OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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A pesar de que los días se están volviendo calurosos, los amaneceres continúan siendo frescos y eso provoca que tenga que subirme la bufanda cuando cierro una vez más la ventana con cierta decepción. Hemos viajado desde el distrito doce al trece en una enorme moto que me trae malos recuerdos, siendo aplastada entre Alex y Jordan, hasta que finalmente llegamos a éste ático que se encuentra sobre un negocio pequeño y silencioso de artículos para el hogar. Como toda mañana, salí de mi cama improvisada con mantas en el pequeño cuarto de Alex, para asomarme por los ventanales, pero ni Jared ni Elle ni nadie viene a buscarme y la impaciencia se ha vuelto insoportable. Tampoco tengo noticias de absolutamente nadie de todos los que he dejado en casa, lo que no sé si es bueno o malo, aunque por el momento debo mantenerme tranquila. Si alguno es acusado de traición, probablemente no pase desapercibido, y menos cuando el país parece sumido en un caos del cual necesitan culpar a alguien.
Salto del marco de la ventana mientras me percato de que Jordan sale de su habitación y arrastra los pies hasta la cocina, probablemente para el desayuno, lo que provoca que mire hacia otro lado porque siento que estoy invadiendo la privacidad de lo que solía ser una rutina que yo he llegado a romper. Mis ojos se fijan una vez más en el calendario que cuelga en un rincón, aquel que he estado chequeando por mera costumbre toda la semana, en especial porque hoy es el día en el cual cumplo dieciséis años. Se supone que debería estar emocionada, que cualquier chica se pone feliz de llegar a esta edad y yo tendría que celebrarlo el doble porque he tenido más oportunidades de morir de las que en realidad puedo contar, pero por algún motivo no he abierto la boca y prefiero que se quede así. No se me antoja recibir felicitaciones ni soplar una vela cuando tengo cientos de problemas que no tengo idea de cómo solucionarlos.
Me quito la bufanda porque aquí no es necesario usarla si ya no voy a estar asomándome por la ventana y me acerco a Jordan, sentándome en silencio en una de las sillas frente a la pequeña mesa dónde compartimos nuestras comidas. Tengo que admitir que el poder comer y ducharme ha sido una enorme mejora, ni hablar de que cuando llegué dormí por casi dos días; a decir verdad, mi salud se ha mejorado rápidamente luego de toda mi travesía - Alex no va a despertarse hasta el mediodía, ¿verdad? - comento con una sonrisita pequeña, porque es una de las pocas cosas que aprendí al estar aquí. Jugueteo con mis dedos, mirando un momento por la ventana para después volver a mirarlo, fijándome en como trabaja mientras el aroma de la comida poco a poco va invadiendo el lugar - ¿necesitas ayuda con eso? - ofrezco, porque lo que menos puedo hacer, es intentar devolver los favores. De todas formas, me doy cuenta de que mi voz no suena siquiera motivada y vuelvo a mirar a la ventana. ¿Dónde diablos ha acabado todo el mundo? ¿Por cuánto tiempo tendré que quedarme aquí, sin saber que ocurre en el exterior, mientras probablemente muchas personas han muerto? ¿Hice bien en matar al vicepresidente o solamente empeoré las cosas?
Salto del marco de la ventana mientras me percato de que Jordan sale de su habitación y arrastra los pies hasta la cocina, probablemente para el desayuno, lo que provoca que mire hacia otro lado porque siento que estoy invadiendo la privacidad de lo que solía ser una rutina que yo he llegado a romper. Mis ojos se fijan una vez más en el calendario que cuelga en un rincón, aquel que he estado chequeando por mera costumbre toda la semana, en especial porque hoy es el día en el cual cumplo dieciséis años. Se supone que debería estar emocionada, que cualquier chica se pone feliz de llegar a esta edad y yo tendría que celebrarlo el doble porque he tenido más oportunidades de morir de las que en realidad puedo contar, pero por algún motivo no he abierto la boca y prefiero que se quede así. No se me antoja recibir felicitaciones ni soplar una vela cuando tengo cientos de problemas que no tengo idea de cómo solucionarlos.
Me quito la bufanda porque aquí no es necesario usarla si ya no voy a estar asomándome por la ventana y me acerco a Jordan, sentándome en silencio en una de las sillas frente a la pequeña mesa dónde compartimos nuestras comidas. Tengo que admitir que el poder comer y ducharme ha sido una enorme mejora, ni hablar de que cuando llegué dormí por casi dos días; a decir verdad, mi salud se ha mejorado rápidamente luego de toda mi travesía - Alex no va a despertarse hasta el mediodía, ¿verdad? - comento con una sonrisita pequeña, porque es una de las pocas cosas que aprendí al estar aquí. Jugueteo con mis dedos, mirando un momento por la ventana para después volver a mirarlo, fijándome en como trabaja mientras el aroma de la comida poco a poco va invadiendo el lugar - ¿necesitas ayuda con eso? - ofrezco, porque lo que menos puedo hacer, es intentar devolver los favores. De todas formas, me doy cuenta de que mi voz no suena siquiera motivada y vuelvo a mirar a la ventana. ¿Dónde diablos ha acabado todo el mundo? ¿Por cuánto tiempo tendré que quedarme aquí, sin saber que ocurre en el exterior, mientras probablemente muchas personas han muerto? ¿Hice bien en matar al vicepresidente o solamente empeoré las cosas?
Sigue pareciéndome extraño tener a alguien en casa que no sea Alex, sin embargo ella parece haberle tomado el suficiente cariño como para que a la larga, deje de importarme. Va con ella a todas partes, la está peinando todo el tiempo, pasan horas hablando por la noche e incluso se asegura hasta de que coma. Si no fuera porque Jolene en eso no ha cedido, probablemente hasta iría al baño con ella. Cada vez que lo recuerdo se me escapa una risa floja, y ese es el caso mientras mantengo mi antebrazo sobre los ojos con la esperanza de seguir cubriendo el sol del exterior y poder quedarme en la cama aunque sea un rato más. No es posible, pero resisto todo lo que puedo. Al final tengo que levantarme recordando ponerme una camisa antes de salir al pasillo mientras me dirijo a la cocina.
Voy suficientemente distraído como para no darme cuenta de que hay alguien más despierto hasta que escucho su voz. Chasco la lengua de forma negativa mientras lleno de agua la cafetera y abro las cajoneras en busca del café. - ¿Te ha aplastado mucho hoy? - Una sonrisa de medio lado asoma en mi cara mientras intento ocultar la carcajada que asoma desde mi garganta. Hace tiempo no era extraño tener a Alex en mi habitación muerta del miedo a causa de esos terrores nocturnos que sufre en ocasiones; pero desde que Jolene está aquí parece que con ella, las pesadillas se han ido, o al menos reducido a un nivel que puede controlar sin mi.
Controlo los bostezos como puedo terminando de montar la cafetera en la vitrocerámica y poniéndola a la temperatura adecuada para no quemar el café, porque si alguien se atreve a pensar que el café no puede quemarse, es porque no me conoce. - Pensaba hacer tostadas y café. - Mi voz suena un tanto amortiguada mientras cierro la boca tras otro bostezo pasando el dorso de mi mano por la comisura de mis ojos intentando quitar las lágrimas que se acumulan ahí a causa de estos. - Si pones el pan en la tostadora no me pienso quejar. - Me dejo caer en una de las sillas dejando que lo haga mientras vigilo el café a medias y a medias procuro que no se me cierren los ojos. Sin café, ni un lunes, ni un domingo, ni un día del que venga de dormir 20 horas, soy capaz de ser persona. - O si prefieres otra cosa... podemos hacerla. Alex no bebe café, en el estante de arriba hay chocolate. - Me quedo mirándola cuando su vista se posa sobre la ventana y luego la sigo hasta dar con el cristal. Lleva días esperando, días prometiendo que alguien vendrá a buscarla, nunca dice quien, pero confía en que vendrá. - ¿Alguna buena noticia?
Voy suficientemente distraído como para no darme cuenta de que hay alguien más despierto hasta que escucho su voz. Chasco la lengua de forma negativa mientras lleno de agua la cafetera y abro las cajoneras en busca del café. - ¿Te ha aplastado mucho hoy? - Una sonrisa de medio lado asoma en mi cara mientras intento ocultar la carcajada que asoma desde mi garganta. Hace tiempo no era extraño tener a Alex en mi habitación muerta del miedo a causa de esos terrores nocturnos que sufre en ocasiones; pero desde que Jolene está aquí parece que con ella, las pesadillas se han ido, o al menos reducido a un nivel que puede controlar sin mi.
