The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Gigi mueve el rabo de manera insistente sin moverse de mi lado mientras estoy sentado en uno de los bancos de la estación, sujetando con firmeza su correa rojiza mientras miro como las personas bajan del tren empujándose de manera impaciente. Llamar a Seth fue una de las primeras cosas que hice ayer cuando papá me dio un tiempo solo, y me demoró como cinco minutos el conseguir que su tío me pase con él y otra media hora para convencerle que venga al cuatro de visita, lo que sé que probablemente no le sea muy interesante ahora que se encuentra en aquel pozo en el cual yo he estado y que sé que tanto cuesta salir. Pero aquí estoy, agradeciendo que ya sea otoño para que el sol del mediodía no me queme los ojos, hasta que veo la figura desgarbada que tan familiar me resulta, así que me pongo de pie de un salto y Gigi me persigue alegremente; empujo a un par de personas para conseguir avanzar y escucho algún que otro insulto, pero los ignoro porque solamente quiero llegar hasta mi amigo - ¡Seth! – le grito, alzando una mano para que me vea - ¡Seth, aquí estoy! – cuando llego a él noto que ahora es mucho más alto que yo, por lo que sospecho que no soy el único que creció durante el verano, pero eso no me impide que lo abrace con fuerza, dándole unas palmadas en la espalda de compañerismo y apoyo.

El viaje a casa es bastante silencioso y no se me ocurre gran cosa para decir, así que solamente le hago comentarios que estén bien lejos de los juegos, lo que es realmente muy complicado porque he pasado los últimos meses sumido en ellos. ¿Qué se sentirá estar junto a una persona que de alguna forma, se relaciona a la muerte de tu hermano? Lo veo más delgado y más pálido, pero como amigo, sé que es mi misión hacerle sentir mejor consigo mismo. No lo sé, nunca he tenido un amigo como Seth, ni siquiera Alex, de modo que es un terreno completamente nuevo para mí. En casa le sirvo el almuerzo más abundante que papá y yo somos capaces de cocinar y le cuento sobre una banda musical que descubrí hace poco que me gusta bastante, y a la cual escucho todo el tiempo porque sus canciones son realmente reconfortantes; incluso le obligo a escuchar un par de temas, pero como parece no servir de mucho, lo saco a dar una vuelta por mi barrio. El distrito cuatro es uno de los sitios más ricos de todo el país, pero yo siempre he vivido en la zona baja donde se encuentran las casitas de la gente de clase media, y en el suelo de la calle siempre hay rastros de arena porque estamos pegados a la playa. Vamos picando un balón de fútbol mientras hablamos de tonterías, hasta que nos topamos con unas chicas que solían ir a mi clase; mi primer impulso es darme vuelta e ir hacia el otro lado, pero para mi sorpresa nos saludan al pasar de una manera entusiasta y con sonrisitas sospechosas. Eso consigue que me detenga y las mire alejarse, hasta que volteo hacia Seth y me encojo de hombros.; hasta el día de hoy creía que les era totalmente invisible. Solamente regresamos a casa cuando se acerca la hora de la cena, y parece que no ha habido demasiado progreso en mi misión.

Son pasadas las once de la noche y me encuentro tendido en el sofá grande, mirando como Gigi mordisquea las zapatillas de Seth, cosa que ha estado haciendo cada vez que lo tuvo cerca durante el día de hoy. Papá se ha marchado a dormir hace un buen rato y no hay nada interesante en la televisión, salvo alguna que otra repetición de la entrevista de la coronación que no pienso dejar, de modo que mis intentos de hacer la noche entretenida parecen ir en picada – tiene que haber algo para hacer. Me niego a ir a la cama – comento al final, sacudiendo el pie que tengo colgando por un lado del sofá. Giro la cabeza y clavo la mirada en el paquete de cigarrillos que papá dejó abierto sobre la mesita de café de mamá (ya sin un real uso para el café hace años), lo que por algún motivo, consigue que me lama los labios - ¿alguna vez fumaste uno de esos? – pregunto, bajando un poco la voz para que papá no me escuche si por esas casualidades sigue despierto. Me siento en el sofá como si de golpe hubiese tenido la mejor idea del mundo y me estiro para agarrar la cajita, abriéndola. Hay solamente cinco cigarros, de modo que dudo mucho que papá recuerde cuantos quedaban – Ven – me pongo de pie, busco un encendedor en la cocina y regreso, dispuesto a ir a la puerta de entrada. Gigi se da cuenta de que voy a salir de paseo, de modo que se pone de pie de un salto y viene detrás de mí – te prometí que te iba a presentar a mi mejor amiga, ¿recuerdas?

He hecho cientos de cosas con Sophia a lo largo de la vida, así que comenzar a probar estas tonterías tienen que incluirla, además de que deseo verla más que nada en el mundo ahora mismo, además de que seguro es un buen modo de animar a Seth. Saltamos la pequeña cerca de la residencia de los Dawson y la bordeamos en silencio, hasta que al final me asomo por la ventana de la tan familiar habitación de Soph, que tiene la luz del velador encendida a juzgar por la poca luz cálida que se ve detrás del cristal. Doy un par de golpecitos suaves y descubro que se encuentra ligeramente abierta, de modo que la empujo y logro colar la cabeza - ¿Soph? ¿Sophia, estás ahí? – en cuanto la cortina se me sale de la vista, diviso su figura y sonrío con muchas ganas. Chisto – ey, ¿quieres venir a dar un paseo a la noche? Quiero presentarte a alguien – es una idea más que tentadora, ya que… ¿qué mejor que una noche con mis dos mejores amigos?
Benedict D. Franco
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Después de la conversación con tío Sean en mi habitación, las cosas no acabaron ahí. Dejamos eso de las conversaciones, porque está claro que no son lo nuestro, pero volvió con más comida en menos de tres horas, y en menos de 18, con ganas de meterme por la fuerza en la bañera. Sus manos en mis tobillos, las mías agarradas a la cama, él intentando tirar para que me soltara, yo gritando que me dejara, y Audrey en la puerta con una cara de no saber cómo interpretar todo lo que pasaba dentro. Ese es el panorama que nos siguió los días posteriores. En el fondo se lo agradecí, tener algo tan estúpido por lo que molestarme, apartaba de mi cabeza el verdadero motivo de que estuviera deprimido, y era el hecho de perder a mi hermano. En fin, ya le perdí hace mucho tiempo, cuando un accidente le dejó sin ningún tipo de recuerdo sobre mi; pero esto es diferente. Entonces aún tenía la esperanza de que volvería, tal vez, a lo mejor, algún día. Ahora no volver jamás, porque se ha ido para siempre.

Después de que me baño, cosa a la que me obliga absolutamente todos los días, además de a comer, suele dejarme en paz. De vez en cuando Audrey entra a mi habitación, por lo habitual cuando Tito sean no está. A veces finjo que estoy durmiendo para no tener que hablar con ella, y cuando no, simplemente se sienta en mi cama y se pone a leer un libro en voz alta. No sé de que va la historia,y creo que ni siquiera recuerdo los nombres de los protagonistas, pero no importa, me gusta escucharla leer, me gusta verla cuando me lee, me gusta verla reírse de las cosas que va leyendo, pero por sobretodo me gusta la expresión que pone mientras se concentra en las partes del libro que más la atraen. Intento no pensar mucho en frases que empiezan por "me gusta" y que se refieren a ella, a veces paso más tiempo pensando en eso que en lo que me está leyendo y de lo que nunca me pregunta, como si simplemente me hiciera compañía. Poco a poco me acostumbro a que venga, a que esté conmigo y a que me lea. Aunque en ninguno de esos momentos abro la boca para nada, ni siquiera para decirle hola.

En uno de esos momentos donde la espero a ella, veo entrar a mi tío con el teléfono, me llevo una decepción pero lo único en lo que se me ocurre pensar, es en que no se me haya notado mucho en la cara. - ¿Ben? - Mi corazón da un vuelco. Si está llamando, es porque ha vuelto. Pero pese a esa sensación de felicidad extrema momentánea, no estoy de humor. Así que rechazo la invitación. Mi tío no acepta un no por respuesta, y acabo con el teléfono en la oreja; luego es ben quien no la acepta. Al final decido ir solo para poder colgar, y luego me quedo en la cama con la esperanza de no tener que moverme porque en ningún momento pretendía moverme en realidad. Pienso en que Ben irá a la estación a esperar. En que a lo mejor se pone a llover y él va a seguir esperando hasta que yo llegue. Eso me hace sentir un poco culpable por darle plantón; eso y que mi tío Sean se ha puesto como loco a escarbar en el armario sobre lo que puedo ponerme. - Pareces una chica. - Mascullo con el propósito de joderlo, pero creo que su felicidad y afán de que salga de mi cama le tienen tan hiperactivo que ni siquiera me escucha.

En menos de media hora estoy enfundado en un pantalón deportivo que ni siquiera es mío, porque no traje mucha ropa, una camisa manga corta y un jersey encima. Las tres cosas de esa clase de ropa que se compra tío Sean por comprarse, y luego resulta que no usa ni una vez. Tras un comentario de "debería comprarte ropa" que ni siquiera me molesto en refutar, subo al tren donde ya me quedo solo durante algunas cuantas horas más de lo acostumbrado. Es la primera vez que viajo a casa de ben desde el distrito ocho; y siento que de ninguna forma, las cosas son iguales. ¿Habrá cambiado entre nosotros algo también? él ha visto morir a mi hermano. El solo pensar en eso hace que trague saliva pesadamente. La mujer del carro llega muy oportunamente, compro una bolsa de cheetos que me entretiene el resto del camino, a mi y a mi ropa que por un par de desafortunados incidentes ha quedado afectada en el proceso, aunque por suerte no demasiado, solo le salpican un par de granos de queso que dejan un ligero tono naranja sobre un azul oscuro que lo camufla.

