OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ha sido una noche eterna para todos. Gracias a la tormenta el fuego logró apagarse antes de destrozar absolutamente a todo el distrito, pero no puedo decir que no hemos tenido bajas. El almacén ha quedado destrozado, ni hablar de todas las cosas que teníamos guardadas ahí dentro y la mitad de nuestros animales ha huído en medio de la tormenta; ni siquiera los cultivos se salvaron del todo, aunque todavía quedan algunos que podemos utilizar gracias a Derian y su rapidez antes de la tormenta.
Enterrar a los muertos jamás ha sido cosa sencilla, pero nos sacamos esa tarea bien temprano en la mañana antes de empezar a arreglar los destrozos. Se ha planificado una reunión con el consejo para más tarde que sé muy bien hacia dónde irá pero no voy a quejarme, así que me limito a ayudar a revolver los escombros para averiguar qué podemos salvar y qué no. Hacia la mitad de la tarde comemos algunas sobras que hemos conseguido de las casas que no fueron afectadas y luego, el trabajo continúa. Han estado atendiendo a los heridos, de modo que el día entero se siente completamente apagado y silencioso.
En algún punto me doy cuenta que en realidad es demasiado silencio y noto la ausencia de la bola multicolor que suele seguirme para todos lados. Cuando decido que no puedo encontrar absolutamente nada más en los restos de almacén que hemos estado levantando pido disculpas y voy en busca de mi hermana, a quien no tardo en encontrar en el único lugar donde supuse que se estaría escondiendo. El claro de entrenamiento no tiene más que alguna que otra rama rota en el suelo y mucho barro, pero me es imposible no encontrar el pelo rubio sentado sobre uno de los troncos caídos. Con un suspiro, me acerco hacia ella, paso una pierna por encima del árbol y me siento a su lado.
— Ten — le ofrezco y saco del bolsillo de mi abrigo la mitad de un sándwich que Arleth me ha otorgado hace un rato para asegurarse de que nadie se desmayaba por tanto trabajo — Tu madre me lo dio, pero no tenía tanta hambre porque había comido bastante a la mañana — es una explicación que suena demasiado natural a pesar de la situación que hemos vivido y acabo ladeando la cabeza para verla mejor, tratando de adivinar sus pensamientos — ¿Cómo te encuentras? — y es obvio que no es una de esas preguntas de todos los días.
Enterrar a los muertos jamás ha sido cosa sencilla, pero nos sacamos esa tarea bien temprano en la mañana antes de empezar a arreglar los destrozos. Se ha planificado una reunión con el consejo para más tarde que sé muy bien hacia dónde irá pero no voy a quejarme, así que me limito a ayudar a revolver los escombros para averiguar qué podemos salvar y qué no. Hacia la mitad de la tarde comemos algunas sobras que hemos conseguido de las casas que no fueron afectadas y luego, el trabajo continúa. Han estado atendiendo a los heridos, de modo que el día entero se siente completamente apagado y silencioso.
En algún punto me doy cuenta que en realidad es demasiado silencio y noto la ausencia de la bola multicolor que suele seguirme para todos lados. Cuando decido que no puedo encontrar absolutamente nada más en los restos de almacén que hemos estado levantando pido disculpas y voy en busca de mi hermana, a quien no tardo en encontrar en el único lugar donde supuse que se estaría escondiendo. El claro de entrenamiento no tiene más que alguna que otra rama rota en el suelo y mucho barro, pero me es imposible no encontrar el pelo rubio sentado sobre uno de los troncos caídos. Con un suspiro, me acerco hacia ella, paso una pierna por encima del árbol y me siento a su lado.
— Ten — le ofrezco y saco del bolsillo de mi abrigo la mitad de un sándwich que Arleth me ha otorgado hace un rato para asegurarse de que nadie se desmayaba por tanto trabajo — Tu madre me lo dio, pero no tenía tanta hambre porque había comido bastante a la mañana — es una explicación que suena demasiado natural a pesar de la situación que hemos vivido y acabo ladeando la cabeza para verla mejor, tratando de adivinar sus pensamientos — ¿Cómo te encuentras? — y es obvio que no es una de esas preguntas de todos los días.
Zenda no había podido pegar un ojo y pese al enorme agotamiento, sumado al dolor físico, se habia quedado despierta aferrando la mano de Ava mientras ella descansaba y se curaba con la ayuda de su madre y Seth. La preocupación por la salud de su hermana no era la única razón por la cual no había dormido, el miedo era el culpable y cada vez que cerraba sus parpados podía ver a cada uno de sus seres más queridos y amigos consumidos por el fuego.
Cuando el sol comenzó a iluminar el destrozado distrito, la rubia se encargó de que alguien de confianza vigilara a la herida y que no le faltara nada, para posteriormente dirigirse hacia su dormitorio en busca de su arco y flechas.
Todos se encontraban ocupados con algo, curando a los lesionados, ayudando a recolectar la comida no dañada, tratando de reconstruir algunos edificios destruidos por la tormenta o por el fuego e incluso enterrando a los muertos. No habia nadie para detenerla asi que no se preocupó por cambiar de apariencia.
Las consecuencias de la feroz lluvia se notaban incluso dentro del frondoso bosque, los árboles caídos habian espantado a los animales y no había nada para cazar, ni siquiera una ardilla bebé pérdida. Zenda pasó horas caminando en silencio e incluso se alejó mas de lo que nunca habia alcanzado, pero el resultado seguía siendo el mismo. Cansada, se sentó junto al lago para refrescarse un poco y en un ataque de ira arrancó la venda que cubria la herida abierta en su frente. Si antes con la llegada del invierno, pasarian hambre, ahora morirían.
Por vencida y con las manos vacias, regresó a su hogar y se dirigió directamente al campo de entrenamiento vacío. Ahi nadie la molestaría, queria ayudar, pero todavia no estaba lista para enfrentarse a los demás, no luego de lo sucedido.
Pocos minutos pasaron cuando sintió las pisadas sobre el barro detrás de ella, pero no se molestó en voltear, por el peso y el ruido, ya sabia quien era. Con sus travesuras de perseguirlo todo el tiempo, a escabullidas o no, habia aprendido a reconocer su paso, sabia si estaba herido o no, e incluso podía decir si estaba cargando algo con si mismo o si volvía tal y como se fue a sus expediciones.
-Deberías guardarlo, de todos modos moriremos de hambre en unas semanas.- Respondió sin levantar la mirada de la corteza del árbol, entre sus piernas cortaba la madera con su pequeño cuchillo, intentando hacerle daño o desquitarse. -Si no hubiese corrido detrás de ti, podría haber ayudado a Ava y ahora no tendria las costillas rotas.- Susurró en voz baja y aun que era buena ocultando las lagrimas, todo su cabello se tiñó de negro sin control. -Pero si hubiese sido valiente y entraba contigo al fuego, Craig podria estar vivo.- Sabia que no todo giraba alrededor se ella, sin embargo el sentimiento de culpa y la ira la estaban consumiendo. -Ben, quiero ir contigo a la próxima expedición, necesitas ayuda y no voy a quedarme aquí sirviendo mantas a gente que muere de hambre.- Pidió y por primera vez alzó el rostro para ver a su hermano mayor. Zenda sentía amor y un orgullo enorme por él, lo consideraba incluso más interesante y divertido que a su padre, básicamente lo tenia en un altar y queria ser como él. Esa era la razón de sus celos cuando lo veia con su hija, por eso mismo lo seguía a todos lados hasta el punto de abrumarlo y hacerle enfadar.
-¿Tú cómo estás? Me alegro que no estes muerto.-
Cuando el sol comenzó a iluminar el destrozado distrito, la rubia se encargó de que alguien de confianza vigilara a la herida y que no le faltara nada, para posteriormente dirigirse hacia su dormitorio en busca de su arco y flechas.
Todos se encontraban ocupados con algo, curando a los lesionados, ayudando a recolectar la comida no dañada, tratando de reconstruir algunos edificios destruidos por la tormenta o por el fuego e incluso enterrando a los muertos. No habia nadie para detenerla asi que no se preocupó por cambiar de apariencia.
Las consecuencias de la feroz lluvia se notaban incluso dentro del frondoso bosque, los árboles caídos habian espantado a los animales y no había nada para cazar, ni siquiera una ardilla bebé pérdida. Zenda pasó horas caminando en silencio e incluso se alejó mas de lo que nunca habia alcanzado, pero el resultado seguía siendo el mismo. Cansada, se sentó junto al lago para refrescarse un poco y en un ataque de ira arrancó la venda que cubria la herida abierta en su frente. Si antes con la llegada del invierno, pasarian hambre, ahora morirían.
