Jugaba con los cuchillos mientras Bram usaba su turno. Estaba teniendo bastantes problemas, y no sé por qué me sentí aliviada. La presión acerca de no estar mejorando lo bastante rápido se sentía algo menor ahora que vía a una persona mucho más grande, de edad y estatura, lidiando también con los problemas a su manera. — Mmm — Fue mi respuesta. ¿Cómo cuanto corría? No estaba segura. Al final no pude contestar porque él descartó lo que sea que fuera a decir de inmediato y me soltó aquel comentario realista. Miré mis pies. Luego los suyos. Sus piernas eran casi la mitad de mi cuerpo, evidentemente él corría mucho más rápido. Otra vez, la estatura jugando a favor de alguien que no era yo. — Igual puedo correr rápido. — Era pequeña y tenía buen físico, pesaba poco. Pensaba que esas cosas me ayudarían aunque no estaba seguro de qué era exactamente "correr rápido". No era algo que hubiera tenido que hacer antes excepto cuando robaba, cosa que solo pasó una vez y ya hemos visto como acabó eso.

La idea de los huesos de animal me sorprendió mucho. Alcé la cabeza sin terminar de procesar todavía lo de correr. ¿Se podían hacer cuchillos con huesos de animal? Bueno, al menos puñales, algo con lo que atacar. Una sonrisa asomó en mis labios por dos razones: la primera, porque acababa de resolverme un problema en el que ni siquiera me había dado tiempo de pensar, y la segunda, porque me estaba ayudando, y eso era agradable. Por eso, me esforcé al máximo por intentar pensar en algo que también le pudiera ser de utilidad, y le pagara el favor, aún demasiado sorprendida de todo como para si quiera pensar en qué razón le estaría llevando a darme consejos así. — ¿Aprendiste todo eso aquí? — Tuve curiosidad, porque de ser así, eso significaba que había revisado mal el programa y me estaba perdiendo de cosas geniales.

Escuché lo que dijo de los demás tributos, y me sorprendió que ya supiera más que yo. Me mordí el labio. ¡Yo no sabía nadar! — ¿Habrá que nadar? — No quería insinuar nada. Solo acomodé el cuchillo para poder lanzarlo, y esta vez intenté no fallar. Me centré en apuntar, en la fuerza, en la postura, en todo, para hacerlo lo mejor posible. No salió perfecto, pero al menos lo clavé en la diana. — Yo tampoco, pero quería saber que tan mal estaba. — Murmuré, cuando dijo aquello de que le daba igual como se desempeñaban los demás. — También vi que hay varios niños, no soy la única. Personas delgadas y bajitas de las que probablemente se desharán pronto — bajé la voz al decir eso porque me sonaba bastante fuerte, aunque luego de lo de las tripas en el suelo no estaba segura de cual de los dos había sido peor. — Probablemente por los brazos de ese. — Apunté hacia el fondo de la sala, donde el masculino del trece pasaba. Fue rápido así que no sé si lo vio. — Creo que peso lo mismo que uno de sus brazos. — Murmuré, como comentario aleatorio simple. — De hecho creo que hasta tú pesas menos que uno de sus brazos. — Sonaba como una broma pero lo creía de verdad.

— He aprendido sobre venenos. — Recordé repentinamente. — No necesitas un enfrentamiento directo si los usas bien. — Mi plan era combinarlos con los cuchillos, si los lanzaba y acertaba en la persona, no tenía, en realidad, que preocuparme por atinarle en el pecho. El problema era que fallaba más que acertar, incluso si practicaba mucho.

No me hacía mucha gracia ver a alguien haciendo trampas potencialmente mortales, así que negué instintivamente, sin estar realmente segura si Bram me vio o no. Prefería mantenerme al margen y verlos de lejos, para saber de quien debía cuidarme. Aunque, a estas alturas, creo que no había en mi lista nadie del que no tuviera que hacerlo, ni siquiera el chico junto a mi en ese momento. Confiaba en él por, supuesto; al menos por ahora. Estaba intentando ayudarme a pesar de a lo que nos enfrentaríamos en apenas unos días, y aceptaba esa ayuda con cada célula de mi cuerpo, pero no estaba segura de que su ayuda no terminara una vez pisaran la arena por primera vez. Al fin y al cabo, solo uno de nosotros volvería a casa.