Bajo del tren el último porque no me apetece ser atropellado por nadie, y porque además si el pasillo es todo para mi puedo seguir comiendo mientras avanzo. El grito de Ben me llama la atención aunque al principio me cuesta localizarlo, cuando lo hago, ya está prácticamente sobre mi. - Te has hecho más enano. - Es todo mi saludo, y noto que no es muy oportuno después de su abrazo. Estoy por disculparme porque no quiero ser malo con él, pero me percato del perro que está babeando mi sudadera e intentando comérsela, quito la pierna de un tirón pero apenas puedo moverla porque he arrastrado al perro con ella. Los cheetos de alguna forma acaban en el suelo. Al menos lo que quedaba de ellos. - ¿Es tuyo? - Me muero de felicidad y envidia al mismo tiempo, aunque solo lo demuestro cuando mi mano se va a la cabeza de Gigi para darle un par de palmaditas que al final consiguen que deje mi ropa tranquila, al menos por el momento.

Mientras nos movemos hacia su casa más de una vez estoy a punto de caerme por culpa de su perra que tiene algo con mis piernas; resulta que es un regalo de su padre por... pues no sé porqué, si me lo dijo no le puse atención. Mantengo las manos dentro de los bolsillos y contesto con monosílabas, desperdiciando cada una de las oportunidades que me da de meterme con él, solo para que me anime. Una vez estamos en su casa, saludo cortesmente al señor papá de Ben y apenas pico la comida aunque debo admitir que me esperaba un sabor menos agradable, aunque no sé porqué. Ya ha cocinado para nosotros en varias ocasiones y su comida siempre es estupenda, aunque el aspecto a veces no lo sea tanto.

El resto de la tarde son escenas completamente aisladas a las que apenas presto atención. De vez en cuando intento contestar a sus charlas con algo más que asentimientos, o ruidos de mi garganta; incluso buscando el modo de contarle algo que me haya pasado y que merezca la pena que sepa, pero me recuerdo a mi mismo que los últimos días he estado metido en mi cama asquerado del mundo y luchando para que mi tío Sean no me arrebatara la poca dignidada que me queda. Apenas me percato de la mirada de las chicas hasta que se ríen y se van alejando entre coqueteos y saludos que yo no contesto. Cuando ya están bastante lejos, miro a mi amigo que tiene un acara de extrañeza por lo que acaba de pasar, que me hace intuir que ésto no sea muy normal. - Esas son las putillas de las que tanto hablan y que solo buscan fama. - Repito palabras textuales que le he oído a alguno de los grandes.

Cuando ya es de noche y por fin volvemos a casa, me dejo caer al sofá de una sola plaza, escurriéndome hasta que básicamente estoy sobre mi espalda, sintiendo de nuevo a Gigi mordiendo mi ropa. Aunque para entonces ni me importa. Suspiro cada vez que él suspira, aunque no me quejo en voz alta, y sacudo la cabeza cuando tiene la idea del tabaco. - Me acusaron de hacerlo una vez, pero no eran míos. - Es lo que tiene estar en el momento equivocado, en el lugar equivocado. Cuando salta del sofá, yo soy el tercero en reaccionar. Gigi le sigue primero, y yo voy detrás. Vuelvo a meter las manos a los bolsillos mientras salimos hacia la casa de su mejor amiga. Recuerdo haber oído de ella varias cosas antes, aunque ni siquiera recuerdo su nombre. Puede que no me lo haya dicho. - ¿Sophia? - Mascullo. El nombre me suena raro de alguna manera, pero veo aún más raro que se esté colando por la ventana de su cuarto como si fuera el suyo. Intento asomar la cabeza, pero no consigo ver nada, solo escuchar a Ben murmurando un par de cosas al centro de la habitación. Avanzo intentando encontrar un punto que me permita ver dentro también pero solo consigo que mis pies se enreden con Gigi, que yo acabe en el suelo de narices y soltando un par de quejidos. Una vez me recupero con las piernas en W, la perra comiéndose mi ropa otra vez, y la mano en la cabeza ligeramente dolorida, es cuando se asoma alguien por la ventana. La observo un rato. No sé que esperaba encontrarme en la ventana, pero definitivamente no era eso. - Que torpe. - Mascullo, con el orgullo un poco herido de dar una primera impresión de un chico delgaducho tirado en el suelo y vestido como un pordiosero. Aunque supongo que da lo mismo. - Por fin conozco a la tan mítica Sophia - Empujo a Gigi lejos de mi ropa antes de levantarme, porque no creo que mi dignidad aguante que una chica me vea caerme. Sacudo mi ropa e inconscientemente paso mi mano por el cabello que repentinamente encuentro un poco mal peinado.
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
Últimamente a papá le ha entrado por decirme todo el tiempo que debo empezar a comportarme como una señorita lo haría, que las niñas de esta edad ya no corren tanto o se la pasan la vida jugando y soñando despiertas, que debo vestirme bien y arreglarme hasta para ir a la esquina... No es que me moleste comportarme de esa forma pero considero que es más trabajo, mucho menos divertido y aparte... ¿De qué sirve? No tengo ni un motivo para comenzar a comportarme como lo haría una "damita", no me gusta juntarme con las niñas creídas que actúan así y no tengo intención de llamar la atención de ningún niño con los que mi padre suele molestarme. No comprendo qué es lo que pasa por la cabeza de todo el mundo, ¿Por qué de repente quieren hacernos crecer?, ¿Qué ganan con eso? En mi opinión, da igual la edad que tengan las personas porque si interiormente no han sentido ese "crecimiento", no van a poder desarrollarse como los demás lo hacen. Yo no he sentido nada diferente en mí... O bueno, hay demasiadas cosas en las que pensar para fijarme sólo en una y no soy de las personas que se la pasan todas las horas frente al espejo esperando a ver como los cabellos le crecen o les cambian las facciones de la cara. En fin, papá piensa que debería empezar a... Comportarme diferente. Aunque claro que a él no le importaría que siguiera siendo la misma, al final, cada vez que sonrío él lo hace. A pesar de estar a gusto con mis actitudes supongo que sigue queriendo ver ese crecimiento en mí, el cambio de niña a jovencita, no lo culpo, supongo que la mayoría de los padres esperan que sus hijos nunca crezcan y que el mío quiera verme avanzar puede significar algo bueno... Creo y espero que así sea.

Me acabo de despertar, son las once am y creo que me he levantado más tarde de lo habitual para ser sábado. Igualmente papá no vino a decirme nada y, o es porque ya se ha ido a trabajar, o porque está tan acostumbrado a que a veces duermo de más que ya no le da importancia, cualquiera de las dos es sospechoso. Lo primero que hago al poner los pies en el piso es ir al baño y lavarme de una buena vez la cara. Sentir el agua fría recorrer mi cara por las mañanas no es algo que me guste mucho, pero al estar en inicios de otoño es agradable la sensación de frescura que produce, además me ayuda a espabilarme. Me cambio el pijama rápidamente por una blusa morada de tirantes y un pantalón de los más cómodos que tengo, color azul; amarro mi cabello en una coleta alta y me acomodo los zapatos para salir de mi habitación. Me encuentro con un rico aroma a pan tostado y huevo y el silbar de mi padre combinado con el de los pajaritos. - Buenos días papá. - Saludo alegre con tan sólo ver a mi padre en la cocina, parece de muy buen humor. Me sorprende que siga en casa a esta hora en lugar de estar en el barco pero no le digo nada, en cambio ayudo obedientemente a poner la mesa. Pongo los mantelitos, luego saco vasos y cubiertos y le llevo los platos a papá para que sirva el desayuno. - Hoy me desperté un poco tarde, hubieras desayunado sin mí, seguro estás muriendo de hambre por mi culpa. - Dejo los platos ya servidos en la mesa y me siento en mi lugar habitual. Mi papá contesta que no es nada porque él también se levantó algo tarde, aparentemente se tomó un día de descanso extra, quién sabe para qué, normalmente me quedo un rato sola los sábados hasta que llega a la hora de la comida y nos hacemos compañía mutua.

Desayunamos concentrados en nuestros platos con preguntas ocasionales que van surgiendo. Cuando terminamos recojo la mesa con ayuda de papá y lavo los platos en silencio, ese es nuestro trato: Si uno hace el desayuno, el otro lava todo lo que se ensucie. Termino mi deber y agarro el frasco con semillas que tenemos para los pajaritos. Salgo al patio y una sonrisa radiante se me pinta en la cara con tan sólo ver la casita de colores que tenemos hecha para las aves que bajan. Les cambio el agua y pongo en su traste semillitas que no tardan ni cinco minutos en comer. Me gusta observarlos, se ven tan tranquilos, nada los molesta y nada existe que pueda hacer que su cantar suene menos melodioso. Me gustaría ser como un pajarito, libre para volar en cuanto yo quiera, silbando canciones alegres que roben sonrisas de las caras de las personas sin que nada pueda molestarme. Entro a la casa con una energía renovada y me encuentro con la cara expectante de mi papá. - ¿Qué pasa? - Le pregunto después de unos minutos de silencio incómodo. - No es nada cariño, sólo pensaba cómo te verás con lo que te compré. . - Aquella frase me hace detenerme un segundo y borrar cualquier expresión que hasta entonces tenía. Siempre que alguien dice que tiene un regalo para ti la curiosidad se vuelve algo insoportable, quiero saber qué es eso que tanto lo hace pensar. Como si se diera cuenta que la ansiedad consume internamente a mi persona, desaparece y en menos de un minuto, vuelve con una cajita azul adornada con un listón rojo que me tiende enseguida. Miro el obsequio, luego a papá y otra vez al obsequio hasta que lo tomo y me quedo en silencio. Papá sonríe, le devuelvo el gesto y abro el regalo. Para mi sorpresa, dentro hay un pequeño estuche con pinturas, desde algunos brillos labiales hasta pequeños frasquitos con sombras para ojos de colores pasteles, tres brochas y un polvo base con espejo. Abro el polvo y paso mi dedo índice por encima, con extrañeza, mis dedos se manchan de una especie de brillito que no tardo en oler y frotar entre mis dedos. - ¿Y bien... te gusta? - La voz de mi papá corta toda actividad que me encontraba por hacer y me hace regresar la vista a donde la tenía. No puedo decirle que tal vez no use lo que me ha dado o que no es lo que esperaba, puesto que ha tomado parte de su tiempo, y dinero, en conseguir este pequeño regalo, además que su sonrisa y cara de satisfacción me hacen tener una sensación extraña. - Es muy bonito papá, gracias. - Dejo la caja y el estuche en la mesa y me apresuro a abrazarlo con una sonrisa dibujada en el rostro.