Por vencida y con las manos vacias, regresó a su hogar y se dirigió directamente al campo de entrenamiento vacío. Ahi nadie la molestaría, queria ayudar, pero todavia no estaba lista para enfrentarse a los demás, no luego de lo sucedido.
Pocos minutos pasaron cuando sintió las pisadas sobre el barro detrás de ella, pero no se molestó en voltear, por el peso y el ruido, ya sabia quien era. Con sus travesuras de perseguirlo todo el tiempo, a escabullidas o no, habia aprendido a reconocer su paso, sabia si estaba herido o no, e incluso podía decir si estaba cargando algo con si mismo o si volvía tal y como se fue a sus expediciones.
-Deberías guardarlo, de todos modos moriremos de hambre en unas semanas.- Respondió sin levantar la mirada de la corteza del árbol, entre sus piernas cortaba la madera con su pequeño cuchillo, intentando hacerle daño o desquitarse. -Si no hubiese corrido detrás de ti, podría haber ayudado a Ava y ahora no tendria las costillas rotas.- Susurró en voz baja y aun que era buena ocultando las lagrimas, todo su cabello se tiñó de negro sin control. -Pero si hubiese sido valiente y entraba contigo al fuego, Craig podria estar vivo.- Sabia que no todo giraba alrededor se ella, sin embargo el sentimiento de culpa y la ira la estaban consumiendo. -Ben, quiero ir contigo a la próxima expedición, necesitas ayuda y no voy a quedarme aquí sirviendo mantas a gente que muere de hambre.- Pidió y por primera vez alzó el rostro para ver a su hermano mayor. Zenda sentía amor y un orgullo enorme por él, lo consideraba incluso más interesante y divertido que a su padre, básicamente lo tenia en un altar y queria ser como él. Esa era la razón de sus celos cuando lo veia con su hija, por eso mismo lo seguía a todos lados hasta el punto de abrumarlo y hacerle enfadar.
-¿Tú cómo estás? Me alegro que no estes muerto.-
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Había algo en Zenda que siempre me había hecho acordar a Melanie a pesar de ser dos personas completamente no solo diferentes sino que también opuestas. Es triste recordar que mi hermana menor tiene la misma edad que mi melliza cuando falleció hace ya tanto tiempo en mis brazos, sabiendo que es un tema que jamás saco a colación en ninguna charla, pero mientras Zenda fue creciendo me he ido dado cuenta de que la he recordado cada vez más seguido. Todavía me acuerdo de haberme sentido ligeramente ofendido cuando me enteré que iba a tener una nueva hermana luego de haber perdido a dos cuando era niño, pero tengo que admitir que la compañía de la enana siempre ha sido más que gratificante. En cierto modo, a veces sospecho que me ayuda a evitar madurar del todo.
— No moriremos de hambre, dramática. Come que no te he visto comer en todos el día y además... ¿Tan poca confianza tienes en mí para creer que no iré a buscar nada? — intento mostrarme ofendido poniendo mi voz en una octava más grave y sacudo el sándwich en su cara para que lo agarre, aunque como la conozco acabo tomando su mano y se lo dejo en ella en contra de su voluntad — Ya eres demasiado delgada como para querer permitir que te saltes comidas. Además no quiero que te me pongas débil — luego de esto tendrá que conformarse con lo que quede o se haya salvado y estará rogando por un emparedado, así que es mejor que coma ahora.
Y ahí está lo que estaba esperando, una culpa que no entiendo de dónde saca y que me obliga a darle un golpecito torpe en la espalda. Nunca he tenido hijos, al menos no oficialmente si consideramos que Beverly tiene tres posibles padres y ha sido básicamente criada por su madre, por lo que el consolar niños jamás ha sido mi especialidad. No era bueno en ello ni cuando yo era uno y es un talento que ha ido empeorando con el paso del tiempo, al punto de sentirme un completo idiota cuando se trata de dar consejos a un menor. Quizá por eso Sophia no parece muy agradecida cada vez que tengo charlas con su hijo — Seth curará a Ava con magia en cuanto pueda y Craig... bueno, ninguno pudo haber hecho nada. No tienes que culparte a ti misma, en especial porque si llegabas a tiempo posiblemente también hubieras muerto — no habría podido levantarlo por su peso y las llamas los habrían devorado a los dos. La simple idea me causa un estremecimiento que intento disimular.
No sé por qué no me esperaba esa resolución de su parte cuando en realidad es muy típico de ella, pero creí en algún punto de mí que se le había grabado en la cabeza mi opinión sobre los menores viniendo de exploración con nosotros. Ni hablar de lo que su madre ha dicho al respecto, que siempre es un "no" de cien formas distintas — Ni hablar — me niego, sacudiendo la cabeza — Tú te quedarás y ayudarás con los cultivos, los heridos e incluso las construcciones si quieres, pero no te llevaré conmigo. He pensado en ir aún más lejos que de costumbre en busca de ganados nuevos, así que no voy a cargar con esa responsabilidad: no estás lista — posiblemente me odie por esto pero es la verdad. Llevarla conmigo significa que tendré que tener un ojo puesto en ella todo el tiempo y además, es todavía muy chica como para poder sumarse a una exploración. Y ni hablemos de que si la dejo venir el resto querrá lo mismo y se tornará en una situación insoportable.
Le dedico una sonrisa amistosa y pequeña por ese último comentario, inclinándome un poco hacia delante para descansar mi peso con los codos en mis piernas y froto mis manos entre sí, algo cansado. Prácticamente no he dormido y ni descansado en horas, por lo que el sentarme en un sitio calmo como éste donde barre la brisa no es precisamente la mejor idea para mantenerme despierto — He tenido días mejores y días peores — acabo diciendo, tratando de no sonar demasiado pesimista — Pero sí... he pensado lo mismo sobre ti, papá y bueno... todos — que Kendrick hubiese abierto la ventana fue básicamente un milagro — Pero no debes preocuparte por mí. Sabes que si no me han matado hasta ahora difícilmente consiga hacerlo una tormenta — bromeo con ironía, sabiendo que le he contado muchas cosas de mi pasado porque el andar ocultando más secretos siempre me pareció una idiotez. Solo hay una cosa que no diré jamás en voz alta y eso no tiene nada que ver con ella ni conmigo — ¿Y tú? ¿Necesitas que revise tu golpe? No soy tan bueno como Seth, Alice o tu madre pero... algo he aprendido.
— No moriremos de hambre, dramática. Come que no te he visto comer en todos el día y además... ¿Tan poca confianza tienes en mí para creer que no iré a buscar nada? — intento mostrarme ofendido poniendo mi voz en una octava más grave y sacudo el sándwich en su cara para que lo agarre, aunque como la conozco acabo tomando su mano y se lo dejo en ella en contra de su voluntad — Ya eres demasiado delgada como para querer permitir que te saltes comidas. Además no quiero que te me pongas débil — luego de esto tendrá que conformarse con lo que quede o se haya salvado y estará rogando por un emparedado, así que es mejor que coma ahora.
Y ahí está lo que estaba esperando, una culpa que no entiendo de dónde saca y que me obliga a darle un golpecito torpe en la espalda. Nunca he tenido hijos, al menos no oficialmente si consideramos que Beverly tiene tres posibles padres y ha sido básicamente criada por su madre, por lo que el consolar niños jamás ha sido mi especialidad. No era bueno en ello ni cuando yo era uno y es un talento que ha ido empeorando con el paso del tiempo, al punto de sentirme un completo idiota cuando se trata de dar consejos a un menor. Quizá por eso Sophia no parece muy agradecida cada vez que tengo charlas con su hijo — Seth curará a Ava con magia en cuanto pueda y Craig... bueno, ninguno pudo haber hecho nada. No tienes que culparte a ti misma, en especial porque si llegabas a tiempo posiblemente también hubieras muerto — no habría podido levantarlo por su peso y las llamas los habrían devorado a los dos. La simple idea me causa un estremecimiento que intento disimular.
