The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
Recuerdo del primer mensaje :

¿Por qué siento que me veo ridículo? No tengo un espejo a mano, pero aún así despeino el cabello que había acomodado antes de venir. Benedict se sentó toda la tarde en el sofá preguntándome qué es lo que estaba preparando y he olvidado la cantidad de veces que le dije que no era nada de importancia, cosa que dudo mucho que se lo haya creído porque subí a la terraza una mesa vieja que encontré en el basurero (y que gracias al cielo soy mago, porque limpiarla sino hubiera sido imposible), dos sillas y comida… que no tengo idea de cómo debe saber. No me esmeré demasiado, solo son salchichas con pan, pero era lo que tenía a mano, además de agua. ¿Por qué no saqué un vino de la casa de los Lackberg? ¿Se habrían dado cuenta? Además, me hice el bobo y me metí también entre las cosas viejas de Arya; lo bueno de su profesión es que encontré cosas como velas, por otro lado también me topé con condones… y bueno, me los guardé, porque uno nunca sabe lo que pasará como para despedirciarlos. Solo espero que Syv no los encuentre, porque temo que piense que solo estoy buscando eso, cuando mis nervios me están comiendo por el simple hecho de que… es ella y es una cita. Y solo quiero que sea perfecta.

Pero ahora creo que todas las velas que he metido en la terraza son una exageración, debo apestar a perfume y mi remera ni siquiera es decente, solo me coloqué la más limpia y lisa que pude encontrar. Esto es un error, mejor aborto misión, los panchos de seguro están asquerosos y no fui capaz de encontrar papas fritas. Estoy mirando la mesa, buscando qué sacar o qué agregar, cuando el ruido a mis espaldas me indica que ya no estoy solo y me giro con tanta rapidez que temo tirar todo a la mierda — ¡Hey! — mi voz estrangulada me obliga a carraspear y apoyo una mano en la silla, fingiendo una postura casual y despreocupada. No, Ken, baja la mano de la nuca, eres pésimo fingiendo. Lo corrijo rascándome la cabeza antes de meterla en el bolsillo — Si crees que es demasiado, podemos cancelarlo. Y si crees que es una porquería, también podemos cancelarlo. ¿Sabes? ¿Por qué no comemos en otro lugar? — lo digo tan rápido que dudo que logre entenderlo, pero no importa.

Me paso las manos nerviosas por la camiseta, estirándola en lo que me consuelo a mí mismo. ¿Qué digo ahora? ¿Por qué me parece tan linda? ¿Y por qué no chequeé si tengo mal aliento? — ¿O quieres…? — dudo, pero me muevo para tirar una silla hacia atrás y así invitarla a sentarse — Espera… ¿Tú comes salchichas o quieres verduras…? Rayos, rayos, rayos. Ya me siento abatido y ni siquiera hemos empezado. Me encojo un poco en mi sitio, sonriendo con cierta tímida disculpa — Lo lamento, Syv. No sé bien cómo hacer esto — así que cuento con ella y su guía de películas como para saber qué hacer a continuación.
Kendrick O. Black
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Si ella dice que podrán seguir... no es mi deber explicar una relación que ni yo comprendo y que además no me pertenece, así que solo asiento con la cabeza en un intento de no opinar al respecto, creo que ya he hecho demasiado. Además, tengo mis propios problemas ahora mismo, como el no morirme de vergüenza cuando la aclaración de los condones nos pone a hablar sobre algo que preferimos no conversar. Sé que alguna vez sucederá, pero a veces no me siento totalmente listo a pesar de desearlo. ¿Eso tiene sentido? — Creí que era lo correcto — digo simplemente. Cuidarnos es lo mínimo que podemos hacer, sea en el sentido que sea.

Es bueno tenerla conmigo. Así, con la calma irreal de que puedo tomar su mano y sentir su respiración con la mía. Me pregunto si alguna vez me acostumbraré, si este cosquilleo interno se agotará después de mil veces de tocarnos, pero tampoco quiero que pare. Se siente increíblemente pleno, mejor que la perfección a la que ella critica, eso se lo concedo. He vivido con su familia el tiempo suficiente como para saberlo. Es por eso que sonrío satisfecho con esto, aunque la mueca tiembla por culpa de unas palabras que no esperaba. Hay algo que se hincha en mi pecho y no sé qué es, creo que nadie jamás había dicho algo así sobre mí y se siente como... — Suena a casa — y hablo de los bosques, del sol en el lago, el color marrón de lo hogareño. Creo que ese es el punto. Synnove se siente como una casa.

No sé quién tiene razón, puede ser que los dos, porque no creo que todo el mundo sienta de la misma manera. Levanto su mano y beso sus nudillos, que se sienten más cálidos que las velas — Creo que Ava necesita aclarar sus ideas y sentimientos antes de hablar. Prefiero darle algo de espacio antes de molestarla, pero supongo que... no me van que dejar pasar esta noche — todos abrimos la boca, somos igualmente culpables — Me alegra que me pidieras ser tu novio, Syv. Soy... me haces muy bien. Siento que no podría aburrirme jamás de ti y no quiero que nada se estropee — quiero hacerla parte de mí, de mi historia, de lo bueno y lo malo. Sin pensarlo demasiado, señalo el cielo para marcar tres estrellas juntas — Cuando era el niño de los cerdos, me gustaba buscar formas en las estrellas. No solo las constelaciones que el tío Ben siempre nos dijo que servían como guía, sino también las que cuentan historias. Allá en el norte, el cielo es como un mar de muchos colores. No es negro, también es azul y gris y está completamente salpicado — tal vez no lo disfruté tanto cuando tuve la oportunidad. Ladeo la cabeza, buscando sus ojos a pesar de que los míos bajan automáticamente a sus labios — No sé lo que me sucede contigo exactamente, pero no veo la hora de averiguarlo — le sonrío, a pesar de que dura los segundos en los que tardo en buscar su boca. Como debió ser desde antes.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Suena a un lugar muy diferente a casa para mí— digo, es la verdad, alzo mi rostro haciendo que mi nariz casi roce su mentón, trato de encontrarme con su mirada al decir: —donde me gusta estar, me gusta mucho—. Muy diferente a todo lo que conocí al crecer, de esos lugares que puedes imaginar, que te gustaría algún día conocer y si cierras los ojos, hasta puedes sentir el calor de los rayos del sol sobre tu piel. Entonces los abres, te encuentras en ese lugar ideal, que una persona puede abarcar en sí misma, como el chico cuyos latidos puedo seguir con mi oído sobre su pecho. Presto especial atención a cómo suenan cuando trata de explicarme o explicarse cómo se siente, sonrío contra la tela de su camiseta. —También me haces muy bien— lo digo, no como una respuesta reflejo, sino porque lo creo y necesito que lo sepa.

