OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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No he dormido bien en días luego de haber estado presente en el juicio del cual todos han estado hablando, no por remordimiento sino por impresión. Sé bien lo que ese hombre malvado estaba haciendo en nuestro hermoso país y también sé que se lo merecía en absoluto, pero el sonido de su cuello y sus pulmones buscando aire colgando a metros del suelo era algo que se me había grabado en la parte trasera de mi mente, allí donde estaba esperando que se escondiera para no tener que pensar en eso nunca más. Ha sido una semana agotadora, en especial porque muchos de mis compañeros de clase me habían fastidiado para saber los detalles del tribunal, pero como niña buena no abrí la boca porque según mamá no todo el mundo tenía que saber lo que había ocurrido más allá de lo que salió en televisión. Así que me callo y no lo hablo absolutamente con nadie.
Es fin de semana y he aprovechado a descansar, así que duermo hasta el mediodía por primera vez en mucho tiempo, me doy un baño de burbujas que mis elfos han preparado para mí y en cuanto me he puesto la bata, solicito la presencia de Sage en mi dormitorio para un asunto de suma urgencia. He decidido que pintaré el resto de la tarde para quitarme el estrés acarreado de las últimas jornadas, pero no puedo ir al salón de arte vestida como una pordiosera y no sé por qué vestido decidirme; no soy estúpida, sé que puedo mancharme, pero para eso tengo el delantal blanco esperándome cerca de mi atril. Y la comodidad de mi cuerpo respecto a las telas siempre va a ser importante.
Para cuando Sage llega me encuentro sentada en mi cama con aspecto de consternación, observando a la elfina Rani que sostiene mis dos prendas frente a mí esperando con paciencia a que yo tome una decisión. Veo al chico entrar y salto de la cama ajustando mi bata, caminando hacia él como gansa enojada — ¿Dónde te habías metido? ¡Te mandé a llamar de urgencia hace quince minutos! — exclamo, cruzándome de brazos sobre mi pecho y dando golpecitos con mi pantufla al mover mi pie en señal de impaciencia — Necesito tu opinión ya que has estado afuera en lo que va del día — y si no lo estuvo no me importa — así que dime...
Chasqueo los dedos y Rani corre detrás de mí hasta colocarse a mi lado y alzar ambos vestidos, por lo que me quito un rizo de los ojos con elegancia y señalo con mi cabeza las prendas como si fuese algo obvio lo que estoy pidiendo — ¿Blanco o azul? ¿Cuál te parece más cómodo para usar debajo del delantal de pintura? ¿Y cuál va mejor con el clima?
Es fin de semana y he aprovechado a descansar, así que duermo hasta el mediodía por primera vez en mucho tiempo, me doy un baño de burbujas que mis elfos han preparado para mí y en cuanto me he puesto la bata, solicito la presencia de Sage en mi dormitorio para un asunto de suma urgencia. He decidido que pintaré el resto de la tarde para quitarme el estrés acarreado de las últimas jornadas, pero no puedo ir al salón de arte vestida como una pordiosera y no sé por qué vestido decidirme; no soy estúpida, sé que puedo mancharme, pero para eso tengo el delantal blanco esperándome cerca de mi atril. Y la comodidad de mi cuerpo respecto a las telas siempre va a ser importante.
Para cuando Sage llega me encuentro sentada en mi cama con aspecto de consternación, observando a la elfina Rani que sostiene mis dos prendas frente a mí esperando con paciencia a que yo tome una decisión. Veo al chico entrar y salto de la cama ajustando mi bata, caminando hacia él como gansa enojada — ¿Dónde te habías metido? ¡Te mandé a llamar de urgencia hace quince minutos! — exclamo, cruzándome de brazos sobre mi pecho y dando golpecitos con mi pantufla al mover mi pie en señal de impaciencia — Necesito tu opinión ya que has estado afuera en lo que va del día — y si no lo estuvo no me importa — así que dime...
Chasqueo los dedos y Rani corre detrás de mí hasta colocarse a mi lado y alzar ambos vestidos, por lo que me quito un rizo de los ojos con elegancia y señalo con mi cabeza las prendas como si fuese algo obvio lo que estoy pidiendo — ¿Blanco o azul? ¿Cuál te parece más cómodo para usar debajo del delantal de pintura? ¿Y cuál va mejor con el clima?
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El concepto de tiempo propio, es algo ajeno que no logro comprender. No importa que sea fin de semana, fecha festiva, o que esté malditamente enfermo, siempre hay algo para hacer y por ende, nunca tengo momentos de solitud. Era fin de semana, y la princesita mimada por fin parecía entender lo que significaba el descanso, y aunque estuviese desde temprano cumpliendo varios de sus recados, no tener su voz irritante cerca era bastante balsámico. El sentimiento no duró demasiado, y alrededor del mediodía no tardan en informarme que Hero ya solicita mi presencia. Ruedo los ojos internamente, no me permito que otros vean lo mucho que puede fastidiarme algunas veces mi trabajo; soy un esclavo y si hay algo que he aprendido es a mantener los modales y callarme la boca.
- Estaba haciendo recados a veinte minutos de distancia. Traté de llegar cuanto antes. - Le informo cuando me encuentro en su alcoba, casi sin aire por la corrida que he tenido que dar para llegar a tiempo, y con un paquete arrugado en las manos. Lo de mantener los modales y la boca cerrada sólo ocurre en presencia de otros; son pocas las veces en las que puedo mantener mi compostura ante las demandas de la pequeña Niniadis. La miro expectante y trato de adoptar la actitud más sumisa que puedo al verla irritada; no tengo el más mínimo deseo de que monte una rabieta y me culpe por ello.
Cuando me explica cual es la tarea por la cual me llamó con tanta urgencia, me llevo rápidamente una mano a la boca. En un principio lo hacía de manera consciente, pero con el correr de los meses he terminado por adoptar ese gesto como un acto reflejo. Al cubrir la boca con mi mano, parece que sinceramente estoy meditando lo que me plantea, y no se nota lo fuerte que debo apretar la mandíbula para no mandarla a freír churros. Sé que el paquete (que creo que es un abrigo nuevo o algo así) no tiene salvación, y que deberé pedirle a uno de los elfos que lo vuelva a planchar así que lo dejo a un costado antes de detenerme a observar cada uno de los vestidos que sostiene la elfina.
Ya ni me preocupo por tratar de decirle acerca de las cosas que considera o no urgentes, cuatro años a su lado me habían enseñado mejor, pero... ¿cómo demonios quiere que sepa cuál es más cómodo o qué color va con el clima? Estábamos en otoño, y las estaciones intermedias siempre me suponían una dificultad al tener que responder esas preguntas. Había aprendido qué telas y colores iban bien en verano y en invierno gracias a los incansables griteríos de la pelirroja, ¿pero en otoño? - Está algo nublado, y parece que a la tarde lloverá, así que aunque el blanco pueda ser el más cómodo, el azul sería más adecuado. - Contesto rogando que lo que sea que dije haya tenido sentido y no me vea expuesto a otro sermón acerca de las diferencias entre el terciopelo, el tafetán y el tul.
