OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Breathalyzer
El distrito seis. Si hay un lugar que tiene mis mejores recuerdos grabados en sus calles y en cada esquina, es éste. No voy a decir que puedo quejarme de lo que es mi vida en la actualidad; tengo un trabajo que me agrada a pesar de que jamás me imaginé dentro de la política, una esposa que he querido desde que tengo uso de razón y una hija que cada día me recuerda el por qué elegí estar donde estoy. Pero este sitio es un golpe a la nostalgia, a los años que pasaron y a personas que he perdido la esperanza de volver a ver, sabiendo que las elecciones nos han guiado por caminos diferentes. ¿Me arrepiento? Pues obvio que sí, de muchas cosas, en especial de no abrir los ojos a tiempo, pero no puedo solucionarlo. Al menos no tan fácil.
Es una tarde calurosa para ser otoño así que mis prendas son frescas y claras mientras avanzo por las calles que antes recorría todos los días con un Seth quisquilloso por tener que acompañarme a trabajar. Por lo general íbamos cansados porque nos habíamos quedado jugando con alguna de las consolas que teníamos en casa o porque nos dolía la tripa después de una competencia de comida, pero creo que puedo decir que no fue una mala crianza después de todo. Sí, quizá mi hijo se había fugado con un muggle, pero siempre he apostado que no lo hubiese hecho si no fuese porque su madre no escuchó jamás lo que tenía para decir. Los niños son frágiles y no puedo decir que Seth no hubiese estado roto.
Cuando me freno justo delante del bar que he administrado hace mucho tiempo se me pinta una ligera sonrisa antes de empujar la puerta verde que tan bien conozco, encontrándome en un ambiente que parece haberse congelado en el tiempo, tal y como lucía hace más de quince años. Creo que solo la televisión es más moderna y hay una nueva camarera, pero incluso las cortinas son las mismas que elegí una vez que había decidido darle un toque moderno que ahora ya no lo es tanto. Detràs de la barra puedo divisar la ahora calva cabeza de Richard, a quien llamo con un chistido antes de que se asombre y me estreche entre sus regordetes brazos. Palabras van, palabras vienen, promesas de que la casa invita de más, hasta que finalmente me siento en uno de los taburetes de la barra junto a una mujer rubia que me toma un segundo en reconocer.
— Vaya... — bromeo, tomando una carta para esconderme detrás de ella interesado en las pequeñas letras — El distrito seis es bastante grande, así que jamás esperé verte aquí, Talysa.
Octubre - Bar - Talysa
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Breathalyzer
Con el paso de los años me había resignado a ciertas cosas, había adquirido hábitos, había creado normas, había aprendido que la soledad no es un estado temporal que se solucione una noche bailando bajo los focos, o con unas risas y un café en la sala de descanso del trabajo; No, la soledad es algo más profundo, más sincero. Algo que yo no disfrutaba, pero que necesitaba para poder seguir llevando la vida que tenía por aquel entonces. Algo que simplemente, no tenía una solución sencilla.
Cruzo las piernas relajadamente. Estoy sentada sobre un taburete en la barra de un bar que ya me conoce. Suelo venir aquí desde que me mudé al distrito, me da seguridad. Y para que negarlo, el tipo que atiende la barra se ha convertido en mi mejor amigo; Él no lo sabe, probablemente ni siquiera recuerde como me llamo, pero estoy segura que es la cara amistosa que más a menudo veo, sin incluir las del trabajo.
Norma numero 1: Las relaciones personales tienen que ser a corto plazo o inexistentes.
La puerta del bar se abre y yo la ignoro, estoy demasiado ocupada en llevarme la copa a los labios y dar un trago; El sabor dulce acaricia mi paladar y quema unos segundos en mi garganta.
