OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ni siquiera sabía que existieran personas de 14 años en éste lugar, o bueno, en general de mi edad. Mi limitado conocimiento de éste lugar y de esas personas se reducía a Alice. Ahora con Neo todo es diferente. En fin, es un chico y es divertido estar con él aunque no es igual que estar con Ben, supongo que porque son dos personas diferentes, con personalidades diferentes y gustos diferentes. Neo nació en Europa, o algo así me dijo, creció allí toda su vida, hay cosas que para mi son normales que hacen que me mire raro, y viceversa. Creo que esa es la parte más divertida del tiempo que pasamos juntos, las cosas que nos hacen diferentes y por ende, nos hacen mutua gracia. Pero con Ben en cambio, nuestra relación se reduce a las cosas que tenemos en común. Pero a la larga, todo se reduce a lo mismo, a que es más fácil gastar mi tiempo cuando tengo personas con las cuales perderlo y eso de alguna forma hace el once menos insoportable, mi humor mejora bastante, y mi madre deja de gritar. Sale todo el mundo ganando.
Cuando Allen va mi habitación a buscarme estoy rellenando uno de esos libros que alguien ha robado en alguna parte para entretener a los menos pacientes del once, y que está lleno de historietas estúpidas que me hacen reír. Estoy tirado sobre la cama con el libro delante y un bol de lo que parecen frituras aunque rancias a la izquierda. Es la cosa más normal que he hecho en el once desde que llegué. - ¿Que le enseñe a que? ¿Para que? es una chica. - Comento lo último como si eso fuera razón suficiente para ni siquiera intentarlo, pero después de que me meta un cate en la cabeza que me desconcierta bastante porque es la primera vez que lo hace, me encojo de hombros. - Como quieras. - De todos modos no le pudo decir que no, menos después de lo que le hice. Después entiendo porqué me pegó. Mi madre es la persona con más poder en éste lugar junto con mi tío Jared, eso poro consiguiente la hace tan capaz como él. Además, seamos sinceros, si mi madre quisiera podría con él. Suspiro y asiento. Después de un rato de lo que parece una conversación casual acaba por irse y me quedo solo otra vez en mi habitación. Durante casi toda una tarde solo soy un chico con sus comics. Algo tan normal en el mundo como respirar.
Mientras llega la hora en la que hemos quedado me paseo con el Skate. Neo no tiene tiempo para venir a perder con nosotros porque está con su hermano y todo eso, así que me limito a ir de un lado de la calle, al otro, al otro de nuevo, y al otro. Resulta muy monótono, suficiente para que parte del camino intente pensar en otra cosa. Más de una vez estoy a punto de matarme porque mientras pienso profundamente en que podría estar haciendo si me pudiera ir al cuatro, dejo de prestar atención a mi entorno y las farolas aparecen de la nada. Me estampo contra una la cual me manda a volar al suelo y me provoca un irritante dolor de nariz, además de estornudos al azar. Durante un instante resulto muy patético, y ese es el momento donde aparece Alice. Veo sus pies casi delante de los míos antes de subir por el resto de su cuerpo hasta su cabeza. Ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Supongo que al igual que yo, ha crecido. - Y llegas ahora. - Mascullo porque ha llegado temprano y por ende, probablemente ha visto como me he caído. Ni siquiera sé porqué me enojo con ella si no es su culpa.
Me levanto del suelo, me sacudo el pantalón y después uso la camisa como pañuelo para quitar la sangre de mi nariz, estornudando a ratos, lo cual empeora la hemorragia también a ratos. - Iba distraído - Es lo primero que digo cuando ya puedo hablar otra vez, para excusar ese patético momento. - No me lo tengas en cuenta. - Chisto y después voy a por el Skate al que golpeo en una punta y por ende, hago que se levante lo justo para poder cogerlo con la mano. Después, bajo la calle hasta mi casa, lo cuelo por la ventana y hago un gesto con mi cabeza para que me siga.
Cuando Allen va mi habitación a buscarme estoy rellenando uno de esos libros que alguien ha robado en alguna parte para entretener a los menos pacientes del once, y que está lleno de historietas estúpidas que me hacen reír. Estoy tirado sobre la cama con el libro delante y un bol de lo que parecen frituras aunque rancias a la izquierda. Es la cosa más normal que he hecho en el once desde que llegué. - ¿Que le enseñe a que? ¿Para que? es una chica. - Comento lo último como si eso fuera razón suficiente para ni siquiera intentarlo, pero después de que me meta un cate en la cabeza que me desconcierta bastante porque es la primera vez que lo hace, me encojo de hombros. - Como quieras. - De todos modos no le pudo decir que no, menos después de lo que le hice. Después entiendo porqué me pegó. Mi madre es la persona con más poder en éste lugar junto con mi tío Jared, eso poro consiguiente la hace tan capaz como él. Además, seamos sinceros, si mi madre quisiera podría con él. Suspiro y asiento. Después de un rato de lo que parece una conversación casual acaba por irse y me quedo solo otra vez en mi habitación. Durante casi toda una tarde solo soy un chico con sus comics. Algo tan normal en el mundo como respirar.
Mientras llega la hora en la que hemos quedado me paseo con el Skate. Neo no tiene tiempo para venir a perder con nosotros porque está con su hermano y todo eso, así que me limito a ir de un lado de la calle, al otro, al otro de nuevo, y al otro. Resulta muy monótono, suficiente para que parte del camino intente pensar en otra cosa. Más de una vez estoy a punto de matarme porque mientras pienso profundamente en que podría estar haciendo si me pudiera ir al cuatro, dejo de prestar atención a mi entorno y las farolas aparecen de la nada. Me estampo contra una la cual me manda a volar al suelo y me provoca un irritante dolor de nariz, además de estornudos al azar. Durante un instante resulto muy patético, y ese es el momento donde aparece Alice. Veo sus pies casi delante de los míos antes de subir por el resto de su cuerpo hasta su cabeza. Ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Supongo que al igual que yo, ha crecido. - Y llegas ahora. - Mascullo porque ha llegado temprano y por ende, probablemente ha visto como me he caído. Ni siquiera sé porqué me enojo con ella si no es su culpa.
Me levanto del suelo, me sacudo el pantalón y después uso la camisa como pañuelo para quitar la sangre de mi nariz, estornudando a ratos, lo cual empeora la hemorragia también a ratos. - Iba distraído - Es lo primero que digo cuando ya puedo hablar otra vez, para excusar ese patético momento. - No me lo tengas en cuenta. - Chisto y después voy a por el Skate al que golpeo en una punta y por ende, hago que se levante lo justo para poder cogerlo con la mano. Después, bajo la calle hasta mi casa, lo cuelo por la ventana y hago un gesto con mi cabeza para que me siga.
