OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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No recuerdo ni cuando empezamos a beber, pero cuando se hace de madrugada y Kendrick nos chilla desde la torre de vigilancia que tiene que custodiar esa noche que si no le llevamos una de las botellas de cerveza se va a chivar de que mentimos cuando dijimos que ya no quedaba alcohol, es cuando me doy cuenta de la numerosa cantidad de botellas vacías que hay acumulada alrededor de Ben y de mi, que estamos tirados boca arriba en el tejado de la casa del primero mirando las estrellas y descubriendo los secretos del universo. — Creo que hay un virus rondando por ahí y no quiero saber ni como se lo están pasando. YA VAAAAAAAAAA — Respondo al grito de Kendrick cuando empieza la cuenta atrás, girándome boca abajo como si fuera un bebé intentando empezar a gatear. Me desequilibrio mientras me levanto y al mismo tiempo miro a Ben que está insinuando que a lo mejor todos se están besando. — Me decanto más por la idea de que hayan ido a gulismear al mismo sitio todos, como cuando fueron a pinchar esa rana venenosa con palos y luego fingieron que no sabían porqué tenían urticaria todos en los pies ¿recuerdas? JAJAJAJAJAJA — Por la tontería de estar hablando, riéndome y levantándome al mismo tiempo, acabo tropezando con mis propios pies, y luego con los de Ben y luego con las botellas, todo en un intento por equilibrarme que acaba fatal.
Al final acabo cayendo por el borde del tejado hasta el suelo, con un ruido sordo. Un par de botellas me siguen en el proceso, el "!se mató!" de Kendrick seguido por la carcajada de Ben que amortigua mi queja tanto como la falta de aire. Con la tontería y lo borracho que estoy, a pesar del dolor que tengo en el brazo derecho y que al intentar levantarme ni pude, me acabo contagiando de la risa de Ben que todavía resuena desde el tejado. — ¡Deja de reírte! ¡Creo que me hice daño! — Pero no puedo acabar las frases sin estallar en carcajadas y al final acabo simplemente retorciéndome de risa en el suelo hasta que unos pasos atraen mi atención.
Cuando veo a Alice intento parar de reír, tan de golpe que resultó casi obvio. — Hola... — Silencio que, en otras circunstancias, sería absolutamente incómodo. — creo que me he dislocado algo — Comento con el mismo tono que si le hubiera dicho que tengo hambre e intento fingir que no hay carcajadas resonando en la oscuridad y encima que no me pasa nada. Esta vez al intentar levantar mi cuerpo del suelo consigo al menos sentarme. Me relamo los labios cada vez que creo que una risa está a punto de escaparse de mis labios. Aunque tampoco estoy tan borracho como para no darme cuenta de que es obvio deducir lo que ha pasado. — Al menos no eres Echo. — Me resigno porque detesto cuando se pone en plan mandón y gruñón acerca de que ya hay bastante cosas intentando matarlos como para que estemos cayéndonos de los tejados. — ¿Puedes ayudarme? creo que no me puedo parar
Al final acabo cayendo por el borde del tejado hasta el suelo, con un ruido sordo. Un par de botellas me siguen en el proceso, el "!se mató!" de Kendrick seguido por la carcajada de Ben que amortigua mi queja tanto como la falta de aire. Con la tontería y lo borracho que estoy, a pesar del dolor que tengo en el brazo derecho y que al intentar levantarme ni pude, me acabo contagiando de la risa de Ben que todavía resuena desde el tejado. — ¡Deja de reírte! ¡Creo que me hice daño! — Pero no puedo acabar las frases sin estallar en carcajadas y al final acabo simplemente retorciéndome de risa en el suelo hasta que unos pasos atraen mi atención.
Cuando veo a Alice intento parar de reír, tan de golpe que resultó casi obvio. — Hola... — Silencio que, en otras circunstancias, sería absolutamente incómodo. — creo que me he dislocado algo — Comento con el mismo tono que si le hubiera dicho que tengo hambre e intento fingir que no hay carcajadas resonando en la oscuridad y encima que no me pasa nada. Esta vez al intentar levantar mi cuerpo del suelo consigo al menos sentarme. Me relamo los labios cada vez que creo que una risa está a punto de escaparse de mis labios. Aunque tampoco estoy tan borracho como para no darme cuenta de que es obvio deducir lo que ha pasado. — Al menos no eres Echo. — Me resigno porque detesto cuando se pone en plan mandón y gruñón acerca de que ya hay bastante cosas intentando matarlos como para que estemos cayéndonos de los tejados. — ¿Puedes ayudarme? creo que no me puedo parar
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No hay cosa que más odie que el estar mirando al techo por las noches, incapaz de cerrar los ojos por un momento sin que la cabeza me de vueltas. Estar ocupada durante el día ayuda a que mi cerebro no piense en cosas en las que no debería estar pensando, pero cuando cae el sol, no hay nada que pueda distraerme de mis propios pensamientos. Mi tiempo libre tampoco es como si supiera en qué utilizarlo, Murph está en esa época en la que todo lo que hago o digo le parece mal, con lo cual las únicas opciones que me quedan son Derian, que está ocupado cuando yo no lo estoy, o mi propia sombra. Aunque hay más personas en el catorce con quien pasar el rato, no tengo la suficiente confianza como para entablar una conversación que no sea incómoda de por sí. Creo que jamás la volveré a tener. Por lo que en general trato de mantenerme atareada para no tener que lidiar con esas situaciones.
