedido en la tormenta, llegas tarde...ya me gritó medio distrito y la verdad no me importa, sólo quería ayudar.
Se adelantó con sus palabras, no por apurarla o cortarla, si no porque ya estaba algo cansada de escuchar las mismas frases de siempre, que entraban por un oído y le salían por el otro. Atribuía todo eso a su corta edad y no por maldad. —¿De qué quieres conversar conmigo?
Quería salir corriendo, ocultarse en el bosque con su arco o ayudar a Mur con los cultivos, pero decidió mantener el culo sentado sobre el colchón y escucharla. Al final, y aún que no lo dijera en voz alta, siempre tenía curiosidad.
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No estaba segura de si era por los años de práctica, porque de verdad quería a su hermana, o simplemente el hecho de que tenía más paciencia de la que creía; pero le fue sorprendentemente fácil suspirar y no tomar el libro y pegarle con el mismo a Zenda en la cabeza por la respuesta que le había dado. Tal vez era porque ella misma tenía contestaciones que, si bien no eran tan exasperantes, eran molestas de igual forma y no podía culpar a su hermanita por haber adquirido esas costumbres. Claro que no por eso estaba menos frustrada, y no podía evitar el tono con el que le contestaba a Zenda. - No voy a hablar de lo que pasó en la torre, pero sigo manteniendo mi postura. No creo que estés lista para las exploraciones, y por poco me matas al salir corriendo de esa forma la otra noche...- Se sinceró cruzándose de brazos y poniendo una voz un tanto autoritaria que, de no estar tan concentrada en su hermana, la habría hecho estremecer al notar que usaba un tono similar al de su madre.
- Pero ese no es el punto. O tal vez sí... no sé. - Descruzándose de brazos, los apoyó sin cuidado por sobre sus rodillas y se enderezó un poco sobre la cama. No estaba segura de como comenzar esa conversación, así que, sin desviarse mucho del tema, buscó la mirada de su hermana antes de preguntarle lo que más necesitaba saber. - ¿Por qué es que quieres salir del distrito? Me refiero a... ¿por qué quieres ir a una exploración y escaparte? - Siempre había tenido esa duda con respecto a Zenda, y aunque ella estaba muy segura de sus propias razones, no sabía lo que motivaba a la metamorfomaga mas que un infantil deseo de parecerse a sus hermanos.
- Pero ese no es el punto. O tal vez sí... no sé. - Descruzándose de brazos, los apoyó sin cuidado por sobre sus rodillas y se enderezó un poco sobre la cama. No estaba segura de como comenzar esa conversación, así que, sin desviarse mucho del tema, buscó la mirada de su hermana antes de preguntarle lo que más necesitaba saber. - ¿Por qué es que quieres salir del distrito? Me refiero a... ¿por qué quieres ir a una exploración y escaparte? - Siempre había tenido esa duda con respecto a Zenda, y aunque ella estaba muy segura de sus propias razones, no sabía lo que motivaba a la metamorfomaga mas que un infantil deseo de parecerse a sus hermanos.
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