The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jolene W. Yorkey
Mentor
La manzana sabe jugosa y tengo que agradecerle a los nuevos días soleados por ello, mientras aparto con mi mano libre una gruesa rama que me traba el camino. El morral se encuentra pesado, pero apenas me fastidia, porque sé que de no tenerlo, probablemente estaría muerta. He robado del once todo lo que he podido antes de marcharme, incluyendo pequeñas botellas de agua, comida y medicamentos, por lo que la bolsa parece estar a punto de explotar debajo de la capa azulada. Incluso logré hacerme con una bicicleta, pero cuando el terreno se volvió demasiado complicado, tuve que dejarla atrás. Las noches se volvieron heladas, pero me las arreglé para encontrar sitios cómodos entre los arbustos y rodearme con el abrigo que tengo. Apenas fui capaz de contar las noches y los días, pero sé que dejé el distrito atrás y no tengo verdadera idea de dónde me encuentro, de modo que me la paso buscando alguna señal que me lo indique. Creo que fue el cuarto día de soledad cuando pude vislumbrar las vías del tren, a las cuales seguí de lejos para tener un camino recto, hasta que tuve que bordear un lago y las perdí de vista. Así es como llegué a este bosque lleno de bruma y me vi obligada a esconderme de algunos animales salvajes, aunque cuando la comida comenzó a faltar, me di el "gusto" de aprender a cazar algunas presas pequeñas como conejos o ardillas; también tuve que recargar algunas botellas en una cascada de agua cristalina que tuve la suerte de encontrar. La única pregunta que revolotea en mi cerebro es qué pasará ahora. ¿Jared me encontrará o lo hará alguien con malas intenciones? ¿Cómo sé que puedo confiar en ellos?

Tiro el corazón de la manzana, al cual no escucho caer entre las plantas, y miro al cielo, quitándome un mechón de sucio cabello de la cara. Por la posición del sol, no debe ser más del mediodía y comienza a hacer calor, por lo que la capa se torna pesada a pesar de que no pienso llevarla en los brazos. Me quito el sudor de la frente y paso mi pierna por encima de un tronco caído, que me recuerda a uno que encontré cuando era pequeña con Andy y lo usábamos como escondite cuando Lyon nos perseguía para recuperar las galletas o los dulces que le robábamos. El simple recuerdo me hace sonreír con un dejo de melancolía que intento eliminar de inmediato, mientras bajo a medio trote un terreno algo empinado y uso un delgado árbol para detener mi pequeña carrera. Me sobresalto, aferrada aún a la madera, cuando los pájaros que se encontraban en la copa parecen espantarse de lo que hice y salen disparados hacia arriba, perdiéndose de la vista en un momento. Barro un poco el césped con los pies como si de aquel modo lograse ser un poco más silenciosa, hasta que otro sonido es el que me alarma; parece una rama que se quiebra, pero seguida de algo que parece cortar el aire... y entonces mis pies se ven aferrados, trastabillo y, de un momento al otro, el mundo se ha dado vuelta. Quedo colgando de cabeza, soltando un gritito agudo, sin alcanzar a sostener el morral, que se patina y cae al suelo con fuerza. Me retuerzo, notando que no estoy colgando de una soga sino de una especie de grueso alambre, y tengo que sostenerme la remera para que no me caiga sobre la cara y así poder ver qué está pasando. La sangre me sube a la cabeza, mientras miro hacia todos lados, intentando adivinar quién ha puesto la trampa, aunque no veo a nadie. Vaya suerte la mía.

Ruego internamente que mis cosas no se hayan dañado mientras intento agarrar uno de los cuchillos que se aferran a mi cintura, y entonces escucho los pasos entre los arbustos. Logro divisar una cabellera que me resulta extrañamente familiar, pero cuando es el rostro de una chica bastante joven el que aparece, una alarma se me activa e intento zafarme volviendo a moverme con brusquedad - ¡¿Acaso que miras?! ¡No te quedes ahí! ¡Bájame! ¡Bájame ahora! - porque sea quien sea, estoy segura de que yo no soy lo que está buscando. O eso espero.
Jolene W. Yorkey
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Hace días que ya no vivo en el distrito 11. Hace días que de poder disfrutar de un cielo estrellado me tengo que conformar con ver como la polución y las riquezas del distrito 13 convierten del cielo en una masa de humo por la que apenas se consiguen distinguir las constelaciones. Y se me nota en la cara, porque voy enfurruñada a todos lados y no a todos les deseo unos buenos días, más bien todo lo contrario. Si no tengo lo que quiero, soy la persona más insoportable y odiada del mundo. Jordan ya lo está pagando y aunque no tiene la culpa de nada pues él no ha sido el artífice de que el distrito 11 haya caído en manos de los rebeldes, a los cuáles no les tenía ninguna hincha hasta ahora que se que me han arrebatado mis preciados campos y bosques, se traga todo sin decirme nada. No se cuántas veces lo he golpeado e incluso rechazado. Ahora aunque grite por las noches no quiero a nadie que me haga compañía, y me encierro en uno de los cuartos de su casa a gritar. De insoportable soy tonta, porque sabiendo que los sitios cerrados no me gustan, que los rehuyo con toda mi alma, insisto en estar sola. Excepto cuando toca salir a hacer maniobras o lo que sea que se llame con él, ahí si que no le dejo que se vaya sin mi porque entonces es cuando las pesadillas acuden a mi de una forma demasiado repentina y dolorosa.

Así pues, sin más dilaciones, nos encontramos en uno de los bosques a medio camino del distrito 12 y del 11. Hace apenas unas horas que nos indicaron la presencia de algún que otro kappa, seres tan extraños que ni yo misma se exactamente cuál es su forma, que vagan por estos sitios destruyendo todo el hábitat a su paso y asustando a toda persona que se atreve a salir más allá de los lindes del distrito. Y como somos cazadores de criaturas mágicas, no nos queda más remedio que separarnos para cubrir más terreno y darle caza a esos bichos. Voy caminando cabizbaja, con el localizador de gamusinos dando bandazos en mis manos, totalmente desganada y desinteresada por lo que estamos haciendo, mientras de vez en cuando echo un vistazo al cielo para ver si ya se ha hecho de noche y aquí puedo ver las estrellas. Si por mi fuera obligaría a Jordan a construirme una casa aquí mismo, pero no puedo pedirle eso por muy dispuesto que él pueda llegar a estar. Además de que no se donde está, me he perdido. He colocado trampas eso si, las suficientes como para que no se escape ninguna criatura de nuestros ojos.