No sé por qué no me esperaba esa resolución de su parte cuando en realidad es muy típico de ella, pero creí en algún punto de mí que se le había grabado en la cabeza mi opinión sobre los menores viniendo de exploración con nosotros. Ni hablar de lo que su madre ha dicho al respecto, que siempre es un "no" de cien formas distintas — Ni hablar — me niego, sacudiendo la cabeza — Tú te quedarás y ayudarás con los cultivos, los heridos e incluso las construcciones si quieres, pero no te llevaré conmigo. He pensado en ir aún más lejos que de costumbre en busca de ganados nuevos, así que no voy a cargar con esa responsabilidad: no estás lista — posiblemente me odie por esto pero es la verdad. Llevarla conmigo significa que tendré que tener un ojo puesto en ella todo el tiempo y además, es todavía muy chica como para poder sumarse a una exploración. Y ni hablemos de que si la dejo venir el resto querrá lo mismo y se tornará en una situación insoportable.
Le dedico una sonrisa amistosa y pequeña por ese último comentario, inclinándome un poco hacia delante para descansar mi peso con los codos en mis piernas y froto mis manos entre sí, algo cansado. Prácticamente no he dormido y ni descansado en horas, por lo que el sentarme en un sitio calmo como éste donde barre la brisa no es precisamente la mejor idea para mantenerme despierto — He tenido días mejores y días peores — acabo diciendo, tratando de no sonar demasiado pesimista — Pero sí... he pensado lo mismo sobre ti, papá y bueno... todos — que Kendrick hubiese abierto la ventana fue básicamente un milagro — Pero no debes preocuparte por mí. Sabes que si no me han matado hasta ahora difícilmente consiga hacerlo una tormenta — bromeo con ironía, sabiendo que le he contado muchas cosas de mi pasado porque el andar ocultando más secretos siempre me pareció una idiotez. Solo hay una cosa que no diré jamás en voz alta y eso no tiene nada que ver con ella ni conmigo — ¿Y tú? ¿Necesitas que revise tu golpe? No soy tan bueno como Seth, Alice o tu madre pero... algo he aprendido.
A pesar de la negativa el sándwich termina en su mano y al echarle un vistazo, su estómago gruñe un poco. Ya no recordaba cuando había sido la última vez que había comido, no era cuestión de dietas y esas cosas raras de las que hablaba Bev, simplemente se entretenía en otras cosas y lo olvidaba por completo. Tal vez esa era la razón por la cual en físico era más pequeña que los demás.
Las palabras y el pobre intento de darle ánimo de su hermano funcionan, el pequeño golpecito sólo la hace soltar una pequeña risita, pero sus siguientes palabras hacen que vuelva a ponerse sería en cuestión de segundos.
No iba a dejar que él notará que aquella frase le había dolido, tal vez no estaba lista, pero entrenaba muy duro y siempre tenía la pequeña esperanza de que él le dijera que si alguna vez. Se concentró en abrir la envoltura del emparedado y le dió un pequeña mordida, ya había perdido el apetito, sin embargo no seguiría discutiendo aquello por dos razones. La primera, Ben jamás cedería y su madre tampoco, si quería hacer algo, tendría que ser de nuevo a escondidas y la segunda razón, por el simple hecho de que rogar no era lo suyo, no quería bajo ninguna circunstancia parecer una niña caprichosa.
Al tercer bocado volvió a mirarlo con curiosidad, su hermano se veía más cansado de lo normal y eso abrió paso a la preocupación. Se estiró y con la servilleta usada limpió la mejilla del hombre lobo, para liberarla de la suciedad que se había pegado luego de revolver entre los escombros.
-Ben, prométeme que te cuidaras mucho y que no te meteras en problemas cuando vayas más lejos de lo normal. También debes prometer que no dejaras que te maten y... si puedes ¿Me traes de nuevo la envoltura de una goma de mascar? Ya tengo tres coleccionadas.- Le sonrió a la vez que levantaba el meñique frente a su cara, tenía que jurarlo así para que ella le creyera.
-No, estoy bien. Sólo es un corte, estaba distraída y una madera me golpeó un poquito.- Explica y da el cuarto bocado antes de extender el resto hacia Ben. Ya estaba llena.
Las palabras y el pobre intento de darle ánimo de su hermano funcionan, el pequeño golpecito sólo la hace soltar una pequeña risita, pero sus siguientes palabras hacen que vuelva a ponerse sería en cuestión de segundos.
No iba a dejar que él notará que aquella frase le había dolido, tal vez no estaba lista, pero entrenaba muy duro y siempre tenía la pequeña esperanza de que él le dijera que si alguna vez. Se concentró en abrir la envoltura del emparedado y le dió un pequeña mordida, ya había perdido el apetito, sin embargo no seguiría discutiendo aquello por dos razones. La primera, Ben jamás cedería y su madre tampoco, si quería hacer algo, tendría que ser de nuevo a escondidas y la segunda razón, por el simple hecho de que rogar no era lo suyo, no quería bajo ninguna circunstancia parecer una niña caprichosa.
Al tercer bocado volvió a mirarlo con curiosidad, su hermano se veía más cansado de lo normal y eso abrió paso a la preocupación. Se estiró y con la servilleta usada limpió la mejilla del hombre lobo, para liberarla de la suciedad que se había pegado luego de revolver entre los escombros.
-Ben, prométeme que te cuidaras mucho y que no te meteras en problemas cuando vayas más lejos de lo normal. También debes prometer que no dejaras que te maten y... si puedes ¿Me traes de nuevo la envoltura de una goma de mascar? Ya tengo tres coleccionadas.- Le sonrió a la vez que levantaba el meñique frente a su cara, tenía que jurarlo así para que ella le creyera.
-No, estoy bien. Sólo es un corte, estaba distraída y una madera me golpeó un poquito.- Explica y da el cuarto bocado antes de extender el resto hacia Ben. Ya estaba llena.
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Me sorprenden varias cosas de su actitud, pero la primera es que parece no querer discutir, asumo que el incendio apagó cualquier tipo de emoción o ánimo que pudiese tener una niña de trece años. La segunda es que se come el emparedado sin chistar, o al menos empieza a hacerlo porque creo que me conoce lo suficiente como para saber que no dejaré que se quede sin comer; bueno, suelo hacerlo hasta que me canso de discutir con el crío en cuestión y acabo comiéndome su comida porque, vamos, siempre he sido un glotón de alma y eso ha ido empeorado con la edad, la altura y la cantidad de ejercicio que me obligan a hacer diariamente. Soy como una enorme mole que necesita recargar fuerzas.
No me esperaba tampoco que comenzase a limpiarme la mejilla pero se lo permito, regalándole una sonrisa vaga de agradecimiento por un gesto tan despreocupado y cariñoso que me recuerda por qué la quiero tanto a pesar del lazo de sangre. Quizá Zenda no es más que el resultado de mi padre tratando de reconstruir una vida que creía haber perdido, pero siempre voy a tener bien en claro que la clase de afecto que ella me regala también es uno que yo jamás pensé que iba a volver a encontrar. Melanie me había pedido ser el último Franco del mundo antes de morir hace muchos, pero muchos años, y resulta que ninguno de nosotros se imaginó que esto podía llegar a pasar. Parecen ser dos vidas completamente distintas.
— Intentaré tener cuidado, lo prometo, aunque dudo poder traerte una envoltura de las montañas — le digo con diversión, fijándome en ese meñique que me ofrece y que acabo enroscando con el mío, tratando de no reírme ante la diferencia de tamaños — Pero puedo tratar de traerte un chicle mañana del distrito doce. Volveré lo más rápido que pueda y... ¿Quién sabe? Quizá consiga un chocolate... — eso depende de si logro robarle algo de dinero a alguien o hay algún vendedor descuidando la mercancía, pero ya se verá. Los gustos que nos damos no son muchos como para no permitirlos.
De mala gana pero sin intenciones de discutir agarro el sándwich que me tiende y le doy un bocado que serían dos suyos, masticando como una vaca rumiante mientras la escucho y trato de ver a simple vista su corte, que no parece profundo ni grave, pero que siempre hay que mantener limpio — Supongo que dejaste que alguien te pusiera agua o alcohol — le digo con la boca llena, asumiendo que así ha sido porque con una madre como Arleth eso no se le pasaría por alto. Me meto lo que queda de la comida en la boca como un gordo angurriento y me sacudo las migajas, hasta tener que golpearme el pecho para que el trozo me pase como corresponde por la garganta. Al final, me arrepiento de no haber traído bebida — Espero que también me prometas que es la última vez que sales corriendo detrás de mí cuando pasa algo así. ¿Sabes lo que hubiese pasado si te hubiéramos perdido a ti también? — es un tono severo, pero creo que queda demasiado implícito que ninguno podría soportarlo, especialmente yo. Ya he perdido demasiadas personas para una vida y sus padres también — Tienes que aprender a enfriar la cabeza, Zen.