Nos pasamos el resto del día entre juegos, botana, risas y el televisor hasta que dan las diez y cada quien se va a su cuarto. Después de tantas horas por fin estoy en la privacidad de mi habitación y puedo probar el regalo que me dio papá, después de todo algún día me pedirá que use lo que me dio, sólo para verme arreglada como una "señorita" lo haría. Abro el estuche y me quedo mirando el maquillaje como si se tratara de otra persona, pero no un amigo, más bien como si fuera un desconocido, alguien ajeno a mí, claro que esto es un objeto y no un humano. Me coloco frente al espejo. Agarro una de las brochas y la paso por el brillo de ojos, la acerco a mi párpado y al intentar pintarme, me pico el ojo. Suelto un quejido a la par que la brocha se resbala de mi mano y se golpea contra el piso. No sé cómo hacer esto. Tal vez si mamá aún estuviera con nosotros o hubiera vuelto no dudaría en ayudarme a usar el maquillaje, tal vez... tal vez pasaríamos la noche jugando y haciéndonos peinados, pintando nuestras caras y riendo, Eso es lo que hacen las mamás con sus hijas, ¿No? No lo sé, mamá se fue mucho antes de que pudiéramos hacer nada de eso. Amo a papá, nada en el mundo me haría querer cambiarlo, pero hay veces en que lo único que necesito es a mamá, esa imagen de mujer que enseñe cómo ser, que me de su ejemplo. Siempre he envidiado a las niñas que tenían a su mamá al lado, que podían admirar esa imagen femenina de frente... Aún las envidio. Con una lagrima en el ojo levanto la brocha y la acomodo en el estuche. Me quedo tirada en mi cama un buen rato, murmurando canciones mientras el estuche con pinturas me hace sentir acabada. Después de un buen rato de estar tumbada, me levanto con una nueva iniciativa y agarro uno de los brillos labiales. Frente al espejo, me pinto la boca y tallo mis labios entre sí hasta que el color queda uniforme y sin manchas exteriores en mi mentón o cualquier otra parte de la cara.  Sonrió satisfecha y justo cuando estoy por ponerme algo de brillo en los ojos una voz conocida me hace soltar todo, como si estuviera a punto de cometer el peor crimen del mundo. - BEEEEN. - Nada más verlo asomado por la ventana me hace querer correr y abrazarlo, igualmente no lo hago. - ¿Y todas esas llamadas que dijiste que harías?  - En realidad ya no importan las llamadas, sino que está aquí... Y no me refiero en el cuatro, sino en mi habitación. Volteo a mi cama y veo el estuche con pinturas abierto, no tardo nada en cerrarlo. - Papá me lo dio hoy y quería que lo usara... - Murmuro sintiendo la necesidad de dar una explicación, ya lo se, es absurdo.  - ¿Alguien...? - Antes de terminar la pregunta me asomo a la ventana hasta salir por completo con un pequeño brinco, en el piso hay un niño. - ¿Quién eres? - Pregunto ladeando ligeramente mi cabeza, con cierta curiosidad.
Sophia A. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Doy un saltito alegre para meterme dentro de la habitación y no sé como me las arreglo para no llevarme nada puesto, y estoy dispuesto a correr a ella y darle un abrazo cuando me detengo a mirarla. Hay algo diferente en Sophia – tienes algo… - me señalo la cara vagamente como cuando intentas explicarle a alguien que se encuentra manchado, pero entonces me percato de que se trata de maquillaje. ¿Maquillaje? ¿Por qué demonios Soph se maquillaría? A ella jamás le interesaron esas cosas y creo que tampoco nunca lo ha necesitado. Me basta con mirarla de pies a cabeza para notar que ha cambiado en estos meses. ¿Sus mejillas no eran más redondas? ¿Desde cuándo su cintura parece tener algo de forma? El percatarme de lo que estoy chequeando consigue que mire hacia otro lado con violencia, avergonzado, fingiendo estar muy interesado en el estante que antes estaba lleno de muñecas y que ahora está repleto de libros – he estado ocupado – le reprocho, balanceándome un poco en mi sitio con incomodidad hasta que al final me aparto para que ella sea libre de asomarse por la ventana, de dónde he escuchado un pequeño desastre pero la verdad es que tengo cosas más importantes ahora que chequear si Seth se ha matado al entrar o no. Al final chasco la lengua y me acerco, asomándome para encontrarme con mi amigo avergonzado en el suelo.

La risa mal disimulada no tarda en llegar y niego con la cabeza, mientras que Gigi da algunos saltitos ansiosos para intentar alcanzarme, de modo que le chisto antes de que se ponga a ladrar y nos delate. Ella se sienta erguida en el suelo, mirando a la ventana, casi como si estuviese dispuesta a esperar, de modo que me siento satisfecho – ella es Gigi. Y éste es Seth – explico, hasta que me percato de mi falta de cuidado y me estiro por la ventana para tirar de mi amigo, aunque creo que no necesita mi ayuda después de todo. Me es inevitable no mirar inmediatamente a la puerta del cuarto, pero milagrosamente el padre de Soph parece no haber escuchado nada, de modo que puede decirse que estamos a salvo. Entonces me doy el lujo de recorrer la habitación.

¿Hace cuánto que no estoy aquí dentro? Es extraño como reconozco cada rincón y, a la vez, todo parece tan diferente. Aquí hacíamos carpas con sábanas y jugábamos con sus juguetes, mientras ella me obligaba a ser el papá de su bebé de plástico. Incluso una vez se enojó conmigo porque ella me dijo que guarde silencio porque nuestro “hijo” estaba dormido y yo me atreví a decirle que eso no era verdad, porque tenía los ojos abiertos; eso culminó en Sophia llorando y mi madre diciéndome que no debía ser tan cruel. El simple recuerdo consigue que niegue con la cabeza con añoranza y diversión mientras me inclino sobre su escritorio, en el cual, entre muchas cosas, hay una pequeña foto nuestra de hace mucho tiempo. Los dos pequeños, los dos felices llenos de arena, totalmente ignorantes de lo que pasaría tiempo después – no puedo creer que conserves eso – comento solamente, separándome del escritorio y señalando la foto, para luego ver como Seth ya se encuentra dentro del cuarto. Le lanzo una mirada divertida - ¿no te rompiste nada? – bromeo. Me siento en la cama, rebotando un poco en el colchón, y saco la caja de tabaco para lanzársela a Sophia. Nunca creí que la vería con una de esas entre las manos.

Paso la mirada del uno al otro con cierto nerviosismo, pero creo que es normal sentirse ansioso cuando presentas a dos personas y esperas que se lleven bien, de modo que intento relajarme aunque sea un poco y miro a Soph con intenciones de ignorar el maquillaje que le decora el rostro – Seth se moría de ganas de conocerte – en realidad ni sé si eso es verdad, pero no quiero decirle que yo era quien la extrañaba. Mucho menos cuando sé que, en el fondo, me pregunto si ella me culpará por no salvar a Alex; tengo entendido que se llevaban bien y compartían clases. Paso saliva un poco y balanceo un poco los pies, rogando que nadie toque el tema en toda la noche – así que estaba pensando… no lo sé. Tal vez deberíamos enseñarle las playas del cuatro y probar uno de esos. Se los robé a papá. Dudo que se dé cuenta – me encojo un poco de hombros, pensando que estoy siendo demasiado obvio. ¿Cuánto se demorará Seth en echarme en cara que no tengo que intentar sacarlo de su pozo depresivo? - ¿qué dicen? Podemos quedarnos toda la noche despiertos y ver el amanecer y … ya saben… - se supone que eso es lo que hacen los adolescentes. Pasan la noche entera fuera, haciendo tonterías y ganando experiencias. Es una pena que aquí sean impulsadas con intenciones de recuperar aquellas cosas que nos quitaron.
Benedict D. Franco
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Dejo a Ben las presentaciones y me limito a mover la mano cuando dice mi nombre como diciendo "si, ese soy yo" en el bordillo de la ventana. Me llevo una ligera decepción cuando ella no ha oído hablar de mi tanto como yo de ella, aunque supongo que nuestra situación es bastante diferente. Ella y él llevan siendo amigos de toda la vida, además, no tiene ningún tipo de relación con los rebeldes que a cualquiera de los presentes podría costarle la vida si nos pillan. Me apoyo en la ventana para entrar cuando veo que la idea es precisamente entrar. Las manos de Ben asoman por la ventana intentando ayudarme, suelto algún par de maldiciones por lo bajo que son del tipo "quita, ya puedo yo solo", que por poco hacen que me acabe dando de narices en el suelo cuando estoy en una situación bastante peligrosa en el alfeizar de la ventana. Medio fuera y medio dentro al mismo tiempo. Pero el desequilibrio pasa pronto y yo solo tengo que recuperar el ritmo de mi corazón que ha dado un vuelco brusquísimo del susto. Para cuando estoy dentro, paso mi mirada por la habitación pero cuando veo desordenada la cama lo dejo. ¿Cuantas habitaciones de chicas sueles tener la oportunidad de ver? No muchas. Al menos en mi caso, sin embargo mi mejor amigo se mueve por ésta como si fuera la suya propia. Le odio un poquito.

