OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Las clases por fin han acabado y me alegro mucho, estaba a punto de gritar si alguien me decía otra vez las tareas que tengo por hacer esa tarde. Meto las cosas en mi mochila bruscamente sin molestarme en ordenarlas y la cuelgo sobre uno de mis hombros perdiéndome entre el montón de gente un poco a empujones para salir de allí. Al final de todo el caos consigo llegar al patio del recreo y me desvío por la salida del otro lado que es el camino más largo hacia mi casa y hacia la de cualquiera y ese es el motivo de que nadie la pille.
Prefiero llegar tarde a casa. Mi tío Andrew últimamente está muy obsesionado con que sea mejor persona, me desarrolle mejor, y blablabla, son ideas estúpidas que le ha metido esa amiga suya en la cabeza. Me irrita. Por qué no sigue tratándome como siempre y me deja en paz y solo me da la lata de vez en cuando con sus típicas preguntas de si estoy bien. Claro que no estoy bien, mi hermano está muerto, mi otro hermano con gente que no conozco y no puedo verlo y además mi madre decidió abandonarme en una mierda de distrito donde a hay gente que ni siquiera tiene para comer.
Me paso el dorso de la mano por debajo de la nariz fastidiado. Al llegar a la zona de las casas voy tan distraído que llevo un buen rato sin darme cuenta de que viene siguiéndome alguien. Los chicos llegan a su casa obviamente antes que yo y para cuando entro a la calle junto a la mía está prácticamente vacía, es ese el momento que aprovecha mi perseguidor para cubrirme la boca con una de sus manos y arrastrarme fuera de la acera. Suelto un grito, pero mi voz no sale de entre sus muanos y por mucho que pateo y me retuerzo él es más fuerte que yo. Sin darme cuenta, he gritado papá algo que no tengo, pero que es una palabra que uso en mis peores momentos con tío andrew, que se me escapa sin querer.
Acabo en un callejón oscuro y aislado antes de que la persona que me ha apresado me hable por primera vez. No reconozco la voz aunque por lo que dice debería. Entonces me pone contra la pared y se pone delante de mi. Le reconozco en el acto y es cuando me suelta. - Puto bastardo cómo te atreves a venir aquí a joderme el día - Empiezo a golpear a Jared con mis manos hechas un puño y luego le tiro la mochila encima todavía temblando por culpa del miedo que he pasado. - ¡QUE TE DEN! - Acabo por soltar girándome para irme de aquel lugar trastabillando en varias ocasiones lo que le quita mucho dramatismo a lo que hago.
Prefiero llegar tarde a casa. Mi tío Andrew últimamente está muy obsesionado con que sea mejor persona, me desarrolle mejor, y blablabla, son ideas estúpidas que le ha metido esa amiga suya en la cabeza. Me irrita. Por qué no sigue tratándome como siempre y me deja en paz y solo me da la lata de vez en cuando con sus típicas preguntas de si estoy bien. Claro que no estoy bien, mi hermano está muerto, mi otro hermano con gente que no conozco y no puedo verlo y además mi madre decidió abandonarme en una mierda de distrito donde a hay gente que ni siquiera tiene para comer.
Me paso el dorso de la mano por debajo de la nariz fastidiado. Al llegar a la zona de las casas voy tan distraído que llevo un buen rato sin darme cuenta de que viene siguiéndome alguien. Los chicos llegan a su casa obviamente antes que yo y para cuando entro a la calle junto a la mía está prácticamente vacía, es ese el momento que aprovecha mi perseguidor para cubrirme la boca con una de sus manos y arrastrarme fuera de la acera. Suelto un grito, pero mi voz no sale de entre sus muanos y por mucho que pateo y me retuerzo él es más fuerte que yo. Sin darme cuenta, he gritado papá algo que no tengo, pero que es una palabra que uso en mis peores momentos con tío andrew, que se me escapa sin querer.
Acabo en un callejón oscuro y aislado antes de que la persona que me ha apresado me hable por primera vez. No reconozco la voz aunque por lo que dice debería. Entonces me pone contra la pared y se pone delante de mi. Le reconozco en el acto y es cuando me suelta. - Puto bastardo cómo te atreves a venir aquí a joderme el día - Empiezo a golpear a Jared con mis manos hechas un puño y luego le tiro la mochila encima todavía temblando por culpa del miedo que he pasado. - ¡QUE TE DEN! - Acabo por soltar girándome para irme de aquel lugar trastabillando en varias ocasiones lo que le quita mucho dramatismo a lo que hago.
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Viajar de Europa a NeoPanem puede convertirse en una tarea ardua y difícil, pero para mi es tanta la costumbre de hacerlo casi semanalmente que más que nada parece un viaje de negocios o algo por el estilo. Pero no son negocios los que me traen al distrito seis, ni tan siquiera temas rebeldes, simplemente llevo mucho tiempo queriendo ver como le van las cosas a uno de mis sobrinos. La relación que tengo con Seth es de lo más extraña que pueda existir, porque al igual que a su madre, a mi también me odia. Se piensa que su madre hace lo que hace para herirlo y separarse de él, y no sabe que realmente es todo lo contrario. Críos, crees que aprenden a una velocidad sobrehumana y en realidad van para atrás, como los cangrejos. Aún así no podemos echarle nada en cara, pues siempre se ha visto cuidado por alguien que no ha sido su madre, y eso en el fondo puede llegar incluso a doler. A dolerle más bien.
No es tan difícil encontrar a mi sobrino - que en realidad sería más bien sobrino postizo o algo así porque yo no tengo más que una amistad muy grande con su madre - en este distrito. Se perfectamente que a esta hora sale de sus clases y que vuelve a casa, como siempre, arrastrando los pies y con cara de pocos amigos. Me dedico a observarlo un rato, persiguiéndolo entre los callejones sin que él llegue a verme ni tan siquiera un apéndice. Es divertido, casi podría decirse que juguemos a ratón que te pilla el gato, donde obviamente el gato soy yo. A veces parezco tan infantil que casi puedo entender que Seth me odie, porque él parece un chico tan maduro... aunque por dentro se guarda tantas cosas que es imposible. Se muestra serio, es una cobertura, todos lo saben y prefieren no preguntar. Yo, en cambio, me muestro duro e incluso impertinente con él, es la única forma de sacarle las cosas. Eso y a base de palos, pero no estoy muy por la labor, ya cansa y me deja la mano hecha una birria cuando me obliga a hacer eso.
Nada más veo que está lo suficientemente cerca de su casa, me acerco a él por detrás y, con una sonrisa traviesa, le tapo la boca y los ojos para llevármelo a donde sea, como si de un secuestro se tratara - ¡No patalees! Me vas a hacer daño renacuajo - le digo medio bromista, pues lo tengo tan bien sujeto que no es capaz ni tan siquiera de soltarse. Tampoco le hace falta, pues lo suelto en uno de los callejones más angostos y oscuros que soy capaz de encontrar. Y entonces empieza a soltar improperios hacia mi persona, a lo que yo respondo con un gesto indiferente y de brazos cruzados, asintiendo a cada nueva palabra que dice y moviendo la mano al más puro estilo marioneta que habla consigo mismo - ¿Ya está? ¿Ya has terminado? - le pregunto con una ceja alzada, dándole un golpe suave a la altura del hombro que lo hace trastabillar un poco - La próxima vez que me llames bastardo te cuelgo de las orejas en la pared más alta que haya en este distrito, ¿vale? - sonrío angelicalmente y pestañeo varias veces, sabiendo que todo eso le molesta porque... ¿le da vergüenza? Puede ser.