No soy una alcohólica, ni siquiera estoy segura de que me guste beber, mi tolerancia es desde hace años bastante alta, me cuesta encontrar el punto en el que el mundo se vuelve menos cruel, por no decir que nunca lo encuentro. Lo que si se es que me da libertad para relacionarme. Por algún motivo social verme beber ayuda a la gente, sobre todo a los hombres, a acercarse a mi. Es imposible saber cuantas veces he escuchado eso de ”que hace una chica como tu, en un lugar como este, tan sola”, ya hasta tengo frases ingeniosas para responderles. Me resulta divertido y si la conversación no interesa, siempre puedo irme a casa diciendo que me duele la cabeza.
Una voz me saca de mis pensamientos, automáticamente pienso que ya tengo entretenimiento para un rato. Dice mi nombre, el real. Frunzo el cejo brevemente, normalmente suelo presentarme con otros nombres, nombres que hagan imposible mi búsqueda o que dejen claro en los días siguientes al encuentro que le he mentido y me da igual. Mis ojos intentan atravesar la carta que a tomado como protección mi nuevo compañero de barra.
-Eso solo quiere decir que no pasas mucho por aquí, últimamente. - Respondo esbozando una sonrisa cordial que está muy lejos de reflejar mis sentimientos reales en ese momento. -¿Tan mal nos llevamos que te me escondes?- Podría conocerlo de tantas cosas que si no se me a ocurrido ya quien es, no vale la pena intentar ubicarlo. Mi lista de amigos es muy breve, pero la de conocidos es infinita. -Si fue por lo de la otra noche en la playa...yo no tuve la culpa. -Invento. -Y si te debo dinero, tampoco. - Bromeo, intentando quitarme tensión a mi misma, porque es evidente que si no esperaba encontrarme en aquel sitio, no nos hemos visto ultimamente.
Octubre - Bar - A. Sean Niniadis
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Nunca he conocido a Talysa a la perfección, pero mi trabajo me ha obligado a conocer a todas aquellas personas con algún cargo importante en cada uno de los distritos para saber que tenemos a nuestra población controlada, con la gente decente en los puestos más altos. Muchos dirán que es una orden extremista, pero Jamie tiene sus razones para no desear a cualquiera dando órdenes y yo no soy quien para negar que eso sea cierto.
La voz de la rubia murmura palabras que me hace preguntarme si está ebria o solo bromea, por lo que saco mis ojos de la lista de cervezas que tan bien conozco para fijarme en ella y su semblante, admirando su perfil a contraluz. No tengo ni la menor idea de sus problemas personales ni mi interesa saberlo, pero algo en su aura me indica que no se encuentra precisamente bien — Creo que no me debes dinero — declaro con diversión y dejo la carta, haciéndole una seña a Richard para que me haga el favor de prestarme atención dos minutos antes de continuar atendiendo — Y creo que no me has hecho nada por lo que tenga que estar enojado contigo — le señalo a mi amigo un porrón de cerveza negra y le agradezco con una sonrisa y una palmada en el hombro antes de que se marche, dejándome libre para acomodarme y verla mejor.
Cualquiera diría que Talysa Glace es una mujer bonita, pero para mí siempre fue simplemente particular. Intento adivinar cuanto de broma cuanto de cierto tienen sus palabras, hasta que suelto una ligera risa — ¿No me recuerdas? — pregunto. No nos hemos visto casi nada, pero la mayoría de las personas me reconoce por el simple hecho de aparecer constantemente en la televisión — Quizá el alcohol te ha nublado la memoria — bromeo, alzando la vista hacia el partido de Quidditch amistoso que están televisando — Tampoco puedo decir que nuestros encuentros fuesen en verdad memorables, así que no me siento ofendido.
Octubre - Bar - Talysa
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Su rostro se aparta de la carta para mirarme; Mis palabras han logrado el efecto deseado, su escondite ya no es tan entretenido como intentar adivinar en mi semblante si estoy hablando en serio o no. Por desgracia para él, estoy demasiado acostumbrada a ocultar mis pensamientos, jamás adivinara cuanto de verdad hay en mis palabras, que es probablemente, más de lo que estoy dispuesta a admitir aquí.