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Después de pasar varios días más en el hospital, por fin me dejan salir de aquellas cuatro paredes blancas que resultaban agobiantes y regresar a casa, aunque técnicamente nunca ha sido mi casa. De hecho, llegué a acostumbrarme tanto al hospital, que paso la mayoría del tiempo en él más que dónde vivimos. No hay nadie en casa porque Allen está trabajando, ya tiene suficientes fuerzas cómo para hacerlo varias horas, así que yo me dedico a seguirle como una lapa mientras él atiende a sus pacientes y yo observo cómo si de una película se tratara. A veces incluso me deja echar una mano, sólo en los casos que son menos graves, no vaya a ser que meta la pata y el paciente acabe más mal de lo que estaba al llegar.
- Esa historia no tiene mucho sentido, señor Smith, usted siempre ha vivido en el once, ¿recuerda? - comento soltando algo parecido a una risa después. Lleva toda una tarde contándome sus supuestas aventuras cuando era capitán del barco más importante del distrito cuatro, cuando su mujer asegura que jamás han salido de las fronteras del once, y que tal y como están las cosas ahora, no piensan hacerlos. Sin embargo, por muchas explicaciones que yo le de, él sigue empeñado en sus ejambres. Por tanto no puedo hacer otra cosa que escuchar sus barbaridades sobre sirenas que cantaban y piratas que para él no eran más que un puñado de incompetentes que podría derribar con un simple golpe. - Lo siento, debo irme, se me hace tarde - le interrumpo en medio de una de sus historias, mientras se me queda mirando con cara disgustada, le gusta que le escuche porque nadie más tiene paciencia para hacerlo - Mañana volveré a verle y me sigue contando cómo luchó contra esos piratas - digo con una sonrisa convincente y al ver que vuelve a sonreir apoyo los pies en el suelo y salgo por la puerta dejándola un poco abierta.
Por el camino me encuentro a Allen que me recuerda que me ponga la chaqueta porque aunque yo no sienta nada, afuera hace frío y necesito mantener mi temperatura corporal normal. Ya no soy tan descuidada ni tan brusca cómo antes, pero en ocasiones estas cosas se me olvidan. Voy medio corriendo medio andando, a pesar de que tengo suficiente tiempo para llegar a la hora, odio ir tan despacio. A medida que avanzo diferencio una figura ir de un lado para otro con un skate, y de repente chocarse contra una farola. Me río, acercándome para ver a un Seth tirado en el suelo y con una mirada fulminante. - ¿Estás bien? - le pregunto intentando dejar de reirme pero sin éxito alguno. Cuando se levanta y comienza a caminarle sigo, sin apartar la sonrisa de mi rostro, ha sido un momento gracioso, pero incómodo para él.
- Esa historia no tiene mucho sentido, señor Smith, usted siempre ha vivido en el once, ¿recuerda? - comento soltando algo parecido a una risa después. Lleva toda una tarde contándome sus supuestas aventuras cuando era capitán del barco más importante del distrito cuatro, cuando su mujer asegura que jamás han salido de las fronteras del once, y que tal y como están las cosas ahora, no piensan hacerlos. Sin embargo, por muchas explicaciones que yo le de, él sigue empeñado en sus ejambres. Por tanto no puedo hacer otra cosa que escuchar sus barbaridades sobre sirenas que cantaban y piratas que para él no eran más que un puñado de incompetentes que podría derribar con un simple golpe. - Lo siento, debo irme, se me hace tarde - le interrumpo en medio de una de sus historias, mientras se me queda mirando con cara disgustada, le gusta que le escuche porque nadie más tiene paciencia para hacerlo - Mañana volveré a verle y me sigue contando cómo luchó contra esos piratas - digo con una sonrisa convincente y al ver que vuelve a sonreir apoyo los pies en el suelo y salgo por la puerta dejándola un poco abierta.
Por el camino me encuentro a Allen que me recuerda que me ponga la chaqueta porque aunque yo no sienta nada, afuera hace frío y necesito mantener mi temperatura corporal normal. Ya no soy tan descuidada ni tan brusca cómo antes, pero en ocasiones estas cosas se me olvidan. Voy medio corriendo medio andando, a pesar de que tengo suficiente tiempo para llegar a la hora, odio ir tan despacio. A medida que avanzo diferencio una figura ir de un lado para otro con un skate, y de repente chocarse contra una farola. Me río, acercándome para ver a un Seth tirado en el suelo y con una mirada fulminante. - ¿Estás bien? - le pregunto intentando dejar de reirme pero sin éxito alguno. Cuando se levanta y comienza a caminarle sigo, sin apartar la sonrisa de mi rostro, ha sido un momento gracioso, pero incómodo para él.
Asiento con el orgullo triple de herido cuando se ríe, pero igual contestando su pregunta. Solo me sangra un poco la nariz, he visto salir más sangre de heridas que me hace Jared, o me reabre porque no espera a que estén 100% curadas antes de darme otra paliza para enseñarme autodefensa. De vez en cuando por impulso paso la manga de mi camisa por la nariz y así me aseguro de que no sangra, aunque en muchas de esas veces sí sangra, y otras es simple paranoia donde siento bajar algo que al final no es nada, es solo el subconsciente jugándome malas pasadas. - Me distraigo cuando me aburro. Bastante fácil además. En este sitio nunca hay nada para hacer. No sé como puedes sobrevivir aquí. - Ella como todos probablemente lleve toda su vida con los rebeldes, así que seguro que al igual que Neo, sus gustos son otros completamente distintos a los míos. Yo tuve ventajas que ninguno de ellos tuvo. Yo crecí en un país donde podía ver la tele los sábados hasta tarde y pasaba más de 40 horas a la semana en el colegio aprendiendo cosas que iban a servirme en un futuro en el distrito donde vivía. Cosas que ahora ya no valen para nada.
Suspiro y me detengo, porque solo para parecer digno caminé sin rumbo y sin pensar a donde íbamos. Ahora que lo pienso, el edificio de justicia está hacia el otro lado, pero cambiar ahora me haría sentir aún más ridículo que solo golpearme con una farola, así que puedo y TENGO que pensar en otro lugar que podamos usar para entrenar. Lo primero y más importante. ¿el qué? - ¿De verdad te vas a hacer médico? - Eso fue lo primero que me escupió Allen cuando yo desprecié el hecho de que Alice fuera una chica y fuera a aprender a defenderse. Si es tan lista como para aprender cosas de médicos también para aprender a defenderse si le hace falta. Ruedo los ojos porque a veces tengo la sensación de que habla de ella todo el rato, cualquier excusa es buena para hablar de ella. - Es como un padre orgulloso ¿sabes? Alice hizo esto. Alice hizo esto otro. Alice podría... - La mayoría de esas conversaciones las tenemos mientras remienda las heridas que Jared me hace y que ni siquiera sé porqué me cura. Es como una obsesión ya porque dudo que alguien se lo pida y yo desde luego no lo hago. Eso me recuerda nuestra última cena. La vez que pretendíamos ser una familia que yo desprecié. Tal vez cuida de mi. Como si fuéramos una familia.
