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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Aproximadamente hace 14 años
Los llantos de Lëia pidiendo comida han sido lo que me ha despertado esta mañana, seguidos del correteo de Ethan por el pasillo diciendo que quería gofres con chocolate y canela para desayunar. Sinceramente, ya ni recuerdo una época tranquila en la que vivía solo. Cuando Keiran se fue a vivir con Elle, vino a casa Ethan, a causa de la muerte de Aaron y Lena ordenada por Jamie por su traición, y tuve que acoger a Lëia para que no se la llevaran los servicios sociales después del incidente en casa de Zoey Campbell. Nunca imaginé que acabaría cuidando de la hija de Alec, a quien prácticamente ni podía acercarme hasta ahora porque la madre de la niña no me soporta... y menos que me soportará cuando descubra que he estado cuidando de su hija desde hace más de medio año.
Creo que ha sido ese cúmulo de cosas las que han hecho que Jessica y yo cada vez nos vayamos distanciando más en cuanto al tema amoroso. Pase lo que pase sé que siempre seguiremos siendo amigos, pero como pareja, o amigos con derechos, o lo que sea que haya entre nosotros, lo dudo. Mientras que yo prácticamente tengo una guardería en casa, ella no deja de informarse sobre ese tal Liam Cooper hasta el punto de que casi roza lo obsesivo. Siempre que le saco el tema acabamos a gritos, y ella me recrimina que yo me involucre en el cuidado de Lëia en vez de haber dejado que se la llevaran los servicios sociales, que si es que siento algo por Zoey simplemente por cuidar de la niña cuando la rubia no quiere verme ni en pintura.
La distancia tampoco ayuda demasiado, incluso cuando disponemos de medios mágicos y cada dos por tres tengo que viajar al Capitolio por temas de trabajo con la moto voladora, o con algún traslador proporcionado por el Gobierno. Sin embargo, hoy es el turno de que Jessica venga a hacerme una visita, así que aprovecho el que los niños me hayan hecho madrugar más que de costumbre para dejar la casa todo lo decentemente posible, lo que acaba significando dos horas de limpieza a fondo y de ordenar, porque literalmente parece una guardería desordenada con juguetes y alguna que otra mancha en los rincones más inesperados. ¿Cómo puede haber acabado el osito de peluche favorito de Lëia detrás del sofá? Más le vale a Ethan no haber jugado a baloncesto con él, o tendremos una seria charla. Aunque, a decir verdad, prefiero eso a que siga intentando modificar los circuitos electrónicos de sus coches de juguete con la esperanza de perfeccionar la velocidad. Me gusta que sea curioso, pero lo es algo excesivamente.
Acabo de terminar de adecentar la casa justo para cuando suena el timbre, así que me revuelvo ligeramente el pelo, y espero a que Liliane abra la puerta y vea ese cabello pelirrojo que me es tan familiar, entrar. — Hey — le saludo. Me acerco ella y le doy un rápido beso en los labios, para después alejarme un par de pasos y mirarla con una sonrisa de medio lado. — ¿Qué tal el viaje? — Sé que a veces puede resultar un tanto pesado porque nos separan trece Distritos, y más dependiendo de la clase de medio que se utilice para venir. Yo estoy acostumbrado ya porque rara es la semana en la que no me toque viajar a la capital. — Intentaré compensarte luego las horas de viaje con tu plato de comida favorito, pero no prometo nada. — Ahora que tengo a dos críos a mi cargo estoy intentando aprender más en cuanto a cocinar, pero me falta más del tiempo que necesitaría. De todas maneras, desde luego que algo he mejorado desde mis días en Europa en los que, literalmente, el ochenta por ciento de las veces cazaba mi propia comida.
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Llevo mucho tiempo intentando pensar en el punto exacto en el que está mi vida ahora mismo. Andy lleva ya un tiempo viviendo conmigo y parecemos estar adaptándonos bien el uno al otro. A pesar de que ya teníamos una amistad antes de que lo comprase como mi esclavo hace ya bastante, ésta se había visto bastante resentida con el paso de los años y el nulo contacto que tuvimos durante los mismos. Sin embargo ahora parecemos entendernos bastante bien, yo sé cuándo debo prestarle atención y cuándo debo dejarle en paz y él hace exactamente igual conmigo. En ocasiones incluso me desahogo con él, no sólo porque es la única persona a la que puedo recurrir en momentos de urgencia, sino porque es de los únicos que me escucha de verdad. Creo que no es tanto porque le interesa mi desastrosa vida como porque cree que me debe algo, pero de todas formas se lo agradezco. Además del tema de Andy, todo lo demás está completamente patas arriba.
Para empezar, mi relación con Riorden es tan extraña que ya ni siquiera yo soy capaz de entenderla. Nos vemos poco y las contadas veces que tenemos tiempo el uno para el otro lo único que hacemos es discutir. Supongo que es porque estoy confusa, creo que ambos lo estamos. No somos del todo una pareja pero tampoco podría decirse que sólo somos amigos. Aunque parezca una tontería, y probablemente lo sea, la ausencia de un nombre exacto para lo que tenemos me hace dudar siempre. ¿Podemos vernos con otras personas? ¿Está bien que le siga contando que un tío borracho me tiró los tejos en el turno de noche de la taberna en la que estoy trabajando? ¿Y que le diga que ni siquiera me desagradó del todo porque el hombre era realmente atractivo? Probablemente no, y eso es lo que más confusa me tiene. Antes se lo podía decir y podíamos estar riendo media hora de lo patético que es que me plantee si me gusta un tío que solo me habla porque está completamente borracho, pero ahora las cosas son diferentes.
Quizás sólo sean imaginaciones mías, pero también noto que a él le pasa algo raro y que no me lo dice. Esa es una de las dos razones por las que discutimos más a menudo. Me da la sensación de que ese algo raro tiene que ver con el bebé que tiene en casa o con su madre, y eso me pone... ¿celosa? Ni yo lo sé, pero todos sabemos que cuando estoy enfadada digo cosas que no debería decir, y por muchas disculpas que pida después, están dichas. La segunda razón es, como no, Liam Cooper. Últimamente mi vida entera se basa en ese chico. No paro de pensar en él, en que le entiendo demasiado bien pero que aún así no puedo dejar de defenderme por instinto de supervivencia. No creo que quiera matarme porque si no ya lo hubiera hecho, pero su reciente presencia me tiene más tensa de lo que me gustaría. Si yo encontrase al asesino de mi hermana querría arrancarle la cabeza sin pensármelo dos veces, pero él no parece ese tipo de tío. ¿Cómo es posible no ser ese tipo de tío? El no lograr entender qué pretende es lo que me hace estar tan irascible. Intento explicarle que yo no quería matar a Howl, pero no lo comprende, y es tan normal que acabamos siempre peleándonos.
Me he propuesto aclarar la primera cuestión, más que nada porque es la única que tiene opciones de aclararse, y es por eso que estoy frente a la puerta de la casa de Riorden. Respiro hondo tres o cuatro veces antes de llamar al timbre, pensando en qué voy a decirle. La última vez que nos vimos acabamos discutiendo otra vez, pero ha pasado tanto tiempo que no sé si debería hacer como que no ha pasado nada o seguir cabreada. Mis dudas se disipan cuando le veo venir hacia mí y siento sus labios sobre los míos. El alivio se traduce en una pequeña sonrisa que esbozo antes de responder a su pregunta - Ugh, un asco - Digo al recordar el mareo y el desconcierto de hace unos minutos. - Pero ha valido la pena - Le guiño un ojo y me río suavemente. Alzo una ceja cuando menciona que me lo compensará cocinando. - ¿A eso lo llamas compensarme? - Sacudo la cabeza fingiendo decepción y recorro los pasos que nos separan acercando una mano a su pecho- Porque a mí se me ocurren mejores formas - Mi intención es claramente crear un momento de tensión entre los dos que tardo en romper lo suficiente como para que su mente divague hasta donde quiero y su reacción pueda ser aún más graciosa - Por ejemplo, podrías ir al Capitolio y limpiarme los baños, a mi esclavo no se le da muy bien. Ya casi ni siquiera me puedo ver en el espejo con tanto polvo ¿te lo puedes creer? - Le digo volviendo a separarme y rompiendo el contacto visual para poder reírme internamente tranquila mientras camino hacia el salón. - Eh, tu casa no parece un jardín de infancia - Hago un gesto de sorpresa y me siento en el sofá, dando un par de golpecitos a mi lado para que haga lo mismo. - ¿Es que por fin has conseguido domar a las fieras? - Pregunto en un intento de que en su respuesta profundice algo más sobre su situación actual, por curiosidad. Ha sido un intento de qué tal te va. Sabe que no me entusiasman los niños, pero aún así los suyos no me suelen dar guerra, por lo que de momento no los odio lo suficiente como para no utilizar ese apodo cariñoso.
Para empezar, mi relación con Riorden es tan extraña que ya ni siquiera yo soy capaz de entenderla. Nos vemos poco y las contadas veces que tenemos tiempo el uno para el otro lo único que hacemos es discutir. Supongo que es porque estoy confusa, creo que ambos lo estamos. No somos del todo una pareja pero tampoco podría decirse que sólo somos amigos. Aunque parezca una tontería, y probablemente lo sea, la ausencia de un nombre exacto para lo que tenemos me hace dudar siempre. ¿Podemos vernos con otras personas? ¿Está bien que le siga contando que un tío borracho me tiró los tejos en el turno de noche de la taberna en la que estoy trabajando? ¿Y que le diga que ni siquiera me desagradó del todo porque el hombre era realmente atractivo? Probablemente no, y eso es lo que más confusa me tiene. Antes se lo podía decir y podíamos estar riendo media hora de lo patético que es que me plantee si me gusta un tío que solo me habla porque está completamente borracho, pero ahora las cosas son diferentes.
Quizás sólo sean imaginaciones mías, pero también noto que a él le pasa algo raro y que no me lo dice. Esa es una de las dos razones por las que discutimos más a menudo. Me da la sensación de que ese algo raro tiene que ver con el bebé que tiene en casa o con su madre, y eso me pone... ¿celosa? Ni yo lo sé, pero todos sabemos que cuando estoy enfadada digo cosas que no debería decir, y por muchas disculpas que pida después, están dichas. La segunda razón es, como no, Liam Cooper. Últimamente mi vida entera se basa en ese chico. No paro de pensar en él, en que le entiendo demasiado bien pero que aún así no puedo dejar de defenderme por instinto de supervivencia. No creo que quiera matarme porque si no ya lo hubiera hecho, pero su reciente presencia me tiene más tensa de lo que me gustaría. Si yo encontrase al asesino de mi hermana querría arrancarle la cabeza sin pensármelo dos veces, pero él no parece ese tipo de tío. ¿Cómo es posible no ser ese tipo de tío? El no lograr entender qué pretende es lo que me hace estar tan irascible. Intento explicarle que yo no quería matar a Howl, pero no lo comprende, y es tan normal que acabamos siempre peleándonos.
