The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Un mes después de la caída de los Black.
Desde que Jamie se hizo con el poder de NeoPanem, no he dejado de pensar en el hecho de que por ser lo que soy podría estar en la situación del resto de humanos que han sido esclavizados por el nuevo régimen. Ni si quiera sé si Allen sabe que lo soy, y si lo sabe, nunca me ha dicho nada al respecto y yo tampoco a él. No hemos hablado mucho sobre la situación actual, es más, diría que nos hemos distanciado durante éstas últimas semanas. Él se dedica a hacer sus cosas y yo las mías, que últimamente se limitan a estar en mi cuarto mientras observo con detenimiento a mis vecinos. Observar como ellos hacen algo productivo con sus vidas hace parecer que yo también lo hago. Sólo salgo de mi cuarto para comer, o para hacer algo que me pida mi padre. Supongo que suena deprimente, pero nunca me apetece hacer nada.

Mi vecina más cercana es la reciente ganadora de los juegos. Resulta inquietante ver cuchillos volando tras su cuarto y oír el ruido sordo que hacen al clavarse en la pared. También se pasa las horas mirando un papel, leyéndolo una y otra vez, a veces me gustaría saber qué es lo que pone. No me he preguntado qué es lo que debe de sentir, juraría que hasta la he visto llorar un par de veces. Por no hablar de sus gritos a altas horas de la noche, supongo que serán pesadillas después de lo que ha pasado. Sé exactamente como se siente al perder un familiar, pero su caso es diferente, ella apenas conocía a su hermana, según tengo entendido. Hablando de ella, está saliendo por la puerta de casa y si la vista no me falla, lleva algo escondido tras su chaqueta.

Salto del alféizar de mi ventana al interior de mi cuarto para bajar las escaleras de dos en dos. Recojo las llaves de la entrada y doy un portazo por las prisas mientras las guardo en mi bolsillo derecho. No suele haber nadie en casa así que no me molesto en decir adiós. Observo a Jessica un par de metros delante de mí. Por sus andares rápidos y decididos, diría que tiene prisa o ganas de llegar a algún lugar. Sé perfectamente qué es lo que va a hacer porque llevo días contemplando la misma rutina. Me retiro el pelo de la cara y espero unos segundos hasta que me decido por seguirla.

- Hola - digo alto para que me oiga. Ella se da la vuelta levemente pero cuando me mira con un aspecto extraño parece sentir decepción y sigue su camino. Arrugo la nariz molesta y continúo siguiéndola. - Eres Jessica, ¿verdad? Soy Alice  - de repente se para en seco y me mira.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Todo ha cambiado desde que salí de la arena. No creo que se pueda considerar que soy la ganadora, puesto que realmente los rebeldes me ayudaron a salir y me salvaron. No es que no agradezca lo que hicieron, pero preferiría que las cosas hubieran seguido su curso, así tal vez habría logrado salvar a mi hermana, y ella ahora no estaría muerta. No dejo de pensar en ella, en que fue culpa mía, que preferí salvarme a mí que a ella, cuando yo no tenía nada que perder y ella todo. Leo la carta una y otra vez, toqueteo mi colgante con el suyo y los uno, a veces lloro, otra veces me desahogo dándole golpes a los objetos cercanos, otras voy a entrenar con los cuchillos... Esa es otra de las cosas que ha cambiado, que ahora estoy completamente obsesionada con que estoy en peligro constante, es una paranoia por la que no lleva una vida normal. Bueno, todo lo normal que podría ser mi vida. Cada vez que oigo un ruido a mis espaldas lanzo el arma, y algún día de estos, cuando ese ruido sea una persona de verdad que no quiere hacerme daño, acabará con un cuchillo en el pecho.

Ya ha pasado un mes desde la caída del imperio Black, desde que salí de la arena, desde que estoy sola. Algo más que ha cambiado, ahora vivo sola, estaba pensando en comprar un esclavo pero tampoco me hace mucha falta, y no creo que me sintiera segura con alguien desconocido rondando por la casa. Debería estar en el distrito seis, con mi madre, pero ha desaparecido del mapa como si nunca hubiera existido. Parece mentira que la haya echado tantísimo de menos en los juegos, porque cuando creí que iba a morir, mi familia era lo primero y lo último que se me venía a la cabeza, y puesto que mi familia se reduce, o se reducía, a mi madre, eso era en lo que pensaba constantemente. A pesar de que tenemos nuestras diferencias, la quiero, es mi madre... Así que llevo cuatro semanas buscándola por todo NeoPanem, sin haber encontrado absolutamente nada. He acabado por asentarme en el Capitolio, porque aquí puedo conseguir pistas sobre su paradero más fácilmente. En cuanto a mi padre, ahora que resulta que está vivo, no estoy segura de querer encontrarle, así que en vez de buscarle me excuso a mí misma diciendo que primero encontraré a mi madre, cuando en realidad lo que pasa es que no quiero enfrentarme a él, no estoy segura de que la vaya a perdonar que nos abandonase, que me dejase sola con mi madre, sabiendo que mi madre aún estaba enamorada de él. De momento esa mentira me mantiene alejada de él.