Sigo el trayecto que traza su dedo en el aire para enlazar a un par de luces dispersas en el cielo. —En el Capitolio no se veían muchas estrellas y quizá por eso deseaba mucho conocer los cielos de los que me hablaba mi padre con sus boreales, llegué a desearlo mucho…— mi infancia suena tan opuesta a la suya, con todas las comodidades que teníamos por vivir en el corazón de Neopanem, se me hacen superficiales si las comparamos con un cielo como este que estúpidamente podría tratar de tocar si levanto los brazos. Eso implicaría tener que apartarme, así que prefiero mirar desde su pecho el espectáculo de estrellas. —Son diminutos puntos de luz rompiendo con una oscuridad que es inmensa, ¿te das cuenta? Rasgan la oscuridad, impiden que se extienda por completo, están ahí siendo pequeñas en comparación con lo absoluto y son valientes al querer brillar, al querer arrebatar rincones a la oscuridad y pensar que hay lugares en el mundo donde se pueden ver tan claro, donde conquistaron todo el cielo…— susurro, —se parecen a nosotros en este lugar, en este distrito, somos pequeños puntos de luz en una oscuridad que es inmensa— tendidos sobre un suelo que gracias al sol de todo el día que le dio de pleno no está frío, y no necesito nada más, ni la manta que dijo haberse olvidado, para sentirme cómoda de estar abrazada a Ken.

No creo estar haciéndome preguntas sobre qué podemos sentir. Si tengo claro qué somos para el otro, lo que podamos sentir va variando de acuerdo al tono de cada momento, ese que cambia lentamente o a prisa, lento cuando me roba las palabras de la boca para cubrirla con la suya y sigo jugando perezosamente con sus dedos mientras tanteo con besos cortos si es que tiene la intención de retomar la conversación, la cita o lo que sea, y a prisa cuando aprovecho que es quien está de espaldas al suelo para retenerlo ahí, mis dedos lo sueltan para subir por su garganta hasta su mandíbula y hacer más profundo, más largo el beso. Si me separo es para poder respirar. —¿Te gustaría…?— comienzo a preguntar, no me acuerdo cómo lo habíamos preguntado entonces, mi pecho sube y baja con esfuerzo por la falta de aire, y en vez de buscarlo, vuelvo a caer sobre sus labios. —Ya sabes… besarnos, tocarnos… Tus tíos no volverán a entrar, ¿no?— por si las dudas también lo pregunto, hay una nota suave de pánico. Lo bueno de que hayan venido a interrumpir temprano, es que ya se fueron y no deberían volver. Salvo que su tío Ben recuerde que no se llevó lo que en principio vino a buscar.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Dudo que algo de nuestro pasado no sea diferente, habernos cruzado es una especie de capricho del camino que se me ocurrió andar un día y que, de alguna manera, terminó así. ¿Cómo es posible que pueda sentirme tan a gusto con una persona que parece ser todo lo opuesto a lo que siempre fui y, de todos modos, se siente como si las piezas encajasen por sí solas? Al punto en el cual ella dice que también se siente bien conmigo, que todo esto es lo suficientemente correcto como para olvidarme de lo que ha pasado hace cinco minutos, porque ahora podemos robarnos este espacio si no nos quemamos con las velas. Vine aquí decidido a que esta sería una noche para nosotros, nadie va a arruinarlo de nuevo. ¿Cuántas oportunidades como estas podemos tener, si no es esta noche?

Puedo comprender lo que dice de las luces boreales, no digo nada pero sí asiento. Me gustaría poder prometerle que alguna vez va a verlas, pero como no puedo jurar sobre ideas que otros dirían que son delirantes, solo puedo atentar a que sea un juramento mental. No quiero decirle que las estrellas mueren, explotan y nos iluminan durante un cierto periodo de tiempo hasta que deciden apagarse, como absolutamente todo en el universo. Espero no apagarnos, porque puedo entender a dónde va con eso — Podemos robarlo todo el tiempo que quieras — porque creo que nos lo merecemos. Si hay otras personas que se permiten esos minutos efímeros de felicidad, yo quiero ser una de ellas. Si el universo va a explotar, podemos brillar un poco.

Creo que no hay mejor sedante que hacer esto, mis besos son tímidos por un momento, buscan abrirse paso con el cuidado que ella se merece. Es tentativo, lo suficiente como para que sea una agradable sorpresa el sentir cómo se mueve, hasta que puedo corresponder a su demanda con el aliento contenido y la petición interna de que ese contacto nunca se acabe. Debe ser por eso que creo boquear como un pez cuando se separa y abro los ojos en señal de confusión, encontrándome con ella a poca distancia — Yo… — hay cierto cosquilleo en mí, especialmente en mi estómago y en mis dedos. Sinceramente, aún no me acostumbro a que una persona me desee de esa forma, con tanto cuidado que creo que es irreal. Me obligo a desviar la mirada de su rostro para poder tantear hasta dar con mi varita, el hechizo produce que la puerta se bloquee con un ruido suave que se las arregla para retumbar a pesar de la música del parlante — Ahora sí, ninguno de ellos puede hacer magia y creo que ya entendieron el mensaje — le sonrío, como si fuera una travesura que podemos guardar para nosotros. La varita cae al suelo y rueda cuando me concentro en tomar su rostro, acercándola a mí para volver a besarla, demandando un ritmo algo más profundo.

A veces, cuando nos besamos por un buen rato, tengo la sensación de que mis labios van a caerse y, de todos modos, me encuentro con que no deseo parar. Pero son solo besos, ahora mismo me encuentro con el nerviosismo de tomar una de sus piernas con la duda de si lo estoy haciendo bien y la muevo, ayudando a que se suba sobre mí. Es bueno sentir su peso, pero intento no pensar demasiado en ello para no bloquearme cuando mis dedos toquetean su rodilla con algo de indecisión, hasta que trepan por uno de su muslo en el obvio intento de colarse bajo su falda. Es un poco irónico que soy yo el que ahoga un jadeo cuando me choco con su ropa interior, quebrando mis labios en los suyos — A veces solo quiero pedirte que vayamos al norte, a buscar las luces — susurro — luego me doy cuenta de que sería una excusa ideal para escapar de todo. Pero no quiero escapar de ti y creo que eso es bueno. Si escapo quiero que sea contigo y, si me quedo, me alegra que te quedes conmigo — es como tener al mejor equipo exclusivo de todos para ganar cualquier partido. A diferencia de antes, no cierro mis ojos cuando beso vagamente su labio inferior, antes de perderme en la piel de su cuello, esa que me lleva camino abajo. Y a pesar del verano, solo siento su calor y no pienso quejarme de ello.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Aun siendo mucho más jóvenes que sus tíos, tener la magia a nuestro favor me provoca una carcajada que contengo dentro de mi garganta, se siente como que los hemos superado en algo, estamos un paso por delante de sus interrupciones y podemos pasar el rato a nuestro capricho, aunque esta sea su terraza a fin de cuentas y nosotros los que venimos a tomarla prestada. Estoy a punto de preguntarle si es que cree que en un par de ellos o alguien más también habrá usado este sitio con los mismos propósitos, se me hace extraño pensarlo como que estamos donde muchos otros ya estuvieron y a la vez, no creo que alguien pudiera desperdiciar este lugar que con su techo de estrellas invita a los besos que llegan un poco más lejos, esos que se hacen tan largos que no parece que fueran a acabar alguna vez. Nada podría separar a mi boca en contacto con la suya, demoraría esa caricia todo lo que durara la noche, si no fuera porque mi cuerpo acompaña a la intensidad del beso al rodearlo con mis piernas y todo el calor concentrado en el roce incansable de nuestros labios, va bajando con un cosquilleo por toda mi piel, despertando nervios que se sobresaltan con el paso de sus manos y quedan pendientes de su avance con una expectativa que empiezo a reconocer como deseo.

