OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ya caía la noche cuando estoy volviendo a casa y me desvío como el que no quiere la cosa hacia la de Ben, porque casi a 10 metros de llegar al jardín de la mía, escucho los gritos de Sophia. Seguramente Jared haya hecho algo pero como no me apetece ser el padre malvado que llega justo para aplicar un castigo, voy a perder el tiempo a la casa de mi mejor amigo, que nada más entrar se queda con una cara de ¿Que mierda haces aquí? — Quería hablar contigo seriamente de algo. — Silencio incómodo, y largo y tendido. MI intención era inventarme algo serio antes de que descubriera que estaba intentando inventar algo serio. Ben se acaba dando cuenta igual, porque tampoco es la primera vez que esquivo mi casa y me meto en la suya. — ¿Sophia gritando a Jared? — Si, aunque no me enteré de porqué. — Cobarde — Dijo el que viene a cenar a mi casa todas las noches y hoy no tiene hambre — Esto me suena a un empate.
Le usurpo su sofá, un par de cervezas (que parece ser lo único que tiene en la nevera) y con la tontería me acaba confesando que él escuchó algo de unos chocolates. Hasta ese instante tenía los ojos puestos sobre la apagada chimenea mientras el sonido ligero de la llovizna llenaba mis oídos, pero los llevo a Ben de inmediato con los labios pegados al cristal de una botella que quizá ya deberíamos jubilar. ¿Cuantas veces la hemos llenado ya? — ¿Chocolates? — Me quedo pensando en si habrá encontrado por accidente los míos y el pobre de Jared se ha comido el castigo. De todas formas ya era tarde para dar marcha atrás, así que me encojo de hombros e intento no volver a mirar a Ben para que me juzgue y acabe notando mi cara de semi-culpable. De todas formas si le dijera la verdad (que son míos) y que los guardo con fines meramente médicos (bueno, no tan meramente médicos) dudo que me crea.
Después de un rato que considero suficiente, me voy a casa. Encuentro a Sophia en la mesa de la cocina con los chocolates a un lado y una taza de algo en las manos; me acerco, junto mis manos, las apoyo en la misma mesa pero justo frente a ella y ladeo la cabeza a modo de interrogación. — ¿No hay demasiado silencio? ¿y dulces? te he oído gritar. ¿Estás bien? — Bajo la vista al alijo de la mesa y por desgracia no tengo lo bastante controlado lo que tengo como para saber si es el mío o el de mi hijo (porque sí, no soy idiota, una vez parecimos los dos tan culpables en la despensa que me quedó más que claro que roba cosas de allí antes de que se las terminen). Le doy un golpe con un dedo a una de las chocolatinas con caramelo y luego vuelvo a mirar a Sophia. — ¿Dónde las encontraste?
Le usurpo su sofá, un par de cervezas (que parece ser lo único que tiene en la nevera) y con la tontería me acaba confesando que él escuchó algo de unos chocolates. Hasta ese instante tenía los ojos puestos sobre la apagada chimenea mientras el sonido ligero de la llovizna llenaba mis oídos, pero los llevo a Ben de inmediato con los labios pegados al cristal de una botella que quizá ya deberíamos jubilar. ¿Cuantas veces la hemos llenado ya? — ¿Chocolates? — Me quedo pensando en si habrá encontrado por accidente los míos y el pobre de Jared se ha comido el castigo. De todas formas ya era tarde para dar marcha atrás, así que me encojo de hombros e intento no volver a mirar a Ben para que me juzgue y acabe notando mi cara de semi-culpable. De todas formas si le dijera la verdad (que son míos) y que los guardo con fines meramente médicos (bueno, no tan meramente médicos) dudo que me crea.
