OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El tiempo pasa y con ello mi paciencia se ve aumentada hasta límites en los que nunca habría pensado. Si me preguntaran qué es de mi vida en estos momentos, supongo que no sabría exactamente que contestar. Mi vida es tan simple y a la vez tan extraordinariamente tranquila - teniendo en cuenta que ya ha pasado mucho tiempo desde la arena en la que me vi inmiscuido por tener que soportar nuevamente que mis hijos formaran parte de ella - que de lo único que me preocupo es de poder arreglar todas aquellas cosas que una vez dejé de lado por culpa de mi alcoholismo y de mi poco tacto al tratar con la gente a la que consideraba cercanas y parte incluso de mi propia familia.
Ben sigue enfrascado en sus juegos, cosa a la que se verá atado de por vida, y estos días apenas se le ve pues todo el Capitolio se ve volcado en un evento tan puramente grandioso para ellos que se me torna asqueroso y completamente vano de significado para mi. La boda de dos altos cargos del gobierno me trae sin cuidados, y si antes tenía la tele todo el día encendida para poder ver de vez en cuando como la figura de mi hijo se alzaba en diferentes entrevistas y repeticiones de lo que hace día a día en su trabajo, ahora la tengo apagada por el mero hecho de que me tiene asqueado tanta farsa mientras los distritos parecen agitarse por momentos. Sin embargo no se nada de ello, tan sólo me lo huelo. Si no fuera por Arleth apenas prestaría atención a todo lo que pasa a mi alrededor, pues ya no preciso de ir a sesiones psicológicas. He aprendido a cuidar mis impulsos y, aunque de vez en cuando me puede el mundo y todo se me cae encima por lo que necesito la bebida aunque tan sólo sea para despejarme, soy capaz de parar y de decidir cuando parar o no. Además ella se ve cooperativa e incluso se preocupa por mi, y el sentimiento es mutuo. No hay semana en la que no sepamos el uno del otro, ya sea bien por cartas - cosa que es peligroso para todos ahora - o por teléfono. E incluso Benedict parece preocuparse y llama más a menudo, cosa que le agradezco.
Sin embargo mi casa sigue siendo tan grande para una sola persona que la evito cada vez que puedo. El garaje sigue atestado de cachivaches y coches que vienen en busca de solución, y yo encantado los tomo todos. Pero a veces despejarse nunca viene mal, y puesto que en la tele siguen televisando una y otra vez la misma mierda de siempre, hace unas horas que decidí dar un paseo por el puerto, para poder sentir la brisa invernal refrescarme por dentro y disfrutar del mar, el cuál se torna tranquilo aún cuando las olas golpean con fuerza en las rocas de la orilla. El mar me tranquiliza, quizás fuera ese uno de los motivos por el que me vine a vivir a este lugar. Ese y el deseo de Mila de formar una familia. Se me vienen a la mente todos esos recuerdos y no puedo evitar sentirme apenado, porque su familia sigue muy presente en mi corazón, aunque a veces desearía que siguieran presentes en mi día a día. Llevo mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y sigo caminando por entre los barcos que descansan después de una dura jornada de pesca. Apenas si hay gente por la calle, pues todas disfrutan del calor de sus hogares mientras que otras prefieren, al igual que yo, despejarse en las calles aprovechando que el tiempo no es tan malo ahora como otros días.
Mi cabeza se enfoca en pensar qué estará haciendo Ben, cómo estará Arleth y si es que alguna vez llegaré a ser capaz de poder volver a entablar una conversación con el señor Dawson, con el cuál siempre compartí una buena relación amistosa, pero con el que a la par olvidé cuando todo pasó. A fin de cuentas tenía cosas de las que preocuparme, pero no fue algo de lo me alegre al pensar, pues debió de ser de otra forma. Es más, Sophia se pasa de vez en cuando por casa para preguntar si Ben volverá pronto, por lo que de una forma u otra aún mantenemos el contacto.
