The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Es otoño. Al fin. La semana que viene será mi cumpleaños, al fin tendré los deseados dieciocho años que todos queremos cumplir. Pero todas esas ilusiones que viene con esa edad para mí ya no serán reales. Recuerdo que siempre hablaba con mis amigas de la gran fiesta que haríamos en mi dieciocho cumpleaños, más bien en el cumpleaños de cada una de nosotras, y como ya no va a pasar, como no vamos a estar juntas ni lo voy a celebrar. Presiono la almohada contra mi rostro. Escucho la lluvia golpetear la ventana de mi habitación y, es más, creo que la dejé abierta pero no tengo ganas ni fuerzas de levantarme para cerrarla, no quiero moverme ni un ápice, solamente quiero dormir o imaginarme como sería mi perfecto cumpleaños. Con mis padres, mi hermano, mis amigos... puede que incluso invitara a Derian o Benedict pero, claramente, la mitad de las personas que quiero en ese día no estarán. Mi padre, Derian, Benedict, amigos... solo tendré a dos personas y no se si quiero celebrarlo así.

Acabo levantándome y vagabundeando por la casa en silencio, solamente observando los fotos o los cuadros de las paredes, observando el sofá, la mesa, la televisión... hasta que entro en la cocina y me pongo de puntillas para asomarme a los estantes superiores de las repisas. Voy a cumplir dieciocho años así que puedo... ¿beber? Antes ya he bebido pero esta será una ocasión especial. No está mal beber a solas, recuerdo que Derian lo hacía y me daban ganas de golpearlo, eso era cuando era mi mentor, después me importó más bien poco si bebía o no. Suspiro alcanzando la primera botella que pillo y sin importarme de qué se trata. Agarro un vaso y subo las escaleras de puntillas aunque se que no hay nadie en casa que me pueda oír o preguntarme que estoy haciendo. Cuando estoy en la habitación comienzo a hacer un puzzle con el vaso a mi lado, bebiendo de vez en cuando algún trago que otro. -Llevo tres semanas viéndote y te digo que vas ahí.- presiono la ficha contra uno de los espacios vacíos del puzzle e un intento de que encaje. -¡Que es tu sitio, no me discutas!- le espeto a la ficha levantándome, hecha una furia, con la ficha en la mano y dando vueltas por la habitación. -Si no es por las buenas es por las malas.- Salgo de la habitación y llego hasta el final del pasillo observando las... doscientas escaleras que hay hasta llegar al comedor. Parpadeo un par de veces y froto las manos contra mis ojos; pero siguen ahí, esas doscientas escaleras con una larga alfombra de color rojo bermellón. Miro el reposamanos y luego a la ficha con gesto divertido. -Si bajo antes que tú las escaleras entras en el hueco.- aprieto la ficha en mi mano, en gesto de que hemos hecho un trato y que no se puede echar atrás.

Coloco la ficha en el suelo y me arrodillo a su lado. -A la de tres- susurro con una sonrisita -una...- me medio levanto -dos...- y antes de que llegue a terminar ese número me levanto de golpe, haciendo trampas claramente porque no voy a dejar que una estúpida ficha me gane una carrera cuando SÉ que va en ese sitio, y me abalanzo contra el reposabrazos para sentarme encima y alzar un brazo. -Estás perdidaaaaaaaaaaaaa- grito intentando resbalar por la madera. Me muevo hacia adelante porque esto no es como las películas que caes super rápido sino que no resbalo y es incómodo. Al final me bajo y miro la ficha fijamente. -No te muevas, no seas tramposa.- grito bajando las escaleras, entrando en la cocina a por una botella de aceite y subiendo a todo correr. -¡Con esto la victoria es mía, muahahaha!- echo aceite por todo el reposabrazos y lo restriego con la mano, con bastante cuidado de no salirme ni un poquito, como si se tratara de un dibujo donde no me tengo que salir de las líneas. Entro a la habitación, cojo la botella y bebo directamente de ella. -Una, dos y tres.- grito abalanzándome de nuevo contra el reposabrazos para llegar antes que la endemoniada ficha al comedor.
Arianne L. Brawn
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Esa mañana salgo temprano para comprar algunas cosas que se han agotado de la despensa. No sé porqué madrugo tanto, nunca fui fan de madrugar, pero agarro la bolsa de comprar, me la cuelgo al brazo como una maruja, agarro mi chaqueta de lluvia y la sombrilla y luego vago por la ciudad lo que me parece una eternidad. Deben ser las 8 de la mañana más o menos. Me paso al menos cuatro horas en el mercad comprando dos cosas, uno, pan que no teníamos y bueno los desayunos sin pan no son desayunos (eso decía mi madre) y segundo, mermelada porque anoche cuando fui a por agua se me resbaló de las manos y el tarro se ha roto entero. Fue un completo desperdicios pero si hubiera intentado recoger lo que sea que no haya tocado el suelo, aún había riesgo de que nos comiéramos un cristal y eso sí que sería un problemón. Los últimos meses han sido raros. Sigo sin acostumbrarme a vivir en una casa ordenada y que encima sea yo quien la mantenga así; echo de menos mis libros por todas partes y la ropa sucia acumulada que luego venía mi abuela a poner en su lugar. Diablos, mis abuelos; echo de menos todas esas comodidades pero las sacrificaría todas por recuperar mi colección de libros sobre Piaget y la evolución. Siempre fueron mis favoritos.

Si de mi dependiera gestionar el poco dinero que tenemos, no tendríamos para comer. Cuando tengo toda la compra antes de la nueve de la mañana, me freno en seco en la feria del libro que está ubicada en la plaza, con toldos que están frenando la lluvia dios sabe como y todo un estante solo para psicología y psiquiatría. Diablos, estoy seguro de que en ese mismo instante me están saliendo chiribitas por los ojos. Localizo más de 10 ejemplares que nunca tuve y ahora nunca tendré y estoy tentado a devolver la mermelada y el pan solo para comprar un libro que ni siquiera puedo permitirme y menos ahora que se supone que no tengo ni voz ni voto propio. - Sería mi regalo de cumpleaños. - Me digo a mi mismo con excusa para comprarlo, cuando realmente debería estar haciendo todo lo contrario. Oye, pero es justo, mi cumpleaños es prontísimo, en unos cuatro o cinco meses... es justo. Espera. - Diablos. ¡Diablos! - El de Arianne es hoy. Una fecha que tengo metida en la cabeza porque su madre no para de llamar por teléfono para preguntar como está y además recordarme su cumpleaños seguramente con la esperanza de que yo hiciera algo al respecto. Aunque esas cosas las hacían mis abuelos. - Piensa. Piensa. ¡Una tarta! - Y un regalo. No tengo dinero para las dos cosas. O compro la tarta. O compro un regalo.

