The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Cerró los ojos, masajeándose las sienes con insistencia, teniendo frente a ella el documento en el que se recogía su próxima visita a Alcatraz por petición de  uno de los presos que allí se hallaba. Siempre le tocaban los que, posteriormente, tenían algo más que añadir, pero siempre  a expensas de una petición. —Surrealista— comentó en voz alta, tomando los documentos y leyendo con tranquilidad las palabras que en éste estaban escritas. Tomó su café, bebiendo de este con la mirada aún fija, leyendo con tranquilidad lo que ya había revisado en torno a seis veces desde que los habían depositado sobre su mesa.

—¿Señorita Brawn?— llamó una voz desde la puerta —Lo siento, he llamado a la puerta pero no contestaba— se excusó antes de que la rubia fuera capaz de proferir palabra alguna de sus labios, alzando la mirada hacia la puerta y observando a la mujer que permanecía nervios bajo el marco de la puerta —Ha llegado el auror que mandaron para que la acompañe— comunicó con voz trémula. Esbozó una pequeña sonrisa, asintiendo con la cabeza a la par que dejaba caer los documentos sobre la mesa y se levantaba. Antes, si quiera, de que pudiera agradecerle, la mujer ya había desaparecido de allí. Se había ganado su mala fama a pulso; no es que fuera alguien desagradable, pero era cierto que destacaba por ser de las pocas que prefería no relacionarse con el resto de miembros de Wizengamot más allá de su trabajo allí, pero aquello que quería decir que fuera alguien a quien temer.

No era algo enrevesado, ir allí era lo que más la molestaba, aunque la misma se hubiera ofrecido en alguna ocasión a cerciorarse de que todo se encontraba en perfectas condiciones, pero no era lo mismo cuando la enviaban allí para algo en concreto. Ahora tenía más cosas que decir, y ello la molestaba de sobremanera, que hiciera que perdiera parte de la mañana en tener que ir a Alcatraz, un lugar que la erizaba cuando lo pisaba. El mero hecho de pensar en que Alexander estuvo allí encerrado, cuando solo era un niño, conseguía que se preguntara si aún acontecerían situaciones como la que él tuvo que sufrir en su momento por culpa de un gobierno corrupto. Acomodó su abrigo beig y tomó la carpeta del caso que acontecía, saliendo de su despacho y encaminándose en dirección a la entrada principal de la sede de justicia donde, supuestamente, se debía de encontrar un auror que la acompañaría. Al menos para aquello sí tenían cierto cuidado, una lástima que no siempre fuera así.
Arianne L. Brawn
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Nada más abandonar una de las chimeneas de entrada al ministerio, ya sabía que tenía trabajo que hacer; No es que de normal no lo tuviese, siempre se traía algo entre manos: Entrenar, patrullar los distritos, revisar casos sin cerrar, escoltar personas. Por regla general era una mujer ocupada, pero por esa misma regla... solía decidir sus quehaceres del día una vez había llegado a su despacho. (Un pequeño cubículo en la sede los aurores, situado en la segunda planta)

Ese día fue diferente, un memorandum salió disparado de la nada hacia su cabeza nada más poner sus pies en el vestíbulo.
-Espera...Espera!- Le dijo al pequeño avioncito de papel volador, que no dejaba de estrellarse contra su cabeza. -Aquí no! Un minuto! -Protestó apresurándose a entrar en uno de los ascensores más cercanos acosada por el trozo de papel. -Te juro que voy a quemarte sin leerte! -Le gruño enfadada al memorandum, que durante un instante pareció pensarselo antes de continuar con su acoso.

-¿Planta? -Preguntó una voz dentro del ascensor mientras se cerraba la puerta del mismo y Hope agarraba el memorandum ignorando al trabajador encargado de ese ascensor.

"Escoltar a miembro del Wizengamot a Alcatraz.
Arianne L. Brawn
Planta ..."


Hope no dijo nada, el memorandum se partió en mil pedacitos en el aire y se esfumó en la nada, mientras una voz que empezaba a resultarle repetitiva repetia. -¿Planta?