Me sacudo la ropa como acto reflejo cuando me pregunta si no me he roto nada, dando palmaditas en mi pantalón para quitar el polvo innecesario, aunque en realidad no hay ninguno. - Sí, el pantalón. - Alzo la pierna para que se vea un poco la altura del tobillo, que es donde están marcados todos los dientes de Gigi. - Tu perra tiene algo con mi ropa. - Exclamo con fastidio, pero solo para parecer que me fastidia porque en realidad no me importa. Sigo la caja de tabaco con la mirada que va de las manos de Ben a las de Sophia y luego la regreso al suelo. ¿A donde era que miraba la gente a las chicas para no enfadarlas? No lo sé. La mitad de los chicos de los que tengo referencia les miraban bajo la falda y bueno... al último que recuerdo haber visto haciendo eso, se llevó tal ostia que se quedó tonto. - Eh! - Avanzo un paso sin proponérmelo, apretando mis manos a los costados y sonando realmente indignado. Me ha echado al foso como si fuese carne de tiburones y le odio por ello. De todas maneras no voy a discutir eso ahora porque hay una chica mirando. - Si bueno - Exclamo a regañadientes ligeramente incómodo y avergonzado. - Habla de ti todo el rato, me causaba curiosidad saber cual era la chica de la que no paraba de presumir. - Puede que yo ya esté en el foso, pero le arrastro conmigo en venganza.

Me siento un poco culpable nada más acabar la frase. Si a Ben le gusta Sophia, echarle a los leones no es justo, lo pone en el brocode; y mucho menos cuando se ha pasado todo el día intentando cambiarme la cara y además el estado de ánimo, cosa que no se le da tan bien porque solo ha recibido comentarios bordes de mi parte cuando ya me tenía hasta el higo. Aún así, ahí viene otra de sus ideas, lo cual aumenta la culpabilidad. Él está siendo bueno conmigo, presentándome a su amiga, paseándome por todo el cuatro, jugando conmigo, y yo ni siquiera pongo un poco de mi parte. Solo por compensar, me separo de la pared donde me he apoyado con un gesto algo aburrido e intento cambiar de cara, aunque se nota un poco de entusiasmo de más, como si me esforzara en exceso. - Claro. Tenemos encendedor, y tenemos... - recuerdo mi varita pero no la menciono, me como a tiempo la palabra. - y tenemos cosas para hacer el tonto. - Digo ésto último refiriéndome a los cigarros.

Doy la vuelta y salto por la ventana, cayendo al césped con un sonido seco. - ¡Vamoooos! Que la noche se hizo para los jóvenes! - Voy trotando a medias y dando saltos a medias mientras Gigi me sigue pensando que nos vamos, cosa que es así, aunque por el camino equivocado porque lo cierto es que si hubiese una materia de orientación en mi escuela, yo la suspendería. Me paro en seco cuando alguien me dice que es por el otro lado y doy media vuelta siguiendo el camino, ahora sí por donde era. - Ya lo sabía
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
Mis mejillas adoptan un color rojo en cuanto mi mejor amigo cruza la ventana para entrar a mi cuarto. No necesito ninguna pintura para conseguir el rubor después de la impresión que me he llevado, y Ben conmigo, por el asunto del maquillaje. Lo miro con cara de susto cuando empieza a hacer expresiones raras y gestos con las manos señalando su cara. - ¿Me veo tan mal? ¿Parezco marciana? - Pregunto alarmada. Creí que si hacía caso a papá y me ponía estas cosas me vería mejor, además la curiosidad por probar con ellas me estaba matando, pero estoy empezando a tener mis dudas al respecto. Creo que la única persona a la que le puedo preguntar qué tal me queda el maquillaje es a Ben por dos sencillas razones: La primera, es mi mejor amigo desde hace varios años y eso le da todo el derecho del mundo a ser el primero en verme así, igual que a papá; segundo, si se ríe o hace alguna broma con respecto a esto, al menos sabré la verdad de una forma en que yo también pueda reírme y disfrutar del momento, eso o bien podría lanzarle el pintalabios en todo caso. Como sea, no hago el menor intento por ir a buscar un pañuelo para limpiarme, o correr al baño a lavarme la cara. - Ocupado... - No sé si es verdad o mentira pero decido creerle y no hacer de esto un pleito. Claro que me hubiera encanto haber tenido llamadas de él pero no puedo culparlo puesto que no entiendo nada acerca de lo que sienten los mentores en épocas de juegos, seguro es horrible... No, peor que eso.

Asiento mientras me presenta a su amigo y a... ¡¿Gigi?! - ¡¿Cuándo planeabas decirme que tienes un perro de mascota?! - Exclamo sin subir mucho la voz a la par que cargo a la perrita para poder acariciarla, mientras Seth se las apaña para meterse por la ventana. Me hace sentir culpable, pero a decir verdad, le presto más atención a Gigi que a los dos humanos en mi habitación. Una vez que la apapucho entre mis brazos, me dejo caer en la cama para poder jugar con ella. Primero le agarro una patita  y le toco la nariz con ella mientras me observa como si fuera un extraterrestre, lo cual hace que suelte una risita, luego le acaricio la cabeza y me lame la mano en respuesta. Sonrío ampliamente. Siempre quise un perro... O un conejo... O un algo que pudiera hacerme compañía mientras papá se iba al barco a encargarse de sus asuntos, por supuesto que a lo más que llegamos fue a construir una casa para las avecillas que bajaban de los árboles en busca de comida y agua. Me encanta escucharlas silbar y verlas volar, pero me mata la idea de que no se queden para siempre. Al fin y al cabo son animales libres de irse cuando quieran, al contrario de un perro, o cualquier animal que se pueda quedar como mascota, que suelen ser más leales a sus cuidadores. No importa qué, pero hubiera sido lindo tener una mascota... Aunque los gatos no me gustan ¡Y su pelo me da alergia!... Diagh.

La voz de Benedict me devuelve a la vida y suelto a Gigi para que pueda bajarse de la cama si  así lo quiere. Me acerco al escritorio cuando señala la fotografía y sonrío. - ¿Por qué no habría de hacerlo? Al final... Son recuerdos bonitos... Y en todo caso puedo amenazar con mostrar tu foto de pequeño si te portas mal conmigo, eh. - Termino bromeando y dándole un leve empujoncito a Ben mientras río. Ahora es la voz de Seth la que me hace voltear de vuelta a la ventana y esbozar una pequeña sonrisa. De improviso me llega una caja que no reconozco en el aire pero que consigue que haga varios movimientos torpes antes de atraparla. Son... - ¿Cigarrilos? - Observo a Ben atónita. ¿Por qué rayos me daría una cajetilla de cigarros? Realmente me toma por sorpresa ésto pero me encojo de hombros justo cuando mi amigo dice que Seth quería conocerme y el segundo se defiende. Volteo a ver a uno y luego al otro y termino por soltar una carcajada que después me hace pensar que ha sonado lo suficientemente fuerte para despertar a papá. Me quedo en un silencio mortal durante al menos dos minutos antes de soltar una suspiro y volver a ver la escenita. - Claro que debía presumir, somos mejores amigos desde... Eh, que no recuerdo... Bueno, desde hace mucho. - Sonrío al recordar el día en que nos conocimos, nunca olvidaré que me llamó "no tan fea", pude haberle dicho mil cosas y darle la espalda, pero en cambio me convertí en su cómplice para robar el pastel que llevaron de regalo; me alegra haberlo hecho así, porque de lo contrario no sería mi mejor amigo. - Esperen... ¿Cómo se conocieron? - Era un detalle sobre el que no había reparado, no recuerdo haber visto a Seth por aquí, ni siquiera en la escuela... Además Ben no lo había mencionado hasta ahora y me causa algo de curiosidad saber de esa historia. Aunque no se detienen en dar explicaciones.

Escucho el plan de Ben con los ojos bien abiertos y me lo pienso un momento. Un cigarrillo... no lo sé, seguro es algo papá desaprobaría del todo... pero ha estado hablando acerca de crecer y cosas por el estilo, ¿Qué una parte de crecer no implica probar con cosas nuevas? Sí... Al final, probar uno no me matará y podré seguir tan bien como antes pero con una nueva anécdota que recordar. - De acuerdo... ¡Pero no demoremos mas! - Suspiro negando levemente ante la idea tan descabellada y le devuelvo la caja de cigarros a Ben por el aire, sonriente. Seth sale por la ventana, seguido de mi mejor amigo y Gigi, yo en cambio me detengo a verme en el espejo una última vez, comprobando que el color rojo sigue sobre mis labios, y que hay rastro de un brillo en mis párpados. Una vez terminada la revisión coloco almohadas en bulto y las cubro con una sábana, "sólo por si papá viene a revisar", antes de deslizarme fuera del cuarto. Observo a Seth trotar en sentido contrario, y a Ben indicándole el camino a la playa. Río por última vez antes de alcanzarlos y colgarme del brazo de mi mejor amigo, el gesto que tanto repetía de pequeña, y que tanto le disgustaba a él pero que terminaba por dejarme así. Extraño esos días.
Sophia A. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Sé que estuve mal en no llamarla y sé que no me va a creer, pero no voy a ponerme a discutir, así que simplemente niego con la cabeza para indicarle que no se ve mal con aquel maquillaje, sino que simplemente me tomó por sorpresa. Podía esperar muchas cosas al ingresar por la ventana, pero definitivamente no era nada de esto. Me encojo de hombros – papá me la regaló ayer, así que no tuve oportunidad de decírtelo – de sobra queda aclarado que he utilizado este tiempo para pasar tiempo con mi padre y con Seth, y creo que ella debería entenderlo. No es fácil para mí dividir mis tiempos cuando visito al cuatro por un breve período, y casi agradezco no haber tenido una vida social activa porque sé que entonces sería peor. Intento no reírme de Seth cuando me enseña su ropa y me encojo de hombros como si no me importara, aunque sabe de sobra que ando de broma. Mi mirada la amenaza por un momento, pero sé que ella no sería capaz de andar mostrando esas cosas nuestras de pequeños, pero lo dejo de lado para preocuparme por los cigarros. Y entonces Seth pronuncia unas palabras que, no sé muy bien el motivo, me fastidian. Abro la boca a modo de reproche y estoy a punto de mandarlo a la mierda, cuando Sophia toma las riendas de la situación y la lanza hacia otro lado, por lo que fuerzo una sonrisa y le dedico una mirada de puro cariño. A veces me sorprende lo estupenda que puede llegar a ser – desde los cinco – le recuerdo con orgullo, dando por finalizado el tema. Señalo vagamente a Seth ante su pregunta – Seth no es de aquí. Nos encontramos una tarde dando vueltas por ahí y …  ya sabes. Desgracias que pasan – comento con sarcasmo, sin entrar en mucho detalle y lanzándole una mirada cómplice a mí amigo.  No voy a contarle demasiado a Sophia si él no quiere dar detalles de su vida.