Me he propuesto aclarar la primera cuestión, más que nada porque es la única que tiene opciones de aclararse, y es por eso que estoy frente a la puerta de la casa de Riorden. Respiro hondo tres o cuatro veces antes de llamar al timbre, pensando en qué voy a decirle. La última vez que nos vimos acabamos discutiendo otra vez, pero ha pasado tanto tiempo que no sé si debería hacer como que no ha pasado nada o seguir cabreada. Mis dudas se disipan cuando le veo venir hacia mí y siento sus labios sobre los míos. El alivio se traduce en una pequeña sonrisa que esbozo antes de responder a su pregunta - Ugh, un asco - Digo al recordar el mareo y el desconcierto de hace unos minutos. - Pero ha valido la pena - Le guiño un ojo y me río suavemente. Alzo una ceja cuando menciona que me lo compensará cocinando. - ¿A eso lo llamas compensarme? - Sacudo la cabeza fingiendo decepción y recorro los pasos que nos separan acercando una mano a su pecho- Porque a mí se me ocurren mejores formas - Mi intención es claramente crear un momento de tensión entre los dos que tardo en romper lo suficiente como para que su mente divague hasta donde quiero y su reacción pueda ser aún más graciosa - Por ejemplo, podrías ir al Capitolio y limpiarme los baños, a mi esclavo no se le da muy bien. Ya casi ni siquiera me puedo ver en el espejo con tanto polvo ¿te lo puedes creer? - Le digo volviendo a separarme y rompiendo el contacto visual para poder reírme internamente tranquila mientras camino hacia el salón. - Eh, tu casa no parece un jardín de infancia - Hago un gesto de sorpresa y me siento en el sofá, dando un par de golpecitos a mi lado para que haga lo mismo. - ¿Es que por fin has conseguido domar a las fieras? - Pregunto en un intento de que en su respuesta profundice algo más sobre su situación actual, por curiosidad. Ha sido un intento de qué tal te va. Sabe que no me entusiasman los niños, pero aún así los suyos no me suelen dar guerra, por lo que de momento no los odio lo suficiente como para no utilizar ese apodo cariñoso.
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Su respuesta a cómo compensarla me deja un poco tenso e incómodo. Llevamos meses, más de un año en realidad, en los que somos mucho más que amigos y todo lo relacionado a lo que eso conlleva, que desde luego no son simples besos como pueden ser los de unos críos "inocentes" iniciando la adolescencia. Aun así, hay ciertas situaciones en las que es capaz de provocarme incomodidad con ciertas sugerencias. Y ella lo sabe perfectamente, por eso le gusta tocarme las narices con esa clase de bromas para que pique y piense que lo dice de verdad. Por mucho que sepa sus verdaderas intenciones, eso no quita que no deje de sentirme incómodo. — A mí también se me ocurren mejores formas de compensarte. — Esta vez soy yo, una vez recobro la compostura, quien se acerca a ella hasta el punto de casi rozar sus labios. — Podría invitarte a pasar la noche en casa. Cena familiar, con los críos. ¿Verdad que te encantaría? Así estrecháis lazos mientras comes algo saludable — digo con un tono de ironía, todavía a escasos centímetros de sus labios; tanto que incluso los rozo ligeramente al hablar. Sé que a la pelirroja no le hacen especial gracia los críos, así que de compensación no tendría nada realmente. Simplemente quería ver su cara con la sugerencia de tener que aguantar a los dos terremotos en la cena. No están nada acostumbrados a que haya visitas que no sean de alguno de sus tíos, así que es como un espectáculo para ellos cada vez que viene Jessica.
Alargo la distancia que era casi inexistente, y no puedo evitar soltar una carcajada cuando me pregunta que si he domado a las fieras. — Ojalá. — Más bien todo lo contrario. Cuando Ethan no está trastocando sus juguetes; juguetes que no le duran ni dos horas antes de que les arranque los miembros porque quiere ver si cómo están hechos, está torturando al pobre perro. Al menos ahora el perro es más grande que él y le tiene más respeto, porque cuando lo traje a casa hace dos años, no era más que un cachorro perdido. — ¿Quién me iba a decir que acabaría, con veintiún años, criando a dos enanos? Mi vida es patética. — Adoro a esos niños con toda mi alma, pero a veces me pregunto qué hubiera sido de mí si hubiera tenido una vida normal. Si hubiera crecido en una familia estable, tanto económicamente como en el día a día de no tener que preocuparse de si la semana siguiente seguiría con vida. Ahora puedo disponer de esa clase de vida normal, y aunque la tengo, no es muy habitual que alguien de mi edad se haga cargo de un bebé y de un niño de ocho años. Las miradas de las ancianas del Distrito 13 lo dicen todo cada vez que me ven sacar a Lëia a dar una vuelta en el carrito, y más cuando Ethan nos acompaña por no tener clase. Literalmente es ese tipo de mirada de "mira qué joven y con dos niños ya". Da igual que sea casi una figura pública y que muchos sepan que en realidad no son mis hijos biológicos, porque a la gente le gusta cotillear.
Al final acabo agachando la mirada, y reculo otra vez hasta crear una distancia considerable entre los dos. — A veces no sé ni cómo me aguantas. — No suelo ser una persona demasiado transparente porque siempre he tenido que desconfiar de todo el mundo. Excepto con Jessica. Ella siempre me ha entendido, y probablemente eso fue lo que nos unió hasta el punto de ni siquiera saber qué somos ya porque los sentimientos se fueron descontrolando. Es por eso mismo por lo que más de una vez me pregunto que cómo puede estar con alguien como yo. No soy, emocionalmente, la persona más estable. En este último año no me ha quedado más remedio que asentar cabeza por Lëia y por Ethan, sí, pero a veces mi antiguo yo sigue ahí. Y además, aunque cada vez esté dejando más atrás los fantasmas de mi pasado, tampoco podemos mantener una relación normal tanto por mi trabajo, como por las dos fieras que tengo en casa. Y obviamente no me refiero al perro. — ¿Qué nos está pasando, Jess? — Esta vez vuelvo a ir directo al grano, porque por mucho que haya intentando disimular cuando ha llegado a casa, los dos sabemos que las cosas cada vez van peor en nuestra relación. Y me niego a que por culpa de todo, esto perdamos nuestra amistad. Jessica es la única persona que me queda, quitando a mis hermanos, e incluso a ellos los pierdo... como a Aaron el año pasado.
Alargo la distancia que era casi inexistente, y no puedo evitar soltar una carcajada cuando me pregunta que si he domado a las fieras. — Ojalá. — Más bien todo lo contrario. Cuando Ethan no está trastocando sus juguetes; juguetes que no le duran ni dos horas antes de que les arranque los miembros porque quiere ver si cómo están hechos, está torturando al pobre perro. Al menos ahora el perro es más grande que él y le tiene más respeto, porque cuando lo traje a casa hace dos años, no era más que un cachorro perdido. — ¿Quién me iba a decir que acabaría, con veintiún años, criando a dos enanos? Mi vida es patética. — Adoro a esos niños con toda mi alma, pero a veces me pregunto qué hubiera sido de mí si hubiera tenido una vida normal. Si hubiera crecido en una familia estable, tanto económicamente como en el día a día de no tener que preocuparse de si la semana siguiente seguiría con vida. Ahora puedo disponer de esa clase de vida normal, y aunque la tengo, no es muy habitual que alguien de mi edad se haga cargo de un bebé y de un niño de ocho años. Las miradas de las ancianas del Distrito 13 lo dicen todo cada vez que me ven sacar a Lëia a dar una vuelta en el carrito, y más cuando Ethan nos acompaña por no tener clase. Literalmente es ese tipo de mirada de "mira qué joven y con dos niños ya". Da igual que sea casi una figura pública y que muchos sepan que en realidad no son mis hijos biológicos, porque a la gente le gusta cotillear.
Al final acabo agachando la mirada, y reculo otra vez hasta crear una distancia considerable entre los dos. — A veces no sé ni cómo me aguantas. — No suelo ser una persona demasiado transparente porque siempre he tenido que desconfiar de todo el mundo. Excepto con Jessica. Ella siempre me ha entendido, y probablemente eso fue lo que nos unió hasta el punto de ni siquiera saber qué somos ya porque los sentimientos se fueron descontrolando. Es por eso mismo por lo que más de una vez me pregunto que cómo puede estar con alguien como yo. No soy, emocionalmente, la persona más estable. En este último año no me ha quedado más remedio que asentar cabeza por Lëia y por Ethan, sí, pero a veces mi antiguo yo sigue ahí. Y además, aunque cada vez esté dejando más atrás los fantasmas de mi pasado, tampoco podemos mantener una relación normal tanto por mi trabajo, como por las dos fieras que tengo en casa. Y obviamente no me refiero al perro. — ¿Qué nos está pasando, Jess? — Esta vez vuelvo a ir directo al grano, porque por mucho que haya intentando disimular cuando ha llegado a casa, los dos sabemos que las cosas cada vez van peor en nuestra relación. Y me niego a que por culpa de todo, esto perdamos nuestra amistad. Jessica es la única persona que me queda, quitando a mis hermanos, e incluso a ellos los pierdo... como a Aaron el año pasado.
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Mi sonrisa de satisfacción no tarda en asomar al comprobar que el efecto de incomodidad que tanta gracia me hace en él y que estaba buscando con este acercamiento, aparece. Sin embargo y como ya esperaba, tampoco él tarda mucho en reaccionar de una forma similar, cosa que me pone en clara desventaja porque ahora la que está tensa con la cercanía de sus labios a los míos soy yo. Cierro los ojos e intento controlarme porque a pesar de haber pasado tanto tiempo, todavía me pongo un poco nerviosa cuando está cerca. La sonrisa de antes se convierte en una carcajada que dejo salir echando ligeramente hacia atrás la cabeza. Sólo de pensar en la escena podría estar riéndome durante meses. - Sí, suena a plan perfecto. Apuesto a que a los niños les encantaría - No es ningún secreto que no soy una gran fanática de los críos y tampoco lo es para los mismos críos. Creo que son como los animales, huelen el miedo y el rechazo, dos sensaciones que abundan en mí cuando alguno se me acerca. He visto pocas veces a los de Riorden, y es cierto que esas pocas veces que nos hemos visto no ha habido mayores problemas, por lo que de momento todo se queda en un 'cuanto más lejos mejor para todos'.
Escucho con atención sus quejas sobre su actual vida no sin que se me pase por la cabeza lo que siempre pienso de eso, que realmente se lo ha buscado. No me gusta echárselo en cara pero no puedo evitar pensar que si hubiera dejado que todo siguiera su curso ahora mismo las cosas serían diferentes, tanto entre nosotros como en su vida. No tengo absolutamente nada en contra del bebé, es más, puedo entender el interés que tiene por la pequeña porque al fin y al cabo es hija de alguien a quien quiso mucho. Pero sí me parece que no es la mejor forma de empezar una relación amistosa con su madre, si es realmente lo que quiere con el fin de estar más cerca de la niña. Si yo fuera su madre y sé que él es quien tiene al bebé y no yo, lo mataría por muchas leyes que lo respaldaran. Sin embargo, eso no evita que me sienta mal cuando veo que todo lo que dice lo dice en serio, y pongo mi mano sobre la suya sonriendo de forma conciliadora. - Lo estás haciendo bien con ellos - Estoy segura de que los niños no podrían estar más contentos, y ojalá pudiera decir lo mismo que ellos.
