The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Distrito 4 º Zona Comercial º Hace casi un año


A pesar de los indicios de lluvia a primera hora de la mañana con aquel cielo nublado en el orfanato se respiraba un aire impaciente, nervioso, excitado, por parte de unos pocos afortunados que una vez al mes y tras buen comportamiento podían ir a la zona comercial a dar un paseo con la cuidadora de turno; únicamente tres niños corrían esa suerte, la de poder ver el mundo exterior que más de uno no recordaba pues la mayoría quedaron huérfanos a una edad muy temprana a diferencia de Violet. Ella recordaba todo lo existente tras los cuatro muros, provocando que a menudo estuviera triste, deseosa de escapar de ese lugar donde no se entendía con nadie para volver a pisar la arena, era de las cosas que mas añoraba.

Para cuando llegaron al mercado a media mañana el sol brillaba en el punto más alto. La pequeña caminaba observando a su alrededor refrescando la memoria con cada imagen, sonido u olor que la impregnaban, sintiendo felicidad durante los escasos segundos que no escuchó la voz de la cuidadora apremiarla para mantenerse cerca pues si se perdía se le caería el pelo.

En cierto momento, mientras la mujer de cabellos oscuros recogidos apresuradamente en un aparatoso peinado negociaba el precio de unas verduras a la vez que controlaba a uno de los niños, la castaña se fue alejando con pasos cortos hasta perderse entre la multitud dejándose llevar como una hoja por la corriente; se paró al llegar a un pequeño puesto con pulseras, colgantes y pendientes hechos con conchas e hilo de pesca. Una de las pulseras llamaba su atención por los vivos colores pero carecía de dinero, aún así, deslizo su mano con cautela asegurándose de no ser vista. Cuando tuvo agarrada la pequeña joya, se giró rápida sobre los talones dispuesta a desaparecer pero chocó contra alguien que le hizo caer de culo al suelo y la pulsera se le cayera de la mano.
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Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
El distrito cuatro. Hace tan solo un mes, aproximadamente, que nació Lëia y he decidido, a riesgo de parecer una mala madre, ir a la playa con ella. Se que no es quizá la mejor temporada para hacerlo, y aún menos con el tiempo que tiene la pequeña, pero siempre he pensado que el mar es bueno, que el aire es más limpio aquí y, además, el distrito cuatro es uno de mis favoritos y no me he pensado ni un segundo si ir o no. Compraré algún detalle, tanto para la pequeña como para mí, hay cosas preciosas con conchas y algunos pareos que siempre me han llamado la atención, y de los cuales tengo como una docena porque siempre que viajo a éste distrito me compro uno nuevo. Le pongo un vestidito rosa a la pequeña y meto dentro de una maleta todo lo necesario para 'improvistos' que pueda tener con la pequeña.

La estación no está lejos así que, cuando compro el billete y me monto en el transporte, acomodo bien a Lëia dentro del canguro y le paso la mano por el pelo lentamente depositando, después, un beso en su frente con una pequeña sonrisa en los labios. Apoyo la cabeza en el reposacabeza y suspiro cansada. El viaje es rápido porque no es un distrito muy lejano del Capitolio. En cuanto bajamos un brisa marina nos golpea y hace que sonría de medio lado.

Me dirijo hacia la zona comercial, con paso seguro, y, cuando llego me encamino hacia los puestos donde se ven bonitos bañadores, vestidos... Me acerco parar mirar y cojo un vestido que le muestro a Lëia. -¿Te gusta?- pregunto con una pequeña sonrisa al ver como la pequeña burbujea y sonríe. Le pellizco, levemente, la mejilla y le acomodo la placa que lleva al cuello, que se le ha dado la vuelta. Le devuelvo el vestido al hombre pagándole lo que pone que vale a la espera de que me lo entregue de vuelta en una bolsa. Me la cuelgo de un brazo y sigo en busca de algo que podamos comprar. La brisa me alborota el pelo, de vez en cuando, y, en una de esas brisas, el pelo se me queda en el rostro. Me paro para poder acomodarlo cuando alguien me golpe en las piernas, a pocos centímetros de golpear el canguro donde llevo colgada a Lëia.