Ese pensamiento me hace reírme porque aparte de que me siento ridículo pensando en eso, a estas alturas la palabra familia no tiene mucho significado para mi, no puedes asimilar una palabra con un determinado significado que nunca has vivido. - Neo dijo que su padre le enseñaba cosas desde chico. Ya sabes - Muevo mis manos como si moviéndolas fuera suficiente para describir a Neo y con ello que lo reconociera y supiera a quien me refiero. - ¿A ti por qué no te enseñaron esas cosas? - De pronto tengo una idea, y una sonrisa de medio lado aparece en mis labios, una de esas que me sale pocas veces y que por lo general, indica problemas. - ¿Quieres que te enseñe a usar magia?
Suspiro y me detengo, porque solo para parecer digno caminé sin rumbo y sin pensar a donde íbamos. Ahora que lo pienso, el edificio de justicia está hacia el otro lado, pero cambiar ahora me haría sentir aún más ridículo que solo golpearme con una farola, así que puedo y TENGO que pensar en otro lugar que podamos usar para entrenar. Lo primero y más importante. ¿el qué? - ¿De verdad te vas a hacer médico? - Eso fue lo primero que me escupió Allen cuando yo desprecié el hecho de que Alice fuera una chica y fuera a aprender a defenderse. Si es tan lista como para aprender cosas de médicos también para aprender a defenderse si le hace falta. Ruedo los ojos porque a veces tengo la sensación de que habla de ella todo el rato, cualquier excusa es buena para hablar de ella. - Es como un padre orgulloso ¿sabes? Alice hizo esto. Alice hizo esto otro. Alice podría... - La mayoría de esas conversaciones las tenemos mientras remienda las heridas que Jared me hace y que ni siquiera sé porqué me cura. Es como una obsesión ya porque dudo que alguien se lo pida y yo desde luego no lo hago. Eso me recuerda nuestra última cena. La vez que pretendíamos ser una familia que yo desprecié. Tal vez cuida de mi. Como si fuéramos una familia.
Ese pensamiento me hace reírme porque aparte de que me siento ridículo pensando en eso, a estas alturas la palabra familia no tiene mucho significado para mi, no puedes asimilar una palabra con un determinado significado que nunca has vivido. - Neo dijo que su padre le enseñaba cosas desde chico. Ya sabes - Muevo mis manos como si moviéndolas fuera suficiente para describir a Neo y con ello que lo reconociera y supiera a quien me refiero. - ¿A ti por qué no te enseñaron esas cosas? - De pronto tengo una idea, y una sonrisa de medio lado aparece en mis labios, una de esas que me sale pocas veces y que por lo general, indica problemas. - ¿Quieres que te enseñe a usar magia?
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Sigo su paso con la mirada fija en mis pies y las manos metidas en el bolsillo, con el viento golpeándome la cara, revolviéndome el pelo de manera insoportable. Levanto la mirada hacia Seth mientras se pasa la manga por la nariz, estoy por preguntar si de verdad está bien pero como lo conozco y se que no le gustará me callo y tan solo le observo. - Nunca hay nada para hacer si no lo buscas, a veces yo también me aburro, solo es cuestión de encontrar algo que hacer - me encojo de hombros - ¿qué sueles hacer tú? A parte de rondar por las calles con el skate, que por cierto un día te pegarás un tortazo peor que el de hoy por no mirar por dónde vas - por un momento me he parecido a su madre en una de las muchas veces que lo regaña.
Al ver que frena hago lo mismo y me quedo mirándole como si de alguna manera supiera en lo que está pensando. Su pregunta me sorprende y por ende levanto ambas cejas por inercia. - ¿Te lo ha contado Allen? - le pregunto con algo de recelo en mi voz. Es obvio que se lo ha contado porque él es - o al menos era - la única persona a la que se lo había dicho. Por alguna razón extraña me molesta, así que bufo antes de contestar a la pregunta - ¿Por qué no? No es que les sobre trabajo en el hospital, echar una mano de vez en cuando nunca está mal - vuelvo a encogerme de hombros como si el asunto no tuviera importancia, pero sí la tiene, lo que ocurre es que no quiero hablar de ello con Seth porque no ha trabajado en su vida, él tenía una vida normal que le arrebataron para estar con su madre, a veces, entiendo por qué está enfadado constantemente. Sacudo la cabeza cuando empieza a hablar de lo que le cuenta Allen sobre mí. - No creo que esté hablando de mí todo el tiempo, eres un exagerado, no tiene nada de lo que estar orgulloso de mí - jamás se me había ocurrido la idea de que pudiera hablar de mí con otras personas, y eso hace que mis mejillas cambien de color a un tono algo más rosado, pero que con el viento, al cabo de unos minuto desaparece.
- ¿Neo? ¿Quién es Neo? - aunque parezca mentira, últimamente paso más tiempo con adultos que con chicos de mi edad, y hasta el momento, sólo conozco a Seth. Cuando empieza a mover los dedos me doy cuenta de a lo que se quiere referir. - ¿Magia? - asiento yo misma porque he acertado, pero sacudo la cabeza de forma que resulte algo confuso lo que acabo de hacer. - ¿Por qué no me enseñaron esas cosas? - por estúpido que parezca me río, como si fuera algo que todo el mundo supiera - Pues porque mi familia es humana, bueno, mi antigua familia - me encojo de hombros y agacho la mirada como si ser un humano fuera algo de lo que avergonzarse, y porque duele tener que nombrar a mi familia como si nunca hubieran existido. No respondo a su pregunta porque creo y se que no hace falta hacerlo ahora.
Al ver que frena hago lo mismo y me quedo mirándole como si de alguna manera supiera en lo que está pensando. Su pregunta me sorprende y por ende levanto ambas cejas por inercia. - ¿Te lo ha contado Allen? - le pregunto con algo de recelo en mi voz. Es obvio que se lo ha contado porque él es - o al menos era - la única persona a la que se lo había dicho. Por alguna razón extraña me molesta, así que bufo antes de contestar a la pregunta - ¿Por qué no? No es que les sobre trabajo en el hospital, echar una mano de vez en cuando nunca está mal - vuelvo a encogerme de hombros como si el asunto no tuviera importancia, pero sí la tiene, lo que ocurre es que no quiero hablar de ello con Seth porque no ha trabajado en su vida, él tenía una vida normal que le arrebataron para estar con su madre, a veces, entiendo por qué está enfadado constantemente. Sacudo la cabeza cuando empieza a hablar de lo que le cuenta Allen sobre mí. - No creo que esté hablando de mí todo el tiempo, eres un exagerado, no tiene nada de lo que estar orgulloso de mí - jamás se me había ocurrido la idea de que pudiera hablar de mí con otras personas, y eso hace que mis mejillas cambien de color a un tono algo más rosado, pero que con el viento, al cabo de unos minuto desaparece.
