El mundo ya era salvaje y cruel cuando Syver llegó a él.

Durmstrang llevaba varias generaciones albergando a las brujas y magos que necesitaron refugio durante la Gran Guerra. El entonces director había asumido el papel de liderazgo y sus descendientes heredaron la tarea, llegando a Syver por el lado materno de su familia.

Nació en una de las torres de la academia, hermano mayor de dos. Se crió entre hechiceros que valoraban el combate y la medicina, siendo educado en el arte de la magia y la supervivencia desde que tuvo la capacidad para llevar consigo una varita. Como gran parte del mundo, Escandinavia había sido consumida y las grandes ciudades estaban desiertas. Su visión del mundo se basó en los pasillos del castillo, la exploración de las montañas y el conocimiento de que nadie iría a salvarlos.

Se transformó en un excelente duelista. Como ávido consumidor de libros, pronto comenzó a resaltar en clases y para cuando cumplió los dieciséis,  sus padres comenzaron a contar con su ayuda para la organización de su pequeña comunidad.

Como es normal en una sociedad reducida que busca reconstruirse, se casó joven. Conocía a Aoife desde la cuna, de modo que solo bastó comenzar a compartir el dormitorio para dar el siguiente paso. Pronto, la paternidad se sumó a sus tareas diarias. Primero mellizos, luego una hija, luego otro hijo…

Podemos decir que dio por ellos lo mejor de sí mismo para que tuvieran la infancia más normal que tenía al alcance de la mano. Solían pasar días de campo en las montañas, compartiendo espacio con alguna que otra criatura con la cual podían llegar a cruzarse. Apreciaron la calma de una vida sencilla, incluso cuando todos sabían que el mundo era mucho más grande de lo que ellos conocían.

El quinto embarazo de Aoife fue una sorpresa, pero transcurrió con normalidad. Al menos, la suficiente como para no prever lo inevitable.

El bebé llegó antes de tiempo, en un parto complicado que los sanadores no pudieron controlar. La falta de recursos en un ambiente inestable acabó con la muerte de Aoife y la pequeña Frida pasó un tiempo en observación antes de asegurarse que lo lograría. De este modo, Syver se encontró con cinco niños bajo su cuidado y un refugio cada vez menos seguro.

Los años que siguieron llevaron a Syver a buscar un modo de mejorar la vida de sus hijos. A sabiendas de que Durmstrang se mantenía a salvo por su aislamiento y que sus recursos eran limitados, comenzó a investigar qué había sido de las otras escuelas de magia. Esto fue respaldado por sus padres, quienes murieron a mitad del proceso, dejándolo a cargo de su comunidad.

Su investigación lo llevó a comunicarse no sólo con compañeros extranjeros, sino a enterarse de los planes de algunos magos razagados por tomar NeoPanem. Averiguó sobre el país y su riqueza, pero sabía lo suficiente de historia como para tener en claro que no serían bienvenidos. No obstante, los años le habían enseñado que si deseaba algo, tendría que hacerlo él mismo. Y su sangre, mal que mal, siempre vendría primero.