OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mellizos Looper, 12 años. Habitación Tres. Orfanato Municipal.
La habitación en la que duerme mi hermana es la de las niñas, la más grande y llena del lugar. Hay al menos unas 10 literas diferentes y cada una con una ocupante sobre cada cama, salvo en el caso de Emma y Laura que aún son bastante pequeñas y prefieren dormir juntas, no solo por falta de espacio sino además por decisión propia, así sienten que no tienen que dormir solas; porque incluso en una habitación llena de veinte personas, miles de huérfanos se sienten solos todas las noches. En teoría se supone que yo no puedo entrar a la habitación de mi hermana, ni ella a la mía, pero las normas a nadie, salvo a la matrona, le importan. Hay chicos que salen juntos desde hace años, planean todas las noches el lugar al que se irán, los sitios donde vivirán, los lugares que visitarán y donde se quedarán o no se quedarán. La vida de un huérfano se basa en eso, sueños que pueden o no pueden cumplirse; sueños que luego se transforman en un simple: no morirse de hambre, cuando no es el gobierno el que te mantiene porque ya te considera apto para hacerlo por ti mismo; esos, a veces, tan temidos 18 años.
Esa noche estoy frente a su cama de rodillas con mi mano enlazada a la suya y mi cabeza semi apoyada contra la cama en una especie de somnolencia extraña. No puedo dormir, ella lleva días enferma, tiene fiebre, tiene espasmos, tiene cosas que el médico no sabe ni si quiera como llamar, y que además no puede curar con el dinero que tienen destinado para los huéfanos. Las medicinas que necesita son más caras de lo que la matrona puede permitirse, y aunque no me lo han dicho, hay una parte de mi que tiene un terror desde hace días. El terror de que se muera.
Las primeras semanas cuando empezó con esa dichosa enfermedad fueron los peores. La matrona no paraba de entrar a la habitación para ponerle paños en la cabeza y con ello no paraba de pillarme a mi metido en una habitación en la que no debería estar. Siempre me golpeaba, pero no importaba, cuando estaba de vuelta en mi cuarto con un moretón horrible en un ojo o en cualquier parte de mi cuerpo, esperaba un rato antes de intentar entrar otra vez. - Acabará por matarte a golpes - Escucho a alguien decir, uno de los que tuvo que renunciar a sus noches de sueños y expectativas con la chica de la que está enamorado porque resulta imposible colarse en una habitación que esa mujer está revisando todo el rato. - Me da igual! - Respondo testarudo. No es la primera vez que me lo dicen, y tampoco fue la última.
Llegó un momento en el que tuvo que rendirse. Cada vez que intentaba golpearme por romper una norma por centésima vez, más chicas de la habitación se levantaban para defenderme, para evitar que lo hicieran. Cuando eran solo las mayores poco pudieron hacer, pero cuando empezaron a ser las pequeñas también, ya no tuvo más remedio que aceptar que un chico estuviera en una zona en la que no debería. Pese a ese voto de confianza me vigila de vez en cuando, como si yo fuera capaz de ponerme a violar a medio pabellón mientras no mira. Paso las noches aferrado a mi hermana como si con eso me asegurara de que no se puede morir. Y no es solo un deseo estúpido, es toda una creencia. Si tiene fuerzas para levantarse a comer, voy con ella de la mano, prácticamente llevando la mayor parte de su peso con mi cuerpo. Cuando tengo ganas de hacer pis me aguanto hasta que alguien se ofrece a retenerla en éste mundo mientras yo voy y vuelvo. Incluso he dejado de comer, todo por ella.
De vez en cuando le cuento historias cuando está despierta y no tenemos nada importante que hacer, historias sobre Jolene, a quien no ha llegado a conocer, y también sobre el puercoespin que una vez intentamos adiestrar. Ya se las sabe todas, o al menos la mayoría de ellas porque cada vez que llegaba del distrito ocho se las contaba. Hace casi tres semanas que apenas puede mantenerse consciente, así que hace mucho tiempo que ella y yo no hablamos. - Y dibujamos un montón de cosas en las paredes de esa cueva. Aunque a mi no me salen tan bien como a ella. Algún día te la presentaré, y será también tu mejor amiga - Llevo mucho tiempo queriendo presentársela pero Alex nunca ha tenido fuerzas para viajar a otro distrito. Siempre ha tenido días malos, y de entre esos días malos algunos todavía más malos, pero otros buenos que casi se asemejan a un buen día.
Una vez escuché a un médico decir que cuando una persona está enferma a veces tiene buenos días antes de empeorar del todo; y desde entonces llevo esperando con terror ese día. El último buen día de Alex antes de que ya, ni siquiera, pueda contarle historias sobre Jole. Algunos han llegado a preguntarme que pasaría si ella no estuviera. ¿Que haré sin mi hermana? no recuerdo ningún día que no la incluya a ella, así que probablemente me apague como las máquinas sin un sitio a donde ir hasta que me quede sin vida. He visto un montón de niños morir así, lo llaman inanición. Están demasiado deprimidos como para comer, como para leer, como para pensar en nada que no sea en lo que perdieron y en desear morirse. No quiero acabar así. Y para no acabar así, Alex tiene que sobrevivir.
Me despierto bruscamente cuando Alex lo hace, deben ser las tres de la madrugada porque no veo absolutamente nada a mi alrededor hasta que mis ojos se acostumbran a la penumbra. Después del sobresalto de mi hermana la escucho reír y murmurar algo sobre una pesadilla. Hace mucho que no tenía pesadillas. - ¿Estas bien? ¿Quieres que llame a alguien? - Utilizo mi mano libre para tocar su frente encontrándola más fría de lo que está habitualmente y por un momento, aunque no sepa absolutamente nada sobre medicina, me siento feliz. Mi hermana ya no tiene fiebre. - ¿como te sientes? ¿tienes hambre? Tengo bollos - La noche anterior Laura y Emma se privaron de los suyos para que yo tuviera algo para merendar de madrugada. Aún no me los comí.
Hay veces que no te quieres ni dar cuenta de lo que está pasando a tu alrededor porque simplemente te gusta desconectar, pero eres consciente de que has desconectado. Otras veces, en cambio, te desconectas sin ser consciente y entonces no te enteras de nada. Te llevan las fuerzas, las ganas e incluso no puedes ser capaz de saber qué te están contando. Pero estás ahí, porque hay algo o alguien que te quiere y no te quiere dejar ir, y eso sin duda es lo único que me mantiene con ganas de seguir luchando, de combatir lo que sea que tengo.
Esa persona es Anderson... mi Andy.
Llevo días, mejor semanas, en las que los ánimos los tengo por los suelos pues soy presa de una enfermedad que nadie sabe realmente de que se trata, pero que me consume por dentro y por fuera, tanto que hasta la gente se asusta cada vez que entra en la habitación de las chicas del orfanato para ver como sigo. La palidez en mi cara es casi como si me hubieran coloreado la cara con una tiza para gastar esas bromas que todos hacemos alguna vez cuando estamos en estos sitios, para así mantenernos alegres y al menos tratar de hacer más amena la estancia en este sitio. De hecho incluso Emma ya ha sido la causante de muchas de ellas, con Laura, que no se callan una y están continuamente de arriba hacia abajo. Pero desde que todo esto pasó nadie se atreve a bromear sobre esas cosas, porque todos de alguna forma u otra están tratando de hacerme sentir mejor. No se cuántos días llevo así pero lo que si es que desde entonces Anderson se ha ganado más golpes de los que se podrían contar con la mano, y aunque le agradezco que no se separe de mi, no quiero que mi hermano sufra por partida doble - Pero deberías de hacerles caso... no quiero que te hagan daño... ¿vale? - cuando estoy consciente y soy capaz de gesticular palabra alguna es lo único que me sale, mientras él se niega a irse del dormitorio de las chicas, las cuáles han creado como una especie de búnker y cada vez que la matrona se acerca para sacarlo no hay quién pueda con ellas.
Les estoy agradecida, pero eso significa que Andy duerme menos incluso que yo. Porque yo puedo estar con los ojos cerrados, pero eso no significa que duerma. A veces no soy capaz ni de abrirlos por las pocas energías que me quedan. No obstante escucho sus palabras, y todas sus historias, y de alguna forma siempre he querido conocer a esa chica de la que me habla, Jolene, porque se ve tan divertida y amable... simpática, que tarde o temprano se que la conoceré. Escucho sus historias, las cosas que hacen, y aunque interiormente me estoy riendo por fuera no puedo más que intentar sujetar esa mano que él siempre tiene entre las suyas. Me gustaría hablarle, decirle que todo va a estar bien, pero no soy capaz. Hasta una noche.
De buenas a primeras me incorporo bruscamente. Hay algo que me ha despertado, una especie de pesadilla, pero tan solo ahogo un gritito porque se que es tarde y todos duermen, excepto Anderson, que me mira completamente preocupado y yo le resto importancia con la mano - Está bien, está bien, fue solo una pesadilla - termino por reírme porque hacía mucho que no tenía nada de eso, la mayor parte de las veces son sueños fruto de todas las historias que él me cuenta. Pero aún así, él se preocupa - ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? - siento una de sus manos en mi frente, cosa que hace que me tape la visión que tengo de él y ladeo la cabeza para poder verlo, con una sonrisa alegre, esa que sin duda todos dirían que me caracteriza hasta que esto pasó - Estoy bien, estoy bien, de hecho me encuentro mejor que nunca - me sorprende, porque llevo mucho tiempo sintiéndome, literalmente, como una auténtica mierda - Pero esos bollos son tuyos, deberías comer algo Andy - le digo con ese tono de reproche, pero entonces me falla el cuerpo y escucho mi estómago dar señales de vida, de que en el fondo estoy hambrienta - Aunque... - le sonrío tímidamente porque mi organismo me ha jugado malas pasadas. Pero no por ello me quedo donde estoy.
