The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
No es que sea una persona especialmente paciente, pero tampoco alguien que no soporta esperar unas míseras horas. Sin embargo, en esta situación no estoy esperando horas, sino días ya. Más de una vez me he sentido tentado a plantarme en casa de Arianne a ver si ya está ahí, sana y salva, pero al final era Dax quien me convencía de que esperara, que seguro que ella me avisaba cuando llegara. Y he esperado. Hasta hoy, que ya no aguanto más. Después de pasarme horas en mi dormitorio, haciendo oídos sordos a los comentarios de mi gemelo sobre que tengo menos paciencia que un perro esperando a que su amo le dé la comida que tiene en la mano, he optado por aparecerme frente a la puerta de la casa de mi amiga. Aparecerme, sí. Odio esos medios de transporte, pero ahora mismo el camino hacia su casa sería casi una tortura, incluso cuando tampoco es que vivamos muy lejos el uno del otro. Confío en que esté bien porque nuestra mentora dijo que no le pasaría nada, pero no estaré cien por cien seguro hasta verlo con mis propios ojos. Además, a este paso acaban mandándonos una nueva citación para el siguiente entrenamiento, y todavía no sabré nada de ella.

Nada más estar frente a la puerta, pico un par de veces al timbre por pura costumbre, porque así es como he picado a los timbres desde que tengo uso de razón. Manías que uno tiene. En cuestión de minutos un esclavo me abre la puerta. Tengo que apartar la mirada de sus ojos porque no soporto ver a la gente como él directamente porque me recuerda que no sé todavía dónde está mi madre, y que en vez de estar buscándola, he vuelto a presentarme voluntario para unos Juegos. — ¿Está Arianne en casa? — Que me diga que sí me quita un enorme peso de encima. Es como si me hubieran liberado de una carga emocional, lo que es así en cierta manera. — ¿Puedes decirle que venga? — pregunto mientras doy un par de pasos por el recibidor, sin ser capaz ahora mismo de quedarme quieto en un lugar. ¿Y si le han hecho daño? — Dile que soy Jasper — acabo diciendo cuando caigo en la cuenta de que ni siquiera le he dicho quién soy, aunque a estas alturas ya dudo que haya alguien que no sepa quién soy. El vencedor loco que se ha vuelto a presentar a unos Juegos, y que encima es amigo de otra vencedora de quien seguramente tampoco hablen demasiado bien.

Mientras espero, me apoyo contra la pared. Ni siquiera tengo ganas de sentarme en ningún lado porque necesito estar de pie, además de que tampoco es que me conozca la casa y no quiero ponerme a merodear por dentro sin el permiso de nadie. Sé que Ari tiene un hermano, así que quizá está por aquí... y no estoy ahora para esa clase de cosas. Lo único que quiero ver es que no le han hecho nada y ya. Quizá hasta luego pueda ir a comprarme el perro que tanto tiempo llevo queriendo para dejárselo a Dax de recuerdo, por si me pasa algo más que nada. Tengo que comprarlo antes de que sea demasiado tarde.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Creo que debo de llevar dos o tres días sin poder pegar ojo durante más de cuatro horas, he estado tan perdida en mis pensamientos que he preferido ni recordar en el lío que me he metido, otra vez. Bueno, en realidad solamente me he metido esta vez en un lío por mi misma, el resto de ocasiones, generalmente, me veía envuelta de forma completamente forzosa, bastante ajena a mí, vaya. Mis pensamientos han vuelto a tomar el camino que tomaban hace un año... yo lo hice, yo soy responsable de su muerte, yo me estoy engañando a mí misma volviendo a... crearlo, volviendo a intentar hacer ver que no ha desaparecido, que no se ha ido, que no fui yo la que lo hice. Sabía que algún efecto de este tipo habría cuando me apunté, pero no esperaba golpearme a mí misma con tanta fuerza y enfado. Y ahora ni siquiera tengo a Jean para desquitarme con él gritándole que no me conoce y que se vaya de mi casa. Primero porque hay veces que siento que me conoce mejor de lo que me conozco yo a mí misma, y segundo porque no puedo echarlo -ni quiero hacerlo-.

Paso la brocha, impregnada en la mezcla de pegamento que uso para terminar los puzzles, por encima de las piezas ya colocadas en su sitio correcto. Me he tirado casi dos meses para conseguir este puzzle, lo tenía al cincuenta por ciento pero como no he dormido mucho he conseguido acabarlo en pocos días. Escucho que tocan la puerta de la habitación y frunzo el ceño. -No estoy- digo sin moverme del escritorio y dejando la brocha dentro de agua para quitar los restos de pegamento. Me levanto de la silla y voy hasta la ventana cuando la puerta se abre y aparece Jean. -Creo que te consiento demasiado- me cruzo de brazos con gesto enfadado por la intromisión en mis 'dominios' porque estos días no he salido de mi habitación -salvo para lo esencial como el baño o coger algo de comida- y les pedí que no quería hablar con nadie. Creo que solo saben hasta donde se retransmitió y fue aquel pelirrojo diciéndome de era Alex.

