The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Liliane D. Fitzgerald
Esclavo
Tiro de los bordes de la sábana para recolocarla debidamente, bostezando y notando mis párpados demasiado pesados. Vivo cansada, y podría decirse que aún no me he acostumbrado a todo esto, aunque cada vez lo llevo mejor. Creo. Paso la mano por las sábanas y coloco el edredón encima, con la mente en blanco. Pensar duele, hace demasiado que intento no darle rienda a mi imaginación, impedir que los engranajes de mi cerebro trabajen demasiado. Observo la cama, que ha quedado impecable, con una satisfacción extraña. Dice mucho de mi nuevo estilo de vida el hecho que hacer una cama perfecta me aporte esta sensación.

Sacudo la cabeza y salgo de la habitación, pero no veo a nadie en casa. Arrugo la nariz, extrañada, y me paseo por toda la propiedad de Riorden Weynart en busca de signos de vida. Pero no. No está en su cuarto ni en el baño ni en ninguna parte. Me encuentro a mí misma sola en la residencia de Weynart, y por alguna razón no me gusta. Agarro la chaqueta marrón que tengo, la única que es de mi propiedad, y salgo a la calle. Respirar un poco de aire fresco me va bien, o eso creo, así que empiezo a pasear con algo de inseguridad, una inseguridad que se va perdiendo a cada zancada que doy. Rompo a la izquierda al llegar al final de la calle, dirigiéndome hacia el parque que queda cerca de casa, un lugar que se puede decir que me gusta. Dentro de lo que cabe, es de lo mejor que hay por aquí. Se oyen los gritos de los niños que corren de un lado a otro, pero a medida que me acerco empiezo a oír otro tipo de gritos. Empujada por la curiosidad me acerco ahí, y lo que veo me deja con la boca abierta un palmo. Es Riorden. No parece en sus plenas capacidades y va medio desnudo. Incapaz de reaccionar, me quedo mirándole, en silencio, mientras los niños corretean a su alrededor chillando y algunos adultos empiezan a alarmarse.
Liliane D. Fitzgerald
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No apto para niños || Riorden Weynart ~ IqWaPzg
Riorden M. Weynart
La verdad es que estos últimos dos meses me he estado controlando en todos los sentidos; me he mantenido alejado de la bebida bastante bien, aunque no al cien por cien, y tampoco he investigado nada sobre la chica Campbell. Vale, en realidad tampoco investigué nada cuando hace dos meses y medio me encontré accidentalmente con ella en un parque del Capitolio, pero lo importante es que estoy manteniendo mi promesa. Y sobre el alcohol... sí, me he mantenido lejos de él todo lo posible. Hasta hace poco más de una semana. Sabía perfectamente el juego a dos bandas de Aaron, pero nunca, jamás en la vida, imaginé que algún día ese juego acabaría torciéndose y el que saldría perdiendo sería él. Y lo peor de todo es que ha huido y ni siquiera tengo ni puñetera idea de si sigue con vida o si se ha muerto de hambre o deshidratado en algún rincón de algún Distrito de esos pobres y medio abandonados. Podría mandar alguna patrulla a alguno de ellos con la excusa de que alguien me ha dicho que le ha visto y ayudarle, ¿pero luego qué? ¿Renunciar a todo porque el muy idiota no supo tener dos dedos de frente y ver que no solo se ponía a él en riesgo, sino también a Lena, a Ethan y, para colmo, tiraba el apellido Weynart por los suelos? No, él es el único culpable y el único que debe pagar las consecuencias, por mucho que me duela y por mucho que por culpa de él ahora el alcohol vuelva a ser con quien más tiempo paso.

