OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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¿Por qué siento que me veo ridículo? No tengo un espejo a mano, pero aún así despeino el cabello que había acomodado antes de venir. Benedict se sentó toda la tarde en el sofá preguntándome qué es lo que estaba preparando y he olvidado la cantidad de veces que le dije que no era nada de importancia, cosa que dudo mucho que se lo haya creído porque subí a la terraza una mesa vieja que encontré en el basurero (y que gracias al cielo soy mago, porque limpiarla sino hubiera sido imposible), dos sillas y comida… que no tengo idea de cómo debe saber. No me esmeré demasiado, solo son salchichas con pan, pero era lo que tenía a mano, además de agua. ¿Por qué no saqué un vino de la casa de los Lackberg? ¿Se habrían dado cuenta? Además, me hice el bobo y me metí también entre las cosas viejas de Arya; lo bueno de su profesión es que encontré cosas como velas, por otro lado también me topé con condones… y bueno, me los guardé, porque uno nunca sabe lo que pasará como para despedirciarlos. Solo espero que Syv no los encuentre, porque temo que piense que solo estoy buscando eso, cuando mis nervios me están comiendo por el simple hecho de que… es ella y es una cita. Y solo quiero que sea perfecta.
Pero ahora creo que todas las velas que he metido en la terraza son una exageración, debo apestar a perfume y mi remera ni siquiera es decente, solo me coloqué la más limpia y lisa que pude encontrar. Esto es un error, mejor aborto misión, los panchos de seguro están asquerosos y no fui capaz de encontrar papas fritas. Estoy mirando la mesa, buscando qué sacar o qué agregar, cuando el ruido a mis espaldas me indica que ya no estoy solo y me giro con tanta rapidez que temo tirar todo a la mierda — ¡Hey! — mi voz estrangulada me obliga a carraspear y apoyo una mano en la silla, fingiendo una postura casual y despreocupada. No, Ken, baja la mano de la nuca, eres pésimo fingiendo. Lo corrijo rascándome la cabeza antes de meterla en el bolsillo — Si crees que es demasiado, podemos cancelarlo. Y si crees que es una porquería, también podemos cancelarlo. ¿Sabes? ¿Por qué no comemos en otro lugar? — lo digo tan rápido que dudo que logre entenderlo, pero no importa.
Me paso las manos nerviosas por la camiseta, estirándola en lo que me consuelo a mí mismo. ¿Qué digo ahora? ¿Por qué me parece tan linda? ¿Y por qué no chequeé si tengo mal aliento? — ¿O quieres…? — dudo, pero me muevo para tirar una silla hacia atrás y así invitarla a sentarse — Espera… ¿Tú comes salchichas o quieres verduras…? — Rayos, rayos, rayos. Ya me siento abatido y ni siquiera hemos empezado. Me encojo un poco en mi sitio, sonriendo con cierta tímida disculpa — Lo lamento, Syv. No sé bien cómo hacer esto — así que cuento con ella y su guía de películas como para saber qué hacer a continuación.
Pero ahora creo que todas las velas que he metido en la terraza son una exageración, debo apestar a perfume y mi remera ni siquiera es decente, solo me coloqué la más limpia y lisa que pude encontrar. Esto es un error, mejor aborto misión, los panchos de seguro están asquerosos y no fui capaz de encontrar papas fritas. Estoy mirando la mesa, buscando qué sacar o qué agregar, cuando el ruido a mis espaldas me indica que ya no estoy solo y me giro con tanta rapidez que temo tirar todo a la mierda — ¡Hey! — mi voz estrangulada me obliga a carraspear y apoyo una mano en la silla, fingiendo una postura casual y despreocupada. No, Ken, baja la mano de la nuca, eres pésimo fingiendo. Lo corrijo rascándome la cabeza antes de meterla en el bolsillo — Si crees que es demasiado, podemos cancelarlo. Y si crees que es una porquería, también podemos cancelarlo. ¿Sabes? ¿Por qué no comemos en otro lugar? — lo digo tan rápido que dudo que logre entenderlo, pero no importa.
Me paso las manos nerviosas por la camiseta, estirándola en lo que me consuelo a mí mismo. ¿Qué digo ahora? ¿Por qué me parece tan linda? ¿Y por qué no chequeé si tengo mal aliento? — ¿O quieres…? — dudo, pero me muevo para tirar una silla hacia atrás y así invitarla a sentarse — Espera… ¿Tú comes salchichas o quieres verduras…? — Rayos, rayos, rayos. Ya me siento abatido y ni siquiera hemos empezado. Me encojo un poco en mi sitio, sonriendo con cierta tímida disculpa — Lo lamento, Syv. No sé bien cómo hacer esto — así que cuento con ella y su guía de películas como para saber qué hacer a continuación.
Tal vez nos convenía tener un ensayo primero, antes de la cita real. ¿Por qué nunca se me ocurrió pedirle a Ken por haberlo llevado a una discoteca que me devolviera el favor con una cita de mentiras? Así los dos tendríamos práctica en esto y no estaría hurgando hasta en la ropa de mi mejor amiga para hacer combinaciones, que van desde lo que se considera elegante en el Capitolio y absolutamente inadecuado en cualquier esquina del distrito cinco, hasta una camiseta y vaqueros que me hacen ver a tono, pero que hacen parecer que no me tomo esto como una cita, más bien que le he puesto menos entusiasmo que a vestirme día a día. No me he mirado tantas películas como para no saber que la elección final acabará siendo un vestido con unas sandalias planas, que me permiten correr cuando me doy cuenta que se me fue la hora en las mil combinaciones innecesarias que dejé en desorden sobre la cama. Cuando estoy cerca del edificio donde se queda Ken con sus tíos aminoro mis pasos para que no se note que me falta el aire al llegar, limpio el sudor nervioso de mis palmas en la falda suelta del vestido y en la acera pruebo a recogerme el cabello como me dije que tendría que haberlo hecho, solo para desarmarlo cuando alcanzo el último escalón antes de entrar a la terraza.
Es inevitable, me fijo en las velas que se roban todo el espacio de la terraza antes de fijarme en Ken. Son muchas velas. —¿Hoo… la?— respondo a su saludo estridente con vacilación, ¿llegué demasiado pronto? ¿No esperaba que llegara? ¿Estaba esperando a que no viniera entonces podíamos simplemente cancelarlo? ¿Ha quemado la comida? Es Ken, debe ser eso. Me adelanto un paso agitando mis manos en el aire así detiene todas sus intenciones de cancelación. —¡No! ¡No! ¡Todo está bien!— trato de calmarlo, ¿eso que acabo de pisar fue una vela? Estupendo, acabo de matar a parte de la decoración, espero que no se lo tome a mal. ¡Nada está mal! —No hace falta que vayamos a otra parte— me esfuerzo en convencerlo. Por literal que sea en algunos casos, se ve como un cachorro angustiado dando vueltas sobre sí mismo, me acerco a él para tomar sus manos así deja en paz a la tela de la camiseta y se me escapa antes de que pueda alcanzarlo. Lo veo retirar una silla que supongo es la que me corresponde, estoy conteniendo la respiración y no sé por qué. Froto uno de mis brazos para aliviar el nerviosismo que no quiero reconocer que también padezco, es raro poder hacer tantas cosas con Ken y que esto se salga de lo imaginable, es como si olvidara cómo suelo actuar con él porque las citas son un tipo de ceremonia en las que hay un protocolo que respetar y ese es…
No lo sé, tengo la mente en blanco. Soporto el peso de la mirada de Ken, confiado en que seré quien ponga las indicaciones sobre la mesa, al lado de lo que parecen salchichas -no están quemadas-, y muevo mis labios sin decir palabra. ¿Es pronto para pedir ir al baño? —Bueno…— puedo hacer esto si lo pienso como si estuviera dando consejos a Ken, hablándole de las costumbres del mundo civilizado o, mejor dicho, del mundo de las ficciones televisivas. Entrelazo mis manos sobre la mesa, así me veo como si supiera de lo que estoy hablando. —El lugar es bonito y hay comida, a veces cuando llega la chica se le suele dar flores, pero si no las tienes, no importa— me corrijo de prisa para que no vuelva sus planes de cancelación. —En serio, Ken, está bien— lo tranquilizo con una sonrisa, dejando de lado el protocolo de citas que no nos llevará a ningún lado. —Te lo has tomado todo muy en serio, se nota. Y lo mejor de ir a una cita es saber que la otra persona puso tantas atenciones— si otro fuera el caso, tal vez tendría que haberle dado consejos o respondido a sus dudas, y sin embargo, lo hizo todo por su cuenta. — Hace que una se sienta especial, supongo— que no es un sentimiento que pase solo por tener citas, pero sí que son oportunidades para demostrarlo. —Son momentos especiales para compartirlos con la persona que te gusta— diferente a estar recostados mirando una película, hay toda una intención de salirse de esa rutina y quizá de las pocas veces que vuelvo a sentir que tenemos un momento enteramente para nosotros desde que me he mudado al norte, y volviendo al protocolo de citas, si todo sale bien al final de estas suele haber un permiso de intimidad que no estaríamos pudiendo tomar prestado en el monoambiente de Mimi. —¿Seguro que no necesitarán las velas luego si corta la luz?— pregunto por si las dudas, que estamos en el cinco y no todos tienen una varita para andar usando lumus.
Es inevitable, me fijo en las velas que se roban todo el espacio de la terraza antes de fijarme en Ken. Son muchas velas. —¿Hoo… la?— respondo a su saludo estridente con vacilación, ¿llegué demasiado pronto? ¿No esperaba que llegara? ¿Estaba esperando a que no viniera entonces podíamos simplemente cancelarlo? ¿Ha quemado la comida? Es Ken, debe ser eso. Me adelanto un paso agitando mis manos en el aire así detiene todas sus intenciones de cancelación. —¡No! ¡No! ¡Todo está bien!— trato de calmarlo, ¿eso que acabo de pisar fue una vela? Estupendo, acabo de matar a parte de la decoración, espero que no se lo tome a mal. ¡Nada está mal! —No hace falta que vayamos a otra parte— me esfuerzo en convencerlo. Por literal que sea en algunos casos, se ve como un cachorro angustiado dando vueltas sobre sí mismo, me acerco a él para tomar sus manos así deja en paz a la tela de la camiseta y se me escapa antes de que pueda alcanzarlo. Lo veo retirar una silla que supongo es la que me corresponde, estoy conteniendo la respiración y no sé por qué. Froto uno de mis brazos para aliviar el nerviosismo que no quiero reconocer que también padezco, es raro poder hacer tantas cosas con Ken y que esto se salga de lo imaginable, es como si olvidara cómo suelo actuar con él porque las citas son un tipo de ceremonia en las que hay un protocolo que respetar y ese es…
No lo sé, tengo la mente en blanco. Soporto el peso de la mirada de Ken, confiado en que seré quien ponga las indicaciones sobre la mesa, al lado de lo que parecen salchichas -no están quemadas-, y muevo mis labios sin decir palabra. ¿Es pronto para pedir ir al baño? —Bueno…— puedo hacer esto si lo pienso como si estuviera dando consejos a Ken, hablándole de las costumbres del mundo civilizado o, mejor dicho, del mundo de las ficciones televisivas. Entrelazo mis manos sobre la mesa, así me veo como si supiera de lo que estoy hablando. —El lugar es bonito y hay comida, a veces cuando llega la chica se le suele dar flores, pero si no las tienes, no importa— me corrijo de prisa para que no vuelva sus planes de cancelación. —En serio, Ken, está bien— lo tranquilizo con una sonrisa, dejando de lado el protocolo de citas que no nos llevará a ningún lado. —Te lo has tomado todo muy en serio, se nota. Y lo mejor de ir a una cita es saber que la otra persona puso tantas atenciones— si otro fuera el caso, tal vez tendría que haberle dado consejos o respondido a sus dudas, y sin embargo, lo hizo todo por su cuenta. — Hace que una se sienta especial, supongo— que no es un sentimiento que pase solo por tener citas, pero sí que son oportunidades para demostrarlo. —Son momentos especiales para compartirlos con la persona que te gusta— diferente a estar recostados mirando una película, hay toda una intención de salirse de esa rutina y quizá de las pocas veces que vuelvo a sentir que tenemos un momento enteramente para nosotros desde que me he mudado al norte, y volviendo al protocolo de citas, si todo sale bien al final de estas suele haber un permiso de intimidad que no estaríamos pudiendo tomar prestado en el monoambiente de Mimi. —¿Seguro que no necesitarán las velas luego si corta la luz?— pregunto por si las dudas, que estamos en el cinco y no todos tienen una varita para andar usando lumus.
