Sentada sobre la mesa de su cubículo observaba las fotos en movimiento del tablón que tenía en una de las paredes: Traidores,  desaparecidos, magos y brujas peligrosos, le devolvían la mirada a la rubia mientras reían, saltaba y corrían , ella por su parte estaba concentrada memorizando cada uno de los rostros en movimiento.

De vez en cuando, algún compañero que pasaba por delante de la entrada abierta, se quedaba mirándola extrañado antes de continuar su camino. Hope siempre había tenido una manera especial de hacer las cosas, era fácil encontrarla en posturas extrañas o sentada en sitios que no deberían ser para sentarse. El alma de gato Seguramente si Drake la viera sonreiría, negaría y procuraría no interrumpirla.  Hope parpadeó ante el pensamiento, ya se había distraído. Giró el rostor hacía la puerta en busca de ese Drake de su imaginación y no lo encontró. Suspiró, hizo un puchero y se bajó de la mesa. Era el momento ideal para tomarse un descanso.

Caminó, entró en el ascensor y...
-¿PLANTA? - La mirada azulada de Hope mató al tipo del ascensor, últimamente no dejaba de coincidir con él y su voz empezaba a resultarle irritante.  -A la cafetería.- Ordenó fulminándole con la mirada un segundo antes de que el ascensor empezara a moverse a toda velocidad y sus dedos tuvieran que aferrarse a una de las agarraderas del mismo.  

El ascensor se paró, no estaban en la cafetería y Hope aprovechó para colocarse el cabello, al parecer habían ido a buscar a alguien más antes de continuar el viaje en el cacharrito de la muerte.

Llevo media vida en contra de esclavizar a los humanos simplemente porque no soporto que a mi madre se la denomine como tal, pero de verdad que a veces no sé qué haría sin ella. Tengo treinta y dos años y sigo siendo un desordenado a quien su madre le va recogiendo toda la mierda que deja por detrás. En este caso, cualquiera diría que es su trabajo porque a ojos del resto ejerce como mi esclava y no mi madre, pero en fin. Y además, es porque últimamente no tengo tiempo de nada.

— ¡MAMÁ! — Probablemente el grito se haya escuchado hasta en casa de Arianne, pero ni siquiera me importa, porque necesito que venga lo antes posible o llegaré tarde al trabajo. — ¿Sabes dónde está mi corbata roja? — Al final me acaba diciendo que está en la lavadora, y no me queda más remedio que ponerme la primera que pillo si no quiero llegar tarde a la reunión de hoy. Así pues, en cuestión de minutos salgo corriendo en el Hoverboard, y cojo el traslador que me deja directamente en el Ministerio de Magia, en el Capitolio.

Para cuando llego al Ministerio, me informan de que la reunión de la primera hora se ha cancelado. Genial. Podría haberme quedado adelantando trabajo en el despacho de casa, pero no. ¿Tanto cuesta enviar un mensaje y decir que no hace falta que vayamos? Tanta tecnología y tanta magia, pero a veces parece que todavía vivamos en el siglo XVII.

Como me queda poco más de una hora para la siguiente reunión, opto por dirigirme a la cafetería para tomar un café y terminar de despertarme, que he salido tan corriendo por miedo a llegar tarde, que ni siquiera he tenido tiempo de desayunar. Al menos me ahorro el tener que estar encogido por si me crujen las tripas en medio de la reunión. Así que me doy media vuelta, y vuelvo a picar el ascensor para que me lleve a la cafetería. Para variar, este no está vacío. Y aunque tardo unos segundos en reconocer a la chica, al final acabo recordando que iba conmigo a algunas clases en el último año en el Royal. — Hey.

En el ascensor entra un hombre, le resulta ligeramente familiar, aunque le cuesta bastante ubicarlo. Le saluda con un leve asentimiento de cabeza y una pequeña sonrisa, sin tener mucho tiempo antes de que el ascensor comience otro de esos movidos viajes.

Hope se agarra a una de las agarraderas libres justo en el momento en el que el ascensor se detiene. De nuevo asesina al encargado con la mirada, que a parecido darse cuenta y sonríe disimuladamente mirando hacia otro lado. -¡CAFETERIA!- Chilla haciendo que la rubia salga del ascensor a toda prisa, evitando lanzarle alguna maldición infantil.  