Decido no pensar más y salir de casa para practicar un poco con los cuchillos, cosa que ahora se ha convertido en mi único hobbie. En cuanto salgo por la puerta noto una presencia detrás de mí, alguien me sigue. Podría defenderme antes de darme la vuelta para ver quién es y qué quiere, pero he oído la puerta de su casa en cuanto yo he salido, así que sé quién es. Es Alice, mi vecina. Una niña de unos ¿12 años? En realidad no me interesa demasiado, ni siquiera recuerdo cómo sé su nombre. A veces me espía desde su ventana. No me molesta, pero tampoco me agrada, aunque de momento he decidido fingir que no me doy cuenta. Nunca se me había acercado demasiado hasta ahora. Cuando me dice hola me quedo helada. Sé que es Alice, pero por un momento habría jurado que era... que era mi hermana. Me doy la vuelta por si acaso, aunque sé que es imposible, y veo la cara de Alice, lo que sospechaba. Me siento decepcionada por un momento, hasta que me doy cuenta de que realmente no esperaba que fuera Kayla. Ella está muera, es imposible, y tengo que hacerme a la idea.  No le respondo y sigo andando, ignorándola por completo para ver si así se marcha y deja tranquila. El ruido de sus pisadas y su siguiente frase me confirma que no, así que me paro en seco y me doy la vuelta del todo, esta vez mirándola. Cuando me dice su nombre alzo una ceja. - ¿Y eso debería importarme porque...?- No espero que responda a una pregunta retórica, pero de todos modos no me muevo de donde estoy, quiero oír lo que tenga que decirme.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
La forma en la que se gira hacia mí como si buscara a alguien hace que me pregunte en quién está pensando. No tiene sentido que busque a alguien porque siempre la veo sola. Apenas sale de casa,  y cuando lo hace, no parece que vaya a irse de fiesta, o algo así. Pero bueno, qué se yo, tampoco es que sepa demasiado lo que hace la gente normal de su edad. Aunque ella no es que sea muy normal, después de todo por lo que ha pasado, lo raro sería que fuera una persona corriente y sólo pensar en ir de compras como las chicas del capitolio.

Su pregunta me deja un tanto desconcertada y por un momento pienso en responderle con el mismo tono que ha usado, pero opto por ignorarla y seguir con mi propósito. - Soy tu vecina - me encojo de hombros restándole importancia. Supongo que ya lo sabe, no es como que no me de cuenta de que a veces ella me observa también hasta que nuestros ojos se cruzan y entonces cada una vuelve a hacer lo que se supone que estaba haciendo, en mi caso, estar tirada en la cama sin hacer nada.

De todas formas, no tengo prisa por acabar la pequeña conversación que estamos teniendo. Tengo toda una tarde libre, como la mayoría de los días, y no me importa si tengo que pasarme toda una tarde detrás de ella para que me haga más caso del que me está haciendo.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Por un momento estoy tentada de irme y dejarla con la palabra en la boca, pero tengo curiosidad por saber qué quiere de mí mi vecina. Parece que es muy reservada, así que no creo que lo único que quiera sea socializar, hacer amigos o algo así. Eso no me interesa ni a mí ni a ella. Cuando constata el hecho de que es mi vecina casi me río, pero no lo hago, si no que mantengo mi expresión. - ¿Y eso debería importarme porque...? - Repito con el mismo tono que usé antes. Adopto una postura más receptiva hacia ella, esperando a que me diga ya lo que quiere de mí. Me gusta que la gente vaya al grano, odio los rodeos, y ella los está dando.

- Oye, no creo que me hayas seguido solo para saludar, así que ve al grano ¿vale?- Resoplo una vez dicho esto, la paciencia no es mi fuerte. Acabo por coger uno de los cuchillos que llevo prendidos al cinto y le doy vueltas entre mis manos una y otra vez, para matar el tiempo mientras Alice se decide entre decirme ya lo que quiere o dar más rodeos para llegar a su propósito. Intento imaginar cuál será, pero no entiendo que puede querer una niña como ella de alguien como yo.

Me fijo un poco más en ella, para encontrar alguna facción en su cara que me recuerde de nueva a Kayla, pero ahora que la escucho de nuevo, ni siquiera su voz se le parece. ¿Por qué me equivoqué y la confundí con ella? No tiene sentido, a menos que esté perdiendo la cabeza.  Es una hipótesis bastante probable, nada de lo que me ha pasado últimamente me lleva a ser una persona normal, de hecho los últimos tres meses han sido una locura. Todavía tengo miedo, me siento insegura, tengo la sensación de que al despertarme estaré otra vez en la cabaña, con newton, después de haber matado a los del doce, al chico del uno... Todos aparecen en mi sueños, o más bien en mis pesadillas. Sacudo la cabeza levemente en un intento de apartar de mi cabeza los recuerdos que con tanto ahínco trato de olvidar, y me centro de nuevo en Alice, y en intentar predecir qué quiere de mí.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Lo bueno de una persona como yo es que por muchas indirectas que me lancen para que me largue no me doy por aludida. Sólo cuando es una situación que no vale la pena, pero éste no es el caso. Ruedo los ojos cuando repite la frase anterior sin apenas pestañear, incluso con el mismo tono que antes. Se me ocurren varias teorías por las que es tan antipática con absolutamente todo el mundo. Una de ellas es porque quiere que las personas se alejen de ella y la dejen en paz. Conozco muchas personas que utilizan esta táctica. Seth es el caso de uno. Sin embargo sólo consiguen que tengas más curiosidad por ellos.

No creo que haya una persona más directa que yo, aunque la chica tiene razón en que estoy dando demasiados rodeos. Últimamente me está dando por ser muy reservada y seca con la gente de mi alrededor, y la causa de ésto es la situación actual. Normalmente ya le hubiera soltado lo que tenía que decir. - Me preguntaba si podría ir contigo - comento señalando con la cabeza el cuchillo que gira sobre su mano. Otra de las cosas que han cambado desde que estamos aquí es que ya no entreno con Seth. Supongo que ya no le hace falta, pero a mí sí. Si se da el caso de que descubren que soy humana y vienen a por mí, me gustaría poder defenderme.