Trato de incorporarme con la ayuda de mi hermano y estoy casi a punto de caer al suelo de tanto tiempo que llevo en la cama. Apenas me levantaba lo imprescindible para que me asearan porque yo ya no era capaz y para ir al baño, siempre con la ayuda de Anderson. Me apoyo en uno de sus hombros, hasta que no lo resisto más y me fundo en un abrazo con él. Echaba de menos la calidez de su cuerpo, de poder respirar el olor de su pelo y de sentir que después de tanto no parece tan preocupado - Ahora me vas a explicar por qué no duermes, porque si yo estoy malita eso no significa que tú lo estés - me separo de él pero me mantengo mirándolo a los ojos - Te haré prometer que dormirás, comerás y harás tu vida normal aunque yo vuelva a recaer, ¿me oíste? - le doy con un dedo inquisidor en el hombro, hasta que termino por hacerle cosquillas por los costados. Yo río con él, porque echaba de menos su sonrisa - Quiero salir... ¡vamos a la plaza! No importa la hora, yo quiero salir de aquí - sentir como mis pies pisan suelo firma, como el aire choca contra mi cabello. ¡Eso quiero ahora mismo!
Esa persona es Anderson... mi Andy.
Llevo días, mejor semanas, en las que los ánimos los tengo por los suelos pues soy presa de una enfermedad que nadie sabe realmente de que se trata, pero que me consume por dentro y por fuera, tanto que hasta la gente se asusta cada vez que entra en la habitación de las chicas del orfanato para ver como sigo. La palidez en mi cara es casi como si me hubieran coloreado la cara con una tiza para gastar esas bromas que todos hacemos alguna vez cuando estamos en estos sitios, para así mantenernos alegres y al menos tratar de hacer más amena la estancia en este sitio. De hecho incluso Emma ya ha sido la causante de muchas de ellas, con Laura, que no se callan una y están continuamente de arriba hacia abajo. Pero desde que todo esto pasó nadie se atreve a bromear sobre esas cosas, porque todos de alguna forma u otra están tratando de hacerme sentir mejor. No se cuántos días llevo así pero lo que si es que desde entonces Anderson se ha ganado más golpes de los que se podrían contar con la mano, y aunque le agradezco que no se separe de mi, no quiero que mi hermano sufra por partida doble - Pero deberías de hacerles caso... no quiero que te hagan daño... ¿vale? - cuando estoy consciente y soy capaz de gesticular palabra alguna es lo único que me sale, mientras él se niega a irse del dormitorio de las chicas, las cuáles han creado como una especie de búnker y cada vez que la matrona se acerca para sacarlo no hay quién pueda con ellas.
Les estoy agradecida, pero eso significa que Andy duerme menos incluso que yo. Porque yo puedo estar con los ojos cerrados, pero eso no significa que duerma. A veces no soy capaz ni de abrirlos por las pocas energías que me quedan. No obstante escucho sus palabras, y todas sus historias, y de alguna forma siempre he querido conocer a esa chica de la que me habla, Jolene, porque se ve tan divertida y amable... simpática, que tarde o temprano se que la conoceré. Escucho sus historias, las cosas que hacen, y aunque interiormente me estoy riendo por fuera no puedo más que intentar sujetar esa mano que él siempre tiene entre las suyas. Me gustaría hablarle, decirle que todo va a estar bien, pero no soy capaz. Hasta una noche.
De buenas a primeras me incorporo bruscamente. Hay algo que me ha despertado, una especie de pesadilla, pero tan solo ahogo un gritito porque se que es tarde y todos duermen, excepto Anderson, que me mira completamente preocupado y yo le resto importancia con la mano - Está bien, está bien, fue solo una pesadilla - termino por reírme porque hacía mucho que no tenía nada de eso, la mayor parte de las veces son sueños fruto de todas las historias que él me cuenta. Pero aún así, él se preocupa - ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? - siento una de sus manos en mi frente, cosa que hace que me tape la visión que tengo de él y ladeo la cabeza para poder verlo, con una sonrisa alegre, esa que sin duda todos dirían que me caracteriza hasta que esto pasó - Estoy bien, estoy bien, de hecho me encuentro mejor que nunca - me sorprende, porque llevo mucho tiempo sintiéndome, literalmente, como una auténtica mierda - Pero esos bollos son tuyos, deberías comer algo Andy - le digo con ese tono de reproche, pero entonces me falla el cuerpo y escucho mi estómago dar señales de vida, de que en el fondo estoy hambrienta - Aunque... - le sonrío tímidamente porque mi organismo me ha jugado malas pasadas. Pero no por ello me quedo donde estoy.
Trato de incorporarme con la ayuda de mi hermano y estoy casi a punto de caer al suelo de tanto tiempo que llevo en la cama. Apenas me levantaba lo imprescindible para que me asearan porque yo ya no era capaz y para ir al baño, siempre con la ayuda de Anderson. Me apoyo en uno de sus hombros, hasta que no lo resisto más y me fundo en un abrazo con él. Echaba de menos la calidez de su cuerpo, de poder respirar el olor de su pelo y de sentir que después de tanto no parece tan preocupado - Ahora me vas a explicar por qué no duermes, porque si yo estoy malita eso no significa que tú lo estés - me separo de él pero me mantengo mirándolo a los ojos - Te haré prometer que dormirás, comerás y harás tu vida normal aunque yo vuelva a recaer, ¿me oíste? - le doy con un dedo inquisidor en el hombro, hasta que termino por hacerle cosquillas por los costados. Yo río con él, porque echaba de menos su sonrisa - Quiero salir... ¡vamos a la plaza! No importa la hora, yo quiero salir de aquí - sentir como mis pies pisan suelo firma, como el aire choca contra mi cabello. ¡Eso quiero ahora mismo!
Intento pensar en una respuesta a esa pregunta, ¿Cuanto lleva durmiendo? ¿en sus años o en los míos? No lo sé, a mi me parece toda una eternidad. Bajo la vista hacia mi mano que está enlazada con la suya y la aprieto con fuerza atrayéndola hacia mi pecho, en el lugar donde si se concentrara un poco, podría estuchar mi corazón latiendo de forma irregular. - Un buen rato. - Gran parte de la tarde y media noche. Escucho a más de una persona removerse en su cama alrededor, pero no les presto atención, probablemente ellos tampoco lo hagan con nosotros, o solo necesiten un par de murmullos que les llenen los oídos para volver a centrarse en los sueños que tenían antes de despertar. Frunzo el seño cuando me dice que está mejor que nunca porque siempre la escucho decir que está bien, aunque sea mentira, solo para no preocupar a nadie. Y luego ser testigo de como poco a poco sus están bien empiezan a ser desvaríos de alguien que deliria por la fiebre, pero sigue haciéndolo, sigue mintiéndonos a todos. - ¿Bien de verdad o bien en plan estoy bien para que el tonto de Andy se vaya a dormir a su cama y me deje en paz? - Entorno los ojos esperando una respuesta negativa, porque después de tanto tiempo y de todo lo que hemos pasado, creo que me he ganado el derecho a saber cuando está bien de verdad y cuando de mentira.
Saco los bollos del bolsillo de mi chaqueta completamente aplastados y hechos una porquería, pero eso jamás nos ha importado a ninguno de los dos, en realidad a nadie de éste sitio le importa comer bollos hechos un desastre, porque la mayoría de veces ni siquiera tenemos para comer tres veces al día. - No importa. Hay para los dos - Por lo general yo suelo comerme tres o cuatro cosas a lo largo de la noche, siempre hay chicos que guardan parte de sus comidas para no escucharme gimoteando por la madrugada de hambre; pero ahora mismo no me importa darle al menos un poquito de los míos. Abro el paquete y parto un trozo llevándolo a su boca para que coma, haciendo luego lo mismo con otro trocito para mi. - ¿ves? están ricos. Son de nata. A laura y a Emma no les gusta la nata. - Yo ni siquiera bajé a comer, pero desde que ella no puede levantarse de la cama yo tampoco lo hago del suelo.
Meto el bollo a medio comer dentro del bolsillo de nuevo para ayudarla a levantarla teniendo cuidado de no dejarla caer, sintiendo un dolor infumable en las piernas cuando es el turno de pararme yo. Lanzo un quejido porque además una de ellas se me ha quedado dormida y me siento en el borde de la cama intentando no hacer demasiado ruido mientras recupero la circulación. Llevo demasiadas horas sin moverme, porque incluso cambiar de postura me da miedo cuando ella está a las puertas de dormir para siempre. Cierro os ojos cuando sus brazos me rodean y me aferro a ella un rato. Echo de menos los tiempos en los que era más bajito que ella, ahora puedo con su peso y además con el mío; ahora soy yo quien cuida de ella cuando desde que tengo consciencia siempre ha sido al revés. Sé que suena egoísta pero prefiero volver el tiempo atrás, a cuando los papeles estaban invertidos, porque eso significaba que ella estaba bien; al menos lo suficientemente bien como para moverse sin mi ayuda. - He dormido - Refunfuño un poco sobre su hombro con mis labios amortiguando el sonido contra su ropa. No le estoy mientiendo del todo, realmente he domido, aunque no tanto como debería. - Y también cuido de ti, mejor que esa vieja gorda sin marido - Mientras hablo de nuestra matrona casi puedo sentir todas las veces que su mano impactó contra mi mejilla desde que llegamos a éste lugar. Todas esas veces por motivos diferentes: por estar en una habitación que no era la mía, por tener ganas de hacer pis en la madrugada después del toque de queda, por comer más de lo que debía, incluso por atreverme a pedir más. Jamás he odiado a nadie más que a ella.
Desvío mi rostro hacia cualquier parte cuando su mirada intenta buscar mis ojos, porque así no podré mentirle, ni siquiera a medias, Así que me limito a bufar ante lo que me quiere obligar a prometer. - No quiero una vida normal! - Me pongo a refunfuñar realmente enfadado, como si ella tuviera la culpa de todas las desgracias que nos ocurren desde que tengo memoria. - Yo dormiré y comeré todo lo que quieras si prometes no volver a recaer - La voz se me quiebra y ahora sí soy capaz de llevar mis ojos hacia los suyos buscando el modo de obligarla a prometerme algo como eso, aunque no dependa de ella. Si ella me lo promete seguro que una fuerza superior, se llame Dios o Karma, le ayudarán a cumplir sus palabras. Se supone que el mundo es una fábrica de conceder deseos ¿no? Ese es el mío. - DEJAME - Suelto más alto de lo que debo cuando intenta hacerme cosquillas, fingiendo un enfado que no siento porque en realidad mientras se lo gritaba acabé soltando una risa. Agarro su dedo y me pongo todo lo digno que me permite la situación mientras vuelvo a bajar mi vos hasta que se convierte en un susurro. - ¿A la plaza? ¿estas loca? - La miro buscando algún indicio en sus ojos que me diga que es una broma, pero no los hay.
