Después de que los periódicos se hubieran llenado de fotos con la cara de Sebastian Johnson, el pueblo no se quedó tranquilo. Se le habían acusado de atrocidades sí, pero también se había manifestado el gran poder que poseían los grupos terroristas, los cuales, hasta ahora, creían que tenían bajo control. Algunas manifestaciones en los ayuntamientos de los distritos provocaron cierto revuelo, pero por suerte, nada se volvió extremadamente violento, el cuerpo de aurores pudo contener la situación de la forma más pacífica posible y tuvo que tomar medidas para que las circunstancias no se repitieran.

Un comunicado del Ministerio de Magia llegó por escrito a todos los hogares varios días después, declarando el estado de alerta de guerra. El toque de queda fue implantado a las 10 de la noche para los menores de 17 años, de forma que se arriesgaban a grandes multas y hasta meses de cárcel solo por romper dicha norma; mientras tanto, el resto de ciudadanos que superaban esa edad, se veía sometido al intenso control de los aurores que una vez superada la media noche, solicitaban sus documentos de identidad a los ciudadanos casi cada 100 metros.

Si eras de aquellos desafortunados que no los llevaba encima aquel día, seguramente habrás pasado las siguientes 72 horas en prisión.

Sin embargo, ningún distrito se vio tan afectado del control del cuerpo de seguridad nacional como los distrito cinco, once y doce, que tenían vigilancia constante las 24 horas.

El 15 de Octubre del 2,467, el Ministerio de Magia emitió un nuevo comunicado directamente de la boca del Ministro de Defensa, asegurando que los tiempos difíciles que se venían, obligaban al cuerpo de seguridad a entrenar a sus ciudadanos en el combate, para que estuvieran preparados para defender a su país en caso de un ataque. Fueron convocados a la academia de aurores con fecha del 20 de noviembre y se les dieron todas las instrucciones acerca de como llegar allí. Para aquellos que no tuvieran forma de desplazarse con facilidad, se habilitaron trasladores en las zonas céntricas de cada distrito, con la hora a la que debían presentarse allí.

Los aurores en prácticas se tomaron aquello como un juego, al fin y al cabo todos ellos eran personas de a pie con vidas comunes y corrientes ¿qué problemas podrían darles? bueno, para cuando se dieron cuenta de que deberían haberlos tomado en serio, ya era tarde; les habían dado una ventaja imposible de salvar ni para el mejor de los aurores.

El instructor se estuvo riendo al menos veinte minutos y, conociéndolo como lo conocían, estaban seguros de que se estaría riendo de ellos el resto del curso. Bromeó acerca de obligarlos a pagar la cena por mantas y despidió a cada persona por separado mientras estos eran dirigidos hacia el comedor, en el que habían sido habilitadas mesas extra para todos los invitados. Algunos ya estaban en las mesas cuando el grupo había llegado y no todos tenían buen aspecto, entre rumores se enteraron de que hubo un accidente con el grupo de Albert Weber, donde una persona acabó gravemente herida.

Por desgracia, ninguno de los que podrían contar aquella historia con pelos y señales, parecía estar presente. Todo lo que supieron de aquel incidente fueron rumores que a lo largo de la cena vagaron entre las bocas de todos los presentes, y cada uno añadió su versión de la historia dejando algo inverosímil e imposible de creer.