Doy un par de pasos en su dirección para colocarme a su lado mientras observo que continúa analizándome. - No hace falta que me mires como si fuera un bicho, ¿eh? - digo cruzándome de brazos y lanzando ambas cejas.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Me dedico a observarla de pies a cabeza ante de que vuelva a hablar. Ahora que me fijo mejor parece más mayor de lo que en un principio pensé, tal vez tenga 13 ó 14. Físicamente no parece Kayla, pero hay algo extraño en ella que me hace recordarla cada vez que la miro. Soy consciente de que se nota mucho que la estoy analizando, pero no me importa en absoluto, así que continúo. Sigue sin decirme lo que quiere, y bufo de nuevo, molesta. - No tengo todo el día, suéltalo ya - Tras esto parece espabilarse un poco, y las siguientes palabras que dice me hacen alzar ambas cejas en una mueca de sorpresa. - ¿Es una broma? - Le pregunto, anonadada. No puedo creer que lo diga en serio, ¿para qué iba a querer acompañarme? No me conoce, y es una cría, no le pueden interesar ese tipo de cosas. Su expresión no cambia un ápice, lo que quiere decir que no es una broma. - Ni lo sueñes - Respondo simplemente, yendo al grano, como me gusta.

Ni siquiera me lo he pensado, he dicho que no casi por efecto reflejo. ¿Por qué no? Me dice algo en mi cabeza. La verdad es que podría hacerlo... Podría si no odiara la compañía y si supiera para qué quiere una niña de su edad verme clavar cuchillos a las cosas. - Lárgate ¿vale? - Le espeto con tono brusco, pero ella no mueve un músculo de dónde está, lo que me hace tener curiosidad. Si insiste, debe de ser importante. - ¿Qué interés tienes tú en verme lanzar cuchillos al aire? - Frunzo el ceño, curiosa, y veo cómo arruga la nariz. Me quedo helada. Era un gesto que hacía mi hermana gemela, un gesto que de hecho yo también hago a veces, pero menos a menudo de lo que lo hacía ella. Lo ha hecho exactamente igual. Balbuceo sílabas de palabras ininteligibles, hasta que acabo por cerrar el pico y morderme el labio. Es solo un gesto, lo puede hacer cualquiera.

Sus siguientes palabras hacen que me ría con ganas, y suavice un tanto mi expresión. Y sin embargo no digo nada, me limito a observarla de nuevo, sopesando los pros y contras de dejar que venga. Realmente ¿qué daño puede hacerle? Incluso podría aprender, hoy en día no está mal saber defenderse de cualquier amenaza posible. Además, me recuerda tanto a Kayla... No puedo decirle que no. - Muy bien, bichito, acompáñame - Uso como apodo el mismo adjetivo que se ha puesto ella hace tan solo unos segundos, decidiendo que a partir de ahora la llamaré así. Echo a andar sin esperar su respuesta, y confiando en que me siga hasta el sitio donde habitualmente entreno. Es un callejón oscuro y estrecho, muy estrecho. Lo suficiente como para que entre yo y al menos otras dos personas apretadas. Lo bueno de él es que es largo, de la distancia exacta a la que normalmente me gusta lanzar los cuchillos. A parte de eso, como todas las calles del Capitolio, al fondo, sus paredes están pintadas de colores chillones y formas cambiantes que me ayudan a imaginar una diana. Y no olvidemos que estoy sola, nadie pasa por aquí. Me giro y miro a mi nueva acompañante, viendo como se acerca hasta aquí, y espero pacientemente a que llegue y se coloque a mi lado.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
En un principio se niega a dejar que la acompañe, lo cual me lo esperaba. Todo el mundo piensa que soy una persona frágil y delicada, cómo si fuera una figura de cristal precipitándose al vacío. En realidad no entiendo por qué piensan así, creo que nunca me he comportado como una persona débil, y si en algún momento lo he sido, desde luego no en público. Así que no sé porque siguen teniendo esa idea sobre mí. Supongo que tengo esa imagen, o la tenía al menos hace unos meses. He cambiado desde entonces, Seth me sigue sacando un cabeza y algo, pero no tanto como antes, parte de las pecas que antes salpicaban mi rostro han desaparecido, aunque aún hay rastro de ellas, y mi cuerpo está más definido.

Cuando dice que me largue no me muevo de mi sitio, ni si quiera pestañeo, tan solo me quedo mirándola con expresión silenciosa, esperando a que añada algo más. - Bueno... No exactamente quiero verte lanzar cuchillos - hago una pausa demasiado larga para mi gusto - Lo que quiero es entrenar contigo - y digo entrenar porque aunque ella no me ha explicado detalladamente a lo que se dedica, no creo que los lance por diversión. Sonrío cuando acepta mi propuesta, ignorando que me haya llamado 'bichito' y me meto las manos en los bolsillos, sintiendo el irregular tacto de las llaves de casa, mientras sigo a Jessica. No tengo ni la menor idea de a dónde va. Cómo ya he mencionado en otras ocasiones, salir de casa últimamente no es el mayor de mis hobbies, apenas me sé por las calles que tengo que pasar hasta el supermercado.