Me mordí la uña deseando lo mismo que él, sobre lo de nadar y esas cosas. No me haría mucha gracia morir ahogada. — No. No creo que sea buena idea desperdiciar la comida en la arena. — Murmuré, y aunque sonaba algo básico, para mi lo era más, porque me había muerto de hambre las últimas semanas, y sabía el bien escaso que era en un distrito pobre, no quería ni imaginar lo preciado que sería en la arena. — Pensaba envenenar los cuchillos —  ¿Era muy estúpido eso? Lo dije sin estar segura ahora, a pesar de que antes me imaginé que sería bastante letal envenenar a la gente con cortes pequeños, rápidos y que no requirieran de mucho esfuerzo. Que tonta me sentí de pronto. — Y apuñalarlos con ellos. — Mi voz era cada vez más baja, algo amortiguada por la repentina inseguridad, que aumentó en cuanto él dijo lo de la cantidad. ¡Tampoco había pensado en eso!

Chisté. Tendría que volver al puesto de venenos a hacer todas esas preguntas porque no iba a quedarme con las dudas. — ¡Deja de decir que lo tengo crudo! — Me enojé, presa del estrés. Elevé un poco la voz, pero me arrepentí en seguida. No me gustaba gritarle a la gente, era de mala educación. Además, no había educado a mis hermanos a gritos, por mucho que me desesperaran a veces, y no iba a empezar a perder los nervios ahora. — Ya lo sé ¿Vale? — Para cuando volví a hablar, bajé la voz de nuevo. — Pero me da igual. No pienso dejarme. Lucharé hasta que ya no pueda respirar, ni moverme. Los arañaré, los morderé, gritaré, haré lo que sea, porque rendirme no es una opción, ni es mi estilo. Y tampoco tiene pinta de ser el tuyo así que deja de ser pesimista. La gente del cinco lucha a diario para sobrevivir. Vivimos casi en una arena. La única diferencia es que no todos intentan matarse mutuamente.

Mi cabeza se echó hacia atrás cuando él la tocó con su dedo. Para entonces ya estaba más calmada pero aún tenía el enojo residual en el cuerpo. Me quedé mirándole y sintiéndome extraña cuando me llamó Beck. Sonó tan familiar que me hizo olvidar por un momento que uno de nosotros no volvería a casa. O puede que los dos. — Claro que tengo miedo. — Murmuré, con la voz algo quedada y suave, pero me sentí de repente como la hermana menor, que es bastante raro, teniendo en cuenta nunca lo he sido. Estaba obsesionada con los demás porque necesitaba saber qué podían hacerme, cómo podrían matarme, para poder encontrar como evitarlo. — No puedo evitarlo. Pienso y pienso en escenarios hipotéticos y luego en como librarme de ellos. Así soy yo. — Era algo que hacía desde que mamá no estaba y toda la responsabilidad de cuidar de Kevin, Richie, JJ, JH y JK había recaído sobre mi por completo.

El comentario sobre poner a mansalva veneno en las armas me hizo reír. No pude evitarlo. Podría parecer cruel pero era algo realista, y por tanto, algo que podía procesar con rapidez. Primero fue una especie de risa gutural que se quedó atrapada en la garganta y luego se transformó en una carcajada ahogada. Era una buena solución. Asentí suavemente aceptando su consejo, volviendo la vista hacia los cuchillos. — ¿Sabes? Podrías poner veneno en tus flechas también. — Aunque todavía no sabía si era algo que le hubiera interesado aprender. — Puedo hacerlo para ti, no soy tan inútil. He oído como otros están haciendo grupos y no quiero ir sola. Aunque no sé si querrías intentarlo conmigo. — Dadas todas las cosas que hago mal. Pero de nuevo, no estaba lista para rendirme. Aún tenía tiempo para seguir entrenando. Para aprender, y también para mejorar.

Probé a lanzar otro cuchillo de nuevo y aunque pasó de largo de la diana, esta vez se encajó contra el refuerzo protector detrás de este, y se quedó allí. Suficiente fuerza, pero no tanta puntería.