OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Había acabado echa una porquería tras terminar de cosechar un plan de plantas de yerba justo después de que lloviera como si se fuera a caer el cielo. Podría haber esperado a que se secara el suelo, pero ya había tenido que esperar a que escampara y la maría estaba por pasarse. Era ahora o nunca. La última vez enfermé a medio distrito por coger la maría pasada y estaba asegurándome de que eso no iba a suceder otra vez. La he dejado sobre la mesa toda desperdigada y preparo un par, pero tengo las manos tan llenas de barro que es imposible hacerlo bien. — ¡Mami va a ir a bañarse! — Chillo y apto seguido me empiezo a reír porque con la tontería del día oscuro que estamos teniendo, se me ha olvidado que apenas son las 10 de la mañana.
Recorro el camino hacia la gruta con mi cajita de baño, que incluye bobadas como toallas y jabón, pero además otros artículos extra de limpieza que suelo usar en raras ocasiones para arreglarme los pies y las manos; porque si, tal vez vivamos en el campo pero no por eso tengo que parecer una campesina mugrienta. Para cuando llego a la gruta, lejos de la lluvia, veo la espalda de alguien en el agua. Rubia, menuda. Es fácil saber quien es, porque la otra opción es Sophia y ahorita estoy mega pero mega segura, de que le está dando clase a mi hija. — ¡Guay! Compañía. Ava, te andaba buscando. — Bueno, no la andaba buscando concretamente pero ya que está ahí voy a decir que sí para que sepa lo importante que es su presencia para mi.
Mientras voy hablando me voy quitando la ropa sin ningún tipo de pudor. De hecho ni siquiera me cortaría si en vez de Ava, fuera Cale o todos a la vez en sus supuestos rollos de chicos donde no se admiten chicas como si siguiéramos teniendo 12. — ¿Que haces aquí tan temprano? creía que habías dicho esta mañana que querías ir a por algo a no se donde. — Aunque a lo mejor fue una cosa en plan alguien, dijo que alguien había oído a otro alguien decir que otro alguien quería ir a hacer algo al bosque. Y lo mismo ni se referían a Ava. — He traído un porro. ¿Quieres probarlo? La he cosechado hoy y está listito para mezclar. — Aunque mi invitación parece una pregunta, no lo es. Me siento en el borde ya completamente en bolas, meto los pies, alcanzo mi cajita y rebusco, tomándome todo mi tiempo para prepararlo bien. Nada de chapuzas como si fuera una novata en esto. — Toma, te concedo la primera solo por ser mi rubia preferida. — Que no sea mi hija, obvio.
Recorro el camino hacia la gruta con mi cajita de baño, que incluye bobadas como toallas y jabón, pero además otros artículos extra de limpieza que suelo usar en raras ocasiones para arreglarme los pies y las manos; porque si, tal vez vivamos en el campo pero no por eso tengo que parecer una campesina mugrienta. Para cuando llego a la gruta, lejos de la lluvia, veo la espalda de alguien en el agua. Rubia, menuda. Es fácil saber quien es, porque la otra opción es Sophia y ahorita estoy mega pero mega segura, de que le está dando clase a mi hija. — ¡Guay! Compañía. Ava, te andaba buscando. — Bueno, no la andaba buscando concretamente pero ya que está ahí voy a decir que sí para que sepa lo importante que es su presencia para mi.
Mientras voy hablando me voy quitando la ropa sin ningún tipo de pudor. De hecho ni siquiera me cortaría si en vez de Ava, fuera Cale o todos a la vez en sus supuestos rollos de chicos donde no se admiten chicas como si siguiéramos teniendo 12. — ¿Que haces aquí tan temprano? creía que habías dicho esta mañana que querías ir a por algo a no se donde. — Aunque a lo mejor fue una cosa en plan alguien, dijo que alguien había oído a otro alguien decir que otro alguien quería ir a hacer algo al bosque. Y lo mismo ni se referían a Ava. — He traído un porro. ¿Quieres probarlo? La he cosechado hoy y está listito para mezclar. — Aunque mi invitación parece una pregunta, no lo es. Me siento en el borde ya completamente en bolas, meto los pies, alcanzo mi cajita y rebusco, tomándome todo mi tiempo para prepararlo bien. Nada de chapuzas como si fuera una novata en esto. — Toma, te concedo la primera solo por ser mi rubia preferida. — Que no sea mi hija, obvio.
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Estaba molesta y lo suficientemente inquieta como para no poder permanecer en mi casa. Por mucho que me quejase de algunas guardias nocturnas, hay veces en las que las necesitaba para sentirme útil. Sobre todo en los días en los que no había ninguna excursión. No importaba que hubiese pasado toda la mañana entrenando, todavía sentía que tenía energías para toda la semana, y no podía estarme quieta.