De repente veo el libro del que me antojé antes con otros ojos. Si se lo compro, se lo doy y no le gusta; oye, sigue estando ahí para que lo lea yo. - ¡NO! Eso es egoísta - Y además es hacer trampa. - La tarta. Me quedo con la tarta. La tarta. - Me tengo que repetir lo de la tarta varias veces antes de que mis pies se pongan en marcha bajo la atenta mirada de algunas cuantas viejitas que han presenciado mi pelea mental y de la que se han enterado la mitad. Ahora se me presenta otro problema. ¿De donde saco una tarta?

Me recorro todo el maldito distrito cuatro buscando un pastelería abierta y que tuviera tartas ricas, porque seamos realistas, hay unas que las hacen como el puto culo. Al final cuando vuelvo a casa ya pasa de medio día y tengo un hambre mortal. Lo bueno es que al menos hoy no tendré que preocuparme por el desayuno de nadie de esa casa. - Ya he llega... - En ese momento oigo la voz de Arianne gritando "tres" mientras sale volando por el posa brazos de las escaleras y cae al suelo de jeta. - Ok, no voy a preguntar. Haré como que no te he visto y no volvemos a hablar de ésto jamás. - Me doy la vuelta camino a la cocina para dejar las cosas sobre la encimera y la tarta en la nevera. Mientras guardo el resto de cosas en la despensa echo en falta el vino que compré para cocinar, que no es vino de cocina pero por sugerencias random de revistas de alimentación sana y equilibrada acabé comprando.

De repente, ver a Arianne volando por las escaleras cobra todo sentido. Voy hacia donde está a ver si está bien sintiéndome un poco culpable porque ese vino no estaría ahí si no fuera por mi, y por tanto, teóricamentel la he emborrachado yo. - ¿Estás bien? Por lo general cuando uno celebra su cumpleaños, lo celebra con gente y con globos. He traído globos, aunque no puedo traer gente; y si pudiera, creo que no te caerían del todo bien.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Las escaleras son partes de la casa totalmente innecesarias, la vida de todo el mundo sería mucho más sencilla si hubieran ascensores en todos lados; para subir a la habitación, para subir a la casa del árbol, para subir la cuerda que siempre ponen en gimnasia... ¡cuantos problemas nos ahorraríamos! Están hechas por el diablo así que desde hoy no volveré a subir las escaleras. Creo que colgaré una cuerda, con nudos para que me sea más fácil la subida, y me declararé completamente en huelga contra las endemoniadas escaleras. Sí, señor, ¡en huelga! Me subo de un salto al posa brazos, ya que mi huelga empieza ahora mismo, y la forma que me he ingeniado es más rápida para ganar esta carrera. Nada más decir tres mis piernas ya están en mitad del salto, pongo las manos delante de mi cuerpo, noto como éste se mueve hacia los lados y creo que me voy a caer desde arriba hasta el pasillo de la planta baja, pero clavo bien las uñas impulsándome, sin miedo alguno, hacia el comedor porque la victoria es mía, porque esa ficha entrará donde yo lo mande. Agarro con la boca la botella y salgo disparada como una flecha por el posa brazos que se resbala que da gusto porque... es verdad lo que dicen del aceite, te puedes meter una leche del cien si no vas con cuidado pero en esta ocasión ha sido bastante útil.

No me percato de la puerta, de que alguien ha entrado, porque mi euforia es tal que no puedo prestar atención a nada más, ¡por fin solo me quedarán 79 fichas para terminar el puzzle! Cuando gane esta carrera habré ganado la batalla a las 80 fichas que llevan semanas chuleándome desde mi escritorio. ¡Seré una Vencedora de nuevo! Saco la botella de mi boca y alzo ambos brazos cuando estoy llegando al final pero me caigo de boca al suelo al perder el equilibrio. Abro los ojos a duras penas y veo que estoy en el comedor. En-el-co-me-dor. El grito de victoria se me ahoga en la garganta cuando noto algo punzante en mi estómago, me giro hasta quedar boca arriba y veo que he caído justo encima de la botella, teniendo la suerte terrible de que no se rompiera aunque no me importa mucho porque lo importante son dos cosas: primero que he ganado y segundo que se ha derramado todo el líquido por el suelo y por mi ropa. Miro hacia ambos lados cuando veo... no.... veo la ficha. ¡LA FICHA! -No...- susurro con un intento de voz calmada que se nota a la legua que no es así -¡Trampaaaaaaaaaaaaaaaa...!- alargo la 'a' mucho porque de mi boca sale un sonoro eructo pero me precipito a taparla con ambas manos cuando me percato, entonces, de la presencia de Jean. Me pongo a reír como una loca histérica y sé que en nada se va a poner con una charla de... no sé, con alguna de esas charlas suyas.

Me quedo sentada en el suelo, escucho a duras penas las últimas palabras y no tienen sentido alguno para mi, gateo hasta quedar sentada a sus pies e intento agarrarme a sus piernas para levantarme pero tengo la leve sensación de que mis piernas no me responden como es debido. -No quiero que empieces con una de tus charlas- manoteo al aire -aunque no puedo negar que me gustan porque me gustan tus labios y cuando hablas hacen así- le enseño una mano y junto los dedos simulando que son sus labios para soltar una risita bobalicona.

