OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Había estado más de una hora intentando hacerle el puente a la moto voladora de Riorden para volar con ella hasta el Distrito 13 pero, al parecer, después de mi escapada con ella hace un par de meses, mi tío le ha puesto un escudo protector para que no pueda volver a toquetearla. Entiendo su punto de vista de que no es seguro que vaya rondando por ahí sin tener licencia de conducir, pero es que ahora mismo ni siquiera tengo tiempo de prepararme para conseguirla. A duras penas consigo sacar unas horas libres para socializar con gente entre el trabajo, y mis hobbies tecnológicos para perfeccionar cualquier cachivache que me encuentre por casa, y estudiar cómo hacerlo, así que ni de broma me sobran horas para conseguir la licencia. Y para mi desagrado, no me ha quedado más remedio que utilizar un traslador de la Isla Ministerial para viajar al Distrito 13 y, como decía antes, relacionarme con seres humanos y no con aparatos tecnológicos.
Hace por lo menos un mes que no venía al Distrito 13, uno de mis distritos preferidos probablemente simplemente por los avances tecnológicos que tuvo en su momento y sigue teniendo para la Arena, y donde residí durante algunos años de mi infancia, cuando Riorden todavía podía vivir aquí antes de que le destinaran a la Isla Ministerial para tener ahí protegidos a todos los Ministros. Sin embargo, mi tío Keiran sigue viviendo aquí; tío más enrollado, todo sea dicho. Probablemente eso sea porque solamente nos llevamos seis años, así que perfectamente podría ser mi hermano mayor, o un primo. Para ser exactos, me saca la misma cantidad de años que yo a Lëia, y nuestra relación es de amistad entre primos como lo sería en cualquier otra familia. Además, Keiran es de los pocos de la familia que tiene un trabajo curioso, y no se dedica a tener el típico puesto importante. Sí, es por condiciones un poco injusta porque proviene de una familia de magos de sangre pura desde hace generaciones, y él no tuvo la culpa de nacer squib, pero eso no quita que su profesión me parezca más llamativa, en algunos aspectos, que la de mis tíos Riorden y Elle, y hasta que la de Zoey. Tiene miles de libros, que nunca había imaginado que existían, a su disposición, y nadie puede negar que eso sea curioso.
Una vez he llegado al Distrito 13, no tardo demasiado en encontrar la tienda donde trabaja el pequeño de los hermanos de mi padre, pues ya he venido bastantes veces desde que empezó a trabajar ahí, simplemente para acosarle a preguntas sobre los libros y convencerle de que me preste alguno, por mucho que al final acabe comprándolo porque esto no es una biblioteca, sino una librería. Hoy es uno de esos días en los que me marcharé a casa sin entender cómo es capaz de aguantarme y no tirarme un libro a la cabeza por pesado.
En cuestión de minutos estoy entrando en la tienda, justo para el descanso de la hora de comer, así que no dudo en acercarme a él. — Hey — le saludo, y le hago un ligero levantamiento de cabeza seguido de ese saludo. Es una de las manías de tío Riorden que se me ha pegado, porque tiene la costumbre de saludar así a casi todos fuera del trabajo. De tal palo, tal astilla. — Dime que tienes algún libro interesante sobre la combinación de tecnología y magia para tu sobrino favorito. — Pasé unas cuantas horas, a principios de semana, en la biblioteca del Capitolio antes de irme con Lëia a cenar a su casa, pero no encontré nada útil. Así que cinco días después, sigo teniendo a Trophy, mi robot e intento de innovación, con los circuitos quemados y todo el sistema inutilizado. Me he propuesto no tocarlo más hasta encontrar la solución a su problema y arreglar todo el sistema y cambiarle la placa, porque me niego a escuchar alguna queja más de Riorden en plan Ministro de defensa sobre que tiene que dar ejemplo teniendo una casa segura, sin explosiones de robots por culpa de zumos. En esos momentos me dan ganas de independizarme ya por mucho que adore y quiera a mi tío, pero me molesta demasiado que saque ese lado suyo. No obstante, sé que aún le quedan unos años más para seguir aguantándome en casa... junto con mis experimentos.