Sudorosa y molesta, sabia que Arion no estaría muy feliz de tener que soportarme en este estado. El corcel podía tener toda la paciencia del mundo y ni eso sería suficiente para aguantarme. ¿Tal vez podría visitar a alguien?... No, seguramente terminaría frustrada y enojada, y no tenía ganas de andar generando peleas innecesarias. Resignada, decido que lo mejor que puedo hacer en lugar de buscar más actividades es tratar de relajarme. Y como la única forma en la que puedo hacer eso sin terminar lastimando a alguien es yendo a nadar, no tardo en tomar unas pocas cosas de mi casa y a paso rápido me dirijo a las grutas.
No tardo en llegar, el camino me es más familiar que la palma de mi mano, y en poco tiempo acabo sentada en mi roca favorita al costado de lago. No me molesto en ser pudorosa, a estas alturas todos en el distrito nos hemos encontrado en paños menores por diversas situaciones, aún más cuando la gruta solía ser el lugar favorito de baño; así que apresurando a quitarme la remera y el pantalón, termino zambulléndome en el agua vistiendo solo mi ropa interior.
Solo he dado un par de largos cuando una voz conocida me sobresalta, y al darme vuelta para saludar a Eowyn, no me sorprende ver que ella se está desnudando sin reparo a medida que se acerca a donde estoy. Levantando la ceja de manera dudosa, le sonrió antes de dirigirme a ella. - No sé si preguntarte por qué me estabas buscando, o cómo mierda supiste donde encontrarme. Pero cuando se trata de tí, aprendí a no cuestionarme tanto... - Acercándome con cuidado a una saliente sobre la orilla, me recliné sobre ella y con un corto envión salí del agua sin esfuerzo. - Eso fue hace una semana Wyn... - Suspiro resignada sabiendo que la mente de la rubia está en cualquier lado, menos en su cabeza.
- ¿Acaso me buscabas para drogarme? - Consulto curiosa cuando me ofrece el porro tras haberlo preparado con manos expertas. Sin embargo, no lo rechazo, y tras haberme secado rápidamente las manos con la remera que había descartado, me apresuro a tomarlo antes de que cambie de opinión. Después de todo, había venido al lago a relajarme, y si Wyn me ofrecía algo mejor que desquitarme nadando ¿quién era yo para negarme? - ¿Crees que mi madre sigue sin saber que me llevas por mal camino? - Consulto tras dar una calada tal y como me había enseñado hace años. Después de todo, lo que hace Eowyn es una especie de secreto a voces no tan secreto.
Sudorosa y molesta, sabia que Arion no estaría muy feliz de tener que soportarme en este estado. El corcel podía tener toda la paciencia del mundo y ni eso sería suficiente para aguantarme. ¿Tal vez podría visitar a alguien?... No, seguramente terminaría frustrada y enojada, y no tenía ganas de andar generando peleas innecesarias. Resignada, decido que lo mejor que puedo hacer en lugar de buscar más actividades es tratar de relajarme. Y como la única forma en la que puedo hacer eso sin terminar lastimando a alguien es yendo a nadar, no tardo en tomar unas pocas cosas de mi casa y a paso rápido me dirijo a las grutas.
No tardo en llegar, el camino me es más familiar que la palma de mi mano, y en poco tiempo acabo sentada en mi roca favorita al costado de lago. No me molesto en ser pudorosa, a estas alturas todos en el distrito nos hemos encontrado en paños menores por diversas situaciones, aún más cuando la gruta solía ser el lugar favorito de baño; así que apresurando a quitarme la remera y el pantalón, termino zambulléndome en el agua vistiendo solo mi ropa interior.
Solo he dado un par de largos cuando una voz conocida me sobresalta, y al darme vuelta para saludar a Eowyn, no me sorprende ver que ella se está desnudando sin reparo a medida que se acerca a donde estoy. Levantando la ceja de manera dudosa, le sonrió antes de dirigirme a ella. - No sé si preguntarte por qué me estabas buscando, o cómo mierda supiste donde encontrarme. Pero cuando se trata de tí, aprendí a no cuestionarme tanto... - Acercándome con cuidado a una saliente sobre la orilla, me recliné sobre ella y con un corto envión salí del agua sin esfuerzo. - Eso fue hace una semana Wyn... - Suspiro resignada sabiendo que la mente de la rubia está en cualquier lado, menos en su cabeza.
- ¿Acaso me buscabas para drogarme? - Consulto curiosa cuando me ofrece el porro tras haberlo preparado con manos expertas. Sin embargo, no lo rechazo, y tras haberme secado rápidamente las manos con la remera que había descartado, me apresuro a tomarlo antes de que cambie de opinión. Después de todo, había venido al lago a relajarme, y si Wyn me ofrecía algo mejor que desquitarme nadando ¿quién era yo para negarme? - ¿Crees que mi madre sigue sin saber que me llevas por mal camino? - Consulto tras dar una calada tal y como me había enseñado hace años. Después de todo, lo que hace Eowyn es una especie de secreto a voces no tan secreto.