Muevo una mano para que no me haga caso y me agarro al sofá para levantarme y recuperar un poco de compostura. Carraspeo encaminándome a la cocina. -Creo que voy a coger algo de la cocina...- entro y abro, de nuevo, el mismo armario de antes para ver si hay alguna otra botella y ¡bingo! La agarro, abriéndola por el camino y la dejo encima de la mesa que hay en el comedor dándome cuenta del estropicio que he dejado en el suelo... y con la ficha que está al lado de la mancha que se extiende por el final de la escalera. Tengo que secar eso. Me acerco al charco y lo observo con gesto pensativo durante unos segundos hasta que me quito la camiseta y la pongo encima del charco, al ver que se empapa me quito los pantalones del pijama, también, y los coloco encima de la primera prenda. Observo con alegría que ya no hay charco en el suelo así que me tiro encima del sofá tanteando con la mano la mesita y cogiendo la botella cuando mis dedos dan con ella. -Siéntate Jean, como si fuera tu casa- doy golpecitos con el pie en el sofá para que sepa donde tiene que sentarse y me incorporo para no ocupar todo el sitio. Cruzo las piernas con la mirada fija en ningún sitio y con la mente solamente ocupada en que no he tenido foto finish para saber si ha llegado antes la ficha o yo. -¿Cuándo has llegado a casa me has visto antes a mí o a la ficha tirada al final de las escaleras?- pregunto riéndome a cada segundo y a cada palabra que sale de mi boca.
Arianne L. Brawn
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Al final no tengo que recorrer todo el camino hacia ella porque gatea hasta donde estoy. Eso me parece tan tierno y sexy a la vez que se me aturde el habla un segundo. No sé que balbuceo incoherentemente antes de que mi cerebro procese lo que me pide. - Mis charlas son guays, no te metas con mis charlas. - Exclamo ligeramente indignado, pero al mismo tiempo aliviado de que haya recuperado la coherencia. Al menos por un segundo. ¿Acaba de hablar de mis labios? - Dios, estás borracha. - No es una acusación, es una de esas cosas que dices, que son evidentes y que te hacen gracia. Incluso me acabo riendo flojamente por culpa de su risa bobalicona. Nunca la había visto así, siempre arisca, como un gato en el fondo del armario esperando para saltarte encima mientras tu te precipitas hacia él sin frenos y sin paracaídas. Suelto un suspiro avanzando hacia ella cuando se intenta parar sola pero recordando lo muy digna que es, así que me quedo en el camino, pendiente de todas maneras por si resbala y se revienta la cabeza con la esquina de la mesa.

Al final se pone en pie con bastante facilidad para estar como está, o como yo creo que está y me limito a verla ir a la cocina, sacar algo que hasta que no pone en el comedor no veo que es y me preparo para reñirla. Definitivamente no pienso seguirla dejando beber. ¡Beber nunca soluciona nada! Beber... ¿acaba de quitarse la camisa? Se me queda la boca abierta a punto de decir algo mientras veo lo que hace. - Diablos, deja de desnudarte delante de mi - Mi voz sale súper aguda, pero súper baja, pero súper chillona y súper murmullo. Es como cuando tienes 8 años y una niña te anda diciendo que te va a mostrar que tiene bajo la falda si tu le muestras que tienes bajo los pantalones y luego vives con el miedo, que parece eterno, de que tus padres entren al cuarto repentinamente. No. Esto es peor. Mis padres podrían gritarme (si los tuviera) o meterme en esa incómoda charla sobre los chicos, las chicas y los bebés; este nuevo gobierno podría matarnos a los dos porque ella está borracha haciendo estupideces.

En eso tengo que pensar para mantener la cabeza fría. En que está haciendo estupideces. No en que anda desnuda. Sino en las estupideces. Para rematar, se lanza contra el sofá como si todo lo que ha hecho fuera una brillante idea. Dios, esta mujer me va a matar. Me doy un golpe en la frente, suelto un suspiro y luego vuelvo a mirarla. Centrándome en su cara. Si. En su cara. - Vístete. Te vas a resfriar. - Suelto como queja, yendo a por algo de ropa. Agarro una camisa súper fea, un pantalón bonito y luego deduzco que como es ropa, aunque sean horribles las dos cosas juntas, le valdrá. Cuando vuelvo levanto la ropa para preguntarle si eso le vale, pero antes de que diga nada su gesto llama mi atención. - Me sentaré si te vistes. Así no puedo pensar. - Lo último lo farfullo con la esperanza de que ni siquiera sea entendible. Me acerco de todas maneras al sofá, apoyo la rodilla en este y así quedar medio sentado medio de pie y luego levanto mis brazos, como si le hablar a un niño de kinder. - Anda, levanta los brazos. - Su pregunta me descoloca. ¿Qué ficha? Espera... ¿Se giró por las escaleras siguiendo una ficha? - Lo tuyo no es normal. - Bromeo. - Sólo te he visto a ti intentando volar. Llamame raro, pero creo que los magos solo podéis volar si lleváis escobas, como las brujas. - Al final, como si levantó las manos como si no, le embuto la camisa por la cabeza contra su voluntad. - bueno técnicamente las brujas llevan escobas como vosotros... - Chisto. - Da igual. ¿Quieres tarta? te compré. Sé que es tu cumpleaños y en los cumples pierdes un año de vida por cada año que pasa y no comes tarta - Mi voz suena como si aquello fuera una verdad universal, pero eran las palabras de mi madre. - O bueno, técnicamente la pagaste tú, así que te compraste la tarta tú. Pero yo tuve la idea.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La solución es simple. Cuando tienes un cachorro pequeño en casa y se hace pis en todos lados, ¿qué es lo que haces cuando tienes diez años y no tienes ni idea de como escurrir una fregona? ¡Le pones papeles encima! Está claro que no voy a poner mi ropa sobre el pis de un cachorro... pero esto es solo bebida que se seca o que podré meter dentro de la lavadora, así que da igual. Escondo el rostro en los cojines del sofá, pero tras sus palabras no puedo evitar reírme como una tontita a la que le acaban de echar un piropo en la  playa por tener un tipazo o porque le queda genial un vestido. Apoyo los codos contra el reposabrazos del sofá y la cabeza sobre mis manos, pero todo esto después de darle un trago a la botella que acabo de coger de la cocina y que hace que haga una mueca por lo amargo que está lo que acabo de tomar. Mi posición es como esas chicas de las películas que hablan por teléfono mientras están tiradas en la cama, con las piernas entrelazadas en el aire y moviéndolas con un aire coqueto que hasta a mí me sorprende. -Venga ya, no vas a ver nada que no vieras antes- suelto entre risas. Ahora hasta me parece gracioso aquel desfile donde salí desnuda. ¡Desnuda! Solo recuerdo que no quería ni mirar a Alexander porque se me caía la cara d la vergüenza... lo malo fue que solo íbamos nosotros así, si todos hubiéramos ido sin ropa habría sido el momento de mirar a todo el mundo, ¿es o no? Escondo el rostro contra el cojín y froto mi cara hacia los lados para quitar esos pervertidos pensamientos de mi cabeza.