No me esperaba tampoco que comenzase a limpiarme la mejilla pero se lo permito, regalándole una sonrisa vaga de agradecimiento por un gesto tan despreocupado y cariñoso que me recuerda por qué la quiero tanto a pesar del lazo de sangre. Quizá Zenda no es más que el resultado de mi padre tratando de reconstruir una vida que creía haber perdido, pero siempre voy a tener bien en claro que la clase de afecto que ella me regala también es uno que yo jamás pensé que iba a volver a encontrar. Melanie me había pedido ser el último Franco del mundo antes de morir hace muchos, pero muchos años, y resulta que ninguno de nosotros se imaginó que esto podía llegar a pasar. Parecen ser dos vidas completamente distintas.
— Intentaré tener cuidado, lo prometo, aunque dudo poder traerte una envoltura de las montañas — le digo con diversión, fijándome en ese meñique que me ofrece y que acabo enroscando con el mío, tratando de no reírme ante la diferencia de tamaños — Pero puedo tratar de traerte un chicle mañana del distrito doce. Volveré lo más rápido que pueda y... ¿Quién sabe? Quizá consiga un chocolate... — eso depende de si logro robarle algo de dinero a alguien o hay algún vendedor descuidando la mercancía, pero ya se verá. Los gustos que nos damos no son muchos como para no permitirlos.
De mala gana pero sin intenciones de discutir agarro el sándwich que me tiende y le doy un bocado que serían dos suyos, masticando como una vaca rumiante mientras la escucho y trato de ver a simple vista su corte, que no parece profundo ni grave, pero que siempre hay que mantener limpio — Supongo que dejaste que alguien te pusiera agua o alcohol — le digo con la boca llena, asumiendo que así ha sido porque con una madre como Arleth eso no se le pasaría por alto. Me meto lo que queda de la comida en la boca como un gordo angurriento y me sacudo las migajas, hasta tener que golpearme el pecho para que el trozo me pase como corresponde por la garganta. Al final, me arrepiento de no haber traído bebida — Espero que también me prometas que es la última vez que sales corriendo detrás de mí cuando pasa algo así. ¿Sabes lo que hubiese pasado si te hubiéramos perdido a ti también? — es un tono severo, pero creo que queda demasiado implícito que ninguno podría soportarlo, especialmente yo. Ya he perdido demasiadas personas para una vida y sus padres también — Tienes que aprender a enfriar la cabeza, Zen.
-Esta bien, pero de todos modos debes cuidarte. ¡Un chocolate suena genial!, pero sin nueces porque la última vez casi muero, ¿lo recuerdas? Mi lengua era enorme y no podía respirar.- Observó como su enorme hermano devoraba en dos bocados el sándwich que ella tardaría años en comer y empezó a reír, negando con la cabeza. -¡Eres un cerdo!- Exclamó aún soltando varias carcajadas.
Cuando logró calmarse, asintió con la cabeza y llevó la mano bastante sucia hacia la herida sólo para tocarla. -Sí, mamá ya me puso eso y también una venda blanca, pero me la quité porque era fea e incómoda. Además si Ken me ve así, se va a reír de mi y entonces todos los niños harán lo mismo- Admite, no porque le gustase Ken, si no porque odiaba que la trataran como si fuese más pequeña cuando sólo era dos años menor. Por lo menos tenía a Mur que la apoyaba.
El siguiente regaño no se lo esperaba y rodó los ojos poniéndolos en blanco, Arleth, Elioh, Echo, Ava, Cale e incluso su mejor amiga ya le habían dado el mismo discurso.
-¿Por qué todos me dicen lo mismo? ¿Qué pasa si me hubiese quedado dentro y moría aplastada? A Ava se le cayó encima una madera enorme y le quebró las costillas, ¿te imaginas ese peso sobre mi?- Intentaba explicar por qué haber salido detrás de él había sido la mejor decisión tomada. -No tuve muchas heridas y ademas pude rescatar a Eowyn con Murphy, ¡tenía la pierna quebrada!- Alzó sólo un poco la voz y sus manos se apretaron formando un puño, al mismo tiempo que su cabello se teñía de azul opaco, ese era el color que sin control aparecía cuando estaba triste, aun que lo que ella demostraba con sus gestos y palabras, era mas bien enojo.
-Todos me han dicho lo mismo.- finaliza el pequeño "escándalo" ocultando su rostro en el pecho de Ben mientras lo abraza, sus manos ni de cerca logran tocarse pero era un abrazo de todos modos.
Zenda odiaba las tormentas, las nueces, que su madre la obligara a ponerse mucho abrigo porque luego no se podia mover, y muchas cosas más, pero lo que más detestaba era llorar... y ahi se encontraba lagrimeando frente a su hermano mayor.
-Me golpeó la madera en la cabeza porque estaba distraída.- Si le iba a contar a alguien, algo vergonzoso, seria sin dudas a Ben, porque él guardaba sus secretos mejor que nadie. -Culpa de la lluvia no podía ver mucho y me tropecé con el cuerpo de Craig, me caí sobre él y...me dio mucho miedo. Y no he podido dormir nada porque si cierro los ojos veo su cuerpo prendido fuego, Ben....y es horrendo. Te vi entre las llamas y podrias haber sido tú, asi que no me puedes decir que enfríe la cabeza cuando tú eres el primero que no lo hace.- susurra entre quejidos, intentando calmar las tontas lágrimas.
Cuando logró calmarse, asintió con la cabeza y llevó la mano bastante sucia hacia la herida sólo para tocarla. -Sí, mamá ya me puso eso y también una venda blanca, pero me la quité porque era fea e incómoda. Además si Ken me ve así, se va a reír de mi y entonces todos los niños harán lo mismo- Admite, no porque le gustase Ken, si no porque odiaba que la trataran como si fuese más pequeña cuando sólo era dos años menor. Por lo menos tenía a Mur que la apoyaba.
El siguiente regaño no se lo esperaba y rodó los ojos poniéndolos en blanco, Arleth, Elioh, Echo, Ava, Cale e incluso su mejor amiga ya le habían dado el mismo discurso.
-¿Por qué todos me dicen lo mismo? ¿Qué pasa si me hubiese quedado dentro y moría aplastada? A Ava se le cayó encima una madera enorme y le quebró las costillas, ¿te imaginas ese peso sobre mi?- Intentaba explicar por qué haber salido detrás de él había sido la mejor decisión tomada. -No tuve muchas heridas y ademas pude rescatar a Eowyn con Murphy, ¡tenía la pierna quebrada!- Alzó sólo un poco la voz y sus manos se apretaron formando un puño, al mismo tiempo que su cabello se teñía de azul opaco, ese era el color que sin control aparecía cuando estaba triste, aun que lo que ella demostraba con sus gestos y palabras, era mas bien enojo.
-Todos me han dicho lo mismo.- finaliza el pequeño "escándalo" ocultando su rostro en el pecho de Ben mientras lo abraza, sus manos ni de cerca logran tocarse pero era un abrazo de todos modos.
Zenda odiaba las tormentas, las nueces, que su madre la obligara a ponerse mucho abrigo porque luego no se podia mover, y muchas cosas más, pero lo que más detestaba era llorar... y ahi se encontraba lagrimeando frente a su hermano mayor.
-Me golpeó la madera en la cabeza porque estaba distraída.- Si le iba a contar a alguien, algo vergonzoso, seria sin dudas a Ben, porque él guardaba sus secretos mejor que nadie. -Culpa de la lluvia no podía ver mucho y me tropecé con el cuerpo de Craig, me caí sobre él y...me dio mucho miedo. Y no he podido dormir nada porque si cierro los ojos veo su cuerpo prendido fuego, Ben....y es horrendo. Te vi entre las llamas y podrias haber sido tú, asi que no me puedes decir que enfríe la cabeza cuando tú eres el primero que no lo hace.- susurra entre quejidos, intentando calmar las tontas lágrimas.
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— Fue divertido de ver — coincido en que recuerdo de lo que me habla con diversión aunque trato muy fuerte de no burlarme, justo antes de encogerme de hombros porque no me interesa el calificativo que ha utilizado conmigo; jamás he sido educado para comer y no voy a empezar a hacerlo ahora.
