OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
No fue una sorpresa que los asientos estuvieran agotados. El morbo dentro de la ciudad del Capitolio generó un consumo masivo de los nuevos tributos. Se trataba de un espectáculo generado poco después de la toma del distrito uno, por lo que muchos estaban deseando ver el castigo empleado sobre una nueva tanda de rebeldes. De niños cuyas vidas podrían salvarse si los terroristas daban un paso al costado.
El escenario se iluminó con un espectáculo de luces llamativo e impactante. Los aplausos se elevaron en el estudio cuando la fabulosa Zirconia ingresó, vestida de puros brillos, al escenario. Solo estaba acompañada por dos sillones individuales de extrema comodidad, ubicados en el centro de la escena.
— ¡Bueno, bueno! — Exclamó de forma estridente. Su voz, amplificada mediante magia, retumbó por encima del público —. ¡Muy buenas noches, NeoPanem! Sabemos que están tan ansiosos como yo esta noche. ¡Tan solo miren la cantidad de público que tenemos! ¡A ver, háganse oír! — El estruendo, tal y como si fuera un recital, hizo vibrar el suelo. Zirconia parecía más que satisfecha —. Hay una enorme variedad de tributos para conocer. Están aquí porque se creen merecedores de su perdón, así que quizá puedan convencerlos. ¿Ustedes qué creen? — Algunos aplausos, algunos abucheos —. ¡Pues veamos qué tienen para darnos!
Zirconia volvió a ponerse de pie en cuanto el tributo del cuatro salió del escenario. Con una sonrisa que enseñaba sus blancos dientes, continuó los aplausos hasta lanzar un suspiro — ¡Qué noche estamos teniendo! ¿Soy la única que siente algo de calor? ¿Son las luces? ¿Es el entusiasmo? — Zirconia se abanicó con una mano frente a las risas del público —. No importa que sea verano, no podemos quedarnos en las playas del cuatro. ¡Y hay una chiquita adorable que me muero por conocer! ¡Un aplauso para Rebecca Mason!
El escenario se iluminó con un espectáculo de luces llamativo e impactante. Los aplausos se elevaron en el estudio cuando la fabulosa Zirconia ingresó, vestida de puros brillos, al escenario. Solo estaba acompañada por dos sillones individuales de extrema comodidad, ubicados en el centro de la escena.
— ¡Bueno, bueno! — Exclamó de forma estridente. Su voz, amplificada mediante magia, retumbó por encima del público —. ¡Muy buenas noches, NeoPanem! Sabemos que están tan ansiosos como yo esta noche. ¡Tan solo miren la cantidad de público que tenemos! ¡A ver, háganse oír! — El estruendo, tal y como si fuera un recital, hizo vibrar el suelo. Zirconia parecía más que satisfecha —. Hay una enorme variedad de tributos para conocer. Están aquí porque se creen merecedores de su perdón, así que quizá puedan convencerlos. ¿Ustedes qué creen? — Algunos aplausos, algunos abucheos —. ¡Pues veamos qué tienen para darnos!
Zirconia volvió a ponerse de pie en cuanto el tributo del cuatro salió del escenario. Con una sonrisa que enseñaba sus blancos dientes, continuó los aplausos hasta lanzar un suspiro — ¡Qué noche estamos teniendo! ¿Soy la única que siente algo de calor? ¿Son las luces? ¿Es el entusiasmo? — Zirconia se abanicó con una mano frente a las risas del público —. No importa que sea verano, no podemos quedarnos en las playas del cuatro. ¡Y hay una chiquita adorable que me muero por conocer! ¡Un aplauso para Rebecca Mason!
Instrucciones
— Se ha realizado un cambio en la duración de las entrevistas. Las mismas terminarán el miércoles 14 de septiembre. La arena seguirá abriéndose el viernes 16. Esto se debe a que no queremos que ningún tributo tenga que correr para cumplir la actividad.
— El turno de las chicas será a partir de hoy, viernes 9, hasta el lunes 12. Ese mismo día se subirá el turno de los chicos, el cual terminará el miércoles por la noche.
— Cada uno de los tributos deberá responder tres (3) preguntas para poder completar su ronda. Si no lo ha hecho para el momento del cierre de su turno, no podrá hacerlo luego.
— El primer post será de inicio. Si el tributo femenino no responde antes del lunes, su turno se salteará y no podrá completarla luego.
— Si una chica termina antes del lunes, la entrevista con el chico podrá subirse antes.
— Pedimos paciencia. Zirconia está siendo manejada por diferentes personas para poder abordarlos a todos.
— Completar la entrevista los premiará con 500 galeones que podrán reclamar en la petición.
— Les recordamos que on rol, los tributos entran en orden de distrito; primero las chicas, luego los chicos. Por ejemplo, narrativamente Rebecca entrará después de Lachlan a pesar de que la entrevista del cuatro esté sucediendo en otro tema.
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Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Estaba bastante nerviosa. Mientras esperaba mi turno escuchaba los gritos afuera y eso me daba un poco de miedo. Alisaba mi vestido constantemente, como si eso fuera a cambiar algo. Era la primera vez que me ponía algo tan bonito, y dudaba mucho que me quedara bien. También habían hecho un par de virguerías con mi cabello y enfundado los pies en unas botas altas. Todo había sido trabajo de los estilistas, a mi no me habían dejado, si quiera, opinar respecto a nada. No me importó, no sabía mucho de moda.
No sabía que esperaban de mi en la entrevista, y tampoco había muchos lugares de los que pudiera sacar las referencias. Tras el incidente recién habíamos llegado al centro de entrenamiento, no había intentado de nuevo hablar con mi mentor, lo veía un sin sentido de todas formas, y cada vez que pensaba en hacerlo me recordaba como lo muy inútil que ha sido, solo conseguía decepcionarme.
Al escuchar mi nombre se me paró el corazón, habían terminado con el tributo del cuatro. Respiré profundamente y retuve el aire en mis pulmones. Uno de los aurores me empujó cuando vio que no me moví y fue entonces cuando seguí respirando y mi cuerpo volvió a realizar sus funciones, aunque fuera de forma acelerada. Salí al escenario sin saber a donde mirar, cegada un poco por las luces del lugar y algo sorda por el bramido del multitud, demasiado alto para que yo escuchara algo más que mi propia respiración o corazón desbocado. Terminé el trayecto hacia la mujer caminando insegura, a pasos irregulares, y frenando un par de veces (pocos segundos) entre medias, como si estuviera a punto de regresarme por donde había venido.
No sabía que esperaban de mi en la entrevista, y tampoco había muchos lugares de los que pudiera sacar las referencias. Tras el incidente recién habíamos llegado al centro de entrenamiento, no había intentado de nuevo hablar con mi mentor, lo veía un sin sentido de todas formas, y cada vez que pensaba en hacerlo me recordaba como lo muy inútil que ha sido, solo conseguía decepcionarme.