Hago un gesto con mi mano de victoria, levantando los dedos índice y anular como si fueran a tomarme una foto como respuesta a su elaborado pensamiento acerca de no cuestionarse sobre como supe donde encontrarla, porque a veces tenía revelaciones de donde estaban las personas con las que más me apetecía estar pero ese súper poder era súper difícil de explicar (mentira, fue mera casualidad). — ¿Tanto? ¿a donde se fue mi semana? tenía un montón de cosas importantes que hacer. ¡Darle de comer a los pollitos! — Oh, no. Espero que alguien les haya dado de comer por mi. Me muerdo el labio ligeramente preocupada, pero lo cierto es que no me apetece pararme a ir a ver si los pollitos están bien. Seguro que la gallina tiene un par más para reponer esos antes de que nadie lo note. Si paso algo. Que no tiene porqué.
Y si pasó algo y me echan la culpa lo negaré.
— ¿Qué? ¡no! — Sueno súper indignada. — Estoy pensando en ti y en tu bienestar mental. Tienes los chacras de un color rarito. — La señalo de arriba a abajo, para luego girarme a preparar otro para mi, largándole primero el cutre encendedor que tenemos los pobres muggles que no podemos hacer magia con las varitas. Ahora que me lo pienso bien creo que no debería dejado que Sophia acaparara a Seth. La de cosas que podría ahorrarme tener que hacer si su varita siempre estuviera disponible p-a-r-a m-i. — Tu madre no se entera de nada nunca. Lo cual es mejor que tenerla encima todo el rato diciéndote lo que no puedes hacer como si fueras tonta y no pudieras decidir por ti misma. — Nunca estuve muy acostumbrada al control de los adultos, especialmente porque mis padres no ejercían absolutamente ninguno sobre mi; de la misma manera que no ejerzo ninguno sobre mi Bev hermosa, porque es el ciclo de la vida y porque ella debe descubrir el mundo a su manera. Aunque eso no quite que quiera enseñarle cosas para que vaya más adelantada que el resto, algo que no es un problema en este lugar porque, Arleth: megacontroladora número 1; Sophia: Controladora número 2. ¿Alice? controladora-amargada-le-hace-falta-un-porro número 3. ¡Mi hija es la única normal en este lugar! — Así que de nada. Gracias a mi eres una mujer libre, independiente y que no le da cuentas a nadie. — Me echo flores mientras llevo el porro a mis labios y lo enciendo, dando una larga calada e intentando usar el humo para hacer aros. Algo que se me da mejor ahora que a los 14. — Y cuéntame, ya estás lista para explicarme con lujo de detalles las guarradas que Ben y tú hacéis cuando os vais juntitos al bosque o me espero a que vayas por la mitad? — Pongo un tono de voz bastante travieso y sugerente, meneando mis hombros para hacerlo todavía más vergonzoso.
Y si pasó algo y me echan la culpa lo negaré.
— ¿Qué? ¡no! — Sueno súper indignada. — Estoy pensando en ti y en tu bienestar mental. Tienes los chacras de un color rarito. — La señalo de arriba a abajo, para luego girarme a preparar otro para mi, largándole primero el cutre encendedor que tenemos los pobres muggles que no podemos hacer magia con las varitas. Ahora que me lo pienso bien creo que no debería dejado que Sophia acaparara a Seth. La de cosas que podría ahorrarme tener que hacer si su varita siempre estuviera disponible p-a-r-a m-i. — Tu madre no se entera de nada nunca. Lo cual es mejor que tenerla encima todo el rato diciéndote lo que no puedes hacer como si fueras tonta y no pudieras decidir por ti misma. — Nunca estuve muy acostumbrada al control de los adultos, especialmente porque mis padres no ejercían absolutamente ninguno sobre mi; de la misma manera que no ejerzo ninguno sobre mi Bev hermosa, porque es el ciclo de la vida y porque ella debe descubrir el mundo a su manera. Aunque eso no quite que quiera enseñarle cosas para que vaya más adelantada que el resto, algo que no es un problema en este lugar porque, Arleth: megacontroladora número 1; Sophia: Controladora número 2. ¿Alice? controladora-amargada-le-hace-falta-un-porro número 3. ¡Mi hija es la única normal en este lugar! — Así que de nada. Gracias a mi eres una mujer libre, independiente y que no le da cuentas a nadie. — Me echo flores mientras llevo el porro a mis labios y lo enciendo, dando una larga calada e intentando usar el humo para hacer aros. Algo que se me da mejor ahora que a los 14. — Y cuéntame, ya estás lista para explicarme con lujo de detalles las guarradas que Ben y tú hacéis cuando os vais juntitos al bosque o me espero a que vayas por la mitad? — Pongo un tono de voz bastante travieso y sugerente, meneando mis hombros para hacerlo todavía más vergonzoso.