Me río suavemente cuando dice que no sabe cómo le aguanto y le miro con expresión interrogativa. - ¿Quién dice que lo haga? - Es mi forma de demostrar cariño a la gente, bromear fingiendo que no forman parte de mi vida para que se den cuenta de que sí lo hacen. Acaricio su mano con mi pulgar un par de veces antes de apartarla y mirarle a los ojos. Los dos sabemos que pasa algo y ninguno se atreve a decirlo porque también sabemos dónde puede acabar. Finalmente es él quien primero lo verbaliza de forma que yo misma no hubiera podido expresarlo mejor. Aprieto los labios y bajo la mirada, jugando con mi colgante mientras pienso en qué decir. La razón por la que nos sentimos obligados a decirlo en voz alta es precisamente el hecho de que ninguno de los dos tenga una respuesta a esa pregunta. - ¿Qué te pasa a ti, Riorden? - No pretende ser una reclamación, ni siquiera un enfado, sólo una invitación a que me hable de lo que realmente siente de forma abierta y que por una vez podamos ser capaces de hablar sin acabar discutiendo.
Escucho con atención sus quejas sobre su actual vida no sin que se me pase por la cabeza lo que siempre pienso de eso, que realmente se lo ha buscado. No me gusta echárselo en cara pero no puedo evitar pensar que si hubiera dejado que todo siguiera su curso ahora mismo las cosas serían diferentes, tanto entre nosotros como en su vida. No tengo absolutamente nada en contra del bebé, es más, puedo entender el interés que tiene por la pequeña porque al fin y al cabo es hija de alguien a quien quiso mucho. Pero sí me parece que no es la mejor forma de empezar una relación amistosa con su madre, si es realmente lo que quiere con el fin de estar más cerca de la niña. Si yo fuera su madre y sé que él es quien tiene al bebé y no yo, lo mataría por muchas leyes que lo respaldaran. Sin embargo, eso no evita que me sienta mal cuando veo que todo lo que dice lo dice en serio, y pongo mi mano sobre la suya sonriendo de forma conciliadora. - Lo estás haciendo bien con ellos - Estoy segura de que los niños no podrían estar más contentos, y ojalá pudiera decir lo mismo que ellos.
Me río suavemente cuando dice que no sabe cómo le aguanto y le miro con expresión interrogativa. - ¿Quién dice que lo haga? - Es mi forma de demostrar cariño a la gente, bromear fingiendo que no forman parte de mi vida para que se den cuenta de que sí lo hacen. Acaricio su mano con mi pulgar un par de veces antes de apartarla y mirarle a los ojos. Los dos sabemos que pasa algo y ninguno se atreve a decirlo porque también sabemos dónde puede acabar. Finalmente es él quien primero lo verbaliza de forma que yo misma no hubiera podido expresarlo mejor. Aprieto los labios y bajo la mirada, jugando con mi colgante mientras pienso en qué decir. La razón por la que nos sentimos obligados a decirlo en voz alta es precisamente el hecho de que ninguno de los dos tenga una respuesta a esa pregunta. - ¿Qué te pasa a ti, Riorden? - No pretende ser una reclamación, ni siquiera un enfado, sólo una invitación a que me hable de lo que realmente siente de forma abierta y que por una vez podamos ser capaces de hablar sin acabar discutiendo.
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Sonrío ligeramente con su comentario porque, en realidad, a los críos les gustaría mucho más de lo que piensa. Es por razones que quizá no imagina ahora mismo, pero las cosas son como son. Para ella Jessica es, digamos, una novedad. — Les gustaría más de lo que crees — acabo respondiendo. — No es por ofender, pero te ven como un mono de feria. — Más bien es Ethan porque Lëia no sé qué opina de ella, obviamente. Apenas habla unas pocas palabras que a veces me cuesta descifrar. — El enano siempre me está preguntando por ti... Y el otro día me dijo que cuándo le daríamos un primo, que está harto de ser el pequeño — añado finalmente, y no puedo evitar reírme mientras lo digo. Es un niño, sí, pero la sola idea de tener otro hijo, biológico esta vez, me aterra. Claro que algún día me gustaría tener uno, pero de aquí a muchos años, no cuando estoy criando de un bebé y de un niño pequeño. Bastante tengo ya. — No te preocupes, ya le dije que tiene a Lëia y que ella sí que es la pequeña. — Luego me respondió que ella no sabe jugar y que a lo máximo que llega es a babosear sus juguetes, y que quiere a alguien con el que crear sus propios juegos e innovar. Es... especial. Dejémoslo ahí. Elle dice que es su manera de refugiarse por la muerte de sus padres, así que acabo pensando siempre que es por eso. Tampoco sé gran cosa sobre niños ni psicología, pero sí sé que es más espabilado que el resto de niños de su edad. No sé si es por haberse criado en el ambiente que lo ha hecho, o si simplemente es porque nació así.
Acabo suspirando cuando dice que lo estoy haciendo bien, porque no estoy tan seguro. En ningún momento pensé que fuera a ser fácil, pero no creo que esté preparado para esto. A veces me toca encargarme de Colin también, pero en ese sentido es más fácil porque es un adolescente que ya tiene más conciencia propia. Además, no es lo mismo vigilarlo unas horas cuando mis padres no pueden, que estar constantemente con él como me pasa con los dos enanos. — Eso espero. No me gustaría que acabaran como yo. — Cualquiera diría que las cosas me han ido bien simplemente porque tengo un puesto de trabajo importante, pero los tiros no van por ahí. Tengo veintiún años y si no fuera por mi trabajo, probablemente no sería nadie en la vida ahora mismo. O quizá sí. Es algo que nunca sabré al cien por cien, porque quizá si hubiera dispuesto de una buena educación, las cosas serían muy diferentes. Estoy orgulloso de mis ideas y de haber conseguido todo por lo que luchamos, pero no quiero que ni Ethan ni Lëia tengan que preocuparse por su futuro como tuve que preocuparme yo. Tan solo quiero que estudien, sean felices y que, si quieren, el día de mañana formen su propia familia. A mí me gustaría también, pero ni siquiera puedo plantearme el vivir con alguien, con Jessica en este caso, porque sé que no todos están hechos para aguantar a los críos de otro.
Y de nuevo, de un momento a otro, la tensión se palpa en el ambiente, pero esta vez los tiros no van hacia temas algo sexuales. — No me pasa nada — gruño por lo bajo. Sé perfectamente a lo que se refiere, a que en realidad, no entiende por qué tengo que cuidar de Lëia. — Jess, tengo que hacerme cargo de ella. No puedo dejarla tirada así como así — añado. Ahora no importa quién es su madre, ni su familia materna, simplemente que si la hubiera dejado en el Distrito 9, los servicios sociales se la hubieran llevado y nunca más sabríamos nada de ella. — Es mi sobrina. — Es la hija de Alec, y él me odiaría si no la cuidara. — Tú harías lo mismo por Kayla. — Quizá sacar la carta de que los dos perdimos un hermano en los Juegos Mágicos no sea la mejor opción, pero debería entenderme. Es lo único que me queda de mi hermano; es su herencia. Alec murió por defender sus ideales y darle un mundo mejor a las futuras generaciones, y Lëia es la viva imagen de él cada vez que accidentalmente cambia de aspecto por la metamorfomagia. La sangre Weynart corre por sus venas, por mucho que legalmente no tenga nuestro apellido. Y además, su segundo nombres es Alexandra. Ni siquiera me atrevo a llamarla así, aunque sepa que Zoey la haya llamado así alguna vez, simplemente porque es como si me clavaran mil puñaladas en el estómago.
Acabo suspirando cuando dice que lo estoy haciendo bien, porque no estoy tan seguro. En ningún momento pensé que fuera a ser fácil, pero no creo que esté preparado para esto. A veces me toca encargarme de Colin también, pero en ese sentido es más fácil porque es un adolescente que ya tiene más conciencia propia. Además, no es lo mismo vigilarlo unas horas cuando mis padres no pueden, que estar constantemente con él como me pasa con los dos enanos. — Eso espero. No me gustaría que acabaran como yo. — Cualquiera diría que las cosas me han ido bien simplemente porque tengo un puesto de trabajo importante, pero los tiros no van por ahí. Tengo veintiún años y si no fuera por mi trabajo, probablemente no sería nadie en la vida ahora mismo. O quizá sí. Es algo que nunca sabré al cien por cien, porque quizá si hubiera dispuesto de una buena educación, las cosas serían muy diferentes. Estoy orgulloso de mis ideas y de haber conseguido todo por lo que luchamos, pero no quiero que ni Ethan ni Lëia tengan que preocuparse por su futuro como tuve que preocuparme yo. Tan solo quiero que estudien, sean felices y que, si quieren, el día de mañana formen su propia familia. A mí me gustaría también, pero ni siquiera puedo plantearme el vivir con alguien, con Jessica en este caso, porque sé que no todos están hechos para aguantar a los críos de otro.
Y de nuevo, de un momento a otro, la tensión se palpa en el ambiente, pero esta vez los tiros no van hacia temas algo sexuales. — No me pasa nada — gruño por lo bajo. Sé perfectamente a lo que se refiere, a que en realidad, no entiende por qué tengo que cuidar de Lëia. — Jess, tengo que hacerme cargo de ella. No puedo dejarla tirada así como así — añado. Ahora no importa quién es su madre, ni su familia materna, simplemente que si la hubiera dejado en el Distrito 9, los servicios sociales se la hubieran llevado y nunca más sabríamos nada de ella. — Es mi sobrina. — Es la hija de Alec, y él me odiaría si no la cuidara. — Tú harías lo mismo por Kayla. — Quizá sacar la carta de que los dos perdimos un hermano en los Juegos Mágicos no sea la mejor opción, pero debería entenderme. Es lo único que me queda de mi hermano; es su herencia. Alec murió por defender sus ideales y darle un mundo mejor a las futuras generaciones, y Lëia es la viva imagen de él cada vez que accidentalmente cambia de aspecto por la metamorfomagia. La sangre Weynart corre por sus venas, por mucho que legalmente no tenga nuestro apellido. Y además, su segundo nombres es Alexandra. Ni siquiera me atrevo a llamarla así, aunque sepa que Zoey la haya llamado así alguna vez, simplemente porque es como si me clavaran mil puñaladas en el estómago.
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Alzo una ceja no sabiendo muy bien si sentirme halagada u ofendida por su comentario sobre cómo me ven los niños. - No es por ofender, pero tu forma de llamarme entretenida deja mucho que desear, señor ministro diplomático - En realidad me alegro de no ver nunca esa parte de él con la que no estoy del todo de acuerdo y que nos trae problemas siempre que sale a la luz. El Riorden ministro y mano derecha de Jamie no es el que me gusta, si no el Riorden de buen humor y bromista que tengo en frente. Soy consciente de que es una faceta suya que no saca muy a menudo, por no decir que sé muy bien que solo la saca conmigo, y eso sí que me halaga. Ninguno de los dos lo hemos pasado excesivamente bien en los últimos años de nuestras vidas, y que estando juntos podamos sacar la mejor parte de nosotros mismo es precisamente lo que más me gusta de la relación que tenemos, no importa si es de amistad o de algo más, sólo espero no perderlo nunca.