Una vez en la cafetería, se da cuenta de que su desconocido conocido se a bajado también con ella, se rasca la cabeza mirándole y se encoge de hombros, como si esa fuera una explicación totalmente clara para su actitud.
-¿Quieres compañía? -Pregunta sin darse cuenta de lo realmente mal que puede llegar a sonar. - ¿Sabes? Me eres realmente familiar y las caras suelen darseme bien...pero... - deja la frase en el aire juntando los dedos de cada mano entre si y abriéndolos de repente, intentando gesticular un par de explosiones.  -Has dado conmigo en un mal día. -Sentencia caminando hacia una de las mesas vacías para tomar asiento. -Me llamo Hope, Hope Verhoeven. - Se presenta, aunque ella no sabe que tal vez el otro la recuerde con su apellido de soltare y no con ese.

Llevo años trabajando en el Ministerio de Magia y, sinceramente, dudo que alguna vez me acostumbre a los movimientos en seco del ascensor. No soy una persona muy fanática de los espacios cerrados, para empezar. Obviamente si el ascensor se parara de golpe podría utilizar la aparición para salir al exterior, pero eso no quita que el verse ahí encerrado sea incómodo durante unos segundos. Es otra de las experiencias traumáticas que probablemente se me quedó de los Juegos Mágicos, especialmente por culpa de aquel incendio que acabó con la vida de algunos de mis amigos.

Para mi alivio, no tardamos en llegar a la cafetería, y salgo en cuanto la gente de delante lo hace. Nada más llegar, me preparo mi café matutino para despejar la mente... y entonces alguien interrumpe mi rutina, concretamente la chica del ascensor. No puedo evitar reírme, algo incómodo, con lo que dice. No se refiere a cosas de ese sentido, pero no ha podido sonar más mal. — No recuerdo que me preguntaras eso cuando íbamos a clase — le contesto, siguiendo con el rollo de la bromita para ver si se da cuenta de lo mal que ha sonado su pregunta. — Dejando ese tema de lado... Soy Jasper Davies — añado para refrescarle la memoria. — Íbamos juntos a clase en último curso. — Omito la parte de que en realidad puede que le suene más mi cara porque fui el primer vencedor de los Juegos Mágicos de Jamie Niniadis, antes de que los transformaran en lo que hoy en día es conocido como la Arena.

Hace ya prácticamente dieciséis años desde mis días en los Juegos, pero todavía hay gente que me reconoce más por eso que por mi trabajo actual, que tampoco es que sea algo de mucho reconocimiento público porque hay bastante gente trabajando en el Wizengamot. Fue esa una de las razones por las que me decanté por este trabajo, porque necesitaba algo que no fuera tan reconocible. Uno se cansa de que le reconozcan por ser el superviviente de una catástrofe que nunca debería haber sucedido.

No recuerdo que me preguntaras eso cuando íbamos a clase

Sus palabras acentúan la sonrisa de la rubia, que de repente se a dado cuenta de lo mal que puede interpretarse su frase.Divertido, piensa cuando el mago convierte su infortunio en una broma, evitando que tenga que sonrojarse por cualquier tiempo de mal entendido, además de proporcionarle la información que necesita para reconocerlo.

Jasper Davies, ultimo curso, primer vencedor de los Juegos Mágicos de Jamie Niniadis. Si,  ahora lo recuerda, aunque no tiene intención de decir nada al respecto; Ser un ganador de esos juegos no debe ser plato de buen gusto para él. Fueron tiempos oscuros para los magos y las brujas, donde unos pueden darles ganas de felicitarle por su hazaña, por su instinto de supervivencia, a ella le dan ganas de darle el pésame.

-Oh bueno, eso lo explica todo. -Vuelve a bromear, esta vez conscientemente, se nota en su tono de voz.- Nunca me diste pie a preguntar. - Sentencia acomodándose en la silla mientras el encargado de la cafetería hace flotar una taza hacia la mesa. Hope no duda en tomarla entre las manos.

Un café con leche con tres terrones de azúcar, mucha leche y apenas una pizca de café. Su taza podría ser literalmente un vaso de leche y nadie notaria la diferencia, salvo ella. -¿A que te dedicas ahora? -Pregunta con curiosidad felina, haciendo que con un ligero toque de varita que el café empiece a dar vueltas sobre si mismo dentro de la taza.

