No fue una sorpresa que los asientos estuvieran agotados. El morbo dentro de la ciudad del Capitolio generó un consumo masivo de los nuevos tributos. Se trataba de un espectáculo generado poco después de la toma del distrito uno, por lo que muchos estaban deseando ver el castigo empleado sobre una nueva tanda de rebeldes. De niños cuyas vidas podrían salvarse si los terroristas daban un paso al costado.

El escenario se iluminó con un espectáculo de luces llamativo e impactante. Los aplausos se elevaron en el estudio cuando la fabulosa Zirconia ingresó, vestida de puros brillos, al escenario. Solo estaba acompañada por dos sillones individuales de extrema comodidad, ubicados en el centro de la escena.

— ¡Bueno, bueno! — Exclamó de forma estridente. Su voz, amplificada mediante magia, retumbó por encima del público —. ¡Muy buenas noches, NeoPanem! Sabemos que están tan ansiosos como yo esta noche. ¡Tan solo miren la cantidad de público que tenemos! ¡A ver, háganse oír! — El estruendo, tal y como si fuera un recital, hizo vibrar el suelo. Zirconia parecía más que satisfecha —. Hay una enorme variedad de tributos para conocer. Están aquí porque se creen merecedores de su perdón, así que quizá puedan convencerlos. ¿Ustedes qué creen? — Algunos aplausos, algunos abucheos —. ¡Pues veamos qué tienen para darnos!

Las entrevistas que siguieron a los tributos del ocho parecieron ir rápidas, pero el muchacho del doce era un completo charlatán. Las pestañas brillantes de Zirconia no dejaron de sacudirse, incluso cuando el muchacho se marchó y ella lo siguió con la mirada. No pudo evitar agitar la mano delante de su rostro con clara picardía — No debería mover mi atención, ¿no? — Bromeó —. ¡Ya casi se nos acaba la noche, damas y caballeros! Aún así, todavía tenemos algunas caritas que recibir. ¡Y hay que ver qué monada! ¡Un aplauso para Miranda Banasiewicz!

Había pasado la mayor parte del tiempo estirando la falda de su vestido. Agradecía que fuera sencillo, quizá porque no podría encontrarse entre plumas o lentejuelas. Se vio obligada a sostenerse en sus zapatos mientras observaba una pantalla pequeña tras bambalinas, observando cómo los otros tributos parecían tener una imagen mucho más pulcra que ella. Al menos, el chico del distrito doce parecía haber aturdido a Zirconia. Miranda había visto los suficientes videos de ella como para conocer sus muecas.

Levantó la vista de la pantalla cuando oyó su nombre. A pesar de sus nervios, sus pasos fueron apresurados y ansiosos. Subió los escalones y salió de bambalinas para encontrarse con el brillo cegador de las luces. Parpadeó un poco, pero se las arregló para mostrar una sonrisa al saludar al público. No tardó mucho en estrechar la mano de Zirconia.

— Espero que lo de “monada” sea por mí y no por Ash — bromeó. Sin más, se acomodó en el asiento, en espera de que todo termine rápido.  

Con una sonrisa dibujada, Zirconia estrechó la mano de la muchacha. Antes de soltarla, la hizo girar sobre sí misma y acomodó la falda de su vestido con manos rápida y acelerada. —Ah, ¡pues claro que es por ti, encanto! Es tu momento de brillar. —Los aplausos se fundieron en el aire y las luces parpadeantes pararon hasta quedarse fijas—. ¡Aunque nadie puede negar que tu compañero también es una hermosura! ¿A ti también te lo parece? ¿Significa eso que ya habéis tenido tiempo para conoceros un poco más? —Con los ojos abiertos, se giró hacia el público. Oh, ¡el furor del chisme! Las risas se escucharon altas y claras.

Zirconia se acomodó en su asiento. Colocó la falda de lentejuelas sobre sus piernas y, con las rodillas giradas levemente en su dirección, centró la mirada en Miranda. —Sabemos que tuviste una infanda movidita, ¿no es así? El mercado, el orfanato… Una vida así hace que una tenga que aprender a valerse por sí misma. Pobrecita, tanto tiempo sola… ¡Pero no hay mal que por bien no venga! Dinos, cielo, ¿crees que esto te va a dar ventaja sobre tus compañeros? Las alianzas y el compañerismo pueden servir al principio, pero todos aquí sabemos que solo uno ganará.

