The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Tengo que admitir que esa vez el traslador me ha mareado bastante así que me siento ir al suelo cuando aterrizamos pero el agarre del auror me mantiene en pie. Me cuesta un poco retomar la vista mientras le oigo. Ya le reconozco, es ese auror que se encarga de cuidar a mi madre en los turnos de noche. Odio su nombre porque nunca lo recuerdo. - Ri...sotto - Tiento. Pero su mirada es tan de mal humor que me limito a hacer una mueca de "vale" con obvio desdén mientras sigo sus pasos hacia recepción. El labio se me ha hinchado por culpa del par de puñetazos que el idiota del trece me colocó y además la herida de la cabeza siguió sangrando hasta que me impidió abrir el ojo del todo. Me quedo farfullando mientras explica que necesito un médico y ruedo los ojos. - No necesito un médico, estoy bien - Por si esto ya no fuera lo bastante humillante, Allen aparece por la esquina dejando caer unas carpetas de la sorpresa. - ¿te has peleado de nuevo? - Chisto. - ¿Que mierda te hace pensar eso? - Ni siquiera se molesta en volver a usar la voz, con un gesto obvio, señala su propia cara, aunque refiriéndose a la mía. Vuelvo a chistar y desvío la mirada hacia otra parte, lo cual le acaba por dar la razón.

- Se lo merecía. - Acabo por soltar cuando pide una camilla. Me limito a refunfuñar todo el camino aunque conforme va desapareciendo la adrenalina también lo va haciendo el enfado y gradualmente va siendo sustituido por el cansancio. Es así como justifico el mareo que repentinamente me produce la camilla en movimiento. Me tumbo sobre ella de medio lado y recogido en posición fetal, oyendo la condescendiente voz de Allen otra vez, que insiste en que no puedo dormirme, cosa que me apetece soberanamente. - Estoy bien -¿Cuántas veces tendré que decir eso antes de que me crea? Finalmente me fuerza a quitarme las manos de la cara que me llevo cubriendo un buen rato y empieza a hablarme de cosas que no me interesan y sabe que no me interesan, pero su fin no es entablar una conversación sino evitar que me duerma, justificando que los golpes en la cabeza, incluso si parecen tontos, pueden ser peores a la larga. - Tú si que eres peor a la larga.
Seth K. Niniadis
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As many things I wish I didn't do ○ Alice IqWaPzg
Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Llevo varias horas plantada delante de la televisión alimentándome a base de palomitas y chocolate, una combinación de sabores bastante rara. Como no me acuerdo de a qué hora se suponía que empezaban los juegos y soy demasiado inútil con la tecnología como para mirarlo en alguna guía, acabo tragándome no-sé-cuántos episodios de lo único interesante que echan días como hoy. Donde la gente se insulta, se lanza cosas y ese tipo de tonterías que hacen las personas con poco cerebro. Ni siquiera sé en que estaba pensando cuando me puse a verlo, pero la verdad es que es bastante gracioso. Mientras ponen anuncios es cuando cambio de canal para echarle un vistazo a como va el tema del entrenamiento de los juegos y tengo suerte de que a la tercera pausa del reality justo están por empezar. Busco a Seth con la mirada con un ligero interés que hasta hace unos pocos segundos ni sabía que estaba ahí. Incluso me inclino un poco hacia delante, tanto que no me como el suelo de puro milagro.

Los primeros quince minutos se dedican a presentar a los tributos - como si no los hubieran presentado ya lo suficiente -, durante los cuales dos veces estoy por volver al canal anterior por la chapa que están dando. Me doy cuenta de que ya ha empezado la carrera cuando alguien le lanza un hechizo a otro y casi lo mata del susto. No veo en qué se diferencian estos juegos a los anteriores a parte de en la parte de morir - aunque ya veremos si eso también es verdad -, no son más que ratas de laboratorio siguiendo las normas de una mujer que prometió que no se volverían a implantar los juegos y al final acabó haciéndolo. Bueno, no estoy segura de si lo prometió, pero suficiente para mí. Apago la televisión y subo a mi cuarto cuando la pone se pone demasiado desagradable y todos acaban peleándose con todos, incluido Seth. No sé si es por verlos pegarse o porque de verdad quiero hacerlo, pero dan ganas de darle un tortazo a mi novio. ¡Golpear a un lisiado! A quién se le ocurre. A él, está claro.