Sophia parece dudar un momento, pero Seth es quien ahora parece entusiasmado y puedo decir que lo conozco lo suficiente como para saber que de verdad está intentando arreglar su “mal comportamiento”, cosa que no veo realmente necesario. Al menos eso me da pie para levantarme de la cama de un salto, justo cuando escucho como mi amigo cae sobre el césped con un ruido que bien podría despertar a todo el vecindario; no puedo evitar reírme sin disimulo, atajando la caja de cigarros otra vez y guardándola en mi bolsillo- ¡vamos, Gigi! – apremio, tomando a la cachorra que no deja de mover el rabo y la ayudo a salir. En cuanto estoy fuera, ella sale disparada detrás de mi amigo, quien ya ha cruzado la cerca, de modo que tengo que apretar el paso para ver como comienza a perderse en la oscuridad de la calle - ¿pero qué haces? ¡No es por ahí! – le grito con gracia. Ahora que estamos al aire libre, todo disimulo se ha ido. Extrañamente, es la primera vez en mucho tiempo que me siento vivo.

Sophia se cuelga de mi brazo y me regresa a la realidad, consiguiendo que la mire con una sonrisa amplia y tengo que hacer un enorme esfuerzo para no darle el abrazo que estoy conteniendo y que solamente ella se merece. Intento darle un codazo amistoso y tiro de ella, tratando de que no se aparte, mientras los tres cruzamos la calle, bordeamos la hilera de casas donde se encuentra la mía e ingresamos a la playa, seguidos por una Gigi alegre que va dando saltitos a nuestro alrededor como si esperase tirarnos al suelo por casualidad. El mar se ve oscuro y casi es invisible, pero se puede oler y escuchar con claridad y la arena se siente perfecta bajo nuestros pies. Este es mi lugar favorito en el mundo, y estas son dos de mis personas favoritas – vamos un poco más allá. No tan cerca de mi casa – les indico, guiándolos hacia el lado contrario de la dirección que hay que seguir para toparse con las tumbas de mi familia. Quiero un lugar tranquilo. Alegre.

Estamos cerca de una pila de rocas cuando me detengo y, en consecuencia, consigo que Sophia se detenga conmigo. Gigi lanza un ladrido agudo y se aleja lo suficiente como para ponerse a saltar en la orilla, de modo que me siento libre de soltarme de mi amiga y sentarme en una de las piedras más grandes y lisas. En tiempos mejores, venía siempre aquí a pescar - ¿Listos? – les pregunto con diversión, como si estuviésemos a punto de cometer la mayor aventura de nuestras vidas. Tanteo en mis bolsillos hasta dar con lo que busco y saco la caja, de la cual arranco un cigarro antes de volver a guardarla. Me toma un momento jugar con el tabaco y el encendedor en mis dedos y les lanzo una mirada dudosa - ¿seré el primero? – pregunto, pero como fue mi idea, me encojo de hombros sin esperar respuestas y me lo meto en la boca como vi que hizo papá cientos de veces. No tiene sabor a nada, así que ni me molesto; de todas formas se siente raro. Me cuesta un buen rato lograr prender el encendedor, pero con el viento provocado por el mar abierto, se apaga al menos tres veces - ¡vamos, asquerosa porquería...! – mascullo. Al final consigo encenderlo y aspiro para dentro.

Es como probar humo puro. Por un momento creo que soy una chimenea y, estúpidamente, me trago el aire y me raspa la garganta, de modo que comienzo a toser de manera escandalosa, quitándomelo de la boca. Creo que me pican los ojos, que están llorosos, y me doy golpes en el pecho hasta que finalmente estoy mejor - ¡es asqueroso! – confieso, haciendo muecas de disgusto que se camuflan con la risa que me brota de inmediato – No sé por qué lo consumen tanto… si es solo… - me lo llevo a la boca una vez más y doy una pequeña pitada, pero esta vez retengo el humo y lo dejo salir con lentitud, de modo que me doy el lujo de mirarlo. No está tan mal.

El color del cigarro encendido es la única luz que nos acompaña además de la luna, de modo que apenas puedo ver bien sus rostros. De todas formas mis ojos poco a poco se van acostumbrando y no tengo problemas en ver las facciones de Sophia cuando le entrego el cigarro – las damas primero – bromeo, aunque no tardo en girar la cabeza para mirar a Seth – creo que ha sido más difícil que intentar besar a una chica. Al menos ellas no intentan matarme – le comento con complicidad. Entonces me percato de que no le he contado de ello y vuelvo a carraspear, más por la sensación que me quedó en la garganta que por otra cosa – Creo que me olvidé de decirte que al final no estabas tan equivocado. Amelie me besó en el tren – pero antes de que pueda decir algo, levanto una mano en señal de que no se atreva a decir nada – pero ella dijo que no fue nada. Así que... bueno... al final ahora estoy saliendo con una chica del Capitolio que conocí en el verano. ¿Ves que sí tengo cosas interesantes para contar?

Es obvio que intento bromear sobre mis penosos intentos de la tarde, pero también es un modo de alejarnos de todos los problemas. De aquellas cosas que ocurrieron en el mientras tanto que ninguno de nosotros desea hablar. Porque los tres estamos vivos, compartiendo una primera experiencia que otros jamás llegarán a tener.
Benedict D. Franco
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Disimulo que no me he equivocado de sitio solo por orgullo. Su relación me da un poco de envidia, por no decir mucho. Yo nunca tuve amigos de los que pueda conservar ningún recuerdo, todos desaparecieron cuando mi familia se desmoronó, y después estaba demasiado ocupado amargándome sin ayuda de nadie como para dedicarme a buscar compañía. Ni siquiera sé como pasó lo de Ben y lo mío. Supongo que porque una parte de mi sintió una cierta empatía hacia el hecho de que también le faltara alguien. Suelto una leve risa cuando explica como nos conocimos y estoy tentado a decir que le vi llorando en un almacén y me dio penita, a modo de broma obviamente, pero me arrepentí casi de inmediato. Si hubiese llorado por una tontería, probablemente me habría metido con él, incluso después de tanto tiempo, pero recuerdo los motivos de sus lágrimas, y sabiendo porqué lloraba soy incapaz de hacerlo. Sé que su hermana era tan importante para él como para mi los míos. No puedo hacerle algo así. Él no habla nunca del tema y yo tampoco. Es lo mejor ¿no?.

Mientras andamos, escuchando vagamente lo que dicen y acostumbrado de todo el día a no tropezar con Gigi, pienso en todas las personas que ahora me rodean. Audrey perdió a su madre. Ben perdió a la mayor parte de su familia. Sophia... bueno, ella no sé si ha perdido a alguien pero tampoco puedo decir que la conozca demasiado. Todas la personas que ahora mismo soporto, han perdido a alguien. Resulta deprimente que eso sea lo que tengamos en común. Para cuando me doy cuenta ya estamos en la playa, me he pasado toda la conversación de camino aquí soltando varios "aja" entre medias de lo que parecen pausas y riendo por reflejo cuando escucho risas cercanas. A veces más de una vez me reí porque pasamos cerca de un grupo que reía, pero nadie dijo nada así que asumo que nadie se dio cuenta de que estuve ausente parte de ese tiempo.

Ruedo los ojos cuando veo que tiene el problema con el cigarrillo y aprieto las manos para no sacar la varita. Podría meternos en un problema a los tres y además ni siquiera sé si le he dicho que yo puedo hacer magia. Ahora que lo pienso, nunca hablamos de esas cosas porque cuando estoy con él, ese tipo de cosas no me importan. - Así no!. Lo estás haciendo mal. - Ni siquiera sé porque susurro. Supongo que porque esta clase de travesuras son nuevas para mi. En el colegio el único motivo por el que me castigaban era porque me peleaba con gente que hablaba del pobre chico al que le tenían lástima (es decir, a mi), jamás tuve un grupo de amigos con el que me pillaran colando cigarros en clase, o robandolos, o vendiendo droga... no se, de esa clase de cosas estúpidas que haces en clase. Entre aspavientos y murmullos al final consigue encender el cigarrillo, y obviamente de forma interna me adjudico el mérito de que lo haya hecho a mi. Si alguno de los tres tiene experiencia con ellos ese soy yo que ayudaba a tío Sean en su bar antes de acabar en un sitio al que no pertenezco. Ruedo los ojos porque me parece que exagera cuando se atraganta, y le doy palmaditas en la espalda. - No seas dramático. - Seguro que entre tanto susto, Sophia se ha arrepentido de probarlo así que la miro a ella haciendo una leve mueca. - Es un llorón. Tu prueba y verás que no es para tanto - He visto hacer esto a tanta gente tantas veces, que me considero todo un experto.