Ben sigue enfrascado en sus juegos, cosa a la que se verá atado de por vida, y estos días apenas se le ve pues todo el Capitolio se ve volcado en un evento tan puramente grandioso para ellos que se me torna asqueroso y completamente vano de significado para mi. La boda de dos altos cargos del gobierno me trae sin cuidados, y si antes tenía la tele todo el día encendida para poder ver de vez en cuando como la figura de mi hijo se alzaba en diferentes entrevistas y repeticiones de lo que hace día a día en su trabajo, ahora la tengo apagada por el mero hecho de que me tiene asqueado tanta farsa mientras los distritos parecen agitarse por momentos. Sin embargo no se nada de ello, tan sólo me lo huelo. Si no fuera por Arleth apenas prestaría atención a todo lo que pasa a mi alrededor, pues ya no preciso de ir a sesiones psicológicas. He aprendido a cuidar mis impulsos y, aunque de vez en cuando me puede el mundo y todo se me cae encima por lo que necesito la bebida aunque tan sólo sea para despejarme, soy capaz de parar y de decidir cuando parar o no. Además ella se ve cooperativa e incluso se preocupa por mi, y el sentimiento es mutuo. No hay semana en la que no sepamos el uno del otro, ya sea bien por cartas - cosa que es peligroso para todos ahora - o por teléfono. E incluso Benedict parece preocuparse y llama más a menudo, cosa que le agradezco.
Sin embargo mi casa sigue siendo tan grande para una sola persona que la evito cada vez que puedo. El garaje sigue atestado de cachivaches y coches que vienen en busca de solución, y yo encantado los tomo todos. Pero a veces despejarse nunca viene mal, y puesto que en la tele siguen televisando una y otra vez la misma mierda de siempre, hace unas horas que decidí dar un paseo por el puerto, para poder sentir la brisa invernal refrescarme por dentro y disfrutar del mar, el cuál se torna tranquilo aún cuando las olas golpean con fuerza en las rocas de la orilla. El mar me tranquiliza, quizás fuera ese uno de los motivos por el que me vine a vivir a este lugar. Ese y el deseo de Mila de formar una familia. Se me vienen a la mente todos esos recuerdos y no puedo evitar sentirme apenado, porque su familia sigue muy presente en mi corazón, aunque a veces desearía que siguieran presentes en mi día a día. Llevo mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y sigo caminando por entre los barcos que descansan después de una dura jornada de pesca. Apenas si hay gente por la calle, pues todas disfrutan del calor de sus hogares mientras que otras prefieren, al igual que yo, despejarse en las calles aprovechando que el tiempo no es tan malo ahora como otros días.
Mi cabeza se enfoca en pensar qué estará haciendo Ben, cómo estará Arleth y si es que alguna vez llegaré a ser capaz de poder volver a entablar una conversación con el señor Dawson, con el cuál siempre compartí una buena relación amistosa, pero con el que a la par olvidé cuando todo pasó. A fin de cuentas tenía cosas de las que preocuparme, pero no fue algo de lo me alegre al pensar, pues debió de ser de otra forma. Es más, Sophia se pasa de vez en cuando por casa para preguntar si Ben volverá pronto, por lo que de una forma u otra aún mantenemos el contacto.
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Hablar con mi hija sobre cualquier cosa que no sea referente a novios, métodos anticonceptivos y esas cosas son las que deseo nunca terminen. El trabajo y el hecho de ver que mi pequeña un día desgraciadamente cercano dejará de serlo no hace más que darme vueltas en la cabeza, cómo desearía que su madre estuviese con nosotros, como desearía que fuera niño para tener que ahorrarme ese momento incómodo que tarde o temprano pasará, pero a la vez pienso que es mejor que sea una jovencita, idéntica a su madre, sus ojos y su sonrisa la cual nunca me canso de ver y desearía que estuviese ahí todo el tiempo. Ser padre soltero no es sencillo y no es que me arrepienta de serlo, amo a mi hija más que a nada en el mundo pero más de una vez pensé en buscar a otra mujer que fungiera como su madre y eso nunca me fue posible por el hecho de que yo siempre amaré a su madre y nadie podrá ocupar su lugar.