El sitio en el que acabamos no es muy acogedor, de paredes estrechas, los rayos de sol no parecen llegar hasta aquí, y por si fuera poco, huele a cloaca. No es el mejor lugar del mundo para hacer una fiesta, pero sí para lo que hemos venido. - ¿Sólo sabes utilizar los cuchillos? - pregunto por mera curiosidad. Quizás si sabe manejar otras armas me pueda enseñar, lo difícil sería conseguir esas armas, ahora la mayoría están prohibidas. - ¿Por qué vives sola? - Entiendo que haya perdido a su hermana, pero eso no quita que no tenga a sus padres.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Espero con demasiada paciencia para la que estoy acostumbrada a que especifique por qué quiere venir conmigo, y cuando acaba por hablar, dice algo que realmente no me esperaba. Me echo a reír de nuevo, casi con burla. - ¿Entrenar? - Repito, por si no lo he oído bien. Pero sí que lo he escuchado muy claramente, lo que quiere es aprender. - ¿Acaso alguna vez has cogido un arma con la intención de matar? ¿Sabes cómo se empuña? ¿Cómo se lanza? ¿Dónde hay que apuntar? - Una vez más sé la respuesta de las preguntas que formulo, así que no espero a que responda. - No, no tienes ni idea de cómo se usan. No quieres venir a entrenar conmigo, quieres aprender - Y esta vez mi frase no tiene carácter interrogativo, si no que lo afirmo como si ella me lo hubiera dicho, cosa que no necesito. Y en un momento me pasa por la cabeza algo, cuál puede ser la razón por la que una niña quiera aprender a usar un arma, y por qué acude a mí para ello. La respuesta a la segunda cuestión es fácil, porque seguramente esté desesperada y sabe que yo podría ayudarla si quisiera. Pero ¿quiero? - ¿Para qué quieres aprender a usar un arma? - Le espeto, porque si tengo claro que la voy a ayudar, al menos quiero saber por qué lo hago.

Si no fuera por Kayla no estaría haciéndolo, si no fuera porque hay algo en ella que es de mi hermana, que soy yo; me limitaría a ignorarla. Pero no es el caso, y desgraciadamente me siento obligada a dejar que me acompañe, y no solo eso, si no que tengo que conseguir que aprenda a defenderse. Cuando llega hasta dónde estoy sigue haciendo preguntas, acto que hace que ruede los ojos, aunque respondo de todos modos. - Sé utilizar muchas armas, pero eso a ti no te interesa. ¿O es que también quieres usar la espada? - Sonrío de medio lado al imaginarla tratando de coger una espada que prácticamente es igual de larga que ella, y mucho más pesada que un cuchillo. Agarro con fuerza el cuchillo de mi mano derecha y cojo otro con la izquierda también, puesto que se me da mejor con esa mano. Me coloco a unos metros de la pared y fijo mi vista en un trazado rojo intenso con forma cuadrada. No es a lo que estoy acostumbrada, pero es irrelevante. Respiro hondo y con un rápido movimiento lanzo el cuchillo con la derecha. Antes de pararme a ver a dónde a dado hago un giro completo hacia la derecha también, aprovechando el impulso que me ha dado el primer lanzamiento, y estiro el brazo izquierdo todo lo que puedo hasta lanzar el segundo. Apenas he tardado un par de segundos en hacerlo.

Solo ahora me paro para ver a dónde han dado. El primero ha ido a parar unos tres centímetros más lejos del cuadrado rojo, pero el segundo ha dado prácticamente en el centro. Sonrío satisfecha por el resultado y me giro hacia Alice. Antes de que pueda preguntar si quiere probar hace otra pregunta, más personal, y hace que arrugue la nariz. - Haces demasiadas preguntas - Bajo la vista y la ignoro, aunque sé que probablemente insista más tarde. - Prueba tú, a ver desde dónde partimos - No espero que haga lo que yo acabo de hacer, pero al menos confío en que su fuerza sea suficiente como para llegar hasta la pared, aunque la clave lejos del objetivo. Le tiendo uno de mis cuchillos con una expresión de alerta en la cara, porque es un arma y debe de tener cuidado ante todo. - ¿Zurda o diestra? - Cuando responde le coloco el cuchillo en esa mano, corrigiendo como la hace ahora. Hago que rodee el mango con todos los dedos menos con el pulgar, que se coloca por encima. - Vale, ahora lánzalo con toda la fuerza que seas capaz. Al principio es un movimiento de brazo, y cuando te vayas a desprender de él, de muñeca. El objetivo es el cuadrado rojo de la pared. - Le indico como mejor puedo, mientras yo misma escenifico lo que digo moviendo mi brazo, para que ella lo imite lo mejor que pueda. Espero a que lo pille para que empiece, ya  así pueda ver su primer resultado.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Cuando comienza a reírse de mí mantengo la expresión seria de siempre y me cruzo de brazos dirigiéndole una mirada de soslayo, pero sin ningún rastro de odio en mi mirada. No me resulta gracioso que se reía, es más, me parece infantil e inmaduro que lo haga ella, no la he seguido para que se burle de mí, y menos para que se dé aires de superioridad. Puede que ella tenga más experiencia con esto, pero eso no quita que yo no sepa hacer nada. - Si ya has terminado de reírte me gustaría explicarte que probablemente no haya matado a nadie con un arma, pero eso no significa que no haya cogido uno de esos cuchillos en mi vida. - no soy de las personas que se piensan lo que dicen antes de hablar, más bien soy todo lo contrario. No tengo ningún problema en decir lo que pienso, y ahora mismo, lo que menos me preocupa es ser directa con Jessica puesto que ella también lo está haciendo. -  ¿Por qué tienes esa obsesión con qué no se usar un arma? - pregunto arrugando la nariz. No hay nada que me moleste más que las personas que me dicen constantemente lo que no sé o puedo hacer, cuando ni si quiera ellos lo saben.