El localizador hace sonidos muy raros - ¡Deja ya de hacer ruidos! Los ahuyentarás - le doy varios golpecitos al cacharro el cual ha decidido que ya va siendo hora de que lo arregle, porque desde hace una semana no funciona como debería. No encuentra gamusinos, pero si encuentra de todo. Sigue haciendo ruidos y me saca de quicio, y entonces escucho algo a unos metros de donde estoy. Me vuelvo ojo avizor y completamente desprevenida, agarrando la ballesta que llevaba colgada a mi espalda - ¿Jordan? ¿Eres tú? - camino en dirección al sonido y escucho como algo o alguien se agita por entre la maleza tratando de zafarse de una de mis trampas - Jordan si es una broma te aseguro que no tiene ni una pizca de gracia - frunzo el ceño pero entonces caigo en que dudo que sea tan tonto como para hacer saltar mis trampas para llamar mi atención. Con lo fácil que es gritar mi nombre para que le indique mi posición. Pero entonces me quedo sorprendida y abro la boca cuando veo que lo que cuelga de la trampa no es Jordan. Ni tan siquiera es un kappa, sino que es una chica de pelo rubio y totalmente desaliñada, como una vagabunda que haya escapado de algún sitio.

De repente me vienen a la cabeza miles de imágenes. Un bosque completamente oscuro. Una cabellera castaña completamente despeinada. Un vestido hecho jirones. Sangre que corre por los brazos de alguien que también escapa de algo. Y me doy cuenta de que me estoy viendo a mi misma hará varios años cuando Jordan me encontró. Sacudo la cabeza cuando la escucho hablar, ladeándola hacia un lado y picándola con un palito que acabo de coger del suelo - Tú no eres un kappa - le digo dando vueltas a su alrededor y picándola cada vez más, a la altura del estómago - Seguro que tampoco muerdes, ¿a que no? - le digo riendo tan tranquila, como si hubiera encontrado un descubrimiento importantísimo - Pasa que nunca creí que alguien tan guapa podría soportar ir tan desarreglada - termino de decir encogiéndome de hombros y hago deshacerse la trampa, con lo que la chica cae al suelo estrepitosamente. Dejo escapar una exclamación en la que hay impresa una disculpa y me acerco a ella, dejando la ballesta a un lado, el palito al otro y sujetando el localizador de gamusinos entre una de mis manos, mientras que la otra trata de hacerla incorporarse.

- Lo siento, no me acordaba que todo lo que sube, baja - trato de aliviar la tensión que yo misma he creado apartando la maleza de su pelo y tratando de alisar las arrugas de su ropa, que están bastante sucias. Observo que lleva una bolsa consigo, llena de diversos víveres para poder viajar durante varios días, y la observo nuevamente con curiosidad - ¿Y tú quién eres? Parezca que te hayas escapado de algún sitio y no tuvieras pensado volver en mucho tiempo - señalo su bolsa con las provisiones, mientras me echo hacia atrás un poco y me siento como los indios en el suelo, llenándome la ropa de tierra y sin dejar de mirarla a la cara, con una cierta preocupación impresa en ella. ¿Debería de avisar a Jordan? Seguramente, pero no creo que sea adecuado empezar a gritar como loca el nombre de una persona que esta chica no conoce, sólo puedo esperar de eso que salga corriendo y entonces volverá a caer en otra de las trampas.
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Jolene W. Yorkey
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Casi puedo ver la sorpresa en los ojos enormes de la desconocida, que me da mala espina, pero probablemente se debe a que no la conozco y que puede joderme los planes si se le ocurre abrir la boca. Su primer comentario me saca una risa sarcástica e histérica, mientras noto como me pica con un palito de madera e intento darle manotazos para que lo deje, porque me produce una molestia que se mezcla con las cosquillas - ¡ya deja de hacer eso! - le exijo, parpadeando porque la cabeza me duele gracias a mi penosa postura. Arqueo una ceja, intentando sonreír de medio lado con algo de sorna, aunque creo que por el modo en el cual puede verme, queda como una mueca algo ridícula - ¿quieres comprobarlo? - chasco los dientes, y su elogio me pasa casi desapercibido. ¿Acaso todo esto es tan divertido para ella? No llego a contestarle nada de lo que hubiese escandalizado a mi madre de poder escucharme, porque suelta la trampa y choco contra el suelo de un modo que retumba en el lugar, logrando que mi cuerpo sienta una descarga gracias al dolor provocado y un quejido se escapa de mi boca.

Se me ha ido parte del aire y me encojo, sintiendo algo punzante en mi muñeca que me hace pensar que me la he roto aunque probablemente estoy exagerando, cuando noto que se disculpa quitándome la porquería del pelo. Intento ponerme de pie, cosa que se me complica porque la chica se pone a alisar mi ropa y mis propias magulladuras no me dejan hacerlo con normalidad, de modo que me rindo y me quedo sentada en el suelo, examinándome allí donde creo que he recibido los peores golpes. Su comentario me recuerda a Elle y lanzo un bufido, rodando levemente los ojos - ¿acaso es tan obvio? - pregunto, porque desde que me fui, todo el mundo que ha hablado conmigo adivinó que me escapé. Entonces caigo en la cuenta de lo que me ha dicho y la miro, dejando de examinarme por un momento. Es una chica bonita,  y no debe ser mucho mayor que yo - ¿acaso no sabes quien soy? - pregunto, sintiendo un enorme alivio que culmina en un suspiro de tranquilidad, permitiéndome sonreír brevemente. O esta chica no le presta atención a la televisión o todavía no comenzaron a buscarme (lo que no es nada bueno) o ambas cosas - Soy Jol... Jo - utilizo el apodo que mi madre me daba cuando era niña, sintiéndolo mucho más seguro en un lugar desconocido y tan lejano de casa - ¿y tú? ¿Quién eres?

Me muevo hasta lograr ponerme de pie con un envión y tomo mi morral, guardando dentro las cosas que se han salido por culpa del golpe y chequeando que todo siga en buenas condiciones. Tras chequear que la tablet esté entera, vuelvo a mirar a mi acompañante. Mis ojos recorren el contorno de su rostro y la caída de su cabello oscuro, por lo que ladeo la cabeza- ¿yo te conozco? - lo dudo un momento, pero tras recordar que hice varios viajes desde que gané los juegos y que conocí incontables personas, sacudo la cabeza para restarle importancia - No me hagas caso. Pues dime... ¿dónde estamos? ¿Y que diablos es un kappa?
Jolene W. Yorkey
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Me la quedo observando completamente tranquila, desde luego no inspira desconfianza porque, aparte de la molestia que me ha podido causar cuando ha estado colgada - como esa amenaza a ver si quería probar que mordía o no - por lo demás ni siquiera se ha quejado apenas, aunque se que tiene herida la mano o algo porque desde que cayó no para de mirar una y otra vez si tiene algo roto. De todos modos entiendo que esté molesta. No la conozco de nada, está completamente perdida vagando de distrito en distrito, o eso me ha dado a entender pues no parece muy dispuesta a decirme mucho, tan sólo se limita a dar las respuestas justas a las obviedades que yo misma he deducido, y que se encuentre conmigo, de todas las personas del mundo, es algo que sin duda es de extrañar. Además de que ha caído en una trampa, debe de estar de todo menos contenta. Me río interiormente porque la situación en si me causa risa - ¿Sabes qué? Respondiendo a tu pregunta de antes, he de decirte que si me tocas un pelo o me haces daño, escapar o huir de lo que sea que huyes o escapas será de las menores de tus preocupaciones - me encojo de hombros y le devuelvo una sonrisa cargada de tranquilidad. No es una amenaza, ni mucho menos, pero no voy a dejar que trate de hacerme daño cuando lo que trato es de ayudarla.