- Estaba haciendo recados a veinte minutos de distancia. Traté de llegar cuanto antes. - Le informo cuando me encuentro en su alcoba, casi sin aire por la corrida que he tenido que dar para llegar a tiempo, y con un paquete arrugado en las manos. Lo de mantener los modales y la boca cerrada sólo ocurre en presencia de otros; son pocas las veces en las que puedo mantener mi compostura ante las demandas de la pequeña Niniadis. La miro expectante y trato de adoptar la actitud más sumisa que puedo al verla irritada; no tengo el más mínimo deseo de que monte una rabieta y me culpe por ello.
Cuando me explica cual es la tarea por la cual me llamó con tanta urgencia, me llevo rápidamente una mano a la boca. En un principio lo hacía de manera consciente, pero con el correr de los meses he terminado por adoptar ese gesto como un acto reflejo. Al cubrir la boca con mi mano, parece que sinceramente estoy meditando lo que me plantea, y no se nota lo fuerte que debo apretar la mandíbula para no mandarla a freír churros. Sé que el paquete (que creo que es un abrigo nuevo o algo así) no tiene salvación, y que deberé pedirle a uno de los elfos que lo vuelva a planchar así que lo dejo a un costado antes de detenerme a observar cada uno de los vestidos que sostiene la elfina.
Ya ni me preocupo por tratar de decirle acerca de las cosas que considera o no urgentes, cuatro años a su lado me habían enseñado mejor, pero... ¿cómo demonios quiere que sepa cuál es más cómodo o qué color va con el clima? Estábamos en otoño, y las estaciones intermedias siempre me suponían una dificultad al tener que responder esas preguntas. Había aprendido qué telas y colores iban bien en verano y en invierno gracias a los incansables griteríos de la pelirroja, ¿pero en otoño? - Está algo nublado, y parece que a la tarde lloverá, así que aunque el blanco pueda ser el más cómodo, el azul sería más adecuado. - Contesto rogando que lo que sea que dije haya tenido sentido y no me vea expuesto a otro sermón acerca de las diferencias entre el terciopelo, el tafetán y el tul.
He estado con Sage a mí lado por cuatro años y siempre he admitido que es sumamente útil a pesar de que a veces quiera mandarlo bien lejos para no tener que ver su estúpida cara. Mamá siempre me ha dicho que los esclavos tienen que ser educados con disiplina y eso significa que habría que torturarlos, pero yo jamás he tenido que recurrir a esas actitudes para con él excepto prohibirle alguna que otra comida porque creo que el chico jamás ha conocido otra cosa que la vida que le ha tocado y por la cual lo conozco. A veces me hace enojar y me exaspera que sea tan estúpido para algunas cuestiones urgente y obvias, pero sé que sin él no hubiese logrado muchas cosas como mis maquetas terminadas a tiempo para mis clases porque soy una persona demasiado ocupada como para tener tiempo para hacerlas.
— ¿Y yo te he enviado a buscar ese paquete? — le pregunto con un parpadeo y un movimiento de cabeza que deja bien en claro que no recuerdo haber dado esa orden, aunque más que enojarme con él me frustro porque una vez más alguno de mis padres ha estado utilizando un esclavo que se supone que es de mi propiedad. Pero bueno, da igual, ya me ocuparé de eso más adelante porque ahora tengo otros asuntos que atender.
El chico se tarda demasiado y ya estoy rodando los ojos con un mohín irritado cuando por fin me da una respuesta que me hace chequear su elección con expresión pensativa. Quizá tiene razón y no es tan bobo después de todo — Y combina con mis ojos, puede hacerlos resaltar — comento, esperando que me dé la razón aunque, pensándolo bien, es un chico y los chicos no se fijan en las cosas obvias que todos deberían mirar. Sin darle muchas vueltas tomo el vestido azul y la elfina sale disparada a guardar el sobrante, me meto dentro del baño y en tres minutos ya estoy saliendo de nuevo alisando la falda.
— Mis zapatos negros — le ordeno sin más indicaciones a mi esclavo, sentándome frente a mi escritorio para verme en el espejo amplio que contiene todos mis maquillajes. Tomo uno de los cepillos de pelo y empiezo a peinarme, tratando de que mi cabello quede en condiciones antes de tener que armar mejor los rizos — ¿Sabes, Sage? Ahora que soy una persona que va a actividades públicas e importantes de manera oficial quizá deberíamos empezar a entrenar tus tiempos. Ya sabes, para estar listos en caso de que se presente alguna situación que lo amerite. Piénsalo por este lado: ¡Saldrás en televisión si vas conmigo!
Y eso es algo a lo que nadie puede negarse. Quiero decir... ser famoso es genial, en especial para alguien de su tipo que jamás puede darse lujos.
— ¿Y yo te he enviado a buscar ese paquete? — le pregunto con un parpadeo y un movimiento de cabeza que deja bien en claro que no recuerdo haber dado esa orden, aunque más que enojarme con él me frustro porque una vez más alguno de mis padres ha estado utilizando un esclavo que se supone que es de mi propiedad. Pero bueno, da igual, ya me ocuparé de eso más adelante porque ahora tengo otros asuntos que atender.
El chico se tarda demasiado y ya estoy rodando los ojos con un mohín irritado cuando por fin me da una respuesta que me hace chequear su elección con expresión pensativa. Quizá tiene razón y no es tan bobo después de todo — Y combina con mis ojos, puede hacerlos resaltar — comento, esperando que me dé la razón aunque, pensándolo bien, es un chico y los chicos no se fijan en las cosas obvias que todos deberían mirar. Sin darle muchas vueltas tomo el vestido azul y la elfina sale disparada a guardar el sobrante, me meto dentro del baño y en tres minutos ya estoy saliendo de nuevo alisando la falda.
— Mis zapatos negros — le ordeno sin más indicaciones a mi esclavo, sentándome frente a mi escritorio para verme en el espejo amplio que contiene todos mis maquillajes. Tomo uno de los cepillos de pelo y empiezo a peinarme, tratando de que mi cabello quede en condiciones antes de tener que armar mejor los rizos — ¿Sabes, Sage? Ahora que soy una persona que va a actividades públicas e importantes de manera oficial quizá deberíamos empezar a entrenar tus tiempos. Ya sabes, para estar listos en caso de que se presente alguna situación que lo amerite. Piénsalo por este lado: ¡Saldrás en televisión si vas conmigo!
Y eso es algo a lo que nadie puede negarse. Quiero decir... ser famoso es genial, en especial para alguien de su tipo que jamás puede darse lujos.