Me despido de mi hija con un beso en la frente antes de dejarla marchar a clase y yo tomar mi rumbo directamente a mi nave, en el puerto donde más de la mitad de mi tripulación me espera realizando su trabajo mientras terminan de llegar los demás para poder partir a pescar un poco y a hacer uno que otro trueque con otros distritos que colindan con nuestros límites territoriales los cuales son extremadamente pocos. El día me pasa volando y no hago más que pensar en cómo serán las cosas, todo parece cambiar tan rápido y mi hija parece crecer a una velocidad descomunal que siento que si cierro los ojos ella ya tendrá diecinueve y me estará diciendo que se marcha de casa para encontrar su propio camino ¡Dios, como deseo que eso no suceda nunca!
Al llegar al puerto poco después de la puesta de sol, junto con otros barcos más pequeños mis hombres comienzan a bajar lo que hemos pescado hoy y algunos se ponen a vender a personas que llegan directamente a comprar pescado mientras que el resto de pescado es empacado y mandado al mercado del cual varios se irán del distrito directamente al Capitolio y otros más al resto de distritos, junto con la pesca de muchos más en este lugar. En cuanto el barco queda casi vacío es como decido bajar a estirar un poco las piernas respirando el aire fresco, sin embargo mi vista se detiene en un hombre que me parece más que conocido –Elioh Franco- comento mientras una sonrisa se me dibuja en el rostro –¿Y ese milagro que te dejas ver?- me acerco hasta dónde está y le doy un abrazo golpeando su espalda con la palma de mi mano abierta –Soph me ha dicho que se ha pasado por tu casa para preguntar por Ben, espero que te haya mandado mis saludos- comento al mismo tiempo que me separo de él y estiro los brazos en un intento por despejarme de todo el día que me he pasado en alta mar.
Me despido de mi hija con un beso en la frente antes de dejarla marchar a clase y yo tomar mi rumbo directamente a mi nave, en el puerto donde más de la mitad de mi tripulación me espera realizando su trabajo mientras terminan de llegar los demás para poder partir a pescar un poco y a hacer uno que otro trueque con otros distritos que colindan con nuestros límites territoriales los cuales son extremadamente pocos. El día me pasa volando y no hago más que pensar en cómo serán las cosas, todo parece cambiar tan rápido y mi hija parece crecer a una velocidad descomunal que siento que si cierro los ojos ella ya tendrá diecinueve y me estará diciendo que se marcha de casa para encontrar su propio camino ¡Dios, como deseo que eso no suceda nunca!
Al llegar al puerto poco después de la puesta de sol, junto con otros barcos más pequeños mis hombres comienzan a bajar lo que hemos pescado hoy y algunos se ponen a vender a personas que llegan directamente a comprar pescado mientras que el resto de pescado es empacado y mandado al mercado del cual varios se irán del distrito directamente al Capitolio y otros más al resto de distritos, junto con la pesca de muchos más en este lugar. En cuanto el barco queda casi vacío es como decido bajar a estirar un poco las piernas respirando el aire fresco, sin embargo mi vista se detiene en un hombre que me parece más que conocido –Elioh Franco- comento mientras una sonrisa se me dibuja en el rostro –¿Y ese milagro que te dejas ver?- me acerco hasta dónde está y le doy un abrazo golpeando su espalda con la palma de mi mano abierta –Soph me ha dicho que se ha pasado por tu casa para preguntar por Ben, espero que te haya mandado mis saludos- comento al mismo tiempo que me separo de él y estiro los brazos en un intento por despejarme de todo el día que me he pasado en alta mar.
Me dejo llevar por la brisa marina que revuelve mi pelo, el cual necesita un corte así como la barba de varios días que trato de mantener cuidada siempre que puedo, tengo ganas o tiempo, y termino por llegar a varias embarcaciones que en un claro intento por terminar la faena y llegar a tiempo a poder vender el pescado al mejor precio posible, así como de enviar todas las cajas bien preparadas a sus destinos que no son nada más ni nada menos que los distritos de la periferia y el mismísimo Capitolio, se mueven atoradamente y casi en manada del barco al puerto, del puerto al barco, y así sucesivamente hasta que no soy consciente de que entre la multitud hay una cara conocida que se acerca sin pensárselo dos veces hacia donde estoy, mientras que yo sigo mirando hacia todo y nada pensando en mis cosas y en cómo será que el destino parece que esté escuchando tus pensamientos y tratan de hacerte tener tu conciencia tranquila. De hecho nunca pensé que vería al señor Dawson tan pronto, teniendo en cuenta que hasta hacía dos minutos pensaba que la mejor manera de volver a estrechar la relación que compartíamos años atrás cuando nuestras mujeres aún vivían. Porque si, si me paraba a pensarlo, Stephen tampoco había pasado la mejor de las etapas y había sufrido más o lo mismo que yo.