Me coloco boca arriba, con las manos apoyadas contra mi abdomen y con la mirada fija en los pechos que me hace este sujetador. Creo que son de esos 'push up' o algo así. Sí, esos que hacen que parezca que tienes unos pechos más grandes de los que tienes. Me acuerdo de la vez que Jean me dijo que tenía unos buenos pechos o... bueno, recuerdo lo que me da la gana así que seguro que dijo que tenía los pechos más bonitos que jamás había visto y que al desnudo eran mucho mejores que algunos de las actrices esas ligeritas de ropa. Llevo mis manos hacia ellos para medirlos pero giro la cabeza al ver que se va y hago un mohín. Acabo por levantarme y casi me caigo de cara del sofá, pero, en el último segundo, apoyo las manos contra la mesita y suspiro por no haberme partido la cabeza. No me muevo mucho, solo busco con la boca la botella y la intento levantar de la mesa con los dientes justo cuando vuelve y me siento con las piernas cruzadas y la botella colgando de mi boca. Una sonrisita se escapa de mis labios y la botelaa cae de mi boca, mis reflejos son tan malos que se cae al sofá y rueda un poquito; acerco mis manos y la agarro para cerciorarme de que no se ha caído todo y alzo los brazos al cielo porque no ha sido así. Al final la acabo dejando en la mesita y haciéndole espacio en el sofá, pero sus palabras hace que ponga morritos. -No quiero vestirme. No quiero que pienses. No quiero levantar los br...- no termino de hablar porque me muerdo la lengua a mitad de la palabra.

Además, es un desperdicio. Cuando lo veo con los brazos levantados me acerco hasta él y paso mis brazos por encima de sus hombros y las entrelazo sobre su nuca. Escondo el rostro contra su cuello y respiro profundamente. -Hueles bien...- susurro -espera...- me separo de él y me agacho un poquito para pegar el rostro a su pecho y respirar de nuevo. -¿Mi madre te ha regalado una colonia?- Separo mi rostro de su pecho y me voy a dejar caer hacia atrás cuando me embute una camiseta de golpe y caigo vestida incluida. Esto se llama un buen servicio. Aunque meterse a un vestidor y que te ponga la ropa una máquina tiene que ser genial...  o que te la ponga un chico... o te la quite. Una sonrisa bobalicona aparece en mis labios. -¿No es lo mismo?- me incorporo tan rápida que casi le doy un cabezazo porque está cerca. Casi me precipito por la parte trasera del sofá porque no me debo despistar. ¡Yo he ganado! ¡Yo he llegado antes al comedor que lo sé! Observo a la ficha tirada en el suelo e intento saltar por encima de la parte posterior del sofá de una forma bastante cómica y patosa. Arrugo el ceño cuando dice no se qué de perder años. Entonces cumplo diecisiete años y no dieciocho porque cundo estuve encerrada me perdí mi cumpleaños y boeh.

Vuelvo mi atención a la mesa, para recuperar la botella, y voy en dirección a las escaleras para inclinarme a coger la ficha del suelo y dejarla sobre una silla. Hago un gesto con la mano en dirección a Jean pero acabo acercándome hasta él y lo cojo de las manos, estiro para que se levante y le acabo empujándo hasta la cocina para comer un trozo de la tarta que me comprado/ he comprado y no perder más años de vida, que bastante me han costado los que tengo. Subo de un saltito a la isla que hay en la cocina y meneo las piernas con impaciencia. -¿Sabes que se ha puesto de moda comer sobre el cuerpo de otra persona?- comento porque todas esas revistas que me compra mamá y Marco dicen muchas cosas sobre moda o sobre cosas de actualidad. Hace dos días me enteré  que una famosa modelo se había caído desfilando y se rompió una pierna, pierna que ahora ya no se arreglará del todo y no podrá volver a desfilar. ¡La gente está loca!
Arianne L. Brawn
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Arianne siempre ha tenido un efecto en mi que me ha hecho ir con cuidado desde que es mi paciente. Primero porque era mi paciente, está prohibido por ética; ahora porque somos dos razas distintas y el gobierno matará a cualquiera que piense que eso da lo mismo. Esa es la parte que más me asusta de todo esto, cuando me encuentro a mi mismo mirándola ver la televisión o dormir mientras entro a su cuarto a meter la ropa en el armario. He visto gente morir por menos que eso, no quiero ser uno de ellos, no me he librado de los juegos para perder mi vida ahora por culpa de un trámite burocrático; pero mentiría si de los dos motivos que me frenan, el más importante no es que ella saldría herida.  

Me limito a ver su berrinche y sus intentos por parecer sexy. A veces parece más graciosa que sexy pero no puedo evitar sonreír como un idiota y pensar en lo poco que me importa. Me resulta dulce tal y como es. Ese es uno de esos pensamientos que tengo prohibido. - Ari, por favor. - Se lo suplico. Está tentando terreno donde no tengo poder. No es que sea precisamente el epítome de la contención en cuanto a caprichos se refiere, soy hijo único, siempre tuve lo que me dio la gana. Las chicas son otra historia, por lo general era tan patético y rarito que la mitad  ni siquiera me hizo caso. La mitad. Aún queda otra mitad, esa que me dejó porque trabajaba demasiado.

Eso me hizo darme cuenta de una cosa, no valgo para esto. No valgo como pareja, ni como novio, ni como rollo ocasional. Me he negado a ir a casa de una chica que está sola porque tengo trabajo. Pero ahora las cosas son distintas, ya no tengo trabajo. Resulta más difícil hacer lo correcto de esta manera. Empiezo a sentirme patético. No se como me las arreglo al final para vestirla pero al final lo consigo. Estoy por perseguirla cuando escucho el tintineo de la botella, si sigue bebiendo tendrá menos pudor y yo acabaré haciendo algo de lo que voy a arrepentirme en...  ¿dos? ¿tres horas?... mañana... si bajo las persianas. QUE PUTA MIERDA ESTOY PENSANDO. - ¡Suelta esooo! - No me da tiempo ni de levantarme del sofá mientras me arrastra a la cocina. Tengo que lidiar con que no se caiga ella y al mismo tiempo no caerme yo. Tropiezo con ese pequeño desnivel que hay al entrar a la cocina pero solo me da un un susto mortal que casi me mata y al final se queda en nada. Sacudo la cabeza y me doy la vuelta para partir la tarta y así tener otra cosa con la que entretener mi mente que vaga demasiado por sitios por donde no debería. Agarro un cuchillo de las cajoneras y lo clavo con demasiada fuerza partiendo irregularmente el pastel por la mitad porque su insinuación me manda un calambrazo por el cuerpo. Me giro para mirarla con los ojos literalmente abiertos mientras me plateo si simplemente intenta abrir una conversación un tanto subida de tono o está mandándome una indirecta.