¿Lo dice de verdad o está tratando solamente de ser amable? Por la mirada que le lanzo, es obvio que estoy buscando un indicio que me solucione aquella duda. Tomo una gran bocanada de aire y la largo, echándole un vistazo apreciativo — Te ves muy bonita — mis comisuras se estiran hacia arriba en una sonrisa pequeña, aunque pronto desvío la mirada. ¿Por qué me pone tan ansioso todo esto? No es la primera vez que la halago, pero todo el ambiente es tan nuevo que no estoy seguro de que suene natural. La única cita que tuve fue con Beverly hace una eternidad, en un sitio que ya no debe existir y ni siquiera estaba interesado en ella. Syv y yo... bueno, ya nos conocíamos, nuestra relación no necesitó de citas y por eso todo esto es nuevo. Salimos de nuestra zona de confort, para decirlo de alguna manera.
Puedo respirar con mayor calma cuando se acomoda en la silla y le doy un suave empujón para ayudarle a acomodarse, antes de bordear la mesa y tomar asiento. Y sí, arrastro la silla con algo de estruendo cuando me acomodo, pero opto por fingir que no lo he oído — ¿Flores? — ¿Cómo lo he olvidado? Suerte para mí, eso es sencillo de solucionar. Saco la varita y, con una sacudida y un hechizo simple, un ramo brota de la punta y se lo tiendo. No las reconozco, parecen ser varias de diferentes especies y colores, así que se las tiendo con la esperanza de que le gusten al menos algunas — La próxima lo tendré todo contemplado con anticipación. Solo... no quería pedirte consejos, cuando se supone que todo era una sorpresa para ti — se lo merece. Después de soportarme en cada una de mis tonterías, lo mínimo que puedo hacer es darle una cita genial. Ni siquiera se trata de impresionarla, sino de hacerla feliz.
Me siento mucho más relajado con que diga que se siente especial, se refleja en como me hundo en la silla y la sonrisa se me ensancha de manera genuina. Mis manos dejan de frotarse entre sí sobre la mesa y opto por tomar uno de los panchos, que espero que conserven aún algo de su calor; tendría que haber utilizado algún hechizo para eso — Tenemos varitas para eso, no te preocupes. Además, muchas estaban escondidas entre las cosas de Arya. Te sorprenderías de ver cuántos aromas pueden llegar a existir — me lleno la boca con un mordisco generoso y uso mi mano para incitarla a comer conmigo — Me aseguré de no quitarles demasiadas cosas, así que no habrá problemas. Ademas, conseguí esto... — es irónico no sentir vergüenza cuando saco un pequeño parlante de mi bolsillo y lo coloco sobre la mesa. Lo enciendo y pronto la música se hace notar, aunque la lluvia indica que la radio se encuentra lejana a pesar de que la emisora de moda es perfectamente reconocible — Creí que le daría... bueno, ambiente. De verdad quería pasar tiempo a solas contigo, sin horarios ni nada. Si tú quieres, podemos quedarnos hasta el amanecer — me lleno la boca de comida, pero mi atención sigue en ella. De verdad espero que esto le guste lo suficiente como para desear estar conmigo.
Puedo respirar con mayor calma cuando se acomoda en la silla y le doy un suave empujón para ayudarle a acomodarse, antes de bordear la mesa y tomar asiento. Y sí, arrastro la silla con algo de estruendo cuando me acomodo, pero opto por fingir que no lo he oído — ¿Flores? — ¿Cómo lo he olvidado? Suerte para mí, eso es sencillo de solucionar. Saco la varita y, con una sacudida y un hechizo simple, un ramo brota de la punta y se lo tiendo. No las reconozco, parecen ser varias de diferentes especies y colores, así que se las tiendo con la esperanza de que le gusten al menos algunas — La próxima lo tendré todo contemplado con anticipación. Solo... no quería pedirte consejos, cuando se supone que todo era una sorpresa para ti — se lo merece. Después de soportarme en cada una de mis tonterías, lo mínimo que puedo hacer es darle una cita genial. Ni siquiera se trata de impresionarla, sino de hacerla feliz.
Me siento mucho más relajado con que diga que se siente especial, se refleja en como me hundo en la silla y la sonrisa se me ensancha de manera genuina. Mis manos dejan de frotarse entre sí sobre la mesa y opto por tomar uno de los panchos, que espero que conserven aún algo de su calor; tendría que haber utilizado algún hechizo para eso — Tenemos varitas para eso, no te preocupes. Además, muchas estaban escondidas entre las cosas de Arya. Te sorprenderías de ver cuántos aromas pueden llegar a existir — me lleno la boca con un mordisco generoso y uso mi mano para incitarla a comer conmigo — Me aseguré de no quitarles demasiadas cosas, así que no habrá problemas. Ademas, conseguí esto... — es irónico no sentir vergüenza cuando saco un pequeño parlante de mi bolsillo y lo coloco sobre la mesa. Lo enciendo y pronto la música se hace notar, aunque la lluvia indica que la radio se encuentra lejana a pesar de que la emisora de moda es perfectamente reconocible — Creí que le daría... bueno, ambiente. De verdad quería pasar tiempo a solas contigo, sin horarios ni nada. Si tú quieres, podemos quedarnos hasta el amanecer — me lleno la boca de comida, pero mi atención sigue en ella. De verdad espero que esto le guste lo suficiente como para desear estar conmigo.
Las flores que brotan de su varita me sorprenden, no hacía falta en verdad, tienen tantos colores que se ve como la paleta más amplia de tonos con la que podría pintar. Creo que también le gustarán a Mimi como para que se queden en la mesa de la cocina el tiempo que sea, puedo averiguar algún tipo de encantamiento que impida que se marchiten, es la primera vez que recibo tantas flores y son los detalles hechos para atesorar, debería empezar a guardarlo todo en una caja. —Lo hiciste bien para ser tu primera cita, estaba preocupada de no haberte hecho una lista de consejos que te pudieran servir— confieso, no pierdo eso de sentirme responsable de Ken y sus primeros intentos en algo nuevo, si yo me siento nerviosa, imagino que para él puede ser tres veces peor que siempre se está preguntando si ha hecho algo mal. Y sin embargo, todo está bien, lo imito al tomar uno de los panes para inspeccionar que lo de adentro no esté quemado y no lo está, puedo dar una primera mordida mientras él habla.
—¿Hacía aromaterapia?— pregunto al saber que la anterior dueña del departamento tenía una colección guardada de velas, olisqueo el aire al tratar de descifrar la mezcla que está saturando nuestros sentidos sin que lo sepamos. Sonrío por encima de la mesa y de la música, esa que no llegamos a descifrar la letra, son voces nostálgicas que hablan de estar a millas de distancia y que prometen volver a verse, por lo que alcanzo a escuchar. —Aquí no hay toque de queda, así que podemos quedarnos el tiempo que sea—. Mirar un amanecer en una primera cita suena a un plan mucho mejor que ir a ver el último estreno en cartelera de un cine, sin tener muchas nociones en el tema, creo que me he conseguido un novio que sabe organizar citas.
—Me comentaron una vez que el color de cada vela y su olor está relacionado con una energía diferente que se trata de atraer— se lo cuento, no solo cumplen con la función de cambiar el ambiente en una habitación. —Y aunque no seamos consciente, estamos percibiendo aromas todo el tiempo, a veces la afinidad entre dos personas surge de su aroma. Dicen que a cada quien le atrae unos olores más que otros. Fíjate que cuando usamos perfume, se mezcla con el olor de nuestra piel, así es como cada persona tiene un olor único— hago todo este recuento con una melodía calma de fondo saliendo del parlante. Dejo mi pancho a medio comer para tenderle mi mano y me pongo de pie, echando hacia atrás mi silla. —Ven, te mostraré— le digo, tironeo de su muñeca así interrumpe la cena y antes de que la señal que toma la radio empeore, aprovecho la melodía para colocar mis brazos sobres sus hombros primero, luego me animo a rodearlos y entrelazar mis manos. Muevo mis pies para mecernos, ladeo mi cabeza para que un lado de mi garganta quede a la vista. —¿A qué crees que huelo?— le pregunto y mientras espero que me responda voy cerrando el espacio para besar la comisura de la boca, me deslizo hacia sus labios para un primer beso tentativo, un poco más profundo el siguiente.
—¿Hacía aromaterapia?— pregunto al saber que la anterior dueña del departamento tenía una colección guardada de velas, olisqueo el aire al tratar de descifrar la mezcla que está saturando nuestros sentidos sin que lo sepamos. Sonrío por encima de la mesa y de la música, esa que no llegamos a descifrar la letra, son voces nostálgicas que hablan de estar a millas de distancia y que prometen volver a verse, por lo que alcanzo a escuchar. —Aquí no hay toque de queda, así que podemos quedarnos el tiempo que sea—. Mirar un amanecer en una primera cita suena a un plan mucho mejor que ir a ver el último estreno en cartelera de un cine, sin tener muchas nociones en el tema, creo que me he conseguido un novio que sabe organizar citas.
—Me comentaron una vez que el color de cada vela y su olor está relacionado con una energía diferente que se trata de atraer— se lo cuento, no solo cumplen con la función de cambiar el ambiente en una habitación. —Y aunque no seamos consciente, estamos percibiendo aromas todo el tiempo, a veces la afinidad entre dos personas surge de su aroma. Dicen que a cada quien le atrae unos olores más que otros. Fíjate que cuando usamos perfume, se mezcla con el olor de nuestra piel, así es como cada persona tiene un olor único— hago todo este recuento con una melodía calma de fondo saliendo del parlante. Dejo mi pancho a medio comer para tenderle mi mano y me pongo de pie, echando hacia atrás mi silla. —Ven, te mostraré— le digo, tironeo de su muñeca así interrumpe la cena y antes de que la señal que toma la radio empeore, aprovecho la melodía para colocar mis brazos sobres sus hombros primero, luego me animo a rodearlos y entrelazar mis manos. Muevo mis pies para mecernos, ladeo mi cabeza para que un lado de mi garganta quede a la vista. —¿A qué crees que huelo?— le pregunto y mientras espero que me responda voy cerrando el espacio para besar la comisura de la boca, me deslizo hacia sus labios para un primer beso tentativo, un poco más profundo el siguiente.
— ¿Dónde mierda…? — he dado vuelta la mitad del departamento, esto de mover cosas para poder acoplar el sitio vacío del otro lado del pasillo en un intento de que Arianne y yo tengamos un sitio diferente al resto para estar me está poniendo de los nervios. Sé que había una radio en alguna parte, suele ser mi compañía cuando paso horas con actividades que buscan de cierto sonido a mis espaldas y es un buen modo de distraerse si no te encuentras con noticias en la señal captada. Pero no está, ni en el baño, ni en la cocina, ni en el espacio reducido que funciona como sala y dormitorio al mismo tiempo. Vamos, que el departamento 14 no es tan grande como para perder una radio, por pequeña que sea.
Cuando reacciono, me levanto tan rápido que me golpeo la cabeza contra la mesa ratona bajo la cual hay varias cosas, como envases de comida, pero nada de lo que estoy buscando. Me encuentro con la mirada de Ava, a quien le prometí una noche de karaoke antes de llevarme la música (ni que fuese a estar muy lejos, son solo unos metros del otro lado del pasillo) y resoplo — Kendrick — acuso — Estuvo todo el día yendo y viniendo de la terraza, llevándose cosas. No sé qué es lo que planea, debe ser una juntada con Kyle o algo así — no me sorprendería, los chicos siguen siendo unos simples adolescentes al fin de cuentas. ¿Y qué juntada funciona sin algo de música? Me pongo de pie con desenvoltura, decidido a meterme con él por robarme sin siquiera pedir permiso. Bueno, ese es el término de robar básicamente, pero creo que se entiende — ¿Me acompañas a ver qué está haciendo y recuperar lo que nos pertenece o te quedarás aquí encerrada perdiéndote la diversión? — porque no hay nada más divertido que ver los caprichos infantiles de Ken, por cruel que me haga ese pensamiento.