Esbozo una sonrisa casi instantánea que se me hace forzada por lo imprevisto de la situación. Casi estoy a punto de dar media vuelta porque me come la desazón y la vergüenza de haber despistado una amistad de tantos años por algo que nos consumió a todos de alguna manera, y respondo un poco torpe a su abrazo con un golpe en su hombro a modo de saludo y un vistazo rápido de la situación en la que me encuentro. No parece guardarme rencor, es más, es como si nada de esto hubiese pasado y todo siguiera como hace... cuanto, ¿tres o cuatro años? Quizás más, quizás menos - Pensé que salir de casa ayudaría a sacarme este color tan pálido que llevo encima, pero se ve que salí en el peor de los momentos - bromeo así como solíamos hacer cada vez que nos veíamos en las quedadas nocturnas con toda nuestra familia alrededor de una hoguera, cantando, comiendo, danzando y jugando en la orilla con una hoguera que daba luz y calor en las noches estrelladas, apenas a varios metros de casa pues tenemos el privilegio de vivir cerca de la playa. Asiento ante sus palabras - Si que es cierto, de hecho iba tan entusiasmada porque le dije que apenas quedarían unas semanas para que volviera que no dijo nada más, pero seguro que no lo hizo a conciencia - esbozo una sonrisa. Sophia siempre ha sido como un pequeño tesoro de la naturaleza entre los nuestros. De hecho siempre la hemos querido como a una hija más, aún cuando ella tiene su familia que la cuida y la quiere, pero han sido tantas las horas que Melanie y Benedict han pasado juntos con ella, que no era extraño verla rondando por casa como si fuera más - De todos modos, entre tú y yo, ni yo mismo se cuánto tardará Ben en volver - bajo la voz porque las mismas paredes de este lugar tienen oídos, y nunca sabes cuando algo que digas puede ser utilizado en tu contra - Los juegos parecen alargarse y cada vez lo noto más tenso cuando llama, pero no quise desilusionar a la pequeña Soph, así que lo creí conveniente - dejo escapar un suspiro fruto de la frustración que siento al saber que mi hijo no lo está pasando bien.
De hecho hago una pausa para tomar aire que se vuelve eterna porque le sigo dando vueltas y vueltas a toda esta situación, y ahora que las cosas parecen ir a mejor, ¿por qué no confiarle mis suposiciones a alguien cercano? Siempre confié en Dawson - ¿Quieres tomar algo? La taberna del viejo Hendrick seguro que está abierto a estas horas, podríamos tomar algo y... no se, charlar, como en los viejos tiempos - dejo la oferta en el aire mientras comienzo a andar, esperando que me siga o que al menos termine lo que tenga que hacer - pues se perfectamente que está a cargo del barco que ya casi parecen terminar de desembarcar - para poder seguir charlando de todo lo que nos preocupa - No corren buenos tiempos, o eso intuyo y saco de mis conversaciones con el pequeño Ben... apenas se le entiende de lo bajo que habla cuando me llama por teléfono, le vigilan o que se yo, y eso me saca la paciencia a golpes - aprieto los puños, cada vez aflojando más la voz, mientras mantenemos las distancias tanto con las callejuelas como con el borde del puerto para no dar un paso en falso y caer al mar, que poco a poco se va agitando como si también escuchara y no le gustara lo que estamos hablando.
