OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Esto no me puede estar pasando a mí. No, no, no, no... - ¡vamos, vamos!- escucho el disparo en el momento en el cual noto la sangre saltando por los aires y se me escapa un insulto de aquellos que mi padre me ha prohibido toda la vida - ¡no, ahora no! - pero en cuanto el lagarto gigante se me tira encima y arranca la cabeza, doy un bote y el bol de cereales se me cae al suelo, manchando todo de leche mientras el "FINAL DEL JUEGO" parpadea en la enorme pantalla de mi televisión. Lanzo un bufido de frustración y lanzo el control al suelo, para poder levantarme y pasar mis pies descalzos por encima de la leche para no ensuciarme. Es temprano por la mañana y es el primer día soleado desde que llegamos pero, más importante aún, también es el primero en el cual soy libre de preparativos y lo que sea para la coronación de Arianne. No soy de levantarme temprano cuando no tengo nada que hacer, pero la verdad es que hoy no pude evitarlo. Me gusta el silencio de la casa cuando toda la isla parece dormir y nadie me molesta, de modo que puedo hacer lo que se me da la gana. Es una pena que ahora tenga que limpiar un enchastre estúpido provocado por un tonto videojuego. Me cuesta un momento encontrar las cosas de limpieza bajo el fregadero (podría esperar a que vengan los que se encargan de ello, pero en cuanto Amelie se despierte y vea una mancha de leche en la alfombra no le gustará) y demoro un buen rato en intentar poner todo en condiciones. Incluso me como algún que otro cereal que no parece realmente sucio. Cuando considero que se encuentra aceptable regreso todo a su lugar y pongo el bol a lavar, lo que me permite regresar a la sala, donde el sol ya entra con todo su explendor y puedo escuchar los pasos de Amelie caminando por el piso superior, así que levanto la vista. Amelie.
Estos meses fueron una locura; podría considerarlo el verano más movido de toda mi vida. Pasaron casi tres desde aquel viaje en el tren que dio un cambio en nuestra amistad y ni hablar de que no fui capaz de confesarle lo de Zyanelle; incluso cuando ella me llama por teléfono me encierro en mi dormitorio para que no sea capaz de escuchar, aunque a veces por algún motivo deseo que lo sepa y que vea que soy capaz de conocer a una chica e invitarla a salir. Pero entonces Alex murió. Silván murió. Arianne está viva y parece desquiciada. Todas mis anteriores molestias personales parecen no tener ningún sentido, a decir verdad. Miro el control del juego entre mis manos y recuerdo que Alex y yo jugamos del mismo modo en su casa, la primera y única vez que estuve allí y estaré jamás. La risa del villano en el televisor parece burlarse de mí y me reta a presionar el botón de comienzo una vez más, pero ya no tengo ánimos, de modo que lo mando al diablo y tomo el remoto para apagar la televisión, justo cuando escucho que Amy baja la escalera. Me volteo para mirarla del otro lado del sofá y carraspeo para que se me afloje el nudo de la garganta, y hago un enorme esfuerzo por sonreírle - Buenos días - comento casi en burla por su obvio recién despertar - ¿vamos a la playa hoy? Hay que aprovechar antes de que regrese el frío... - ella sabe que el mar es el único lugar que me hace sentir como en casa (excepto cuando la abrazo, pero eso ya no se lo doy a entender porque no tiene sentido), de modo que ni siquiera tengo que hacerle puchero. Media hora más tarde, nos estamos yendo, y lo agradezco profundamente. Si me quedaba allí dentro, explotaría.
En mi opinión el distrito cuatro es el mejor lugar del mundo, pero tengo que admitir que las playas de la isla tienen su encanto. La arena es blanca y el mar es transparente, y en él nadan pececitos de colores. Doy un par de saltos por la orilla cuando intento atrapar uno bastante grande, pero se me escapa entre las manos y pongo mala cara. Llevo las zapatillas colgadas al cuello gracias al nudo que une sus cordones, una técnica bastante útil que me enseñaron de pequeño, de modo que me doy el gusto de meterme en el agua y sentir la arena bajo mis pies. Sí, definitivamente es una de las mejores sensaciones que existieron jamás. Al final solamente veo una ostra y la tomo gracias al modo que tiene de brillar contra el agua, de modo que me incorporo y me decido a salir del agua para ir con Amelie - ¡Ey, mira lo que encontré! - le llamo alegremente, apretando el paso para alcanzarla y le enseño mi nuevo descubrimiento antes de detenerme a su lado y abrirla, aunque se encuentra vacía, lo que me hace poner una clara mueca de decepción - ni siquiera son capaces de tener perlas en este lugar - murmuro de mal modo, para arrojar la ostra lejos. Me encojo un poco al darme cuenta de que golpea las piernas de un hombre que se encuentra a pocos metros, en quien no me había percatado, de modo que me pego automáticamente a Amelie hasta que reconozco a uno de los profesores que se encargan de la educación de los mentores más jóvenes. No lo he tenido todavía, tengo entendido que es nuevo, pero lo vi por los pasillos cuando me obligaron a ver mis nuevas materias - genial, comenzarán a reprobarme antes de iniciar mi año escolar - mascullo en tono confidente para mi amiga, aunque luego le dedico una falsa sonrisa casual e inocente al hombre y le saludo con la mano. A veces es mejor no meter más leña al fuego.
Estos meses fueron una locura; podría considerarlo el verano más movido de toda mi vida. Pasaron casi tres desde aquel viaje en el tren que dio un cambio en nuestra amistad y ni hablar de que no fui capaz de confesarle lo de Zyanelle; incluso cuando ella me llama por teléfono me encierro en mi dormitorio para que no sea capaz de escuchar, aunque a veces por algún motivo deseo que lo sepa y que vea que soy capaz de conocer a una chica e invitarla a salir. Pero entonces Alex murió. Silván murió. Arianne está viva y parece desquiciada. Todas mis anteriores molestias personales parecen no tener ningún sentido, a decir verdad. Miro el control del juego entre mis manos y recuerdo que Alex y yo jugamos del mismo modo en su casa, la primera y única vez que estuve allí y estaré jamás. La risa del villano en el televisor parece burlarse de mí y me reta a presionar el botón de comienzo una vez más, pero ya no tengo ánimos, de modo que lo mando al diablo y tomo el remoto para apagar la televisión, justo cuando escucho que Amy baja la escalera. Me volteo para mirarla del otro lado del sofá y carraspeo para que se me afloje el nudo de la garganta, y hago un enorme esfuerzo por sonreírle - Buenos días - comento casi en burla por su obvio recién despertar - ¿vamos a la playa hoy? Hay que aprovechar antes de que regrese el frío... - ella sabe que el mar es el único lugar que me hace sentir como en casa (excepto cuando la abrazo, pero eso ya no se lo doy a entender porque no tiene sentido), de modo que ni siquiera tengo que hacerle puchero. Media hora más tarde, nos estamos yendo, y lo agradezco profundamente. Si me quedaba allí dentro, explotaría.
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En mi opinión el distrito cuatro es el mejor lugar del mundo, pero tengo que admitir que las playas de la isla tienen su encanto. La arena es blanca y el mar es transparente, y en él nadan pececitos de colores. Doy un par de saltos por la orilla cuando intento atrapar uno bastante grande, pero se me escapa entre las manos y pongo mala cara. Llevo las zapatillas colgadas al cuello gracias al nudo que une sus cordones, una técnica bastante útil que me enseñaron de pequeño, de modo que me doy el gusto de meterme en el agua y sentir la arena bajo mis pies. Sí, definitivamente es una de las mejores sensaciones que existieron jamás. Al final solamente veo una ostra y la tomo gracias al modo que tiene de brillar contra el agua, de modo que me incorporo y me decido a salir del agua para ir con Amelie - ¡Ey, mira lo que encontré! - le llamo alegremente, apretando el paso para alcanzarla y le enseño mi nuevo descubrimiento antes de detenerme a su lado y abrirla, aunque se encuentra vacía, lo que me hace poner una clara mueca de decepción - ni siquiera son capaces de tener perlas en este lugar - murmuro de mal modo, para arrojar la ostra lejos. Me encojo un poco al darme cuenta de que golpea las piernas de un hombre que se encuentra a pocos metros, en quien no me había percatado, de modo que me pego automáticamente a Amelie hasta que reconozco a uno de los profesores que se encargan de la educación de los mentores más jóvenes. No lo he tenido todavía, tengo entendido que es nuevo, pero lo vi por los pasillos cuando me obligaron a ver mis nuevas materias - genial, comenzarán a reprobarme antes de iniciar mi año escolar - mascullo en tono confidente para mi amiga, aunque luego le dedico una falsa sonrisa casual e inocente al hombre y le saludo con la mano. A veces es mejor no meter más leña al fuego.
Estiro mis brazos y siento como todo mi cuerpo se relaja, aparto la cobija hacia un lado y doy vueltas en la cama un rato, me siento como en el cielo. Los últimos días me he dedicado a descansar, disfrutar de la soledad y de la paz. Odiaba estar en los juegos pero ya que mis tributos habían muerto yo era libre de ir a casa; a Ben le tomó más tiempo. Me parece algo admirable que en sus primeros juegos como mentor mi amigo haya conseguido que su tributo gane, seguramente se hablará de ello por mucho tiempo y se volverá más famoso de lo que ya es, es uno de los vencedores más jóvenes y ahora tiene a una tributo vencedora, chico listo. Me pongo de pie y me cepillo un poco el cabello, no me gusta pasearme desarreglada por ningún lugar, lo que sí hago es ponerme una bata, tengo tanta hambre que decido bajar a buscar comida antes de ducharme.
Bajo las escalas y escucho el ruido de la consola en el salón, últimamente Ben se la pasa jugando y yo ni lo molesto, se concentra tanto en eso que olvida de nuestro miserable pasado, la vida que tuvimos que que nunca más será nuestra. Ambos perdimos a toda nuestra familia, bueno, Ben no, pero su padre vive tan borracho y perdido que es como si estuviera muerto, al menos para mí lo está; aunque jamás se lo diré a Ben. -Buenos días- digo mientras miro el reloj, no son días, es tarde pero me callo, para mi los días comienzan en la tarde. Miro fijamente a con sospecha como lo he estado haciendo estos días, esconde algo y me duele un poco que no confíe en mi, se encierra a hablar por teléfono y susurra ¿qué está pasando por la cabecita de mi mejor amigo? Sea lo que sea no debe ser bueno, si me lo oculta a mi es grave. Pienso en negarme a su petición, no quiero salir de la casa y encontrarme con alguno de los otros vencedores pero al mirarlo a los ojos me doy cuenta de que en verdad lo desea, así que decido acompañarlo y hacerlo feliz. -Déjame subir a cambiarme y ponerme el traje de baño, no me haría mal tomar un poco de sol- digo con una sonrisa mientras le doy la espalda y vuelvo a mi habitación.