Dada su actitud, la idea de que sea una indirecta es bastante más factible que lo otro así que extiendo mi mano para agarrar la botella que lleva y le doy un largo sorbo. Es amargo. Detesto el alcohol, pero esta es una de esas situaciones a las que no puedes enfrentarte si no bebes. Me relamo los labios, toso un par de veces mientras mi garganta se acostumbra al ardor del licor y luego la miro de nuevo. - Es que... ¿quieres probarlo?... en alguien - Me veo obligado a aclararlo porque por un momento me ha parecido que me estaba ofreciendo y solo me faltaba quitarme la ropa yo y unirme a su desfile. Me giro para engrudar mi dedo indice en la crema del pastel y luego se la restriego por el dorso de la mano. Me quedo mirando un momento el dibujo que en mi cabeza está intentando cobrar un sentido pero que ha sido completamente aleatorio. Dejo la botella en la mesa junto a ella, me acerco hasta que mis caderas quedan cerca sus rodillas, agarro su mano con la mía solo tocándola con mis dedos lo justo para levantarla entre el rostro de los dos. Ladeo la cabeza para observar la mancha de pastel, la miro a ella un momento, luego giro su mano y la estampo contra su nariz en un ligero golpecito que solo es por molestar. - ¿Está rico? - Mi tono es de evidente sarcasmo.

Suelto una ligera risa por la nata de su cara. - Juro que te perdonaré esta falta de decoro porque estás borracha, peeroooo como es tu cumpleaños... - Tiro de sus manos para bajarla de la mesa. Su cuerpo choca ligeramente contra mi pecho que básicamente la equilibra al caer y utilizo mi pulgar para limpiar la nata que le ha quedado en la nariz, luego me chupo el dedo. - Vamos a jugar. Sin trampas. - Saco varios vasos, algunos de plástico, otros de cristal, unos más grandes y otros pequeños, pero al final en la mesa consigo hacer una especie de monigote. - Brazos. Piernas. Cabeza. Torso. Vasos llenos. Vasos vacíos. - Saco una bola anti-estrés de la cocina que tengo ahí porque... bueno, porque sí. La lanzo contra la mesa, esta rebota y cae sobre un vaso vacío en lo que se supone es la cabeza. - Vaso lleno, bebes. Vaso vacío. Comes. - Vuelvo a engrudar mi dedo con la crema y se la pongo en la mejilla para después acercarme y quitársela de la piel con un beso.

Soy culpable de alargarlo un poco más de lo que debería y luego de retroceder lentamente hasta la pared hasta que mi espalda choca contra esta, bajo la persiana y nos quedamos a semi oscuras en al cocina. - Tu turno
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Me subo a la isleta entrelazando las piernas pero sin dejar de moverlas, observando toda la cocina hasta que mis ojos se quedan fijos en la espalda de Jean; un Jean que me ha comprado una tarta por mi cumpleaños. Se ve tan cuco y adorable que me comprara una tarta que me dan ganas de bajarme y espachurrarlo entre mis brazos con mucha fuerza, pero se que no me puedo bajar porque me ha costado torcerme un poco la muñeca subirme así que si me intento bajar seguro que caigo de cara al suelo y, siendo sinceros, no me hace mucha ilusión ponerme a sangrar por la nariz como una loca por haberme caído de cara al suelo desde una altura que es realmente patética para que alguien de mi edad se caiga, de  mi edad, mi altura y de mi belleza. Debería de estar prohibido que las chicas guapas nos hiciéramos daño en la cara, dios, sería maravilloso, no nos tendríamos que preocupar por las mismas cosas que las chicas feas.

Paso las manos, torpemente, por mi pelo intentando deshacer un poco los enmarañados rizo que enmarcan mi cara.  Observo a Jean de espaldas, sentada desde la isleta de la cocina, con los ojos entrecerrados... ¿y por qué no? Me permito a mi misma bajar la mirada descaradamente hasta su trasero mientras meneo las piernas con un movimientos divertido mientras en mi cabeza resuena una canción que, pf, ahora mismo no ubico donde he podido escuchar esa canción. Llevo la botella a mis labios pero no me da tiempo a levantarla porque me la quita de las manos y se la lleva a la boca él, bebido un trago que hace que alce ambas cejas sorprendida. Creo que es la primera vez que lo veo beber algo de alcohol. Vamos, él antes era mi psicólogo y tenía que ir sereno para darme la serenidad que yo no tenía en aquel momento, ni tengo, la verdad sea dicha. Yo, por el contrario, si que me permitía algún lujillo de este tipo cuando vivía sola en la Isla, nadie me podía decir que bebiera o que no  lo hiciera; no es que me emborrachara cada dos por tres, pero era lo único que hacía que mi mente descansara, el ponerme a reírme de mis ojeras, de mi enmarañado cabello negro o del desorden que tenía en todas partes de la casa. Alzo la mirada, que no sé por qué seguía baja si, claramente, él ahora estaba de cara hacia mí y suelto una pedorreta antes de ponerme a reír como una idiota. -Comer sobre el cuerpo de alguien significa que necesitas a alguien- aclaro moviendo las manos como si fuera una profesional en el tema. ¡Más profesional que él soy! Yo he leído revistas, he visto fotos, vídeos... oye, los vídeos no están mal aunque yo no me grabaría en ropa interior mientras alguien come sobre mi cuerpo. A una de las chicas le ponían entre los pechos y se lo quitan con la boca. Me pongo roja de inmediato y giro el rostro hacia otro lado.

Doy un gritito y un saltito cuando me toca la mano y veo que me ha manchado de la nata del pastel. Oh, dios, mío. Agarro, la botella que él ha dejado y la llevo hasta mis labios dando un trago largo de la botella. Me inclino levemente hacia adelante cuando coge mi mano, pero doy una resurtida hacia atrás cuando me mancha la cara de nata me propia mano. Hago un pucherito, que intento que sea una mezcla entre sexy y triste, pero sospecho que no me sale ni una cosa ni la otra. Parpadeo un par de veces porque la vista se me va un poquito y me siento idiota. Agarro sus manos y caigo al suelo, quedándome pegada a él, y miro un poquito hacia arriba cuando me quita la nata y se chupa el dedo. Me quedo petrificada y tanteo un poquito con la mano en busca de mi botella. Apoyo los codos sobre la mesa observando todo lo que hace y escuchando su explicación sin llegar a mirarlo a él, solo mirando el muñecote que ha formado con vasos en la mesa. Se va. Luego vuelve. Y lanza algo que había cogido de algún cajón. Dios, creo que me estoy mareando con tanto ir y venir.