Esbozo una sonrisa casi instantánea que se me hace forzada por lo imprevisto de la situación. Casi estoy a punto de dar media vuelta porque me come la desazón y la vergüenza de haber despistado una amistad de tantos años por algo que nos consumió a todos de alguna manera, y respondo un poco torpe a su abrazo con un golpe en su hombro a modo de saludo y un vistazo rápido de la situación en la que me encuentro. No parece guardarme rencor, es más, es como si nada de esto hubiese pasado y todo siguiera como hace... cuanto, ¿tres o cuatro años? Quizás más, quizás menos - Pensé que salir de casa ayudaría a sacarme este color tan pálido que llevo encima, pero se ve que salí en el peor de los momentos - bromeo así como solíamos hacer cada vez que nos veíamos en las quedadas nocturnas con toda nuestra familia alrededor de una hoguera, cantando, comiendo, danzando y jugando en la orilla con una hoguera que daba luz y calor en las noches estrelladas, apenas a varios metros de casa pues tenemos el privilegio de vivir cerca de la playa. Asiento ante sus palabras - Si que es cierto, de hecho iba tan entusiasmada porque le dije que apenas quedarían unas semanas para que volviera que no dijo nada más, pero seguro que no lo hizo a conciencia - esbozo una sonrisa. Sophia siempre ha sido como un pequeño tesoro de la naturaleza entre los nuestros. De hecho siempre la hemos querido como a una hija más, aún cuando ella tiene su familia que la cuida y la quiere, pero han sido tantas las horas que Melanie y Benedict han pasado juntos con ella, que no era extraño verla rondando por casa como si fuera más - De todos modos, entre tú y yo, ni yo mismo se cuánto tardará Ben en volver - bajo la voz porque las mismas paredes de este lugar tienen oídos, y nunca sabes cuando algo que digas puede ser utilizado en tu contra - Los juegos parecen alargarse y cada vez lo noto más tenso cuando llama, pero no quise desilusionar a la pequeña Soph, así que lo creí conveniente - dejo escapar un suspiro fruto de la frustración que siento al saber que mi hijo no lo está pasando bien.
De hecho hago una pausa para tomar aire que se vuelve eterna porque le sigo dando vueltas y vueltas a toda esta situación, y ahora que las cosas parecen ir a mejor, ¿por qué no confiarle mis suposiciones a alguien cercano? Siempre confié en Dawson - ¿Quieres tomar algo? La taberna del viejo Hendrick seguro que está abierto a estas horas, podríamos tomar algo y... no se, charlar, como en los viejos tiempos - dejo la oferta en el aire mientras comienzo a andar, esperando que me siga o que al menos termine lo que tenga que hacer - pues se perfectamente que está a cargo del barco que ya casi parecen terminar de desembarcar - para poder seguir charlando de todo lo que nos preocupa - No corren buenos tiempos, o eso intuyo y saco de mis conversaciones con el pequeño Ben... apenas se le entiende de lo bajo que habla cuando me llama por teléfono, le vigilan o que se yo, y eso me saca la paciencia a golpes - aprieto los puños, cada vez aflojando más la voz, mientras mantenemos las distancias tanto con las callejuelas como con el borde del puerto para no dar un paso en falso y caer al mar, que poco a poco se va agitando como si también escuchara y no le gustara lo que estamos hablando.
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Pongo los ojos en blanco ante su respuesta pero de todas formas suelto una risa, es bueno verlo con buen humor después de todo, hace mucho que no salimos si quiera a platicar y debo decir que nuestras esposas eran quienes se encargaban de todo, el resto era una excusa para pasar un buen rato charlando con uno de mis mejores amigos. Escucho atento todo lo que dice sobre mi pequeña Soph y asiento un par de veces hasta que habla sobre Ben, oh el pobre e inocente Ben -Tranquilo, no te culpo por no querer desilusionarla, yo no soy capaz de hacerlo , no me gusta verle triste- admito mientras le doy un par de palmadas en la espalda, dándole a entender que puede contar conmigo pase lo que pase y que sé por lo que está pasando, aunque sinceramente yo no sería capaz de seguir vivo con Soph haciendo lo que hace Ben y mucho menos después de lo que le pasó a la bella de Mel.