Controlo los bostezos como puedo terminando de montar la cafetera en la vitrocerámica y poniéndola a la temperatura adecuada para no quemar el café, porque si alguien se atreve a pensar que el café no puede quemarse, es porque no me conoce. - Pensaba hacer tostadas y café. - Mi voz suena un tanto amortiguada mientras cierro la boca tras otro bostezo pasando el dorso de mi mano por la comisura de mis ojos intentando quitar las lágrimas que se acumulan ahí a causa de estos. - Si pones el pan en la tostadora no me pienso quejar. - Me dejo caer en una de las sillas dejando que lo haga mientras vigilo el café a medias y a medias procuro que no se me cierren los ojos. Sin café, ni un lunes, ni un domingo, ni un día del que venga de dormir 20 horas, soy capaz de ser persona. - O si prefieres otra cosa... podemos hacerla. Alex no bebe café, en el estante de arriba hay chocolate. - Me quedo mirándola cuando su vista se posa sobre la ventana y luego la sigo hasta dar con el cristal. Lleva días esperando, días prometiendo que alguien vendrá a buscarla, nunca dice quien, pero confía en que vendrá. - ¿Alguna buena noticia?
Sonrío, reprimiendo de aquel modo la ligera risa que casi se me escapa, cuando me recuerda los constantes intentos de Alex por dejarme pegada al suelo. No me atrevo a preguntar por sus miedos y tampoco creo querer saberlos, en especial porque ya escuché demasiadas cosas que se me quedaron grabadas a la memoria como para querer sumarle otras nuevas- fue una noche... calma - acabo por admitir, porque aunque no se resistió a la idea de pintarme las uñas, se tardó un montón y nos dormimos tarde, de modo que el sueño parece haber sido muy profundo. Automáticamente eso provoca que me mire las manos y me fije en el esmalte rosado que tan poco me gusta, pero que aún así me agrada llevar puesto. Es casi como ser una chica normal.
Ni hace falta que lo diga, porque el inconfundible olor a café logra que alce la nariz para olfatear mejor, levantándome sin chistar para dar una mano. Tomo el pan, lo corto en pequeñas rodajas y enchufo la tostadora, comenzando con el divertido trabajo de esperar a ver como las tostadas saltan. Nunca he tenido una de éstas hasta que tuve el dinero suficiente para comprar una en la Isla y, tengo que admitir, fue todo un entretenimiento por un buen tiempo. La diversión se apaga en cuanto quiere saber si hay nuevas noticias y yo me encojo de hombros, porque me duele admitir que no lo sé. Jared me dijo que me encontraría, aunque no tengo idea de cómo va a hacerlo y tampoco sé si confiar del todo en él, aunque sé que no puede delatarme - puede que Alex no beba café, pero a mí no me viene mal - murmuro para hablar de cosas sin mucha importancia, aunque me traiciono a mí misma volviendo a mirar a la ventana.
Resignada, me cruzo de brazos y me apoyo en la mesada, frunciendo los labios - a veces creo que no me encontrarán y no puedo evitar preguntarme qué voy a hacer a continuación - confieso de mal humor, escuchando las tostadas saltar a mis espaldas y me volteo para quitarlas, poniéndolas sobre un platillo y procediendo a hacer más - a mí no me engañas. Puede que Alex no, pero sé que tú sabes quien soy. Y que sabes muy bien que no puedo ir por ahí campante como todo el mundo - apoyo las tostadas ya hechas sobre la mesa por si quiere ir comiendo, mirándolo un momento. Hay algo en su cabello que me recuerda a Andy, algo en su porte que me recuerda a Jeremy y por un momento, me encuentro entre el impulso de querer abrazarlo y golpearlo al mismo tiempo. Acabo moviendo la cabeza para quitarme aquellos pensamientos y tomo las tostadas que acaban de saltar, sumándolas a la pila - no quiero que ustedes se metan en problemas por mí - mascullo, escondiendo la mirada tras una mata de cabello que cae sobre mi hombro, fijándome en mis manos mientras éstas acomodan las cosas del desayuno - ya causé suficientes problemas.
Ni hace falta que lo diga, porque el inconfundible olor a café logra que alce la nariz para olfatear mejor, levantándome sin chistar para dar una mano. Tomo el pan, lo corto en pequeñas rodajas y enchufo la tostadora, comenzando con el divertido trabajo de esperar a ver como las tostadas saltan. Nunca he tenido una de éstas hasta que tuve el dinero suficiente para comprar una en la Isla y, tengo que admitir, fue todo un entretenimiento por un buen tiempo. La diversión se apaga en cuanto quiere saber si hay nuevas noticias y yo me encojo de hombros, porque me duele admitir que no lo sé. Jared me dijo que me encontraría, aunque no tengo idea de cómo va a hacerlo y tampoco sé si confiar del todo en él, aunque sé que no puede delatarme - puede que Alex no beba café, pero a mí no me viene mal - murmuro para hablar de cosas sin mucha importancia, aunque me traiciono a mí misma volviendo a mirar a la ventana.
Resignada, me cruzo de brazos y me apoyo en la mesada, frunciendo los labios - a veces creo que no me encontrarán y no puedo evitar preguntarme qué voy a hacer a continuación - confieso de mal humor, escuchando las tostadas saltar a mis espaldas y me volteo para quitarlas, poniéndolas sobre un platillo y procediendo a hacer más - a mí no me engañas. Puede que Alex no, pero sé que tú sabes quien soy. Y que sabes muy bien que no puedo ir por ahí campante como todo el mundo - apoyo las tostadas ya hechas sobre la mesa por si quiere ir comiendo, mirándolo un momento. Hay algo en su cabello que me recuerda a Andy, algo en su porte que me recuerda a Jeremy y por un momento, me encuentro entre el impulso de querer abrazarlo y golpearlo al mismo tiempo. Acabo moviendo la cabeza para quitarme aquellos pensamientos y tomo las tostadas que acaban de saltar, sumándolas a la pila - no quiero que ustedes se metan en problemas por mí - mascullo, escondiendo la mirada tras una mata de cabello que cae sobre mi hombro, fijándome en mis manos mientras éstas acomodan las cosas del desayuno - ya causé suficientes problemas.
Cuando dice que fue una noche tranquila bajo la vista hacia sus uñas tras que se las mire por si misma y luego reprimo una risa mirando hacia otra parte. Sí, Alex siempre fue ese tipo de chica que no tiene amigas chicas prácticamente por mi culpa, así que se ha pasado años y años deseando tener una amiga con la cual hacer todas esas cosas. Ahora que la tiene, la hartará a pinta uñas, trenzas y maquillaje. - Si te consuela. A mi el rosa me sentaba de pena - Levanto mi mano para mover los dedos mostrándole mis uñas, que ya no llevan pintura gracias a ella, pero que en el pasado llevaron, y de colores realmente extraños. Al no tener con quien hacer esa cosas, las hacía conmigo. Por suerte no tengo muchos sitios en los cuales hacerme trenzas.
Me levanto del asiento para ir a revisar el café, haciendo una leve mueca cuando dice que Alex no bebe café. - Es que como lo beba... creo que explota - Ella ya es bastante hiperactiva sin esa cafeína extra que mi cuerpo sí que necesita. - A lo mejor acaba como esa ardilla histérica que al beber café se le ralentiza el tiempo. - Lo digo realmente como si me planteara una posibilidad parecida. ¿Y por qué no? en esta casa la magia existe, no para Alex pero sí para mi, la he usado más de una vez cuando trabajo y estoy más que seguro de que existe. ¿Si puedes convertir un ratón en una taza, porqué no vas a poder hacer ir el tiempo más lentamente? - Era una pelicula extraña. Pero Alex quiso verla porque salía el cuento de caperucita y el lobo feroz. - Ese es todo el misterio de porqué alquilé esa película. Generalmente intento complacerla, es decir, un día me la encontré en el distrito doce repitiendo su nombre porque no sabía nada más. Me pasé semanas buscando su nombre en los archivos de desaparecidos pero la única Alexandra que desapareció, era una chica de 5 años que ni siquiera era parecida a ella físicamente. Al final desistí, ella fingió que no le importaba su pasado, así que simplemente seguimos adelante. A veces pienso que no tiene familia precisamente porque yo no fui capaz de encontrarla, por eso me paso todos los días de mi vida intentando compensarla por ello.