No estaría mal saber utilizar una espada, pero algo me dice que ni ella misma tiene una, así que rechazo esa idea mientras otra recorre fugazmente mi mente. - Puede que no una espada, pero sí una daga, es más fácil de manejar y se parece a los cuchillos - no tendría ninguna posibilidad contra alguien que tenga en su poder una varita, pero es mejor que nada. Me quedo observando cómo se prepara para lanzarlos dándome un poco hacia atrás hasta tocar la pared, en la cual me apoyo. Me podría marchar en cualquier momento, de todas formas, tiene el ego demasiado subido como para que consiga hacerla creer que en verdad sí que se manejar un cuchillo. Pero por algún motivo no me muevo de mi sitio, sin apartar la vista de ella. Tiene un buen manejo con ellos, ¿quién que sale de la arena no lo tiene? Acaban cogiendo práctica. Recibió un entrenamiento antes de entrar allí, con profesionales, es normal que se le den bien.

Me encojo de hombros cuando dice que hago demasiadas preguntas. Lo más probable es que tenga razón, siempre he sido muy curiosa. No me responde, pero eso me da una pista para saber que no tiene muy buena relación con ellos o que ya no están con ella. Decido no meterme, de todas formas, le preguntaré más tarde. Ruedo los ojos antes de que pueda decir algo más y me acerco para coger el cuchillo de sus manos. - Diestra - dejo que me coloque ella misma los dedos aunque utiliza una forma distinta de agarrarlo que como lo hacía con Seth. Apenas escucho su explicación porque ya estoy sumergida en el cuadrado rojo del fondo de la pared. Entrecierro los ojos y cuando creo que estoy apuntando bien, estiro el brazo hasta que el cuchillo sale disparada hacia la pared. Sin embargo, rebota y cae al suelo. Antes de que pueda decirme nada - porque sé que lo va a hacer - cojo otro cuchillo y en vez de utilizar su método uso el que yo me sé, con el que he aprendido y con el que al menos consigo que se clave en la pared. Sujeto el mango rodeándolo con todos los dedos exceptuando el índice y el pulgar. Este último lo coloco encima mientras que el índice lo apoyo casi tocando la hoja del cuchillo. Lo lanzo ahora con la seguridad renovada y consigo que se clave cerca del primero que lanzó ella. Giro la mirada hacia Jessica, sin esperar a que me diga algo agradable por lo que no sonrío sino que mantengo mi expresión firme.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Lo hace otra vez. Ese gesto que hace que no la ignore, que no la eche de aquí o que me vaya a mi casa directa y entrene allí. Miro hacia otra parte antes de responder y me muerdo el labio con demasiada fuerza, para que la imagen de Kayla se esfume de mi cabeza. - Porque no entiendo para qué querrías usarla - Me encojo de hombros, repitiendo la pregunta que le hice antes aunque de otro modo, ya que no me ha respondido y sigo sin entender por qué tanto interés en las armas. Podría usar su magia para defenderse y tendría más posibilidades. Si yo no lo hago es por varias razones, una de ellas es que quiero mantener mi forma física, otra es que ya estoy acostumbrada a esto y la última y más importante es que el cansancio físico me ayuda a pensar en cosas que no sean los muertos que arrastro, la arena, la gente a la que echo de menos y que quiero. No son muchas, pero casualmente todas las personas a las que quería se han ido de un modo u otro, mi madre, mi hermana, Andy, incluso llegué a tenerle algo de aprecio a Newton y ahora tampoco está. A veces me parece que son demasiadas coincidencias que precisamente la gente que quiero acabe tan mal.

Apenas escucho las siguientes palabras que dice, y solo me vuelve a girar hacia ella cuando veo que se dispone a lanzar el primer cuchillo. No da muy buena resultado, pero antes de que pueda decir nada más coge otro cuchillo y lo lanza. Esta vez sí que da en la pared, pero no en el cuadrado rojo, aunque sí que ha dado cerca, a unos 5 ó 6 centímetros. Hago una mueca de aprobación y sorpresa al mismo tiempo.- No está mal, bichito, no está nada mal - Le digo sonriendo levemente. Luego me acerco a ella con otro cuchillo y se lo pongo en la mano derecha, cogiendo yo otro con la izquierda. Me he fijado en cómo lo ha hecho la segunda vez, la que ha dado más resultado. No es mal método, pero para mí, que uso los cuchillos como defensa casi en un acto reflejo, es mucho más fácil, rápido y efectivo cogerlo como lo hago. - Si quieres mi consejo, no deberías poner ese dedo ahí - Señalo su dedo índice, que está peligrosamente cerca de la hoja. - Está bien al principio para que te ayude a apuntar, pero si tienes prisa al sacarlo podrías cortarte - Me encojo de hombros.