Tras enterarme de la noticia intenté controlarme y no volver a beber, principalmente porque mi padre biológico se pasaba por casa cada dos por tres, intentando avanzar tanto en la relación que pretende tener conmigo, y en la relación que intentar forjar con Keiran. Luego, cuando el pequeño de la familia se fue al Capitolio a pasar unas semanas con Elle, las visitas de Ludovic se redujeron considerablemente, y con ello mi mayor excusa para no beber y tener que controlarme. De todas maneras, no he vuelto a llegar al punto de hace unos meses, y ahora casi ni me emborracho, excepto algún que otro fin de semana puntual. Y hoy es uno de esos días en los que acabo así, medio desnudo porque a fin de cuentas estoy en mi casa solo, porque Lily en realidad no cuenta como una persona. Suelto un gruñido cuando la botella de whisky, concretamente de la marca que bebí aquella noche en casa de Zoey, se acaba. Me planteo utilizar la aparición para ir a casa de Jess, la única persona con la que más contacto mantengo actualmente, principalmente porque Eveline está liada con el embarazo, pero al final no lo hago.

Acabo levantándome del sofá solamente porque mis necesidades fisiológicas reclaman atención, y como no me apetece caminar estando así, utilizo la aparición para ir al baño. Con lo que no contaba era con aparecer en un estúpido parque, rodeado de niños que empiezan a gritar en cuanto me ven en ropa interior, y yo grito también antes de entender dónde estoy. Supongo que pensar en mi encuentro con Zoey y Lëia en aquel parque no ha sido lo mejor que podido hacer mientras me aparecía, ¿no? — Maldita sea — espeto por lo bajo mientras intento taparme todo lo que puedo, y ruedo los ojos cuando las madres de los mocosos se suman a los gritos. En un chasquido de dedos vuelvo a estar vestido, y no puedo evitar sonreír con suficiencia porque aún no termino de acostumbrarme a utilizar la magia cuando me dé la gana, y mucho menos a llevar una varita encima. Mientras me planteo si volver a casa andando o utilizando la aparición, no muy seguro de no volver a meter la pata por no estar en muy buen estado ahora mismo por culpa de los efectos del alcohol que aún siguen ahí, la veo. Me mira desde la entrada del parque, sin hacer nada y, sin dudarlo, camino hacia ella. Ninguno de los dos dice nada cuando la agarro del brazo y nos hago aparecer a ambos en el salón de mi casa. Al final soy yo quien acaba hablando mientras la miro con un deje de desprecio, tal y como hago siempre, y me masajeo el puente de la nariz en un intento de concentrarme en lo que hago: — ¿Se puede saber cuánto tiempo llevabas ahí, Fitzgerald?
Riorden M. Weynart
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No apto para niños || Riorden Weynart ~ IqWaPzg
Liliane D. Fitzgerald
Esclavo
Niños corriendo, madres y padres gritando y llevándose a sus hijos de ahí, y Riorden Weynart en el centro del parque, en ropa interior, gritando también. Y yo me río. Procurando que no me vea, claro, pero me permito soltar una carcajada que se engancha en mi garganta y suena ronca al salir. Pero es risa, y hacía mucho que no me permitía un gesto así. Me muerdo los labios, intentando dejar de reír, las consecuencias a que Weynart me pillara así no serían buenas. Tomo una bocanada de aire y me sereno, pero entonces me ve. Y viene hacia mí. Creo que no va muy fino, debe de haber estado bebiendo otra vez ahora que no tiene al pequeño Weynart con él. Pero su mirada me deja helada. Abrazo la chaqueta que llevo en brazos cuando llega a donde estoy y agacho la cabeza para evitar mirarle a los ojos. Tiene siempre esa mirada fría y de desprecio hacia mí que me hunde en la peor de las miserias. Noto su mano en mi brazo y momentos más tarde estamos de nuevo en el salón de su casa.