Me inclino un poquito para ver donde ha caído la pelota y veo que es en la cabeza. Abro la boca con esto sorprendido pero me inclino para ver si es que está poco lleno o... la fría crema roza mi mejilla y grito, de golpe, sin más, por que sí. Noto como me arde la mejilla cuando posa sus labios y me dan unas ganas enoormes de girarme y besarlo. Pero se que no puedo hacerlo, es decir, quiero hacerlo pero no puedo; hasta mi cabecita medio vacía de cerebro sabe que si hiciera eso podría aparecer alguno de esos aurores y decirles: 'Oye, que solo estoy medio ida pero se lo que me hago, yo controlo'. Buah, fijo que si les digo eso se van de casa y nos dejan seguir con lo nuestros, ¿no? Yo lo haría. Cierro los ojos apenas un segundo, pero se ve que ha sido más tiempo, porque cuando los abro la cocina está prácticamente en la penumbra y lo busco con la mirada. -A ver...- susurro inclinándome para coger la bolita esa. Lo miró y le saco la lengua. -te aseguro que tengo una... una muy buena puntería, há- digo casi silabeando y dejando la botella sobre la mesa para inclinarme y... espera. -Has dicho sin trampas.- me llevo la mano al pecho como si estuviera completamente indignada. -pero tú no has llenado los vasos... intentando aprovecharte de una pobre joven que no está en sus completas facultades... mal, mal.- me río un poco cogiendo la botella y llenando los vasos de las piernas y los brazos para luego dejarla a un lado e irme a donde tengo que lanzar la bolita. -Uno... dos... tres...- digo entrecerrando los ojos y haciendo rebotar la pelota que cae en el vaso del torso. -¡Waho! He nacido para este juego, pequeño- digo mientras estiro los brazos y doy vueltecitas bailando.

Cuando dejo de un lado, aunque no del todo porque hay que reconocer que donde pongo el ojo pongo la flecha, que he acertado me acerco hasta él y tiro de sus manos hasta acercarlo más donde está la tarta. -Te voy a quitar esto.- digo como quien no quiere la cosa mientras coloco las manos en la parte baja de su camiseta y tirar de ella hacia arriba para sacársela y dejarla a un lado; luego me llevo las manos a mi camiseta y me la saco también, por que sí, porque me apetece y porque puedo hacerlo. Acerco un dedo a la nata y me quedo pensando donde debería de ponerla -Mmmm- murmuro rodeádolo hasta pararme frente a él y pasando el dedo justo en el centro de su pecho. Me acerco más a él y estiro una mano para taparle los ojos mientras que la otra la apoyo levemente en su abdomen. Paso mi lengua lentamente por donde está la nata y termino dándole un besito al final para después soplarle riéndo. -La próxima vez apuntaré a uno lleno, no quiero que te hagas muchas ilusiones- le guiño un ojo impulsándome para quedar sentada en la encimera, lejos de donde están los vasos para que no le moleste cuando tire, y tocando la botella que... ay, quiero beber. Me muerdo el labio inferior porque quiero hacer las cosas y no es justo, es mi cumpleaños, debería de poder elegir las dos cosas.

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Me río cuando me saca la lengua pero esa especie de nudo incómodo en el pecho desaparece cuando bromea. Hago un gesto con mi mano dándole vía libre para lanzarla como retándola a demostrarme sus propias palabras de borracha mirando hacia los vasos cuando me dice que no los llené. - ¡Si que los llené! - Refunfuño, pero cuando me asomo para verlo me doy cuenta de que en efecto no lo hice. Frunzo el entrecejo, que diablos me pasa, ahora he quedado como un salido. - oh, cállate - Murmuro ligeramente ofendido que en realidad es una actitud que intenta camuflar la vergüenza.

Pero esa actitud me dura apenas unos segundos porque cuando "encesta" (por llamarlo de alguna manera) me hace reír. Inconscientemente retrocedo cuando se acerca, creo que no he barajado el impacto psicológico que esta situación tendría en mi. Intento tartamudear algo así como que cambié de idea, pero la camisa me cubre la cabeza antes de que pueda hacer nada y me limito a soltar un suspiro, a aspirar todo el aire que puedo en mis pulmones con la esperanza de que esta situación no me supere y luego apechugo. Trago saliva varias veces mientras internamente deseo que mi corazón no sea muy evidente, lo tengo a mil por hora y en lo que a mi respecta está sonando como si se hubiese puesto amplificadores.

Si es así ella no parece notarlo. Se me ahoga un ligero gemido en la gartanta, cosa que mantiene intacto mi orgullo al menos por ahora, mientras la veo quitarse la camisa nuevamente. Con lo que me costó ponérsela. Voy a quejarme cuando su mano se posa torpemente sobre mis ojos, por un momento me desconcentra de la situación cuando temo por el dedo que casi me deja ciego, pero cuando siento su respiración en el abdomen si que se me escapa un ruidito ahogado y que parece una queja mientras retrocedo como un gato. Estoy bastante cerca de la encimera así que eso es apenas 3 milímetros y ella puede seguir a lo suyo ignorando mi evidente problema respiratorio y de circulación y de corazón. Creo que va a explotarme el pecho. No sé en qué momento tuve la idea de un juego como este, no son mi estilo. Idiota. Idiota. Idiota.

Respiro de nuevo profundamente y le miro con reproche. ¡Ella lo disfruta! Maldita sea, maldito alcohol y malditos todos. Necesito beber algo. Lanzo la bola sin pensarlo demasiado porque aún estoy trastornado, le doy tan fuerte que coge mucha altura así que al caer sobre uno de los vasos llenos de alcohol, rebota y se pasa al lado contiguo que esta vacío. Como me hace falta el alcohol bebo el vaso y luego, engrudo mi dedo de nata. Cuando me paro frente a ella está convenientemente sentada sobre la encimera. - Sabes que esto es algo así como nuestro secreto ¿verdad? - Ni siquiera sé que prefiero, si que esté lo bastante borracha como para no recordar nada mañana; o lo suficientemente sobria como para hacerlo y asegurarse de que nunca salga de esta casa. Si no lo recordara corre menos riesgos, eso lo tengo claro. Pero no quiero que lo olvide.