Destapo la cafetera solo para darme el placer de oler el café, soltando un suave suspiro mientras escucho ese tono de voz que ya no parece tan neutro. Voy a contestarle que puede quedarse con nosotros; siempre hemos sido solo Alex y yo, pero a mi no me importa compartir la casa con una tercera persona que además es encantadora. Sin embargo no se lo digo, porque entonces me recuerda que éste asunto es más complicado de lo que parece, y algo me dice que si alguien se enterara de que ella está aquí con nosotros y que le damos de comer, probablemente estaríamos metidos en un buen lío. - Alex no ve televisión. Se pone a llorar cuando lo hace. - Mi voz es apenas un murmullo mientras le doy al botón de la cafetera para apagarla y sacar dos tazas de las estanterías para servir el café. No le explico a mucha gente cosas sobre mi amiga porque en realidad, ella no existe, nunca me he puesto a pensar que tan problemático pueda ser si lo descubren, pero prefiero que siga siendo así. Si ella existe entrará en las cosechas, y si entra en las cosechas podría salir elegida en unos juegos de los que no creo que pueda volver. No voy a pasar por eso. Sí. Por puro y mero egoísmo. - Supongo que esto no hace falta, pero no le digas nada. - Si no se hubiese dado cuenta por sí misma de que Alex sabe menos cosas de las que debería, habría optado por preguntárselo a ella en alguna de sus noches de chicas, tan frecuentes los últimos días.
Pongo las dos tazas sobre la mesa acercándole a la de Jolene el azúcar y sacar un poco de edulcorante artificial para mi dejando caer un par de pastillas en la taza antes de soltar un gesto molesto. Recuerdo de pronto la insulina. 18 años desayunando a la misma hora y siempre la olvido. Abro el último cajón donde tengo una caja de insulina para no tener que ir hasta la habitación a por ella cuando me la olvido, y hago un gesto con esta antes de que Jolene decida hacerse sus propias conjeturas. - Diabético - Comento antes de inyectarme el contenido de ésta a la altura del abdomen, donde siempre me ha sido más fácil llegar, dejando otra vez la jeringuilla en el contenedor de las que luego me deshago como es debido, una vez se han acabado todas. - No es cómo que sea un experto en el tema. Se supone que es un secreto de estado. - Remuevo el café volviendo a la conversación, mirando el reloj de la pared cada cuanto con la esperanza de que pasen los 15 minutos con la suficiente rapidez como para que no me entre hambre antes de que pueda comer. - Habrás tenido tus razones. - Nadie mata porqué si, solo la gente loca, y he pasado con ella suficiente tiempo últimamente como para saber que loca, no está. - Pero sí, lo he pensado. He pensado lo que probablemente nos harán a nosotros si supieran que estás aquí; he pensado lo que te harán a ti si te encuentran aquí. - Incluso he pensado en su familia, no estoy seguro de que tenga, pero he supuesto que sí. Ninguna de las tres cosas es agradable. - Ya estamos en problemas desde el momento en el que Alex habló contigo. No te rayes con eso. - Le resto importancia con un gesto de mi mano, resbalando mi culo del asiento para quedar sentado de una forma visiblemente poco cómoda, pero realmente cómoda para mi. - Y si te sirve de algo, estábamos en problemas mucho antes que eso. Según el gobierno, hay alguien en esta casa que ni siquiera existe.
Me levanto del asiento para ir a revisar el café, haciendo una leve mueca cuando dice que Alex no bebe café. - Es que como lo beba... creo que explota - Ella ya es bastante hiperactiva sin esa cafeína extra que mi cuerpo sí que necesita. - A lo mejor acaba como esa ardilla histérica que al beber café se le ralentiza el tiempo. - Lo digo realmente como si me planteara una posibilidad parecida. ¿Y por qué no? en esta casa la magia existe, no para Alex pero sí para mi, la he usado más de una vez cuando trabajo y estoy más que seguro de que existe. ¿Si puedes convertir un ratón en una taza, porqué no vas a poder hacer ir el tiempo más lentamente? - Era una pelicula extraña. Pero Alex quiso verla porque salía el cuento de caperucita y el lobo feroz. - Ese es todo el misterio de porqué alquilé esa película. Generalmente intento complacerla, es decir, un día me la encontré en el distrito doce repitiendo su nombre porque no sabía nada más. Me pasé semanas buscando su nombre en los archivos de desaparecidos pero la única Alexandra que desapareció, era una chica de 5 años que ni siquiera era parecida a ella físicamente. Al final desistí, ella fingió que no le importaba su pasado, así que simplemente seguimos adelante. A veces pienso que no tiene familia precisamente porque yo no fui capaz de encontrarla, por eso me paso todos los días de mi vida intentando compensarla por ello.
Destapo la cafetera solo para darme el placer de oler el café, soltando un suave suspiro mientras escucho ese tono de voz que ya no parece tan neutro. Voy a contestarle que puede quedarse con nosotros; siempre hemos sido solo Alex y yo, pero a mi no me importa compartir la casa con una tercera persona que además es encantadora. Sin embargo no se lo digo, porque entonces me recuerda que éste asunto es más complicado de lo que parece, y algo me dice que si alguien se enterara de que ella está aquí con nosotros y que le damos de comer, probablemente estaríamos metidos en un buen lío. - Alex no ve televisión. Se pone a llorar cuando lo hace. - Mi voz es apenas un murmullo mientras le doy al botón de la cafetera para apagarla y sacar dos tazas de las estanterías para servir el café. No le explico a mucha gente cosas sobre mi amiga porque en realidad, ella no existe, nunca me he puesto a pensar que tan problemático pueda ser si lo descubren, pero prefiero que siga siendo así. Si ella existe entrará en las cosechas, y si entra en las cosechas podría salir elegida en unos juegos de los que no creo que pueda volver. No voy a pasar por eso. Sí. Por puro y mero egoísmo. - Supongo que esto no hace falta, pero no le digas nada. - Si no se hubiese dado cuenta por sí misma de que Alex sabe menos cosas de las que debería, habría optado por preguntárselo a ella en alguna de sus noches de chicas, tan frecuentes los últimos días.
Pongo las dos tazas sobre la mesa acercándole a la de Jolene el azúcar y sacar un poco de edulcorante artificial para mi dejando caer un par de pastillas en la taza antes de soltar un gesto molesto. Recuerdo de pronto la insulina. 18 años desayunando a la misma hora y siempre la olvido. Abro el último cajón donde tengo una caja de insulina para no tener que ir hasta la habitación a por ella cuando me la olvido, y hago un gesto con esta antes de que Jolene decida hacerse sus propias conjeturas. - Diabético - Comento antes de inyectarme el contenido de ésta a la altura del abdomen, donde siempre me ha sido más fácil llegar, dejando otra vez la jeringuilla en el contenedor de las que luego me deshago como es debido, una vez se han acabado todas. - No es cómo que sea un experto en el tema. Se supone que es un secreto de estado. - Remuevo el café volviendo a la conversación, mirando el reloj de la pared cada cuanto con la esperanza de que pasen los 15 minutos con la suficiente rapidez como para que no me entre hambre antes de que pueda comer. - Habrás tenido tus razones. - Nadie mata porqué si, solo la gente loca, y he pasado con ella suficiente tiempo últimamente como para saber que loca, no está. - Pero sí, lo he pensado. He pensado lo que probablemente nos harán a nosotros si supieran que estás aquí; he pensado lo que te harán a ti si te encuentran aquí. - Incluso he pensado en su familia, no estoy seguro de que tenga, pero he supuesto que sí. Ninguna de las tres cosas es agradable. - Ya estamos en problemas desde el momento en el que Alex habló contigo. No te rayes con eso. - Le resto importancia con un gesto de mi mano, resbalando mi culo del asiento para quedar sentado de una forma visiblemente poco cómoda, pero realmente cómoda para mi. - Y si te sirve de algo, estábamos en problemas mucho antes que eso. Según el gobierno, hay alguien en esta casa que ni siquiera existe.
No puedo contener la risita al imaginarme a Alex en estado hiperactivo, incluso más que de costumbre, y me guardo el hecho de que no tengo idea de qué película es la que me está nombrando, porque nunca he visto demasiado cine como para tener un registro fiable. Abro la boca para preguntar si sabe el motivo por el cual le atemoriza la televisión, pero tal vez me estoy metiendo demasiado en asuntos que no me corresponden, de modo que me limito a asentir con la cabeza – soy una tumba – afirmo, haciendo un gesto con la mano como si cerrase un cierre alrededor de mi boca.