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- Me han enviado a buscarlo para ti. - Le respondo haciéndole notar que en mi vocabulario, ambas cosas significaban lo mismo. Cualquier cosa que concerniese a su persona, se debía hacer en la inmediatez más cercana posible, y esa mañana había querido aprovechar que la muchacha estaba dormida para poder cumplir con todo.
Cuando parece decidir que mi comentario ha tenido sentido, o cuando menos no me he equivocado demasiado, agrega algo de que el color resaltará sus ojos y simplemente asiento, como si estuviese diciendo algo obvio y completamente cierto. De nuevo, hay cosas que no logro retener por más de que tenga buena memoria, y en lo que respecta a los colores, solo sé que el color rosa por algún extraño motivo no quedaba con las pelirrojas. Al menos en eso podía coincidir, era tan pálida que el rosa, en conjunto con su cabello, le daban un aspecto casi enfermo y lo último que necesitaba es que la muchacha pareciese descuidada a los ojos del resto.
Suelto un suspiro que no sabía que estaba conteniendo cuando la veo desaparecer entrando al baño en suite que tiene, y no puedo evitar el pensar en la suerte de haber acertado correctamente su vestimenta. Indicándole a uno de los elfos que se encargue del paquete que acabo de traer, ni siquiera puedo terminar de relajar mi postura cuando la muchacha vuelve a aparecer por la puerta, ya vestida con la prenda azul.
¿Acaso sabe cuántos zapatos negros tiene? ¿Tanto cuesta ser más un poco más específica? Tiene zapatos negros cerrados, abiertos, con taco, con brillos, formales, informales, de tela y de cuero... ¿Cuáles zapatos negros? Se que de preguntarle terminará por decir algo sobre mi incompetencia, así que trato de razonar un poco. Descarto rápidamente todos los que son abiertos debido a la lluvia, los formales y los de taco porque va a pintar, los de brillo se que no los querrá usar así que solo me quedan los de tela, o los de cuero que son los que tomo para darle a elegir. ¿Cómo es que había terminado analizando zapatos?
Acercándome con las opciones, se las muestro para que las vea bien, pero manteniendo la suficiente distancia para que no se golpee con los mismos al cepillarse el cabello. Ni siquiera ha dirigido una mirada hacia los zapatos cuando suelta una sarta de ridiculeces insoportables. - ¿Entrenar mis tiempos? - Le consulto entre irritado y atemorizado de que en verdad quiera que la acompañe en sus apariciones. Pasar desapercibido era una de las cosas que más me gustaba de tener este trabajo, el anonimato era uno de mis aliados. - Me siento agradecido de que me tengas en consideración. - Miento descaradamente. - ¿Pero realmente conviene que se enteren de que soy tu esclavo? Podrían averiguar tus costumbres a través de mí, y querrían acercarse para utilizarte. - Trato de exagerar, pero sin mencionar las incontables amenazas que podrían existir. Era la hija de la ministra de magia, ¿de verdad quería exponerse tanto?
Cuando parece decidir que mi comentario ha tenido sentido, o cuando menos no me he equivocado demasiado, agrega algo de que el color resaltará sus ojos y simplemente asiento, como si estuviese diciendo algo obvio y completamente cierto. De nuevo, hay cosas que no logro retener por más de que tenga buena memoria, y en lo que respecta a los colores, solo sé que el color rosa por algún extraño motivo no quedaba con las pelirrojas. Al menos en eso podía coincidir, era tan pálida que el rosa, en conjunto con su cabello, le daban un aspecto casi enfermo y lo último que necesitaba es que la muchacha pareciese descuidada a los ojos del resto.
Suelto un suspiro que no sabía que estaba conteniendo cuando la veo desaparecer entrando al baño en suite que tiene, y no puedo evitar el pensar en la suerte de haber acertado correctamente su vestimenta. Indicándole a uno de los elfos que se encargue del paquete que acabo de traer, ni siquiera puedo terminar de relajar mi postura cuando la muchacha vuelve a aparecer por la puerta, ya vestida con la prenda azul.
¿Acaso sabe cuántos zapatos negros tiene? ¿Tanto cuesta ser más un poco más específica? Tiene zapatos negros cerrados, abiertos, con taco, con brillos, formales, informales, de tela y de cuero... ¿Cuáles zapatos negros? Se que de preguntarle terminará por decir algo sobre mi incompetencia, así que trato de razonar un poco. Descarto rápidamente todos los que son abiertos debido a la lluvia, los formales y los de taco porque va a pintar, los de brillo se que no los querrá usar así que solo me quedan los de tela, o los de cuero que son los que tomo para darle a elegir. ¿Cómo es que había terminado analizando zapatos?
Acercándome con las opciones, se las muestro para que las vea bien, pero manteniendo la suficiente distancia para que no se golpee con los mismos al cepillarse el cabello. Ni siquiera ha dirigido una mirada hacia los zapatos cuando suelta una sarta de ridiculeces insoportables. - ¿Entrenar mis tiempos? - Le consulto entre irritado y atemorizado de que en verdad quiera que la acompañe en sus apariciones. Pasar desapercibido era una de las cosas que más me gustaba de tener este trabajo, el anonimato era uno de mis aliados. - Me siento agradecido de que me tengas en consideración. - Miento descaradamente. - ¿Pero realmente conviene que se enteren de que soy tu esclavo? Podrían averiguar tus costumbres a través de mí, y querrían acercarse para utilizarte. - Trato de exagerar, pero sin mencionar las incontables amenazas que podrían existir. Era la hija de la ministra de magia, ¿de verdad quería exponerse tanto?
No voy a ponerme a discutir sobre lo que puede o no puede hacer sobre mí, en especial porque cruzaré algunas palabras con mi padre más tarde, así que por ahora se lo dejo pasar. Estoy más preocupada en arreglar correctamente mi pelo, ponerle un ligero moño negro para quitarme algunos mechones de la cara y luego comienzo a arreglar un poco mi rostro. No tengo por qué maquillarme demasiado todavía porque soy joven y tengo una piel bonita, pero igual cubro mis ojeras, remarco mis pestañas y le pongo algo de brillo a mis labios para verme mejor. Papá siempre dice que seré una mujer muy hermosa así que creo que tengo que resaltarlo desde ahora.
Su pregunta me hace suspirar como si me estuviese armando de paciencia con un niño pequeño y hago girar mi silla hacia él con ojos cansinos, recargándome vagamente en el respaldar cuyo almohadón es demasiado cómodo como para que quiera moverme — ¿Acaso hablo en chino? Todos tienen a sus esclavos que los acompañan de un lado al otro, les abren las puertas, les sostienen las bolsas de compras... los elfos tienen brazos pequeños y no pueden llevar flotando todo porque pueden golpear a alguien. Duh — revoleo los ojos como si fuese la cosa más obvia del mundo y le señalo los zapatos de cuero — Ya sabes como es la norma. Camina detrás de mí con la cabeza gacha y nadie se acercará. No es como si alguien se fijase demasiado en ustedes... — son como una sombra gris que se mueve detrás de nosotros y que nadie toma en cuenta. Además, él no sabe mis secretos así que estoy a salvo.