Doy un rodeo a su alrededor, observándolo con una mirada escrutiñadora para ver si se mantiene enérgico y activo. Asiento de acuerdo con todo y me paro delante de él, para agacharme y quedar a su altura - A lo de que me den, no te voy a decir que no - ruedo los ojos no sin antes guiñarle un ojo divertido - ¿Cómo estás pequeño? Hace mucho que no se nada de ti, creo recordar que quedamos en que me mandarías cartas cada semana... ¡me has mentido! - hago una pose dramática y cargada de ironía, porque si me hubiera prometido algo así sería lo más extraño del mundo - No me manda nadie si es lo que te preguntas, he venido porque he querido - y así es, aunque Jamie sabía que me pasaría. Siempre lo sabe.
No es tan difícil encontrar a mi sobrino - que en realidad sería más bien sobrino postizo o algo así porque yo no tengo más que una amistad muy grande con su madre - en este distrito. Se perfectamente que a esta hora sale de sus clases y que vuelve a casa, como siempre, arrastrando los pies y con cara de pocos amigos. Me dedico a observarlo un rato, persiguiéndolo entre los callejones sin que él llegue a verme ni tan siquiera un apéndice. Es divertido, casi podría decirse que juguemos a ratón que te pilla el gato, donde obviamente el gato soy yo. A veces parezco tan infantil que casi puedo entender que Seth me odie, porque él parece un chico tan maduro... aunque por dentro se guarda tantas cosas que es imposible. Se muestra serio, es una cobertura, todos lo saben y prefieren no preguntar. Yo, en cambio, me muestro duro e incluso impertinente con él, es la única forma de sacarle las cosas. Eso y a base de palos, pero no estoy muy por la labor, ya cansa y me deja la mano hecha una birria cuando me obliga a hacer eso.
Nada más veo que está lo suficientemente cerca de su casa, me acerco a él por detrás y, con una sonrisa traviesa, le tapo la boca y los ojos para llevármelo a donde sea, como si de un secuestro se tratara - ¡No patalees! Me vas a hacer daño renacuajo - le digo medio bromista, pues lo tengo tan bien sujeto que no es capaz ni tan siquiera de soltarse. Tampoco le hace falta, pues lo suelto en uno de los callejones más angostos y oscuros que soy capaz de encontrar. Y entonces empieza a soltar improperios hacia mi persona, a lo que yo respondo con un gesto indiferente y de brazos cruzados, asintiendo a cada nueva palabra que dice y moviendo la mano al más puro estilo marioneta que habla consigo mismo - ¿Ya está? ¿Ya has terminado? - le pregunto con una ceja alzada, dándole un golpe suave a la altura del hombro que lo hace trastabillar un poco - La próxima vez que me llames bastardo te cuelgo de las orejas en la pared más alta que haya en este distrito, ¿vale? - sonrío angelicalmente y pestañeo varias veces, sabiendo que todo eso le molesta porque... ¿le da vergüenza? Puede ser.
Doy un rodeo a su alrededor, observándolo con una mirada escrutiñadora para ver si se mantiene enérgico y activo. Asiento de acuerdo con todo y me paro delante de él, para agacharme y quedar a su altura - A lo de que me den, no te voy a decir que no - ruedo los ojos no sin antes guiñarle un ojo divertido - ¿Cómo estás pequeño? Hace mucho que no se nada de ti, creo recordar que quedamos en que me mandarías cartas cada semana... ¡me has mentido! - hago una pose dramática y cargada de ironía, porque si me hubiera prometido algo así sería lo más extraño del mundo - No me manda nadie si es lo que te preguntas, he venido porque he querido - y así es, aunque Jamie sabía que me pasaría. Siempre lo sabe.
Trastabillo y dejo de avanzar cuando pone una mano sobre mi hombro soltando una leve queja porque para variar, utiliza más fuerza de la que debería. Me trago el orgullo de todas formas porque no pienso decirle que me ha dolido, ni pienso decirle nada aunque me peguen un balazo en el abdomen. No le necesito, no le quiero en mi vida y estoy harto que venga a recordarme que mi madre me abandonó. Echo en falta mi mochila, no debí lanzársela antes porque así podría lanzarsela ahora y pirarme. - Cómo si me importara lo que creas que puedes hacerme - Intento ser borde de la misma forma que lo soy con todo el mundo. No me gusta confiar en la gente porque la persona a la que le debía mi vida prácticamente se largó sin avisar. - Si grito vendrán los agentes de la paz y oh sorpresa, ¿adivinas a quien se van a llevar? - Él es un rebelde, se supone que los rebeldes no deberían existir. Estarán encantado de liquidarle y la verdad es que no me importa.
O al menos pienso fingir que no me importa en absoluto.
Acomodo mi camisa que en medio del forcejeo de antes se ha desacomodado y me subo las mangas con un par de gestos escuetos cómo si estuviese preparándome para liarme a tortas con alguien. Es un gesto que me sale muy natural con eso de pasarme la vida a la defensiva, en el colegio si no saco los puños, soy hombre muerto. Me quedo mirándole con todo el odio del mundo que puedo reunir en un par de segundos cuando me pregunta como estoy, ruedo los ojos con lo de las cartas porque yo no le prometí tal cosa, él decidió que yo lo haría y yo por supuesto no lo hice. - Deberías entender que cualquier cosa que tenga que pasar en mi vida no debería importarte una mierda desde que te largaste - Prácticamente escupo las palabras al hablar, y si bien mi intención era que sonasen irientes hay un matiz muy oculto en ellas que demuestra lo mucho que me jode y que me duele que se hayan largado sin mi.
Eso es lo peor de mi vida. Él me abandona, ella me abandona, mis hermanos se largan y al final yo me quedo solo en un distrito con un hombre que no sabe ni que pieza de la ropa se pone primero y pretende portarse como un padre mientras todos siguen con su vida fuera de mi casa. Lo odio a él, los odio a todos. Me abalanzo contra él para pegarle un empujón que ni siquiera le desequilibra por obviamente, la diferencia de fuerza y tamaño que hay entre ambos. - Cómo si me importase que te hubiera enviado alguien! - Vuelvo a arremeter contra él todavía con el ataque de ira que cada vez se prolonga más y más. - ¡Cómo si de verdad fuese a venir! ¡Cómo si de verdad le importara! - Retrocedo cuando creo que me he cansado y tardo algún que otro segundo en darme cuenta de que la última frase no ha salido de la manera en la que yo quería y me apresuro a corregirla. - me importara... - Me mofo mirando hacia la pared, incapaz de ocultar lo obvio, el cachorro abandonado y dolido en el que me he convertido. - Os necesito tanto como os necesita Silván - Que es nada, porque ni siquiera es capaz de recordar quienes son.
O al menos pienso fingir que no me importa en absoluto.
Acomodo mi camisa que en medio del forcejeo de antes se ha desacomodado y me subo las mangas con un par de gestos escuetos cómo si estuviese preparándome para liarme a tortas con alguien. Es un gesto que me sale muy natural con eso de pasarme la vida a la defensiva, en el colegio si no saco los puños, soy hombre muerto. Me quedo mirándole con todo el odio del mundo que puedo reunir en un par de segundos cuando me pregunta como estoy, ruedo los ojos con lo de las cartas porque yo no le prometí tal cosa, él decidió que yo lo haría y yo por supuesto no lo hice. - Deberías entender que cualquier cosa que tenga que pasar en mi vida no debería importarte una mierda desde que te largaste - Prácticamente escupo las palabras al hablar, y si bien mi intención era que sonasen irientes hay un matiz muy oculto en ellas que demuestra lo mucho que me jode y que me duele que se hayan largado sin mi.