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Me río cuando me confirma que sí tiene la cabeza en cualquier parte, y no tardo en explicarle que los pollitos se encuentran bien. No recuerdo si era Murph, Lilah o alguna otra que andaba cuidando a los bichejos, pero creía haber escuchado a una de ellas decir algo de darles de comer, y sino... eran pollitos, la gallina les mostraría como proveer su propio alimento, así funcionaba la naturaleza.
Negando con la cabeza, divertida por su explicación, no puedo evitar preguntarme si de verdad Eowyn iba por la vida viendo a la gente pintada de colores. Qué hermosa pinturita sería el distrito si ese fuera el caso, ¿Zenda cambiaría tan seguido como su color de cabello? - ¿A qué te refieres con 'raritos'? - Le consulto dando otra calada, saboreando el gusto que me dejaba en la boca. Debo admitir que en sus inicios, el olor me repugnaba y el sabor no me parecía nada espectacular... las personas cambian, y estaba agradecida de que mis gustos también lo hicieran: pocas cosas relajaban más que un buen faso.
Su descripción de mi madre se me hace adecuada y me río ya que incluso hoy la veo ejercer ese tipo de control sobre Zen. Sin embargo yo no puedo decir demasiado a mi favor ya que al haber sido criada por ella he adoptado muchas de sus costumbres. ¿Cuántas fueron las veces en las que yo misma le había dicho a mi hermana que no podía hacer tal o cual cosa?... ¡OH POR DIOS! ¡Me estaba convirtiendo en mi madre! Sin poder reprimir el escalofrío que me recorre completa, aprieto un poco más de lo debido el porro y me pregunto si ya ha empezado a afectarme o si solo es la presencia de Eowyn la que me hace plantearme escenarios distintos en mi cabeza. Opto por la segunda opción, es raro que la María me pegue tan rápido. - ¿Así que es a tí a quien debo agradecer? Muchísimas gracias señorita Redford, sus aportes a forjar mi carácter son apreciados. - Ironizo dejándome caer hacia atrás y sosteniendo mi peso en uno de mis antebrazos. Solo tardo unos segundos en arrepentirme de ese movimiento, porque me cuesta todo lo que tengo el no caerme cuando Eowyn insinúa que Ben y yo hacemos guarradas cuando vamos de excursión. - Espérate a que me lo termine si quieres enterarte algo más de lo muy incómodo que es ir al baño en mitad del bosque. - Le contesto, porque sería peor negar algo con vehemencia en frente de ella. Si tengo suerte, un porro solo no será suficiente para que suelte la lengua y podré salir de ahí con mi reputación intacta, y no desperdigada por todo el distrito. - ¿Acaso es esta la verdadera razón por la que me estabas buscando? - Consulto tratando de actuar lo más normalmente que puedo, y agradeciendo internamente que no haya nadie más cerca escuchando esta conversación.
Negando con la cabeza, divertida por su explicación, no puedo evitar preguntarme si de verdad Eowyn iba por la vida viendo a la gente pintada de colores. Qué hermosa pinturita sería el distrito si ese fuera el caso, ¿Zenda cambiaría tan seguido como su color de cabello? - ¿A qué te refieres con 'raritos'? - Le consulto dando otra calada, saboreando el gusto que me dejaba en la boca. Debo admitir que en sus inicios, el olor me repugnaba y el sabor no me parecía nada espectacular... las personas cambian, y estaba agradecida de que mis gustos también lo hicieran: pocas cosas relajaban más que un buen faso.
Su descripción de mi madre se me hace adecuada y me río ya que incluso hoy la veo ejercer ese tipo de control sobre Zen. Sin embargo yo no puedo decir demasiado a mi favor ya que al haber sido criada por ella he adoptado muchas de sus costumbres. ¿Cuántas fueron las veces en las que yo misma le había dicho a mi hermana que no podía hacer tal o cual cosa?... ¡OH POR DIOS! ¡Me estaba convirtiendo en mi madre! Sin poder reprimir el escalofrío que me recorre completa, aprieto un poco más de lo debido el porro y me pregunto si ya ha empezado a afectarme o si solo es la presencia de Eowyn la que me hace plantearme escenarios distintos en mi cabeza. Opto por la segunda opción, es raro que la María me pegue tan rápido. - ¿Así que es a tí a quien debo agradecer? Muchísimas gracias señorita Redford, sus aportes a forjar mi carácter son apreciados. - Ironizo dejándome caer hacia atrás y sosteniendo mi peso en uno de mis antebrazos. Solo tardo unos segundos en arrepentirme de ese movimiento, porque me cuesta todo lo que tengo el no caerme cuando Eowyn insinúa que Ben y yo hacemos guarradas cuando vamos de excursión. - Espérate a que me lo termine si quieres enterarte algo más de lo muy incómodo que es ir al baño en mitad del bosque. - Le contesto, porque sería peor negar algo con vehemencia en frente de ella. Si tengo suerte, un porro solo no será suficiente para que suelte la lengua y podré salir de ahí con mi reputación intacta, y no desperdigada por todo el distrito. - ¿Acaso es esta la verdadera razón por la que me estabas buscando? - Consulto tratando de actuar lo más normalmente que puedo, y agradeciendo internamente que no haya nadie más cerca escuchando esta conversación.