Se quien es; Su nombre es Andrew Sean Niniadis. Sale en la televisión más de lo que yo consideraría cómodo, y creo que también le he visto en alguna revista del corazón de la sala de descanso del hospital. No estoy segura. Está casado con la mujer más poderosa que existe actualmente y mirándolo detenidamente, creo que es uno de esos hombres acostumbrados a que le bailen el agua. Meras suposiciones.
-Me quitas un peso de encima, no tenía pensado irme todavía. - Continuo con la broma, ahora que se quien es estoy un poco más tranquila. Efectivamente, nos conocemos, poco, pero nos conocemos. Ocupa un puesto en el consejo y puedo intuir que uno de sus deberes es conocer a los jefes de las diferentes áreas de medicina de los distritos. No me considero muy importante, la verdad, soy Jefa del área de Heridas provocadas por criaturas mágicas, del distrito más bajo que tiene hospital. Alguna vez me han ofrecido cambiar de distrito, pero siempre me he negado. Igual que me especialicé por razones personales, no debo cambiar de distrito.
Norma numero 2:Contra más bajo es el distrito, menos importancia tienes y pasar desapercibido es más sencillo.
-¿Que te trae por aquí? No te hacia hombre de bares. - No se mucho de él. Bueno, no se mucho más de lo que ya he dicho, parece un tipo interesante, uno de esos a los que no hay que acercarse con malas intenciones porque esta muy casado, y además, con una mujer que seguramente pueda matarte sin que nadie se entere, o mejor dicho, sin que a nadie le importe; Vuelvo a colocar la copa en mis labios y bebo. El partido de Quidditch no es de mi interés pero es inevitable que la vista s eme vaya de vez en cuando al movimiento. Instintos.
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Sus palabras me quitan una risa cargada de ligera ironía y dejo de mirarla para admirar el sitio que alguna vez conocí como la palma de mi mano. Creo que algunas de las personas que se encuentran a nuestro alrededor son clientes habituales, porque podría apostar que el anciano de la esquina que lee su diario muy apaciblemente es alguien que conozco y que he atendido alguna vez. Es irónico como las cosas cambian con los años y como pude haber pasado de alguien que servía cervezas y limpiaba una barra a ser quien soy el día de hoy. Las vueltas de la existencia.
Su pregunta me toma desprevenido y por el tono que emplea asumo que me ha recordado, haciendo que una vez más me gire hacia ella con expresión pensativa. Me tardo en dar una respuesta porque Richard desliza el porrón de cerveza por la barra y tengo que cerrar los dedos alrededor del mismo con un agradecimiento y doy un trago, sintiendo el clásico sabor artesanal patinar por mi garganta con una familiaridad que había extrañado más de lo que soy capaz de admitir.
— Irónicamente lo soy o al menos lo era — declaro con pura calma, relamiendo el sabor de mis labios mientras apoyo la pinta con sumo cuidado en la barra — Solía hacerme cargo de este lugar hace muchos años. El encargado es mi antiguo socio — lo señalo vagamente con un movimiento de la cabeza para darme a entender y alzo uno de mis hombros como si pasar de ser un barman a un político fuese cosa de todos los días, aunque sé bien que estoy donde estoy porque soy una de las pocas personas en las que Jamie confía desde que tiene memoria. Omito toda la parte de que mi hijo era mi ayudante en esas épocas y que prácticamente le regalaba sus propinas, para desviar la atención de la conversación — ¿Y tú? ¿Eres una cliente habitual o solo te he encontrado por mera casualidad del destino?