Suspiro y me levanto de la cama cayendo al suelo porque mi pierna todavía está dormido y no estoy preparado para solventar la falta de equilibrio, así que suelto una ligera queja y alguien se asoma de una de las literas superiores preocupada por nosotros. - Estoy bien, solo me caí - Intento que mi voz no se entrecorte porque la verdad es que me he dado fuerte y ganas de llorar no me faltan, pero me las trago. Ya soy un hombre, uno hecho y derecho que debe encargarse de la chica que lleva cuidándolo toda la vida. Ya no hay espacio para las lágrimas. Así que me paso la mano bruscamente por debajo de la nariz, suerbo los mocos y me trago las lágrimas de una forma muy brusca poniéndome en pie de nuevo esperando un rato hasta que mi pie vuelve a funcionar como debe. - Pero tienes que abrigarte, no puedes salir así, te vas a constipar - Nunca supe que era eso, pero suena realmente malo así que lo digo con una voz super dramática.
Me acerco a su armario sacando cosas y cosas que no se si son suya o no, y parando cuando veo algo con pinta total de abrigar bastante. La ayudo a ponérselo con cuidado, colando su mano por la manga y sosteniéndola como si tuviera miedo de si andarle duro fuera a romperla. Luego le abrocho toda la chaqueta botón por botón como ella hacía antes conmigo, y agarro su mano saliendo al pasillo con cuidado y pasando por el mío. Alguien murmura mi nombre, me dice que cierre la puerta que hace frío y yo hago caso, luego escarbo en mi armario. - ¿Que haces, Andy? - Hago "shhh" muy escandalosamente para que nadie haga ruido, aunque yo hago mas ruido que ninguna otra persona presente. - Estoy buscando mi chaqueta, voy a salir - La última parte de esa frase llama la atención de más gente. De pronto, todos están preguntando que rayos se me está pasando por la cabeza, incluso alguien enciende la luz y entonces la ven, parada en medio de la habitación simplemente esperando y además sonriendo. Solo de verla así, siento que puedo sonreír y morirme de felicidad yo también. - Vamos a la plaza! falta poco para que amanezca ¿no? - Todos dudan, en realidad faltan algunas cuantas horas más que "poco".
Saco los bollos del bolsillo de mi chaqueta completamente aplastados y hechos una porquería, pero eso jamás nos ha importado a ninguno de los dos, en realidad a nadie de éste sitio le importa comer bollos hechos un desastre, porque la mayoría de veces ni siquiera tenemos para comer tres veces al día. - No importa. Hay para los dos - Por lo general yo suelo comerme tres o cuatro cosas a lo largo de la noche, siempre hay chicos que guardan parte de sus comidas para no escucharme gimoteando por la madrugada de hambre; pero ahora mismo no me importa darle al menos un poquito de los míos. Abro el paquete y parto un trozo llevándolo a su boca para que coma, haciendo luego lo mismo con otro trocito para mi. - ¿ves? están ricos. Son de nata. A laura y a Emma no les gusta la nata. - Yo ni siquiera bajé a comer, pero desde que ella no puede levantarse de la cama yo tampoco lo hago del suelo.
Meto el bollo a medio comer dentro del bolsillo de nuevo para ayudarla a levantarla teniendo cuidado de no dejarla caer, sintiendo un dolor infumable en las piernas cuando es el turno de pararme yo. Lanzo un quejido porque además una de ellas se me ha quedado dormida y me siento en el borde de la cama intentando no hacer demasiado ruido mientras recupero la circulación. Llevo demasiadas horas sin moverme, porque incluso cambiar de postura me da miedo cuando ella está a las puertas de dormir para siempre. Cierro os ojos cuando sus brazos me rodean y me aferro a ella un rato. Echo de menos los tiempos en los que era más bajito que ella, ahora puedo con su peso y además con el mío; ahora soy yo quien cuida de ella cuando desde que tengo consciencia siempre ha sido al revés. Sé que suena egoísta pero prefiero volver el tiempo atrás, a cuando los papeles estaban invertidos, porque eso significaba que ella estaba bien; al menos lo suficientemente bien como para moverse sin mi ayuda. - He dormido - Refunfuño un poco sobre su hombro con mis labios amortiguando el sonido contra su ropa. No le estoy mientiendo del todo, realmente he domido, aunque no tanto como debería. - Y también cuido de ti, mejor que esa vieja gorda sin marido - Mientras hablo de nuestra matrona casi puedo sentir todas las veces que su mano impactó contra mi mejilla desde que llegamos a éste lugar. Todas esas veces por motivos diferentes: por estar en una habitación que no era la mía, por tener ganas de hacer pis en la madrugada después del toque de queda, por comer más de lo que debía, incluso por atreverme a pedir más. Jamás he odiado a nadie más que a ella.
Desvío mi rostro hacia cualquier parte cuando su mirada intenta buscar mis ojos, porque así no podré mentirle, ni siquiera a medias, Así que me limito a bufar ante lo que me quiere obligar a prometer. - No quiero una vida normal! - Me pongo a refunfuñar realmente enfadado, como si ella tuviera la culpa de todas las desgracias que nos ocurren desde que tengo memoria. - Yo dormiré y comeré todo lo que quieras si prometes no volver a recaer - La voz se me quiebra y ahora sí soy capaz de llevar mis ojos hacia los suyos buscando el modo de obligarla a prometerme algo como eso, aunque no dependa de ella. Si ella me lo promete seguro que una fuerza superior, se llame Dios o Karma, le ayudarán a cumplir sus palabras. Se supone que el mundo es una fábrica de conceder deseos ¿no? Ese es el mío. - DEJAME - Suelto más alto de lo que debo cuando intenta hacerme cosquillas, fingiendo un enfado que no siento porque en realidad mientras se lo gritaba acabé soltando una risa. Agarro su dedo y me pongo todo lo digno que me permite la situación mientras vuelvo a bajar mi vos hasta que se convierte en un susurro. - ¿A la plaza? ¿estas loca? - La miro buscando algún indicio en sus ojos que me diga que es una broma, pero no los hay.
Suspiro y me levanto de la cama cayendo al suelo porque mi pierna todavía está dormido y no estoy preparado para solventar la falta de equilibrio, así que suelto una ligera queja y alguien se asoma de una de las literas superiores preocupada por nosotros. - Estoy bien, solo me caí - Intento que mi voz no se entrecorte porque la verdad es que me he dado fuerte y ganas de llorar no me faltan, pero me las trago. Ya soy un hombre, uno hecho y derecho que debe encargarse de la chica que lleva cuidándolo toda la vida. Ya no hay espacio para las lágrimas. Así que me paso la mano bruscamente por debajo de la nariz, suerbo los mocos y me trago las lágrimas de una forma muy brusca poniéndome en pie de nuevo esperando un rato hasta que mi pie vuelve a funcionar como debe. - Pero tienes que abrigarte, no puedes salir así, te vas a constipar - Nunca supe que era eso, pero suena realmente malo así que lo digo con una voz super dramática.
Me acerco a su armario sacando cosas y cosas que no se si son suya o no, y parando cuando veo algo con pinta total de abrigar bastante. La ayudo a ponérselo con cuidado, colando su mano por la manga y sosteniéndola como si tuviera miedo de si andarle duro fuera a romperla. Luego le abrocho toda la chaqueta botón por botón como ella hacía antes conmigo, y agarro su mano saliendo al pasillo con cuidado y pasando por el mío. Alguien murmura mi nombre, me dice que cierre la puerta que hace frío y yo hago caso, luego escarbo en mi armario. - ¿Que haces, Andy? - Hago "shhh" muy escandalosamente para que nadie haga ruido, aunque yo hago mas ruido que ninguna otra persona presente. - Estoy buscando mi chaqueta, voy a salir - La última parte de esa frase llama la atención de más gente. De pronto, todos están preguntando que rayos se me está pasando por la cabeza, incluso alguien enciende la luz y entonces la ven, parada en medio de la habitación simplemente esperando y además sonriendo. Solo de verla así, siento que puedo sonreír y morirme de felicidad yo también. - Vamos a la plaza! falta poco para que amanezca ¿no? - Todos dudan, en realidad faltan algunas cuantas horas más que "poco".
Le doy varios golpes en el hombro cariñosos mientras me llevo uno de los bollos a la boca antes de que nos pongamos en marcha para tratar de al menos pasar un rato en la plaza antes de que nos echen en falta en este sitio - No seas tonto, si quisiera que durmieras te knockearía bien fuerte para que no despertaras en varios días - le digo sonriendo divertida mientras le doy un toque a su frente para hacerlo perder el equilibrio un momento mientras me termino el bollo. Sin embargo me arrepiento porque ha titubeado un poco a la hora de casi llevarme en peso por toda la habitación en busca de su abrigo, así que me paro un segundo para dejar que se recomponga no vaya a ser que en vez de ayudarle no esté más que poniéndole pegas para que podamos irnos. Además cojeaba de la pierna y no se si es que de veras se ha metido en más problemas mientras yo estaba en la cama metida o que simplemente se le ha quedado dormida como muchas otras veces cuando se queda en la misma posición durante tanto tiempo. Sin embargo ya parece estar mejor así que andamos sin ningún problemas, mientras veo como mi compañera de litera, Laila, se me queda mirando con ojos asombrados al ver que después de tanto tiempo tengo ganas de salir de la cama a pasear - Shhhh, estoy bien no digas nada - suelto una risita acompañada de una mirada de confianza hacia mi amiga, que después de dedicarme una sonrisa también se da media vuelta en la cama y sigue durmiendo.
