No fue una sorpresa que los asientos estuvieran agotados. El morbo dentro de la ciudad del Capitolio generó un consumo masivo de los nuevos tributos. Se trataba de un espectáculo generado poco después de la toma del distrito uno, por lo que muchos estaban deseando ver el castigo empleado sobre una nueva tanda de rebeldes. De niños cuyas vidas podrían salvarse si los terroristas daban un paso al costado.

El escenario se iluminó con un espectáculo de luces llamativo e impactante. Los aplausos se elevaron en el estudio cuando la fabulosa Zirconia ingresó, vestida de puros brillos, al escenario. Solo estaba acompañada por dos sillones individuales de extrema comodidad, ubicados en el centro de la escena.

— ¡Bueno, bueno! — Exclamó de forma estridente. Su voz, amplificada mediante magia, retumbó por encima del público —. ¡Muy buenas noches, NeoPanem! Sabemos que están tan ansiosos como yo esta noche. ¡Tan solo miren la cantidad de público que tenemos! ¡A ver, háganse oír! — El estruendo, tal y como si fuera un recital, hizo vibrar el suelo. Zirconia parecía más que satisfecha —. Hay una enorme variedad de tributos para conocer. Están aquí porque se creen merecedores de su perdón, así que quizá puedan convencerlos. ¿Ustedes qué creen? — Algunos aplausos, algunos abucheos —. ¡Pues veamos qué tienen para darnos!

Los tributos del tres habían sido un muermo. La chica parecía tartamudear y el chico lo único que hizo fue hablar de ciencia detrás de unos anteojos muy grandes. El público parecía no estar muy emocionado con ellos y Zirconia se vio de lo más vivaracha en el momento en el que se marcharon. Se puso de pie de un salto y sonrió.

— Eso fue… interesante — pronunció. Sacudió un poco los brillos de su ropa —. Nuestra siguiente invitada ha sido toda una sorpresa. ¡Amé su vestido en la cosecha! ¿Alguien más lo adoró? — Sus manos se agitaron para invitar a los presentes a aplaudir más alto —. En verdad me entusiasma conocer a alguien con tanto estilo. ¡Un aplauso para Pippa Hollard!

Le hubiera gustado poder llevar el mismo vestido de la Cosecha para poder respaldarse en él. Se hubiera pasado toda la entrevista sabiendo que los brillos se iban soltando a su paso; que, si se ponía nerviosa, podía distraerse raspando las fresas que salpicaban la falda. El que llevaba aquella noche también era bonito: azul, largo, compuesto a base de volantes largos que simulaban el movimiento de las olas. En el borde, una franja de color rosa iridiscente, rompía con el color azul de la tela. Era llamativo, probablemente mucho más que el de las fresas y, sin embargo, no era su vestido.

De la misma manera, Pippa no sintió que ese día la atención que le prestaba todo el mundo fuera positiva. El pánico atravesó sus facciones cuando una mujer la empujó hacia el plató y buscó a Lachlan con la mirada. En los días que llevaban ahí, creía que jamás había sentido la necesidad de verlo con tanta urgencia.

Mientras las luces parpadeaban sobre su cabeza, se consoló pensando que nunca le habían empequeñecido las multitudes. Solo tendría que salir, sonreír, hablar como lo hacía e intentar, con todas sus fuerzas, allanar el terreno a Lackie. A él no le gustaría aquello. Sabía que, bajo esa expresión de indiferencia, la ansiedad lo estaría carcomiendo poco a poco.

Así que se imaginó que unos brillos inexistentes se desprendían de su falda mientras caminaba. Elegida en la cosecha por mala suerte, segunda en el ranking por casualidad —o por la magia de Tayla, como le gustaba llamarlo a ella— caminó hasta el escenario suponiendo que, tras ella, reinaría un halo de purpurina. Esta vez sin tomar la mano de nadie, dejando que sus manos pellizcaran la tela del vestido, giró sobre sí misma y soltó una risilla por lo bajo. —Pero aquí también tenéis vestidos muy bonitos. —Dio unos pasitos hacia atrás, dejándose caer sobre el asiento preparado para ella—; casi tanto como el que llevé aquel día. —Se colocó el pelo a ambos lados, cruzó las piernas y posó las manos encima de sus rodillas. Como una dama, una señorita. Tal y como le había enseñado su madre. ¿Tendrían televisores en prisión?—. ¡Qué emoción estar aquí! Me gustas tanto como Tayla Saint. ¿La has conocido alguna vez en persona?