Octubre - Bar - Talysa
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Dejo la copa de nuevo en la mesa y centro mi atención en él; No soy la persona más sociable del mundo, como ya he dicho anteriormente mis amigos se cuentan con los dedos de una sola mano y aún así me sobra dos, pero... se ser agradable. El mundo me a enseñado que las personas aparentemente solitarias llaman más la atención. Ser capaz de entablar conversaciones amenas con desconocidos como si fueran amigos de toda la vida a sido y es una defensa poderosa.
-Tabernero. -La palabra suena antigua y poco sofisticada pero estoy casi segura de que él sera capaz de corregirla con una sonrisa, si le place. - Como has subido el nivel...-Mi tono deja claro que estoy de broma, no quiero que piense que le estoy llamando enchufado ni nada por el estilo, su vida persona es cosa suya y no siento un ápice de envidia hacia él; Tiene que haber sido terriblemente duro ser juzgado por amar a alguien de tu misma sangre.
Su pregunta me hace encoger los hombros levemente imitandole. Yo también intento restarle importancia a preferir estar en un bar a altas horas de la noche, que en casa. Esta sociedad nos a enseñado así, que debemos restarle importancia a nuestras debilidades o miedos, a esconderlos bajo capas de tierra seca y sal, como si no pasara nada; Sonrió.
-Creo que pronto me darán la contraseña de la entrada vip.- En realidad, estoy segura de que si dicha contraseña existiera ya me la habrían dado, soy una clienta habitual ideal: No molesto al barman, no armo alborotos, no dejo deudas y bebo más de lo normal sin dejar fluidos corporales en ninguna zona, ni que tengan que mandarme a casa semiinconsciente.-Aunque si me la chivas tu, prometo no decir nada. -Le sonrió con aire confidencial , como le sonreiría una chica agradable al ex dueño de un bar del que quiere saber más de lo que sabe; No, no es cierto, en realidad no me interesa demasiado la historia del sitio, pero es mejor crear una conversación insustancial que empezar a rascar en los motivos que nos han llevado a ambos a sentarnos en aquel bar a beber. Porque da igual lo que él piense: Que si el pasado, que si la nostalgia, que si los viejos compañeros...
Estar en un bar a altas horas de la noche, bebiendo sin tu pareja o amigos, es señal de que algo no anda bien del todo en tu interior, o si. ¿Que se yo realmente de relaciones y amigos?
-Vengo desde hace algunos años. Bueno, desde que me mudé al distrito, no me queda demasiado lejos de casa.- Y para que engañarnos, si me quedara lejos tampoco me importaría demasiado; Vendría igual.
Cambio el cruce de piernas sutilmente y acaricio la esbelta figura de la copa distraídamente, posando mis azules ojos sobre el liquido azulado que mengua a gran velocidad. Siempre hay algo solitario y oscuro en las personas que están solas en los bares, historias que no quieren contar y que aveces se cuentan solas.
Octubre - Bar - A. Sean Niniadis
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Sin disimulo o problema me río honestamente ante ese comentario, moviendo mi cabeza de un lado al otro como si sopesara sus palabras — Bueno, no te equivocas. Ha sido un cambio mucho más drástico del que hubiese esperado — o deseado. La política jamás fue lo mío pero mi gente me necesitaba, mi prima me necesitaba, así que opté para mantenerme sereno y con la cabeza fría frente a un montón de cambios que en su momento estuvieron por asfixiarme. Por suerte he sabido acomodarme y puedo decir que hoy en día soy una persona cómoda con lo que le ha tocado vivir, a pesar de las peleas y los desacuerdos que pueden nacer dentro de mi dormitorio.
Disfruto de la cerveza como si fuese la primera vez en una eternidad que pruebo una así que no le respondo de inmediato, tratando de recordar a nuestros clientes especiales de años atrás aunque solo recuerdo a una mujer que venía todos los días a tomar una copita de jerez antes de irse a continuar con su trabajo. Una señora encantadora aunque algo extraña, si puedo decirlo — Si tuviese un dato así no lo compartiría. Al menos no sin asegurarme unas copas a cambio — declaro. Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, ese siempre fue mi lema al hacer negocios y puedo decir que lo he puesto en práctica en más de una ocasión durante estos años.