Doy un paso hacia atrás, sobresaltada, justo para ver a una niña que ha caído al suelo de culo y tiene algo brillante en la mano. El hombre del puesto se inclina hacia adelante para ver que pasa y yo, no digo nada solo me mantengo mirando a la niña castaña clara que está en el suelo. El hombre sale rápidamente par quitarle el pulsera de la mano y ponerse a gritarle cosas a la niña. Muevo la cabeza hacia ambos lados y me agacho, como puedo, para ofrecerle la mano a la niña. -¿Entonces has elegido esa pulsera?- pregunto ayudándola a levantarse como si nada. Como si conociera a la niña y ella hubiera tenido en la mano la pulsera porque me la iba a mostrar para que se la comprara.
Zoey A. Campbell
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Invitado
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Abrió los ojos tras la caída, aún confusa, alzando la vista para saber con que había chocado y cruzar la mirada con una chica que parecía llevar consigo un bebe ¿Como no pudo verlo venir la ojiazul? Iba a disculparse cuando los gritos del dueño del pequeño negocio, que rodeó la mesa donde estaba expuesta la bisutería la asustaron y lo miró con cierto pánico ¿Que pasaría si la llevaba ante un agente? No quería recibir latigazos, sólo había intentado llevarse una pulsera.

Dentro del estado de pánico la voz de la chica la pillo desprevenida, cruzando nuevamente la mirada con la rubia quien le tendía la mano que no dudo en agarrar, incorporándose rápida para luego asentir ante la pregunta un tanto confusa al ser ayudada ¿Porqué lo hacía? ¿No la llevaría ante los agentes? La última vez que se encontró con una de esas personas la llevó prácticamente arrastras hasta el orfanato tras ser buscada durante semanas.

Aquel pequeño teatro pareció convencer al dueño o mejor dicho se conformó con que la pulsera fuese pagada y se alejaran de su puesto. Violet agarró con rapidez la bisutería antes de ponerse a andar con la chica, observando con cierta curiosidad al bebe que llevaba encima como si fuera un canguro -¿Porque me has ayudado?- preguntó -¿Vas a llevarme a los agentes?- la miró miedosa, frenándose justo después de hacer la segunda cuestión y mirando hacia los lados en busca de una posible huida si los temores de la rubia ceniza se cumplían.
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Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
En cuanto la niña coge mi mano, la cual le he ofrecido para levantarse, me llevo la mano al bolso donde tengo el dinero pero, antes, con la otra mano cojo la pulsera que le había quitado el vendedor y miro el precio. Arrugo el entrecejo y rebusco entre las cosas que tengo en el bolso hasta que doy con la cartera y le doy lo que vale, dejándole un par de galeones de propina por las 'molestias'. La chica me quita la pulsera de la mano pero no le digo nada, simplemente guardo de nuevo la cartera en su sitio y cierro el bolso suspirando. Me giro para seguir mi camino, en busca de algo que me pueda gustar, cuando me percato de que la chica se ha puesto a caminar a mi lado y parpadeo un par de veces seguidas extrañada pero no le digo nada hasta que es ella la que habla.

Me paro en seco por sus preguntas y me giro hacia ella con una ceja alzada. ¿Tengo pinta de policía o algo así? O... ¿tengo pinta de que le he pagado esa pulsera para luego entregarla? Aprieto los labios y luego sonrío divertida. Me agacho, como puedo porque llevar a Lëia así es bastante incómodo para agacharme, y la miro durante unos segundos en silencio. Hasta que me muerdo el labio inferior. -¿crees que he gastado mi dinero para entregarte después?- no puedo evitar reírme y menear la cabeza levemente hacia los lados mientras me levanto. -Me has recordado a mi, la verdad, porque siempre me han gustado las cosas bonitas, y tú tienes buen gusto.- digo, sin retirar la sonrisa de mis labios, refieriéndome del abalorio que la niña estaba apunto de robar cuando se chocó conmigo. -Además de que ese hombre no parecía tener buenas pulgas, ¿no crees?- pregunto volviendo la cabeza hacia el puesto donde el hombre ha puesto otro objeto, para sustituir el que acabo de comprar.
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Invitado
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Quizás era un poco extraño ponerse a seguir a la chica, sin embargo la había librado de acabar posiblemente con algún golpe en el cuerpo ya fuese por parte del vendedor o un agente de la paz y le intrigaba saber porqué la ayudó; por un momento Violet pensó que ofendió a la rubia pues su ceja se arqueo ante las preguntas, haciendo que tragara saliva un tanto insegura. Así hasta que la vio sonreír para luego hacer un amago de agacharse lo buenamente posible dado el aparato ese con el que cargaba al bebe, en el cual desvió la mirada durante unos segundos fascinada.