Eso es lo peor de mi vida. Él me abandona, ella me abandona, mis hermanos se largan y al final yo me quedo solo en un distrito con un hombre que no sabe ni que pieza de la ropa se pone primero y pretende portarse como un padre mientras todos siguen con su vida fuera de mi casa. Lo odio a él, los odio a todos. Me abalanzo contra él para pegarle un empujón que ni siquiera le desequilibra por obviamente, la diferencia de fuerza y tamaño que hay entre ambos. - Cómo si me importase que te hubiera enviado alguien! - Vuelvo a arremeter contra él todavía con el ataque de ira que cada vez se prolonga más y más. - ¡Cómo si de verdad fuese a venir! ¡Cómo si de verdad le importara! - Retrocedo cuando creo que me he cansado y tardo algún que otro segundo en darme cuenta de que la última frase no ha salido de la manera en la que yo quería y me apresuro a corregirla. - me importara... - Me mofo mirando hacia la pared, incapaz de ocultar lo obvio, el cachorro abandonado y dolido en el que me he convertido. - Os necesito tanto como os necesita Silván - Que es nada, porque ni siquiera es capaz de recordar quienes son.
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Nunca me cansaré de repetir y repetir que Jamie tuvo mala suerte al procrear a estos niños. No estoy muy seguro de que en realidad estos niños sean de ella, pero en realidad solo lo hago para bromear, porque muy en el fondo tanto ella como yo sabemos que son suyos. De todos modos me hace gracia tratar con el que es mi sobrino más problemático, porque de los demás apenas tengo conciencia de que sigan viviendo. No soy capaz de acercarme a la casa dónde viven por miedo a ver la situación y verme obligado a quedarme... no soportaría pensar que todos están sufriendo de una manera tan irremediable que necesitan a alguien en su vida para poner en orden todo. Aunque si lo pensamos bien, no estoy muy seguro de que quisieran tenerme, más que nada porque hasta yo mismo se que de todas las personas que puedan vivir en esa casa, el más alocado y sinvergüenza de todos seré por y para siempre yo. Es por ello que muchos rebeldes no me toman con toda la seriedad que deberían, pero eso es porque no me han visto enfadados. Soy todo un encanto cuando me pongo rojo, no sabéis cuanto.
- Al menos nos has salido valiente pequeño, me estoy pensando en llevarte conmigo a donde está tu madre así te callas de una maldita vez - le suelto lo más cruel que puedan llegar a ser mis palabras, porque Seth me impacienta de una manera que no soy capaz de describir. Es tan impertinente como él sólo, y no permite a nadie que le roce en lo más mínimo. Está tan necesitado de cariño que hasta las caricias parecen hacerle daño, simplemente porque nunca ha sabido como son, ni eso ni las carantoñas, los abrazos, algún que otro beso en la mejilla... - ¿Y serías capaz de delatar a tu tío? - arqueo una ceja mirando en todas direcciones porque el muy capullo sabe como hacerme callar. Lo que menos quiero es que vengan los Agentes y tener que salir huyendo de una forma un tanto escandalosa, tanto que quizás ni sea capaz de volver a visitarlo - No creo que seas capaz, en el fondo me quieres tanto que ni tú mismo te has dado cuenta Seth - mi voz suena dulce, tratando de trasmitirle confianza y cariño, todo ese cariño que él nunca parece haber conocido. Pero que realmente si lo conoció, sólo que lo olvidó.
"Y si me largué fue por una razón", que es lo que me gustaría poder decirle pero que si no lo hago es porque no me tomará en serio y ni siquiera me hará caso, más que nada volverá a salir corriendo para alejarse de mí, y no quiero eso. Me fijo entonces en que el callejón es de lo más angosto y asquerosamente sucio posible. Casi me salen arcadas al oler el ambiente y que se meta por mis orificios nasales un olor un tanto feo... desagradable - ¿No hay otro sitio al que podamos ir tranquilamente, sin armar escándalo, para hablar? No quiero morir intoxicado, y apuesto lo que sea a que tú tampoco - le reprocho con la mirada su comportamiento nuevamente. Me quedo estupefacto cuando sigue hablando y empieza a gritarme, y mi primer impulso es darle una cachetada cuando termina de hablar. Lo hago callar inmediatamente, y nada más le doy la cachetada poso mi mano en su mejilla - Lo siento, pero era eso o colgarte, y créeme que prefieres mil veces la cachetada - me vuelvo a agachar, poniéndome de cuclillas para quedar a su altura y entonces le abrazo.
Le doy un abrazo por mucho que él se resista, e interiormente estoy tan dolido como él porque no soy capaz de llevármelo y dejar que su sufrimiento no sea tanto - No queremos que sufras Seth, y si te llevamos con nosotros, aunque no quieras, no haríamos más que hacerte más daño del que te piensas - mido mis palabras porque en cualquier momento el chico puede darme una patada donde más me duele y salir corriendo, y no quiero que eso pase - Deberías de dejar de encerrarte tanto, meditar tus propias palabras y pensar el por qué de que tu madre no esté aquí contigo ahora mismo, ¿nunca has barajado la posibilidad de que lo esté haciendo por tu bien? Porque deberías - y entonces lo suelto, quedándome aún de cuclillas con los brazos cruzados, mirándole a los ojos. Que difícil se me hacen los críos cuando quieren.
- Al menos nos has salido valiente pequeño, me estoy pensando en llevarte conmigo a donde está tu madre así te callas de una maldita vez - le suelto lo más cruel que puedan llegar a ser mis palabras, porque Seth me impacienta de una manera que no soy capaz de describir. Es tan impertinente como él sólo, y no permite a nadie que le roce en lo más mínimo. Está tan necesitado de cariño que hasta las caricias parecen hacerle daño, simplemente porque nunca ha sabido como son, ni eso ni las carantoñas, los abrazos, algún que otro beso en la mejilla... - ¿Y serías capaz de delatar a tu tío? - arqueo una ceja mirando en todas direcciones porque el muy capullo sabe como hacerme callar. Lo que menos quiero es que vengan los Agentes y tener que salir huyendo de una forma un tanto escandalosa, tanto que quizás ni sea capaz de volver a visitarlo - No creo que seas capaz, en el fondo me quieres tanto que ni tú mismo te has dado cuenta Seth - mi voz suena dulce, tratando de trasmitirle confianza y cariño, todo ese cariño que él nunca parece haber conocido. Pero que realmente si lo conoció, sólo que lo olvidó.
"Y si me largué fue por una razón", que es lo que me gustaría poder decirle pero que si no lo hago es porque no me tomará en serio y ni siquiera me hará caso, más que nada volverá a salir corriendo para alejarse de mí, y no quiero eso. Me fijo entonces en que el callejón es de lo más angosto y asquerosamente sucio posible. Casi me salen arcadas al oler el ambiente y que se meta por mis orificios nasales un olor un tanto feo... desagradable - ¿No hay otro sitio al que podamos ir tranquilamente, sin armar escándalo, para hablar? No quiero morir intoxicado, y apuesto lo que sea a que tú tampoco - le reprocho con la mirada su comportamiento nuevamente. Me quedo estupefacto cuando sigue hablando y empieza a gritarme, y mi primer impulso es darle una cachetada cuando termina de hablar. Lo hago callar inmediatamente, y nada más le doy la cachetada poso mi mano en su mejilla - Lo siento, pero era eso o colgarte, y créeme que prefieres mil veces la cachetada - me vuelvo a agachar, poniéndome de cuclillas para quedar a su altura y entonces le abrazo.
Le doy un abrazo por mucho que él se resista, e interiormente estoy tan dolido como él porque no soy capaz de llevármelo y dejar que su sufrimiento no sea tanto - No queremos que sufras Seth, y si te llevamos con nosotros, aunque no quieras, no haríamos más que hacerte más daño del que te piensas - mido mis palabras porque en cualquier momento el chico puede darme una patada donde más me duele y salir corriendo, y no quiero que eso pase - Deberías de dejar de encerrarte tanto, meditar tus propias palabras y pensar el por qué de que tu madre no esté aquí contigo ahora mismo, ¿nunca has barajado la posibilidad de que lo esté haciendo por tu bien? Porque deberías - y entonces lo suelto, quedándome aún de cuclillas con los brazos cruzados, mirándole a los ojos. Que difícil se me hacen los críos cuando quieren.