He perdido la atención del beso por seguir el trayecto de sus manos, y su repentina conversación hace que me olvide de ambas cosas, creo que eso es bueno, todavía poder seguir pendiente de sus palabras y que sean tan significativas. Marca la diferencia que hace de esto más que una mera necesidad de adolescentes, como supongo que todavía lo ven sus tíos, quiere decir que le importo como él me importa. —Si en vez de convocar para una revolución, me hubieras dicho de irnos, creo que me hubiera ido contigo— admito y ese «creo» está de más. Fuera de todas las órdenes y los consejos para que tome buenas decisiones en mi vida, me hubiera lanzado a lo que me propusiera porque confío en él. Hay un momento, una edad, para animarse a lo desconocido si hay una mano amiga a la cual aferrarse y no pensar si es un error, ni dejarlo para después, porque es la edad en la que podemos seguir lo que sentimos, si no lo hacemos ahora, no sé qué clase de adultos seremos algún día o si nos tocará tener una charla indirecta como la de sus tíos, entonces creo tendremos más miedo a equivocarnos. Ahora no, me siento nerviosa por el descenso de sus labios, pero no tengo miedo.

Tiro del bajo de su camiseta para sacársela, con una prisa que supera a la torpeza, mis manos repasan todo su pecho desde los hombros hasta la cintura de sus vaqueros y ahí se detienen, siento los labios resecos pese a lo húmedos que deberían estar y cuando los tanteo con mis dientes los noto sensibles, calientes, como mis palmas quietas sobre su piel y el rastro que va dejando con sus caricias. Muy lentamente deslizo mi mano hacía abajo para comprobar si la sensación de calor es más intensa sobre el cierre de su pantalón y extiendo mis dedos para abarcarlo sin invadir debajo de la tela, el sonido que cae de mis labios se escucha como un jadeo que parece provenir de mí. —No solo hueles como sol— musito, echaré la culpa a lo anulada que está mi capacidad de unir dos pensamientos, para continuar con este hilo de delirios, —también te siento así de caliente— no sé qué estoy diciendo, —muy caliente— y me puedo quemar, lo sé bien al soltar el botón y explorarlo como me enseñó a hacerlo, mis labios caen sobre su garganta para besarlo con roces suaves que van probando el gusto salado que voy recogiendo de su piel.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Tomo esas palabras como una declaración más profunda de la que parece a simple vista. He conseguido la fidelidad ciega de aquellos amigos que estuvieron conmigo durante mucho tiempo, pero sé que con ella es diferente. Esa promesa me llena los pulmones de la más dulce sensación, como miel caliente. Le sonrío, débil, con la petición muerta de entonces levantarnos y salir corriendo, porque sé muy bien que no es una opción por mucho que me gustaría. Así que opto por robarnos este momento entre velas, me silencio las cosas que no se pueden decir entre los besos y me recuerdo que esto es lo mejor que tengo y que, increíblemente, lo conseguí por mi propia cuenta. Synnove es esa cosa que salió bien cuando todo en el mundo estaba saliendo mal.

Me envuelvo en impaciencia cuando los tirones de sus manos buscan quitarme la remera, el suelo se siente frío en comparación a la temperatura de mi piel pero consigo ignorarlo en lo que me envicio de su boca. Creo que nunca estuve tan consciente de la manera en la cual sus manos me tocan como ahora, siento que el aire se me va acabando poco a poco y ni siquiera me molesto por ello, incluso me considero más demandante. Mi abdomen se encoje cuando su mano recorre aquella zona sensible de mis pantalones, ahogo un jadeo en lo que busco enfocarla, cuando todo a mi alrededor da vueltas — El sol también es una estrella — murmuro, relamiendo los labios entumecidos — Y las estrellas, estallan. Podríamos estallar juntos — hasta me parece una buena idea, en especial cuando mi cabeza se echa hacia atrás por el camino de sus besos y el tacto recae dentro de mis pantalones. Mis dedos son los que delatan mi reacción, se clavan en sus muslos con una firmeza que no conocía frente al temblor que me recorre entero, hasta que puedo engancharlos en los bordes de su ropa interior y tironearla hacia abajo. Es un toque sediento, se toma el permiso de buscar su calor al colarse entre sus piernas. Debe ser grotesco y armónico desde afuera, si tengo que ser honesto. Siento que nuestros cuerpos se buscan y se remueven con la misma necesidad, con algo nuevo hirviendo dentro de nosotros. Si ella dice que soy similar a un sol, yo creo que ahora mismo somos llamas.

Me tomo el atrevimiento de ser yo quien busque su piel, de besar y respirar su rostro, su cuello y sus hombros. Tironear de las tiras de su vestido para dejar al descubierto su sostén es torpe, más no mis labios sobre el mismo. Con una sacudida que me recarga de cosquillas, me siento gemir en su boca, en la cual respiro con fuerza al sonreír con una mueca temblorosa — Nunca me gustó nadie como me gustas tú — confieso en un arrullo, no sé de qué otra manerla decirlo — pero estoy jodidamente nervioso — porque me siento vulnerable a pesar de la seguridad de su agarre, como si no pudiera dar marcha atrás y me viera obligado a saltar al vacío. Empujo suavemente su cuerpo hacia arriba cuando busco sentarme, la nueva posición me permite el besar vagamente su mentón en lo que la mano invasiva bajo su falda se remueve con mayor lentitud — Podríamos probar algo nuevo. No sé lo que tú tenías en mente — quizá solo quería esto, quizá quería más, me cuesta seguir los deseos de mi novia en comparación a los míos porque siento que aún somos demasiado tímidos con respecto a ciertas cosas. Intento aclararme la garganta en lo que aparto con cuidado la mano de su entrepierna, me da la libertad de acariciar su espalda y desabrochar con cuidado su sostén — Me gustaría intentar.... Bueno, intentarlo. Está bien si no quieres — me apresuro a aclarar, levantando los ojos hacia ella con cierta urgencia — ¿Es raro querer algo pero no saber si estás listo para eso? — porque si es nuevo no sé qué esperar y si no sé eso… es aterrador.
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Como pocas veces, no encuentro qué decir y si no lo hago es también porque he logrado lo imposible de mandarme a callar al tener mis labios ocupados en besos que se entretienen con su garganta. Trato de tomar sus palabras por lo que son, sin hacer asociaciones trilladas con estas sobre que estallar es lo que se siente que podría pasar si no controlo la ansiedad de mis dedos o él de los suyos, y que hablar de estrellas podría ser una metáfora prestada para describir lo que se ve cuando cerramos los ojos, mi mente juega con esas palabras, todas enfocadas a este momento. Las ignoro para no tener que definir nada, así puedo concentrarme en la respuesta de cada parte de mí bajo el contacto errático de su boca, ese que va extiendo un calor que se intensifica cuanta más piel queda expuesta al fresco de la noche. Si tengo que pensar, usar frases clichés que le quitan lo real de estar sintiendo este cosquilleo nervioso incluso por dentro, también me pondría a pensar en todo lo que sé que podría pasar y las dudas de si es la ocasión, echarme hacia atrás sacando de un tirón mi mano y soltando una disculpa inadecuada. No quiero hacer nada de eso, sino relajarme en una caricia que se vuelve familiar y me pone en vilo de igual manera, morder mis labios para atrapar un gemido, no una disculpa de nada.