BlablablahanvenidoaverteblablablaJasperblabla... -¿Jasper está abajo?- interrumpo alzando ambas cejas sorprendida. Me miro en el espejo con mis ojeras, mi moño, mi pijama de franela de color rosa con ositos marrones y mis zapatillas de pelo. Perfecta. Levanto un brazo para ver si huelo pero no, me duché anoche. Hago que se gire y le empujo hasta que los dos estamos en el pasillo y cierro la puerta. En un abrir y cerrar de ojos bajo la escalera y entro de lleno en el comedor. Veo que Jasper está en el recibidor y me paro a un par de pasos de él con gesto interrogativo. -¿Qué... haces aquí?- le pregunto directamente. Escucho a Jean bajar pero no va hacia donde estamos nosotros, se va a la cocina o... no sé.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Como no soy muy de estarme quieto en un mismo sitio, y menos aún si he estado en constante tensión durante días por no saber nada de Arianne, acabo recorriendo el recibidor una y otra vez mientras inspecciono la decoración de alrededor. La verdad es que yo no entiendo mucho de estas cosas, ni tampoco me interesa, pero de alguna manera tendré que pasar el rato mientras viene a ver qué quiero. Bueno, a ver qué no, porque imagino que ya sabrá por qué he venido. Lo cierto es que no me ha hecho especial gracia ver que ya estaba aquí y que no me había informado después de cómo nos despedimos en la azotea el día del entrenamiento. Por otra parte, quiero creer que simplemente ha sido porque ha llegado a casa hace poco y que ni ha tenido tiempo de venir a informarme. Había empezado a inventarme mil películas en mi cabeza, y en mis pesadillas, con todos los posibles desenlaces. Incluso algunos acababan de una manera que me recordaba demasiado a Bambi. Desde que salí de los Juegos casi nunca duermo bien, pero estos días ha sido aún peor.

La voz de Arianne a mis espaldas me hace dar un respingo porque me ha pillado totalmente desprevenido, lo que me recuerda que cuando estemos en la arena, debería agudizar mis sentidos visto lo visto. — Quería ver que estabas bien. — O más bien asegurarme de que ninguna de esas cosas de mi imaginación y mi subconsciente eran reales. —¿Qué te han hecho? ¿Por qué te hicieron irte así como así?  — Tengo una eterna lista con cientos de preguntas, pero lo último que quiero hacer es acribillarle. Es la única amiga que tengo, así que no quiero que me tome por un atosigador. — ¿Ese era tu esclavo? — suelto cuando recuerdo al chico que ha abierto la puerta, sin venir a cuento la pregunta. La verdad es que no imaginaba que tuviera esclavos en casa... así que imagino que debe de ser sangre pura. No es que la sangre me importa, pero no soporto ver a los esclavos. Todo sería diferente si al menos supiera dónde narices está mi madre.

Al final me acerco a ella con calma mientras disimuladamente miro que las partes visibles de su cuerpo no estén dañadas, que no le hayan golpeado o vete tú a saber qué. — Podríamos ir luego a la calle. Si quieres — sugiero, y me encojo ligeramente de hombros. Necesito tomar el aire y, sobre todo, comprar ese maldito perro de una vez. No me perdonaría nunca que nos citen para ir a la arena sin habérselo dado a Dax. Ni siquiera sé qué raza le compraré porque nunca hemos hablado de mascotas, tan solo alguna vez de pequeños, cuando decíamos que queríamos algún animal doméstico pero decían que eran muy caros y que necesitaban demasiados cuidados.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La verdad es que me ha sorprendido cuando Jean me ha dicho que Jasper estaba en casa, que ha venido a buscarme. ¿Por qué ha venido a buscarme? No entiendo nada. Frunzo el ceño y cruzo los brazos quedándome parada al final del pasillo unos segundos antes de acercarme hasta él y preguntarle que es lo que hace aquí. Me dan ganas de preguntarle si es que ha pasado algo, si se encuentra bien. Pero me quedo callada porque, en cierto modo, se con bastante claridad por qué ha venido aquí y no creo que sea por eso. Tengo que dejar de engañarme a mí misma pensando que es porque ha pasado algo cuando, en realidad, se que es porque no he contactado con él cuando volví a casa después de que me sacaran de la prueba junto con Alexander; y lo peor de todo es que con todas las cosas que tenía en la cabeza no he pensando ni un segundo en que estaría preocupado y ni me he acordado de llamarlo. No ha pasado por mi cabeza en absoluto. Bajo la mirada hasta mis pies y los muevo suspirando.