Frunció ligeramente el ceño por la respuesta a su pregunta con otra pregunta ¿Era una trampa? ¿Que iba a responder? La observaba aún con cierta confusión porque a pesar de haber estado presente en el intento de robo de la castaña se portaba con una amabilidad que hacía mucho que no recibía; su comentario hizo que se sonrojara un poco -Eh...gracias- murmuró manteniéndose el color en sus mejillas -Siempre está enfadado- encoge los hombros en referencia al dueño del puesto, rara vez había visto a aquel hombre sonreír o al menos no pegar gritos -Me llamo Violet- se presentó con una pequeña sonrisa, sus ojos volvieron a desviarse al bebe que parecía ajeno a todo el ruido de alrededor metido en esa especie de transporte -¿Como se llama?- preguntó movida por la curiosidad típica de cualquier niño -¿De donde eres?- la ropa que portaba la joven rubia no tenía nada que ver con lo que estaba acostumbrada a ver en el Distrito y era un detalle que la delataba incluso a ojos de una niña.
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Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
Supongo que desde que Lëia ha entrado en mi vida he cambiado de alguna forma, creo que antes, simplemente, hubiera dejado a la niña en el suelo y encima le habría gritado por tocar con sus andrajosas manos mis ropas de marca, ¿cómo puede cambiar una persona tanto? La pregunta es cómo te pueden cambiar dos personas la vida, ponerlas patas arriba y que no sepas que es lo que estás haciendo, en qué estás creyendo y por qué lo haces. Cuando me he puesto de pie de nuevo camino un poco hasta que veo un banco y avanzo hasta éste para sentarme y estirar las piernas soltando un sonoro suspiro, que suena la mar de cómico. Espero a que la niña se siente a mi lado y, cuando lo hace, me dice su nombre para, después, quedarse obnubilada mirando a Lëia.

Me quedo mirando a la niña, Violet, que no le quita ojo a la pequeña. Le sonrío a ella mientras acaricio la mejilla de Lëia con cuidado. -Es un placer conocerte, Violet.- acabo por decir mientras le coloco bien el cuello de la camiseta que lleva Lëia. -Ésta es Lëia y yo soy Zoey.- le aprieto levemente la mano a Violet con amabilidad. Quito la mano y miro hacia otro lado con gesto distraído porque un pensamiento acaba de cruzar mi mente, ¿qué hace una niña tan pequeña sola en la calle? ¿Por qué no estaban sus padres controlándola para que no robara nada? Muevo la cabeza hacia ambos lado antes de contestar a su pregunta. -Somos del Capitolio, hemos venido hoy para pasear un poco... éste es uno de mis distritos favoritos, ¿sabes?- le digo con cierta alegría. Sí, el mar siempre me ha gustado mucho y quiero que Lëia lo tenga cerca desde pequeña. Se que en el capitolio también lo puede tener, pero prefiero que sea aquí, en el distrito cuatro donde tenga contacto con el.
Zoey A. Campbell
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Invitado
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Lo bueno del mercado es que se encuentra montado en torno a una pequeña plaza, una parada predilecta cuando pasas la mañana dando vueltas haciendo unas compras y deseas dar un descanso a los pies, aprovechando si cuentas con dinero para tomar incluso un refresco o granizada; la castaña observó la delicadeza además de cariño con el que trataba al bebe, desde la caricia en la mejilla a como le arreglaba el cuello de la camisa -Lëia... es un nombre raro, pero muy bonito...Y Zoey también- sonrió estrechando su mano, la cual dejó caer sobre su propio muslo y balancear las piernas pues los pies no le llegaban del todo al suelo a pesar de ser una niña un tanto alta para tener nueve años.