Sonrío casi de forma automática cuando escucho que Ethan pregunta por mí, pero cuando me doy cuenta me apresuro a intentar esconderlo. Jamás permitiré que nadie suponga por esa pequeña sonrisa que lo que acaba de decir me ha hecho ilusión. Para acabar de disimular bufo y muevo levemente la cabeza cómo si no me lo creyera. - ¿Estás seguro de que no es porque quiere abrirme en canal para ver qué es eso tan maravilloso que tengo dentro que consigue que su tío quite su habitual cara de amargado? - Conozco al pequeño lo suficiente como para saber de su excesiva curiosidad por estudiar mecanismos, organismos, o cualquier cosa que tenga la posibilidad de estudiarse. Para un niño no debe de ser fácil entender que un trabajo con tanto estrés como el de Riorden pueda consumirle hasta tal punto que puedo deducir con relativa seguridad que no invierte mucho tiempo en reír o jugar con él. No porque no quiera, sino porque no puede. Casi no he acabado de hablar cuando escucho la segunda parte de la frase, que me hace callarme en seco y mirarle como si hubiera escuchado que quiere matarme. Suerte que lo aclara porque no estaba muy segura de qué debía decir. Suspiro con exagerado alivio dando a entender de forma implícita mi respuesta.
Frunzo el ceño cuando dice que ojalá los niños no acaben como él. No me gusta escucharle hablar de sí mismo como si todo le fuera mal. - Oh sí, ojalá. Ojalá no lleguen nunca a tener un trabajo bien pagado e importante, una familia que le quiere y una... - ¿Amiga? ¿Amiga con derechos? ¿Novia? La duda de siempre. Opto por lo obvio - una chica tan fantástica a su lado - Guiño un ojo y me muevo el pelo hacia atrás con un movimiento de mano de lo más elegante. Sé a lo que se refiere porque no todo es tan perfecto, pero ha estado peor. Todos lo hemos estado. - Mucha gente pagaría por tener una familia, aunque fueran sólo un joven con demasiada presión para tener veintiuno y dos niños que ni siquiera son suyos - Sonrío melancólica porque en este caso yo misma pagaría por ello. La única familia que tengo ahora mismo es un esclavo, una vecina adolescente y, por supuesto, él. No es que me queje, son maravillosos, pero a veces echo de menos a mi madre, incluso a mi padre aunque ni lo conozco. Y claro, a mi hermana. Es difícil echar de menos algo que nunca tuviste.
Todo ese afán por subirle el ánimo desaparece en cuanto comienza lo que sé que va a acabar siendo una discusión. - Claro que te pasa algo, a los dos nos pasa algo - Yo también lo digo en un tono que parece más un gruñido que mi propia voz, supongo que porque en realidad ni siquiera pretendo que lo escuche. - No, no tienes que hacerlo. Quieres hacerlo. Es diferente - Es algo que entiendo y que no le reprocho. Tal vez yo tampoco hubiera dejado que se llevasen a la niña, pero ¿tenerla tanto tiempo? No. Si de verdad mi hermana hubiera querido tanto a alguien como para tener un hijo con esa persona, yo hubiera respetado esa decisión y hubiera hecho todo lo posible para devolverle a su niño. Por dios, como mínimo debería informar a su madre del paradero de su bebé. - ¿Tienes idea de lo que debe de estar pasando esa mujer? ¡Le estás ocultando dónde está su propia hija! Al menos podrías decirle que la tienes tú y dejar que la viera - No creo que Alec estuviera de acuerdo en que oculte a la niña de su madre. Podría decírselo, pero no lo hago porque tengo el suficiente tacto como para no meter a nuestros hermanos muertos en esto. Algo que al parecer no puedo decir de él.
Cuando escucho su nombre es como si me hubieran clavado un puñal. Me pasa cuando lo escucho de cualquier persona, incluso cuando sale de mi propia boca, pero creo que al salir de la suya ha dolido mucho más. Cierro los ojos con fuerza y aparto la mirada de él, como si realmente me hubiera hecho un daño físico escuchar lo que acaba de decir. Me levanto del sofá y me alejo todo lo posible. Cuando vuelvo a abrirlos le miro de forma amenazadora - No digas su nombre - No sé si estoy más dolida que enfadada o viceversa, pero sí puedo notar el rojo de mi pelo intensificarse lo suficiente como para que sea capaz de notar que mi advertencia va en serio. - No la metas en esto para convencerme de algo en lo que no tienes razón, es ruin - A pesar de que me cueste mirarle a los ojos sin volver a gritarle que se trague un tenedor como hace tiempo, me las ingenio para mantener el contacto visual hasta que mis palabras obtienen el peso que deberían tener. - ¿Por qué no admites de una vez que hay algo más? - Creo que Lëia le recuerda a Alec y quiere tenerla cerca, pero si el precio que tiene que pagar es alejarla de su madre debería replanteárselo. Tal vez esté equivocada, pero nunca lo sabré si no se sincera.
Sonrío casi de forma automática cuando escucho que Ethan pregunta por mí, pero cuando me doy cuenta me apresuro a intentar esconderlo. Jamás permitiré que nadie suponga por esa pequeña sonrisa que lo que acaba de decir me ha hecho ilusión. Para acabar de disimular bufo y muevo levemente la cabeza cómo si no me lo creyera. - ¿Estás seguro de que no es porque quiere abrirme en canal para ver qué es eso tan maravilloso que tengo dentro que consigue que su tío quite su habitual cara de amargado? - Conozco al pequeño lo suficiente como para saber de su excesiva curiosidad por estudiar mecanismos, organismos, o cualquier cosa que tenga la posibilidad de estudiarse. Para un niño no debe de ser fácil entender que un trabajo con tanto estrés como el de Riorden pueda consumirle hasta tal punto que puedo deducir con relativa seguridad que no invierte mucho tiempo en reír o jugar con él. No porque no quiera, sino porque no puede. Casi no he acabado de hablar cuando escucho la segunda parte de la frase, que me hace callarme en seco y mirarle como si hubiera escuchado que quiere matarme. Suerte que lo aclara porque no estaba muy segura de qué debía decir. Suspiro con exagerado alivio dando a entender de forma implícita mi respuesta.
Frunzo el ceño cuando dice que ojalá los niños no acaben como él. No me gusta escucharle hablar de sí mismo como si todo le fuera mal. - Oh sí, ojalá. Ojalá no lleguen nunca a tener un trabajo bien pagado e importante, una familia que le quiere y una... - ¿Amiga? ¿Amiga con derechos? ¿Novia? La duda de siempre. Opto por lo obvio - una chica tan fantástica a su lado - Guiño un ojo y me muevo el pelo hacia atrás con un movimiento de mano de lo más elegante. Sé a lo que se refiere porque no todo es tan perfecto, pero ha estado peor. Todos lo hemos estado. - Mucha gente pagaría por tener una familia, aunque fueran sólo un joven con demasiada presión para tener veintiuno y dos niños que ni siquiera son suyos - Sonrío melancólica porque en este caso yo misma pagaría por ello. La única familia que tengo ahora mismo es un esclavo, una vecina adolescente y, por supuesto, él. No es que me queje, son maravillosos, pero a veces echo de menos a mi madre, incluso a mi padre aunque ni lo conozco. Y claro, a mi hermana. Es difícil echar de menos algo que nunca tuviste.
Todo ese afán por subirle el ánimo desaparece en cuanto comienza lo que sé que va a acabar siendo una discusión. - Claro que te pasa algo, a los dos nos pasa algo - Yo también lo digo en un tono que parece más un gruñido que mi propia voz, supongo que porque en realidad ni siquiera pretendo que lo escuche. - No, no tienes que hacerlo. Quieres hacerlo. Es diferente - Es algo que entiendo y que no le reprocho. Tal vez yo tampoco hubiera dejado que se llevasen a la niña, pero ¿tenerla tanto tiempo? No. Si de verdad mi hermana hubiera querido tanto a alguien como para tener un hijo con esa persona, yo hubiera respetado esa decisión y hubiera hecho todo lo posible para devolverle a su niño. Por dios, como mínimo debería informar a su madre del paradero de su bebé. - ¿Tienes idea de lo que debe de estar pasando esa mujer? ¡Le estás ocultando dónde está su propia hija! Al menos podrías decirle que la tienes tú y dejar que la viera - No creo que Alec estuviera de acuerdo en que oculte a la niña de su madre. Podría decírselo, pero no lo hago porque tengo el suficiente tacto como para no meter a nuestros hermanos muertos en esto. Algo que al parecer no puedo decir de él.
Cuando escucho su nombre es como si me hubieran clavado un puñal. Me pasa cuando lo escucho de cualquier persona, incluso cuando sale de mi propia boca, pero creo que al salir de la suya ha dolido mucho más. Cierro los ojos con fuerza y aparto la mirada de él, como si realmente me hubiera hecho un daño físico escuchar lo que acaba de decir. Me levanto del sofá y me alejo todo lo posible. Cuando vuelvo a abrirlos le miro de forma amenazadora - No digas su nombre - No sé si estoy más dolida que enfadada o viceversa, pero sí puedo notar el rojo de mi pelo intensificarse lo suficiente como para que sea capaz de notar que mi advertencia va en serio. - No la metas en esto para convencerme de algo en lo que no tienes razón, es ruin - A pesar de que me cueste mirarle a los ojos sin volver a gritarle que se trague un tenedor como hace tiempo, me las ingenio para mantener el contacto visual hasta que mis palabras obtienen el peso que deberían tener. - ¿Por qué no admites de una vez que hay algo más? - Creo que Lëia le recuerda a Alec y quiere tenerla cerca, pero si el precio que tiene que pagar es alejarla de su madre debería replanteárselo. Tal vez esté equivocada, pero nunca lo sabré si no se sincera.
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Le doy un ligero golpecito en el hombro cuando me llama señor ministro; un golpe en broma porque sé que obviamente la frase no iba a sonar bien de todas maneras, pero quería aligerar el ambiente. — Es que eres una novedad para el enano. Además, ahora le ha dado por utilizar la metamorfomagia para volverse pelirrojo como tú. — En la familia somos todos castaños, o rubios. Hubo una época en la que cuando era un bebé, sus cabellos rubios tenían bastantes reflejos pelirrojos, como un tipo de rubio cobrizo, pero con el tiempo se le fueron yendo hasta quedar en el rubio que tiene actualmente. No sé si las medicinas que le dieron para que fuera saliendo del coma tuvieron algo que ver, pero fue mucha casualidad que a partir de ahí, su color de pelo fuera cambiando hasta el que tiene ahora. Pero bueno, está dentro de los estándares de la familia porque tanto Elle como Keiran, y hasta su abuela paterna, madre de esos dos, son rubios. El resto hemos sacado el cabello castaño de Ludovic. — Suerte que no tiene los suficientes conocimientos para transformarse en alguien, porque no sería agradable verlo convertido en ti un día — añado con un notable tono de broma. De todas maneras, de aquí a que adquiera esos conocimientos, la curiosidad por la novedad ya se le habrá más que pasado.
Me supone un alivio que no se tome demasiado en serio el haber sacado el tema de que Ethan quiere que tengamos hijos. Nunca hemos hablado del futuro, y aunque a mí sí que me gustaría tener alguno biológico algún día, ni siquiera sé qué opina Jessica del tema. Sí que sé que los niños no le hacen especial agrado, pero es diferente al hecho de que sean tuyos. — Ese sería un buen remedio para que deje de trastocarlo todo. Seguro que se traumatizaría para un tiempo. — En realidad no solo él, porque probablemente yo también. He visto de todo en la guerra y en los años que estuve viviendo en Europa, pero imaginarse esa situación no tiene nada que ver. De hecho, sin eso mismo, solo el pensamiento de tener hijos en un futuro me aterra. No estamos en guerra y vivirían a la perfección porque tengo un buen trabajo, y ya estoy practicando con Ethan, así que ni siquiera sé por qué me supone tanto respeto incluso cuando quiero tenerlos. La cuestión es que lo hace.