Al escuchar mi nombre se me paró el corazón, habían terminado con el tributo del cuatro. Respiré profundamente y retuve el aire en mis pulmones. Uno de los aurores me empujó cuando vio que no me moví y fue entonces cuando seguí respirando y mi cuerpo volvió a realizar sus funciones, aunque fuera de forma acelerada. Salí al escenario sin saber a donde mirar, cegada un poco por las luces del lugar y algo sorda por el bramido del multitud, demasiado alto para que yo escuchara algo más que mi propia respiración o corazón desbocado. Terminé el trayecto hacia la mujer caminando insegura, a pasos irregulares, y frenando un par de veces (pocos segundos) entre medias, como si estuviera a punto de regresarme por donde había venido.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
— ¡Pues miren nada más, qué monada! — Zirconia se acercó a Rebecca con grandes pasos y la tomó por una de las manos. La levantó encima de su cabeza en un intento de hacerla girar —. ¡Toda una muñequita! Hay que ver esas pecas. ¿Cómo te sientes querida? ¿Tomamos asiento?
Zirconia no tardó en acomodarse sobre el sillón forrado en terciopelo. Se acomodó el largo cabello negro y le sonrió a la niña con una actitud suave y confianzuda —. Sabemos muy bien que eres una de las más jóvenes del grupo, pero tengo entendido que te fue muy bien en las pruebas de los tributos. ¡Un siete es una nota muy buena! ¿O no? — Buscó la aprobación del público, el cual aplaudió sin tanto estruendo para darle la razón —. ¿Cómo te sentiste al respecto? ¿Sorprendida? ¿Asustada?
Zirconia no tardó en acomodarse sobre el sillón forrado en terciopelo. Se acomodó el largo cabello negro y le sonrió a la niña con una actitud suave y confianzuda —. Sabemos muy bien que eres una de las más jóvenes del grupo, pero tengo entendido que te fue muy bien en las pruebas de los tributos. ¡Un siete es una nota muy buena! ¿O no? — Buscó la aprobación del público, el cual aplaudió sin tanto estruendo para darle la razón —. ¿Cómo te sentiste al respecto? ¿Sorprendida? ¿Asustada?
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Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Me sonrojé cuando me llamó monada. Por lo general, no usaba ropa bonita. Las chicas de mi edad solían reírse de eso aunque yo no le daba importancia. Si hubiera tenido dinero para comprar ropa, habría preferido gastarlo en cosas para comer y en mis hermanos, porque eso era lo que realmente importaba para mi, que todos estuviera bien. — Gracias. Gracias. — Sonreí algo avergonzada ante la pregunta después de que me hubiera hecho ponerme a dar vueltas para que vieran el atuendo que llevaba puesto. QUE VERGÜENZA. — Algo nerviosa. Pocas veces he estado en frente de tantas personas. — Respondí, sinceramente. Mi voz, gracias al micrófono sonó para todo el recinto. Frente a la cosecha había sido parecido, pero ni de lejos había la misma cantidad de gente.
Inconscientemente me cubrí las mejillas con las manos pensando en lo de las pecas mientras tomaba asiento junto a ella. Al resbalarme hacia atrás, para que mi espalda quedara contra el sofá, mis pies colgaban un poco. — Estoy sorprendida por esa nota. — Intentaba no mirar al público, me sentía rara cuando lo hacía. — Les mostré algo que aprendí en el centro de entrenamiento, debieron estar muy contentos al ver que se me dio bien escuchar, y reproducir lo que me enseñaron. — Realmente no me lo podía creer. Aún no había indagado sobre qué había hecho Bram, solo para entender por qué mi nota estaba más alta que la suya. No quería que pensara que intentaba presumir, cuando en realidad solo quería entender. — Pero también me ha entusiasmado bastante ver que puedo dar guerra, a pesar de que casi todos me sacan al menos una cabeza de altura o peso lo mismo que el brazo de algunos. — No pretendía ser una broma, pero al final mi voz sonó como una, porque hacia el final se me escapó una ligera risa. Me tomaba muy en serio a los demás, incluso si veía que muchos de ellos habían obtenido el mismo nivel que el mío. Pudieron haberse contenido. Pudieron haber tenido un mal día. La nota no reflejaba de lo que eran capaces de verdad. Yo estaba segura de haber dado lo mejor que tenía, así que aunque estaba contenta, y me había dado esperanzas, aún intentaba ser cauta respecto a como me sentía y el nivel de esperanza que estaba dispuesta a permitirme sentir.
Inconscientemente me cubrí las mejillas con las manos pensando en lo de las pecas mientras tomaba asiento junto a ella. Al resbalarme hacia atrás, para que mi espalda quedara contra el sofá, mis pies colgaban un poco. — Estoy sorprendida por esa nota. — Intentaba no mirar al público, me sentía rara cuando lo hacía. — Les mostré algo que aprendí en el centro de entrenamiento, debieron estar muy contentos al ver que se me dio bien escuchar, y reproducir lo que me enseñaron. — Realmente no me lo podía creer. Aún no había indagado sobre qué había hecho Bram, solo para entender por qué mi nota estaba más alta que la suya. No quería que pensara que intentaba presumir, cuando en realidad solo quería entender. — Pero también me ha entusiasmado bastante ver que puedo dar guerra, a pesar de que casi todos me sacan al menos una cabeza de altura o peso lo mismo que el brazo de algunos. — No pretendía ser una broma, pero al final mi voz sonó como una, porque hacia el final se me escapó una ligera risa. Me tomaba muy en serio a los demás, incluso si veía que muchos de ellos habían obtenido el mismo nivel que el mío. Pudieron haberse contenido. Pudieron haber tenido un mal día. La nota no reflejaba de lo que eran capaces de verdad. Yo estaba segura de haber dado lo mejor que tenía, así que aunque estaba contenta, y me había dado esperanzas, aún intentaba ser cauta respecto a como me sentía y el nivel de esperanza que estaba dispuesta a permitirme sentir.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Los ojos de Zirconia demostraban atención. Dio un asentimiento con la cabeza y se estiró para darle una palmadita en los nudillos a la colorada — Por supuesto que sí. Si hay algo que hemos aprendido con el paso del tiempo es que el tamaño no importa. ¿A que no? — Soltó una risa estruendosa en dirección al público, el cual la imitó entre carcajadas y aplausos aislados.
— Ahora, Rebecca, quiero que me aclares una cosita — se acomodó en el asiento en actitud cómplice. Sus pestañas se agitaron mientras buscaba acercarse un poco a la niña —. Sabes que es mi trabajo conocerlos a ustedes a fondo para que todo el mundo pueda ver quiénes son. ¡Al fin y al cabo, están aquí para pelear por su derecho a la vida! Y entre tanta investigación me encontré con un panorama devastador…
Los labios de Zirconia se torcieron en un puchero cuando las pantallas en el fondo y los laterales del escenario mutaron. Una misma fotografía de un grupo de varios niños, entre los cuales se encontraba Rebecca, se lució frente a los espectadores. La imagen no era de buena calidad, clásico problema de los distritos norteños.
— Son una familia numerosa. ¿A que sí? — Comentó la mujer —. Dime, Rebecca. ¿Cómo es que se la arreglan? ¿Crees que te echen de menos?