- ¿Neo? ¿Quién es Neo? - aunque parezca mentira, últimamente paso más tiempo con adultos que con chicos de mi edad, y hasta el momento, sólo conozco a Seth. Cuando empieza a mover los dedos me doy cuenta de a lo que se quiere referir. - ¿Magia? - asiento yo misma porque he acertado, pero sacudo la cabeza de forma que resulte algo confuso lo que acabo de hacer. - ¿Por qué no me enseñaron esas cosas? - por estúpido que parezca me río, como si fuera algo que todo el mundo supiera - Pues porque mi familia es humana, bueno, mi antigua familia - me encojo de hombros y agacho la mirada como si ser un humano fuera algo de lo que avergonzarse, y porque duele tener que nombrar a mi familia como si nunca hubieran existido. No respondo a su pregunta porque creo y se que no hace falta hacerlo ahora.
Bufo cuando me echa a mi la culpa de no tener nada que hacer por no buscarlo, de todas maneras no digo nada al respecto porque cualquier cosa que diga me delataría. Ella tiene razón, yo simplemente me siento en la cama, o mas bien me tiro en la cama, a esperar que cualquier cosa para hacer aparezca delante de mis narices por arte de magia. En el distrito seis era así porque Tío Sean siempre tenía el bar a reventar y en general mi horario estaba bastante limitado a labores que apenas me dejaban tiempo libre; ahora que mi tiempo libre empieza desde que despierto hasta que me duermo, no sé que hacer con él. Apenas podía rellenar el poco tiempo libre que me quedaba antes como para rellenarlo ahora. Me paso el día leyendo comics que ya me estoy empezando a aprender de memoria. Y bueno, la biblioteca del once no es que tenga muchos libros interesantes, al menos para mi. - ¿Y tú que haces? - A lo mejor puedo robarle alguna de sus ideas para cuando esté extremadamente aburrido.
Suelto una risa porque al parecer la misma pregunta se nos ocurrió a los dos a la vez, por lo que me encojo de hombros. - Ya me he roto un brazo aprendiendo a montarlo. ¿Qué va a ser peor? - Bueno, tal vez podría perder el control y acabado siendo atropellado por un coche, pero eso también puede pasarme mientras camino así que da lo mismo. - Luego entreno. Luego como. A veces intento ver la televisión por la ventana de la casa de Daiara, pero por algún motivo me odia así que si me pilla me tira cosas y tiene bastante puntería. - En mi casa no hay televisión, cuando yo llegué la casa ya estaba así, por lo que no sé si es que Tío Jared la tiró o que la casa desde el principio nunca tuvo una. - Aunque me gustaría ver la tele. Los juegos. Ya sabes. Por si acaso - Me encojo de hombros suponiendo que no hacen falta palabras. Tal vez ella no tenga a nadie fuera a quien vigilar pero yo si, y no hace falta ser un genio para saberlo.
Asiento ligeramente ante su pregunta aunque sin saber si me ve o no me ve. Identifico el tono ligeramente receloso de su voz, por lo que me llevo el dedo pulgar a los labios para morder la uña y mirarla de reojo. - ¿Por qué te molesta? No es que se pueda guardar en este sitio un secreto o que yo tuviera muchas personas a las cuales contárselo. - Busco una excusa casi de inmediato oyendo lo que dice sobre que Allen no tiene motivos para estar orgulloso de ella. - Tal vez. pero cuida de ti al fin y al cabo y seguro que los adultos sin hijos que cuidan niños acaban presumiendo de todo. Mi tío Sean se pasaba el día contandole a la gente del bar cosas sobre mi, gente borracha que probablemente ni le oyera; pero él era feliz así. - Aún recuerdo haber llevado dibujos a casa que él acabó colgando en la nevera del bar; o cosido dibujos en sus camisas que él mostraba orgulloso aunque fueran una birria. Siempre he pensado que nunca he tenido un padre pero ahora que tío Sean ya no está, me doy cuenta de que él era papá; si hubiera tenido uno. Suelto un suspiro y chasco la lengua pensando en todas las veces que le grité que era un fastidio cuando ahora le echo de menos.
Salto la valla de poco mas de medio metro que separa la zona residencial de la explanada, cayendo al suelo justo al mismo tiempo de quedarme perplejo. - ¿Eres una muggle? - Seguramente me quedo boquiabierto por lo que me aclaro la garganta mirando a otra parte. - No es que sea... un delito. Lo siento. Me sorprende nada más. No he visto a muchos como tu - Me encojo de hombros y después me doy cuenta de que necesito rectificar eso último. - Aquí, me refiero. Debe ser frustrante. Todos usando magia y tu... bueno... tú haciendo las cosas a la antigua usanza. - Como lo es quedarse sin varita para poder hacer tareas cuando Jared prohíbe usar la magia. A la larga es lo mismo, pero desde otro punto de vista. Sacudo la cabeza descartando lo de Neo porque ahora mismo no creo que importe mucho. Como no me esperaba esa respuesta me quedo mirando hacia el lugar al que íbamos y suelto un suspiro. Las cosas siempre son más difíciles para ellos, yo he estado ahí, peleando contra idiotas sin poder usar magia, gente que me sacaba dos cabezas y con la que habría podido si hubiera tenido varita por entonces.
De pronto tengo una idea, así que empiezo a palpar mi cuerpo con palmadas irregulares y dispares, desde el torso hasta las piernas, sacando varias armas en el proceso que tengo escondidas por cosas que Jared llama "por si acasos", entre ellas un cuchillo, una navaja, un arma de puño y la daga que siempre está visible en el estuche que llevo atado a mi pierna derecha; además de obviamente la varita. Los "por si acasos" se usan para defenderse cuando te quedas sin el arma principal, que en mi caso sería la última. Supuestamente, tener armas en lugares típicos y a la vista hacen que te subestimen. Así, nunca encuentran las demás. Al menos, esa es teóricamente la razón de que escondas algunas (además de porque Jared me obligó), pero lleves otras en sitios donde las encuentren fácilmente. Dejo todas las armas en el suelo cuando nos hemos alejado bastante de la valla, y quedándome con la navaja se la ofrezco cerrada. - Defenderse de un mago es difícil así que mejor empezamos por lo fácil. ¿Alguna vez cogiste una de éstas? -
Suelto una risa porque al parecer la misma pregunta se nos ocurrió a los dos a la vez, por lo que me encojo de hombros. - Ya me he roto un brazo aprendiendo a montarlo. ¿Qué va a ser peor? - Bueno, tal vez podría perder el control y acabado siendo atropellado por un coche, pero eso también puede pasarme mientras camino así que da lo mismo. - Luego entreno. Luego como. A veces intento ver la televisión por la ventana de la casa de Daiara, pero por algún motivo me odia así que si me pilla me tira cosas y tiene bastante puntería. - En mi casa no hay televisión, cuando yo llegué la casa ya estaba así, por lo que no sé si es que Tío Jared la tiró o que la casa desde el principio nunca tuvo una. - Aunque me gustaría ver la tele. Los juegos. Ya sabes. Por si acaso - Me encojo de hombros suponiendo que no hacen falta palabras. Tal vez ella no tenga a nadie fuera a quien vigilar pero yo si, y no hace falta ser un genio para saberlo.
