OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mediados del verano. Tres meses atrás.
Cuando la gente te ve herido por la calle, solo hay dos formas en las que reaccionan. Los magos ni siquiera suelen verte, no eres más que un mueble en una esquina acumulando polvo; los esclavos que les acompañan te miran con lástima: "Oh, pobre, ¿que habrá hecho? ojalá no le devuelvan". Nadie le desea a otro esclavo que le devuelvan, porque si tener amo es un infierno, el mercado es un millón de veces peor; pero todos sabemos que cada amo tiene un límite y una golpiza como la que yo acabo de recibir, es sinónimo de que al amanecer, me habrán cambiado por otro.
Excepto porque se equivocan.
No fueron las manos de mis amos las que me dejaron así, ni siquiera fueron los borrachos de este distrito. Había bajado al 12 al mercado negro a por una serie de hierbas que no suelen haber en las tiendas porque son demasiado muggles y su distribución está prohibida, aunque de todas maneras casi todos los esclavos las usamos, porque los libros de cocina con los que aprendimos a cocinar (al menos los que todavía no sabíamos hacerlo) y estaban en nuestro idioma, las utilizan en sus recetas. No es la primera vez que hago este viaje y seguramente no sería el último, si no hubiera acabado retrasándome y perdiendo el tren.
No me gustan los trasladores, pese a que Jess me ha ofrecido uno en más de una ocasión. Me marean horrible y la aparición es más de lo mismo, así que tuve que quedarme tres horas más, que fueron la diferencia entre que solo fuera un día normal habiendo bajado a este distrito y que se convirtiera en una desgracia. Para cuando llego al distrito siete otra vez, ya pasa de media noche. Voy despacio, no solo porque me duele horrores caminar, con la bolsa de la compra en una mano que va colgando a mi costado mientras la otra sostiene mis costillas en una posición donde ya no me punzan, al menos tanto, sino porque además no quiero volver a casa mientras Jess o Liam sigan despiertos. Ambos madrugan mañana, así que si espero lo suficiente podré colarme en mi cama en silencio, y al menos tendré hasta mañana por la tarde, cuando regresen, para buscar el modo de ocultar la mayor parte de las heridas o inventar una excusa creíble.
Cuando llego a casa la luz está apagada y asumo que duermen. Es solo, entonces, cuando me aventuro a abrir la puerta de la casa, metiendo la llave con tanta delicadeza que cualquiera que me viera pensaría que estoy intentando colarme en una casa que no es mía.
Si hay un sonido que me irrita escuchar durante demasiado tiempo a la hora de dormir no es el tic toc del segundero del reloj, no es la suave y casi imperceptible respiración de Liam a mi lado, ni siquiera los intermitentes sonidos que hacen los pequeños animales fuera. Si hay algo que me molesta escuchar es el silencio. Puede parecer estúpido, pero creo que podría dormir mejor con una manada de centauros haciendo claqué a mi lado que con este estridente silencio. Quizás sea la manía más absurda que tenga, pero realmente no soporto tener los ojos abiertos de par en par, acostumbrados ya a la oscuridad, y a su vez escuchar cada diminuto sonido que se intensifica con el contraste porque no se escucha absolutamente nada más. Me siento más despierta incluso que durante el día, y así es imposible que mi cabeza no se ponga a dar vueltas. Por la noche, además, siempre me vienen los mismos recuerdos. Nunca son recuerdos agradables, e incluso puede que mi mente los haya alterado para que sean aún más aterradores. Me pego un poco más a Liam en un desesperado intento de sentirme lo suficientemente protegida y cómoda como para que mis ojos decidan cerrarse, pero tras unos minutos comprendo que eso no va a suceder.
Muy a mi pesar, levanto con toda la delicadeza que puedo el brazo con el que mi novio me rodeaba hace unos minutos y lo vuelvo a posar en el colchón una vez ya he conseguido incorporarme en el borde de la cama. Después de tantos años sé reconocer a la perfección la pequeña alteración que se produce en su respiración cuando se despierta, y antes de que se desvele del todo me acerco un poco más a él e intento tranquilizarlo - Lo siento, no quería despertarte - susurro mientras le acaricio un poco el pelo - Vuelve a dormirte, yo vuelvo enseguida - Le doy un beso en el brazo antes de levantarme de la cama y ponerme una bata para ir a la cocina. Me siento mal cada vez que esto ocurre porque si yo no puedo dormir tampoco lo dejo a él. Se preocupa por mi insomnio y suele levantarse para ayudarme a preparar una infusión, darme un masaje que me relaje o hacer cualquier cosa para que pueda descansar. Yo se lo agradezco muchísimo, pero me siento culpable por incluirle en ese sinfín de noches en vela.
