OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Phoenix D. Langdon
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Little bróðir — 0.1
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Recuerdo del primer mensaje :
El día que tanto se había hablado en televisión había llegado, hoy después de mucho tiempo la isla de los vencedores será abierta no sólo a agentes de la paz o gente con mucho poder sino también a amigos, familiares, conocidos y no tanto, para que pudieran estar presentes en uno de los momentos más importantes de la vida de dos de nuestros queridos mentores. Poco a poco los arreglos de la plaza central están terminados, las luces el servicio y sobre todo se puede distinguir en la playa como una pequeña carpa cubre un sencillo altar para adornado con luces que conforme el sol se va poniendo adquieren más visibilidad. Todo es tan tranquilo que lo único que se puede escuchar son las olas del mar chocando contra las rocas que hay cerca de la playa, las aves y uno que otra orden que se le da a loa avox para que terminen su trabajo antes de que los invitados lleguen.
La seguridad no es algo que se haya tomado a la ligera, no señor. Si creían que cualquiera podría pasar están completamente equivocados, la isla es un punto muy importante y por ello se ve a varios agentes de la paz vigilando los alrededores, entradas y salidas preparados con sus uniformes que los distinguen de algún civil con órdenes estrictas de no dejar pasar nada que parezca sospechoso. Los mentores aguardan en sus casas mientras que Samantha Hallyburton y Anthony Fénix se alistan en sus respectivas carpas acompañados de sus más fieles compañeros, amigos que se han hecho a lo largo del tiempo y que ellos quieren que estén a su lado en el momento más importante de sus vidas.
El sol comienza a ponerse y con ello la llegada de aerodeslizadores con invitados de todas partesd e NeoPanem, mujeres con elegantes vestidos y hombres con trajes que los hacen ver considerablemente mejor. Los agentes comienzan su trabajo, reciben las invitaciones y registran a los invitados, no queremos problemas en un día que debe ser perfecto ¿O sí?. Conforme los invitados pasan la entrada encuentran un camino que los llevará directamente a la playa, donde se celebrará la playa. La plaza central es el punto de salida y se puede ver, conforme van avanzando los adornos y las luces que hacen que su pequeño trayecto resulte entretenido. Lo músicos preparan sus instrumentos a un costado del altar, los avox con sus trajes comienzan a atender a los invitados llevándolos a sus asientos y sólo queda esperar a que los mentores se incorporen para poder dar inicio a la ceremonia.
El día que tanto se había hablado en televisión había llegado, hoy después de mucho tiempo la isla de los vencedores será abierta no sólo a agentes de la paz o gente con mucho poder sino también a amigos, familiares, conocidos y no tanto, para que pudieran estar presentes en uno de los momentos más importantes de la vida de dos de nuestros queridos mentores. Poco a poco los arreglos de la plaza central están terminados, las luces el servicio y sobre todo se puede distinguir en la playa como una pequeña carpa cubre un sencillo altar para adornado con luces que conforme el sol se va poniendo adquieren más visibilidad. Todo es tan tranquilo que lo único que se puede escuchar son las olas del mar chocando contra las rocas que hay cerca de la playa, las aves y uno que otra orden que se le da a loa avox para que terminen su trabajo antes de que los invitados lleguen.
La seguridad no es algo que se haya tomado a la ligera, no señor. Si creían que cualquiera podría pasar están completamente equivocados, la isla es un punto muy importante y por ello se ve a varios agentes de la paz vigilando los alrededores, entradas y salidas preparados con sus uniformes que los distinguen de algún civil con órdenes estrictas de no dejar pasar nada que parezca sospechoso. Los mentores aguardan en sus casas mientras que Samantha Hallyburton y Anthony Fénix se alistan en sus respectivas carpas acompañados de sus más fieles compañeros, amigos que se han hecho a lo largo del tiempo y que ellos quieren que estén a su lado en el momento más importante de sus vidas.
El sol comienza a ponerse y con ello la llegada de aerodeslizadores con invitados de todas partesd e NeoPanem, mujeres con elegantes vestidos y hombres con trajes que los hacen ver considerablemente mejor. Los agentes comienzan su trabajo, reciben las invitaciones y registran a los invitados, no queremos problemas en un día que debe ser perfecto ¿O sí?. Conforme los invitados pasan la entrada encuentran un camino que los llevará directamente a la playa, donde se celebrará la playa. La plaza central es el punto de salida y se puede ver, conforme van avanzando los adornos y las luces que hacen que su pequeño trayecto resulte entretenido. Lo músicos preparan sus instrumentos a un costado del altar, los avox con sus trajes comienzan a atender a los invitados llevándolos a sus asientos y sólo queda esperar a que los mentores se incorporen para poder dar inicio a la ceremonia.
* El traje elegante es obligatorio.
* Todo el mundo ha sido invitado sin embargo, aquellos personajes que de alguna forma no conocen a los novios o a sus familias, deben inventarse y tener una excusa realista.
* La boda será cerrada el 30 de Marzo a petición de los contrayentes (porque no quieren retrasos) así que para hacer más ligeros los posteos, hacedlos pequeños.
* Por razones obvias, los exiliados y ciudadanos del distrito 11 no pueden entrar.
Icono :
Los nervios de Anthony parecen desparramarse por toda la carpa y comienzo a ser yo el que se muerde las uñas, pisando un momento a Andy cuando se mete justo detrás de mí al intentar asomarse como yo lo he hecho. Me disculpo con un balbuceo y me siento en un rincón, escuchando como del otro lado de la carpa la gente va y viene, murmurando de forma entusiasta. Al final, luego de lo que parecen solo unos segundos, vienen a anunciarnos que ya es hora de movernos, de modo que salto de mi asiento y me acomodo el cuello de la camisa con total y fingida calma - Vamos, que seguro no quieres dejar a Sam colgada en el altar - bromeo, dándole un golpecito amistoso a Anthony en el hombro. Creo que ha comenzado la ceremonia, o eso tengo entendido, porque cuando me asomo veo a un avox haciendo señas para que me apresure - vaamos - insisto, dándole un empujón. Al final Anthony sale y yo salgo inmediatamente detrás de él, seguido de Andy y, cerrando la marcha, Derian.
Creo que nunca había tenido tanta verguenza al momento de mostrarme en público, probablemente porque siempre lo he hecho con mucha gente que también se llevaba la atención o porque eran situaciones completamente diferentes. El punto es que, mientras nos acercamos al altar, en vez de mirar hacia delante voy mirando mis zapatos e incluso cuando Anthony se detiene, me tropiezo contra él y reboto contra su espalda - Perdón - murmuro, escuchando algunas risitas lejanas. Me acomodo justo a su lado, sabiendo que estamos haciendo una escalera algo cómica con las alturas, así que escondo mis manos detrás de mi espalda e intento ponerme lo más derecho posible. La música cambia y no puedo evitar mirar al novio, porque sé que ahora es cuando le cambiará la expresión al ver entrar a Sam. La verdad es que no lo comprendo, pero al mismo tiempo, me gusta no hacerlo; eso significa que todavía hay cosas buenas de las cuales asombrarse incluso viviendo en este lugar. Desvío la mirada y la clavo en la chica del vestido blanco que se va acercando por el pasillo y se lleva toda la atención (lo que consigue que le dé un codazo a Anthony por puro fastidio con picardía), pero luego observo el resto de las filas; no hay señales de Zyanelle, pero en el fondo logro divisar el cabello inconfundible de Amelie y, sin pensarlo, le sonrío y le guiño un ojo cómplice. Sé lo tontas que le parecen estas cosas.
En cuanto al final todo el mundo se sienta porque la novia se encuentra en su sitio rodeada de sus damas de honor, me demoro dos segundos en darme cuenta de que debo colocarme hacia el otro lado, y como soy más bajito tengo que inclinarme un poco para poder ver al cura delante de Anthony. Al final acabo mirando hacia las damas de honor, diviso a la niña que gritó en cuanto entré en la carpa y, rojo como un tomate, miro otra vez al cura de un modo algo violento. Ahora es cuando se supone que empieza todo el discurso y no quedaría bien que me pierda de algo.
Creo que nunca había tenido tanta verguenza al momento de mostrarme en público, probablemente porque siempre lo he hecho con mucha gente que también se llevaba la atención o porque eran situaciones completamente diferentes. El punto es que, mientras nos acercamos al altar, en vez de mirar hacia delante voy mirando mis zapatos e incluso cuando Anthony se detiene, me tropiezo contra él y reboto contra su espalda - Perdón - murmuro, escuchando algunas risitas lejanas. Me acomodo justo a su lado, sabiendo que estamos haciendo una escalera algo cómica con las alturas, así que escondo mis manos detrás de mi espalda e intento ponerme lo más derecho posible. La música cambia y no puedo evitar mirar al novio, porque sé que ahora es cuando le cambiará la expresión al ver entrar a Sam. La verdad es que no lo comprendo, pero al mismo tiempo, me gusta no hacerlo; eso significa que todavía hay cosas buenas de las cuales asombrarse incluso viviendo en este lugar. Desvío la mirada y la clavo en la chica del vestido blanco que se va acercando por el pasillo y se lleva toda la atención (lo que consigue que le dé un codazo a Anthony por puro fastidio con picardía), pero luego observo el resto de las filas; no hay señales de Zyanelle, pero en el fondo logro divisar el cabello inconfundible de Amelie y, sin pensarlo, le sonrío y le guiño un ojo cómplice. Sé lo tontas que le parecen estas cosas.
En cuanto al final todo el mundo se sienta porque la novia se encuentra en su sitio rodeada de sus damas de honor, me demoro dos segundos en darme cuenta de que debo colocarme hacia el otro lado, y como soy más bajito tengo que inclinarme un poco para poder ver al cura delante de Anthony. Al final acabo mirando hacia las damas de honor, diviso a la niña que gritó en cuanto entré en la carpa y, rojo como un tomate, miro otra vez al cura de un modo algo violento. Ahora es cuando se supone que empieza todo el discurso y no quedaría bien que me pierda de algo.
Cuando Gennevieve se une a nosotras me pongo un poco nerviosa, en fin ellas dos son bastante más mayores que yo así que creo que tengo poco en común o de lo que hablar o cosas por el estilo. Puede que a la mitad de las personas las trate como si fueran bazofia o fueran estúpidas (que algunas lo son), aún así mis abuelos me enseñaron a no pasar cierta línea. Algunos adultos merecen tu respeto mientras no te falten a ti, y ellas no lo han hecho así que estúpidas o no merecen mi respeto. Me hago pequeñita mientras hablan entre ellas, al final Samantha no necesita de mi ayuda así que tomo asiento por ahí asintiendo de vez en cuando antes las preguntas sobre el peinado y todas las cosas. Inconscientemente he acabado muy cerca del espejo donde de vez en cuando se me va la mirada. Estoy bastante mona, pocas veces me he sentido así porque vestirme no es lo mío. Es decir, soy un genio de las matemáticas, la química, la física, la aeronáutica espacial y todo lo que me pongan delante, excepto para la moda. Mi armario está lleno de ropa tres tallas mas grandes que yo, que son un montón de camisas y pantalones de chandal, porque los jeans me hacen rozaduras y no me gusta. Hoy en cambio, llevo un vestido de color lila que va a juego con las flores de la novia y con el vestido de la dama de honor principal. Nunca entendí mucho las artes, pero ahora sé a que se refieren cuando dicen "el lila es tu color" porque definitivamente, el lila es mi color. Acomodo algunos mechones de pelo rebeldes detrás de la oreja y miro a mi reflejo como si fuese un chico, o como miraría a un chico si vistiera las 24 horas del día de esta manera.
Algo llama mi atención y es el bullicio de fuera. Me levanto de la silla para acercarme a la puerta y asomarme. Los padrinos y el novio han entrado ya y están esperando en el altar. Estúpidamente me emociono como si fuera mi boda. - Están fuera ya. Es nuestro turno de entrar. Bueno, tu turno de entrar. Vas a casarte.- Se me agudiza la voz en la última frase. Estoy un poco más emocionada de lo normal. Es decir, yo no soy precisamente una chica que asista a muchas bodas, y a eventos y vaya guapa por todas partes así que básicamente es la primera vez que tengo una oportunidad como esta, y además es porque estamos celebrando que Anthony ha encontrado una chica que le hace feliz. Al principio estaba celosa, en fin siempre tuve a Anthony para mi sola y después de todo lo que pasó me negaba que cualquier ridícula de turno le rompiera el corazón; pero después de conocer a Samantha me di cuenta de que le quiere, incluso, más de lo que yo podré llegarle a querer jamás.
Regreso junto a Samantha para ayudarla a levantarse con ese vestido bonito que lleva cuando la noto helada. La observo un rato y parece nerviosa, durante un instante no sé que hacer, yo no puedo considerarme una experta. - ¿Estás bien? - Murmuro. - Ya sé que casarse tiene que dar miedo. A mi me daría miedo. En fin, son cambios grandes en tu vida. Yo no soy una experta, apenas tengo 15 años, pero si hay algo que sé; que Anthony es un buen chico y no te estás equivocando. Será como siempre ha sido entre vosotros... ya sabes... guay. Solo habrá un anillo en su mano y en la tuya que le diga al resto del mundo que estabais hechos el uno para el otro desde el principio - Me pongo roja a más no poder, nunca hablo del amor porque es algo ajeno a mi cabeza, además sé que solo son reacciones químicas que aseguran la supervivencia de la especie. Al menos eso es lo que creía antes de que Anthony viniera a casa a decirme que iba a casarse. Con él las cosas siempre son así, irracionales y sin lógica ninguna. Le dio una patada a mis cálculos y sus imposibles probabilidades de sobrevivir: sobreviviendo. Le dio una patada a mi lógica sobre el amor: enamorándose.