Esta noche es una de ellas, de esas en las que todo lo que piensas parece atacarte. Por mucho que quiera olvidar, una parte de mi inconsciente no deja de repetir los momentos de mi vida que más me perturban, como si fuera una película sin botón de stop. Nunca llegaré a entender como esos recuerdos quedan grabados en el cerebro, no hay nada que puedas hacer para que se vayan, mientras que los que merecen la pena, con el tiempo caen en el olvido. Alguien me dijo una vez que los traumas de una persona eran los que la hacían como era, y que cada uno tenía una forma distinta de sobrellevar esos problemas. Sin embargo, creo que es la forma más cruel de auto destrucción.
Es por eso que en vez de dar vueltas en la cama, me visto con lo primero que encuentro en el armario, con la intención de pasear por el distrito en compañía del silencio. Lo que creía que iba a ser una noche tranquila se esfuma en cuanto comienzo a escuchar risotadas a lo lejos. En un principio pienso que no son más que Kendrick y Delilah, quién no se ha escapado por la noche siendo adolescente para hacer tonterías, pero el panorama que me encuentro es totalmente distinto. Mentiría si dijera que me sorprende el comportamiento de los que se supone que son los adultos del lugar, emborrachándose a estas horas, pero ni siquiera me sobresalto cuando veo la figura de Seth caer del edificio.
Me acerco con las manos en los bolsillos, con actitud relajada y para nada sorprendida. - Si eres tan imbécil como para tirarte de un tejado borracho seguro que también lo eres lo suficiente como para recolocártelo tú solito. - le espeto ignorando su intento de saludo y tirando de su otro brazo para levantarlo del suelo. - Que no es como si me importase, por mí como si te apetece darte cabezazos contra un ladrillo. - lo último lo digo con un ligero esfuerzo mientras utilizo mi propio peso contra él, recolocando su hombro de una forma un tanto brusca y sin avisarle. - Dios, Seth, apestas. - arrugo la nariz ante el olor que sale de su boca, un poco asqueada. - Eres increíble. - suspiro apoyando mis manos sobre sus hombros para evitar que caiga de cara al suelo de nuevo, levantando ligeramente la mirada para observar a Ben. - ¿Cuántas botellas has bebido? - me preparo para soltar más preguntas hasta que me doy cuenta de una cosa. - Pensándolo mejor, ni contestes, no soy tu niñera. - murmuro a la par que le suelto y su cuerpo cae como un saco.
Esta noche es una de ellas, de esas en las que todo lo que piensas parece atacarte. Por mucho que quiera olvidar, una parte de mi inconsciente no deja de repetir los momentos de mi vida que más me perturban, como si fuera una película sin botón de stop. Nunca llegaré a entender como esos recuerdos quedan grabados en el cerebro, no hay nada que puedas hacer para que se vayan, mientras que los que merecen la pena, con el tiempo caen en el olvido. Alguien me dijo una vez que los traumas de una persona eran los que la hacían como era, y que cada uno tenía una forma distinta de sobrellevar esos problemas. Sin embargo, creo que es la forma más cruel de auto destrucción.
Es por eso que en vez de dar vueltas en la cama, me visto con lo primero que encuentro en el armario, con la intención de pasear por el distrito en compañía del silencio. Lo que creía que iba a ser una noche tranquila se esfuma en cuanto comienzo a escuchar risotadas a lo lejos. En un principio pienso que no son más que Kendrick y Delilah, quién no se ha escapado por la noche siendo adolescente para hacer tonterías, pero el panorama que me encuentro es totalmente distinto. Mentiría si dijera que me sorprende el comportamiento de los que se supone que son los adultos del lugar, emborrachándose a estas horas, pero ni siquiera me sobresalto cuando veo la figura de Seth caer del edificio.
Me acerco con las manos en los bolsillos, con actitud relajada y para nada sorprendida. - Si eres tan imbécil como para tirarte de un tejado borracho seguro que también lo eres lo suficiente como para recolocártelo tú solito. - le espeto ignorando su intento de saludo y tirando de su otro brazo para levantarlo del suelo. - Que no es como si me importase, por mí como si te apetece darte cabezazos contra un ladrillo. - lo último lo digo con un ligero esfuerzo mientras utilizo mi propio peso contra él, recolocando su hombro de una forma un tanto brusca y sin avisarle. - Dios, Seth, apestas. - arrugo la nariz ante el olor que sale de su boca, un poco asqueada. - Eres increíble. - suspiro apoyando mis manos sobre sus hombros para evitar que caiga de cara al suelo de nuevo, levantando ligeramente la mirada para observar a Ben. - ¿Cuántas botellas has bebido? - me preparo para soltar más preguntas hasta que me doy cuenta de una cosa. - Pensándolo mejor, ni contestes, no soy tu niñera. - murmuro a la par que le suelto y su cuerpo cae como un saco.