Todo esto me recuerda tanto a lo que viví con Jordan que aún sigo viendo en mi cabeza miles de imágenes continuas aparecer una detrás de otra, mientras que ella me dice su nombre. - Jo - hago una pausa frunciendo el ceño, ¿ha dudado o me lo parece? No le doy mayor importancia igualmente - Jo. Es como si te molestara tu propio nombre, o como si fuera un rollo. Jo. - vuelvo a reír como si no fuera con ella la cosa y estuviera hablándole a un Jordan que no está presente con nosotros ahora mismo. De todos modos, ¿cómo iba a saber quién es? Es la primera vez que la veo, así que su pregunta me pilla desprevenida, tanto que se me cae el localizador de gamusinos al suelo, el cual empieza a pitar con un sonido estridente que taladra los oídos a cualquiera - ¡Aaah! ¡Para para, para ya! - le doy varios golpes al cachivache que termina por hacerme caso y dejar de hacer ruidos, mientras me vuelvo a fijar en Jo, prestando más atención al cielo que a ella en general - Yo soy Alex, y soy una aprendiza cazadora de criaturas mágicas - digo más de la cuenta porque siempre me han enseñado a decir mi rango cada que me encuentro con alguien que pregunta por quién soy. Es costumbre, sin duda, o al menos podríamos llamarlo protocolo - Y si necesitas ayudas puedes confiar en mi, porque no te voy a hacer daño, ¡no saco nada con eso! - aun cuando parezca que voy a saltar con la más mínima.

Me incorporo con ella quitándome los restos de tierra de la ropa, haciendo lo mismo con ella como si fuera mi amiga de toda la vida. La agarro del brazo sonriéndole completamente, de lado a lado - No me conoces, o al menos no que yo sepa, ¿me conoces? - me acerco a ella clavando mi mirada en la suya, casi chocando su frente contra la suya como si con eso pudiera adivinar sus pensamientos, y con mis manos cerradas en puños y a ambos lados de mi cadera. Termino por desistir alzando los brazos - No, yo no te conozco y... estamos a mitad de camino del distrito 12 y el 11 - hago memoria, cosa que me cuesta más que a cualquier otra persona del mundo dada a mi amnesia tan temporal - Y un kappa... bueno, un kappa es... esto... - hago una pausa llevándome una mano a la cabeza, y apartándome de ella para que pueda colocarse sus cosas bien - ...si te digo la verdad, no se lo que es un kappa - empiezo a reír como si fuera lo más normal del mundo - Aunque Jordan dice que que hay que tener cuidado con ellos y que hay que hacerlos caer boca arriba, para que se les caiga algo de algún sitio - me encojo de hombros, mirando a todos lados en busca de mi compañero que no aparece, y al cuál por primera vez desde que he entrado en el bosque me preocupo. Suspiro adelantándome varios pasos, dejando el localizador en su bolsillo de mi pequeña mochila y cargando la ballesta otra vez, la cual ni pesa - Vamos a tener que movernos si no quieres que te coman los kappas, venga ven, buscaremos a Jordan, pero mientras cuéntame qué es lo que haces tú aquí - no es justo que ella sepa lo que yo hago y yo no sepa lo que ella hace, por muchas mentiras que sea capaz de contarme.
Anonymous
Jolene W. Yorkey
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¿Me está amenazando? ¿Esa chica acaba de amenazarme? Abro y cierro la boca varias veces como si fuese un pez salido del agua, balbuceando cosas sin coherencia hasta hacer un pequeño sonido de resignación. Cuando parece burlarse de mi nombre le lanzo una mirada reprochadora, negando con la cabeza como si estuviese reprobando la actitud de un niño pequeño - no es "Jo" de "Jo"... suena más bien como "Joe"... - acentúo la pronunciación, pero como Joe es nombre de niño me callo a mí misma - bah, olvídalo - suelto. ¿Qué importancia tiene como suena aquel apodo en una situación como ésta? Me desconcentra el pitido de aquella cosa que parece llevar como si fuese un arma aunque estoy segura de que no lo es, pero antes de que pueda preguntar sobre eso, se presenta como Alex la aprendiza cazadora de criaturas mágicas y me trago las palabras, abriendo grandes los ojos - no pareces capaz de ser cazar algo... sin ofender - comento con honestidad. Parece una de las chicas que pueden quebrarse a la mitad con una simple ráfaga de viento, aunque nadie sabe mejor que yo que las apariencias engañan. Vamos, yo no alcanzo al metro cincuenta y cinco y aún así asesiné al vicepresidente.

Algo me dice que puedo confiar en ella y no me quejo cuando me ayuda a limpiar mi ropa con total confianza, pero mi corazón se detiene un momento cuando se aferra a mí y pega nuestras frentes de modo que no parpadeo para verme reflejada en sus ojos. No me muevo, como si Alex fuese un animal salvaje que no quiero que me vea a pesar de que estamos prácticamente pegadas - no, definitivamente no te conozco - coincido, porque si hubiese conocido a alguien tan particular como ella, estoy segura de que lo habría recordado. Me froto los brazos cuando me suelta, reprimiendo el quejido que me produce el dolor de mi muñeca y miro alrededor, como si en alguna rama hubiese alguna indicación que me confirme lo que ella dice. ¿Casi estamos en el doce? ¿Tanto he caminado? Me siento agradecida cuando se aparta de mí, aunque la miro con confusión hasta que me doy cuenta de algo obvio, que me saca una breve risita - ¿estás cazando y no sabes cómo se ve lo que estás cazando? ¿Cómo sabes que un kappa no puede tomar forma humana y yo no soy uno de ellos? - digo a modo de broma, sonriendo de lado, aunque el gesto no me dura demasiado y vuelvo a colgarme el morral al hombro, acomodando mi capa azulada y mugrosa.