Descanso mi frente sobre su hombro cuando lo siento enderezarse y me lleva consigo al quedar sentado, tengo que sujetarme a su nuca con mi otra mano, es una postura que se me hace extraña y mi mano va cayendo de su nuca a su espalda. —¿Por qué?— mi pregunta sale con esfuerzo, acompañada de un suspiro que libera todo el aire contenido, creo que estamos experimentando dos tipos distintos de nerviosismo. —No lo estás haciendo mal…— si es eso, su inseguridad sobre si está cometiendo errores, no creo que en este momento haya algo sobre lo que preguntar para seguir el camino correcto como hicimos en mi habitación, en el desorden de acariciarnos también encontramos un camino. Sí me pone nerviosa obligar finalmente a mi mente a tomar consciencia real de que un chico, que no es cualquier chico, está diciendo que le gustaría ir un poco más lejos y, no voy a mentirme, era hacia dónde íbamos. —Solo estaba dejando que fluya— mi voz sale ahogada al contestar con honestidad, podría pasarme tres horas besándolo si eso es todo lo que nos surge hacer y como si estuviera en falta voy retirando mi mano de su pantalón para colocarla sobre su muslo.

Por mis brazos corre esa sensación que me eriza la piel y se anticipa a lo nuevo, a la incertidumbre de no saber si estamos listos para avanzar un poco más, aunque todo grita que es solo un paso y que hay que darlo en algún momento. —¿Cómo crees que se sentirá el estar listos?— inquiero, —porque si ya me siento así al no saber si lo estamos, ¿cómo será cuando estemos seguros?— si ya en este segundo mi corazón está a latiendo a lo loco, de esperar hasta entonces puede que llegue agónico. —Podríamos… intentarlo, ¿no?— vacilo. —Tenemos un condón— como si esa fuera la única condición que lo determina todo, no tenerlo cancela cualquier urgencia, tenerlo es el empujón para dar el salto que no es un gran salto, es pasar de un peldaño a otro. Envuelvo su nuca al atraerlo cuando me reclino hacia un lado para tender mi espalda contra el suelo, trago hondo al sentir los pinchazos de ansiedad a lo largo de mi columna y pruebo su peso para acomodarme de un modo en que mis pulmones, a los que de por sí les cuesta respirar, no queden aplastados, los voy a necesitar. Tomo aire con brusquedad al acercar su cadera con una mano guiándolo en su costado. —¿Necesitas que te ayude… en algo?— me enredo con mi voz, siento la piel quemándome y la vergüenza de no saber qué hacer cuando es tan evidente se suma a las causas.
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Kendrick O. Black
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Dejar que fluya, supongo que esa es la norma más complicada de todas. ¿Cómo puedo concentrarme en no pensar, si ya estoy pensando con el simple hecho de pedirme el dejar de hacerlo? Según ella no lo estoy haciendo mal, pero su mano se aleja de esa zona que me llena de corrientes eléctricas y me deja un momento en vilo, dudando de si he dicho algo malo o si es todo lo contrario. Veamos, todo el mundo pasa por esto en algún momento de sus vidas, es lo más común del universo. ¡Y yo tengo la suerte de que es mi novia! No una novia cualquiera, sino una que me hace sentir cómodo y seguro. ¿Es extraño que estemos al aire libre? ¿Es raro que esto haya sucedido solo unos minutos después de que mis tíos se fueran? ¿Por qué me estoy cuestionando absolutamente todo?

Y ahora ella me planta una nueva duda: ¿Cómo saber si estamos listos? — No lo sé — respondo sinceramente, aprovecho nuestra postura para que mi pecho presione el suyo, agradecido de como nuestras respiraciones nos conecten con cada inhalación — Supongo que solo lo sabes, a pesar del miedo — como el saber que me gusta estar con ella, o el helado de chocolate o que prefiero la noche sobre el día. Me acerco con la intención de robar otro beso, pero su sugerencia logra que solo gravite sobre su boca, sintiendo como me salto un latido. Tengo que decir algo, contestar cualquier cosa, pero mis ojos apenas parpadean en lo que parece ser una eternidad hasta que me oigo balbucear un — claro… — más de uno, para variar, pero no pretendo asustarla. Me siento un muñeco de trapo cuando es ella quien me guía, mi cuerpo necesita del imán del suyo para colocarme con cuidado entre sus piernas, lo que me permite acabar de quitar su prenda interior pasándola entre sus pies. ¿Y qué se supone que hago ahora? ¿Solo prosigo? ¿Por qué no hice más preguntas al respecto cuando tuve oportunidad? ¿O por qué no usé más el Internet como el resto de los adolescentes?

Mis manos tiemblan un poco en ansiedad cuando bajo un poco mi pantalón en lo que tanteo en mi bolsillo, hasta que saco el condón y lo sujeto entre mis dedos — No… creo que puedo solo — No tiene que ser tan complicado. No sé si es porque no quiero ser tan brusco o porque estoy estirando un poco este momento en el cual siento que todo mi cuerpo está latiendo, pero me inclino sobre ella, beso sus labios con una suavidad que quizá no es digna de este momento, pero que sí es necesaria. Es esa cercanía la que me permite observar sus ojos, los retengo un segundo antes de bajar por su torso, ese que presiono con mi boca hasta llegar a su vientre. Es una caricia, un pequeño permiso. Para cuando vuelvo a arrodillarme entre sus piernas, largo un suspiro tan largo que parece que estoy dejando salir toda la ansiedad contenida. Sé que la deseo, solo no estaba al tanto de cuánto.