Los pasos hasta la terraza no son muchos, aunque el camino se encuentra a oscuras y tengo que tener cuidado de no comerme un escalón. La música se oye a lo lejos como un susurro, chasqueo la lengua para remarcar que estaba en lo cierto y cuando abro la puerta, lo hago con un estruendo — ¿Se puede saber por qué…? — me interrumpo en seco, deteniéndome a medio camino al comprender bien el silencio de Kendrick en su trabajo del día. Lo conozco desde que tiene pañales, así que es comprensible el sorprenderme el ver cómo se está besuqueando con una chica. Mis ojos analizan rápidamente la situación, desde la comida en la mesa y las muchas velas que decoran el lugar. No tengo que reírme, no… — Vaya… Perdón la interrupción, solo quería comprobar si aquí estaban las cosas que me sacaron o no. ¿La estás pasando bien? — y sí, puedo decirles que finjan que no estoy, tomar la radio e irme, pero esto es demasiado tentador para dejarlo pasar — ¿Necesitan que les traiga algo? ¿Un condón? — solo para hacerlo peor, levanto mis pulgares hacia el muchacho en aprobación, viendo como lo único que desea es ser tragado por la tierra. Se lo merece por los malos tragos que me ha hecho pasar.
Cuando reacciono, me levanto tan rápido que me golpeo la cabeza contra la mesa ratona bajo la cual hay varias cosas, como envases de comida, pero nada de lo que estoy buscando. Me encuentro con la mirada de Ava, a quien le prometí una noche de karaoke antes de llevarme la música (ni que fuese a estar muy lejos, son solo unos metros del otro lado del pasillo) y resoplo — Kendrick — acuso — Estuvo todo el día yendo y viniendo de la terraza, llevándose cosas. No sé qué es lo que planea, debe ser una juntada con Kyle o algo así — no me sorprendería, los chicos siguen siendo unos simples adolescentes al fin de cuentas. ¿Y qué juntada funciona sin algo de música? Me pongo de pie con desenvoltura, decidido a meterme con él por robarme sin siquiera pedir permiso. Bueno, ese es el término de robar básicamente, pero creo que se entiende — ¿Me acompañas a ver qué está haciendo y recuperar lo que nos pertenece o te quedarás aquí encerrada perdiéndote la diversión? — porque no hay nada más divertido que ver los caprichos infantiles de Ken, por cruel que me haga ese pensamiento.
Los pasos hasta la terraza no son muchos, aunque el camino se encuentra a oscuras y tengo que tener cuidado de no comerme un escalón. La música se oye a lo lejos como un susurro, chasqueo la lengua para remarcar que estaba en lo cierto y cuando abro la puerta, lo hago con un estruendo — ¿Se puede saber por qué…? — me interrumpo en seco, deteniéndome a medio camino al comprender bien el silencio de Kendrick en su trabajo del día. Lo conozco desde que tiene pañales, así que es comprensible el sorprenderme el ver cómo se está besuqueando con una chica. Mis ojos analizan rápidamente la situación, desde la comida en la mesa y las muchas velas que decoran el lugar. No tengo que reírme, no… — Vaya… Perdón la interrupción, solo quería comprobar si aquí estaban las cosas que me sacaron o no. ¿La estás pasando bien? — y sí, puedo decirles que finjan que no estoy, tomar la radio e irme, pero esto es demasiado tentador para dejarlo pasar — ¿Necesitan que les traiga algo? ¿Un condón? — solo para hacerlo peor, levanto mis pulgares hacia el muchacho en aprobación, viendo como lo único que desea es ser tragado por la tierra. Se lo merece por los malos tragos que me ha hecho pasar.
No tenía el mejor de los humores, los calambres y los dolores de ovarios se habían hecho presentes a lo largo de todo el día y, tras vivir con otras dos mujeres era difícil llevar la cuenta de cuántos ibuprofenos quedaban en la casa. La respuesta era ninguno, así que me limitaba a estar hecha bolita en la esquina del sillón, volviendo loco a Ben mientras trataba de realizar de manera no muy exitosa una mudanza a menos de treinta metros de distancia. Sí, bueno, puede que eso fuese en gran parte mi culpa, pero cuando no estoy de humor siento la imperiosa necesidad de que el resto me acompañe en el sentimiento, ¿no soy un amor de persona?
- ¿Te encuentras bien? - Consulto curiosa por el ruido sordo que hace su cabeza al golpearse. Al parecer está bien y ese solo es el ruido que produce cuando tiene alguna idea, así que vuelvo a recostarme contra el sillón mientras le doy la razón. Ken se ha comportado sospechoso todo el día y puede ser que esté planeando algo con Kyle. ¿O tal vez sea algún detalle tonto como una despedida o inauguración para Ben? - Si es juntada seguramente haya conseguido alcohol, comida o chocolate. ¿Me ves con cara de querer perderme algo de eso? - Y puede que el chocolate tenga una categoría aparte, pero eso es intencional cada vez que me encuentro en este estado.
Tengo que agradecer los años de entrenamientos y excursiones que me dieron la práctica suficiente como para que seguir los pasos de Ben sea pan comido incluso en la oscuridad, lo que no agradezco es que se frene de golpe ya que no tiene luces de señalización en la espalda, y termino aplastando mi nariz contra su remera. - ¡Ya muévete! ¿y por qué te disculp…? - Logro hacerme un hueco por uno de sus costados y la imagen que me recibe es una que ciertamente no me esperaba. - Oh…. OHHHH. - La sonrisa se pinta en mi cara y mágicamente la intensidad de mis dolores desaparece, reemplazada con la diversión que me causa la escena delante de mis ojos. No hablo en voz alta, demasiado entretenida con la interrupción de Ben y su ofrecimiento de condondes, pero cuando logro que la mirada de Ken se pose en mí puedo modular la palabra “VEN-GAN-ZA” a la perfección. Se la debía por sus imitaciones de pésimo gusto hace ya más de un año. - ¿Qué? Ya quieres que nos vayamos. Si tienen comida y todo. - Y como si Ben no fuese la mole gigante que es, lo hago a un lado y me adentro a la terraza como si no estuviese siendo la mina más metida del planeta.
- ¿Te encuentras bien? - Consulto curiosa por el ruido sordo que hace su cabeza al golpearse. Al parecer está bien y ese solo es el ruido que produce cuando tiene alguna idea, así que vuelvo a recostarme contra el sillón mientras le doy la razón. Ken se ha comportado sospechoso todo el día y puede ser que esté planeando algo con Kyle. ¿O tal vez sea algún detalle tonto como una despedida o inauguración para Ben? - Si es juntada seguramente haya conseguido alcohol, comida o chocolate. ¿Me ves con cara de querer perderme algo de eso? - Y puede que el chocolate tenga una categoría aparte, pero eso es intencional cada vez que me encuentro en este estado.
Tengo que agradecer los años de entrenamientos y excursiones que me dieron la práctica suficiente como para que seguir los pasos de Ben sea pan comido incluso en la oscuridad, lo que no agradezco es que se frene de golpe ya que no tiene luces de señalización en la espalda, y termino aplastando mi nariz contra su remera. - ¡Ya muévete! ¿y por qué te disculp…? - Logro hacerme un hueco por uno de sus costados y la imagen que me recibe es una que ciertamente no me esperaba. - Oh…. OHHHH. - La sonrisa se pinta en mi cara y mágicamente la intensidad de mis dolores desaparece, reemplazada con la diversión que me causa la escena delante de mis ojos. No hablo en voz alta, demasiado entretenida con la interrupción de Ben y su ofrecimiento de condondes, pero cuando logro que la mirada de Ken se pose en mí puedo modular la palabra “VEN-GAN-ZA” a la perfección. Se la debía por sus imitaciones de pésimo gusto hace ya más de un año. - ¿Qué? Ya quieres que nos vayamos. Si tienen comida y todo. - Y como si Ben no fuese la mole gigante que es, lo hago a un lado y me adentro a la terraza como si no estuviese siendo la mina más metida del planeta.
— No precisamente — mascullo, tratando de no escupir la comida al hablar — Era prostituta — hay una enorme diferencia entre eso y realizar aromaterapia, así que no puedo evitar echarle una ojeada a Synnove para chequear su reacción. Tal vez Arya jamás fue la persona más cercana a mí, pero haberla conocido desde que tengo memoria hace que su ausencia aún se sienta extraña, especialmente cuando ocupar su departamento fue la opción más segura de mis compañeros del catorce. Al menos, la parte del amanecer es lo suficientemente interesante como para que ella se fije más en eso y no en las anécdotas de la dueña de toda nuestra iluminación aromática — Me parece una buena idea. Hay un rincón por allí donde nos podemos acurrucar… — ¿Por qué olvidé el traer alguna manta? Debería haber creado un sitio cómodo para, ya saben, por si las cosas se ponían como para recostarse en algún lado.
Empiezo a comer un poco más lento cuando Syv comienza a ser Syv, con un dato curioso que no sé de dónde ha sacado pero que, de alguna manera, se aplica a la situación — ¿Crees que tengo un aroma en específico? — tengo que reprimir el impulso de olfatearme a mí mismo, porque los únicos olores que he identificado en mi ropa con el tiempo, tenían mucho que ver con el bosque. Obvio que no me quedo como un tonto en el asiento, dejo lo que queda de mi pancho sobre la mesa para poder seguirla sin ningún reproche porque vamos, ella es la chica, ella marca los tiempos aquí. Mis ojos se pasean de ella al parlante por un momento, tratando de encontrar una asociación entre la música y lo que está haciendo, hasta que me centro en su rostro y reacciono posando mis manos en su cintura. No sé qué es lo que estamos bailando, dudo que esto sea bailar para empezar, pero doy un paso para estar más cerca de ella — A… vainilla — me relamo y trato de pasar saliva, porque sufro de cierto cosquilleo en los dedos y en el estómago — O a algo dulce. Siempre me gustó cómo hueles — aunque no pudiera identificarlo, jamás pude quejarme de su perfume. Ni siquiera sé qué es lo que está sonando cuando ella toma la iniciativa, su boca calienta mi piel allí donde la toca y mis labios corresponden de inmediato, primero suave, luego más confiado. Creo que detengo el vaivén de nuestros cuerpos para poder profundizar el beso, una de mis manos se alza para posarse sobre su cuello en lo que me recuerdo que debo ir despacio, que lo único que importa ahora es el poder besarnos un poco, como si fuese lo más importante del mundo por una noche. Y creo que me he inflado como un globo de felicidad…
… Que se pincha muy fácil. Porque las voces que oigo hacen que despegue nuestros labios al ladear la cabeza, no comprendo muy bien cómo es que Ben y Ava han aparecido en escena y, poco a poco, empiezo a sentir el calor trepar por mi cuerpo hasta que creo ver todo rojo — Yo no… ya tengo… — es un balbuceo débil, me callo porque no quiero decir en voz alta que tengo condones en mi bolsillo trasero. Reacciono cuando veo como Ava se mueve con descaro hacia nuestra comida y me separo de mi novia para dar un paso adelante — ¡No toques la comida, Ava! Es para nosotros, yooo la preparé — reclamo, no sé a quién de los dos miro con más enfado o súplica — ¿Pueden…? Esto es importante para mí, de verdad. Solo quería… ¡Lo tomé prestado! Iba a devolver todo mañana, solo… no arruinen esto. Syv... yo... ¡es mi novia! — creo que si aclaro esto, al menos podrán comprender lo que sucede y se marcharán de una vez — Y de verdad, de verdad, me gusta, así que… — muevo mis manos para espantarlos. Tendría que haber cerrado la puerta de la terraza con magia, total ellos no podrían haber pasado.
