The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jolene W. Yorkey
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Está tan helado que incluso la bufanda que llevo hasta la nariz parece no ser útil, pero aún así, el hambre es todavía más fuerte; además, estoy segura de que si me quedo quieta voy a congelarme hasta los huesos, y creo que lo último que necesitamos es tener a alguien que muera de hipotermia en nuestro grupo, aunque quizá de esa forma los demás puedan moverse más rápido. Sé que no podré cazar nada grande, al menos que se me cruce un conejo aunque no tengo idea de si hay por estas zonas, pero lo bueno de las afueras del distrito once es que todavía hay plantaciones que nadie ha cosechado y que, con el paso del tiempo, crecieron y se criaron gracias a las lluvias. Ahora mismo, avanzo como me es posible empujando diferentes ramas, tratando de encontrar comida que no tenga gusanos en su interior.

Estoy sola, así que el conjunto de cuchillos decora mi cintura a excepción de uno, que aprieto firmemente en una de las manos, aunque en un lugar como este solamente lo uso para cortar alguna que otra rama o fruto. He dejado la túnica con los demás para moverme con mayor facilidad, pero la chaqueta me queda algo grande y mis botas son demasiado pesadas, así que me cuesta acostumbrarme al movimiento en este terreno. De todas formas, odio el invierno, porque ha echado a perder casi todo, lo que duplica mi trabajo.

Estoy comiendo un fruto seco con cierto aire distraído, cuando puedo escuchar como algunas ramas son empujadas a pocos metros, rompiendo el silencio. Me freno en seco, girando sobre mis pies reiteradas veces, a pesar de no continuar avanzando, porque la altura de la antigua cosecha no me deja ver absolutamente nada a mí alrededor. ¿Será un animal? Siempre entra esa posibilidad. ¿Será un auror? Aprieto un poco más fuerte el cuchillo, estirando el cuello mientras trago lo que queda de mi bocado y espero. Finalmente, que alguien quiebra las plantas detrás de mí y giro de prepo, haciendo un envión a alzar el cuchillo que acaba deteniéndose cerca de la cara de Jordan junto con mi grito de sobresalto antes de volver a echar el brazo hacia atrás, notando como el corazón me late en las orejas - ¡Pero la puta que te parió, Jordan! - chillo, dejando caer el brazo entre jadeos, y le doy un malhumorado empujón en uno de los hombros a los cuales apenas llego - ¡No vuelvas a hacer eso!
Jolene W. Yorkey
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Invitado
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Un mal sueño me despierta bruscamente del duermevela en el que estaba. No noto el peso de una cabeza contra mi brazo hasta que Alexandra también despierta. Me disculpo de inmediato aún sin ser consciente del todo de lo que acaba de pasar. El sueño se esfuma de mi cabeza de repente como si nunca hubiera estado ahí y por más que intento poner en palabras el motivo de mi aceleración, no puedo. - Duerme. Lo siento. No quería despertarte - Suelto un suspiro y vuelvo a echarme, aunque ya no soy capaz de dormir. A Alex le cuesta mucho menos conciliar el sueño de nuevo y cuando la oigo murmurar algo sobre comida me echo a reír suavemente. Después de un rato saco mi brazo de debajo de su cabeza para poder recuperar la movilidad de éste, haciendo un par de giros con el brazo mientras miro alrededor. Algunas huellas marcan el camino al bosque y deduzco que se trata de Jolene y sus escapadas, habituales últimamente, porque es la única que falta. Dylan está de espaldas a nosotros y por su respiración intuyo que está despierto. Más de una vez me he preguntado si está esperando el momento idóneo para volver a casa.

Me quedo sentado mirándome los zapatos hasta que me percato de que los minutos corren y Jolene no regresa. Me levanto agarrando el arma y también la varita, aunque no la uso nunca a no ser que se convierta en mi última opción, siguiendo las huellas ahora emborronadas por el viento. Piso exactamente en sus huellas, deformándolas porque mi pie es más grande y además a veces resbalo por la nieve, siendo consciente de forma tardía del frío que hace cuando empiezo a ver salir humo con cada respiración. Me centro en respirar por la nariz porque así se pierde más calor y cierro la chaqueta. Pierdo las huellas llegando a los campos abandonados del distrito once, pero resulta fácil seguir el desastre que hizo al adentrarse. Ramas rotas por allí, cosas aplastadas por allí y un cuchillo volando repentinamente hacia mi cara antes de que si quiera la localice.