Cuando me dice que le gustaría poder llevarme con él algo en mi corazón se estremece y repentinamente me siento con cinco años esperando a que de verdad me lleve a alguna parte. Doy un paso hacia él y ese solo paso me sirve para darme cuenta de que me estoy comportando cómo el niño que no quiero ser, no quiero tener esperanzas sobre cosas que no van a pasar, no quiero creer que mi vida será distinta alguna vez porque eso es imposible. Es lo que tiene crecer y darse cuenta de que en realidad no le importas a nadie. Chasco la lengua desinteresadamente para catalogar sus palabras como una estupidez, porque eso es lo que son, ya tengo edad suficiente para darme cuenta de que ese día no va a llegar. - Vete a otro con ese cuento - Cuando estaban Sinhué y Silván podía confiar porque eramos tres, pero ¿por qué voy a hacer lo ahora?, Sinhué murió, Silván no los recuerda porque perdió la memoria y yo solo soy el recuerdo de las dos personas que perdieron. Incluso yo me dejaría tirado.
Pero necesito culparles así que sigo enfadado con todo el mundo porque mi vida no es como era antes de aquel accidente que jodió a toda mi familia. Alzo mi mirada hacia él desafiante no viendo la absoluta necesidad de contestar a si sería o no sería capaz de delatarlo. Tengo catorce años, estoy jodidamente furioso y en esa etapa de mi vida donde solo tengo cómo misión destruir todo lo que tengo a mi alrededor. Él es parte de ese alrededor, claro que sería capaz de llamar a la policía y entregarlo y él lo sabe, es por eso que se gira para asegurarse de que no hay nada que esté ahora mismo, teniéndolo en el punto de mira. Me mofo de su credulidad pero sé que es una fachada, que aún no está seguro de que no le entregaría y si yo fuese él, no lo estaría.
Su golpe me toma por sorpresa, tan de sorpresa como el abrazo que viene después. - Pero qué te crees que ha... - Me interrumpo porque las palabras se me atoran en la garganta cómo si por un instante hubiese estado a punto de echarme a llorar. Tardo un poco en recomponerme, en encontrar el motivo de que me sienta así y en aniquilarlo de un balazo. Hace tiempo decidí que no puedo dejarme llevar por esta clase de cosas, esperar duele más que asumir que no van a volver, pero volviendo de vez en cuando solo hacen que la esperanza renazca en un lugar de donde creí haberla borrado del todo. Pasan más segundos de los que puedo admitir antes de lanzarle un empujón para quitármelo de en medio que sucede casi al mismo tiempo en el que decide soltarme, y le doy la espalda los segundos que necesito para volver a ser yo, para ponerme esa máscara de odio e indiferencia que creo para protegerme del mundo exterior. - Andrew debe estar aún en el bar - O probablemente con su nueva y estúpida novia experta en adolescentes.
Doy varios pasos para recoger la mochila y colgármela al hombro siguiendo por el callejón para cruzarlo hasta el otro lado esperando a que me siga mirando primero por el borde del edificio para ver que tanta gente hay alrededor encontrando bastante poca por lo obvio, es hora de comer. Que hable de mi madre me molesta, pero a mi todo me molesta. Hago una mueca antes de soltar un surpiro dejando el tema de lado cruzando al otro lado y acabando por meterme en una de las casas abandonadas que hay al final de la calle tirando las cosas en la entrada y cerrando las cortinas por inercia. Aquellas casas estuvieron ocupadas en su momento por personas que o bien fallecieron y no tuvieron a quien dejársela, se mudaron, o fueron acusados de traición. En todo casi, nadie quiere vivir en la casa de un traidor ni tampoco en la de un muerto así que nadie las ocupa. Los de mi edad se inventan que están embrujadas y chorradas de esas, chorradas en las que yo no creo en absoluto.
Pero necesito culparles así que sigo enfadado con todo el mundo porque mi vida no es como era antes de aquel accidente que jodió a toda mi familia. Alzo mi mirada hacia él desafiante no viendo la absoluta necesidad de contestar a si sería o no sería capaz de delatarlo. Tengo catorce años, estoy jodidamente furioso y en esa etapa de mi vida donde solo tengo cómo misión destruir todo lo que tengo a mi alrededor. Él es parte de ese alrededor, claro que sería capaz de llamar a la policía y entregarlo y él lo sabe, es por eso que se gira para asegurarse de que no hay nada que esté ahora mismo, teniéndolo en el punto de mira. Me mofo de su credulidad pero sé que es una fachada, que aún no está seguro de que no le entregaría y si yo fuese él, no lo estaría.
Su golpe me toma por sorpresa, tan de sorpresa como el abrazo que viene después. - Pero qué te crees que ha... - Me interrumpo porque las palabras se me atoran en la garganta cómo si por un instante hubiese estado a punto de echarme a llorar. Tardo un poco en recomponerme, en encontrar el motivo de que me sienta así y en aniquilarlo de un balazo. Hace tiempo decidí que no puedo dejarme llevar por esta clase de cosas, esperar duele más que asumir que no van a volver, pero volviendo de vez en cuando solo hacen que la esperanza renazca en un lugar de donde creí haberla borrado del todo. Pasan más segundos de los que puedo admitir antes de lanzarle un empujón para quitármelo de en medio que sucede casi al mismo tiempo en el que decide soltarme, y le doy la espalda los segundos que necesito para volver a ser yo, para ponerme esa máscara de odio e indiferencia que creo para protegerme del mundo exterior. - Andrew debe estar aún en el bar - O probablemente con su nueva y estúpida novia experta en adolescentes.
Doy varios pasos para recoger la mochila y colgármela al hombro siguiendo por el callejón para cruzarlo hasta el otro lado esperando a que me siga mirando primero por el borde del edificio para ver que tanta gente hay alrededor encontrando bastante poca por lo obvio, es hora de comer. Que hable de mi madre me molesta, pero a mi todo me molesta. Hago una mueca antes de soltar un surpiro dejando el tema de lado cruzando al otro lado y acabando por meterme en una de las casas abandonadas que hay al final de la calle tirando las cosas en la entrada y cerrando las cortinas por inercia. Aquellas casas estuvieron ocupadas en su momento por personas que o bien fallecieron y no tuvieron a quien dejársela, se mudaron, o fueron acusados de traición. En todo casi, nadie quiere vivir en la casa de un traidor ni tampoco en la de un muerto así que nadie las ocupa. Los de mi edad se inventan que están embrujadas y chorradas de esas, chorradas en las que yo no creo en absoluto.
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Niego. Vuelvo a negar. Y niego. ¿A qué me recuerda esto? ¡Ah si! Me pasa exactamente lo mismo una y otra vez con su madre, para que luego no digan que de tal palo tal astilla. Porque son de las pocas personas que me hacen negar tantas veces y tan repetidamente, hasta el punto que hasta yo mismo me canso de negar y me llega a producir hasta torticulis de esa extraña - No Seth, no le voy a nadie más que a ti porque quiero que te des cuenta de que te estoy contando toda la verdad, ¿por qué iba a mentirte? ¿Qué gano pequeño? - le pregunto, tratando de sonar lo más familiar y cariñoso posible. La tarea de tío cada vez se me viene más grande, porque aunque puedo decir que me encantan los niños, mis sobrinos me exasperan hasta tal punto que luego no soy capaz de pegar ojo durante noches y noches enteras. Recuerdo mil veces las noches en vela pegado a la cama de Jamie, apoyado en el borde de su cama con la cabeza y sentado en el suelo, porque no soy capaz de conciliar el sueño por culpa de todos sus hijos. No le echo nada en cara, ni le reprocho, pero simplemente a veces me gustaría que pudiera dejarme de lado, que me olvidara, y se dedicara simplemente a cuidar de ellos.