Abrir el paquete es más complicado de lo que parece, hasta le alzo las cejas en una seña de que necesito unos segundos hasta que lo consigo. Colocarlo es más complicado que hacerlo con una escoba como nos dijo Eowyn una vez, pero creo que es cómo debe quedar, así que alzo las manos pensando que si lo toco, acabaré por arruinarlo — Ya… de acuerdo… — ¿Y ahora? ¿Por qué siento que todo este previo es lo menos erótico de la existencia? Intento no pensar, tal como ella me dijo. Sé que esto es lo correcto cuando tomo su mano, como si de sostenerla pudiese hacer cualquier cosa. Por alguna razón soy cuidadoso al inclinarme sobre su cuerpo, dudo en ese segundo antes de volver a besarla, en lo que mi cadera se acopla a la suya y me remuevo, tratando de alcanzarla. Reconozco el jadeo que me raspa la garganta en nuestro beso cuando la fricción me consume, tensando los músculos de mis hombros, no muy seguro de poder llegar más allá. Hago una vaga mueca ante la presión y, por ridículo que sea, no me muevo — ¿Estás bien? ¿Cómo…? — porque siento que si hago algo, no será bueno para ella. He oído que las primeras veces jamás son perfectas, pero me gustaría que al menos sea un buen recuerdo.
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Bien— titubeo cuando dice que puede solo, eso me deja sin absolutamente nada que hacer cuando el silencio cae sobre nosotros, después de que cesan los sonidos de cada uno de sus movimientos para retirar el condón de su bolsillo que fue todo lo que pude escuchar y mi nerviosismo me hace creer que también lo escucharon sus tíos en la habitación que comparten, en los edificios vecinos. Su beso es un alivio momentáneo, se va desvaneciendo cuando sus labios siguen bajando y se tensa en mi vientre un nudo distinto que me lleva a sostenerme de su pelo para detenerlo si es que pretende continuar, no lo hace. Respiro por mis labios entreabiertos y robo parte de su aire cuando el paquete al abrirse sí creo que lo ha escuchado medio Neopanem. Ahora todos lo sabrán, seguro que sus tíos nos esperan en la escalera y vuelven a entrometerse con sus bromas pesadas, no van a dejárnoslo pasar. Y no sé cuánto de esto podré contarle a Mimi, temo que se dará cuenta apenas cruce la puerta. Estoy empezando a pensar en cómo todos van a reaccionar al darse cuenta, que se siente un poco incómodo cuando lo noto encima, me agarro de su mano con fuerza como si estuviéramos a punto de saltar de esta misma terraza y no tengo idea de cómo será saltar de un edificio de tantos pisos, pero no creo que sea como esto.

Ahogo mi queja en sus labios, me aferro a estos mientras me acostumbro a la sensación. —Aguarda— pido con un susurro roto, mi mano sobre su hombro para sujetarlo ahí, en ese estrecho umbral que tenemos para cruzar entre donde nos encontrábamos y a donde nos lleva el paso que estamos dando. —Un… un momento— musito, tomo una exhalación de su boca para calmar la tensión que tiene a todo mi cuerpo en alerta por lo que sabré que vendrá. Mis dedos se deslizan de su hombro por su brazo hasta aferrarse a su muñeca, mientras cuento cada una de las respiraciones que ordenan a mi cuerpo a distenderse, a mi mente a quedar en blanco, así puedo asentir en silencio para que continúe. —Espera— lo freno una vez más, —¿seguro que te lo colocaste bien?— es un miedo válido, el problema es que se lo estoy planteando al chico que duda de todo. —Una compañera del Royal contó que se le quedó dentro por accidente…— mal momento para traer esas anécdotas a cuento, aunque no me imagino otro momento para compartirlo. ¿Tal vez tuvimos que hablar un poco más sobre esto antes de intentarlo? Diez minutos, podemos tener diez minutos de charla y luego volver a intentarlo. — Lo siento, lo siento, puedes seguir— balbuceo, busco su boca al mover mi cadera para ayudarlo así callo el gemido en mi garganta. Muerdo sin querer su labio al sentir la punzada, no mengua cuando me reacomodo. —¿Estás bien? Lo siento, no quería…— me atropello con mis palabras cuando froto su labio con mi pulgar y lo aparto para volver a besarlo.
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Tengo que detenerme como si me hubieran echado un hechizo de inmovilización total, porque creo que necesita ese momento y en parte yo también, por otro lado creo que si lo seguimos estirando voy a sufrir, como cuando quieres sacarte una bandita. Me quedo estático, el agarre en mi muñeca me deja pendiente de lo pueda llegar a decir o hacer, ahora mismo no tengo ojos u oídos para otra cosa que no sea ella. Si ella me quiere me tendrá, si desea que me vaya lejos lo haré, y si me detiene una vez más le hago caso porque si esto es extraño para mí, no me quiero imaginar cómo será para Syv — ¿Que se quede adentro…? — he oído muchas historias sexuales, pero creo que jamás había escuchado que eso era una opción y creo perder algo del rubor de mis mejillas, esas que delatan el grado de excitación que recorre mi anatomía — Estoy seguro de que sí, no te preocupes — ni siquiera sé cómo consigo ese lapsus de seguridad, le sonrío con la intención de que se relaje a pesar de que es obvio que el agarre de nuestras manos se vuelve más firme por culpa de mi miedo. Ni siquiera sé a qué le temo, en realidad. Es Synnove, he confiado en ella hasta para luchar contra un dementor. No debería existir sitio más seguro que sus abrazos, no importa el contexto que sea.

Su permiso a seguir lo tomo con un asentimiento, pero es su mordida la que me interrumpe antes de que pueda siquiera acomodarme y oigo un quejido que no tiene nada que ver con los sonidos placenteros de hace un rato — Estoy bien, estoy bien, solo… podemos ir despacio — paso a paso, para poder mantener el control. Creo que puedo oír mis latidos dejándome sordo en lo que apoyo mi frente contra la suya, admirando su rostro recortado en la vaga luz de las velas, para poder así volver a besarla. Es un movimiento lento de mi boca que busca abarcarla entera, como si de respirar en otro sitio, empezaría a asfixiarme. Me recuerdo que no solo yo la estoy eligiendo a ella sino que ella también me ha elegido a mí, es una idea que me ayuda a buscarme en su cuerpo, en cada caricia que poco a poco se va cargando de avaricia. Quiero decir mucho pero opto por enseñarlo, como si el tacto fuese un nuevo lenguaje que estamos aprendiendo entre los dos y… vaya que lo hacemos. Me encuentro con que moverme en ella y con ella no solo es nuevo, sino que también es avasallante, dificultoso y, en cierta medida, incómodo. Pero es tan placentero como rascarse una cascarilla, es ese momento cuando logras apartarla del camino que puedes sentir el cosquilleo agradable que te llena por dentro, siento que mis brazos no son lo suficientemente largos como para abrazarla en condiciones y, aún así, lo haría toda la noche. Hasta el amanecer.