Sigo enfadada cuando Allen llama para decir que se encuentra en el hospital por el golpe que le dio el sordo después de que el lo pegara, y sigo enfadada cuando voy de camino en medio de la oscuridad a pesar de que son las 7 de la tarde. Aparezco bastante más rápido de lo que me esperaba, relajando la velocidad de mis piernas mientras doblo la esquina y veo su pelo moreno tendido en una camilla, de espaldas a mí. - ¿Yo también soy peor a la larga? - pregunto antes de que mi padre abra la boca para contestar. Hago un pequeño gesto con mi cabeza hacia él a la vez que mi boca murmura un hola. - Uf, estás más feo de lo habitual. - suelto no muy segura de si es un buen momento para hacer bromas, acercando la primera silla que encuentro y quitándome la chaqueta. Realizo un leve suspiro. - ¿Cómo estás? - es una pregunta retórica más que una pregunta normal porque es obvio que por el aspecto que tiene, no está bien, a pesar de que él diga lo contrario. Apoyo mis codos sobre la camilla y la barbilla sobre mis manos, ladeando la cabeza. - Apuntarte a esa mierda fue una completa tontería. - agarro su mano sin apartar la vista de sus dedos. - ¿Te han puesto puntos? - cambio de tema tras observar con mis propios ojos la herida de su frente.
Alice D. Whiteley
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As many things I wish I didn't do ○ Alice DBmC5E4
https://www.themightyfall.net/t8274-whiteley-alice-dalia
Seth K. Niniadis
Fugitivo
Mi vista se va hacia Alice cuando aparece por la puerta y luego hacia Allen porque sé que obviamente le ha llamado él, aunque no sepa en qué momento, porque conociéndome como me conoce debería haber intuido que no iba a dejarlo. La última vez que fue Alice la que estuvo en el hospital ni siquiera me llamó, solo porque no quería que me preocupara. Podría haber hecho lo mismo ahora. Me cruzo de brazos indignado sin responder a sus palabras, haciendo una mueca cuando me llama feo. - Mira quien habla. ¿Te has visto al espejo? - Bajo mis pies de la camilla con intenciones de levantarme, pero me quedo con las piernas colgando cuando la mano de Allen se pone sobre mi brazo forzándome a quedarme donde estoy. De todas maneras tampoco iba a pararme, nada más me he levantado de la camilla me he mareado de nuevo. Ha sido mala idea pero no pienso volver a recostarme. Parecerá peor de lo que fue realmente. - Bien. Tu padre es una nena histérica. - Ok, basta de meterme con el género de la gente hoy.

Suelto un suspiro cuando me recuerda, por millonésima vez, su opinión sobre los juegos y paso mi mano para apartar mi pelo de la frente, cosa que me hace soltar una mueca de dolor porque rozo con los dedos la herida por accidente. - No es como que tuviera mucha elección. Pero si, es una tontería. No saben perder. - Le echo el muerto a otro y la miro raro cuando menciona los puntos; luego miro a Allen, que pasa su varita por la herida deteniendo la sangre que emana de ella. Me paso el puño por el ojo para quitar los restos de sangre y poder abrirlo (cosa con la que tampoco está de acuerdo). Me mantengo callado mientras acaba y al final solo queda una mísera tirita sobre la herida que ha cauterizado con magia. Promete que traerá algo de comer y se larga de la habitación esposándome a la cama. - En serio. Yo empezaría a preguntarme porqué tu padre lleva esposas en los bolsillos. - De todas manera si quisiera, y atado o no, podría desaparecerme. Creo que no se ha actualizado todavía en cuanto a la cantidad de cosas mágicas que he aprendido a hacer los últimos meses.