Mis pies sienten la agradable sensación de la arena, la verdad es que a pesar de que no deseaba salir de la casa este pequeño paseo me ha beneficiado. Siento el cálido sol sobre mi piel, el viento despeinar mi nueva cabellera roja y el sonido de las olas tranquilizarme, nada podría ser mejor. Observo a Ben jugar en el agua y recuerdo que aun es un niño, bueno, a mis ojos nunca lo fue pero sí es joven y él debería poder disfrutar de estas cosas sin tener que preocuparse por volver al centro de entrenamiento cada año. Observo a mi amigo acercarse y lo miro, parece entusiasmado por haber encontrado algo. Está vacía la almeja por lo que se desilusiona un poco -Para qué van a tener joyas en este lugar si ya me tienen a mi?- digo con una sonrisa esperando a que diga algo o ponga los ojos en blanco ante mi falta de humildad. Seguimos caminando y de repente mis piernas chocan con alguien -¡Ey, fíjate por donde caminas idiota!- digo enojada ante la torpeza de la otra persona, quizás hasta fue culpa mía pero nunca lo reconocería. Levanto la mirada y ante mi veo a nada más ni nada menos que Robert, mi odiado profesor de la escuela. -Vaya, vaya, mira lo que nos trajo las olas...- digo mientras suprimo una risa al escuchar a Ben. -Nadie te va a reprobar Bencito, este que ves aquí no es un buen profesor...- digo ignorando que mi amigo había hecho el comentario solo para que yo lo escuchara, en ese momento soy consciente de lo que acaba de decir -Un momento...¿Él va a ser tu profesor?- me muerdo el labio, no puedo tenerlo metido en mi casa, no lo quiero cerca.
Bajo las escalas y escucho el ruido de la consola en el salón, últimamente Ben se la pasa jugando y yo ni lo molesto, se concentra tanto en eso que olvida de nuestro miserable pasado, la vida que tuvimos que que nunca más será nuestra. Ambos perdimos a toda nuestra familia, bueno, Ben no, pero su padre vive tan borracho y perdido que es como si estuviera muerto, al menos para mí lo está; aunque jamás se lo diré a Ben. -Buenos días- digo mientras miro el reloj, no son días, es tarde pero me callo, para mi los días comienzan en la tarde. Miro fijamente a con sospecha como lo he estado haciendo estos días, esconde algo y me duele un poco que no confíe en mi, se encierra a hablar por teléfono y susurra ¿qué está pasando por la cabecita de mi mejor amigo? Sea lo que sea no debe ser bueno, si me lo oculta a mi es grave. Pienso en negarme a su petición, no quiero salir de la casa y encontrarme con alguno de los otros vencedores pero al mirarlo a los ojos me doy cuenta de que en verdad lo desea, así que decido acompañarlo y hacerlo feliz. -Déjame subir a cambiarme y ponerme el traje de baño, no me haría mal tomar un poco de sol- digo con una sonrisa mientras le doy la espalda y vuelvo a mi habitación.
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Mis pies sienten la agradable sensación de la arena, la verdad es que a pesar de que no deseaba salir de la casa este pequeño paseo me ha beneficiado. Siento el cálido sol sobre mi piel, el viento despeinar mi nueva cabellera roja y el sonido de las olas tranquilizarme, nada podría ser mejor. Observo a Ben jugar en el agua y recuerdo que aun es un niño, bueno, a mis ojos nunca lo fue pero sí es joven y él debería poder disfrutar de estas cosas sin tener que preocuparse por volver al centro de entrenamiento cada año. Observo a mi amigo acercarse y lo miro, parece entusiasmado por haber encontrado algo. Está vacía la almeja por lo que se desilusiona un poco -Para qué van a tener joyas en este lugar si ya me tienen a mi?- digo con una sonrisa esperando a que diga algo o ponga los ojos en blanco ante mi falta de humildad. Seguimos caminando y de repente mis piernas chocan con alguien -¡Ey, fíjate por donde caminas idiota!- digo enojada ante la torpeza de la otra persona, quizás hasta fue culpa mía pero nunca lo reconocería. Levanto la mirada y ante mi veo a nada más ni nada menos que Robert, mi odiado profesor de la escuela. -Vaya, vaya, mira lo que nos trajo las olas...- digo mientras suprimo una risa al escuchar a Ben. -Nadie te va a reprobar Bencito, este que ves aquí no es un buen profesor...- digo ignorando que mi amigo había hecho el comentario solo para que yo lo escuchara, en ese momento soy consciente de lo que acaba de decir -Un momento...¿Él va a ser tu profesor?- me muerdo el labio, no puedo tenerlo metido en mi casa, no lo quiero cerca.
Los juegos ya parecen haber terminado, cosa que no me agrada en lo más mínimo porque quiere decir que no habrá ningún crío más que se debata entre la vida y la muerte. Además todo esto no quiere más que decir que, al haber terminado, hay un nuevo ganador, y que ese ganador significará otro chico - en este caso chica y del mismo distrito que la edición anterior - al que tener que enseñar. Comparto la idea de trabajar en esta isla porque sólo lo mejor de lo mejor es capaz de alcanzar un trabajo en este lugar, y yo soy de lo mejor, obviamente. Pero sigo odiando los niños, por mucho que me empeñe en pensar lo contrario para hacer más amena mi hora de trabajo.
Es por ello que el aerodeslizador de la mañana que llevaba justo a la isla de los vencedores, pues no tienen caminos ni nada que los una por la seguridad de que traten de escapar de alguna forma, no tarda en aterrizar en el terreno y yo bajo sin siquiera dirigir una mirada a los agentes de la paz a los que tampoco tengo tanto respeto. Mi hermano trabaja entre ellos, y así como él parte de mi familia lo hizo, pero no es algo que me importe. Simplemente ignoro su posición e ignoro que pueda darme órdenes, es conveniente cuando quieres sacar de quicio a las personas: no hagas lo que te piden y conseguirás que, con el tiempo, acaben por ignorarte. Ignorancia, divino tesoro. Esbozo una media sonrisa al salir y sentir el aire de la isla. Quizás no es lo mejor del mundo pero al menos puedo vivir cómodamente durante el periodo semanal y, los fines de semana, hacer las escapadas que quiera. Además el aire no llega a ser frío, aunque tampoco del todo cálido, es agradable, por lo que prefiero dar un paseo por las playas - las cuáles no tienen nada que envidiar a las de la isla del capitolio - para despejarme y afrontar las primeras clases de la estación. No he revisado los horarios, pero de seguro que no serán nada agradables - Lleva mis cosas a mi casa - le digo a uno de los agentes, que me mira con cara de pocos amigos - No me importa que te importe, hazlo - y dicho eso dejo el maletín a un lado, la maleta con el equipaje en otro, y pongo rumbo a las playas.
La arena en mis pies se siente más húmeda de lo acostumbrado, pero no molesta. Escruto el horizonte apegado a la orilla como si fuera lo más interesante del lugar sin prestar atención a nada más, mientras que los pajarillos cantan y las nubes se mueven a una velocidad medio anormal, demasiado lento. Es extraño estar lejos de casa, supongo, más que nada porque todos piensan que no soy capaz de defenderme por mi mismo en el mundo, pero ya ha quedado demostrado en contables ocasiones que si. Un golpe en mi costado y otra en la pierna hacen que me gire hacia un lado y trastabille un rato casi perdiendo el equilibrio, pero lo recupero rápidamente y dirijo una mirada penetrante a las dos personas que tengo a mi lado, con la clara sorpresa de reconocer a una de ellas - Siento decirte que estaba quieto, la única que andabas eras tú - alzo una ceja indiferente, ignorando al crío que se esconde detrás de Amelie, una de las alumnas más ejemplares de todo el Capitolio. Río por lo bajo ante mi propia ironía, tan tozuda como siempre - Que suerte que las olas traigan cosas con tanto valor a la orilla, ¿verdad? - oteo nuevamente el horizonte, apartándome unos pasos de las dos personillas, pensando que es temprano como para tener que empezar a lidiar con estas tonterías, pero no por ello me marcho. Esta chica siempre tuvo algo.
No acepto sus disculpas porque, para ser sincero, no me he dado cuenta ni de que ha pedido perdón por haber lanzado la piedra - ¿Reprobar? ¿Tengo que darle clases a ese minúsculo trozo de carne con patas y brazos? - dejo escapar un suspiro, llevándome una mano a la frente y poniendo una actitud apesadumbrada, como si fuera lo peor del mundo - Si te soy sincero, Amelie, no tengo idea ni de a quién le doy a clases, cosas más importantes me llaman la atención ahora mismo - sonrío mirándola de arriba a abajo - Tan pronto y ya vienes provocando, ¿eres así siempre? - la señalo con el índice, moviéndolo de arriba a abajo con decepción - Qué fácil resultas a veces, ¿qué te trae por aquí? Una ganadora salida del Capitolio, mis ojos no dan crédito, ¿a quién pagaste para salir? - de la arena, obviamente. Es divertido saber que al menos hay alguien en este sitio que me odia tanto como yo los odio a ellos. Interesante.
Es por ello que el aerodeslizador de la mañana que llevaba justo a la isla de los vencedores, pues no tienen caminos ni nada que los una por la seguridad de que traten de escapar de alguna forma, no tarda en aterrizar en el terreno y yo bajo sin siquiera dirigir una mirada a los agentes de la paz a los que tampoco tengo tanto respeto. Mi hermano trabaja entre ellos, y así como él parte de mi familia lo hizo, pero no es algo que me importe. Simplemente ignoro su posición e ignoro que pueda darme órdenes, es conveniente cuando quieres sacar de quicio a las personas: no hagas lo que te piden y conseguirás que, con el tiempo, acaben por ignorarte. Ignorancia, divino tesoro. Esbozo una media sonrisa al salir y sentir el aire de la isla. Quizás no es lo mejor del mundo pero al menos puedo vivir cómodamente durante el periodo semanal y, los fines de semana, hacer las escapadas que quiera. Además el aire no llega a ser frío, aunque tampoco del todo cálido, es agradable, por lo que prefiero dar un paseo por las playas - las cuáles no tienen nada que envidiar a las de la isla del capitolio - para despejarme y afrontar las primeras clases de la estación. No he revisado los horarios, pero de seguro que no serán nada agradables - Lleva mis cosas a mi casa - le digo a uno de los agentes, que me mira con cara de pocos amigos - No me importa que te importe, hazlo - y dicho eso dejo el maletín a un lado, la maleta con el equipaje en otro, y pongo rumbo a las playas.