-Volvamos al vestíbulo. -Dijo rodando los ojos mientras el ascensor se movía vertiginosamente. Vaya, ella pensaba que no se había movido del vestíbulo en ningún momento, que vuelta más tonta.  

-VESTIBULO. -Anunció el del ascensor mientras la Auror salía y esperaba a Brawn. El apellido le resultaba ligeramente familiar, pero no conseguía recordar de que, más allá de que era una Bruja del Wizengamot. Cuando la vio salir del ascensor, calló en la cuenta, habían estado en alguna que otra clase en el pasado.

-Brawn- Saludó con un leve asentimiento de cabeza. En un principio no pretendía molestarla, era una misión de escolta, se convertiría en su sombra y trataría de no molestar. Hatsa donde recordaba Arianne no era una persona excesivamente social. Algo un poco a la contra de lo que era Hope.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
En absoluto tenía ganas de ir hasta allí pero, con otro enfoque, se podía decir que se trataba de un día poco común en la vida de la rubia, poco acostumbrada a grandes sobresaltos, viviendo en un círculo que nunca cesaba de girar día tras día, tornándolo todo igual y consiguiendo que todo fuera sereno y con un orden que, aunque amaba en exceso, en ocasiones conseguía asfixiarla mucho más de lo que conseguía hacerlo con su mera existencia.

Respiró profundamente, tomando el ascensor que, raudo, preguntó la planta a la que deseaba ir. —Vestíbulo— pronunció en voz alta y clara, sujetándose a la barandilla cuando éste se hubo puesto en movimiento. Los zarandeos del aparato eran incesantes, nunca se acostumbraría del todo a éstos, y tuvo que esperar debido a la entrada, desde otras plantas, de empleados que bajaban al vestíbulo también. Se aisló en un rincón del ascensor, esperando, ansiosa, que llegara a su destino y pudiera deshacerse de la cercana presencia del resto de ocupantes del artilugio. Prensó los labios, permitiendo que todos salieran antes de decidir dar un paso al frente.

En el mismo momento en que sus pies pisaron el marmóreo suelo del vestíbulo se arrepintió de ello. Un empujón provocó que trastabillara y provocara que mirara al individuo con cara de pocos amigos, rodando los ojos a la par que caminaba, entre el gentío, en dirección a una zona más despejada donde poder encontrarse con el auror que la acompañaría hasta Alcatraz aquel día. Oteó su alrededor, sin enfocar las características vestimentas de los integrantes de aquella institución de defensa, hasta que una voz atrajo su atención consiguiendo que se girara y se percatara, entonces, de la presencia de un joven de rubio cabello y justo el atuendo que buscaba con la mirada. No sonrió, no saludó con la mano, solo caminó hasta llegar a su altura y la observó, apenas con interés, a medida que la alcanzaba. Respondió a su saludo con un leve asentimiento de cabeza, acomodando su capa negra antes de volver a mirarla.

Durante unos segundos un ligero reflejo de recuerdo asomó en su mente pero, en los últimos años, había tenido que hablar con tantas personas que acababa sin saber  si estaba tratando con alguien de un pasado lejano, cercano, alguien de su vida o de mero trabajo. —¿Tu nombre?— preguntó sin más dilación. No le gustaba hallarse en desventaja y, aunque solo fuera por educación, se aprendía los nombres de las personas que la acompañaban en el momento que se encontrare. —¿Iremos en traslador o usaremos aparición?— cuestionó antes de que respondiera a su pregunta anterior.
Arianne L. Brawn
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-Hope Verhoeven – Se presentó esbozando una sonrisa agradable. Había cambiado de apellido, se había casado, pero dudaba que Arianne fuera capaz de darse cuenta de ese detalle, en realidad, dudaba siquiera de que la hubiera reconocido. No la culpaba, no habían sido precisamente amigas,por mucho que su orgullo felino le dijera que era totalmente imposible que no se acordara de ella, Jolines había sido una estudiante brillante, se había echo animaga.

- Han puesto a nuestra disposición un traslador, nos dejara directamente dentro. -Explicó mientras ambas tomaban rumbo a la oficina de objetos mágicos de uso vigilado, donde una mujer de exuberante nariz y ojos claros, ya estaba esperándolas.