Casi estoy a punto de ponerme triste como siempre que me habla de esa forma porque no se como es que voy a prometerle aquello ahora. ¿Y qué si recaigo de nuevo y yo le he prometido algo en falso? De seguro se convertirá en un niño marginado y sin amigos y yo no quiero eso porque mi hermano se merece lo mejor del mundo por ser tan guapo, genial y super increíble, como los superhéroes - Pero yo no puedo prometer esas cosas porque nadie lo sabe, en cambio tú si deberías prometer porque son cosas fáciles, no cuestan nada - me cruzo de brazos apartándome un poco de él para que no cargue continuamente con mi peso ahora que más o menos soy capaz de mantenerme en pie en el medio de la habitación mientras él, un poco en contra de lo que quiere hacer a estas horas va a por mi abrigo después del ataque de risa que le ha entrado porque yo soy genial a la hora de hacerle cosquillas porque me se todos sus puntos débiles - No se si estoy loca pero ahora que puedo moverme mejor aprovechar - lo escucho revolver cosas dentro del armario no sin verlo cojear otra vez porque se ha dado un golpe pero le puede el orgullo de querer cuidarme sin rechistar y yo no soy quien para hacerlo sentir mal así que no digo nada y sigo donde estoy a espera de que el puesto de hermano mayor, aunque seamos mellizos, lo cubra él ahora que ha visto oportuno porque yo no puedo ni sostenerme en pie mucho tiempo sola.
Me pongo el abrigo con cuidado, dejando que él haga y deshaga a su antojo entre los murmullos de las chicas que siguen sin ver bien que nos vayamos a estas horas porque nos podemos meter en muchos problemas, aunque eso no quita que estén contentas de ver que por fin hasta puedo hablar. Cuando ha terminado me agarra de la mano y casi tira de mi. Estoy a punto de decirle que vaya con más tranquilidad y cuidado pero me callo porque se le ve feliz después de mucho tiempo. Si yo caigo él cae porque somos lo único que nos tenemos ahora mismo en nuestras vidas. Y si él cae cuando yo caiga... ¿qué quedará de nosotros? Yo me niego a pensar que nadie podrá compartir una vida con él nunca aunque eso me hace sentir celosa a veces porque Andy es mío de mi propiedad y no quiero que se lo lleve nunca nadie, aunque tarde o temprano ocurrirá. Y tendrá hijos, y yo seré tía desde la distancia. Sacudo la cabeza lentamente para que no me mire cuando llegamos a su habitación para coger algo que lo abrigue a él también - Si yo me puedo constipar tu también así que venga - no obstante me hace entrar para asegurarse de que no me marcho ni me caigo fuera de su mirada y enciendo la luz cuando lo escucho refunfuñar, atrayendo todas las miradas de los chicos con una sonrisita nerviosa porque no estoy acostumbrada a que tanta gente esté pendiente de mi.
Salgo sin decir palabra de la habitación acompañado de Andy que todavía me agarra de la mano como si le fuera la vida en ella y cuando llegamos al gran portón que nos permite entrar y salir del orfanato, me quedo callada y nos apartamos a un rinconcito para vigilar que no haya moros en la costa - ¿La matrona no está durmiendo hasta tarde porque seguramente se la pasó bebiendo hasta que cayó casi inconsciente? - le pregunto a mi hermano con duda en mis palabras porque a lo mejor llevo años durmiendo, como las princesas de los cuentos, y yo no me he dado cuenta. Y con eso a lo mejor han cambiado las reglas en este sitio y las costumbres así que por si acaso yo pregunto - De todos modos mira, la puerta no está echada con llave - casi doy un grito de sorpresa y alegría al ver que de todo lo que teníamos que hacer, una de esas cosas que era buscar la llave para abrir el portón no hay que hacerla, por lo que seguramente se quedó dormida antes de tiempo y no le dió ni para cerrar - La vieja gorda sin marido quería que saliéramos, venga vamos - le insto yo más efusiva que nunca antes dando saltitos con él agarrado a mi mano y abro la puerta con cuidado, escuchando el ruido que hace porque las bisagras no estarán ni engrasadas ni nada - aquí como no hagamos las cosas los niños del orfanato nadie lo hace - y rechino los dientes como si con ello evitara que nadie se enterara porque tengo un poder mágico que hace que se pongan todos tapones a la vez.
No se mueve nada, ni nadie aparece, así que salgo arrastrando a Andy y el bofetón de aire frío por la madrugada hace que se me cambie hasta el color de la cara, que de un pálido por culpa de mi enfermedad, se vuelve de un ligero toque rosado porque tengo frío - Fiuuuu, ¡nos vamos a congelar! - ya fuera me da igual levantar un poco más la voz porque nadie nos escucha y mi voz no resuena en las paredes del orfanato, aunque siempre hay que tener cuidado no vaya a ser que alguien que nos conozca nos vea y nos delate a la mujer esa - Vamos vamos, ¡a la plaza corre corre! - empiezo a reír toda alterada porque por fin estoy pisando suelo que no es del orfanato después de varias semanas y me aferro al brazo de Andy porque tengo frío, a espera de que mi hermano se mueva porque no me acuerdo cuál era el camino que había que seguir - A lo mejor hasta encontramos palitos de madera y podemos hacer una fogata, ¿te gusta la idea? - le digo empezando a andar, con mi cabeza apoyada en su hombro y los ojos cerrados, mientras fantaseo que vivimos aventuras como las que él vive con esa chica llamada Jolene y que yo siempre quise tener con él.
Casi estoy a punto de ponerme triste como siempre que me habla de esa forma porque no se como es que voy a prometerle aquello ahora. ¿Y qué si recaigo de nuevo y yo le he prometido algo en falso? De seguro se convertirá en un niño marginado y sin amigos y yo no quiero eso porque mi hermano se merece lo mejor del mundo por ser tan guapo, genial y super increíble, como los superhéroes - Pero yo no puedo prometer esas cosas porque nadie lo sabe, en cambio tú si deberías prometer porque son cosas fáciles, no cuestan nada - me cruzo de brazos apartándome un poco de él para que no cargue continuamente con mi peso ahora que más o menos soy capaz de mantenerme en pie en el medio de la habitación mientras él, un poco en contra de lo que quiere hacer a estas horas va a por mi abrigo después del ataque de risa que le ha entrado porque yo soy genial a la hora de hacerle cosquillas porque me se todos sus puntos débiles - No se si estoy loca pero ahora que puedo moverme mejor aprovechar - lo escucho revolver cosas dentro del armario no sin verlo cojear otra vez porque se ha dado un golpe pero le puede el orgullo de querer cuidarme sin rechistar y yo no soy quien para hacerlo sentir mal así que no digo nada y sigo donde estoy a espera de que el puesto de hermano mayor, aunque seamos mellizos, lo cubra él ahora que ha visto oportuno porque yo no puedo ni sostenerme en pie mucho tiempo sola.
Me pongo el abrigo con cuidado, dejando que él haga y deshaga a su antojo entre los murmullos de las chicas que siguen sin ver bien que nos vayamos a estas horas porque nos podemos meter en muchos problemas, aunque eso no quita que estén contentas de ver que por fin hasta puedo hablar. Cuando ha terminado me agarra de la mano y casi tira de mi. Estoy a punto de decirle que vaya con más tranquilidad y cuidado pero me callo porque se le ve feliz después de mucho tiempo. Si yo caigo él cae porque somos lo único que nos tenemos ahora mismo en nuestras vidas. Y si él cae cuando yo caiga... ¿qué quedará de nosotros? Yo me niego a pensar que nadie podrá compartir una vida con él nunca aunque eso me hace sentir celosa a veces porque Andy es mío de mi propiedad y no quiero que se lo lleve nunca nadie, aunque tarde o temprano ocurrirá. Y tendrá hijos, y yo seré tía desde la distancia. Sacudo la cabeza lentamente para que no me mire cuando llegamos a su habitación para coger algo que lo abrigue a él también - Si yo me puedo constipar tu también así que venga - no obstante me hace entrar para asegurarse de que no me marcho ni me caigo fuera de su mirada y enciendo la luz cuando lo escucho refunfuñar, atrayendo todas las miradas de los chicos con una sonrisita nerviosa porque no estoy acostumbrada a que tanta gente esté pendiente de mi.
Salgo sin decir palabra de la habitación acompañado de Andy que todavía me agarra de la mano como si le fuera la vida en ella y cuando llegamos al gran portón que nos permite entrar y salir del orfanato, me quedo callada y nos apartamos a un rinconcito para vigilar que no haya moros en la costa - ¿La matrona no está durmiendo hasta tarde porque seguramente se la pasó bebiendo hasta que cayó casi inconsciente? - le pregunto a mi hermano con duda en mis palabras porque a lo mejor llevo años durmiendo, como las princesas de los cuentos, y yo no me he dado cuenta. Y con eso a lo mejor han cambiado las reglas en este sitio y las costumbres así que por si acaso yo pregunto - De todos modos mira, la puerta no está echada con llave - casi doy un grito de sorpresa y alegría al ver que de todo lo que teníamos que hacer, una de esas cosas que era buscar la llave para abrir el portón no hay que hacerla, por lo que seguramente se quedó dormida antes de tiempo y no le dió ni para cerrar - La vieja gorda sin marido quería que saliéramos, venga vamos - le insto yo más efusiva que nunca antes dando saltitos con él agarrado a mi mano y abro la puerta con cuidado, escuchando el ruido que hace porque las bisagras no estarán ni engrasadas ni nada - aquí como no hagamos las cosas los niños del orfanato nadie lo hace - y rechino los dientes como si con ello evitara que nadie se enterara porque tengo un poder mágico que hace que se pongan todos tapones a la vez.
No se mueve nada, ni nadie aparece, así que salgo arrastrando a Andy y el bofetón de aire frío por la madrugada hace que se me cambie hasta el color de la cara, que de un pálido por culpa de mi enfermedad, se vuelve de un ligero toque rosado porque tengo frío - Fiuuuu, ¡nos vamos a congelar! - ya fuera me da igual levantar un poco más la voz porque nadie nos escucha y mi voz no resuena en las paredes del orfanato, aunque siempre hay que tener cuidado no vaya a ser que alguien que nos conozca nos vea y nos delate a la mujer esa - Vamos vamos, ¡a la plaza corre corre! - empiezo a reír toda alterada porque por fin estoy pisando suelo que no es del orfanato después de varias semanas y me aferro al brazo de Andy porque tengo frío, a espera de que mi hermano se mueva porque no me acuerdo cuál era el camino que había que seguir - A lo mejor hasta encontramos palitos de madera y podemos hacer una fogata, ¿te gusta la idea? - le digo empezando a andar, con mi cabeza apoyada en su hombro y los ojos cerrados, mientras fantaseo que vivimos aventuras como las que él vive con esa chica llamada Jolene y que yo siempre quise tener con él.