— Deberíamos probarlo. Además eres más divertido que los elfos — me gustan esas criaturas y se me hacen simpáticas, pero es diferente tenerlos a ellos que a una persona. Cruzo una de mis piernas sobre la otra y muevo mi pie descalzo para indicarle que deseo que me ponga los zapatos — Aunque no deseo que vengas conmigo al baile de la escuela. Patrick me invitó para que sea su pareja e intentaré que haya menos seguridad de la normal dando vueltas porque no quiero a nadie metiéndose en mi intimidad — ¿Que mis padres se anden enterando si me besó un chico al fin o no? Que horror — Así que también quiero que me acompañes a comprar un vestido para la ocasión. Y zapatos. Y maquillajes. ¿Y que tal otro corte de pelo? ¿Crees que se me vería bonito? — pongo mis nudillos de ambas manos abajo de mi mentón y le sonrío como si posase para una foto en busca de su aprobación — Tú serías más guapo si no tuvieras esa cara de amargado todo el tiempo.
Su pregunta me hace suspirar como si me estuviese armando de paciencia con un niño pequeño y hago girar mi silla hacia él con ojos cansinos, recargándome vagamente en el respaldar cuyo almohadón es demasiado cómodo como para que quiera moverme — ¿Acaso hablo en chino? Todos tienen a sus esclavos que los acompañan de un lado al otro, les abren las puertas, les sostienen las bolsas de compras... los elfos tienen brazos pequeños y no pueden llevar flotando todo porque pueden golpear a alguien. Duh — revoleo los ojos como si fuese la cosa más obvia del mundo y le señalo los zapatos de cuero — Ya sabes como es la norma. Camina detrás de mí con la cabeza gacha y nadie se acercará. No es como si alguien se fijase demasiado en ustedes... — son como una sombra gris que se mueve detrás de nosotros y que nadie toma en cuenta. Además, él no sabe mis secretos así que estoy a salvo.
— Deberíamos probarlo. Además eres más divertido que los elfos — me gustan esas criaturas y se me hacen simpáticas, pero es diferente tenerlos a ellos que a una persona. Cruzo una de mis piernas sobre la otra y muevo mi pie descalzo para indicarle que deseo que me ponga los zapatos — Aunque no deseo que vengas conmigo al baile de la escuela. Patrick me invitó para que sea su pareja e intentaré que haya menos seguridad de la normal dando vueltas porque no quiero a nadie metiéndose en mi intimidad — ¿Que mis padres se anden enterando si me besó un chico al fin o no? Que horror — Así que también quiero que me acompañes a comprar un vestido para la ocasión. Y zapatos. Y maquillajes. ¿Y que tal otro corte de pelo? ¿Crees que se me vería bonito? — pongo mis nudillos de ambas manos abajo de mi mentón y le sonrío como si posase para una foto en busca de su aprobación — Tú serías más guapo si no tuvieras esa cara de amargado todo el tiempo.
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Escucho su mini discurso hasta que se me ponen los ojos llorosos por querer dejarlos quietos en lugar de hacerlos rodar dentro de mis cuencas. Fueron unos hermosos años de paz hasta este momento y pese a que me mantengo estoico, internamente trato de consolarme a mí mismo. No me molestaba ninguna de las tareas que acababa de enumerar, todas eran sencillas, monótonas y las había aprendido desde que tenía edad para sostener las cosas. Lo que me molestaba es que tendría que estar en su compañía absolutamente todo el día, y aún peor, tendría que soportar las conversaciones de sus estúpidos amigos. Sí, claro, Hero era una niña mimada, caprichosa y demasiado ignorante para su propio bien; y aún así tenía más cerebro que todos sus supuestos amigos combinados. Eran buitres, criaturas estúpidas que competían por ver quien tenía la risa falsa más molesta de todas, y todos con una cualidad en común: ser tan malos actores hasta el punto que daba tristeza verlos tratar de actuar.
Suspiro casi de manera inaudible mientras me agacho descartando los zapatos de tela a un lado para poder colocar en sus pies el calzado que había indicado. Agradeciendo que debía mantener la cabeza gacha, no pude evitar morder mi labio inferior y rodar los ojos tan rápidamente que cualquiera hubiera dudado si realmente había cambiado el rostro. Cumplo rápido con la tarea, teniendo cuidado de no lastimarla ni hacer ningún movimiento brusco, y asegurando que el zapato quede bien puesto.
Sacudiendo mis manos más por costumbre que por otra cosa, me vuelvo a incorporar y trato de que mi respuesta no suene demasiado sardónica. - Sabes que haré lo que digas, y como dije antes agradezco esta consideración. - Declaro llevando mis manos a los bolsillos. y cambiando el peso sobre mi otra pierna. Me había relajado bastante el saber que no quería que destacase de ninguna manera, porque conociéndola, era capaz de querer vestirme a su antojo y darme lecciones de modales solo para demostrar que es poseedora de lo mejor de lo mejor... incluyendo a un esclavo de poca monta como lo era yo.
Me encojo de hombros cuando menciona el baile, y agradezco que no quiera compañía ese día. Sobretodo porque el tal Patrick, es el que más pesado me cae de todo su círculo de amistades y no me gustaría ver la comedia de mala calidad que tratarían de montar. - Seguramente te sentaría bien un corte. Creo que los rizos te están incomodando la vista... - Contesto ya siendo conocedor de sus mañas de soplar los cabellos que le caen sobre la frente, o andar corriéndolos con la mano a cada rato. - ¿Y para qué querría ser guapo? - Consulto sin poder refrenar la pregunta. Jamás me interesó mi aspecto, más que en las cuestiones prácticas de todos los días.
Suspiro casi de manera inaudible mientras me agacho descartando los zapatos de tela a un lado para poder colocar en sus pies el calzado que había indicado. Agradeciendo que debía mantener la cabeza gacha, no pude evitar morder mi labio inferior y rodar los ojos tan rápidamente que cualquiera hubiera dudado si realmente había cambiado el rostro. Cumplo rápido con la tarea, teniendo cuidado de no lastimarla ni hacer ningún movimiento brusco, y asegurando que el zapato quede bien puesto.
Sacudiendo mis manos más por costumbre que por otra cosa, me vuelvo a incorporar y trato de que mi respuesta no suene demasiado sardónica. - Sabes que haré lo que digas, y como dije antes agradezco esta consideración. - Declaro llevando mis manos a los bolsillos. y cambiando el peso sobre mi otra pierna. Me había relajado bastante el saber que no quería que destacase de ninguna manera, porque conociéndola, era capaz de querer vestirme a su antojo y darme lecciones de modales solo para demostrar que es poseedora de lo mejor de lo mejor... incluyendo a un esclavo de poca monta como lo era yo.