¿Le importaba que Kendrick la viese así? No puedo no mirarla como si la idea de Zenda tratando de conquistar a un chico fuese algo completamente nuevo, pero la veo tan angustiada en su discurso que me ahorro cualquier broma en el momento que pueda empeorar su estado. No sé exactamente qué se supone que tengo que decir en un momento como este, pero acabo atrapándola entre mis brazos cuando ella busca consuelo en los mismos y froto su espalda, colocando mi mentón en su cabeza. Es pequeña y delgaducha y se siente minúscula contra mi cuerpo, por lo que estrujarla contra mí es algo que tengo que hacer con delicadeza para no sentir que la estoy aplastando — Lo hiciste bien — confieso al final en un tono mucho más suave — pero no quiero que corras directo al peligro la próxima vez al menos que necesitemos de tu ayuda como ocurrió con el almacén. ¿De acuerdo?
Creo que no es una orden disparatada y le doy gracias a mis años de semi paternidad con Beverly para llevarla a cabo. Pero el llanto no me lo espero salir con tanto desespero y su confesión por un momento me hiela la sangre, dejándome notar por qué se ha ido sola en vez de estar ayudando como siempre intenta hacer. Sé el miedo que ha pasado porque yo lo he vivido en carne propia. Conozco la impresión de la cercanía de la muerte por vez primera porque yo tenía su edad cuando me enfrenté por primera vez a un muerto. La aprieto con el abrazo que en su momento nadie me regaló y sonrío cansinamente cuando me acusa de ser igual de cabeza caliente que ella, regalándole un beso en la coronilla — Creo que está en nuestra genética — bromeo para aliviar el ambiente y sin dejar de abrazarla, me alejo un poco para picarle el mentón y obligarla a mirarme — Lo que ocurrió con Craig no fue tu culpa y quizá yo pude haber muerto, pero conozco mis límites y sé cuando puedo meterme en una situación y cuando no. Uno aprende esas cosas con los años y ni hablar de la cantidad de estupideces que he hecho para aprenderlo... — le sonrío con complicidad porque sé que hay muchas historias que ella no conoce, aunque creo que tendremos toda una vida de aburrida supervivencia en el catorce para contárselas — Prometo llevarte a alguna expedición cercana y no muy arriesgada en el futuro si te portas bien y no te metes en problemas. ¿De acuerdo?
¿Le importaba que Kendrick la viese así? No puedo no mirarla como si la idea de Zenda tratando de conquistar a un chico fuese algo completamente nuevo, pero la veo tan angustiada en su discurso que me ahorro cualquier broma en el momento que pueda empeorar su estado. No sé exactamente qué se supone que tengo que decir en un momento como este, pero acabo atrapándola entre mis brazos cuando ella busca consuelo en los mismos y froto su espalda, colocando mi mentón en su cabeza. Es pequeña y delgaducha y se siente minúscula contra mi cuerpo, por lo que estrujarla contra mí es algo que tengo que hacer con delicadeza para no sentir que la estoy aplastando — Lo hiciste bien — confieso al final en un tono mucho más suave — pero no quiero que corras directo al peligro la próxima vez al menos que necesitemos de tu ayuda como ocurrió con el almacén. ¿De acuerdo?
Creo que no es una orden disparatada y le doy gracias a mis años de semi paternidad con Beverly para llevarla a cabo. Pero el llanto no me lo espero salir con tanto desespero y su confesión por un momento me hiela la sangre, dejándome notar por qué se ha ido sola en vez de estar ayudando como siempre intenta hacer. Sé el miedo que ha pasado porque yo lo he vivido en carne propia. Conozco la impresión de la cercanía de la muerte por vez primera porque yo tenía su edad cuando me enfrenté por primera vez a un muerto. La aprieto con el abrazo que en su momento nadie me regaló y sonrío cansinamente cuando me acusa de ser igual de cabeza caliente que ella, regalándole un beso en la coronilla — Creo que está en nuestra genética — bromeo para aliviar el ambiente y sin dejar de abrazarla, me alejo un poco para picarle el mentón y obligarla a mirarme — Lo que ocurrió con Craig no fue tu culpa y quizá yo pude haber muerto, pero conozco mis límites y sé cuando puedo meterme en una situación y cuando no. Uno aprende esas cosas con los años y ni hablar de la cantidad de estupideces que he hecho para aprenderlo... — le sonrío con complicidad porque sé que hay muchas historias que ella no conoce, aunque creo que tendremos toda una vida de aburrida supervivencia en el catorce para contárselas — Prometo llevarte a alguna expedición cercana y no muy arriesgada en el futuro si te portas bien y no te metes en problemas. ¿De acuerdo?
"Lo hiciste bien", era una simple frase pero con un poder impresionante, más para Zenda y mucho más viniendo de él. Trata de calmarse pero en los primeros intentos fracasa como toda una campeona, las lagrimas caían empapando la camisa de su hermano mayor y ella no las podía frenar. Respiró profundo dos, tres, cuatro veces y entonces la risa escapó de sus labios cuando Ben la envuelve en un abrazo que casi la deja sin aire. No se queja, todo lo contrario, corresponde tratando de apretar también los brazos alrededor de él, pero sigue sin descubrir su rostro culpa de la vergüenza. En verdad odiaba llorar y demostrar que aún no era tan fuerte como ella decía.
Que el lobo negociara con ella no era lo que esperaba, así que asiente moviendo la cabeza hacia arriba y abajo. —De acuerdo.
Hubiese mantenido el rostro pegado al torso de su hermano, pero él se apartó y la obligó a levantar el mentón, por consecuencia también tuvo que mirarlo a los ojos.
Esta vez se tragó el llanto y limpió las últimas lagrimas que se deslizaban por sus mejillas con la prenda de él. —¿Yo aprenderé a hacer eso? De los limites...— Pregunta y se remueve para sentarse sobre sus piernas, abraza ahora si el cuello de él que antes no alcanzaba y deja un pequeño beso en la punta de su nariz.
"Prometo llevarte a alguna expedición cercana..." Y no escuchó nada más, ya estaba con los ojos abiertos, emocionada de que la considerara casi lista para llevarla con él sin tener que ir a escondidas. —¡Claro que sí! Lo prometo, estoy lista para ir con ustedes, en verdad lo estoy.— Susurra apretujandolo aún más si era posible.
Se bajó de los muslos de Ben y volvió a su asiento para recuperar el cuchillo que había abandonado en la tierra aún húmeda. —Ben, ¿cómo haces para no tener miedo?— Como no quería que él pensara que era una miedosa, agregó rápidamente. —Pasa que mi amiga muchas veces no hace algunas cosas por miedo y otras veces lo hace solo para no demostrar que tiene miedo, pero si lo tiene.— Sí, aclarando se oscurece, pero Zenda no tenía ni idea de eso. —¿Qué le puedo decir para ayudarla?
Guardó el arma en su cinturón volvió a frotarse la herida en la frente, le picaba y dolía al mismo tiempo. Tal vez luego de aquella conversación iría por fin a enfrentarse a su madre, necesitaba pedirle algunas cosas, pero también decirle otras, ya que durante casi todo el día la había estado evitando.
Que el lobo negociara con ella no era lo que esperaba, así que asiente moviendo la cabeza hacia arriba y abajo. —De acuerdo.
Hubiese mantenido el rostro pegado al torso de su hermano, pero él se apartó y la obligó a levantar el mentón, por consecuencia también tuvo que mirarlo a los ojos.
Esta vez se tragó el llanto y limpió las últimas lagrimas que se deslizaban por sus mejillas con la prenda de él. —¿Yo aprenderé a hacer eso? De los limites...— Pregunta y se remueve para sentarse sobre sus piernas, abraza ahora si el cuello de él que antes no alcanzaba y deja un pequeño beso en la punta de su nariz.
"Prometo llevarte a alguna expedición cercana..." Y no escuchó nada más, ya estaba con los ojos abiertos, emocionada de que la considerara casi lista para llevarla con él sin tener que ir a escondidas. —¡Claro que sí! Lo prometo, estoy lista para ir con ustedes, en verdad lo estoy.— Susurra apretujandolo aún más si era posible.
Se bajó de los muslos de Ben y volvió a su asiento para recuperar el cuchillo que había abandonado en la tierra aún húmeda. —Ben, ¿cómo haces para no tener miedo?— Como no quería que él pensara que era una miedosa, agregó rápidamente. —Pasa que mi amiga muchas veces no hace algunas cosas por miedo y otras veces lo hace solo para no demostrar que tiene miedo, pero si lo tiene.— Sí, aclarando se oscurece, pero Zenda no tenía ni idea de eso. —¿Qué le puedo decir para ayudarla?