He podido sentir el empujón que me ha dado justo cuando me he separado de abrazarlo, pero no digo ni hago nada para evitar que me lo de, pues seguramente yo también me merezca ese trato - Hago eso para que te des cuenta, enano impertinente e irrespetuoso, ¿es que no te han enseñado modales? - le fulmino con la mirada porque me está enervando a una velocidad de vértigo - Ya me estás llevando a un sitio donde podamos hablar más tranquilos o te arre... - no me deja terminar porque coge su mochila nuevamente y se pone de camino hacia otra parte. Me doy un golpe yo mismo en la frente con mi mano y me incorporo, observándolo a ver si va a salir corriendo, o piensa delatarme. Pero ni una ni otra, se mete en otra casa. Ruedo los ojos y lo sigo, poniendo especial interés en donde es que va a parar y como es que conoce todos esos sitios. Al entrar en la casa me quedo completamente asombrado porque, aunque está vacía, no está en tan mal estado - Pasas mucho tiempo fuera de casa, ¿verdad? No te voy a decir nada por ello pues yo también era como tú cuando era pequeño - sonrío divertido recordando mi poca infancia, esa que pasé entre calvarios pero que siempre me daba la posibilidad de escabullirme de donde quiera que estuviera para buscar sitios que nadie más conociera.
- Cuéntame como van las cosas en casa, cuéntamelo todo - me acerco a donde está y le pongo una mano en el hombro, para volver a acuclillarme y acercarme a él para poder hablar tranquilamente. La casa está llena de polvo pero es algo pasajero, al menos no huele tan mal como aquel oscuro callejón - Juguemos a algo. Yo hago una pregunta y tú me haces otra. Puedes preguntar lo que quieras, o si lo prefieres, incluso pegarme - le guiño un ojo burlón y me cruzo de brazos, tratando de esperar una reacción por su parte. Seth es tan callado cuando quiere...
He podido sentir el empujón que me ha dado justo cuando me he separado de abrazarlo, pero no digo ni hago nada para evitar que me lo de, pues seguramente yo también me merezca ese trato - Hago eso para que te des cuenta, enano impertinente e irrespetuoso, ¿es que no te han enseñado modales? - le fulmino con la mirada porque me está enervando a una velocidad de vértigo - Ya me estás llevando a un sitio donde podamos hablar más tranquilos o te arre... - no me deja terminar porque coge su mochila nuevamente y se pone de camino hacia otra parte. Me doy un golpe yo mismo en la frente con mi mano y me incorporo, observándolo a ver si va a salir corriendo, o piensa delatarme. Pero ni una ni otra, se mete en otra casa. Ruedo los ojos y lo sigo, poniendo especial interés en donde es que va a parar y como es que conoce todos esos sitios. Al entrar en la casa me quedo completamente asombrado porque, aunque está vacía, no está en tan mal estado - Pasas mucho tiempo fuera de casa, ¿verdad? No te voy a decir nada por ello pues yo también era como tú cuando era pequeño - sonrío divertido recordando mi poca infancia, esa que pasé entre calvarios pero que siempre me daba la posibilidad de escabullirme de donde quiera que estuviera para buscar sitios que nadie más conociera.
- Cuéntame como van las cosas en casa, cuéntamelo todo - me acerco a donde está y le pongo una mano en el hombro, para volver a acuclillarme y acercarme a él para poder hablar tranquilamente. La casa está llena de polvo pero es algo pasajero, al menos no huele tan mal como aquel oscuro callejón - Juguemos a algo. Yo hago una pregunta y tú me haces otra. Puedes preguntar lo que quieras, o si lo prefieres, incluso pegarme - le guiño un ojo burlón y me cruzo de brazos, tratando de esperar una reacción por su parte. Seth es tan callado cuando quiere...
Hago una mueca cuando me acusa de pasar mucho tiempo por fuera de casa y agradezco que no me obligue a responder esa pregunta porque obviamente no le voy a dar la respuesta que espera. Estoy harto de estar en mi casa, de tener mi habitación para mi solo cuando debía compartirla con dos personas más (cosa que odiaba hasta la saciedad) y además de lo condescendiente que es mi tío Andrew a veces conmigo solo porque soy el hijo de su prima, el huérfano de padre, el que se ha quedado sin hermanos y solo y al que no soporta nadie. Que pregunte por lo que pasa en casa me trae palabras a colación que probablemente ni siquiera me deje decir porque son mal sonantes, poco me ha importado siempre que me regañe por algo cómo eso pero no puedo evitar callármelas solo por si acaso.
Juego con los cierres de la mochila mientras busco las palabras adecuadas y luego añado una mueca oculta tras un suspiro. - Cómo siempre. Él trabajando, yo trabajando y estudiando, él echándola de menos y yo... - ¿Echándola de menos también?. Mi ego ya se ha resentido bastante hoy cómo para además decir algo así delante de él y darle lo que ha venido a buscar, una imagen de mi destrozado porque su mami no está que probablemente regodeará a la susodicha hasta límites insospechables. ¿No es después de todo lo que espera? ¿Que no pueda vivir sin ella?. - Aburrido de verle lloriqueando por las esquinas - Se nota el cambio drástrico de mi tono entre lo que he dicho antes y éstas palabras.
Después de que le he contestado siento su mano sobre mi hombro y la sugerencia del juego. Frunzo el entrecejo porque bien podría haber empezado por ahí. - ¿Ahora me toca a mi entonces no? - Ni siquiera espero respuesta porque ya sé lo que me va a decir, así que pienso detenidamente que es lo que quiero saber de todo ésto. Tengo unas preguntas limitadas porque hay cosas que va a peguntar y no querré contarle. - ¿Donde está? NO! - Me doy cuenta de que eso no es lo que quiero saber así que lo retiro casi de inmediato. - ¿Por qué no ha venido ella? -
Juego con los cierres de la mochila mientras busco las palabras adecuadas y luego añado una mueca oculta tras un suspiro. - Cómo siempre. Él trabajando, yo trabajando y estudiando, él echándola de menos y yo... - ¿Echándola de menos también?. Mi ego ya se ha resentido bastante hoy cómo para además decir algo así delante de él y darle lo que ha venido a buscar, una imagen de mi destrozado porque su mami no está que probablemente regodeará a la susodicha hasta límites insospechables. ¿No es después de todo lo que espera? ¿Que no pueda vivir sin ella?. - Aburrido de verle lloriqueando por las esquinas - Se nota el cambio drástrico de mi tono entre lo que he dicho antes y éstas palabras.
Después de que le he contestado siento su mano sobre mi hombro y la sugerencia del juego. Frunzo el entrecejo porque bien podría haber empezado por ahí. - ¿Ahora me toca a mi entonces no? - Ni siquiera espero respuesta porque ya sé lo que me va a decir, así que pienso detenidamente que es lo que quiero saber de todo ésto. Tengo unas preguntas limitadas porque hay cosas que va a peguntar y no querré contarle. - ¿Donde está? NO! - Me doy cuenta de que eso no es lo que quiero saber así que lo retiro casi de inmediato. - ¿Por qué no ha venido ella? -
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Con toda la confianza del mundo y como si estuviera acostumbrado a ello me dejo caer en el suelo, sentándome por completo y flexionando las piernas como los indios, agarrándome a las rodillas y sin hacer desaparecer la sonrisa, en un claro gesto de invitación a mi sobrino que, seguramente, se mantenga de pie pues incluso cuando yo estoy sentado apenas me saca una cabeza. No puedo evitar sentirme mal por cada cosa que sale de su boca, tratando de empatizar un poco para saber por un instante que es lo que está sintiendo ahora mismo. Me es imposible, porque aunque sin duda he sufrido cosas peores - él no ha perdido a su familia, sabe que su madre está con vida e incluso me tiene a mi para llamarme cuando lo necesite - él es más pequeño que yo, yo casi lo tengo asumido, él no ha hecho más que empezar a eso, a sumirlo - ¿Estás seguro de que tú estás cansado de verle lloriquear? - frunzo el ceño tanto que me duelen los párpados incluso - No parece eso, has dudado antes de decirlo - me balanceo hacia delante y hacia detrás, aún agarrado a mis rodillas y un tanto asqueado por el suelo, que chirria a cada nuevo balanceo.
