OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El sol hacia apenas dos horas que comenzaba a asomar entre las colinas del Distrito pero la morena llevaba despierta cuando aún el cielo se encontraba sumido en la oscuridad, era la mejor hora para acudir a los bosques para revisar las trampas dejadas la tarde anterior y tratar de conseguir alguna pieza rezagada; en esa ocasión los mellizos Overstrand iban con ella, tras despertarlos con la poca delicadeza que poseía, ya que los estaba instruyendo desde que los caminos de los tres se cruzaron meses atrás y trajo consigo hasta el Distrito 11 para ofrecerles un lugar en el que permanecer. Iban haciendo pequeños progresos, sin embargo, tenían demasiado que aprender y por desgracia Rhea no era la maestra más paciente así que no era de extrañar que de vez en cuando perdiera los estribos; no obstante, el resto del grupo podían ver el esfuerzo que estaba haciendo por esos chicos.
Ya en el bosque no fue difícil encontrar los puntos exactos donde había puesto cebos para las víctimas, observando con satisfacción que al menos dos de ellas albergaban un conejo y una codorniz -Habrá algo más que caldo en la sopa- fue la única celebración que se permitió antes de tomar los cadáveres de los animales y meterlos en el zurrón -Luego recogemos todo, vamos a comprobar si hay algo aún que podamos llevar a casa- indicó mientras comenzaba a caminar hacia los senderos que llevaban al cauce más cercano, con la ligera esperanza de encontrar más animales -Anoche confirmaron que el señor y la pequeña Niniadis vendrán al Distrito 11 en una de sus ridículas muestras a la televisión de su "compasión". No quiero veros cerca cuando lleguen- lo que podría haber sido un aviso resultaba en realidad una orden. Sería peligroso, probablemente acabaría habiendo disturbios ya que la presencia del Gobierno tan sólo haría arder el ambiente ya caldeado, es por eso que no deseaba que ninguno estuviera por la zona, era mejor esconderse en las zonas más alejadas -No creo que haga falta que os de explicaciones- añadió justo antes que sus orbes azuladas hallaran unas huellas frescas en el suelo -Quedaos aquí- el tono de voz bajó drásticamente, llevando la mano al bolsillo trasero donde guardaba un pequeño estuche que albergaba su cerbatana, dardos y algunos venenos.
Con andares pausados fue avanzando cautelosa entre la vegetación, bordeando el cauce sin ser vista para tomar una posición que había usado en otras ocasiones y le daba la oportunidad de una visión clara a cierta altura del suelo. Al llegar lo vio al borde del agua. Un carnero de montaña adulto. Con la mirada fija en el animal movió entre sus dedos la cerbatana, colocando en su interior un dardo que contenía veneno de belladona; se llevó el instrumento a los labios y, justo cuando iba a disparar, una corriente de aire a su favor sacudió el entorno pero algo sucedió. La que iba a ser la presa viró la cabeza hacia un lado y antes que Rhea pudiera hacer nada, huyó. De los labios de la morena salió un gruñido de frustración, fijando las orbes azules al lugar exacto donde miró el carnero -Dadme un buen motivo para que no os tire al río- ordenó de mala gana, saliendo del escondite.
Ya en el bosque no fue difícil encontrar los puntos exactos donde había puesto cebos para las víctimas, observando con satisfacción que al menos dos de ellas albergaban un conejo y una codorniz -Habrá algo más que caldo en la sopa- fue la única celebración que se permitió antes de tomar los cadáveres de los animales y meterlos en el zurrón -Luego recogemos todo, vamos a comprobar si hay algo aún que podamos llevar a casa- indicó mientras comenzaba a caminar hacia los senderos que llevaban al cauce más cercano, con la ligera esperanza de encontrar más animales -Anoche confirmaron que el señor y la pequeña Niniadis vendrán al Distrito 11 en una de sus ridículas muestras a la televisión de su "compasión". No quiero veros cerca cuando lleguen- lo que podría haber sido un aviso resultaba en realidad una orden. Sería peligroso, probablemente acabaría habiendo disturbios ya que la presencia del Gobierno tan sólo haría arder el ambiente ya caldeado, es por eso que no deseaba que ninguno estuviera por la zona, era mejor esconderse en las zonas más alejadas -No creo que haga falta que os de explicaciones- añadió justo antes que sus orbes azuladas hallaran unas huellas frescas en el suelo -Quedaos aquí- el tono de voz bajó drásticamente, llevando la mano al bolsillo trasero donde guardaba un pequeño estuche que albergaba su cerbatana, dardos y algunos venenos.