Empiezo a comer un poco más lento cuando Syv comienza a ser Syv, con un dato curioso que no sé de dónde ha sacado pero que, de alguna manera, se aplica a la situación — ¿Crees que tengo un aroma en específico? — tengo que reprimir el impulso de olfatearme a mí mismo, porque los únicos olores que he identificado en mi ropa con el tiempo, tenían mucho que ver con el bosque. Obvio que no me quedo como un tonto en el asiento, dejo lo que queda de mi pancho sobre la mesa para poder seguirla sin ningún reproche porque vamos, ella es la chica, ella marca los tiempos aquí. Mis ojos se pasean de ella al parlante por un momento, tratando de encontrar una asociación entre la música y lo que está haciendo, hasta que me centro en su rostro y reacciono posando mis manos en su cintura. No sé qué es lo que estamos bailando, dudo que esto sea bailar para empezar, pero doy un paso para estar más cerca de ella — A… vainilla — me relamo y trato de pasar saliva, porque sufro de cierto cosquilleo en los dedos y en el estómago — O a algo dulce. Siempre me gustó cómo hueles — aunque no pudiera identificarlo, jamás pude quejarme de su perfume. Ni siquiera sé qué es lo que está sonando cuando ella toma la iniciativa, su boca calienta mi piel allí donde la toca y mis labios corresponden de inmediato, primero suave, luego más confiado. Creo que detengo el vaivén de nuestros cuerpos para poder profundizar el beso, una de mis manos se alza para posarse sobre su cuello en lo que me recuerdo que debo ir despacio, que lo único que importa ahora es el poder besarnos un poco, como si fuese lo más importante del mundo por una noche. Y creo que me he inflado como un globo de felicidad…
… Que se pincha muy fácil. Porque las voces que oigo hacen que despegue nuestros labios al ladear la cabeza, no comprendo muy bien cómo es que Ben y Ava han aparecido en escena y, poco a poco, empiezo a sentir el calor trepar por mi cuerpo hasta que creo ver todo rojo — Yo no… ya tengo… — es un balbuceo débil, me callo porque no quiero decir en voz alta que tengo condones en mi bolsillo trasero. Reacciono cuando veo como Ava se mueve con descaro hacia nuestra comida y me separo de mi novia para dar un paso adelante — ¡No toques la comida, Ava! Es para nosotros, yooo la preparé — reclamo, no sé a quién de los dos miro con más enfado o súplica — ¿Pueden…? Esto es importante para mí, de verdad. Solo quería… ¡Lo tomé prestado! Iba a devolver todo mañana, solo… no arruinen esto. Syv... yo... ¡es mi novia! — creo que si aclaro esto, al menos podrán comprender lo que sucede y se marcharán de una vez — Y de verdad, de verdad, me gusta, así que… — muevo mis manos para espantarlos. Tendría que haber cerrado la puerta de la terraza con magia, total ellos no podrían haber pasado.
—Oh— murmuro cuando me dice que nadie hacía aromaterapia con esta vela, tenían otro uso. Creo que acabo de pifiarla, no sé cómo volver sobre mis palabras, así que continúo enredándome con ellas, dándole toda una charla sobre velas y aromas. —También hay algunas velas que son precisamente para atraer a las personas, no preguntes, sé que tiene algo que ver con los componentes que agregan y no es que sean afrodisiacos, sino que realzan las feromonas de la persona…— no puedo evitar agregar al conocer el oficio de la mujer que nos prestó sus velas. Ya no sé qué estoy diciendo, no es que me haya puesto a investigar sobre esto como para poder darle una explicación bien concreta, pero su comentario anterior de que podemos acurrucarnos a ver cómo amenace en esta terraza, es lo que me lleva mirar disimuladamente las velas que están encendidas. —Sí lo tienes— me río al contestarle, para que no se preocupe me veo en la obligación de aclarar: —y no es a perro—. No llego a decirle a qué huele porque al mecernos con la música con una coreografía básica de pasos, espero a que sea quien conteste que olor percibe en mi piel y es una trampa, porque no me he puesto perfume, pero acierta en parte al reconocer la vainilla del jabón con el que estuve media hora en la impresionante bañera de Mimi, le falta identificar el coco. Dulce es la manera en que responde con sus labios al roce de los míos, mi cuerpo se llena de esta sensación al relajarse en sus brazos, no escucho la música porque estoy más pendiente de como profundizar el beso y me rompe el momento inspirado por las velas aromáticas que… ¡Cielos! ¿Es qué siempre habrá alguien llegando de pronto? El distrito cinco es grande, ¡¿por qué justo donde nosotros estamos?! ¡En nuestra cita!
Ben. Claro que tenía que ser el tío Ben. No solo Ben, también está Ava. Ben ofreciéndole un condón a Ken y Ken diciendo que ya lo tiene. Me cubro la cara con las manos para sobreponerme al momento en que creo que nos acaban de arruinar la cita, y es que no parece que tengan prisas por irse. Miro con desesperación como Ken trata de mantenerlos a raya para que no sigan estropeándolo todo, asaltando la comida en la mesa, preguntando por todo. Tomo una fuerte inspiración de aire para recobrar la compostura y nadie va a arruinarnos nada, Ken puso mucho esfuerzo en esto como para que tengamos que salir huyendo de sus tíos entrometidos. ¿Quieren quedarse a cenar y ser parte de nuestra cita? Bien. ¡Bien! Se van a arrepentir, todavía no sé cómo, pero lo harán. —No, Ken, espera— digo, camino hacia él para tomarlo del brazo así me quedo de pie a su lado. —Si somos novios, ¿podemos tener una cita de a cuatro con tus tíos, no?— propongo, la mirada que les lanzo a los dos supuestos adultos es inocente.
—¿Alguna vez tuvieron una cita? Si no lo hicieron, no importa, también es la primera cita que tenemos con Ken— sonrío al agarrar la bandeja con panchos con las manos y la saco de la mesa antes de que sea asaltada, me muevo hasta un extremo de la terraza donde quedamos más cerca del borde por si queremos mirar hacia abajo, aunque no creo que alguien pierda el tiempo con eso si hay un cielo a rebosar de estrellas como las que no se ven en el Capitolio sobre nuestras cabezas. —¿Traes algunas velas?— le pido a Ken y a los otros me dirijo cuando coloco la bandeja en el suelo, después cruzo mis piernas y aliso la falda de mi vestido. —Tío Ben, tú puedes sentarte ahí. Ava, tu… a su lado, ahí. Ken aquí— planto la palma de mi mano a mi lado para hacer saber que ese lugar está reservado. —Que seamos dos parejas puede ser divertido, podemos jugar a adivinar cosas ¡o a las prendas! Claro que entre ustedes se conocen mucho, un juego de adivinanzas no funcionaría…— y no, no es que esté acusándoles con la mirada del uno al otro que también se cuentan todo, porque siendo justas, luego iré a contarle esto con pelos y señales a Mimi. —Podríamos intentar… ¿un juego de verdad o prenda?
Ben. Claro que tenía que ser el tío Ben. No solo Ben, también está Ava. Ben ofreciéndole un condón a Ken y Ken diciendo que ya lo tiene. Me cubro la cara con las manos para sobreponerme al momento en que creo que nos acaban de arruinar la cita, y es que no parece que tengan prisas por irse. Miro con desesperación como Ken trata de mantenerlos a raya para que no sigan estropeándolo todo, asaltando la comida en la mesa, preguntando por todo. Tomo una fuerte inspiración de aire para recobrar la compostura y nadie va a arruinarnos nada, Ken puso mucho esfuerzo en esto como para que tengamos que salir huyendo de sus tíos entrometidos. ¿Quieren quedarse a cenar y ser parte de nuestra cita? Bien. ¡Bien! Se van a arrepentir, todavía no sé cómo, pero lo harán. —No, Ken, espera— digo, camino hacia él para tomarlo del brazo así me quedo de pie a su lado. —Si somos novios, ¿podemos tener una cita de a cuatro con tus tíos, no?— propongo, la mirada que les lanzo a los dos supuestos adultos es inocente.
—¿Alguna vez tuvieron una cita? Si no lo hicieron, no importa, también es la primera cita que tenemos con Ken— sonrío al agarrar la bandeja con panchos con las manos y la saco de la mesa antes de que sea asaltada, me muevo hasta un extremo de la terraza donde quedamos más cerca del borde por si queremos mirar hacia abajo, aunque no creo que alguien pierda el tiempo con eso si hay un cielo a rebosar de estrellas como las que no se ven en el Capitolio sobre nuestras cabezas. —¿Traes algunas velas?— le pido a Ken y a los otros me dirijo cuando coloco la bandeja en el suelo, después cruzo mis piernas y aliso la falda de mi vestido. —Tío Ben, tú puedes sentarte ahí. Ava, tu… a su lado, ahí. Ken aquí— planto la palma de mi mano a mi lado para hacer saber que ese lugar está reservado. —Que seamos dos parejas puede ser divertido, podemos jugar a adivinar cosas ¡o a las prendas! Claro que entre ustedes se conocen mucho, un juego de adivinanzas no funcionaría…— y no, no es que esté acusándoles con la mirada del uno al otro que también se cuentan todo, porque siendo justas, luego iré a contarle esto con pelos y señales a Mimi. —Podríamos intentar… ¿un juego de verdad o prenda?
— ¿Me robaste condones? — entorno la mirada al ladear la cabeza y arquear una de mis cejas, es más bien un murmullo que espera ser un poco más cómplice que acusador. Si los quería, podía habérmelos pedido y creo que siempre estuve disponible por si tenía alguna duda, no sea que no sepa colocarlo y acabe teniendo un accidente; le concedo que al menos fue responsable al considerarlo. Pero fuera de eso, es obvio que Ava ve la oportunidad para lanzarse de lleno a la terraza y Ken empieza con las explicaciones, esas que me hacen notar que ya no tiene diez años. No es como si todo el tema de la revolución no me lo recordase, pero a veces es difícil separar las cosas y tiendo a olvidarme que, a pesar de todo, los chicos siguen siendo chicos. Ken puede iniciar la revolución que quiera, al final del día seguirá siendo un adolescente cargado de hormonas que quiere escabullirse a un sitio tranquilo para besuquearse con la chica que le gusta.
Y puede que considere el marcharme, pero lo que Synnove empieza a plantear me congela en mi sitio por un momento, hasta que me veo obligado a adelantarme unos pasos — Ava y yo no somos pareja — aclaro, que lo último que necesito ahora es volver sobre el pasado para arruinar mi paz mental, o lo más parecido a ella que he tenido en mucho tiempo. Ken tampoco parece muy animado con la idea, pero cuando obedece a su novia al acomodar algunas velas, me resigno y tomo asiento con los brazos cruzados — Creo que ya estamos grandes para un juego de esos, ¿no, Avs? — puede que esté buscando su apoyo para no enroscarme en algo que puede salirnos por la culata, pero conociendo a Ava estoy jodido. Me resigno, tomo uno de los panchos para mantenerme ocupado y le doy un mordisco generoso.
Paso la mirada de uno en uno, hasta regresar a los adolescentes que tengo delante de mí. Tratar de ignorar el aroma de las velas es casi imposible, así que me rasco la nariz con la mano que me ha quedado libre — Si vamos a ponernos en ese ánimo de juegos, debo advertir que conozco todas las historias vergonzosas de Ken. ¿Alguna vez te contó que lo encontramos en calzoncillos entre los cerdos del establo cuando tenía tres años? Decía que quería ser un chancho más y bañarse en el lodo — doy otro mordisco, a sabiendas de que me ganaré un lugar en el infierno por esto.
Y puede que considere el marcharme, pero lo que Synnove empieza a plantear me congela en mi sitio por un momento, hasta que me veo obligado a adelantarme unos pasos — Ava y yo no somos pareja — aclaro, que lo último que necesito ahora es volver sobre el pasado para arruinar mi paz mental, o lo más parecido a ella que he tenido en mucho tiempo. Ken tampoco parece muy animado con la idea, pero cuando obedece a su novia al acomodar algunas velas, me resigno y tomo asiento con los brazos cruzados — Creo que ya estamos grandes para un juego de esos, ¿no, Avs? — puede que esté buscando su apoyo para no enroscarme en algo que puede salirnos por la culata, pero conociendo a Ava estoy jodido. Me resigno, tomo uno de los panchos para mantenerme ocupado y le doy un mordisco generoso.
Paso la mirada de uno en uno, hasta regresar a los adolescentes que tengo delante de mí. Tratar de ignorar el aroma de las velas es casi imposible, así que me rasco la nariz con la mano que me ha quedado libre — Si vamos a ponernos en ese ánimo de juegos, debo advertir que conozco todas las historias vergonzosas de Ken. ¿Alguna vez te contó que lo encontramos en calzoncillos entre los cerdos del establo cuando tenía tres años? Decía que quería ser un chancho más y bañarse en el lodo — doy otro mordisco, a sabiendas de que me ganaré un lugar en el infierno por esto.
Trato de verdad en no dejar que se me escape un chillido infantil cuando Ken confiesa que Synnove es su novia. Es que… de verdad de verdad le gusta, y hasta tiene sus propios condones. No puedo no pensar que es adorable el hecho de que esté creciendo, y a la vez sentirme total y completamente vieja porque, ¡vamos! yo le cambié los pañales. El pensar en el bebé que era pura orejas y cachetes, y ver delante el hombre en el que se está convirtiendo… Ya, ya.tengo que dejar de invocar el espíritu de mi madre.