Cierro los ojos y los vuelvo a abrir, acostumbrándome a la oscuridad del lugar, sin dejar de observar a mi sobrino que parece disfrutar de que estemos jugando a algo, aunque sea un juego un tanto extraño y que obviamente no se juegan en los patios de recreo. Son cosas seguramente que sólo hace conmigo, y le servirá para ganar confianza en mi y para demostrarle que no quiero hacerle daño, sólo ayudarle. No se por qué no me asombro de que me pregunte eso, es sin duda lo que más está deseando ahora mismo de todo este juego, esperar su turno para preguntarme con la ciencia exacta de que, por desgracia, tengo que responderle por muchas reglas que yo mismo sea capaz de inventarme en este juego que he empezado. Entrelazo los dedos de mis manos, ladeando la cabeza y pensando qué es lo que le puedo decir, de la forma más sutil y que menos daño le haga - No puede venir, es imposible que ella venga aquí... yo misma no le dejo, Seth - mi voz suena tranquila, con un deje de nerviosismo por saber como se lo va a tomar - Ella quiere, pero yo le digo que no. Si viene, pequeño, os pondrá en peligro a los dos, a todos los que te rodean, me pondría en peligro incluso a mí - eso último no es del todo cierto, pero espero que haya algo de cariño hacia mi persona para que Seth no sea capaz de ponerme en peligro.
Suspiro notando las finas partículas de polvo moverse a mi alrededor - ¡Me toca! - hablo entusiasmado, para calmar esta burbuja de tensión que momentáneamente ha aparecido entre nosotros dos - Veamos... ¿por qué te torturas tanto pensando en que ella no te quiere? - entorno los ojos, balanceándome de nuevo, hasta que me canso y estiro por completo las piernas, que tocan un poco las puntas de sus pies.
Cierro los ojos y los vuelvo a abrir, acostumbrándome a la oscuridad del lugar, sin dejar de observar a mi sobrino que parece disfrutar de que estemos jugando a algo, aunque sea un juego un tanto extraño y que obviamente no se juegan en los patios de recreo. Son cosas seguramente que sólo hace conmigo, y le servirá para ganar confianza en mi y para demostrarle que no quiero hacerle daño, sólo ayudarle. No se por qué no me asombro de que me pregunte eso, es sin duda lo que más está deseando ahora mismo de todo este juego, esperar su turno para preguntarme con la ciencia exacta de que, por desgracia, tengo que responderle por muchas reglas que yo mismo sea capaz de inventarme en este juego que he empezado. Entrelazo los dedos de mis manos, ladeando la cabeza y pensando qué es lo que le puedo decir, de la forma más sutil y que menos daño le haga - No puede venir, es imposible que ella venga aquí... yo misma no le dejo, Seth - mi voz suena tranquila, con un deje de nerviosismo por saber como se lo va a tomar - Ella quiere, pero yo le digo que no. Si viene, pequeño, os pondrá en peligro a los dos, a todos los que te rodean, me pondría en peligro incluso a mí - eso último no es del todo cierto, pero espero que haya algo de cariño hacia mi persona para que Seth no sea capaz de ponerme en peligro.
Suspiro notando las finas partículas de polvo moverse a mi alrededor - ¡Me toca! - hablo entusiasmado, para calmar esta burbuja de tensión que momentáneamente ha aparecido entre nosotros dos - Veamos... ¿por qué te torturas tanto pensando en que ella no te quiere? - entorno los ojos, balanceándome de nuevo, hasta que me canso y estiro por completo las piernas, que tocan un poco las puntas de sus pies.
Desvío la mirada ante su insinuación, hago una mueca buscando alguna respuesta cargada de desdén lanzada a la defensiva pero si la encuentro, no la lanzo. Suelto un suspiro y me apoyo sutilmente contra la pared junto a las escaleras a unos cuantos metros de distancia del sitio donde se sienta Jared, aunque no demasiados porque me puede escuchar susurrar perfectamente. - Odio cuando crees que lo sabes todo sobre mi - Odio que la gente crea que sabe todo sobre mi. No tienen ni idea, no saben lo que es levantarse cada día en una habitación vacía donde antes ni siquiera había espacio. No saben lo que es despertarse y encontrar la cada de mi tío Andrew pegada a la televisión en busca de noticias de la persona que me abandonó.
Aprieto mis puños sintiendo la sangre hirviéndome por dentro y su respuesta no ayuda a mitigar esa rabia que a veces me carcome entero. Siempre las mismas excusas, no puede venir a verme, en realidad no QUIERE venir a verme, si yo fuera ella tampoco querría; si de mi dependiera ni siquiera volvería a mirar mi reflejo, al menos de esa forma no tendría que recordarme cada segundo de mi vida las personas que ya no estan; pero como soy un chiquillo de 14 años que no lo entendería prefieren mentirme. Por eso los odio a todos. - Ella quiere, pero no puede - Repito sus palabras con un tono de sorna e ironía, dejando más que claro lo poco que me las trago. Quiero soltar algún comentario mordaz pero no puedo; tras derrumbarme me cuesta mucho recuperar el control, por eso decido que no quiero flaquear solo por no tener el control sobre lo que digo y pienso.
El aire sale de mis labios bruscamente, cansado, harto de lo mismo de siempre. Si ella quisiera verme vendría, si ella quisiera que estuviese a salvo me llevaría con ella a donde sea que esté. Llevo mi vista hacia él cuando su pregunta interrumpe mis pesares emocionales y lo único que consigo soltar es una risa amarga que se atora en mi garganta. - En el colegio, estudiamos a las familias. Padres, madres, hermanos si los hay, mascotas, primos, tíos.... todas esas cosas - Alzo mis manos y empiezo a intentar arrancarme los cueritos de los dedos con las uñas. - Mi familia no existe. Mi padre está... muerto o lo que sea que esté, mi madre... en... china. Yo aquí con un idiota que no para de decirme que me abandonó por mi propio bien... Silván en el capitolio llamándose de otra forma y siendo otra persona y Sinhué muerto - La palabra muerto sale de mis labios cargada de rencor. - ¿Quieres saber porqué se fue mi madre de aquí? porque no soporta ver mi habitación vació. Porque no soporta pensar en que uno de sus hijos está muerto, que el otro no tiene ni puta idea de quien es y yo... - Ahí esta otra vez, esa sensación de haberme derrumbado que tanto evito porque no quiero ser consciente de lo que pienso, no quiero que esas palabras salgan de mi boca. Al final lo hacen. - y yo no soy suficiente - Soy incapaz de mirarle a la cara mientras aprieto mis mano sen un puño enterrando las uñas en la palma y bajo la mirada al suelo buscando el modo de equilibrar el dolor emocional y el de mi piel para así evitar llorar. - Yo no puedo llenar el vacío que dejaron dos personas que ya no están - No me importa si no me oye, la mitad de esa última frase no son más que meros balbuceos.
Al final, ni siquiera encuentro otra pregunta para hacerle. Solo quiero meterme dentro de un armario y desaparecer en él.