Suelto una queja cuando con su dedo me da un golpe en la frente pero se queda en solo eso porque en el fondo no me molesta que haga esas cosas, como siempre, porque eso significa que realmente no se ha levantado de la cama porque intenta hacerme feliz, sino porque se siente bien; y eso es más importante para mi que cualquier otra cosa. Me limito a desviar la mirada hacia otro sitio cuando no me complace y simplemente promete no volver a recaer. Ya tengo edad suficiente para saber que no depende de ella, al menos no del todo, pero quería que me mintiera, me siento mejor pensando que todo ésto tiene solución. Suelto un par de improperios a murmullos hasta que oigo un "shhh" de alguien que me manda a callar, sé que no estoy haciendo ruido pero también sé que hay pequeños que no deberían oír esas cosas. Yo fui uno de esos pequeños en su momento, y también escuché a varios de los mayores callando a otros para que no usasen palabrotas.
De todas formas intenta arreglar sus palabras diciéndome que puede moverse mejor, y con eso me da toda la esperanza que necesito, al menos un rato más. No puede ni imaginar cuando feliz soy en ese instante, hace mucho tiempo que dejó de notar esas cosas porque apenas tiene tiempo para saber lo que siente ella, como para además preocuparse por lo que siento o no siento yo. Después de convencer a prácticamente todo el mundo de que no pasará nada y de que estaremos bien, por fin nos marchamos, lo cual es la verdadera odisea del asunto. Las habitaciones están en la parte superior del edifico, así que aunque tu oigas ruidos en otras no sueles ir a chivarte, especialmente porque ir a chivarse supone en sí miso romper las normas que dicen que no debes estar fuera de tu cama después de las 9 de la noche. Después de recorrer todo el pasillo hay que bajar esos escalones viejos que cuando pesas demasiado trinan por tus pasos, y por último y más peligroso de todo, debes pasar por delante de la habitación de la matrona: esa es la verdadera odisea porque ella es capaz de oír una aguja caer en una casa vecina.
Debe ser nuestro día de suerte porque mientras bajamos las escaleras por primera vez en toda la historia los escalones no truenan, y cuando caminamos prácticamente sin respirar delante de la habitación de la matrona, dentro no se escucha más que silencio. El portón está delante de nosotros, a tan pocos metros que de pronto siento impulso de echar a correr solo para que aquello que parece un sueño no se derrumbe en un segundo. Cuando salimos una alegría sobrenatural me invade y no puedo más que reír ante las palabras de Alex. Tal vez tenga razón, tal vez bebió hasta perder el sentido solo para no tener que pensar en que hacer con la chica enferma de la habitación superior. Lo que no sabe es que ya no está enferma, ya está bien, ya no tiene de qué preocuparse. Ni ella, ni yo.
Quiero echar a correr hacia la plaza pero no me parece competente y mucho menos con Alex vagando entre el estar pefectamente y estar al borde de morirse. De pronto el frío nos azota y yo me limito a templar un poco como si eso disminuyese todo el frío existente del mundo. Me aferro a la mano de Alex porque no se me ha ocurrido coger guantes, solo un chaquetón que nos hemos puesto encima de esos feos pijamas para huérfanos. - No importa. Seguro que se nos pasa ya. - Ojalá que el frío desapareciera solo con desearlo. Suelto un bufido con un leve quejido y avanzo tres pasos rápidos que son casi como una carrera pero luego paro porque no quiero forzarla así que lo único que consigo es tirar de ella y luego hacerla chocar contra mi, la miro, me río como un idiota y luego sigo mi camino a un paso más normal. O al menos lo intento porque tres segundos después ella está gritando que corramos así que es ella la que me arrastra. Me río a causa de sus risas más que por entender de qué rayos se ríe hasta que resbalo en la nieve casi llegando a la plaza. Los zapatos tampoco es como que sean los adecuados para estar en la calle.
Sacudo la cabeza para quitarme la nieve de ésta, poniéndome en pie en parte con su ayuda y en parte porque yo soy todo un hombre de 12 años que ya puede levantarse solo del suelo asintiendo a lo de la fogata. - Seguro que hay, y podemos frotar los palos. Lo vi por la tele. Si los frotas muy muy fuerte te sale agua - Asiento como si supiera todas las cosas que hay que saber sobre el mundo, hasta que me doy cuenta de la estupidez que ha salido de mis labios a causa no solo del frío sino también de la emoción. - fuego. He dicho fuego! - Corrijo medio riendo medio fingiendo enfadarme solo para que no se meta conmigo por equivocarme mientras me voy agachando de vez en cuando para buscar palitos. Al final coleccionamos unos cuantos así que nos sentamos alrededor de ellos para intentar encender una fogata.
Me pongo a frotar dos palos hasta que mis manos están demasiado frías para seguir al aire y me las guardo debajo de los brazos. - No funciona! - Estoy tan frustrado que mi voz es realmente infantil. Alzo mi vista hacia las diversas lamparas de gas que hay alrededor de la plaza y que adornan el lugar, o al menos eso es lo que nos dicen, y me levanto para agarrar una. Resulta difícil trepar por el palo, pero recuerdo haber tenido que aprender a hacer lo mismo en una cuerda para aprobar gimnasia en cuarto, así que me armo de todo el valor que tengo y llego hasta todo lo alto. Bajar es más fácil, solo me tengo que dejar caer y luego frenar antes de estar en el suelo.
Vuelvo donde está ella y con cuidado utilizo la llama del interior de la lámpara para encender nuestra fogata que durará un rato, porque tampoco hemos coleccionado tantos palos. - Ya está! ¿sabes que? Jole dice que en las fogatas se cuentan historias de miedo - Recuerdo haber pasado una tarde temblando en una esquina cuando se le ocurrió la idea de decirme que en el bosque vive un espíritu que come niños. - No sé porqué tienen que ser de miedo - Me enfurruño haciendo un dibujo en el suelo antes con los dedos antes de que el propio hielo me haga dejar de hacerlo, poniendo mis manos encimita del fuego y mirando a Alex a través de las leves llamas que hace éste. - ¿Y si contamos otras historias? Seguro que no pasa nada
De todas formas intenta arreglar sus palabras diciéndome que puede moverse mejor, y con eso me da toda la esperanza que necesito, al menos un rato más. No puede ni imaginar cuando feliz soy en ese instante, hace mucho tiempo que dejó de notar esas cosas porque apenas tiene tiempo para saber lo que siente ella, como para además preocuparse por lo que siento o no siento yo. Después de convencer a prácticamente todo el mundo de que no pasará nada y de que estaremos bien, por fin nos marchamos, lo cual es la verdadera odisea del asunto. Las habitaciones están en la parte superior del edifico, así que aunque tu oigas ruidos en otras no sueles ir a chivarte, especialmente porque ir a chivarse supone en sí miso romper las normas que dicen que no debes estar fuera de tu cama después de las 9 de la noche. Después de recorrer todo el pasillo hay que bajar esos escalones viejos que cuando pesas demasiado trinan por tus pasos, y por último y más peligroso de todo, debes pasar por delante de la habitación de la matrona: esa es la verdadera odisea porque ella es capaz de oír una aguja caer en una casa vecina.
Debe ser nuestro día de suerte porque mientras bajamos las escaleras por primera vez en toda la historia los escalones no truenan, y cuando caminamos prácticamente sin respirar delante de la habitación de la matrona, dentro no se escucha más que silencio. El portón está delante de nosotros, a tan pocos metros que de pronto siento impulso de echar a correr solo para que aquello que parece un sueño no se derrumbe en un segundo. Cuando salimos una alegría sobrenatural me invade y no puedo más que reír ante las palabras de Alex. Tal vez tenga razón, tal vez bebió hasta perder el sentido solo para no tener que pensar en que hacer con la chica enferma de la habitación superior. Lo que no sabe es que ya no está enferma, ya está bien, ya no tiene de qué preocuparse. Ni ella, ni yo.
Quiero echar a correr hacia la plaza pero no me parece competente y mucho menos con Alex vagando entre el estar pefectamente y estar al borde de morirse. De pronto el frío nos azota y yo me limito a templar un poco como si eso disminuyese todo el frío existente del mundo. Me aferro a la mano de Alex porque no se me ha ocurrido coger guantes, solo un chaquetón que nos hemos puesto encima de esos feos pijamas para huérfanos. - No importa. Seguro que se nos pasa ya. - Ojalá que el frío desapareciera solo con desearlo. Suelto un bufido con un leve quejido y avanzo tres pasos rápidos que son casi como una carrera pero luego paro porque no quiero forzarla así que lo único que consigo es tirar de ella y luego hacerla chocar contra mi, la miro, me río como un idiota y luego sigo mi camino a un paso más normal. O al menos lo intento porque tres segundos después ella está gritando que corramos así que es ella la que me arrastra. Me río a causa de sus risas más que por entender de qué rayos se ríe hasta que resbalo en la nieve casi llegando a la plaza. Los zapatos tampoco es como que sean los adecuados para estar en la calle.
Sacudo la cabeza para quitarme la nieve de ésta, poniéndome en pie en parte con su ayuda y en parte porque yo soy todo un hombre de 12 años que ya puede levantarse solo del suelo asintiendo a lo de la fogata. - Seguro que hay, y podemos frotar los palos. Lo vi por la tele. Si los frotas muy muy fuerte te sale agua - Asiento como si supiera todas las cosas que hay que saber sobre el mundo, hasta que me doy cuenta de la estupidez que ha salido de mis labios a causa no solo del frío sino también de la emoción. - fuego. He dicho fuego! - Corrijo medio riendo medio fingiendo enfadarme solo para que no se meta conmigo por equivocarme mientras me voy agachando de vez en cuando para buscar palitos. Al final coleccionamos unos cuantos así que nos sentamos alrededor de ellos para intentar encender una fogata.
Me pongo a frotar dos palos hasta que mis manos están demasiado frías para seguir al aire y me las guardo debajo de los brazos. - No funciona! - Estoy tan frustrado que mi voz es realmente infantil. Alzo mi vista hacia las diversas lamparas de gas que hay alrededor de la plaza y que adornan el lugar, o al menos eso es lo que nos dicen, y me levanto para agarrar una. Resulta difícil trepar por el palo, pero recuerdo haber tenido que aprender a hacer lo mismo en una cuerda para aprobar gimnasia en cuarto, así que me armo de todo el valor que tengo y llego hasta todo lo alto. Bajar es más fácil, solo me tengo que dejar caer y luego frenar antes de estar en el suelo.