-Llegan tarde.- Comentó con voz ronca mirandolas a ambas para finalmente centrar su mirada en Hope con los ojos ligeramente entrecerrados. La rubia es bastante sociable, conoce a mucha gente, a tanta que a veces ni se acuerda. En su mente solo hay un archivador de personas que no puede ovlidar y son en su mayoria familiares o delincuentes. Pero por la manera en que la mira, sabe que la conoce. Debería de acordarme de esa nariz Piensa mientras sonríe inocentemente.

-Nosotras nuuunca llegamos tarde. -Comenta  remarcando la u y salvando a Arianne de una posible situación incomoda. La mujer suspira y señala con la cabeza, o más bien con la nariz, un bolígrafo en el centro de una mesa sospechosamente vacía. El traslador que las llevaría a Alcatraz.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La observó durante unos instantes, siendo aquel hormigueo que se instauraba en la parte posterior de su cabeza cuando se encontraba con alguien que ‘conocía’, pero no sabía exactamente de donde ni bajo que circunstancias aquellos había acontecido, por lo que la acallaba con demasiada frecuencia. Si tuviera que pensar en cada rostro con el que se había encontrado en aquellos años acabaría por volverse completamente loca cuando alguien la saludara y no supiera quien era, aunque también debía de reconocer que pocas eran las personas que se lanzaban directamente a saludarla o hablarle después de saber como era.

—Encantada— agregó después de preguntar cual sería el medio que usarían para ir hasta Alcatraz. Asintió con la cabeza caminando en dirección a la oficina donde se encontraría el traslador que habían autorizado para el traslado de ambas. Cruzó un par de miradas por el camino, no centrándose concretamente en nadie, solo recorriendo el lugar con sus azules ojos hasta que hubieron llegado hasta la oficina donde una mujer, completamente desconocida para ella ya que solía usar los trasladores oficiales de la sede de Wizengamot siempre que debía ir a algún lugar, les recriminó su tardanza. Abrió la boca para contestar, siendo adelantada por la auror que la acompañaba que, sin más, se tomó la situación, y la actitud de la trabajadora, como algo chistoso. —Debería preocuparse por sus asuntos, su trabajo se basa, exclusivamente, en custodiar un traslador, tanto la señorita Verhoeven como yo misma tenemos tareas más importantes y que requieren de un mayor tiempo.— advirtió con gesto serio, no dejando que la mujer agregara nada ya que, acto seguido, le indicó a Hope que tocara el traslador junto a ella y ambas desaparecieran en un abrir y ojos de la oficina.

En el mismo momento que sus pies tocaron suelo firma todo su cuerpo se malogró. Detestaba los trasladores. Sus rodillas se doblaron ligeramente en la caída, no llegando a caer al suelo, pero consiguiendo que su estabilidad no fuera la mejor. —Detesto los trasladores y todo lo que tiene que ver con éstos.— dijo irguiéndose y acomodándose su capa en cuanto pudo. Sintiendo el frío, casi al instante, que tanto caracterizaba a aquel lugar.
Arianne L. Brawn
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Al parecer Arianne no había mejorado mucho sus actitudes sociales con el paso del tiempo; Hope no la culpaba, nadie salvo quienes habían participado en los juegos, podían comprender lo que se sentía al sobrevivirle a tanta gente, al creer en algún momento en aquella tortura...iba a morir, que la mayoría de los que estaban viéndola deseaban su muerte, por bruja.

¿Qué tipo de secuelas puede dejar eso?

Hope no quería imaginarlo, su trabajo pasaba por unos años bastante tranquilos, habían peligros, siempre los había, pero nada que la rubia no creyera poder controlar. Por el momento. En cambio, imaginar a Drake en una mala situacion...

Un nudo se le crea en el estomago, justo en el momento en el que el trasladar las cambia de lugar, dejándolas en Azkaban. Hope llevaba bien las traslaciones, casi mejor que los viajes en el ascensor del ministerio, pero aquella vez los pensamientos que habían cruzado su cabeza, habían dejado un su boca un sabor amargo, y en su pecho un nudo que ejercía presión. Sensaciones que no desaparecerían hasta que regresara junto a su marido, al calor del hogar.