— Ahora, Rebecca, quiero que me aclares una cosita — se acomodó en el asiento en actitud cómplice. Sus pestañas se agitaron mientras buscaba acercarse un poco a la niña —. Sabes que es mi trabajo conocerlos a ustedes a fondo para que todo el mundo pueda ver quiénes son. ¡Al fin y al cabo, están aquí para pelear por su derecho a la vida! Y entre tanta investigación me encontré con un panorama devastador…
Los labios de Zirconia se torcieron en un puchero cuando las pantallas en el fondo y los laterales del escenario mutaron. Una misma fotografía de un grupo de varios niños, entre los cuales se encontraba Rebecca, se lució frente a los espectadores. La imagen no era de buena calidad, clásico problema de los distritos norteños.
— Son una familia numerosa. ¿A que sí? — Comentó la mujer —. Dime, Rebecca. ¿Cómo es que se la arreglan? ¿Crees que te echen de menos?
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Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
A pesar de que todo me empujaba de regreso al público, apenas los miraba de reojo, y si me animaba a mover la cabeza del todo como para enfrentarlos, la giraba de inmediato sintiendo un nudo en el estómago cada vez más grande. Sabía que parte de mi vida dependía de caerle bien a esas personas, ¿pero como los convences de que, entre todos, eres quien merece volver a casa?
Me reí imitando a Zirconia también cuando dijo lo del tamaño, y de nuevo esa sensación de esperanza amenazó con tragarme. A pesar de mi tamaño, era alguien realista, era capaz de obligarme a controlar las ganas de dejarme llevar por la fantasía de volver a casa con todos, y dejar estos recuerdos en el pasado. Le presté toda la atención cuando me llamó de nuevo, y mientras acabó de hablar, me fijé en sus bonitas pestañas. Podía apreciar lo bonita que iba, toda la gente del capitolio siempre iba bonita, pero la voz detrás de mi cabeza no paraba de preguntar cuanto habría valido eso, y cuantas semanas, o tal vez meses, podría haber alimentado a mis hermanos solo con el dinero que le habían costado esas pestañas.
Fue entonces cuando me habló de ellos. Me puse de nuevo nerviosa, pero esta vez, de la emoción. Había intentado tirar del sentimentalismo de los vigilantes de los juegos (por mi nota, sospechaba que aunque parecían estarme ignorando, probablemente no lo habían hecho, al menos no del todo), y quise aprovechar la oportunidad ahí también. El miedo de las cámaras, y de la cantidad de gente, desapareció. Me deslicé del asiento hasta que mis pies estuvieron en el suelo cuando vi la fotografía de mis hermanos. Yo también estaba en ella, pero no me veía, solo los veía a ellos. — Ellos son Kevin, Richie, JJ, JH, JK. — Les puse nombre de inmediato y los señalé, aunque no estuve segura si notaron el cambio de dirección entre mis dedos cuando lo hice. — Los últimos son trillizos, y tienen el nombre de mi padre en común. Murió trabajando y fue un duro golpe para todos nosotros. Ya que él era la persona que nos mantenía a salvo en casa. — Tenía el corazón en una mano. Estaba emocionada, pero verlos me recordó que los había dejado atrás y eso me partió el alma.
De repente, mi voz perdió fuelle, y me tambaleó hacia el final de la frase. No iba a llorar. No podía llorar en televisión. ¿Mis hermanos me estarían viendo? Probablemente. Kevin al menos. Tal vez, los pequeños ni siquiera estuvieran 100% conscientes de que yo nunca volvería. — Sé que me echan de menos porque yo también lo hago. Siempre los llevo en mi corazón. — Me llevé las manos al pecho. Mi voz ahora era más lenta, pero retenía las ganas de llorar a la perfección. Ellos no podían verme llorar. Solo podía dejarles bonitas imágenes mientras pudiera, de cuanto los amaba, y tranquilizarlos todo lo que fuera capaz a pesar de la distancia. — No le dije a nadie que mamá nos había abandonado semanas antes de las cosechas. Durante esos días intenté mantenernos a flote, ignorando a los servicios sociales por miedo. No sabía que harían con nosotros. Pensé en lo difícil que es encontrar hogar para muchos niños que van solos, imaginé que sería imposible si éramos tantos. Tenía miedo de ir una casa distinta a las del resto de mis hermanos y no volver a verlos nunca. — Admití. — Quise ser el pilar de nuestra familia por esa razón; pensé que juntos podíamos con todo, pero no fue así. Soy pequeña, hay cosas que están fuera de mi alcance por mucho que me esfuerce. Por eso tuve que robar, para darles de comer. — Miré un momento al público, quería saber si de verdad les importaría que estuviera justificando mi estancia allí; quería saber si podían sentir piedad por mi, y por un crimen que no veía tan grave. — Me pillaron, y por eso estoy aquí. Ellos ya no me tienen. Los servicios sociales han prometido mantenerlos juntos, y espero que cumplan su promesa. Sé que son muchos, pero si nos separan... — ¿nos? Aquel nos se me escapó. Yo ya no podía hablar de un "nos". — Si los separan, los pequeños se olvidarán de los demás. Son muy pequeños. Solo tienen tres años. Y luego está Richie, tiene 7 y necesita tomar a alguien de la mano para poder dormir desde que papá murió, Kevin lo hace. Y Kevin... mi Kevin. — Ahogué las últimas palabras. Kevin era el hermano que más amaba, porque había estado conmigo desde el principio. Solo nos llevábamos un año y medio, y éramos un equipo. Teníamos que serlo para poder sobrevivir en la vida que nos había tocado. — Sé que él quiere mantenerlos a todos, como hice yo. Pero no va a poder solo. Yo, teniendo su ayuda, no pude... Lo siento Kev. Te amo. Espero que esa mujer cumpla su promesa. Si no, búscalos todos los días. Háblales de todos. No dejes que se olviden. — El olvido parecía ser mi peor enemigo en aquel momento.
Me reí imitando a Zirconia también cuando dijo lo del tamaño, y de nuevo esa sensación de esperanza amenazó con tragarme. A pesar de mi tamaño, era alguien realista, era capaz de obligarme a controlar las ganas de dejarme llevar por la fantasía de volver a casa con todos, y dejar estos recuerdos en el pasado. Le presté toda la atención cuando me llamó de nuevo, y mientras acabó de hablar, me fijé en sus bonitas pestañas. Podía apreciar lo bonita que iba, toda la gente del capitolio siempre iba bonita, pero la voz detrás de mi cabeza no paraba de preguntar cuanto habría valido eso, y cuantas semanas, o tal vez meses, podría haber alimentado a mis hermanos solo con el dinero que le habían costado esas pestañas.