Retrocedo inmediatamente lo justo para que no me raje la nariz en dos. - WOW Mierda. Pensé que te iba a encontrar haciendo pis. Casi prefiero el cuchillo en la cara. - Bromeo aún con el acelerón del corazón a flor de piel. Me río cuando me empuja y me echo hacia atrás como si realmente hubiera usado la fuerza necesaria para moverme. Aprovecho la seguridad momentánea que siento de que no haya sido más que paranoia mía para pasar el arco por mi cabeza y dejarlo colgado contra el pecho. - Anda. Gruñona. Si no quieres que haga esto debería empezar a dejar notas. Gem gem Jordi ahora vengo, voy a ir a hacer mis cositas al bosque y por cositas no me refiero a pis sino a acabar con la plantación que algún desconsiderado vecino no grato dejó echar a perder gem gem - Pongo una voz súper ridícula, evidentemente imitando la suya, incluso haciendo un gesto con mis manos como si abriera una carta imaginaria.

Pero el momento de guasa termina de repente cuando un nuevo ruido, no hecho por ninguno de nosotros, llega a mis oídos. Como si un resorte me impulsara, me lanzo contra Jolene tapando su boca, poniendo su espalda contra mi pecho y retrocediendo un par de pasos hacia el lado contrario de donde creo que he oído aquel ruido. Aquel gesto ha sido totalmente involuntario porque por un momento la he tratado como trataría a Alex, sabiendo que mi repentina reacción la habría hecho gritar. Respiro forzadamente en mi intento de hacer el menor ruido posible y consiguiendo lo contrario. Aún así, utilizo todo mi instinto para determinar de qué son los pasos. Son pesados y rítmicos. No es un animal. No son los de Alex porque Alex no es sigilosa. Ni son lo de Dylan porque... no lo sé, tal vez sean los de Dylan. El sonido de una bala colándose en la recámara me confirma que no es Dylan. - Agáchate y gatea - Susurro las palabras de forma que casi las delineo con los labios más que las susurro y la suelto lentamente, dejando que tome la delantera antes de seguirla de la misma manera en la que le dije que avanzara, pidiendo permiso a cada parte de mi cuerpo para mover la otra y asegurándome de pisar exactamente por donde ella, para no provocar ruidos que delaten nuestra posición entre las cosechas.
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Jolene W. Yorkey
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Sé que debería reírme de sus intentos por imitar mi voz, pero como se está burlando de mí y casi me produce un infarto, reprimo la sonrisa hasta terminar en una mueca que pretende mostrar mi especie de enojo que se va evaporando al mismo ritmo que se me calma el corazón y los nervios vuelven a su lugar - no es mi culpa que nadie utilice estos... - digo nomas, encogiendo mis hombros mientras acomodo el cuchillo en su lugar en un gesto que pretende ser tranquilo. Es eso o volver a golpearlo.

Que esté mirando para otro lado produce que no entienda nada del tirón cuando me pega a él, ahogando la queja con su mano que es tan grande que podría cubrirme toda la cara. Llevo mis dedos a los suyos en un intento de apartarlo, cuando entonces, me percato de lo que lo pone en aquel modo tan guardián; abro los ojos de par en par y trato de respirar sin hacer ruido, asintiendo cuando por fin me suelta y no siento mas el olor a mierda de sus manos sucias. Me giro y voy delante de él, inclinando mi cuerpo que es mucho más pequeño que el suyo, tratando de marcar un paso que nos lleve lejos del extraño en un intento de no mover las plantas que delaten nuestra posición.

Por momentos, confundir sus sonidos con el silencio y, a su vez, el ruido lejano de los pasos, me resulta irritante. Lanzo miradas por encima de mi hombro para chequear que sigue conmigo de vez en vez hasta que, en una de aquellas oportunidades, mi mano derecha, la que sostiene mayor parte de mi peso, se va hacia abajo. Primero, es la sensación de la tierra fría y después, la del aire, cuando mi cuerpo entero se va hacia delante al haber llegado a una zona terriblemente empinada que da por finalizada la cosecha; por suerte consigo ahogar mi voz, aunque los quejidos de dolor cuando ruedo hacia abajo son casi imposibles de contener, haciendo que golpee con piedras, césped y hasta creo, un hormiguero, hasta que choco contra un árbol delgado que me detiene, cerca del camino. Me quito el cabello atropelladamente, tratando de ver a Jordan, cuando puedo escuchar un disparo al aire - ¡Corre! - es un grito mudo, de esos que intentas chillar sin alzar la voz, consiguiendo ponerme de pie para salir disparada lejos de allí.
Jolene W. Yorkey
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Cada vez me muevo con más rapidez hasta el punto de que creo que Jolene va despacio a propósito. No le meto prisa porque no quiero empezar una discusión en medio de aquel problemon que se nos ha venido encima de repente, pero no parto de morderme el labio para evitar decir cualquier cosa que empeore las cosas. Mirar hacia atrás de vez en cuando me fuerza a frenar y por ende, a darle espacio para que avance. Además me permite asegurarme de que nada, ni nadie nos persigue. Esa sensación de estar a salvo se difumina con la misma rapidez con la que pierdo a Jolene de vista. M-I-E-R-D-A. Pongo un pie en el suelo para levantarme cuando la escucho chocar contra algo. Al avanzar, esta vez ya no a gasta sino agachado a pasos muy rápidos, resbalo por la misma pendiente por la que se fue ella, sin embargo la postura en la que estoy me permite enterrar el talón en el suelo para evitar la caída.