Suelto un suspiro. - ¿No habías dejado de venir al hospital? - Murmuro como quien no quiere la cosa, desviando mi mirada hacia la pared e hinchando mi mejilla una y otra vez.
Seth K. Niniadis
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As many things I wish I didn't do ○ Alice IqWaPzg
Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Por sus gestos deduzco que no esperaba que apareciera, y mucho menos que lo hiciera tan rápido. Suelto un suspiro parecido a una risa cuando responde a mi comentario sobre lo feo que está así. - Vaya hombre, pensé que te alegrarías más de verme, dado que llevas sin llamarme días - no recuerdo si fueron días o semanas, pero sí que está tan ocupado con los juegos que ni siquiera tiene tiempo para llamar de vez en cuando. Sin embargo sigue sin ser un bueno momento para reprocharle este tipo de cosas, por lo que sonrío nada más terminar la frase, como si lo hubiera dicho de broma. - Bueno, al menos sabemos que el golpe no te ha quitado tu sentido del humor. - digo cuando llama a mi padre nenaza, sin saber realmente si me río más por la forma en la que lo ha dicho o por la cara de indignación que pone Allen nada más soltarlo. Creo que más por lo segundo que por lo primero.

Observo como con el simple movimiento de la varita la herida de su frente desaparece y se sustituye por una simple tirita. A veces se me olvida - incluso después de tanto tiempo -, que la gente ya no hace las cosas a la antigua usanza cuando la magia está de por medio. Inconscientemente me muerdo la mejilla interna sintiéndome un poco inútil al haber dicho esa tontería. Ignoro su comentario sobre los juegos, aún con el pensamiento de culpa en mi cabeza, porque sé que si empiezo a hablar sobre ello, acabaremos discutiendo. Él piensa que no tiene otra elección cuando se trata de su madre, y yo que no estoy de acuerdo con lo que ella le ha mandado hacer. Y tengo razón, ella no necesita mandar a su propio hijo para demostrar que van a ser diferentes. Tiene demasiados seguidores como para no poder hacerlo por su cuenta.

- Supongo que lo hace para que pacientes como tú no hagan lo que no deben mientras ellos no están. - digo totalmente convencida de mi razonamiento cuando en realidad no entiendo porqué narices lo ha esposado. ¿No se supone que las esposas solo son para pacientes que pueden dañar al resto del personal? De todas formas me encojo de hombros levantándome de la silla y sentándome en la esquina de la camilla, antes de subir las piernas y colocarme en posición de indio ahora que mi padre se ha ido. Su siguiente pregunta me toma por sorpresa, y tengo que mirarle antes de saber contestar. - Emmmm, ¿sí? - pregunto primero en voz alta girando un poco la cabeza, no muy segura de si era eso lo que quería oír o no. - Allen ya no está tan enfadado como al principio, a veces vengo, pero es una mierda porque solo puedo mirar. - vuelvo a elevar mis hombros, esta vez de forma más suave - Aunque cuando me enteré de que alguien te había dejado un ojo morado no me pude resistir a venir. ¿Cuándo le dictan la sentencia? - bromeo guiñándolo un ojo sin poder evitar reírme. Debería ser un tema serio porque llega a ser un humano y ya le hubieran cortado la cabeza.
Alice D. Whiteley
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Mi respuesta a su queja de que "no le he llamado" es un simple tsk. No pienso entrar en esa discusión porque si hablamos de quien no le avisa las cosas a quien, ella sale perdiendo. SE ESCAPÓ DEL MALDITO DISTRITO. Eso fue una estupidez. Yo hago estupideces todo el tiempo, sé reconocerlas de lejos. Si ella hubiera tenido la decencia de decirme que se iba, seguramente habría podido decirle lo estúpida que era su idea. Lo peor de todo es que su excusa fue que sabía que iba a decírselo a Allen si yo no podía convencerla de quedarse y se lo decía, su plan si se estropearía porque Allen es... bueno, un mandón del carajo cuando le sale la vena de padre que tiene activada desde dios sabe cuando  y si hubiera tenido que amarrarla a la silla hasta que entrara en razón, probablemente lo hubiera hecho.