Fue entonces cuando me habló de ellos. Me puse de nuevo nerviosa, pero esta vez, de la emoción. Había intentado tirar del sentimentalismo de los vigilantes de los juegos (por mi nota, sospechaba que aunque parecían estarme ignorando, probablemente no lo habían hecho, al menos no del todo), y quise aprovechar la oportunidad ahí también. El miedo de las cámaras, y de la cantidad de gente, desapareció. Me deslicé del asiento hasta que mis pies estuvieron en el suelo cuando vi la fotografía de mis hermanos. Yo también estaba en ella, pero no me veía, solo los veía a ellos. — Ellos son Kevin, Richie, JJ, JH, JK. — Les puse nombre de inmediato y los señalé, aunque no estuve segura si notaron el cambio de dirección entre mis dedos cuando lo hice. — Los últimos son trillizos, y tienen el nombre de mi padre en común. Murió trabajando y fue un duro golpe para todos nosotros. Ya que él era la persona que nos mantenía a salvo en casa. — Tenía el corazón en una mano. Estaba emocionada, pero verlos me recordó que los había dejado atrás y eso me partió el alma.
De repente, mi voz perdió fuelle, y me tambaleó hacia el final de la frase. No iba a llorar. No podía llorar en televisión. ¿Mis hermanos me estarían viendo? Probablemente. Kevin al menos. Tal vez, los pequeños ni siquiera estuvieran 100% conscientes de que yo nunca volvería. — Sé que me echan de menos porque yo también lo hago. Siempre los llevo en mi corazón. — Me llevé las manos al pecho. Mi voz ahora era más lenta, pero retenía las ganas de llorar a la perfección. Ellos no podían verme llorar. Solo podía dejarles bonitas imágenes mientras pudiera, de cuanto los amaba, y tranquilizarlos todo lo que fuera capaz a pesar de la distancia. — No le dije a nadie que mamá nos había abandonado semanas antes de las cosechas. Durante esos días intenté mantenernos a flote, ignorando a los servicios sociales por miedo. No sabía que harían con nosotros. Pensé en lo difícil que es encontrar hogar para muchos niños que van solos, imaginé que sería imposible si éramos tantos. Tenía miedo de ir una casa distinta a las del resto de mis hermanos y no volver a verlos nunca. — Admití. — Quise ser el pilar de nuestra familia por esa razón; pensé que juntos podíamos con todo, pero no fue así. Soy pequeña, hay cosas que están fuera de mi alcance por mucho que me esfuerce. Por eso tuve que robar, para darles de comer. — Miré un momento al público, quería saber si de verdad les importaría que estuviera justificando mi estancia allí; quería saber si podían sentir piedad por mi, y por un crimen que no veía tan grave. — Me pillaron, y por eso estoy aquí. Ellos ya no me tienen. Los servicios sociales han prometido mantenerlos juntos, y espero que cumplan su promesa. Sé que son muchos, pero si nos separan... — ¿nos? Aquel nos se me escapó. Yo ya no podía hablar de un "nos". — Si los separan, los pequeños se olvidarán de los demás. Son muy pequeños. Solo tienen tres años. Y luego está Richie, tiene 7 y necesita tomar a alguien de la mano para poder dormir desde que papá murió, Kevin lo hace. Y Kevin... mi Kevin. — Ahogué las últimas palabras. Kevin era el hermano que más amaba, porque había estado conmigo desde el principio. Solo nos llevábamos un año y medio, y éramos un equipo. Teníamos que serlo para poder sobrevivir en la vida que nos había tocado. — Sé que él quiere mantenerlos a todos, como hice yo. Pero no va a poder solo. Yo, teniendo su ayuda, no pude... Lo siento Kev. Te amo. Espero que esa mujer cumpla su promesa. Si no, búscalos todos los días. Háblales de todos. No dejes que se olviden. — El olvido parecía ser mi peor enemigo en aquel momento.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
La estampa familiar seguía reflejada en todas las pantallas. Para acompañar a aquel momento, las luces parecieron bajar de intensidad; sobre ellas dos ya no había fogonazos blancos, sino solo un tenue foco iluminando a Rebecca.
Varios sonidos se escucharon entre el público; entretenimiento disfrazado de lástima y compasión. Una caja de pañuelos voló hacia Zirconia. —Es una lástima, Rebecca, escuchar todo esto. —Sacó un pañuelo de la caja y, cubriendo su dedo con este, se lo pasó por debajo del ojo. Nadie jamás sabría si las lágrimas que soltaba eran por la historia que acababa de escuchar o porque se le habían metido un poco de pegamento para pestañas en el lagrimal—. ¡Tan pequeña y con tanto peso a tus espaldas! Qué vida tan dura, tan… desoladora. Supongo que estos días en el Capitolio habrán sido como unas vacaciones para ti. —Estirando un brazo, tomó la mano de la niña. Apretó sus dedos finos entre los suyos, su cabeza se movió con leves asentimientos—. Pero, estén donde estén, sabemos que te estarán escuchando. ¿Qué motivo más esperanzador hay para ganar esta edición que el poder regresar con tu familia? Nada nos colmaría más de felicidad a todos los presentes que el saber que volverás y te encontrarás con ellos.
Como si ya hubieran tenido suficiente de aquel momento lacrimógeno, las luces volvieron a brillar en el plató. Zirconia soltó la mano de Rebeca, aprovechando tenerla libre para dar una fuerte palmada. —¡Bien! Sabemos que tienes razones de sobra para querer ganar, pero dinos, ¿hasta qué punto estarías dispuesta a llegar para volver con Kevin, Richie, JJ… —Zirconia entornó los ojos, tratando de ver en una diminuta pantalla cómo eran los nombres. Acabó chasqueando la lengua—... y los otros dos? ¿Puedes asegurarnos que vamos a ver a una Rebecca fuerte que lucha por volver junto a su familia? ¡Porque eso es lo que queremos! Que lo des todo por ser proclamada ganadora.
Varios sonidos se escucharon entre el público; entretenimiento disfrazado de lástima y compasión. Una caja de pañuelos voló hacia Zirconia. —Es una lástima, Rebecca, escuchar todo esto. —Sacó un pañuelo de la caja y, cubriendo su dedo con este, se lo pasó por debajo del ojo. Nadie jamás sabría si las lágrimas que soltaba eran por la historia que acababa de escuchar o porque se le habían metido un poco de pegamento para pestañas en el lagrimal—. ¡Tan pequeña y con tanto peso a tus espaldas! Qué vida tan dura, tan… desoladora. Supongo que estos días en el Capitolio habrán sido como unas vacaciones para ti. —Estirando un brazo, tomó la mano de la niña. Apretó sus dedos finos entre los suyos, su cabeza se movió con leves asentimientos—. Pero, estén donde estén, sabemos que te estarán escuchando. ¿Qué motivo más esperanzador hay para ganar esta edición que el poder regresar con tu familia? Nada nos colmaría más de felicidad a todos los presentes que el saber que volverás y te encontrarás con ellos.
Como si ya hubieran tenido suficiente de aquel momento lacrimógeno, las luces volvieron a brillar en el plató. Zirconia soltó la mano de Rebeca, aprovechando tenerla libre para dar una fuerte palmada. —¡Bien! Sabemos que tienes razones de sobra para querer ganar, pero dinos, ¿hasta qué punto estarías dispuesta a llegar para volver con Kevin, Richie, JJ… —Zirconia entornó los ojos, tratando de ver en una diminuta pantalla cómo eran los nombres. Acabó chasqueando la lengua—... y los otros dos? ¿Puedes asegurarnos que vamos a ver a una Rebecca fuerte que lucha por volver junto a su familia? ¡Porque eso es lo que queremos! Que lo des todo por ser proclamada ganadora.