Me encojo de hombros cuando menciona el baile, y agradezco que no quiera compañía ese día. Sobretodo porque el tal Patrick, es el que más pesado me cae de todo su círculo de amistades y no me gustaría ver la comedia de mala calidad que tratarían de montar. - Seguramente te sentaría bien un corte. Creo que los rizos te están incomodando la vista... - Contesto ya siendo conocedor de sus mañas de soplar los cabellos que le caen sobre la frente, o andar corriéndolos con la mano a cada rato. - ¿Y para qué querría ser guapo? - Consulto sin poder refrenar la pregunta. Jamás me interesó mi aspecto, más que en las cuestiones prácticas de todos los días.
Cuando mis pies ya están calzados los muevo un poquito para admirar mis zapatos y sonrío, fanática de lo bien que se me ven incluso cuando simplemente voy a estar dentro de mi casa. Una de las normas que he aprendido desde que tengo memoria es que siempre tengo que verme presentable porque una nunca sabe qué clase de visita puede llegar a la puerta de un momento al otro, así que mi tarea es encontrarme perfecta el 100% del tiempo. No lo diré en voz alta, pero tengo que admitir que gracias a Sage esa tarea es mucho más fácil.
— Sé que harás lo que yo digo — manifiesto ante sus palabras como si fuese algo sumamente dado por sabido y le dedico una sonrisita pequeña pero soberbia, bajando mis pies de una buena vez para sentarme completamente derecha — Me agrada que estemos de acuerdo con eso. Eres un buen esclavo, Sage. — al menos mucho mejor que otros que he oído que tienen a sus amos renegando por ahí. Hasta mamá parece bastante aliviada de que su hija tenga a alguien a cargo que resulte ser eficiente, algo que jamás voy a entender del todo por qué le preocupa tanto.
Lo sabía. El corte de pelo siempre viene bien. Asiento ante su sincera opinión y me pongo de pie, volviendo a echarme una ojeada en el espejo para chequear que todo se encuentra en su lugar — Pide una cita para mi peluquero para el lunes luego de la escuela — pido, observando mi perfil derecho antes de pasar al izquierdo — De paso me gustaría también que me hagan las manos. Me han quedado horribles desde que fui al distrito once... — apago un poco la voz al recordar ese pequeño incidente y me muerdo el labio inferior en cuanto mis pensamientos se sacuden ante el sonido del cuerpo inerte de Johnson, pero cuando me volteo hacia Sage, lo hago con suma naturalidad — ¿Por qué no? Todos deseamos ser guapos. Es como una ley de la que nadie habla porque se quieren hacer los modestos — el mundo te acepta mejor si te ves bien, todos lo saben — ¿Nunca te ha gustado una chica o no había chicas en el mercado de esclavos? Creí que quizá Celestine...
Le sonrío con picardía, haciendo referencia a una de las esclavas que suele trabajar en las cocinas y los jardines. Es joven aunque es algo mayor que Sage y aunque mi madre estaría en contra que ande de celestina entre esclavos, no puedo evitar pensar que todos necesitamos algo de amor de vez en cuando. Quizá si se enamora, Sage deja de ser tan gruñón y trabaja mejor por un repentino buen humor — Creo que debe ser deprimente llegar a tu edad y no haber besado nunca a nadie. ¿De qué sirvió tu adolescencia entonces? — ni me acuerdo cuántos años tiene pero vamos, que es mayor que yo, lo es.
— Sé que harás lo que yo digo — manifiesto ante sus palabras como si fuese algo sumamente dado por sabido y le dedico una sonrisita pequeña pero soberbia, bajando mis pies de una buena vez para sentarme completamente derecha — Me agrada que estemos de acuerdo con eso. Eres un buen esclavo, Sage. — al menos mucho mejor que otros que he oído que tienen a sus amos renegando por ahí. Hasta mamá parece bastante aliviada de que su hija tenga a alguien a cargo que resulte ser eficiente, algo que jamás voy a entender del todo por qué le preocupa tanto.
Lo sabía. El corte de pelo siempre viene bien. Asiento ante su sincera opinión y me pongo de pie, volviendo a echarme una ojeada en el espejo para chequear que todo se encuentra en su lugar — Pide una cita para mi peluquero para el lunes luego de la escuela — pido, observando mi perfil derecho antes de pasar al izquierdo — De paso me gustaría también que me hagan las manos. Me han quedado horribles desde que fui al distrito once... — apago un poco la voz al recordar ese pequeño incidente y me muerdo el labio inferior en cuanto mis pensamientos se sacuden ante el sonido del cuerpo inerte de Johnson, pero cuando me volteo hacia Sage, lo hago con suma naturalidad — ¿Por qué no? Todos deseamos ser guapos. Es como una ley de la que nadie habla porque se quieren hacer los modestos — el mundo te acepta mejor si te ves bien, todos lo saben — ¿Nunca te ha gustado una chica o no había chicas en el mercado de esclavos? Creí que quizá Celestine...
Le sonrío con picardía, haciendo referencia a una de las esclavas que suele trabajar en las cocinas y los jardines. Es joven aunque es algo mayor que Sage y aunque mi madre estaría en contra que ande de celestina entre esclavos, no puedo evitar pensar que todos necesitamos algo de amor de vez en cuando. Quizá si se enamora, Sage deja de ser tan gruñón y trabaja mejor por un repentino buen humor — Creo que debe ser deprimente llegar a tu edad y no haber besado nunca a nadie. ¿De qué sirvió tu adolescencia entonces? — ni me acuerdo cuántos años tiene pero vamos, que es mayor que yo, lo es.
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Me sorprendo cuando me da un cumplido, sobre todo porque parece decirlo con una sinceridad que solamente le suelo ver cuando está enojada. Lo acepto, más que nada porque sé hasta donde llegan mis capacidades o hasta donde puedo simularlas, y porque literalmente es la única vida que conozco; si además de tener que ser esclavo, era uno malo, pues sería lo más deprimente que podría pasarme.
- ¿Quieres que también te arreglen los pies? - Consulto por inercia, ya que generalmente suele pedir el tratamiento completo. Sin embargo, temo haber insinuado cualquier cosa que no debería y me apresuro a agregar otra de las tantas lecciones de cuidado personal a las que me he sometido por años. - Sé que se acerca el invierno y que no usarás tantos zapatos abiertos, pero por si las dudas...- ¿Y después quería que le prestara atención a mi aspecto? Me bastaba con estar limpio todos los días, y lo suficientemente prolijo como para no dejar mal a los Niniadis. No tenía el tiempo para andar arreglándome por mi cuenta, ya que si no estaba haciendo tareas, prefería dormir o pasear por la casa para no aburrirme.