Alex me apresura y, sin tener más remedio, comienzo a seguirla, apenas haciendo ruido al avanzar y dejar la trampa atrás. Tras un momento de silencio, me decido a responder - creí que ya lo habías adivinado. Me fui de casa y no puedo volver. Me están buscando... problemas familiares - ironizo, apartando una rama que casi me golpea en la frente. Si ella no sabe quien soy es porque no sabe de mi trabajo y eso es una ventaja que no pienso desperdiciar. - Solo necesito un lugar donde esconderme hasta que unos... "amigos" vengan a buscarme. ¿Tiene sentido? - sé que suena un poco loco, pero es mi triste realidad. Chasco la lengua y le miro, apenas fijándome por dónde voy -¿Quién es ese Jordan del que tanto hablas? ¿Es un cazador de criaturas mágicas como tú? ¿Podemos confiar en él? - pregunto. Paso por entre unos arbustos, llegando a un arroyo bajo que sé que puedo cruzar sin ningún problema a pie, porque el agua no me llegará más allá de los talones. De todas formas me detengo y me inclino para limpiarme el rostro, que entre la mugre y el sudor, ya estaba comenzando a picarme. Desde ésta altura puedo fijarme con disimulo en su ballesta y en aquella cosa que había chillado - ¿Qué es eso? El cachibache chillador - pregunto, señalando con el mentón al artefacto - nunca había visto uno de esos - sacudo mis manos, que están un poco más limpias, como si de aquel modo pudiese secarme del todo, mientras vuelvo a incorporarme - Alex, yo no voy a ser una carga para ti ni para nadie. Te agradecería que me muestres el camino al doce, si es que lo sabes, y luego, prometo, que no tendrás que volver a verme.
Jolene W. Yorkey
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No le presto mayor importancia al hecho de que no quiera decirme su nombre, pues ni tan siquiera su explicación es de lo más acertada a la hora de decírmela. Sólo me limito a sonreír porque es divertido ver como se esfuerza por tratar de mantenerse en el anonimato. No seré yo quien la obligue a decirme su nombre, ¿porque realmente qué más dará? - Yo tampoco se mi nombre completo, si te sirve de consuelo - me encojo de hombros dándole una patada a una ramita que hay en el suelo, completamente despistada - Sólo se que soy Alex y que vivía en el distrito seis - recordar todas esas cosas me produce dolores de cabeza porque no son para nada cosas bonitas. No obstante le reprocho con la mirada que no me vea capaz de cazar nada, ¿tan indefensa se me ve realmente? - ¡Te sorprenderías! Esta cosa sirve muy bien para lanzársela a los bichos a la cabeza - le digo agitando el localizador de gamusinos tan felizmente. Creo que de tantos golpes que lleva el cacharro en cuestión es normal que no funcione como debe ser, por lo que no me extraña que hasta hace unos segundos estuviera pitando como un loco. Parezca como si fuera un bebé que se queja de que no le cambien el pañal.

No se por qué ella me suena, pero lo olvido porque no soy capaz de llegar a nada en claro por mucho que trate de adivinar por qué me suena. No digo nada más, porque estoy atenta a cualquier ruido que me alerte de que lo que sea que estoy cazando está cerca, pero ahora que la he encontrado lo que menos haré será prestar atención al bosque, así que me limito a seguirla mirándola continuamente, evaluando si está herida más de lo necesario y siempre con una sonrisa en mis labios. Jordan me enseñó a ser agradable con la gente que no sabe ni tan siquiera donde está, y Jo parece una de ellas - Porque por mucho que puedan tomar forma humana, estoy segura de que serían incapaces de hablar - le guiño un ojo como si fuera la cosa más normal del mundo. ¡En qué cabeza cabe que una bestia pueda hablar por mucha forma humana que tome! Es como si te encuentras con un hada que no sabe hablar y se transforma en ti. Si ella misma no sabe hablar, es imposible que en su forma humana sepa - Además, no parece que seas un kappa, ya te lo dije antes - le recuerdo dándole un golpecito en el hombro insistente, para hacerla parar y que mire hacia delante.

- Si necesitas un lugar donde esconderte, te aseguro de que el bosque no es una buena opción - asiento efusivamente, se que llevo la razón en esto sobradamente, porque ya lo he vivido antes. Todo el mundo tiene problemas familiares alguna vez, pero que ella haya tenido que irse de casa por eso significa que han tenido que ser muy graves - ¿Y de dónde vienes exactamente? Porque estás cerca de los distritos de la periferia, no quiero ni pensar lo que has tenido que andar si vienes del interior - abro los ojos tanto que se me notan los rastros de las ojeras fruto de no dormir apenas durante las noches porque estoy ocupada haciendo rabiar a Jordan con mis chillidos por haberme quedado sin casa en el distrito once - No parece que tengas muchos amigos... - sueno tan cruel que me doy miedo a mi mismo, ¿pero acaso no tengo razón? Si de verdad los tuviera ellos no habrían dudado en ir tras ella, a no ser que ya estén tras su pista y no sean capaces de encontrarla - Aunque yo puedo ser tu amiga, si quieres - trato de arreglar el asunto como puedo - Y Jordan también, es mi mejor amigo y el chico que... - "Y el chico que me salvó de vagar por el mundo completamente perdida sin saber exactamente qué es lo que puedo hacer cuando he perdido la memoria por completo" es lo que le quiero decir, pero me callo y me paro en seco, mirando hacia el frente.

A escasos metros se encuentra uno de los lindes del bosque, que da a parar a un lago. Es tan hermoso y bonito que corro hacia él y la insto a que venga - Quizás te sirva para refrescarte, o para quitarte al menos ese aspecto de vagabunda extraviada - le doy palmitas en la espalda, y saco el localizador de nuevo - Esto es un localizador de gamusinos que hace de todo menos encontrar gamusinos, ¿a que es genial? Lo he hecho yo - le digo toda orgullosa aunque el aparato apenas funcione - Y tú, chica guapa llamada Jo, no eres una carga para nadie. De hecho, puedes quedarte conmigo... con nosotros a esperar a esos amigos que dices que tienes - concluyo. He titubeado un poco a la hora de meter a Jordan en esto, no porque sepa que pueda negarse a esto, sino más bien porque yo misma no soy capaz de concebir y pensar en una vida en la que haya otra persona que no seamos Jordan y yo. El equipo quizá se va a ver aumentado tan rápidamente que la sola idea hace que me den escalofríos. Pero al menos podré decir que tengo una amiga, Jordan ya no quiere que le haga trenzas...
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Jolene W. Yorkey
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Por un momento tengo un lapsus y no puedo hacer otra cosa que mirar a la chica que me acompaña. ¿Acaso todo tiene que recordarme a lo que dejé ir? ¿Por qué tengo que encontrarme con alguien, justamente, del seis? La ignoro, fingiendo estar muy concentrada en lo que me está diciendo del cachivache, porque es mucho más sencillo eso que comenzar a dar explicaciones. Claro que el bosque no es buena opción, ya me había dado cuenta de ello, pero en vez de responder a ello, prefiero irme hacia el otro dato -bueno... he estado en el once, pero yo soy del distrito ocho, si lo preguntas - ya sé que hace dos años que no vivo allí, pero ella no tiene que saber toda la verdad y, en cierto modo, no le estoy mintiendo. Quiero reírme de su deducción y niego con la cabeza, porque no, no tengo muchos amigos y nunca los he tenido. Tampoco es que yo me tomase la molestia de hacerlos; cuando era niña, me conformaba con Andy y luego, al crecer, era feliz con mi hermana, Ewan, Jeremy, Dyan... hasta que todo se fue a la mierda. Noto como se interrumpe a hablar de Jordan y no puedo evitar alzar una ceja con cierta picardía, pero no acoto absolutamente nada. Es increíble como siempre paso a estar en medio de dos personas, lo busque o no.