Al final alzo la mirada y arrugo un poquito los labios negando con la cabeza. -Estoy bien, Jasper.- digo jugueteando un poco con los lazos del pantalón del pijama con nerviosismo. -Eh...- miro hacia ambos lados sin saber que contestar exactamente a su pregunta. No sé si puedo decir que es lo que pasó, ni las preguntas que me estuvieron haciendo tanto Kelly como Eris así que me decanto por mentir. Sí, mentir, eso que hago constantemente con las personas que aprecio y que se está convirtiendo en un círculo vicioso que no le veo el fin. -Querían saber porque ese preso me conocía pero no era así y me dijo que era...- no tendría que mentir. No tendría que hacerlo. -Alexander. De mis juegos. Pero no lo era, yo lo maté.- digo el final de la frase como si fuera lo más normal del mundo cuando lo cierto es que no lo es, solamente para los que son como nosotros.

Giro la cabeza en redondo hacia la cocina donde debería de estar Jean. -Se llama Jean.- me vuelvo hacia él encogiéndome levemente de hombros. -No me gusta llamarlo esclavo, no nos engañemos.- comento con toda la naturalidad del mundo. Creo que solamente le he dicho a un par de personas que no me gusta que lo denominen como un esclavo porque si yo no lo hago, que soy la que lo 'compré', los demás tampoco lo van a hacer. Alzo ambas cejas cuando se acerca hasta mí y lo miro con cierta desconfianza hasta que habla y resoplo rodando los ojos. No puedo poner la excusa de que estaba haciendo algo porque se nota a la legua que no estoy precisamente ocupada así que me paso una mano por la cara con cansancio hasta que me separo de él un par de pasos hasta que llego a la escalera y me giro. -Dame cinco minutos, puedes ir a la cocina, seguro que Jean te da algo de comer si se lo pides educadamente.- bromeo guiñándole un ojo ante de empezar a subir hacia mi habitación.

Tengo que aprender a decirle a la gente que no, que no quiero hacer algo o no quiero ir a algún sitio, ese es mi propósito para el próximo año. Cojo un pantalón vaquero largo, un jersey rojo y me pongo una botas negras. El pelo no tiene remedio y mi cara tampoco así que es lo que hay. Bajo y lo agarro del brazo para llevarlo hasta la puerta y empujarle fuera, solo grito un 'me voy' antes de cerrar la puerta detrás de mí. -Si me cuentas por qué te has metido en esto daremos una vuelta, si no me volveré a meter en casa.- digo cruzando los brazos sobre mi pecho y sin salir del porche de casa. No me gusta lo que está conllevando todo esto. Primero aparecer toda la situación de ser elegida y ver que Jasper está ahí, después mi hermano echándome en cara que no le contara nada, el chico ese diciéndome que era Alexander y yo tan... preocupada por todo el mundo cuando todos piensan que es todo lo contrario, que no me preocupo por nadie y por eso actúo así.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Me muerdo el labio, nervioso, mientras escucho sus respuestas. Para hacer poco tiempo que nos conocemos, con el tiempo he aprendido a reconocer cuando intenta ocultar algo, también porque nunca se me ha dado mal reconocer los sentimientos de la gente en algunas situaciones. Pero también sé cuándo no es bueno repetir las preguntas y acosar a la gente, así que lo mejor es mantener la boca cerrada, y cuando ella esté preparada para hablar, ya lo hará. He venido para ver si estaba bien, y al menos lo está... físicamente. Psicológicamente es otra cosa, pero la mayoría de tributos acabamos fatal después de salir de la arena. Por otra parte, intento hacer memoria de sus Juegos para recordar quién era ese tal Alexander, y aunque me lleva un tiempo acordarme porque en casa casi nunca veíamos los Juegos, al final me viene a la cabeza. ¿Cómo olvidar a los dos tributos del cuatro después de la entrada triunfal en el desfile de carrozas? Quién me iba a decir a mí que, años después, acabaría siendo amigo de la chica.

La gran diferencia entre los Juegos de Arianne y los míos es que nosotros no tuvimos que matar a nadie. A cada uno le torturaron de manera diferente. Mientras que ella tenía que asesinar o ser asesinada, a nosotros nos borraban la memoria cada dos por tres para olvidar las muertes a sangre fría, desagradables, de algunos tributos. — Menudo capullo — gruño. ¿A quién se le ocurre hacerse pasar por un muerto? Porque es imposible que esté vivo. Ojalá todos aquellos que vimos morir no lo estuvieran, porque eso significaría que Bambi estaría viva. Sin embargo, sé distinguir la realidad de la ficción y los sueños. — La gente está muy mal como para hacer esas cosas. — Luego recuerdo que era un preso, así que a saber por qué estaba ahí. Quizá es un loco psicótico que disfruta con el sufrimiento ajeno. — Si en el próximo entrenamiento nos vuelven a hacer correr, le haré una zancadilla. — añado, en broma, para intentar animarla.