La siento ligeramente menos fría cuando nos aventuramos hacia fuera y sonrío. Me encojo de hombros con una ligera emoción porque voy voy primero y salgo fuera con el cesto de rosa en las manos con las que voy dejando rastro. Después viene Gen, y por último Samantha quien al final de todas, es la protagonista de todo este evento. Mirando alrededor veo a mis abuelos que son los pocos sino únicos invitados que tienen su vista en mi, estoy tentado a saludarlos cuando los veo tan orgulloso como si acabaran de darme el premio nobel. Me doy cuenta de que es por mi ropa. Si yo no me he visto a mi misma tan guapa nunca, seguramente ellos tampoco. He de parecer otra persona. No puedo evitar sonreír, y es ahí cuando mi mirada se cruza con Benedict, el mentor del cuatro que momentos antes irrumpió violentamente en nuestra carpa antes y desvío la mirada por inercia sin darme cuenta de que él lo hace también. Resulta muy violento estar cerca de alguien que siempre estuvo tan lejos de mi alcance. Pero claro, desde que Anthony es mentor, todo lo que está lejos parece haberse acercado a mi de golpe. Gen y Samantha son mentores también, incluso todos los padrinos. Éste lugar está rodeado de gente a la que yo y mis sistemas han intentado matar.
Me relamo los labios negándome a pensar en eso, igualmente es solo mi trabajo y solo son juegos.
Algo llama mi atención y es el bullicio de fuera. Me levanto de la silla para acercarme a la puerta y asomarme. Los padrinos y el novio han entrado ya y están esperando en el altar. Estúpidamente me emociono como si fuera mi boda. - Están fuera ya. Es nuestro turno de entrar. Bueno, tu turno de entrar. Vas a casarte.- Se me agudiza la voz en la última frase. Estoy un poco más emocionada de lo normal. Es decir, yo no soy precisamente una chica que asista a muchas bodas, y a eventos y vaya guapa por todas partes así que básicamente es la primera vez que tengo una oportunidad como esta, y además es porque estamos celebrando que Anthony ha encontrado una chica que le hace feliz. Al principio estaba celosa, en fin siempre tuve a Anthony para mi sola y después de todo lo que pasó me negaba que cualquier ridícula de turno le rompiera el corazón; pero después de conocer a Samantha me di cuenta de que le quiere, incluso, más de lo que yo podré llegarle a querer jamás.
Regreso junto a Samantha para ayudarla a levantarse con ese vestido bonito que lleva cuando la noto helada. La observo un rato y parece nerviosa, durante un instante no sé que hacer, yo no puedo considerarme una experta. - ¿Estás bien? - Murmuro. - Ya sé que casarse tiene que dar miedo. A mi me daría miedo. En fin, son cambios grandes en tu vida. Yo no soy una experta, apenas tengo 15 años, pero si hay algo que sé; que Anthony es un buen chico y no te estás equivocando. Será como siempre ha sido entre vosotros... ya sabes... guay. Solo habrá un anillo en su mano y en la tuya que le diga al resto del mundo que estabais hechos el uno para el otro desde el principio - Me pongo roja a más no poder, nunca hablo del amor porque es algo ajeno a mi cabeza, además sé que solo son reacciones químicas que aseguran la supervivencia de la especie. Al menos eso es lo que creía antes de que Anthony viniera a casa a decirme que iba a casarse. Con él las cosas siempre son así, irracionales y sin lógica ninguna. Le dio una patada a mis cálculos y sus imposibles probabilidades de sobrevivir: sobreviviendo. Le dio una patada a mi lógica sobre el amor: enamorándose.
La siento ligeramente menos fría cuando nos aventuramos hacia fuera y sonrío. Me encojo de hombros con una ligera emoción porque voy voy primero y salgo fuera con el cesto de rosa en las manos con las que voy dejando rastro. Después viene Gen, y por último Samantha quien al final de todas, es la protagonista de todo este evento. Mirando alrededor veo a mis abuelos que son los pocos sino únicos invitados que tienen su vista en mi, estoy tentado a saludarlos cuando los veo tan orgulloso como si acabaran de darme el premio nobel. Me doy cuenta de que es por mi ropa. Si yo no me he visto a mi misma tan guapa nunca, seguramente ellos tampoco. He de parecer otra persona. No puedo evitar sonreír, y es ahí cuando mi mirada se cruza con Benedict, el mentor del cuatro que momentos antes irrumpió violentamente en nuestra carpa antes y desvío la mirada por inercia sin darme cuenta de que él lo hace también. Resulta muy violento estar cerca de alguien que siempre estuvo tan lejos de mi alcance. Pero claro, desde que Anthony es mentor, todo lo que está lejos parece haberse acercado a mi de golpe. Gen y Samantha son mentores también, incluso todos los padrinos. Éste lugar está rodeado de gente a la que yo y mis sistemas han intentado matar.
Me relamo los labios negándome a pensar en eso, igualmente es solo mi trabajo y solo son juegos.
*ame - gen y sam hacia el altar
En unos minutos que más bien horas parecieron, mi estilista terminó de peinarme, y luego me agregó una flor blanca al cabello. Tras mirarme al espejo me di cuenta de que nunca había estado así de linda. Ni siquiera al haber salido de los Juegos, ni en la coronación, ni nada de eso. Otra cosa que ayudó a estar más linda que nunca, fue que quería estarlo. Las veces anteriores habían sido tristes, en cambio en esta hasta por mis ojos se traslucía esa alegría que me daba estar en aquel lugar. De todos modos, también estaba nerviosa. Muy nerviosa. Tras preguntarme mil veces por qué lo estaba, la misma respuesta vino a mi mente. Eso de que me iba a casar en aquel momento, que nunca jamás me habría imaginado estar en esa situación, vestida de blanco, pareciendo, podría decir, una princesa. La mayoría de las veces había sido más bien una guerrera.
Cuando me di cuenta que estaba completamente vestida, de pies a cabeza, tuve el impulso de pararme, juntar mis manos y voltear a ver a Genevieve. Abrí los ojos muy grandes y suspiré, nerviosa. - ¿Cuándo es? - Por un momento llegué a parecerme a una niña que está yendo a algún lado y quiere saber cuánto falta para al fin llegar a su destino. Suspiré una vez más. Por más de que en un momento había logrado conquistar mi nerviosismo, ahora estaba volviendo, y cada vez más fuerte a medida que el tiempo de ir al altar se acercaba. Justo cuando estaba por optar en tomar otra copa de... algo, Amethyst se me acercó, y emocionada dijo que ya era hora. Abrí los ojos aún más grandes y tomé aire, como nunca en mi vida había hecho.
- Oh, Dios. - Fue lo único que logré decir. - Me voy a casar. Me estoy por casar. ¿Cuándo pasó todo tan rápido? - Dije, exasperada. En mi interior seguían los elefantes corriendo, saltando, rebotando de aquí hacia allá, y mi corazón latía más que rápido. Suspiré para tomar aire otra vez. Debía calmarme. ¿Hacía cuanto que no había estado tan nerviosa como en aquel momento? Mi vista se volvió a dirigir a Amethyst cuando me habló. Mis pensamientos fueron callando, uno a uno, poco a poco, mientras la mejor amiga de Anthony me tranquilizaba. Sí, me estaba tranquilizando. La verdad que nunca me habría imaginado que ella sabría tanto sobre esto. Para mí, que ella tampoco sabía que lo hacía. Dejé que un último suspiro salga por mi boca, y tras esto lo único que salió de ella fue una sonrisa. Tomé su mano, y también la de Gen. - No sé por qué no me calmo de una vez, ya parezco histérica. - Le dije y le dirigí otra sonrisa. Era cierto. ¿Por qué estar nerviosa, si lo que estaba haciendo era lo mejor que podría haber imaginado alguna vez?
Salí de mi tienda de esa manera. La luz del sol inundó mis ojos, pero no me cegó, si no que me dio más valor por más extraño que suene. Le dirigí una última sonrisa a las dos chicas que me habían acompañado en todo ese camino y Gen me entregó el pequeño ramo de rosas blancas que debía llevar. Al principio de la alfombra que dirigía al altar, vi a mi padre. La última vez que lo había visto, habían sido solamente unas pocas semanas, aunque de todos modos parecía haber pasado una eternidad. Lo vi con una sonrisa amplia, como pocas veces lo había visto. Apenas llegué a su lado, tomó mi brazo y me dirigió hacia el altar.
Cuando él me dejó y se fue a sentar en la primera fila de asientos, por supuesto, mi atención se fijó en Anthony. Y de mi rostro no se pudo eliminar mi sonrisa nunca en todo ese tiempo. Cuando el padre hablaba, mis ojos seguían en Anthony, y cuando hizo "la pregunta" mis ojos también seguían en él. Y no tardé más de un milisegundo en responder. - Sí, acepto.
Cuando me di cuenta que estaba completamente vestida, de pies a cabeza, tuve el impulso de pararme, juntar mis manos y voltear a ver a Genevieve. Abrí los ojos muy grandes y suspiré, nerviosa. - ¿Cuándo es? - Por un momento llegué a parecerme a una niña que está yendo a algún lado y quiere saber cuánto falta para al fin llegar a su destino. Suspiré una vez más. Por más de que en un momento había logrado conquistar mi nerviosismo, ahora estaba volviendo, y cada vez más fuerte a medida que el tiempo de ir al altar se acercaba. Justo cuando estaba por optar en tomar otra copa de... algo, Amethyst se me acercó, y emocionada dijo que ya era hora. Abrí los ojos aún más grandes y tomé aire, como nunca en mi vida había hecho.
- Oh, Dios. - Fue lo único que logré decir. - Me voy a casar. Me estoy por casar. ¿Cuándo pasó todo tan rápido? - Dije, exasperada. En mi interior seguían los elefantes corriendo, saltando, rebotando de aquí hacia allá, y mi corazón latía más que rápido. Suspiré para tomar aire otra vez. Debía calmarme. ¿Hacía cuanto que no había estado tan nerviosa como en aquel momento? Mi vista se volvió a dirigir a Amethyst cuando me habló. Mis pensamientos fueron callando, uno a uno, poco a poco, mientras la mejor amiga de Anthony me tranquilizaba. Sí, me estaba tranquilizando. La verdad que nunca me habría imaginado que ella sabría tanto sobre esto. Para mí, que ella tampoco sabía que lo hacía. Dejé que un último suspiro salga por mi boca, y tras esto lo único que salió de ella fue una sonrisa. Tomé su mano, y también la de Gen. - No sé por qué no me calmo de una vez, ya parezco histérica. - Le dije y le dirigí otra sonrisa. Era cierto. ¿Por qué estar nerviosa, si lo que estaba haciendo era lo mejor que podría haber imaginado alguna vez?
Salí de mi tienda de esa manera. La luz del sol inundó mis ojos, pero no me cegó, si no que me dio más valor por más extraño que suene. Le dirigí una última sonrisa a las dos chicas que me habían acompañado en todo ese camino y Gen me entregó el pequeño ramo de rosas blancas que debía llevar. Al principio de la alfombra que dirigía al altar, vi a mi padre. La última vez que lo había visto, habían sido solamente unas pocas semanas, aunque de todos modos parecía haber pasado una eternidad. Lo vi con una sonrisa amplia, como pocas veces lo había visto. Apenas llegué a su lado, tomó mi brazo y me dirigió hacia el altar.
Cuando él me dejó y se fue a sentar en la primera fila de asientos, por supuesto, mi atención se fijó en Anthony. Y de mi rostro no se pudo eliminar mi sonrisa nunca en todo ese tiempo. Cuando el padre hablaba, mis ojos seguían en Anthony, y cuando hizo "la pregunta" mis ojos también seguían en él. Y no tardé más de un milisegundo en responder. - Sí, acepto.
Llevaba horas dentro de ese vestido que era el más bonito que había llevado hasta la fecha. En mi opinión era demasiado escotado, pero dejar que todo el mundo me "viera" parecía mi nueva misión. No importaba que el disimulado sostén llevara un increíble relleno, mostrarme como un pedazo de carne era lo primordial. - ¿Crees que debería ir? - Le pregunte a mi... a Owen, que llevaba listo casi desde la primera hora de la mañana y sin dejar de mirar mi emperifollado reflejo del gigantesco cristal que había en mi habitación. Soltar un suspiro tan triste como cargado de resignación fue inevitable. En verdad, no esperaba respuesta alguna. Bien sabíamos los dos que era lo correcto, lo que no y lo que debíamos hacer para evitar problemas.
- Vamos a esa boda, Samantha es una buena chica y no se merece un asiento vació- Sentencie al fin, como si esa fuera una razón de peso. Todo el mundo, incluida yo, sabía que mi lugar en un evento como ese no sería difícil de llenar, es más, era muy probable que, tan pronto como vieran que por cuestiones de tiempo no iba acudir a la cita, se lo dieran al primero que pasara por allí. No obstante, acudiría igual. - Además, seguro que ese millón de invitados no me dejarían vivir si les dejara sin ver esa nueva pajarita - Le sonreí mientras tomaba ese pequeño bolso de mano y me dirigía hacía la salida. Me detuve en seco, tenía la sensación de que me olvidaba de algo, aunque no podía decir el que. Busque en todas direcciones y cuando me dedique un rápido vistazo pude sentir como la sensación me golpeaba en la cara. En verdad, la tenía frente mis narices y no me gustaba nada - No necesito esto - Comente dando la espalda al que un día creí que fue mi inocente Sr. Miller y saque de mi escote un par de rellenos de silicona, esos que me habían puesto mis estilistas para hacer mi busto más exagerado. - Ya esta - Añadí más contenta una vez los lance por ahí.
Una vez fuera trate correr para llegar a tiempo, pero como había previsto la ceremonia ya había dado comienzo. Entre y me senté en cualquier banco para no llamar la atención.