Ni me molesto en enojarme, porque el reflejo del agua me muestra a alguien que parece haber vivido en las peores condiciones y me cuesta demasiado reconocerme a mí misma. Coloco ambas manos para poder llevarme algo de agua fresca a la boca sin la necesidad de usar mis botellas, pero me atraganto con la risa reprimida cuando habla de que aquello es un localizador de gamusinos - sabes que los gamusinos no existen...¿verdad? - comento, limpiándome la boca con el dorso de la mano - con mi mejor amigo pasamos años buscando algunos en el bosque y encontramos de todo... menos gamusinos -incluso una vez vimos una araña demasiado gorda, lo que provocó que saliésemos corriendo como si hubiésemos visto un fantasma.

Su propuesta me arrebata una sonrisa que apenas noto, porque es una idea bastante tentadora e, increíblemente, creo que puedo confiar en ella. Parece una chica algo inocente y chiflada, nada que no pueda controlar, y aunque sea cazadora, se me hace que no podría lastimar ni a una mosca. Lo medito un momento, mientras me limpió allí donde mi piel está descubierta, para no demorarme demasiado. Finalmente, me pongo de pie, echándome el mugroso cabello hacia atrás, sabiendo que aquello es un caso perdido - de acuerdo, lo acepto. Iré con ustedes y prometo no ser una carga. Y... gracias - señalo el camino, haciéndole una seña para que volvamos a andar - busquemos a Jordan y larguémonos de aquí. Está demasiado silencioso como para que algo como un kappa esté dando vueltas - si es peligroso, debería ahuyentar a otros animales... y por aquí, nadie parece tener miedo. Ni siquiera yo.
Jolene W. Yorkey
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Me aliso el pelo mientras me acerco al lago a mojarme los labios con las manos, pues los mismos están resecos de no haber bebido agua en un tiempo. Sin embargo no me trago el agua, tan sólo me enjuago la boca mientras la veo a ella hacer lo mismo a mi lado, hasta que termino por sonreírle - Has estado en el once... espera, espera, ¿tú eres una de las que me ha arrebatado mi casa? - me levanto inmediatamente enfadada con el mundo otra vez, porque con la conversación que había tenido con ella no me había parado a pensar nuevamente que estoy enfadada porque me han quitado algo que quería y me gustaba mucho - Los rebeldes, o esos chicos que lo han tomado, me quitaron mi casa y mi cielo cuando llegaron sin ninguna razón... - agacho la mirada inflando los mofletes del cabreo, pero entonces se que no gano nada enfadándome con ella porque si ella sólo ha pasado por el once, si sólo ha estado de paso, quiere decir que realmente no es la artífice de todo. O quizás sí, pero no me preocupa mucho más, no como para volver a cabrearme con nadie.

Sin embargo lo que dice a continuación hacen que, instintivamente, le de un golpe en la cabeza con la palma de mi mano, como alguien quien reprocha a un niño chico por haber tirado la comida al suelo o cualquier otra cosa - ¡Si que existen! No digas mentiras, está muy feo - cojo el localizador de gamusinos con ambas manos, como si ella tentara con quitármelo de un momento a otro, y se lo vuelvo a mostrar completamente segura de que funciona - Tú y tu mejor amigo seguro que nunca buscásteis donde debíais... ¿cómo era que se llamaba ese chico? ¿Jau? Digo, porque si tú eres Joe... - ruedo los ojos por un momento volviendo a guardar el localizador y esta vez si que bebo agua porque no me aguanto más. Mi cabeza se embota de demasiadas cosas en un momento, porque aunque estoy completamente segura de que nunca he visto a esta chica, me suena. Sus gestos, sus movimientos, su manera de actuar, de hablar, de decir las cosas... me duele la cabeza. No soy capaz de acertar algún sitio en el que la haya visto antes, porque no soy capaz de recordar nada. Y aún así, lo recuerdo todo.

Pero la sola idea de que por fin haya una chica en el grupo, aunque por una parte me repatee porque nunca se sabe por donde va a salir Jordan y su carácter de nene responsable con todos, me emociona tanto que me lanzo hacia ella y le doy un largo abrazo, apoyando mi barbilla en su hombro y sonriendo abiertamente - ¡No serás una carga! Yo te cuidaré, te daré de comer incluso si no tienes ganas, podremos peinarnos el pelo, arreglarnos y luego podremos hacerle trenzas a Jordan - bajo la voz entonces, acercándome a ella como si le estuviera contando un secreto - Aunque no le quedan muy bien, pero así nos reímos - me aparto entonces y mi sonrisa se ensancha mucho más, hasta que asiento. Si queremos encontrarlo primero tenemos que ponernos en movimiento, y como yo quiero que Jo se quede, se quedará. ¿Cuántas veces se ha salido Jordan con la suya? Sólo cuando yo no estaba capacitada para razonar porque me dormía con sus medicamentos para llevarme a cualquier lado. ¿Cuántas veces me he salido yo con la mía? Todas las demás - A lo mejor tenemos uno en el lago y no nos hemos dado cuenta, pero si vamos - me encojo de hombros y tomo de la mano, andando como quien encuentra tras muchos años a una amiga, y quién no dice que sea verdad.
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Desde lo del once apenas puedo pensar con claridad, por suerte Alex habla todo el tiempo y eso me mantiene entretenido. Me centro en lo que dice, en a donde mira, en las palabrotas que no sé de donde ha aprendido o que probablemente salieran de mi boca primero y ella tan solo repita. Todos estamos preocupados por lo que le pasa a Abraham, especialmente desde que parece haber cambiado por completo su personalidad e intentar pasar todo lo desapercibido que puede, lo cual le frustra bastante cuando Eveline habla con él y acaban gritándose. Salir de esa casa fue lo más inteligente que he decidido hacer habiéndolo decidido con tantas prisas. Ahora solo tengo que preocuparme por encontrar algo de comer y sobrevivir sin mi madrina un tiempo y teniendo el trabajo que tengo y los contactos que tengo, aquello no es misión imposible.