El disparo me hiela la sangre. Escucho a la bala atravesar los palos muy cerca y el grito de Jolene me pone en marcha como si hubieran pulsado un botón. Voy más rápido que ella porque mis piernas son más largas, por lo que me veo obligado a reducir la marcha manteniéndome a su lado. Mi cabeza asoma por encima de los cultivos pero no lo bastante como para que lo hagan también mis ojos y podamos dirigirnos hacia alguna parte en concreto y no a ciegas en su totalidad. — ¡Por aquí! — Agarro su muñeca y la arrastro hacia la cabaña que parecía tan lejana en la distancia. Un nuevo disparo me alerta y para nuestra desgracia, pasa bastante más cerca de nosotros esa segunda vez. Embisto la puerta aprovechando la velocidad que llevo y cierro detrás de Jolene, poniéndome de espaldas a la puerta y cubriéndome la cabeza cuando una oleada de disparos revienta los cristales a nuestro alrededor.

Nos encontraron. Mierda. Mierda. Y Alex sola en el bosque. Mierda. ¡MIERDA! Cuando la ráfaga de disparos se detiene me separo de la puerta para asomar uno de mis ojos por la ventana e intentar ver algo. No veo más que el movimiento de los cultivos. Se están re acomodando. — La buena noticia es que no pueden entrar sin que lo sepamos. — Murmuro, intentando encontrarle el lado positivo a algo que debería ser negativo. Estamos totalmente atrapados. No sé cuantos son. No sé a que nos enfrentamos porque ellos son invisibles. — La mala es que Susan sigue durmiendo — No pensé que esto se fuera a volver una cacería. Fue descuidado por mi parte salir sin armar. Aunque no del todo sin armar. Saco la varita de la pernera del pantalón, deslizando la madera muy lentamente aún con mis ojos en el exterior. En lo que a magia se refiere, no soy precisamente un experto.
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Jolene W. Yorkey
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Las piernas de Jordan son lo suficientemente largas como para ponerme de los nervios, porque sé que si se le cantara, podría dejarme atrás en solo unos segundos; seré rápida, pero él también lo es.  Para mi suerte, mi compañero decide que quedarse a mi lado es su mejor opción, de modo que corremos codo a codo, y dejo que me arrastre a donde sea que quiera porque en este momento, confiar en él y su altura es lo mejor que tengo para no andar a ciegas. Las manos me raspan pero la adrenalina me deja ignorarlo, y estoy segura de que mis pantalones se han rasgado en las rodillas, pero nada que a mí me importe; ya he olvidado lo que es estar presentable y limpia hace mucho tiempo.

Apenas consigo escuchar el golpe de la puerta detrás de nosotros en cuanto Jordan nos encierra, y en esa fracción de segundo, mis ojos buscan con desesperación dentro de la sala que nos pueda ser de ayuda. La casa parece haber estado vacía desde hace mucho tiempo, a juzgar por el polvo que cubre las paredes, el suelo y los pocos muebles, lo que me hace preguntarme si ha sido abandonada luego de la caída de los Black o si fue mucho antes, cuando los magos se hicieron con el distrito once. De todas formas, no tengo mucho tiempo para analizarlo.