Su respuesta provocó cierta fascinación en Violet. El Capitolio. Nunca lo había visitado, sin embargo, a menudo había oído hablar del lugar, de lo avanzado que era, sus edificios, la gente, las tiendas, los parques... nada comparado con el resto de Distritos aunque la playa del Distrito cuatro era la envidia de todas las zonas, hasta de la capital -¿Por las playas? Se dice que son incluso más bonitas que las del Capitolio- se denota pequeño orgullo en la niña por su zona de procedencia -Eres más amable que la mayoría de personas de allí...¿Como es?- preguntó. Los capitolianos a menudo eran tachados de gente desagradable hacia habitantes de la mayoría de Distritos -Mi papá era de ese sitio- se le escapa casi al instante que lo piensa, ante el recuerdo de las escasas veces que la madre de la castaña hablaba sobre él siendo ese uno de los pocos datos que conocía.
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Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
Se me escapa una risa cuando dice que 'Lëia' es un nombre raro, la verdad es que no o había pensado y nadie me lo había dicho antes, además de que no sé de donde se me ocurrió llamarla así, para mi el verdadero nombre, el más importante, es el segundo, 'Alexandra'. Miro a mi alrededor. Me gusta este distrito porque, aunque hay mucha gente porque es una distrito importante, no hay tantísimo barullo como en el Capitolio porque lo que no tienes que ir esquivando a gente porque, ¿para qué engañarnos? Algunas personas parecen tontas y, aunque te vean con el bebé, no se apartan ni un ápice para que puedas pasar mejor.

Asiento cuando dice que las playas de aquí son más bonitas. -No puedo decir que las del Capitolio son feas porque son bonitas, eh... pero comparadas con éstas no son nada.- sonrío guiñándole un ojo divertida. Ni las gentes ni las playas, en el capitolio somos más 'repipis' puesto que si vivimos allí es porque tenemos un buen nivel adquisitivo y nos podemos comprar lo que nos venga en gana por muy caro que sea, todos somos hijos de alguien, cosa que hace las cosas muchísimo más fáciles para tener más tranquilidad en la vida. Parpadeo un par de veces sorprendida por si declaración y no puedo evitar reír levemente ante sus palabras. Me acomodo el pelo a un lado del cuello. -¿Conoces a mucha gente de allí? Yo creo que no todos somos malos, solos nos toman a todos por iguales por ser la capital... del terror.-  digo 'del terror' con tono lúgubre, pero de broma, mientras muevo las manos a ambos lados del canguro de Lëia en dirección a Violet, par luego reírme. Acerco la mano hasta el rostro de Violet y le coloco un mechón de pelo, que se le ha escapado de la coleta, detrás de la oreja sonriendo. ¿Se puede saber qué me pasa con los niños? Miro hacia otro lado rodando los ojos. Abro la boca pero la cierro mirándola unos segundos en silencio hasta que ordeno mis pensamientos. -¿Era de allí? ¿No está contigo?- le pregunto, al final, notando un pequeño pinchazo en el pecho porque eso me recuerda a alguien, aunque quizá no sea por las mismas circunstancias.
Zoey A. Campbell
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Invitado
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La castaña sonríe alegre cuando Zoey confirma las palabras dictadas en referencia a las playas, a menudo Violet se encontraba personas de otros distritos tumbados en la arena disfrutando del sol, bañándose en las cristalinas aguas o paseando entre los comercios fascinados con los objetos realizados con productos naturales de la zona; bueno, todo eso era antes de acabar metida en el orfanato, claro. Extrañaba la arena en los pies descalzos, el sabor de la comida preparada sobre un fuego en mitad de la playa al anochecer, la vista del sol cayendo mientras los pesqueros regresaban a tierra... Una punzada de melancolía la invadió pero supo ocultarla.