El aroma del café me pone de inmediato de buen humor y acerco la silla a la mesa, moviendo el plato de tostadas para darle paso a la taza, de la cual sale un humo delicioso. Tomo el azúcar y comienzo a echarle a mi infusión, notando de reojo como parece inyectarse algo, por lo que rápidamente miro hacia otro lado porque detesto esta clase de cosas. Muevo la cabeza con nerviosismo para darle a entender que he captado, revolviendo mi café – es tu casa, no me debes explicaciones – digo con un hilo de voz, apresurándome a dar un largo sorbo que parece despertarme de inmediato. Lo miro sobre la taza, ignorando el vapor que se mete en mis ojos y los vuelve llorosos, cuando parece que intenta excusarme o consolarme o vaya a saber qué, hasta que me veo obligada a mirar la puerta cerrada de la habitación de Alex.
Dejo el café sobre la mesa y coloco mis manos a su alrededor, sintiendo como mi piel se contagia de su temperatura, mientras me relamo ligeramente los labios que continúan teniendo el sabor de la bebida caliente - ¿cómo se conocieron? – pregunto, porque ya sé bien que no son familia y algo ha llevado a que vivan juntos - ¿y cómo es que el gobierno no sabe de ella? ¿No la registraron al nacer o…? – alzo mis hombros para dejar abierta mi duda, porque hay cientos de razones y algunas me parecen incluso disparatadas. Tomo una de las tostadas y la muerdo, disfrutando del ruido crujiente – podemos decir que si a alguien se le ocurriese registrar esta casa, estamos jodidos. En especial tú, porque eres algo así como un cómplice – le sonrío ligeramente de lado, pasando el trozo de tostada – ellos no tienen mucha compasión en estos casos… lo sabes, ¿verdad? – un cazador de criaturas mágicas debería saberlo.
El aroma del café me pone de inmediato de buen humor y acerco la silla a la mesa, moviendo el plato de tostadas para darle paso a la taza, de la cual sale un humo delicioso. Tomo el azúcar y comienzo a echarle a mi infusión, notando de reojo como parece inyectarse algo, por lo que rápidamente miro hacia otro lado porque detesto esta clase de cosas. Muevo la cabeza con nerviosismo para darle a entender que he captado, revolviendo mi café – es tu casa, no me debes explicaciones – digo con un hilo de voz, apresurándome a dar un largo sorbo que parece despertarme de inmediato. Lo miro sobre la taza, ignorando el vapor que se mete en mis ojos y los vuelve llorosos, cuando parece que intenta excusarme o consolarme o vaya a saber qué, hasta que me veo obligada a mirar la puerta cerrada de la habitación de Alex.
Dejo el café sobre la mesa y coloco mis manos a su alrededor, sintiendo como mi piel se contagia de su temperatura, mientras me relamo ligeramente los labios que continúan teniendo el sabor de la bebida caliente - ¿cómo se conocieron? – pregunto, porque ya sé bien que no son familia y algo ha llevado a que vivan juntos - ¿y cómo es que el gobierno no sabe de ella? ¿No la registraron al nacer o…? – alzo mis hombros para dejar abierta mi duda, porque hay cientos de razones y algunas me parecen incluso disparatadas. Tomo una de las tostadas y la muerdo, disfrutando del ruido crujiente – podemos decir que si a alguien se le ocurriese registrar esta casa, estamos jodidos. En especial tú, porque eres algo así como un cómplice – le sonrío ligeramente de lado, pasando el trozo de tostada – ellos no tienen mucha compasión en estos casos… lo sabes, ¿verdad? – un cazador de criaturas mágicas debería saberlo.
Suelto una leve risa cuando dice que no le debo explicaciones y me encojo de hombros. - Tampoco me gusta que la gente que viene de visita se piense que soy un yonki - Mi enfermedad tampoco es que sea un pecado, a veces resulta realmente molesta, en especial cuando tengo que hacer cosas importantes y la insulina no aguanta el tiempo que debería. Doy vueltas a la taza del café mientras dejo que pase el tiempo, a la vez que pienso una respuesta a la pregunta que me ha hecho. ¿Que cómo la conocí?. - No conozco mucha gente de una forma precisamente habitual - Cuando viajas mucho realmente no conservas amigos, solo son un montón de conocidos por todas partes, pero ninguno de ellos sabe de ti nada más allá que tu nombre. Alex fue la primera persona que no era mi familia de adopción, que se quedó. - Tiene gracia, porque a ella, como a ti, también la encontré en un bosque del doce. - Es la primera vez que me doy cuenta de eso.
Me paso la mano por la barbilla con una ligera actitud pensativa. Creo que tienen más en común de lo que al principio veía. - Fui a revisar un aviso que había sobre una criatura no demasiado peligrosa. Pues figúrate, tenía 15 años y nadie perdió la cabeza por ofrecerme una oportunidad como esa. - Cuando hacen eso, suelen ser rumores, saben a ciencia cierta que en realidad el aviso es falso y no va a peligrar la vida de nadie. Se supone que son la clase de misiones que le dan a un aprendiz para así afianzar tus habilidades como rastreador. - Y la encontré a ella. No recordaba nada, solo sostenía en su mano una pulsera con su nombre, Alexandra. Solo eso. No recordaba de donde venía, que le había pasado o porqué estaba herida. - El reloj me pone de buen humor cuando pasa aquel cuarto de hora y por fin puedo beber un poco del café, que aunque se ha enfriado un poco, aún conserva ese sabor fuerte que tanto me gusta.
Encojo los hombros como respuesta, porque siendo sincero, no tengo ni la menor idea de porqué no existe su nombre en ninguno de los registros. - Lo primero que hice fue buscarla en los archivos de desaparecidos, nadie se esfuma sin más de la faz de la tierra y sin que nadie lo note. No aparecía. Dejé que pasaran un par de semanas, a veces la gente tarda más en darse cuenta de que alguien ya no está, pero tampoco. Registré todos los archivos de todos los distritos y la única Alexandra que encontré era una niña rubia de 4 años del distrito dos. - No hace falta que explique que esa alex desaparecida, no era la mía. - Luego dejé de intentarlo. Así que sea lo que sea que le haya pasado, allí no hay nadie echándola de menos. - Aquellas palabras ocultan un egocéntrico: está mejor conmigo.
Sacudo la tostada para que las migas caigan sobre el plato asintiendo ligeramente. Nunca he experimentado por piel propia aquello que el capitolio le hace a la gente que le lleva la contraria, pero a diferencia de Alex, prefiero estar informado. No es que ella no prefiera hacerlo también, es solo que no considero que su salud mental lo soporte, así que le obvio muchas cosas. Tal vez la sobreproteja en exceso, pero de momento así funcionamos bien y mientras eso siga así, no me interesan los cambios. - No te preocupes por eso. Siempre he pensado en cómo podría escapar con Alex o a donde podríamos ir por si las moscas, en caso de que descubriesen que tiene edad para entrar en la cosecha pero su nombre no está. - Incluso hay una mochila debajo de mi cama con insulina para todo un mes y un par de mapas. - Nunca lo he puesto a prueba, solo he supuesto que funcionará; pero si algo llegara a pasar, asegúrate de estar cerca de mi para entonces - De Alex nunca me preocupo, siempre está cerca; y desaparecernos es nuestra única opción, porque por tierra, cualquiera podrá seguirnos.
Me paso la mano por la barbilla con una ligera actitud pensativa. Creo que tienen más en común de lo que al principio veía. - Fui a revisar un aviso que había sobre una criatura no demasiado peligrosa. Pues figúrate, tenía 15 años y nadie perdió la cabeza por ofrecerme una oportunidad como esa. - Cuando hacen eso, suelen ser rumores, saben a ciencia cierta que en realidad el aviso es falso y no va a peligrar la vida de nadie. Se supone que son la clase de misiones que le dan a un aprendiz para así afianzar tus habilidades como rastreador. - Y la encontré a ella. No recordaba nada, solo sostenía en su mano una pulsera con su nombre, Alexandra. Solo eso. No recordaba de donde venía, que le había pasado o porqué estaba herida. - El reloj me pone de buen humor cuando pasa aquel cuarto de hora y por fin puedo beber un poco del café, que aunque se ha enfriado un poco, aún conserva ese sabor fuerte que tanto me gusta.