Después de un rato que considero suficiente, me voy a casa. Encuentro a Sophia en la mesa de la cocina con los chocolates a un lado y una taza de algo en las manos; me acerco, junto mis manos, las apoyo en la misma mesa pero justo frente a ella y ladeo la cabeza a modo de interrogación. — ¿No hay demasiado silencio? ¿y dulces? te he oído gritar. ¿Estás bien? — Bajo la vista al alijo de la mesa y por desgracia no tengo lo bastante controlado lo que tengo como para saber si es el mío o el de mi hijo (porque sí, no soy idiota, una vez parecimos los dos tan culpables en la despensa que me quedó más que claro que roba cosas de allí antes de que se las terminen). Le doy un golpe con un dedo a una de las chocolatinas con caramelo y luego vuelvo a mirar a Sophia. — ¿Dónde las encontraste?
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De pequeña hacía toda clase de travesuras y atormentaba a mi padre de mil maneras impensables, todos lo hicimos alguna vez. Conforme fuimos creciendo y llegamos a la etapa de la rebeldía, nos prometimos a nosotros mismos que no seríamos como nuestros progenitores, que seríamos distintos, que cuando llegara nuestro momento de tener hijos les daríamos más libertad, la cantidad que nosotros soñábamos con tener a su edad; y los entenderíamos y les dejaríamos hacer todas las cosas que siempre quisimos hacer estando chicos pero que nunca nos dejaron porque eran incorrectas o simplemente no les parecían a nuestros padres. No sé qué le pasó a la Soph de quince años que tenía todos esos pensamientos, supongo que creció y cambió, y juro que en este momento no logro encontrar una conexión lógica de lo que idealizaba era un padre perfecto, porque realmente, todo se aprende sobre la marcha y al momento de tener hijos damos una vuelta de trescientos sesenta grados que nos cambia por completo. Es por eso que no dudo ni un segundo en llamar a Jared cuando casualmente encuentro una montaña de golosinas - sobretodo chocolates - escondidas.
- ¿Se puede saber qué es todo esto? - Acorralo a mi hijo en cuanto lo tengo enfrente, con una mano en la cintura y con la otra señalando la pila de dulces que he confiscado desde ahora. - Jared, tú sabes que no tenemos de sobra para estar tomando cosas de más, hay muy poca azúcar y todos deberían poder tener acceso a ella. ¡¿Qué pensarían los demás si se enteraran que te guardas todos los chocolates sólo para ti?! - Ni siquiera lo dejo contestar antes de empezar a hablar yo nuevamente. Tengo el ceño fruncido y la cara tensa. No escucho nada mientras Jared trata de excusarse diciendo que "no todos esos dulces son de él". - Pero ya verás cuando llegue tu padre a casa, va a estar muy decepcionado de ti. - Porque claramente, se va a poner de mi lado. - Además, cómo está eso de que "no son sólo míos", ¿De quién más van a ser todos estos dulces? ¿Del duende? -
Después de una larga hilera de regaños, Jared y yo nos quedamos en silencio, ambos enojados con el otro, él porque "no le entiendo y no le creo" y yo porque no puedo soportar que me esté mintiendo justo cuando ya descubrí su gran robo de golosinas. Es que así no se puede. Ambos nos quedamos sentados frente a la mesa, yo lo tengo acorralado, esperando al momento en que llegue Seth para poder hablar los tres de la situación que está aconteciendo, mientras miro los chocolates y seguidamente a Jared con decepción cada dos segundos. Seth hace su aparición cinco minutos más tarde justo cuando estoy a punto de perder la paciencia por el ambiente tenso que se ha generado. - Yo me encuentro perfecta. Ahora, creo que es a otro al que deberías preguntarle eso, ¿Jared? ¿Algo que decirle a tu padre? - Sólo puedo ver a mi hijo con la mirada agachada mientras balbucea algunas cosas, claramente disgustado por ser acusado. - Encontré todos estos chocolates escondidos, ¿Puedes creerlo? Jared, dinos a tu papá y a mí por qué guardaste todos estos dulces. -