Pongo mis manos sobre sus piernas, dejando el dedo índice separado mientras subo el short que lleva puesto hasta que se encaja contra sus muslos arriba del todo. Trazo una línea en su piel y luego entierro mi cabeza entre sus piernas para lamer los restos de nata dejando mis labios al final succionando la piel hasta que se queda un moretón. Ni siquiera sé como soporto las ganas repentinas que tengo de morderla.
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Consejo 9 ¾
Recuerdo esa bebida rosa que tomé cuando iba de camino al Capitolio cuando fui elegida tributo; como me bebí dos o tres o cuatro... copas de ese líquido rosado que estaba tan dulce. Dios, quiero volver a tener algo así en casa. Quizá teniendo una de esas botellas a mi vera pueda chantajear a las fichas de mis rompecabezas y, si no sirve, siempre puedo subirme a la terraza y bañar a mis vecinas con esa mierda. Quizá debería de comprarme un perro, acostumbrarlo a beber de esa bebida, rociar a mi vecina y su amigas cotillas... y después soltar al perro para que haga el resto. Es un plan estupendo. Doy un par de palmadas que me 'regresan' a la realidad. Una realidad más perturbadora pero que no me importa que sea así.

Aunque nunca de los jamases lo voy a reconocer en voz alta... siempre he creído que era demasiado guapo y esa era una de las razones por las que no lo quería tener cerca ni un segundo. Dios, ¿cómo se puede alguien concentrar en su propia desgracia teniendo a alguien tan guapo rondándote todo el rato? No se como no me he dado cuenta hasta ahora. Me siento como más... liviana, como si no estuviera confusa y pudiera pensar con más claridad que en bastante tiempo. Si no fuera por el pitido intermitente que se me clava en la sien cada dos pensamientos diría que me gusta estar así. Hago un pucherito meneando las piernas, sentada sobre la encimera, mientras lo observo de arriba a abajo, con más descaro del que nunca he tenido. Me muerdo el labio inferior y me inclino hacia un lado para ver como lanza. Meneo la cabeza hacia arriba al ver que vueeeeeela pero luego cae y rebota. Bebe y luego engruda su dedo en la nata. -Espera, vaquero, sé que estoy para comerme enterita  pero eso que estás haciendo es tramp- muevo la mano mientras voy hablando pero no me da tiempo a terminar de hablar cuando desliza su dedo por mi pierna y luego acercar sus labios.

Vale. Vale. Vale, vale, vale. En apenas unos segundos creo que me he puesto mucho más roja de lo que debía de estar ya... no es que me mirara en un espejo pero sentía mis orejas arder así que supongo que estaba roja antes de que pasara esto pero. Con mis manos le obligo un poco a que se incorpore y cierro las piernas, pero las cierro entorno a él. Rodeo su caderas con mis piernas que trenzo a su espalda y lo obligo a que se quede más pegado a mí. Meneo la cabeza hacia los lados. -Eres un tramposo, Jean...- susurro acercando mi rostro al suyo. Estiro los brazos y los coloco sobre sus hombros mirándolo fijamente a los ojos. Si hasta tenía unos bonitos ojos de color chocolate. Antes no me había fijado y ahora, generalmente, hasta evita mirarme a los ojos así que era complicado. Separo una de mis manos de su hombro y recorro su cuello hasta acariciar su barbilla y esbozar una pequeña sonrisa. Bajo la mirada hacia mi mano y los cierro apenas unos segundos. -Me encantaría tener un montón de secretos más... contigo...- murmuro abriendo los ojos y dirigiéndolos de nuevo hacia él. Acabo por bajar las piernas y resoplar molesta. Hasta en mis condiciones se que solo digo tonterías. Estiro el brazo para coger la botella y beber de ésta, sin tirar pelota ni nada, simplemente bebiendo.
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Me estoy pasando. Me estoy tomando libertades que no me corresponden y no estoy seguro de que esos acelerones que siento en el pecho sean por la culpabilidad. De vez en cuando suelto un suspiro que intento que sea contra su piel porque así parece que suena menos de lo que debería y al final se convierten en una especie de bufidos como respuestas a lo que intentan ser quejas pero apenas salen de sus labios en susurros. Alzo mi vista para conectar sus ojos con los míos e intento ocultar una ligera sonrisa de medio lado que finalmente parece que estoy a punto de hacer una travesura. Lo cual se puede considerar casi verdad. Ella está bebida. No debería estar haciendo esto cuando una parte de mi está 100% seguro, que de haber estado completamente sobria no me habría dejado ni tocarla. Porque así era todos los días. Se supone que me odia. Al menos eso creía. También recuerdo aquellas conversaciones con mis amigos, obviamente conversiones que empezaban ellos porque los temas banales nunca fueron mi especialidad, donde decían que solo hay dos tipos de personas que dicen la verdad siempre: Los niños y los borrachos. ¿Existe la posibilidad de que ese odio fuera fingido? Se supone que se me da bien leer a la gente pero por una vez, creo que me encantaría que fuera así.

Me hace gracia lo roja que se pone y me recuerdo que es un casi 5 años menos que yo. Probablemente nadie la haya tocado jamás de esa manera, cosa que me alegra y pone en cautela a partes iguales. Ya no solo es la diferencia de edad. Ella era mi paciente. Ella es mi ama ahora. La matarían por esto. No me importa lo que hagan conmigo; sé que una vez muerto no se puede sufrir, pero si ella va a sufrir por mi culpa, las cosas cambian bastante. Estoy a punto de separarme por prudencia pero sus caderas me atrapan lo cual hace la distancia entre ambos aún menor. Intento desviar al mirada pero aún así, su respiración haciendo cosquillas en mi piel me hace temblar ligeramente. Aguanto la respiración un par de veces como si así pudiera controlar la cantidad de latidos que emite mi corazón pero no puedo hacerlo. Su comentario me saca una sonrisa. - No del todo. Rebotó. He sido legal. - Aunque a quien le importa de todas maneras. Estaba buscando una excusa para tocarla sin sentirme culpable luego. Sin éxito, por supuesto. Porque me siento culpable.

Finalmente no puedo seguir desviando la mirada y acabo alzando la vista para observarla de nuevo. Trago saliva con dificultad y miro sus labios de vez en cuanto. Otra risa escapa de mis labios por culpa de sus palabras. - Estas borracha. - Insisto. No diría estas cosas sobrias. No estaríamos así si no fuera por esa botella de alcohol que se bebió sola mientras fui de compras. Culpable y no culpable a partes iguales. Así es como me siento. Siempre fue distinta a los demás, era la persona en la que pensaba la mayor parte del día y camuflaba entre trabajo. Ahora sé que no es así. Sé que todas esas veces que fui a verla en horas extra-oficiales no eran por su bien; era porque la echaba de menos. También fue la primera persona de la que me preocupé cuando la muerte de mis padres dejó de afectar a mi cerebro. Y ahora se ha convertido en lo último que me queda. Oculto en la oscuridad puedo permitirme admitir que siento algo por ella, más allá de lo que diré o puedo admitir en voz alta.