Encojo los hombros como respuesta, porque siendo sincero, no tengo ni la menor idea de porqué no existe su nombre en ninguno de los registros. - Lo primero que hice fue buscarla en los archivos de desaparecidos, nadie se esfuma sin más de la faz de la tierra y sin que nadie lo note. No aparecía. Dejé que pasaran un par de semanas, a veces la gente tarda más en darse cuenta de que alguien ya no está, pero tampoco. Registré todos los archivos de todos los distritos y la única Alexandra que encontré era una niña rubia de 4 años del distrito dos. - No hace falta que explique que esa alex desaparecida, no era la mía. - Luego dejé de intentarlo. Así que sea lo que sea que le haya pasado, allí no hay nadie echándola de menos. - Aquellas palabras ocultan un egocéntrico: está mejor conmigo.
Sacudo la tostada para que las migas caigan sobre el plato asintiendo ligeramente. Nunca he experimentado por piel propia aquello que el capitolio le hace a la gente que le lleva la contraria, pero a diferencia de Alex, prefiero estar informado. No es que ella no prefiera hacerlo también, es solo que no considero que su salud mental lo soporte, así que le obvio muchas cosas. Tal vez la sobreproteja en exceso, pero de momento así funcionamos bien y mientras eso siga así, no me interesan los cambios. - No te preocupes por eso. Siempre he pensado en cómo podría escapar con Alex o a donde podríamos ir por si las moscas, en caso de que descubriesen que tiene edad para entrar en la cosecha pero su nombre no está. - Incluso hay una mochila debajo de mi cama con insulina para todo un mes y un par de mapas. - Nunca lo he puesto a prueba, solo he supuesto que funcionará; pero si algo llegara a pasar, asegúrate de estar cerca de mi para entonces - De Alex nunca me preocupo, siempre está cerca; y desaparecernos es nuestra única opción, porque por tierra, cualquiera podrá seguirnos.
La idea de una Alex perdida en el mismo lugar que yo me hace sonreír ligeramente con vacilación, porque me pregunto qué cosas habrá visto para haber perdido la memoria de aquella manera. Rápidamente, observo mi muñeca, dónde se conserva la pulsera que ha ido de mano en mano y me pregunto si yo terminaré como ella, olvidando absolutamente todo de mi pasado. Entonces me doy cuenta de que en mi caso es diferente, porque aquí no figura mi nombre, sino todos los recuerdos de las personas que no quiero olvidar; si me aferro a ellos, no me perderé a mí misma - a mí me ponían una pulsera con mi nombre cuando me hacían quedar por días en el hospital... - murmuro, dudosa, porque la idea de que Alex tal vez se escapó de uno es muy probable que ya la haya considerado y no creo que le guste escuchar que su amiga tal vez se encuentra loca o algo así. Y si él dice que nunca pudo encontrarla, debe tener razón y yo no me meteré en sus problemas.
Bebo otro largo trago de café y no puedo evitar mirarlo fijamente cuando admite que ha considerado la opción de escapar, haciéndome pensar que no soy la única que se ha sentido atrapada o impulsada a situaciones que otros considerarían como un acto de locura - no querrás escapar. Correr acaba por volverse agotador - no es un secreto que Andy y yo quisimos escapar con una moto de la Isla... no es un secreto que todos los vencedores desean la libertad y yo ya me he cansado de pensar en qué voy a hacer a continuación, sabiendo que para bien o para mal, esto algún día tiene que terminar - ¿ a dónde irían? - acabo preguntando, vaciando la taza de café y relamiéndome por culpa de las últimas gotas - si tanto pensaste un plan de escape, debes tener una idea - una que yo puedo utilizar si alguna vez es necesario.
Miro sobre mi hombro para mirar una vez más la ventana y luego observo el calendario, metiéndome lo que queda de mi tostada en mi boca y me quito las migajas una vez más - es mi cumpleaños, ¿sabes? - es obvio que no lo sabe, pero da igual - cuando era pequeña siempre esperé esta fecha con demasiadas ansias. Los regalos, los pasteles, los abrazos... y ahora todo simplemente se... fue. Se perdió. Lo único en lo que puedo pensar es "vaya... conseguí cumplir un año más con vida" - mis ojos se pierden en algún punto de la pared, notando como mi voz se ha vuelto un susurro cargado de tristeza - tú no quieres que Alex pase por eso, de modo que ... no hagas nada estúpido. Hay cosas que valen más de lo que crees y no lo ves hasta que te das cuenta de que ya no puedes volver a tenerlo.
Bebo otro largo trago de café y no puedo evitar mirarlo fijamente cuando admite que ha considerado la opción de escapar, haciéndome pensar que no soy la única que se ha sentido atrapada o impulsada a situaciones que otros considerarían como un acto de locura - no querrás escapar. Correr acaba por volverse agotador - no es un secreto que Andy y yo quisimos escapar con una moto de la Isla... no es un secreto que todos los vencedores desean la libertad y yo ya me he cansado de pensar en qué voy a hacer a continuación, sabiendo que para bien o para mal, esto algún día tiene que terminar - ¿ a dónde irían? - acabo preguntando, vaciando la taza de café y relamiéndome por culpa de las últimas gotas - si tanto pensaste un plan de escape, debes tener una idea - una que yo puedo utilizar si alguna vez es necesario.
Miro sobre mi hombro para mirar una vez más la ventana y luego observo el calendario, metiéndome lo que queda de mi tostada en mi boca y me quito las migajas una vez más - es mi cumpleaños, ¿sabes? - es obvio que no lo sabe, pero da igual - cuando era pequeña siempre esperé esta fecha con demasiadas ansias. Los regalos, los pasteles, los abrazos... y ahora todo simplemente se... fue. Se perdió. Lo único en lo que puedo pensar es "vaya... conseguí cumplir un año más con vida" - mis ojos se pierden en algún punto de la pared, notando como mi voz se ha vuelto un susurro cargado de tristeza - tú no quieres que Alex pase por eso, de modo que ... no hagas nada estúpido. Hay cosas que valen más de lo que crees y no lo ves hasta que te das cuenta de que ya no puedes volver a tenerlo.
Niego sutilmente cuando dice lo del hospital, es algo que jamás se me pasó por la cabeza porque nunca hubo posibilidad de que aquella pulsera fuera simplemente para identificarla. No me mareo mucho sobre los motivos por los que ella pueda haber ido a parar al hospital porque eso, para mi, es algo habitual. Especialmente cuando eres demasiado pequeño para entender los riesgos que conlleva sufrir de diabetes. - Esas pulseras son desechables, la que lleva Alex no lo es. Es una pulsera de plata con su nombre en ella. También probé llevándola a un joyero, pero solo me dijeron que es la mitad de otra, no quien la fabricó o donde la compraron. Prácticamente las fabrican en serie y las tallan cuando las compran. - Una de las cosas que me dijo el vendedor fue, que muchas chicas las pedían por varios motivos, entre ellos, para pulseras de la amistad. Una chica se queda aquella parte con el nombre de la otra, es una forma de que ninguna de las dos se olvida por accidente. - He pensado más de una vez que ni siquiera sea suya. Que mientras escapaba, o lo que sea que hubiera hecho, se la encontró. Si yo no recordara nada y me encontrarse algo con un nombre, me aferraría a eso. - Es lo único real que tendría. Más de una ocasión se me pasó por la cabeza que ese fuese el caso, o que se tratase de una pulsera de la amistad que le dieron antes de que perdiese la memoria. Tal vez ahora lleva el nombre de otra persona.
Me hace gracia su comentario sobre escapar porque es algo que todo el mundo me dice, al menos todos aquellos que se preguntan porqué soy incapaz de vivir demasiado tiempo en un mismo sitio, hasta que Alex llegase. A ella no le gusta viajar, por eso, a pesar de movernos bastante por trabajo, siempre volvemos a casa. Porque el trece, es casa. - Te sorprendería la cantidad de tiempo que me pasé escapando de mi mismo - Asumo que eso no tiene comparación, en absoluto, con ser perseguido por agentes de la paz que quieren tu cabeza servida en una bandeja, pero para mi, moverme, nunca ha sido un problema. - Me pasé media vida en un orfanato pensando ¿Que rayos hago aquí? ¿Esperando a que alguien me quiera? Ni siquiera me quisieron mis padres. - Ni siquiera la miro cuando habla porque no me gusta hablar de eso. Eveline fue la primera persona a la que se lo dije, y la última también. - Así que me prometí a mi mismo irme lejos. Llegar a esos lugares que no ha pisado nadie y ver todas las cosas que la gente se pierde porque está anclado en un lugar esperando a que alguien le rescate. - Es el sueño de todos los huérfanos, la diferencia entre ellos y yo, es que yo pude hacerlo real gracias a mi madrina.