-Venga Brawn, que no te supere un boli.
-La apoya, retirando la mano del bolígrafo que descansaba en una pequeña mesa, esta vez en mitad de una habitación vacía y mal iluminada.

Bienvenidos a Alcatraz

La habitación parece saludarles con su carencia de comodidades antes de que Hope se apresure a adelantarse para abrirle la puerta a la jueza  y quedarse a un lado de la enorme sala; Estaban en la primera planta, la entrada de la base de los Aurores, Hope se la conocía a la perfección . No tenía muy claro que estaban haciendo en aquel lugar, pero esperaba que no tuvieran que bajar a los pisos más profundos de la isla, donde el malestar se intensificaba y  la sensación de agobio tensaba los músculos de hasta el más preparado.

-¿Puedo preguntar en qué consiste la visita?- No quería ser indiscreta, sabía que su trabajo en aquella misión era exclusivamente el de protegerla.- Podría guiarte por este sitio. Aunque si sabes a donde ir, yo...- fingió cerrar una cremallera entre sus labios, antes de desviar la mirada y saludar a un Auror que pasó por el lado de ambas.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No era la persona más amable del mundo, eso lo reconocía y lo podía ver cualquier persona que se atreviera a acercarse más de seis o siete pasos a ella, pero, aun así, cierto tipo de personas sacaban un malhumor mayor de sus entrañas. Aquellos que pensaban saber todo, estar por encima de los demás y poder criticar a los demás sin miramiento alguno, los que no se informaban correctamente y hablaban sin conocimiento, dándoles igual el efecto que pudieren tener sus palabras sobre los demás o sobre las situaciones a las que se enfrentaran. El mundo estaba demasiado lleno de incompetentes, y ella estaba harta de que todos le tocaran a ella.

Suspiró, alisando su malograda capa antes de regresar la mirada hasta la joven que la acompañaba aquel día. En algún momento, solo durante unos segundos, había pensado que la persona que estaría junto a ella sería Reynald, pero quizás era una mala idea se mirare por donde se mirare. La observó apenas unos segundos, una mueca se dejó entrever en sus finos labios mientras se encaminaba en dirección a la puerta de salida de aquella lúgubre sala. Mas no le esperaba nada mucho mejor cuando cruzara aquel umbral que tanto la estaba decepcionando. Casi tropezó contra ella en el momento se cruzó para abrir la puerta, llevándose solo una mirada desaprobatoria por parte de la rubia que hizo caso omiso.

—Se trata de uno de los pisos superiores— habló, ignorando confianzudamente la pregunta sobre porqué se encontraba allí y cual era al labor que llevaría a cabo. —¿Siempre eres tan expresiva?—  cuestionó, sin mirarla,  entonces ella. Le resultaba demasiado pesado que tuviera un comentario para absolutamente todo, un gesto o un chascarrillo que pronunciar. Prensó los labios, caminando en dirección a la puerta principal y entregando la carta que les permitiría acceder en Alcatraz. Si allí ya hacía frío, no era nada comparado con las sensaciones que la podían atrapar cuando ponía un pie dentro del lugar; no hacían falta dementores, como antaño, para conseguir que la construcción erizara los vellos de cualquiera que tuviera que entrar allí.
Arianne L. Brawn
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Las palabras de Brawn hacen que la rubia parpadee un par de veces sorprendida.

Hope siempre ha intentado ser agradable con quienes la rodean, desde hace años cree que la época  del silencio y las cabezas bajas quedó  atrás; Pero al parecer para Arianne esa época le era más cómoda.  

-Solo con los que me caen bien.- Responde, comprendiendo claramente el mensaje; No solo no va a decirle que hacen allí, sino que prefiere que se calle. Pues perfecto, como la señorita quiera.

La rubia avanza en dirección a la puerta principal. Ella no necesita nada para acceder a las instalaciones, son casi como su segundo hogar y no las teme. Pero sabe que si la jueza quiere entrar, tendrá que  dejar que vean sus permisos.

Hope espera, en silencio, haciendo que el Auror encargado de darles el pase la mire extrañado; Entreabre los labios y la rubia niega sutilmente, él asiente y las deja pasar.