Guardó el arma en su cinturón volvió a frotarse la herida en la frente, le picaba y dolía al mismo tiempo. Tal vez luego de aquella conversación iría por fin a enfrentarse a su madre, necesitaba pedirle algunas cosas, pero también decirle otras, ya que durante casi todo el día la había estado evitando.
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Bien, una cosa menos que hacerle entender y que creo que me ha salido bien. Su llanto se mezcla con una risa que me causa gracia a mí y termino dándole unas palmadas mucho más animadas, dejando que se acomode en mi regazo con una pregunta que me tardo en responder con la excusa de que me estoy acomodando bajo su peso a pesar de que básicamente no la siento. La diferencia de contexturas es demasiado grande como para que ella sea una molestia para mí — No sé como explicarlo — le digo con calma, todavía buscando cómo explicar algo que simplemente se aprende y ya — Todos tenemos nuestros límites y creo que cuando lo alcanzas solo lo sabes. Es algo muy personal como para poder indicarlo porque depende de la persona — ¿Le habrá quedado claro así o tengo que encontrar una mejor manera de explicarme? Menos mal que las clases que imparto en la escuela son prácticas sino tendríamos una generación de analfabetos.
Sus besos me hacen sonreír porque son un mimo al cual no estoy acostumbrado y que se siente bien, como un cariño inocente y sincero que a veces me olvido que existe. Le revuelvo el pelo cariñosamente en respuesta justo para cuando ella se emociona y mi primer reacción es moverme para que no me aplaste alguna zona de vital importancia en su sobresalto, levantando las dos manos en el aire al ser víctima de su apacharro — ¡Solo a alguna muy cercana! Deberás obedecerme y no irte por tu cuenta. ¡Y sobretodo ganarte el derecho! — eso significa que si la encuentro o me entero que se ha querido escabullir, adiós trato. A ver si aprende de una vez por todas.
Agradezco en parte cuando vuelve a su lugar porque tanto apretuje estaba empezando a asfixiarme y me levanto para estirar las piernas, haciendo sonar los huesos de mis hombros y mi cuello. Estoy estirando mi espalda cuando la pregunta de Zenda me toma desprevenido y la miro medio torcido, abriendo mis ojos con suave sorpresa —¿Quién dice que no tengo miedo? — le pregunto de inmediato. No sé qué ideas tiene Zenda sobre mí, pero asumir el riesgo es algo que llevo haciendo muchos años porque es mi deber y porque ya me he acostumbrado, lo que no significa que no sienta temor. Sé bien que me está hablando de ella misma porque la conozco, así que me inclino hacia delante para ponerme de cuclillas frente a ella con un largo suspiro que me mueve los pelos despeinados de la frente y me recargo en una de mis rodillas — ¿Sabes? He tenido miedo casi toda mi vida. Primero cuando mi madre murió,luego en los Juegos que es donde más temor he sentido y después de eso, siempre había algo por lo cual estar preocupado — Jamás le he ocultado mi historia como sé que tampoco lo ha hecho papá, así que no tengo que dar explicaciones a pesar de que mantengo la vista gacha, centrada en una flor que está cerca de sus pies al mantener una expresión que me remonta a aquellos años — Pero siempre aprendí a que debo hacerle frente si deseo seguir adelante. No se puede ser valiente sin tener miedo... ¿Entiendes? — cuando levanto los ojos me encuentro con los suyos y le otorgo una sonrisa apesadumbrada — Incluso anoche estaba muerto de miedo porque pensé que iba a perderlos a todos, pero no hubiese ganado nada si me hubiera quedado quieto. Dile a tu amiga que la clave no es no temerle a nada, sino a no dejar que ese sentimiento te gane. ¿De acuerdo?
Sus besos me hacen sonreír porque son un mimo al cual no estoy acostumbrado y que se siente bien, como un cariño inocente y sincero que a veces me olvido que existe. Le revuelvo el pelo cariñosamente en respuesta justo para cuando ella se emociona y mi primer reacción es moverme para que no me aplaste alguna zona de vital importancia en su sobresalto, levantando las dos manos en el aire al ser víctima de su apacharro — ¡Solo a alguna muy cercana! Deberás obedecerme y no irte por tu cuenta. ¡Y sobretodo ganarte el derecho! — eso significa que si la encuentro o me entero que se ha querido escabullir, adiós trato. A ver si aprende de una vez por todas.
Agradezco en parte cuando vuelve a su lugar porque tanto apretuje estaba empezando a asfixiarme y me levanto para estirar las piernas, haciendo sonar los huesos de mis hombros y mi cuello. Estoy estirando mi espalda cuando la pregunta de Zenda me toma desprevenido y la miro medio torcido, abriendo mis ojos con suave sorpresa —¿Quién dice que no tengo miedo? — le pregunto de inmediato. No sé qué ideas tiene Zenda sobre mí, pero asumir el riesgo es algo que llevo haciendo muchos años porque es mi deber y porque ya me he acostumbrado, lo que no significa que no sienta temor. Sé bien que me está hablando de ella misma porque la conozco, así que me inclino hacia delante para ponerme de cuclillas frente a ella con un largo suspiro que me mueve los pelos despeinados de la frente y me recargo en una de mis rodillas — ¿Sabes? He tenido miedo casi toda mi vida. Primero cuando mi madre murió,luego en los Juegos que es donde más temor he sentido y después de eso, siempre había algo por lo cual estar preocupado — Jamás le he ocultado mi historia como sé que tampoco lo ha hecho papá, así que no tengo que dar explicaciones a pesar de que mantengo la vista gacha, centrada en una flor que está cerca de sus pies al mantener una expresión que me remonta a aquellos años — Pero siempre aprendí a que debo hacerle frente si deseo seguir adelante. No se puede ser valiente sin tener miedo... ¿Entiendes? — cuando levanto los ojos me encuentro con los suyos y le otorgo una sonrisa apesadumbrada — Incluso anoche estaba muerto de miedo porque pensé que iba a perderlos a todos, pero no hubiese ganado nada si me hubiera quedado quieto. Dile a tu amiga que la clave no es no temerle a nada, sino a no dejar que ese sentimiento te gane. ¿De acuerdo?
Todos decían que Ben era un cuerpo enorme, que olía mal porque no se bañaba muy seguido, que era gruñón e infinidades de defectos más, pero para Zenda ninguna de esas cosas le parecía algo malo y siempre se decía a si misma que las personas hablaban de eso porque no veían su mejor lado, el lado bueno que ella veía.
Su hermano la cuidaba, la obligaba a comer para que no estuviera débil, le enseñaba muchas tácticas para vencer en una pelea sin la necesidad de tener mucha fuerza, le hacía reír, pero lo que más le gustaba era hablar con él. Era reconfortante escuchar sus consejos, aún si eran malos, para la niña era todo un sabio. Él en lugar de regañarla, le hacía ver sus errores y los corregía, incluso se ponía a su altura para que no se sintiera intimidada por la gran diferencia de altura. En eso se parecía bastante a Echo.
"Cuando alcanzas tú propio limite lo sabes", anotado. —Luego de todas las corridas para intentar apagar el fuego, después del golpe en mi cabeza y de meterme en el almacén para ayudar a Murphy a sacar a Eowyn, estaba muy cansada, me dolía todo...¿Ese era mi limite verdad?— Rascó su barbilla pensativa y estaba a punto de ponerse de pie para seguirlo, pero entonces él se arrodilló frente a ella y no tuvo otra elección que quedarse sentada en el tronco caído.
La confesión de que Ben también tenía miedo hace que abra la boca con sorpresa, la vuelva a cerrar rápidamente para no parecer una tonta y acontinuación juega con los dedos en sus rodillas algo incomoda por lo que le está relatando. Claro que él la había pasado mil veces peor que ella, Zenda tendría que estar consolándolo a él y no al revés.