- Vamos a esa boda, Samantha es una buena chica y no se merece un asiento vació- Sentencie al fin, como si esa fuera una razón de peso. Todo el mundo, incluida yo, sabía que mi lugar en un evento como ese no sería difícil de llenar, es más, era muy probable que, tan pronto como vieran que por cuestiones de tiempo no iba acudir a la cita, se lo dieran al primero que pasara por allí. No obstante, acudiría igual. - Además, seguro que ese millón de invitados no me dejarían vivir si les dejara sin ver esa nueva pajarita - Le sonreí mientras tomaba ese pequeño bolso de mano y me dirigía hacía la salida. Me detuve en seco, tenía la sensación de que me olvidaba de algo, aunque no podía decir el que. Busque en todas direcciones y cuando me dedique un rápido vistazo pude sentir como la sensación me golpeaba en la cara. En verdad, la tenía frente mis narices y no me gustaba nada - No necesito esto - Comente dando la espalda al que un día creí que fue mi inocente Sr. Miller y saque de mi escote un par de rellenos de silicona, esos que me habían puesto mis estilistas para hacer mi busto más exagerado. - Ya esta - Añadí más contenta una vez los lance por ahí.
Una vez fuera trate correr para llegar a tiempo, pero como había previsto la ceremonia ya había dado comienzo. Entre y me senté en cualquier banco para no llamar la atención.
Por si se lo preguntaban(?, escuché muchas canciones para inspirarme en esto así que escojan la que más les guste y léanlo con esa(? las que a mi más me ayudaron fueron I'm with you de mi tocaya la Avril Lavigne cx e Incomplete de Backstreet Boys
Escucho como las personas van llegando, las pisadas de los tacones carísimos de las mujeres y las voces de muchos que ni siquiera conozco, muchos consiguieron llegar por ser influyentes y porque no todos los días se ve la boda de un par de mentores ¿No?, quiero pensar que es eso y no que tengo una familia tan grande que nunca conocí hasta ahora. Me muerdo el labio y ando de un lado a otro, tronándome los dedos sabiendo que eso me jode las articulaciones, ¿Por qué estoy tan nervioso? esto es lo que quiero, es por lo que hice todo un rollo con Gen para poder hacerle una cena decente a Sam y ser… ¿Cómo se dice? Romántico, aunque no tuviera la menor idea de cómo podía llegar a serlo yo, el tío cerrado, el que quería matarse nada más llegó a la isla. Respiro hondo un par de veces y en cuanto veo el vaso de cristal y otro más con tequila tengo que morderme el interior de la mejilla para no acabarme toda la botella de un sopetón, por lo que me sirvo en el vaso ¾ y me lo bebo como si fuera agua, la garganta me arde, toso un par de veces y para cuando escucho que ha llegado la hora, quiero que el tiempo se detenga. La voz de Benedict apenas y me llega, no estoy muy seguro de lo que me ha dicho pero sólo sé que ya es hora de que salga puesto que Samantha ya está lista o porque los invitados ya no quieren esperar más. Si no fuera porque sé que estoy feliz, me sentiría como cuando entré a la arena, sin saber qué hacer y con una sola cosa en mente y aquí aunque eso no era mantenerme con vida, si era el mantenerme normal y no hacer ninguna estupidez hasta que ella dijera que sí, fácil ¿No?.
Sé que tanto Derian, como Andy y como Benedict están ahí para apoyarme y si no fuera por este último yo no hubiera sido capaz de salir por mí solo de la carpa, él me hace avanzar más rápido y lo único que hago es respirar hondo mientras trato de caminar con total normalidad tratando de no parecer un lento. El silencio se hace presente, las miradas se posan sobre mí, sobre mis padrinos y sobre cada movimiento que hacemos todos. Jamás había sentido tanta presión en mi vida, esto es mucho peor que cuando tuve que desfilar con mi compañera de distrito cuando fui tributo. “-Debes resistir Fenix, debes resistir-“ me repito una y otra vez. Cuando llegamos al altar, me detengo y siento como Ben choca conmigo, ahogo una risa pero no puedo evitar la sonrisa, creo que eso me ha ayudado a despejarme y ahora puedo ponerme de pie, recto con la mirada hacia frente de mí, excepto cuando la música se hace presente, veo a Gen, a Ame y finalmente del brazo de su padre a Sam, a mi Sam.
Todos los demás desaparecen, el sonido de los halagos y de la sorpresa de lo bella que se ve Sam, sonrío al verla porque, estoy a punto de casarme con la mujer más bella de todo NeoPanem. Cada paso que ella da acompañado de la marcha nupcial es para mí el inicio de una historia que no tiene final porque el amor tampoco lo tiene. Cruzo ambas manos delante de mí y espero, mirándola directamente a los ojos, tratando de decirle con la mirada que la amo, que la amo y que todo lo que pase hoy será el más grande y precioso recuerdo que yo pueda tener en la vida. Su padre la deja en mi mano la cual ya está tendida para tomarla, el contacto con su mano me hace sentir aquella descarga que sentí la primera vez que la besé. Ambos nos giramos hacia el sacerdote que no había notado ya estaba ahí y tras dedicarle una sonrisa cómplice a mi prometida, comenzó lo que probablemente cambiase mi vida por completo.
-Hermanos: nos hemos reunido aquí para celebrar la unión sagrada de Samantha Marie Hallyburton y Anthony James Fenix. Bienvenidos seáis todos, familiares y amigos.- después de eso, todo pasó tan rápido que mi mente se conectó de nuevo cuando llegó la hora de la verdad, el momento por el cual me había estado comiendo las uñas dentro de la carpa. -¿Samantha aceptas a Anthony como tu esposo? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?- mi corazón se detuvo, me congelé pro completo, le miré a los ojos los cuales no habían dejado de verme desde que ella había llegado a mi lado, apreté los labios y solté un suspiro de alivio que pareció un susurro cuando dijo que si, tras escuchar su respuesta el sacerdote se giró a mi e hizo la misma pregunta -¿Anthony aceptas a Samantha como tu esposa? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarla y respetarla todos los días de tu vida hasta que la muerte los separe?- respiré hondo y sin rodeos –Sí, acepto- Los anillos se hicieron presentes, posados en las manos de Amethyst quien sostenía el pequeño cojín con una sonrisa, la cual le correspondí de la misma manera, el sacerdote tras terminar de hablar nos dijo que era hora de colocarnos los anillos. Tomé el de Samantha, que era el más delgado de los que había sobre el cojín, tomé su mano izquierda y deslicé el anillo por su dedo anular mientras, susurraba sólo para ella el juramento que yo –Recibe este anillo, como muestra de mi amor y de mi fidelidad, como un recuerdo de que siempre que me necesites estaré contigo de que somos un equipo, uno en el que no está permitido rendirse ante nada, que si uno cae el otro estará para ayudarle a levantarse y a seguir adelante. Te amo y siempre lo voy a hacer-.
El anillo en mi mano y la voz del sacerdote diciendo que ya puedo besar a la novia, acompañado de un -los declaro marido y mujer- hacen que la tensión se vaya, lo he logrado ¡Lo he logrado! Miro a Sam y la cerco a mi antes de depositar un beso en sus labios que tras los aplausos termino para que ambos, podamos salir del altar.
La ceremonia ha finalizado, por lo que todos ya pueden comenzar a interactuar con los demás en la fiesta. La boda se cierra el 30 y ya son completamente libres de ponerse ebrios y comer de todo.
NO SE OLVIDEN DEL REGALO PARA LOS NOVIOS ¿Creían que las invitaciones eran porque querían ver sus lindas caras? XDDDDDDD
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Tomaba nota y revisaba que ningún sospechoso se adentrara en la fiesta, miraba a cada persona que pasaba a su lado y la estudiaba de arriba abajo; desde la punta del cabello hasta los resplandecientes zapatos o tacones que le causaban tanta envidia mientras yo me moría de calor dentro del traje de agente de la paz; suspire, ese era mi gran trabajo. Cuando termino la llegada de invitados me mandaron a la recepción donde vi un poco de cerca la boda y me mordía el labio con una determinada fuerza estando ahí parada mientras escuchaba todo lo que decían y me ponía a pensar en lo rara que me sentía estar ahí; ¿Por qué casarse, por qué no vivir en unión libre, por qué no seguir así?; quizá me sentía así porque recordaba que mis padres me querían casar, querían que yo estuviera así algún día con algún capitoliano de familia importante, vaya tontería, yo jamás me casaría y mucho menos con tanta gente.
Termino la boda y nos dijeron que nos divirtiéramos un momento, solté risitas recordando lo que le dije a mi padre sobre atragantarme con pastel que a final de cuentas si me darían, era bastante gracioso- Quizá si tenga que tener cuidado- me reí mientras me quitaba el casco y solté mi cabello para acomodarlo, vi a Nova de lejos sin casco y me acerque a ella- ¡Hey, chica! ¿Qué te pareció la boda?- sonreí y me desenrede el cabello con una mano mientras que con la otra tomaba el casco con fuerza para que no se cayera ― detestaba que el casco rodara por el suelo porque era aprendiz ― me mordí el labio cuando estaba suelto mi cabello y apreté los labios para darles color- ¿Tu novio te va a sacar a bailar?- alce las cejas y justo en ese momento llego Andrew para hacer lo que acababa de decir. Vaya día. Sirvieron un poco de pastel y robe un plato para comenzar a comer despacio, amaba el pastel.
La fiesta no era precisamente lo más divertido del mundo, era eso o era mi falta de humor y diversión, mi falta de carácter, mire a todos bailar y divertirse y de algún momento me sentí feliz por ellos; si, estaba un poco loca; no paraba de comer y continuaba viendo a la gente divertirse.
Termino la boda y nos dijeron que nos divirtiéramos un momento, solté risitas recordando lo que le dije a mi padre sobre atragantarme con pastel que a final de cuentas si me darían, era bastante gracioso- Quizá si tenga que tener cuidado- me reí mientras me quitaba el casco y solté mi cabello para acomodarlo, vi a Nova de lejos sin casco y me acerque a ella- ¡Hey, chica! ¿Qué te pareció la boda?- sonreí y me desenrede el cabello con una mano mientras que con la otra tomaba el casco con fuerza para que no se cayera ― detestaba que el casco rodara por el suelo porque era aprendiz ― me mordí el labio cuando estaba suelto mi cabello y apreté los labios para darles color- ¿Tu novio te va a sacar a bailar?- alce las cejas y justo en ese momento llego Andrew para hacer lo que acababa de decir. Vaya día. Sirvieron un poco de pastel y robe un plato para comenzar a comer despacio, amaba el pastel.
La fiesta no era precisamente lo más divertido del mundo, era eso o era mi falta de humor y diversión, mi falta de carácter, mire a todos bailar y divertirse y de algún momento me sentí feliz por ellos; si, estaba un poco loca; no paraba de comer y continuaba viendo a la gente divertirse.
No puedo creer que enserio haya venido, quiero decir no he visto a Anthony ¿desde hace cuanto?, respiro hondo para no tener que levantarme e irme, dejando el regalo en las manos de cualquier persona que se cruzara en mi camino, venir solo fue una mala idea aunque no es como si tuviera a alguien con quien venir, luego las chicas malinterpretan las cosas y creen que porque las invitas a una boda la siguiente a la que asistirán será la de ella en donde tú eres el novio. Respiro profundamente antes de si quiera intentar ponerme de pie, pero supongo que por suerte llega alguien que me resulta conocida, me giro impresionado a verla mientras escucho su historia bastante graciosa, sonrío y asiento un par de veces -Soy mejor opción que dos viejos gordos y arrugados, vaya me siento halagado- bromeo -Y la verdad es que no espero a nadie, decidí que sería bueno.. ya sabes ligarme a una de las madrinas- la verdad es que no tengo la menor idea de quienes vayan a ser sus madrinas, ni siquiera sé quienes son sus amigos ahora, cosa que me incomoda recordándome que quizá debía quedarme en casa y mandar mis felicitaciones con un regalo luego.
No me percato de que todos ya están acomodado y que el novio con sus padrinos se hacen presentes para cuando la música empieza a sonar, las madrinas entran, por lo que no puedo no reírme por lo bajo pensando en lo último que le dije a Eveline -Cambio de planes- susurro a su oído cuando veo a la niña de ¿Catorce? que va delante de una de las mentoras. Todos parecen asombrados por ello, no puedo negar que la novia se ve preciosa pero no me imagino el porqué se casaron tan pronto, o quizá no tan pronto, quien sabe.
La ceremonia termina y yo me levanto de la silla para aplaudir a ambos que ahora ya se han firmado su sentencia de muerte. Me acomodo el saco y miro a Eveline de reojo, no me la había imaginado en un vestido pero sinceramente se ve tan bien como con el uniforme y probablemente hasta mejor -Bueno señorita, es hora de irnos de fiesta- le extiendo el brazo para que lo tome y ambos vayamos a sentarnos o a hacer algo más entretenido que escuchar las tonterías de los Capitolianos, avanzamos hasta una mesa de bebidas y rápidamente tomo una de color azul la cual al darle el primer trago encuentro que es vodka con moras azules, tomo otra parecida y se la tiendo -Espero que no se les haya ocurrido sentarme con un montón de mujeres solteronas- digo casi en un susurro.
No me percato de que todos ya están acomodado y que el novio con sus padrinos se hacen presentes para cuando la música empieza a sonar, las madrinas entran, por lo que no puedo no reírme por lo bajo pensando en lo último que le dije a Eveline -Cambio de planes- susurro a su oído cuando veo a la niña de ¿Catorce? que va delante de una de las mentoras. Todos parecen asombrados por ello, no puedo negar que la novia se ve preciosa pero no me imagino el porqué se casaron tan pronto, o quizá no tan pronto, quien sabe.
La ceremonia termina y yo me levanto de la silla para aplaudir a ambos que ahora ya se han firmado su sentencia de muerte. Me acomodo el saco y miro a Eveline de reojo, no me la había imaginado en un vestido pero sinceramente se ve tan bien como con el uniforme y probablemente hasta mejor -Bueno señorita, es hora de irnos de fiesta- le extiendo el brazo para que lo tome y ambos vayamos a sentarnos o a hacer algo más entretenido que escuchar las tonterías de los Capitolianos, avanzamos hasta una mesa de bebidas y rápidamente tomo una de color azul la cual al darle el primer trago encuentro que es vodka con moras azules, tomo otra parecida y se la tiendo -Espero que no se les haya ocurrido sentarme con un montón de mujeres solteronas- digo casi en un susurro.