En cuestión de días tenemos trabajo, un Kappa que encontrar. En realidad por toda la información que nos dieron yo sospecho que se trata de uno de esos momentos de "creo que he visto un Kappa" y no un verdadero encuentro entre el mundo no mágico y el mágico. Sé mucho sobre los Kappas, he leído por ellos en tantos sitios que apenas consigo diferenciar las leyendas. Todas ellas coinciden en que son criaturas consideradas demonios por miles de culturas alrededor del mundo, y que se presentan en forma de niño pequeño para intentar atraer hacia ellos a sus víctimas. La única manera de caer en su encanto es vaciando el agua que hay dentro de su cabeza y que si desaparece, le paraliza. Eso le explico a Alex que parece más entretenida con su buscador de gamusinos mientras le hablo que de prestarme atención. Solo espero que cuando nos separemos no se aleje suficiente como para que no la escuche gritar si se mete en problemas. - Solo hay que ponerlos boca arriba. - Inicialmente iba a sugerirle una treta muy famosa entre los cazadores de criaturas mágicas y que consiste en tirar una moneda de plata al suelo para que el Kappa la recoja, de ésta forma se agacharía, se saldría toda el agua de su cabeza y conseguiríamos el mismo efecto que metiéndolo en una trampa que la dejara boca-arriba. Pero con Alex, cualquier cosa "segura" deja de serlo. Se despista con facilidad y una parte de mi sospecha que si deja caer una moneda es capaz de recogerla ella misma olvidando que debía buscar la manera de engañar a la criatura para que fuese ella quien se agachara.

Las trampas se le dan bien, así que me decanto por dejarla hacer aquello. Dejo de oír sus pasos pasado un rato manteniendo una ballesta en una mano y varios trozos de carne cruda en el otro que dejo de forma regular marcando un camino por el que no pretendo volver, porque no está hecho para eso, sino para que alguien me siga. Nadie lo hace aunque la carne desaparece. Pasadas lo que me parecen un par de horas, escalo un árbol hasta la rama más alta en la que puedo estar sin que ésta parezca a punto de romperse y tomo asiento en ella con la espalda contra el tronco y la vista puesta alrededor. Dejo la ballesta sobre mis piernas y tomo los binoculares buscando algo que pueda indicarme dos cosas. 1, donde rayos se ha metido Alex, que suele aburrirse de hacer éstas cosas cada media hora y volver a preguntarme como me va solo para tener alguien con quien hablar. Y 2, algo que me indique el sitio por el cual ha ido el supuesto Kappa que estamos cazando.

Todo está tan silencioso, salvo por el correr del río, que decanto la posible idea de que aparezcan ninguno de los dos puntos, hasta que algo se mueve a mi izquierda a unos metros de distancia. Dejo caer las piernas a cada lado de la rama y me muevo ligeramente hacia adelante buscando una visibilidad mejor, las dos personas se acercan caminando hacia donde estoy, pero tan solo una de las cabelleras, la negra, me parece familiar. Recargo la ballesta solo por precaución, quizá la hayan cogido los rebeldes. Estamos suficientemente cerca del distrito 11 como para que alguno haya conseguido traspasar esos límites sin ser vistos por los agentes de la paz. Bajo del árbol haciendo el menos ruido posible, y cuando están suficientemente cerca y yo en la rama más baja, salto delante de ellas apuntando a la rubia. - ¿Quien eres y que rayos haces aquí? - Escupo las palabras de forma amenazante, antes de reconocerla. Es la vencedora del ocho. Es la primera vez que la veo tan de cerca. Bajo la ballesta apenas un poco presa de la confusión y quizá la sorpresa de que esté aquí en medio de la nada y con pinta de haber estado de excursión y haberse perdido.

Un vistazo rápido a todo su cuerpo y al hecho de que Alex la trae de la mano como si fuera una niña pequeña, hace que baje el arma. De todas formas ella es una vencedora y los vencedores no son enemigos de nadie. Al menos eso creo. - ¿Te ha pasado un camión por encima o algo así? - Paso mi vista de una chica a otra esperando que cualquiera de las dos me explique que rayos está pasando.
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Jolene W. Yorkey
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- Yo no le robaría la casa a nadie, de eso no te preocupes - digo con cierta resignación, dejando bien en claro que no tuve nada que ver con lo que pasó en el once. Gruño cuando me lanza un reprimenda y me pregunta por Andy, pero yo finjo no haberla escuchado y dejo que me arrastre de la mano como si fuese una niña pequeña, sin saber si reírme o no por lo que me está contando. Alex parece una de esas chicas inocentonas que no dejan de hablar en ningún momento y, para ser honesta, viví el tiempo suficiente entre locos como para saber reconocerlos, incluso aunque solamente estén un poco chiflados... solo un poco.

El bosque parece vacío y vivo a la vez, ocasionando un extraño sentimiento de estar siendo observadas todo el tiempo por fantasmas invisibles, hasta que un sonido me alerta y miro hacia un lado; de todas formas, el chico que aparece de la nada, lo hace justo enfrente de nosotras y lanzo un gritito agudo cuando noto la ballesta apuntándome a la frente, logrando que de un paso hacia atrás, tirando ligeramente de la mano de Alex. Sus palabras aceleradas me suenan a amenazada y rápidamente me apresuro a tantear en busca de mis cuchillos, pero entonces veo en sus ojos el reconocimiento y, acto seguido, baja el arma con mucha lentitud, mientras yo sigo escuchado mis latidos atolondrados en las orejas. Su comentario logra que le lance una mirada histérica a Alex, buscando respuesta - ¿éste es Jordan? - básicamente chillo, sabiendo que estoy muy lejos de parecer calmada. Pero estoy segura de qué es él, porque tienen la misma arma y no se ha molestado en saber quién es ella.