La oferta de Syv me toma por sorpresa y por unos segundos quedo a mitad de camino sin tener idea de lo qué hacer. Porque por un lado me da pena el ser tan malvada con Ken, pero por el otro la idea en sí misma es demasiado tentadora como para desperdiciarla y bueno, no soy alguien que se caracterice por derrochar nada. Es Ben quien termina resignándose primero, así que con algo de cautela lo sigo y me siento tal y como lo indica la rubia. - Veo que te tomas el tiempo de contarle acerca de nosotros. - Y es un nosotros generalizado e irónico, porque considerando que el pelirrojo estaba literalmente mudándose con Arianne, no era muy difícil el estar actualizado con su estatus sentimental. - Claro, viejos… - Ruedo los ojos pero decido secundar a Ben al saber que hay juegos, y juegos. No estaba segura de querer jugar contra Ken cuando estábamos interrumpiendo su velada.
Tomo uno de los panchos que… cocinó (¿los panchos cuentan como cocina?) y me entretengo comiendo mientras Ben cumple su deber como tío bochornoso. - Tal vez no adivinanzas, como tú dijiste nos conocemos bastante. Pero podemos jugar a eso de veinte preguntas, y prometo responder cualquier cosa que quieras saber de Ken. - Porque jugar contra él cuando yo no podía perder sí era más divertido. - Puedo asegurarte que sus hábitos de limpieza han cambiado. No lo ví revolcarse más con los cerdos desde aquella vez en la que uno casi se le sienta encima.
La oferta de Syv me toma por sorpresa y por unos segundos quedo a mitad de camino sin tener idea de lo qué hacer. Porque por un lado me da pena el ser tan malvada con Ken, pero por el otro la idea en sí misma es demasiado tentadora como para desperdiciarla y bueno, no soy alguien que se caracterice por derrochar nada. Es Ben quien termina resignándose primero, así que con algo de cautela lo sigo y me siento tal y como lo indica la rubia. - Veo que te tomas el tiempo de contarle acerca de nosotros. - Y es un nosotros generalizado e irónico, porque considerando que el pelirrojo estaba literalmente mudándose con Arianne, no era muy difícil el estar actualizado con su estatus sentimental. - Claro, viejos… - Ruedo los ojos pero decido secundar a Ben al saber que hay juegos, y juegos. No estaba segura de querer jugar contra Ken cuando estábamos interrumpiendo su velada.
Tomo uno de los panchos que… cocinó (¿los panchos cuentan como cocina?) y me entretengo comiendo mientras Ben cumple su deber como tío bochornoso. - Tal vez no adivinanzas, como tú dijiste nos conocemos bastante. Pero podemos jugar a eso de veinte preguntas, y prometo responder cualquier cosa que quieras saber de Ken. - Porque jugar contra él cuando yo no podía perder sí era más divertido. - Puedo asegurarte que sus hábitos de limpieza han cambiado. No lo ví revolcarse más con los cerdos desde aquella vez en la que uno casi se le sienta encima.
No sé cómo responder a la acusación de mi tío, hasta miro hacia todos lados para no encontrarme con su mirada — Los encontré y los tomé por las dudas — que no estaba planificando una noche de iniciación a mi vida sexual, pero uno nunca sabe lo que puede pasar y es mejor estar preparado, es una de esas normas que Echo me repitió mil veces cuando empecé a crecer, probablemente preocupado por la mala fama de la generación anterior a la mía. No me espero que Syv me tome del brazo con obvias intenciones de frenar mi postura y estoy cargado de desagradable sorpresa cuando la observo con los ojos abiertos de par en par, dudando de si ha perdido la razón — Syv… — reprocho por lo bajo, que esta noche era para nosotros, no para encontrarme con estos dos metiéndose donde no los llaman. ¿Por qué siempre lo arruinan? ¿Por qué no puedo tener al menos una noche?
Obvio que me encapricho en lo que ellos hablan, cruzo mis brazos y mis labios son un pucheron inmenso en lo que Synnove organiza la velada. Hasta doy pasos exagerados y fuertes para que mi enojo retumbe en la terraza hasta que tomo asiento a su lado, uso la varita para atraer algunas velas y no contengo el ruedo de ojos cuando se ponen, obviamente, a contar historias vergonzosas sobre mi infancia. Bien, creí que eran más maduros que esto — De acuerdo, jugaremos a esto de las preguntas y respuestas. Yo empiezo — apoyo mis manos en el suelo para echar vagamente hacia atrás mi torso, optando una postura que me permite verlos mejor. Es obvio que destilo mal humor, paso la mirada de uno al otro hasta encoger uno de mis hombros — ¿Sigues enamorada de él o ya asumiste que prefiere a alguien más? — disparo contra Ava, antes de regresar a Ben — ¿También te acostaste con Amber? Digo, a ver si hay alguien en este edificio con quién no te hayas revolcado...
Sí, lo sé, estoy siendo completamente venenoso y ahora mismo me arrepiento de no haber robado alcohol. Aprieto la mandíbula tan fuerte que creo oír a mis dientes chirriar y tengo que hacerme con uno de los panchos para mantenerme ocupado — Y los cerdos me caían bien porque no eran unos entrometidos — mascullo, más para mí que para ellos cuando vuelvo a comer, a pesar de no tener nada de apetito.
Obvio que me encapricho en lo que ellos hablan, cruzo mis brazos y mis labios son un pucheron inmenso en lo que Synnove organiza la velada. Hasta doy pasos exagerados y fuertes para que mi enojo retumbe en la terraza hasta que tomo asiento a su lado, uso la varita para atraer algunas velas y no contengo el ruedo de ojos cuando se ponen, obviamente, a contar historias vergonzosas sobre mi infancia. Bien, creí que eran más maduros que esto — De acuerdo, jugaremos a esto de las preguntas y respuestas. Yo empiezo — apoyo mis manos en el suelo para echar vagamente hacia atrás mi torso, optando una postura que me permite verlos mejor. Es obvio que destilo mal humor, paso la mirada de uno al otro hasta encoger uno de mis hombros — ¿Sigues enamorada de él o ya asumiste que prefiere a alguien más? — disparo contra Ava, antes de regresar a Ben — ¿También te acostaste con Amber? Digo, a ver si hay alguien en este edificio con quién no te hayas revolcado...
Sí, lo sé, estoy siendo completamente venenoso y ahora mismo me arrepiento de no haber robado alcohol. Aprieto la mandíbula tan fuerte que creo oír a mis dientes chirriar y tengo que hacerme con uno de los panchos para mantenerme ocupado — Y los cerdos me caían bien porque no eran unos entrometidos — mascullo, más para mí que para ellos cuando vuelvo a comer, a pesar de no tener nada de apetito.
—Si lo son— contesto sin más y uso mi dedo índice para contarlos. —Uno. Dos. Son número par, son pareja. Pareja de qué, ustedes sabrán. Para mí son los tíos de Ken— le aclaro al hombre más grande entre los cuatro, rivalizado en tamaño solo por el mal humor descomunal que emana de cada poro del cuerpo de Ken, ¿eso es energía negra elevándose en el aire por encima de su cabeza? Le doy un apretón en la rodilla cuando se sienta a mi lado, es mi manera de pedirle disculpas por invitarlos a quedarse, de todas maneras lo iban a hacer o nos iban a robar los panchos. Sé que los modales dicen que como su novia, debería tratar de caerle bien a sus tíos, y sin embargo el comentario de su tío me molesta sobremanera, no quiero que se meta con mi novio y creo que se me nota por la mirada fulminante que le lanzo.
Casi que me arriesgo a decir que Ava es la conciliadora en esta conversación, su oferta de poder hacer veinte preguntas es tentadora, no lo niego, lo que no haría sería unirme a las bromas sobre Ken y hacerlo pasar peor. Busco su mirada para hacerle saber mi plan, que se vayan ellos por su cuenta, por sus propios pies. Está tan concentrado en fulminar todo con la vista que no logro hacerle llegar ningún mensaje, no hace falta, al parecer Ken tiene la inventiva suficiente como para cargarse solo a los invitados y pone lo más grosero que puede ser en el juego. Puede que por razones femeninas, la pregunta hacia Ava me resulta la más incómoda de las dos y me solidarizo con ella. Pero la idea es esta, echarlos.
Así que enderezo mi espalda para hacer mi parte mientras Ken murmura algo sobre por qué los cerdos le caían bien. — ¿Vives con todas las mujeres con las que te acostaste bajo el mismo techo?— casi que le grito en la cara a Ben, mi incredulidad sobrepasa toda nota de humor en mi pregunta, no, no hay nada de humor. Solo incredulidad, estoy pasmada. —¿No es un poco… grosero?— claro que cuando la mayoría son criminales rastreados por todo el ministerio, no hay muchos lugares que sean seguros, pero... —¿Creen que pueda separarse eso? ¿Sexo y amor en cajas separadas, viviendo todos juntos? Con Ken siempre discutíamos sobre eso— decir siempre es una exageración, pero lo hablamos, un par de veces. — Él solía decir que podías estar con una persona sin nada emocional, que solo eran las hormonas en revolución. Yo creo que necesitas sentir algo por esa persona para que no sea una experiencia vacía. ¿Qué creen ustedes?— pregunto. —Que estén viviendo todos juntos se presta ideal para poder pensarlo, ¿se puede separar bien esas cosas? Con quien fue solo sexo, con quien va en serio.
Casi que me arriesgo a decir que Ava es la conciliadora en esta conversación, su oferta de poder hacer veinte preguntas es tentadora, no lo niego, lo que no haría sería unirme a las bromas sobre Ken y hacerlo pasar peor. Busco su mirada para hacerle saber mi plan, que se vayan ellos por su cuenta, por sus propios pies. Está tan concentrado en fulminar todo con la vista que no logro hacerle llegar ningún mensaje, no hace falta, al parecer Ken tiene la inventiva suficiente como para cargarse solo a los invitados y pone lo más grosero que puede ser en el juego. Puede que por razones femeninas, la pregunta hacia Ava me resulta la más incómoda de las dos y me solidarizo con ella. Pero la idea es esta, echarlos.
Así que enderezo mi espalda para hacer mi parte mientras Ken murmura algo sobre por qué los cerdos le caían bien. — ¿Vives con todas las mujeres con las que te acostaste bajo el mismo techo?— casi que le grito en la cara a Ben, mi incredulidad sobrepasa toda nota de humor en mi pregunta, no, no hay nada de humor. Solo incredulidad, estoy pasmada. —¿No es un poco… grosero?— claro que cuando la mayoría son criminales rastreados por todo el ministerio, no hay muchos lugares que sean seguros, pero... —¿Creen que pueda separarse eso? ¿Sexo y amor en cajas separadas, viviendo todos juntos? Con Ken siempre discutíamos sobre eso— decir siempre es una exageración, pero lo hablamos, un par de veces. — Él solía decir que podías estar con una persona sin nada emocional, que solo eran las hormonas en revolución. Yo creo que necesitas sentir algo por esa persona para que no sea una experiencia vacía. ¿Qué creen ustedes?— pregunto. —Que estén viviendo todos juntos se presta ideal para poder pensarlo, ¿se puede separar bien esas cosas? Con quien fue solo sexo, con quien va en serio.
La diversión de los cerdos dura un minuto, las palabras de Kendrick flotan en el aire como dardos venenosos y mi “¡ey!” a modo de reproche se pierde en el aire, porque mi ahijado no es el único que se pone a despotricar contra nosotros. ¿Qué tienen los adolescentes de hoy en día? Dejo las sobras de mi pancho sobre el plato donde se encuentran apilados, trueno mis dedos y la sonrisa de lado se delata como sarcástica, sin saber a cuál de los dos responderle primero — El sexo y el amor pueden separarse porque el acto no tiene nada que ver con la emoción interna. Sí, es mucho más satisfactorio hacerlo con alguien que de verdad deseas… pero es biología pura — son lo suficientemente mayores para entenderlo, estoy seguro de que no se estaban metiendo lengua solo por cariño, hay cierta satisfacción en esa sensación — Mientras uno esté en control de su cuerpo y de la situación, puede acostarse con quien quiera.