Arianne dijo que iban a uno de los pisos superiores, así que la Auror la guia hasta los ascensores quedandose a su lado, esperando a que decida que boton pulsar.
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Arianne L. Brawn
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Se encogió de hombros ante su nueva y silenciosa actitud, lo cierto es que la prefería así un millón de veces más que con su incesante parloteo que penetraba en su cráneo y no permitía que pensara con claridad en las preguntas que tendrían que pronunciar cuando se encontrara con el preso. No había tenido tiempo para prepararlo todo y saber que no estaba en su lugar conseguía que el nerviosismo se apoderara de cierta parte de su conducta hasta conseguir que fuera, quizás, excesivamente fría y cortante cuando, en realidad, no lo era. Simplemente no tenía demasiado que decir como para tener que estar parloteando sobre cualquier cosa que se le ocurriera, como si parecía pasar con su compañía.

Caminó hasta donde debía, adquiriendo el pase y siguiendo con su caminar hasta el ascenso donde presionó el botón que la llevaría hasta la planta deseada. El camino, por suerte, fue corto y silencioso, permitiendo que ojeara alguno de unos archivos que había llevado junto a ella y aclarara, ligeramente, su mente. Por aquella razón la sorprendió el frío que las rodeó cuando las puertas volvieron a abrirse y un oscuro pasillo se habría ante ellas. —Celda doscientos quince— comunicó en voz alta, ojeando a su alrededor en busca de algo parecido a números hasta que dio con un par anteriores al que buscaba y se encaminó, con paso decidido, hacia el lugar. —Espera aquí un minuto, por favor, tengo que hablar con él— dijo un vez que hubieron llegado al final del pasillo y se tenía que acercar hasta la celda. No iba a pedir que lo sacaran, simplemente hablarían con brevedad con aquellos barrotes de por medio.

No espero una señal afirmativa o negativa antes de encaminarse y pronunciar el nombre del preso que, raudo, se acercó hasta los barrotes más que dispuesto a hablar todo lo que fuera necesario para salir de aquel lóbrego lugar.
Arianne L. Brawn
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Hope se limita a hacer su trabajo; Qué en ese momento, por muy poca ilusión que le haga, es escoltar a Brawn por Alcatraz.

No ve el botón que pulsa, tampoco se esfuerza mucho en ello. Mantiene la vista al frente mientras la jueza se dedica a mirar papeles y el ascensor sube; Acaba de empezar su día de trabajo y ya tiene ganas de volver a casa y acurrucarse en el sofá junto a Drake.

El ascensor se para y las puertas se abren para dar paso a unos pasillos oscuros y abandonados; Hope no tiene muy claro donde está, por regla general los presos se organizan del primer piso hacia abajo, siendo los de más abajo los más peligrosos. Los pisos superiores, por el contrario, están destinados en su mayoría a hacer de base de los Aurores. ¿Puede no haberse dado cuenta y haber estado bajando en vede subiendo? No lo tiene claro.

Celda doscientos quince

La voz de la rubia la sorprende un instante. Primero porque a estado callada todo el rato, y segundo porque a estado tratando el asunto como si fuera secreto.

La sigue mirando los números de las celdas y se detiene cuando ella se lo pide. No le hace especial ilusión que le pida que la espere. Saca la varita y se mantiene en alerta, viéndola avanzar hasta los barrotes sin despegar sus ojos de ella; Una sola señal de peligro y la arrasaría fuera de allí dijera lo que dijera.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Suspiró con cansancio. Sin duda se trataba de uno de los momentos que más intentaba rehuir, sin contar las ocasiones en las que la enviaban en los distritos del norte para algún tipo de asunto judicial. Pero estar allí era algo diferente, la sangre de la rubia se helaba cada vez que tenía que pisar aquel lugar, y más aún cuando sabía que no iba a ser más que una visita corta e infructífera, como siempre. Caminó con resolución, observando los números de celdas hasta que dio con la indicada, acercándose hasta los barrotes de ésta y llamando por su nombre al hombre que allí se hallaba.