Vuelvo donde está ella y con cuidado utilizo la llama del interior de la lámpara para encender nuestra fogata que durará un rato, porque tampoco hemos coleccionado tantos palos. - Ya está! ¿sabes que? Jole dice que en las fogatas se cuentan historias de miedo - Recuerdo haber pasado una tarde temblando en una esquina cuando se le ocurrió la idea de decirme que en el bosque vive un espíritu que come niños. - No sé porqué tienen que ser de miedo - Me enfurruño haciendo un dibujo en el suelo antes con los dedos antes de que el propio hielo me haga dejar de hacerlo, poniendo mis manos encimita del fuego y mirando a Alex a través de las leves llamas que hace éste. - ¿Y si contamos otras historias? Seguro que no pasa nada
A veces mi hermano es tan torpe que hasta me hace morir de la risa porque ni se da cuenta de lo que hace. Quiere tener todo tan controlado ahora que sabe que estoy más débil de lo acostumbrado que está tropezando una y otra vez con todo lo que encuentra e incluso me hace chocar contra si mismo en uno de esos intentos de salir corriendo cuando yo he gritado que corramos para llegar pronto a la plaza, cosa que me deja unos segundos para poder mirarle a los ojos con curiosidad porque no se qué está pensando - Podemos correr pero solo se eres capaz de seguir mi ritmo, ¡te haré tragar polvo ya verás! - le digo ignorando las premisas de que he estado mala y saltando a correr nuevamente, ignorando el frío del aire y lo calentita que se estaba pegada a él agarrada de su brazo. Sin embargo no tardo en entrar en calor e incluso me canso más rápido de lo normal, por lo que me paro cerca de una farola que apenas alumbra la calle porque está casi completamente apagada y apoyo mis manos en las rodillas para tomar aire, mientras toso un poco y le quito importancia al asunto cuando se que Anderson va a preguntarme mil millones de veces si de veras estoy bien y no quiere que volvamos al orfanato - Ya te digo que estoy bien no me pasa nada, sólo me cansé, ¡tú también te cansas! - le reprocho aún cuando él no me ha dicho nada más y entonces termine por volver a reírme, agarrándome de su brazo otra vez para tomar aire y sentir el calor nuevamente.
Papá y mamá nos dijeron que siempre debíamos cuidar el uno del otro. Y desde que ellos se fueron siempre lo hemos hecho así que no es raro ver que andamos tan pegados el uno al otro, de hecho ni tan siquiera nos separamos más de la cuenta a no ser que sea necesario - ¿Agu...? - reprimo una risita por lo bajo tapándome la boca con la mano que tengo libre y le doy un golpe en el hombro porque está incluso nervioso - Ya cálmate o dirás cada vez más tonterías, todos saben que no sale agua cuando frotas los palos, sino que sale refresco de naranja - asiento toda orgullosa y bromista para que no se sienta tan estúpido por lo que acaba de decir, a fin de cuentas yo me río con todo lo que dice y me encanta que podamos pasar el tiempo juntos tras tanto tiempo. Vamos cogiendo palitos por todo el camino y cuando ya estamos llenos casi de ramitas y de incluso hojas que se me pegan al pelo porque no me doy cuenta y nos sentamos para empezar a sacar refresco de naranja del suelo frotando palitos... digo para hacer fuego - Ten cuidado no salten chispas y te vayas a quemar - le recuerdo como si supiera de lo que estoy hablando pero cuando llevamos varios minutos él se cansa y lo deja de intentar porque no sale nada. Yo frunzo la nariz un poco y me aparto de su lado para intentarlo, pero es inútil - Creo que te han engañado - me vuelvo para mirarlo y entonces lo veo subido a una de las farolas y casi estoy por dar un grito.
Me quedo callada no obstante aunque cuando baja le doy varios golpes en los brazos porque eso fue de completo loco por su parte - ¡Imagina que te hubieras caído! ¡No vuelvas a hacerlo Anderson Looper! - le reprimo varias veces hasta que consigue encender los palitos que es cuando se me pasa el cabreo y me vuelvo a sentar, alzando la vista. Miro al cielo y lo veo todo estrellado aunque apenas consigo distinguir alguna constelación pues la iluminación, aunque sea poca, quita parte de toda la visión. Recuerdo las ganas que tenía de tener un telescopio para poder mirar al cielo y perderme en el mismo. Pero también recuerdo como mis ganas se vieron truncadas cuando papá y mamá se murieron. También me acuerdo como la matrona me negaba una y otra vez tener esas cosas en el orfanato porque no teníamos dinero ni siquiera espacio para uno así que sólo lloraba y lloraba hasta que Andy me prometió uno cuando nos fuéramos de ese sitio. Todavía espero a que la promesa se cumpla algún día porque si no le daré un zape por mentirme - ¿Y por qué de miedo? Te harás pis - me encojo de hombros. Yo soy toda valiente y no me importa que me cuenten historias de miedo... bueno al menos no de las que dan mucho mucho miedo... creo - ¿Tienen que ser de miedo miedo? Yo no se ninguna - excepto si contamos la historia de papi y mami como de miedo pero eso no lo digo en voz alta.
Me quedo un rato pensando y dándole vueltas a la cabeza para ver en realidad que podríamos contar que no nos hiciera pasar la peor de las noches, así que cambio el tema como si nunca hubiéramos hablado de historias de miedo - ¿No te gustan más las historias de caballeros y princesas? Así como si alguien viniera a salvarte una vez en una torre muy alta o algo parecido y vives aventuras por el camino... - se me ocurre una idea y me levanto, subiéndome a las baldosas de la fuente que separan la calle del agua que hay en ella - ¡Yo seré la princesa! ¡Y tú el caballero que viene a rescatarme del dragón terrible y feo! - señalo el fuego como si fuera una criatura espantosa y temible que nos quiere engullir y tragar a los dos y luego lo señalo a él para que se levante mientras yo doy vueltas por la fuente haciendo equilibrio - No vale matarlo con agua ni soplando has de matarlo con una espada - levanto el dedo índice en señal de advertencia porque si no qué gracia tendría jugar a princesas y caballeros y todas esas cosas. Comienzo a reír y pongo una pose super dramática y genial de princesa en apuros que grita y pide auxilio a su caballero super fuerte y bueno - ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Sálvenme! - entre medias casi se puede escuchar como me río porque hacía tanto que no me lo pasaba tan bien.
Ojalá todos los días del resto de mi vida fueran así.
Papá y mamá nos dijeron que siempre debíamos cuidar el uno del otro. Y desde que ellos se fueron siempre lo hemos hecho así que no es raro ver que andamos tan pegados el uno al otro, de hecho ni tan siquiera nos separamos más de la cuenta a no ser que sea necesario - ¿Agu...? - reprimo una risita por lo bajo tapándome la boca con la mano que tengo libre y le doy un golpe en el hombro porque está incluso nervioso - Ya cálmate o dirás cada vez más tonterías, todos saben que no sale agua cuando frotas los palos, sino que sale refresco de naranja - asiento toda orgullosa y bromista para que no se sienta tan estúpido por lo que acaba de decir, a fin de cuentas yo me río con todo lo que dice y me encanta que podamos pasar el tiempo juntos tras tanto tiempo. Vamos cogiendo palitos por todo el camino y cuando ya estamos llenos casi de ramitas y de incluso hojas que se me pegan al pelo porque no me doy cuenta y nos sentamos para empezar a sacar refresco de naranja del suelo frotando palitos... digo para hacer fuego - Ten cuidado no salten chispas y te vayas a quemar - le recuerdo como si supiera de lo que estoy hablando pero cuando llevamos varios minutos él se cansa y lo deja de intentar porque no sale nada. Yo frunzo la nariz un poco y me aparto de su lado para intentarlo, pero es inútil - Creo que te han engañado - me vuelvo para mirarlo y entonces lo veo subido a una de las farolas y casi estoy por dar un grito.
Me quedo callada no obstante aunque cuando baja le doy varios golpes en los brazos porque eso fue de completo loco por su parte - ¡Imagina que te hubieras caído! ¡No vuelvas a hacerlo Anderson Looper! - le reprimo varias veces hasta que consigue encender los palitos que es cuando se me pasa el cabreo y me vuelvo a sentar, alzando la vista. Miro al cielo y lo veo todo estrellado aunque apenas consigo distinguir alguna constelación pues la iluminación, aunque sea poca, quita parte de toda la visión. Recuerdo las ganas que tenía de tener un telescopio para poder mirar al cielo y perderme en el mismo. Pero también recuerdo como mis ganas se vieron truncadas cuando papá y mamá se murieron. También me acuerdo como la matrona me negaba una y otra vez tener esas cosas en el orfanato porque no teníamos dinero ni siquiera espacio para uno así que sólo lloraba y lloraba hasta que Andy me prometió uno cuando nos fuéramos de ese sitio. Todavía espero a que la promesa se cumpla algún día porque si no le daré un zape por mentirme - ¿Y por qué de miedo? Te harás pis - me encojo de hombros. Yo soy toda valiente y no me importa que me cuenten historias de miedo... bueno al menos no de las que dan mucho mucho miedo... creo - ¿Tienen que ser de miedo miedo? Yo no se ninguna - excepto si contamos la historia de papi y mami como de miedo pero eso no lo digo en voz alta.
Me quedo un rato pensando y dándole vueltas a la cabeza para ver en realidad que podríamos contar que no nos hiciera pasar la peor de las noches, así que cambio el tema como si nunca hubiéramos hablado de historias de miedo - ¿No te gustan más las historias de caballeros y princesas? Así como si alguien viniera a salvarte una vez en una torre muy alta o algo parecido y vives aventuras por el camino... - se me ocurre una idea y me levanto, subiéndome a las baldosas de la fuente que separan la calle del agua que hay en ella - ¡Yo seré la princesa! ¡Y tú el caballero que viene a rescatarme del dragón terrible y feo! - señalo el fuego como si fuera una criatura espantosa y temible que nos quiere engullir y tragar a los dos y luego lo señalo a él para que se levante mientras yo doy vueltas por la fuente haciendo equilibrio - No vale matarlo con agua ni soplando has de matarlo con una espada - levanto el dedo índice en señal de advertencia porque si no qué gracia tendría jugar a princesas y caballeros y todas esas cosas. Comienzo a reír y pongo una pose super dramática y genial de princesa en apuros que grita y pide auxilio a su caballero super fuerte y bueno - ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Sálvenme! - entre medias casi se puede escuchar como me río porque hacía tanto que no me lo pasaba tan bien.