Realmente puede hacerlo como quiera, pero lo digo por su seguridad, y eso me sorprende a mí misma. Me empiezo a plantear que Alice me caiga bien, cosa que no suele pasar muy a menudo ahora que estoy 'mentalmente inestable'. Solo las personas que han pasado por algo parecido a mí me comprenden y son a las que llego a tener aprecio. Hasta ahora solo me ha pasado con Andy y Riorden. De hecho, Riorden se ha convertido en uno de mis mejores amigos, porque al parecer él también perdió a un familiar en los juegos y también fue a los juegos. Estamos en situaciones muy similares y me reconforta poder hablar con alguien de vez en cuando sobre ello y que no te responda 'tienes que superarlo' 'ahora está en un lugar mejor'. Son cosas que suele decirme la gente que no me conoce, que no sabe realmente mi historia ni los problemas que tengo. No se puede decir que haya muchos casos que se parezcan lo más mínimo a lo que ha pasado en mi vida los últimos seis meses, así que supongo que es normal que hayamos hecho amistad rápido. Sacudo la cabeza y me centro en Alice. - Prueba otra vez, irás mejorando con la práctica - Lanzo yo también para que siga imitando lo que hago lo mejor que sepa y corrijo sus posturas, su puntería, sus errores, y todo lo que puedo.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Imito su movimiento de elevar los hombros en un intento de conseguir más tiempo para invertarme una excusa que sea creíble sobre por qué quiero usar un arma. Obviamente no le puedo decir para lo que realmente lo necesito porque eso me metería en un gran problema. Se supone que soy bruja, que soy libre porque tengo sangre mágica por mis venas, esa es la razón por la que ahora mismo no estoy en un mercado de esclavos a punto de vender. Ni si quiera sé por cuánto va a poder durar esta mentira, porque está claro que no va a ser para siempre, y cuando llegue el momento a saber que pasará conmigo. Sinceramente prefiero no hablar del tema, aunque no puedo evitar preguntármelo varias veces al día. - Podría hacerte la misma pregunta. Entiendo que tuviste que aprender para la arena, pero ya estás a salvo, no necesitas estar protegida - es una buena forma de esquivar su pregunta, haciéndosela a ella misma, pero sería mejor aún que dejáramos de hablar de este tema y pasármos directamente a la parte práctica.

Vuelve a utilizar el mismo apodo que antes ignoré para llamar mi atención. - Alice. - No me molesta que me llame así, pero preferiría que me llamara por mi nombre. - Y gracias - añado tras rodear con mis dedos el cuchillo que pone Jessica en mi mano derecha y observo mi forma de cogerlo mientras me explica qué inconvenientes tiene. - Cortarme no sería el mayor de mis problemas - voy a decir algo más pero tengo la manía de decir todo lo que pienso y a veces resulta bastante molesto. Así que decido callarme y hacerle caso aunque en un principio sea más difícil su método que con el que llevo trabajando un par de meses.

Observo cómo ella lanza primero, memorizo sus movimientos, tengo buena memoria así que eso no me supone un problema. El problema será a la hora de ponerlo en práctica. Cuando me toca tirar, corrijo mi dedo e intento que al menos se clave en la pared y no cómo el primero que lancé. Pasamos así varias horas, nos turnamos para tirar e intentar clavar el cuchillo en el cuadrado rojo mientras ella me da consejos y yo me limito a ponerlos en práctica, al igual que las correcciones que me da. En una de mis tiradas, antes de lanzar, me giro hacia ella. - ¿Si acierto en el cuadrado rojo responderás a mi pregunta? - alzo una ceja. Desde pequeña me han gustado los retos, y cualquier situación que se me presente me sirve para retar a alguien. Estaría bien que aceptara, porque así podría responderme a la pregunta de por qué vive sola, si acierto, claro.
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Abro los ojos de par en par cuando dice que ya estoy a salvo, porque esa frase pero en negativo me atormenta todos los días de mi vida desde que salí de la arena. - A salvo... - Repito, saboreando la palabra como si fuera intangible para mi mente, irreal, y de hecho para mí lo es. - Nadie está totalmente a salvo, y menos yo. Más gente de la que desearía me quiere muerta - Lo digo como si ya me hubiera hecho a la idea, pero no es así. Sé que muchos de los tributos a los que maté tienen familia, y es evidente que no deben de tenerme mucha estima.  Me queda mirándola cuando dice que la llame Alice, y sonrío, un poco más calmada e intentando ser amable con ella. - Me gusta más bichito. Te pega - Bromeo, y para que se note me río suavemente después. No recordaba la última vez que había bromeado y me había reído realmente por ello, pero por un momento la risa me hace sentir bien. ¿Cómo alguien que acabo de conocer puede hacerme reír más que alguien que lleva todos estos meses conmigo? Me hace sentir rara y a la vez culpable, por lo que borro la sonrisa de la cara antes de lo que lo habría hecho cualquier persona normal. No puedo reírme con lo que le ha pasado a mi hermana, a mi madre, y a todo bicho viviente que conozco.

Me centro en otra cosa, que en este caso es Alice y su progreso en tan poco tiempo. - Aprendes relativamente rápido, pero ya te había enseñado alguien ¿me equivoco?- Prácticamente lo afirmo, porque si fuera alguien que no ha tocado un arma en su vida no tendría esa técnica. Además de que no tenía miedo del cuchillo, que es lo que le suele pasar a la gente, tienen miedo de las armas porque les pueden hacer daño en todos los sentidos, y pese a su corta edad, ella parece familiarizada con ellas, sobretodo con los cuchillos. Tras varios intentos ya hemos gastado todos los cuchillos, así que me encamino sin prisa pero sin pausa a la pared del callejón y los recojo. La mayoría de los suyos se han quedado en un radio de 5 a 10 centímetros del pequeño cuadrado rojo, algo normal dada la distancia desde donde los lanzaba; los míos están casi todos en el centro, a excepción de algunos que se han quedado a 2 ó 3 centímetros. Me siento satisfecha pro hoy conmigo misma, pero no con ella, así que en vez de irme a casa me coloco de nuevo a su lado y se los tiendo todos, uno tras otro. Corrijo sus técnicas hasta que de repente, se para en seco. - ¿Qué ocurre ahora? - Aún tarda un rato en volver a hablar, como si se estuviera pensando el decirlo o no.