Una sonrisa de satisfacción me aparece en la cara cuando me pregunta a donde iré, y utilizo la varita que nunca dejo a la deriva en casa para evitar accidente con Alex. - Soy mago, sé aparecerme. Algo que no puedes decir todo el mundo. Puedo ir a donde quiera, y ese el punto. ¿Sabes porqué la gente cuando se pierde en un bosque se queda en el mismo sitio? - Para que la encuentren. Es por eso que la gente que no quiere ser encontrada, se mueve constantemente. Sé que algo tan elemental le será familiar, así que dejo que se responda por sí misma.
Río casi con ternura cuando me dice que de pequeña esperaba con ansias su cumpleaños, creo que eso lo hemos hecho todos, o al menos todos los niños con padres y dinero para que se lo celebraran con una tarta al menos, y desayunos en la cama. - Si me lo hubieses dicho con tiempo, habríamos comprado algo. Tartas. A Alex le gusta cocinarlas, pero no te recomiendo comerlas. - Muerdo una tostada y me levanto de la mesa, buscando entre las cajoneras aquellas madalenas que siempre compro rodeadas de azúcar glas artificial. Es el único capricho con azúcar que me permito darme dada mi condición. Saco una y la dejo delante de Jolene con una pequeña vela de cumpleaños que hay precisamente porque celebramos el de Alex. El día que a encontré. El 22 de junio, porque en su cabeza, no existen registros de su fecha de cumpleaños real. - Aún puedes pedir un deseo. - Apoyo mi brazo contra el espaldar de su asiento y mi cabeza en la mano, agachándome ligeramente hacia su altura mientras lidio para encender la vela con el encendedor que funciona a medias.- Aún puedes pedir algo más que sobrevivir otro año
Me hace gracia su comentario sobre escapar porque es algo que todo el mundo me dice, al menos todos aquellos que se preguntan porqué soy incapaz de vivir demasiado tiempo en un mismo sitio, hasta que Alex llegase. A ella no le gusta viajar, por eso, a pesar de movernos bastante por trabajo, siempre volvemos a casa. Porque el trece, es casa. - Te sorprendería la cantidad de tiempo que me pasé escapando de mi mismo - Asumo que eso no tiene comparación, en absoluto, con ser perseguido por agentes de la paz que quieren tu cabeza servida en una bandeja, pero para mi, moverme, nunca ha sido un problema. - Me pasé media vida en un orfanato pensando ¿Que rayos hago aquí? ¿Esperando a que alguien me quiera? Ni siquiera me quisieron mis padres. - Ni siquiera la miro cuando habla porque no me gusta hablar de eso. Eveline fue la primera persona a la que se lo dije, y la última también. - Así que me prometí a mi mismo irme lejos. Llegar a esos lugares que no ha pisado nadie y ver todas las cosas que la gente se pierde porque está anclado en un lugar esperando a que alguien le rescate. - Es el sueño de todos los huérfanos, la diferencia entre ellos y yo, es que yo pude hacerlo real gracias a mi madrina.
Una sonrisa de satisfacción me aparece en la cara cuando me pregunta a donde iré, y utilizo la varita que nunca dejo a la deriva en casa para evitar accidente con Alex. - Soy mago, sé aparecerme. Algo que no puedes decir todo el mundo. Puedo ir a donde quiera, y ese el punto. ¿Sabes porqué la gente cuando se pierde en un bosque se queda en el mismo sitio? - Para que la encuentren. Es por eso que la gente que no quiere ser encontrada, se mueve constantemente. Sé que algo tan elemental le será familiar, así que dejo que se responda por sí misma.
Río casi con ternura cuando me dice que de pequeña esperaba con ansias su cumpleaños, creo que eso lo hemos hecho todos, o al menos todos los niños con padres y dinero para que se lo celebraran con una tarta al menos, y desayunos en la cama. - Si me lo hubieses dicho con tiempo, habríamos comprado algo. Tartas. A Alex le gusta cocinarlas, pero no te recomiendo comerlas. - Muerdo una tostada y me levanto de la mesa, buscando entre las cajoneras aquellas madalenas que siempre compro rodeadas de azúcar glas artificial. Es el único capricho con azúcar que me permito darme dada mi condición. Saco una y la dejo delante de Jolene con una pequeña vela de cumpleaños que hay precisamente porque celebramos el de Alex. El día que a encontré. El 22 de junio, porque en su cabeza, no existen registros de su fecha de cumpleaños real. - Aún puedes pedir un deseo. - Apoyo mi brazo contra el espaldar de su asiento y mi cabeza en la mano, agachándome ligeramente hacia su altura mientras lidio para encender la vela con el encendedor que funciona a medias.- Aún puedes pedir algo más que sobrevivir otro año
Por un momento me doy cuenta de que no puedo dejar de mirarlo, porque sus historias sobre el huérfano que quiere irse lejos me resultan familiares, no solo porque me recuerda las horas eternas que compartí con Andy cuando éramos niños y planeábamos irnos lejos solo en sueños, sino también porque, en cierto modo, todo lo que me dice me suena a libertad. Apenas noto que estoy sonriendo brevemente me cubro la boca con la mano en un gesto que considero natural, asintiendo vagamente ante su pregunta con obvia respuesta - nadie puede alcanzarte si te mueves - respondo, aunque más bien es un pensamiento en voz alta para mí y no para él.
Hago un gesto con la mano, soltando un "bah" para restarle importancia a todo el asunto del cumpleaños, pero él ya se está moviendo para buscar algo que logra que estire el cuello con curiosidad, hasta que veo la magdalena y puedo leer su intención, notando como mis mejillas se colorean porque no recuerdo la última vez que alguien tuvo un gesto tan simple y despreocupado conmigo. Mis ojos se clavan en la llama que no quiere encenderse y me muerdo la lengua para reprimir la risa, por lo que hago una pequeña carpa para ayudarle hasta que la vela se enciende y mi pequeño pastel improvisado queda frente a nosotros. Jordan dice que pida un deseo, pero yo lo miro a él, girándome apenas en mi asiento y niego levemente con la cabeza - un solo deseo no va a ser suficiente, pero por el momento tengo más de lo que puedo pedir - no puedo poner a salvo a todas las personas que me interesan con solo soplar una vela, pero puedo agradecer porque dos personas no me dejaron morir de hambre sin esperar nada a cambio.
Le doy una palmada amistosa en la mano a modo de agradecimiento y vuelvo a fijarme en la llama, que no dura demasiado encendida porque se apaga con el primer contacto de mi ligero soplo. Me río entre dientes de la situación y aparto la vela que tiene algo de cera derretida, señalando la magdalena - ¿puedes comer de eso? - le pregunto, porque nunca supe demasiado del asunto como para tener mis dudas - mi mamá y mi hermana eran geniales haciendo pasteles. Bueno, mamá sigue haciéndolas, pero Eri... - me hago con un pequeño trozo de la magdalena, llevándola a mi boca - ... todo fue por ella. Mi padre pudo sacarla de los juegos y no lo hizo. ¿Cómo dejas morir a alguien que criaste hasta que tuvo once años? - ya sé que no viene al asunto, ya sé que no es el momento, pero son preguntas que me han quedado rondando en la cabeza desde la noche en la cual Teseo murió. También sé que tal vez Jordan no sepa bien de lo que le estoy hablando, pero eso no importa. Apenas paso el trozo de magdalena, siento que la garganta se me cierra y arrastro mis pies hacia la ventana - gracias por el desayuno - murmuro y, sin molestarme en volver a agarrar la bufanda, me trepo al alfeizar y abro el cristal, para sentarme allí hasta que me canse de hacerlo.