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Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
— Sí. Me gustaría regresar con mi familia. — Por un momento pensé que de verdad había calado algo en estas personas la historia sobre mis hermanos y que entendían el desproporcionado castigo que me estaban dando al sentir las manos de la entrevistadora sobre las mías y ver aquel gesto de estarse retirando una lágrima del ojo; pero tan rápido como se apagaron las luces (algo que no noté hasta que se encendieron porque estaba demasiado entretenida con mis hermanos), estas volvieron a la normalidad. Estaba un poco confundida, además de momentáneamente cegada. Tardé en darme cuenta de que todo era un espectáculo y eso casi me rompe el corazón. No me había dado cuenta de cuanto había dejado avanzar la esperanza hasta que el dolor del pecho me lanzó la advertencia.
Tragué saliva. No agaché la cabeza porque aún había alguien para la que debía ser fuerte, y no eran las personas que estaban delante de mi en ese instante. — JH y JK — Dije, pero tan bajito que mi corrección pasó completamente desapercibida. ZIrconia siguió hablando y yo regresé a mi lugar en cámara lenta, tampoco estaba tan lejos así que no me costó llegar, y caí de nuevo sobre el asiento, pero esta vez cerca del borde, para que mis pies aún tocaran el suelo. — Por supuesto. He tenido una vida dura, soy una superviviente nata — Odiaba repetir las palabras de su madre, pero este aspecto de ella era algo que la hacía sentir orgullosa. E incluso en aquella situación, en la última oportunidad para que alguien con poder levantar al mano y dijera "mejor no la mandamos porque lo que hizo no fue tan grave", tenía ganas de presumir de eso. Tal vez no tuviera esperanzas de ganar (algo que no iba a decir en voz alta, por supuesto), pero iba a aferrarse a la vida hasta el último aliento. — No sé como serán la vida de los demás, pero no me pienso rendir incluso si lo tuvieron peor, incluso si son más grandes, o saben más cosas que yo. Tengo cinco hermanos en casa esperando mi regreso, y no pienso decepcionarlos — No le quedaba ahora de otra, más que renunciar a la posibilidad de volver a casa sin pelear.
Tragué saliva. No agaché la cabeza porque aún había alguien para la que debía ser fuerte, y no eran las personas que estaban delante de mi en ese instante. — JH y JK — Dije, pero tan bajito que mi corrección pasó completamente desapercibida. ZIrconia siguió hablando y yo regresé a mi lugar en cámara lenta, tampoco estaba tan lejos así que no me costó llegar, y caí de nuevo sobre el asiento, pero esta vez cerca del borde, para que mis pies aún tocaran el suelo. — Por supuesto. He tenido una vida dura, soy una superviviente nata — Odiaba repetir las palabras de su madre, pero este aspecto de ella era algo que la hacía sentir orgullosa. E incluso en aquella situación, en la última oportunidad para que alguien con poder levantar al mano y dijera "mejor no la mandamos porque lo que hizo no fue tan grave", tenía ganas de presumir de eso. Tal vez no tuviera esperanzas de ganar (algo que no iba a decir en voz alta, por supuesto), pero iba a aferrarse a la vida hasta el último aliento. — No sé como serán la vida de los demás, pero no me pienso rendir incluso si lo tuvieron peor, incluso si son más grandes, o saben más cosas que yo. Tengo cinco hermanos en casa esperando mi regreso, y no pienso decepcionarlos — No le quedaba ahora de otra, más que renunciar a la posibilidad de volver a casa sin pelear.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
El triunfo iluminó el rostro de Zirconia. —¿No era eso lo que necesitaban oír? ¡Rebecca dará todo lo que tiene con tal de volver a casa! Espero que cumplas tu promesa, cielo. Desde aquí, estaremos siguiendo todos y cada uno de tus pasos. —El público bramó en las gradas, imaginó que la dicha del plató se transmitiría también a aquellos que lo veían desde sus casas. Se levantó con un gesto grácil y, estirando su brazo, tomó la mano de Rebecca entre la suya—. ¡Rebecca Mason, del Distrito Cinco! —Más aplausos, fogonazos de luces. Alguien indicó a Rebecca que saliera por el otro lado del escenario y los pasos de la niña se marcaron en las baldosas resplandecientes.
Y, por unos segundos, reinó el silencio. —¿Qué os ha parecido? Ah, ¡no hay nada mejor que una historia dramática para ablandar los corazones! Casi es una pena que la posibilidad de regresar con su familia sea profundamente remota… —Torció el gesto, hizo un puchero—. ¡En fin! Aún queda mucha noche por delante, ¿no les emociona saberlo? ¡La diversión acaba de empezar! ¿Tendrá nuestro siguiente invitado alguna historia complicada con la que amenizarnos el rato? ¡Ahora lo veremos, levantémonos para recibir a Abraham Telsior!
Y, por unos segundos, reinó el silencio. —¿Qué os ha parecido? Ah, ¡no hay nada mejor que una historia dramática para ablandar los corazones! Casi es una pena que la posibilidad de regresar con su familia sea profundamente remota… —Torció el gesto, hizo un puchero—. ¡En fin! Aún queda mucha noche por delante, ¿no les emociona saberlo? ¡La diversión acaba de empezar! ¿Tendrá nuestro siguiente invitado alguna historia complicada con la que amenizarnos el rato? ¡Ahora lo veremos, levantémonos para recibir a Abraham Telsior!
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Entrevista con Zirconia
Domingo, 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Aquellos tirantes negros se ven demasiado sobre su camiseta blanca. Poco importa la túnica que lleva encima, siguen viéndose tanto como lo hace un moco en una pared sin adornos. Lo mismo sucede con ese pantalón de una manufactura envidiable que quiere quitarse desde el minuto uno. Pero las salidas están vigiladas por los aurores y nadie sale sin supervisión. Da igual si las ganas para ir al baño son reales o no.
Así que permanece cruzado de brazos, aburrido mientras el estilista intenta —en vano—: hacerle los últimos retoques. No lo quiere cerca, no necesita esa parafernalia adulterada para que el público lo conozca a él y a los tipejos que van a morir días más tarde en la arena. Una brutalidad de la que son partícipes. Ellos no presionan el botón que da el pase a la acción pero tampoco hacen nada para detenerlo. Son tan culpables como los vigilantes y están tan manchados de sangre como los antiguos vencedores de la arena.
—Acabemos con esto de una puta vez. —Mastica cada palabra, fulminando con la mirada al estilista que vuelve acercársele con lo que parecen unos polvos o brillantina—. No. —Poco le importa recibir un nuevo escarmiento de los aurores, poco lo importa que sea televisado por el mismo público vomitivo. Él no va a salir con los malditos polvos, sea lo que sean.
Los polvos llegan sobre su rostro cuando la varita de los aurores impide su avance. El estornudo sale primero, precediendo a su avance por la tarima y al movimiento de sus manos para quitarse la estupidez de brillantina que ni le va ni le viene. Estúpido estilista. Estúpidos aurores. Estúpido público. Estúpido gobierno.