El vuelo de su vestido fue grácil y la sonrisa no abandonó sus labios. No obstante, Miranda tuvo miedo de que la gente fuera capaz de ver la tensión crecer en su frente y en las comisuras. Tenía bien en claro la clase de espectáculo que el Capitolio era capaz de consumir, pero ella no tenía intenciones de vender un material como ese. No con alguien con quien apenas hablaba.

— Solo por la escuela — admitió sin mucho interés mientras se acomodaba en el asiento —. Es guapo, sí, supongo. No tuve tiempo de fijarme en eso. ¿Sabes lo difícil que es aprender a disparar en una semana? — Miranda se inclinó hacia delante como si estuviera buscando la complicidad de Zirconia —. Nunca había extrañado tanto mi varita. ¡Pero al menos los jabones del jacuzzi valieron la pena!

La sonrisa dedicada al público duró un segundo. Suspiró de forma visible ante la mención de su infancia, pero buscó mantener la compostura. Enderezó la espalda y estiró la sonrisa, manteniendo los dientes expuestos — Bueno, mis padres eran de esta ciudad. Supongo que por fin pude comprender un poco más de un pasado que nunca conocí. Una conexión familiar, ¿entiendes? — Miranda acomodó su falda para poder cruzar las piernas —. No sé si estoy en ventaja, no quiero menospreciar a ninguno de mis compañeros. Lo que sí sé es que he aprendido a mantener la compostura y que ser más pequeña no me hace más débil. La gente se deja llevar mucho por las apariencias y yo creo que es algo bastante bobo.

—¡Pero bueno! Si no tienes esos pensamientos ahora, ¿cuándo los tendrás? —Una broma claramente referida a su juventud, a su mente pura e inocente. Sin embargo, alguna risa ahogada se escuchó entre la audiencia; Zirconia elevó la mirada, la dirigió hacia ellos, sus pestañas brillantes chocando contra sus cejas. Era inevitable que los pensamientos de los presentes no se fueran hacia el hecho de que, de todos los participantes, solo quedaría uno.

Y, en el resto, no quedaría ni un atisbo de cualquier pensamiento, inocente o no.

Se relamió los labios y se acomodó en el asiento, dejando caer la espalda contra el acolchado terciopelo. —No, no, claro que no. ¡Sabemos que no debemos dejarnos llevar por las apariencias! Es una de las cosas más bonitas que tiene la Arena, ¿no creéis? —Giró el cuerpo hacia el público, sus rodillas señalaron hacia las gradas—. Los iguala a todos. Da igual vuestra procedencia y vuestra complexión, ¡todos tendréis que demostrarnos lo que valéis! —Aplausos y vítores—. Aunque, quizás, tú cuentes con cierta ventaja. El año pasado, no solo una compañera de tu mismo distrito consiguió ganar, ¡sino que ambos llegaron a la final! ¿Este dato logra colmarte de esperanzas? ¿O, por el contrario, hace que pienses que las posibilidades de que el Distrito Trece se proclame ganador ya se han agotado?

Aunque la sonrisa de Miranda se mantuvo intacta, sus ojos se entornaron hasta volverse dos rendijas. — Supongo que tienes un punto — se limitó a conformarla, a darle lo que estaba buscando escuchar. Miranda no estaba ahí para sacar a relucir cómo podía verse o no su compañero, mucho menos para que le recuerden que debía hacerlo porque en unos días no tendría la oportunidad. Consideraba que había cosas un poco más interesantes que fijarse en un muchacho justo antes de morir.

La siguiente pregunta le hizo ladear la cabeza. Sus labios se torcieron un poco en un gesto pensativo. Resopló hacia arriba y su flequillo vibró — Lo que Paige y Sam hicieron fue magnífico. Sé lo que las personas dicen de ellos, pero yo creo que fueron una demostración de cómo la unión hace la fuerza. En casa están muy orgullosos de ellos — no mentía; a las personas más idiotas que adulaban al Capitolio les encantaba hablar de sus tributos como si fueran héroes olímpicos —. Me gustaría decir que este año el distrito trece tiene tan buenas posibilidades como el anterior. Ya verás que somos mucho más que una monada — añadió en tono divertido.

— ¡Como para no estarlo! Creo que todos en algún momento hemos contenido el aliento al verlos en pantalla. Con esa despedida... — Se llevó una mano al pecho, arrugando el rostro conmovida por el recuerdo. Alguna expresión de ternura de dejó escuchar entre el público y Zirconia esperó el tiempo prudencial antes de elevar la vista hacia el cielo y sacudir la cabeza levemente.