Asiento ligeramente ante su pregunta aunque sin saber si me ve o no me ve. Identifico el tono ligeramente receloso de su voz, por lo que me llevo el dedo pulgar a los labios para morder la uña y mirarla de reojo. - ¿Por qué te molesta? No es que se pueda guardar en este sitio un secreto o que yo tuviera muchas personas a las cuales contárselo. - Busco una excusa casi de inmediato oyendo lo que dice sobre que Allen no tiene motivos para estar orgulloso de ella. - Tal vez. pero cuida de ti al fin y al cabo y seguro que los adultos sin hijos que cuidan niños acaban presumiendo de todo. Mi tío Sean se pasaba el día contandole a la gente del bar cosas sobre mi, gente borracha que probablemente ni le oyera; pero él era feliz así. - Aún recuerdo haber llevado dibujos a casa que él acabó colgando en la nevera del bar; o cosido dibujos en sus camisas que él mostraba orgulloso aunque fueran una birria. Siempre he pensado que nunca he tenido un padre pero ahora que tío Sean ya no está, me doy cuenta de que él era papá; si hubiera tenido uno. Suelto un suspiro y chasco la lengua pensando en todas las veces que le grité que era un fastidio cuando ahora le echo de menos.
Salto la valla de poco mas de medio metro que separa la zona residencial de la explanada, cayendo al suelo justo al mismo tiempo de quedarme perplejo. - ¿Eres una muggle? - Seguramente me quedo boquiabierto por lo que me aclaro la garganta mirando a otra parte. - No es que sea... un delito. Lo siento. Me sorprende nada más. No he visto a muchos como tu - Me encojo de hombros y después me doy cuenta de que necesito rectificar eso último. - Aquí, me refiero. Debe ser frustrante. Todos usando magia y tu... bueno... tú haciendo las cosas a la antigua usanza. - Como lo es quedarse sin varita para poder hacer tareas cuando Jared prohíbe usar la magia. A la larga es lo mismo, pero desde otro punto de vista. Sacudo la cabeza descartando lo de Neo porque ahora mismo no creo que importe mucho. Como no me esperaba esa respuesta me quedo mirando hacia el lugar al que íbamos y suelto un suspiro. Las cosas siempre son más difíciles para ellos, yo he estado ahí, peleando contra idiotas sin poder usar magia, gente que me sacaba dos cabezas y con la que habría podido si hubiera tenido varita por entonces.
De pronto tengo una idea, así que empiezo a palpar mi cuerpo con palmadas irregulares y dispares, desde el torso hasta las piernas, sacando varias armas en el proceso que tengo escondidas por cosas que Jared llama "por si acasos", entre ellas un cuchillo, una navaja, un arma de puño y la daga que siempre está visible en el estuche que llevo atado a mi pierna derecha; además de obviamente la varita. Los "por si acasos" se usan para defenderse cuando te quedas sin el arma principal, que en mi caso sería la última. Supuestamente, tener armas en lugares típicos y a la vista hacen que te subestimen. Así, nunca encuentran las demás. Al menos, esa es teóricamente la razón de que escondas algunas (además de porque Jared me obligó), pero lleves otras en sitios donde las encuentren fácilmente. Dejo todas las armas en el suelo cuando nos hemos alejado bastante de la valla, y quedándome con la navaja se la ofrezco cerrada. - Defenderse de un mago es difícil así que mejor empezamos por lo fácil. ¿Alguna vez cogiste una de éstas? -
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- Pues yo... - me pongo a pensar en lo que suelo hacer yo para no aburrirme, pero es que tampoco hay demasiadas cosas que yo haga, simplemente el tiempo pasa rápido, y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy en la cama. - Ayudo en el hospital, no es que pueda hacer demasiadas cosas, pero al menos te entretienes, ¿por qué no te vienes un día? Y no me refiero para que Allen te cure las heridas que te hacen. No sé, a veces es mejor hacer cosas con la compañía de otro, no sería tan aburrido - me encojo de hombros, quizá no le parezca la mejor idea del mundo, pero perder no pierdo nada. Hago una mueca cuando dice que se rompió un brazo, más bien por inercia que por otra cosa, pero por lo que me han contado, romperse algo duele. - ¿Te dolió? El brazo, me refiero... Si te sirve de consuelo, yo me torcí un tobillo cuando era más pequeña porque me caí de un árbol, ni si quiera sé como terminé ahí arriba - y tampoco sé por qué narices le he contado esa historia, fue de lo más ridículo.
No puedo entender cómo se siente, él tiene una familia fuera a la cuál proteger, aunque desde aquí, dudo que pueda hacer mucho por ella. - Yo no tengo a nadie ahí fuera, todo lo que quiero está aquí - dejo escapar un suspiro mientras dejo de mirarle y desvío la mirada a mis pies. - Bueno, tampoco se puede tener todo - vuelvo a elevar los hombros cómo si ese gesto pudiera describir todo lo que no he mencionado sobre mi anterior familia.
- No es que me moleste, tampoco era un secreto... Seguro que yo acababa soltándoselo a alguien de todas formas. - siempre he sido de esas personas a las que le gusta contarlo todo, aunque últimamente me he vuelto más reservada, quizás por eso me ha molestado en un principio. Incluso suelto una risa cuando dice lo de su tío - Le echas de menos, ¿verdad? - vuelvo a mirarle, aunque está claro que no me va a responder con la verdad porque a pesar de que parezca mentira, le conozco y sé que es lo suficientemente orgulloso para no admitirlo, pero yo sé que le echa de menos, todo el mundo echa de menos a la gente de casa.