Esta vez no puedo contener mi gesto y termino abriendo los ojos como platos cuando me pregunta por chicas, sin embargo vuelvo a serenarme y trato de pensar en cualquier otra cosa para que no me aparezca un rubor en la cara. No me sorprende en lo absoluto que la primera vez que Hero pregunta sobre mi vida, sea para sacar chismes sobre mi vida amorosa, aunque si me asombra un poco que justamente traiga a Celestine a colación. ¿Es que acaso era tan obvio que hasta Hero sabía que me gustaba la rubia? No que me sirviese de nada, estaba saliendo con alguien y me trataba como un niño por ser cuatro años menor que ella, pero daba igual.
- No creo que tu madre aprobase que estemos hablando de esto... Pero si he besado a chicas. - No puedo evitar contestarle ya que, por mucho de que no quisiese contarle de mi vida amorosa (si es que podía llamarle así a las pocas veces que había estado con alguien), mi orgullo era más fuerte. Me negaba a parecer un idiota inocente ante la pequeña por muy incorrecto que fuese charlar estos temas con mi dueña. - Y tengo diecisiete... Todavía me queda un poco más de adolescencia.
- ¿Quieres que también te arreglen los pies? - Consulto por inercia, ya que generalmente suele pedir el tratamiento completo. Sin embargo, temo haber insinuado cualquier cosa que no debería y me apresuro a agregar otra de las tantas lecciones de cuidado personal a las que me he sometido por años. - Sé que se acerca el invierno y que no usarás tantos zapatos abiertos, pero por si las dudas...- ¿Y después quería que le prestara atención a mi aspecto? Me bastaba con estar limpio todos los días, y lo suficientemente prolijo como para no dejar mal a los Niniadis. No tenía el tiempo para andar arreglándome por mi cuenta, ya que si no estaba haciendo tareas, prefería dormir o pasear por la casa para no aburrirme.
Esta vez no puedo contener mi gesto y termino abriendo los ojos como platos cuando me pregunta por chicas, sin embargo vuelvo a serenarme y trato de pensar en cualquier otra cosa para que no me aparezca un rubor en la cara. No me sorprende en lo absoluto que la primera vez que Hero pregunta sobre mi vida, sea para sacar chismes sobre mi vida amorosa, aunque si me asombra un poco que justamente traiga a Celestine a colación. ¿Es que acaso era tan obvio que hasta Hero sabía que me gustaba la rubia? No que me sirviese de nada, estaba saliendo con alguien y me trataba como un niño por ser cuatro años menor que ella, pero daba igual.
- No creo que tu madre aprobase que estemos hablando de esto... Pero si he besado a chicas. - No puedo evitar contestarle ya que, por mucho de que no quisiese contarle de mi vida amorosa (si es que podía llamarle así a las pocas veces que había estado con alguien), mi orgullo era más fuerte. Me negaba a parecer un idiota inocente ante la pequeña por muy incorrecto que fuese charlar estos temas con mi dueña. - Y tengo diecisiete... Todavía me queda un poco más de adolescencia.
Abro la boca con intenciones de corregirlo pero entonces él solito lo hace, lo que me hace mirarlo con la misma sorpresa con la que abrí mis últimos regalos de Navidad cuando a mi padre se le metió en la cabeza que el color violeta podría quedarme bien. Sin embargo, esto me lo pienso un poquito más — Está bien. Los pies también. Hay que estar divina para cualquier ocasión. ¿No? — Aunque fuese casi invierno nunca se sabe cuando vas a tener una fiesta de pijamas o una invitación a una piscina techada, por lo que mis pies tienen que lucir siempre bien para ser la envidia de todas las niñas. No es que ya no lo sea por completo, pero hay que mantener el status.
Para cuando Sage se muestra sorprendido, avergonzado y todo lo posible que se puede sentir cuando te atrapan en el acto de las babosadas, pongo mi mejor sonrisa picarona mostrándole mi hilera de dientes grandes y blancos y suelto un "ajá!" que suena más efusivo de lo que hubiese esperado. El amor entre esclavos se me hace hasta tierno — ¿Has besado chicas? ¿A quienes? — y dando saltitos alegres troto hasta la cama doble que tengo por sola comodidad y me siento, porque es un chisme jugoso y jamás hemos hablado sobre su vida. O quizá es porque jamás me interesó hasta ahora, da igual. Tampoco nunca me pregunté como es pasarse el día limpiando las cocinas porque que asco — Solo dos años. En dos años serás un señor con voz más gruesa y barba — y paso por alto que ya tendría que haber cambiado la voz y que posiblemente se afeite, porque que va, su desarrollo e higiene son cosas que me dan un poco de asquito y no son tan interesantes como los chismes de con quien se estuvo enrollando. Por un momento, abro mis ojos como platos — Espero que no hayas usado mi cama — y por mera precaución me pongo de pie tan rápido como si me hubiesen dicho que está infectada.
— Yo nunca he besado a nadie. ¿Cómo es? — le pregunto, bajando un poco la voz porque no quiero que nadie me escuche confesar algo que no le he dicho ni a mis amigos más cercanos. Me muevo un poco incómoda y me miro las uñas — En las películas se ve o muy lindo muy baboso, pero creo que es todo tan estético que no les creo ni un poquito. ¿No es algo asqueroso compartir saliva con alguien? — y la sola idea de los gérmenes me hace fruncir la pecosa nariz.
Para cuando Sage se muestra sorprendido, avergonzado y todo lo posible que se puede sentir cuando te atrapan en el acto de las babosadas, pongo mi mejor sonrisa picarona mostrándole mi hilera de dientes grandes y blancos y suelto un "ajá!" que suena más efusivo de lo que hubiese esperado. El amor entre esclavos se me hace hasta tierno — ¿Has besado chicas? ¿A quienes? — y dando saltitos alegres troto hasta la cama doble que tengo por sola comodidad y me siento, porque es un chisme jugoso y jamás hemos hablado sobre su vida. O quizá es porque jamás me interesó hasta ahora, da igual. Tampoco nunca me pregunté como es pasarse el día limpiando las cocinas porque que asco — Solo dos años. En dos años serás un señor con voz más gruesa y barba — y paso por alto que ya tendría que haber cambiado la voz y que posiblemente se afeite, porque que va, su desarrollo e higiene son cosas que me dan un poco de asquito y no son tan interesantes como los chismes de con quien se estuvo enrollando. Por un momento, abro mis ojos como platos — Espero que no hayas usado mi cama — y por mera precaución me pongo de pie tan rápido como si me hubiesen dicho que está infectada.
— Yo nunca he besado a nadie. ¿Cómo es? — le pregunto, bajando un poco la voz porque no quiero que nadie me escuche confesar algo que no le he dicho ni a mis amigos más cercanos. Me muevo un poco incómoda y me miro las uñas — En las películas se ve o muy lindo muy baboso, pero creo que es todo tan estético que no les creo ni un poquito. ¿No es algo asqueroso compartir saliva con alguien? — y la sola idea de los gérmenes me hace fruncir la pecosa nariz.