Mientras habla de porqué llevo esposas muevo mi muñeca, lo cual hace chocar metal contra metal y hace un ruido ensordecedor. Por un momento espero que moviéndola sin más se caiga al suelo, solo por el placer de decir "mira, me solté" para ver su cara de incredulidad. No creo tampoco que hiciera falta porque no voy a irme. No creo que pueda. - Ese sí no ha sonado a una respuesta. - Me aventuro a mirarla con el cejo ligeramente fruncido. - Deberías dejar de venir. - Comento como si las palabras no hubieran salido de mi boca. - ¿qué harías si alguien te pide que hagas algo? Algo con una varita. - Hago énfasis en la palabra "varita" para no tener que explicarle a qué me refiero. Sé que más de una vez ha atendido urgencias y si bien algunas de ellas no pueden curarse con un simple episkey, sino que requieren pociones y ungüentos que sé que se sabe de memoria, sigue siendo una imprudencia. - Fuiste estúpida yéndote. Hasta mi madre me preguntó porqué lo habías hecho. Tuve que decirle que rompimos. - Cosa que la tranquilizó porque bueno, se comió toda mi ruptura con Audrey y Audrey ahora vive en el ocho. No sería la primera vez que una chica se va al quinto carajo solo para no volver a verme la cara. Aunque durante los días que pensó que habíamos roto, porque luego cuando volvió le tuve que inventar otra mentira, parecía bastante decepcionada. - Si ella sospecha que pasó algo raro con eso. Imagínate el resto. - Acabo en un suspiro, cada vez bajando más la voz porque tengo la sensación de que las paredes tienen oídos.

Que se tome a broma lo de la pelea me hace soltar un bufido. Apoyo mis brazos en la cama (como puedo, al menos el que tengo atado) y me echo hacia atrás, dejando caer mi cabeza mirando el techo. - Aún no la he visto. Pero su respuesta cada vez que me meto en una pelea es castigarme a mi incluso si no es culpa mía. - Murmuro, evidentemente molesto, porque obviamente no considero que pegale a Dwane haya sido culpa mía. Es un capullo. Se lo merecía. - Con suerte está lo bastante ocupada como para que me castigue mi tío Sean. Me gustan sus castigos. Me lleva a comer hamburguesas mientras tiene una de esas charlas de "tienes que dejar de pegarle a la gente". - Imito su voz, obviamente mal, poniendo la voz más grave que tengo y moviendome de lado a lado incluso estirando mis labios como si fuera un pato para arremedar a un invisible tío sean que pesa 200 kg y quiere hacerse un selfie con postura de colegiala sexy frente al espejo. - Dialogando. Así me soportó 16 años.
Seth K. Niniadis
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Mi cara en este momento es de completa incredulidad y tengo que mirarle a los ojos para poder creerme que haya soltado eso. Suspiro para intentar mantener la calma, pero ese intento se queda en un proyecto inacabado. Salto de la cama impulsándome con las manos para ganar más velocidad y comienzo a caminar de un lado a otro de la habitación, haciendo aspavientos con los brazos y manos mientras hablo. - ¿Acaso estás insinuando que porque no sepa usar un palo eso ya me deja como inútil? ¡Perdona entonces por intentar hacer algo normal, eh! - aprieto los puños para luego abrir las palmas de mis manos con fuerza. - Claro que es muchísimo mejor, que me quede en casa haciendo lo que se supone que debería de estar haciendo. Como lavar, cocinar y esas cosas que hace la gente inútil como yo, ¿cierto? - me cruzo de brazos, mirándole. Si las miradas matasen, él ya estaría enterrado. - Antes me pego un tiro. - digo completamente en serio, aún con las facciones de mi rostro tensas. Me suicidaría antes de tener que lamerle el culo alguien y cargar con sus mierdas.

Creo que ya tuve un par de conversaciones parecidas con Allen, tuvieron el mismo rumbo que esta. - Wow. Dos insultos en dos frases, te estás luciendo. - escupo cuando me vuelve a insultar. No está precisamente para llamarme estúpida porque él hace cosas más estúpidas que yo y muchísimo más a menudo. - Tu madre no tendría que haber sabido nada. Ni siquiera sé porqué se lo dijiste. Lo que pasó fue algo que no tendría que haber pasado. - es cierto, alguien le tuvo que decir a Jamie que yo me había ido, y dudo que fuese Allen quien lo hizo. - Además, creo recordar que no fui yo la única que se escapó del distrito. - añado con un evidente retintín en mis palabras, haciendo memoria de cuando él se fugó del once por... por ninguna razón en concreto. Eso fue más estúpido que lo mío. - Puedo imaginarme el resto. - ruedo los ojos, intentando que se me pase el enfado repentino.