Le sigo y dejo que salte la valla el primero y después me uno, saltándola yo después. - Sí - asiento con la cabeza mientras vuelvo a caminar, acelerando un poco el paso para volver a ponerme a su lado - Aunque preferiría que me llamaras humana, hay un viejo cascarrabias que vive en frente que me llama muggle cómo si fuera un insulto - suelto una risa nerviosa, no me ofende, pero ojalá viviera en otra parte y dejara de darme la lata a mí todo el tiempo, parece que no tiene otra cosa mejor que hacer. - ¿Te doy lástima? - le miro perpleja porque por lo que ha dicho me ha hecho pensar que sí se la doy. - Soy diferente, siempre he sido la diferente, no me importa serlo si nadie me lo recuerda constantemente, y sí, puede que tenga que hacer las cosas a la antigua usanza, pero puedo hacer otras cosas -
Freno cuando él se para, un poco alejados de la valla, y me quedo observándole como comienza a retirar armas de su cuerpo, mi cara va cambiando de expresión cada vez que saca algo y lo deja en el suelo. -Tú si que vas preparado - digo cruzándome de brazos, tiene más armas encima de las que he visto en toda mi vida. Cojo la navaja cuando me la ofrece cerrada, la abro y la vuelvo a cerrar de nuevo. - Sí, claro, Allen tiene una en casa - vuelvo a abrirla y esta vez la dejo así.
No puedo entender cómo se siente, él tiene una familia fuera a la cuál proteger, aunque desde aquí, dudo que pueda hacer mucho por ella. - Yo no tengo a nadie ahí fuera, todo lo que quiero está aquí - dejo escapar un suspiro mientras dejo de mirarle y desvío la mirada a mis pies. - Bueno, tampoco se puede tener todo - vuelvo a elevar los hombros cómo si ese gesto pudiera describir todo lo que no he mencionado sobre mi anterior familia.
- No es que me moleste, tampoco era un secreto... Seguro que yo acababa soltándoselo a alguien de todas formas. - siempre he sido de esas personas a las que le gusta contarlo todo, aunque últimamente me he vuelto más reservada, quizás por eso me ha molestado en un principio. Incluso suelto una risa cuando dice lo de su tío - Le echas de menos, ¿verdad? - vuelvo a mirarle, aunque está claro que no me va a responder con la verdad porque a pesar de que parezca mentira, le conozco y sé que es lo suficientemente orgulloso para no admitirlo, pero yo sé que le echa de menos, todo el mundo echa de menos a la gente de casa.
Le sigo y dejo que salte la valla el primero y después me uno, saltándola yo después. - Sí - asiento con la cabeza mientras vuelvo a caminar, acelerando un poco el paso para volver a ponerme a su lado - Aunque preferiría que me llamaras humana, hay un viejo cascarrabias que vive en frente que me llama muggle cómo si fuera un insulto - suelto una risa nerviosa, no me ofende, pero ojalá viviera en otra parte y dejara de darme la lata a mí todo el tiempo, parece que no tiene otra cosa mejor que hacer. - ¿Te doy lástima? - le miro perpleja porque por lo que ha dicho me ha hecho pensar que sí se la doy. - Soy diferente, siempre he sido la diferente, no me importa serlo si nadie me lo recuerda constantemente, y sí, puede que tenga que hacer las cosas a la antigua usanza, pero puedo hacer otras cosas -
Freno cuando él se para, un poco alejados de la valla, y me quedo observándole como comienza a retirar armas de su cuerpo, mi cara va cambiando de expresión cada vez que saca algo y lo deja en el suelo. -Tú si que vas preparado - digo cruzándome de brazos, tiene más armas encima de las que he visto en toda mi vida. Cojo la navaja cuando me la ofrece cerrada, la abro y la vuelvo a cerrar de nuevo. - Sí, claro, Allen tiene una en casa - vuelvo a abrirla y esta vez la dejo así.
Acepto su invitación a acompañarla un día de estos al hospital, estaría bien hacer algo que no fuera pelearme con Neo, con Jared, o leer cosas que ya me sé de memoria. Intento hacer memoria cuando me pregunta si me dolió romperme el brazo pero acabo encogiéndome de hombros. - Supongo. Tenía 6 años, y a los 6 años aún era un llorica. - Aún estaba en esa época de ceguera donde creía en serio todas las cosas que mi madre me contaba, todos sus volveré, todos sus te quiero. Ahora entiendo que tal vez me quiera, pero debí darme cuenta de que sus "volveré" eran todos patrañas. Me río por su historia sobre la cabeza e inconscientemente miro hacia su frente, como si aún pudiera quedar algún vestigio de cicatriz de lo que le pasara entonces. Ahí es cuando me doy cuenta de que ha crecido bastante desde la última vez que nos vimos. Supongo que nuestra relación es como la que tengo con Ben, que pasa tanto tiempo que cada vez somos distintos.
Sacudo la cabeza cuando me distraigo y farfullo una disculpa al ver que no le gusta la palabra muggle. En sí, la conozco como un gesto despectivo y no como un insulto, aunque supongo que para ella vendría a ser lo mismo. - Es la costumbre. Mamá siempre los llama así... os... a vosotros. - Intento arreglar esa metedura de pata de tratarlos como si fueran bichos raros pero no puedo, así que hago una mueca y me callo, intentando elegir las palabras con más cuidado, especialmente cuando remarca que si le doy pena. Pena no es exactamente la palabra. - Supongo, no estoy seguro. - Miro mi varita, aquella que tanto me costó que mamá me devolviera tras prometerle que no la usaría de nuevo para intentar escapar. - Si yo fuera tu, no sabría hacer la mitad de las cosas que hago diariamente. Con eso te lo digo todo - Creo que la pena que siento no es por ella sino por mi, alguien que depende de un palito para muchas de las habilidades que posee.
De todas maneras me crié con los Niniadis. Mi madre siempre ha llamado a los muggles muggles, y mi tío Andrew también, aunque las entonaciones que ambos usaron a lo largo de mi vida son radicalmente diferentes. - ¿Todos lo saben? - La veo manejarse con la navaja, de forma algo aislada. - Ya sabes. Que no puedes hacer magia. Tiene que ser difícil. La mayor parte de la gente de aquí fue exiliada por humanos. No son amables - Ni siquiera son amables con gente como yo, que crecí por propia voluntad (o eso se creen ellos) bajo un régimen represor. - Tsk. Pateales en las bolas si te tocan mucho la moral. - Me acerco a ella cuando tiene la navaja en la mano abierta, y poniéndome a medias a su lado ya medias detrás, tomo su mano. - Se supone que esta es un arma de corta distancia. La usas para emergencias, generalmente para cuando te tienen presa. - Paso mi brazo alrededor de su cuerpo hasta atarla por el cuello con el antebrazo, solo apretando lo justo para que su espalda choque contra mi pecho, pero no para ahogarla, aunque en un caso realista sí que lo harían. - Usarla para otra cosa es una estupidez, especialmente si la otra persona lleva un arma más larga. Pero cuando estás acorralada, la empuñas, la entierras en alguien, y giras. - Uso mi mano libre para enseñarle como debería hacerlo, especialmente lo de girarla. - No te olvides de girarla. Es la parte más importante.