— ¿De dónde eres en realidad? Sé que lo leí cuando nos conocimos, pero no puedo guardar memoria sobre todas las personas con las que me cruzo en el trabajo, si me lo perdonas — confieso. Con un trago generoso mi cerveza se vacía, dejándome con un sabor perfecto en la boca por unos minutos antes de que empuje la jarra con cuidado de no tirarla al piso y me acerco un platillo de maní. Soy amigo de conversar con las personas cuando no tengo nada mejor que hacer pero también sé cuando quedarme callado y en caso de que ella no desee responder mis preguntas, siempre puedo disculparme y enfrascarme en una nueva bebida hasta que sea hora de volver a casa y mi actual realidad. Metiéndome un maní en la boca, la observo de soslayo — No tienes pinta de en verdad pertenecer a este lugar.
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Mi linea de vida había sido mucho más evidente que la suya; Si alguien hubiese llevado una crónica de mi vida, seguramente no se verían sorprendidos por ninguna de mis decisiones. He cometido errores, como todos. Pero cualquier lector de dicha crónica podría, sin rascar mucho en mis secretos , decir que seguí los caminos más fáciles y evidentes; Tal vez por eso mi historia es tan convincente, puedo omitir tantos detalles sin que nada parezca fuera de lugar... ¿Habría sido mi vida igual? Lo dudo.
- Por dios señor Niniadis, está muy feo pedirle a una persona que seguramente cobra la mitad que usted, que invite. -Es broma, aunque en todas las bromas hay verdades ocultas. -Aunque todo sea por la contraseña, la próxima la pago yo. - Digo totalmente enserio terminandome mi copa y pidiendo otra; Le escucho, le presto atención y vuelvo a sonreír.
-Estas perdonado. -Mi vida se basaba en intentar que la gente no me recordara, que él no lo hiciera, era bueno para mi, a pesar de que la pregunta no vaya enfocada a nada que merezca la pena esconder. -Me crié en el nueve. - Pero tengo constancia de que no nací allí, si soy sincera no tengo ni idea de donde nací, supongo que en algún punto de los distritos más bajos, o tal vez, incluso en los exteriores, ni idea. Mis primeros recuerdos son llegando al nueve. -No se a ciencia cierta donde nací.-Me encojo de hombros, sin decir nada más al respecto; Él tiene razón, no pertenezco a este lugar...ni a ningún otro.
-¿Y tú? ¿De donde vienes y a donde vas? - Seguramente lo interpretase como una broma más, pero lo cierto es que era una buena pregunta.
¿Que caminos toman las personas que nos gobiernan? ¿Que caminos toman aquellos de los que debo esconderme?
Octubre - Bar - A. Sean Niniadis
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Mi rostro se torna en una expresión de obviedad contenida, ladeándola hacia un costado como si de verdad estuviese considerando que ella tuviese esa idea sobre mí justo antes de dejar escapar una risa furtiva — Hablaba de que me compartas del vip. No soy tan egoísta como para cobrar por unos tragos que puedo conseguir gratis. ¿En qué clase de hombre me transformaría eso? — en uno mucho más desagradable que el que me considero, sin ninguna duda. El alcohol siempre ha sido algo que se comparte, ese ha sido mi lema por muchos años.
No sé muy bien por qué, pero no me toma por sorpresa en lo absoluto que no sepa dónde nació; hay algo en las personas con historias poco comunes que siempre salta a la vista, como si en sus sombras algo gritase que allí se encontraba un individuo particular. No me atrevo a preguntar exactamente por qué no sabe de sus raíces porque primero, no es de mi incumbencia y segundo, no soy absolutamente nadie para aparecer en un bar, hablarle y desear sacarle información tan personal. Así que solo me llevo el maní a la boca y tuerzo mi rostro en una mueca que indica claramente que la he escuchado.