Pero aún hay estrellas sobre nosotros cuando los jadeos empiezan a hacerse notar y no solo me aturden tanto que llegué a ignorarlos. La cabeza me da vueltas como si estuviera flotando, me siento liviano y extrañamente feliz, tanto que puedo notar que me duelen vagamente los pómulos. Creo que vale la pena haber sobrevivido a la prisión, a los ogros y a los dementores solo por haber vivido esto. Me estoy clavando el suelo de la terraza en el culo, pero no me importa, porque aún me mantengo abrazado a un cuerpo tan caliente como el mío y me gusta creer que puedo evitar soltarlo. Muevo un poco la nariz cuando un mechón plateado me produce cierto picor, así que me acomodo hasta poder enfrentarme a su rostro, apartando algunos mechones para verla mejor. Por alguna razón que desconozco, me encuentro con sus ojos y, tras un instante, se me escapa una risa que intento contener en vano — No fue tan terrible… ¿No? — quizá fue el peor desempeño sexual de la historia, pero creo que no hay nada que me baje de mi nube de júbilo. Creo que tengo la energía como para repetirlo un par de veces más, hasta al menos volverlo aceptable — ¿Cómo te sientes? — bueno, quizá ahí sí sueno algo ansioso, pero es que esperar el veredicto es algo temible.

Le robo un beso rápido a su boca para poder acomodarme, me impulso hacia delante para poder sentarme. La terraza se encuentra en silencio, la música se oye tan distante que me hace creer que el parlante debe estar falto de baterías. Algunas velas se han apagado, otras siguen titilando y estoy seguro de que las sobras de la cena se enfriaron. No volveré a ver este sitio de la misma manera, lo juro — Eso fue… — no tengo palabras para explicarme, así que muevo mis hombros con un meneo de la cabeza, ese que me ayuda a mirar sobre mi hombro para sonreírle — Aterrador — es en parte una broma, en parte no. No cuento con que esa palabra puede tener otro significado cuando tanteo y tironeo del condón para sacarlo, aunque mi rostro no tarda en fruncirse. Hay algo mal, noto el nerviosismo cuando lo observo más detalladamente —Syv... ¿Notas algo raro? — sí, ni siquiera considero el pudor como para preguntar algo así. Qué vergüenza.
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Despacio— repito para ambos, dejo pasar más tiempo entre una respiración y otra que tomo por la boca, y se interrumpen cuando volvemos a besarnos. Pongo todo mi esmero en ese beso para ignorar la incomodidad de la postura, me entretengo en recorrer sus labios para acariciar la fina herida que le causé y en ahondar en ese sabor que le pertenece en exclusividad, en el que podría zambullirme con los ojos cerrados así como lo hago, para no pensar en nada más que sentirme rodeada por él y todo el calor que emana. Relego a un segundo plano la sensación molesta de nuestras caderas al tratar de encontrar un ritmo en común, me obligo a no pensar en qué estaré haciendo mal o si debe ir aún más despacio, si se ha colocado de la manera que debe ser, si no lo pienso puedo dejar que mi cuerpo responda a su manera y coincida en esa urgencia que lo guía al moverse. Por las dudas, cierro mis manos en su cabello después de trepar por su espalda, así retengo su rostro sobre el mío para que no se aparte, guardo en sus labios los jadeos que reemplazan a los primeros quejidos y aguardo a que acabe, a la vez que deseo que no lo haga, sino que vaya cada más lento, quiero poder sentirlo así todo el tiempo que se pueda, con los latidos de su pecho haciendo eco de los míos en una sincronía que nos pertenece como una música propia, distinta y mucho mejor que esa balada nostálgica estropeada por la interferencia de sonido que se escuchaba en el parlante.

Por encima del retumbe de nuestros corazones lo que escucho son los sonidos que raspan su garganta al salir de sus labios y me abrazo a él para esconder mi rostro contra su piel, su olor me embarga. Trazo con mi nariz un camino hacia su cuello, todo lo cálido y seguro está en él, lo vuelvo a encontrar al refugiarme allí. Esa confirmación de que es quien seguirá estando sosteniéndome cuando abra los ojos, podría saltar a un vacío que no dudaría de que me sujetaría durante toda la caída. Sigo sintiendo el calor de su cuerpo envolviéndome cuando todo lo demás se va desvaneciendo en ecos, puedo besar su mandíbula y repetirme de que me alegro de que haya sido con él. Saco fuera todo con un suspiro en el momento en que sus dedos se encuentran con mi rostro y me veo por dos segundos en sus ojos exaltados de la emoción. — No— mi voz se escucha débil, me siento mal por no poder demostrar la misma alegría que tiene a su cuerpo vibrando, con una energía que choca un poco con el adormecimiento en el que podría caer si sigue abrazándome.

No fue tan terrible— concuerdo, darle vuelta a esas palabras para contestar a su pregunta cuesta un poco más. —Rara, bien. Se sintió extraño— contesto asumiendo que podemos ser honestos, —fue sentir varias cosas, muy distintas entre sí. Pero bien… porque estabas conmigo— y de eso se trata tener un novio que es también tu amigo, todo lo nuevo y “aterrador” como bromea, lo experimentas con alguien que sabes que estará ahí en todo momento. Es una certeza que lo hace sentir mucho más cercano, casi que por debajo de mi propia piel por unos minutos. Hace que te sientas segura a cualquier cosa que pueda pasar. O no. —¿Que se rompió?— pregunto al estar sentada de pronto a su lado para poder ver de cerca, la alarma se dispara en mi voz y mis dedos están dejando marcas rojas en la carne de su brazo. — No— suelto, todo en mi interior se remueve, recuerdo con culpa lo que acaba de pasar, porque en algún momento cercano al final, eso en lo que confiamos y determinó nuestra decisión, nos falló. —No, no, no—. No puede estar pasándonos esto, no a nosotros. Mimi me va a echar una bronca monumental con un millón novecientos noventa y nueve de «te lo dije». Me muevo con mis manos buscando las prendas que fui perdiendo y con la torpeza de seguir estando en negación, pasmada por el descuido tonto que hace que todo se sienta como una mala decisión. —No fue un error— necesito decirlo en voz alta, me giro hacia Ken para pedirle con mis ojos que reflejan el tumulto de miedos, que también lo crea. —No lo fue— susurro.
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Hay algo en el modo que tiene de hablarme que me pica la vena insegura, dudo de que su estado sea tan eufórico como el mío. Sí, siento el cuerpo cansado y tengo que aclararme la garganta como si de esa manera pudiera respirar mejor, pero creo que no estuvo tan mal. Siempre se puede mejorar, posiblemente en diez años diga que fue un desastre, pero ahora mismo me siento satisfecho y calmo, agradecido de que ella sea mi compañía. He conocido a Synnove en una de las más extrañas circunstancias y ni en un millón de años hubiera pensado que terminaríamos así, pero puedo decir con seguridad de que no lo habría querido de otra manera. Por eso asiento, comprendiendo lo que quiere decir porque sí, fue extraño, pero también creo que fue la mejor elección. Mis brazos la aprietan un poco por culpa de ello.