La boda se desarrolla con total tranquilidad y en más de una ocasión me parece escuchar a alguien sollozando entre la multitud, por lo que tengo que morderme los labios para no dejar salir la risa que se me quiere escapar a cada rato ante tanto sentimentalismo. La verdad es que me siento un muñeco de torta, y ni hablar de que no tengo nada más que hacer que quedarme parado, así que cuando la dama de honor más joven se acerca con los anillos para darle ese “toque” a la ceremonia, me siento realmente aliviado. Suspiro en el momento en el cual los novios se besan (lo que se disimula bastante entre los suspiritos de emoción de algunos presentes) y me sumo a los aplausos y lo festejos, mientras veo como todo el mundo parece ponerse de pie. Pico a Anthony en la espalda para que me preste atención un momento y no me demoro en darle un abrazo fugaz, con golpes en la espalda incluidos – Felicidades. De verdad- le digo, de todo corazón. Lo que me guardo es que lo envidio un poquito, porque es la primera persona que conozco en mucho tiempo, que tiene algo que de verdad merece ser festejado.
Como todo el mundo se va acercando para felicitar a la feliz pareja, me veo obligado a despegarme de ellos y me salgo del altar, dando unos pasos hacia atrás y, al final, me encojo un poco y comienzo a deslizarme entre las personas para abandonar el desastre del gentío. Me sacudo el saco como si hubiese sufrido algún accidente o algo así, aunque sigue intacto, y cuando doy dos pasos hacia la carpa donde se va a desarrollar la fiesta tengo que detenerme cuando una luz me explota básicamente en toda la cara. Parpadeo y me froto los nudillos cuando me doy cuenta de que ha sido un fotógrafo, quien me palmea un hombro y se va corriendo a tener las mejores tomas de los protagonistas de la fecha; niego con la cabeza y sigo con mi camino. La fiesta pinta ser tan elegante que, por un momento, tanto blanco me desconcierta. Un avox me ofrece una copa con alguna bebida clara a la cual olfateo, notando un aroma dulzón que, sospecho, contiene algo de alcohol. Da igual. Le doy un pequeño sorbo y el sabor inunda mi paladar; en un principio me resulta asqueroso y hago muequitas, pero cuando pasa la primera impresión, no está tan mal. No está nada mal.
Voy por la mitad de la copa, parado en un rincón de la fiesta mientras todo el mundo comienza a desparramarse, y cuando bajo la bebida me percato de que hay alguien mirándome. Es la dama de honor, la chica gritona. Me relamo los labios y alzo la copa hacia ella, en un saludo algo torpe – Lamento mucho la interrupción de hoy – comento. Lo dudo un momento, pero me giro para buscar la bandeja con el resto de las bebidas y se la señalo con un movimiento de la cabeza que pretende ser casual - ¿quieres un poco o… no te dejan beber? Soy Ben – le extiendo la mano para estrechársela a modo de presentación y, a decir verdad, flaquea un poco porque no estoy muy seguro de si así debería presentarme a una niña. Pero bueno, creo que es la única persona aquí dispuesta a hablarme.
Como todo el mundo se va acercando para felicitar a la feliz pareja, me veo obligado a despegarme de ellos y me salgo del altar, dando unos pasos hacia atrás y, al final, me encojo un poco y comienzo a deslizarme entre las personas para abandonar el desastre del gentío. Me sacudo el saco como si hubiese sufrido algún accidente o algo así, aunque sigue intacto, y cuando doy dos pasos hacia la carpa donde se va a desarrollar la fiesta tengo que detenerme cuando una luz me explota básicamente en toda la cara. Parpadeo y me froto los nudillos cuando me doy cuenta de que ha sido un fotógrafo, quien me palmea un hombro y se va corriendo a tener las mejores tomas de los protagonistas de la fecha; niego con la cabeza y sigo con mi camino. La fiesta pinta ser tan elegante que, por un momento, tanto blanco me desconcierta. Un avox me ofrece una copa con alguna bebida clara a la cual olfateo, notando un aroma dulzón que, sospecho, contiene algo de alcohol. Da igual. Le doy un pequeño sorbo y el sabor inunda mi paladar; en un principio me resulta asqueroso y hago muequitas, pero cuando pasa la primera impresión, no está tan mal. No está nada mal.
Voy por la mitad de la copa, parado en un rincón de la fiesta mientras todo el mundo comienza a desparramarse, y cuando bajo la bebida me percato de que hay alguien mirándome. Es la dama de honor, la chica gritona. Me relamo los labios y alzo la copa hacia ella, en un saludo algo torpe – Lamento mucho la interrupción de hoy – comento. Lo dudo un momento, pero me giro para buscar la bandeja con el resto de las bebidas y se la señalo con un movimiento de la cabeza que pretende ser casual - ¿quieres un poco o… no te dejan beber? Soy Ben – le extiendo la mano para estrechársela a modo de presentación y, a decir verdad, flaquea un poco porque no estoy muy seguro de si así debería presentarme a una niña. Pero bueno, creo que es la única persona aquí dispuesta a hablarme.
Le miro un instante cuando menciona a la madrina y luego miro hacia el lugar donde el cura espera con el novio y sus acompañantes. Las damas de honor no tardan en salir, lo que me hace soltar una risa. - Como no te líes con una de 12 años o una de 50... así que te van los extremos, eh Santiago - Me meto con él un rato mientras la ceremonia transcurre con total naturalidad. Escucho los llantos de algunos y no puedo evitar un suspiro. Hace menos de dos días se supone que yo también iba a estar ahí, parada y esperando a pasar el resto de mi vida con el hombre que creía perfecto para mi; pero entonces las cosas cambiaron y ahora ni siquiera estoy seguro de que sea perfecto para mi, no si se comporta de esa manera tan salvaje a veces.
Me pierdo parte de la ceremonia y son los aplausos los que me devuelven la razón. Me levanto y aplaudo por acto reflejo, porque todos los están haciendo y procuro sonreír. Hoy vine a olvidarme de todo, incluso de que la persona que creía conocer mejor en el mundo, de repente es un desconocido para mi. Tomo la mano que me ofrece caballerosamente y acomodo parte de mi vestido por acto reflejo. - Eso suena tentador. Además ¿A que viene uno a las bodas si no es por la fiesta? - Me apetece ser irónica un rato mientras nos encaminamos hacia el lugar al que se están marchando todos. Observo la bebida que toma con curiosidad, esperando a que haga alguna clase de gesto que me indique si coger lo mismo o probar algo mejor.
Al final es él quien escoge por mi algo parecido a lo azul, y al probarlo noto un cierto sabor amargo que me recuerda el sabor del whisky. - ¿Por qué? si estas soltero te habrán sentado con algunas. Ya sabes, todos los que se casantienen esa extraña manía de que todo el mundo debería estar casado también. - En ese momento estás tan feliz que nada vuelve a ser igual. Al menos así me sentía, todos esos sentimientos están ahora tan lejanos que no entiendo si quiera la estupidez de que se casen. Tomo su bebida, y se la cambio por la mía para probarla. A pesar de que ambas son de colores parecidos, son diferentes. - mmm Vodka. Esto está mejor. Si me permites, te la pienso robar. - Agarro su mano entre una de las mías sosteniendo con otra la bebida, y lo llevo hacia la pista de baile, después dejo la mano que sostengo sobre mi cintura, me giro de frente, pongo ambas manos sobre sus hombros manteniendo siempre la bebida en equilibrio para no derrarmarla mientras nos movemos al lento son de la música que han puesto. - Y dime, ¿de qué conoces a los novios?
Me pierdo parte de la ceremonia y son los aplausos los que me devuelven la razón. Me levanto y aplaudo por acto reflejo, porque todos los están haciendo y procuro sonreír. Hoy vine a olvidarme de todo, incluso de que la persona que creía conocer mejor en el mundo, de repente es un desconocido para mi. Tomo la mano que me ofrece caballerosamente y acomodo parte de mi vestido por acto reflejo. - Eso suena tentador. Además ¿A que viene uno a las bodas si no es por la fiesta? - Me apetece ser irónica un rato mientras nos encaminamos hacia el lugar al que se están marchando todos. Observo la bebida que toma con curiosidad, esperando a que haga alguna clase de gesto que me indique si coger lo mismo o probar algo mejor.
Al final es él quien escoge por mi algo parecido a lo azul, y al probarlo noto un cierto sabor amargo que me recuerda el sabor del whisky. - ¿Por qué? si estas soltero te habrán sentado con algunas. Ya sabes, todos los que se casantienen esa extraña manía de que todo el mundo debería estar casado también. - En ese momento estás tan feliz que nada vuelve a ser igual. Al menos así me sentía, todos esos sentimientos están ahora tan lejanos que no entiendo si quiera la estupidez de que se casen. Tomo su bebida, y se la cambio por la mía para probarla. A pesar de que ambas son de colores parecidos, son diferentes. - mmm Vodka. Esto está mejor. Si me permites, te la pienso robar. - Agarro su mano entre una de las mías sosteniendo con otra la bebida, y lo llevo hacia la pista de baile, después dejo la mano que sostengo sobre mi cintura, me giro de frente, pongo ambas manos sobre sus hombros manteniendo siempre la bebida en equilibrio para no derrarmarla mientras nos movemos al lento son de la música que han puesto. - Y dime, ¿de qué conoces a los novios?
Conforme transcurre la boda me voy sintiendo mas calmada, es decir, estaba histérica esta mañana aunque no me casara yo, tan histérica que era incapaz de ingerir absolutamente ningún tipo de alimento, por lo cual me salté el desayuno y apenas comí a medio día, además de por la paranoia de no caber luego en mi vestido. Mientras estoy parada, con las flores en la mano y esperando a que acabe la ceremonia me doy cuenta de que hoy he tenido muchos arranques de chica. Es decir, ni siquiera aunque comiese 100kg de comida hoy mismo y en un solo instante, me soplaría ipsofacto como si fuese un globo; primero tiene que digerir mi cuerpo la comida y blablabla y guardar de reserva todo lo que comí demás. Eso es algo que me sé tan de memoria que ahora me siento estúpida de pensar en que no quería comer por miedo a que no me cupiera el vestido después.
Entre todas las cosas bonitas que se dicen tengo ganas de llorar, pero me da un poco de vergüenza así que me aguanto. A veces da miedo crecer, recuerdo que Anthony y yo éramos pequeños hace, lo que parece tan solo, un par de días, y ahora se está casando. Me pongo a aplaudir como la que más, e incluso algunas de las flores se caen al suelo. Todos se levantan para venir a felicitarle y después de que nos hemos arrebuchinado todos en medio empiezo a sentirme un poco estúpida porque estoy siendo aplastada por miles de cuerpos y brazos. - Tony! Tony! - Apenas puedo abrazarle a él un rato y a Samantha otro porque viene más gente deseosos de eso, así que decido que como Samantha ahora es también parte de nuestra familia (porque si, Anthony lo era ya) puedo esperar para hablar con ella.
Salgo de entre el gentío abriéndome paso a golpes, literalmente, y trastabillo cayendo contra mi abuelo que siempre tiene la suerte de estar donde más le necesito. - Es una locura, abu... - Estoy por contarle mi odisea de intentar felicitar a los novios por su boda y luego de intentar escapar del gentío cuando me dicen que se marchan. - ¿Ya nos vamos? - Corrigen. Ese "nos" vamos, no me incluye a mi. Mi abu no se siente bien, y como hace menos de un par de meses sufrió un infarto, siempre que no se siente bien aunque solo sea que está cansado, lo llevamos a casa. Asiento y prometo portarme bien, después se van a avisarle a Anthony que me quedo un rato con él por aquí, aunque repentinamente también quiero irme; a mi abuela no le parece justo porque es un día especial para Anthony y yo soy todo lo que tiene. Bueno... parte de todo lo que tiene.
Suspiro y voy hacia las mesas de las comidas, comiendo un canapé, luego otro, luego otro. Entre más como más me doy cuenta de que tengo hambre. Voy por el quinto o sexto, desde empecé a meterme de a dos en dos cuando veo a Benedict en la misma mesa que yo. Dejo hasta de respirar, lo cual con comida en la boca no es muy buena idea. En cuanto levanta su mirada hacia la mía abro mucho los ojos de la sorpresa. Menuda verguenza. Una celebridad va a verme con la boca llena. Casi olvido que tengo la boca llena cuando me ofrece de beber e intento contestar, lo cual acaba conmigo atragantándome. Escupo parte del contenido de mi boca en una servilleta y por suerte acabo de comerme el resto. - Dios... que daño - Me doy un par de golpes en el pecho y le miro roja como un tomate, pero todo lo orgullosa que puedo. - Claro que me dejan beber! - Estoy ligeramente indignada. - Tengo quince años. Ya sé que no lo parece. - Exclamo con algo de fastidio agarrando una de las copas que señaló y luego acomodando los brazos en posturas raras para cubrirme los pechos porque seguro que por eso cree que soy más chica que él. Ya sé que tengo pechos pequeños, soy una escuálida y estoy acomplejada por ello. - ¿Hay alguien que no sepa quien eres?- Escupo como si presentarse estuviera tan de más, que fuese algo que podría obviarse. De todas maneras miro su mano, luego a él, y me siento rara. Siempre me he sentido rara estrechando tan formalmente la mano de alguien. Después de un rato lo hago. - Yo soy Amethyst. Soy... bueno, Anthony es... - Miro hacia donde está ahora rodeado de gente, y vuelvo a Benedict. - Yo soy su... amiga. Ya sabes. De esos que acaban siendo amigos por condiciones geográficas. - Hago un chiste sobre geografía inconscientemente y me río de él, luego me aclaro la garganta fingir que no me he reído y palio lo violenta que me siento bebiendo un poco de mi copa.
Gran error. Eso tenia que ser lejía o algo porque en cuanto baja por mi garganta me provoca un ataque de tos asesina.