Los cristales comienzan a caer con furia, opacando por completo mi grito agudo cuando me llevo las manos a la cabeza, haciéndome lo más pequeña que puedo contra Jordan, como si la puerta y su cuerpo fuesen el mejor escudo que puedo llegar a encontrar en momentos como éste, y no me despego hasta que el ruido se detiene. Todavía soy un ovillo en el suelo cuando él se acerca a la ventana, murmurando palabras que me recuerdan que no estoy muy armada que digamos, pero cualquier consulta se me va a la mierda en cuanto lo veo sacar su varita - ¿Estás seguro? – sé que en cualquier otro momento, le habría dicho que está loco, pero no es como si tengamos otras opciones. Me apoyo con los nudillos en el piso y me impulso para acercarme a él, escuchando su respiración tan agitada como la mía, mientras intento asomarme para ver algo, aunque mi visión sea bastante reducida – No creo que sean aurores, ellos usan varitas, no armas de fuego, hasta donde sé... O es un fugitivo asustadizo, o un mago rencoroso sin varita, o los aurores usan de todo y yo no tenía idea – con cuidado y mucha lentitud, pongo una mano, muy pequeña a comparación, sobre su brazo, girando mis ojos a él, antes de volver a susurrar – no falles.
Jolene W. Yorkey
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Si hubiera sido otro momento de la historia, uno probablemente donde no estuvieran a punto de matarnos, mis hormonas se habrían apoderado de mi en cuanto Jolene se escudó contra mi pecho. No tengo una experiencia basta con las mujeres, de hecho, hasta hace menos de dos meses Alex y Eveline eran las únicas dos presencias femeninas en mi maldita y triste vida. Pero ellas siempre fueron Alex y Eveline. Eran como "Mamá" y la "hermanita pequeñita", Jole fue la primera en romper ese cristal, el pequeño triángulo en el que estaba sumergido en el que no podía ver a nadie más como nada más. Pero ahora, nada de eso importa. - ¿Te digo al verdad? - Eso responde a su pregunta retórica sobre si estoy o no estoy seguro de usar la varita. Así que finalmente no añado nada más. No sé como funciona con exactitud pero sé que hay maneras de localizar la magia si la usan. No sé si es un hechizo que deben aplicarte antes, o que funciona en cualquier momento y si es lo segundo eso significa que si usamos mi varita para defendernos probablemente tengamos que largarnos del distrito once o quizá del maldito planeta. ¿Hasta cuando siguen la magia? ¿Es solo donde la usas? ¿Se queda algo así como registrado en alguna base de datos busca fugitivos?

Demasiadas preguntas. Empieza a dolerme la cabeza.

Sus teorías se suman a las mías, algunas de ellas se me han pasado por la cabeza mientras intentaba ver alrededor y localizar el foco del ataque. - O un auror intentando hacernos usar una varita. ¿Alguna vez haz pensado como funcionan los hechizos de localización de magia? No claro que no, muggle. - Hablo muy rápido pero también muy bajito, solo para evitar a toda costa que nuestras voces lleguen a oídos indebidos y porque no puedo evitar meterme con ella a pesar de la situación. Muggle ni siguiera me suena a un insulto pero parece haberse popularizado mucho los últimos meses. Mentiría si no dijera que se me pasó por la cabeza, al menos por un instante, lo mucho que deseaba que la persona de mi izquierda fuera Dylan, él lo entendería. A lo mejor hasta sabría como funcionan esos hechizos de localización y si estoy metiendo mucho la pata al usar la magia como defensa. Pero Jolene tiene razón en esas palabras que no pronuncia directamente pero van implícitas en el "no falles": que no tengo más alternativa.

Suelto un suspiro desviando el aire hacia mi flequillo que se mueve ligeramente y volviendo mi vista al exterior. Solo necesito que se mueva un milímetro, solo necesito verlo un segundo... pero en los preciosos instantes en los que estaba distraído en el interior, aquella persona tuvo otros planes. Un plan severamente más eficaz. Sale de repente de las cosechas saltando directo a la puerta. - ¡CUIDADO! - Me muevo con la rapidez justa para quitar a Jolene de la puerta, que se estampa violentamente contra la pared por la brusquedad con la que irrumpe aquel hombre. Por suerte la fuerza que usó fue excesiva así que tarda en recuperar el equilibrio, lo que me da a mi tiempo de reaccionar, levantar la varita y lanzar un hechizo que ni siquiera digo en voz alta. Un haz de luz sale de ésta e impacta contra el pecho de aquel hombre enviándolo hacia la polvorienta mesa del comedor que por el peso y la velocidad, cede y se rompe en dos.
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Jolene W. Yorkey
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- ¿Qué quieres decir con “muggle”? – le chillo, en un susurro cargado de histeria que de verdad, en este momento no debería interesarme. Da  igual, porque no tengo más tiempo para enojarme con él. Todo sucede en un torbellino de ruido, gritos y empujones, y cuando me quiero dar cuenta, el hombre ha entrado como una tromba y Jordan le ha lanzado un hechizo que lo lanzó a la mismísima mierda, si se me perdona el mal uso de lenguaje. Doy un salto hacia atrás en el estruendo, quedando básicamente tirada sobre el suelo, mientras estornudo algo de polvo, ese que saltó en todas direcciones tanto por la violenta interrupción como por el chorro de luz. Me froto la nariz con el dorso de la mano en un intento de sacarme la picazón y aparto el pelo de mi cara, poniéndome de pie con cuidado.