Lo que es terrible es el terror asfixiante que me cierra la garganta cuando tengo que volver a chequear el condón, no muy seguro de querer verlo. No ayuda que Synnove se ponga de esa manera, lo suficientemente cerca como para sentir la imperiosa necesidad de esconder el preservativo porque… bueno, no es muy agradable a la vista, por tonto que sea — ¡Lo siento, no lo noté! — ¿Cómo notas estas cosas? ¿Hay un modo de saberlo o es solo cuestión de suerte? Siento que la adrenalina se apaga con un zumbido, repentinamente me siento pequeño y desgraciado. Ni siquiera me quejo de que clave sus dedos en mi brazo — Syv… — le llamo, pero pronunciar su nombre ahora no tiene el mismo efecto de hace unos minutos, cuando era algo cargado de burbujas eléctricas. Como ella se mueve yo hago lo mismo, lanzo el condón a un lado para poder subirme el bóxer y el pantalón, abrochándolo con cierta urgencia — ¡Claro que no fue un error! — creo que sueno un poco histérico, mis manos revolotean cerca de ella pero no me atrevo a tocarla — Lo hicimos porque queríamos, fue una decisión mutua. Esto no tiene por qué arruinarlo… — O sí. ¿Por qué este miedo me duele en el alma?

Hay soluciones para estos casos, lo sé. Le doy la espalda para apresurarme a meter el condón dentro del paquete abierto, lo cual hará más fácil el tirarlo luego — Revisaré las cosas de Ava, debe tener una pastilla de emergencia o algo así. ¿O crees que tu madre…? — no, no le voy a robar a la señora Lackberg, no quiero saber de su intimidad y dudo mucho que Synnove le pregunte, porque eso sería decirle que no solo está saliendo conmigo, sino que decidió perder la virginidad. Aprieto el paquete con algo de fuerza antes de guardarlo en mi bolsillo y me giro hacia ella, arrodillándome para verla mejor — Estoy sano, lo sé. Y no todos los condones rotos terminan en embarazos no deseados, se tienen que dar muchos factores para que eso ocurra. Pero si quieres quedarte tranquila… encontraremos el modo. Debe haber alguna boticaria o algo así por aquí… — es el norte, no existen las farmacias como tal, sino un montón de drogas ilegales en sitios recónditos y mugrosos en los cuales yo no soy bienvenido. Con algo de timidez, busco sus manos para tomarlas con las mías — Te quiero. Y sé que es la peor manera de decirlo, pero de verdad lo hago. No arruinemos lo que queda de esta noche — si no se arruinó ya, pero no importa. Beso cuidadosamente su hombro, como una caricia que busca calmarla. No puedo echar el tiempo hacia atrás, no voy a arrepentirme de lo que ha pasado. Fue solo mala suerte.
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No, claro que no lo fue— barboteo, quiero poder actuar como sugiere, tomando esto con una madurez que disimule un poco lo mal que nos salió el intento de hacerlo bien. —Esto… fue un accidente— me atraganto con mi voz. ¡Por favor! ¡Mi madre me habló de esto! ¡Mimi me advirtió sobre esto! ¡Sus tíos bromearon sobre esto hace unos minutos! «Chicos, ¿se han traído su condón? Sí, lo trajimos», mi voz remeda nuestras voces de un modo muy ridículo. ¡Pero nos falló! Nos van a echar la bronca de los pies a la cabeza, nos llamarán idiotas con todos los sinónimos que se les ocurra, como si tuvieran autoridad para hacerlo, que bien, no sé si puedan, ninguno está como para escribir un manual de cómo se hacen correctamente las cosas. Levanto mis rodillas hacia mi pecho para rodearlas con mis brazos y poder apoyar allí mi frente, haciendo que el aire que sale de mis labios choque contra mi piel con cada respiración. Si esto fue mala suerte, no quiero saber hasta dónde puede extenderse para nosotros dos, quiero creer que no pasará de esta noche. No puede, ¿no? No voy a llorar por esto, ¿no? Coloco mis palmas sobre mis párpados al sentir cómo me pican los ojos. —Siento que ha salido fatal— suelto, no es una queja hacia nada, sino hacia mí misma. —Lo he hecho todo fatal.

Puedo ver con mis ojos cerradas la expresión de mi madre por dos segundos, ella podría… la que no creo que pueda sea yo, ¿cómo le iré a decir que necesito una pastillas de esas porque me acosté con un chico por primera vez? De que, por cierto, estoy saliendo con un chico. Y que, por cierto, ese chico es Ken. Tendría que ir tan atrás sobre todo y entonces mi madre asumiría un montón de cosas que me tendría que poner a explicar, lo que es peor, puedo oírla. Estudiaba leyes, por favor, es que no podía salir con alguno de esos chicos, no, tenía que salir con el que tiene antecedentes con el ministerio –por decirlo de una manera ligera-. ¡¿Y QUÉ SI TIENE UN NIETO DE ESTE?! Ya estoy llorando, bien hecho, cerebro, gracias por toda la proyección a futuro. Lo escondo al cubrir mi cara con las manos. —Podemos preguntarle a Mimi donde hay una— propongo con mi voz inestable, finjo que estoy bien, lástima que el tono no me acompaña. Es de cobarde querer que la única que se entere sea la amiga con la que vivo, a quien de todas maneras no podría ocultarselo, no creo que pueda con que lo sepa más gente. —Ava se lo contaría a Ben, Ben a su nueva a novia, lo escucharían todos los que viven con ellos y para mañana lo sabría medio distrito— resoplo. No es que quiera decir que sus tíos sean chusmas, lo que pasa es que no pueden guardarse las cosas para ellos. ¡Y me daría tanta vergüenza!

Dejo caer mis manos al sentirlo más cerca y siento cómo tiemblan cuando me agarro a las suyas con fuerza, tiro de él para poder colocar mi frente sobre su hombro. —Lo siento, Ken, en verdad lo hago, no quería que se arruinara… — me duele sacar esas palabras de mi garganta, no tendría por qué ser así o no sé, sabíamos que las primeras veces no son perfectas, ¿suelen ser así? Porque se siente como que solo nos ha pasado a nosotros, que en una lotería de cien primeras veces, nos ha tocado la mala. —También te quiero— lo susurro contra su piel que ya fui mojando de lágrimas sueltas, no me gusta tener que decirlo unido a una disculpa, me hubiera gustado que fuera distinto. Desanudo nuestras manos así puedo pasar mis brazos sobre sus hombros y estrecharlo hacia mí. —¿Podrías solo… quedarte así y abrazarme un rato? Luego iremos a buscar a Mimi o a quien sea, lo solucionaremos. Solo… necesito abrazarte.
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No sé qué es lo que se supone en estos casos, tengo la ligera sensación que no puedo hacer otra cosa que consolarla mientras ella se abraza a sí misma y eso me hace sentir extremadamente patético. Fue un accidente, sí, ninguno deseaba que esto terminara de esta manera y aquí estamos, teniendo un breve momento de pánico — ¡No lo hiciste fatal! — me apresuro a aclarar, tan rápido que no suena sincero, así que tengo que volver sobre mí mismo para poder ser el novio convincente que pretendo ser — Somos nuevos en esto, tenemos todo el tiempo del mundo para averiguar cómo funciona. Como todo, mejorará con la práctica — hasta intento sonar divertido con eso, pero ni siquiera mi sonrisa se mantiene en su lugar. No puedo bromear cuando se ve tan destruida y yo me siento tan patético. Debería haberme quedado virgen.