Aprieto mis puños sintiendo la sangre hirviéndome por dentro y su respuesta no ayuda a mitigar esa rabia que a veces me carcome entero. Siempre las mismas excusas, no puede venir a verme, en realidad no QUIERE venir a verme, si yo fuera ella tampoco querría; si de mi dependiera ni siquiera volvería a mirar mi reflejo, al menos de esa forma no tendría que recordarme cada segundo de mi vida las personas que ya no estan; pero como soy un chiquillo de 14 años que no lo entendería prefieren mentirme. Por eso los odio a todos. - Ella quiere, pero no puede - Repito sus palabras con un tono de sorna e ironía, dejando más que claro lo poco que me las trago. Quiero soltar algún comentario mordaz pero no puedo; tras derrumbarme me cuesta mucho recuperar el control, por eso decido que no quiero flaquear solo por no tener el control sobre lo que digo y pienso.
El aire sale de mis labios bruscamente, cansado, harto de lo mismo de siempre. Si ella quisiera verme vendría, si ella quisiera que estuviese a salvo me llevaría con ella a donde sea que esté. Llevo mi vista hacia él cuando su pregunta interrumpe mis pesares emocionales y lo único que consigo soltar es una risa amarga que se atora en mi garganta. - En el colegio, estudiamos a las familias. Padres, madres, hermanos si los hay, mascotas, primos, tíos.... todas esas cosas - Alzo mis manos y empiezo a intentar arrancarme los cueritos de los dedos con las uñas. - Mi familia no existe. Mi padre está... muerto o lo que sea que esté, mi madre... en... china. Yo aquí con un idiota que no para de decirme que me abandonó por mi propio bien... Silván en el capitolio llamándose de otra forma y siendo otra persona y Sinhué muerto - La palabra muerto sale de mis labios cargada de rencor. - ¿Quieres saber porqué se fue mi madre de aquí? porque no soporta ver mi habitación vació. Porque no soporta pensar en que uno de sus hijos está muerto, que el otro no tiene ni puta idea de quien es y yo... - Ahí esta otra vez, esa sensación de haberme derrumbado que tanto evito porque no quiero ser consciente de lo que pienso, no quiero que esas palabras salgan de mi boca. Al final lo hacen. - y yo no soy suficiente - Soy incapaz de mirarle a la cara mientras aprieto mis mano sen un puño enterrando las uñas en la palma y bajo la mirada al suelo buscando el modo de equilibrar el dolor emocional y el de mi piel para así evitar llorar. - Yo no puedo llenar el vacío que dejaron dos personas que ya no están - No me importa si no me oye, la mitad de esa última frase no son más que meros balbuceos.
Al final, ni siquiera encuentro otra pregunta para hacerle. Solo quiero meterme dentro de un armario y desaparecer en él.
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A veces me cuestiono si es tan fácil criar a un niño. Nunca he tenido la oportunidad más que de verlos crecer, a todos mis sobrinos que aunque no son de sangre es como si lo fueran. Sin embargo uno de ellos murió, el otro apenas se sabe de su paradero y luego está Seth, que se tortura continuamente por algo de lo que él no tiene la culpa. Frunzo el ceño porque siempre tengo la sensación de que se culpa más de lo que debería - Tú no tienes la culpa de que haya pasado lo que ha pasado, ¿lo sabes? - me echo un poco hacia delante para mirarlo más de cerca, con una leve seriedad característica de mi sólo en algunas ocasiones - Ni tú, ni tu madre, ni tan siquiera tu hermano o el chico que te cuida ahora mismo, nadie la ha tenido - resoplo alzándole el mentón para que no se avergüence de lo que es ni por lo que está pasando - Eres mucho más importante de lo que tú mismo te haces ver, así que deja de una vez de torturarte, no te viene nada bien... luego te saldrán arrugas - le saco la lengua volviendo a mi tranquilidad sobrehumana y a mi don para tratar de sacar sonrisas, pero que con mi sobrino no son más que meros intentos, él nunca sonríe - Se más cosas de ti de las que tú mismo te imaginarías - me encojo de hombros - Pero tranquilo, todas son buenas - le guiño un ojo divertido volviendo a golpearle.
Asiento a sus palabras que parecen gotas de agua helada sobre mi piel, porque me repite de una forma que me da incluso escalofríos - No puede, ya te he dicho que os pone en peligro - sin embargo no hace falta que se lo repita, ni importa cuantas veces lo haga porque él siempre seguirá pensando lo mismo. Es tan cabezota como su madre. Me acomodo nuevamente colocandome bien uno de los pliegues de mi camisa que se ha arrugado por la forma en la que estoy sentado y ahora soy yo el que no lo mira a los ojos porque, de una forma u otra, mi familia tampoco existe. Sacudo la cabeza reprochándole todas las cosas que ha dicho y casi estoy tentado de darle un puñetazo en la cara para que espabile, para que retire todo lo que ha dicho y recapacite - No vuelvas a decir en la vida que no tienes familia, que no existe - hago una pausa que a sus ojos se me hace eterna porque no hay ni tan siquiera rastro de dolor que exteriorizar, todo se lo guarda para si mismo y eso me pone de los nervios - Gracias por la parte que me toca, por cierto, pero este idiota está haciendo lo imposible por mantenerte con vida, porque de no ser así estarías muerto - me levanto atropelladamente y me acerco a él, colocando una mano en su hombro el cual aprieto con fuerza - Y no digas que te encantaría estar muerto, porque entonces lo haré yo con mis propias manos enano insolente - me ha cabreado, tanto que no se cuanto durará esta visita, no se cuanto tardará en salir corriendo por donde ha entrado - Me cansa que desbarates todo el concepto de familia que tienes, es una lástima que pienses así porque, si crees que has perdido algo, entonces no hablemos de mi situación - calmo mi voz poco a poco, volviendo a su tono natural y apartando la mano de su hombro pero volviendo a ponerme a su altura.
Suspiro desviando la mirada hacia otro punto de la habitación, que cada vez está más oscura - Escúchame, por un momento escúchame, ¿vale? - no le miro, pero espero al menos que esté prestándome atención - ¿Qué es lo que quieres? ¿Venir conmigo? ¿Vivir una vida tan arriesgada día a día? ¿Es eso lo que quieres? - lo miro con los ojos rojos, recordando cada una de las imágenes que, desgraciadamente, vivimos en ese mundo en el cual los rebeldes nos movemos - No es algo que elijas Seth, es algo a lo que te ves obligado. Y tú no tienes por qué estarlo - me callo y la habitación se sume en un silencio casi absoluto, de no ser por el movimiento de la calle que, a estas horas, parece aumentar. Pero nadie parece reparar en nuestra presencia.
Asiento a sus palabras que parecen gotas de agua helada sobre mi piel, porque me repite de una forma que me da incluso escalofríos - No puede, ya te he dicho que os pone en peligro - sin embargo no hace falta que se lo repita, ni importa cuantas veces lo haga porque él siempre seguirá pensando lo mismo. Es tan cabezota como su madre. Me acomodo nuevamente colocandome bien uno de los pliegues de mi camisa que se ha arrugado por la forma en la que estoy sentado y ahora soy yo el que no lo mira a los ojos porque, de una forma u otra, mi familia tampoco existe. Sacudo la cabeza reprochándole todas las cosas que ha dicho y casi estoy tentado de darle un puñetazo en la cara para que espabile, para que retire todo lo que ha dicho y recapacite - No vuelvas a decir en la vida que no tienes familia, que no existe - hago una pausa que a sus ojos se me hace eterna porque no hay ni tan siquiera rastro de dolor que exteriorizar, todo se lo guarda para si mismo y eso me pone de los nervios - Gracias por la parte que me toca, por cierto, pero este idiota está haciendo lo imposible por mantenerte con vida, porque de no ser así estarías muerto - me levanto atropelladamente y me acerco a él, colocando una mano en su hombro el cual aprieto con fuerza - Y no digas que te encantaría estar muerto, porque entonces lo haré yo con mis propias manos enano insolente - me ha cabreado, tanto que no se cuanto durará esta visita, no se cuanto tardará en salir corriendo por donde ha entrado - Me cansa que desbarates todo el concepto de familia que tienes, es una lástima que pienses así porque, si crees que has perdido algo, entonces no hablemos de mi situación - calmo mi voz poco a poco, volviendo a su tono natural y apartando la mano de su hombro pero volviendo a ponerme a su altura.