- ¿Se puede saber qué es todo esto? - Acorralo a mi hijo en cuanto lo tengo enfrente, con una mano en la cintura y con la otra señalando la pila de dulces que he confiscado desde ahora. - Jared, tú sabes que no tenemos de sobra para estar tomando cosas de más, hay muy poca azúcar y todos deberían poder tener acceso a ella. ¡¿Qué pensarían los demás si se enteraran que te guardas todos los chocolates sólo para ti?! - Ni siquiera lo dejo contestar antes de empezar a hablar yo nuevamente. Tengo el ceño fruncido y la cara tensa. No escucho nada mientras Jared trata de excusarse diciendo que "no todos esos dulces son de él". - Pero ya verás cuando llegue tu padre a casa, va a estar muy decepcionado de ti. - Porque claramente, se va a poner de mi lado. - Además, cómo está eso de que "no son sólo míos", ¿De quién más van a ser todos estos dulces? ¿Del duende? -
Después de una larga hilera de regaños, Jared y yo nos quedamos en silencio, ambos enojados con el otro, él porque "no le entiendo y no le creo" y yo porque no puedo soportar que me esté mintiendo justo cuando ya descubrí su gran robo de golosinas. Es que así no se puede. Ambos nos quedamos sentados frente a la mesa, yo lo tengo acorralado, esperando al momento en que llegue Seth para poder hablar los tres de la situación que está aconteciendo, mientras miro los chocolates y seguidamente a Jared con decepción cada dos segundos. Seth hace su aparición cinco minutos más tarde justo cuando estoy a punto de perder la paciencia por el ambiente tenso que se ha generado. - Yo me encuentro perfecta. Ahora, creo que es a otro al que deberías preguntarle eso, ¿Jared? ¿Algo que decirle a tu padre? - Sólo puedo ver a mi hijo con la mirada agachada mientras balbucea algunas cosas, claramente disgustado por ser acusado. - Encontré todos estos chocolates escondidos, ¿Puedes creerlo? Jared, dinos a tu papá y a mí por qué guardaste todos estos dulces. -
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— Pero... — intenté defenderme, no obstante, llegué tarde. A mamá había que frenarla al principio antes de que se calentara, si no se convertía en una locomotora, cogía impulso y ya no había quien la frenara. — ... no son solo míos... — pero nada, había caído en la trampa como un novato y eso que tenía que escuchar sus broncas bastante a menudo.
Rodé los ojos cuando dijo lo decepcionado que estaría papá al ver esos dulces. Si, si que estaría decepcionado... decepcionado de no haberlos escondido lo suficientemente bien. ¡Si ahí había más cosas suyas que mías! Pero ahora mismo era inútil intentar rebatir a mamá, así que me limité a guardar un hosco silencio y a cruzarme de brazos en la silla esperando a que papá decidiera mover el culo hasta casa.
Y entonces el hombre del año apareció. Entrecerré los ojos. Si conocía a mi padre (y lo hacía) intentaría escaquearse para que mamá no le echara la bronca, pero no pensaba permitirlo, no, no, no, ¡si tenía que recibir una regañina lo arrastraría conmigo al pozo!
— Si, si que tengo algo que decirle a mi padre. — dije poniéndome en pie aclarándome la garganta.
Agarré una de las chocolatinas del montón y lo puse ante ambos, para que la vieran bien. — No sabía que te gustaban las chocolatinas con nueces, ya sabes, no debe de ser hereditario porque YO LAS ODIO. — entonces la volví a colocar en la mesa y me senté en la silla cruzando brazos y piernas.
Ambos sabían que odiaba los frutos secos en el chocolate, y obviamente no iba a "robar" una chocolatina que no me gustara.
Rodé los ojos cuando dijo lo decepcionado que estaría papá al ver esos dulces. Si, si que estaría decepcionado... decepcionado de no haberlos escondido lo suficientemente bien. ¡Si ahí había más cosas suyas que mías! Pero ahora mismo era inútil intentar rebatir a mamá, así que me limité a guardar un hosco silencio y a cruzarme de brazos en la silla esperando a que papá decidiera mover el culo hasta casa.