Ni siquiera enciendo las luces porque conozco bien mi casa y podría caminar por ella con los ojos cerrados, me sobra con la tenue luz que entra por las ventanas. Cuando llego a la cocina abro la nevera y saco una botella de agua fresca. Estoy abriendo el armario donde guardamos los vasos cuando escucho el inconfundible sonido de las llaves en la cerradura. No me da tiempo ni a asustarme, porque veo la figura de Andy entrar. Ni siquiera sabía que estaba fuera aún. Hay algo raro pero no consigo ver qué es exactamente hasta que me acerco al interruptor de la luz para encenderlo y la figura con brazos y piernas en posiciones extrañas se ilumina del todo. Me llevo ambas manos a la boca, que se ha quedado completamente abierta. Tardo unos segundos en reaccionar de forma sensata y correr hacia donde está, cerrando la puerta tras él. - Andy... - Lo digo casi en un sollozo mientras le quito la bolsa que trae y casi la lanzo al suelo quién sabe dónde. Me cuesta un poco pensar, sólo puedo ver mucha sangre por su cara, por su ropa, incluso por sus zapatillas. Observo también que su mano se agarra las costillas, asumiendo por ello que debe de tener alguna rota. - ¿Qué mierda ha pasado? - Me pongo a su lado y lo rodeo con mi brazo para ayudarle a llegar hasta el asiento más cercano, un taburete de la cocina. - ¡Liam, te necesito aquí! - Lo siento por tener que hacer que finalmente se levante pero realmente le necesito.
Solo entonces caigo en la cuenta de que tal vez la pregunta correcta no sea qué, sino quién. Comienzo a sentir mucho calor, muchísimo. No es ese tipo de calor que sientes por la temperatura, sino del tipo de calor que llena hasta la más minúscula célula de tu ser, que te hace arder por dentro y por fuera . Mis puños y mi mandíbula se aprietan casi al mismo tiempo. - Necesito que me digas ahora mismo quién ha sido, Andy - Puedo sentir perfectamente como mi pelo se vuelve tan sumamente rojo que podría convertirse en fuego de aquí a unos segundos. - Quién te ha hecho esto - Quiero nombres, apellidos, dirección, familiares, quiero saber todo de ese canalla. Aunque intento mirarle a los ojos al preguntar no consigo distinguirlos entre tanta sangre. Eso solo me cabrea aún más. Podría contar con los dedos de una mano las veces que he estado así de enfadada. - Sea quien sea voy a encontrarlo y voy a matarlo con mis propias manos - Y me sorprende a mí misma lo en serio que lo digo. Llego hasta el pequeño botiquín y cojo lo primero que veo para limpiarle la sangre, aunque sólo sea para poder reconocer qué heridas tiene.
Muy a mi pesar, levanto con toda la delicadeza que puedo el brazo con el que mi novio me rodeaba hace unos minutos y lo vuelvo a posar en el colchón una vez ya he conseguido incorporarme en el borde de la cama. Después de tantos años sé reconocer a la perfección la pequeña alteración que se produce en su respiración cuando se despierta, y antes de que se desvele del todo me acerco un poco más a él e intento tranquilizarlo - Lo siento, no quería despertarte - susurro mientras le acaricio un poco el pelo - Vuelve a dormirte, yo vuelvo enseguida - Le doy un beso en el brazo antes de levantarme de la cama y ponerme una bata para ir a la cocina. Me siento mal cada vez que esto ocurre porque si yo no puedo dormir tampoco lo dejo a él. Se preocupa por mi insomnio y suele levantarse para ayudarme a preparar una infusión, darme un masaje que me relaje o hacer cualquier cosa para que pueda descansar. Yo se lo agradezco muchísimo, pero me siento culpable por incluirle en ese sinfín de noches en vela.