"Si eres tan imbécil como para tirarte de un tejado borracho..."
Luego de que me diga eso ya no oigo nada más. ¿En que cabeza cabe que yo me tirara del tejado por propia voluntad? Bueno una vez lo hicimos entrenando en el pasado pero la idea era aprender a caer reduciendo el impacto y no creo que cuente mucho porque igual Echo usaba hechizos ralentizadores para evitar que por accidente nos abriéramos la cabeza por caer mal, así que no es igual; pero hace mucho tiempo que aprendí que intentar entablar con Alice una conversación lógica cuando tiene ese tono de marimandona (o yo estando lo bastante borracho como para que no se me ocurra como responderle de forma ingeniosa) es como intentar convencer a Jared de que se bañe un domingo ya que, según él, el domingo es el día del señor y el día del señor no se hace nada. No sé de donde mierda se habrá sacado eso pero bien que no tiene reparos en bañarse si les da por ir todos juntos al lago. — No me he tirado — Refuto, como si tuviera que ser obvio, cosa de la que me arrepiento casi enseguida porque al parecer le parece muy buena idea agarrarme del brazo sin más y tirar hasta que dios sabe que hace porque me duele más que antes.
Me doblo hacia adelante agarrándome el brazo con la otra mano mientras me rezo mentalmente todas las palabras malsonantes que me sé (y créanme, son un montón) tardando un poco en recuperar el aliento, al menos lo justo para por fin quejarme de viva voz. — Creo que me lo has dejado peor. — Y antes de que se le ocurra de nuevo "intentar ayudar" retrocedo, lo cual entre su medio empujón y mi evidente falta de equilibrio me hace volver al suelo. El golpe nuevo no es ni el 10% del que me he dado antes, así que solo me siento como un bebé torpón y fastidiado.
Me giro poniéndome a gatas, apoyando el único brazo bueno que tengo en el suelo y ya cerca de la ventana de la casa de Ben, pongo antebrazo en la repisa y me ayudo a parar haciendo fuerza sobre la cornisa, sin separarme, me limito a girarme y a usarla como silla, llevando mi brazo hacia el dislocado que pongo estratégicamente debajo del codo y empujo hacia arriba, para reducir un poco la presión. ¿Donde estará mi varita? Manteniendo el brazo pegado a la barriga, empiezo a palparme con la otra el pantalón, el tobillo, incluso el pecho por si acaso me lo he metido en los bolsillos de la camisa.
"Eres increíble"
Alzo la vista hacia ella, ni habiendo tenido oídos para lo que vino antes. Ella es la única persona capaz de hacer sonar como algo malo una frase que tiene una connotación evidentemente positiva. — La mitad de las que deberías beber tú a diario. ¿Por qué siempre estás tan amargada? Es insufrible. — Desde que llegó ha sido así. No importaba la de veces que Eowyn o Sophia hubieran intentado incluirla en sus rollos de chicas, incluso Ava, que siempre se sintió fuera de lugar siendo la más pequeña, Alice siempre encontraba la manera de volverlo todo incómodo.
En eso Ken grita que si no me he muerto le sigo debiendo una cerveza, suelto un suspiro, me llevo la mano a los ojos presionándolos ligeramente y luego literalmente le lanzo una cerveza desde el tejado con un movimiento de mi mano. Si Echo se lo encuentra mañana borracho, le diré que me la robó. Será su palabras contra la mía y el adulto soy yo. Dado mi historial probablemente no me crea, pero juega a mi favor que Kendrick tiene un historial casi al nivel del mío a su edad. — ¿Cuál es tú problema exactamente? — Hago énfasis en la última palabra, alzando una ceja mientras vuelvo la vista a Alice otra vez. — Pareces ser la única persona en este lugar que ni siquiera quiere estar aquí. ¿Sabes que nadie te retiene, no? —
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No hay otra cosa que me gustaría más que emborracharme por el resto de mi vida. Al menos de esa manera olvidaría todo lo que me he propuesto no recordar desde que puse un pie en este distrito. No tendría que preocuparme de joderle la existencia a nadie porque estaría demasiado ocupada lidiando con las decisiones que toma el exceso de alcohol por mí. Pero en el catorce no hay suficiente cerveza como para dedicarme exclusivamente a eso, y tampoco sería de gran ayuda a la hora de críar a una adolescente en plena edad del pavo. - No tienes derecho a recriminarme como decido reparar lo que tú y otros rompisteis. No me disculparé por actuar de forma distinta a tus amigos. - Si no me dedico a leer revistas de moda como hace Eowyn o a cocinar bollos para que todos podamos vivir felices y comer perdices, no es porque no crea en los finales felices, si no porque no quiero volver a tropezar con la misma piedra dos veces.
- ¿A ti qué narices te importa? - Suelto una risa nerviosa sacudiendo la cabeza porque toda esta situación me resulta un tanto inverosímil. Es decir, hago mi trabajo lo mejor que puedo, no voy por ahí provocando movidas, ni tampoco malgasto el tiempo de nadie en contarle mis asuntos personales, ¿cúal es el inconveniente entonces? No es como si mi actitud afectara al día a día del resto. Ellos van por su lado y yo por el mío, como en los últimos nueve años, ¿por qué eso resulta de repente un problema?