Sacudo la cabeza cuando me distraigo y farfullo una disculpa al ver que no le gusta la palabra muggle. En sí, la conozco como un gesto despectivo y no como un insulto, aunque supongo que para ella vendría a ser lo mismo. - Es la costumbre. Mamá siempre los llama así... os... a vosotros. - Intento arreglar esa metedura de pata de tratarlos como si fueran bichos raros pero no puedo, así que hago una mueca y me callo, intentando elegir las palabras con más cuidado, especialmente cuando remarca que si le doy pena. Pena no es exactamente la palabra. - Supongo, no estoy seguro. - Miro mi varita, aquella que tanto me costó que mamá me devolviera tras prometerle que no la usaría de nuevo para intentar escapar. - Si yo fuera tu, no sabría hacer la mitad de las cosas que hago diariamente. Con eso te lo digo todo - Creo que la pena que siento no es por ella sino por mi, alguien que depende de un palito para muchas de las habilidades que posee.
De todas maneras me crié con los Niniadis. Mi madre siempre ha llamado a los muggles muggles, y mi tío Andrew también, aunque las entonaciones que ambos usaron a lo largo de mi vida son radicalmente diferentes. - ¿Todos lo saben? - La veo manejarse con la navaja, de forma algo aislada. - Ya sabes. Que no puedes hacer magia. Tiene que ser difícil. La mayor parte de la gente de aquí fue exiliada por humanos. No son amables - Ni siquiera son amables con gente como yo, que crecí por propia voluntad (o eso se creen ellos) bajo un régimen represor. - Tsk. Pateales en las bolas si te tocan mucho la moral. - Me acerco a ella cuando tiene la navaja en la mano abierta, y poniéndome a medias a su lado ya medias detrás, tomo su mano. - Se supone que esta es un arma de corta distancia. La usas para emergencias, generalmente para cuando te tienen presa. - Paso mi brazo alrededor de su cuerpo hasta atarla por el cuello con el antebrazo, solo apretando lo justo para que su espalda choque contra mi pecho, pero no para ahogarla, aunque en un caso realista sí que lo harían. - Usarla para otra cosa es una estupidez, especialmente si la otra persona lleva un arma más larga. Pero cuando estás acorralada, la empuñas, la entierras en alguien, y giras. - Uso mi mano libre para enseñarle como debería hacerlo, especialmente lo de girarla. - No te olvides de girarla. Es la parte más importante.
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Suelto algo parecido a una risa cuando dice que a los seis años aún era llorica, pero no digo nada más. Supongo que a esa temprana edad todos lo éramos, aunque si mal no recuerdo, yo apenas lloraba de pequeña, sólo cuando mi hermano no me dejaba jugar con él o cualquier tontería de éstas por las que lloran los críos. Siento que me mira, así que le devuelvo la mirada y me río con él hasta que la historia deja de tener gracia para ambos y vuelvo a dirigir mis ojos hacia el suelo por enésima vez.
Le miro algo de reojo cuando le escucho susurrar una disculpa y sacudo la cabeza. - Tampoco me importa que me llames muggle, si quieres - al fin y al cabo todos lo hacen. Muerdo mi labio inferior cuando intenta arreglar lo que dijo el tiempo suficiente para darme cuenta de que me he provocado sangre. Esta es una de las razones por las cuáles no debería morderme el labio, y a pesar de que ahora tengo más cuidado con lo que dejo y no dejo de hacer, a veces no puedo evitarlo. Tapo la hemorragia con la lengua mientras me trago el resto de sangre por muy asqueroso que resulte mientras vuelvo a mirar a Seth. - Sí, pero hacer las cosas con una varita es mucho más fácil que hacerlo a mano, y además ahorras tiempo - y son pocas con las comparadas ventajas que conlleva ser un mago.
Me encojo de hombros como si le estuviera restando importancia desviando la mirada hacia detrás de la verja y después a mis manos otra vez, que se dedican a juguetear con la navaja aunque saben perfectamente que no es un juguete. - No lo sé - me limito a decir, volviendo a encogerme de hombros por el hecho de que está insinuando que no soy demasiado agradable. Sólo sonrío a medias cuando añade lo último. - ¿Y eso serviría de algo? -
De repente siento como se acerca a mí y sujeta mi mano, giro la cabeza de forma algo brusca de modo que los tirabuzones de mi pelo le golpeen la cara. Hago una mueca como gesto de disculpa para no interrumpirle mientras sigue contándome el uso de la navaja y todo eso. Cuando me agarra por el cuello, no lo suficiente como para ahocarme, aguanto la respiración mientras sigue hablando y cuando termina sólo consigo articular una palabra. - Vale -
Le miro algo de reojo cuando le escucho susurrar una disculpa y sacudo la cabeza. - Tampoco me importa que me llames muggle, si quieres - al fin y al cabo todos lo hacen. Muerdo mi labio inferior cuando intenta arreglar lo que dijo el tiempo suficiente para darme cuenta de que me he provocado sangre. Esta es una de las razones por las cuáles no debería morderme el labio, y a pesar de que ahora tengo más cuidado con lo que dejo y no dejo de hacer, a veces no puedo evitarlo. Tapo la hemorragia con la lengua mientras me trago el resto de sangre por muy asqueroso que resulte mientras vuelvo a mirar a Seth. - Sí, pero hacer las cosas con una varita es mucho más fácil que hacerlo a mano, y además ahorras tiempo - y son pocas con las comparadas ventajas que conlleva ser un mago.
Me encojo de hombros como si le estuviera restando importancia desviando la mirada hacia detrás de la verja y después a mis manos otra vez, que se dedican a juguetear con la navaja aunque saben perfectamente que no es un juguete. - No lo sé - me limito a decir, volviendo a encogerme de hombros por el hecho de que está insinuando que no soy demasiado agradable. Sólo sonrío a medias cuando añade lo último. - ¿Y eso serviría de algo? -
De repente siento como se acerca a mí y sujeta mi mano, giro la cabeza de forma algo brusca de modo que los tirabuzones de mi pelo le golpeen la cara. Hago una mueca como gesto de disculpa para no interrumpirle mientras sigue contándome el uso de la navaja y todo eso. Cuando me agarra por el cuello, no lo suficiente como para ahocarme, aguanto la respiración mientras sigue hablando y cuando termina sólo consigo articular una palabra. - Vale -
Me enfado un poco con ella, o mas bien me fastidio, porque le de igual que la llamen muggle. Ella claramente no entiende que es casi un insulto. Sin embargo solo me limito a murmurar alguna gilipollez que deje claro que no voy a llamarla muggle y que se mezcla entre balbuceos más que nada. Seguramente ni lo oye. - Alice. Te llamas Alice. Ali-Ali - Termino riéndome solo de lo estúpido que ha sonado eso último, igual, la risa se me corta bastante rápido cuando noto la sangre que le cae de los labios. Y sí, noto primero la sangre que lo cerca que estoy de ella. Retrocedo un poco por inercia metiendo las manos dentro de los bolsillos y dejándola a su aire para que practique si quiere, aunque más que practicarlo me parece que son instrucciones para recordar. - Puede. Nadie espera que una chica le meta a un tío que le dobla la estatura una patada en sus partes intimas. - Una sonrisa asoma en mis labios, pero se queda a medias de salir del todo. - El factor sorpresa. Además tu pareces frágil y pequeña. Seguro que se llevan un susto tal que te dejan en paz. - Si algo me enseñó la vida solitaria del distrito seis, es que no necesitas ser amenazante, solo parecerlo lo suficiente como para que ni siquiera intenten confirmar si realmente eres una amenaza o solo lo aparentas.