Ni siquiera enciendo las luces porque conozco bien mi casa y podría caminar por ella con los ojos cerrados, me sobra con la tenue luz que entra por las ventanas. Cuando llego a la cocina abro la nevera y saco una botella de agua fresca. Estoy abriendo el armario donde guardamos los vasos cuando escucho el inconfundible sonido de las llaves en la cerradura. No me da tiempo ni a asustarme, porque veo la figura de Andy entrar. Ni siquiera sabía que estaba fuera aún. Hay algo raro pero no consigo ver qué es exactamente hasta que me acerco al interruptor de la luz para encenderlo y la figura con brazos y piernas en posiciones extrañas se ilumina del todo. Me llevo ambas manos a la boca, que se ha quedado completamente abierta. Tardo unos segundos en reaccionar de forma sensata y correr hacia donde está, cerrando la puerta tras él. - Andy... - Lo digo casi en un sollozo mientras le quito la bolsa que trae y casi la lanzo al suelo quién sabe dónde. Me cuesta un poco pensar, sólo puedo ver mucha sangre por su cara, por su ropa, incluso por sus zapatillas. Observo también que su mano se agarra las costillas, asumiendo por ello que debe de tener alguna rota. - ¿Qué mierda ha pasado? - Me pongo a su lado y lo rodeo con mi brazo para ayudarle a llegar hasta el asiento más cercano, un taburete de la cocina. - ¡Liam, te necesito aquí! - Lo siento por tener que hacer que finalmente se levante pero realmente le necesito.
Solo entonces caigo en la cuenta de que tal vez la pregunta correcta no sea qué, sino quién. Comienzo a sentir mucho calor, muchísimo. No es ese tipo de calor que sientes por la temperatura, sino del tipo de calor que llena hasta la más minúscula célula de tu ser, que te hace arder por dentro y por fuera . Mis puños y mi mandíbula se aprietan casi al mismo tiempo. - Necesito que me digas ahora mismo quién ha sido, Andy - Puedo sentir perfectamente como mi pelo se vuelve tan sumamente rojo que podría convertirse en fuego de aquí a unos segundos. - Quién te ha hecho esto - Quiero nombres, apellidos, dirección, familiares, quiero saber todo de ese canalla. Aunque intento mirarle a los ojos al preguntar no consigo distinguirlos entre tanta sangre. Eso solo me cabrea aún más. Podría contar con los dedos de una mano las veces que he estado así de enfadada. - Sea quien sea voy a encontrarlo y voy a matarlo con mis propias manos - Y me sorprende a mí misma lo en serio que lo digo. Llego hasta el pequeño botiquín y cojo lo primero que veo para limpiarle la sangre, aunque sólo sea para poder reconocer qué heridas tiene.
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My demons and the voices saying nothing's gonna be okay
Tras varios años viviendo con Jessica, había aprendido a desvelarse cuando notaba algún movimiento, o despertarse a la mínima ocasión en que lo rozaban. Esto lo había ideado para acompañarla en ese desvelo o para saber si le ocurría algo. Le aterraba demasiado quedarse tan profundamente dormido que no notara nada de lo que estuviese pasando, y más cuando sufría esas horribles pesadillas. Liam se despertaba con ella y trataba de ayudarla en todo lo que le fuese posible, hasta que el sueño le vencía y se quedaba tan profundamente dormido que cuando despertaba creía que estaba en otro sitio distinto.
Esa noche no era menos, y de nuevo se había despertado al notar como Jessica se movía a su lado. Había sentido como los brazos de ella lo habían rodeado y él con mimo le había acariciado la mano, pero todo había sido en vano.
Escuchó su voz y se fue sumiendo de nuevo en la somnolencia, sonriendo ante el beso, pero ambos sabían que él ya no iba a dormir. Sin embargo, el cansancio le pudo, y cuando comenzaba a escuchar los sonidos de Jessica trasteando en la cocina, demasiado lejanos, el grito de su nombre lo despertó por completo.
El corazón se le aceleró de golpe y a lo único que le dio tiempo fue a coger su varita, que descansaba en la mesita de noche, puesto que ni si quiera se entretuvo en ponerse el pijama ni a calzarse si no que salió disparado en bóxers y armado hacia la cocina. Ya tenía la varita alzada cuando vio a Andy, malherido, y a Jessica agachada y preocupada intentando sacarle información y ayudándolo —¿Qué ha pasado? —su voz sonó algo confundida y se aproximó a ellos.