La verdad es que la pequeña no había conocido a un gran número de capitolianos, además rara vez se paraba a ver si eran simpáticos o no así que sus ideas venían como era común de las habladurías de otras personas. Ríe ante las palabras de Zoey con aquellos gestos exagerados, sonriendo con cierta timidez después de sentir su mano colocar tras la oreja un mechón de pelo castaño claro que se escapó de la coleta; su pregunta pilla a Violet desprevenida aunque a decir verdad nunca ha mentido sobre su padre pues apenas sabe sobre él. Negó ligeramente con la cabeza -Se marchó antes de que yo naciera ni se mucho de él... a mamá no le gustaba recordarlo, creo que le dolía pensar en él- una nueva punzada se clavó en su pecho pero mucho más fuerte que la anterior por el recuerdo de su madre, aún demasiado reciente; apretó los labios para luego mordérselos -Me contó que era un joven de buena familia, a su familia no le gustó que saliera con una vendedora y por eso se marchó- posó las orbes azules sobre el bebe -¿Lëia y tu tenéis papá?-
Anonymous
Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
Los días pasan unos tras otros dejando detrás de ellos recuerdos y más recuerdos, y, también dudas y pensamientos. El tiempo hace cambiar a las personas y que nos convirtamos en personas que jamás pensamos que seríamos, yo, por ejemplo. ¿Había pensado alguna vez en tener un bebé? ¿En estar con un rebelde? ¿En verme envuelta en jaleos familiares más grandes de lo que puedo controlar? Ni por asomo. Hace tan solo dos meses solo pensaba en salir de fiesta con mis amigas, beber hasta no poder ni caminar y caerme muerta de risa al suelo, ir de compras con mi hermana... y ahora tengo todo ésto. Sigo tenido amigas pero, obviamente, no hago lo mismo que antes, tengo una hija y mi hermana... mi hermana está en el distrito 13 aunque tengo pensado pedirle que vuelva a casa, que la necesito. Mis padres están muy pendientes de mi pero no es lo mismo, no es lo mismo que hablar con alguien que no te saca 20 años de diferencia que con la hermana que siempre has hablado de secretos y que has compartido mil vivencias. Por eso quiero pedirle que venga conmigo, me quiero ir del capitolio, vivir en otro distrito, quizá esa sea la razón por la que quiero visitarlos todos de nuevo y me cojo de escusa ir de compras. Arrugo el ceño pero luego me encojo de hombros, en relación a mis pensamientos.

Ruedo los ojos por lo que me dice. Un joven de buena familia que deja embarazada a una chica y luego se larga, que rastrero, que idiota. Si supiera lo que es tener una hija nunca se hubiera ido porque, aunque solo parezca trabajo y más trabajo, te dan más de lo que tú les puedes dar a ellos. Yo con una sola sonrisa de Lëia tengo todo un día de felicidad, con el gesto más simple te hacen feliz sin saberlo. -Pues eso es una tontería- mascullo molesta por sus palabras, no por lo que dice, sino por el hecho de que, porque fuera 'inferior' y él 'superior', no pudieran estar juntos. Menuda absurdez. Suspiro y paso la mano por el cabello de Lëia para peinarla un poco con los dedos. -Creo que cuando dos personas se quieren tiene que estar juntas, ¿qué más dan sus familias? Los importantes son ellos.- digo intentando sonreír mirando a mi hija y luego a Violet. Me gusta que en el momento que me pregunta no me mire porque siento un pinchazo en el pecho y tengo que mirar hacia otro lado sintiendo un vacío. Tomo una bocanada de aire. -Mi padre vive en el Capitolio- intento sonreír divertida -y el padre de Lëia... bueno, digamos que se tuvo que ir.- el final de la frase no es más que un susurro que hace que baje la mirada hasta ella y, más concretamente, hacia su collar. ¿Qué le voy a decir a ella cuando sea más mayor? ¿Mentirle o decirle la verdad? Me muerdo el labio inferior. -Pero me tiene a mi, igual que tú tienes a tu mamá.- le toco la punta de la nariz a Violet intentando regresar a mi alegría anterior y retirar esos pensamientos amargos de mi cabeza ahora mismo.
Zoey A. Campbell
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La primera respuesta por parte de la capitoliana a la castaña la dejó un tanto confusa, imaginando que aquellas palabras masculladas desde sus labios hacían referencia a los motivos por los cuales el padre de Violet nunca estuvo presente en su vida e incluso desconocería de su existencia, por otro lado era difícil saber si estaba vivo; asintió levemente por su comentario, la verdad es que el amor, las parejas, como lo veía la familia... eran temas un tanto alejados de su mente de tan sólo nueve años que prefería pensar en jugar y pasarlo bien.