— ¿De donde vengo? De aquí. Antes de todo esto no tenía mucha idea de la vida fuera del seis, a excepción de algunas visitas esporádicas. Tuve una novia en el distrito ocho por un tiempo cuando era muy joven — quizá no soy un anciano pero la cantidad de cosas que he vivido me ha hecho sentir siempre que soy mucho más viejo de lo que aparento. Estoy más allá de la mitad de mi vida y posiblemente, esto es lo que haga hasta el día que me muera — ¿Y hacia dónde voy? No sabría decirlo. Tener una hija pre-adolescente siempre te ata de una manera u otra así que de momento mi lugar está junto a mi familia, donde sea que ellos decidan ir — Hero aún es pequeña así que tendré que mantenerme a su lado hasta que ella sea una adulta. Y todo el mundo sabe que jamás dejaré a Jamie sola. — ¿Tú tienes hijos?
Con un último maní enroscado en mi lengua me limpio las manos con una servilleta de papel que saco del servilletero que tengo delante y me quito la sal de las yemas, arrugándola luego entre mis dedos hasta formar una pequeña bolita que lanzo del otro lado de la barra, embocando justo en el cesto de basura que se encuentra a la vista. Una vieja costumbre — ¿Deseas alguna otra bebida? Puedo conseguir alguna sin cargo — le recuerdo y llamo a mi ex socio con la mano para que se acerque a nosotros — Tómalo como pago por interrumpir tu paz y no dejarte tranquila.
Octubre - Bar - Talysa
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Su pregunta es retorica, pero yo no puedo evitar pensar en una respuesta para él: "...en uno con mucho dinero." Por supuesto no lo digo. De todos es sabido que por regla general, las personas mejor acomodadas son aquellas que no tienen escrúpulos, aquellas a las que les da igual pisar cabezas si sacan beneficio de ello; Sean no parece ese tipo de persona, o al menos, no quiere parecerlo. Y yo no soy quien para juzgar a nadie, así que simplemente le sonrió como respuesta y continuamos hablando.
Que el consejero pertenezca al seis me sorprende pese a que no debería hacerlo. El extremado cambio de gobierno de hace años, hizo que los que estaban peor posicionados, alcanzaran la cima, y que los que estaban en le cima, se convirtieran en esclavos; Algunos lo llamaban justicia, otros piensan que estamos repitiendo los pecados de los que nos sometieron, y otros... como yo, sabemos que nuestra situación no va a mejorar gobierne quien gobierne; Los licántropos estamos malditos y todo el mundo lo sabe, no encontraremos nunca un gobernante que nos quiera dentro de su sociedad.
¿Tú tienes hijos?
-No. - No tardo más que un par de segundos en responderle, sin poder evitar dedicarle un breve pensamiento a la que debería llamarme mamá. Pero por supuesto, madre es la que cría, no la que engendra; Así que yo no soy más que una doctora en su vida, una desconocida simpática que sana sus heridas. Al menos le hago algún bien.
-La vida de los adictos al trabajo no deja tiempo para tener hijos. -No hay pena en mis palabras, he simplificado mucho mi vida. Soy lo que soy, lo tengo asumido, la soledad no me duele. O al menos eos me digo mientras termino otra copa. ¿Cuantas llevo ya? Seguramente debería empezar a finjir que me afecta.
-Oh em... claro, ponme otra. - Sinceramente pensaba rechazarlo, pero que el barman me mire con una radiente sonrisa me hace pensar que es mala idea. No quiero que me recuerde como la que rechazo una copa gratis. Y lo habitual en estos caso suele ser beber; El hombre se retira y yo miro al consejero de nuevo, encogiéndome de hombros. -Tranquilo, cuando vengo aquí no busco tranquilidad, siempre es agradable conversar. - Sobre todo si es con gente que sabes que es poco probable que vuelvas a ver, o a la que simpelemente no le importa tu vida. -¿Tu has venido buscando eso?- Me estoy metiendo donde no me llaman, pero me a dado pie a ello y si no quiere responder volveré a centrarme en mi copa.