- No. Cállate. - Le advierto, sin dejar rastro de la calma con la que llegué. - Eres el último con derecho a decirme algo así. Tú más que ningún otro deberías entender por qué esto es lo único que me queda. - Porque todos se fueron, primero las personas con las que crecí, seguidas de Allen, incluso Seth terminó largándose sin dejar más explicación que una triste carta meses después de su partida. Mentiría si dijera que no me había planteado el hecho de que yo fuera el problema, cuestión que con el tiempo aún no he podido responder. Ahora, solo me queda lo que tengo aquí, una hija que ni siquiera entiendo, o más bien, que no quiero llegar a entender, y el recuerdo de seres queridos a los que por mucho que lo intente, no puedo dejar atrás.
- Sólo porque tú hayas encontrado tu sitio no significa que el resto hayamos hecho lo mismo. - No es la primera persona, como tampoco será la última, que me reprocha que no quiero estar aquí. Ellos no entienden que no soy capaz de asimilar que esto durará para siempre. Estoy segura que más de la mitad de los que viven en el 14 tampoco tuvieron una vida fácil, pero por lo menos intentan convencerse a sí mismos de que lo que han construido aquí, se mantendrá lo suficiente como para que si son descubiertos, será en un mundo mejor. Mi cerebro es incapaz de reconocer este sitio como un hogar, jamás lo hará, así como no lo hará con ningún otro. No desde que todo lo que se cruza conmigo desaparece, ya sea por mi culpa o por razones ajenas. - Deja de considerar mis problemas un motivo más para echarme en cara como me comporto.
Ni sé por qué estoy perdiendo el tiempo discutiendo cuando mañana ni siquiera se va a acordar de que en algún momento de la noche nos vimos. Paso mis manos por las sienes recordando por un segundo que ese mismo gesto lo hacía Allen como forma de relajarse, pero por la razón que sea, conmigo no funciona. No sé si el hecho de pensar en él me hace querer golpear con el pie una botella de cristal que hay en el suelo o si es el mismo estrés el que lo provoca, pero acabo haciéndolo de todos modos y acaba rompiéndose en mil pedazos a escasos metros de nosotros.
- ¿A ti qué narices te importa? - Suelto una risa nerviosa sacudiendo la cabeza porque toda esta situación me resulta un tanto inverosímil. Es decir, hago mi trabajo lo mejor que puedo, no voy por ahí provocando movidas, ni tampoco malgasto el tiempo de nadie en contarle mis asuntos personales, ¿cúal es el inconveniente entonces? No es como si mi actitud afectara al día a día del resto. Ellos van por su lado y yo por el mío, como en los últimos nueve años, ¿por qué eso resulta de repente un problema?
- No. Cállate. - Le advierto, sin dejar rastro de la calma con la que llegué. - Eres el último con derecho a decirme algo así. Tú más que ningún otro deberías entender por qué esto es lo único que me queda. - Porque todos se fueron, primero las personas con las que crecí, seguidas de Allen, incluso Seth terminó largándose sin dejar más explicación que una triste carta meses después de su partida. Mentiría si dijera que no me había planteado el hecho de que yo fuera el problema, cuestión que con el tiempo aún no he podido responder. Ahora, solo me queda lo que tengo aquí, una hija que ni siquiera entiendo, o más bien, que no quiero llegar a entender, y el recuerdo de seres queridos a los que por mucho que lo intente, no puedo dejar atrás.
- Sólo porque tú hayas encontrado tu sitio no significa que el resto hayamos hecho lo mismo. - No es la primera persona, como tampoco será la última, que me reprocha que no quiero estar aquí. Ellos no entienden que no soy capaz de asimilar que esto durará para siempre. Estoy segura que más de la mitad de los que viven en el 14 tampoco tuvieron una vida fácil, pero por lo menos intentan convencerse a sí mismos de que lo que han construido aquí, se mantendrá lo suficiente como para que si son descubiertos, será en un mundo mejor. Mi cerebro es incapaz de reconocer este sitio como un hogar, jamás lo hará, así como no lo hará con ningún otro. No desde que todo lo que se cruza conmigo desaparece, ya sea por mi culpa o por razones ajenas. - Deja de considerar mis problemas un motivo más para echarme en cara como me comporto.
Ni sé por qué estoy perdiendo el tiempo discutiendo cuando mañana ni siquiera se va a acordar de que en algún momento de la noche nos vimos. Paso mis manos por las sienes recordando por un segundo que ese mismo gesto lo hacía Allen como forma de relajarse, pero por la razón que sea, conmigo no funciona. No sé si el hecho de pensar en él me hace querer golpear con el pie una botella de cristal que hay en el suelo o si es el mismo estrés el que lo provoca, pero acabo haciéndolo de todos modos y acaba rompiéndose en mil pedazos a escasos metros de nosotros.