Me limito a observarla beber cuando resopla y finalmente agarro la botella cuando acaba el trago. La dejo en uno de los estantes superiores y escucho el ruido de la madera golpear al cerrarse. Luego dejo caer mi cabeza hasta que mi frente toca la suya y al respirar solo puedo sentir el olor a alcohol en su aliento mientras le pido en un susurro que no beba más. ¿Recordará esto mañana? espero que sí. Creo que quiero que lo recuerde. - Los secretos son peligrosos en este mundo. O sabes guardarlos o sabes mentir. Pero para mentir hace falta buena memoria.  - Paso mi mano por su cabello, resbalando los dedos cerca de su rostro mientras acomodo uno de los mechones de pelo tras su oreja, siguiendo aquel movimiento con mis ojos como si fuera lo más interesante del mundo. - Así que... tal vez podamos inundarnos a secretos. - Pego mis labios contra su mejilla y rozo levemente, acercándolos a su oído. - Pero no puedes olvidar. - Deposito un beso sobre su piel. - No puedes hablar de ello. - Deposito otro beso, pero esta vez en la comisura de sus labios. - No se lo puedes decir a nadie. - Susurro rozando sus labios contra los míos besándola fugazmente un segundo y sintiendo el corazón acelerarse y amenazando con explotar con aquel leve contacto. Creo que todo esto acabará por hacerme perder el juicio. - Y si algún día te hartas... vete sin más. No me lo digas. - "Rómpeme el corazón desde la distancia" aquellas palabras están a punto de salir de mis labios antes de besarla, pero me las trago. Siempre me resultó más fácil encajar las cosas que no veía, aunque no puedo admitirlo en voz alta porque la distancia siempre fue una forma de ser cobarde sin que nadie lo notara.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Apoyo las manos sobre la encimera inclinándome un poco hacia atrás pero, después, haciéndome hacia delante y mirándole fijamente a los ojos en silencio. Me quedo como atontada mirando sus ojos hasta que me muerdo el labio inferior y retiro la mirada hacia otro lado con nerviosismo. Al final paso las manos por sus hombros y las entrelazo detrás de se cabeza acercándome un poco más a él. -Me gusta más pensar que has hecho trampas porque querías estar cerca de mí- susurro con una pequeña sonrisa, fijando mis ojos en su cuello y luego apoyo la frente contra su pecho y respiro profundamente. La lluvia suena amortiguada contra la ventana y la oscuridad de  la casa hace que me sienta bien así, apoyada contra él, conteniendo la respiración de vez en cuando, teniendo ganas de abrazarlo fuerte sin importarme que alguien nos viera. Mi madre no vendrá a casa hasta la noche y Marco no volverá hasta que termine su turno en el trabajo así que sé que nadie nos podría ver. Y eso me gusta. No debería de gustarme estar sola con él. ¿Desde cuando me gusta estar sola con él? Creo que desde que me concedí el poder conocerlo un poco más; no voy a ser de esas que piensan que desde el primer momento que lo conocieron sentían algo por él porque... yo he odiado a Jean. Dios, desde el mismo día en el que lo tuve cerca en el hospital quise sacarle los ojos por tratarme como si tuviera cinco años, como si no tuviera idea de nada y pudiera entender que sentía a cada segundo. Pero mis malas caras, en el fondo, solamente eran una fachada, especialmente cuando estaba con él.

Creo que nunca me había parado a pensar en que creo que siento algo por Jean, o nunca lo había aceptado. Y tampoco lo diré nunca en voz alta. Separo mis manos de él y me remuevo alejándome un poquito con una mueca en los labios. Mis dedos recorren la botella hasta llegar a la entrada y la cojo para acercarla a mis labios y beber un poquito. Ruedo los ojos cuando dice esa 'frase' que tan poco razón tiene. -No estoy borracha, ¿sabes?- murmuro con tono enfadada pero, al instante, esbozo una pequeña sonrisa moviendo las piernas con gesto divertido. Mis ojos recorren su rostro con gesto aniñado pero dejo de mirarlo, como si no estuviera interesada en nada que tuviera que ver con él y entrecierro los ojos mirando con interés la ventana cerrada.

Cuando me quita la botella de la mano un quejido se escapa de mis labios. Arrugo los labios con fingida tristeza estirando los brazos para que me la devuelva, pero no lo hace; es más, la deja en un leja bastante alta... leja para la que coger algo tendría que subirme a varias, hacer malabares o... oh, no, hacer un hechizo para bajarla Dios, demasiadas facilidades gracias a ser maga. Sonrío divertida con esos pensamientos, tan absorta estoy que no me doy cuenta de nada hasta que se acerca, mucho, a mí y pega su frente a la mía. Contengo la respiración unos segundos, cierro los ojos levemente escuchando lo que dice y frotando mi frente contra la suya al asentir. Me quedo con los ojos cerrados cuando su mano recorre mi mejilla, cuando habla. Noto como el corazón me va muy deprisa y mi mejillas arden de pensar que seguro que mi corazón se escucha perfectamente desde el exterior y que se tiene que estar riendo de mi. De súbito noto sus labios contra los míos, solamente dura unos segundos pero son los suficientes como para que me quede sin aire y note un escalofrío recorrerme la espalda. Abro los ojos cuando se ha separado de mí con gesto de enfado porque lo ha hecho. -Tengo que mentir entonces- susurro bajándome de un saltito de la isleta de la cocina y quedándome quieta. Gruño un poquito porque me cuesta hacer una frase completa en mi cabeza y aún más decirla. -Y no me voy a ir a ningún sitio sin ti... porque me gustas- suelto de golpe poniéndome de puntillas para rozar mi nariz con la suya y darle un rápido beso en los labios.

Giro sobre mis talones y camino hacia la puerta. -Llámame cuando venga mi madre.- digo mandándole un beso con una sonrisa risueña en los labios y tropezando con mis propios pies al salir de la cocina. Cojo la ficha de encima de la silla y subo las escaleras de dos en dos hasta llegar a mi habitación.
Arianne L. Brawn
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