— mmm, desacomodados y de colores extraños, mezclados. Ya sabes. Así como difuminada y turbia y color caquita de ese que sale cuando te daba por mezclar todos los colores de las acuarelas. Como si te hiciera falta un poquito de alegría femenina. — Cuando se trata de mi, la mayoría de las cosas quedan obvias acompañadas de mi lenguaje corporal, así que menear los hombros, poniendo morritos y adoptando una voz sensual, deja más que claro a que me refiero con la alegría femenina. — Si quieres te ayudo. — Me ofrezco de forma tan natural que cualquiera diría que le acabo de decir que si quiere venir de compras mañana.
Le hago una reverencia exagerada a modo de "de nada" ante sus palabras irónicas, porque obvio para mi no son irónicas, o sea, me tiene que agradecer en serio todas las cosas buenas de su vida, incluso sus geniales y salvajes polvos con Ben durante sus disque excursiones de exploradores (me imagino lo de genial con razones de peso) al que por cierto desvirgué yo. Así que ahora que lo pienso todas las tipas con las que se acostó y acostará el resto de su existencia me deben agradecer a mi su experiencia. Como sea. Le hago un gesto de OK con mis dedos porque me tomo absolutamente literal lo de esperar a que se acabe todo el porro, llevándome el mío a la boca y estallando en carcajadas, lo cual es bastante contraproducente. Al final me trago el humo por otro lado y todo es una mezcla de risas, tos, llanto y "ay por dios que me voy a morir".
Me golpeo el pecho fuertemente para intentar recuperar la compostura. — ¡no quiero saber nada del baño! Eso no tiene ningún morbo. Ya he visto a Ben ir al baño. — Me aclaro la garganta un par de veces más y me reubico en el suelo, sacudiendo la cabeza riéndome. — ¡Claro que no! Puedo tener fantasías con Ben desnudo sin tu ayuda. Y algunas no tan fantasías. ¡Te busco porque me caes bien! — Le di un golpecito con mi mano contra la espalda a modo de complicidad, que fue más un toque con la punta de los dedos que nada. Muy suavecito. — Pero si el motivo de que no me lo cuentes es que te da verguenza, te puedo contar un par de secretitos de Ben concretamente. Hay una cosa que le pone un montón. —
Le hago una reverencia exagerada a modo de "de nada" ante sus palabras irónicas, porque obvio para mi no son irónicas, o sea, me tiene que agradecer en serio todas las cosas buenas de su vida, incluso sus geniales y salvajes polvos con Ben durante sus disque excursiones de exploradores (me imagino lo de genial con razones de peso) al que por cierto desvirgué yo. Así que ahora que lo pienso todas las tipas con las que se acostó y acostará el resto de su existencia me deben agradecer a mi su experiencia. Como sea. Le hago un gesto de OK con mis dedos porque me tomo absolutamente literal lo de esperar a que se acabe todo el porro, llevándome el mío a la boca y estallando en carcajadas, lo cual es bastante contraproducente. Al final me trago el humo por otro lado y todo es una mezcla de risas, tos, llanto y "ay por dios que me voy a morir".
Me golpeo el pecho fuertemente para intentar recuperar la compostura. — ¡no quiero saber nada del baño! Eso no tiene ningún morbo. Ya he visto a Ben ir al baño. — Me aclaro la garganta un par de veces más y me reubico en el suelo, sacudiendo la cabeza riéndome. — ¡Claro que no! Puedo tener fantasías con Ben desnudo sin tu ayuda. Y algunas no tan fantasías. ¡Te busco porque me caes bien! — Le di un golpecito con mi mano contra la espalda a modo de complicidad, que fue más un toque con la punta de los dedos que nada. Muy suavecito. — Pero si el motivo de que no me lo cuentes es que te da verguenza, te puedo contar un par de secretitos de Ben concretamente. Hay una cosa que le pone un montón. —
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En una mueca típica en mí, no puedo evitar fruncir el ceño cuando dice lo de "color caquita". Y es que nada alegra más a alguien que le digan que sus chakras, auras o lo que sea que ve en mí tienen ese color tan visualmente agradable. - Básicamente me estás llamando mal cogida en términos sutiles. - Declaro sin siquiera tratar de disfrazarlo a modo de pregunta. No es que se equivoque, claro está. Pero de ahí a declarar que mi aura era un aura de mierda, literal y figurativamente hablando... - No gracias Wyn, ya tuvimos la charla sobre mi heterosexualidad y acerca de como no me pone en lo absoluto el pensar estar con otra mujer. - Aclaro rechazando su ofrecimiento de ayudarme. Ya me las apañaría luego en algún momento que me pueda encontrar en un lugar tan solitario y poco abarrotado de gente como lo era una casa compartida con tres personas más, una de las cuales era mi madre.