"No tienes derecho a recriminarme como decido reparar lo que tú y otros rompisteis"
Mi cara es todo un poema en ese instante. Arrugo la nariz, abro ligeramente la boca, frunzo el ceño y entrecierro los ojos. — ¿De que rayos estás hablando? — Estoy tan confundido que sin querer me acabo haciendo daño a mi mismo olvidando por un instante el dolor del brazo que acaba golpeando contra la ventana y me hace soltar un improperio. ¿Dónde carajos está mi varita? Con la caída a lo mejor anda criando malvas en el suelo, pero no sé si es por la poca luz o el poco esfuerzo que le estoy aplicando a todo este asunto, pero no la encuentro. Acabo soltando un suspiro y resignándome, al menos dos segundos porque luego recuerdo la habilidad de mi hijo para romper todo lo que toca y que lleva dándole caza a mi varita mucho tiempo, así que dejarla tirada por ahí y arriesgarme a que él la encuentre mañana camino al colegio no es precisamente una buena idea.
Suelto una especie de queja medio aburrida, medio cansada, medio perezosa de tener que ponerme a cuatro patas a buscarla. — Me importa porque te veo todos los días y me repatea tu cara de me he tragado un limón y estaba asqueroso — Vuelvo a hacer un gesto sin comprender la obviedad de su pregunta, aunque seguramente si no estuviera borracho me habría limitado a ignorar el tono de fastidio y la cara de fastidio que tiene desde que llegó. — Eso es una maldita excusa barata. Los sitios no están destinados a la gente sin más ¿sabes? no llegas a un lugar y dices "Oh guay, resulta que este es el lugar que he estado buscando toda mi vida" — Mi voz adquiere un tono poco paciente y algo sarcástico cuando intento arremedar la voz ficticia de una persona aleatoria, mientras me separo del alfeizar para ponerme en pie otra vez. — Te los ganas. ¿Has, si quiera, hablado con alguien alguna vez sin poner cara rancia?, porque mucho "ay no me siento en mi lugar, no encajo en ningún sitio" — ¿Se cree que todos aparecimos aquí y por obra y gracia del señor estábamos unidos? — ¡ni siquiera lo has intentado! — Nunca le confiaría mi vida a Echo si no hubiéramos pasado lo que pasamos; de la misma manera que ninguno de ellos lo haría en mi si no tuviéramos una historia. Eso no pasó de la noche a la mañana. — Pero oh, perdona gran Alice por estar estorbando e impidiendo que te hicieras un lugar aquí — Con la tontería de estar haciendo gestos para, evidentemente, dejar claro el sarcasmo implícito en mi última frase, mi mirada acaba encontrando la varita en el suelo a algunos metros de distancia, lo cual me permite atraerla hacia mi.
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- De verdad me acabas de hacer esa pregunta. - Murmuro siendo consciente de que no estamos solos. Si no fuera porque mañana no se va a acordar de nada hasta me habría dignado a cantarle las cuarenta. No sé muy bien si es el hecho de que está más borracho que una cuba o si es cierto que no tiene ni idea de lo que estoy hablando. De una forma u otra eso me molesta, no porque aún le guarde rencor por lo que pasó aquella noche hace años, sino porque yo tuve que callarme la boca para no arruinar su patética vida. Para que ahora ni siquiera lo recuerde. Porque estoy segura de que a día de hoy, su mujer aún no sabe nada acerca de las cartas en el seis, ni de lo que ocurrió después de eso.
- Fíjate, que ese no es mi problema. - Utilizo el mismo tono de sorpresa y sacarsmo que ha usado él ante su maravilloso comentario. Solo faltaba que tuviera que sonreírle cada vez que me lo cruzo. - Mmmm.. No tenía ni idea de que estuvieras tan interesado en mi vida como para saber las caras que pongo cuando hablo con otros. ¿Quieres que te de la enhorabuena? - Estoy hasta por ponerme a aplaudir, puestos a dramatizar la situación todavía más. - Me encanta que me prestes tanta atención, de verdad, pero lo considero un esfuerzo innecesario. - Poso las manos sobre mis caderas moviendo ligeramente la cabeza, esperando a que continúe con su discurso porque está claro que conoce lo que hago incluso mejor que yo misma.
- ¿Pero quién te crees que eres? No sabes nada, ni siquiera me conoces, ¿y te atreves a decirme que no lo he intentado? - Me resulta hasta gracioso que piense que me conoce, que nada ha cambiado cuando todo lo ha hecho. Quizás a él le resultó fácil marcharse, al fin y al cabo se llevó todo lo que necesitaba consigo, y lo que no, lo encontró aquí. En cambio, yo lo dejé todo allí, mi mejor amiga, la persona que se suponía que iba a querer por el resto de mi vida y que resultó ser un fraude; Allen, a quién maté, indirectamente, pero lo hice. - Tengo suficiente conmigo misma como para que tengas que venir tú a darme lecciones de vida. - Hago lo que puedo con lo que me queda.
- Fíjate, que ese no es mi problema. - Utilizo el mismo tono de sorpresa y sacarsmo que ha usado él ante su maravilloso comentario. Solo faltaba que tuviera que sonreírle cada vez que me lo cruzo. - Mmmm.. No tenía ni idea de que estuvieras tan interesado en mi vida como para saber las caras que pongo cuando hablo con otros. ¿Quieres que te de la enhorabuena? - Estoy hasta por ponerme a aplaudir, puestos a dramatizar la situación todavía más. - Me encanta que me prestes tanta atención, de verdad, pero lo considero un esfuerzo innecesario. - Poso las manos sobre mis caderas moviendo ligeramente la cabeza, esperando a que continúe con su discurso porque está claro que conoce lo que hago incluso mejor que yo misma.