Con andares pausados fue avanzando cautelosa entre la vegetación, bordeando el cauce sin ser vista para tomar una posición que había usado en otras ocasiones y le daba la oportunidad de una visión clara a cierta altura del suelo. Al llegar lo vio al borde del agua. Un carnero de montaña adulto. Con la mirada fija en el animal movió entre sus dedos la cerbatana, colocando en su interior un dardo que contenía veneno de belladona; se llevó el instrumento a los labios y, justo cuando iba a disparar, una corriente de aire a su favor sacudió el entorno pero algo sucedió. La que iba a ser la presa viró la cabeza hacia un lado y antes que Rhea pudiera hacer nada, huyó. De los labios de la morena salió un gruñido de frustración, fijando las orbes azules al lugar exacto donde miró el carnero -Dadme un buen motivo para que no os tire al río- ordenó de mala gana, saliendo del escondite.
- Spoiler:
- Off: me tomé la libertad de hacer como que ninguno obedeció la orden de quedarse quietos, espero que no os importe
Creo que me costará un tiempo acostumbrarme al hecho de tener que ir de caza con Rhea y con Chloe porque yo siempre era el que se encargaba de recoger las bayas y plantas comestibles cuando tocaba. Mis padres eran los que se dedicaban a cazar porque sabían bastante del tema por su época en los Juegos, pues tuvieron que utilizar esas habilidades en más de una ocasión. En cambio, yo desarrollé la afición de ir a recolectar, algo mucho más calmado y, a mi parecer, sencillo. Quizá a alguien que no tenga conocimientos de plantas le resulte más fácil ir a cazar, pero a mí no. Es por eso por lo que interiormente voy diciendo todo tipo de palabrotas a cada paso que damos para adentrarnos más en las profundidades del bosque del 11. Sé que la mayor parte del trabajo es básicamente revisar las trampas que vamos poniendo, pero me sigue imponiendo respecto. El único lado positivo que le encuentro a todo esto, aparece cuando Rhea dice que al menos nuestro caldo de hoy tendrá algo más de alimento. No solemos hablar demasiado de nuestro pasado, nadie del grupo, pero a veces me pregunto cómo ha sido capaz de sobrevivir tanto tiempo prácticamente sola. Yo no sé qué sería de mí si al menos no tuviera a mi hermana.
Mientras caminamos, todavía revisando algunos de los cebos, voy escuchando lo que dice Rhea... hasta que nombra a la familia Niniadis. No me importa dónde vayan, y me daría igual si decidieran tirarse desde uno de esos edificios pijos y altos que tienen en el Capitolio. Sin embargo, me molesta que vengan aquí. Estoy harto de que hagan ver que son buena gente y que nos ofrecen ayudas cuando no es más que puro teatro. — Espero que alguien les deje las cosas bien claritas — respondo refunfuñando. Entiendo más o menos por dónde van los tiros cuando dice que no quiere vernos cerca de toda esa farsa, así que no me sorprendería para nada que mis deseos se vieran cumplidos. La mocosa pelirroja Niniadis no tiene la culpa de ser hija de quien es, pero ni Chloe ni yo teníamos la culpa de querer a nuestra hermana muggle para tener que dejar nuestro hogar, y siendo mucho más pequeños que esa cría. Por culpa de su madre todo cambió.
Mis pensamientos sobre la familia privilegiada que gobierna NeoPanem se esfuman de un momento a otro cuando Rhea nos dice que nos quedemos quietos. No hace falta que nos dé más explicaciones, porque cuando suele decir algo del estilo, simplemente es porque ha encontrado una presa interesante. Pero mi hermana parece tener ganas de desobedecer a nuestra cuidadora y maestra del oficio, para variar. Cuando menos me lo espero, Chloe me empuja contra un montón de hojas que ya han empezado a caerse con la llegada del otoño. Ni hace falta decir que el ruido debe de haber espantado a todas las presas próximas a nosotros. — Ha sido culpa mía — digo antes de que Chloe pueda abrir la boca, respondiendo a Rhea cuando nos pregunta que qué ha pasado. En realidad no han sido esas sus palabras exactas, pero es un decir. Y prefiero echarme a mí mismo la culpa con tal de no meter a mi hermana en ningún lío. Chloe no es que lleve muy bien el tema de que nuestros padres y Agatha nos hayan dejado atrás, y yo tampoco, pero lo suyo es mucho peor. Yo con el tiempo he aceptado a Rhea, y la aprecio y admiro, pero ella no del todo. Solo faltaría que encima se enfadaran ahora, aunque no me sorprendería conociendo el temperamento que ambas pueden llegar a tener en ciertas circunstancias.