Me río cuando cuando hace la reverencia, no tanto por el gesto en sí, más bien porque aunque deja expuestos sus pechos en frente mío y por más cuerpazo que tenga, no siento la más mínima atracción por ella. Era una pena, ya su hija me había dicho que tendría más suerte con las mujeres debido a la falta de hombres alrededor. Nuevamente maldije a Ben internamente por hacer que me familiarice con el término "frustración sexual"; prefería cuando todo deseo de ese ámbito podía justificarse como "hormonas adolescentes", era más fácil pasar por ellas sin conocer lo que una se estaba perdiendo. Dando una calada al porro, noto que hace un rato ya pase la mitad del mismo y sonrío para mis adentros.
- ¿Entonces qué quieres saber? Es lo más guarro que puedo contarte.- Fingir desconocimiento sobre un tema, era una excelente maniobra evasiva, y en estos momentos agradecía mi versatilidad verbal casi tanto como la agradecía a nivel físico. - ¿Una cosa que le pone un mon...? ¿QUÉ? ¿Qué crees que hago con Ben en el bosque? Créeme Wyn, si hubiese hecho algo con ese hombre, hermanastro o no, no sentiría vergüenza de decirlo. - Solo un temor absoluto a lo que mi madre, hermano y padrastro pudieran opinar al respecto; sin contar con el trauma que le ocasionaría a Zenda.
Me río cuando cuando hace la reverencia, no tanto por el gesto en sí, más bien porque aunque deja expuestos sus pechos en frente mío y por más cuerpazo que tenga, no siento la más mínima atracción por ella. Era una pena, ya su hija me había dicho que tendría más suerte con las mujeres debido a la falta de hombres alrededor. Nuevamente maldije a Ben internamente por hacer que me familiarice con el término "frustración sexual"; prefería cuando todo deseo de ese ámbito podía justificarse como "hormonas adolescentes", era más fácil pasar por ellas sin conocer lo que una se estaba perdiendo. Dando una calada al porro, noto que hace un rato ya pase la mitad del mismo y sonrío para mis adentros.
- ¿Entonces qué quieres saber? Es lo más guarro que puedo contarte.- Fingir desconocimiento sobre un tema, era una excelente maniobra evasiva, y en estos momentos agradecía mi versatilidad verbal casi tanto como la agradecía a nivel físico. - ¿Una cosa que le pone un mon...? ¿QUÉ? ¿Qué crees que hago con Ben en el bosque? Créeme Wyn, si hubiese hecho algo con ese hombre, hermanastro o no, no sentiría vergüenza de decirlo. - Solo un temor absoluto a lo que mi madre, hermano y padrastro pudieran opinar al respecto; sin contar con el trauma que le ocasionaría a Zenda.
Pongo cara de "lo dijiste tú, no yo" cuando dice que la ando llamando mal cogida. Me da pena porque casi todos los tipos de aquí están casados o son sus hermanos, pero sigo pensando en que Ben es la opción fácil (y no solo lo digo por fácil de es su única oportunidad, sino porque Ben en si es más fácil que la tabla del uno) se lo cedería, lo juro, con tal de que dejara de poner caras raras y amargarse por seguir siendo pseudo virgen, porque nadie me quita la idea de la cabeza de que esos dos se han acostado juntos en el bosque cada vez que salen. De hecho, miro intensamente a Ava mientras me dice que es heterosexual, cosa que no le creo porque hasta ahora no he conocido a ninguna chica 100% hetero. Me río de hecho, con una risa de esas guturales que intentas reprimir pero al final te sale casi sarcástica. — Mentira. No puedes decir que eres hetero si no probaste una chica alguna vez. Son las normas. — Echo la cabeza hacia atrás y le doy otra calada, manteniendo mis piernas cruzadas a la altura de los tobillos y meneándome de un lado a otro despacito.
Suelto un suspiro porque o el porro no ha hecho efecto suficiente o me está mintiendo (y miente jodidamente bien) así que vuelvo a mirarla, esta vez con los ojos muy encogidos. — ¿Seguro? Yo no me resistiría. A duras penas me resisto a Seth y está casado. ¿Por qué resistirse si está soltero? — Los celos no existen en mi vocabulario. Los celos son para personas que creen que tienen derechos sobre otro ser humano, así que en ningún momento se me ve flaquear cuando, prácticamente, le estoy ofreciendo ponerle delante a Ben en bolas con un lacito en sus partes si con eso lo disfruta. — ¿Qué te da miedo? — De verdad le creo que no hagan nada, pero es una espinita que se me queda clavada. O lo harán algún día (y espero estar ahí para decir que lo sabía) o lo hicieron y me miente por algún motivo que todavía tengo que averiguar. — Si es porque tu mamá te dijo que dolía, es mentira. Aunque bueno, cada chica es un mundo y a algunas les duele y a otras no; pero yo te veo cara de que no. — Intento tranquilizarla. — Y si algún día quieres que Ben se ponga a mil. Muerdele el cuello. — Y eso ya se lo digo como regalo, inclinándome hacia un lado para acercar mi cabeza a la suya y bajar la voz al mínimo como si aquello fuera secreto de estado.