- ¿Lo mataste? – pregunto con voz un poco más aguda de lo normal, caminando apenas hacia el desconocido, aunque no me fijo si respira o no. Solamente sé que no se mueve, aunque no sé si es mejor que lo encuentren inconsciente y que pueda decir que nos vio, o muerto, haciendo que alguien lo encuentre y comience a preguntar por quién lo hizo. Sin más, tomo a Jordan de la mano, tirando de él para que venga conmigo, aunque me cuesta arrastrar su cuerpo porque soy mucho más pequeña – tenemos que irnos. Si alguien más oyó el desastre que hicimos, ya estarían viniendo para aquí…¿no? – pregunto, y levanto los ojos hacia mi amigo – por favor… vámonos.
Jolene W. Yorkey
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Ha funcionado. HA FUNCIONADO. Estoy ahí parado como un zopenco totalmente paralizado por la sorpresa. ni sé que hice, ni sé que pensé, ni recuerdo haber dicho algo pero el tipo está sobre la mesa partida por la mitad totalmente inerte. Se me pasa por la cabeza haberlo matado, pero es apenas un fugaz pensamiento del que Jo me arranca cuando estornuda. - Estornudas como un caniche. - Me quiero reír porque toda esa situación resulta absurda y surrealista, pero la risa no acaba de salir por la histeria, así que es una especie de suspiro, quejido, gemido, risa siniestra aguda y extraña. Doy un par de pasos torpes hacia la puerta cuando Jo tira de mi mano sacudiendo la cabeza y recuperando la compostura.

Y cuando eso pasa, toda la adrenalina me invade cada parte de mi ser. - ¿Haz visto eso? Ha sido genial. Eveline siempre intentó enseñarme estas cosas pero me resultaba extraño usarlas siendo que estaban prohibidas. ¿Pero has visto eso? fue como fiuuuu y faaah - Y ya empiezo a hacer ruidos raros para explicarle una escena que sí ha visto porque estaba delante. - Necesito repetir eso. Quiero hacerlo otra vez. Hasta hartarme. Hasta que no me quede energía y esta cosa ya no funcione - Mi voz va adquiriendo cada vez más fuerza y convencimiento, hasta que mi cerebro procesa las palabras. Entonces, me sonrojo hasta las orejas, porque mi estúpida mente me ha jugado una mala pasada y el doble sentido de la frase ha quedado al descubierto con más claridad que su significado principal.

Miro a Jolene y luego a otra parte, como buscando alguien que haya podido oírme. De haber sido así, probablemente me hubiera muerto de vergüenza. Y esto es una mierda porque debería preocuparme más que nos pillaran que el que alguien me haya oído diciendo guarradas. - ¿Sonó muy mal, no? - Mis palabras se ahogan con las suyas suplicantes de que nos marchemos. Su mirada, casi desesperada y suplicante, me acelera instantáneamente el pecho. Es la primera vez que una chica me mira de esa forma, como si yo fuera un héroe capaz de mantenerla a salvo. Pero yo no soy ese héroe.

Las palabras se me atragantan y, en vez de admitir mi realidad, me comporto como la persona que yo creo que ella cree que soy. Levanto mi mano libre y la pongo contra su mejilla, abarcando incluso parte de su nuca con mis dedos que acaban colándose y enredándose entre sus mechones desordenados. - No pasa nada. Estamos a kilómetros de una casa cercana, nadie puede habernos oído. Y si vienen, tenemos más posibilidades de resistir aquí dentro que en campo abierto. - Respondo, con una serenidad impropia de mi y un egoísmo extremo. Porque al pensar en esa posibilidad, tan real como la vida misma, también pensé en acabar llevándoles por error donde Dylan y Alex y preferiría morir antes que ponerles en peligro.
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Jolene W. Yorkey
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Durante unos segundos donde mi mente todavía es un torbellino tratando de saber qué es lo que está pasando, solo me limito a sacudir cabeza para callarlo, aunque Jordan obviamente no lo hace. Continúa tan entusiasmado con la idea de haber hecho volar a un tipo que intentaba matarnos, que por un momento considero la idea de darle un cachetazo para que regrese a la realidad, pero no alcanzo a hacerlo. Arrugo un poco el ceño, sin comprender del todo como puede hacer bromas en un momento como éste, cuando lanzo un largo bufido – Jordan… ¿acaso no puedes…?

Pero pedirle que se comporte no es algo que puedo hacer ahora mismo. Le echo un vistazo al cuerpo del desconocido y mi primer reflejo es abrazarme, frotando mis brazos como si de esa forma pudiese darme calor a mí misma. No es la primera vez que veo un muerto y estoy segura de que no será la última, pero todavía no estamos seguros de quien era, si estaba solo o si en verdad se ha golpeado tan fuerte o está solo inconsciente. Por alguna razón, no me atrevo a acercarme para chequearlo. Quizá, porque la última persona que he visto morir fue mi propio padre, por mi mano propia.