Zirconia se acomodó en el asiento en medio de una risa cantarina. Los brillos de su ropa parecieron vibrar a causa del movimiento de su torso — ¡Claro que la conozco! Tayla y yo somos muy buenas amigas. Le diré que tiene una fanática fiel a quien deberá conocer si resulta ganadora. ¡Ves! ¡Ahí tienes un motivo para volver a casa! — Los aplausos del público no se hicieron esperar, pero Zirconia los calmó con un movimiento de las manos.

— Pippa, Pippa, qué sorpresa resultaste ser. ¡Una de las notas más altas y una de las personas más delicadas de este grupo! — Zirconia movió los hombros con claro entusiasmo —. Vas a tener que contarme tus secretos. He oído por ahí que no sólo estás aquí con tu hermana, sino que también eres amiga de tu compañero de distrito. ¿Cómo sientes que sea el estar aquí con gente que no es por completo una desconocida para ti? ¿Te crees en mayor ventaja o desventaja?

Pippa se limitó a asentir, cierta ilusión reflejada en sus ojos. Ilusión de lo que jamás sería, de lo que ya tenía asumido: no ganaría, no vería a Tayla en concierto. ¡Pero qué vestido tan bonito llevaba, y qué emoción salir en televisión por primera vez! Se entretuvo alisando los volantes de su vestido, solo alzando la mirada hacia Zirconia para encogerse de hombros y esbozar una sonrisa minúscula. —Lo del ranking fue por el poder de Tayla. —Estaba convencida de ello; no había otra razón lógica que explicara por qué las flechas de su ballesta habían resultado tan precisas.

La mención a Lachlan y Lydia hizo que moviera los zapatos sobre el suelo. El lazo que llevaban de charol brilló junto a las luces. —¡Y ellos dos estuvieron saliendo juntos! ¿A que es una supercoincidencia? —Se imaginó a Lachlan apretando los puños en la sala de al lado. Soltó una risita—. Pues, hasta el momento, creo que ha sido una ventaja. Siempre es reconfortante tener a alguien con quien hablar, ¡y a mí me encanta hablar! —Volvió a agitar los pies, su mirada parando en el tocado extravagante de Zirconia—. Lydia y yo hacía bastante tiempo que no nos veíamos, pero Lackie… —Pensó bien antes de hablar, un silencio que se le hizo extremadamente largo—. Lackie y yo llevamos juntándonos todo el verano. Me gusta estar aquí con él porque eso significa que puedo apoyarlo y ayudarlo cuando lo necesita. —Ladeó la cabeza, su sonrisa proyectándose en el suelo—. Es como si… ¡como si el destino hubiera decidido unirnos!

El entusiasmo de Zirconia se reflejó en las exclamaciones del público; nada le gustaba más a la audiencia que los chismes entre las figuras televisivas, sin importar demasiado de dónde vinieran. — ¡Una mega super coincidencia, de hecho! — La conductora asintió con la cabeza de forma efusiva. Llevó una mano a su corazón con expresión conmovida y suspiró pesadamente —. El destino siempre actúa de formas maravillosas, Pippa. Estoy segura de que harán un equipo encantador. ¿Estamos frente a la primera alianza confirmada, damas y caballeros? — Los aplausos fueron más amables que efusivos. Se escuchó algún que otro silbido.

— Dices que tú y tu hermana no se hablan hace mucho tiempo — Zirconia pareció recuperar la seriedad por un momento —. ¿Son diferencias irreconciliables? ¿Cuál crees que es tu mayor ventaja sobre ella? Porque todos aquí sabemos que sólo ganará uno, pero en parte la familia es lo primero. ¿Al menos que la ley esté de por medio!

Pippa enmudeció. Sabía que existía la posibilidad de que las preguntas se volvieran complejas, pero nunca hubiera valorado la posibilidad de no saber qué responder. Abrió los labios, pero nada salió de ellos. ¡Y eso no podía ocurrir! No a ella, que acostumbraba a hablar por los codos. Se suponía que su deber era allanar el terreno a Lachlan, crear un ambiente distendido para que a él le tocara un papel simple.

Pero había una canción que le encantaba que decía que la comparación mataba. Pippa no acostumbraba a hacerlo: compararse con los demás. Menos aún con su hermana. Su madre siempre lo hacía, de hecho; decir que ella era más guapa, más extrovertida, más afable… pero nada de eso convertía a nadie en el ganador de una competencia; mucho menos de una como esa. Además, Pippa nunca lo había creído.