Esta vez me pilla que no sé muy bien qué responder, y simplemente acabo alzando ligeramente las cejas, sorprendido. La verdad es que, para empezar, no nos conocimos en mi mejor época. Por aquel entonces yo no era más que un adolescente traumatizado por haber visto morir a una amiga quemada viva; un adolescente que había tenido que renunciar a su pasión porque mi brazo quedó inutilizado. En esos momentos, la única persona de clase con la que tenía trato era Arianne porque ella había pasado por lo mismo que yo. En realidad, a día de hoy es prácticamente la única amiga que tengo. No soy como era entonces, porque con el tiempo he ido aceptándolo todo, pero tampoco es que me sobren las amistades, sino más bien al contrario.

Mientras Hope se prepara su café, yo hago lo mismo con el mío. Apenas echo leche, pero sí que añado bastante terrones de azúcar para rebajar el sabor amargo. Acabo de dar mi primer sorbo cuando me pregunta que a qué me dedico ahora. — Trabajo para el Wizengamot. — El sueño de cualquier mago de sangre mestiza, hijo de una muggle, es precisamente ese: ver cómo a veces te tocan casos de mugggles que tienes que condenar a castigos que son algo excesivos para lo que se les acusa. Pero bueno, podría ser peor, y con el tiempo me he ido acostumbrando. Además, tengo un buen sueldo, aunque ni siquiera me haga falta porque todavía me queda casi todo lo que gané al salir con vida de los Juegos Mágicos. Siempre me he opuesto a tocar ese dinero porque está manchado en sangre, y la única vez que lo utilicé fue para irme del Distrito 7 y venirme al 4.

— ¿Y tú a qué te dedicas? Seguro que es mucho más interesante que el mío. — Es más entretenido de lo que parece, pero no sería la primera vez que alguien me dice que debe de ser aburrido pasarte el día entre papeles, libros, y juicios. Tampoco puedo hacer gran cosa más porque mi brazo nunca se curó del todo, así que no me queda más remedio que conformarme con trabajos intelectuales y nada físicos.

Se cruza de piernas acomodándose y apoya ambos codos en la mesa, rodea la taza con los dedos y deja que el calor que inicia en sus manos se expanda por todo su cuerpo. Hope siempre a sido una mujer que a adorado las cosas que irradian calor o lo provocan: Bebidas calientes, edredones de plumas, bufandas mulliditas, chimeneas y  calor corporal. El invierno es su época favorita del año y incluso en las temporadas de verano sigue poniendo el agua de la ducha más caliente de lo que cual quier persona consideraría normal.

-Un miembro del tribunal he...- le sonríe. Hope es de naturaleza agradable, siempre y cuando no se toquen algunos temas. Temas en los que se vuelve impulsiva y ligeramente peligrosa. - Te has vuelto una persona importante. - No sabía con exactitud cuantas personas formaban parte del Wizengamot, ni siquiera se sabia el nombre de la mitad. Pero sabía que era un grupo bastante selecto, los encargados de juzgar a los que gente como ella atrapaban.

-Soy un Auror. - Lo dice con un toquecito de orgullo; Desde que era niña había vivido escondida, le habían enseñado a no usar sus poderes en publico, como todos, lo había pasado mal. Al convertirse en Auror había decidido proteger a los que como ellos, habían perdido media vida. No dejaría que nadie volviera a doblegarlos, jamas.

Elevó la taza y bebió de su café. Ser Auror había aportado muchas cosas buenas en su vida, por ejemplo, a Drake.

No me considero a mí mismo una persona importante, pero supongo que puedo entender a lo que se refiere. Tengo un trabajo bien pagado, y que es útil para la sociedad, por decirlo de alguna manera. Pero preferiría mil veces haber seguido siendo un simple leñador en el Distrito 7, aunque cobrara dos veces menos que ahora. Ni siquiera sé cuánto cobra un leñador en el Gobierno Niniadis, pero no me importaría cuánto fuera con tal de que me hubiera dedicado a eso. — Tu trabajo tampoco se queda atrás — respondo cuando me dice que es auror. Yo no sé si sería capaz de dedicarme a ir en busca y captura de gente, y de defender al país. Igualmente, por obvias razones en relación a mi brazo izquierdo tampoco es que pudiera hacerlo. Con el tiempo he ido aprendiendo a utilizar el brazo derecho, pero no es más que para hechizos con la varita. También el poder hacer uso de la magia no verbal supone un gran alivio.