Espero pacientemente a que lo haga, y cuando lo hace alzo una ceja, sopesando la posibilidad de que lo diga en serio o no. - ¿Tanto te interesa saber por qué vivo sola? - No hace falta que diga qué pregunta es a la que se refiere, porque yo ya lo he intuido. Me ha retado, porque tal vez tenga la ilusión de que en tan poco tiempo va a conseguir acertar en el cuadrado rojo. Como estoy convencida de que no lo va a hacer, o al menos tendría que tener mucha suerte para que eso pasara, decido aceptar. - Muy bien, bichito, acepto. - Uso de nuevo ese apodo que le he puesto, para picarla un poquito. - Pero para que las cosas sean más justas, acércate un poco más a la pared, si no, no tendrás muchas posibilidades. - De todos modos no pierdo nada diciéndole el por qué de mi soledad, no me importa que lo sepa. Y aunque no vaya a perder nada, quiero ganar algo. - Y una cosa más, si no aciertas, me dices por qué quieres aprender a usar las armas - Sonrío ladina, estirando una mano hacia ella para que la estreche y así tengamos un trato 'oficial' - ¿Te atreves? - Añado, retándola a mi vez. Cuando estrecha mi mano me alejo un poco de ella, y hago un gesto de la mano para que comience el juego.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Me encojo de hombros cuando dice que nadie está totalmente a salvo. Tiene razón, pero siempre hay alguien está más protegido que otro. - Pero tú no tienes la culpa de lo que pasó ahí dentro, o de lo que hiciste - hago una pausa para mirarla - No pueden culparte por eso, y menos hacerte daño, lo hiciste para sobrevivir, ¿te van a culpar por querer vivir? - probablemente esto que le acabo de decir lo ignore, no sé como se siente ella, y pensará que no tengo la menor idea de lo que le pasó. Pero no puede negar que tengo algo de razón, no creo que todos los que salieron de la arena mataran por gusto, las reglas de los juegos son simples, matas o te matan. - ¿y por qué razón me pega bichito? - alzo una ceja pero no puedo evitar sonreír cuando ella comienza a reírse, pero en seguida cambia su postura. No entiendo por qué de repente deja de reírse, como si no lo tuviera permitido, o algo así.

- No, no te equivocas - no pretendo contarle nada sobre mi vida anterior al capitolio, o por lo menos no de momento. Todavía no la conozco demasiado como para saber si debo confiar en ella o no, incluso ella parece desconfiar de sí misma. Supongo que más adelante me preguntará sobre ello, al igual que yo se lo he preguntado, al fin y al cabo, tampoco hay mucho que esconder, tan solo el hecho de que soy humana, el resto ya se lo podrá imaginar. No hay mucha gente que sepa utilizar las armas, y menos a una corta edad, excepto aquellos que antes vivían en distritos dónde entrenaban para los juegos, pero no es mi caso.

Veo por los gestos de su cara que no sabe qué decir sobre mi pregunta, sonrío de lado. - Si no has querido responderme antes será porque tienes algo que ocultar o que no me quieres decir, ¿no? - antes ha evitado lo que le pregunté, y eso ha sido suficiente como para que me pique la curiosidad por lo menos un poco. Que acepte tan rápido me hace pensar que no cree que vaya a acertar en el cuadrado, y también el hecho de que me deje adelantarme unos pasos más hacia la suspuesta diana. - ¿No crees que vaya a acertar? - sonrío. Los últimos lanzamientos me han salido bastante bien todos, no he conseguido dar en el cuadrado pero la mayoría se han quedado en la líne que separa lo rojo de lo gris. Tendría que tener muy mala suerte para que esta vez - más cerca de la diana - no diera en el blanco. Estrecho su mano cuando pone sus condiciones y me coloco en posición cuando me deja espacio.

Por un momento pienso en usar mi método, el que me resulta más efectivo, pero ya que todos los lanzamientos que he hecho han sido como me enseñó ella, no veo motivo por el cuál ahora debería salirme mal. Suspiro, tampoco pierdo mucho si es que no acierto en el blanco. Me tomo mi tiempo, tomando detalles de la distancia y calculando mi posición. Varios segundos después, lanzo. No quiero mirar, pero mis ojos se giran hacia la diana para ver como el cuchillo está en el centro, en la parte roja. Me giro hacia Jessica y sonrío sin poder creérmelo. - ¿Me responderás ahora? -
Alice D. Whiteley
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Sé que intenta consolarme, como lo han intentado innumerables personas desde que salí de la arena, fingiendo que entienden por lo que estoy pasando, que imaginan lo duro que debe de ser, que sea positiva, que yo no tengo la culpa, que deje de torturarme a mí misma... Todo el mundo dice eso y cree que me entiende, pero no es así. Nadie sabe realmente lo que pasa por mi cabeza cada noche, ni el por qué de mi culpabilidad, ni lo que siento cuando recuerdo todo aquello; simplemente acepto mi culpa, y lo que siento es miedo. Más que miedo, pánico de todo el mundo, porque ¿quién puede asegurarme que las personas que tratan de entablar amistad o simplemente conversación conmigo no tienen algún parentesco con personas que he matado? ¿O por el simple hecho de que yo esté viva y sus familiares no, puedan culparme? ¿Quién entiende todas esas sensaciones de pánico irracional a cada minuto? Nadie que no lo haya vivido o lo esté viviendo, tal vez por eso mis únicos amigos en este momento es gente que ha salido de los juegos viva. Sin embargo, prefiero no decir todo esto en voz alta, no suelo compartir mis pensamientos con nadie, para eso soy muy reservada. Me limito a encogerme de hombros y responderle con otra pregunta a su vez. - ¿Qué harías tú si tu hermano mayor hubiera estado en los mismos juegos que yo y lo hubiera matado? No podrías culparme por querer vivir, y a su vez yo no podría culpar a tu hermano por querer vivir, así que haberlo matado sería cruel - Siempre va a haber personas que me culpen, yo haría lo mismo, lo entiendo en cierto modo.