- ¿Pero quién te crees que eres? No sabes nada, ni siquiera me conoces, ¿y te atreves a decirme que no lo he intentado? - Me resulta hasta gracioso que piense que me conoce, que nada ha cambiado cuando todo lo ha hecho. Quizás a él le resultó fácil marcharse, al fin y al cabo se llevó todo lo que necesitaba consigo, y lo que no, lo encontró aquí. En cambio, yo lo dejé todo allí, mi mejor amiga, la persona que se suponía que iba a querer por el resto de mi vida y que resultó ser un fraude; Allen, a quién maté, indirectamente, pero lo hice. - Tengo suficiente conmigo misma como para que tengas que venir tú a darme lecciones de vida. - Hago lo que puedo con lo que me queda.
No sé como ella de repente enreversó todas las cosas para convertirse en el centro de mi mundo, pero solo hay que ver la cara que me deja cuando acaba de hablar, que es una mezcla de confusión e incredulidad por su egocentrismo. ¡Y se suponía que el egocéntrico era yo! — ¡Me paso la vida viéndote la cara, ¿como mierda no me voy a fijar?! — ¿En qué momento esto se había convertido en una discusión infantil? Yo tenía toda la razón del mundo porque me tenía harto su actitud déspota y estúpida y arrogante y ¡arg! Si de mi dependiera la habría echado yo mismo a patadas hace años. Sin Murphy. Obviamente. No soy un monstruo. ¡Como su hija podía ser tan distinta! — ¡Menos mal que tu hija se parece a su padre! — Pretendía ser un insulto por completo. Estoy borracho, no me lo pienso bien; pero algo del tipo de "ahora me cae tu ex mejor que tu, algo que tendría que ser imposible PORQUE ESTUVIMOS JUNTOS y no le conozco pero es para QUE VEAS LA INCOHERENCIA POR DONDE ME HAS LLEVADO".
¡O SEA QUE MIERDA ESTABA PENSANDO A LOS 15 AÑOS! Porque diría que esta actitud es de hace poco, pero lo cierto es que ahora solo es más acentuada; ya era igual de histérica cuando la conocí.
Suelto un gemido absolutamente exasperado mientras me llevo la mano buena, con varita y todo, contra la cara y me arrastro la piel ya fuera de mis cabales. Otra vez con la cantaleta de que no la conozco. — ¡llevas en este distrito 9 años y no estoy ciego! — Ligeramente miope pero eso no viene ahora al caso. — ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a ver a alguien por otro motivo que no fuera porque te tocaba? ¿O al lago por algo que no fuera solo la necesidad de quitarte el mugre de encima? ¿Alguna vez has escuchado a Echo quejarse de que Eowyn lo dejó sin cortinas? ¿O si quiera has notado la forma en la que.... ? — He estado a punto de soltar lo de Arleth, un secreto de estado en ese distrito. Pero por suerte, no voy tan borracho y eso me frena justo a tiempo. — ¿cuida de Kendrick? ¿Como le cambia el pelo a Zen cuando se cabrea? ¿Que si algo se ha roto o dañado en este distrito es culpa de una de las Redford o de Jared? ¿Sabes si quiera que a tu hija le gustan los animales? porque Sophia lo sabe. — La apunto con la varita, aunque ello tendría más efecto amenazante si no nos separaran esos ligeros metros de distancia física y como kilómetros enteros de distancia emocional. — ¿Y sabes que sabemos también? Que a murphy le pasa algo, se cansa rápido y eso no es normal en absoluto; le encantan las transformaciones; no es buena siguiendo órdenes porque tu no se las das. Y ama la lluvia. ¿Y sabes por qué lo sé? porque yo si lo intento. ¡Eres tú la que no conoce este distrito! ¡Eres tú la que conoce a ninguno de nosotros! —
¡O SEA QUE MIERDA ESTABA PENSANDO A LOS 15 AÑOS! Porque diría que esta actitud es de hace poco, pero lo cierto es que ahora solo es más acentuada; ya era igual de histérica cuando la conocí.