Entre todas las cosas bonitas que se dicen tengo ganas de llorar, pero me da un poco de vergüenza así que me aguanto. A veces da miedo crecer, recuerdo que Anthony y yo éramos pequeños hace, lo que parece tan solo, un par de días, y ahora se está casando. Me pongo a aplaudir como la que más, e incluso algunas de las flores se caen al suelo. Todos se levantan para venir a felicitarle y después de que nos hemos arrebuchinado todos en medio empiezo a sentirme un poco estúpida porque estoy siendo aplastada por miles de cuerpos y brazos. - Tony! Tony! - Apenas puedo abrazarle a él un rato y a Samantha otro porque viene más gente deseosos de eso, así que decido que como Samantha ahora es también parte de nuestra familia (porque si, Anthony lo era ya) puedo esperar para hablar con ella.
Salgo de entre el gentío abriéndome paso a golpes, literalmente, y trastabillo cayendo contra mi abuelo que siempre tiene la suerte de estar donde más le necesito. - Es una locura, abu... - Estoy por contarle mi odisea de intentar felicitar a los novios por su boda y luego de intentar escapar del gentío cuando me dicen que se marchan. - ¿Ya nos vamos? - Corrigen. Ese "nos" vamos, no me incluye a mi. Mi abu no se siente bien, y como hace menos de un par de meses sufrió un infarto, siempre que no se siente bien aunque solo sea que está cansado, lo llevamos a casa. Asiento y prometo portarme bien, después se van a avisarle a Anthony que me quedo un rato con él por aquí, aunque repentinamente también quiero irme; a mi abuela no le parece justo porque es un día especial para Anthony y yo soy todo lo que tiene. Bueno... parte de todo lo que tiene.
Suspiro y voy hacia las mesas de las comidas, comiendo un canapé, luego otro, luego otro. Entre más como más me doy cuenta de que tengo hambre. Voy por el quinto o sexto, desde empecé a meterme de a dos en dos cuando veo a Benedict en la misma mesa que yo. Dejo hasta de respirar, lo cual con comida en la boca no es muy buena idea. En cuanto levanta su mirada hacia la mía abro mucho los ojos de la sorpresa. Menuda verguenza. Una celebridad va a verme con la boca llena. Casi olvido que tengo la boca llena cuando me ofrece de beber e intento contestar, lo cual acaba conmigo atragantándome. Escupo parte del contenido de mi boca en una servilleta y por suerte acabo de comerme el resto. - Dios... que daño - Me doy un par de golpes en el pecho y le miro roja como un tomate, pero todo lo orgullosa que puedo. - Claro que me dejan beber! - Estoy ligeramente indignada. - Tengo quince años. Ya sé que no lo parece. - Exclamo con algo de fastidio agarrando una de las copas que señaló y luego acomodando los brazos en posturas raras para cubrirme los pechos porque seguro que por eso cree que soy más chica que él. Ya sé que tengo pechos pequeños, soy una escuálida y estoy acomplejada por ello. - ¿Hay alguien que no sepa quien eres?- Escupo como si presentarse estuviera tan de más, que fuese algo que podría obviarse. De todas maneras miro su mano, luego a él, y me siento rara. Siempre me he sentido rara estrechando tan formalmente la mano de alguien. Después de un rato lo hago. - Yo soy Amethyst. Soy... bueno, Anthony es... - Miro hacia donde está ahora rodeado de gente, y vuelvo a Benedict. - Yo soy su... amiga. Ya sabes. De esos que acaban siendo amigos por condiciones geográficas. - Hago un chiste sobre geografía inconscientemente y me río de él, luego me aclaro la garganta fingir que no me he reído y palio lo violenta que me siento bebiendo un poco de mi copa.
Gran error. Eso tenia que ser lejía o algo porque en cuanto baja por mi garganta me provoca un ataque de tos asesina.
Me sigo riendo por un rato debido a su broma, la verdad es que mi comentario había salido random, porque muchas veces eso lo dicen en las pelis ¿No?, sólo que en las pelis las bodas no son de mentores, y casi siempre las novias tienen amigas buenorras con las cuales te podías liar sin problemas, pero en esta ocasión mis opciones eran limitadas y no tenía en mente ser pedófilo. -La verdad es que en esa mesa normalmente mandan a las solteronas de más de treinta y a mis gustos las prefiero más jóvenes- Para cuando toma mi bebida y me da la suya a cambio, -Aunque no te lo permitiera, si me la robaras no tendría opción y ahora que lo veo no la tengo- hago una cara de enfado poco creíble ya que no me importa mucho por lo que me paso de un trago rápido el que me dio antes de sentir como me toma de la mano y me lleva a la pista de baile sin siquiera dejarme reclamar que no se bailar, aunque eso sería una mentira.
Poso las manos donde ella las deja y carraspeo un poco la garganta, comenzando a moverme con ella al ritmo de la música, siendo yo quien marque el paso -Anthony, sólo lo conozco a él- comienzo a decir mientras avanzo un tanto más, la verdad es que a mi nunca me gustaron las canciones lentas pero debía admitir que ahora comenzaba a cogerles el gusto -Fuimos buenos amigos antes de que lo enviaran a la arena, perdí contacto con el desde entonces por lo que no me explico muy bien el qué hago aquí.. yo cuando iba al distrito tres pasaba horas entrenando con el, aunque más que diversión, era una pequeña rivalidad que teníamos- me encojo levemente de hombros y paso la vista de ella hacia la pareja de novios, se ven tan felices que no me puedo imaginar a nadie arruinándoles el momento ahora -¿Y qué me dices tu? ¿Eres la hermana no reconocida de la novia?- bromeo acompañando la broma de una risa.
Poso las manos donde ella las deja y carraspeo un poco la garganta, comenzando a moverme con ella al ritmo de la música, siendo yo quien marque el paso -Anthony, sólo lo conozco a él- comienzo a decir mientras avanzo un tanto más, la verdad es que a mi nunca me gustaron las canciones lentas pero debía admitir que ahora comenzaba a cogerles el gusto -Fuimos buenos amigos antes de que lo enviaran a la arena, perdí contacto con el desde entonces por lo que no me explico muy bien el qué hago aquí.. yo cuando iba al distrito tres pasaba horas entrenando con el, aunque más que diversión, era una pequeña rivalidad que teníamos- me encojo levemente de hombros y paso la vista de ella hacia la pareja de novios, se ven tan felices que no me puedo imaginar a nadie arruinándoles el momento ahora -¿Y qué me dices tu? ¿Eres la hermana no reconocida de la novia?- bromeo acompañando la broma de una risa.
La chica se atraganta hasta el punto que, por un momento, tengo el impulso de darle algunas palmaditas en la espalda, pero porque no la conozco demasiado o porque ella parece recuperarse solita, no lo hago. Se enrojece como un tomate y, para fingir que no me doy cuenta, miro hacia cualquier otro lado, hasta que me vista se posa en las flores que se encuentran en la mesa principal; son demasiado demasiado,y estoy casi seguro de que si las olfateo, voy a comenzar a estornudar. Sea como sea, ella refuta que tiene quince años de una manera tan ofendida que casi pienso que va a golpearme, por lo que regreso la vista a ella con sorpresa justo a tiempo para ver como comienza a acomodar sus brazos de un modo algo torpe, hasta que me doy cuenta que se está intentando cubrir los pechos, o lo que sea que tenga. Y entonces me doy cuenta de que le estoy mirando los pechos yo, y le doy otro enorme trago a mi bebida para disimular.
¿Hay alguien aquí que no sepa quién soy? Me hago la misma pregunta para mis adentros y es bastante fastidioso darme cuenta de que tiene razón en ese pequeño punto – Bueno, es que… bueno… ya sabes. Formalidades – me siento un estúpido y estoy por apartar la mano, pero ella la toma justo a tiempo y la estrecha con firmeza. La sacudo un momento y la suelto, juntando ambas manos alrededor de la copa fría que sostengo, e intento reírme de su chiste aunque la verdad es que no me causó gracia o realmente no lo entendí, así que creo que he quedado con una media sonrisa un poco tonta en plena cara – creí que venías por parte de la novia, como eres dama de honor… - me encojo de hombros y no digo nada más porque rápidamente, ella se pone a toser como si hubiese probado la cosa más asquerosa que alguna vez le tocó la lengua. No lo pienso demasiado y me acerco un poco para poder palmearle la espalda de un modo algo escandaloso, pero creo que funciona porque no tarda en dejar de toser, aunque su cara se encuentra algo roja y sus ojos se volvieron llorosos como siempre sucede cuando te atragantas – deberías beber algo para pasarlo. Ten – le ofrezco mi propia copa, y chasco la lengua porque sé lo que va a pensar – tiene alcohol pero es suave. Si yo pude pasarlo sin problemas, tú también podrás.
Como arte de magia, otro avox pasa cerca de nosotros y me ofrece otra copa, esta vez de un color azul eléctrico bastante llamativo; una vocecita me repite el consejo de que no he comido absolutamente nada en todo el día, pero la otra vocecita me dice que el color azul es mi favorito y que no debe estar tan mal al menos probarlo. Sea como sea, me hago con el vaso delgado y largo, que incluso tiene un sorbete, y le doy una probada. Esto sí me gusta. Doy otro sorbito y se lo enseño a mi acompañante – deberías probarlo, está buenísimo – le comento, mordisqueando la punta del sorbete, de modo que mi voz sale un poco ahogada. Otro traguito – así que… ¿te gustó la boda o te pareció muy… cursi? – revoleo mis ojos como si todo este asunto del amor fuese realmente un fastidio, aunque en parte, no lo es tanto. Solo a veces. De tan solo pensarlo, me apresuro a beber hasta la mitad del vaso. Si Amelie me ve, estoy seguro de que va a matarme.
¿Hay alguien aquí que no sepa quién soy? Me hago la misma pregunta para mis adentros y es bastante fastidioso darme cuenta de que tiene razón en ese pequeño punto – Bueno, es que… bueno… ya sabes. Formalidades – me siento un estúpido y estoy por apartar la mano, pero ella la toma justo a tiempo y la estrecha con firmeza. La sacudo un momento y la suelto, juntando ambas manos alrededor de la copa fría que sostengo, e intento reírme de su chiste aunque la verdad es que no me causó gracia o realmente no lo entendí, así que creo que he quedado con una media sonrisa un poco tonta en plena cara – creí que venías por parte de la novia, como eres dama de honor… - me encojo de hombros y no digo nada más porque rápidamente, ella se pone a toser como si hubiese probado la cosa más asquerosa que alguna vez le tocó la lengua. No lo pienso demasiado y me acerco un poco para poder palmearle la espalda de un modo algo escandaloso, pero creo que funciona porque no tarda en dejar de toser, aunque su cara se encuentra algo roja y sus ojos se volvieron llorosos como siempre sucede cuando te atragantas – deberías beber algo para pasarlo. Ten – le ofrezco mi propia copa, y chasco la lengua porque sé lo que va a pensar – tiene alcohol pero es suave. Si yo pude pasarlo sin problemas, tú también podrás.
Como arte de magia, otro avox pasa cerca de nosotros y me ofrece otra copa, esta vez de un color azul eléctrico bastante llamativo; una vocecita me repite el consejo de que no he comido absolutamente nada en todo el día, pero la otra vocecita me dice que el color azul es mi favorito y que no debe estar tan mal al menos probarlo. Sea como sea, me hago con el vaso delgado y largo, que incluso tiene un sorbete, y le doy una probada. Esto sí me gusta. Doy otro sorbito y se lo enseño a mi acompañante – deberías probarlo, está buenísimo – le comento, mordisqueando la punta del sorbete, de modo que mi voz sale un poco ahogada. Otro traguito – así que… ¿te gustó la boda o te pareció muy… cursi? – revoleo mis ojos como si todo este asunto del amor fuese realmente un fastidio, aunque en parte, no lo es tanto. Solo a veces. De tan solo pensarlo, me apresuro a beber hasta la mitad del vaso. Si Amelie me ve, estoy seguro de que va a matarme.
Miro a los novios desde donde estoy cuando dice que conoce a uno de ellos y escucho su historia riendo ante lo de la rivalidad. Siempre hay una rivalidad en alguna parte cuando se trata de hombres, no sé que tienen que se pasan la vida compitiendo por quien es mejor en qué, quien se acusta con más tías o quien la tiene mas grande. - Hombres - Ironizo, como si raelmente me importara que estuvieran discutiendo todo el rato. En realidad eso me hace mucha gracia, especialmente cuando viajamos fuera de cacería y Abraham y Jordan están, cada uno a su manera, demostrando ser mejor que el otro. De vez en cuando le doy un sorbo al vaso de alcohol y cuando acabo, lo arrugo entre mis brazos y tiro por ahí, en la lejanía, limitándome a apuntar y a desear que caiga donde nadie lo vea. No me apetece ir a buscar un sitio donde dejarlo o a un Avox que se lo lleve.
Mientras mas pienso en las cosas de familia que hemos vivido lo últimos años, más melancólica me pongo. Pero esta vez no puedo ceder, soy yo quien tiene razón y debo mantenerme firme. - Ojalá. Me gustaría tener una hermana. Ya sabes, con la que pelearme por la ropa y eso. Pero tengo un hermano que es idiota. Solo idiota. - Puntualizo el insulto para que quede claro que no me apetece hablar en absoluto de él. - Yo... bueno, no lo sé. No sé como he terminado aquí. - En realidad no los conozco, es Abraham el que los conoce, yo solo me he colado aquí con su invitación y traído a una traidora que me dejó tirada por las primeras piernas bonitas que pasaron por delante.
Chasco la lengua. - Vine con alguien, pero se ha ido por ahí a... no se, conseguir un marido rico supongo. - Maldita desagradecida. - En las bodas las mujeres salen locas. Se obsesionan con estar viejas, creer que ya no pueden casarse si no encuentran a alguien hoy y... - Hago un gesto con mi mano que él no ve, porque siguen detrás de él. - Ya sabes, esas cosas de solteronas de 30 años que van cazando culitos como el tuyo - bromeo.