Algo en el interior de la pequeña le chivó que la pregunta de los papás había dolido a Zoey pues puso la misma cara que ponía su madre cuando preguntaba por su progenitor o el hecho de mirar a otro lado y sus palabras tan sólo confirmaron las sospechas -Lo siento, la pregunta no te gustó- hace un mohín con los labios. Aún balanceaba las piernas sobre aquel banco de madera y fueron las palabras de la capitoliana el motivo por el que se quedaron inertes, como un peso muerto colgando a la vez que sentía una presión en el pecho que ni el dulce gesto sobre su nariz pudo remediar -Si...más o menos...- apretó los labios mientras se miraba los pies, dejando que el mechón de pelo antes suelto le cubriera un poco el rostro y así ocultar las lágrimas que amenazaban con salir.
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Zoey A. Campbell
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Me quedo pensando en qué habría hecho si Alec, en vez de lo que pasó, se hubiera ido, hubiera abandonado a su hija porque a mí... bueno, me habría dolido, pero más por Lëia, porque quizá algún día querría buscar a su padre, al hombre que la abandonó. Suspiro porque al menos eso significaría que está vivo, aunque no esté con nosotras, pero que vive y está siendo feliz. Me muerdo el labio instintivamente mirando a mi hija porque es lo único que me queda de él, los primeros días le veía infinito parecido a su padre pero, con el paso del tiempo, incluso su cabello ha cambiado para ser del mismo color que el mío, el primer día que lo hizo sentí que mi corazón se me iba a salir del pecho horrorizada, pensar que mi hija se puede parece en algo a Riorden me dan arcadas. Trago saliva, notando que pasa densa por mi garganta y me dan ganas de toser, pero aprieto los labios para evitar hacerlo.

Su repentino cambio de movimiento, de energía, hacer que la mire un poco confusa porque, al igual que antes su pregunta me ha dolido y no he sabido del todo que responder, parece ser que mi afirmación de que tiene a su madre le ha afectado de alguna forma que desconozco y me duele. -Hey... Violet...- susurro inclinándome un poco hacia adelante. Estiro el brazo que tengo libre, porque uno no lo puedo mover mucho porque me pilla a un lado del canguro, y le toco el mentón levemente. -No pasa nada, ¿vale? No hace falta que me digas nada de tu madre si no quieres, Violet.- digo arrugando el ceño con miedo a preguntarle que es lo que le pasa, por qué ha reaccionado así cuando he mentado a su madre. Hay veces que cuando mencionas a una persona que hechas de menos o a alguien que quieres mucho te pones melancólico, a mí me pasa eso en muchas ocasiones pero intento contenerme, intento no ponerme mal delante de la gente pero, claramente, ella es solo una niña.
Zoey A. Campbell
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Los recuerdos inundaron la mente de la pequeña tan rápido que fue incapaz de hacer nada por frenarlos, por controlar todas las emociones que la golpearon en un instante a causa de una simple frase. Los desayunos tiradas en la cama, paseos por la playa que acaban en persecuciones con la ropa empapada, hacer pulseras con conchas, las compras en el mercado, quedarse dormida por una voz contándole un cuento... Demasiados aspectos en la vida de Violet que se marcharon sin previo aviso. El cuerpo de la castaña se estremeció de pies a cabeza ante la imagen del cuerpo de su madre en la cama, fría, sin vida, pensando que simplemente ese día se iba a levantar mas tarde pero que nunca llegó a despertar.