"...No dejar que ese sentimiento te gane", anotado. —¿Extrañas a tú mamá?— La pregunta sale de su boca antes de pensarla. No quería que él se pusiera raro, así que toma su mano con cuidado y la aprieta como le es posible. —Sé que no es lo mismo pero yo puedo compartir la mía contigo, a Ava y Cale tampoco les va a importar. Además tú también les prestas a tú papá, así que si quieres puedes decirle "mami" o "mamá" en lugar de Arleth. — Una enorme sonrisa se forma en su rostro y luego da un brinco para pararse. No espera a que él responda, lo jala hacia arriba y comienza a caminar hacia el distrito sin soltar el agarre a sus dedos. —Si quiero lavar mi herida, pero quiero que tú lo hagas ...¿puedes no ponerme una venda? Por favor— Cuando una idea se le metía en el cerebro, no se le iba. Si alguien quería ayudarla y no era su hermano, no dejaría que la tocaran.
Su hermano la cuidaba, la obligaba a comer para que no estuviera débil, le enseñaba muchas tácticas para vencer en una pelea sin la necesidad de tener mucha fuerza, le hacía reír, pero lo que más le gustaba era hablar con él. Era reconfortante escuchar sus consejos, aún si eran malos, para la niña era todo un sabio. Él en lugar de regañarla, le hacía ver sus errores y los corregía, incluso se ponía a su altura para que no se sintiera intimidada por la gran diferencia de altura. En eso se parecía bastante a Echo.
"Cuando alcanzas tú propio limite lo sabes", anotado. —Luego de todas las corridas para intentar apagar el fuego, después del golpe en mi cabeza y de meterme en el almacén para ayudar a Murphy a sacar a Eowyn, estaba muy cansada, me dolía todo...¿Ese era mi limite verdad?— Rascó su barbilla pensativa y estaba a punto de ponerse de pie para seguirlo, pero entonces él se arrodilló frente a ella y no tuvo otra elección que quedarse sentada en el tronco caído.
La confesión de que Ben también tenía miedo hace que abra la boca con sorpresa, la vuelva a cerrar rápidamente para no parecer una tonta y acontinuación juega con los dedos en sus rodillas algo incomoda por lo que le está relatando. Claro que él la había pasado mil veces peor que ella, Zenda tendría que estar consolándolo a él y no al revés.
"...No dejar que ese sentimiento te gane", anotado. —¿Extrañas a tú mamá?— La pregunta sale de su boca antes de pensarla. No quería que él se pusiera raro, así que toma su mano con cuidado y la aprieta como le es posible. —Sé que no es lo mismo pero yo puedo compartir la mía contigo, a Ava y Cale tampoco les va a importar. Además tú también les prestas a tú papá, así que si quieres puedes decirle "mami" o "mamá" en lugar de Arleth. — Una enorme sonrisa se forma en su rostro y luego da un brinco para pararse. No espera a que él responda, lo jala hacia arriba y comienza a caminar hacia el distrito sin soltar el agarre a sus dedos. —Si quiero lavar mi herida, pero quiero que tú lo hagas ...¿puedes no ponerme una venda? Por favor— Cuando una idea se le metía en el cerebro, no se le iba. Si alguien quería ayudarla y no era su hermano, no dejaría que la tocaran.
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— Es más... un límite mental que físico — intento explicarme haciendo ademanes con las manos como si sirviese de algo, pero parezco más un mono con retraso que una persona tratando de explicar las emociones del crecimiento y aceptación de nuestros errores — Cuando se es adolescente y no tan adolescente, crees que puedes con todo y la verdad es que no. Nadie es tan fuerte. — si le contase la cantidad de veces que he estallado en llanto y frustración a su edad no me creería, aunque menos lo haría si admitiera en voz alta que a veces sigo haciéndolo, aunque con menos frecuencia. He aprendido a dejar muchas cosas atrás, pero eso no significa que todavía algunas me afecten.
Noto la sorpresa ante mi declaración pero la verdad es que no tendría que tenerla. Seré todo lo alto y fuerte que quiera, pero sigo siendo humano y mucho más débil de lo que todos piensan; creo que es cuando tienes una cicatriz que se abre de vez en cuando aunque todo el mundo piense que está completamente curada. En el catorce nos acostumbramos tanto a sobrevivir que nos hemos olvidado lo que algunas vez fuimos, pero fingir que nunca ha ocurrido no es algo que se me diera bien.
Que me pregunte por mi madre me toma desprevenido y desvío la mirada una vez más, arrancando con falso interés la flor que había estado observando antes a sus pies como si de verdad fuese algo que tenía premeditado y no una acción para evitar sus ojos. Papá habla poco de mi mamá y con el tiempo he aprendido que no era porque la hubiese olvidado, sino porque el simple recuerdo era demasiado doloroso. No puedo evitar la sonrisa afligida mientras le pongo la flor detrás de la oreja, sabiendo que llamar por ese título a Arleth sería de lo más extraño a estas alturas de mi vida — Obvio que la extraño. Pero ella murió cuando yo era muy pequeño y apenas me acuerdo de su rostro — triste, pero cierto — Pero sí puedo decirte que cocinaba genial y cantaba muy lindo, aunque era horrible con la puntualidad y siempre llegábamos tarde al colegio y teníamos que ir corriendo con el desayuno en la garganta y completamente despeinados. Esa es mi madre, Zen, y estoy conforme con ello así que no necesito otra para que me cuide porque he aprendido a cuidarme solo. Además con papá es suficiente... ¿O quieres a alguien más diciéndome que me consiga una mujer? — acabo bromeando para aligerar el ambiente, dándole un pellizco confidencial en una de las costillas.
Cuando creo que he quedado claro me dejo jalar hasta estar de nuevo de pie y asiento ante su petición, rodeándola con un brazo sobre los hombros para caminar juntos hacia el distrito — ¿Desde cuándo te quieres ver bien para los chicos? — acabo preguntando en tono divertido, sabiendo que no conseguiré una verdadera respuesta. En pocos minutos bordeamos las casas y nos encaminamos hasta la mía, que por suerte se encuentra intacta gracias a su lejanía y la dejo entrar primero. Me toma poco tiempo encontrar mi botiquín y la obligo a sentarse en el sofá, usando unos minutos para limpiar su herida con alcohol hasta que creo que no hay absolutamente nada más que hacer — Creo que cicatrizará rápido. Tuviste suerte, la verdad.
Noto la sorpresa ante mi declaración pero la verdad es que no tendría que tenerla. Seré todo lo alto y fuerte que quiera, pero sigo siendo humano y mucho más débil de lo que todos piensan; creo que es cuando tienes una cicatriz que se abre de vez en cuando aunque todo el mundo piense que está completamente curada. En el catorce nos acostumbramos tanto a sobrevivir que nos hemos olvidado lo que algunas vez fuimos, pero fingir que nunca ha ocurrido no es algo que se me diera bien.
Que me pregunte por mi madre me toma desprevenido y desvío la mirada una vez más, arrancando con falso interés la flor que había estado observando antes a sus pies como si de verdad fuese algo que tenía premeditado y no una acción para evitar sus ojos. Papá habla poco de mi mamá y con el tiempo he aprendido que no era porque la hubiese olvidado, sino porque el simple recuerdo era demasiado doloroso. No puedo evitar la sonrisa afligida mientras le pongo la flor detrás de la oreja, sabiendo que llamar por ese título a Arleth sería de lo más extraño a estas alturas de mi vida — Obvio que la extraño. Pero ella murió cuando yo era muy pequeño y apenas me acuerdo de su rostro — triste, pero cierto — Pero sí puedo decirte que cocinaba genial y cantaba muy lindo, aunque era horrible con la puntualidad y siempre llegábamos tarde al colegio y teníamos que ir corriendo con el desayuno en la garganta y completamente despeinados. Esa es mi madre, Zen, y estoy conforme con ello así que no necesito otra para que me cuide porque he aprendido a cuidarme solo. Además con papá es suficiente... ¿O quieres a alguien más diciéndome que me consiga una mujer? — acabo bromeando para aligerar el ambiente, dándole un pellizco confidencial en una de las costillas.
Cuando creo que he quedado claro me dejo jalar hasta estar de nuevo de pie y asiento ante su petición, rodeándola con un brazo sobre los hombros para caminar juntos hacia el distrito — ¿Desde cuándo te quieres ver bien para los chicos? — acabo preguntando en tono divertido, sabiendo que no conseguiré una verdadera respuesta. En pocos minutos bordeamos las casas y nos encaminamos hasta la mía, que por suerte se encuentra intacta gracias a su lejanía y la dejo entrar primero. Me toma poco tiempo encontrar mi botiquín y la obligo a sentarse en el sofá, usando unos minutos para limpiar su herida con alcohol hasta que creo que no hay absolutamente nada más que hacer — Creo que cicatrizará rápido. Tuviste suerte, la verdad.