Su propuesta me toma desprevenido y apenas soy capaz de sonreír, sin embargo tras unos segundos asiento -Me parece perfecto, ya es hora de que le hagamos una visita a ese hombre tan gruñón- bromee mientras me colocaba a su lado y andaba con él por el resto del puerto mientras escuchaba sus suposiciones, aprieto los labios y suelto un suspiro -Ben es un chico fuerte, astuto, no puedo asegurarte que él esté seguro allá porque ni nosotros mismos lo estamos aquí, pero ten fe, es todo lo que tenemos de nuestro lado, yo agradezco que hubiera salido con vida de.. ese sitio tan horrible sin embargo no creo que ese sea precisamente el tipo de lugar para un niño de su edad- casi la misma edad que mi Soph -Debes relajarte un poco, sé que es tu niño pequeño, pero no nos queda de otra- me encojo de hombros -Pero si necesitas un compañero para pelear a por el, puedes contar conmigo, Franco y lo sabes- digo dejando un leve puñetazo sobre su hombro.
Su propuesta me toma desprevenido y apenas soy capaz de sonreír, sin embargo tras unos segundos asiento -Me parece perfecto, ya es hora de que le hagamos una visita a ese hombre tan gruñón- bromee mientras me colocaba a su lado y andaba con él por el resto del puerto mientras escuchaba sus suposiciones, aprieto los labios y suelto un suspiro -Ben es un chico fuerte, astuto, no puedo asegurarte que él esté seguro allá porque ni nosotros mismos lo estamos aquí, pero ten fe, es todo lo que tenemos de nuestro lado, yo agradezco que hubiera salido con vida de.. ese sitio tan horrible sin embargo no creo que ese sea precisamente el tipo de lugar para un niño de su edad- casi la misma edad que mi Soph -Debes relajarte un poco, sé que es tu niño pequeño, pero no nos queda de otra- me encojo de hombros -Pero si necesitas un compañero para pelear a por el, puedes contar conmigo, Franco y lo sabes- digo dejando un leve puñetazo sobre su hombro.
El mero hecho de salir de casa ya es algo extraño en mi, pero hacerlo acompañado de algo y pasando la situación que estoy pasando es algo todavía más extraño, por lo que no me sorprende que a nuestro paso varias personas se me queden mirando como si me tratase de un verdadero fantasma. Yo, en cambio, no lo veo más que como un progreso, progreso que poco a poco está haciendo efecto y que de saberlo mi psicóloga seguramente hasta se sorprendería. Quizás hasta me hubiese ganado una sonrisa más que sincera por su parte, pero trato de olvidarlo. Siempre he pensado en mi, si, y me han demostrado que hacerlo continuamente es un tanto egoísta, pero hay veces que si no piensas tan sólo en ti, ¿qué te queda? Tan sólo una casa en la que morirte sólo y de la peor de las formas - Es que en mi cabeza no entra la idea de que Sophia vaya con una cara larga por el distrito, así que no quise ser yo quién la provocara - sonrío encogido de hombros, aligerando el paso porque el frío acucia nuestros huesos y el golpear de las olas con el puerto hace que la situación no mejor en lo más mínimo, así que cuanto antes lleguemos a la taberna, antes podremos entrar en calor y hablar tranquilos y pausados.
Apenas estamos a varios pasos de la taberna, y no hacemos más que escucharnos el uno al otro, respetando nuestros turnos de palabras y casi como si fuéramos autómatas que disfrutan verdaderamente haciendo lo que hacen. Y en el fondo es así, ¿cuánto tiempo hace que no hablaba largo y tendido con alguien que no fuera mi psicóloga? Arleth, cierto, pero ella está a varios distritos y a veces el teléfono no es la mejor de las opciones. Ben sigue siendo un niño pequeño a mis ojos - aunque él trate de hacerme ver lo contrario - y mis preocupaciones son demasiado complejas como para encima tener que hacerlo preocupar a él por algo más, por lo que trato de obviar que nuestras conversaciones no sirven más que para ponernos al día y saber que estamos bien, aún cuando últimamente son pocas - Si pero... no puedo evitarlo - aprieto los puños pues tiene razón, ¿pero por ello he de quedarme de brazos cruzados? Se que no pretendía hacerme entender eso, pero es lo que no puedo evitar pensar - Lo se, y de veras que te lo agradezco, ¿pero de qué puede servir que dos hombres vayan en contra de todo el mundo? - alzo una ceja, terminando por reír porque la sola imagen hace que se me desprenda una carcajada del rostro.