Alisó un volante de su vestido, dejando que sus dedos se mantuvieran ocupados con la parte rosada e iridiscente que adornaba los bajos. Al final, con un brillo recuperado que adornaba sus ojos azules, miró a Zirconia. —¡Claro que no! Lo que nos mantenía separadas era algo que no tenía nada que ver con nosotras. Ahora estamos perfectamente. —Asintió con determinación—. Y sí, vamos a participar todos juntos. ¿Es la primera alianza confirmada en primicia? ¡Qué emoción! —Como si no se hubiera dado cuenta de que estaba dejando la pregunta más importante para el final, pestañeó con inocencia—. Mi mayor ventaja es que tengo a Lydia conmigo y, la suya, es que me tiene a mí. ¡Siempre hemos sido tan distintas! Algo que en este caso, solo puede ser positivo. Ella se encargará de la parte más lógica y racional, y yo y Lachlan… —Apretó los labios, vacilando—. ¡Lackie es super ingenioso! Y sabe mantener una mentalidad fría. Y yo… —Haría todo más ameno cantando canciones de Tayla—. Bueno, ¡tendréis que esperar para ver cuál es mi arma secreta!

La entrevistadora se llevó una mano a la boca y dejó escapar un suave "uuuh" que no pasó desapercibido por el micrófono. — ¿Es que nos vas a dejar con la intriga? — Bajó la mano y le regaló una sonrisa característica de ella, enseñando todos los dientes que le fueran posible. — Te lo perdonamos luego de la primicia que nos has dado, pero creéme cuando te digo que nos tienes a todos al borde de nuestros asientos. ¿No es así? — Lo último fue dirigido al público, el cual respondió con entusiasmo ante la pregunta.

— Ahora — Se inclinó hacia delante y entrecruzó los dedos dejando que sus largas uñas relucieran —, sabemos que las alianzas se forman para mejorar las condiciones de supevivencia una vez que estén dentro, pero está claro que lo de ustedes es algo más. ¿Crees que eso es una desventaja a la hora de pensar en volver? Cuéntanos, ¿qué es lo que te motiva a querer salir de la arena?

Pippa soltó una pequeña risita. Suponía que ya se le ocurriría algo en la Arena, ¡sería un completo fastidio decepcionar a todo el mundo! Aunque, pensándolo bien, no creía que eso le fuera a importar demasiado cuando dejara de existir. Sintió una punzada de dolor en el estómago: ojalá tuviera algo especial, ojalá se sintiera capaz de creer que tenía la posibilidad de regresar. Ojalá pudiera haber dicho que ella era ingeniosa, como Lydia, o capaz de mantenerse firme en distintas situaciones, igual que Lachlan.

En vez de eso, no se le ocurrió nada que fuera más allá de aquella mera distracción. Se colocó un mechón de pelo tras la oreja, como si moverse fuera a poner fin a sus pensamientos autodestructivos. No funcionó. La mirada se le volvió a opacar mientras Zirconia hablaba.

Sabía que o Lachlan o Lydia volverían. Uno de los dos lo haría; su convicción había logrado tranquilizarla durante el tiempo que llevaba ahí, pero por primera vez saboreó el pensamiento furtivo que tanto había estado obviando.

Volverían, pero ella no estaría para verlo. No estaría para felicitarlos, hablar con ellos o darles la mano mientras trataban de olvidar todo por lo que habían pasado. Tragó saliva, forzó una sonrisa. —¡El futuro concierto de Tayla, por supuesto! Nunca la he visto actuar en directo. —Posó ambas manos sobre sus rodillas, sobre capas y capas de tul color turquesa—. No es una desventaja, me hace feliz estar con ellos. Sé que, aunque yo no vuelva, las posibilidades de que ellos lo hagan son más altas si nos mantenemos juntos. ¡Y les he hecho prometer ir al concierto de Tay por mí si yo no estoy para hacerlo! —Giró la cabeza hacia atrás, buscando a Lachlan, o incluso a Lydia. Un breve atisbo de cualquiera de los dos. No lo había hecho, pero aquella noche los obligaría a mantener esa promesa.

— De seguro que alguno podrá disfrutarla, querida — aseguró Zirconia, dándole una palmada en la rodilla —. ¡Pippa Hollard, querido público!

Los aplausos que despedían a Pippa se aplacaron cuando Zirconia volvió a ponerse de pie — Una dulzura de niña. Es una pena que el distrito cuatro tenga tan mala fama. ¿O acaso debemos olvidar como su anterior mentor rechazó la ayuda del Ministerio y, en su lugar, decidió regresar con los rebeldes? ¡Los mismos que atacaban a sus colegas! Una pena, una pena — chasqueó la lengua en señal de desaprobación y lanzó un fuerte suspiro —. En verdad espero que este chico pueda sacarnos el mal trago. ¡Y aclararnos un poco lo que acabamos de escuchar! ¡Demos la bienvenida a Lachlan Dunbar!