Pero creo que ese no es el punto. Ni me atrevo a mirar a Ava a pesar de que me enderezo, todo lo alto que soy, para tener la espalda recta al momento de clavar los ojos en ellos — Lo que hice o no es de mi privacidad. Alice y yo salimos por un tiempo — se lo concedo a Ken, explicándolo para que Synnove pueda tener una idea — … y con Ava, pasaron cosas, alguna vez. Que todos acabemos viviendo en el mismo lugar fue culpa de un factor externo. No voy por ahí acostándome con todas las mujeres con las cuales me encuentro y, si así fuera, me considero lo suficientemente mayor y responsable como para saber lo que hago. Además… — hago una pausa, dedicándoles una mirada reprendedora — Creí que habíamos pasado el punto de juzgar a las personas por sus decisiones íntimas.
Tengo ganas de sobra de lanzarle algo de pan a Kendrick por la cabeza, pero decido que no es buena idea — ¿Y tú no eres un entrometido? Sé bien que robabas cosas de mi casa, especialmente cerveza. Veo que hoy no tuviste esa idea… — miro alrededor, decepcionado un poco de que, siendo adolescente, se haya quedado con el agua — ¿Y ustedes en qué partido juegan, entonces? ¿En el hormonal o emocional? — si tanto apuntan con el dedo, vamos a ver cómo se las arreglan a la inversa. Mi rostro es casi inocente cuando alzo las cejas — ¿Están enamorados? — ah, sí, la mirada de odio, la conozco tan bien.
Pero creo que ese no es el punto. Ni me atrevo a mirar a Ava a pesar de que me enderezo, todo lo alto que soy, para tener la espalda recta al momento de clavar los ojos en ellos — Lo que hice o no es de mi privacidad. Alice y yo salimos por un tiempo — se lo concedo a Ken, explicándolo para que Synnove pueda tener una idea — … y con Ava, pasaron cosas, alguna vez. Que todos acabemos viviendo en el mismo lugar fue culpa de un factor externo. No voy por ahí acostándome con todas las mujeres con las cuales me encuentro y, si así fuera, me considero lo suficientemente mayor y responsable como para saber lo que hago. Además… — hago una pausa, dedicándoles una mirada reprendedora — Creí que habíamos pasado el punto de juzgar a las personas por sus decisiones íntimas.
Tengo ganas de sobra de lanzarle algo de pan a Kendrick por la cabeza, pero decido que no es buena idea — ¿Y tú no eres un entrometido? Sé bien que robabas cosas de mi casa, especialmente cerveza. Veo que hoy no tuviste esa idea… — miro alrededor, decepcionado un poco de que, siendo adolescente, se haya quedado con el agua — ¿Y ustedes en qué partido juegan, entonces? ¿En el hormonal o emocional? — si tanto apuntan con el dedo, vamos a ver cómo se las arreglan a la inversa. Mi rostro es casi inocente cuando alzo las cejas — ¿Están enamorados? — ah, sí, la mirada de odio, la conozco tan bien.
Okay, de acuerdo. Siempre dije que no era sencillo lograr que me quede sin palabras, pero mis aplausos a Ken por conseguirlo antes de que pasen siquiera cinco minutos de conversación. No sé qué se supone que deba contestar, y no sé por qué se le ha pasado por la cabeza que podía tirar una pregunta como esa con Ben y Synnove aquí presente. Que lo admito, no era la mejor en respetar sus confidencias, pero no me veía aquí ventilando las dudas que supo confiarme delante de Syv, como mucho y estaba tonteando con anécdotas prehistóricas. Su novia se suma y pese a que todavía no emito sonido, siento que me gustaría hundirme en mi propio asiento por unos segundos.
Son las palabras de Ben las que hacen que me recupere de lo que parecía ser una especie de humillación inminiente, lo raro es que lejos de hacerlo porque lo vea lógico, lo hacen porque me generan una molestia interna que me dan ganas de ladrarle. Yo creía que enojarme con mi hermanastro nunca era útil, pero al parecer estaba equivocada. No lo miro, y estoy segura de que él no me mira, así que elijo incorporar su explicación como una nueva verdad universal que, a fin de cuentas, ya conocía.
- No voy a contestar a tu pregunta. - Le aseguro a Ken todo lo directa y clara que puedo ser. Sin embargo, sí me giro a Syv para poder esclarecer el asunto desde mí perspectiva al menos. - Y a tí no puedo hablarte desde una basta experiencia pero aunque pudiera, no sería lo mismo ya que cada persona es un mundo aparte.- Lo que para ella podría ser una experiencia, para mí podría ser algo completamente distinto. Y aunque no se merece una respuesta cuando parecen tan interesados en una confrontación, decido darla porque creo que he alcanzado el nivel de madurez necesario para no montar una escena que no iba al caso. - Incluso si no se pudiera separar los dos conceptos, nada tiene que ver con que vivamos o no juntos. Alice es mi amiga. Estoy feliz por Ben. No hay complicaciones innecesarias porque el sexo no es un tema tabú cuando las cosas pasaron en un tiempo y una situación determinada. - ¿Está muy mal que quiera felicitarme a mí misma por hablar con tanta calma? No es que estuviera siendo todo lo sincera que podía ser, pero tampoco me alejaba mucho de la verdad. Lo que pasara por mi mente era cosa mía y de mi consciencia y ellos no tenían por qué ser partícipes si no lo quería. Porque sí, Alice es mi amiga, pero no creo haberle dicho jamás que me acosté con la persona con la que ella se estaba viendo (hayan tenido un título en su relación o no) Y sí, estaba feliz porque Ben estuviera feliz. Pero también estaba de muchas maneras más que no iba a pronunciar en voz alta. Era una creencia idiota, pero si las palabras no estaban en el aire, no necesariamente podían afectarme, ¿no?
Esta vez sí puedo mirar a Ben cuando se queja por la falta de alcohol, y siento que puedo respirar con tranquilidad nuevamente. - Al menos tienen comida. ¿No tendrán de casualidad algo de chocolate? - A estas alturas lo necesitaba para algo más que mi dolor menstrual. Si era en forma de helado, mejor. - Oh, me gusta esa pregunta. Pese a que es un idiota que no sabe cuando cerrar la boca, tengo que velar por los intereses de Ken. ¿Sabías que lo conozco desde que estuvo en pañales? Era todo orejas, tan adorable. - No me giro hacia él, sino que retomo el pancho que había quedado olvidado y trato de fingir que no planeo como matarlo en la próxima ocasión en que pueda tener una charla privada con él.
Son las palabras de Ben las que hacen que me recupere de lo que parecía ser una especie de humillación inminiente, lo raro es que lejos de hacerlo porque lo vea lógico, lo hacen porque me generan una molestia interna que me dan ganas de ladrarle. Yo creía que enojarme con mi hermanastro nunca era útil, pero al parecer estaba equivocada. No lo miro, y estoy segura de que él no me mira, así que elijo incorporar su explicación como una nueva verdad universal que, a fin de cuentas, ya conocía.
- No voy a contestar a tu pregunta. - Le aseguro a Ken todo lo directa y clara que puedo ser. Sin embargo, sí me giro a Syv para poder esclarecer el asunto desde mí perspectiva al menos. - Y a tí no puedo hablarte desde una basta experiencia pero aunque pudiera, no sería lo mismo ya que cada persona es un mundo aparte.- Lo que para ella podría ser una experiencia, para mí podría ser algo completamente distinto. Y aunque no se merece una respuesta cuando parecen tan interesados en una confrontación, decido darla porque creo que he alcanzado el nivel de madurez necesario para no montar una escena que no iba al caso. - Incluso si no se pudiera separar los dos conceptos, nada tiene que ver con que vivamos o no juntos. Alice es mi amiga. Estoy feliz por Ben. No hay complicaciones innecesarias porque el sexo no es un tema tabú cuando las cosas pasaron en un tiempo y una situación determinada. - ¿Está muy mal que quiera felicitarme a mí misma por hablar con tanta calma? No es que estuviera siendo todo lo sincera que podía ser, pero tampoco me alejaba mucho de la verdad. Lo que pasara por mi mente era cosa mía y de mi consciencia y ellos no tenían por qué ser partícipes si no lo quería. Porque sí, Alice es mi amiga, pero no creo haberle dicho jamás que me acosté con la persona con la que ella se estaba viendo (hayan tenido un título en su relación o no) Y sí, estaba feliz porque Ben estuviera feliz. Pero también estaba de muchas maneras más que no iba a pronunciar en voz alta. Era una creencia idiota, pero si las palabras no estaban en el aire, no necesariamente podían afectarme, ¿no?
Esta vez sí puedo mirar a Ben cuando se queja por la falta de alcohol, y siento que puedo respirar con tranquilidad nuevamente. - Al menos tienen comida. ¿No tendrán de casualidad algo de chocolate? - A estas alturas lo necesitaba para algo más que mi dolor menstrual. Si era en forma de helado, mejor. - Oh, me gusta esa pregunta. Pese a que es un idiota que no sabe cuando cerrar la boca, tengo que velar por los intereses de Ken. ¿Sabías que lo conozco desde que estuvo en pañales? Era todo orejas, tan adorable. - No me giro hacia él, sino que retomo el pancho que había quedado olvidado y trato de fingir que no planeo como matarlo en la próxima ocasión en que pueda tener una charla privada con él.
Tengo que darle un premio a Syv por intentar mantener una conversación vagamente decente con estos dos, lo que no me espero es que Ben se ponga en el papel de adulto responsable y maduro que le queda demasiado grande. Bueno, sí, puede que estoy hablando desde el lado del enojo, porque siempre he respetado y admirado a mi tío en cierta manera; mi problema ahora mismo reside en que no sabe moverse cuando lo quiero lejos, como si no tuviera derecho a un poco de privacidad sin sus bromas pesadas. Chasqueo la lengua con la indignación de que no me creo toda su madurez, me remuevo en mi sitio y centro toda mi atención en una vela cercana con olor a fresa. Una vez más, no digo nada. Solo le lanzo un vistazo a Ava cuando esquiva mi pregunta y me río con sorna, porque sé muy bien que eso significa que se muere por él, pero jamás va a admitirlo. Alice es su amiga, está feliz por Ben… — ¿Y tú eres feliz? — al final, se supone que es lo que importa. No creo que Ava sea la clase de persona que se quedará llorando en su orgullo mientras ve como Ben arma su vida con alguien más, pero como sacarle alguna declaración es imposible… que va.
Sacudo la cabeza en petición a lo del chocolate, pero me llevo las manos a la cara con un bramido que me hace sonar como un tractor a punto de arrancar a pesar de mi intento de contenerlo — ¡Ya sabe que me conoces desde que era un bebé! — estallo, pero creo que no se me oye bien por tener la cara cubierta con mis palmas — ¡Y no sé si estamos enamorados o no, porque jamás hablamos de eso y no quiero empezar a hacerlo con ustedes aquí! Miren… — dejo caer las manos con fuerza, mirándolos con toda la desesperada frustración que me cargo — Me gustaría contarles estas cosas, de veras, pero no me están dando el espacio para experimentarlas. Quiero esto, me importa esto. Es lo mejor que tengo y es mío — como pocas cosas, a decir verdad — Sólo… ¿Pueden fingir por una noche que somos personas normales e irse para que yo pueda estar con la chica que me gusta de verdad? Se suponía que era para nosotros, no para que ustedes… no quiero pelear — me explico, ya ni sé por dónde empezar y creo que estoy gesticulando demasiado — Por favor… — y si no se marchan, lo haré yo, asunto solucionado.
Sacudo la cabeza en petición a lo del chocolate, pero me llevo las manos a la cara con un bramido que me hace sonar como un tractor a punto de arrancar a pesar de mi intento de contenerlo — ¡Ya sabe que me conoces desde que era un bebé! — estallo, pero creo que no se me oye bien por tener la cara cubierta con mis palmas — ¡Y no sé si estamos enamorados o no, porque jamás hablamos de eso y no quiero empezar a hacerlo con ustedes aquí! Miren… — dejo caer las manos con fuerza, mirándolos con toda la desesperada frustración que me cargo — Me gustaría contarles estas cosas, de veras, pero no me están dando el espacio para experimentarlas. Quiero esto, me importa esto. Es lo mejor que tengo y es mío — como pocas cosas, a decir verdad — Sólo… ¿Pueden fingir por una noche que somos personas normales e irse para que yo pueda estar con la chica que me gusta de verdad? Se suponía que era para nosotros, no para que ustedes… no quiero pelear — me explico, ya ni sé por dónde empezar y creo que estoy gesticulando demasiado — Por favor… — y si no se marchan, lo haré yo, asunto solucionado.