— Entonces... — Ya recompuesta de su pequeño momento, dejó que su mano cayera hasta su rodilla e inclinó el torso en la dirección de la muchacha. — ¿Cómo has encontrado a Paige en su rol de mentora? ¿Les ha dado algún secretillo para poder llegar a ser finalistas? — Llevando la palma abierta contra el costado de sus labios, procuró bajar la voz. — Aquí entre nos podemos guardar el secreto, ¿no crees? — Guiñó el ojo en su dirección y soltó una risotada antes de dejar que su peso cayera contra el respaldo.

Miranda le sonrió con suavidad y fingió estar hablando con Rachel cuando se inclinó hacia delante. La falsa complicidad con la conductora le arrebató una risita que incluso ella creía que sonaba boba. Volvió a enderezar la espalda y se encogió de hombros como quien no quiere la cosa.

— Si te dijera, no estaría dejando nada para descubrir en la arena. ¿No es así? — Movió las cejas con algo de picardía —. Paige es una buena mentora, pero por sobre todas las cosas creo que es una buena persona. Me ha ayudado en la escuela, ¿sabes? Hasta me prestó su falda una vez que tiré un montón de poción sobre la mía. Si puedo ser un poquito más como ella, estoy segura de que estaré bien — lo pensó un poco. Tomó algo de aire y suspiró —. Espero estarlo. Me gustaría demostrar que se puede nacer en un sitio como el mercado y encontrar una segunda oportunidad en NeoPanem. Al fin y al cabo, eso es lo que nos enseñaron. ¿No?
   

La sonrisa de Zirconia se mostró amplia entre los aplausos de la gente. Se estiró para tomar la mano de Miranda y la estrechó con fuerza — Espero que así sea, querida. Que así sea. ¡Miranda Banasiewicz, damas y caballeros!

El público despidió a la joven entre vítores. Zirconia se puso de pie con un movimiento ansioso y divertido de sus caderas —  Ya casi terminamos, mis amores. Como ya vieron, tuvimos una enorme variedad de tributos esta noche y solo nos queda uno por conocer. Ya hablamos de lo guapo que es, pero prefiero que lo vean por ustedes mismos. ¡Y que no se dejen engañar por ese polémico apellido! ¡Por favor, reciban con un fuerte aplauso al tributo de la nota más alta, Ashton Pearson!

Ser el último le ponía de los nervios, una vez más. Se había asegurado de que los estilistas supieran que no llevaría algo simple, que quería destacar, y se decidieron al final por colocarle una camisa con el primer botón desabrochado y una americana azul marino con unas finas rayas blancas y pantalones a juego. Se movía tanto de un lado a otro esperando su turno que tuvieron que llamarle la atención y se había tocado tanto el pelo que lo llevaron de nuevo a arreglárselo y colocarle algo de laca.

Al escuchar que era su turno volvió a estirarse la americana y dio su mejor sonrisa. Hasta ahora había conseguido ser el mejor y debía garantizar de que siguiera siendo así. Las luces del plató lo cegaron por unos segundos, pero se aseguró de seguir sonriendo y saludando con la mano hacia el público. Los aplausos hicieron que se sintiera querido aunque no sabía cuánto amor expresaban en realidad.

No estaba acostumbrado a las multitudes, pero le gustaba acaparar la atención. Y le gustaba sentir toda la atención del país sobre él. Una vez delante de la entrevistadora, le estrechó la mano y se sentó en su asiento, manteniendo una postura recta. —¡Buenas noches, Zirconia! Vas a terminar sacándome los colores esta noche —dijo en tono de broma refiriéndose a las alusiones a su físico que había hecho en su presentación. Siempre se había considerado del montón, pero que lo consideraran guapo no podía jugar en su contra—. Dicen que lo mejor siempre deja para el final, ¿no?

—¡Claro que sí, vas a ser el broche de oro para esta noche tan emocionante! ¿No es cierto? ¿No os parece el cierre perfecto? —La grada del público se transformó en aplausos y gritos. Algunos se levantaron de sus asientos, saludando a una cámara flotante que los iba enfocando uno a uno.

Estrechó su mano con firmeza, batió sus pestañas brillantes en su dirección y se dejó caer sobre el sillón acolchado. —A todos nos suena tu apellido, Ashton. ¡Parece que la polémica va unida a tu familia! —Y decía polémica por no decir “terrorismo”. No hacía falta: todos sabían a lo que se refería; a que Amber Pearson había sido líder de los rebeldes durante un tiempo, que una prima suya había seguido sus pasos. Ashton estaba ahí por otro familiar. ¡Y ya eran cuatro los condenados!—. ¿Qué tienes que decir sobre esto? ¿Acaso queda alguien en tu estirpe que no sea un criminal?