La arena en mis pies se siente más húmeda de lo acostumbrado, pero no molesta. Escruto el horizonte apegado a la orilla como si fuera lo más interesante del lugar sin prestar atención a nada más, mientras que los pajarillos cantan y las nubes se mueven a una velocidad medio anormal, demasiado lento. Es extraño estar lejos de casa, supongo, más que nada porque todos piensan que no soy capaz de defenderme por mi mismo en el mundo, pero ya ha quedado demostrado en contables ocasiones que si. Un golpe en mi costado y otra en la pierna hacen que me gire hacia un lado y trastabille un rato casi perdiendo el equilibrio, pero lo recupero rápidamente y dirijo una mirada penetrante a las dos personas que tengo a mi lado, con la clara sorpresa de reconocer a una de ellas - Siento decirte que estaba quieto, la única que andabas eras tú - alzo una ceja indiferente, ignorando al crío que se esconde detrás de Amelie, una de las alumnas más ejemplares de todo el Capitolio. Río por lo bajo ante mi propia ironía, tan tozuda como siempre - Que suerte que las olas traigan cosas con tanto valor a la orilla, ¿verdad? - oteo nuevamente el horizonte, apartándome unos pasos de las dos personillas, pensando que es temprano como para tener que empezar a lidiar con estas tonterías, pero no por ello me marcho. Esta chica siempre tuvo algo.
No acepto sus disculpas porque, para ser sincero, no me he dado cuenta ni de que ha pedido perdón por haber lanzado la piedra - ¿Reprobar? ¿Tengo que darle clases a ese minúsculo trozo de carne con patas y brazos? - dejo escapar un suspiro, llevándome una mano a la frente y poniendo una actitud apesadumbrada, como si fuera lo peor del mundo - Si te soy sincero, Amelie, no tengo idea ni de a quién le doy a clases, cosas más importantes me llaman la atención ahora mismo - sonrío mirándola de arriba a abajo - Tan pronto y ya vienes provocando, ¿eres así siempre? - la señalo con el índice, moviéndolo de arriba a abajo con decepción - Qué fácil resultas a veces, ¿qué te trae por aquí? Una ganadora salida del Capitolio, mis ojos no dan crédito, ¿a quién pagaste para salir? - de la arena, obviamente. Es divertido saber que al menos hay alguien en este sitio que me odia tanto como yo los odio a ellos. Interesante.
Supongo que estoy realmente acostumbrado, porque la verdad es que me limito a ponerme bizco ante la demostración de su ego sin siquiera dar alguna otra señal de irritación e incluso lanzo un bufidito en señal de burla - al menos las perlas no muerden - le digo con malicia y diversión, haciendo referencia a su comportamiento habitual con todo el mundo excepto conmigo. A veces incluso puedo decir que me siento afortunado de haber ganado su confianza, aunque sigo preguntándome cómo es que se supone que eso terminó pasando. A veces me pregunto en silencio si ella alguna vez se cansará y se irá de casa, lo que tal vez, termine por no sorprenderme; no todo el mundo está hecho para llevar una vida en compañía y Amelie parece ser el claro ejemplo de ello.
Amy parece no escucharme a tiempo y choca con el hombre, para darle paso a una escena que produce que mire hacia todos lados por si alguien nos está mirando, pero aparentemente estamos solos en esta zona de la playa. De todas formas giro la cabeza hacia ellos con violencia al percatarme de que parecen conocerse y poco a poco, voy arrugando el ceño - eso tengo entendido. ¿Se conocen? - le respondo a mi amiga, echándole una mirada cargada de desconfianza a aquel tipo. Es alto y delgado, y su perfil me recuerda al de los hombres que mamá decía que eran guapos cuando miraba la televisión y buscaba molestar a papá con tonterías; incluso parece no encajar en un lugar como ésta playa, como si la arena fuese a estropear lo delicado de sus ropas. Lo único que tengo por seguro es que no me gusta para nada, y eso se confirma cuando habla de mí de un modo desdeñoso y ofensivo, consiguiendo que me despegue de Amelie a la defensiva - ¡Yo no soy un minúsculo nada! - le espeto con frialdad, dando un paso hacia él para detenerme y mirarlo de pies a cabeza con mala cara. Solamente tengo que ver como se preocupa en señalar a Amelie para confirmar que me las arreglaré para saltarme sus clases si es necesario, y me cruzo de brazos frente a él, tensando un poco los músculos y alzando el mentón para ganar altura - no le hables así. Ella se lo ganó, y tú no eres nadie para andar diciendo esas cosas sobre la gente - hago sonar mis dientes y chasco la lengua, molesto. ¡Genial, teníamos que toparnos con un viejo e irritante conocido de Amelie que arruine nuestro día! Me giro a ella, alzando las cejas - ¿acaso no vas a decirle nada?
Amy parece no escucharme a tiempo y choca con el hombre, para darle paso a una escena que produce que mire hacia todos lados por si alguien nos está mirando, pero aparentemente estamos solos en esta zona de la playa. De todas formas giro la cabeza hacia ellos con violencia al percatarme de que parecen conocerse y poco a poco, voy arrugando el ceño - eso tengo entendido. ¿Se conocen? - le respondo a mi amiga, echándole una mirada cargada de desconfianza a aquel tipo. Es alto y delgado, y su perfil me recuerda al de los hombres que mamá decía que eran guapos cuando miraba la televisión y buscaba molestar a papá con tonterías; incluso parece no encajar en un lugar como ésta playa, como si la arena fuese a estropear lo delicado de sus ropas. Lo único que tengo por seguro es que no me gusta para nada, y eso se confirma cuando habla de mí de un modo desdeñoso y ofensivo, consiguiendo que me despegue de Amelie a la defensiva - ¡Yo no soy un minúsculo nada! - le espeto con frialdad, dando un paso hacia él para detenerme y mirarlo de pies a cabeza con mala cara. Solamente tengo que ver como se preocupa en señalar a Amelie para confirmar que me las arreglaré para saltarme sus clases si es necesario, y me cruzo de brazos frente a él, tensando un poco los músculos y alzando el mentón para ganar altura - no le hables así. Ella se lo ganó, y tú no eres nadie para andar diciendo esas cosas sobre la gente - hago sonar mis dientes y chasco la lengua, molesto. ¡Genial, teníamos que toparnos con un viejo e irritante conocido de Amelie que arruine nuestro día! Me giro a ella, alzando las cejas - ¿acaso no vas a decirle nada?
Claro, se supone ahora que la culpa del incidente es mía, ¡Qué sé yo! Ni me fijé por donde estaba caminando, tal vez sí fue mi culpa pero nunca lo reconoceré, menos ante el profesor Robert, por cierto, ¿por qué decirle profesor? Ya no me da clases pero suena raro decirle solo por su nombre, hace las cosas de cierta forma más íntimas y no quiero eso. Clavo en él fijamente mi mirada ante su comentario -Claro, es una suerte, lo malo es que no te las trae a ti- digo con una sonrisa ladina mientras le guiño un ojo a Ben, mi amigo permanece en silencio, parece un poco intimidado. El profesor Robert se aleja unos pasos y respiro aliviada, parece querer irse y por mi está bien, no soporto su presencia me pone algo mal de una forma que no logro entender. Cuando estaba en la escuela recuerdo que todas mis compañeras estaban locas por él, para ser sincera nunca me atrajo de esa forma, nuestra relación era muy mala, siempre fui su dolor de cabeza y para mi él solo era un profesor amargado que tenía algo contra mi, me hizo la vida insoportable y yo amargué su existencia, pero mis amigas decían que nosotros teníamos cierta química extraña, nunca la sentí en ese entonces, ahora a unos metros de él siento electricidad correr, espero que esa electricidad lo queme y nos deje en paz.
-Este minúsculo trozo de carne con patas y brazos como tú le dices es un vencedor, de hecho merece tu respeto ya que vendría siendo tu jefe...Además ha matado más gente que tú en toda tu vida, lo cual lo hace alguien a temer, ¿sabes el valor que se requiere para quitar una vida...? Probablemente no- digo clavando de nuevo en él mi mirada, siento fuego, odio, nadie puede meterse con Ben, nadie más que yo. Su mirada recorriéndome es descarada, no le importa que haya un niño presente y que yo fuera su alumna unos meses atrás. -Trata de tener cuidado donde pones tus ojos, puede ser peligroso- le digo advirtiéndole que no juegue conmigo. Mi rostro toma algo de color al escuchar su comentario, ¿qué yo pagué qué para salir de la arena? Me pregunto en ese momento si me metería en algún problema por golpearlo, eso quiero hacer ahora mismo. -Yo no tuve que pagar a nadie para salir con vida, soy buena con las armas, soy despiadada matando, eso me llevó a la victoria, mi familia a diferencia de la tuya no tiene que conseguir todo con dinero- dije mirando con dramática decepción.
Mi amigo me defiende y yo solo pongo mi mano en su hombro para tranquilizarlo, aunque me agrada que me defienda la verdad es que no lo necesito, siempre he estado por mi cuenta y es extraño tener a alguien al lado que ve cosas buenas en mi, nunca pasó, incluso Robert que poco o nada me conoce piensa que de alguna forma compré los juegos, ¡cómo si fuera posible! Claro, el Capitolio todo lo puede pero yo ni tenía dinero ni los beneficiaba para nada, él con toda la influencia y contactos que tiene lo sabe pero seguro cree que me va a molestar, no, yo gané los juegos honestamente, con sangre en mi espada y eso ni él ni nadie me lo va a quitar. Pienso en lo que dije de Ben y me muerdo el labio, quizá a mi amigo no le guste mucho recordar que fue quien más muertes tuvo en la arena. Recuerdo los primeros días donde se despertaba gritando, luego dormía conmigo y ahora duerme en su propio cuarto pero estoy segura de que las pesadillas aun lo atormentan, es difícil borrar las marcas que nos quedan de tales sucesos.