Lachlan había pasado un buen rato con los brazos cruzados sobre el pecho, apenas descubierto a causa de una camisa que le parecía que debería ser ilegal. Siempre había sabido que Pippa tenía una bocaza imposible de silenciar, pero creyó haberle dejado en claro que no deseaba ese tipo de publicidad. Supuso que podría pelear con ella luego, lejos de las cámaras. Deseó, en verdad, que Lydia no tuviera nada que decir al respecto.

Se descruzó solo cuando alguien le murmuró que debía colocarse justo detrás de bambalinas porque sería el siguiente. Aún tenía mala cara cuando su nombre fue anunciado y se encontró ingresando al escenario con la sensación de no pertenecer allí.

Sus pies le llevaron hacia la mano brillante de una persona que había visto en televisión, pero cuya carrera no le interesaba. La estrechó por mera cortesía, pero fue un toque desganado y fugaz. Ni se molestó en sonreír — De verdad le pedí a Pippa que no dijera nada de eso, pero no puede con ella misma — aseguró.

Su mano se vio liberada con rapidez y Zirconia, uno a uno, fue colocando todos sus anillos. —¡Vaya, parece que la única alianza confirmada de la edición corre peligro! —Una risita cantarina salió de su garganta. La gema del anillo que decoraba su dedo anular resplandeció cuando la agitó en el aire—. Esperemos que esta noche os dé tiempo a solucionar estas diferencias, ¡nos dolería en el alma veros participar por separado!

Sus ojos se clavaron en la mueca seria del chico. Parecía desinteresado, completamente inquebrantable—. ¡Qué humor! —Lo miró, después al público, ladeando la cabeza y abriendo los ojos—. ¡Te recuerdo que vas a estar rodeado de cámaras, deberías aprender a manejarte entre ellas! —Con el brazo extendido, su dedo índice señaló las cámaras que, en hilera, estaban ante ellos—.  ¡En fin! Pareces un chico introvertido, Lachlan, cualquiera diría que preferirías vivir esta experiencia en solitario. ¿Qué fue lo que hizo que te aliaras con tu compañera de distrito? ¿Las puntuaciones del ranking, quizás? —Entre el público reinaron los gritos cuando, en la pantalla trasera, se proyectó una imagen de la clasificación de los tributos—. Imagino que habrás pensado en los riesgos de participar junto a un par de hermanas, ¡seguro que se la pasan cuidándose entre ellas! —La emoción se plasmó en todos los gritos del público. Ah, ¡la traición! ¿Quién no fantaseaba con verla en directo?—. ¿Tan seguro estás de que no te dejarán atrás?

Las exclamaciones del público le sonaban demasiado aturdidoras. Lachlan tomó asiento con cierto cuidado, apoyando las manos en los laterales para mantener un ritmo suave. No veía coherente hablar de alianzas en público, incluso creyó que fue un acto estúpido por parte de su compañera, pero tampoco podía destruirla delante de todo el mundo en televisión nacional. De seguro Pippa luego le reprocharía que Laurence Dickens se quedaría con una mala impresión de ella o algo así de ridículo.

Le hubiera gustado responder que sí, moverse solo hubiera sido lo ideal en otra ocasión, pero Lachlan no era idiota. Apenas miró las imágenes que decoraban las pantallas, iluminando el escenario. — No, no tiene nada que ver con las puntuaciones. Conozco a Pippa mucho antes de eso. Somos vecinos. Vivimos en el mismo bloque de casas — le pareció una respuesta simple y sensata —. Confío en ella tanto como confío en Lydia. Creo que es importante tener personas en quienes confiar en un momento como este. ¿No? Es como en cualquier partida. Si estás solo, eres presa fácil y creo que ninguno quiere eso para el otro. No después de conocernos durante años.

—Claro, claro… la confianza es clave. ¡Esperamos que estés en lo cierto! Detestaríamos ver una traición de ese calibre en directo. —De forma cómplice, se giró hacia el público. Alzó las cejas, chasqueó la lengua en una mueca exagerada y dramática—. ¿Verdad? Sería una auténtica pena. —Zirconia cruzó su dedo corazón sobre el índice. ¡Ojalá presenciarlo! Seguro la audiencia subiría en ese preciso estante.