Se limpio los ojos y nariz con el brazo, sorbiendo un poco para luego tragar saliva para aliviar la sequedad que se creó en su garganta. Asintió simplemente por las palabras de Zoey, viéndose incapaz de hablar sin que la voz sonara débil o quebrada; durante dos minutos se quedó en silencio, apretando los labios, relajándolos, tragando saliva, moviendo las piernas... diferentes acciones que disiparan su mente. Justo cuanto se sentía más relajada, capaz de hablar sin hacer evidente su tristeza una voz gritó su nombre por encima de todo el bullicio del mercado -¡Violet!- la castaña giró el rostro, cruzando la mirada con los ojos de la cuidadora, quien tenía la cara congestionada de la misma ira de haber sido burlada por una niña de nueve años -¡Ven aquí ahora mismo!-

La joven giró el rostro hacia Zoey sin saber bien que decir, se bajó del banco con un pequeño saltito antes de quedar frente a la rubia -Un placer Zoey, a Lëia le encantará que seas su mamá- estrechó su mano con rapidez, depositando en esta un par de pulseras de concha e hilo del puesto donde se conocieron siendo una de ellas la que pagó la capitoliana, pero la segunda fue robada por la castaña para el bebe. Sin esperar una despedida echó a correr hasta la mujer que la llevaría de vuelta al orfanato y sus gritos al aire eran audibles por toda la plaza: "¡Maldita cría! ¡Agradece que tenga prisa para no darte una tunda! ¡No volverás a pisar la calle hasta que te adopte una familia!"

El brazo de la mujer agarró como el zarpa de un águila su presa el brazo de Violet, haciéndole algo de daño aunque no se quejó pues seguro que empeoraría. Miró una última vez a Zoey, alzando la mano libre y haciendo un gesto de despedida con una diminuta sonrisa.
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Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
No me gusta ver llorar a alguien por mi culpa o, al menos, no me gusta que la gente llore a mi alrededor cuando no lo he hecho a posta, hay ocasiones en las que pretendo que alguien llore pero hoy no es precisamente una de esas ocasiones y me duele que la niña está llorando por algo que he comentado sin ánimo de herirla. Suspiro intentando obligarme a mí misma no decirle nada más, dejarla que se desahogue todo lo que necesite mientras me muerdo el labio inferior intranquila. Acaricio la mejilla de Lëia porque ella es una de las pocas cosas que consigue tranquilizarme, que consigue hacerme pensar en algo bueno y no sentirme tan mal, y no solamente en ésta ocasión, sino en general. Muevo la cabeza hacia un lado, haciendo que toda mi larga melena rubia caiga por ese lado de mi cuello y roce con las puntas la cara de Lëia y estornuda y alza las manitas para juguetear con éste. Me río levemente cuando escucho una voz estridente que grita, como si le fuera el alma en ello, y no comprendo muy bien que dice hasta que reconozco el nombre de Violet. Los gritos hacen que aleje, rápidamente, el pelo de mi hija y gire el rostro hasta la chica que mira, con cierto pánico, a la mujer que le gesticula de lejos que tiene que ir con ella en ese mismo momento.

Parpadeo sorprendida cuando se baja rápidamente y me deja con la palabra en la boca porque me estrecha la mano antes de irse corriendo sin dejarme decir nada. Boqueo como un pececillo hasta que frunzo el ceño al notar algo en la mano y, cuando la abro, veo que hay dos pulseras que Violet ha depositado en mi mano cuando me la ha estrechado. Las cojo y las observo en silencio antes de que, la misma voz que antes había gritado como una loca, vuelva a hacerlo, alzo la mirada en busca de la mujer que veo que agarra a Violet del brazo como una salvaje y la menea gritándole. Me levanto rápidamente para recriminarle a esa mujer que la suelte ipso facto, pero Violet se despide de mí con la mano como si nada pasara. Trago saliva enfadada con esa mujer tan imbécil y sintiendo un gran vacío en el pecho. Violet está en un orfanato, su padre la abandonó, por su imagen de niño rico, y su madre ha muerto. Algo dentro de mi pecho se remueve pero que se que tengo que apagarlo, que tengo que apaciguar ese sentimiento ante de que me meta en más problemas... o puede que no estuviera mal hacer alguna locura más.
Zoey A. Campbell
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