-Este minúsculo trozo de carne con patas y brazos como tú le dices es un vencedor, de hecho merece tu respeto ya que vendría siendo tu jefe...Además ha matado más gente que tú en toda tu vida, lo cual lo hace alguien a temer, ¿sabes el valor que se requiere para quitar una vida...? Probablemente no- digo clavando de nuevo en él mi mirada, siento fuego, odio, nadie puede meterse con Ben, nadie más que yo. Su mirada recorriéndome es descarada, no le importa que haya un niño presente y que yo fuera su alumna unos meses atrás. -Trata de tener cuidado donde pones tus ojos, puede ser peligroso- le digo advirtiéndole que no juegue conmigo. Mi rostro toma algo de color al escuchar su comentario, ¿qué yo pagué qué para salir de la arena? Me pregunto en ese momento si me metería en algún problema por golpearlo, eso quiero hacer ahora mismo. -Yo no tuve que pagar a nadie para salir con vida, soy buena con las armas, soy despiadada matando, eso me llevó a la victoria, mi familia a diferencia de la tuya no tiene que conseguir todo con dinero- dije mirando con dramática decepción.
Mi amigo me defiende y yo solo pongo mi mano en su hombro para tranquilizarlo, aunque me agrada que me defienda la verdad es que no lo necesito, siempre he estado por mi cuenta y es extraño tener a alguien al lado que ve cosas buenas en mi, nunca pasó, incluso Robert que poco o nada me conoce piensa que de alguna forma compré los juegos, ¡cómo si fuera posible! Claro, el Capitolio todo lo puede pero yo ni tenía dinero ni los beneficiaba para nada, él con toda la influencia y contactos que tiene lo sabe pero seguro cree que me va a molestar, no, yo gané los juegos honestamente, con sangre en mi espada y eso ni él ni nadie me lo va a quitar. Pienso en lo que dije de Ben y me muerdo el labio, quizá a mi amigo no le guste mucho recordar que fue quien más muertes tuvo en la arena. Recuerdo los primeros días donde se despertaba gritando, luego dormía conmigo y ahora duerme en su propio cuarto pero estoy segura de que las pesadillas aun lo atormentan, es difícil borrar las marcas que nos quedan de tales sucesos.
Una voz tan aguda debería de estar prohibida en este universo.
Que el chiquitín se muestre a la defensiva por lo que le he dicho no me sorprende, pero tanto como para que se enfrente a mi y trate de derribarme con sus palabras... bueno, la indiferencia es una de las armas menos utilizadas últimamente, pero es que es imposible pasar indiferente a sus gritos de nena. Paso mis dedos por sobre mis sienes simulando un ligero dolor de cabeza a causa de sus grititos tan agudos - que en el fondo no lo son tanto pero bueno, son críos a fin de cuentas - y luego lo miro ojeándolo como si fuera no más que un trozo de papel aburrido que no sirve ni para tomar notas en él - Bueno, primero crece un poco y quizás de trozo de carne pases a ser un trozo de carne más alto - me encojo de hombros dando por zanjada esta discusión a la que nadie lo invitó y que tan sólo nos concierne tanto a mi como a Amelie, obviando que esté defendiendo a la que se supone es su amiga - Qué gusto tan atrofiado que has desarrollado durante todos estos años, ¿en serio desde tan pequeños ya estás interesada? Uauh... - la vuelvo a observar de arriba a abajo porque se que le molesta, pero a mi me divierte y me entretiene, es como un perro que se saca a pasear a si mismo todos los días, no es necesario que hagas nada más. Termina acudiendo a ti cuando menos te lo esperas. Casualidades de la vida. Pero obviamente ella también sabe saltar y defenderse, y torear a las personas de la forma que más le guste siempre rodeada de ese egocentrismo tan desarrollado. Estoy casi a punto de estornudar para callarla en medio de su monólogo improvisado pero no hago más que soltar una carcajada cuando llega a cierta palabra que causa en mi una risa que termina apagándose mientras la vuelvo a mirar - "Vencedor", ¿y en esto es en lo que terminan? - hago un amplio círculo a mi alrededor dando a entender que la isla es su prisión, ese lugar del que no pueden más que salir cuando los altos cargos deciden - Pues qué manera de vencer tan rara que tienen hoy en día, igual para ti no será tan difícil estar aquí, ¿no preciosa? - ruedo los ojos desviando mi mirada hacia otro lado - A fin de cuentas no hay nadie en casa que te espere con los brazos abiertos, ni tu hermana era capaz de quererte, creo recordar - hablo con toda la parsimonia del mundo, como si fuera un tema de interés general para todo el mundo y nada nuevo a ojos de los demás.
La recuerdo en el colegio, recuerdo como esa manía por hacer que toda la atención recayera en su persona terminaba por golpear a todos sus compañeros. Era lo que me interesaba y me atraía de ella, ese aura que la envolvía y que se limitaba a tratar de no pasar desapercibida para nadie. Cuanta más atención llamara, más fácil sería después dar el golpe. Por ello que estuviera continuamente tratando de meter puyas en mis clases, esa relación de odio que tanto me profesaba... acabó siendo recíproca, y no me arrepiento de ello. Fue divertido, incluso. Quizás de las pocas veces que no odié una clase de críos, simple y llanamente porque ya la odiaba a ella lo suficiente como para tratar con simpatía a todos los demás - ¿Trataras de estrangularme con tus preciosas piernas? ¿O simplemente llamaras a los agentes de la paz porque un profesor daba un paseo tranquilamente y tú te has interpuesto voluntariamente en su camino? Te recuerdo que has sido tú la despistada, yo ni me había percatado de tu presencia - ignoro al otro que sigue mirándonos con cara de pocos amigos, de hecho no lo incluyo en un vosotros porque para mi ahora mismo no existe - Oh, y has de saber que mi familia trabajó mucho para llegar a lo que es, no sería bonito tirar a la basura tanto trabajo sólo porque tu color de pelo no combina bien con tu bañador hoy - hago una mueca de disgusto y desaprobación, acercándome y encorvándome un poco para quedar a su altura - A no ser que tengas pensado hacernos una demostración de feminidad en su más puro estilo salvaje, en cuyo caso te prometo que estaré deseoso de ver como acaba la situación, no tengo por qué irme de este lugar - no necesito a esos agentes, ¿de qué sirven? Trataré de darle clases, si que las disfrutaré.
Que el chiquitín se muestre a la defensiva por lo que le he dicho no me sorprende, pero tanto como para que se enfrente a mi y trate de derribarme con sus palabras... bueno, la indiferencia es una de las armas menos utilizadas últimamente, pero es que es imposible pasar indiferente a sus gritos de nena. Paso mis dedos por sobre mis sienes simulando un ligero dolor de cabeza a causa de sus grititos tan agudos - que en el fondo no lo son tanto pero bueno, son críos a fin de cuentas - y luego lo miro ojeándolo como si fuera no más que un trozo de papel aburrido que no sirve ni para tomar notas en él - Bueno, primero crece un poco y quizás de trozo de carne pases a ser un trozo de carne más alto - me encojo de hombros dando por zanjada esta discusión a la que nadie lo invitó y que tan sólo nos concierne tanto a mi como a Amelie, obviando que esté defendiendo a la que se supone es su amiga - Qué gusto tan atrofiado que has desarrollado durante todos estos años, ¿en serio desde tan pequeños ya estás interesada? Uauh... - la vuelvo a observar de arriba a abajo porque se que le molesta, pero a mi me divierte y me entretiene, es como un perro que se saca a pasear a si mismo todos los días, no es necesario que hagas nada más. Termina acudiendo a ti cuando menos te lo esperas. Casualidades de la vida. Pero obviamente ella también sabe saltar y defenderse, y torear a las personas de la forma que más le guste siempre rodeada de ese egocentrismo tan desarrollado. Estoy casi a punto de estornudar para callarla en medio de su monólogo improvisado pero no hago más que soltar una carcajada cuando llega a cierta palabra que causa en mi una risa que termina apagándose mientras la vuelvo a mirar - "Vencedor", ¿y en esto es en lo que terminan? - hago un amplio círculo a mi alrededor dando a entender que la isla es su prisión, ese lugar del que no pueden más que salir cuando los altos cargos deciden - Pues qué manera de vencer tan rara que tienen hoy en día, igual para ti no será tan difícil estar aquí, ¿no preciosa? - ruedo los ojos desviando mi mirada hacia otro lado - A fin de cuentas no hay nadie en casa que te espere con los brazos abiertos, ni tu hermana era capaz de quererte, creo recordar - hablo con toda la parsimonia del mundo, como si fuera un tema de interés general para todo el mundo y nada nuevo a ojos de los demás.
La recuerdo en el colegio, recuerdo como esa manía por hacer que toda la atención recayera en su persona terminaba por golpear a todos sus compañeros. Era lo que me interesaba y me atraía de ella, ese aura que la envolvía y que se limitaba a tratar de no pasar desapercibida para nadie. Cuanta más atención llamara, más fácil sería después dar el golpe. Por ello que estuviera continuamente tratando de meter puyas en mis clases, esa relación de odio que tanto me profesaba... acabó siendo recíproca, y no me arrepiento de ello. Fue divertido, incluso. Quizás de las pocas veces que no odié una clase de críos, simple y llanamente porque ya la odiaba a ella lo suficiente como para tratar con simpatía a todos los demás - ¿Trataras de estrangularme con tus preciosas piernas? ¿O simplemente llamaras a los agentes de la paz porque un profesor daba un paseo tranquilamente y tú te has interpuesto voluntariamente en su camino? Te recuerdo que has sido tú la despistada, yo ni me había percatado de tu presencia - ignoro al otro que sigue mirándonos con cara de pocos amigos, de hecho no lo incluyo en un vosotros porque para mi ahora mismo no existe - Oh, y has de saber que mi familia trabajó mucho para llegar a lo que es, no sería bonito tirar a la basura tanto trabajo sólo porque tu color de pelo no combina bien con tu bañador hoy - hago una mueca de disgusto y desaprobación, acercándome y encorvándome un poco para quedar a su altura - A no ser que tengas pensado hacernos una demostración de feminidad en su más puro estilo salvaje, en cuyo caso te prometo que estaré deseoso de ver como acaba la situación, no tengo por qué irme de este lugar - no necesito a esos agentes, ¿de qué sirven? Trataré de darle clases, si que las disfrutaré.