Suelto un suspiro porque o el porro no ha hecho efecto suficiente o me está mintiendo (y miente jodidamente bien) así que vuelvo a mirarla, esta vez con los ojos muy encogidos. — ¿Seguro? Yo no me resistiría. A duras penas me resisto a Seth y está casado. ¿Por qué resistirse si está soltero? — Los celos no existen en mi vocabulario. Los celos son para personas que creen que tienen derechos sobre otro ser humano, así que en ningún momento se me ve flaquear cuando, prácticamente, le estoy ofreciendo ponerle delante a Ben en bolas con un lacito en sus partes si con eso lo disfruta. — ¿Qué te da miedo? — De verdad le creo que no hagan nada, pero es una espinita que se me queda clavada. O lo harán algún día (y espero estar ahí para decir que lo sabía) o lo hicieron y me miente por algún motivo que todavía tengo que averiguar. — Si es porque tu mamá te dijo que dolía, es mentira. Aunque bueno, cada chica es un mundo y a algunas les duele y a otras no; pero yo te veo cara de que no. — Intento tranquilizarla. — Y si algún día quieres que Ben se ponga a mil. Muerdele el cuello. — Y eso ya se lo digo como regalo, inclinándome hacia un lado para acercar mi cabeza a la suya y bajar la voz al mínimo como si aquello fuera secreto de estado.
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La expresión en el rostro de Eowyn me deja todo en claro y simplemente me encojo de hombros con resignación. Pues me tocaría tener los chakras para la mierda por un tiempo, porque mi panorama no parecía cambiar pronto y no, no dejaría que Eowyn me ayudase. - Puedo, y lo hago. No es cuestión de haber probado o no, es que simplemente no siento atracción alguna hacia las mujeres.- Declaro cambiando de posición al comenzar a sentir los brazos entumecidos y dando otra calada al faso. - Sí, puedo admitir cuando una mujer es bella y tiene un perfil atrayente, pero particularmente no me pone ninguna. - Es simple, sé reconocer la belleza, pero no puedo decir que ninguna mujer que he conocido hasta el momento me calienta de alguna forma. Tampoco estoy cerrada a la idea si en algún momento fuese a cambiar de parecer, pero esta era la realidad del momento.
Me río a carcajada limpia cuando me vuelve a cuestionar, no por la pregunta en sí, sino porque comprendo muy bien el ejemplo que pone. - Segura. - Afirmo con una convicción que suena muchísimo más real de lo que realmente es. - Porque, soltero o no, sería una complicación. No voy a negarte que Ben me resulta atractivo, tendría que ser muy estúpida, ciega y sorda para negarlo. Pero... - Dejo las palabras en el aire mientras termino el porro con tranquilidad, notando que sí, algo me debe haber pegado para ser tan sincera con Eowyn... o todo lo sincera que podía ser sin exponerme. Después de todo, ese "pero" era lo que me había mantenido a raya todos estos años. - ¿Miedo? - No puedo terminar de pensar en lo que me acaba de preguntar, cuando salta con una de las últimas cosas que esperaba oír. -Wyn, no es el miedo al dolor lo que me impide saltar sobre Ben a la primera oportunidad. - Le respondo con gracia. De hecho, jamás había pensado en eso con anterioridad, ya sea porque mi madre no me impuso ese miedo, o porque realmente no me había dolido un carajo. - Creo que tiene que ver más con el hecho de que nuestros padres están casados, o tal vez porque tenemos una hermana en común. - Le espeto como si fuera una obviedad monumental. Iba a agregar alguna excusa más, cuando me hace reír nuevamente con su pequeño consejo; y tengo que morderme la lengua para no contestarle que ese detalle lo aprendí por mi cuenta.