Suelto un gemido absolutamente exasperado mientras me llevo la mano buena, con varita y todo, contra la cara y me arrastro la piel ya fuera de mis cabales. Otra vez con la cantaleta de que no la conozco. — ¡llevas en este distrito 9 años y no estoy ciego! — Ligeramente miope pero eso no viene ahora al caso. — ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a ver a alguien por otro motivo que no fuera porque te tocaba? ¿O al lago por algo que no fuera solo la necesidad de quitarte el mugre de encima? ¿Alguna vez has escuchado a Echo quejarse de que Eowyn lo dejó sin cortinas? ¿O si quiera has notado la forma en la que.... ? — He estado a punto de soltar lo de Arleth, un secreto de estado en ese distrito. Pero por suerte, no voy tan borracho y eso me frena justo a tiempo. — ¿cuida de Kendrick? ¿Como le cambia el pelo a Zen cuando se cabrea? ¿Que si algo se ha roto o dañado en este distrito es culpa de una de las Redford o de Jared? ¿Sabes si quiera que a tu hija le gustan los animales? porque Sophia lo sabe. — La apunto con la varita, aunque ello tendría más efecto amenazante si no nos separaran esos ligeros metros de distancia física y como kilómetros enteros de distancia emocional. — ¿Y sabes que sabemos también? Que a murphy le pasa algo, se cansa rápido y eso no es normal en absoluto; le encantan las transformaciones; no es buena siguiendo órdenes porque tu no se las das. Y ama la lluvia. ¿Y sabes por qué lo sé? porque yo si lo intento. ¡Eres tú la que no conoce este distrito! ¡Eres tú la que conoce a ninguno de nosotros! —
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Conozco exactamente el momento en el que la conversación se va de las manos porque una de las mías choca contra la cara de Seth sin ni siquiera pensármelo una vez, provocando un ruido cortante que podría escucharse a kilómetros de distancia. No me paro a pensar si debería arrepentirme o no por ese acto antes de casi escupirle mis siguientes palabras. - Ni se te ocurra volver a mencionarle en mi presencia o en la suya. - El comentario que hace tiene más efecto en mí de lo que podría haberme imaginado, hasta el punto de creer que por mucho tiempo que pase, su simple recuerdo siempre hará que tenga ganas de golpear algo, como acabar de ocurrir hace unos segundos. - Ella no se parece en nada a él. - Aunque la intención sea dejárselo claro a él, en mi cabeza sólo deseo convencerme a mí misma de que es así.
Por un momento siento como mis ojos se humedecen antes de que esa sensación se reemplace por las ganas de volver a golpearle cuando sus palabras penetran mis oídos. No por el hecho de que no miente cuando dice que jamás me he interesado por las vidas del resto, sino porque se crea que conoce a mi hija mejor que yo. Que quizás en el fondo eso también sea verdad, pero soy demasiado orgullosa como para pensar que de todos los que vivimos aquí, yo soy la que menos comprende a Murphy. - No puedo. NO PUEDO HACERLO. ¿¡Era eso lo que querías oír?! - No puedo y no quiero, no podría soportarlo otra vez. - ¡No puedo porque es más fácil evitar a las personas que tratar de conocerlas! ¿DE QUÉ SIRVE COGERLE APRECIO A ALGUIEN QUE ACABÁRA ESFUMÁNDOSE COMO SI JAMÁS HUBIERA ESTADO AHÍ? - Mis manos se cierran y abren en puño de forma alternante junto con la aceleración de mi corazón y mis pasos que realizan movimientos hacia delante y hacia atrás. - ¡Porque por si todavía no te has dado cuenta, TODOS SE VAN O TODOS SE MUEREN! - Siempre ha sido así. - No quiero sentirlo, no otra vez más, no si puedo eludirlo. - Por alguna razón toda esta situación me trae imágenes que prefiero olvidar, llevándome las manos hacia la cabeza tratando de liberar la tensión de mi cuerpo. - Conozco a mi hija. - Es lo único que se escapa de mis labios tras esos segundos de debilidad, manteniéndome callada durante un momento.
Es de esperar que alguien que no sabe lo que es el dolor trate de evitar las mínimas formas de ello. En ocasiones creo que esa es la razón por la que todos a mi alrededor han aprendido a conllevar el suyo, lo han hecho durante toda su vida. Por el contrario, yo no dejo de recibir golpes emocionales, los cuales no tengo la menor idea de como canalizar dado que nunca he tenido que hacerlo. No sé como las personas lidian con el dolor de otra forma que no sea huyendo de él, que es básicamente lo que llevo haciendo desde que la vida no deja de cachondearse de mí. Y eso ha hecho que me convierta en lo que soy ahora, la figura de un fantasma estancada en el pasado y que es incapaz de tener una relación con alguien más allá de lo necesario para sobrevivir. Tras ese lapsus mental, me paro a observar con la mirada la varita de Seth apuntándome. - ¿A qué esperas? - Murmuro manteniendo mis ojos fijos sobre los suyos, como si de verdad fuera a utilizarla contra mí.
Por un momento siento como mis ojos se humedecen antes de que esa sensación se reemplace por las ganas de volver a golpearle cuando sus palabras penetran mis oídos. No por el hecho de que no miente cuando dice que jamás me he interesado por las vidas del resto, sino porque se crea que conoce a mi hija mejor que yo. Que quizás en el fondo eso también sea verdad, pero soy demasiado orgullosa como para pensar que de todos los que vivimos aquí, yo soy la que menos comprende a Murphy. - No puedo. NO PUEDO HACERLO. ¿¡Era eso lo que querías oír?! - No puedo y no quiero, no podría soportarlo otra vez. - ¡No puedo porque es más fácil evitar a las personas que tratar de conocerlas! ¿DE QUÉ SIRVE COGERLE APRECIO A ALGUIEN QUE ACABÁRA ESFUMÁNDOSE COMO SI JAMÁS HUBIERA ESTADO AHÍ? - Mis manos se cierran y abren en puño de forma alternante junto con la aceleración de mi corazón y mis pasos que realizan movimientos hacia delante y hacia atrás. - ¡Porque por si todavía no te has dado cuenta, TODOS SE VAN O TODOS SE MUEREN! - Siempre ha sido así. - No quiero sentirlo, no otra vez más, no si puedo eludirlo. - Por alguna razón toda esta situación me trae imágenes que prefiero olvidar, llevándome las manos hacia la cabeza tratando de liberar la tensión de mi cuerpo. - Conozco a mi hija. - Es lo único que se escapa de mis labios tras esos segundos de debilidad, manteniéndome callada durante un momento.