Entramos a la taberna y el calor nos invade de pies a cabeza, sintiéndolo a gusto y completamente diferente a cuando entraba por el simple hecho de beber hasta perder el conocimiento. Ahora es diferente, ahora venimos a charlar mientras tomamos algo, para nada mi propósito es otro más que ese - Una copa de whisky para mi, Hendrick, bien cargada, ya sabes - contesto a la pregunta de qué vamos a tomar con una sonrisa y un estrechamiento de manos al saber que Hendrick parece calmado al ver que mis intenciones no son las de siempre pues esta vez traigo compañía. Espero a que el señor Dawson haga lo mismo y cuando ambos hemos pedido y nuestras bebidas están en la mesa esperando a ser degustadas, me acerco un poco más con la clara intención de seguir hablando de algo que, obviamente, a oídos del menos indicado nos supondría una visita a la cárcel - ¿Nunca has pensado en el hecho de irte de este lugar? Pero irte sin pensar siquiera en las circunstancias, abandonarlo todo para estar... seguros - frunzo el ceño dándole un sorbo a la copa que se siente deliciosa a través de la garganta, mientras de cuando en cuando hecho un vistazo al televisor un poco asqueado de que siempre retransmitan lo mismo de siempre - Imagina poder decidir y ser capaz de establecer tus propias normas sin tener que depender de un gobierno que cada día nos presiona más... ya no somos capaces ni de respirar a gusto en este sitio, Stephen - mi voz suena cargada, pero seria. Al fin y al cabo es la pura realidad.
Apenas estamos a varios pasos de la taberna, y no hacemos más que escucharnos el uno al otro, respetando nuestros turnos de palabras y casi como si fuéramos autómatas que disfrutan verdaderamente haciendo lo que hacen. Y en el fondo es así, ¿cuánto tiempo hace que no hablaba largo y tendido con alguien que no fuera mi psicóloga? Arleth, cierto, pero ella está a varios distritos y a veces el teléfono no es la mejor de las opciones. Ben sigue siendo un niño pequeño a mis ojos - aunque él trate de hacerme ver lo contrario - y mis preocupaciones son demasiado complejas como para encima tener que hacerlo preocupar a él por algo más, por lo que trato de obviar que nuestras conversaciones no sirven más que para ponernos al día y saber que estamos bien, aún cuando últimamente son pocas - Si pero... no puedo evitarlo - aprieto los puños pues tiene razón, ¿pero por ello he de quedarme de brazos cruzados? Se que no pretendía hacerme entender eso, pero es lo que no puedo evitar pensar - Lo se, y de veras que te lo agradezco, ¿pero de qué puede servir que dos hombres vayan en contra de todo el mundo? - alzo una ceja, terminando por reír porque la sola imagen hace que se me desprenda una carcajada del rostro.
Entramos a la taberna y el calor nos invade de pies a cabeza, sintiéndolo a gusto y completamente diferente a cuando entraba por el simple hecho de beber hasta perder el conocimiento. Ahora es diferente, ahora venimos a charlar mientras tomamos algo, para nada mi propósito es otro más que ese - Una copa de whisky para mi, Hendrick, bien cargada, ya sabes - contesto a la pregunta de qué vamos a tomar con una sonrisa y un estrechamiento de manos al saber que Hendrick parece calmado al ver que mis intenciones no son las de siempre pues esta vez traigo compañía. Espero a que el señor Dawson haga lo mismo y cuando ambos hemos pedido y nuestras bebidas están en la mesa esperando a ser degustadas, me acerco un poco más con la clara intención de seguir hablando de algo que, obviamente, a oídos del menos indicado nos supondría una visita a la cárcel - ¿Nunca has pensado en el hecho de irte de este lugar? Pero irte sin pensar siquiera en las circunstancias, abandonarlo todo para estar... seguros - frunzo el ceño dándole un sorbo a la copa que se siente deliciosa a través de la garganta, mientras de cuando en cuando hecho un vistazo al televisor un poco asqueado de que siempre retransmitan lo mismo de siempre - Imagina poder decidir y ser capaz de establecer tus propias normas sin tener que depender de un gobierno que cada día nos presiona más... ya no somos capaces ni de respirar a gusto en este sitio, Stephen - mi voz suena cargada, pero seria. Al fin y al cabo es la pura realidad.
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