Los conocimientos sobre él se basaban en lo poco que había leído durante las escasas dos horas que tuvo desde el momento en el que el informe recayó en sus manos. Y ahí quedaba todo. Ni un detalle más. Al menos no hasta que vió su rostro y lo reconoció como alguien que ella misma había enjuiciado y condenado no muchas semanas atrás. Tomó aire por la boca, acercándose y manteniendo una corta conversación que, como esperaba, no serviría de absolutamente nada. La voz del hombre era susurrante, como si temiera que alguien más lo pudiera escuchar. —Siento comunicarte que esa información ya está en el poder de Wizengamot por lo que no nos sirve de ayuda a no ser que tengas algo más que agregar— contestó ella sin cuidado alguno, alejándose un par de pasos de la celda —¿Hay algo más?— cuestionó recorriéndolo con la mirada. Quizás fuera no era tan fría, al menos no con las personas en las que depositaba su confianza y quería, pero cuando se encontraba en su trabajo aquella era su forma de ser, no podía dejar ver ninguna otra faceta que no fuera de una fiel cumplidora de la ley. —De acuerdo, nos veremos cuando concluya tu condena— agregó ante el silencio del hombre. No tenía tiempo que perder, habían decenas de causas pendientes sobre su escritorio como para perder el tiempo en algo como aquello.

Ni siquiera tuvo tiempo de alejarse de las rejas cuando las manos del hombre salieron disparadas de entre éstas, tomando a la rubia por sorpresa en el momento en el que se cernieron en torno a las solapas de su chaqueta.
Arianne L. Brawn
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SI Hope hubiera estado en su forma felina, seguramente ambas orejas se habrían estado moviendo de un lado a otro desde que entró en el recinto: Una gota que cae de una tubería descuidada, el quejido de algún preso, las palabras de Brawn, los susurros de un preso intentando convencer a la bruja de pactar por información...y finalmente, el sonido que habría puesto en alerta todos sus sentidos; movimiento.

Pero por supuesto, Hope no estaba en su forma felina y cuando los dedos del preso se aferraron a las solapas de la otra bruja para apretarla contra los barrotes, Hope no fue lo suficientemente rápida como para evitarlo; No estaba lo suficientemente cerca, y la posibilidad de lanzar un hechizo quedaba descartada al ser la jueza el blanco más grande en movimiento en ese momento.

-¡He!- Chilló haciendo eco por los pasillos corriendo a socorrer a Arianne.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, estampó con la zurda una de las manos qué el preso estaba utilizando para agarrar a la mujer, contra con barrotes; Si ejercía la suficiente presión probablemente podría romperle la muñeca. -Suéltala tigre, no vale la pena. -Le dijo la Auror al hombre mientras con la diestra le apuntaba con la varita; Atacar a alguien en Azkaban era una locura, otro Auror probablemente ya habría empezado a torturar al pobre desgraciado; Hope le daba la oportunidad de rectificar, no era una sadica y esperaba que la soltase por las buenas.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Quizás no se tendría que haber despistado, no alejarse de él con tanta simpleza y controlar más al reo. Pero no lo había hecho, y ahora estaba sufriendo las consecuencias de su errónea decisión. En el mismo momento en el que su cerebro reaccionó alzó las manos hasta colocarlas sobre las contrarias, en un intento de liberarse de su agarre y poder alejarse. —Esto es peor de lo que te imaginas— advirtió. Provocando que tirase de ella en dirección a las rejas, siendo atraída sin poder evitarlo.

Consiguió alejar las manos antes de que la auror que la acompañaba, Hope, colocara sus manos para poder liberarla. La observó de reojo, siendo incapaz de controlar su expresión cuando mencionó que “no merecía la pena”. Por suerte las manos se soltaron, alejándose de los barrotes y desapareciendo dentro de la oscura celda. Carraspeó, dando un par de pasos hacia atrás  y recolocándose la camisa correctamente. —Gracias— articuló a ella, mirándola de soslayo y haciéndole un gesto para salir de allí.