Soy consciente de que las cosas me podrían ir peor, pero es difícil de explicar. Supongo que lo que no quería para ellos era que tuvieran que perder a la gente que les importa como yo tuve que perder a muchos en su momento. Y nunca he podido evitarlo. Lëia ni siquiera tiene dos años, y antes de nacer ya perdió a su padre. Supongo que ahora mismo Jessica me echaría en cara, como otras veces, que ahora yo la estoy apartando de su madre, pero las cosas no son así. Le estoy dando a su familia paterna, porque mejor eso que el estar en un orfanato con los servicios sociales, tal y como hubiera pasado si yo no la hubiera recogido aquel día en la inspección de la casa de Zoey en el Distrito 9. Y luego está Ethan, quien en el mismo día perdió a sus padres, por no hablar de que estuvo más de un año en coma con solo tres años. Son todas esas cosas las que no quiero para ellos, porque solo quiero que sean felices, independientemente de si sus futuros trabajos serán tan buenos como el que yo tengo. — Sé que no debería quejarme, pero no es sencillo. — Es la presión la que me lleva a tener estos pensamientos. — Dentro de lo malo, no debería quejarme... y menos con alguien como tú — añado para seguirle el rollo, y le guiño un ojo en un gesto algo picarón.
En cuestión de minutos, la tensión vuelve a palparse de manera exagerada, tanto que casi que podría cortarse con un cuchillo, metafóricamente hablando. Reconozco que ha sido culpa mía por sacar el tema, otra vez, pero estoy harto de hacer ver que no pasa nada y que somos felices porque nuestra relación va viento en popa. Pero no, porque más bien está siendo lo contrario. Siento que la estoy perdiendo, y eso es algo que no puedo permitir. — No puedo decirle que la tengo — respondo, intentando mantener la calma. — Preferiría que se la llevaran a un orfanato a tenerla nosotros. Nos odia de una manera que no puedes comprender. — Y es cierto. En parte es culpa mía por cómo nos conocimos, pero la rubia nunca ha atendido a razones ni ha comprendido que lo mejor es que veamos a la pequeña alguna que otra vez. Si ahora supiera que la estoy cuidando, se volvería loca. — Cuando las cosas se calmen, la llevaré con su madre, pero todavía no es el momento. — Nunca he pretendido tener a Lëia para siempre, sino que mi idea es hasta que el caso de Zoey se dé por cerrado y vean que no hay nada malo en esa casa. Además, bastante que estoy haciendo todo lo posible para acelerar los trámites cuando sé que ya sí que me odiará de por vida cuando le diga que todo este tiempo la he tenido yo.
Al final, la paciencia se me empieza a agotar cuando sugiere que entre la rubia y yo hay algo más. No es la primera vez que lo menciona, y ya no sé cómo explicarle que no lo hay, ni nunca lo habrá. Si supiera que una vez, hace un año y algo, la besé... en fin, no quiero ni imaginar cómo se pondría, aunque por ese entonces ni siquiera estábamos juntos. Obviamente el beso no fue correspondido y lo único que me llevé fue un merecido tortazo, porque estaba borracho porque ese día hubiera sido el cumpleaños de Alec. — Solo hay una mala relación entre nosotros. Ya no sé cómo decírtelo, Jess. — Ni siquiera sé cómo llega a la conclusión de que siento algo por Zoey cuando siempre le he dejado bien claro que nos llevamos fatal, como le he dicho hace escasos minutos. —¿Por qué no admites tú que estás empezando a obsesionarte con ese tal Liam Cooper? — Ya ni siquiera me importa que sea porque le tiene miedo y solo quiere saber cosas de él, porque en su día yo también busqué información sobre él para tranquilizarle pero, al parecer, le gusta seguir haciéndolo. Sé que nombrar a Liam no ha sido lo más ideal dada la situación, igual que tampoco lo ha sido nombrar antes a Kayla, pero ahora mismo ya ni me preocupa lo que me diga. Tenemos que sacar toda la mierda que estamos guardando desde hace meses.
Me supone un alivio que no se tome demasiado en serio el haber sacado el tema de que Ethan quiere que tengamos hijos. Nunca hemos hablado del futuro, y aunque a mí sí que me gustaría tener alguno biológico algún día, ni siquiera sé qué opina Jessica del tema. Sí que sé que los niños no le hacen especial agrado, pero es diferente al hecho de que sean tuyos. — Ese sería un buen remedio para que deje de trastocarlo todo. Seguro que se traumatizaría para un tiempo. — En realidad no solo él, porque probablemente yo también. He visto de todo en la guerra y en los años que estuve viviendo en Europa, pero imaginarse esa situación no tiene nada que ver. De hecho, sin eso mismo, solo el pensamiento de tener hijos en un futuro me aterra. No estamos en guerra y vivirían a la perfección porque tengo un buen trabajo, y ya estoy practicando con Ethan, así que ni siquiera sé por qué me supone tanto respeto incluso cuando quiero tenerlos. La cuestión es que lo hace.
Soy consciente de que las cosas me podrían ir peor, pero es difícil de explicar. Supongo que lo que no quería para ellos era que tuvieran que perder a la gente que les importa como yo tuve que perder a muchos en su momento. Y nunca he podido evitarlo. Lëia ni siquiera tiene dos años, y antes de nacer ya perdió a su padre. Supongo que ahora mismo Jessica me echaría en cara, como otras veces, que ahora yo la estoy apartando de su madre, pero las cosas no son así. Le estoy dando a su familia paterna, porque mejor eso que el estar en un orfanato con los servicios sociales, tal y como hubiera pasado si yo no la hubiera recogido aquel día en la inspección de la casa de Zoey en el Distrito 9. Y luego está Ethan, quien en el mismo día perdió a sus padres, por no hablar de que estuvo más de un año en coma con solo tres años. Son todas esas cosas las que no quiero para ellos, porque solo quiero que sean felices, independientemente de si sus futuros trabajos serán tan buenos como el que yo tengo. — Sé que no debería quejarme, pero no es sencillo. — Es la presión la que me lleva a tener estos pensamientos. — Dentro de lo malo, no debería quejarme... y menos con alguien como tú — añado para seguirle el rollo, y le guiño un ojo en un gesto algo picarón.
En cuestión de minutos, la tensión vuelve a palparse de manera exagerada, tanto que casi que podría cortarse con un cuchillo, metafóricamente hablando. Reconozco que ha sido culpa mía por sacar el tema, otra vez, pero estoy harto de hacer ver que no pasa nada y que somos felices porque nuestra relación va viento en popa. Pero no, porque más bien está siendo lo contrario. Siento que la estoy perdiendo, y eso es algo que no puedo permitir. — No puedo decirle que la tengo — respondo, intentando mantener la calma. — Preferiría que se la llevaran a un orfanato a tenerla nosotros. Nos odia de una manera que no puedes comprender. — Y es cierto. En parte es culpa mía por cómo nos conocimos, pero la rubia nunca ha atendido a razones ni ha comprendido que lo mejor es que veamos a la pequeña alguna que otra vez. Si ahora supiera que la estoy cuidando, se volvería loca. — Cuando las cosas se calmen, la llevaré con su madre, pero todavía no es el momento. — Nunca he pretendido tener a Lëia para siempre, sino que mi idea es hasta que el caso de Zoey se dé por cerrado y vean que no hay nada malo en esa casa. Además, bastante que estoy haciendo todo lo posible para acelerar los trámites cuando sé que ya sí que me odiará de por vida cuando le diga que todo este tiempo la he tenido yo.
Al final, la paciencia se me empieza a agotar cuando sugiere que entre la rubia y yo hay algo más. No es la primera vez que lo menciona, y ya no sé cómo explicarle que no lo hay, ni nunca lo habrá. Si supiera que una vez, hace un año y algo, la besé... en fin, no quiero ni imaginar cómo se pondría, aunque por ese entonces ni siquiera estábamos juntos. Obviamente el beso no fue correspondido y lo único que me llevé fue un merecido tortazo, porque estaba borracho porque ese día hubiera sido el cumpleaños de Alec. — Solo hay una mala relación entre nosotros. Ya no sé cómo decírtelo, Jess. — Ni siquiera sé cómo llega a la conclusión de que siento algo por Zoey cuando siempre le he dejado bien claro que nos llevamos fatal, como le he dicho hace escasos minutos. —¿Por qué no admites tú que estás empezando a obsesionarte con ese tal Liam Cooper? — Ya ni siquiera me importa que sea porque le tiene miedo y solo quiere saber cosas de él, porque en su día yo también busqué información sobre él para tranquilizarle pero, al parecer, le gusta seguir haciéndolo. Sé que nombrar a Liam no ha sido lo más ideal dada la situación, igual que tampoco lo ha sido nombrar antes a Kayla, pero ahora mismo ya ni me preocupa lo que me diga. Tenemos que sacar toda la mierda que estamos guardando desde hace meses.
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Esta vez me resulta imposible esconder mi sorpresa cuando menciona que al pequeño Ethan le gusta cambiar su color de pelo con la metamorfomagia para parecerse a mí. Mi sonrisa se ensancha hasta que no puedo ocultar mi agrado, por lo que me apresuro a decir algo que no suene como si me hubiera gustado tanto. - Creo que ese enano me empieza a caer mejor - Asiento lentamente como mostrándome de acuerdo con mis propias palabras. Nunca pensé que fuera a caerme bien ni mal porque nunca pienso en la relación que tenemos Riorden y yo. Si fuese algo más serio y tuviese la certeza de que fuera a ser duradero, me hubiera planteado el tema de Ethan varias veces antes de llegar a una conclusión fija sobre si el crío me caía bien o si simplemente me limitaría a ignorarlo para evitar disturbios. Con algo tan impreciso como lo que tenemos, ni siquiera se me había pasado por la cabeza el cruzar más que un hola con ese niño, mucho menos una relación de cariño mutuo. Anoto mentalmente que debo fijarme más en cuándo está por casa de Riorden al mismo tiempo que yo para mantener alguna conversación breve con él.
Suelto una risa incontrolada cuando la imagen de un Ethan convertido en mí paseándose por casa de Riorden todos los días se me viene a la cabeza. - Permíteme discrepar en eso - Niego sin parar de reír hasta que consigo sacármelo de la cabeza. No es muy difícil cuando me centro en animar a mi, ante todo, amigo. Aún acariciando el dorso de su mano con mi pulgar le miro a los ojos y hago una mueca de tristeza porque le entiendo. Por muy bien que aparente ir todo, nunca va bien. A personas como nosotros nunca nos va del todo bien, porque siempre habrá cosas que estropeen la utópica felicidad a la que creemos haber llegado. Si no se trata de algo relacionado con un traumático pasado es algo sobre un dramático presente, pero de un modo u otro lo bueno se acaba yendo para dar paso a lo malo. Siempre ha sido mi forma de pensar, gracias a la experiencia, aunque últimamente estoy intentando cambiarla por algo más optimista.