Me dejo deslizar sobre la pared para acabar sentada en el suelo con las piernas dobladas y cerca de mi pecho, aún un poco mosqueada por todo lo que dijo. Frunzo el ceño cuando empieza contarme sobre la comparación entre los castigos de su madre y su tío Sean. - Creo que tu madre y Sean tienen una definición diferente de castigo. - eso fue algo que en realidad no quería soltar pero que acaba por salir de mi boca. Paso las manos por mi cara mientras murmuro un arrrrg de frustración. No sé porqué, dado que en teoría no tendría porqué hacerlo, pero quiero pedir perdón. Eso también se queda en un proyecto.
Alice D. Whiteley
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Mi cara es de total confusión cuando interpreta mis palabras de una forma que ni siquiera entiendo. ¿De verdad piensa que es solo por la maldita varita? - ¡No he dicho eso! ¡Mierda, Alice! No se trata de lo que puedes hacer o de lo bien que lo haces. ¡Se trata de lo que no puedes hacer y de lo que eso te costaría si alguien se entera! - De repente estoy gritando. Me bajo de la cama para andar hacia ella olvidando por completo que estoy esposado a ella, llevándome un buen tirón en la muñeca por la brusquedad de mis propios movimientos, y retrocediendo al desequilibrarme. Suelto un gemido cabreado sacudiendo mi mano reiteradas veces como antes, aunque de un modo más violento, para intentar librarme de las esposas, pero solo consigo hacerme daño en los brazos. - ¡Estás sacando las cosas completamente de quicio! Deja de tomartelo como si te estuviera prohibiendo seguir viviendo, joder - Desisto con las esposas, al menos por la vía convencional. Está claro que no voy a conseguir que se caigan sólo deseándolo.

No puedo quejarme de nada respecto a lo de mi madre porque pregunta más por ella de lo que me gustaría y rara vez se me ha dado bien mentirle a alguien a la cara si me pilla de sorpresa. Así que como es habitual me he puesto a soltar balbuceos y ella frunció el entrecejo, lo cual significaba que ya sabía que algo raro estaba pasando. La miro furioso cuando me reclama haberme escapado del distrito porque mis motivos eran completamente distintos. Igual de estúpidos pero eran distintos. - Si me hubieras preguntado si era una buena idea, ¡te lo habría dicho! ¿Sabes cuantas veces estuvieron a punto de matarme por esa ridiculez? - Intentaba salir porque Jared me ahogaba. Porque el once me ahogaba. Porque mi vida acababa de dar un giro drástico y repentinamente estaba en el punto de mira de todo el maldito mundo. Y porque estaba deseando que me mataran. - ¡Que yo arriesgue mi maldita vida no te da permiso de hacer lo mismo! - Y por un momento recuerdo a mi Tío Sean gritándome cuando era pequeño.

El once no fue la primera vez que me escapé. Era algo que pillé por costumbre cuando era pequeño e intentaba entender porqué de repente en una casa donde éramos seis personas, nos habíamos quedado dos. Haciendo eso siempre te juntas con la gente equivocada y esa gente equivocada por lo general, tiene malas ideas. ¿Es que si tus amigos se tiran de un puente lo haces tu también? Es prácticamente lo que acabo de decir, con otras palabras. Aún recuerdo lo mucho que me molestaba que me saliera con esas mierdas. Mi respuesta era casi automática. Siempre le decía que sí. Que incluso si se pegaban un tiro, me lo pegaba yo también. Porque daba igual. Porque a nadie le importaba en realidad. Si le importara, en aquella casa se habrían quedado al menos cuatro personas. No dos. Mi madre se fue porque no soportaba verme. - ¿Fuiste a ver a alguien? - De repente se me ocurre semejante idiotez, porque un recuerdo ha generado otro y me he dado cuenta de que siempre que me he escapado fue por alguien. Nunca decidí hacerlo por mi cuenta. Era para ver a Audrey. Era para ver a Tío Sean. Era para ver a Ben.