Si hay algo que detesto, gracias a todos esos que me llamaban “enano “ o “feto parlante” en la escuela del cuatro, es que me traten de pequeñito y débil, y mucho más actualmente que he demostrado que soy capaz de valerme por mí mismo. El único motivo que evita que salte encima de aquel profesor es el saber que me dará clases y eso puede culminar en que nunca apruebe su materia, aunque la mano de Amelie me retiene y eso consigue que le lance una mirada de reproche. De todas formas no me gusta que hable de mí de ese modo, pintándome como si fuese una máquina de arrebatar vidas cuando realmente no estoy orgulloso de ello,sino que simplemente lo hice para salvar a mi hermana y por instinto de supervivencia. Amelie siempre ha sido diferente a mí en ese sentido. Ella siempre deseará recordarlo…
El modo en el cual le trata consigue que el calor se haga presente en mi rostro, pero es más bien un sonrojo que simula el enojo que poco a poco va tomando forma. Me doy cuenta de cómo, en un abrir y cerrar de ojos, he pasado a ser una sombra invisible entre ellos dos y mis ojos van de uno al otro de manera reiterada, hasta que finalmente me percato en cómo él se inclina hacia ella, probablemente provocándola para que cometa alguna estupidez. ¿Acaso quién se cree? Me echo hacia atrás con indignación y pongo los ojos en blanco, mordiéndome la lengua en un enorme esfuerzo por contenerme, hasta que no puedo conmigo mismo y me lanzo hacia adelante, poniéndome entre ambos para lograr colocar las manos en el pecho del desconocido y darle un empujón – te diré como termina la situación. Tú te vas por un lado y nosotros, por el otro – hago un enorme esfuerzo por no dejar salir absolutamente todo lo que tengo en la mente, pero me es imposible no mirarlo de pies a cabeza del mismo modo en el cual él se atrevió a evaluarme anteriormente. Al final tomo a Amy de la mano y doy un paso hacia atrás, intentando apartarnos de aquel tipo – si vuelvo a escuchar que dices esas cosas, juro que… juro que te... – ninguna amenaza me viene realmente a la cabeza y sé que sonará ridículo viniendo de mí, de modo que bajo la vista violentamente al encontrarme con que soy ridículo incluso para intentar defenderla. ¿Acaso no puedo ser útil siquiera para esto?
Sea como sea, vuelvo a tirar de Amelie, tratando de llevarla conmigo, porque sé que probablemente su orgullo la mantenga atada a este lugar con tal de ser capaz de demostrarle a él que se equivoca – Olvídalo, Amy, tipos como él no valen la pena – eso siempre lo dijeron mis padres y no puedo estar más de acuerdo luego de todos esos años soportando a los idiotas de la escuela que se creían mejores. Suspiro y aprieto su mano, masticando mis labios secos y nerviosos antes de lanzarle otra mirada venenosa al profesor - ¿sigues aquí? - y sin más, suelto a Amelie para comenzar a alejarme, dando grandes zancadas en la arena, que se levanta gracias a mis pies descalzos mientras busco que baje un poco el nivel de mi enfado y esos... celos, que no comprendo y nunca sé controlar. Entonces me doy cuenta de lo pequeño y miserable que me siento en momentos como éste.
El modo en el cual le trata consigue que el calor se haga presente en mi rostro, pero es más bien un sonrojo que simula el enojo que poco a poco va tomando forma. Me doy cuenta de cómo, en un abrir y cerrar de ojos, he pasado a ser una sombra invisible entre ellos dos y mis ojos van de uno al otro de manera reiterada, hasta que finalmente me percato en cómo él se inclina hacia ella, probablemente provocándola para que cometa alguna estupidez. ¿Acaso quién se cree? Me echo hacia atrás con indignación y pongo los ojos en blanco, mordiéndome la lengua en un enorme esfuerzo por contenerme, hasta que no puedo conmigo mismo y me lanzo hacia adelante, poniéndome entre ambos para lograr colocar las manos en el pecho del desconocido y darle un empujón – te diré como termina la situación. Tú te vas por un lado y nosotros, por el otro – hago un enorme esfuerzo por no dejar salir absolutamente todo lo que tengo en la mente, pero me es imposible no mirarlo de pies a cabeza del mismo modo en el cual él se atrevió a evaluarme anteriormente. Al final tomo a Amy de la mano y doy un paso hacia atrás, intentando apartarnos de aquel tipo – si vuelvo a escuchar que dices esas cosas, juro que… juro que te... – ninguna amenaza me viene realmente a la cabeza y sé que sonará ridículo viniendo de mí, de modo que bajo la vista violentamente al encontrarme con que soy ridículo incluso para intentar defenderla. ¿Acaso no puedo ser útil siquiera para esto?
Sea como sea, vuelvo a tirar de Amelie, tratando de llevarla conmigo, porque sé que probablemente su orgullo la mantenga atada a este lugar con tal de ser capaz de demostrarle a él que se equivoca – Olvídalo, Amy, tipos como él no valen la pena – eso siempre lo dijeron mis padres y no puedo estar más de acuerdo luego de todos esos años soportando a los idiotas de la escuela que se creían mejores. Suspiro y aprieto su mano, masticando mis labios secos y nerviosos antes de lanzarle otra mirada venenosa al profesor - ¿sigues aquí? - y sin más, suelto a Amelie para comenzar a alejarme, dando grandes zancadas en la arena, que se levanta gracias a mis pies descalzos mientras busco que baje un poco el nivel de mi enfado y esos... celos, que no comprendo y nunca sé controlar. Entonces me doy cuenta de lo pequeño y miserable que me siento en momentos como éste.
Que se meta conmigo me da igual, total estoy acostumbrada a sus insultos y desprecio; pero cuando comienza a molestar a Ben me incomodo, ¿qué se cree? Claro, con tanto poder que tiene su familia seguro se piensa que puede andar por la vida maltratando a quien se le venga en gana, total son poderosos e influyentes. Lo desprecio, odio la forma en la que mira con esa superioridad, como si estuviese por encima del bien y del mal. Hago una mueca ante su comentario sabiendo que mi respuesta puede remover viejos sucesos con Ben pero me es imposible quedarme callada. -La verdad es que sí, prefiero los productos recién fabricados a aquellos que tienen cerca su fecha de vencimiento- digo mirándolo de arriba a abajo con una sonrisa. No sé a que viene pensar que me interesa Ben en esa forma pero no le voy a dar el gusto de joderle la vida a mi amigo.
Miro alrededor siguiendo la dirección de su mirada, sí, estamos encerrados en esta isla pero la verdad lo prefiero mil veces a estar en lo que antes llamaba "casa", como se nota lo poco que me conoce o cree conocerme. -Sinceramente me gusta la isla, todos los distritos son como jaulas por ponerlo de alguna forma, y esta es la jaula más lujosa así que sí, amo estar acá, lejos de gente indeseable...O bueno, creía estar lejos- digo mirando al mar indiferente. Pero mi indiferencia no dura mucho, que hable de mi hermana sin siquiera saber lo que pasó me parece una estupidez. -Creía que los profesores por encima de todas las personas debían hablar siempre con firmes argumentos y no andar lanzando suposiciones, fui yo quien alejó a mi hermana y su torpeza consiguió que la mataran, da igual su muerte, yo supe hacer las cosas bien- digo dando el tema por zanjado. Ben se pone en medio de nosotros y noto lo cerca que estábamos, ni siquiera me había dado cuenta, ni siquiera recordaba que Ben estaba aquí conmigo. ¿Qué diablos está pasando? Suspiro y me muerdo la lengua al ver a mi amigo actuar de esa forma, hace mucho no lo veía molesto con alguien y me causa un poco de gracia.
Suelto una carcajada, Robert lo único que hace es echarle más leña al fuego y si lo que quería era encontrar alguien con quien discutir dio en el clavo conmigo. -Por favor, ya quisieras que mis delicadas manos o piernas te estrangularan...- Me quedo en silencio cuando menciona una demostración de feminidad, todo este encuentro ha sido indirectas e insultos y quizá alguna propuesta que no logro entender pero no le doy vueltas al asunto, lo odio, lo odio y me está sacando de las casillas. -¡Ben!- grito a mi amigo que se ha alejado un poco. Sé que debería irme con él pero siento algo que me aferra a la arena y me obliga a quedarme en este punto, frente al idiota de mi ex profesor. -Ben tiene razón, no vales ni la pena ni mi tiempo- digo dándole la espalda y mirándolo con frialdad por última vez. Nuestra estadía en este lugar se va a complicar simplemente por la presencia de él, lo sé porque se empeñará en hacernos la vida imposible, sobretodo si va a estar metido en nuestra casa todo el día.
Miro alrededor siguiendo la dirección de su mirada, sí, estamos encerrados en esta isla pero la verdad lo prefiero mil veces a estar en lo que antes llamaba "casa", como se nota lo poco que me conoce o cree conocerme. -Sinceramente me gusta la isla, todos los distritos son como jaulas por ponerlo de alguna forma, y esta es la jaula más lujosa así que sí, amo estar acá, lejos de gente indeseable...O bueno, creía estar lejos- digo mirando al mar indiferente. Pero mi indiferencia no dura mucho, que hable de mi hermana sin siquiera saber lo que pasó me parece una estupidez. -Creía que los profesores por encima de todas las personas debían hablar siempre con firmes argumentos y no andar lanzando suposiciones, fui yo quien alejó a mi hermana y su torpeza consiguió que la mataran, da igual su muerte, yo supe hacer las cosas bien- digo dando el tema por zanjado. Ben se pone en medio de nosotros y noto lo cerca que estábamos, ni siquiera me había dado cuenta, ni siquiera recordaba que Ben estaba aquí conmigo. ¿Qué diablos está pasando? Suspiro y me muerdo la lengua al ver a mi amigo actuar de esa forma, hace mucho no lo veía molesto con alguien y me causa un poco de gracia.