Mientras caminamos, todavía revisando algunos de los cebos, voy escuchando lo que dice Rhea... hasta que nombra a la familia Niniadis. No me importa dónde vayan, y me daría igual si decidieran tirarse desde uno de esos edificios pijos y altos que tienen en el Capitolio. Sin embargo, me molesta que vengan aquí. Estoy harto de que hagan ver que son buena gente y que nos ofrecen ayudas cuando no es más que puro teatro. — Espero que alguien les deje las cosas bien claritas — respondo refunfuñando. Entiendo más o menos por dónde van los tiros cuando dice que no quiere vernos cerca de toda esa farsa, así que no me sorprendería para nada que mis deseos se vieran cumplidos. La mocosa pelirroja Niniadis no tiene la culpa de ser hija de quien es, pero ni Chloe ni yo teníamos la culpa de querer a nuestra hermana muggle para tener que dejar nuestro hogar, y siendo mucho más pequeños que esa cría. Por culpa de su madre todo cambió.
Mis pensamientos sobre la familia privilegiada que gobierna NeoPanem se esfuman de un momento a otro cuando Rhea nos dice que nos quedemos quietos. No hace falta que nos dé más explicaciones, porque cuando suele decir algo del estilo, simplemente es porque ha encontrado una presa interesante. Pero mi hermana parece tener ganas de desobedecer a nuestra cuidadora y maestra del oficio, para variar. Cuando menos me lo espero, Chloe me empuja contra un montón de hojas que ya han empezado a caerse con la llegada del otoño. Ni hace falta decir que el ruido debe de haber espantado a todas las presas próximas a nosotros. — Ha sido culpa mía — digo antes de que Chloe pueda abrir la boca, respondiendo a Rhea cuando nos pregunta que qué ha pasado. En realidad no han sido esas sus palabras exactas, pero es un decir. Y prefiero echarme a mí mismo la culpa con tal de no meter a mi hermana en ningún lío. Chloe no es que lleve muy bien el tema de que nuestros padres y Agatha nos hayan dejado atrás, y yo tampoco, pero lo suyo es mucho peor. Yo con el tiempo he aceptado a Rhea, y la aprecio y admiro, pero ella no del todo. Solo faltaría que encima se enfadaran ahora, aunque no me sorprendería conociendo el temperamento que ambas pueden llegar a tener en ciertas circunstancias.
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Ni siquiera sé por qué he accedido a venir con Rhea de caza. No me gusta la caza, no me gusta ella, no me gustan los paseitos por las colinas ni tener que caminar tanto y con tanto cuidado. Cada vez que hago el más mínimo ruido Rhea me hace un gesto para que pare. ¿Cómo voy a caminar sobre hojas y palos sin hacer un maldito ruido? No es como si pudiera ir volando. La única razón por la que he acabado decidiendo que vendría es porque no quería dejar a Kyle solo. No me gusta no saber qué está haciendo ni saber si está bien o no. Siempre me ha pasado pero todo se ha intensificado desde que papá, mamá y Agatha se fueron para no volver. Vivo con el miedo de que Kyle haga lo mismo. No por voluntad propia, sé que mi hermano nunca me haría eso, sino porque se pierda o le ocurra algo malo. Ahora mismo es la única persona que me queda y no soy capaz de imaginar mi vida sin él.