La raja de su vestido se había ladeado, así que la colocó sobre su pierna. —El motivo por el cuál estás aquí no ha pasado desapercibido, Lachlan. ¡Te castigaron en la plaza! Qué escena tan dramática. —Asintió, tratando de mostrarse comprensiva—. ¿Qué sentiste en ese instante? ¿Vergüenza, arrepentimiento? Sabemos que no trataste precisamente bien a los aurores. —Algún abucheo resonó entre el público—. ¿Cómo llevaste convertirte en el centro de atención durante unos segundos? Espero que no demasiado mal, ¡ahora te está viendo todo el país! Y, a partir de mañana, la nación entera vigilará cada uno de tus movimientos.

No pudo evitarlo ni tampoco fue disimulado. Sus ojos rodaron de forma visible ante el espamento de Zirconia con respecto a una supuesta traición. Tenía bien en claro que en la televisión todo era un negocio. Que crear historias donde no las había era un modo de venta en el cual no pensaba participar.

Su cuerpo denotó incomodidad. Se removió en el asiento y jugueteó con los dedos por el contorno de sus delgadas rodillas. Personas como Pippa podían disfrutar de esos cinco minutos de fama, pero él no. Se sentía como pez fuera del agua.

— Enojo — fue honesto. Separó la espalda del sofá sin ninguna clase de arrepentimiento o pudor —. Me castigaron por meterme con unos adultos uniformados que estaban molestando a mi hermana. Es una niña. Apenas pasa la altura de mis codos. ¿De verdad es razón para terminar aquí? — No esperaba una respuesta; habló antes de que Zirconia dijera algo —. Pues no. No me importa si estamos hablando de aurores o de rebeldes. El respeto debería exigirse con respeto. Se supone que nosotros no somos los salvajes, ¿no? — Por un momento, una sonrisa irónica cruzó sus labios.

La entrevistadora chasqueó la lengua un par de veces y lo observó con un reproche casi teatral que se mezclaba con la expresión de compasión previa. El público no parecía demasiado entusiasmado por las respuestas del muchacho, algo polémicas si se lo preguntaban. — ¿Salvajes? — Se mostró sorprendida por la clasificación. — Creo que a todos nos conmueve el amor que hay entre hermanos. Pero hay que recordar también, lo importante que es el respeto hacia la autoridad. Nuestros aurores y personal de seguridad se esfuerzan cada día por mantenernos a salvo, poniendo sus propias vidas en riesgo. — Solemne, se giró hacia el público que, aunque no tan efusivos, parecían estar de acuerdo con las palabras de la entrevistadora.

— Sabemos que es una lección dura, y nuestros corazones estarán contigo y con tu pequeña hermana. ¡Serás un ejemplo para todos los que te observan! — Uno que probablemente nadie se atrevería a seguir. — Además, estarás deseoso por salir de esa arena, ¿verdad? Estamos seguros que todos aquí estarán deseando ver una reunión a futuro. ¿Te ha dicho algo ella? ¿Le has prometido regresar?

No pudo evitarlo; Lachlan soltó una risa irónica y despectiva ante el pequeño adoctrinamiento de Zirconia en televisión pública. No le importaba demasiado. Tenía bien en claro que en una semana estaría muerto, así que ya no podrían hacerle más daño. Si iba a morir por ser un grano en el culo, lo sería hasta el final.

El muchacho sabía muy bien qué clase de ejemplo buscaban que dé. Él se limitó a volver a dejarse caer contra la espalda del sofá. Por un momento, fue incapaz de sostener la mirada en los ojos oscuros de la mujer. Bajó la vista a sus dedos y jugueteó con sus pulgares.

— Nos hemos despedido, sí — estaba seguro de que todo el mundo habría visto el pequeño espectáculo de la cosecha. Algo en un recuerdo tan vulnerable le tiñó las mejillas de color rosado —. Le he prometido que daría lo mejor de mí. Es lo único que tengo al alcance de mi mano. Lo demás es una cuestión de suerte y azar… Y un poco de cerebro — no creía en la fuerza bruta, solo tenía que ver a Paige. Ganar era tentador, un instinto; pero pensar en hacerlo le recordaba todo lo que significaba —. Supongo que mañana ya lo veremos.

Zirconia levantó el mentón con un poco más de aceptación a las palabras del muchacho. A todo el mundo le gustaba la tragedia. Llenaba noticias, brindaba lágrimas a quienes pasaban horas frente al televisor. Los juegos significaban esperanza y perdón. Incluso hasta el más irreverente lo sabía.

— Mañana lo sabremos — repitió la mujer. Dio una palmada al aire y se puso de pie con rapidez —. Te deseo mucha suerte, jovencito. ¡Lachlan Dunbar, para todos ustedes!