Así que permanece cruzado de brazos, aburrido mientras el estilista intenta —en vano—: hacerle los últimos retoques. No lo quiere cerca, no necesita esa parafernalia adulterada para que el público lo conozca a él y a los tipejos que van a morir días más tarde en la arena. Una brutalidad de la que son partícipes. Ellos no presionan el botón que da el pase a la acción pero tampoco hacen nada para detenerlo. Son tan culpables como los vigilantes y están tan manchados de sangre como los antiguos vencedores de la arena.
—Acabemos con esto de una puta vez. —Mastica cada palabra, fulminando con la mirada al estilista que vuelve acercársele con lo que parecen unos polvos o brillantina—. No. —Poco le importa recibir un nuevo escarmiento de los aurores, poco lo importa que sea televisado por el mismo público vomitivo. Él no va a salir con los malditos polvos, sea lo que sean.
Los polvos llegan sobre su rostro cuando la varita de los aurores impide su avance. El estornudo sale primero, precediendo a su avance por la tarima y al movimiento de sus manos para quitarse la estupidez de brillantina que ni le va ni le viene. Estúpido estilista. Estúpidos aurores. Estúpido público. Estúpido gobierno.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Al público no pareció importarle la entrada tan poco encantadora del joven. Zirconia se llevó la mano al pecho y dio un respingo hacia atrás al escuchar tal estornudo. —¡Vaya, vaya, parece que nuestro protagonista no está acostumbrado a los cuidados de los estilistas! —Risas precedieron a sus palabras. A lo lejos se podía observar la manera en la que varios miembros del público se llevaban la mano a la boca, tratando de tapar sus furtivas carcajadas—. Pues deja que te diga, encanto, que el Capitolio te sienta de maravilla. ¿No es cierto?, ¿no está mucho más guapo que en La Cosecha? ¡Esa constante mueca malhumorada no logra tapar esa carita pecosa!
Tomó asiento en su lugar, señalando con un brazo el sillón contiguo para que Bram imitara sus movimientos. —Si pensábamos que nuestra anterior invitada había tenido una vida dura, su compañero parece haberse esforzado por superarla. —Asintió lentamente, con la mirada fija en la cámara principal—. ¿Cómo es haber nacido en una familia muggle, Bram? No… no hace falta que nos lo cuentes; sabemos que ha debido de ser aterrador, una desgracia que ninguno de nosotros podríamos imaginar. ¿Pero crees que el haber tenido ese tipo de vida te ha convertido en uno de los tributos más fuertes? ¡No nos han pasado desapercibidas tus numerosas cicatrices! ¿Acaso practicabas por si tu nombre resultaba salir en la Cosecha? —Las risas inundaron la habitación: todos allí sabían qué clase de distrito era el cinco.
Tomó asiento en su lugar, señalando con un brazo el sillón contiguo para que Bram imitara sus movimientos. —Si pensábamos que nuestra anterior invitada había tenido una vida dura, su compañero parece haberse esforzado por superarla. —Asintió lentamente, con la mirada fija en la cámara principal—. ¿Cómo es haber nacido en una familia muggle, Bram? No… no hace falta que nos lo cuentes; sabemos que ha debido de ser aterrador, una desgracia que ninguno de nosotros podríamos imaginar. ¿Pero crees que el haber tenido ese tipo de vida te ha convertido en uno de los tributos más fuertes? ¡No nos han pasado desapercibidas tus numerosas cicatrices! ¿Acaso practicabas por si tu nombre resultaba salir en la Cosecha? —Las risas inundaron la habitación: todos allí sabían qué clase de distrito era el cinco.
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Entrevista con Zirconia
Domingo, 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Diga lo que diga la emperifollada entrevistadora: Bram no está mejor que en La Cosecha. La limpieza es exquisita, los atuendos de un deleite que agrada a la vista y que no quiere —bajo ninguna circunstancia—: pecar de excesivo. No obstante, nada equipara a la camisa de su difunto padre, ni tan siquiera la dulzor del algodón o la transpiración de la prenda. Nada es comparable al recuerdo atesorado de una vida, atribuido en un olor, en un sentir abrumador.
Como contestación el tributo rueda los ojos, hastiado con la máscara que adultera a los medios de comunicación. Todo son risas y espectáculo del que sacar tajada y fondos para el estado. Porque necesitan pagarse una guerra y no pueden cesar los excesos prometidos o el grifo se cierra y la cámara de Gringotts es reducida a cenizas. La amargura se extiende por el paladar, se traslada a su mandíbula y a la fulminación de su mirada azulada.
¿Qué es la vida? Sino un compendio de elecciones que realizan el corte a patrón de un individuo, volviéndolo más reacio o menos con su yo interior, más o menos culpable de las acciones que toma su raciocinio a través de los tiempos. Como si no se imaginara que un simple gesto, una palabra, una acción puede determinar un cambio total de rumbo o simplemente no hacerlo.
—Es una vida como cualquier otra. —Aterrador no es la palabra para describirla. Solo aceptación y sorpresa de lo bajo que el ser humano puede caer para no morirse de hambre. Lo inverosímil que puede escoger solo para padecer un día más de frío, de hambruna o de agresiones por la tozudez de un cuerpo que, apaleado y llevado al límite, abraza el camino de la supervivencia. Es similar a la necesidad palpable del aliento encontrada al ser hundido bajo el agua. Como la mano ejerce una tenaza sobre la nuca. Como terca empuja hacia el agua del balde mientras el pánico del afligido se desencadena y la sensación por respirar despunta con obligada necesidad. A sabiendas que, por más que se saque la cabeza y se dé un segundo de respirar antes de hundirla de nuevo, siempre, siempre el cuerpo buscará realizar la bocanada, inclusive aunque eso comporte dilatar el padecimiento.
Su cabeza es ladeada ante la pregunta, su diestra adecúa la pierna contraria sobre la rodilla, formando un cuatro ligeramente torcido. La oportunidad destella a la vista y es demasiado brillante para no dudar de tomarla con todos los dedos. Pero no es idiota. Una práctica sustanciosa incide en el recelo de los demás y lo dispone a padecer una muerte segura por una rebelión de todos contra el experto. No debe mentir, por muchas ganas que tenga de excudarse en espejos y humo.
—Vivo en un distrito donde cada vez que giras una esquina ves a un niño muriéndose de hambre. Un futuro cadáver deshecho, incapaz de subsistir por sus propios medios —indica, hablándole a la mujer como si fuera una niña de cuatro años a la que hay que explicarle las respuestas a sus por qué—. El tiempo es demasiado valioso para perderlo en esa mierda. Uno se concentra en vivir, en trabajar para dar un sueldo en la mesa. ¿Y tú me hablas de entrenar para esto? ¡já! No puedo más que reírme de tu propia idiotez. —Una pregunta estúpida, insulsa y extravagante como aquel juego de luces y sombras.
Como contestación el tributo rueda los ojos, hastiado con la máscara que adultera a los medios de comunicación. Todo son risas y espectáculo del que sacar tajada y fondos para el estado. Porque necesitan pagarse una guerra y no pueden cesar los excesos prometidos o el grifo se cierra y la cámara de Gringotts es reducida a cenizas. La amargura se extiende por el paladar, se traslada a su mandíbula y a la fulminación de su mirada azulada.