Ojalá todos los días del resto de mi vida fueran así.
Mi paranoia sobre como está va disminuyendo poco a poco, conforme pasan los minutos. Puede que tenga razón, yo también me canso cuando corro así que no será nada. Me alegra que se aferre a mi brazo porque me hace sentir seguro, todas las personas del mundo que nos conocen, creen que soy yo quien cuida de ella pero eso no es verdad, es ella la que cuida de mi, la que me sostiene desde que ambos nos quedamos cojos cuando nuestros padres murieron. Solos en el mundo, sin nadie a quien aferrarnos, nos aferramos el uno al otro. Ella siempre fue más independiente incluso con eso, pero la idea de que algún día tenga que recorrer el mundo sin mi hermana me aterra tanto que a veces me provocan ataques de pánico que todo el mundo adjudica a la tristeza que me da que esté enferma. No es solo eso, son miles de cosas más pero ellos jamás lo entenderán y yo nunca seré capaz de explicarlas.
Me río cuando se mete conmigo por equivocarme y le doy un empujón pequeñito en parte porque es pequeñita, en parte porque está enferma, en parte porque es una chica; y tras el episodio de golpes por subirme a la farola decido que se acabaron las cosas temerarias por la noche o me dejará sin brazo. Aún tengo adoloridos los brazos de todos los golpes que me dio para encender la fogata, pero al final no importa porque ambos estamos calientes. Muevo las piernas rápida y frenéticamente mientras estamos delante del fuego sintiendo que se me sube la sangre a las mejillas toda de golpe. - Yo no me hago pis! - Mi voz se eleva en la zona que por lo vacía acaba haciendo eco, me encojo todo lo que puedo esperando que venga alguien pero nadie lo hace, así que aunque gritemos a nadie en realidad le importa que no estemos en la cama. Esas son cosas que descubres cuando rompes las normas, de lo contrario te pasas el día pensando que realmente te harán algo por romper una norma que no tiene sentido, que te quita la libertad.
Refunfuño un rato indignado porque me ha llamado llorica y meón al mismo tiempo. Pienso ahora en una historia de terror que yo me sepa pero la buena en eso es Jole, y la última vez que recuerdo que hicimos esto me pasé la mitad de la historia gritandole que se callara mientras me tapaba los oídos. - Hay una horrible que me sé porque Jole me la contó, pero es tan horrible que mejor no te la cuento. - No me la sé entera, para que nos engañamos, y además así parezco tan valiente que no me lo creo ni yo. El cambio de tema me gusta porque así no tengo que seguir chuleando, cosa que al final acabará por hacer que se me vea el plumero y me encojo de hombros ante la pregunta. - No es que no me gusten. Es que nadie puede ser una princesa de los cuentos y un caballero de los cuentos. Las princesas son muy elegantes y estiradas y ricas, y los caballeros también y viajan en caballos. - Hago dibujos en la nieve bajando mucho la voz hasta que se convierte en un refunfuño. - No me gustan los caballos así que no puedo ser un caballero. - Por eso las historias de mi amiga me gustan, porque tienen caballeros realistas y princesas realistas.
De todas maneras ella no parece escucharme mucho porque tiene una idea y cuando brinca para irse hacia la fuente yo también me pongo en pie. Su idea me hace gracia, es casi lo mismo que hacemos con Jole, y además no ha mencionado que yo tenga que ir montado en un caballo. En cuanto menciona la espada voy a por uno de los palos que no hemos quemado y que es relativamente más grande que el resto para apuntarle con él al fuego. - No hay caballero en éste reino más valiente que Sir Looper. Yo salvaré a la princesa de esa terrible criatura que la tiene presa - Según Jolene las princesas son estúpidas porque se quedan como tontas esperando a que las salven. ¿Es que ellas no tienen iniciativa propia y pueden salvarse solas? Casi puedo escucharla quejarse lo cual me hace soltar algunas cuantas carcajadas fuera de lugar.
Lanzo un golpe con el palo que le enciende en la puntita y me veo obligado a apagarlo contra la nieve, que por suerte hay de sobra. Al final me doy cuenta de que a golpes no voy a ser capaz de matarlo así que empiezo a meter la espada por debajo y a hacer un movimiento muy exagerado hacia arriba. Lo cual hace que parezca más heróico de lo que es y al final lance los palos por todas partes que por separado, se apagan en la nieve. Cuando está todo apagado pongo mi pose de héroe genial patentada por mi, que consiste en sacar mucho pecho y poner mi mano en las caderas. - Y sin despeinarme. - Muevo la cabeza como si me reacomodara el cabello como lo hacen todos los caballeros pijos y voy hacia la fuente tomando el camino más largo, es decir por una especie de inventado recorrido que contiene sitios donde no puedo pisar baldosas porque son aire, y puentes largos a los cuales les falta más de un trozo. Además tengo que abrir como un millón de puertas antes de llegar a mi hermana otra vez. Un recorrido arduo y difícil que solo estaba en la cabeza de ambos y que un adulto habría recorrido en un paso y medio.
Cuando llego a ella me agacho y pongo una rodilla en el suelo sosteniendo la espada entre mis manos en todo lo alto. - Princesa... - Abro los ojos mientras pienso en algo, nunca llegó a ponerse nombre. - Princesa de la fuente! - Me siento muy orgulloso de ese nombre. - Vos sois libre otra vez. Ahora es mi deber ofrecerle mi vida y llevarla a casa sana y salva - En el momento en el que termino mis palabras escucho un golpe contra la nieve. Cuando abro mis ojos Alex está en el suelo. Ingenuamente espero, desde lo más profundo de mi ser, que ésto sea parte del juego.
Me río cuando se mete conmigo por equivocarme y le doy un empujón pequeñito en parte porque es pequeñita, en parte porque está enferma, en parte porque es una chica; y tras el episodio de golpes por subirme a la farola decido que se acabaron las cosas temerarias por la noche o me dejará sin brazo. Aún tengo adoloridos los brazos de todos los golpes que me dio para encender la fogata, pero al final no importa porque ambos estamos calientes. Muevo las piernas rápida y frenéticamente mientras estamos delante del fuego sintiendo que se me sube la sangre a las mejillas toda de golpe. - Yo no me hago pis! - Mi voz se eleva en la zona que por lo vacía acaba haciendo eco, me encojo todo lo que puedo esperando que venga alguien pero nadie lo hace, así que aunque gritemos a nadie en realidad le importa que no estemos en la cama. Esas son cosas que descubres cuando rompes las normas, de lo contrario te pasas el día pensando que realmente te harán algo por romper una norma que no tiene sentido, que te quita la libertad.
Refunfuño un rato indignado porque me ha llamado llorica y meón al mismo tiempo. Pienso ahora en una historia de terror que yo me sepa pero la buena en eso es Jole, y la última vez que recuerdo que hicimos esto me pasé la mitad de la historia gritandole que se callara mientras me tapaba los oídos. - Hay una horrible que me sé porque Jole me la contó, pero es tan horrible que mejor no te la cuento. - No me la sé entera, para que nos engañamos, y además así parezco tan valiente que no me lo creo ni yo. El cambio de tema me gusta porque así no tengo que seguir chuleando, cosa que al final acabará por hacer que se me vea el plumero y me encojo de hombros ante la pregunta. - No es que no me gusten. Es que nadie puede ser una princesa de los cuentos y un caballero de los cuentos. Las princesas son muy elegantes y estiradas y ricas, y los caballeros también y viajan en caballos. - Hago dibujos en la nieve bajando mucho la voz hasta que se convierte en un refunfuño. - No me gustan los caballos así que no puedo ser un caballero. - Por eso las historias de mi amiga me gustan, porque tienen caballeros realistas y princesas realistas.
De todas maneras ella no parece escucharme mucho porque tiene una idea y cuando brinca para irse hacia la fuente yo también me pongo en pie. Su idea me hace gracia, es casi lo mismo que hacemos con Jole, y además no ha mencionado que yo tenga que ir montado en un caballo. En cuanto menciona la espada voy a por uno de los palos que no hemos quemado y que es relativamente más grande que el resto para apuntarle con él al fuego. - No hay caballero en éste reino más valiente que Sir Looper. Yo salvaré a la princesa de esa terrible criatura que la tiene presa - Según Jolene las princesas son estúpidas porque se quedan como tontas esperando a que las salven. ¿Es que ellas no tienen iniciativa propia y pueden salvarse solas? Casi puedo escucharla quejarse lo cual me hace soltar algunas cuantas carcajadas fuera de lugar.
Lanzo un golpe con el palo que le enciende en la puntita y me veo obligado a apagarlo contra la nieve, que por suerte hay de sobra. Al final me doy cuenta de que a golpes no voy a ser capaz de matarlo así que empiezo a meter la espada por debajo y a hacer un movimiento muy exagerado hacia arriba. Lo cual hace que parezca más heróico de lo que es y al final lance los palos por todas partes que por separado, se apagan en la nieve. Cuando está todo apagado pongo mi pose de héroe genial patentada por mi, que consiste en sacar mucho pecho y poner mi mano en las caderas. - Y sin despeinarme. - Muevo la cabeza como si me reacomodara el cabello como lo hacen todos los caballeros pijos y voy hacia la fuente tomando el camino más largo, es decir por una especie de inventado recorrido que contiene sitios donde no puedo pisar baldosas porque son aire, y puentes largos a los cuales les falta más de un trozo. Además tengo que abrir como un millón de puertas antes de llegar a mi hermana otra vez. Un recorrido arduo y difícil que solo estaba en la cabeza de ambos y que un adulto habría recorrido en un paso y medio.
Cuando llego a ella me agacho y pongo una rodilla en el suelo sosteniendo la espada entre mis manos en todo lo alto. - Princesa... - Abro los ojos mientras pienso en algo, nunca llegó a ponerse nombre. - Princesa de la fuente! - Me siento muy orgulloso de ese nombre. - Vos sois libre otra vez. Ahora es mi deber ofrecerle mi vida y llevarla a casa sana y salva - En el momento en el que termino mis palabras escucho un golpe contra la nieve. Cuando abro mis ojos Alex está en el suelo. Ingenuamente espero, desde lo más profundo de mi ser, que ésto sea parte del juego.