—Quítate la ropa, Anderson —a veces no lo llamaba por su diminutivo porque eso se lo dejaba a Jessica, o cuando estaba en una situación seria, simplemente no le salía hablarle de forma cariñosa a nadie, pero ahora mismo le importaba más curar a ese muchacho que intentar pensar en las formas que debería llamarlo —No curo humanos, pero tampoco es que un humano sea tan diferente a una criatura —alzó la mirada y lo miró a los ojos —En ciertos aspectos, al menos —sentenció y le pidió ayuda a Jessica para desvestirlo, mientras él buscaba sus pociones —No lo muevas mucho por si tiene una costilla rota —alzó la voz para que lo escucharan.
Hace tres meses - Casa de Liam, Jess y Andy - Jessica y Anderson
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La luz me ciega por un momento y retrocedo como un gato al que han pillado infraganti. Me llevo una mano hacia los ojos para intentar amortiguar la luz, pero me asusta más la voz de Jess, a quien para empezar, no quería preocupar. Se supone que ya debería estar más que dormida porque mañana tiene que madrugar, aunque ese no es el único motivo por el que he intentado callarme lo que ha pasado. — Estoy bien — Le miento con un absoluto descaro, porque es evidente que ni mi voz, ni mis gestos, ni la sangre que empapa mi ropa, apoyan esa mentira. Muy rara vez se me ha dado bien decir mentiras.
Me dejo arrastrar al taburete apenas consiguiendo repetir varios: — No, no le despiertes. — que igual llegan absolutamente tarde, porque el chillido ya ha hecho que los pasos de Liam resuenen desde la habitación. Suelto un suspiro derrotado cuando se abarrota la cocina de repente, y acabo soltando una queja que no tiene que ver nada con Jess intentando limpiarme las heridas. Luego sí suelto otra mucho más obvia que sí. — No era así como debería haber sido. Se supone que deberías estar durmiendo. Los dos. — No respondo la pregunta que me hacen porque no sé como responderla; las cosas ahora van bien, todo lo bien que pueden ir dadas las circunstancias ¿de verdad iba a meterles el miedo en el cuerpo de un grupo de psicóticos en contra de las personas que habíamos decidido adaptarnos?
Quitarme la camisa fue toda una odisea, el solo hecho de intentar levantar los brazos me cuesta una barbaridad. Ahogo un grito de dolor y sacudo la cabeza, casi prefiero que me deje como estoy. No sé si las manos de alguien me están ayudando o simplemente me he enganchado con algo, pero al final me veo obligado a bajar la camisa de nuevo. — No sé que pasó. Fue muy repentino, creo que me atracaron — Espero que no se note la forma en la que miento aprovechando la cara contorsionada de dolor. — Era de noche, perdí el tren. Da igual. — Más mentiras, pero de alguna forma así resultaba más fácil, incluso para mi, quien no quería seguir pensando en que cada vez que saliera otro grupo como ese me encontraría; o en cuantas personas habían encontrado que no habían corrido la misma suerte que yo.
Me dejo arrastrar al taburete apenas consiguiendo repetir varios: — No, no le despiertes. — que igual llegan absolutamente tarde, porque el chillido ya ha hecho que los pasos de Liam resuenen desde la habitación. Suelto un suspiro derrotado cuando se abarrota la cocina de repente, y acabo soltando una queja que no tiene que ver nada con Jess intentando limpiarme las heridas. Luego sí suelto otra mucho más obvia que sí. — No era así como debería haber sido. Se supone que deberías estar durmiendo. Los dos. — No respondo la pregunta que me hacen porque no sé como responderla; las cosas ahora van bien, todo lo bien que pueden ir dadas las circunstancias ¿de verdad iba a meterles el miedo en el cuerpo de un grupo de psicóticos en contra de las personas que habíamos decidido adaptarnos?