Suelto un suspiro cuando escucho su vale pensando en que si me pongo a soltarle información seguramente olvidará la mitad antes de acabar, así que pienso en otra forma de enseñarla a defenderse. Cuando mi tío Jared entrena conmigo, primero piensa los posibles escenarios que pueden meterme en problemas, y eso me sirve lo justo para pensar otra cosa. - ¿Sabes como esconder un arma? - Inconscientemente llevo mi vista hacia todas las que saqué de entre mi ropa momentos antes, como referencia de a qué me refiero y después, desenfundo la varita aún entre mis bolsillos. - Yo hago magia. Consiste en bolsillos invisibles a vista simple. Hechizos de desilusión - Giro el bajo de los pantalones que acaban a media pierna y entierro la varita en uno de esos bolsillos. No es tan grande como ésta, así que la mitad de la madera desaparece, pero la parte que sostengo sigue visible. - Pero se puede hacer sin magia también. Creo que se llamaban doble funda - Meto mi mano en el bolsillo para sacar una moneda, volver a meterla al bolsillo y sacándolo para afuera, de forma que la moneda ya no está. Repito el mismo paso y la moneda aparece - Básicamente cambia de perspectiva según hacia donde metas la mano. Ir armada siempre es importante, incluso cuando estas en el hospital o en casa.
Suelto un suspiro cuando escucho su vale pensando en que si me pongo a soltarle información seguramente olvidará la mitad antes de acabar, así que pienso en otra forma de enseñarla a defenderse. Cuando mi tío Jared entrena conmigo, primero piensa los posibles escenarios que pueden meterme en problemas, y eso me sirve lo justo para pensar otra cosa. - ¿Sabes como esconder un arma? - Inconscientemente llevo mi vista hacia todas las que saqué de entre mi ropa momentos antes, como referencia de a qué me refiero y después, desenfundo la varita aún entre mis bolsillos. - Yo hago magia. Consiste en bolsillos invisibles a vista simple. Hechizos de desilusión - Giro el bajo de los pantalones que acaban a media pierna y entierro la varita en uno de esos bolsillos. No es tan grande como ésta, así que la mitad de la madera desaparece, pero la parte que sostengo sigue visible. - Pero se puede hacer sin magia también. Creo que se llamaban doble funda - Meto mi mano en el bolsillo para sacar una moneda, volver a meterla al bolsillo y sacándolo para afuera, de forma que la moneda ya no está. Repito el mismo paso y la moneda aparece - Básicamente cambia de perspectiva según hacia donde metas la mano. Ir armada siempre es importante, incluso cuando estas en el hospital o en casa.
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Observo a Seth alzando una ceja cuando comienza a soltar cosas sin sentido, así como palabras que resultan divertidas de oir. Termino por reirme yo también de forma ligera mientras paso mis dedos por mi labio que ya está dejando de sangrar. - Sí, Seth, todos sabemos que me llamo Alice - sacudo levemente mi cabeza restándole importancia. Le doy vueltas a la navaja en mi mano, mientras todos los consejos y notas de Seth se me graban en la mente, o al menos la mayoría de ellos porque no es que mi fuerte sea el de recordar cosas, pero supongo que si en algún momento pasa algo, me acordaré de ello. - Quizás tengas razón... Seguro que no es la primera vez que lo hago - de pequeña era muy bruta, o eso decían mis padres a los médicos a los que solía visitar cuando me hacía lesiones constantemente - Lo más probable es que ya le haya pegado alguna que otra patada a algún niño de mi escuela, pero no me acuerdo - elevo mis hombros - fragil y pequeña... ¿tan diminuta te parezco? - le pregunto poniéndome a su lado para medir cuanta diferencia de estatura hay - No te creas que eres mucho más alto que yo, eh - mis labios forman una pequeña sonrisa mientras vuelvo a alzar mi ceja.
- No, pero apuesto mi chaqueta a que tú sí - respondo cruzándome de brazos y observando al igual que él, todas los lugares de su ropa de los cuales sacó las armas que ahora están en el suelo. Muestro atención cuando explica lo que él utiliza para esconderlas aunque a mí no me sirva para nada, excepto para saber que otros magos probablemente también usen esos tipos de hechizos. - Resulta más fácil hacerlo con magia que sin ella - comento mientras meto mis manos en los bolsillo y por ende, la navaja, y después saco la tela que crea el bolsillo encogiéndome de hombros - supongo que con esta chaqueta no funciona, no tiene doble bolsillo - chasco la lengua - mi abuelo sabía hacer trucos de magia, bueno, no magia de verdad, supongo, pero yo me lo creía, claramente - recuerdo que me sacaba monedas de la oreja, y cosas así que solo hacía para divertirme, no porque fuera un mago.
- Tienes razón, siempre sirve de algo más ir armada que no - la última vez que hubo una guerra en la que estuve, no tenía más que una mochila llena de cosas inservibles que me había traído de Europa, y parece mentira que desde aquello haya pasado tan solo un año.
- No, pero apuesto mi chaqueta a que tú sí - respondo cruzándome de brazos y observando al igual que él, todas los lugares de su ropa de los cuales sacó las armas que ahora están en el suelo. Muestro atención cuando explica lo que él utiliza para esconderlas aunque a mí no me sirva para nada, excepto para saber que otros magos probablemente también usen esos tipos de hechizos. - Resulta más fácil hacerlo con magia que sin ella - comento mientras meto mis manos en los bolsillo y por ende, la navaja, y después saco la tela que crea el bolsillo encogiéndome de hombros - supongo que con esta chaqueta no funciona, no tiene doble bolsillo - chasco la lengua - mi abuelo sabía hacer trucos de magia, bueno, no magia de verdad, supongo, pero yo me lo creía, claramente - recuerdo que me sacaba monedas de la oreja, y cosas así que solo hacía para divertirme, no porque fuera un mago.
- Tienes razón, siempre sirve de algo más ir armada que no - la última vez que hubo una guerra en la que estuve, no tenía más que una mochila llena de cosas inservibles que me había traído de Europa, y parece mentira que desde aquello haya pasado tan solo un año.
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