Hace por lo menos un mes que no venía al Distrito 13, uno de mis distritos preferidos probablemente simplemente por los avances tecnológicos que tuvo en su momento y sigue teniendo para la Arena, y donde residí durante algunos años de mi infancia, cuando Riorden todavía podía vivir aquí antes de que le destinaran a la Isla Ministerial para tener ahí protegidos a todos los Ministros. Sin embargo, mi tío Keiran sigue viviendo aquí; tío más enrollado, todo sea dicho. Probablemente eso sea porque solamente nos llevamos seis años, así que perfectamente podría ser mi hermano mayor, o un primo. Para ser exactos, me saca la misma cantidad de años que yo a Lëia, y nuestra relación es de amistad entre primos como lo sería en cualquier otra familia. Además, Keiran es de los pocos de la familia que tiene un trabajo curioso, y no se dedica a tener el típico puesto importante. Sí, es por condiciones un poco injusta porque proviene de una familia de magos de sangre pura desde hace generaciones, y él no tuvo la culpa de nacer squib, pero eso no quita que su profesión me parezca más llamativa, en algunos aspectos, que la de mis tíos Riorden y Elle, y hasta que la de Zoey. Tiene miles de libros, que nunca había imaginado que existían, a su disposición, y nadie puede negar que eso sea curioso.
Una vez he llegado al Distrito 13, no tardo demasiado en encontrar la tienda donde trabaja el pequeño de los hermanos de mi padre, pues ya he venido bastantes veces desde que empezó a trabajar ahí, simplemente para acosarle a preguntas sobre los libros y convencerle de que me preste alguno, por mucho que al final acabe comprándolo porque esto no es una biblioteca, sino una librería. Hoy es uno de esos días en los que me marcharé a casa sin entender cómo es capaz de aguantarme y no tirarme un libro a la cabeza por pesado.
En cuestión de minutos estoy entrando en la tienda, justo para el descanso de la hora de comer, así que no dudo en acercarme a él. — Hey — le saludo, y le hago un ligero levantamiento de cabeza seguido de ese saludo. Es una de las manías de tío Riorden que se me ha pegado, porque tiene la costumbre de saludar así a casi todos fuera del trabajo. De tal palo, tal astilla. — Dime que tienes algún libro interesante sobre la combinación de tecnología y magia para tu sobrino favorito. — Pasé unas cuantas horas, a principios de semana, en la biblioteca del Capitolio antes de irme con Lëia a cenar a su casa, pero no encontré nada útil. Así que cinco días después, sigo teniendo a Trophy, mi robot e intento de innovación, con los circuitos quemados y todo el sistema inutilizado. Me he propuesto no tocarlo más hasta encontrar la solución a su problema y arreglar todo el sistema y cambiarle la placa, porque me niego a escuchar alguna queja más de Riorden en plan Ministro de defensa sobre que tiene que dar ejemplo teniendo una casa segura, sin explosiones de robots por culpa de zumos. En esos momentos me dan ganas de independizarme ya por mucho que adore y quiera a mi tío, pero me molesta demasiado que saque ese lado suyo. No obstante, sé que aún le quedan unos años más para seguir aguantándome en casa... junto con mis experimentos.
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Family and memories
Empequeñeció la mirada cuando se había percatado de que uno de los clientes estaba haciéndole fotos al libro que había cogido. La gente tenía una cara de la hostia y él ahora mismo no tenía el día para gilipolleces de esas. Si no quería comprar el puñetero libro, que se fuera a la biblioteca. El rubio se levantó de la silla y rodeó el mostrador hasta situarse detrás del individuo. La librería no era muy grande, pero tampoco pequeña, y había que ser realmente imbécil para quebrantar una norma del establecimiento delante de las mismísimas narices de los trabajadores.
Pero fue la entrada de su sobrino lo que hizo despertar al tipo y cerrar el libro con una prisa tremenda, y salir de la tienda como alma que llevaba el diablo. Keiran suspiró, mirando al gilipollas y a su sobrino alternativamente hasta que se perdió por la calle.