Asiento ligeramente, por hacer algo, cuando me dice el nombre del chico. Alguna vez en casa se ha hablado de que no nos iría mal tener a alguien para que nos ayudara con las tareas, pero los cuatro nos negamos a tener un esclavo. Podríamos contratar a alguien, y aunque al final siempre llegamos a esa conclusión, nunca hacemos nada. Supongo que al final acabaremos comprando algún elfo doméstico. Ellos también me dan pena, pero siempre ha sido su trabajo y... en fin, no son personas; y tampoco es que les fuéramos a tratar como una mierda. Al final Ari sube a vestirse, mientras que yo la espero bebiendo un vaso de agua que yo mismo me sirvo de la cocina simplemente para no tener que hablar con el tal Jean. No me veo capaz de hablarle sabiendo lo que es, ni mucho menos para pedirle que me sirva un vaso de agua cuando yo puedo hacerlo.

En cuestión de minutos Arianne está abajo, agarrada a mi brazo, para irnos. Sin embargo, su pregunta me corta la respiración. Sabía que tarde o temprano acabaría surgiendo el tema, pero eso no quita que no quiera hablar de ello. No obstante, no puedo mentirle, y puede que incluso hasta ella lo entienda. — Quería que todo se fuera a la mierda como en los anteriores Juegos — respondo casi en un susurro, con la mirada hacia el suelo para no tener que ver su reacción. — Pero eso era antes de ver que tú eres tributo. Ahora solo quiero que terminen lo más rápido posible. — Es la verdad. No puedo perder a otra amiga en una arena, así que tendré que buscarme otras maneras de acabar con todo una vez los Juegos hayan acabado. Tiene que entenderlo; ella mejor que nadie tiene que entender por lo que he pasado y estoy pasando. — ¿Y tú? ¿Algo más aparte de por lo que dijiste en la entrevista?
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Prefiero no pensar mucho en lo que pasó hace unos días. Bastantes vueltas le he dado ya al tema en éstos días que he estado encerrada en mi habitación. Cuando una está sola tiene mucho tiempo para pensar, cuando no tienes a nadie hablándote y el silencio te rodea te da tiempo a poner las cosas en su 'sitio' dentro de tu cabeza; aunque solo he conseguido que todo sea un lío más grande... un lío que solo voy a conseguir desenredar cuando pueda hablar con 'Alexander'. Al final dije que no sabía cien por ciento segura si era él porque no nos dejaron ni hablar y físicamente, han pasado dos años es normal que no esté igual, no era la persona que yo conocía; no era la persona que yo maté. Me siento tan rara... porque no sé como me debería de sentir con todo esto, no se como sentirme porque no se la verdad y quiero hablar con aquel chico pero, a la vez, tengo miedo de que sea él realmente porque no sabré que hacer. No sabré si abrazarlo, si pegarle por no haber dado la cara en tanto tiempo, si llorar... una parte de una cabeza me dice que debería de enfadarme por todo lo que he tenido que pasar por su culpa, por las pesadillas que he sufrido y la infinidad de veces que me he echado la culpa de una muerte que realmente no se fue real. El resto de muertes están ahí pero él... es como una puñalada que cuando consigo dar un paso hacia el frente algo haga que retroceda dos o tres.

Cuando salgo a la calle el frío del exterior me da una bofetada en la cara y aprieto lo dientes y las mano para evitar que éstos me castañeteen como a una idiota. Aprieto las manos contra mi cuerpo mientras le pido que me diga la verdad o volveré al interior de casa. Por unos segundos soy una egoísta y quiero que me diga que no, que no me va a decir la verdad o que me mienta diciéndome que no hay nada más detrás de toda esa palabrería de la entrevista, para poder volver al interior de casa. Pero me arrepiento enseguida de haber, tan siquiera, pensado eso. Actualmente no puedo decir que tenga una ingente cantidad de amigos y Jasper se ha convertido en uno en poco tiempo, hacía tiempo que no sentía que podía confiar en una persona de esta manera. Porque él ha vivido lo mismo que yo, de alguna manera ha sido algo similar porque, en realidad, lo mío fue... más 'intenso'. Me he convencido a mí misma de que es mejor usar palabras que no me duelan y decir intenso me duele menos que decir que fue horrible, que quise morir un millón de veces allí pero, al final, siempre ganaba mi instinto de superviviencia y pasé por encima de demasiadas personas... puse mi vida por encima de otras personas. Algunas desconocidas, pero a otras las 'conocía', tuve un trato mínimo pero ya no eran ajenas a mí; aunque ello no conlleve que me importaran el resto de vidas.