Suelto una carcajada, Robert lo único que hace es echarle más leña al fuego y si lo que quería era encontrar alguien con quien discutir dio en el clavo conmigo. -Por favor, ya quisieras que mis delicadas manos o piernas te estrangularan...- Me quedo en silencio cuando menciona una demostración de feminidad, todo este encuentro ha sido indirectas e insultos y quizá alguna propuesta que no logro entender pero no le doy vueltas al asunto, lo odio, lo odio y me está sacando de las casillas. -¡Ben!- grito a mi amigo que se ha alejado un poco. Sé que debería irme con él pero siento algo que me aferra a la arena y me obliga a quedarme en este punto, frente al idiota de mi ex profesor. -Ben tiene razón, no vales ni la pena ni mi tiempo- digo dándole la espalda y mirándolo con frialdad por última vez. Nuestra estadía en este lugar se va a complicar simplemente por la presencia de él, lo sé porque se empeñará en hacernos la vida imposible, sobretodo si va a estar metido en nuestra casa todo el día.
Me crispa todo esto. Y no porque se palpe la tensión a leguas, sino más bien porque el criajo sigue empecinado en seguir dándoselas de macho delante de su "amiguita" - de la cual sospecho tan sólo está con él porque siente pena por la pobre criatura - para hacerla sorprender o algo por el estilo. Sinceramente me trae sin cuidados todo lo que pueda pasar entre estos dos, e incluso es algo con lo que entretenerme durante mi estancia en esta isla ahora que se que hay gente que conoce de mi existencia anterior a este lugar, pero no voy a consentir que su aguda voz se meta por mis oídos y no salga en varios días, convirtiéndose en una migraña repentina y asquerosa. Sin embargo me sorprende que se obstine de aquella manera y se adelante, cansado de escucharme supongo, y se atreva a darme un empujón. Me hago el sorprendido echándome hacia atrás y aguantando el equilibrio justo a tiempo de ver como una nueva ola llega a la orilla y nos moja los pies a todos - Ey ey, controla a tu perro señorita Boehman, has perdido autoridad por lo que veo eh - me relamo los labios con parsimonia, observando de un lado a otro como si de buenas a primeras el pequeñajo hubiera desaparecido aún cuando verdaderamente sigue entre nosotros dos, interponiéndose en algo que no le incumbe pero del que sigue completamente seguro que es partidario. Si es capaz de seguir nuestra conversación sin hacerse preguntas entonces será cuando de veras me sorprenda.
- Carne fresca, se me hace tan bizarro viniendo de ti - esbozo una mueca de asco llevándome un dedo a la boca como si me estuvieran dando incluso arcadas, sin darle pie a que se regodee en su comentario pues ni me molesta lo del vencimiento. Además Amelie actúa de esa forma: dale razones para saber que te molestó y no parará - Y luego te atreves a decir que soy demasiado materialista, ¿te has escuchado? - alzo una ceja con los labios completamente cerrados en una fina línea, casi por echarme a reír - En cuanto a tu hermana supongo que es lo que te dices diariamente, debe ser duro - saco un pañuelo de uno de mis bolsillos del pantalón y se lo tiendo, dejándolo caer delante de sus ojos y señalando uno de sus ojos con una fingida expresión de tristeza, como si de veras estuviera llorando. He vuelto a perder al chico de vista pero se que lo estoy escuchando hablar - Aún queda mucho para que me vaya de este sitio, chiquitín, vete acostumbrando supongo - porque si de algo estoy seguro es de que trataré de darle clases, a ambos, igual tampoco es que haya muchas opciones pues no hay profesores donde elegir, tan sólo estamos un chico que ni siquiera conozco y yo, suficientemente pocos para poder repartirnos el trabajo sin rechistar. Elegiré primero, y listo.
Me causa gracia su comentario, volviendo a observarla de arriba a abajo y deteniéndome descaradamente en sus piernas, como si degustara un caramelo a través de un cristal - Quizás tengas hasta razón, ¿sabes? - ruedo los ojos, apartando al chico de en medio sin darle pie a que se ponga entre nosotros dos otra vez porque he acortado las distancias lo suficiente como para que no se pueda inmiscuir entre medio de nuestros cuerpos otra vez, sin embargo apenas me da tiempo siquiera a decir mucho más pues su chico de compañía ha empezado a alejarse y ella, obviamente, no duda en seguirlo - No te olvides de ponerle comida en el comedero cuando llegues a casa, se ve que está un poco escuálido y que necesita energía - alzo una mano - Y si necesitas desahogarte, hazte a la idea de que soy también tu psicólogo. Nos vemos pronto, Amelie - sacudo la mano de un lado a otro en gesto de despedida, con una ligera sonrisa en mi rostro que termina por esfumarse cuando ya me han dado la espalda y yo hago lo propio en el sentido contrario, de vuelta a mis asuntos y a los papeles. De hecho esto no ha hecho más que comenzar y me he dado cuenta de que tampoco es que vaya a echar mucho de menos mi casa en el Capitolio. Quién sabe.
- Carne fresca, se me hace tan bizarro viniendo de ti - esbozo una mueca de asco llevándome un dedo a la boca como si me estuvieran dando incluso arcadas, sin darle pie a que se regodee en su comentario pues ni me molesta lo del vencimiento. Además Amelie actúa de esa forma: dale razones para saber que te molestó y no parará - Y luego te atreves a decir que soy demasiado materialista, ¿te has escuchado? - alzo una ceja con los labios completamente cerrados en una fina línea, casi por echarme a reír - En cuanto a tu hermana supongo que es lo que te dices diariamente, debe ser duro - saco un pañuelo de uno de mis bolsillos del pantalón y se lo tiendo, dejándolo caer delante de sus ojos y señalando uno de sus ojos con una fingida expresión de tristeza, como si de veras estuviera llorando. He vuelto a perder al chico de vista pero se que lo estoy escuchando hablar - Aún queda mucho para que me vaya de este sitio, chiquitín, vete acostumbrando supongo - porque si de algo estoy seguro es de que trataré de darle clases, a ambos, igual tampoco es que haya muchas opciones pues no hay profesores donde elegir, tan sólo estamos un chico que ni siquiera conozco y yo, suficientemente pocos para poder repartirnos el trabajo sin rechistar. Elegiré primero, y listo.
Me causa gracia su comentario, volviendo a observarla de arriba a abajo y deteniéndome descaradamente en sus piernas, como si degustara un caramelo a través de un cristal - Quizás tengas hasta razón, ¿sabes? - ruedo los ojos, apartando al chico de en medio sin darle pie a que se ponga entre nosotros dos otra vez porque he acortado las distancias lo suficiente como para que no se pueda inmiscuir entre medio de nuestros cuerpos otra vez, sin embargo apenas me da tiempo siquiera a decir mucho más pues su chico de compañía ha empezado a alejarse y ella, obviamente, no duda en seguirlo - No te olvides de ponerle comida en el comedero cuando llegues a casa, se ve que está un poco escuálido y que necesita energía - alzo una mano - Y si necesitas desahogarte, hazte a la idea de que soy también tu psicólogo. Nos vemos pronto, Amelie - sacudo la mano de un lado a otro en gesto de despedida, con una ligera sonrisa en mi rostro que termina por esfumarse cuando ya me han dado la espalda y yo hago lo propio en el sentido contrario, de vuelta a mis asuntos y a los papeles. De hecho esto no ha hecho más que comenzar y me he dado cuenta de que tampoco es que vaya a echar mucho de menos mi casa en el Capitolio. Quién sabe.
Durante años tuve que soportar las tonterías de chicos de mi escuela que creían que, por solo ser más altos o tener al menos un poco más de dinero, tenían el derecho a hacerme la vida imposible, cosa que empeoró mucho cuando descubrieron mi enfermedad y ni hablar de cuando Shamel fue a los juegos. Me costó mucho darme cuenta de que no podía dejar que gente estúpida me defina y que, mucho menos, me hagan sentir miserable conmigo mismo. ¿Y por qué ahora, justo ahora, tiene que aparecer un profesor idiota y arrogante que arruine absolutamente todo lo que ya de por sí, estaba un poco dañado? Me siento como una basurita, algo pequeño, minúsculo e inservible, y ni siquiera entiendo muy bien el motivo. Escucho la voz de aquel hombre despidiéndose de Amelie, aunque la verdad no me interesa demasiado todo lo que le diga, y entonces me percato de que mi amiga me llama y tengo que hacer un enorme esfuerzo por no detenerme. No entiendo a mi orgullo, que me obliga a seguir caminando sin mirar atrás, hasta que al final ella me alcanza.
Tengo solamente trece años, pero ya me he acostumbrado a la idea de verla en traje de baño, de modo que la mirada que le lanzo está cargada de frustración en lugar de cualquier otra cosa que pudo haberle pasado por la cabeza a un chico de mi edad en una situación como ésta. No me detengo en ningún momento y le permito que camine conmigo, aunque no tardo en desviar la mirada y masticarme la lengua. En cuanto creo que estamos lo suficientemente lejos, me saco las zapatillas que llevo colgadas por los cordones y las dejo tiradas en la arena, para detenerme sin previo aviso y voltearme hacia ella - ¿él te daba clases? – mi voz suena tan seria y demandante que por un momento no la reconozco, incluso cuando en el último tiempo ha cambiado bastante. No puedo eliminar el ceño fruncido y la mirada acusadora, porque son cosas que no soy capaz de contener en un momento como éste en el cual el enojo me mantiene hirviendo de pies a cabeza – no parece que tuviesen una clásica relación de alumna-profesor, Amelie. Dime loco, pero eso no es normal.
Estoy acostumbrado al respeto que se supone que los maestros nos imponían y esa figura maternal de mi ùltima profesora, por lo que me siento un poco descolocado en todo esto. Me cruzo de brazos para parecer un poco más serio y mayor y arqueo una ceja, aguardando la respuesta - ¿y bien? Porque si tienes cosas que contarme, creo que ahora está perfecto. No quiero sorpresas cuando tenga que soportarlo en clase – cuando se trate de aprobar algunas materias, creo que puedo dar por sentado que me va a costar la vida.
Tengo solamente trece años, pero ya me he acostumbrado a la idea de verla en traje de baño, de modo que la mirada que le lanzo está cargada de frustración en lugar de cualquier otra cosa que pudo haberle pasado por la cabeza a un chico de mi edad en una situación como ésta. No me detengo en ningún momento y le permito que camine conmigo, aunque no tardo en desviar la mirada y masticarme la lengua. En cuanto creo que estamos lo suficientemente lejos, me saco las zapatillas que llevo colgadas por los cordones y las dejo tiradas en la arena, para detenerme sin previo aviso y voltearme hacia ella - ¿él te daba clases? – mi voz suena tan seria y demandante que por un momento no la reconozco, incluso cuando en el último tiempo ha cambiado bastante. No puedo eliminar el ceño fruncido y la mirada acusadora, porque son cosas que no soy capaz de contener en un momento como éste en el cual el enojo me mantiene hirviendo de pies a cabeza – no parece que tuviesen una clásica relación de alumna-profesor, Amelie. Dime loco, pero eso no es normal.