Pero no tengo tiempo para saber si Sophia se atraganta o no se atraganta porque Ben suelta un bombazo así sin piedad ni nada. Por un momento me quedo estático además de sorprendido. ¿Amelie? La chica del capitolio. Una especie de felicidad antinatural me embriaga. - ¡TE LO DIJE!. ¿E hiciste lo de mi cita encubierta? tsk. Seguro que no se dio cuenta. - Bufo cuando dice que no fue nada haciendo una leve mueca. - Eso dicen siempre para no parecer unas furcias. Ya sabes, por esa obsesión de que seas tú quien de el paso primero - Muevo mis manos a la par que hablo, como si ahora mismo sintiera que mis palabras no son suficientemente claras. Corto la frase de golpe cuando dice lo del capitolio y chisto. - ¿quien es? ... Cállate! - Le empujo a modo de broma cuando presume de sus incontables cosas que contar. Para mi desgracia, yo no tengo ninguna. Desde la última vez que le vi, solo me he escapado de casa y he visto morir a mi hermano. Al menos una de esas dos cosas la sabe ya. - Es como las chicas del parque, que te hablaron. - Muevo mi mano cómo si saludara a alguien imitando el gesto de aquellas que vimos. - Ahora que eres un vencedor, eres monetariamente atractivo - Mi frase acaba en una especie de pregunta, no porque la frase en sí lo sea, sino porque no estoy seguro de que la palabra correcta sea "monetariamente". - Y tú Sophi? ahora que ben es rico te gusta más? - Su nombre acortado me sale solo, y donde antes había una ligera sonrisa casi familiar, se borra de inmediato. - Sophia. - Corrijo mirando hacia otra parte ligeramente avergonzado. Yo la acabo de conocer, eso de llamarla Sophi no ha estado bien.
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
La manera en que se conocieron me suena a ese tipo de historias en las que dos personajes van corriendo y chocan el uno con el otro, se levantan y empiezan una larga conversación, que sin querer, se convierte en amistad. Aunque bien pudo ser que chocasen y se gritaran improperios entre sí, en fin, uno nunca sabe. Terminamos el camino rumbo a la playa con conversaciones banales sobre lo que hemos hecho y cómo lo hemos llevado. Dejo que mis brazos se enrosquen en el de Ben mientras habla y suelto risas ocasionalmente  después de hacer alguna broma. Seth en cambio parece callado, como si estuviera en automático contestando mecánicamente. No le doy importancia porque tendrá sus razones para estar así, tal vez no le guste de lo que hablamos o se siente excluido al estar yo con ellos, no lo sé. En todo el trayecto, que resulta muy corto porque nuestras casas quedan casi frente a la playa, no deja de torturarme la misma pregunta, retumbando y haciendo eco de un lado a otro de mi cabeza: "¿Cuándo fue que Ben cambió tanto?" La última vez que nos vimos fue para despedirnos porque estaba a punto de volver a la Isla, de ahí empezaron los juegos y ya ha pasado bastante. Sin duda alguna el verano hizo lo que quiso con mi mejor amigo. Ahora lo veo más alto y su cabello es mucho más largo, ¿Su voz le está cambiando? La recordaba un poquitín más aguda. Si tuvo tantos cambios físicos seguro que también cambió algo de su personalidad... Espero que no mucho, Ben siempre me ha gustado como es y no quisiera que todas esas cosas de los juegos y el Capitolio lo cambien para siempre. También me pregunto... Si el ha cambiado... ¿Lo habré hecho yo?

Al llegar a la playa dejo que mis pulmones se llenen con la fresca brisa típica del otoño, que viene cargada con un olor a sal y... pescado. Para muchos el aroma del distrito cuatro es agradable, para mí es un gran recuerdo de mi casa cada vez que salimos de visita a otro lugar. Una vez sentados en las grandes piedras que hay antes de llegar al mar, dejo que mi vista se pierda y siga a Gigi hasta la orilla. Me gustaría ir también a correr por ahí, dejar que el viento revuelva mi cabello y mojar, aunque sea, mis pies. Enseguida regreso la vista hacia Benedict y Seth y espero en silencio a que empiece la diversión... Tengo que hacer mi mejor esfuerzo para no reírme de Ben al ver sus intentos por prender el cigarro. Su rostro contraído por el mal sabor del tabaco hacen que al final se me escape una carcajada, que no suena lo suficiente fuerte para llamar la atención de alguien, pero sí para que me volteen a ver una fracción de segundo antes de que sigan e lo suyo. Una vez que empieza a toser me preocupo hasta que de su boca brotan las palabras. - ¿Si es sólo...? - Pregunto al ver que vuelve a llevar el cigarrillo a su boca y aspira dejando escapar luego el humo. Asiento con una pequeña sonrisa a lo que dice Seth y agarro el cigarro que me tiende Ben. Juego con él entre mis dedos procurando no tocar la parte encendida. Lo acerco a mi boca y lo aprieto entre mis labios y justo cuando estoy por inhalar, Ben comenta algo sobre besar a las chicas que me hace entrar en duda. ¡¿De qué rayos habla?!

Otro intento, pero esta vez al respirar el humo se me atraganta a la mitad de la garganta, haciendo que tosa y suelte el cigarro en la arena, ya no importa que se haya apagado o que me vean con molestia o burla. ¡¿QUIÉN BESÓ A QUIÉN?! A ver... Amelie era la rubia teñida esa a la que fue a hablarle en la coronación... ¡Pero si le lleva veinte años! Bueno... No veinte pero al menos es una gran diferencia la que hay de por medio, tanto en edad como en maduración. Observo y escucho como la conversación se desarrolla entre ellos. En mi rostro se ha plasmado un gesto horrorizado, tanto por el tabaco como por las anécdotas, con una mezcla de indignación y enojo. No entiendo nada de lo que están hablando. ¿Benedict y Seth ya habían platicado acerca de Amelie antes? ¿A Ben le gusta... gustaba esa chica? No comprendo... Soy su mejor amiga desde hace más de la mitad de nuestras vidas y no me contó nada... ¡¿Pero qué rayos le pasa por la cabeza?! Volteo a ver a "mi mejor amigo" con cara de reproche pero no logro decir nada, las palabras no brotan. Me siento traicionada... ¿Cómo puede salir con alguien sin decirme antes? YO lo vi primero y siempre había sido MI Ben, nadie antes había reparado en él y ahora resulta que después de ganar siempre lo quisieron, eso no es justo en absoluto. Me pierdo entre sus palabras y lo único que quiero es matar a Benedict. Seth se dirige a mí haciendo una pregunta de la que me entero por el único motivo de escuchar mi nombre. De mi boca está por salir un "no necesita dinero para gustarme" pero me lo callo antes de cometer una estupidez de la que me vaya a arrepentir luego. - Puedes decirme Sophi. - Es lo único que contesto, aunque no en el tono en que hubiera preferido que sonara. No puedo responder a su pregunta, simplemente no. Porque es seguro que ellos se piensan que me pueden tratar como a otro chico... Esto no debería pasar. No quiero decir nada al respecto del tema, me había prometido guardarme todo pero ahora que Ben está saliendo con alguien mas, yo... Agacho la cabeza con lentitud y robo de las manos de Benedict la caja con cigarros y el encendedor. Saco uno y lo prendo con menos dificultades. Lo regreso a mi boca e inhalo soltando el humo al final y observando la nube color gris que se forma enfrente de mí. Una humedad se apodera de mis ojos y tengo que hacer todo lo que puedo para contener el llanto, aunque al final se me escapa una lágrima. Le paso el cigarro a Seth en silencio excusándome con que " tenía que probarlo porque el primero se me quedó a la mitad" y "el tabaco me ha puesto los ojos llorosos", claro que no lo he hecho ni por una, ni por la otra. No me atrevo a ver a Ben porque no sé qué cara podría mostrarle. Antes seguro que todo hubiera resultado más fácil, pero ahora... ahora sólo me pregunto por qué todo lo que creí que saldría bien se echó a perder.
Sophia A. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No sé qué es lo que más hiere mi orgullo, si la risa de Sophia o el hecho de que Seth me acuse de no saber hacer las cosas bien, lo que consigue que ruede los ojos un momento - ¡no seas sabelotodo! – consigo decirle, pero es lo único que me atrevo a expresar. Sophia agarra el cigarro, lo que es un alivio porque Seth no tarda en reaccionar a mis novedades de una forma que me sobresalta y consigue que, por un momento, me olvide de todas las cosas que nos llevaron a terminar aquí. Lanzo una risa desganada porque dudo mucho que Amy lo haya hecho para excusarse y niego una y otra vez con carita de horror porque nunca en mi vida me habría atrevido a pedirle una cita – simplemente pasó – me limito a decir, y me demoro muy poco tiempo en hacerle un resumen de los hechos: el tren, nuestra pelea discusión, el beso que ella me regaló para “demostrar un punto” y el otro que yo le di para enseñarle que podía hacerlo sin sentirme mal, aunque fuese una completa mentira. Como sea, cuando termino, mi amigo se está riendo y me da un empujón que consigue que casi me resbale de la roca, pero me sostengo con fuerza, contagiado por su aire entusiasmado – cállate tú. No me estaban mirando solamente a mí – le digo con gracia, porque si mal no recuerdo, nos saludaron a ambos además de reírse como idiotas. Me froto el hombro, como si el empujón de Seth me hubiese dolido, e intento acomodarme otra vez en la roca para no terminar en el suelo de culo – se llama Zyanelle. Es hija de un patrocinador, tiene tu edad y es… muy bonita – añado, casi con picardía, y con una pizca de orgullo porque soy capaz de salir con una chica linda a la cual le gusto y le importo sin importas otras cosas. Como la edad.