- Jor… - comienzo a hablar, pero entonces, sus manos me toman con mucho cuidado, de esa forma delicada que ya casi he olvidado, y provoca que levante mis ojos hacia él. Creo que nunca me había fijado en lo alto que era como ahora. Sus palabras hacen que me relama los labios en un gesto pensativo, acabando por apoyar mis manos en su pecho. No sé bien para que enrosco mis dedos en su remera, si para tirarlo para que me siga e irnos de aquí, o porque en realidad no sé bien qué hacer con ellas - ¿Y qué si él no está…? – le hago un gesto sarcástico con el rostro para darle a entender la palabra “muerto” – No podemos simplemente tener a un cautivo. Tampoco podemos dejarlo ir. Y sino…¿vamos a enterrarlo o dejarlo pudrirse? – mis ojos recorren su rostro con sumo cuidado, notando como mi corazón sigue latiendo a mil por hora y lastimándome los oídos, mientras me apego un poco más a él – algo me dice que tú eres el que decide.
Jolene W. Yorkey
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Puede que ese tipo no esté muerto pero he visto morir a personas por menos. Inconscientemente alzo mi vista hacia el lugar donde descansa el cuerpo en la exacta posición que seguía antes de que dejáramos de prestarle atención durante unos instantes. No puedo evitar sonreír cuando me da el placer de decidir, acabando por morder mi labio y fracasando estrepitosamente en no reírme. - Prometo que intentaré que sean buenas decisiones. ¿Te vale? - Porque definitivamente no puedo prometerle que sean buenas, porque no tengo un don natural para estas cosas. La encuentro tan adorable, con las mejillas rellenando mis enormes manos, cosa que la hace tan chiquita que no puedo evitar arrugar mi nariz como si ella fuera un bebé y yo le hiciera carantoñas. - Voy a echar un ojo. Aléjate de la puerta - Antes de hablar pego mis labios a su frente y luego al separarme doy por sentado que ese simple gesto equivale como un besito de que me tenga paciencia.

La suelto y me acerco a la mesa, primero con total seguridad y luego cauteloso. Pateo su pie, luego su pierna y así hasta que llego al costado. Se queda donde está. Me aventuro a agacharme y mido sus constantes con una mano, usando la otra para escarbar en sus bolsillos donde encuentro su cartera con algo de dinero, un montón de documentos y oh, sorpresa, sorpresa, un billete de tren para hoy. - No tiene familia. Vive en el 5. Está inconsciente... y este es un billete de ayer. Dudo que viva aquí. - Algo que ya era de por si evidente, si tenemos en cuenta que este lugar está abandonado; y no precisamente abandonado de hace dos días, sino de muchos meses atrás. Alzo mi vista a ella mientras me reincorporo y me encojo de hombros. - Cazador. ¿Recuerdas. - Asumo que eso sirve de justificación sobre toda la información que saqué fácilmente de su cartera. - No tiene fotos, lleva muy poco dinero y definitivamente tendría, al menos, una tarjeta de algún club infantil si tuviera hijos. Habrían dos billetes si tuviera pareja... - Mientras hablo me doy a mi mismo una idea.

No necesitamos que sepa que pasó. Solo, sacarle de aquí. Avanzo por la casa y empiezo a buscar cosas haciendo un gesto a Jole para que haga lo mismo especificándole exactamente lo que busco. Por suerte, hay toda una bodega de vinos en el sótano, de bastantes años atrás y desperdiciándose horriblemente. Cuando vuelvo arriba, destapo uno y lo vierto sobre la ropa del hombre. Eso lo despierta. Aprovechando la ventajosa postura en la que estoy, le pongo el pie sobre el pecho y lo mantengo en el suelo, dejando caer esta vez el líquido sobre su cara directamente, cosa que lo ahoga. - Nadie le cree a un borracho. - En cuanto acabo, lo obligo a beber directamente de la botella hasta que se la acaba por completo y después, desaparezco.

Es cosa de 3 segundos. Puff y puff de vuelta. - Le he dejado tirado en las afueras. Lo bastante lejos como para que no vuelva. - Echo un vistazo a las manchas del vino que se han quedado en el lugar donde estaba el tío y hago una mueca.
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Jolene W. Yorkey
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Si la situación fuese diferente, estoy segura de que toda la actitud que está teniendo Jordan ahora mismo me daría mucha gracia. Asiento ante sus indicaciones y abro la boca con intenciones de hacerle una pregunta, pero entonces el beso que deja en mi frente hace que mi rostro se transforme en una expresión random de confusión. No sé si sentirme halagada, o si me está tratando como si tuviera 5 años, o como si fuese su damisela en apuros. Da igual, porque me doy cuenta rápido que me he quedado con la boca semi abierta, y tengo que cerrarla de prepo para que no lo note.