Sigo sonriendo cuando me pregunta por qué le pega bichito. - Los bichos son molestos, ya sabes - Hago el gesto de vincular conceptos, y me río luego para que sepa que era una broma. De hecho no está siendo del todo molesto enseñarle, hasta podría acabar acostumbrándome a su presencia. Afirma que, como sospechaba, alguien más le ha enseñado al igual que hago yo ahora mismo. No añade nada, y yo no pregunto quién lo ha hecho, no lo veo irrelevante. Asiento lentamente con la mirada baja ante su deducción. - Chica lista - En realidad no hay nada que ocultar o que no le quiera decir, pero es una forma de que le pique más la curiosidad de saberlo, y que acepte el reto que ella misma me ha impuesto, pero con mis propias condiciones. Entrecierro los ojos, atenta a cualquier detalle de su lanzamiento, y antes de que lo efectúe, hago un gesto con la mano para que se detenga. - Solo una oportunidad - Aclaro, para que no creo que voy a dejar que lance hasta que acierte. Cuando asiente, conforme con esta nueva norma, me aparto un tanto más y le dejo su espacio y su tiempo. Lo que realmente me sorprende cuando el cuchillo vuela, es que, efectivamente, da en el cuadrado rojo. Abro mucho los ojos, anonadada ante su suerte, porque no ha podido ser otra cosa que eso. - Wow, estoy impresionada, al final sí que sirvo para algo. Debería dedicarme a esto - Me atribuyo a mí misma el mérito de que lo haya conseguido, con una leve sonrisa en los labios.

Suspiro, resignada, y abro la boca para hablar. - No hay ninguna razón en especial, no me gusta la compañía, y toda la gente a la que quiero está lejos. En cuanto a los esclavos, no los necesito, y no voy a gastar mi dinero en uno hasta que sea necesario - Me encojo de hombros restándole importancia. Realmente si no tengo un esclavo no es por el dinero, si no porque no me gusta tratar a los humanos así, y es cierto que no lo necesito para nada. He ido algunas veces al mercado, pero ninguno me ha llamado lo suficiente la atención como para 'salvarlo' de un dueño que sí lo tendría esclavizado y maltratado. Si alguna vez tengo a alguien en casa, será alguien que me inspire la suficiente confianza como para tenerlo a mi lado y confiar en que no querrá clavarme una daga o cualquier cosa de esas. Eso no me suele pasar a primera vista, y como es obvio apenas conozco humanos, no daría la casualidad de que precisamente uno de los pocos que conozco se me presentara. Miro a Alice y sonrío - ¿Decepcionante? - Seguro que esperaba una razón más interesante a mi soledad, pero no es nada especial, nada que no sepa ya.
Jessica D. Voznesenskaya
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Hago una mueca que intento evitar que vea cuando dice lo de mi hermano mayor. Hace casi dos años ya desde que mi familia y yo nos fuimos de NeoPanem para empezar una nueva vida en Europa. Pero lo que no sabíamos era que la que empezaría una nueva vida tan solo sería yo. He tratado de dejar ese tema al margen porque no me gusta recordarlo demasiado, y cuando lo hago, no suele acabar muy bien. No espero que Jessica sepa nada de mi vida, prácticamente porque nos acabamos de conocer, pero ha tenido la suficiente imaginación como para mencionar a uno de mis hermanos - No tengo hermanos - tenía. Decido no decir nada más al respecto porque está claro que esta conversación no nos está resultando agradable a ninguna de las dos. A ella porque el recuerdo de la arena la tortura y a mí porque llevo demasaido tiempo sin mencionar a mi antigua familia y el simple hecho de pensar en ellos ahora no me da muchos ánimos.

Suelto un suspiro que oculta una risotada cuando dice - en broma - que soy molesta. No creo que le esté siendo una molestia, ya que por lo que he podido comprobar en su carácter es que si lo hubiera sido, ya me hubiera mandado irme por dónde vine. Sonrío al ver su reacción sobre lo que acabo de hacer, ni ella misma se lo cree. - Eh, eh, no te atribuyas todos los méritos, la que ha lanzado el cuchillo he sido yo - estará pensando que ha sido pura suerte, yo también lo pensaría de no ser porque he mejorado bastante en estos últimos lanzamientos, y sólo llevamos un día. - Un poco - me encojo de hombros con una sonrisa para que sepa que estoy de broma. La verdad es que no me imaginaba nada muy diferente. Mucha gente vive sola por motivos similares a los suyos, pero tenía al menos una pizca de esperanza de que ella ocultara algo interesante.

- Deberíamos irnos, llevamos aquí horas, mi padre ya debe de estar en casa - aunque no sé que hora es, por los últimos rayos de sol del día sé que si Allen no ha llegado todavía, estará al llegar. Me acerco para coger el cuchillo del cuadrado rojo y se lo tiendo antes de salir del callejón para que nadie sospeche, hay algunas armas que están prohibidas. No es una camino muy largo, quizás de unos siete u ocho minutos andando, lo suficiente para pedirle a Jessica que volvamos a repetir esto algún día. Quién sabe, quizás acabamos siendo amigas.
Alice D. Whiteley
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