Mientras mas pienso en las cosas de familia que hemos vivido lo últimos años, más melancólica me pongo. Pero esta vez no puedo ceder, soy yo quien tiene razón y debo mantenerme firme. - Ojalá. Me gustaría tener una hermana. Ya sabes, con la que pelearme por la ropa y eso. Pero tengo un hermano que es idiota. Solo idiota. - Puntualizo el insulto para que quede claro que no me apetece hablar en absoluto de él. - Yo... bueno, no lo sé. No sé como he terminado aquí. - En realidad no los conozco, es Abraham el que los conoce, yo solo me he colado aquí con su invitación y traído a una traidora que me dejó tirada por las primeras piernas bonitas que pasaron por delante.
Chasco la lengua. - Vine con alguien, pero se ha ido por ahí a... no se, conseguir un marido rico supongo. - Maldita desagradecida. - En las bodas las mujeres salen locas. Se obsesionan con estar viejas, creer que ya no pueden casarse si no encuentran a alguien hoy y... - Hago un gesto con mi mano que él no ve, porque siguen detrás de él. - Ya sabes, esas cosas de solteronas de 30 años que van cazando culitos como el tuyo - bromeo.
Me recupero muy lentamente porque después de que la tos se detiene, el sabor amargo me deja la boca pastosa. Entiendo lo de las formalidades así que me limito a encogerme de hombros y asentir ligeramente dándole la razón. Recuerdo que cada vez que me tenía que reunir con los Black, o ahora con el señor Metzger, siempre tenía la paranoia sobre si presentarme o no, o sobre si yo estrecho la mano de ellos o no. Es decir, yo soy el genio yo puedo hacer lo que me salga de las narices, pero no me gusta ser grosera. Desvarío un rato al respecto hasta que dice lo de la novia. - Bueno, yo soy una chica. - Me como el "aunque no lo parezca" pasando mis manos por el cabello para que note (como si no fuera evidente) que lo llevo largo y además peinado. O eso creo porque después de la batalla contra los invitados para alejarme de los novios lo mismo mi pelo salió perdiendo. - No puedo ser Padrina. A parte de que es una palabra que no existe. - Sacudo la cabeza. - También conozco a la novia. En fin, si conoces a uno y pasas mucho tiempo con uno, eventualmente conoces al otro, ya sabes, ley de la atracción de elementos - Me interrumpo a tiempo de seguir soltando cosas de chica lista porque sé que la chica lista los aburre a todos.
Estoy por darle otro trago a mi bebida mientras me disculpo farfullando, dejando la copa en la mesa porque me tiende la suya. Confío en él ciegamente, no sé porqué, tonta que soy supongo, y bebo un poco de la que tenía. Está casi igual de mala que la mía, pero tal vez es porque ya no es la primera vez que la pruebo, pero ésta no me causa ganas de querer morir ahogandome con la tos. - No... - Me aclaro la garganta. - Dios, porqué está tan amargo - Me quejo mientras me da palmaditas que más que aliviarme parece que intenta sacarme los pulmones. Voy a quejarme, pero para entonces él ya parece haber encontrado otra cosa que beber y por la rapidez con la que se lo bebe intuyo que ésta vez, sí que sabe mejor. - ¿Tu no tienes 13? - Murmuro inconscientemente a modo de reclamo de que esté bebiendo, o más bien de simple curiosidad, mientras me paro de puntitas buscando por todas partes un Avox con otra bebida como esa. No tarda en venir. Tomo el vaso susurrando un gracias totalmente desacostumbrada a que me atiendan sin usar esa palabras, y doy un sorbo, pequeño, meticulado, y preparado para que sepa tan mal como el resto.
Esta vez el sabor es diferente, el azúcar oculta la amargura del alcohol y pasa por mi garganta con tanta naturalidad y casi delicia, que mi propio cuerpo pide más. - Nunca había bebido. Según estudios de un tío de esos listos te vuelven tonto. Pero si tuviera que beber esto el resto de mi vida no me quejaría. - Mascullo dando sorbitos ligeros en la pajita solo para no tener que perder el sabor de lo que sea que esté bebiendo y me haya abierto los ojos a un mundo completamente desconocido para mi. - Bueno, las bodas son cursis por definición. Se supone que un montón de gente va a ver como dos personas se prometen amor eterno. Es mera parafernalia en mi opinión. Ya sabes. Un montón de reacciones químicas en el cuerpo que alguien llamó amor - Bufo. - Está bien. Además así tengo excusa para codearme con famosos - Me río dándole un par de golpes con mi brazo porque en algún punto he acabado parada demasiado cerca de él, tanto como para moverme ligeramente y ya tocarlo. - ¿Y a ti? - Bufo otra vez, esta vez con algo más de énfasis, probablemente por la des inhibición del alcohol. - Que pregunto. Seguro que vas a decir que fue muy cursi. Eres un chico, todos los chicos siempre dicen que todo es cursi. Ahi miraaa una mariposa rosaaa que cursii - Me pongo a imitar la voz, obviamente mal, de algún chico inexistente que haya dicho eso.
Estoy por darle otro trago a mi bebida mientras me disculpo farfullando, dejando la copa en la mesa porque me tiende la suya. Confío en él ciegamente, no sé porqué, tonta que soy supongo, y bebo un poco de la que tenía. Está casi igual de mala que la mía, pero tal vez es porque ya no es la primera vez que la pruebo, pero ésta no me causa ganas de querer morir ahogandome con la tos. - No... - Me aclaro la garganta. - Dios, porqué está tan amargo - Me quejo mientras me da palmaditas que más que aliviarme parece que intenta sacarme los pulmones. Voy a quejarme, pero para entonces él ya parece haber encontrado otra cosa que beber y por la rapidez con la que se lo bebe intuyo que ésta vez, sí que sabe mejor. - ¿Tu no tienes 13? - Murmuro inconscientemente a modo de reclamo de que esté bebiendo, o más bien de simple curiosidad, mientras me paro de puntitas buscando por todas partes un Avox con otra bebida como esa. No tarda en venir. Tomo el vaso susurrando un gracias totalmente desacostumbrada a que me atiendan sin usar esa palabras, y doy un sorbo, pequeño, meticulado, y preparado para que sepa tan mal como el resto.
Esta vez el sabor es diferente, el azúcar oculta la amargura del alcohol y pasa por mi garganta con tanta naturalidad y casi delicia, que mi propio cuerpo pide más. - Nunca había bebido. Según estudios de un tío de esos listos te vuelven tonto. Pero si tuviera que beber esto el resto de mi vida no me quejaría. - Mascullo dando sorbitos ligeros en la pajita solo para no tener que perder el sabor de lo que sea que esté bebiendo y me haya abierto los ojos a un mundo completamente desconocido para mi. - Bueno, las bodas son cursis por definición. Se supone que un montón de gente va a ver como dos personas se prometen amor eterno. Es mera parafernalia en mi opinión. Ya sabes. Un montón de reacciones químicas en el cuerpo que alguien llamó amor - Bufo. - Está bien. Además así tengo excusa para codearme con famosos - Me río dándole un par de golpes con mi brazo porque en algún punto he acabado parada demasiado cerca de él, tanto como para moverme ligeramente y ya tocarlo. - ¿Y a ti? - Bufo otra vez, esta vez con algo más de énfasis, probablemente por la des inhibición del alcohol. - Que pregunto. Seguro que vas a decir que fue muy cursi. Eres un chico, todos los chicos siempre dicen que todo es cursi. Ahi miraaa una mariposa rosaaa que cursii - Me pongo a imitar la voz, obviamente mal, de algún chico inexistente que haya dicho eso.
Río por lo bajo cuando me generaliza al igual que al resto de los hombres, la verdad es que tiene razón pero prefiero quedarme eso para mi ya que, sería como romper ese código de hombres que en realidad no existe pero que todos se escudan en él para dejar de hacer o justificar muchas cosas. Ambos seguimos bailando y mis manos siguen sobre su cintura, siendo sincero jamás pensé que yo estaría bailando con una chica como ella, sobretodo cuando no nos conocemos muy bien, igual lo dejo pasar y me conformo con lo que está pasando ahora, escucho su historia y trato de no entrometerme mucho, ya que con el tiempo he entendido que la gente no siempre quiere abrirse ante desconocidos y aunque yo no soy uno para ella, tampoco soy la persona con la que alguien suelta toda la tragedia familiar. Aprieto los labios mientras sigo escuchando y río cuando me dice que no sabe como vino aquí, que tampoco ha visto con quien llego y que las solteronas de treinta años estarían detrás de mi -Vaya, me haces sentir halagado una vez más- ironizo mientras seguimos bailando -Bueno, en ese caso creo que tuviste suerte de encontrarte conmigo, soy algo así como tu salvador- hago una pose heróica que no viene al caso y vuelvo a posar las manos sobre su cintura.
-Pero venga, olvídate de ella que ahora estás conmigo y tienes la suerte al disfrutar de mi compañía- le guiño el ojo antes de escuchar que la música cambia y que por mala suerte sigue una pieza lenta como la que bailábamos antes -Pero, hablando enserio me alegro de que hayas venido, si no hubieses llegado me habría ido sin disfrutar de toda esta fiesta, que hace mucho no voy a una- Miro de reojo a toda la gente que sigue bailando, a los novios asfixiados que todavía no pueden ir a sentarse porque parece que todavía falta una cola enorme de invitados que quieren ir a abrazarlos, hago una mueca de fastidio puesto que probablemente lo que quieren es un momento a solas, quiero decir se acaba de casar y lo que menos quieren es felicitaciones de gente que no volverán a ver en sus vidas a menos que sean fanáticos de ir al Capitolio y conociendo a Anthony eso sería poco probable. Paso mi vista de ellos de nuevo a Eveline y le dedico una sonrisa -Por cierto, te ves muy guapa con este vestido-.
-Pero venga, olvídate de ella que ahora estás conmigo y tienes la suerte al disfrutar de mi compañía- le guiño el ojo antes de escuchar que la música cambia y que por mala suerte sigue una pieza lenta como la que bailábamos antes -Pero, hablando enserio me alegro de que hayas venido, si no hubieses llegado me habría ido sin disfrutar de toda esta fiesta, que hace mucho no voy a una- Miro de reojo a toda la gente que sigue bailando, a los novios asfixiados que todavía no pueden ir a sentarse porque parece que todavía falta una cola enorme de invitados que quieren ir a abrazarlos, hago una mueca de fastidio puesto que probablemente lo que quieren es un momento a solas, quiero decir se acaba de casar y lo que menos quieren es felicitaciones de gente que no volverán a ver en sus vidas a menos que sean fanáticos de ir al Capitolio y conociendo a Anthony eso sería poco probable. Paso mi vista de ellos de nuevo a Eveline y le dedico una sonrisa -Por cierto, te ves muy guapa con este vestido-.
No sé de qué cosa de los elementos me habla ni tampoco el motivo por el cual la anterior bebida estaba tan amarga, así que me encojo de hombros de un modo algo exagerado como mera respuesta. Su pregunta, ligeramente acusadora, sobre mi edad, consigue que suelte la pajilla y la mire con cierta ofensa, hinchando un poco el pecho y alzando el mentón para ganar altura, intentando parecer por todos los medios un poco mayor – tengo casi catorce – en teoría sí, le estoy dando la razón sobre mi edad, pero el cambiar el número de alguna u otra forma hace parecer que soy más grande. La edad es todo un problema en mi vida, la cual vivo en una isla llena de adultos, sin padres y que, para colmo, me llenan de lujos, como poder beber todo el alcohol que se me antoje incluso cuando se supone que no debería.
De todas formas, antes de que pueda decir algo más, ella ya tiene un vaso igual al mío y por el modo en el cual comienza a beber, deduzco que le ha gustado tanto como a mí. Como sea, mi pregunta produce otra respuesta demasiado larga y rebuscada que yo escucho sin chistar porque estoy demasiado entretenido bebiendo del sorbete, hasta que comienza a hacer un ruido escandaloso que me indica que me he terminado el vaso completo. Muevo un poco el sorbete con los dientes, frunciendo el ceño, como si de esa forma pudiese conseguir más bebida, pero al final me doy por vencido y me resigno, dejando el vaso con cuidado sobre la mesa – claro, reacciones químicas… - nunca había pensado que tengo que echarle la culpa a la química por ciertos problemas, y en respuesta a eso, estiro el cuello para divisar la cabellera colorada que se ha perdido en algún punto de la multitud. Amethyst consigue toda mi atención otra vez cuando siento sus golpecitos y yo miro aquel toque como si no comprendiese qué hace tocándome, pero al fin de cuentas, me da igual. Su chiste me hace reír con ganas (ni sé el motivo, ni me pareció un buen chiste) y niego con la cabeza, un poco encogido – la verdad es que no lo sé. Si algún día mi caso, no haré tanta cosa. Se supone que si te estás casando la otra persona sabe que la quieres sin tanta palabra llena de miel y espectáculo para que todos lloren – señalo vagamente de forma cómplice a dos ancianas que están a lágrimas vivas y risas atolondradas, lo que me parece un poco patético – pero bueno, supongo que me alegro por ellos.
La próxima copa que pasa cerca de mí y acaba en mis manos tiene una bebida de color rojizo y cargada de espumas, de modo que la olfateo y se la acerco a Ame a la nariz para que sea capaz de chequear por sí misma, sin saber muy bien de dónde sale esa confianza - ¿qué opinas? – el primer trago es un poco fuerte y dulce, así que echo la cabeza hacia atrás con la nariz arrugada y los labios fruncidos. Carraspeo una y otra vez, y al final, me río de mí mismo, porque sé lo ridículo que debo estar quedando - ¡woow! ¡Esto te vuela la cabeza! – doy unos cuantos tragos bastante seguidos y es casi como si un montón de burbujas me explotasen dentro de la garganta, de modo que cuando bajo la copa hago un par de muecas más. Lanzo una pequeña tos que logro disimular un poco y se lo entrego - ¡prueba, prueba!