¿Qué es la vida? Sino un compendio de elecciones que realizan el corte a patrón de un individuo, volviéndolo más reacio o menos con su yo interior, más o menos culpable de las acciones que toma su raciocinio a través de los tiempos. Como si no se imaginara que un simple gesto, una palabra, una acción puede determinar un cambio total de rumbo o simplemente no hacerlo.
—Es una vida como cualquier otra. —Aterrador no es la palabra para describirla. Solo aceptación y sorpresa de lo bajo que el ser humano puede caer para no morirse de hambre. Lo inverosímil que puede escoger solo para padecer un día más de frío, de hambruna o de agresiones por la tozudez de un cuerpo que, apaleado y llevado al límite, abraza el camino de la supervivencia. Es similar a la necesidad palpable del aliento encontrada al ser hundido bajo el agua. Como la mano ejerce una tenaza sobre la nuca. Como terca empuja hacia el agua del balde mientras el pánico del afligido se desencadena y la sensación por respirar despunta con obligada necesidad. A sabiendas que, por más que se saque la cabeza y se dé un segundo de respirar antes de hundirla de nuevo, siempre, siempre el cuerpo buscará realizar la bocanada, inclusive aunque eso comporte dilatar el padecimiento.
Su cabeza es ladeada ante la pregunta, su diestra adecúa la pierna contraria sobre la rodilla, formando un cuatro ligeramente torcido. La oportunidad destella a la vista y es demasiado brillante para no dudar de tomarla con todos los dedos. Pero no es idiota. Una práctica sustanciosa incide en el recelo de los demás y lo dispone a padecer una muerte segura por una rebelión de todos contra el experto. No debe mentir, por muchas ganas que tenga de excudarse en espejos y humo.
—Vivo en un distrito donde cada vez que giras una esquina ves a un niño muriéndose de hambre. Un futuro cadáver deshecho, incapaz de subsistir por sus propios medios —indica, hablándole a la mujer como si fuera una niña de cuatro años a la que hay que explicarle las respuestas a sus por qué—. El tiempo es demasiado valioso para perderlo en esa mierda. Uno se concentra en vivir, en trabajar para dar un sueldo en la mesa. ¿Y tú me hablas de entrenar para esto? ¡já! No puedo más que reírme de tu propia idiotez. —Una pregunta estúpida, insulsa y extravagante como aquel juego de luces y sombras.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Zirconia siempre había sido una mujer profesional. Podía ser amante de la educación y la cordura, pero su manejo de un público difícil solía ser su especialidad. Pudo escuchar cómo el auditorio se silenciaba ante las palabras incómodas de un niño irreverente que sería carne de cañón en pocos días. Incluso se preguntaba si el presidente estaba viendo esto, riendo en sus aposentos acogedores.
La mujer silbó y miró al público de forma cómplice. Creyó escuchar alguna que otra risa nerviosa — Parece que además de morirse de hambre, no tienen tiempo para recibir unos mínimos buenos modales. ¿O es que la cantidad de dementores que vigilan sus calles te quitaron el sentido del humor, Bram? — Torció los labios en un suave puchero —. No debemos olvidar cómo es que funcionan las cosas. Están aquí porque necesitan aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo. ¿Quieres contarnos tu punto de vista de cómo es que tu nombre terminó en esa urna? Quizá así podamos comprenderte un poco mejor.
La mujer silbó y miró al público de forma cómplice. Creyó escuchar alguna que otra risa nerviosa — Parece que además de morirse de hambre, no tienen tiempo para recibir unos mínimos buenos modales. ¿O es que la cantidad de dementores que vigilan sus calles te quitaron el sentido del humor, Bram? — Torció los labios en un suave puchero —. No debemos olvidar cómo es que funcionan las cosas. Están aquí porque necesitan aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo. ¿Quieres contarnos tu punto de vista de cómo es que tu nombre terminó en esa urna? Quizá así podamos comprenderte un poco mejor.
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Entrevista con Zirconia
Domingo, 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
—Unos lo tienen y otros no. No voy a fingir que tengo humor cuando salta a la vista que no es mi caso. —Así de simple es la crítica. Falta de adulteración, estoica e imbuida en la crudeza de una veracidad desmedida. Ya tiene un pie en la tumba, si creen que le importa la apariencia lo suficiente para no sentenciar al segundo pie están muy equivocados. Él no es el fingido tutor que les han puesto para suplir una baja. Él no actúa, simplemente es.
Las manos encuentran reposo en su regazo, entrelazando los dedos de la derecha con los de la izquierda. Se adecúa en el resplando del sillón, abrazando ese silencio tenso tan conocido como cómodo. A la mierda la estrategia y sus formas, a la mierda las sonrisas falsas y fingir un agrado que no posee. Esa frialdad del público le agrada porque es más cierta que esas risas adulteradas, que ese agrado hacia una apariencia que no le pertenece.
—Estamos aquí porque el gobierno necesita una moneda de cambio —contesta y rueda nuevamente los ojos—. Y no ha encontrado nada mejor que unos niños y adolescentes que siguen aparentemente reaccios a acatar una normativa estúpida, metiendo su nombre en una urna y televisando sus asesinatos mientras se lava las manos y señala que los culpables, los verdugos no son el propio gobierno. ¿Por qué debería de ser el pobrecillo gobierno que no ha hecho nada más que cumplir su normativa, no? —Se jacta, tomando carrerilla en un tema tan controversial que está seguro que no va a dejar a nadie indiferente—. Tienen que ser los rebeldes, claro que sí. —El tono irónico devora la totalidad de la sentencia y el pelirrojo chasquea la lengua contra el paladar al atisbar algún que otro asentamiento entre el público. Panda de ineptos—. No, no seáis tan estúpidos para creer que es así. Estamos aquí porque el gobierno no tiene los huevos para enfrentarse a los rebeldes y necesitan chantajearlos con niños que ellos no han conocido y por los que no van a mover ni un solo dedo para sacarlos de su destino fatídico. —Encoge los hombros y saborea esa cuerda invisible que él mismo se ha puesto al cuello, solo para desafiar públicamente a todo el Capitolio—. Se excudan en que van a dar una lección, ¿verdad? ¿Qué lección? Si solo demuestran un orgullo tan exorbitado como manchadas tienen sus manos.
Las manos encuentran reposo en su regazo, entrelazando los dedos de la derecha con los de la izquierda. Se adecúa en el resplando del sillón, abrazando ese silencio tenso tan conocido como cómodo. A la mierda la estrategia y sus formas, a la mierda las sonrisas falsas y fingir un agrado que no posee. Esa frialdad del público le agrada porque es más cierta que esas risas adulteradas, que ese agrado hacia una apariencia que no le pertenece.