Quitarme la camisa fue toda una odisea, el solo hecho de intentar levantar los brazos me cuesta una barbaridad. Ahogo un grito de dolor y sacudo la cabeza, casi prefiero que me deje como estoy. No sé si las manos de alguien me están ayudando o simplemente me he enganchado con algo, pero al final me veo obligado a bajar la camisa de nuevo. — No sé que pasó. Fue muy repentino, creo que me atracaron — Espero que no se note la forma en la que miento aprovechando la cara contorsionada de dolor. — Era de noche, perdí el tren. Da igual. — Más mentiras, pero de alguna forma así resultaba más fácil, incluso para mi, quien no quería seguir pensando en que cada vez que saliera otro grupo como ese me encontraría; o en cuantas personas habían encontrado que no habían corrido la misma suerte que yo.
Entrecierro los ojos, tan sorprendida con lo que estoy viendo como con el hecho de que diga que está bien. - No se te ocurra intentar convencerme de eso - No necesito creer que está bien porque es obvio que no lo está, sólo necesito saber que va a estarlo. Ni siquiera escucho sus peticiones de que no despierte a Liam, me limito a llevarlo hasta la cocina y comenzar a limpiar sus heridas más visibles. Enseguida se atan cabos en mis recuerdos y todo esto me lleva directamente al primer día que pasó en mi antigua casa del Capitolio cuando lo compré. Tenía la espalda llena de latigazos y yo se los curaba en la cocina. Pienso en todo lo que ha pasado desde entonces, hace más de quince años, y pienso en cómo aquello me enfadó cuando apenas lo conocía además de haber compartido una breve amistad de críos y unas semanas antes de entrar a mis juegos, cuando fue mi mentor. Ahora que ha pasado tanto tiempo Anderson es parte de mi familia, y no haber estado ahí para protegerlo es lo que más rabia me da de toda la situación.
Obedezco a Liam cuando baja y me pide ayuda para desvestirlo mientras aprieto la mandíbula con fuerza, luchando por mantener las formas y el silencio para no ponerme a gritar como una energúmena cuando ni Andy, ni Liam ni mis vecinos tienen la culpa de esto. De hecho es eso lo que más enfadada me tiene, el no saber a quién echarle la culpa, a quién ir a buscar ahora mismo y sacarle los ojos por atreverse a tocar a alguien que aprecio. Tras varios intentos de quitarle la ropa y viendo que no puede ni levantar los brazos me apresuro a romper la tela de un tirón que en parte ayuda a que me desahogue y en parte me da todavía más ganas de hacer lo mismo con las personas que le hayan hecho esto a él. Sigo rompiendo la camisa hasta que puedo quitarle los jirones y lanzarlos al suelo, sin decir una palabra porque soy consciente de que cuando lo haga voy a explotar. Miro a Liam por unos instantes y puedo leer en su mirada lo que le gustaría decirme. Que tengo que calmarme porque cabrearme no va a curar a Anderson.
Sin embargo, ambos sabemos que eso no va a pasar. Él es quien mantiene la calma en este tipo de situaciones mientras yo me pongo más nerviosa a cada minuto que pasa. La adrenalina hace que me empiece a temblar un poco el pulso e intento disimularlo mientras sigo limpiando heridas hasta que creo que tanto Andy como Liam se dan cuenta. Suelto el algodón y las pinzas con las que lo sujetaba, escuchando como el metal de estas últimas choca contra la encimera y hace un ruido que rompe el silencio tras la explicación vana del afectado. Me doy la vuelta alejándome unos pasos de la escena y apoyando ambas manos en la pared de enfrente. Cierro los ojos e intento canalizar la ira, aunque la pared acaba llevándose un puñetazo de todos modos. Eso último y el dolor que provoca en mis nudillos me ayuda a centrarme de nuevo, volviéndome a acercar a donde están ellos y mirando a Andy a los ojos. - Deja de hacer eso, Anderson - Sé que es consciente de que yo noto cuando miente y de que en este momento lo está haciendo. - Puedes contárnoslo, sea lo que sea - Por un momento se me ocurre que puede pensar que todo mi enfado es por él, y me apresuro a aclarar que no es así. - Lo que ye haya pasado no es culpa tuya, Andy, pero que me mientas sí lo es - Intento sonar conciliadora e incluso controlar en color de mi pelo para que no perciba tanto enfado. No quiero que se sienta culpable por preocuparnos o algo así, ni ser muy dura con él, pero ahora mismo no puedo pensar con toda la claridad que me gustaría.