Sé que tal vez estoy pasándome de la raya, pero es que no puedo evitarlo. La gente parece estar demasiado pegada de sí misma y nadie se fija en nosotros, dos “críos” solitarios en una mesa que nadie se encuentra mirando. Zyanelle no vino. Amelie desapareció. Amethyst es la única que parece disfrutar de mi compañía. ¿Qué otra cosa puedo hacer, además de probar todas esas cosas que nunca antes tuve oportunidad de ni siquiera ver? Intento acomodarme en el asiento que se supone que debo ocupar, pero patino un poco y la silla se tambalea, de modo que caigo sobre esta de un modo escandaloso. Me sujeto de la mesa y, lejos de avergonzarme aunque sé que es idiota, me inclino sobre el mueble y me río con una risa aguda que no es la mía. Cuando intento mirar a Ame, me doy cuenta de que alguien ha puesto el mundo en cámara lenta, porque todo suena mucho más fuerte y mis movimientos son más pesado. No sé, pero eso me da más risa – la verdad, Ame… ¿puedo llamarte así? - ¿siempre hablo con voz tan gruesa? – Te agradezco por quedarte conmigo. Ahora vas a tener que salvarme de ahogarme con un napeca … ¿lo captas? Napeca, Canapé….
Qué vergüenza. E igual, me sigo riendo sobre la mesa como si hubiese contado la broma del siglo.
De todas formas, antes de que pueda decir algo más, ella ya tiene un vaso igual al mío y por el modo en el cual comienza a beber, deduzco que le ha gustado tanto como a mí. Como sea, mi pregunta produce otra respuesta demasiado larga y rebuscada que yo escucho sin chistar porque estoy demasiado entretenido bebiendo del sorbete, hasta que comienza a hacer un ruido escandaloso que me indica que me he terminado el vaso completo. Muevo un poco el sorbete con los dientes, frunciendo el ceño, como si de esa forma pudiese conseguir más bebida, pero al final me doy por vencido y me resigno, dejando el vaso con cuidado sobre la mesa – claro, reacciones químicas… - nunca había pensado que tengo que echarle la culpa a la química por ciertos problemas, y en respuesta a eso, estiro el cuello para divisar la cabellera colorada que se ha perdido en algún punto de la multitud. Amethyst consigue toda mi atención otra vez cuando siento sus golpecitos y yo miro aquel toque como si no comprendiese qué hace tocándome, pero al fin de cuentas, me da igual. Su chiste me hace reír con ganas (ni sé el motivo, ni me pareció un buen chiste) y niego con la cabeza, un poco encogido – la verdad es que no lo sé. Si algún día mi caso, no haré tanta cosa. Se supone que si te estás casando la otra persona sabe que la quieres sin tanta palabra llena de miel y espectáculo para que todos lloren – señalo vagamente de forma cómplice a dos ancianas que están a lágrimas vivas y risas atolondradas, lo que me parece un poco patético – pero bueno, supongo que me alegro por ellos.
La próxima copa que pasa cerca de mí y acaba en mis manos tiene una bebida de color rojizo y cargada de espumas, de modo que la olfateo y se la acerco a Ame a la nariz para que sea capaz de chequear por sí misma, sin saber muy bien de dónde sale esa confianza - ¿qué opinas? – el primer trago es un poco fuerte y dulce, así que echo la cabeza hacia atrás con la nariz arrugada y los labios fruncidos. Carraspeo una y otra vez, y al final, me río de mí mismo, porque sé lo ridículo que debo estar quedando - ¡woow! ¡Esto te vuela la cabeza! – doy unos cuantos tragos bastante seguidos y es casi como si un montón de burbujas me explotasen dentro de la garganta, de modo que cuando bajo la copa hago un par de muecas más. Lanzo una pequeña tos que logro disimular un poco y se lo entrego - ¡prueba, prueba!
Sé que tal vez estoy pasándome de la raya, pero es que no puedo evitarlo. La gente parece estar demasiado pegada de sí misma y nadie se fija en nosotros, dos “críos” solitarios en una mesa que nadie se encuentra mirando. Zyanelle no vino. Amelie desapareció. Amethyst es la única que parece disfrutar de mi compañía. ¿Qué otra cosa puedo hacer, además de probar todas esas cosas que nunca antes tuve oportunidad de ni siquiera ver? Intento acomodarme en el asiento que se supone que debo ocupar, pero patino un poco y la silla se tambalea, de modo que caigo sobre esta de un modo escandaloso. Me sujeto de la mesa y, lejos de avergonzarme aunque sé que es idiota, me inclino sobre el mueble y me río con una risa aguda que no es la mía. Cuando intento mirar a Ame, me doy cuenta de que alguien ha puesto el mundo en cámara lenta, porque todo suena mucho más fuerte y mis movimientos son más pesado. No sé, pero eso me da más risa – la verdad, Ame… ¿puedo llamarte así? - ¿siempre hablo con voz tan gruesa? – Te agradezco por quedarte conmigo. Ahora vas a tener que salvarme de ahogarme con un napeca … ¿lo captas? Napeca, Canapé….
Qué vergüenza. E igual, me sigo riendo sobre la mesa como si hubiese contado la broma del siglo.
Su pose de superhéroe me hace, por un momento, considerarlo el mayor idiota que he visto nunca, pero eso no queda creíble para mi propia consciencia cuando aunque lo considero un idiota, me estoy riendo de su idiotez. Me veo obligada a detenerme un momento solo para cubrirme la cara, sintiéndome tan idiota como él porque eso me causa gracia. Después de un rato niego para deshacerme de esa sensación extraña que tengo ahora mismo y vuelvo a sus brazos para seguir bailando, esta vez con un poco más de ritmo porque la música cambia y con eso también sus pasos, yo me limito a seguirlo. - Soy yo quien te está salvando de las treintaañeras desesperadas por un novio. Admitelo. - Chasco la lengua super sugerentemente para dármelas de heroína ahora, aunque con una postura más sexy que irónica.
Sonrío sinceramente por sus palabras y suspiro. - Yo tampoco. Era la idea, por eso vinimos. Sabes esos momentos donde... simplemente necesitas ¿desconectar? - No estaba segura de que fuera la palabra, pero sí, al final me decidí por esa porque es la que más se asemeja a lo que necesitaba de esa noche. Muevo una de mis manos cerca de las sienes y bufo ligeramente. - Ya sbaes. Abruma a veces ser cazador y... llevar una vida normal. - Por lo general te pasas la mitad del tiempo luchando por tu vida, y a veces ni siqueira estar luchando por tu vida sirve para salvarla. Eso resulta frustrnate de alguna manera, aunque crecí desde pequeña acostumbrada a eso, no es algo que me abrume. Lo de la licantropía de Abraham me sobrepasa. Todas las noches soñaba con qué podría separarnos a él y a mi, y ahora me doy cuenta de que nucna pensé en una posibilidad tan.... tangible y real. Somos cazadores. Tratamos con licántropos. Acabar siendo unos era una posibilidad.
Me siento pesada durante un instante así que dejo ir mi cabeza hasta que choca con su hombro y me quedo ahí, un momento, simplemente escuchándolo respirar. Su comentario sobre mi vestido me hace reír. - Es la tercera vez que me ves ¿Esto es lo único que me hace ver guapa? - Bromeo separándome de él para mirarle con una ceja alzada, cono si se hubiera metido en un buen lío. - Que dificil eres de complacer - Pongo voz de gruñona que obviamente se suena todo lo fingida que es. - Bueno, tú tampoco estás mal. - Desprecio como está solo por molestar. - Aunque en mi opinión, me quedo con el uniforme. - Siseo durante un instante y luego chasco la lengua. - me pirran los hombres con uniforme, iba a casarme con uno - Pretende ser una broma pero sale de mis labios antes de que pueda evitarlo. No se trata de que haya vuelto a pensar en Abraham, sino del hecho de que he hablado de nuestra boda como si ya no fuese a ocurrir.
Sonrío sinceramente por sus palabras y suspiro. - Yo tampoco. Era la idea, por eso vinimos. Sabes esos momentos donde... simplemente necesitas ¿desconectar? - No estaba segura de que fuera la palabra, pero sí, al final me decidí por esa porque es la que más se asemeja a lo que necesitaba de esa noche. Muevo una de mis manos cerca de las sienes y bufo ligeramente. - Ya sbaes. Abruma a veces ser cazador y... llevar una vida normal. - Por lo general te pasas la mitad del tiempo luchando por tu vida, y a veces ni siqueira estar luchando por tu vida sirve para salvarla. Eso resulta frustrnate de alguna manera, aunque crecí desde pequeña acostumbrada a eso, no es algo que me abrume. Lo de la licantropía de Abraham me sobrepasa. Todas las noches soñaba con qué podría separarnos a él y a mi, y ahora me doy cuenta de que nucna pensé en una posibilidad tan.... tangible y real. Somos cazadores. Tratamos con licántropos. Acabar siendo unos era una posibilidad.
Me siento pesada durante un instante así que dejo ir mi cabeza hasta que choca con su hombro y me quedo ahí, un momento, simplemente escuchándolo respirar. Su comentario sobre mi vestido me hace reír. - Es la tercera vez que me ves ¿Esto es lo único que me hace ver guapa? - Bromeo separándome de él para mirarle con una ceja alzada, cono si se hubiera metido en un buen lío. - Que dificil eres de complacer - Pongo voz de gruñona que obviamente se suena todo lo fingida que es. - Bueno, tú tampoco estás mal. - Desprecio como está solo por molestar. - Aunque en mi opinión, me quedo con el uniforme. - Siseo durante un instante y luego chasco la lengua. - me pirran los hombres con uniforme, iba a casarme con uno - Pretende ser una broma pero sale de mis labios antes de que pueda evitarlo. No se trata de que haya vuelto a pensar en Abraham, sino del hecho de que he hablado de nuestra boda como si ya no fuese a ocurrir.
Le miro como si saliera de dios sabe donde porque dice que va a casarse, el resto no lo entiendo muy bien, me he quedado con lo de casarse. Antes ha dicho que tiene casi catorce lo que significa que todavía tiene trece; yo tengo casi dieciséis y eso hacen dos años más y aún así nunca se me pasó por la cabeza eso. Nunca fui una chica normal, mi vida se basaba en calcular y en aprender cosas, eso era lo que me apasionaba. ¿Debería haber soñado que quería casarme con la ciencia? Resoplo soltando tanto aire hacia arriba por mi boca que me despeino un poco el flequillo. - Yo nunca lo pensé. Es decir... mírame. No hay precisamente material de esposa aquí. - Olvido que en esos momentos estoy despampanante (al menos más de lo habitual) porque no tengo cerca un espejo para recordarmelo; mi imagen mental siempre ha sido la de una chica que parece menor de lo que debería, es más baja de lo que debería, viste con tres tallas mas grandes y parece un chico. Más de una vez me han confundido con un chico.
Me deprimo porque nunca tendré una boda y no volveré a ser tan guapa como hoy jamás porque tampoco tengo amigos (Anthony era el único y ya se casó) y chupeteo la bebida hasta que momentos después de que Ben acabe la suya y suene, lo cual me hace reír, la mía hace lo mismo. Me dejo ir hacia adelante para olfatear su bebida, sintiéndome por un momento como cuando mi abu y yo hacemos galletitas, que siempre olfateo el vol cuando llega la hora de echarle la canela porque es el único modo que tengo de saber si nos hemos pasado o está en su punto. - no huele mal, pero tiene una de esas pintas que tiene la lava ardiendo si sabes a lo que me refiero. - Espero a que lo pruebe primero y hago aspavientos cuando hace todos esos gestos porque por un momento creo que se está muriendo y no sé que hacer. Después del susto me pongo a reír, quizá un poco como lunática y doy varios botes en mi sitio porque no me da y yo quiero y no hay un avox cerca que traiga otro como ese para mi.
Tomo la copa con premura cuando me la tiende y le doy un sorbo. Suelto un gritito por la sensación, manteniendo mi boca cerrada mientras paso el contenido y me baja por la garganta. - OH dioos! es la mejor cosa... con burbujas y pinta de lava de volcán que he probado jamás! - Me siento también con la boca en el vaso y las narices metidas dentro mientras acabo con el contenido que deja una sensación extraña en mi boca pero un regusto imposible de dejar. Dejo ir mi cabeza hacia atrás cuando lo de dentro se acaba con la esperanza de que mágicamente siga cayendo hasta el fin de los tiempos, no lo descubro porque Ben se empieza a reír y yo también por acto reflejo, lo cual me hace dejar el vaso sobre la mesa antes de que acabe en el suelo. - La verdad, Ben.... Sí puedes llamarme así - Imito su tono de voz, lo cual aunque no tenga gracia me hace reír también.
Cuando acaba de hablar me doy cuenta de que es lo mas bonito que me ha dicho nadie nunca, así que no se que decirle. Y luego empieza con los canapés. - Nacapé! No Nacapé! digo CANAPEEE - Cada vez que intento corregirme acompañándome con gestos de mis manos me sale mal, y eso solo provoca más risas. Cualquiera diría que somos los cómicos más grandes que ha habido jamás. - Y yo a ti, así no estoy taaaan sola. No conozco a nadie. Y no se me da bieeen la gente. Lloran por todo. Y si no lloran se quejan. Y si no se quejan se enfadan. Y si no se enfadan despotrican. Y te quedas tu como ¿pero que hiceee? - Siento la imperiosa necesidad de acompañar todo lo que digo con movimientos de manos que exageran las cosas diez veces más. Más de una vez estoy a punto de tirar el florero que hay por ahí, los vasos, y de sacarme un ojo. - Es divertido hablar con alguien que para variar, sabe de alcohol y tiene caaaaaasi catorce - Repito con el rintintin molesto con el que él me dijo su edad solo para fastidiarlo. Le meto un empujón que le zarandea levemente porque tampoco le doy tan duro.