Lo de Mimi parece ser una buena idea, pero cuando menciona a los otros dos… — Sin Ava y Ben — es una decisión definitiva. Después de esta noche, me ha quedado en claro que son las últimas personas que deberían estar al tanto de cualquier incidente, al menos mientras existan otras opciones. Mimi no significa un verdadero riesgo, como mucho tendré que soportar una amenaza digna de mejores amigas y creo que puedo sobrevivir a eso si eso significa que no tendremos un problema mayor del cual preocuparnos. Suerte para mí, aún acepta mi cercanía y puedo abrazarme a ella, como si su temperatura corporal fuese el consuelo que necesito en un momento tan extraño como este. Le chisto, no con violencia sino en un arrullo que busca tranquilizarla, porque no voy a ponerme a distribuir culpas. Nada se ha arruinado de verdad, aún nos tenemos el uno al otro, no sucederá nada si somos listos. La vida ya me ha jodido demasiado como para arruinarme lo mejor que tengo.

Oír que me quiere consigue la primera sonrisa genuina que he tenido en estos últimos minutos, escondo la cara en su cabello en medio de ese abrazo con tal de que nadie pueda verme, incluso cuando estamos solos. Acaricio su espalda de la única manera que conozco para que deje de llorar, que lo único que puedo sentir es lo húmedo de sus ojos en mi piel y ya no sé qué hacer para que se calme — Podemos quedarnos así toda la noche… — sugiero — Buscaremos a Mimi en cuanto salga el sol, todavía hay tiempo. De todos modos, no habrá ninguna boticaria abierta a estas horas — es pura lógica, además de que me da el espacio para pensar. Aprieto un poco más el agarre que ella ha ejercido sobre mí, deseoso de sentir que es mi sostén y que yo puedo ser el suyo — No tenemos que hacer mucho, solo recostarnos y hablar. Te daré los besos que quieras, si eso ayuda, pero te aseguro que no es el fin del mundo — hemos pasado demasiado como para llegar aquí y creer que un condón roto es lo peor que me pasó en la vida. Ladeo la cabeza, así mis labios rozan su oído y puedo sentirme respirar allí, con una calma que en verdad no siento — Estoy aquí, sosteniéndote. Y prometo que lo haré siempre que me lo permitas, con lo bueno y lo malo, así que… ¿Qué te parece escuchar un poco de música y solo recostarnos? Puedes enseñarme de las bandas que no conozco y ya luego te seguiré a donde quieras — mientras las estrellas estén en lo alto podemos fingir que todo está bien. Ya luego, la vida nos aguarda.
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Froto mi nariz contra su hombro para que me pase ese cosquilleo molesto a causa del llanto. No es el fin del mundo, de hecho sigue dando vueltas alrededor del sol, la noche no ha cambiado de color, las estrellas siguen en el mismo sitio de hace un rato como observadoras silenciosas y no tenemos que preocuparnos por ellas, no tienen el mismo hábito chismoso de Ben y Ava. En unas horas será de día otra vez, eso tampoco ha cambiado, así que podemos esperar que ocurra mientras yo procuro calmarme, en vez de salir corriendo a buscar la primera solución que encontremos en alguna de estas esquinas dudosas del distrito cinco. —Gracias— murmuro, sintiéndolo en verdad, mis manos aferradas a mis muñecas para cerrar el abrazo y retenerlo, aunque no dudo de que vaya a quedarse todo el tiempo que se lo pida, solo aguardando el momento en que me sienta lista para soltarlo, no será pronto, eso lo sabemos.

En lugar de responder, asiento con mi barbilla y me retiro un poco así puedo colocar mis manos en sus mejillas, rozo suavemente su boca buscando el gusto dulce que traen sus besos para consolarme. Ha ido fatal, pero no tan fatal como para que todo se eche a perder. Es más sencillo cuando alguien sosteniéndote y diciéndote que todo irá mejorando luego, creer que es así, que un error no condena y esto podremos pensarlo luego como una experiencia más de esas que hay que pasar. Claro que me hubiera gustado prescindir de lo malo, lo que me recuerda que yo misma le había dicho que no todo tiene que ser perfecto, lo que quiero es estar con él y así es. Recuesto su espalda en el suelo para poder acomodarme sobre su pecho con mi brazo cruzando su cintura, sigue siendo cálido para mí aunque la temperatura entre nosotros haya bajado un par de grados y el fresco de la noche eriza la piel de mis brazos.

No estoy segura de que la música que escuchamos de ese parlante siquiera sea de este planeta, parece una transmisión de extraterrestres…— digo, animándome a hacer una broma en un tono susurrado, sobre la interferencia que sigue ensuciando la melodía de la balada que flota cerca de nosotros. —¿Quieres que cante algo?— pregunto, no es nada trascendente, tal vez el tarareo que necesito para serenarme, no inducirme al sueño porque no creo que logre dormir esta noche, sí me gustaría poder sentir que puedo mecerme en algo calmo mientras me abrazo a Ken. Nos arrullo con una melodía atrapada en mi garganta y muy lentamente, sin una precisión en notas, voy arrastrando las palabras. —Estamos recostados en la luna,… es un lugar oscuro… y brillante… pero contigo me siento segura— cierro los ojos al continuar, —aunque estemos a millas de distancia— vuelvo a atrapar mi voz dentro de mi garganta y prolongo la melodía con un mmmm. Pasa tanto tiempo que si no fuera porque sigo escuchándome, me creería dormida. —Se llama Canción de la Luna— digo, es de esas que no necesitas saber cantar para improvisarla, consigue darme la tranquilidad que necesito para no pensar en todo lo que puede ser o no ser y seguir suspendida en esta noche, en todo lo que pasó, todo lo que se dijo y lo que acaba de ocurrir, agradezco que me abrace mientras lo asimilo y vuelvo a sentirme cómoda con mi cuerpo. —Eres un buen novio, el mejor— suelto, no sé si me escucha o si se quedó dormido, tengo mi oído sobre los latidos de su pecho y los acompaño con otro arrullo de mi garganta, en medio del inmenso silencio de la noche en todo el distrito.
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