Octubre - Bar - A. Sean Niniadis
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No estoy sorprendido, si soy honesto. Las personas que se esconden en el trabajo y en los bares no suelen ser aquellas mismas que buscan formar una familia feliz; lo sé por la triste experiencia. Ser padre y ser un profesional dedicado no puede ir de la misma mano por el simple hecho de que una tarea siempre descuida a la otra, así que no la culpo y asiento con la cabeza, recordando mis eternas peleas con Jamie cuando le recuerdo que Hero está creciendo y necesita a su madre con ella. Mi hija está entrando a una edad donde yo no podré darle todas las respuestas y la verdad es que no estoy seguro de querer hacer esto solo. Para algo tiene una madre, a pesar de ser la mujer más ocupada e importante de todo el país.
Copas llenas, corazones contentos, siempre lo dije. Pronto volvemos a estar con las bebidas al tope y me acerco mi jarra, dispuesto a dar un largo trago cuando me quedo a medio camino de mi intención por esa duda que repentinamente me planta en el cerebro. Sí, sé que he venido de visita, que necesitaba de ver una cara familiar luego de meses de estrés en los cuales he presenciado situaciones que no esperaba, desde una ejecución hasta un ataque de repudiados en el distrito once. Acabo bebiendo con mucha lentitud, hasta que decido ser honesto, o al menos lo más honesto que puedo ser sin confesar absolutamente nada que no debería.
— Vivir en donde vivo, rodeado de la gente con la cual me codeo todos los días y mantener mi trabajo... bueno, una copa viene bien siempre para luchar contra el estrés — tiene un cargo importante, me parece que debería comprenderlo. Nadie que tenga esa clase de éxito puede considerarse una persona calma. Mi copa se golpea contra la madera cuando la dejo completamente vacía, haciéndome notar que quizá he bebido demasiado como para que pueda quedarme junto a una mujer desconocida hablando de mi vida privada. De muy mala gana me remuevo en mi asiento hasta ponerme de pie, decidido a marcharme, aunque me detengo para observar su perfil en la poca iluminación que va tornándose con el paso de las horas — Supongo que no eres la clase de mujer que necesita que la acompañen de vuelta del bar — bromeo con sarcasmo, acomodando mi abrigo — Así que supongo que mejor dejo de fastidiarte, hasta que nos volvamos a cruzar.
Octubre - Bar - Talysa
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Siento que he dicho algo que no debía cuando sus movimientos se ralentizan y sus pensamientos se pierden en el interior de su cabeza; Todos tenemos fantasmas del pasado, del presente y del futuro...y a veces es inevitable que nos visiten.
Lamento haber sido yo la que te a devuelto a tu realidad
Pienso mientras él apura su copa de un largo trago y se levanta dispuesto a irse; Por supuesto no voy a ser yo la que le detenga, bastante tengo con hacer mi propia mierda más llevadera, como para intentar ayudar a los demás con la suya.
-Supones bien. -Respondo con tranquilidad mientras Niniadis se acomoda en su abrigo dispuesto a irse antes de que las copas de más le ablanden la lengua.-Hasta la próxima. -Me despido dejandole ir.
Nuestro encuentro a sido breve pero intenso:He echo preguntas que no debería y he respondido banalidades que pocos conocen en realidad.
Sean y yo no somos nada, ni siquiera amigos. Hemos sido solo dos extraños en el bar del desengaño y nos ha faltado hasta la sed; Sonrió, con una broma que solo yo entiendo y niego levemente. A mi aún me queda un buen rato aquí.
Octubre - Bar - Talysa
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