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Dejo escapar un pequeño suspiro entre dientes cuando la pelirroja acepta el tratamiento completo porque no había sido difícil notar que la muchacha estaba dispuesta a refutarme, regañarme, o hacer ambas cosas juntas. Realmente estaba siendo un día casi tranquilo, y si lograba terminar esta charla sin ninguna discusión con Hero, podía considerarlo una victoria personal.
No puedo evitar el pequeño sobresalto que me da cuando la muchacha suelta su emoción con tanta efusividad, y es entonces cuando recuerdo (y es sorprendente la cantidad de veces que lo olvido) que Hero no es más que una niña a veces. Sí, claro, eran pocos los años que nos separaban, pero la muchacha había sido criada entre paños de seda y agua perfumada y por más que quisiera, no podía culparla ni por la mitad de las cosas que hubiese querido. - Yo... no me siento cómodo hablando de esto... las suficientes para que la palabra pueda ser dicha en plural. - Ahora el rubor es completamente notorio en mi rostro y termino haciendo tronar mis dedos en un gesto nervioso, mientras me balanceo un par de veces sobre mis pies. Realmente habían sido dos el total de chicas a las que había besado de verdad, y una con la que... bueno, Hero no tenía por qué saber eso. De hecho ni siquiera tendríamos que estar hablando de esto.
- Ya me he comenzado a afeitar. - Es mi infantil protesta en respuesta a su comentario de la barba, y no puedo evitar tomarlo como una ofensa por más idiota que sea el asunto. -Si quieres evito rasurarme un par de días... - Consulto porque como dije, no es cuestión de verme bien, sino de comodidad; nunca me había dejado crecer el vello más que unos pocos centímetros porque casi siempre picaba un poco. No puedo pensar demasiado en ello porque de golpe me veo imitado la expresión de la muchacha cuando insinúa que usé su cama para cualquier cosa y me apresuro a negar con vehemencia. -¡CLARO QUE NO! ¡Jamás me atrevería! - Incluso trato de evitar entrar a su alcoba a menos de ser llamado explícitamente por ella, mucho menos pensaría en siquiera utilizar su cama.
El tono que utiliza luego me sorprende un poco ya que estoy acostumbrado que hasta sus cuchicheos parezcan gritos y no logro recordar la ultima vez que la escuché hablar tan bajo. - Es... No es la gran cosa. - Contesto con sinceridad, sin estar seguro de como proseguir. - A menos que la otra persona te atraiga de verdad o que estés... O que tus hormonas estén bastante activas... - me corrijo antes de poder decir "estés caliente como una pava" - realmente no es más que un contacto. Un abrazo puede ser más íntimo. - Concluyo sin dejar de preguntarme como mierda terminamos hablando de esto.
No puedo evitar el pequeño sobresalto que me da cuando la muchacha suelta su emoción con tanta efusividad, y es entonces cuando recuerdo (y es sorprendente la cantidad de veces que lo olvido) que Hero no es más que una niña a veces. Sí, claro, eran pocos los años que nos separaban, pero la muchacha había sido criada entre paños de seda y agua perfumada y por más que quisiera, no podía culparla ni por la mitad de las cosas que hubiese querido. - Yo... no me siento cómodo hablando de esto... las suficientes para que la palabra pueda ser dicha en plural. - Ahora el rubor es completamente notorio en mi rostro y termino haciendo tronar mis dedos en un gesto nervioso, mientras me balanceo un par de veces sobre mis pies. Realmente habían sido dos el total de chicas a las que había besado de verdad, y una con la que... bueno, Hero no tenía por qué saber eso. De hecho ni siquiera tendríamos que estar hablando de esto.
- Ya me he comenzado a afeitar. - Es mi infantil protesta en respuesta a su comentario de la barba, y no puedo evitar tomarlo como una ofensa por más idiota que sea el asunto. -Si quieres evito rasurarme un par de días... - Consulto porque como dije, no es cuestión de verme bien, sino de comodidad; nunca me había dejado crecer el vello más que unos pocos centímetros porque casi siempre picaba un poco. No puedo pensar demasiado en ello porque de golpe me veo imitado la expresión de la muchacha cuando insinúa que usé su cama para cualquier cosa y me apresuro a negar con vehemencia. -¡CLARO QUE NO! ¡Jamás me atrevería! - Incluso trato de evitar entrar a su alcoba a menos de ser llamado explícitamente por ella, mucho menos pensaría en siquiera utilizar su cama.
El tono que utiliza luego me sorprende un poco ya que estoy acostumbrado que hasta sus cuchicheos parezcan gritos y no logro recordar la ultima vez que la escuché hablar tan bajo. - Es... No es la gran cosa. - Contesto con sinceridad, sin estar seguro de como proseguir. - A menos que la otra persona te atraiga de verdad o que estés... O que tus hormonas estén bastante activas... - me corrijo antes de poder decir "estés caliente como una pava" - realmente no es más que un contacto. Un abrazo puede ser más íntimo. - Concluyo sin dejar de preguntarme como mierda terminamos hablando de esto.
Le presto muy poca atención a que se encuentra incómodo con nuestra charla y me fijo más en su rubor, tratando de no estallarme en risas en su cara porque una vez papá me dijo que eso no era educado y que se supone que tengo que mostrar un poco más de altura que las demás personas porque muchos me tomarían como un ejemplo a seguir, así que no digo nada aunque lo miro con un poco más de detenimiento cuando dice que ha empezado a afeitarse. Yo no lo noto, o quizá jamás me fijé en la pelusa que se le debe formar — ¿Te dejarías la barba por mí? — le pregunto entre sorprendida y divertida, moviendo un poquito mi cuerpo de un lado al otro con una sonrisita picarona — Siempre supe que eras dedicado pero no creí que tanto. ¡De acuerdo! Aunque si no me gusta te afeitas — y paso por alto que tiene que gustarle a él y no a mí porque al fin de cuentas, su estética ensucia la mía en caso de que nos vean juntos en público y no se encuentra presentable.
Aunque me mantengo de pie me llevo una mano al pecho con un suspiro de alivio cuando indica que no ha utilizado mi cama y puedo decir que vuelvo a estar tranquila, en especial porque con su tono no puedo sospechar que me ande mintiendo. Quizá ha utilizado las alacenas para hacer sus cochinadas, o los jardines, o... bueno, mejor ya paro, porque no quiero tener ciertas imágenes mentales. Una amiga mía una vez dijo que Sage era "muy lindo para ser un esclavo" y todavía sigo sin entender muy bien a qué se refiere, así que analizar esa situación se me hace un poco extraña.