—Estamos aquí porque el gobierno necesita una moneda de cambio —contesta y rueda nuevamente los ojos—. Y no ha encontrado nada mejor que unos niños y adolescentes que siguen aparentemente reaccios a acatar una normativa estúpida, metiendo su nombre en una urna y televisando sus asesinatos mientras se lava las manos y señala que los culpables, los verdugos no son el propio gobierno. ¿Por qué debería de ser el pobrecillo gobierno que no ha hecho nada más que cumplir su normativa, no? —Se jacta, tomando carrerilla en un tema tan controversial que está seguro que no va a dejar a nadie indiferente—. Tienen que ser los rebeldes, claro que sí. —El tono irónico devora la totalidad de la sentencia y el pelirrojo chasquea la lengua contra el paladar al atisbar algún que otro asentamiento entre el público. Panda de ineptos—. No, no seáis tan estúpidos para creer que es así. Estamos aquí porque el gobierno no tiene los huevos para enfrentarse a los rebeldes y necesitan chantajearlos con niños que ellos no han conocido y por los que no van a mover ni un solo dedo para sacarlos de su destino fatídico. —Encoge los hombros y saborea esa cuerda invisible que él mismo se ha puesto al cuello, solo para desafiar públicamente a todo el Capitolio—. Se excudan en que van a dar una lección, ¿verdad? ¿Qué lección? Si solo demuestran un orgullo tan exorbitado como manchadas tienen sus manos.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Zirconia no se mostró sorprendida. Año tras año, en cada edición, había un tributo de esos: revolucionarios, del tipo que pensaba que exponiendo su discurso en televisión conseguirían algo. En su defensa, Amanda, de la edición anterior, llegó a la final. Pero a la presentadora no le impresionaban. Necios, eso le parecían. Sus palabras no iban a iniciar ninguna revolución; en el norte había de esas a todas horas y no eran nada que no se pudiera contener con una docena de aurores. Así que lo observó con una sonrisa, manos replegadas sobre sus rodillas. Dejó que hablar, sin mostrar intención de cortarlo. Cuando terminó, todavía permaneció unos segundos en silencio, aguardando por si quería añadir algo más.
Asintió muy lentamente, en el público reinó el silencio. No hubo ningún cambio de luces, pero el escenario se veía más oscuro. El plató parecía sumido en una tenue oscuridad. —¿Qué harás una vez estés en la Arena, Bram? No creo que haya mucha gente aquí que vaya a propiciar tu vuelta a casa. —Los patrocinadores, normalmente, no querían ayudar a un adolescente rebelde y malhumorado—. ¿Quieres regresar, acaso? ¡Porque no lo parece! No con ese humor y ese discurso. —Miró al público, a la espera de una respuesta grupal—. ¿Verdad que no? No, no, no… ¡Así no vas a conseguir nada!
Asintió muy lentamente, en el público reinó el silencio. No hubo ningún cambio de luces, pero el escenario se veía más oscuro. El plató parecía sumido en una tenue oscuridad. —¿Qué harás una vez estés en la Arena, Bram? No creo que haya mucha gente aquí que vaya a propiciar tu vuelta a casa. —Los patrocinadores, normalmente, no querían ayudar a un adolescente rebelde y malhumorado—. ¿Quieres regresar, acaso? ¡Porque no lo parece! No con ese humor y ese discurso. —Miró al público, a la espera de una respuesta grupal—. ¿Verdad que no? No, no, no… ¡Así no vas a conseguir nada!
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Entrevista con Zirconia
Domingo, 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
Su cabeza se ladea hacia su diestra y sus labios dibujan una sonrisa pérfida de confiada eficacia. Se abraza a la falta de iluminación, a la tensión del público. Factores que lo llevan por un instante a casa, que le recuerdan que ese no es su hogar ni lo será nunca. No cuando el propio gobierno peque de orgullo y se niegue a escuchar el clamor del pueblo. Prefiere esa frialdad a la falsa alegría. Por una vez encuentra algo de sinceridad entre la pompa y el juego de máscaras.
Enarca una de sus cejas ante la certeza aplastante de que no va a contar con el favor de los patrocinadores. No es algo que le sorprenda. Él mismo se lo ha buscado y no piensa disculparse solo para recibir un montón de galeones de lo que sea que aquellos farsantes gusten enviarle.
—Es bastante simple —comenta mientras se encoge de hombros—. Lucharé por mis propios medios. —No necesita la ayuda de ese público que, a su modo de ver, no va a cambiar en ningún ápice el desenlace que se va a encontrar en la arena—. Y ganaré los juegos. No me entiendas mal, Zirconia. Simplemente no necesito todo esto. —Otros se desviven por conseguirlo, él no. Otros lo quieren a toda costa, él no. Si tiene que morir, será siendo libre con su propio parecer.
—Conseguiré lo que me proponga. Porque si algo tengo claro es que no me importa mancharme las manos. —No como otros que se excudan en la esclavitud, que se niegan a mover un mísero dedo porque se ven por encima de los demás.
Él construirá su futuro. Se proclamará rey de los asesinos o, si el filo lo encuentra antes, rey de los gusanos. Sea como fuere, no importará. Porque coronado será sin desmerecer las propias raíces que lo vieron crecer, sufrir y desarrollarse.
Enarca una de sus cejas ante la certeza aplastante de que no va a contar con el favor de los patrocinadores. No es algo que le sorprenda. Él mismo se lo ha buscado y no piensa disculparse solo para recibir un montón de galeones de lo que sea que aquellos farsantes gusten enviarle.
—Es bastante simple —comenta mientras se encoge de hombros—. Lucharé por mis propios medios. —No necesita la ayuda de ese público que, a su modo de ver, no va a cambiar en ningún ápice el desenlace que se va a encontrar en la arena—. Y ganaré los juegos. No me entiendas mal, Zirconia. Simplemente no necesito todo esto. —Otros se desviven por conseguirlo, él no. Otros lo quieren a toda costa, él no. Si tiene que morir, será siendo libre con su propio parecer.
—Conseguiré lo que me proponga. Porque si algo tengo claro es que no me importa mancharme las manos. —No como otros que se excudan en la esclavitud, que se niegan a mover un mísero dedo porque se ven por encima de los demás.
Él construirá su futuro. Se proclamará rey de los asesinos o, si el filo lo encuentra antes, rey de los gusanos. Sea como fuere, no importará. Porque coronado será sin desmerecer las propias raíces que lo vieron crecer, sufrir y desarrollarse.
Entrevista con Zirconia
Domingo 11 de Agosto, 2472. Por la noche. — Distrito 05
La seguridad del niño arrebató algunos silbidos del público. Los ojos de Zirconia brillaron ante la decisión de un tributo que parecía tenerlo todo en claro y, al mismo tiempo, necesitaba aprender a moverse en el mundo real.
— Estaré esperando a ver el resultado, Bram, como todos nosotros — aseguró la conductora —. Hay algo que nadie en el pueblo mágico de NeoPanem hace y eso es olvidar. ¡Un aplauso para Bram Telsior, damas y caballeros!
— Estaré esperando a ver el resultado, Bram, como todos nosotros — aseguró la conductora —. Hay algo que nadie en el pueblo mágico de NeoPanem hace y eso es olvidar. ¡Un aplauso para Bram Telsior, damas y caballeros!
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