Me río a carcajada limpia cuando me vuelve a cuestionar, no por la pregunta en sí, sino porque comprendo muy bien el ejemplo que pone. - Segura. - Afirmo con una convicción que suena muchísimo más real de lo que realmente es. - Porque, soltero o no, sería una complicación. No voy a negarte que Ben me resulta atractivo, tendría que ser muy estúpida, ciega y sorda para negarlo. Pero... - Dejo las palabras en el aire mientras termino el porro con tranquilidad, notando que sí, algo me debe haber pegado para ser tan sincera con Eowyn... o todo lo sincera que podía ser sin exponerme. Después de todo, ese "pero" era lo que me había mantenido a raya todos estos años. - ¿Miedo? - No puedo terminar de pensar en lo que me acaba de preguntar, cuando salta con una de las últimas cosas que esperaba oír. -Wyn, no es el miedo al dolor lo que me impide saltar sobre Ben a la primera oportunidad. - Le respondo con gracia. De hecho, jamás había pensado en eso con anterioridad, ya sea porque mi madre no me impuso ese miedo, o porque realmente no me había dolido un carajo. - Creo que tiene que ver más con el hecho de que nuestros padres están casados, o tal vez porque tenemos una hermana en común. - Le espeto como si fuera una obviedad monumental. Iba a agregar alguna excusa más, cuando me hace reír nuevamente con su pequeño consejo; y tengo que morderme la lengua para no contestarle que ese detalle lo aprendí por mi cuenta.
Blablabla, mememe, todo lo que dice me suena a excusa barata de tipa reprimida porque no tiene con quien desahogarse; y lo cierto es que siento pena por ella. Se quedó muy en el medio: demasiado pequeña para una generación y demasiado grande para la otra; algún día debería llevarla con mis amigas a Neopanem. Sí. Amigas. Sí. Son putas. No en plan yo, sino en plan putas de las que cobran, algo que me parece indignante porque el amor no tiene precio, pero no soy de esas amigas que va por ahí diciéndole a otras lo que pueden o no pueden hacer. — Ok, ok. Pero si algún día cambias de idea quiero que me busques la primera. — Mi actitud con porro o sin él no cambia mucho, excepto por la cantidad de babosadas que puedo soltar por minuto. — Y piénsatelo bien. Porque te estas cerrando la mitad de las posibilidades. — Me apunto con el dedo a la sien, para que ella se de cuenta de la sabiduría que le acabo de poner en bandeja, e incluso asiento con cara de "es que es obvio, velo por favor".
Cuando acabo de fumarme el piti, lanzo la colilla por ahí y extiendo mi mano hacia la suya para que me la de; se la pido con el mismo gesto que si le estuviera pidiendo dinero y, de alguna forma, si es un pago. Yo no doy cosas gratis. Una vez tengo su mano, la pongo sobre mi muslo y saco el esmalte de uña azul nacarado para pintárselas con mucho esmero, como con todo lo que hago. Me muerdo el labio por inercia mientras estoy a mi tarea, aunque el motivo de que lo haga no es precisamente pintarle las uñas; una de mis cosas preferidas en el mundo a parte del culo redondito y mordisqueable de Ben, es su asquerosa y sensual voz capaz de ponerme la piel de gallina. — Detallitos... importantes, pero detallitos. — La verdad es que no sé por donde coger eso, porque hay una parte de mi que piensa que tiene razón y otra que solo se está poniendo excusas, porque habría que ser de piedra para que Ben no te pusiera a mil cuando pasa por ahí; o cuando va sin ropa.
Al final dejamos el tema aparcado a un lado, mientras le busco una solución plausible a eso. Dejo que sus uñas se sequen mientras le pinto las de los pies y luego dejo que ella haga lo mismo con las mías, aunque obviamente no le quedan tan lindas como a mi porque parece que tiene la misma experiencia con el esmalte que con el sexo. — Necesitas practicar. Ya sé que te gusta ser toda matona, pero uno puede ser una matona con clase — Bromeo. Y el resto, es historia.
Cuando acabo de fumarme el piti, lanzo la colilla por ahí y extiendo mi mano hacia la suya para que me la de; se la pido con el mismo gesto que si le estuviera pidiendo dinero y, de alguna forma, si es un pago. Yo no doy cosas gratis. Una vez tengo su mano, la pongo sobre mi muslo y saco el esmalte de uña azul nacarado para pintárselas con mucho esmero, como con todo lo que hago. Me muerdo el labio por inercia mientras estoy a mi tarea, aunque el motivo de que lo haga no es precisamente pintarle las uñas; una de mis cosas preferidas en el mundo a parte del culo redondito y mordisqueable de Ben, es su asquerosa y sensual voz capaz de ponerme la piel de gallina. — Detallitos... importantes, pero detallitos. — La verdad es que no sé por donde coger eso, porque hay una parte de mi que piensa que tiene razón y otra que solo se está poniendo excusas, porque habría que ser de piedra para que Ben no te pusiera a mil cuando pasa por ahí; o cuando va sin ropa.
Al final dejamos el tema aparcado a un lado, mientras le busco una solución plausible a eso. Dejo que sus uñas se sequen mientras le pinto las de los pies y luego dejo que ella haga lo mismo con las mías, aunque obviamente no le quedan tan lindas como a mi porque parece que tiene la misma experiencia con el esmalte que con el sexo. — Necesitas practicar. Ya sé que te gusta ser toda matona, pero uno puede ser una matona con clase — Bromeo. Y el resto, es historia.
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