Me levanto tan de golpe de la mesa que casi atropello a un camarero, pero tiene gracia, me paro precisamente por el camarero que casi atropello y que vi a un par de metros, pero con el alcohol las reacciones son más lentas por lo que él alcanzó a recorrer esos metros "lejos" que estaba cuando le vi antes de que me levantara. - Lo siento, lo siento - Me empiezo a reír mientras me disculpo. Reviso las bebidas que lleva, y si son transparentes las dejo donde están. Acabo con una fucsia casi morada de lo oscura que es y que tiene rayas en círculos dentro del vaso, y con otra que es amarilla pollito y muy espesa. - Esta parece un medicamento de esos para la gripe. - Le voy diciendo mientras me lo acerco a los labios y le doy un sorbo. Para esas alturas siento que mi garganta se ha acostumbrado tanto al alcohol, que ya ni siento la diferencia entre unos y otros. Se lo paso a Ben y me quedo el otro, algo más aguado. Le doy otro sorbo. Antes de que el vaso de Ben lleve a sus labios lo obligo a bajarlo y lo pongo sobre la mesa empezando a mezclarlos. Como hay más bebida entre ambos vasos que la que contiene uno solo, se riega un poco por el mantel y eso, estúpidamente, crea más risas. Me veo cubriendo la mancha violeta-amarilla tapándola con el florero que queda mal posicionado sobre la mesa ahora que no está centrado.
Me deprimo porque nunca tendré una boda y no volveré a ser tan guapa como hoy jamás porque tampoco tengo amigos (Anthony era el único y ya se casó) y chupeteo la bebida hasta que momentos después de que Ben acabe la suya y suene, lo cual me hace reír, la mía hace lo mismo. Me dejo ir hacia adelante para olfatear su bebida, sintiéndome por un momento como cuando mi abu y yo hacemos galletitas, que siempre olfateo el vol cuando llega la hora de echarle la canela porque es el único modo que tengo de saber si nos hemos pasado o está en su punto. - no huele mal, pero tiene una de esas pintas que tiene la lava ardiendo si sabes a lo que me refiero. - Espero a que lo pruebe primero y hago aspavientos cuando hace todos esos gestos porque por un momento creo que se está muriendo y no sé que hacer. Después del susto me pongo a reír, quizá un poco como lunática y doy varios botes en mi sitio porque no me da y yo quiero y no hay un avox cerca que traiga otro como ese para mi.
Tomo la copa con premura cuando me la tiende y le doy un sorbo. Suelto un gritito por la sensación, manteniendo mi boca cerrada mientras paso el contenido y me baja por la garganta. - OH dioos! es la mejor cosa... con burbujas y pinta de lava de volcán que he probado jamás! - Me siento también con la boca en el vaso y las narices metidas dentro mientras acabo con el contenido que deja una sensación extraña en mi boca pero un regusto imposible de dejar. Dejo ir mi cabeza hacia atrás cuando lo de dentro se acaba con la esperanza de que mágicamente siga cayendo hasta el fin de los tiempos, no lo descubro porque Ben se empieza a reír y yo también por acto reflejo, lo cual me hace dejar el vaso sobre la mesa antes de que acabe en el suelo. - La verdad, Ben.... Sí puedes llamarme así - Imito su tono de voz, lo cual aunque no tenga gracia me hace reír también.
Cuando acaba de hablar me doy cuenta de que es lo mas bonito que me ha dicho nadie nunca, así que no se que decirle. Y luego empieza con los canapés. - Nacapé! No Nacapé! digo CANAPEEE - Cada vez que intento corregirme acompañándome con gestos de mis manos me sale mal, y eso solo provoca más risas. Cualquiera diría que somos los cómicos más grandes que ha habido jamás. - Y yo a ti, así no estoy taaaan sola. No conozco a nadie. Y no se me da bieeen la gente. Lloran por todo. Y si no lloran se quejan. Y si no se quejan se enfadan. Y si no se enfadan despotrican. Y te quedas tu como ¿pero que hiceee? - Siento la imperiosa necesidad de acompañar todo lo que digo con movimientos de manos que exageran las cosas diez veces más. Más de una vez estoy a punto de tirar el florero que hay por ahí, los vasos, y de sacarme un ojo. - Es divertido hablar con alguien que para variar, sabe de alcohol y tiene caaaaaasi catorce - Repito con el rintintin molesto con el que él me dijo su edad solo para fastidiarlo. Le meto un empujón que le zarandea levemente porque tampoco le doy tan duro.
Me levanto tan de golpe de la mesa que casi atropello a un camarero, pero tiene gracia, me paro precisamente por el camarero que casi atropello y que vi a un par de metros, pero con el alcohol las reacciones son más lentas por lo que él alcanzó a recorrer esos metros "lejos" que estaba cuando le vi antes de que me levantara. - Lo siento, lo siento - Me empiezo a reír mientras me disculpo. Reviso las bebidas que lleva, y si son transparentes las dejo donde están. Acabo con una fucsia casi morada de lo oscura que es y que tiene rayas en círculos dentro del vaso, y con otra que es amarilla pollito y muy espesa. - Esta parece un medicamento de esos para la gripe. - Le voy diciendo mientras me lo acerco a los labios y le doy un sorbo. Para esas alturas siento que mi garganta se ha acostumbrado tanto al alcohol, que ya ni siento la diferencia entre unos y otros. Se lo paso a Ben y me quedo el otro, algo más aguado. Le doy otro sorbo. Antes de que el vaso de Ben lleve a sus labios lo obligo a bajarlo y lo pongo sobre la mesa empezando a mezclarlos. Como hay más bebida entre ambos vasos que la que contiene uno solo, se riega un poco por el mantel y eso, estúpidamente, crea más risas. Me veo cubriendo la mancha violeta-amarilla tapándola con el florero que queda mal posicionado sobre la mesa ahora que no está centrado.
Todo en ella me parece gracioso, desde su risa hasta el intento de imitación de mi propia voz, pero todo se intensifica cuando me doy cuenta de que ella parece moverse a veces muy lento y otras veces, demasiado rápido, hasta el punto que creo que me estoy perdiendo pedazos de sus movimientos. Algo dos pulgares entre risitas en cuanto me da permiso para utilizar aquel apodo y, a juzgar por el calor que comienzo a sentir, estoy seguro de que mi rostro se ha comenzado a poner colorado. Es tonto, pero todo lo que dice me hace sentir un poquito conmovido (¿qué? ¿Por qué?), así que finjo limpiarme una lágrima a modo de broma y me balanceo un poco en mi asiento cuando me empuja. Quiero decirle que no sé de alcohol en realidad, que solamente bebí una vez sola antes que esta, pero en lugar de eso lanzo un suspiro dramático digno de alguien que se da aires de grandeza y me señalo a mí mismo, con carita de suficiencia – Querida, yo lo sé todo sobre todo. Imagina como será cuando tenga catorce casi quince – sé que es una broma lo que estoy diciendo, pero por un momento, me siento un poco más grande. La cago con la risa idiota y ahogada que se me escapa luego.
Mientras yo me recargo un poco más contra la mesa, Ame se levanta tan rápido que, por un momento, la pierdo de vista, para luego darme cuenta de que se ha chocado con un camarero. Hago algunos gestos con las manos como si intentase ayudar sin siquiera moverme del asiento, pero creo que ni llego a tocarlos así que me doy por vencido casi de inmediato; da igual, porque ella ya se ha hecho con dos bebidas bastante llamativas y, la verdad, que poco apetitosas a simple vista – tienes un gusto demasiado extraño, ¿sabes? – le acoto con voz regañona, un poco rasposa. Me ofrece el vaso y yo ni siquiera discuto, así que lo tomo y sin pensar, comienzo a llevármelo a la boca, pero ella me lo quita y comienza a hacer una mezcla extraña que no se ve rica, pero por algún motivo, deseo probarla. Debe ser la curiosidad de la iniciación a la adolescencia o algo así bien tonto de lo que siempre hablan los adultos. Me muerdo la lengua para no reírme de ella al ver que está manchando todo y miro hacia todos lados, chequeando que nadie se fije en nosotros, con los ojos demasiado abiertos para intentar parecer inocente de un modo que dice todo lo contrario – dame eso… - como está demasiado lleno, me inclino sobre el vaso y pongo mis labios en el borde, comenzando a beber de esa forma tan incómoda que, por un momento, sospecho que estoy de cabeza. Creo que un trago era dulce y el otro amargo, porque el sabor es demasiado extraño y me pica la garganta, pero aún así doy un par de largos tragos más y me separo, relamiéndome los labios porque estoy seguro de que ando chorreando. Me paso el dorso de la mano por si las dudas y se lo empujo suavemente hacia ella, sin volcar nada, haciendo algunas muecas que se dividen entre el asco y el estar catando el sabor – deberías probar tu propio invento. Tendrías que dedicarte a mezclar y quitarle el trabajo a tooodoos esos viejos amargados y aficionados. Yo te compraría y te llenaría de dinero para que compres más tragos y hagas más mezclas, y entonces todo sería un enorme círculo de tragos y después me darías parte de tus ganancias a mí por la idea y por ser tu mejor cliente.
No sé, pero en mi cabeza todo suena lógico y me parece una idea genial, tanto que le hago cejitas como si ella no pudiese resistirse a mi plan. Creo que los novios siguen saludando a sus familias y esas cosas, porque la música se encuentra solamente de fondo para darle un toque al ambiente, pero para mí, suena más que fuerte. Ni siquiera me molesto en cómo se encuentra ella porque con una mano agarro el trago y, con la otra, la agarro a Ame para tirar y comenzar a arrastrarla - ¡Vamos! ¡Se supone que es una fiesta! ¿No tienes ganas de moverte? – porque yo sí. Mis piernas tiemblan un poco cuando me doy cuenta de que me cuesta caminar en línea recta, pero eso no me detiene; tampoco es como si ahora pudiese detenerme, de todas formas. Cuando me quiero dar cuenta, estamos en el medio de la “pista” de la fiesta y, ni siquiera sé como lo hago, pero comienzo a hacerla girar, en unos pasos de baile completamente improvisados que deberían valernos un premio. Le doy un pisotón con fuerza y eso consigue que me tambalee un poco, pero me río entre dientes y me sujeto mejor contra ella, aunque no dejo de balancearme un poco – a que no te atreves a bailar encima de una mesa. ¿No quisiste nunca bailar encima de una mesa, Ame? – ahora me doy cuenta de que yo sí. O tal vez “siempre” se reduce a los últimos dos minutos en mi cabeza adormilada.
Mientras yo me recargo un poco más contra la mesa, Ame se levanta tan rápido que, por un momento, la pierdo de vista, para luego darme cuenta de que se ha chocado con un camarero. Hago algunos gestos con las manos como si intentase ayudar sin siquiera moverme del asiento, pero creo que ni llego a tocarlos así que me doy por vencido casi de inmediato; da igual, porque ella ya se ha hecho con dos bebidas bastante llamativas y, la verdad, que poco apetitosas a simple vista – tienes un gusto demasiado extraño, ¿sabes? – le acoto con voz regañona, un poco rasposa. Me ofrece el vaso y yo ni siquiera discuto, así que lo tomo y sin pensar, comienzo a llevármelo a la boca, pero ella me lo quita y comienza a hacer una mezcla extraña que no se ve rica, pero por algún motivo, deseo probarla. Debe ser la curiosidad de la iniciación a la adolescencia o algo así bien tonto de lo que siempre hablan los adultos. Me muerdo la lengua para no reírme de ella al ver que está manchando todo y miro hacia todos lados, chequeando que nadie se fije en nosotros, con los ojos demasiado abiertos para intentar parecer inocente de un modo que dice todo lo contrario – dame eso… - como está demasiado lleno, me inclino sobre el vaso y pongo mis labios en el borde, comenzando a beber de esa forma tan incómoda que, por un momento, sospecho que estoy de cabeza. Creo que un trago era dulce y el otro amargo, porque el sabor es demasiado extraño y me pica la garganta, pero aún así doy un par de largos tragos más y me separo, relamiéndome los labios porque estoy seguro de que ando chorreando. Me paso el dorso de la mano por si las dudas y se lo empujo suavemente hacia ella, sin volcar nada, haciendo algunas muecas que se dividen entre el asco y el estar catando el sabor – deberías probar tu propio invento. Tendrías que dedicarte a mezclar y quitarle el trabajo a tooodoos esos viejos amargados y aficionados. Yo te compraría y te llenaría de dinero para que compres más tragos y hagas más mezclas, y entonces todo sería un enorme círculo de tragos y después me darías parte de tus ganancias a mí por la idea y por ser tu mejor cliente.
No sé, pero en mi cabeza todo suena lógico y me parece una idea genial, tanto que le hago cejitas como si ella no pudiese resistirse a mi plan. Creo que los novios siguen saludando a sus familias y esas cosas, porque la música se encuentra solamente de fondo para darle un toque al ambiente, pero para mí, suena más que fuerte. Ni siquiera me molesto en cómo se encuentra ella porque con una mano agarro el trago y, con la otra, la agarro a Ame para tirar y comenzar a arrastrarla - ¡Vamos! ¡Se supone que es una fiesta! ¿No tienes ganas de moverte? – porque yo sí. Mis piernas tiemblan un poco cuando me doy cuenta de que me cuesta caminar en línea recta, pero eso no me detiene; tampoco es como si ahora pudiese detenerme, de todas formas. Cuando me quiero dar cuenta, estamos en el medio de la “pista” de la fiesta y, ni siquiera sé como lo hago, pero comienzo a hacerla girar, en unos pasos de baile completamente improvisados que deberían valernos un premio. Le doy un pisotón con fuerza y eso consigue que me tambalee un poco, pero me río entre dientes y me sujeto mejor contra ella, aunque no dejo de balancearme un poco – a que no te atreves a bailar encima de una mesa. ¿No quisiste nunca bailar encima de una mesa, Ame? – ahora me doy cuenta de que yo sí. O tal vez “siempre” se reduce a los últimos dos minutos en mi cabeza adormilada.
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