Gracias a Jean acabé pensando que las cosas estaban como estaban y que lamentarme no me iba a servir de nada, que no tenía que olvidarlo pero no dejar que llevara las riendas de mi vida. –¿Querías que todo se fuera a la mierda? ¿A qué te estás refiriendo?– la segunda pregunta la pronuncio muy lentamente entrecerrando los ojos pero fijados en él. –No me preocupa que ahora no quieras. Me preocupa lo que querías al apuntarte.– puntualizo con cierta nota de enfado en mi voz. Si se cree que voy a permitir que haga alguna tontería es que no me conoce ni un poquito. Si tengo que atarlo a la pata de mi cama para tenerlo todo el día controlado lo haré sin que me tiemble la mano ni un ápice. Froto mis manos y lo empujo para que salga de mi porche bajando las escaleras detrás de él. –Si no fuera porque temo romperme la mano te pegaría.– digo refunfuñando mientras camino a su lado. No quiero hablar con él de esto tan cerca de casa porque cualquiera que nos escuche podría pensar cualquier locura con lo que está diciendo y con mis antecedentes. Quizá hasta piensen que somos unos suicidas y vamos a poner una bomba en algún sitio.

Meto las manos en los bolsillos mientras camino inmersa en mis pensamientos. –Las persona que me conocen saben que no soy una persona complaciente con los demás.– incluso se me escapa una pequeña sonrisa. –No me preocupa que mis compañeros piensen que soy una antisocial, porque lo soy.– me encojo ligeramente de hombros pero luego me muerdo el labio inferior mirando con aire distraído mi alrededor. –Quiero... probarme a mi misma.– digo arrugando los labios. –Ver si realmente lo he superado y puedo seguir adelante incluso bajo presión. Llevarme al límite por así decirlo– no me atrevo ni a mirarlo porque se que estoy siendo demasiado egoísta haciendo lo que he hecho. Poniéndome en relativo peligro otra vez y sin saber de qué manera me podrá afectar todo esto y, de momento, no está yendo bien.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Echo un vistazo a la calle mientras me abrocho los botones del cuello del abrigo, porque viendo lo que me espera ahora en los Juegos, no tengo ganas de resfriarme por culpa del tiempo que está haciendo ahora. La verdad es que en general el clima es bastante diferente del Distrito 4 a cómo es en el 7, más que nada porque aquí es todo más húmedo por tener el mar, mientras que el 7 es algo más seco. Incluso ahora, con estas temperaturas, siempre que puedo voy a la playa para distraerme un rato y pasar algo de tiempo al aire libre. No soportaría vivir en un Distrito como por ejemplo el 3, que es todo ciudad. Al final, la pregunta de mi acompañante me saca de mis pensamientos, y noto cómo se me forma un nudo en la garganta. Arianne es la primera persona en saber mis verdaderas motivaciones para ser tributo, porque no me he atrevido a decírselo a nadie. Dax no lo sabe porque se lo diría a nuestro padre, y la abuela acabaría enterándose, así que prefería que se enteraran de lo que pasaría cuando ya fuera demasiado tarde.

— No tiene importancia, Ari — acabo por decir seguido de un ligero encogimiento de hombros. Pero ambos sabemos que no. No es algo de poca importancia que haya dicho, sino que si uno se para a pensarlo, he soltado una locura. No obstante, tiene que entender por lo que estoy pasando. Estoy harto de irme a dormir y despertarme sobresaltado en mitad de la madrugada, sin ni siquiera estar seguro de dónde narices estoy. Sin saber si sigo en ese maldito oasis de la arena, y si Bambi está durmiendo a mi lado, pegada a la hoguera que encendía yo cada noche para no morir congelados con el frío del desierto. Es una locura, pero hay días en los que echo de menos aquella época simplemente porque no sabía todavía a qué me enfrentaba, ni mucho menos sabía que los Vigilantes habían estado jugando con nuestra memoria para que no recordáramos nada. — Es solo que estoy harto de todo. No sé cómo lo soportas tanto. — Lo cierto es que la admiro por su capacidad, pero estoy seguro de que como todos, no lo tiene superado al cien por cien. Es imposible que alguien lo haga después de vivir ciertas cosas. — Una parte de mí sigue deseando que pase, pero luego recuerdo que tú estás ahí también y... Es todo un maldito caos.

Cada vez que pienso que por fin todo acabará, intento convencerme de que Arianne podría salir de ahí porque ya lo consiguió una vez pero, aun así, no soportaría que tuviera que enfrentarse de nuevo a eso. — Es todo una acumulación de problemas, supongo. Mi madre está por ahí perdida y me siento como un inútil por no poder encontrarla — reconozco. Alguna vez le he comentado muy por encima que mi madre es humana, pero nunca he entrado en detalles porque odio hablar de esas cosas. Al final acabo riéndome cuando dice que si no fuera porque teme romperse la mano, me golpearía. — Dolería, pero al menos ambos iríamos a juego por mancos — respondo una vez he dejado de reírme. Sabe que tengo el brazo izquierdo inútil, como si no lo tuviera, vamos. A partir de ahí centro toda mi atención en su respuesta a por qué se ha presentado como tributo, y frunzo un poco el ceño mientras la escucho. La verdad es que nunca me ha parecido antisocial porque literalmente desde el primer momento congeniamos, y prácticamente siempre acepta mis caprichos. Como cuando le dije de ir a aquella fiesta de Seth en Halloween; o como cuando quise que formáramos un equipo de Quidditch.