Hago un gesto con la mano como quitándole importancia al hecho de que soy fantástica - Tampoco soy para tanto... - Tras unos segundos meditándolo me lo pienso mejor y rectifico. - Miento, en realidad sí que lo soy - Intento fingir seriedad al decirlo aunque desearía poder reírme de ello. Ojalá me lo creyera tanto como aparento en este momento, aunque si consigo sacarle a Riorden alguna que otra risa sí que tengo que serlo, me consta que no es que sea la alegría de la huerta fuera de su círculo más cercano. Me alegro de ser eso para él, la persona que consigue que por un momento te dejes llevar por una parte de ti que no conocías o que no es tan habitual. La verdad es que él también potencia mucho mi forma de ser, por algo es y será siempre mi mejor amigo.
Todos esos pensamientos positivos sobre él se desvanecen en cuanto el tema de conversación se desvía hacia otro no tan inusual, al menos en los últimos meses, en nuestra relación. Bufo cuando dice que aún no es el momento de devolverle la niña a su madre. - Nunca lo es - Lo digo en voz tan baja que ni siquiera estoy segura de que me haya escuchado, pero no me importa porque aquí el tema importante es lo que va después, lo que va ligado a lo de la niña y su madre. Me cruzo de brazos ante su explicación. No es la primera vez que oigo eso de que no hay nada entre la chica Campbell y él, y tampoco es la primera vez que no me lo creo. - Me importa una mierda que haya o no haya, Riorden, no estamos casados - Ambos sabemos que eso no es del todo cierto, pero tampoco quiero demostrar que me importa tanto como para ponerme celosa porque él no es mío, puede hacer lo que quiera. - Sólo te pido que si alguna vez... - Mi boca se abre y se cierra como si realmente supiera qué decir después de eso. No es fácil explicar cómo llego a la conclusión de que pueda pasar algo entre ellos, más que nada porque para poder hacerle entender cómo soy capaz de pensar en eso tengo que confesar precisamente lo que le estoy pidiendo a él. - que si alguna vez ha habido algo o crees que lo pueda haber, simplemente seas sincero conmigo en cuanto ocurra - Calmo el tono de mi voz y mi pelo vuelve a su tono normal en segundos.
Le estoy pidiendo sinceridad, una sinceridad que yo no estoy teniendo con él al cien por cien, así que no tengo derecho a enfadarme y reclamar algo que yo no estoy haciendo con él. Sale de su boca antes de que pueda salir de la mía. Liam Cooper. Ese maldito nombre que parece estar en todas mis conversaciones y en todos mis pensamientos. - ¡No estoy obsesionada! - Me recuerdo a mí misma una vez que debo bajar el tono porque lo que tengo que decir no es sencillo, y lo será menos si me comporto como una cría de quince años. Me atrevo a subir por fin la cabeza y mirarle directamente a los ojos. - Yo no usaría la palabra "obsesionada", pero es cierto que pienso en él con más frecuencia de la que me gustaría - En cuanto me doy cuenta de cómo ha sonado me apresuro a aclararlo. - Eh, no en ese sentido, aún no estoy tan trastornada - Espero que no haya dado por hecho algo tan absurdo como que no paro de pensar en el hermano de la persona a la que maté de una forma romántica. - Quiero decir que no soy capaz de quitármelo de la cabeza, por una razón o por otra - Me encojo de hombros quitándole importancia porque en realidad al decirlo en voz alta no tiene tanta como yo llevo pensando un tiempo. Sólo pienso en él porque me da pena. Sí, es eso.
- ¿Lo ves? Sinceridad. No es tan difícil. Te toca - Intento calmar los ánimos y suavizo mi voz hasta que ya no queda ni rastro de los gritos de hace unos momentos, del rencor o incluso del odio momentáneo. Suspiro por el cambio repentino de actitud porque sé que se dará cuenta de que no soy ese tipo de persona. No tengo ningún problema en discutir y defenderme con todas mis armas cuando creo que llevo la razón, como es el caso. - No quiero que discutamos más, Riorden. Estoy harta de eso. Tú y yo no somos así. No éramos así - Sospecho que no soy la única que empieza a cansarse de que sólo nos veamos cuando tenemos un buen motivo para enfadarnos el uno con el otro. Lo último que quiero es perderlo de ninguna forma, pero no vamos por buen camino si seguimos así.
Suelto una risa incontrolada cuando la imagen de un Ethan convertido en mí paseándose por casa de Riorden todos los días se me viene a la cabeza. - Permíteme discrepar en eso - Niego sin parar de reír hasta que consigo sacármelo de la cabeza. No es muy difícil cuando me centro en animar a mi, ante todo, amigo. Aún acariciando el dorso de su mano con mi pulgar le miro a los ojos y hago una mueca de tristeza porque le entiendo. Por muy bien que aparente ir todo, nunca va bien. A personas como nosotros nunca nos va del todo bien, porque siempre habrá cosas que estropeen la utópica felicidad a la que creemos haber llegado. Si no se trata de algo relacionado con un traumático pasado es algo sobre un dramático presente, pero de un modo u otro lo bueno se acaba yendo para dar paso a lo malo. Siempre ha sido mi forma de pensar, gracias a la experiencia, aunque últimamente estoy intentando cambiarla por algo más optimista.
Hago un gesto con la mano como quitándole importancia al hecho de que soy fantástica - Tampoco soy para tanto... - Tras unos segundos meditándolo me lo pienso mejor y rectifico. - Miento, en realidad sí que lo soy - Intento fingir seriedad al decirlo aunque desearía poder reírme de ello. Ojalá me lo creyera tanto como aparento en este momento, aunque si consigo sacarle a Riorden alguna que otra risa sí que tengo que serlo, me consta que no es que sea la alegría de la huerta fuera de su círculo más cercano. Me alegro de ser eso para él, la persona que consigue que por un momento te dejes llevar por una parte de ti que no conocías o que no es tan habitual. La verdad es que él también potencia mucho mi forma de ser, por algo es y será siempre mi mejor amigo.
Todos esos pensamientos positivos sobre él se desvanecen en cuanto el tema de conversación se desvía hacia otro no tan inusual, al menos en los últimos meses, en nuestra relación. Bufo cuando dice que aún no es el momento de devolverle la niña a su madre. - Nunca lo es - Lo digo en voz tan baja que ni siquiera estoy segura de que me haya escuchado, pero no me importa porque aquí el tema importante es lo que va después, lo que va ligado a lo de la niña y su madre. Me cruzo de brazos ante su explicación. No es la primera vez que oigo eso de que no hay nada entre la chica Campbell y él, y tampoco es la primera vez que no me lo creo. - Me importa una mierda que haya o no haya, Riorden, no estamos casados - Ambos sabemos que eso no es del todo cierto, pero tampoco quiero demostrar que me importa tanto como para ponerme celosa porque él no es mío, puede hacer lo que quiera. - Sólo te pido que si alguna vez... - Mi boca se abre y se cierra como si realmente supiera qué decir después de eso. No es fácil explicar cómo llego a la conclusión de que pueda pasar algo entre ellos, más que nada porque para poder hacerle entender cómo soy capaz de pensar en eso tengo que confesar precisamente lo que le estoy pidiendo a él. - que si alguna vez ha habido algo o crees que lo pueda haber, simplemente seas sincero conmigo en cuanto ocurra - Calmo el tono de mi voz y mi pelo vuelve a su tono normal en segundos.
Le estoy pidiendo sinceridad, una sinceridad que yo no estoy teniendo con él al cien por cien, así que no tengo derecho a enfadarme y reclamar algo que yo no estoy haciendo con él. Sale de su boca antes de que pueda salir de la mía. Liam Cooper. Ese maldito nombre que parece estar en todas mis conversaciones y en todos mis pensamientos. - ¡No estoy obsesionada! - Me recuerdo a mí misma una vez que debo bajar el tono porque lo que tengo que decir no es sencillo, y lo será menos si me comporto como una cría de quince años. Me atrevo a subir por fin la cabeza y mirarle directamente a los ojos. - Yo no usaría la palabra "obsesionada", pero es cierto que pienso en él con más frecuencia de la que me gustaría - En cuanto me doy cuenta de cómo ha sonado me apresuro a aclararlo. - Eh, no en ese sentido, aún no estoy tan trastornada - Espero que no haya dado por hecho algo tan absurdo como que no paro de pensar en el hermano de la persona a la que maté de una forma romántica. - Quiero decir que no soy capaz de quitármelo de la cabeza, por una razón o por otra - Me encojo de hombros quitándole importancia porque en realidad al decirlo en voz alta no tiene tanta como yo llevo pensando un tiempo. Sólo pienso en él porque me da pena. Sí, es eso.
- ¿Lo ves? Sinceridad. No es tan difícil. Te toca - Intento calmar los ánimos y suavizo mi voz hasta que ya no queda ni rastro de los gritos de hace unos momentos, del rencor o incluso del odio momentáneo. Suspiro por el cambio repentino de actitud porque sé que se dará cuenta de que no soy ese tipo de persona. No tengo ningún problema en discutir y defenderme con todas mis armas cuando creo que llevo la razón, como es el caso. - No quiero que discutamos más, Riorden. Estoy harta de eso. Tú y yo no somos así. No éramos así - Sospecho que no soy la única que empieza a cansarse de que sólo nos veamos cuando tenemos un buen motivo para enfadarnos el uno con el otro. Lo último que quiero es perderlo de ninguna forma, pero no vamos por buen camino si seguimos así.
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Escucho todo lo que Jessica me va soltando, como si yo no fuera más que un saco de boxeo contra el que te puedas desahogar sin que este tenga ningún tipo de reacción. Hasta que suelta la gran sugerencia, o más bien pregunta, sobre si creo que alguna vez pueda haber algo entre nosotros, o que si alguna vez pasó. No puedo decirle que hace casi dos años, me emborraché, me aparecí a las tantas de la noche en casa de la chica Campbell, y la besé. Ni siquiera era yo en ese momento, sino que era como un alma en pena, derrumbado porque ese día sería el cumpleaños de Alec. Tampoco puedo decirle que detrás de toda la relación de odio que tenemos desde que nos conocemos, una parte de mí siempre se ha sentido atraído físicamente hacia ella. Obviamente no me imagino un hipotético caso en que Zoey Campbell y yo podamos estar juntos, pero que en algún momento me haya podido parecer ligeramente atractiva es otra cosa. Sin embargo, esos momentos simplemente se limitan a situaciones en las que iba algo pasado de rosca, cuando el alcohol y yo éramos demasiado amigos, o cuando me acordaba muchísimo de Alec y resultaba casi insoportable.