—Ey enano —saludó con una sonrisa socarrona, olvidándose del cliente y levantó una ceja —No me jodas, ¿Riorden te ha pegado la mierda esa de saludo? Pareces un adolescente emo, Ethan —rió ante la estupidez de saludo y porque le gustaba meterse con su sobrino. El científico loco se había pegado como una lapa al rubio tras ver en que trabajaba. No había día que no se pasara por la tienda para intentar sacarle un libro. Algunas veces los compraba él, pero la gran mayoría se los pagaba Keiran. Tenía debilidad por Ethan, Lëia y la más enana de todos, Emma, y lo más aterrador era que ellos lo sabían.
—Pues tienes suerte, porque hoy mismo me acaban de llegar dos libros nuevos sobre eso que dices —señaló a la estantería de enfrente. Él sabía de libros, pero del contenido de algunos se les escapaba de su entendimiento. Eso se lo dejaba a él —¿Qué tal Torphy? ¿Ya mismo podrá conquistar el mundo? —sonrió de oreja a oreja y se recostó sobre el mostrador.
Librería - Ethan Weynart
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Family and memories
Mi primera reacción es la de soltar un bufido y rodar los ojos con lo que responde. — No parezco un adolescente — protesto. Ni siquiera digo nada sobre la parte de emo porque eso me da bastante igual. Estoy harto de que siempre me echen menos edad, porque reconozco que a veces no parece que tenga veintidós años para nada, pero... joder, tampoco aparento dieciséis como me dijeron una vez que iba con Lëia. A veces mi prima todavía me lo recuerda para reírse de mí y molestarme, porque sabe que odio que me tomen por esas edades. — Oye, ¿qué te pasaba con ese hombre? Le estabas echando una mirada que... — Estoy a nada de decir "parecía que le fueras a maldecir", pero me paro a tiempo. A veces se me olvida que mi tío es un squib, a diferencia del resto de la familia. — No sé, que parecía que mentalmente le estuvieras disparando con una cerbatana. — Es la primera arma a distancia que se me ocurre lo suficientemente rápido para disimular en condiciones.
No puedo evitar sonreír de medio lado cuando me dice que le han llegado dos libros de lo que justamente necesito. Sin embargo, la sonrisa desaparece de golpe en cuanto me pregunta por mi robot. — Ha hecho boom — farfullo por lo bajo, tan bajo, que ni siquiera estoy seguro de que haya llegado a escucharme. Odio reconocer que he fallado en algo, especialmente en cosas tecnológicas, y más cuando ese fallo era algo que yo no podía evitar. O al menos no del todo. Claro que empecé a gritarle a Roxas que se apartara del camino, pero mi perro se quedó ahí quieto, alternando su mirada entre yo y Trophy. — Funcionaba perfectamente... Hasta que le ordené que me trajera un vaso de zumo de naranja, y a medio camino se chocó contra mi perro. El zumo se le derramó por encima y se quemó por un cortocircuito — explico finalmente, aunque omito la parte sobre que la alfombra de Riorden acabó en llamas y destrozada también. Pero bueno, es mi tío, en peores situaciones me habrá visto porque me ha visto crecer.
— En fin, cosas que pasan. ¿Tú cómo estás? — Siempre he tenido curiosidad por saber mejor cómo vive siendo squib. Sé que no puede acceder a ciertos puestos de trabajo, porque tuve una etapa hace años de acosar a mi padre adoptivo a preguntas sobre por qué casi todos tenían trabajos importantes, pero el tío Keiran no. Es decir, Zoey y Elle son jefas de área de medimagia, y tanto Elijah como Riorden son ministros. Luego hay casos especiales como el de Joyce, que de la noche a la mañana prácticamente desapareció de la familia. De hecho, parece que soy el único que todavía se preocupa por ella, mientras que el resto parecen haberla olvidado. Y todo porque su sangre no es pura y proviene de muggles. Riorden dice que es porque nunca les explicaron que no era hija del abuelo Ludovic como todos creían, pero sé que igualmente, aunque hagan ver que no les afecta, no les gusta que todo pasara de esa manera. Por eso Riorden no avisó a nadie de fuera sobre sus orígenes y lo llevó en secreto.
Librería - Keiran Weynart
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