Cuando lo miro mejor, me doy cuenta de que no parece un cazador ni por asomo y pienso que estoy rodeada de niños que saben jugar con armas, aunque probablemente yo también sea una de ellos. Dejo caer la mano, sin intenciones de tomar mis cuchillos, aunque no le quito la vista de encima al muchacho; que siga cargando la ballesta me pone nerviosa - me pasaron muchas cosas por encima, pero no un camión - respondo - Soy Jo. Acabo de toparme con Alex... ella dijo que yo puedo... que ustedes... - lo miro de arriba a abajo, hasta encontrarme con sus ojos - bueno, por lo visto tú tampoco encontraste el kappa - sé que suena a una burla, por lo que sonrío de lado para que no lo tome a mal - creo que no hace falta que lo aclare, pero necesito ayuda. Alex dijo que ustedes podrían dármela - me pellizco la remera llena de mugre como si fuese una señal de mi penoso estado, rogando a los cielos que no me esté metiendo en la boca del lobo.
Jolene W. Yorkey
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- No tú, pero ellos no parecieron dudar a la hora de hacerlo... y yo no les hice nada, ya me caen mal - le digo encogiéndome de hombros aún sujetando su mano contra la mía mientras sonrío. A las buenas puedo ser muy buena, pero a las malas no hay puta que me gane a puterío. Porque si alguien trata de hacerme daño de alguna forma no soy yo la que se queda asustada y escondida en un sitio, nadie sabe mis puntos débiles más que Jordan, el cuál se aprovecha de ello cuando no quiero ir a algún sitio - todo sea dicho -, pero los demás tan sólo me ven como una chica inocente y loca que ha perdido la memoria y la sigue perdiendo a cada día que pasa. Y en cierto modo tienen razón, pero no la suficiente. Yo sigo siendo más inteligente que todos ellos, se como actuar para dar la sorpresa en el momento oportuno. Además, dos mentes piensan mejor que una, y aunque chincho a Jordan diciéndole que con él hacemos sólo cerebro y medio, en el fondo sabe que no es verdad y que ambos somos como un equipo, así que con Jo ahora todo será más divertido.

Por otro lado me siento segura. En otra ocasión la hubiera dejado colgar de esa trampa e ido a buscar a Jordan directamente, pero ella tiene algo que no consigo descifrar que me trae buenas vibraciones, y que me permite despistarme cuanto quiera porque se que si hay algo que esté pasando, me avisará. Es por eso que casi caigo al suelo del sobresalto cuando veo a alguien aparecer delante de nosotros, ballesta en mano, y con el pelo completamente despeinado. Tardo unos segundos en reconocerlo, tan sólo me hace falta oír su voz para saber quién es. Inmediatamente suelto la mano de Jolene y salto a abrazarlo para que baje por completo la ballesta - ¡Jordan! - le grito al oído presa de la emoción por volver a verlo de una sola pieza. Es increíble cuanto me preocupo por él sin ser plenamente consciente de ello - Baja la ballesta, es mi amiga - le digo apartándome de él un poco, para poder mirarlo a los ojos. Odio que sea más alto que yo porque siempre tengo que mirar hacia arriba, y él mira hacia abajo. A veces hasta me subo a su espalda por el mero disfrute de poder ser más alta que él por unos minutos, pero la situación no lo amerita.

- No seas grosero - le digo, sin dar el detalle de que al principio fui yo la que hizo comentarios sobre su aspecto - Lleva días andando sola y sin orientación, y necesita ayuda, así que vamos a dársela - y entonces me meto en el papel que me toca, porque aunque es fácil convencer a Jordan de mis caprichos, si no se fía mucho - más si la conoce pues no parece muy extrañado del todo al verla - es capaz de dejarla de lado - ¿Podemos quedárnosla? - le digo agarrándome de su brazo y agitándolo con fuerza, hasta que veo como su ballesta cae al suelo del movimiento - Por favor, por favor, por favor, ¡por favor! - repito una y otra vez tan efusivamente que hasta me mareo - Prometo darle de comer, y bañarla, y peinarla, ¡y hacerle trenzas! Aunque se que a ti te guste que te las haga de vez en cuando ya no te usaré de maniquí, ¿podemos podemos? - continúo con mi retahíla. No se si se sentirá ofendida, pues prácticamente la estoy tratando como si de una mascota se tratase. ¿Pero como es que se trata a los amigos? Es la primera vez en mi vida que hay alguien más en ella aparte de Jordan - Si se hace pis yo la cambio, si quiere ir a la calle yo la acompañaré, tú no tendrás que ocuparte de nada - asiento tranquilamente, sonriendo como tonta y me paro al lado de Jolene.

Es hora de poner las cartas sobre la mesa - Y aunque quieras o no se quedará, porque necesita esperar a que sus amigos vengan por ella... - agacho la cabeza, ¿será verdad entonces que llegará el día en el que se vaya? Ya no me gusta tanto la idea de que Jo tenga amigos.
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Si no hubiese bajado ligeramente la ballesta antes de que Alex se me lanzara encima, probablemente alguien habría salido herido. La flecha se dispara y acaba en los pies de Jo lo cual me hace soltar una especie de maldición, unida a la sorpresa, unida al pánico y unida al alivio. Lo primero por Alex, lo segundo por mi, lo tercero por el daño que podría haberle hecho, y lo último por lo que no hice. Retengo el aire en mis mejillas un momento antes de soltarlo al ver que se ha quedado en un susto. - ¿La conoces? - Es lo primero que se me ocurre decir cuando dice que es su amiga. Entonces, a medias me entero de lo que pasa. Alex habla muy a prisa y casi al mismo tiempo en el que Jolene intenta explicarse. - Perdona - Comento con un deje irritado y casi de inmediato cuando me acusa de ser grosero por meterme con el aspecto de su supuesta amiga que parece haberse embarcado en toda una aventura desde la isla de los vencedores para llegar hasta aquí.

Al final entre unas palabras y otras consigo enterarme de lo importante así que asiento ligeramente para confirmar que si necesita ayuda pensamos dársela. Yo tengo una cierta debilidad por damiselas en apuros, y en general por cualquiera que esté en apuros. En esos casos, lo de distinguir entre sexos, no es lo mío. - Sospecho que no había Kappa ninguno, pero me van a pagar de todas maneras, así que da igual. - Mis palabras salen algo ausentes mientras centro mi atención en la chica que venía conmigo y no en la recién llegada, especialmente cuando empieza a soltar una retahila de cosas que por un momento me he sentido como el padre cuya hija intenta adoptar a un gato abandonado. Arrugo la nariz antes de pasar mi brazo sobre el hombro de Alex y atraerla hacia mi, apretando ligeramente su cabeza como si fuese una niña pequeña con la que estoy jugando. - No le hagas caso. A veces dice tonterías. Puedes venir con nosotros, y seguro que puede cambiarse de ropa y pasearse ella solita. - La última parte de la frase va para Alex, más que para Jolene, y supongo que por el contexto se entiende de sobra.

Despeino a mi amiga antes de soltarla chascando la lengua. - Si vas a venir con nosotros necesitas ropa... en fin, ya se que te ofende pero estas echa un asco. - Señalo en una dirección concreta antes de empezar a caminar hacia allí, agachándome única y exclusivamente para deshacer las trampas. Tampoco es plan de que alguien por accidente acabe atado boca abajo y sin nadie que pueda bajarle. - Allí hay un claro. Traemos ropa, Alex puede dejarte algo mío. Si queremos pasar desapercibidos en la capital, entre menos parezcas tú, mejor. - No tengo que saber demasiado para comprender que escapa de algo. No todos los días se encuentra a un vencedor fuera de su isla, y mucho menos rondando por distritos que ni siquiera son suyos. Sin embargo no pienso hacer preguntas por el momento, aunque lo de los amigos que van a venir a buscarle no me ha sonado muy bien.