Suspiro desviando la mirada hacia otro punto de la habitación, que cada vez está más oscura - Escúchame, por un momento escúchame, ¿vale? - no le miro, pero espero al menos que esté prestándome atención - ¿Qué es lo que quieres? ¿Venir conmigo? ¿Vivir una vida tan arriesgada día a día? ¿Es eso lo que quieres? - lo miro con los ojos rojos, recordando cada una de las imágenes que, desgraciadamente, vivimos en ese mundo en el cual los rebeldes nos movemos - No es algo que elijas Seth, es algo a lo que te ves obligado. Y tú no tienes por qué estarlo - me callo y la habitación se sume en un silencio casi absoluto, de no ser por el movimiento de la calle que, a estas horas, parece aumentar. Pero nadie parece reparar en nuestra presencia.
Desvío la vista casi por inercia cuando volvemos a las mismas tornas de siempre: Tú no tuviste la culpa, no había nada que siendo tan pequeño pudieras a hacer. Sé que tienen razón, pero se equivocan. Yo no me culpo por lo que pasó, o porque no pudiera hacer nada para salvar a mi hermano o evitar que mi madre se fuera. Me culpo porque sé a ciencia cierta que el motivo por el que mi madre se fue, es que yo le recuerdo a los hijos que perdió y que jamás recuperará. Si yo fuera ella y estuviera en su situación, también me habría ido. Suspiro y asiento solo porque no quiero discutir ésto otra vez, no quiero encontrarme a mi mismo gritando los motivos por los que creo que mi vida es una mierda. Cada vez que lo hago una parte de mi se desmorona y yo soy incapaz de aguantarlo. Cada pieza resquebrajada de mi se ha ido acumulando en alguna parte y acabará por explotar cuando menos necesite que lo haga. Y hoy no será ese día. Aún puedo aguantar.
Hago una mueca cuando dice que todas las cosas que sabe de mi son buenas, y yo soy incapaz de encontrar si quiera una sola. Se me da bien pegarme en el instituto, pero eso creo que no se considera una habilidad buena en sí porque supone pegar a alguien lo cual es malo. Dejémoslo en que los adultos nunca entienden el concepto de bueno y malo, o al menos tienen uno completamente distinto de todos nosotros. Al menos de mi. Yo no encuentro bien que mi madre me abandone, yo no encuentro bien que se metan en una guerra donde muere gente. Una guerra que empezó por su culpa. Porque si no se revelaran solo morirían los veinte o treina panolis de los juegos, pero no, ellos se meten en esos asuntos, lo joden todo, y cuando menos te lo esperas katapum. Intentando salvar a 30 personas que mueren cada juegos acabaron matando a tres veces más en menos tiempo.
Me abrazo a mi mismo hasta que me doy cuenta de lo que hago y me quito las manos del cuerpo fastidiado. No más flaquezas, ya he sido demasiado debil por un solo día. Entonces empiezan otra vez los halagos hacia mi madre, las excusas, el "tuvo que hacerlo" y pierdo el control. Otra vez. - ¿Que tuvo que hacerlo? ¿El qué? Largarse contigo y dejarme aquí tirado con toda la mierda que se nos vino encima después? - En algún punto de esa frase empiezo a gritar cómo un poseso, con todos los pulmones a máxima potencia. - Eso es lo que dices siempre. Que yo puedo escoger. Bien, pues de haber podido escoger habría elegido que mi madre no me abandonara. ¿Cómo encajas eso?. Que se fue por mi bien, que se fue para protegerme. Y UNA MIERDA PARA PROTEGERME - Le lanzo un golpe en medio de mi frustración que ni yo mismo me veo venir lo cual acaba por hacerme daño porque tras golpearle a él pasa de largo y acabo estrellando mis nudillos contra la pared. - Pero se acabó. No quiero saber nada de ella, de ti, ni de lo que hacéis sea donde sea que estéis. Sed felices sin mi porque yo no os necesito. NI AHORA NI NUNCA - Acabo por patearle solo porque el dolor de garganta debido a todo lo que le he gritado de sopetón me impide seguirle gritando.
Quiero insultarle, quiero agarrarlo a golpes allí mismo y luego desmoronarme en trozos que mi tío Andrew acabará recogiendo. Él es el que se come todas esas cosas, él es el que acaba recogiendo los destrozos que los que me abandonaron causan a su alrededor. En cuanto me doy cuenta de que las lágrimas han salido de mis ojos agarro mi mochila sin mirar atrás y salgo de la casa echando a correr a toda velocidad hacia mi casa. El único lugar del mundo donde todo está siempre bien. Aunque odie la persona que me sirve la comida todos los días. Aunque odie la chica con la que sale. Aunque odie aún más que a nadie en el mundo a la persona que se refleja todos los días en el espejo de mi habitación.
Hago una mueca cuando dice que todas las cosas que sabe de mi son buenas, y yo soy incapaz de encontrar si quiera una sola. Se me da bien pegarme en el instituto, pero eso creo que no se considera una habilidad buena en sí porque supone pegar a alguien lo cual es malo. Dejémoslo en que los adultos nunca entienden el concepto de bueno y malo, o al menos tienen uno completamente distinto de todos nosotros. Al menos de mi. Yo no encuentro bien que mi madre me abandone, yo no encuentro bien que se metan en una guerra donde muere gente. Una guerra que empezó por su culpa. Porque si no se revelaran solo morirían los veinte o treina panolis de los juegos, pero no, ellos se meten en esos asuntos, lo joden todo, y cuando menos te lo esperas katapum. Intentando salvar a 30 personas que mueren cada juegos acabaron matando a tres veces más en menos tiempo.
Me abrazo a mi mismo hasta que me doy cuenta de lo que hago y me quito las manos del cuerpo fastidiado. No más flaquezas, ya he sido demasiado debil por un solo día. Entonces empiezan otra vez los halagos hacia mi madre, las excusas, el "tuvo que hacerlo" y pierdo el control. Otra vez. - ¿Que tuvo que hacerlo? ¿El qué? Largarse contigo y dejarme aquí tirado con toda la mierda que se nos vino encima después? - En algún punto de esa frase empiezo a gritar cómo un poseso, con todos los pulmones a máxima potencia. - Eso es lo que dices siempre. Que yo puedo escoger. Bien, pues de haber podido escoger habría elegido que mi madre no me abandonara. ¿Cómo encajas eso?. Que se fue por mi bien, que se fue para protegerme. Y UNA MIERDA PARA PROTEGERME - Le lanzo un golpe en medio de mi frustración que ni yo mismo me veo venir lo cual acaba por hacerme daño porque tras golpearle a él pasa de largo y acabo estrellando mis nudillos contra la pared. - Pero se acabó. No quiero saber nada de ella, de ti, ni de lo que hacéis sea donde sea que estéis. Sed felices sin mi porque yo no os necesito. NI AHORA NI NUNCA - Acabo por patearle solo porque el dolor de garganta debido a todo lo que le he gritado de sopetón me impide seguirle gritando.
Quiero insultarle, quiero agarrarlo a golpes allí mismo y luego desmoronarme en trozos que mi tío Andrew acabará recogiendo. Él es el que se come todas esas cosas, él es el que acaba recogiendo los destrozos que los que me abandonaron causan a su alrededor. En cuanto me doy cuenta de que las lágrimas han salido de mis ojos agarro mi mochila sin mirar atrás y salgo de la casa echando a correr a toda velocidad hacia mi casa. El único lugar del mundo donde todo está siempre bien. Aunque odie la persona que me sirve la comida todos los días. Aunque odie la chica con la que sale. Aunque odie aún más que a nadie en el mundo a la persona que se refleja todos los días en el espejo de mi habitación.
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