Hago un gesto con la mano, soltando un "bah" para restarle importancia a todo el asunto del cumpleaños, pero él ya se está moviendo para buscar algo que logra que estire el cuello con curiosidad, hasta que veo la magdalena y puedo leer su intención, notando como mis mejillas se colorean porque no recuerdo la última vez que alguien tuvo un gesto tan simple y despreocupado conmigo. Mis ojos se clavan en la llama que no quiere encenderse y me muerdo la lengua para reprimir la risa, por lo que hago una pequeña carpa para ayudarle hasta que la vela se enciende y mi pequeño pastel improvisado queda frente a nosotros. Jordan dice que pida un deseo, pero yo lo miro a él, girándome apenas en mi asiento y niego levemente con la cabeza - un solo deseo no va a ser suficiente, pero por el momento tengo más de lo que puedo pedir - no puedo poner a salvo a todas las personas que me interesan con solo soplar una vela, pero puedo agradecer porque dos personas no me dejaron morir de hambre sin esperar nada a cambio.
Le doy una palmada amistosa en la mano a modo de agradecimiento y vuelvo a fijarme en la llama, que no dura demasiado encendida porque se apaga con el primer contacto de mi ligero soplo. Me río entre dientes de la situación y aparto la vela que tiene algo de cera derretida, señalando la magdalena - ¿puedes comer de eso? - le pregunto, porque nunca supe demasiado del asunto como para tener mis dudas - mi mamá y mi hermana eran geniales haciendo pasteles. Bueno, mamá sigue haciéndolas, pero Eri... - me hago con un pequeño trozo de la magdalena, llevándola a mi boca - ... todo fue por ella. Mi padre pudo sacarla de los juegos y no lo hizo. ¿Cómo dejas morir a alguien que criaste hasta que tuvo once años? - ya sé que no viene al asunto, ya sé que no es el momento, pero son preguntas que me han quedado rondando en la cabeza desde la noche en la cual Teseo murió. También sé que tal vez Jordan no sepa bien de lo que le estoy hablando, pero eso no importa. Apenas paso el trozo de magdalena, siento que la garganta se me cierra y arrastro mis pies hacia la ventana - gracias por el desayuno - murmuro y, sin molestarme en volver a agarrar la bufanda, me trepo al alfeizar y abro el cristal, para sentarme allí hasta que me canse de hacerlo.
Asiento cando responde por si sola mis palabras esbozando una sonrisa de medio lado. Una parte de mi se plantea que la necesidad propia que ha tenido que pasar las últimas semanas le ha enseñado aquello, pero otra parte de mi sabe que tal vez vaya más allá, tal vez son esa clase de experiencias que le quedan a alguien tras pasar las tres peores semanas de su vida en una arena donde tiene que hacer lo imposible para sobrevivir, incluso moverse constantemente y evitar adoptar un sitio como propio, porque entonces estas atado a él, te negarás a perderlo, y perderás tu vida defendiéndolo. Lo he visto miles de veces. No me gusta ver los juegos mientras Alex está cerca, y siempre lo está, pero a veces mientras duerme o se ducha veo las reposiciones, un atisbo de los juegos que nunca llegué a pisar, pero en los que podría haber salido mi nombre, e incluso el de alex si existiese como ciudadana del Distrito trece.
Esa idea me espanta, así que la aparto de mi cabeza dejando el mechero a un lado esperando a que pida su deseo. Me sorprende un poco y a la vez me divierte que sea tan pesimista después de irse a vagar varios distritos más allá de donde están los rebeldes con la esperanza de que ellos le buscarán y le encontrarán. - Son las pequeñas cosas las que cambian el mundo. Una magdalena en vez de un pastel. Una vela en vez de 10 - Sé que sabe a lo que me refiero. Hace menos de tres días no tenía absolutamente nada, solo la idea de seguir avanzando y conseguir comida suficiente para sobrevivir. Ahora tiene donde dormir gracias a una pequeña cosa que sucedió: encontró a Alex. - O me vas a decir tú, Jolene Yorkey y vencedora del distrito ocho, que tres personas insignificantes por separado, no consiguieron ganar los juegos hace un par de años? - Una parte de mi teme que Alex aparezca de la nada, cosa que suele hacer muy a menudo, y escuche aquello; es por eso que cuando las palabras salen de mis labios me acerco hasta su oído y convierto mi voz en un susurro.
Me hace gracia que con tan solo un suspiro la vela se apague asintiendo a su pregunta. - Es azúcar del falso. Siento decepcionarte, ni siquiera tengo para darte una magdalena de azúcar real. - Y no me refiero a no tener el dinero para comprarla, sino a no tener en ese instante nada para celebrar un cumpleaños como es debido. Abro el cajón buscando un cuchillo cualquiera para partirla en un par de trozos escuchando las historias sobre su familia. Recuerdo el nombre de Erígone Yorkey, unos pocos juegos antes que ella y puedo intuir lo duro que es hablar del tema. De todas formas no la interrumpo ni tampoco la fuerzo a que se desahogue, escuchando el motivo por el que aquel hombre que asesinó merecía morir. Y la entiendo. Más de lo que probablemente crea.
Ella misma se sume en una depresión propia mientras se arrastra hacia la ventana y por un momento me quedo a solas en la cocina partiendo la magdalena en varios cuadraditos que dejo sobre el plato en el que hemos desayunado y sigue limpio. Suelto un suspiro meditando toda la situación, cómo debe sentirse, incluso me pongo en su lugar y pienso en qué me gustaría escuchar en ese momento. Pasados unos minutos agarro el plato y arrastro también mis pies hacia la ventana en la que está, helándome casi al instante cuando el aire entra bruscamente y me remueve la ropa; pero no comento nada. Dejo el plato en el alfeizar y me echo un trozo a la boca. - Hay personas sin principios en el mundo capaces de vender a su propia madre con tal de ponerse a salvo a sí mismos. Y nunca puedes prever quienes serán. - Empiezo, sin mirarla a ella, sin mirar a la calle, simplemente con la vista puesta en el dedo en el que quedan algunas migas del trozo de magdalena que partí antes. - Piensas en la persona en sí, en cómo la recuerdas, más magnificada de lo que debería ser. Siempre recuerdas las cosas mejor de lo que deberías. Y entonces te mientes a ti mismo pensando: él no lo haría, pero lo hace. - Miles de personas se fallan las unas a las otras durante toda la vida, y el mundo sigue corriendo porque al mundo no le importa. - No es tu culpa. Es el mundo real. Es la vida en sí. Pasan cosas horribles y realmente no hay nadie allí arriba que las corrija, aunque la gente se empeñe en que sí; en que tarde o temprano el equilibrio regresa y la gente mala desaparece, recibe lo que se merece. - Extiendo mi mano para ponerla sobre su brazo al principio como dándole palmadas, pero esa es simplemente mi mano temblando indecisa entre tocarla o no hacerlo. - Al final son las pequeñas cosas las que cambian el mundo. Una chica desesperada que asesina a alguien que podría haber matado a mil personas más. No pienses en lo que tuviste que hacer para rescatarla a ella, sino en el montón de personas que tal vez has salvado -
Esa idea me espanta, así que la aparto de mi cabeza dejando el mechero a un lado esperando a que pida su deseo. Me sorprende un poco y a la vez me divierte que sea tan pesimista después de irse a vagar varios distritos más allá de donde están los rebeldes con la esperanza de que ellos le buscarán y le encontrarán. - Son las pequeñas cosas las que cambian el mundo. Una magdalena en vez de un pastel. Una vela en vez de 10 - Sé que sabe a lo que me refiero. Hace menos de tres días no tenía absolutamente nada, solo la idea de seguir avanzando y conseguir comida suficiente para sobrevivir. Ahora tiene donde dormir gracias a una pequeña cosa que sucedió: encontró a Alex. - O me vas a decir tú, Jolene Yorkey y vencedora del distrito ocho, que tres personas insignificantes por separado, no consiguieron ganar los juegos hace un par de años? - Una parte de mi teme que Alex aparezca de la nada, cosa que suele hacer muy a menudo, y escuche aquello; es por eso que cuando las palabras salen de mis labios me acerco hasta su oído y convierto mi voz en un susurro.
Me hace gracia que con tan solo un suspiro la vela se apague asintiendo a su pregunta. - Es azúcar del falso. Siento decepcionarte, ni siquiera tengo para darte una magdalena de azúcar real. - Y no me refiero a no tener el dinero para comprarla, sino a no tener en ese instante nada para celebrar un cumpleaños como es debido. Abro el cajón buscando un cuchillo cualquiera para partirla en un par de trozos escuchando las historias sobre su familia. Recuerdo el nombre de Erígone Yorkey, unos pocos juegos antes que ella y puedo intuir lo duro que es hablar del tema. De todas formas no la interrumpo ni tampoco la fuerzo a que se desahogue, escuchando el motivo por el que aquel hombre que asesinó merecía morir. Y la entiendo. Más de lo que probablemente crea.