Y entonces el hombre del año apareció. Entrecerré los ojos. Si conocía a mi padre (y lo hacía) intentaría escaquearse para que mamá no le echara la bronca, pero no pensaba permitirlo, no, no, no, ¡si tenía que recibir una regañina lo arrastraría conmigo al pozo!
— Si, si que tengo algo que decirle a mi padre. — dije poniéndome en pie aclarándome la garganta.
Agarré una de las chocolatinas del montón y lo puse ante ambos, para que la vieran bien. — No sabía que te gustaban las chocolatinas con nueces, ya sabes, no debe de ser hereditario porque YO LAS ODIO. — entonces la volví a colocar en la mesa y me senté en la silla cruzando brazos y piernas.
Ambos sabían que odiaba los frutos secos en el chocolate, y obviamente no iba a "robar" una chocolatina que no me gustara.
Pongo una cara de indignado con Jared al principio cuando Sophia me dice que encontró todo ese alijo que era suyo (obvio que no) y luego de asesino en serie cuando Jared se levanta con esa maldita impertinencia MIA (maldita sea, no podía heredar mi encanto natural?) ¡y me suelta semejante trola! (que no es trola, pero estoy indignado así que estoy en plan intentando librarme de esto, que para empezar no estaría pasando si no fuera porque... porque... ¡no se ni porqué mierda está pasando! Pero ha admitido que no son suyas todas. Eso es malo y bueno a la vez. Bueno porque admitió en voz alta que está robando y eso es un hecho en el que puedo centrar la atención. Malo porque ¡significa que la otra mitad son mías porque en esta casa no vive nadie más! — ¡Entonces deberías pensar antes lo que vas a robar! — Espera. No. Así no. — ¡No deberías haber robado nada, para empezar! — Mejor. Aunque ya ha quedado bastante claro que soy un poquito culpable.
Suelto un suspiro y miro a Sophia haciendo una ligera mueca. — Yo las necesito. No las robo — Mentira. — No son para mi. — una verdad a medias — Las guardo para emergencias. — La primera verdad completa. Las usaba para las noches posteriores a la luna llena, el azúcar era casi una parte fundamental para Benedict. También para los bajones de azúcar que a veces sufrían los abuelos Robinson y Craig, que era ligeramente diabético. Incluso para Sophia cuando estaba en sus días, pero eso era un tema absolutamente a parte. Eowyn deboraba chocolate esos días como loca y generalmente acababa las reservas en el almacén. — Sabes que si esas cosas se dejan en el almacén se acaban en un día. — Me excusé, con algo que es realmente cierto. Pero luego me giré al traidor de mi hijo y le apunté con el dedo. — Igual las has robado por egoísmo y eso está mal. Así que a parte de estar castigado, me quedo con tu alijo y con el mío —
Suelto un suspiro y miro a Sophia haciendo una ligera mueca. — Yo las necesito. No las robo — Mentira. — No son para mi. — una verdad a medias — Las guardo para emergencias. — La primera verdad completa. Las usaba para las noches posteriores a la luna llena, el azúcar era casi una parte fundamental para Benedict. También para los bajones de azúcar que a veces sufrían los abuelos Robinson y Craig, que era ligeramente diabético. Incluso para Sophia cuando estaba en sus días, pero eso era un tema absolutamente a parte. Eowyn deboraba chocolate esos días como loca y generalmente acababa las reservas en el almacén. — Sabes que si esas cosas se dejan en el almacén se acaban en un día. — Me excusé, con algo que es realmente cierto. Pero luego me giré al traidor de mi hijo y le apunté con el dedo. — Igual las has robado por egoísmo y eso está mal. Así que a parte de estar castigado, me quedo con tu alijo y con el mío —
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