Me quedo parado en el lugar, repentinamente aturdido. Creo que ni siquiera sé como reaccionar si me dice que sí. Suelto un suspiro a punto de decirle que me da igual y no quiero saberlo, pero de todas maneras no puedo irme así que lo primero que hago es reventar las esposas usando la telequinesis. Generalmente no la uso porque siempre me causa más problemas que beneficios, especialmente cuando pierdo el control de mi mismo. - Creo que tu no sabes nada de mi madre, así que cállate. - Escupo cada una de las palabras sin pensarlo y bastante rápido, por lo que para cuando soy consciente de haberlas dicho y me arrepiento de ellas ya es demasiado tarde. Aprieto mis manos hasta que las uñas se entierran en mi propia palma y miro las máquinas que hay junto a mi y que están apagadas, solo por tener un lugar donde enfocar la vista. - Solo quiero que no te maten. - Después de un largo silencio, es otra cosa que no puedo callarme. - Pero si te quieres morir, múerete. Que más da. - Giro sobre mis talones para encararla y plantar mi vista en su rostro una última vez. - Si a ti ni siquiera te importa morirte porque va a importarnos a los demás. - Justo cuando Allen abre la puerta de la habitación, desaparezco.
Seth K. Niniadis
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As many things I wish I didn't do ○ Alice IqWaPzg
Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
- No hace falta que lo digas. Sé leer entre líneas - respondo cuando empieza a gritarme sobre lo que realmente se trata. Para mí eso ha sido suficiente como para saber yo sola a lo que se refiere, no necesito a nadie que me lo diga. Dejo la mirada clavada en el suelo, incapaz de volver a mirarle después de todo lo que ha dicho. Ni siquiera levanto la vista cuando intenta de forma estúpida caminar hacia mí llevándose la camilla consigo. - Es que ME estás prohibiendo seguir viviendo. - y no solo él. Si hago esto porque no puedo hacerlo, si vengo al hospital porque tampoco puedo, si salgo de noche porque alguien podría pensar raro. Estoy harta de esos malditos PODRÍA. Sí, también podría caer un meteorito, podría haber un terremoto. ¡Pero son solo suposiciones! ¿Cómo se supone que voy a vivir normal si a cada cosa que hago tengo que pensar en las ochocientas cosas que podrían pasar?

- Espera, ¿¡ahora tengo que preguntarte si está bien cada cosa que hago?! ¡Lo que me faltaba! - ¿desde cuando yo, osea, YO, tengo que hacer caso de lo que me digan los demás? Tengo cerebro, no hago tonterías si no es porque son necesarias, y esa era necesaria. No necesito a alguien que me diga que está bien y que está mal, puedo hacerlo yo solita, gracias. Sacudo la cabeza sin poder creerme que esté diciendo todo lo que sale por su boca. - ¡No todo gira en torno a ti, Seth! ¡Si hago algo estúpido no es porque quiera seguir tu ejemplo! ¡A mí nadie me tiene que dar permiso para hacer nada! - eso no es verdad, pero estoy tan enfadada que lo suelto igualmente, escupiendo todo lo que llevaba guardado desde dentro. No conocía este lado tan asqueroso de mí.

Chisco la lengua cuando por un momento baja el volumen para preguntarme algo aún más estúpido que todo lo que me ha gritado. - Sí, a mi otro novio, no te jode. ¡¿A quién se supone que voy a ir a ver?! - ni siquiera era mi intención ir al dos, solo iba de paso, para ver qué fue lo que se quedó allí, no es como si fuera a quedarme a vivir allí. Allí no queda nadie, nadie que nos recuerde, no tendría sentido volver después de tanto tiempo. Por casualidades de la vida mi madre fue la única que salió viva de la familia aparte de mí, y hablando de ella, ni se lo he mencionado, y ahora mismo, con la situación en la que estamos, yo no pienso decírselo. - ¡Sé lo suficiente como para saber que si se llega a enterar me mataría! - lo haría sin ningún remordimiento de culpa, lo que me hace pensar que si en algún momento Seth piensa que un maldito palo tiene más valor que una persona se está empezando a parecer a su madre.

No puedo contestar a lo siguiente que dice porque ni me lo había planteado. Desde que perdí a toda mi familia en Europa, nunca llegué a pensar que podría cogerle cariño a alguien, menos que alguien me lo cogiera a mí, no de esa forma al menos. Es por eso que cuando recuerdo todas las situaciones en las que me podrían haber pillado, y luego morir, no me había parado a pensar en lo que haría la gente que me importan. Me levanto del suelo, con el enfado corriendo por mis venas, justo en el momento en el que desaparece y acabo hablándole a la nada. - VETE A LA MIERDA SETH KYTZIE NINIADIS. - gruño a pesar de que sé que ya no me puede oír, sin percatarme de que Allen ha entrado y se encuentra en la puerta. Suelto un grito de frustración mientras me hago paso entre el marco y mi padre y después salgo corriendo.
Alice D. Whiteley
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