Ella misma se sume en una depresión propia mientras se arrastra hacia la ventana y por un momento me quedo a solas en la cocina partiendo la magdalena en varios cuadraditos que dejo sobre el plato en el que hemos desayunado y sigue limpio. Suelto un suspiro meditando toda la situación, cómo debe sentirse, incluso me pongo en su lugar y pienso en qué me gustaría escuchar en ese momento. Pasados unos minutos agarro el plato y arrastro también mis pies hacia la ventana en la que está, helándome casi al instante cuando el aire entra bruscamente y me remueve la ropa; pero no comento nada. Dejo el plato en el alfeizar y me echo un trozo a la boca. - Hay personas sin principios en el mundo capaces de vender a su propia madre con tal de ponerse a salvo a sí mismos. Y nunca puedes prever quienes serán. - Empiezo, sin mirarla a ella, sin mirar a la calle, simplemente con la vista puesta en el dedo en el que quedan algunas migas del trozo de magdalena que partí antes. - Piensas en la persona en sí, en cómo la recuerdas, más magnificada de lo que debería ser. Siempre recuerdas las cosas mejor de lo que deberías. Y entonces te mientes a ti mismo pensando: él no lo haría, pero lo hace. - Miles de personas se fallan las unas a las otras durante toda la vida, y el mundo sigue corriendo porque al mundo no le importa. - No es tu culpa. Es el mundo real. Es la vida en sí. Pasan cosas horribles y realmente no hay nadie allí arriba que las corrija, aunque la gente se empeñe en que sí; en que tarde o temprano el equilibrio regresa y la gente mala desaparece, recibe lo que se merece. - Extiendo mi mano para ponerla sobre su brazo al principio como dándole palmadas, pero esa es simplemente mi mano temblando indecisa entre tocarla o no hacerlo. - Al final son las pequeñas cosas las que cambian el mundo. Una chica desesperada que asesina a alguien que podría haber matado a mil personas más. No pienses en lo que tuviste que hacer para rescatarla a ella, sino en el montón de personas que tal vez has salvado -
Aunque no sea una idea agradable, no puedo evitar sonreír ligeramente cuando me doy cuenta de que tiene razón. Y si lo pienso un poco mejor, puedo decir que he tenido demasiada suerte teniendo en cuenta las pocas posibilidades que tuve en un principio. Sobrevivir a los juegos, ver que mis amigos han logrado salir conmigo, el poder disfrutarlos al menos un poco más. Me recargo un momento en la ventana, dejándole algo de espacio y no puedo evitar tomar un trozo de mi improvisado pastel de cumpleaños, saboreándolo sin siquiera darme cuenta de su sabor. Tiro las migajas por la ventana, sabiendo que un ave hará uso de ellas, soltando una risa amarga - no me arrepiento de haberlo matado, porque el mundo está mejor sin él - confieso - solamente me lamento el haber tenido que llegar al punto de creer que mi padre era lo suficientemente bastardo como para tener que quitarle la vida.
Y eso no me dio paz, pero no me atrevo a decírselo. Abrazo mis rodillas y me quedo allí, casi riéndome de lo natural de la situación de estar sentada con un muchacho casi extraño en una ventana, viendo como abajo la gente va y viene siguiendo el rumbo de sus vidas como si nada hubiese pasado cuando ya no hay más espacio para nuevos problemas. Cuando me rindo de una buena vez y sé que Jared no vendrá tampoco hoy, lanzo un suspiro de cansancio y reproche, escuchando como Alex parece haberse despertado porque ha sonado un ruido sordo en la otra habitación que no puede ser otra cosa que ella cayendo de la cama. Le lanzo una mirada cómplice a Jordan y le sonrío negando con la cabeza - no es necesario decir que lo que hemos hablado, muere con nosotros ¿no? - murmuro. Me bajo de la ventana y le doy un suave apretón en el hombro que dice más de mil palabras de agradecimiento, yendo a ver si Alex se encuentra bien. Es saludable tener que preocuparme por alguien por algo tan simple como un golpe al caer de la cama; me daré ese gusto al menos como regalo de cumpleaños.
Y eso no me dio paz, pero no me atrevo a decírselo. Abrazo mis rodillas y me quedo allí, casi riéndome de lo natural de la situación de estar sentada con un muchacho casi extraño en una ventana, viendo como abajo la gente va y viene siguiendo el rumbo de sus vidas como si nada hubiese pasado cuando ya no hay más espacio para nuevos problemas. Cuando me rindo de una buena vez y sé que Jared no vendrá tampoco hoy, lanzo un suspiro de cansancio y reproche, escuchando como Alex parece haberse despertado porque ha sonado un ruido sordo en la otra habitación que no puede ser otra cosa que ella cayendo de la cama. Le lanzo una mirada cómplice a Jordan y le sonrío negando con la cabeza - no es necesario decir que lo que hemos hablado, muere con nosotros ¿no? - murmuro. Me bajo de la ventana y le doy un suave apretón en el hombro que dice más de mil palabras de agradecimiento, yendo a ver si Alex se encuentra bien. Es saludable tener que preocuparme por alguien por algo tan simple como un golpe al caer de la cama; me daré ese gusto al menos como regalo de cumpleaños.
Me apoyo en la ventanilla entendiendo en parte a qué se refiere, pero no del todo porque jamás he estado en una situación igual a la suya, y realmente espero no estarlo porque eso significaría que debería estar cuidándome las espaldas de personas que considero importantes para mi. No podría pensar en Alex haciendo aquello, ni siquiera en Eveline o en Abraham que son personas a las que veo poco, pero sin las que prácticamente ni siquiera estaría donde estoy si no se hubiesen apiadado del niño enfermo hace 8 años. Me llevo otro trozo de la magdalena a la boca dejando que caigan migas sobre el pijama de las cuales me deshago con la mano palmeando la tela asintiendo ligeramente a nuestra promesa tácita de que ésto jamás saldrá de nosotros. - Secretos por secretos. Tu no hablas, yo no hablo - Comento por lo bajo mientras desaparece por el pasillo hacia la habitación de Alex que ya está despotricando a gritos echandole la culpa a alguien de tirarle de la cama. Seguramente a sus peluches lo cual me hace sonréir incluso a pesar del montón de tiempo que lleva pasándole aquello.
Echo un vistazo a los trozos de magdalena que quedaron en el plato y acabo comiéndomelos todos solo para no tener que tirarlo a la basura. Tiendo la mano por fuera de la ventana una vez he acabado y giro el plato sacudiéndolo hasta que los restos caen por la ventana y se pierden en el aire. Solo espero que no haya abajo alguien a quien le hayan caído en la cabeza. La imagen me hace reír mientras me chupo los dedos quitando de éstos los restos de azúcar. - ALEX, VEN A DESAYUNAR - Escucho otro golpe por su habitación lo que me hace pensar que ha intentado moverse rápido pero ha acabado por tropezar. Eso es muy ella. Así que voy a la cocina, dejo servido para ella un desayuno como los de siempre, con colacao en vez de con café, y salgo de la cocina yendo hacia la ducha pasando mi mano por su cabello cuando me da los buenos días en la mitad del pasillo explicándome la guerra que ha librado con a saber qué, en su cuarto.
Echo un vistazo a los trozos de magdalena que quedaron en el plato y acabo comiéndomelos todos solo para no tener que tirarlo a la basura. Tiendo la mano por fuera de la ventana una vez he acabado y giro el plato sacudiéndolo hasta que los restos caen por la ventana y se pierden en el aire. Solo espero que no haya abajo alguien a quien le hayan caído en la cabeza. La imagen me hace reír mientras me chupo los dedos quitando de éstos los restos de azúcar. - ALEX, VEN A DESAYUNAR - Escucho otro golpe por su habitación lo que me hace pensar que ha intentado moverse rápido pero ha acabado por tropezar. Eso es muy ella. Así que voy a la cocina, dejo servido para ella un desayuno como los de siempre, con colacao en vez de con café, y salgo de la cocina yendo hacia la ducha pasando mi mano por su cabello cuando me da los buenos días en la mitad del pasillo explicándome la guerra que ha librado con a saber qué, en su cuarto.
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