Miro a mi alrededor, en estos momentos desearía que estuviera Keiran aquí. Con el niño delante, Weynart siempre se comporta mejor. Estoy por moverme o hacer algo, pero su pregunta me impide levantar la cabeza y sigo abrazando la chaqueta. Noto su mirada sobre mí, su desprecio, su odio, y a la vez su satisfacción por saber que mi posición es tan inferior y la suya tan superior —No mucho. Nada. A-acababa de llegar, ¿por qué?— miento, tratando de mantener la calma. Doy un paso atrás, tambaleándome un poco al hacerlo, y opto por alejarme de él para ir a colgar la caqueta en su sitio. Desde ese rincón le miro, preocupada. Puede hacer conmigo lo que le de la gana porque no soy nada, ni para él ni para el gobierno ni para nadie, y eso es simplemente aterrador. Y es que he visto la vida de este Weynart, entre muchas cosas he presenciado cómo le gusta darle a la bebida de vez en cuando. Tendrá sus motivos, supongo, pero tampoco me incumben ni me traen de cabeza. Recuerdo mi primera experiencia con el alcohol, y cómo llevó ese trago de más a mi primer beso, y me doy cuenta de lo desconectada que estoy del mundo. Ya no sé si la gente que formó parte de mi vida sigue viva, o está en la misma situación que yo, o qué ha sido de ellos. La burbuja del esclavismo me mantiene alejada de todo eso. Mi familia, mis amigos, nada. Mi vida ahora se reduce, tristemente, a las órdenes y el desprecio de Riorden Weynart.
Liliane D. Fitzgerald
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No apto para niños || Riorden Weynart ~ IqWaPzg
Riorden M. Weynart
No puedo evitar sonreír de medio lado con socarronería cuando la escucho tartamudear, y ruedo los ojos. — No te pago para que... — empiezo a decir, siendo perfectamente consciente de lo que digo, y acabo interrumpiéndome antes de continuar.  — Oh, claro. No te pago porque no eres más que una esclava — añado al momento, aún con esa sonrisa socarrona en los labios.  — ¿Sabes lo que es un elfo doméstico? Pues ellos al menos podían quedar libres si les dábamos una prenda. La gente como tú, por otro lado... — No continúo, pues ya es obvio lo que quiero decir, así que lo único que hago es encogerme de hombros.  — En fin. Que hagas tu trabajo. ¿Te dije que podías ir al parque? No — gruño, esta vez si ninguna sonrisa, y me masajeo levemente la cabeza.  — No puedes hacer nada sin mi permiso, Fitzgerald. — Me doy la vuelta y me dirijo al baño para meter la cabeza debajo del grifo con agua fría. Mi intención haciendo eso es despejarme y quitarme los efectos del alcohol de una vez. Cuando creo que ya he tenido suficiente, saco la varita y realizo el hechizo de aire caliente para secarme un poco el pelo, y vuelvo de nuevo a donde había dejado a la inútil de Lilianne.

— Espero que hayas hecho todas tus tareas, Fitzgerald.— En realidad suele hacerlas porque sabe que si no lo hace, las consecuencias serán terribles. Sin embargo, me gusta intentar cabrearla aunque ella no muestre si lo he conseguido, y más aún asustarla. — Voy a buscarme otro esclavo porque está visto que tú dejas bastante que desear — comento mientras me siento en uno de los sillones de la sala de estar. — Pero no te hagas ilusiones, rubita, porque no te voy a devolver. — Sé que lo está deseando; que desea que le mande de vuelta al mercado de esclavos, pero no lo haré nunca porque la odio, y si puedo fastidiarle la vida, lo haré aunque sea lo último que haga. Debería haber pensado mejor lo que hacía cuando era una Agente de la Paz, apoyaba a los Black, custodió a mi cuñada y, para colmo torturó a Alec. ¿Cómo no odiarla después de todo eso? No suelo ser una persona desagradable, a decir verdad, pero con ella todo es diferente. Antes quizá lo era con los del Capitolio, pero simplemente por lo que le hicieron a mi hermano. Ahora todo ha cambiado. Además, teniendo el trabajo que tengo, no puedo permitirme tratar mal a las personas porque daría mala imagen.
Riorden M. Weynart
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