Le hago caso y me alejo de la puerta, parándome en medio de la habitación con los brazos cruzados sobre el pecho mientras ladeo la cabeza para observar como revisa. Hay algo en su modo de moverse, con renovada seguridad, que me llama curiosamente la atención. Siempre he sentido como que existen dos versiones de Jordan dentro de ese cuerpo flacucho y alto: la primera, el Jordan que es amigo de Alex, que me preparaba el desayuno y me contaba como dejaban que le pinten las uñas; la segunda, la que veo ahora, como un cazador inteligente y con más huevos que la mitad de los hombres que he conocido alguna vez. Quizá no ande levantando revoluciones ni apuntando armas, pero Jordan tiene la clase de valentía que cuida de las personas sin obtener nada a cambio, y eso para mí es mucho más importante. Y por otro lado, tengo que admitir aunque sea para mis adentros, que es una actitud estúpidamente atractiva.

Me percato que estaba mordiendo mi labio inferior cuando Jordan deja de dar explicaciones y se levanta, lo que hace que transforme mi cara en un gesto de total neutralidad, hasta que veo que se marcha hacia no sé dónde, haciéndome un gesto que no entiendo y que dejo bien en claro que no tengo idea de qué me habla cuando le hago un gesto, haciendo montoncito con la mano. Con un último vistazo al hombre, trato de seguirlo, pero entonces Jordan regresa con una botella de vino que hace que arrugue la nariz – Jor… ¿qué…? – pero entonces, veo bien lo que está haciendo y decido cerrar la boca. Pongo mi mejor cara de asco ante toda la escena, viendo como el líquido se desparrama sobre el desconocido hasta que, con un sonido,  me quedo sola - ¡Jordan! – le llamo. Mi voz hace eco en toda la casa en cuanto me quedo a solas y miro alrededor, casi buscando una señal, hasta que en un segundo, él ha regresado, ya solo.

Un suspiro de alivio se me escapa cuando me explica lo que ha hecho y no puedo contener la sonrisita socarrona que se me asoma por los labios – No creí que pensaras tan rápido… - bromeo, caminando hacia él con renovada calma. No le doy muchas vueltas y le quito la botella, echándole un vistazo a la etiqueta, aunque la cosecha no se me hace muy conocida - ¿Crees que deberíamos revisar la casa? Quizá hay cosas que nos puedan ser útiles. El alcohol nunca viene mal – olfateo un poco el pico de la botella, esa que ahora está vacía, y bajo el brazo para poder mirarle, nuevamente a los ojos – Gracias… - susurro, relamiéndome los labios en un gesto casi inconsciente – por mantener la compostura. Y haber pensado un poco más rápido – aunque si tengo que ser honesta, jamás se me habría ocurrido el desaparecerlo al no tener incorporada la idea de que hay gente que puede viajar de esa forma. No es algo a lo que yo esté acostumbrada – estuviste… bien.

Le doy una palmada amistosa en el brazo y me volteo, en dirección a las cocinas con intenciones de empezar a revisar, cuando el envión me sale casi sin pensarlo. Mi regreso a él es demasiado rápido y en pocos segundos, lo estoy tomando del cuello de la camisa para tirarlo hacia mí y así conseguir que mis labios besen los suyos. Se mueven con lentitud, reconociendo el sabor de los mismos durante unos segundos, hasta que me separo cuidadosamente y lo observo a los ojos con una sonrisa ladina – tómalo como un pago por lo del otro día – bromeo en un susurro. Honestamente, ni sé de donde sale esa broma. Sin más, casi percatándome de la tontería que acabo de hacer, le suelto y marcho hacia la cocina.
Jolene W. Yorkey
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Me hago el ofendido porque piensa que no soy rápido de reacciones y bufo ligeramente. - Oye, que pasé toda mi vida siendo cazador. Mantener mi vida dependía de que pensara rápido la mayoría de las veces. Eso me ofende. - Acabo la frase con un tono extremadamente solemne, como si acabara de decirme algo súper ofensivo pero apenas resisto el impulso de reír y encima de mantener aquella postura. Menos cuando me da un golpe amistoso en el brazo. - Gracias. Tú también. No echándote a llorar y entrando en pánico y todo eso - La próxima vez intentaré no animarla, se me da fatal. Tomo nota mental de eso. Aunque sí que es cierto que en parte lo agradezco, nunca se me dio bien hacer algo cuando había una chica llorando; por lo general creo que eso nos viene en los genes masculinos y que todos somos unos completos inútiles.