En un momento, acabo por dirigirme hacia una de las máquina expendedoras de la cafetería, y me saco un barrita de cereales de chocolate. El gusto por ese dulce es una de las cosas que nunca llegué a perder de mi antiguo yo. — ¿Qué ha sido de ti en estos últimos años? Obviando tu trabajo. — No sé si es meterme en asuntos que no me llaman, pero a veces me cuesta recordar cómo se trata con personas que ya conocías de antes. Sí que soy más extrovertido que hace quince años, pero mi círculo de conocidos se sigue basando principalmente en mi familia, en Arianne, y en algún que otro compañero más de trabajo que he ido conociendo en estos últimos años.

Hope asiente con media sonrisa. Jasper ha respondido como suele responderle la mayoría;  Preguntándose interiormente si él mismo sería capaz. Lo sabe, porque todos ponen la misma expresión en el rostro cuando lo piensan. Ese pequeño rastro de "oh que chulo...pero no" Ser Auror implica ciertas cosas, cosas que a la mayoría hacen dudar de si serían capaces de ejercer el cargo. Hope lo entiende.

Davies se levanta y se aleja un momento, seguido por la mirada azulada de la rubia; A cambiado, no es como le recuerda y se alegra de ello. Todos debemos crecer y superarnos, es ley de vida y aunque en su día no se conocieron demasiado, tal vez en el presente puedan formar algo parecido a una amistad. Quién sabe, Hope siempre está dispuesta.

Regresa con una barrita de cereales de chocolate y se interesa por su vida; Hope no sabe qué decir, en realidad ni siquiera sabe lo que él sabe de ella, seguramente no mucho más allá de la escuela donde compartieron clases.
-No hay mucho más allá del trabajo. Me casé con otro Auror hará unos cuatro años, y me mudé al dos. Ahora soy Hope Verhoeven- dijo acentuando su sonrisa al pronunciar el apellido de Drake tras su nombre. -¿Y tú? ¿Ya tenemos pequeños Davies en algún distrito? -Pregunta con curiosidad felina, dando otro trago a su bebida.

No me sorprende que Hope esté casada, porque siempre fue atractiva. En mi época adolescente eso era en lo que menos me fijaba porque psicológica y anímicamente no estaba para eso, y si tenía algo con alguna chica, se trataba simplemente de encuentros de una noche y nunca más volvía a saber de ellas. — ¿El afortunado es alguien que conozca? — pregunto. — Me refiero a que se iba a clase con nosotros — aclaro, porque obviamente Hope no sabe a quién conozco y a quién no. De todas maneras, mi vida también es bastante simple en ese aspecto. Muchas de las personas con las que trataba o están muertas, o están desaparecidas, o he ido perdiendo el contacto con ellas con el paso de los años, así que mi vida social se limita a mi familia. Y en familia ya incluyo a Arianne porque la considero como tal después de tantos años.

Estoy tragando un sorbo de café justo cuando pregunta si tengo hijos, y me pilla tan desprevenido, que el trago se desvía de camino y empiezo a toser. Cuando se me pasa, la miro, algo sorprendido todavía, para responder: — No, no tengo. — Cuando era pequeño pensaba que algún día tendría hijos, pero nunca se ha dado la ocasión, y a estas alturas ya dudo hasta de que vaya a encontrar a la indicada. Siempre podría adoptar, de todas maneras. — No estoy casado ni tengo pareja ahora mismo. — Ni ahora ni nunca, no nos engañemos. Sí, tuve una novia a los dieciséis años, poco antes de presentarme como tributo, pero nuestra relación acabó en cuanto lo descubrió porque se molestó porque no se lo hubiera consultado.