— Lo entiendo. — Es verdad, tiene sentido lo que dice pero... — Preferiría que no lo hubieras hecho. — Ya no es solo porque sería más fácil para mí que así pudiera mandar todo a la mierda, sino porque estaría más tranquilo. Porque sí, independientemente de lo que yo quiera, no me fío de los Juegos por mucho que hayan mandado a nuestro líder del mañana y a ese ministro. ¿Quién me dice a mí que no los sacaran cuando las cosas se compliquen? Ellos son los que controlan los Juegos, y si ya fueron capaces de sacar tributos de una arena cuando eran los Black quienes controlaban los Juegos, a saber qué harían ahora que tienen en el absoluto poder. No hay que subestimarles, no después de todo lo que hicieron cuando únicamente vivían entre las sombras. — Creo que ya sabes por qué lo digo. — Estamos en medio de la calle; no tengo ganas de que nos metamos en un lío porque yo diga ciertas cosas que no debería decir.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Reprimo las ganas de reírme cuando dice que no sabe como lo soporto tanto. No es que lo soporte, es que he aprendido a convivir con ello. A convivir con las pesadillas, con los recuerdos... a convivir con lo que hice y con el hecho de que no sirve de nada que siga llorando por las esquinas porque nada de eso hará que ninguno de ellos vuelva; lamentarme no va a hacer que lo que hice desaparezca. Al final, después de tanto tiempo, he acabado hasta agradeciendo las charlas con Jean. Sus insistencia en que siguiera adelante y dejara de lamentarme porque no servía de nada hacerlo, ni va a servir de nada. Meto las manos en los bolsillos mientras camino y escondo como puedo el rostro detrás de la bufanda que he decidido coger en el último segundo antes de salir de casa. –Cuanto más pienses en ello más vas a sentir que no puedes más, que no lo soportas y que te supera– susurro con el rostro escondido detrás de la bufanda pero mirándolo de soslayo por el rabillo del ojo. Es duro. Siento como si fuéramos, de alguna forma, la cara y la cruz de una misma moneda; una moneda en la que ambos lados ha pasado por lo mismo, ambos lados se quemaron en un momento concreto. Me siento un poco culpable por no haber visto su 'edición', por no saber del todo que fue lo que le pasó allí dentro más allá de los resúmenes que si me he tragado mientras ojeaba la televisión. Murió alguien que quería. Se notaba que sentía algo por aquella chica y eso lo hace todo mucho más triste.

–No tienes que preocuparte por mí, puedo cuidarme solita– digo entonces arrugando un poco los labios. Si él está pendiente de mí yo no podré estarlo de él así que no voy a permitir eso. Yo soy la mayor, yo soy la que, de los dos, está más capacitada mentalmente así que yo seré la que cuide de ambos y no voy a discutir eso también. Suspiro cuando habla de su madre y asiento con la cabeza comprendiendo que es lo que quiere decir. Pero no es justo que se sienta así, me molesta que se eche las culpas de cosas que no debería o que se sienta mal. Es normal que esté mal, acaba de sobrevivir a algo que, se supone, era seguro y que nadie moriría pero personas murieron delante de él. Es cierto que, quizá, mató a alguien fruto de alguno de los trucos y de la confusión, pero no lo hizo queriendo así que no debería seguir mortificándose por eso y, aún menos, arriesgando su vida de esta forma. Dentro de lo que cabe yo cuando salí de mi Arena no volví a ponerme en peligro porque ni salía a la calle pero él se ha apuntado a otra locura de éstas al poco tiempo de poner un pie fuera de la primera. –Deja de sentirte inútil– digo empujándole un poco con el hombro. –Saliste de allí, paseaste bien por una pasarela, has conseguido que alguien como yo te hable... ¿de verdad crees que eres u inútil? Has conseguido tres imposibles– digo con tono de broma en un intento de sacarle una sonrisa. Es tan complicado hacer reír a alguien cuando hace siglos que no mantienes una conversación con alguien que no sea cercano a ti...