Me revuelvo el pelo, algo pensativo, hasta que al final decido responderle: — ¿De verdad piensas así? Siempre te he dicho que me odia con toda su alma y... joder, soy la viva imagen de su difunto novio. Creo que lo que menos querría sería que pasara algo con alguien que se parece tanto a él. — Por un momento ni siquiera hago referencia a qué haría yo si ella sí quisiera. — Yo tampoco lo permitiría. Es la madre de mi sobrina, la novia de mi fallecido hermano. Sería como una traición. — Es algo que siempre he pensado, que si ella en algún momento se hubiera tirado a mis brazos simplemente por parecerme a Alec, la hubiera rechazado al instante porque sería ir en contra de mi hermano. Sin embargo, fui yo el que se lanzó a ella, pero es algo que nunca reconocería. — Además, ni siquiera es mi tipo porque las prefiero pelirrojas — añado en un intento de romper un poco el hielo, y sonrío de medio lado. Ni siquiera tengo un tipo de mujer porque nunca he tenido tiempo de pensar en eso. Nunca he sido alguien de ir detrás de las chicas porque lo único en lo que pensaba era en los temas relacionados con los rebeldes y Europa, así que soy un principiante en cuanto a temas de cómo tratar con mujeres. Obviamente Jessica no es la primera chica con la que he tenido algo, pero el resto solo eran encuentros rápidos y momentáneos que tenía alguna vez por Europa; chicas de mi edad atraídas por un chaval enigmático que viajaba a NeoPanem, y que provenía de una familia bien reconocida en Europa. No me importaban lo suficiente como para conocerlas y preocuparme por ellas como lo hago con Jessica.
— Ahora quiero que tú te sinceres conmigo — empiezo a decir, y no sé si me paso de la ralla, porque me vuelvo a acercar a ella y le agarro la mano con suavidad. Quiero transmitirle que confío en ella, que no importa la que sea su respuesta porque lo entenderé. — Sé que el tema del tal Cooper es complicado porque mataste a su hermano, y entiendo que te preocupe, pero... — Hago una pequeña pausa, pensando cómo preguntárselo exactamente. — ¿Crees que en algún momento esa preocupación podría dar paso a algo más? — No somos pareja oficial y nunca hemos hablado de lo que somos exactamente, así que no debería molestarme que tuviera algo con él, pero quiero saberlo. Sí, yo besé a Zoey, pero es que no estábamos juntos por aquel entonces, y ni siquiera teníamos el trato ni la relación como la de mejores amigos que con los meses fuimos desarrollando, hasta que esa amistad dio paso a algo más. Es en situaciones como esta en las que entiendo lo que siempre se ha dicho de que a veces es mejor no mezclar la amistad con esta clase de relaciones. Aun así, Jessica y yo nunca romperíamos nuestra amistad por discusiones de pareja, sea el tipo de pareja que sea, porque el ser amigos es algo mucho más importante y que va más allá que cualquier otra cosa. Nos entendemos mejor que nadie, y eso seguiría así aunque pasasen quince años y nuestra vida hubiera cambiado completamente.
— Yo tampoco quiero que discutamos más — comento, dándole la razón. Odio discutir, y tiene razón sobre que nosotros nunca hemos sido así. No somos esa clase de personas que parece que les encante estar a gritos y haciéndose daño el uno al otro. Hemos pasado por demasiadas cosas como para estar en esta situación ahora mismo. — Tú me... me importas, ¿vale? — No puedo decir que la quiero. Obviamente como amiga sí, pero en cuanto a temas amorosos es algo más complicado. Me gusta estar con ella, y es atractiva, pero no es en eso solo en lo que uno tiene que fijarse para tener sentimientos más importantes y serios con la otra persona. Quiero estar con ella, pero no sé si alguna vez llegaré a quererla como para tener una vida juntos, al menos no hoy por hoy.— Quiero que volvamos a estar bien. — Y es así, pero no renunciaré a Lëia por mucho que no le guste y no comprenda lo que hago.
Me revuelvo el pelo, algo pensativo, hasta que al final decido responderle: — ¿De verdad piensas así? Siempre te he dicho que me odia con toda su alma y... joder, soy la viva imagen de su difunto novio. Creo que lo que menos querría sería que pasara algo con alguien que se parece tanto a él. — Por un momento ni siquiera hago referencia a qué haría yo si ella sí quisiera. — Yo tampoco lo permitiría. Es la madre de mi sobrina, la novia de mi fallecido hermano. Sería como una traición. — Es algo que siempre he pensado, que si ella en algún momento se hubiera tirado a mis brazos simplemente por parecerme a Alec, la hubiera rechazado al instante porque sería ir en contra de mi hermano. Sin embargo, fui yo el que se lanzó a ella, pero es algo que nunca reconocería. — Además, ni siquiera es mi tipo porque las prefiero pelirrojas — añado en un intento de romper un poco el hielo, y sonrío de medio lado. Ni siquiera tengo un tipo de mujer porque nunca he tenido tiempo de pensar en eso. Nunca he sido alguien de ir detrás de las chicas porque lo único en lo que pensaba era en los temas relacionados con los rebeldes y Europa, así que soy un principiante en cuanto a temas de cómo tratar con mujeres. Obviamente Jessica no es la primera chica con la que he tenido algo, pero el resto solo eran encuentros rápidos y momentáneos que tenía alguna vez por Europa; chicas de mi edad atraídas por un chaval enigmático que viajaba a NeoPanem, y que provenía de una familia bien reconocida en Europa. No me importaban lo suficiente como para conocerlas y preocuparme por ellas como lo hago con Jessica.
— Ahora quiero que tú te sinceres conmigo — empiezo a decir, y no sé si me paso de la ralla, porque me vuelvo a acercar a ella y le agarro la mano con suavidad. Quiero transmitirle que confío en ella, que no importa la que sea su respuesta porque lo entenderé. — Sé que el tema del tal Cooper es complicado porque mataste a su hermano, y entiendo que te preocupe, pero... — Hago una pequeña pausa, pensando cómo preguntárselo exactamente. — ¿Crees que en algún momento esa preocupación podría dar paso a algo más? — No somos pareja oficial y nunca hemos hablado de lo que somos exactamente, así que no debería molestarme que tuviera algo con él, pero quiero saberlo. Sí, yo besé a Zoey, pero es que no estábamos juntos por aquel entonces, y ni siquiera teníamos el trato ni la relación como la de mejores amigos que con los meses fuimos desarrollando, hasta que esa amistad dio paso a algo más. Es en situaciones como esta en las que entiendo lo que siempre se ha dicho de que a veces es mejor no mezclar la amistad con esta clase de relaciones. Aun así, Jessica y yo nunca romperíamos nuestra amistad por discusiones de pareja, sea el tipo de pareja que sea, porque el ser amigos es algo mucho más importante y que va más allá que cualquier otra cosa. Nos entendemos mejor que nadie, y eso seguiría así aunque pasasen quince años y nuestra vida hubiera cambiado completamente.
— Yo tampoco quiero que discutamos más — comento, dándole la razón. Odio discutir, y tiene razón sobre que nosotros nunca hemos sido así. No somos esa clase de personas que parece que les encante estar a gritos y haciéndose daño el uno al otro. Hemos pasado por demasiadas cosas como para estar en esta situación ahora mismo. — Tú me... me importas, ¿vale? — No puedo decir que la quiero. Obviamente como amiga sí, pero en cuanto a temas amorosos es algo más complicado. Me gusta estar con ella, y es atractiva, pero no es en eso solo en lo que uno tiene que fijarse para tener sentimientos más importantes y serios con la otra persona. Quiero estar con ella, pero no sé si alguna vez llegaré a quererla como para tener una vida juntos, al menos no hoy por hoy.— Quiero que volvamos a estar bien. — Y es así, pero no renunciaré a Lëia por mucho que no le guste y no comprenda lo que hago.
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El hecho de que tarde un poco en responder a mis preguntas hace que se creen dudas en mí que ni siquiera recordaba tener con tanta intensidad, pero cuando por fin lo hace su negación parece ser lo bastante rotunda como para disiparlas por completo. Una parte de mí nunca las olvidará, pero por el momento prefiero creer que ambos hemos decidido ser sinceros al cien por cien. Lo de que sería una traición parece convencerme del todo, por lo que asiento lentamente, de acuerdo con sus palabras. Suelto un suspiro de tranquilidad porque esto es algo que llevaba arrastrando desde hace bastante tiempo, ni siquiera sé por qué no lo habíamos hablado antes, ahora no parece tan complicado el simple hecho de preguntar abiertamente y pedir sinceridad. Creo que la principal razón por la que no lo habíamos hecho es porque mi reacción ante el tema solía ser dejarme llevar por mi mal carácter y comenzar a gritar como una cría adolescente.
Anoto mentalmente que en el futuro intentaré que esa no sea mi forma de llevar los problemas porque nunca me ha llevado a una buena solución. Por unos segundos todo queda en silencio, hasta que Riorden suelta una broma para relajar el ambiente. Desde luego hace el efecto deseado porque sonrío inconscientemente y le doy un golpecito en el hombro. - Idiota... - Es en estos instante cuando se nota que el tipo de relación que tenemos no se basa precisamente en el romanticismo. Siempre que estas palabras salen de la boca de uno o de otro es una simple broma. Podría jurar que nunca hemos llegado a decirnos piropos el uno al otro si no es una forma de romper el hielo o bromear. No es que me queje, nunca he sido el tipo de chica a la que le gusta que le digan en cada momento lo guapa que está o lo increíble que es, pero a veces me pregunto si la razón por la que eso no nace de nosotros no es porque en realidad solo somos dos personas que tienen demasiadas cosas en común como para no experimentar con sus sentimientos de esta forma.
Vuelvo a tensarme un tanto cuando parece ser mi turno de ser sincera, aunque no estoy segura de qué es exactamente lo que tengo que ocultar como para que me pase eso. Noto el tacto de su mano en la mía y, extrañada, paso mi mirada del suelo a él y de él al suelo hasta que me convenzo de mirarle a los ojos. Entrelazo del todo nuestras manos y asiento, mostrándome de acuerdo con la única condición que ha puesto del mismo modo que yo he hecho hace unos segundos. Escuchar de la boca de otra persona que maté a Howl hace que apriete la mano de Riorden en un acto reflejo, como si algo acabase de hacerme un daño físico. Intento disimularlo un poco más en mi expresión facial antes de sopesar su pregunta. Me doy cuenta enseguida de que esta pausa puede hacerle dudar al igual que me ha pasado a mí con su respuesta, pero prefiero pensarlo del todo antes de tener una conclusión definitiva sobre el tema. Ni siquiera yo me lo había llegado a plantear de modo tan directo. Es cierto que Howl me parecía atractivo al igual que me lo parece su hermano pero eso no lo es todo. No conozco suficiente al chico como para saberlo seguro, pero creo que partiendo del hecho de que maté a su hermano no es muy difícil deducir la respuesta. No lo medito más y niego con vehemencia al tiempo que respondo. - No. Tú lo has dicho, yo maté a su hermano - Sentencio encogiéndome de hombros. Supongo que esa es una razón de peso por la que nunca pasará nada más entre Liam Cooper y yo.
Veo que, como sospechaba, él está igual de harto de nuestras discusiones como lo estoy yo. Para mí Riorden es un apoyo fundamental y estar enfadados constantemente no me hace bien, me siento desprotegida y peor aún, siento que podría perderlo. Cuando dice que le importa, aunque obviamente ya lo suponía, me siento halagada. Los dos somos cerrados en ese sentido, y saber que formas parte de la vida de una persona que se sacrifica tanto por los suyos no te deja indiferente. - Tú también me importas, Riorden, me importas mucho - Me acerco hasta que mis brazos lo rodean por completo y escondo la cara en su cuello. Por primera vez en mucho tiempo siento que las cosas pueden volver a estar como antes. - Estaremos bien, lo prometo - Susurro cerrando los ojos y prometiéndomelo también a mí misma. La base de nuestra relación siempre será la amistad, y pase lo que pase con lo demás me juro que eso nunca lo voy a perder, porque lo necesito.