Es de esperar que alguien que no sabe lo que es el dolor trate de evitar las mínimas formas de ello. En ocasiones creo que esa es la razón por la que todos a mi alrededor han aprendido a conllevar el suyo, lo han hecho durante toda su vida. Por el contrario, yo no dejo de recibir golpes emocionales, los cuales no tengo la menor idea de como canalizar dado que nunca he tenido que hacerlo. No sé como las personas lidian con el dolor de otra forma que no sea huyendo de él, que es básicamente lo que llevo haciendo desde que la vida no deja de cachondearse de mí. Y eso ha hecho que me convierta en lo que soy ahora, la figura de un fantasma estancada en el pasado y que es incapaz de tener una relación con alguien más allá de lo necesario para sobrevivir. Tras ese lapsus mental, me paro a observar con la mirada la varita de Seth apuntándome. - ¿A qué esperas? - Murmuro manteniendo mis ojos fijos sobre los suyos, como si de verdad fuera a utilizarla contra mí.
Mentiría si dijera que la bofetada no me toma por sorpresa, de la misma manera que estaría mintiendo si intentara defender que no me la merezco. En realidad desconozco la historia de lo que mierda le pasó, pero sé que tuvo que ser grave porque aunque diga que sigue siendo la misma histérica de siempre (y eso sea a medias verdad) hay un nivel completamente diferente entre la Alice que yo conocía y con la que convivo ahora. Me limito a dejar de mirarla con la vista perdida en la nada y la mejilla picando por el golpe, pero negándome a hacer cualquier gesto que indique que me dolió más en el orgullo y también en la culpabilidad que en la cara en sí.
No era lo que quería oír, porque me fastidia la forma en la que sus pensamientos se parecen a los míos. Y lo peor es que le quiero decir que es una estúpida y que eso se pasa tarde o temprano, porque yo estuve ahí, en el lugar en el que ella está ahora, arruinando cada paso que daba hacia algo sólido con sophia porque me había hartado de perder personas. Pero no puedo, porque no se pasa; simplemente aprendes a aceptar que la gente se va, que la gente muere, que la gente cambia de idea y tú solo puedes disfrutar de ellos mientras siguen aquí, sea solo un día, o sean diez mil.
- ¿A qué esperas? -
Alzo la vista hacia ella sin darme cuenta de a que se refiere y asumiendo erróneamente que cree que quiere que le diga algo; pero cuando su mirada se dirige hacia el punto concreto donde mi varita la apunta, la bajo. — Sé que parece que te odio pero no es así. — Creía que me conocía suficiente como para entender la diferencia entre no saber como preocuparme por la gente sin parecer un imbécil y cuando odio a una persona de verdad. Pero supongo que me equivocaba, supongo que hace mucho tiempo que ninguno de nosotros conoce al otro en absoluto. — Lo siento, no debí meterme. — Coloco la varita como si fuera un bolígrafo sobre mi oreja y me separo del alfeizar de la ventana de la cabaña de Ben, olvidando por completo que el idiota sigue arriba haciéndose el sordo (o, lo que es más probable, dormido) y marchándome de allí sin decir nada más.
No era lo que quería oír, porque me fastidia la forma en la que sus pensamientos se parecen a los míos. Y lo peor es que le quiero decir que es una estúpida y que eso se pasa tarde o temprano, porque yo estuve ahí, en el lugar en el que ella está ahora, arruinando cada paso que daba hacia algo sólido con sophia porque me había hartado de perder personas. Pero no puedo, porque no se pasa; simplemente aprendes a aceptar que la gente se va, que la gente muere, que la gente cambia de idea y tú solo puedes disfrutar de ellos mientras siguen aquí, sea solo un día, o sean diez mil.
- ¿A qué esperas? -
Alzo la vista hacia ella sin darme cuenta de a que se refiere y asumiendo erróneamente que cree que quiere que le diga algo; pero cuando su mirada se dirige hacia el punto concreto donde mi varita la apunta, la bajo. — Sé que parece que te odio pero no es así. — Creía que me conocía suficiente como para entender la diferencia entre no saber como preocuparme por la gente sin parecer un imbécil y cuando odio a una persona de verdad. Pero supongo que me equivocaba, supongo que hace mucho tiempo que ninguno de nosotros conoce al otro en absoluto. — Lo siento, no debí meterme. — Coloco la varita como si fuera un bolígrafo sobre mi oreja y me separo del alfeizar de la ventana de la cabaña de Ben, olvidando por completo que el idiota sigue arriba haciéndose el sordo (o, lo que es más probable, dormido) y marchándome de allí sin decir nada más.
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