En verdad apenas le presté atención a todo lo que empezó a decir sobre las historias de miedo porque estoy demasiado ocupada haciendo de princesa y tratando de llamar su atención, así como de no dar un traspiés y caer en la fuente por estar andando por el borde de la misma. Seguramente no me hará nada bien y me pondré otra vez enferma, y yo no quiero ponerme enferma otra vez... es aburrido. Aburrido porque ni siquiera a Andy le dejan pasar tiempo conmigo, así que mejor dejarlo estar y esperar a que él se decida a hacer algo con toda la historia que hemos montado de repente - Seguro que a Jole le encantaría estar aquí para ser tu compañera de aventuras, ¿a que si? Y podríais salvarme los dos, ¡pero yo sigo siendo la princesa eh! - grito en un ataque de celos y me llevo las manos a la boca tapándola entre risas porque aún sigue siendo demasiado temprano como para estar en las calles, y si la gente se entera no tardarán en llamar a la vieja tonta del orfanato para que nos mande de vuelta a nuestras habitaciones. De todos modos, aunque tenía frío, apenas lo noto ya. El fuego sigue haciendo su efecto y poco a poco Andy parece tomar la iniciativa después de terminar su monólogo sobre la historia tan horripilante que Jole le contó una vez. Le hago morros cuando se niega a ser un caballero porque no le gustan los caballos y hago un mohín cruzándome de brazos hasta que es consciente de que me va a hacer enfadar por no querer jugar a caballeros y princesas y es cuando empieza el juego.
En primer momento me limito a dar más vueltas por todo el borde de la fuente mientras no paro de suspirar y decir palabras que para mi carecen de sentido pero que les he visto decir a las chicas de las películas de princesas y alguna que otra vez en los teatros que organizaba el orfanato para recaudar dinero cuando nos hacía falta. Siempre he querido ser una de ellas, siempre he querido poder estar en una torre alta y, aunque suene raro porque no es lo normal, a mi no me hubiera importado vivir en una de ellas. A fin de cuentas las torres son altas y cuanto más alto estás, más cerca tienes el cielo. Y a mi me encanta el cielo. Lo escucho decir algo y empiezo a reír pero termino por callarme porque de veras que se está metiendo en el papel - ¡Oh, dónde estará mi caballero! ¡Que alguien me salve de este lugar! - casi estoy por gritar que tenga cuidado no se vaya a quemar con el palo ni con el fuego pero entonces él hace algo que termina por asombrarme y empiezo a aplaudir como si hubiera presenciado la mejor escena heroica del mundo mundial.
Empieza a recorrer un camino que se ha inventado y que yo soy capaz de ver a la par que él lo va recorriendo y me siento en el borde por un momento para tomar aire porque a veces me cuesta mantenerme en pie durante mucho rato, sigo estando débil. Pero aún así cuando ya ha sorteado la mitad de los obstáculos, cuando ya es consciente de que me tiene cerca y cuando me bautiza con el nombre más original del mundo porque Andy es así, yo empiezo a sonreír y me desplomo en el suelo.
Si, me desplomo en el suelo. Me fallan las piernas de buenas a primeras y ya no soy consciente de lo que pasa a mi alrededor. Tirito de frío y siento que la cabeza está a punto de estallar. Se que estoy gritando pero no llego a escuchar mi voz porque la siento distante y alejada. Veo la cara de Andy como si fuera un completo fantasma. Si él está pálido no quiero ni pensar lo pálida que estoy yo. Trato de gesticular alguna palabra pero no llega a salir nada porque sigo gritando. Andy me zarandea apenas un poco y yo estoy tentada a decirle que pare pero no soy capaz. Me duele el pecho, es como si hubiera clavado una especie de estaca de hielo en él y estuvieran apretando con fuerza. Siento el cerebro a punto de explotar, parezca que estuvieran clavando diferentes tornillos alrededor de mi cabeza. No se que pasa, ¿me estoy muriendo? ¿Así es como se muere la gente? - ¡ANDY DUELE! ¡ANDY HAZ ALGO, HAZ ALGO, DUELE! ¡ANDY ME DUELE HAZ ALGO! - de buenas a primeras soy consciente de mis propios gritos y poco a poco varias personas se agolpan a mi alrededor. He despertado a medio vecindario por no decir que todo el distrito está en planta pues mis gritos se escuchan en todas partes. Chillo de dolor y de angustia porque no quiero irme, quiero seguir siendo la princesa de este cuento y quiero seguir disfrutando de los juegos diarios con mi hermano, de poder levantarme todos los días y aunque no pueda moverme de la cama saber que él estará a mi lado aferrándose a mi mano sin dejarme sola en ningún momento. Quiero poder decir que todo va a estar bien diariamente, pero de tantas cosas que quiero decir no puedo decir nada porque se me va la voz.
Convulsiono en el suelo y mi respiración se agita más de lo normal. Busco con mi mirada a mi hermano y alzo mi mano para apartar las lágrimas que recorren su mejilla - An... Andy... haz... haz al... haz algo - apenas es un susurro. Me aferro con fuerza a su mejilla hasta que lentamente mi mano ya no da más de si y cae contra el suelo - Andy te quiero... - es lo último que se que he dicho antes de caer profundamente dormida en un sueño que es de todo menos reparador. Así es como la gente se muere, ¿verdad? No es bonito, quien dijera que todos morimos alguna vez y que no debemos preocuparnos se equivocaba, porque yo me preocupo. Porque si antes estábamos solos, ahora estará sólo él. Y si está sólo él, ¿qué queda? No queda nada. Creo ser capaz de ver estrellitas que tintinean a mi alrededor y sonrío, sonrío porque lo último que querría que mi hermano viera antes de perderme para siempre es mi sonrisa, es esa sonrisa que le hace saber que todo va a estar bien. Porque de nuevo estoy despierta, pero no veo nada, y arañar la superficie es algo que todos hacen. Más cuando se ven encerrados.
En primer momento me limito a dar más vueltas por todo el borde de la fuente mientras no paro de suspirar y decir palabras que para mi carecen de sentido pero que les he visto decir a las chicas de las películas de princesas y alguna que otra vez en los teatros que organizaba el orfanato para recaudar dinero cuando nos hacía falta. Siempre he querido ser una de ellas, siempre he querido poder estar en una torre alta y, aunque suene raro porque no es lo normal, a mi no me hubiera importado vivir en una de ellas. A fin de cuentas las torres son altas y cuanto más alto estás, más cerca tienes el cielo. Y a mi me encanta el cielo. Lo escucho decir algo y empiezo a reír pero termino por callarme porque de veras que se está metiendo en el papel - ¡Oh, dónde estará mi caballero! ¡Que alguien me salve de este lugar! - casi estoy por gritar que tenga cuidado no se vaya a quemar con el palo ni con el fuego pero entonces él hace algo que termina por asombrarme y empiezo a aplaudir como si hubiera presenciado la mejor escena heroica del mundo mundial.
Empieza a recorrer un camino que se ha inventado y que yo soy capaz de ver a la par que él lo va recorriendo y me siento en el borde por un momento para tomar aire porque a veces me cuesta mantenerme en pie durante mucho rato, sigo estando débil. Pero aún así cuando ya ha sorteado la mitad de los obstáculos, cuando ya es consciente de que me tiene cerca y cuando me bautiza con el nombre más original del mundo porque Andy es así, yo empiezo a sonreír y me desplomo en el suelo.
Si, me desplomo en el suelo. Me fallan las piernas de buenas a primeras y ya no soy consciente de lo que pasa a mi alrededor. Tirito de frío y siento que la cabeza está a punto de estallar. Se que estoy gritando pero no llego a escuchar mi voz porque la siento distante y alejada. Veo la cara de Andy como si fuera un completo fantasma. Si él está pálido no quiero ni pensar lo pálida que estoy yo. Trato de gesticular alguna palabra pero no llega a salir nada porque sigo gritando. Andy me zarandea apenas un poco y yo estoy tentada a decirle que pare pero no soy capaz. Me duele el pecho, es como si hubiera clavado una especie de estaca de hielo en él y estuvieran apretando con fuerza. Siento el cerebro a punto de explotar, parezca que estuvieran clavando diferentes tornillos alrededor de mi cabeza. No se que pasa, ¿me estoy muriendo? ¿Así es como se muere la gente? - ¡ANDY DUELE! ¡ANDY HAZ ALGO, HAZ ALGO, DUELE! ¡ANDY ME DUELE HAZ ALGO! - de buenas a primeras soy consciente de mis propios gritos y poco a poco varias personas se agolpan a mi alrededor. He despertado a medio vecindario por no decir que todo el distrito está en planta pues mis gritos se escuchan en todas partes. Chillo de dolor y de angustia porque no quiero irme, quiero seguir siendo la princesa de este cuento y quiero seguir disfrutando de los juegos diarios con mi hermano, de poder levantarme todos los días y aunque no pueda moverme de la cama saber que él estará a mi lado aferrándose a mi mano sin dejarme sola en ningún momento. Quiero poder decir que todo va a estar bien diariamente, pero de tantas cosas que quiero decir no puedo decir nada porque se me va la voz.
Convulsiono en el suelo y mi respiración se agita más de lo normal. Busco con mi mirada a mi hermano y alzo mi mano para apartar las lágrimas que recorren su mejilla - An... Andy... haz... haz al... haz algo - apenas es un susurro. Me aferro con fuerza a su mejilla hasta que lentamente mi mano ya no da más de si y cae contra el suelo - Andy te quiero... - es lo último que se que he dicho antes de caer profundamente dormida en un sueño que es de todo menos reparador. Así es como la gente se muere, ¿verdad? No es bonito, quien dijera que todos morimos alguna vez y que no debemos preocuparnos se equivocaba, porque yo me preocupo. Porque si antes estábamos solos, ahora estará sólo él. Y si está sólo él, ¿qué queda? No queda nada. Creo ser capaz de ver estrellitas que tintinean a mi alrededor y sonrío, sonrío porque lo último que querría que mi hermano viera antes de perderme para siempre es mi sonrisa, es esa sonrisa que le hace saber que todo va a estar bien. Porque de nuevo estoy despierta, pero no veo nada, y arañar la superficie es algo que todos hacen. Más cuando se ven encerrados.
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