Estoy acostumbrado al respeto que se supone que los maestros nos imponían y esa figura maternal de mi ùltima profesora, por lo que me siento un poco descolocado en todo esto. Me cruzo de brazos para parecer un poco más serio y mayor y arqueo una ceja, aguardando la respuesta - ¿y bien? Porque si tienes cosas que contarme, creo que ahora está perfecto. No quiero sorpresas cuando tenga que soportarlo en clase – cuando se trate de aprobar algunas materias, creo que puedo dar por sentado que me va a costar la vida.
Me siento un poco culpable por haber dejado a Ben en segundo plano pero no fue intencional, ¿quién iba a decir que me iba a encontrar con mi ex profesor y que tendría la mala suerte de soportarlo dándole clases a mi amigo? Obviamente no quería a ese idiota en mi casa, lo quería a metros de distancia además que me molestaba un poco la forma en la que me miraba, no era como miraba a las otras alumnas, nunca lo fue. Me molesta que Robert trate a Ben como si fuera mi mascota o algo, pero sé que en el fondo solo lo hace por amargarme la vida, no le daré ese gusto.
Me acerco apurando mi paso a donde se encuentra mi amigo y por detrás le doy un beso en la mejilla -Ignora a ese tarado, se dedicó a hacerme imposible el bachillerato, tiene mucho tiempo libre y no sabe que hacer con el- dije con una sonrisa, trataba de hacerlo sentir mejor aunque ni sé porque se comportaba de esa manera, a quien había molestado era a mi. -Sí me daba clases pero como te dije, solo me hacía la vida imposible, sí a eso es a lo que te refieres diciendo que no teníamos la típica relación entonces es cierto, no la teníamos, nos odiábamos- un odio irracional que nunca entendí. -Quizá hasta estuviera enamorado de mi y descargara toda esa frustración- dije entre risas pero en el fondo era una posibilidad que podía considerarse.
No sé que quiere Ben que le cuente, ¿estará pensando que el profesor y yo tuvimos un amorío? Está mal, o sea, flirteamos creo alguna vez, no sé decirlo, nuestra relación siempre fue muy extraña pero yo no diría que eso sea algo que valga la pena mencionar, es más, la relación alumna-profesor siempre fue horrible. Él se dedicaba a joderme la vida y yo hacía lo mismo con él. -¿Qué habría que contar Benedict? Solo fui una alumna más- digo con frustración, sea lo que sea que esté pasando por la cabeza de mi amigo es imposible de descifrar.
Me acerco apurando mi paso a donde se encuentra mi amigo y por detrás le doy un beso en la mejilla -Ignora a ese tarado, se dedicó a hacerme imposible el bachillerato, tiene mucho tiempo libre y no sabe que hacer con el- dije con una sonrisa, trataba de hacerlo sentir mejor aunque ni sé porque se comportaba de esa manera, a quien había molestado era a mi. -Sí me daba clases pero como te dije, solo me hacía la vida imposible, sí a eso es a lo que te refieres diciendo que no teníamos la típica relación entonces es cierto, no la teníamos, nos odiábamos- un odio irracional que nunca entendí. -Quizá hasta estuviera enamorado de mi y descargara toda esa frustración- dije entre risas pero en el fondo era una posibilidad que podía considerarse.
No sé que quiere Ben que le cuente, ¿estará pensando que el profesor y yo tuvimos un amorío? Está mal, o sea, flirteamos creo alguna vez, no sé decirlo, nuestra relación siempre fue muy extraña pero yo no diría que eso sea algo que valga la pena mencionar, es más, la relación alumna-profesor siempre fue horrible. Él se dedicaba a joderme la vida y yo hacía lo mismo con él. -¿Qué habría que contar Benedict? Solo fui una alumna más- digo con frustración, sea lo que sea que esté pasando por la cabeza de mi amigo es imposible de descifrar.
El beso que se estampa contra mi mejilla me revuelve las tripas y creo que hago un esfuerzo sobrehumano para no dejar subir el calor a mis mejillas, además de ocultar cualquier expresión que se haya querido colar en mi rostro. La odio, la odio porque sabe que de verdad me gusta e igual así tiene el atrevimiento de andar regalando esas muestras de afecto que tanto me confunden y que, sobre todas las cosas (lo que consigue que siempre me enoje más con ella), me gustan tanto. A veces me sorprendo a mí mismo recordando la tarde del tren más de lo que debería e incluso tengo el descaro de mirarle los labios, que me resultan carnosos y suaves, pero tentadores sobre todo por no estar permitidos. Solamente para quitarle importancia me paso una mano por la mejilla como si quisiese quitarme la sensación de su beso, mientras escucho sus anécdotas que parecen divertirla de un modo que me desconcierta – He visto cómo te mira – refuto, aunque mi voz suena a un reproche bastante infantil, así que miro al suelo como si las zapatillas que dejé ahí tiradas fuesen de verdad interesantes. No recuerdo que los profesores tuviesen esos tratos y esas miradas con sus alumnas.
Me encojo de hombros porque tal vez es verdad lo que dice y ese tipo estaba encaprichado con ella, y sin poder evitarlo giro la cabeza para ver si silueta desapareciendo por el camino que lleva al centro de la isla. ¿A ella le gustaría alguien como él? ¿A ella le gustaría yo si fuese tan grande como él? Arrugo la nariz, decepcionado de mí mismo ante esas preguntas mentales; a veces me sorprende lo estúpido que puedo llegar a ser – nunca me contaste de él – acabo diciendo, alzando las cejas como cuando te das cuenta de un pequeño detalle curioso – bueno, ya sé que tú nunca cuentas nada, pero ni siquiera lo recuerdo como parte de … alguna anécdota estúpida o algo así – yo recuerdo haberle dicho cientas, pero probablemente porque yo soy demasiado charlatán cuando me siento a gusto y suelto la lengua, cosa que pasa de vez en cuando.
Me relamo los labios que ya siento resecos y le lanzo una mirada, reteniendo algo de aire en el pecho antes de largarlo con pesadez – no tienes que verlo si no quieres hacerlo. Me ocuparé solo de mis clases, ya soy lo suficiente mayor para eso, como lo soy para vivir solo contigo, o hacer las compras, o tener novia, o… - me muerdo la lengua al recordar que ella no sabe nada de ese detalle, silenciándome tan rápido que toda la naturalidad que pude haber fingido se pierde en un abrir y cerrar de ojos. Me gustaría poder ver su expresión, pero una fuerza mayor me obliga a mirar hacia cualquier otro lado menos a su cara, porque toparme con su mirada seguro conseguirá que me ponga rojo como un tomate – bueno, supongo que te habrás dado cuenta de que hablaba mucho por teléfono – deduzco, casi como si estuviese bromeando sobre una noticia bastante infantil. ¿Y por qué me importa tanto? Ya asumí que es mi vida, que yo voy a manejarla como se me antoje… y que ella de alguna manera tiene que ver que ya no soy su pequeño Ben.
Me encojo de hombros porque tal vez es verdad lo que dice y ese tipo estaba encaprichado con ella, y sin poder evitarlo giro la cabeza para ver si silueta desapareciendo por el camino que lleva al centro de la isla. ¿A ella le gustaría alguien como él? ¿A ella le gustaría yo si fuese tan grande como él? Arrugo la nariz, decepcionado de mí mismo ante esas preguntas mentales; a veces me sorprende lo estúpido que puedo llegar a ser – nunca me contaste de él – acabo diciendo, alzando las cejas como cuando te das cuenta de un pequeño detalle curioso – bueno, ya sé que tú nunca cuentas nada, pero ni siquiera lo recuerdo como parte de … alguna anécdota estúpida o algo así – yo recuerdo haberle dicho cientas, pero probablemente porque yo soy demasiado charlatán cuando me siento a gusto y suelto la lengua, cosa que pasa de vez en cuando.
Me relamo los labios que ya siento resecos y le lanzo una mirada, reteniendo algo de aire en el pecho antes de largarlo con pesadez – no tienes que verlo si no quieres hacerlo. Me ocuparé solo de mis clases, ya soy lo suficiente mayor para eso, como lo soy para vivir solo contigo, o hacer las compras, o tener novia, o… - me muerdo la lengua al recordar que ella no sabe nada de ese detalle, silenciándome tan rápido que toda la naturalidad que pude haber fingido se pierde en un abrir y cerrar de ojos. Me gustaría poder ver su expresión, pero una fuerza mayor me obliga a mirar hacia cualquier otro lado menos a su cara, porque toparme con su mirada seguro conseguirá que me ponga rojo como un tomate – bueno, supongo que te habrás dado cuenta de que hablaba mucho por teléfono – deduzco, casi como si estuviese bromeando sobre una noticia bastante infantil. ¿Y por qué me importa tanto? Ya asumí que es mi vida, que yo voy a manejarla como se me antoje… y que ella de alguna manera tiene que ver que ya no soy su pequeño Ben.
No entiendo porque mi amigo se encuentra tan malhumorado, está bien que el profesor se portó como un idiota con él pero nada tengo que ver yo en esa situación. Ben se limpia con su mano mi beso en su mejilla y yo lo miro perpleja ¿ahora qué hice mal? No pensé que fuera a ver ese gesto de cariño como algo malo, al contrario, estaba tratando de hacerlo sentir bien después de esa pequeña discusión con Robert. –Ah sí, y ¿cómo me mira? La verdad ni cuenta me di, eso pasa cuando no le das importancia a cosas que no la tienen…- digo en tono cortante para que mi amigo deje el tema en paz. No veo porque seguir pensando en algo que pasó minutos atrás, la verdad a mí ni me interesa, suficiente tengo con saber que tendré que verlo todos los días.