Pienso en ello mientras camino silenciosa, probando mil y una formas de apoyar el pie sobre el suelo de manera que no rompa ninguna rama o cualquier otra cosa que haga que Rhea vuelva a darse la vuelta y haga ese gesto tan irritante. Comprobamos las trampas y de repente mis ojos se fijan en uno de los animalillos que han caído en ellas. Me llevo las manos a la boca cuando compruebo que conozco a uno de los conejos que coge Rhea de la trampa. Por un momento pienso en que es imposible que de entre todos los conejos que hay en el once ese sea precisamente Chester. Enfoco mejor mi visión en la presa y confirmo mis sospechas. Sus manchas marrones están justo en la cola y en la punta de ambas orejas: es Chester. Llevo alimentando a ese pequeño prácticamente desde que llegué aquí y se había convertido en algo así como mi amigo. Disimulo mi consternación antes de que ninguno de mis dos acompañantes se de cuenta de que lo acaba de pasar y desvío mi mirada para no ver a Chester muerto.
Frunzo el ceño, enfadada, muy enfadada. Esta vez no me esfuerzo por ser liviana al pisar o por no hacer ruido. Simplemente me da exactamente igual el estúpido ruido. Bufo cuando escucho a la mujer hablar y me encojo de hombros aunque ninguno de ellos pueda verme. - No tengo ningún interés es pedirles un autógrafo, pero gracias por el súper consejo - Falsifico una sonrisa sarcástica antes de volver a mi ceño fruncido. Ya tengo quince años, no necesito que se haga la preocupada y me diga lo que tengo que hacer. Me paro en seco cuando lo hace mi hermano ante la orden de Rhea. Creo que ha visto a una presa. Otra presa. Veo mi oportunidad tan clara que para que no se me escape tengo que pensar demasiado rápido. Eso me lleva a hacer algo estúpido pero efectivo, empujar a Kyle a un montónde hojas secas que no tardan en ahuyentar al animal. Casi no puedo ocultar mi sonrisa de satisfacción mientras ayudo a mi hermano a levantarse. - No seas estúpido - Le recrimino cuando intenta echarse las culpas. Típico de Kyle, intentar protegerme. - He sido yo, jugábamos y le he empujado - Me hago la arrepentida mientras me doy la vuelta. - No pasa nada, me gusta el caldo - No es cierto, estoy harta de caldo, pero tenía que hacerlo por Chester.
Pienso en ello mientras camino silenciosa, probando mil y una formas de apoyar el pie sobre el suelo de manera que no rompa ninguna rama o cualquier otra cosa que haga que Rhea vuelva a darse la vuelta y haga ese gesto tan irritante. Comprobamos las trampas y de repente mis ojos se fijan en uno de los animalillos que han caído en ellas. Me llevo las manos a la boca cuando compruebo que conozco a uno de los conejos que coge Rhea de la trampa. Por un momento pienso en que es imposible que de entre todos los conejos que hay en el once ese sea precisamente Chester. Enfoco mejor mi visión en la presa y confirmo mis sospechas. Sus manchas marrones están justo en la cola y en la punta de ambas orejas: es Chester. Llevo alimentando a ese pequeño prácticamente desde que llegué aquí y se había convertido en algo así como mi amigo. Disimulo mi consternación antes de que ninguno de mis dos acompañantes se de cuenta de que lo acaba de pasar y desvío mi mirada para no ver a Chester muerto.
Frunzo el ceño, enfadada, muy enfadada. Esta vez no me esfuerzo por ser liviana al pisar o por no hacer ruido. Simplemente me da exactamente igual el estúpido ruido. Bufo cuando escucho a la mujer hablar y me encojo de hombros aunque ninguno de ellos pueda verme. - No tengo ningún interés es pedirles un autógrafo, pero gracias por el súper consejo - Falsifico una sonrisa sarcástica antes de volver a mi ceño fruncido. Ya tengo quince años, no necesito que se haga la preocupada y me diga lo que tengo que hacer. Me paro en seco cuando lo hace mi hermano ante la orden de Rhea. Creo que ha visto a una presa. Otra presa. Veo mi oportunidad tan clara que para que no se me escape tengo que pensar demasiado rápido. Eso me lleva a hacer algo estúpido pero efectivo, empujar a Kyle a un montónde hojas secas que no tardan en ahuyentar al animal. Casi no puedo ocultar mi sonrisa de satisfacción mientras ayudo a mi hermano a levantarse. - No seas estúpido - Le recrimino cuando intenta echarse las culpas. Típico de Kyle, intentar protegerme. - He sido yo, jugábamos y le he empujado - Me hago la arrepentida mientras me doy la vuelta. - No pasa nada, me gusta el caldo - No es cierto, estoy harta de caldo, pero tenía que hacerlo por Chester.
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