—Ken, para, no tiene por qué contestar a eso— le pido con una mano sobre su muñeca cuando vuelve sobre Ava con una pregunta que no creo que deba respondernos, no después de lo claro que ha dejado todo, siguiendo a Ben en esa explicación que él inició con ese tono que ubicó cada cosa en su sitio y que perdió cierta credibilidad cuando dijo eso de que pasaban de juzgar a las personas por sus decisiones íntimas, ¡cuándo son ellos los que entraron interrumpiendo nuestra decisión íntima o lo que sea! No solo te metes entre dos personas que tienen un momento a solas para preguntarle si se trajeron su condón y luego no esperas que se te devuelva en cientos de pregunta sobre la vida sexual de todos los que viven en el departamento de este edificio. El resto a la privacidad comienza por respetar la ajena.
Si le pido que pare en su interrogatorio que pretende echarlos, así como también lo quiero yo, es porque creo que esa podría ser una pregunta que lastimaría a Ava y no sé si es que Ken está haciendo todo esto para que la rubia tenga la oportunidad de escupir lo que le molesta, pero entre muchas cosas que no vienen a la ocasión, tampoco está que ella tenga que sincerarse. El juego se ha salido de sus márgenes, por la seriedad que asumieron ambos ¿adultos? creo que con Ken logramos incomodarlos, pero tampoco está bien tirar para molestarlos, de lo que tal vez no enoje, se percibe como un sentimiento distinto. La situación se ha puesto tensa y su exabrupto es incluso bienvenido para poder cambiar el aire. No creo que pongan muchos reparos a irse como Ken se lo pide, esta ha sido una primera charla terrible con sus tíos en la que quedaron todos los dramas sobre los panchos y por todo lo que he podido sacar en limpio de lo dicho y no dicho, que yo a ellos recién estoy empezando a conocerlos, me volteo hacia Ava. —Lo siento— susurro.
Hablarle a ambos con voz calma es más sencillo después de que Ken grito por los dos. —Ya tendremos otra oportunidad de comer juntos y que juguemos a las veinte preguntas sobre Ken para que puedan contarme todo lo que quieren presumir del bebé que conocen hace años. Pero… deben aceptar que Ken ya no es su bebé, una cosa es que él se entrometa en sus cosas y se lleve algunas, y otra es que ustedes se metan en las suyas, son más grandes— se lo vuelvo a señalar, insisto en ese lapso que no son de años de diferencia, sino de la brecha de madurez que hay entre ellos y nosotros. —Y por lo visto, están reordenando sus vidas, decidiendo con quién estar y con quién no estar, puede que hayan olvidado lo que es simplemente estar con alguien y no tener idea si están enamorados o si son las hormonas, es algo que nosotros tenemos que descubrir. Me alegro por ustedes si ya tienen las respuestas y gracias por sus explicaciones bien precisas, ahora dennos un momento para que nosotros lo vayamos viviendo y hagamos las propias— refuerzo lo que ya dijo Ken, si me escucho es casi como estar pidiéndole a los padres de mi novio que se marchen de la habitación y se lleven el álbum de fotografías. Además, por muy adultos que se quieran dar, con esos tonitos maduros, seguro que bajan de esta terraza y no tienen idea de donde están parados, que están más confundidos que nosotros. —Y Ben— pongo firme mi voz al hablarle al pelirrojo, —no quiero que vuelvas a molestar a mi novio delante de mí—. Ahora, pueden marcharse, creo que es lo que tanto Ken como yo estamos esperando que hagan.
Si le pido que pare en su interrogatorio que pretende echarlos, así como también lo quiero yo, es porque creo que esa podría ser una pregunta que lastimaría a Ava y no sé si es que Ken está haciendo todo esto para que la rubia tenga la oportunidad de escupir lo que le molesta, pero entre muchas cosas que no vienen a la ocasión, tampoco está que ella tenga que sincerarse. El juego se ha salido de sus márgenes, por la seriedad que asumieron ambos ¿adultos? creo que con Ken logramos incomodarlos, pero tampoco está bien tirar para molestarlos, de lo que tal vez no enoje, se percibe como un sentimiento distinto. La situación se ha puesto tensa y su exabrupto es incluso bienvenido para poder cambiar el aire. No creo que pongan muchos reparos a irse como Ken se lo pide, esta ha sido una primera charla terrible con sus tíos en la que quedaron todos los dramas sobre los panchos y por todo lo que he podido sacar en limpio de lo dicho y no dicho, que yo a ellos recién estoy empezando a conocerlos, me volteo hacia Ava. —Lo siento— susurro.
Hablarle a ambos con voz calma es más sencillo después de que Ken grito por los dos. —Ya tendremos otra oportunidad de comer juntos y que juguemos a las veinte preguntas sobre Ken para que puedan contarme todo lo que quieren presumir del bebé que conocen hace años. Pero… deben aceptar que Ken ya no es su bebé, una cosa es que él se entrometa en sus cosas y se lleve algunas, y otra es que ustedes se metan en las suyas, son más grandes— se lo vuelvo a señalar, insisto en ese lapso que no son de años de diferencia, sino de la brecha de madurez que hay entre ellos y nosotros. —Y por lo visto, están reordenando sus vidas, decidiendo con quién estar y con quién no estar, puede que hayan olvidado lo que es simplemente estar con alguien y no tener idea si están enamorados o si son las hormonas, es algo que nosotros tenemos que descubrir. Me alegro por ustedes si ya tienen las respuestas y gracias por sus explicaciones bien precisas, ahora dennos un momento para que nosotros lo vayamos viviendo y hagamos las propias— refuerzo lo que ya dijo Ken, si me escucho es casi como estar pidiéndole a los padres de mi novio que se marchen de la habitación y se lleven el álbum de fotografías. Además, por muy adultos que se quieran dar, con esos tonitos maduros, seguro que bajan de esta terraza y no tienen idea de donde están parados, que están más confundidos que nosotros. —Y Ben— pongo firme mi voz al hablarle al pelirrojo, —no quiero que vuelvas a molestar a mi novio delante de mí—. Ahora, pueden marcharse, creo que es lo que tanto Ken como yo estamos esperando que hagan.
Asiento a las palabras de Ava solo para serle de apoyo, pero mis labios se prensan frente a las cosas de las cuales no quiero siquiera opinar. No hemos hablado de lo que pasó entre nosotros hace mucho tiempo, se quedó perdido entre las tragedias de mayor tamaño que hicieron ver a todo lo demás como tonterías minúsculas. Ni siquiera estoy seguro de querer saber si es feliz, cuando deseo de todo corazón que lo sea, con las cosas más malas que buenas que nos pasan todos los días. No tenemos un ideal de vida, pero por lo menos estamos vivos.
Y llega lo que era obvio desde un principio, Ken estalla y solo puedo mirarlo con la aceptación de que hemos ido demasiado lejos, lo que no me espero es la intromisión de Synnove. A veces tiendo a olvidar que ella es más grande de lo que parece, que puede hablar desde una madurez algo diferente a la que tiene Kendrick y que, por extraño que parezca, he empezado a admitir que la posee. Hay cierta razón en decir que nos cuesta verlo como algo más que el niño que creció en el catorce, tal vez porque hace tan solo un año atrás solía verlo preocupado por cosas minúsculas, mucho más similares a cuando tenía cinco años. Y aquí está, cerca de ser mayor de edad, echándonos en cara que quiere pasar una noche con su novia para saber lo que se siente. Bajo la cabeza en un gesto que indica que no voy a discutir, que se los concedo y hasta les doy mis disculpas.
— Solo diré que extraño mucho tener su edad — ser un adolescente en crecimiento en el catorce fue mejor de lo que hubiese creído. Por primera vez, podía decir que me sentía en libertad, incluso con nuestras limitaciones. Mi boca se tuerce en el amague de una sonrisa y me hago con lo que queda de mi pancho para llevármelo en cuanto me pongo de pie, pero mis movimientos se vuelven lentos ante la advertencia de Syv — Lo lamento — es lo único que atino a decir, antes de centrar toda mi atención en el muchacho — Hablaremos luego sobre esto — me meto lo que queda de mi bocado entre los labios, le doy una palmada a Ava en el hombro y me giro. Ni siquiera me molesto en tomar el parlante antes de salir de la terraza, que la música sea de ellos por esta noche. Hay otras cosas en las que necesito pensar.
Y llega lo que era obvio desde un principio, Ken estalla y solo puedo mirarlo con la aceptación de que hemos ido demasiado lejos, lo que no me espero es la intromisión de Synnove. A veces tiendo a olvidar que ella es más grande de lo que parece, que puede hablar desde una madurez algo diferente a la que tiene Kendrick y que, por extraño que parezca, he empezado a admitir que la posee. Hay cierta razón en decir que nos cuesta verlo como algo más que el niño que creció en el catorce, tal vez porque hace tan solo un año atrás solía verlo preocupado por cosas minúsculas, mucho más similares a cuando tenía cinco años. Y aquí está, cerca de ser mayor de edad, echándonos en cara que quiere pasar una noche con su novia para saber lo que se siente. Bajo la cabeza en un gesto que indica que no voy a discutir, que se los concedo y hasta les doy mis disculpas.
— Solo diré que extraño mucho tener su edad — ser un adolescente en crecimiento en el catorce fue mejor de lo que hubiese creído. Por primera vez, podía decir que me sentía en libertad, incluso con nuestras limitaciones. Mi boca se tuerce en el amague de una sonrisa y me hago con lo que queda de mi pancho para llevármelo en cuanto me pongo de pie, pero mis movimientos se vuelven lentos ante la advertencia de Syv — Lo lamento — es lo único que atino a decir, antes de centrar toda mi atención en el muchacho — Hablaremos luego sobre esto — me meto lo que queda de mi bocado entre los labios, le doy una palmada a Ava en el hombro y me giro. Ni siquiera me molesto en tomar el parlante antes de salir de la terraza, que la música sea de ellos por esta noche. Hay otras cosas en las que necesito pensar.
- ¿Quieres que me ponga filosófica? - No estoy segura de cómo tomarme esa pregunta pero, aunque Syv trata de ¿protegerme? no tengo problema en responder. - Sí Ken, lo soy. Pese a todo, jamás necesité una relación para estarlo y, mientras que todos estemos bien, yo lo estaré. - Había muchas razones por las cuáles pordría pensar que la vida es una mierda, pero incluso aunque hubo días en los que creí que todo estaba perdido, seguía descubriendo que había muchas razones por las cuales vivir. Por favor, si vamos al caso había llegado a darlo por muerto, y sin embargo aquí estaba, enfadado pero al menos viviendo, creciendo, y experimentando la vida más allá de los problemas políticos, que pudiésemos plantear.
- No tienes que disculparte, Ken tiene razón y nos hemos metido de más. - Le aseguro a la rubia. Es algo raro estar del otro lado de un regaño o bueno… una explicación de alguien con respecto a Ken, generalmente solía ser al revez y uf. Ni siquiera puedo terminar de ser yo la que está enfadada porque inevitablemente quedo demasiado sumida en las palabras de Synnove. Y quiero estar enfadada con el mocoso, porque ha sido casi que hiriente y lo ha hecho adrede, pero es cierto que no estoy respetando sus decisiones, su espacio, o su oportunidad a crecer y tomar decisiones por su cuenta. Ya no es un bebé.
Ben se levanta y se va primero, y será idiota por mi parte pero es adrede que lo dejo tener la ventaja para poder imponer una distancia que se siente casi como necesaria. - Voy a pedirte disculpas a tí, porque sí estuvo mal de mi parte el ser tan metida. Tienes razón y cuesta ver que Ken ya no es un niño al que puedo fastidiar sin repercusiones y estuvo mal de mi parte el no ser consciente de ello. - Me dirijo a Synnove en primera instancia, porque temo que no he generado una muy buena primera impresión. - A tí sin embargo… te quiero, Pero hay otras formas para decirme que estoy fuera de lugar, sin la necesidad de exponerme así. - Ante todo el mundo, ante mí misma. En especial cuando hay cosas que prefiero siquiera evitar pensar. - Disfruten lo que queda de velada. - Y es un deseo sincero, porque espero no haberles cagado la noche por completo. Sin más, me levanto y desaparezco escaleras abajo.
- No tienes que disculparte, Ken tiene razón y nos hemos metido de más. - Le aseguro a la rubia. Es algo raro estar del otro lado de un regaño o bueno… una explicación de alguien con respecto a Ken, generalmente solía ser al revez y uf. Ni siquiera puedo terminar de ser yo la que está enfadada porque inevitablemente quedo demasiado sumida en las palabras de Synnove. Y quiero estar enfadada con el mocoso, porque ha sido casi que hiriente y lo ha hecho adrede, pero es cierto que no estoy respetando sus decisiones, su espacio, o su oportunidad a crecer y tomar decisiones por su cuenta. Ya no es un bebé.