Sigo la dirección de la mirada de Ben y veo a Robert alejarse poco a poco sin mirar atrás. No fue un lindo encuentro, no fue lindo en lo absoluto y de hecho nada con él nunca fue lindo. Aun así no puedo evitar quedarme viéndolo un poco maravillada, es atractiva esa elegancia que lo caracteriza, lastimosamente solo eso tiene de atractivo, una persona tan arrogante nunca llegará lejos, bueno, a menos que se trata de mi. –Nunca te conté de él porque no es como si viviera en mi mente…tampoco hay anécdotas divertidas o interesantes que contar acerca de él- Cierro los ojos y trato de recordar algo acerca de él que quizá calme esa curiosidad que tiene mi amigo. –Recuerdo que un día discutimos en clase, de hecho siempre lo hacíamos, el caso, es que me hizo quedarme al terminar la clase y peleamos verbalmente, estábamos muy cerca y las cosas se pusieron tan intensas que una chica entró y en vez de pensar que estábamos peleando, lo cual era cierto, corrió el rumor de que teníamos un romance- digo recordando ese horrible momento.
Por supuesto que no voy a dejar que Ben esté en sus clases solo, desde antes de saber quién sería el profesor yo me había comprometido a hacerle compañía y eso no iba a cambiar porque Robert estuviera en casa, de hecho tendría la oportunidad de hacerle la vida imposible esta vez desde igualdad de condiciones. Abro los ojos con sorpresa y mi boca hace lo mismo -¿Cómo novia?- no le presto atención a todo lo anterior, no, la forma en la que soltó esa frase me dejó mucho que pensar. ¿Es posible, es posible que Benedict tenga novia? Desde luego que sí, es un chico apuesto y amable, pero la verdad no esperaba que sucediera tan pronto, al parecer el amor que decía sentir por mi no era más que un capricho infantil. –Este…Sí, lo he notado…- No sé que decir, prefiero que mi amigo me cuente toda la historia y no presionarlo al respecto.
Sigo la dirección de la mirada de Ben y veo a Robert alejarse poco a poco sin mirar atrás. No fue un lindo encuentro, no fue lindo en lo absoluto y de hecho nada con él nunca fue lindo. Aun así no puedo evitar quedarme viéndolo un poco maravillada, es atractiva esa elegancia que lo caracteriza, lastimosamente solo eso tiene de atractivo, una persona tan arrogante nunca llegará lejos, bueno, a menos que se trata de mi. –Nunca te conté de él porque no es como si viviera en mi mente…tampoco hay anécdotas divertidas o interesantes que contar acerca de él- Cierro los ojos y trato de recordar algo acerca de él que quizá calme esa curiosidad que tiene mi amigo. –Recuerdo que un día discutimos en clase, de hecho siempre lo hacíamos, el caso, es que me hizo quedarme al terminar la clase y peleamos verbalmente, estábamos muy cerca y las cosas se pusieron tan intensas que una chica entró y en vez de pensar que estábamos peleando, lo cual era cierto, corrió el rumor de que teníamos un romance- digo recordando ese horrible momento.
Por supuesto que no voy a dejar que Ben esté en sus clases solo, desde antes de saber quién sería el profesor yo me había comprometido a hacerle compañía y eso no iba a cambiar porque Robert estuviera en casa, de hecho tendría la oportunidad de hacerle la vida imposible esta vez desde igualdad de condiciones. Abro los ojos con sorpresa y mi boca hace lo mismo -¿Cómo novia?- no le presto atención a todo lo anterior, no, la forma en la que soltó esa frase me dejó mucho que pensar. ¿Es posible, es posible que Benedict tenga novia? Desde luego que sí, es un chico apuesto y amable, pero la verdad no esperaba que sucediera tan pronto, al parecer el amor que decía sentir por mi no era más que un capricho infantil. –Este…Sí, lo he notado…- No sé que decir, prefiero que mi amigo me cuente toda la historia y no presionarlo al respecto.
La verdad es que no lo puedo creer, de modo que no sé de dónde saco la fuerza necesaria para no dejar salir algún comentario malintencionado, pero lo que sí no puedo contener es el poner los ojos en blanco un momento, dejando salir un bufido apenas audible. Es increíble como, entre todas las historias que probablemente tenía para contar, se le antojó decirme justamente una que los involucre a ellos unidos emocionalmente, sea o no dentro de un rumor que deja abierta la posibilidad a la imaginación - increíble que no lo expulsaran - comento con frialdad, alzando un poco las cejas. Tengo entendido que siempre despiden a los maestros cuando se meten en asuntos complicados con los estudiantes, incluso cuando éstos no son verdad. Siendo mentor me he dado cuenta de que la gente dice muchas idioteces, pero existen demasiados idiotas que también se las creen. Los precios de estar en la boca de los demás, supongo.
Cuando finalmente me atrevo a mirarla, alzando la vista pero manteniendo la cabeza gacha, no veo otra cosa que sorpresa en su cara y no sé si sentirme satisfecho con eso o ligeramente ofendido. No puedo contenerme y estiro la mano para darle un golpecito en el mentón, para que pueda cerrar la boca - Sí, novia - remarco - alguien con quien tienes citas, te besas de verdad, que significa algo, y todas esas cosas - creo que no es mi intención soltar aquello con cierto veneno, pero es que no puedo evitarlo. Incluso me cruzo de brazos y alzo el mentón como si la estuviese retando a decirme que soy demasiado pequeño para tener novia, porque si piensa hacerlo tengo un par de cosas para decirle, desde que dentro de poco ya cumpliré años hasta que ella misma me besó una vez diciendo que no me veía como un niño. Pero nada de eso llega, sino que solamente admite que no se le pasó por alto mi actitud, en un tono dudoso que consigue que la mire con sospecha. Incluso inclino un poco mi cabeza hacia ella, como esperando que diga algo más, pero nada llega. No lo diré, pero algo en mi pecho se pincha y casi puedo escuchar el sonido de un globo desinflándose. Que decepción.
- Es muy bonita - añado, como si ella no me hubiese escuchado bien - también es del Capitolio, como tú, pero su padre es uno de esos patrocinadores adinerados con quienes hice negocios. Porque ya sabes... me la pasé este verano haciendo negocios - suspiro como si hubiese sido un trabajo agotador y sé muy bien que estoy siendo completamente infantil, lo que consigue que me regañe mentalmente. Pero es que... ¡vamos! - así que ahora ya sabes dónde estaba cuando no me encontraba en el centro. Fue entretenido - me encojo un poco de hombros, porque no sé cómo calificar a algo que utilicé para escaparme de mis obligaciones. Pensar ahora en Alex me llena de culpa y vuelvo a bajar la mirada, porque en lugar de ayudarle como prometí, hice un mínimo esfuerzo y me dediqué a solucionar mis problemas personales con las chicas. Probablemente ni debería estar pensando en salvar amigos a mi edad y eso es lo que generalmente me consuela, por muy tonto que parezca.
Cuando vuelvo a mirarla, ya no sé qué decir. Una parte de mí quiere seguir contándole de Zyanelle pero, como obviamente no sirve de nada, no lo hago. La otra parte quiere abusarse de mi suerte y besarla para salir corriendo, pero como sé que me cortará las pelotas si me atrevo, tampoco lo hago. Al final le doy una suave patadita a mis propias zapatillas para hacerme espacio y me siento en la arena, abrazándome las rodillas para mirar al mar, que choca con la orilla - sea como sea, el punto es que ya soy lo suficientemente mayor como para lidiar con un profesor idiota. Si puedo lidiar con los caprichos de una chica ... - le lanzo una mirada desde mi sitio e intento forzar una sonrisa, entornando un poco los ojos por el sol. Todo suena tan raro que por un momento, creo que no soy yo.
Cuando finalmente me atrevo a mirarla, alzando la vista pero manteniendo la cabeza gacha, no veo otra cosa que sorpresa en su cara y no sé si sentirme satisfecho con eso o ligeramente ofendido. No puedo contenerme y estiro la mano para darle un golpecito en el mentón, para que pueda cerrar la boca - Sí, novia - remarco - alguien con quien tienes citas, te besas de verdad, que significa algo, y todas esas cosas - creo que no es mi intención soltar aquello con cierto veneno, pero es que no puedo evitarlo. Incluso me cruzo de brazos y alzo el mentón como si la estuviese retando a decirme que soy demasiado pequeño para tener novia, porque si piensa hacerlo tengo un par de cosas para decirle, desde que dentro de poco ya cumpliré años hasta que ella misma me besó una vez diciendo que no me veía como un niño. Pero nada de eso llega, sino que solamente admite que no se le pasó por alto mi actitud, en un tono dudoso que consigue que la mire con sospecha. Incluso inclino un poco mi cabeza hacia ella, como esperando que diga algo más, pero nada llega. No lo diré, pero algo en mi pecho se pincha y casi puedo escuchar el sonido de un globo desinflándose. Que decepción.
- Es muy bonita - añado, como si ella no me hubiese escuchado bien - también es del Capitolio, como tú, pero su padre es uno de esos patrocinadores adinerados con quienes hice negocios. Porque ya sabes... me la pasé este verano haciendo negocios - suspiro como si hubiese sido un trabajo agotador y sé muy bien que estoy siendo completamente infantil, lo que consigue que me regañe mentalmente. Pero es que... ¡vamos! - así que ahora ya sabes dónde estaba cuando no me encontraba en el centro. Fue entretenido - me encojo un poco de hombros, porque no sé cómo calificar a algo que utilicé para escaparme de mis obligaciones. Pensar ahora en Alex me llena de culpa y vuelvo a bajar la mirada, porque en lugar de ayudarle como prometí, hice un mínimo esfuerzo y me dediqué a solucionar mis problemas personales con las chicas. Probablemente ni debería estar pensando en salvar amigos a mi edad y eso es lo que generalmente me consuela, por muy tonto que parezca.
Cuando vuelvo a mirarla, ya no sé qué decir. Una parte de mí quiere seguir contándole de Zyanelle pero, como obviamente no sirve de nada, no lo hago. La otra parte quiere abusarse de mi suerte y besarla para salir corriendo, pero como sé que me cortará las pelotas si me atrevo, tampoco lo hago. Al final le doy una suave patadita a mis propias zapatillas para hacerme espacio y me siento en la arena, abrazándome las rodillas para mirar al mar, que choca con la orilla - sea como sea, el punto es que ya soy lo suficientemente mayor como para lidiar con un profesor idiota. Si puedo lidiar con los caprichos de una chica ... - le lanzo una mirada desde mi sitio e intento forzar una sonrisa, entornando un poco los ojos por el sol. Todo suena tan raro que por un momento, creo que no soy yo.
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