Hope sonríe ante la pregunta y se encoge de hombros; Es curioso pero pese a ir al mismo colegio Drake y ella no se conocieron hasta ser ya Aurores, quizás la diferencia de edad, tal vez las clases...
Fuera por lo que fuera Hope se alegra de haberle conocido como le conoció;  Los romances adolescentes no suelen terminar bien y su relación va viento en popa porque ya estaban preparados para ello. Ambos habían aprendido de relaciones anteriores y de errores del pasado. Ambos estaban destinados.

-Puede. Iba al mismo colegio, aunque yo al menos no coincidí con él hasta bastante después. - La rubia le sonríe y se encoge de hombros de nuevo. -Se llama Drake Verhoeven. - Dice mientras le mira, intentando adivinar en su expresión si el nombre le resulta familiar.  

Que Davies no tenga descendencia le sorprende un poco. Hace una mueca y no sabe si pedir perdón por la indiscreción o expresar su sorpresa por el hecho de que ni siquiera tenga una pareja estable. "Muy mal Davies, a ver si espabilamos" está a punto de decirle cuando se da cuenta de lo inapropiado que seria.

-Bueno, todo llega. -Comenta simplemente antes de terminarse su "café", antes de mirar el reloj que descanta en mitad de una de las paredes de la sala. No le queda mucho tiempo para tener que volver al trabajo.- Las personas indicadas siempre se hacen esperar. - Dice con sinceridad; Su matrimonio es un claro ejemplo de ello.

A pesar de que me dice el nombre de su marido, no me suena de nada. Puede que fuera al mismo colegio pero me sacara varios años más y estuviera un curso más avanzado, aunque tampoco lo creo porque cuando yo entré en el Royal ya estaba en el último curso. Por otra parte, también puede que se tratara de alguno de esos compañeros de los que intentaba mantenerme alejado porque prefería llevar una vida relativamente sencilla. Y digo relativamente porque en su momento era todo lo contrario siendo un chaval rico de diecisiete años que había resultado ser el superviviente de los primeros Juegos Mágicos de Jamie Niniadis. Cuando no me preguntaban cómo era tener tanto dinero, me acosaban a preguntas sobre cómo fue vivir en la arena durante semanas.

— No me suena su nombre — respondo finalmente, tras unos segundos de intentar seguir recordando si sé quién es. Por otra parte, no puedo evitar darme cuenta de la pequeña mueca que hace cuando digo que no tengo hijos. No debería extrañarme que le haya sorprendido, teniendo en cuenta eso de que en mi adolescencia varias personas me iban detrás por puro interés. Sin embargo, nunca acepté tener trato con esa clase de gente. Quitando mi novia de la adolescencia, antes de ser tributo, desde entonces solo he tenido encuentros de una noche porque tampoco he tenido interés en tener una relación seria. Las únicas mujeres que me importan lo suficiente como para preocuparme por ellas cada día son mi madre, mi abuela y Arianne. — ¿Y tú? Algún pequeño por ahí? — Asumo que no porque me lo habría dicho, igual que ha comentado que se había casado, pero pregunto por cortesía.

El tiempo se me ha pasado tan rápido que casi ni me había dado cuenta de que en diez minutos debería ir a trabajar, así que me termino los restos del desayuno. — Ha sido un placer volver a verte, pero debería ir yendo a hacer algo productivo — comento, y espero a que se despida para salir de la cafetería.

Lamenta interiormente que Davies no sepa nada de Drake; No conoce muchos amigos del pasado de su marido y la perspectiva de tener una versión diferente a la de su chacal, respecto a como era de joven le resulta atractiva. Otro día será.

-Bueno, ya te lo presentaré, podríamos cenar un día...- Le sonríe amigable y parpadea ante la siguiente pregunta del brujo antes de responder:  -No... - Es algo a lo que lleva dándole vueltas algún tiempo: Es una época tranquila, la relación con Drake está en uno se sus mejores momentos, tienen un sueldo respetable y un hogar bastante acogedor.   -...aún no. -Añade con tranquilidad consciente de que quiere cambiar eso.

Hope asiente a las palabras del moreno y se termina su “café” con tranquilidad mientras él apura los restos de su desayuno y se despide.

-Claro, a estado bien, espero que nos volvamos a ver. -Le sonríe y añade -A ver si antes de que aumentes la familia. -Bromea esperando a que se vaya y volviendo a mirar el reloj antes de volver al trabajo.