Dejo que Alex se encargue de pasarle la ropa mientras dejo las mochilas en el suelo y presto atención a algo que no sea alguien cambiándose. Apoyo la cabeza y el cuerpo contra uno de los troncos simplemente esperando. - Dale una de tus coletas. Debería recogerse el pelo. Y dale esto para que se lo ponga en la cabeza. - Desato la gorra del cinto y se la paso a Alex, que entre chicas se entienden. Tal vez cuando acabemos con Jolene parezca suficientemetne poco femenina como para pasar desapercibida. Con solo la ayuda de Alex, ya llamamos bastante la atención, como para además movernos por el distrito 13 con una persona famosa.
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Jolene W. Yorkey
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No puedo evitar sentirme entre desconcertada y ofendida cuando Alex comienza a hablar de mí como si fuese un perro que no es capaz de comprender lo que dicen, de modo que me cruzo de brazos y arrugo el ceño en un claro e infantil gesto de ofensa - ¡Ey, que sigo aquí! - reprocho, pero Jordan parece tener un poco más de sentido común y no puedo evitar sentirme medianamente agradecida. Me río ligeramente ante su comentario y alzo mis hombros con indiferencia, porque no es que alguna vez me haya importado demasiado lo que digan de mi aspecto - creéme que no me ofende. Lo sé muy bien - he visto la tierra de mis uñas y el cabello me pica hasta el punto de querer arrancármelo de la cabeza por culpa de su mugre; ya sé que me limpié en el lago, pero eso no es suficiente. Es la primera vez en mi vida que extraño las duchas completas y relajantes del Capitolio y de la Isla de los Vencedores.

Acepto seguirlos hacia el claro que Jordan indica, sin saber si debo tener mis cuchillos preparados o no, pero por el momento me doy el lujo de confiar en estas personas. El modo en el cual el chico me habla me hace mirarlo con curiosidad, puesto que es obvio que sabe quien soy y no tengo idea de si ha deducido mi escape o, simplemente, ya han alertado al mundo de lo que ha pasado; si es lo segundo, probablemente estoy más que jodida. En cuanto estamos en el claro, Alex comienza a pasarme la ropa y yo me tambaleo ligeramente bajo el peso de ésta, pero no me tomo demasiado tiempo en correr hacia un árbol un poco alejado por el borde del lugar, porque nunca me ha gustado que me anden viendo con poca vestimenta y ésta no va a ser la excepción. Quitarme la ropa sucia es un alivio y las ropas de Jordan me quedan enormes, por lo que me siento bastante libre, a pesar de que intento sujetarme el pantalón con un cinturón para no terminar con todo caído a mitad del camino. Acepto la coleta, me hago un rodete y me coloco la gorra; no puedo verme, pero estoy segura de que parezco un niño demasiado pequeño y flacuho.

Guardo mis prendas sucias dentro del morral, aplastando todo porque ya se encuentra completamente lleno, para después volver a colgármelo - ¿Cómo me veo? - bromeo, saliendo de detrás del árbol como si estuviese modelando, aunque es obvio que es una completa ironía y mis movimientos son demasiado exagerados como para tomarlos en serio. Acomodo la gorra para verlos mejor y les sonrío levemente - De acuerdo, de verdad... gracias. Ahora... ¿hacia dónde vamos? - les hago una seña para que comiencen a andar, dispuesta a seguirlos - creo que hay muchas cosas que debemos contarnos por el camino.
Jolene W. Yorkey
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Me da tanta lástima que no tiene siquiera ni para ponerse algo de ropa que cuando Jordan dice que puede prestarle algo suyo para ponerse y con eso pasar desapercibida a toda la gente - cosa que me hace pensar que la chica en cuestión es más importante de lo que realmente aparenta, pero no digo nada y me callo la emoción de tener una amiga famosa para mi misma - que pueda que nos salga a mitad de camino cuando nos vean. Aunque siempre podemos pasar desapercibidos - Además de que con Jordan al lado es complicadísimo pasar desapercibido, es tan mono - le guiño un ojo a Jo, porque no hay que ser muy lista para saber que mi mejor amigo es la persona más maja, adorable y guapa del mundo entero, por lo que sobran las palabras. Así pues no hace falta decir nada más y Jo, que no parece muy dispuesta a quedarse delante mía por motivos de intimidad o quizás más bien de vergüenza, se separa cuando le doy la ropa que Jordan me tiende.

Cuando la veo irse me agarro del brazo de Jordan, como muchas otras veces, y sonrío abiertamente a la nada, mirando en la dirección por la que ha desaparecido - ¿Sabes qué Jordan? Te quiero mucho, tanto que no se como agradecerte todo esto - no es la primera vez que le agradezco las cosas, pero esta vez es diferente. Me cuida, me trata, me soporta, me vuelve a cuidar, me lleva a donde me plazca, me cumple todos los caprichos, y por sobretodas las cosas me da la oportunidad de conocer gente con la que poder entablar una nueva amistad - Eres el único que ha conseguido lo que todos daban por perdido cuando me vieron salir de esa... - me abrazo más a su brazo porque no soy capaz de decir nada más en lo referente a aquel sitio tan oscuro cuando salí. De hecho apenas les di tiempo a decir nada, porque salí tan rápida como las piernas me respondían, estaba perdida - Además, ¿qué hubiera pasado si no hubiera venido hoy contigo? No tendría una nueva amiga... - se me quiebra la voz al terminar, pero no obstante lo último casi que lo he dicho para mi que para cualquier otra persona, así que simplemente me limito a ponerme de puntillas para darle a Jordan un beso en la mejilla y, con un simple gracias, agarrar mi localizador de gamusinos, a la par de que Jo vuelve a aparecer ya vestida.

Sin duda nadie la reconocerá, si es que tiene que esconderse de algo claro. No parece ella, de hecho hasta a mi me cuesta reconocer que es la persona que había visto hará unas horas completamente colgada boca abajo de la trampa - ¡Te ves genial! Casi pasas por el hermano de Jordan, quizás un poco más bajita - le doy un golpecito en la frente, a la altura del flequillo, y la tomo de la mano como quien no quiere la cosa, dándome prisa para coger ventaja y empezar a hablar de mil y una cosas que quizás no vienen al caso, pero que a mi compartirlas con otra persona me hace sentir la chica más feliz de todo el mundo.
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