No hago bromas ante su chiste sobre lo útil que podría llegar a ser el alcohol así que me dedico a seguirla para buscar algo que pueda servirnos. No descarto la idea de que haya comida, aunque sea vieja y enlatada e incluso juro por dios que ni siquiera me quejaría si estuviera caducada. Pero todos esos pensamientos vuelan de mi mente cuando Jolene se gira para besarme. Respondo de forma tarde y ligeramente torpe porque esta vez es ella la que me ha tomado desprevenido. - ¿El otro día? - Mascullo y luego me sonrojo aclarándome la garganta para intentar paliar una vergüenza desmesurada que me inundó de golpe. Suelto una queja cuando mi cerebro procesa que me ha dejado tirado en el salón y la sigo hacia la cocina. - Teóricamente, si vas a agradecerme las cosa s a besos, me debes uno por lo de hoy - Agarro su muñeca y tiro de ella con una sonrisa bobalicona y ligeramente pretenciosa en mis labios acercando mi cuerpo al suyo para presionarla contra la encimera y pegando mis labios a los suyos en un beso que dura un poco más que el primero.

Me separo ahogando una ligera risa y soltando un bufido haciendo que todo el aire que expulso le roce el rostro y remueva parte de su cabello. - Tres si contamos que te salvé la vida dos veces hoy - Acabo de hablar con mis labios pegados a los suyos y encontrando todo esto de una forma absurdamete divertida.
Anonymous
Jolene W. Yorkey
Mentor
Me gustaría burlarme de él. Burlarme de su modo torpe de intentar mantener la compostura y de ese sonrojo infantil en sus mejillas que provoca que me muerda la punta de la lengua por un instante, porque es raro ver a Jordan de esta forma, solo para variar. Ni siquiera alcanzo a hacer algún comentario que ya me está girando hacia él y, por alguna razón, se me escapa una risita nerviosamente aguda antes de que su boca choque contra la mía, haciendo que el silencio predomine unos segundos. Es extraño, pero cada vez que nos besamos su sabor se va tornando cada vez más familiar, como si los nervios y la rareza de aquel contacto empezara a evaporarse poco a poco, hasta hacerme sentir extrañamente cómoda con ello.

Mi espalda se presiona contra la encimera y el borde se clava en mi cintura, mientras mis manos se acomodan hasta buscar refugio en su pecho. ¿Por qué demonios es tan jodidamente alto? Sus palabras, haciendo que su aliento choque contra mi boca, hacen que me ría por lo bajo, abriendo mis ojos en una ligera rendija que va de sus labios a sus ojos repetidas veces. Había olvidado lo que es estar así con alguien. Y creo que es la primera vez que lo hago desde que me considero más una mujer que una niña. Me relamo los labios inconscientemente y sacudo apenas mi cabeza, haciendo que mis dedos se arruguen en su ropa para mantenerlo cerca de mí – Bueno… supongo que nos podemos confirmar que la vida puede ser muy corta… ¿no? – bromeo en un susurro. ¿Cuándo fue la última vez que nos comportamos como adolescentes y no como fugitivos? ¿Cuándo fue la última vez que nos desconectamos del mundo por al menos cinco minutos? Podría buscar la botella, o dos, o tres, pero por alguna razón no busco esa distracción ahora mismo. Esto es diferente.

Mi sonrisa ladina apenas se borra cuando tiro de la remera de Jordan para pegarlo a mí, estampando mi boca contra la suya. Es un beso desesperado,  que se mueve a la par que nuestra respiración que sube y baja hasta volverse un suspiro constante, interrumpiendo el silencio de la abandonada cocina. Mis manos sueltan su remera para treparse por su cuello y juguetear con aquellos cabellos cortos de su nuca, hasta enroscar los dedos entre las matas de su cabello corto y despeinado, estado que empeora por mi culpa en solo segundos. Una risa cómplice brota de mi boca, sin interrumpir el beso, cuando el mueble cruje detrás de nosotros al apoyarme aún más contra él, llevándolo conmigo, mientras intento torpemente sentarme en el mismo para quedar más a su altura. Es en un salto ridículo que doy, consiguiendo mi cometido, que me permito murmurar.

- Lo siento. Hace mucho que no hago esto… - consigo decir, casi riéndome de mí misma en el tono bajo de mi voz, mientras abandono sus labios para besar su comisura, su mejilla y por último, el lóbulo de su oreja, donde me permito suspirar un segundo. No sé que estoy haciendo, pero no puedo quejarme.
Jolene W. Yorkey
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It's burning inside ✘ Jordan D57zdHN
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