La verdad era que todo eso del limite mental o físico todavía no lo entendía muy bien, pero sabía que si decía algo Ben no avanzaría jamás y se quedarían toda la tarde sentados en el campo de entrenamiento. Asintió con la cabeza buscando la salida más rápida y terminando de secar las últimas lagrimas en sus ojos, observó como él escondía el rostro cuando hablaba de su madre.
La flor en su oreja la hace sonreír, era un regalo muy bonito de su parte y a eso se refería cuando hablaba del lado bueno de Ben que no muchos veían. Ella no podía observar a su hermano mayor de aquel modo, triste, así que volvió a lanzarse contra él, lo abrazó con todas sus fuerzas para luego dejarlo ir, tampoco era cuestión de quitarle el aire y matarlo.
—No necesitas una novia, Echo dijo que ellas son muy molestas y que por eso prefiere la compañía de su gato. Tú tienes a Gigi y me tienes a mi, no necesitas nada más— Le explicó con naturalidad, como si estuviese diciendo la verdad más absoluta del universo. —Tú mamá suena a que era muy bonita y estoy segura que donde sea que este ahora, está muy orgullosa y feliz por ti.
Estiró el brazo para rodear las caderas de él en la caminata hacia su casa y trató de dar pasos rápidos y grandes para no quedarse atrás e ir al mismo ritmo. La nueva pregunta le saca una carcajada y levanta el mentón poniendo los ojos en blanco. —No quiero verme bien para los chicos, pero tampoco quiero ser el payaso que los anima. Con esa venda se iban a reír mucho de mi, ya soy suficientemente rara cambiando de color, no necesito nada más.
Una vez sentada en el sofá, mientras esperaba que su hermano encontrara el botiquín, recordó la letra de una canción muy antigua. —Sabes, yo también puedo cantarte algo si quieres. Tú mamá seguro que lo hacía mejor, pero puedo intentarlo.— Y la suavidad con la que hablaba quedó en el pasado, porque apenas el alcohol tocó la herida, gritó y separó su rostro dando un cabezazo hacia atrás. Ardía. —¡BEN! Con cuidado.— Pidió temiendo a acercarse otra vez, sin embargo lo hizo porque si no era eso, era ir con su madre y ella si que le pondría de nuevo un vendaje más grande que su cabeza.
Cerró los ojos mordiendo su labio inferior, entretanto él terminaba de pasar la gasa con el desinfectante. Con el veredicto del hombre lobo, acerca de su herida, se separó soltando un suspiro de alivio. —Muchas gracias...
La flor en su oreja la hace sonreír, era un regalo muy bonito de su parte y a eso se refería cuando hablaba del lado bueno de Ben que no muchos veían. Ella no podía observar a su hermano mayor de aquel modo, triste, así que volvió a lanzarse contra él, lo abrazó con todas sus fuerzas para luego dejarlo ir, tampoco era cuestión de quitarle el aire y matarlo.
—No necesitas una novia, Echo dijo que ellas son muy molestas y que por eso prefiere la compañía de su gato. Tú tienes a Gigi y me tienes a mi, no necesitas nada más— Le explicó con naturalidad, como si estuviese diciendo la verdad más absoluta del universo. —Tú mamá suena a que era muy bonita y estoy segura que donde sea que este ahora, está muy orgullosa y feliz por ti.
Estiró el brazo para rodear las caderas de él en la caminata hacia su casa y trató de dar pasos rápidos y grandes para no quedarse atrás e ir al mismo ritmo. La nueva pregunta le saca una carcajada y levanta el mentón poniendo los ojos en blanco. —No quiero verme bien para los chicos, pero tampoco quiero ser el payaso que los anima. Con esa venda se iban a reír mucho de mi, ya soy suficientemente rara cambiando de color, no necesito nada más.
Una vez sentada en el sofá, mientras esperaba que su hermano encontrara el botiquín, recordó la letra de una canción muy antigua. —Sabes, yo también puedo cantarte algo si quieres. Tú mamá seguro que lo hacía mejor, pero puedo intentarlo.— Y la suavidad con la que hablaba quedó en el pasado, porque apenas el alcohol tocó la herida, gritó y separó su rostro dando un cabezazo hacia atrás. Ardía. —¡BEN! Con cuidado.— Pidió temiendo a acercarse otra vez, sin embargo lo hizo porque si no era eso, era ir con su madre y ella si que le pondría de nuevo un vendaje más grande que su cabeza.
Cerró los ojos mordiendo su labio inferior, entretanto él terminaba de pasar la gasa con el desinfectante. Con el veredicto del hombre lobo, acerca de su herida, se separó soltando un suspiro de alivio. —Muchas gracias...
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Si mi madre estaba orgullosa de mí es algo que nunca voy a saber y la verdad es que a veces agradezco que haya muerto para evitarle el sufrimiento de todas las cosas que ocurrieron después. Me ahorro el decirle que la necesidad de una novia no tiene nada que ver con el cariño de una mascota o una hermana porque sé que no es cosa mía darle ese tipo de explicaciones y solamente asiento como si ella tuviera la razón; tampoco es que voy a morirme por solterón. — No eres rara porque tu pelo cambia de color... ¿O qué crees que dirían de mí si a alguien por aquí le importasen esas cosas? — lo que me gustaba del catorce es que nuestro estándar de normalidad era demasiado amplio. Todos teníamos la supervivencia en común y era bueno ver como juzgarnos jamás había sido parte del plan.
La risa se me ahoga y pierde entre los labios cuando me ofrece una canción y niego con la cabeza, apenas alejando la mano cuando ella se queda del ardor — Creí que eras la gran y fuerte Zenda. ¿Y te molesta un poco de alcohol? — me mofo para molestarla aunque amplío mi sonrisa. Al final me levanto, dejo el alcohol en su sitio y lanzo lo que he utilizado a la basura, limpiándome las manos en un balde de agua fría que tengo en uno de los rincones. Al final le suelto unas gotitas en la cara al sacudir mis dedos — No es nada, Zen. Y no necesito que me cantes... me pone incómodo hasta cuando me cantan el feliz cumpleaños — que creo que es algo normal pero inevitable.
Me apoyo un poco en la cocina y desvío la mirada hacia la ventana, observando un árbol agitarse frente al viento que aún sopla con fuerza luego de la tormenta que hubo anoche. Gigi ronca en mi cama y la puego escuchar desde aquí, cosa que no es sorprendente porque mi casa es pequeña y acabo con bufar de muy mala gana — Deberías ir con tu madre y darle algo de ayuda — comento, despegándome del mueble una vez más con intenciones de ponerme en movimiento — Juntaré algunas de las cosas que tengo que puedan ser útiles y también iré. No deberíamos quedarnos haciendo el vago.
Y así es como damos por terminado nuestro encuentro. Quizá no doy los mejores consejos, pero ruego de corazón que me escuche y le sean de utilidad alguna vez en su vida. En especial si desea sobrevivirla cuerda.
La risa se me ahoga y pierde entre los labios cuando me ofrece una canción y niego con la cabeza, apenas alejando la mano cuando ella se queda del ardor — Creí que eras la gran y fuerte Zenda. ¿Y te molesta un poco de alcohol? — me mofo para molestarla aunque amplío mi sonrisa. Al final me levanto, dejo el alcohol en su sitio y lanzo lo que he utilizado a la basura, limpiándome las manos en un balde de agua fría que tengo en uno de los rincones. Al final le suelto unas gotitas en la cara al sacudir mis dedos — No es nada, Zen. Y no necesito que me cantes... me pone incómodo hasta cuando me cantan el feliz cumpleaños — que creo que es algo normal pero inevitable.
Me apoyo un poco en la cocina y desvío la mirada hacia la ventana, observando un árbol agitarse frente al viento que aún sopla con fuerza luego de la tormenta que hubo anoche. Gigi ronca en mi cama y la puego escuchar desde aquí, cosa que no es sorprendente porque mi casa es pequeña y acabo con bufar de muy mala gana — Deberías ir con tu madre y darle algo de ayuda — comento, despegándome del mueble una vez más con intenciones de ponerme en movimiento — Juntaré algunas de las cosas que tengo que puedan ser útiles y también iré. No deberíamos quedarnos haciendo el vago.
Y así es como damos por terminado nuestro encuentro. Quizá no doy los mejores consejos, pero ruego de corazón que me escuche y le sean de utilidad alguna vez en su vida. En especial si desea sobrevivirla cuerda.
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