Obedezco a Liam cuando baja y me pide ayuda para desvestirlo mientras aprieto la mandíbula con fuerza, luchando por mantener las formas y el silencio para no ponerme a gritar como una energúmena cuando ni Andy, ni Liam ni mis vecinos tienen la culpa de esto. De hecho es eso lo que más enfadada me tiene, el no saber a quién echarle la culpa, a quién ir a buscar ahora mismo y sacarle los ojos por atreverse a tocar a alguien que aprecio. Tras varios intentos de quitarle la ropa y viendo que no puede ni levantar los brazos me apresuro a romper la tela de un tirón que en parte ayuda a que me desahogue y en parte me da todavía más ganas de hacer lo mismo con las personas que le hayan hecho esto a él. Sigo rompiendo la camisa hasta que puedo quitarle los jirones y lanzarlos al suelo, sin decir una palabra porque soy consciente de que cuando lo haga voy a explotar. Miro a Liam por unos instantes y puedo leer en su mirada lo que le gustaría decirme. Que tengo que calmarme porque cabrearme no va a curar a Anderson.
Sin embargo, ambos sabemos que eso no va a pasar. Él es quien mantiene la calma en este tipo de situaciones mientras yo me pongo más nerviosa a cada minuto que pasa. La adrenalina hace que me empiece a temblar un poco el pulso e intento disimularlo mientras sigo limpiando heridas hasta que creo que tanto Andy como Liam se dan cuenta. Suelto el algodón y las pinzas con las que lo sujetaba, escuchando como el metal de estas últimas choca contra la encimera y hace un ruido que rompe el silencio tras la explicación vana del afectado. Me doy la vuelta alejándome unos pasos de la escena y apoyando ambas manos en la pared de enfrente. Cierro los ojos e intento canalizar la ira, aunque la pared acaba llevándose un puñetazo de todos modos. Eso último y el dolor que provoca en mis nudillos me ayuda a centrarme de nuevo, volviéndome a acercar a donde están ellos y mirando a Andy a los ojos. - Deja de hacer eso, Anderson - Sé que es consciente de que yo noto cuando miente y de que en este momento lo está haciendo. - Puedes contárnoslo, sea lo que sea - Por un momento se me ocurre que puede pensar que todo mi enfado es por él, y me apresuro a aclarar que no es así. - Lo que ye haya pasado no es culpa tuya, Andy, pero que me mientas sí lo es - Intento sonar conciliadora e incluso controlar en color de mi pelo para que no perciba tanto enfado. No quiero que se sienta culpable por preocuparnos o algo así, ni ser muy dura con él, pero ahora mismo no puedo pensar con toda la claridad que me gustaría.
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My demons and the voices saying nothing's gonna be okay
Miró a Jess para indicarle que parase ya, que así no se podía hacer las cosas y juraría por Dios que si no pillaba la indirecta con la mirada, se lo iba a decir ahí mismo, pero no quería poner el ambiente más tenso de lo que ya estaba. Así que ahora mismo sólo podía callarse y curar a Andy con hechizos curativos mientras ella se desahogaba en la pared. Después tocaba curarla a ella.
No quiso entrar en la conversación, porque a fin de cuentas ellos dos se entendían bastante bien y él trabajaba mejor si no lo molestaba nadie, pero no por eso no estaba atento a todo lo que ellos decían y paradójicamente le vino a la cabeza un recuerdo de cómo había conseguido hablar con Jessica sin gritos y sin intentar matarse el uno a otro. En parte se lo debía a él, por escucharlo hablar solo en la calle de como era su ama, y de todo lo que había hecho por él.
Suspiró y con mucho cuidado y esmero fue curandole las heridas de lo poco que sabía de medimagia. Y lo bueno de ella es que la mejoría era más rápida que la medicina convencional.
—Ya está —anunció para hacerlos callar un momento, y le tendió una poción —Bebe hasta que no dejes ni una gota —Y limpió la sangre que había soltado con un hechizo —Voy a prepararte algo caliente —le dijo Liam, apretándole suavemente el hombro y se giró hacia Jess —Tranquila con él, ¿vale? —se acercó para besarle los labios y darle una suave caricia en la mejilla para luego ponerse a preparar algo rico y caliente que ayudase a Anderson dormir.
Hace tres meses - Casa de Liam, Jess y Andy - Jessica y Anderson
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