Que pida la opinión de Sophia me deja de piedra un momento, pero acabo mirándola con curiosidad, sintiendo una molestia en el estómago. Está bien, yo no le he contado nada y probablemente quiera matarme, pero es que simplemente no se dio la oportunidad. Debería entender eso antes de tener la cara desencajada; incluso no me doy cuenta de que dejó caer el cigarrillo hasta que me roba la caja para poder encender otro. Eso consigue que le lance una mirada confundida a Seth que claramente pregunta “¿qué diablos le picó?” y me encojo de hombros.  Pero entonces ella apenas demuestra una reacción y se pone a fumar de manera efusiva y me obligo a quedarme en silencio, hasta que le pasa el cigarro a Seth y yo me inclino un poco para poder verle la cara - ¿Estás llorando? – me sorprendo, e intento por todos los medios no sonar grosero o acusador. Me inclino un poco más y reconozco la arruga entre el ceño: está enfadada. Siempre ponía esa expresión cuando me negaba a alguno de sus juegos o despotricaba en contra de sus compañeras de clase cuando eran muy insoportables. Por un momento miro a Seth en busca de ayuda, pero al final le doy un golpecito torpe a Sophia en la espalda en un intento penoso de consolarla – Sophi… - utilizar el apodo que Seth le puso recién, a modo de broma, debería bastar para hacerla sentir mejor, pero creo que esta vez no va a funcionar – perdón por no contarte primero que nadie. Fui un tonto. El más tonto entre los miles de tontos – mi mano deja de golpearle la espalda para poder acariciarle un instante el cabello, pero me arrepiento de inmediato y la escondo en mi bolsillo – pero es que… bueno. No tuve oportunidad. Pasaron muchas cosas y…

Creo que no tengo que explicarle nada más porque se sobreentiende y me encojo de hombros de manera vaga. Las pocas veces que nos vimos luego de mi regreso al cuatro después de mis juegos, las usamos para pasar tiempo entre nosotros, y no iba a hablar del resto del mundo. Con Seth es diferente; con él no tengo que ganar tiempo perdido y me siento más libre de hablar de cosas de hombres. Dudo mucho que sea capaz de hablar de los pechos de una chica con Sophia. Tal vez no es solamente esto, tal vez también está enojada porque no la llamé. Miro a Seth otra vez con cierta desesperación, sin molestarme en sacudir el humo que me da justo en la cara – de todas formas no hablamos de gran cosa, Seth se acaba de enterar también de lo importante. ¿Verdad, Seth? – creo que el tono casual se vuelve demasiado obvio en mis intentos de que no me mande al frente. Carraspeo y aflojo los músculos, tratando de restarle importancia - ¿y qué tal el cigarro, Amo y Señor del Tabaco?
Benedict D. Franco
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
Siento un alivio casi extraño cuando me permite llamarla Sophi y no se nota que suspiro porque por lo de la nueva novia de Ben se arma un alboroto. Miro a Sophia cuando Ben le pregunta si está llorando y estoy a punto de golpearlo porque esas cosas no se le preguntan a una chica y menos de esa forma tan brusca, aunque supongo que a él no le importa porque tienen confianza suficiente como para ser bruscos el uno con el otro sin que eso importe. Pero mientras más los miro, más me doy cuenta de algo. Siempre he sido un mero espectador del mundo y se me da bien reconocer algunas cosas que otros no ven porque están demasiado ocupados consigo mismos. - Ben - Murmuro, de todas formas la conversación continúa y él ni siquiera nota mi voz llamándolo. ¿De verdad no se ha dado cuenta? ¿De verdad está tan ciego? Su amiga está celosa y él ni siquiera lo nota!. Repentinamente estoy un poco indignado con él por ser tan frívolo con ella pero no encuentro la forma de decirlo sin meter a nadie en un aprieto.  Además ¿Qué se yo en realidad de todo esto? la conozco hace apenas media hora, o poco más. Puedo estarme equivocando, o eso quiero creer, aunque una parte de mi me dice, que no estoy equivocado.

Tomo el cigarrillo chascando la lengua, dejando que se consuma por si mismo unos segundos mientras fijo mi vista en la parte blanca del mismo. ¿Esto es algo así como un ritual de la niñez a la adolescencia? un suspiro sale de mis labios ante la amargura de la palabra "adolescencia". Pensé muchas veces cuando era pequeño como sería, sin madre, sin hermano, con las ganas de existir por los suelos. Pues bein, ahora estoy aquí y creo que ni en mis sueños más locos lo imaginé de esta forma. Lo que pretendía ser una risa sarcástica que se mezcla, por suerte, con el comentario de Ben y no con los pensamientos que cruzaban mi cabeza en ese momento. - Claro, a mi tampoco me llama así que me entero de las cosas importantes tardíamente. - Bromeo, aunque el motivo de que no me llame no es porque no tenga tiempo, sino porque además mi situación es ligeramente más delicada que la suya. Y él lo sabe, aunque no al 100%. - Así que cuando quieras Sophi, le hacemos a él el vacío. Hablaremos por teléfono tanto tiempo que hasta se pondrá celoso. -

Dejo la broma porque me mete prisa con el cigarro y me hago el fastidiado. Estoy ligeramente emocionado. Ben es mi primer amigo de verdad, no de esos que te aguantan por pena o por que alguien les obliga, es una persona que está porque quiere estar. Realmente me gusta la idea de hacer algo por primera vez, con alguien que se ganó un puesto como ese. - Pues el amo y señor del tabaco te va a enseñar como se hace. - Me hago el chulo un momento antes de darle una calada. Al principio el olor y sabor del mismo me son tan familiares que siento una ligera nostalgia. Los bares del tío Sean siempre olieron así. Pero cuando el humo se instala en mis pulmones me largo a toser, como si acabara de irse un trago de agua por un mal sitio. Por un momento me doblo sobre mi mismo con la sensación de que voy a vomitar, pero en seguida se me pasa. - Pero que demonios! - Mi voz es un completo poema, áspera a más no poder. Hago un par de muecas y paso la lengua por el paladar varias veces para generar más saliva y quitarme el mal sabor. Luego intento otra vez dar una calada, ahora no se me va por donde no debe irse, aunque el sabor es el triple de amargo. - Me ha pillado desprevenido. - Murmuro fingiendo que no me importa que hace tres segundos el propio humo del cigarro del que me creía tan experto intentara matarme. - Supongo que pasarme el día en un bar oliendo a gente que fuma como carreteros, no me hace un experto. Pero habría sabido encenderlo a la primera. - Presumo solo por recuperar un poco de mi orgullo. Doy una última calada, esta vez más grande, y luego se lo paso a ben mientras echo mi cabeza hacia atrás dejando salir el humo con esos movimientos que recordaba haber visto a algunos viejos para hacer anillos con humo. Obviamente no me salen muy bien. - Ahora nos falta hacer dibujos con el humo y ya podemos darnos por bien servidos. - Río ligeramente escuchando a Gigi ladrarle a algo en los metros que se ha alejado de nosotros. Por un momento me tenso pensando en que tal vez nos han pillado, hasta que la veo salir corriendo disparada para alejarse de las olas a las cuales, les está ladrando.
Seth K. Niniadis
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Sophia A. Niniadis
Consejo 9 ¾
Miro a Ben con cara más que horrorizada. Si antes estaba indignada será mejor no preguntar cómo estoy ahora... ¡¿Cómo alguien puede ser tan torpe para no darse cuenta de lo que pas...?! Bueno, resulta que ni yo sé qué pasa... Benedict siempre ha sido mi mejor amigo, siempre, o bueno, desde que nos conocimos cuando teníamos cinco y yo... No lo sé, me siento excluida, en un mundo aparte; porque resulta que cada vez que abre la boca para decir o contar algo no entiendo ni la mitad de lo que hablan, es como si ya no viviéramos en el mismo planeta. Cuando vivía en el cuatro con Mel todo era fácil, veníamos de la escuela y aunque no nos viéramos todo el tiempo ahí estábamos, apoyándonos desde la barda que divide las casas, siempre juntos. No atosigábamos todo el día y mucho menos éramos de lo que se dice inseparables, pero el hecho de estar ahí sin tener que esperar meses era suficiente para mantenernos en una misma esfera.. Nuestras vidas eran simples, y aún hoy la mía lo es, pero ya no es lo mismo de antes, pues todo cambió cuando Melanie murió y Benedict se fue a la isla. Es frustrante pensar en que Ben aún siendo como mi hermano no se dé cuenta de lo que está pasando... ¡¿Es que acaso no me conoce lo suficiente para notar que estoy celosa?! Abro grandes los ojos... Estoy celosa, y no de Seth, eso es seguro... Si no hubiera mencionado lo de Amelie y la chica esa hija de patrocinadores con la que ahora sale nada malo hubiera pasado y no sentiría un enredo de celos en mi interior, retorciéndose por salir a la luz. ¡No! ¡Por supuesto que nunca aceptaré frente a nadie que me ponen mal este tipo de cosas! Eso sería como derrumbar lo que con los años se construyó y nunca me perdonaría hacerlo, porque estoy segura de que Ben no es mas que un amigo, como un hermano... Nada más.

Cuando menciona que no habla todo el tiempo con Seth no me queda mas que suspirar con resignación, secar mi lágrima y cambiar por completo mi gesto a uno renovado. Benedict Desmond Franco, nunca conocí a alguien  más idiota que tú. Ahora que lo pienso... El decir eso me trae a la mente a Alex, aunque claro que no es porque sea un idiota... Fuera. Me duele pensar en que no lo volveré a ver, aunque no fuéramos los mejores amigos era una de las pocas personas que no me molestaban en absoluto, incluso me agradaba, pobre Alex, al menos estará en un mejor lugar. Suspiro. Río con la idea de Seth asintiendo con la cabeza una y otra vez. - Quedaría perfecto Seth, así podrá ver qué se siente... Venganza, eh, recuérdame pasarte mi número. - Acompleto la frase con una risa final, es claro que voy en broma, ¡Aunque la idea me ha dado gracia! Vuelvo a reír cuando se llaman "Amo y Señor del tabaco" y observo con atención lo que hace Seth con e cigarro... Después de unos segundos me doy cuenta que ninguno de los tres sabe nada en absoluto sobre estas cosas... Al primero se le fue todo el humo a los pulmones y tosió tanto que se le pusieron rojos los ojos; a mí en cambio... Bueno de no ser por la inesperada noticia me hubiera ido mejor; ahora Seth al tratar de probarlo a soltado una frase con una voz en un tono tan ronco que me hace dudar sobre si esté bien o no.