Anoto mentalmente que en el futuro intentaré que esa no sea mi forma de llevar los problemas porque nunca me ha llevado a una buena solución. Por unos segundos todo queda en silencio, hasta que Riorden suelta una broma para relajar el ambiente. Desde luego hace el efecto deseado porque sonrío inconscientemente y le doy un golpecito en el hombro. - Idiota... - Es en estos instante cuando se nota que el tipo de relación que tenemos no se basa precisamente en el romanticismo. Siempre que estas palabras salen de la boca de uno o de otro es una simple broma. Podría jurar que nunca hemos llegado a decirnos piropos el uno al otro si no es una forma de romper el hielo o bromear. No es que me queje, nunca he sido el tipo de chica a la que le gusta que le digan en cada momento lo guapa que está o lo increíble que es, pero a veces me pregunto si la razón por la que eso no nace de nosotros no es porque en realidad solo somos dos personas que tienen demasiadas cosas en común como para no experimentar con sus sentimientos de esta forma.
Vuelvo a tensarme un tanto cuando parece ser mi turno de ser sincera, aunque no estoy segura de qué es exactamente lo que tengo que ocultar como para que me pase eso. Noto el tacto de su mano en la mía y, extrañada, paso mi mirada del suelo a él y de él al suelo hasta que me convenzo de mirarle a los ojos. Entrelazo del todo nuestras manos y asiento, mostrándome de acuerdo con la única condición que ha puesto del mismo modo que yo he hecho hace unos segundos. Escuchar de la boca de otra persona que maté a Howl hace que apriete la mano de Riorden en un acto reflejo, como si algo acabase de hacerme un daño físico. Intento disimularlo un poco más en mi expresión facial antes de sopesar su pregunta. Me doy cuenta enseguida de que esta pausa puede hacerle dudar al igual que me ha pasado a mí con su respuesta, pero prefiero pensarlo del todo antes de tener una conclusión definitiva sobre el tema. Ni siquiera yo me lo había llegado a plantear de modo tan directo. Es cierto que Howl me parecía atractivo al igual que me lo parece su hermano pero eso no lo es todo. No conozco suficiente al chico como para saberlo seguro, pero creo que partiendo del hecho de que maté a su hermano no es muy difícil deducir la respuesta. No lo medito más y niego con vehemencia al tiempo que respondo. - No. Tú lo has dicho, yo maté a su hermano - Sentencio encogiéndome de hombros. Supongo que esa es una razón de peso por la que nunca pasará nada más entre Liam Cooper y yo.
Veo que, como sospechaba, él está igual de harto de nuestras discusiones como lo estoy yo. Para mí Riorden es un apoyo fundamental y estar enfadados constantemente no me hace bien, me siento desprotegida y peor aún, siento que podría perderlo. Cuando dice que le importa, aunque obviamente ya lo suponía, me siento halagada. Los dos somos cerrados en ese sentido, y saber que formas parte de la vida de una persona que se sacrifica tanto por los suyos no te deja indiferente. - Tú también me importas, Riorden, me importas mucho - Me acerco hasta que mis brazos lo rodean por completo y escondo la cara en su cuello. Por primera vez en mucho tiempo siento que las cosas pueden volver a estar como antes. - Estaremos bien, lo prometo - Susurro cerrando los ojos y prometiéndomelo también a mí misma. La base de nuestra relación siempre será la amistad, y pase lo que pase con lo demás me juro que eso nunca lo voy a perder, porque lo necesito.
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Nuestra relación no es común ni nada típica, eso nunca lo he dudado. Supongo que el que nosotros tampoco seamos personas normales tiene gran parte de responsabilidad en ese sentido. Conocí a Jessica en, probablemente, uno de los peores momentos de su vida. Sé muy bien lo que es salir de una arena con vida, habiendo visto morir a chicos que no se lo merecían por culpa de un Gobierno horrible, y también sé lo que es ver morir a tu hermano ahí. Sin embargo, por suerte a mí me pasó en diferentes Juegos, pero a ella en los mismos. Nuestro primer encuentro estuvo lejos de ser uno sencillo. A partir de ahí, nuestra relación empezó a desarrollarse en momentos clave, como cuando su madre falleció, o en algún momento de bajón míos en los que optaba por refugiarme en el alcohol, y cuando Aaron y Lena murieron. A pesar de que la base de nuestra relación no fuera en momentos saludables, nos hemos convertido en personas importantes y necesarias en la vida del otro.
Es por eso mismo por lo que creo todo lo que dice. En ningún momento me planteo que pueda ocultarme parte de la información como yo he hecho con ella sobre Zoey. Su caso, su situación con Liam Cooper, es completamente diferente a lo que a mí me pasa con la madre de mi sobrina. Además, ¿cómo no vas a confiar en la persona con la que estás saliendo? Sin confianza, no puede haber una relación sana. No quiero que seamos esa típica pareja que siempre desconfía el uno del otro, y ninguno de los dos nos merecemos algo así después de todo. — Nuestra vida daría para una novela — comento después de unos segundos. Lo pienso de verdad, y quizá hasta sería exitosa. No obstante, lo que menos necesitaríamos sería vender nuestra vida a alguna editorial, o cadena importante de NeoPanem. Bastante que tengo que lidiar con ciertos momentos públicos por ser una figura importante del país. — Estoy seguro de que nos irá bien, de que solo necesitábamos hablar un poco y soltar lo que pensamos. — Uno nunca sabe cuánto vas a durar con esa persona como pareja, eso está claro, porque no sabes lo que puede pasar por el camino. Pero nosotros dos siempre estaremos en la vida del otro independientemente de quiénes seamos, cuántos años tengamos, y cómo sea nuestra vida en ese momento.
A veces pienso que Jessica sustituyó a Alec en ciertos aspectos de mi vida. Nunca he sido una persona especialmente sociable, menos con mi familia. De hecho, puedo contar con los dedos de una mano las personas en las que realmente he confiado, y tan solo he tenido un mejor amigo, que era Alec. Con el tiempo la pelirroja ocupó ese papel y se convirtió en la persona en quien más confío, incluso por encima del resto de mis hermanos. Mi familia siempre será lo más importante de mi vida, pero reconozco que nuestra relación ha cambiado en estos últimos dos años. Elle mantiene una relación cada vez más seria con Elijah después del pequeño distanciamiento que tuvieron, y estoy seguro de que tarde o temprano acabaran casados. Keiran, por su parte, después de que adoptara a Ethan y me hiciera cargo de Lëia, se acabó mudando con Elle y Annie. Sí, les veo de vez en cuando, pero no es ni de lejos lo mismo que antes.
Acabo apartando a mi familia de mis pensamientos, y la rodeo con mi cuerpo para darle un abrazo; es una manera de terminar de arreglar la situación y calmarlo todo. Después, le doy un rápido beso en los labios antes de volver a dirigirme a ella: — Vamos a comer algo. Prometo que me he puesto más en serio a aprender a cocinar. — Con dos críos a mi cargo no me ha quedado más remedio. Claro que puedo mandarle a Liliane que lo haga, pero prefiero mantenerla alejada de mi comida por si le da por envenenar alguno de los platos. Estoy seguro de que no se lo haría a los niños, pero de mí no puedo decir lo mismo. Ahora mismo lo único que quiero es pasar el resto del día tranquilo con Jessica e informarnos de cómo nos va todo. — Así me cuentas cómo te van las cosas, y yo te explico mis rollos sobre el trabajo para aburrirte un rato — bromeo, y le agarro de la mano antes de dirigirnos hacia la cocina para disfrutar de lo que queda de día. Nunca imaginé que acabaría siendo esta clase de persona que derrumba sus muros, ni siquiera imaginé que lo haría con mi pareja. Pero aquí estoy, cambiando poco a poco y aprendiendo a disfrutar del día a día.
Es por eso mismo por lo que creo todo lo que dice. En ningún momento me planteo que pueda ocultarme parte de la información como yo he hecho con ella sobre Zoey. Su caso, su situación con Liam Cooper, es completamente diferente a lo que a mí me pasa con la madre de mi sobrina. Además, ¿cómo no vas a confiar en la persona con la que estás saliendo? Sin confianza, no puede haber una relación sana. No quiero que seamos esa típica pareja que siempre desconfía el uno del otro, y ninguno de los dos nos merecemos algo así después de todo. — Nuestra vida daría para una novela — comento después de unos segundos. Lo pienso de verdad, y quizá hasta sería exitosa. No obstante, lo que menos necesitaríamos sería vender nuestra vida a alguna editorial, o cadena importante de NeoPanem. Bastante que tengo que lidiar con ciertos momentos públicos por ser una figura importante del país. — Estoy seguro de que nos irá bien, de que solo necesitábamos hablar un poco y soltar lo que pensamos. — Uno nunca sabe cuánto vas a durar con esa persona como pareja, eso está claro, porque no sabes lo que puede pasar por el camino. Pero nosotros dos siempre estaremos en la vida del otro independientemente de quiénes seamos, cuántos años tengamos, y cómo sea nuestra vida en ese momento.
A veces pienso que Jessica sustituyó a Alec en ciertos aspectos de mi vida. Nunca he sido una persona especialmente sociable, menos con mi familia. De hecho, puedo contar con los dedos de una mano las personas en las que realmente he confiado, y tan solo he tenido un mejor amigo, que era Alec. Con el tiempo la pelirroja ocupó ese papel y se convirtió en la persona en quien más confío, incluso por encima del resto de mis hermanos. Mi familia siempre será lo más importante de mi vida, pero reconozco que nuestra relación ha cambiado en estos últimos dos años. Elle mantiene una relación cada vez más seria con Elijah después del pequeño distanciamiento que tuvieron, y estoy seguro de que tarde o temprano acabaran casados. Keiran, por su parte, después de que adoptara a Ethan y me hiciera cargo de Lëia, se acabó mudando con Elle y Annie. Sí, les veo de vez en cuando, pero no es ni de lejos lo mismo que antes.
Acabo apartando a mi familia de mis pensamientos, y la rodeo con mi cuerpo para darle un abrazo; es una manera de terminar de arreglar la situación y calmarlo todo. Después, le doy un rápido beso en los labios antes de volver a dirigirme a ella: — Vamos a comer algo. Prometo que me he puesto más en serio a aprender a cocinar. — Con dos críos a mi cargo no me ha quedado más remedio. Claro que puedo mandarle a Liliane que lo haga, pero prefiero mantenerla alejada de mi comida por si le da por envenenar alguno de los platos. Estoy seguro de que no se lo haría a los niños, pero de mí no puedo decir lo mismo. Ahora mismo lo único que quiero es pasar el resto del día tranquilo con Jessica e informarnos de cómo nos va todo. — Así me cuentas cómo te van las cosas, y yo te explico mis rollos sobre el trabajo para aburrirte un rato — bromeo, y le agarro de la mano antes de dirigirnos hacia la cocina para disfrutar de lo que queda de día. Nunca imaginé que acabaría siendo esta clase de persona que derrumba sus muros, ni siquiera imaginé que lo haría con mi pareja. Pero aquí estoy, cambiando poco a poco y aprendiendo a disfrutar del día a día.
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