Me quito la bufanda de la cara y me cojo de su brazo para acurrucarme más contra él mientras caminamos y sigue hablando. Se me escapa un risa amarga ante lo que dice. –Y a mi me habría gustado que tú no te hubieras apuntado para hacer alguna locura. Pero mira. La vida es así.– le pellizco en el costado divertida pero me pongo seria en apenas unos segundos y me obligo a mí misma a mirar hacia ambos lados de la calle con cierto disimulo. No hay nadie pero una nunca se puede fiar. Habiendo magia puede pasar cualquier cosa. Como las palabras tabús. Vuelvo a fijar la mirada al frente viendo como nos vamos acercando al centro comercial del distrito. –No me preocupa morir ahí dentro... me preocupa hacerle daño a alguien– consigo susurrar a dura penas notando un pinchazo en el estómago con solo pensarlo. Mi afán de superviviencia en mucho superior a cualquier otra cosa que tengo dentro y no soporto que sea así pero ya me traicionó una vez. Al principio era un 'hacerle daño a alguien que conozco', ahora es un 'hacerle daño a alguien'. Simplemente. Me da igual conocerlo o no, me da igual que sea un preso. No quiero que todo se venga del revés y acabemos haciéndonos daño unos a otros. Trago saliva lentamente y me aprieto más contra él.

Poco me dura la buena sensación cuando escucho un cuchicheo y me inclino un poco hacia un lado para ver de quien se trata. Al percatarse de que las he visto se callan y siguen su camino. Bufo con fuerza, formando una densa nube delante de mi rostro, y ruedo los ojos. –Te has venido al distrito de los cotillas y te has acercado a un foco de cotilleos.– gruño de mala gana.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Asiento ligeramente cuando dice que pensar en ello es peor, porque tiene toda la razón. Pero no sé qué decirle. Durante el día siempre intento mantener la cabeza ocupada en otras cosas, ya sea estudiando todo lo posible para aprender magia, o con Dax, o planeando cómo encontrar a mi madre. Creo que incluso acabé apuntándome a los Juegos no solo para acabar con todo de una vez, sino porque también me serviría para distraerme. Quizá no fue muy buena idea teniendo en cuenta que todos mis problemas fueron a raíz de unos Juegos. Hasta ahora no me había parado a pensarlo, pero me preocupa cómo vaya a estar cuando empiecen, y si la arena será parecida a la de los míos. Creo que no soportaría otra vez tener que dormir en un maldito oasis y encontrarme una tarántula cada dos por tres. Pensaba que mi aracnofobia estaba mejor después de todo eso, pero descubrí que no viendo el otro día un documental con mi hermano. Lo que hace el aburrimiento. — Lo sé... pero las pesadillas no ayudan tampoco — respondo al final. Las pocas veces que consigo dormir es para tener un mal sueño que más de la mitad de las veces es centrado o bien en Alana, o en Bambi. Imagino, y espero, que algún día se acabarán, pero por ahora la situación es esta.

— Me preocupo porque eres mi amiga. — Y no soportaría perderla. Es la primera vez que la considero como tal en voz alta, pero ambos sabemos que hemos llegado a un punto en el que no somos simplemente conocidos. ¿Qué conocidos se cuentan estas cosas? En cierta manera, nuestra amistad me ha ayudado más de una vez por ver que no estoy tan solo como creo. Y me hace reír, como ahora mismo con lo que dice sobre los imposibles. — No me recuerdes lo del desfile. Además, técnicamente han sido cinco — empiezo a decir cuando poco a poco la risa disminuye. No me arrepiento de aquel desfile simplemente porque fue ahí cuando conocí a Arianne. Algo bueno tenía que tener el haber hecho el ridículo con esas pintas. — Te convencí para ir a la fiesta de Seth, y hasta para formar un equipo de Quidditch. — Intento sonreír con algo de prepotencia y orgullo, pero no sé si lo consigo, o si simplemente parezco un idiota porque presumir no es lo mío. Sé que no soy un inútil, pero desde hace tiempo, cuando me propongo algo, no lo consigo. Lo que sí que tengo, literalmente, es un brazo inútil al que intento no mirar porque me recuerda aún más todo lo que he perdido. No mentía cuando le dije a Veorica que mirarse al espejo después de ducharse es más difícil de lo que parece; fue una de las pocas verdades que dije en aquella estúpida entrevista.

Trago saliva cuando dice que preferiría que no me hubiera apuntado, porque lo entiendo y eso hace todo esto aún más doloroso, pero al menos se lo ha tomado mejor de lo que esperaba. Siendo sincero, pensaba que quizá se pondría a gritar o algo. Mi abuela lo hizo sin saber las razones que me han motivado a apuntarme, y temía que le diera un infarto. — No le harás daño a nadie, Ari. Los Juegos no serán como yo creía — digo, e intento sonar convencido. Ni yo mismo lo sé porque creo que al final sí que he llegado a creer que los Juegos serán como yo pensaba. Ni siquiera que esté el líder del mañana me hace pensar lo contrario. No sé lo que es hacer daño a alguien siendo tributo porque, por suerte, yo me ahorré esas cosas. Sí que vi muertes, pero ninguna por mi culpa, sino que por la loca de Alana o por mutos desagradables. No tuve la culpa ni de la de Bambi, por muy culpable que me sienta constantemente. Lo sé, pero el problema es que ese sentimiento sigue ahí. Tengo que desviar la mirada hacia el centro comercial para centrarme en otra cosa, y frunzo ligeramente el ceño porque es la primera vez que lo veo. Llevo viviendo aquí ya poco más de un mes, pero apenas he salido de casa. Excepto para ir a ver a Arianne, o para ir a la playa. Incluso he llegado al punto de empezar a utilizar la aparición para ir al Royal con tal de no tener que ir a la estación de tren.