Su explicación sobre los besos decepciona un poco y hago un mohín que infla todo mi labio inferior — Supongo que lo sabré cuando alguien me guste — acabo diciendo y encogiendo mis hombros — Y como mis amigas viven mintiendo sobre a quienes besaron y quienes no, tendré que preguntarte a ti — porque su misión no se basa en mantenerme perfecta, sino que también tiene que escucharme si a mí se me antoja preguntarle algo. Es algo así como mi esclavo multiuso porque para algo lo tengo... ¿No?
Con una última mirada de arriba a abajo como si tratase de comprender una vez más como funciona eso de las hormonas, le quito importancia al asunto y abro la puerta de un tirón, haciendo chasquear mis dedos para que venga detrás de mí — Necesito mi delantal de pintura y que te quedes conmigo para pasarme los colores. Si te portas bien, te conseguiré una cita con Celestine — y aunque parece que estoy siendo cómplice de una historia de amor prohibida, cuando salgo al pasillo dejo bien en claro que mi voz vuelve a ser una orden y que nuestro momento de confesiones íntimas ya ha pasado.
Aunque me mantengo de pie me llevo una mano al pecho con un suspiro de alivio cuando indica que no ha utilizado mi cama y puedo decir que vuelvo a estar tranquila, en especial porque con su tono no puedo sospechar que me ande mintiendo. Quizá ha utilizado las alacenas para hacer sus cochinadas, o los jardines, o... bueno, mejor ya paro, porque no quiero tener ciertas imágenes mentales. Una amiga mía una vez dijo que Sage era "muy lindo para ser un esclavo" y todavía sigo sin entender muy bien a qué se refiere, así que analizar esa situación se me hace un poco extraña.
Su explicación sobre los besos decepciona un poco y hago un mohín que infla todo mi labio inferior — Supongo que lo sabré cuando alguien me guste — acabo diciendo y encogiendo mis hombros — Y como mis amigas viven mintiendo sobre a quienes besaron y quienes no, tendré que preguntarte a ti — porque su misión no se basa en mantenerme perfecta, sino que también tiene que escucharme si a mí se me antoja preguntarle algo. Es algo así como mi esclavo multiuso porque para algo lo tengo... ¿No?
Con una última mirada de arriba a abajo como si tratase de comprender una vez más como funciona eso de las hormonas, le quito importancia al asunto y abro la puerta de un tirón, haciendo chasquear mis dedos para que venga detrás de mí — Necesito mi delantal de pintura y que te quedes conmigo para pasarme los colores. Si te portas bien, te conseguiré una cita con Celestine — y aunque parece que estoy siendo cómplice de una historia de amor prohibida, cuando salgo al pasillo dejo bien en claro que mi voz vuelve a ser una orden y que nuestro momento de confesiones íntimas ya ha pasado.
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¿Por ella? Reprimo con rapidez el impulso de gritarle que no imagine nada, que no soy dedicado, cuando caigo en la cuenta que tiene razón. Salvo que en mi vocabulario no es ser dedicado, sino que es simplemente hacer mi trabajo. De verdad no me importa mi aspecto, y seguramente solo serán un par de días en lo que se le pase el capricho. Me encojo de hombros como respuesta a su pregunta, y me rasco la nuca por inercia al no saber que otra cosa decirle al respecto.
Lo que si no puedo evitar es el pequeño resoplido que se me escapa al verla suspirar de manera teatral, porque de verdad que no me puedo creer que pensara que utilizo su cama... si quisiera usar su cama para algo, sería para dormir. Los elfos siempre se encargan de dejarla mullida y llena de almohadones suaves, y estaba convencido que debía sentirse glorioso dormir en un colchón que parecía una nube. Sino estuviese seguro que eso me valdría un castigo, hace rato me hubiese tirado en los pocos minutos que ocupa Hero entre que se levanta y se baña, justo antes de que los elfos aparezcan para dejar su cuarto en condiciones impecables. O lo más parecido a eso, porque la pelirroja era una persona terriblemente ordenada, e incluso hasta las sábanas permanecían casi sin arrugas una vez que ella se levantaba.
- ¿A mí? Pero ya te dije todo lo que podía decirte... - Trato de excusarme aunque sepa que es en vano, porque realmente no quiero tener más charlas de este tipo con Hero. Podía ser su esclavo sí, pero no quería imaginar lo que me haría su madre de enterarse que le digo a su hija cómo es besar a otros. ¿Qué no era su misión decirle a las niñas que los chicos tienen piojos o algo así?
Por suerte se le pasa el bicho que sea que le picó, y vuelve a ser la misma Hero mandona de siempre, o lo más parecido a siempre que hay siendo que quiere sobornarme con planear una cita. Corro a buscar su delantal de pintura, y en lugar de contradecirla (y rogarle que no lo haga), decido hacer una anotación mental para avisarle a Celestine que la pequeña Niniadis podría comenzar a hostigarla. Delantal en mano, la sigo por el pasillo mientras pienso que inevitablemente también recibiré unos cuantos gritos de la rubia cuando la ponga en alerta y trato de rogar internamente que a la pelirroja no se le de por sacar nuevamente el tema de los besos mientras se encuentre pintando.
Lo que si no puedo evitar es el pequeño resoplido que se me escapa al verla suspirar de manera teatral, porque de verdad que no me puedo creer que pensara que utilizo su cama... si quisiera usar su cama para algo, sería para dormir. Los elfos siempre se encargan de dejarla mullida y llena de almohadones suaves, y estaba convencido que debía sentirse glorioso dormir en un colchón que parecía una nube. Sino estuviese seguro que eso me valdría un castigo, hace rato me hubiese tirado en los pocos minutos que ocupa Hero entre que se levanta y se baña, justo antes de que los elfos aparezcan para dejar su cuarto en condiciones impecables. O lo más parecido a eso, porque la pelirroja era una persona terriblemente ordenada, e incluso hasta las sábanas permanecían casi sin arrugas una vez que ella se levantaba.
- ¿A mí? Pero ya te dije todo lo que podía decirte... - Trato de excusarme aunque sepa que es en vano, porque realmente no quiero tener más charlas de este tipo con Hero. Podía ser su esclavo sí, pero no quería imaginar lo que me haría su madre de enterarse que le digo a su hija cómo es besar a otros. ¿Qué no era su misión decirle a las niñas que los chicos tienen piojos o algo así?
Por suerte se le pasa el bicho que sea que le picó, y vuelve a ser la misma Hero mandona de siempre, o lo más parecido a siempre que hay siendo que quiere sobornarme con planear una cita. Corro a buscar su delantal de pintura, y en lugar de contradecirla (y rogarle que no lo haga), decido hacer una anotación mental para avisarle a Celestine que la pequeña Niniadis podría comenzar a hostigarla. Delantal en mano, la sigo por el pasillo mientras pienso que inevitablemente también recibiré unos cuantos gritos de la rubia cuando la ponga en alerta y trato de rogar internamente que a la pelirroja no se le de por sacar nuevamente el tema de los besos mientras se encuentre pintando.
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