- ¿Estás bien Seth? - Me adelanto a preguntar por su estado hasta que menciona que lo tomó por sorpresa pero que hubiera salido mejor. Sonrío de forma amable aunque es un gesto en vano debido a que con esta oscuridad con trabajo puedo verme las manos, aunque después de estar un rato aquí te acostumbras y tus ojos se adaptan fácilmente. Suelto una risita menos audible cuando dice lo de las figuras de humo y asiento. - Ya claro, y entonces podríamos ser como la oruga de "Alica en el país de las maravillas", ¿No, Ben? - Bromeo un poco dándole un leve codazo a Benedict para que voltee. Creo que toda sensación de amargura ya se me ha pasado.
Sophia A. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
La expresión de Sophia consigue que aparte la mano con tanto miedo que casi parece que creo que va a morderme los dedos. Esta bien, he visto a mi mejor amiga enfadada, llorando, frustrada y cientos de otras cosas, pero nunca creí que el enojo iba a ir hacia mi persona cuando realmente no tengo la culpa de nada. ¡¿Qué esperaba que hiciera?! Estaba lejos, tenía mil asuntos en la cabeza y todo sucedió tan rápido que incluso ahora mismo me gustaría saber cómo es que las cosas terminaron pasando después de todo. Al menos puedo agradecer que tengo un amigo como Seth, quien durante un momento parece sacarme las papas del fuego, pero al siguiente parece buscar una pequeña venganza en la cual Sophia se apresura a participar. Hago una mueca mirando a uno y al otro y sonrío de manera forzada - Ja-Ja - me limito a decir, arrugando la nariz de un falso modo desdeñozo. Por un momento, incluso lo considero. ¿Qué sucedería si Sophia y Seth se hacen amigos y comparten tiempo juntos mientras yo estoy lejos? Yo me veo obligado a vivir en la isla, a estar meses en el antiguo Capitolio, a no ser parte de sus vidas. ¿Y qué si dejo de ser el único motivo por el cual Seth venga al cuatro o por el cual Sophia espere sentada? Creo que estoy comenzando a arrepentirme de haberlos presentado, o al menos un poquito.

La incomodidad pasa a segundo plano en cuanto el amo y señor del tabaco tiene un pequeño altercado y comienza a toser como si los pulmones buscasen la libertad, lo que consigue que me ría con ganas sin siquiera poder contenerme. Me pongo de pie sobre la roca, casi en un amague de rescatarlo con algunas palmadas en la espalda, pero él solamente dice que lo pilló por sorpresa y no se demora en fumar como dios manda - Claro, desprevenido - me burlo sin maldad, tomando el cigarro que me entrega; esta vez, ni siquiera lo pienso cuando me lo llevo a los labios y le doy otra calada. Sigue sabiendo mal, pero no tanto como la primera vez; incluso puedo decir que lo disfruto. El humo tiene un efecto relajanta, tanto que me olvido de los ladridos lejanos de Gigi, o de los celos, o de cualquier otra cosa mientras miro como se va evaporando, hasta que Sophia me da un ligero codazo que consigue toda mi atención. Por algún motivo parecido a la necesidad de sentirme un poco más "maduro" (aunque sé que no tiene nada que ver con esto), no le respondo rápido porque me estoy preocupando en volver a fumar - ¿te refieres a la oruga que vivía drogada sobre un hongo alucinógeno? - le pregunto, notando como me pican los ojos, por lo que los entorno para que no sea obvio para los demás. Al hablar, el humo se escapa de mi boca y choca contra el rostro de Sophia, de modo que, por mera caballerosidad (y porque creo que se lo merece después de lo mal que me porté con ella), sacudo la mano para que no le fastidie.

El cigarrillo no tarda en consumirse pero, al cabo de un rato, nos aburrimos y prendemos otro. La noche está helada y no sé en qué punto, Gigi se aburre de las olas y se sienta entre nosotros, buscando calor en nuestras piernas o entre nuestros brazos. Yo empiezo a sufrir de escalofríos de vez en cuando, hasta que Sophia comienza a bostezar, de modo que ofrezco regresar a nuestras casas para poder pegar un ojo, incluso aunque me siento un poco decepcionado de nosotros mismos por no aguantar hasta el amanecer. Estamos a medio camino cuando, repentinamente, me detengo, consiguiendo que mi mascota se choque contra mis piernas al no esperarse aquel cambio brusco - ¡Un momento! ¡Tengo una idea! - tomo la mano de Sophia y tiro de ella, intentando pellizcar la ropa de Seth para también obligarlo a correr. Los obligo a salir a las corridas de la playa, cruzando la calle y perdiéndonos en dirección a la zona de barrios altos, allí donde se lucen las mejores casas, algunas bastante similares a la que yo mismo poseo dentro de la isla. En cuanto diviso la casona que busco a lo lejos, estiro los brazos para hacer que se detengan - ¡Es esa, es esa...!

Jadeo un momento, pero cuando miro a Sophia, estoy seguro de que mi rostro se encuentra cargado de entusiasmo, incluso cuando lo siento helado por el viento. El resto del tramo que nos queda lo hacemos caminando para recuperar el aliento, y creo que no tengo que decir nada porque es obvio a dónde los he traído, o al menos, mi amiga debería saberlo. He pasado todo el día preguntándome cómo hacer que Seth se sienta mejor, y creo que lo he encontrado - Es la casa del alcalde. Ya sabes, uno de los que le chupan el culo a los Black - explico, inclinándome para tomar una roca del tamaño de un huevo que descansaba junto al camino. Se la entrego a Seth con una mirada significativa, y acabo señalando el lujoso carro del alcalde, que a estas horas de la noche debe estar más que dormido - Creo que te mereces tener el honor.
Benedict D. Franco
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
No puedo evitar que en mis labios asome una sonrisa cuando escucho la queja de Ben respecto a mi idea de llamar a Sophia y hablar con ella para hacer mas corto el mes que tengo que esperar para volver a verle. Suelto una risa algo ahogada, olvidándome por primera vez en la noche de todas las cosas que antes rondaban mi cabeza. Estar así, solos en la playa, con Gigi en algún punto ladrando, Ben quejándose, Sophia aceptando invitaciones de prácticamente un desconocido, así me siento mejor que nunca. Sí, mi hermano murió, pero miles de personas mueren en el mundo. Tío Sean tenía razón. Tengo que seguir adelante. De todas maneras resulta muy difícil pensar en todo lo que podríamos haber hecho mi hermano y yo juntos y ahora no podemos. Él era el único que quedaba. Él era la prueba de que en algún momento de mi vida, no estuve tan solo como... ¿Ahora? no, ahora ya no estoy solo.

Le meto a Ben un codazo en las costillas con toda mis fuerzas con la intención de hacerle daño y que llore solo por fastidiar, y en parte porque se burla de mi nula capacidad para fumar. - Creía que iba a ser lo mismo fumar que ver a otros fumar. Quien sabeeeee. - Recuerdo que mis profesores siempre hacían las cosas antes que tu para que puedas ver como se hacen y de esa forma imitarlos y aprender. Pero me parece que no funciona de la misma forma para todo. A partir de ese momento, las horas se pasan volando. Ni siquiera recuerdo la mitad de las estupideces de las que hablamos, ni siquiera las estupideces que dije; aunque probablemente Ben me molestará por eso en el futuro del mismo modo que le molestaré yo por las que ha dicho él porque irónicamente esas si las recuerdo. - Eso es un cuento para muggles! - Para cuando se me escapa esa frase ya estamos tan muertos de risa que creo que pasa desapercibida la palabra, y si no lo hace, nadie la menciona después.

Al final ni ha hecho falta fogata ni nada, aunque a mitad de la noche estamos todos juntos en pos de buscar calor. Cuando Gigi es quien tiene frío ya nos damos cuenta de que es poco lo que podremos aguantar si seguimos por ese camino. La idea de volver a casa sale de la boca de Ben y nadie la discute, así que en tres segundos estamos todos en pie andando hacia dios sabe donde porque cuando creo que pasaremos el resto del camino en silencio muriendo de frío, me pega un tirón de la ropa y echa a correr. Voy tras él y por poco no le atropello cuando se detiene de golpe. - Pero que rayooos - Aunque a él no parece importarle mucho que haya estado a punto de caerle encima. Se agacha, pone una piedra en mi mano y luego dice que me merezco el honor. Me quedo allí plantado con la mano extendida, el peso de la piedra sobre ella y completamente en blanco. ¿Que quiere exactamente que haga? Las cosas se asocian en mi cabeza tan lentamente que por un momento creo que alguien va a tener que agarrar mi mano y enseñarme como lanzar una piedra; pero no hace falta. Las asociaciones van lentas, pero mis sentimientos no. Para cuando me doy cuenta de lo que quiere que haga, mi cuerpo y a se ha movido presionado por la rabia. La piedra se estampa contra el cristal trasero rompiéndolo de una escandalosa forma, el solo ruido de éste al romperse y de los trozos al caer al suelo hace que me de un subidón de adrenalina. En menos de lo que canta un gallo estamos los tres arreando piedrazos al coche del alcalde.

En algún momento toda la frustración sale, con cada piedra que lanzo, con cada grito de victoria cuando acertamos en una zona especialmente dañina. Las lágrimas acuden a mi ojos y tengo que parar. Solo es un segundo, en el que estoy cubriendo mis ojos con los antebrazos sintiéndome estúpido por estar llorando, cuando escuchamos el grito del alcalde o de alguno de sus empleados saliendo para molernos a porrazos. - Que viiieeeenneeee - Soy el primero en darse cuenta cuando la luz se enciende y también el primero en salir corriendo, al final entre risas y carcajadas, y algunos regulares golpes bastante bastos entre Ben y yo, acabamos el día. Huyendo de agentes de la paz, fumando los cigarrillos de Elioh, jugando a ser adultos solo por 12 horas, como si los adultos no tuvieran problema ninguno.
Seth K. Niniadis
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