Ben se levanta y se va primero, y será idiota por mi parte pero es adrede que lo dejo tener la ventaja para poder imponer una distancia que se siente casi como necesaria. - Voy a pedirte disculpas a tí, porque sí estuvo mal de mi parte el ser tan metida. Tienes razón y cuesta ver que Ken ya no es un niño al que puedo fastidiar sin repercusiones y estuvo mal de mi parte el no ser consciente de ello. - Me dirijo a Synnove en primera instancia, porque temo que no he generado una muy buena primera impresión. - A tí sin embargo… te quiero, Pero hay otras formas para decirme que estoy fuera de lugar, sin la necesidad de exponerme así. - Ante todo el mundo, ante mí misma. En especial cuando hay cosas que prefiero siquiera evitar pensar. - Disfruten lo que queda de velada. - Y es un deseo sincero, porque espero no haberles cagado la noche por completo. Sin más, me levanto y desaparezco escaleras abajo.
Las palabras de Syv son un apoyo que no me esperaba de esa manera, pero de verdad estoy demasiado agradecido con ella y tanteo hasta poder tomar su mano y darle un apretoncito. Parece tener efecto, porque Ben se disculpa y se pone de pie, prometiéndome una charla más tarde que me hace suspirar, a pesar de asentir con desgano; sé lo que se viene y no sé si estoy de ánimos para ponerme en sincero con él, cuando sé que nos hemos alejado bastante en el último tiempo. Hablar de guerra es muy sencillo, hablar de nosotros y lo que estamos pasando… pues no tanto. Ava, por otro lado, es un poco más expresiva y me encojo en mi propio sitio, sintiéndome culpable, lo suficiente como para balbucear una disculpa que no creo que pueda escuchar. ¡Que ella se lo buscó! Agh, odio a esta gente, siempre me hace sentir terrible incluso cuando ellos empezaron a fastidiar.
No sé si Ava llegar a escuchar el “gracias” que suelto antes de que se vaya, pero en cuanto la puerta se cierra detrás de ella y solo queda el sonido de la música, largo un suspiro tan largo que me desarmo en el lugar — Eso fue… — no sé cómo decirlo, hay miles de palabras que aplican y ninguna es positiva — … terrible. Lamento mucho que las cosas se arruinaran así — con la vergüenza carcomiéndome por dentro, me giro hacia la rubia en un intento de mirarla a los ojos sin morirme en el proceso. ¿De verdad esto acaba de pasar? Si quiere dejarme después de este desastre, hasta la entendería — ¡Y no tengo condones porque pensé que íbamos a hacer algo! Solo los encontré y me los guardé, ya sabes… en caso de que alguna vez sean de utilidad — creo que no tengo que aclarar estas cosas, mejor me callo.
Con frustración, hago una mueca que acaba por cerrar mis ojos y me echo hacia atrás, hasta que mi espalda se recuesta sobre el suelo y puedo ver las estrellas sobre nosotros. Lo bueno de la enorme pobreza de estos distritos, es que las luces artificiales que tanto predominan en el Capitolio no existen y puedo ver mucho mejor el firmamento. Se parece más a casa, al catorce. Tomo una bocanada de aire, golpeteando mi pecho con mis dedos — Planeaba decirte lo especial que eres para mí, pero no así, gritándoselo a alguien más — murmuro, una parte de mí no está segura de que en verdad desee que ella me escuche — Eres como… ese rincón secreto que no quieres que nadie más toque. Y me pone feliz estar contigo, es como si no tuviera que preocuparme por otras cosas. De verdad quería que esta noche fuese perfecta y ni siquiera hice cosas básicas como traer vino o trabar la puerta — es tan penoso que subo una mano para cubrirme la cara, cerrando los ojos. No tengo idea de cómo retomar el hilo de lo que estábamos haciendo antes de la interrupción, incluso cuando la radio deja salir una balada calma que debería suavizar los ánimos.
No sé si Ava llegar a escuchar el “gracias” que suelto antes de que se vaya, pero en cuanto la puerta se cierra detrás de ella y solo queda el sonido de la música, largo un suspiro tan largo que me desarmo en el lugar — Eso fue… — no sé cómo decirlo, hay miles de palabras que aplican y ninguna es positiva — … terrible. Lamento mucho que las cosas se arruinaran así — con la vergüenza carcomiéndome por dentro, me giro hacia la rubia en un intento de mirarla a los ojos sin morirme en el proceso. ¿De verdad esto acaba de pasar? Si quiere dejarme después de este desastre, hasta la entendería — ¡Y no tengo condones porque pensé que íbamos a hacer algo! Solo los encontré y me los guardé, ya sabes… en caso de que alguna vez sean de utilidad — creo que no tengo que aclarar estas cosas, mejor me callo.
Con frustración, hago una mueca que acaba por cerrar mis ojos y me echo hacia atrás, hasta que mi espalda se recuesta sobre el suelo y puedo ver las estrellas sobre nosotros. Lo bueno de la enorme pobreza de estos distritos, es que las luces artificiales que tanto predominan en el Capitolio no existen y puedo ver mucho mejor el firmamento. Se parece más a casa, al catorce. Tomo una bocanada de aire, golpeteando mi pecho con mis dedos — Planeaba decirte lo especial que eres para mí, pero no así, gritándoselo a alguien más — murmuro, una parte de mí no está segura de que en verdad desee que ella me escuche — Eres como… ese rincón secreto que no quieres que nadie más toque. Y me pone feliz estar contigo, es como si no tuviera que preocuparme por otras cosas. De verdad quería que esta noche fuese perfecta y ni siquiera hice cosas básicas como traer vino o trabar la puerta — es tan penoso que subo una mano para cubrirme la cara, cerrando los ojos. No tengo idea de cómo retomar el hilo de lo que estábamos haciendo antes de la interrupción, incluso cuando la radio deja salir una balada calma que debería suavizar los ánimos.
Bien, he logrado intimidar al tío de Ken. Esto es un logro que espero que se me reconozca algún día, sostengo la barbilla en alto cuando presenta sus disculpas y mantengo la pose hasta el final, cuando se va con la promesa de una charla más tarde, lo que no entiendo es qué debería decirle a Ken. Deslizo mi mirada hacia la rubia que no hace el amago de seguirlo, si hay un par que tal vez deberían hablar son ellos, pero muchas cosas fueron dichas en unos pocos minutos y no sé si quedará algo más. Aprieto mis labios por lo terrible que ha resultado esto, y no para nosotros, que al final de cuentas ellos se van, dejándonos con nuestros panchos, el parlante incluso y nuestra cita devuelta. —No sé si este era el mejor lugar y momento para que se dijeran todas esas cosas— murmuro por lo bajo, me da vergüenza seguir hablando de ellos una vez que se fueron. —Supongo que las cosas que callamos siempre encuentran su manera de salir— me giro hacia Ken, —y es necesario, una vez una amiga me dijo que cuando un pensamiento se convierte en palabra, luego se convierte en acción. Ahora podrán seguir…— echo una mirada al vacío que quedo por el hueco que salieron.
—Y…— no es que esté evitando hablar de que haya traído condones consigo, meneo mi cabeza para que no se ahogue en explicaciones, que si le falta el aire será otra complicación más en la cita. —Está bien, tampoco tienes que disculparte porque hayas tomado la precaución de traer un condón, es… todo lo contrario. Sé que no estás conmigo solo por eso— ruedo los ojos, no es que lo haya puesto en duda alguna vez, por mucho que hablamos de que quería salir con una chica para experimentar y terminó aceptando salir conmigo. —No me ofende, es considerado de tu parte, quiere decir… bueno, estás cuidando de mí— así de simple, evocar a la opinión de mi madre en este momento no se me hace lo más romántico, pero fue lo que me dejó en claro la primera vez que me explicó con su tono de científica de que iba todo esto y luego lo reafirmé con los consejos oportunos de Mimi.
Alzo mi rostro para ver que hay en el cielo que tiene toda su atención y eso nos salva de tener que mirarnos cuando continua hablando, es raro ser el rincón secreto de alguien si esa misma persona se siente como si hubiera abierto todos los caminos del mundo y puedo abarcarlo entero si quiero. Me tiendo a su lado, acomodo mi cabeza en su hombro y sujeto los dedos sobre su pecho para enredarlos con los míos. —No hace falta que sea perfecto— lo consuelo, — viví en una casa donde clasificaban la ropa sucia por colores y no cae una gota fuera de un vaso, cuando tenía trece años elegía los jueves qué atuendo me pondría cada día de la semana y los dejaba armados, conozco la perfección y es muy fría, Ken— murmuro. —Muy fría— no hay contacto, no hay tibieza. —¿Sabes a qué hueles, Ken? Hueles a sol. A madera, a tierra, a la arena caliente de la playa que te hace correr hacía el agua y también a lo salado del mar— que suerte que esto tampoco se lo digo mirándolo a los ojos. —Me alegro de haberte preguntado si querías ser mi novio. No importa lo que diga tu tío, no creo que las cosas sean tan fáciles de separar. Todo se mezcla, se vuelve confuso y la gente puede salir lastimada— medito en voz alta lo que me quedó dando vueltas, —pero me alegro de verdad por él, si encontró alguien con quién quiere estar. Y también por Ava, que puede ser feliz por muchas otras razones y ahora también puede seguir. Deberías ir a verla después de esto de todas formas, ¿sabes? Solo estar con ella. Cuando un corazón se rompe, nunca es quién lo rompió quien lo arregla, lo hacemos nosotros mismos con el apoyo de las personas que amamos. Te lo explico porque tal vez no lo sabes y es mi deber instruirte.
—Y…— no es que esté evitando hablar de que haya traído condones consigo, meneo mi cabeza para que no se ahogue en explicaciones, que si le falta el aire será otra complicación más en la cita. —Está bien, tampoco tienes que disculparte porque hayas tomado la precaución de traer un condón, es… todo lo contrario. Sé que no estás conmigo solo por eso— ruedo los ojos, no es que lo haya puesto en duda alguna vez, por mucho que hablamos de que quería salir con una chica para experimentar y terminó aceptando salir conmigo. —No me ofende, es considerado de tu parte, quiere decir… bueno, estás cuidando de mí— así de simple, evocar a la opinión de mi madre en este momento no se me hace lo más romántico, pero fue lo que me dejó en claro la primera vez que me explicó con su tono de científica de que iba todo esto y luego lo reafirmé con los consejos oportunos de Mimi.
Alzo mi rostro para ver que hay en el cielo que tiene toda su atención y eso nos salva de tener que mirarnos cuando continua hablando, es raro ser el rincón secreto de alguien si esa misma persona se siente como si hubiera abierto todos los caminos del mundo y puedo abarcarlo entero si quiero. Me tiendo a su lado, acomodo mi cabeza en su hombro y sujeto los dedos sobre su pecho para enredarlos con los míos. —No hace falta que sea perfecto— lo consuelo, — viví en una casa donde clasificaban la ropa sucia por colores y no cae una gota fuera de un vaso, cuando tenía trece años elegía los jueves qué atuendo me pondría cada día de la semana y los dejaba armados, conozco la perfección y es muy fría, Ken— murmuro. —Muy fría— no hay contacto, no hay tibieza. —¿Sabes a qué hueles, Ken? Hueles a sol. A madera, a tierra, a la arena caliente de la playa que te hace correr hacía el agua y también a lo salado del mar— que suerte que esto tampoco se lo digo mirándolo a los ojos. —Me alegro de haberte preguntado si querías ser mi novio. No importa lo que diga tu tío, no creo que las cosas sean tan fáciles de separar. Todo se mezcla, se vuelve confuso y la gente puede salir lastimada— medito en voz alta lo que me quedó dando vueltas, —pero me alegro de verdad por él, si encontró alguien con quién quiere estar. Y también por Ava, que puede ser feliz por muchas otras razones y ahora también puede seguir. Deberías ir a verla después de esto de todas formas, ¿sabes? Solo estar con ella. Cuando un corazón se rompe, nunca es quién lo rompió quien lo arregla, lo hacemos nosotros mismos con el apoyo de las personas que amamos. Te lo explico porque tal vez no lo sabes y es mi deber instruirte.
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