—Ha sido mi error— habló cuando hubieron salido de aquel pasillo y se encaminaban hacia el ascensor para salir del lugar. —No he reaccionado a tiempo— explicó con el ceño fruncido pero sin dejar de caminar. Hacía demasiado tiempo que no tenía que sufrir situaciones como aquellas, y no se lo había esperado ni por un segundo que sucedería, que tendría que lidiar con algo como aquello.
Arianne L. Brawn
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Los ojos de la Auror escrutaron la oscuridad de la celda cuando las manos del preso desaparecieron en el interior; Arianne había tenido suerte de que nada de aquello llegara a más. El espectáculo habría sido terriblemente desagradable.

"Gracias"

Hope miró a la mujer sorprendida mientras ambas se alejaban de la celda; En realidad, la animaga no consideraba que hubiera hecho gran cosa,  pero que Brawn no la acusara de haber sido demasiado suave en su forma de proceder, la hizo asentir levemente con una mejor imagen de la bruja.

-Es mi trabajo. - Respondió dejando que ella intentara explicar su error con palabras; Probablemente más para sí misma que para la Auror. No reaccionar a un ataque, acercarse demasiado a los barrotes de una celda... ¿Cuál había sido realmente el error de Arianne? Probablemente ir a Alcatraz. - Estás bien, es lo único que importa. - Su misión real; No importaba como o después de qué; la jueza debía salir entera. Sabía que era inevitable que una pequeña sensación en el pecho de la chica se instaurase indefinidamente. Esa sensación que te dice que es mejor que no te la juegues y que probablemente un superviviente de los juegos debía tener mentida en la sangre.

No  preguntó si había valido la pena, ya había escuchado la conversación por lo bajo y no quería desalentarla;  Además había quedado claro que la chica prefería el silencio. Hope pulsó el botón del ascensor que los devolvería al recibidor de la prisión.

"Había sido breve pero intenso..." Peró se guardo la broma para sus adentros.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Sabía cuando cometía un error y no era un problema para ella reconocerlo, así de sencillo. Las personas que no la conocían solo se fijaban en la superficie, en lo cortante y distante que se mostraba incluso con las personas cercanas a ella, pero era algo demasiado alejado de la realidad.

Caminó en silencio los últimos metros en dirección al ascensor, asintiendo con la cabeza en relación a que se trataba de su trabajo, y así era, pero no podía evitar sentirse mal consigo misma ante un despiste como aquel. La completa desconfiada de años tras había sido arrinconada, alzándose alguien como la que era en el presente, teniendo confianza, demasiada para las personas con las que tenía que tratar, simplemente no pensó que el preso cometería la imprudencia que acababa de acontecer; complicado de prever. —Supongo— contestó con simpleza, metiendo las manos en sendos bolsillos de su gabardina mientras aguardaba junto a ella a la llegada del ascensor que las sacaría de allí.

Entró, siendo adelantada al pulsar el botón, por lo que se irguió con la mirada fija en la puerta, inmersa en sus pensamientos y sin mediar palabra alguna en todo el trayecto. Un ligero movimiento las alertó de que habían llegado a su destino abriéndose las puertas frente a ellas y saliendo del interior del cubículo. —Desde aquí no hace falta que me acompañes, iré a la academia— comenzó a hablar inicialmente de espaldas pero volviéndose hacia ella y haciendo un gesto con la cabeza en dirección al edificio.  —Encantada de haberte visto de nuevo, Hope— volvió a decir a modo de despedida y, entonces sí, dándole la espalda para encaminarse hacia la edificación que había frente a ellas. No reconocía a todas las personas, muchos rostros se arremolinaban en sus recuerdos como para poder un nombre a todos ellos, pero, en ocasiones conseguía acertar mínimamente.
Arianne L. Brawn
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-Igualmente. - Dijo con simpleza la rubia, dejando marchar a la bruja del Wizengamot; Sabía que cuando alguien cometía un error, aunque fuera uno tonto como aquel, necesitaba estar solo, o al menos con alguien de confianza. Y estaba claro que ese alguien no era ella para Arianne.

Hope le sonrió amigablemente. Lamentaba en silencio que no se hubiera llevado especialmente bien, pero sabía que Arianne tenía motivos para estar encerrada en si misma; Una pena.

Cuando la bruja desapareció, Hope no volvió al ministerio; Se quedó en Alcatraz para escribir el informe obligatorio de su misión. Un informe breve y conciso, detallando el pequeño percance.
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