El disimulo no es lo mío, así que nada más escuchar sus palabras, giro bruscamente la cabeza hacia las cotillas que dice. Hasta estoy a punto de soltarles algo, pero siguen su camino y me quedo con la palabra en la boca. — Estas cosas en el 7 no pasan. Tenemos el bosque para revelar nuestros oscuros secretos — bromeo, y le doy un pequeño golpe en el hombro. Lo más parecido aquí es la playa, y siempre está abarrotada, independientemente del clima que haga. — ¿Me ayudarás a escoger un perro? — He venido sin una idea en mente, así que lo más probable es que acabe comprando al que primero me robe el corazón. Puede que ahora ya no tenga tantas ganas de morir en la arena, pero sigo queriendo un perro aunque me lo quede yo y no Dax porque me ayudará para distraerme.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Arrugo los labios con gesto de molestia. Cada día comprendo mejor porqué nos llevamos bien o por qué nos entendemos de esta manera; él tuvo problemas con el fuego en sus 'Juegos' y yo los tuvo también los míos cuando casi muero asfixiada por el humo de todo el bosque en llamas, las ramas cayendo, los árboles cortándome el paso por todos lados. No tenía escapatoria alguna. No quiero ni cerrar los ojos ahora mismo porque sé que si lo hago todos aquellos recuerdos vendrán a mi cabeza, me recordaré corriendo en busca de una salida que no encontraba por ningún sitio y que hubo momentos que pensé que no existía y que moriría allí. Moriría sin saber si Theseus seguía vivo, sin saber si Alexander seguía vivo. Intento respirar aire con tranquilidad para que no se percate del malestar que me han producido sus palabras porque no es su culpa, es algo que está en mi cabeza y que me lo podría haber recordado cualquier otra persona también. Como muchas veces pasa. – Todas esas cosas no van a desaparecer nunca, Jasper, las pesadillas, los recuerdos asociados con un olor, un color, una palabra... siempre van a estar ahí pero tenemos que intentar que no nos destrocen la vida que... nos hemos 'ganado' – hago las comillas con mis dedos cuando digo ganado.

Me río de mis propias palabras sobre los imposibles. Pero es verdad. ¿Por qué iba si no a ir a aquella fiesta? ¿O el Quidditch? Todos en casa se sorprendieron cuando les dije que había hablado con Jasper y fue como '¿Quién es ese Jasper y por qué no había aparecido antes?' Después de lo ocurrido en la carrera y aquel chico... nadie había sido capaz de hablar conmigo porque no lo he permitido pero con él he tenido cierta predisposición a hablar porque siento que tenemos cierta conexión que me hace confiar en él como hacía tiempo que no hacía. Además de que me siento útil cuando intento animarle, hacerle sonreír o aconsejarlo con cosas que me ha aconsejado Jean y, en cierto modo, a mi me han servido.

Hago una pequeña mueca ante lo que dice pero asiento con la cabeza mientras camino con gesto decidido. Me río cuando me habla del bosque del siete y me ha un golpecito. – ¿En serio? – pregunto arqueando ambas cejas y le saco la lengua. – Aquí es complicado encontrar algo de paz así... aunque hay una zona en la playa que no va mucha gente porque es cerca de unos acantilados, podríamos ir algún día – digo pasándome la mano por el pelo con gesto pensativo, me muerdo la mejilla por dentro y le suelto cuando estamos, prácticamente, entrando en el centro comercial. No hay mucha gente. Es lo que hay, le temen al frío, así que no vamos a tener que tratar con mucha gente ni con muchas miradas. Abro la boca sorprendida cuando me dice que comprar un perro. – ¡A por un perro! – le agarro de la mano, del brazo bueno claramente, y tiro de él en dirección a las escaleras mecánicas. Apoyo el culo contra la barandilla mientras subimos y, cuando estamos en la segunda planta, tiro de nuevo de su mano para ir hacia la tienda de mascotas que conozco. – ¿Qué clase de perro quieres? – pregunto mientras empujo la puerta de la tienda para entrar.

Una dependienta se acerca hasta nosotros de mala gana pero, cuando ve de quienes se trata, nos sonríe ampliamente preguntándonos si necesitamos ayuda. – Estamos mirando, si te necesitamos te avisaremos – digo solamente para girarme hacia Jasper y tirar de él hasta una zona donde se ve que hay cachorros. Me da mucha pena verlos enjaulados... pero yo ya tengo a Pyro y si llevara otro animal a casa, aunque se que no me dirían nada y me dejarían, no quiero tener que ponerlos en el compromiso.
Arianne L. Brawn
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