La mañana de verano apenas se podía apreciar desde el interior del Centro de Entrenamientos. Afuera hacía un calor insoportable, pero dentro se mantenían frescos a los aires acondicionados que aumentaban la sensación helada. Los tributos fueron obligados a esperar en una habitación cerrada, en la cual el silencio se movía sobre sus cabezas frente al temor de lo que sucedería a continuación. La idea estaba clara: debían entrar y demostrar, en el menor tiempo posible, lo que eran capaces de hacer. Su puntaje en la tabla de posiciones y las posibilidades de conseguir patrocinadores dependía de ello. Al fin y al cabo, estaban allí para demostrar que merecían el perdón del pueblo y la chance de vivir.

Los fueron llamando uno a uno. Primero a los chicos, luego a las chicas, hasta dejar la sala completamente vacía. Los tributos se encontrarían con la Zona de Entrenamientos dispuesta solo para ellos. Arriba, sobre un palco protegido por una fina capa de hechizos, se encontraban los vigilantes. Magos y brujas expertos en tecnología, dispuestos a evaluar el rendimiento de los tributos que pondrían un pie sobre la arena. A causa de las últimas experiencias con los rebeldes, incluso el ministro Isaac Williams estaba presente. Estaban rodeados de miembros de seguridad, tal y como si estuvieran esperando que algo pudiera salir mal.

Tenían tan solo unos minutos. Era mejor comenzar cuanto antes.

Conforme fui subiendo, fui reemplazando los objetos. Más grietas y menos hojas o ramas astilladas decorando mi piel. Lo más difícil fue de nuevo, de la parte superior del cuello para arriba, donde no me alcanzaba la vista de forma natural y tenía que verme reflejada. Me costó la mitad de las veces acomodar bien las cosas con el reflejo invertido y malgasté valiosos segundos cambiando las cosas de dirección debido a la intensa preocupación por el reloj, que ya agotaba su tiempo. Reprimí las ganas de mirar a los vigilantes, porque no quería llevarme la decepción de que ninguno estuviera prestándome atención, y me centré en pulir cada detalle de mi camuflaje. Si esto era con lo que iba a ir, con lo que intentaba impresionarlos, tenía que hacerlo de la forma más épica y asombrosa.

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Dejé caer mi superficie reflectante accidentalmente y al agacharme para recogerla, estropeé parte de mi propio camuflaje. Me agobié porque no tenía mucho tiempo para estarlo perdiendo y tuve que decidir entre si arreglarlo o terminar e improvisar con lo que me restara. Al final tomé la decisión de arreglarlo ya que el daño había sido hecho en un lugar muy problemático, justo cerca de una franja blanca que era como un foco de luz directamente contra mi posición y ya podía darme por suspendida en esa prueba si lo dejaba así no más. Al fin y al cabo, la idea era que el lodo cubriera la piel para pegarme al grueso árbol de la fotografía, y la parte de arriba podía estar más descuidada mientras estuviera bien cubierta.

Conseguí arreglarlo y además, me dio el tiempo justo para terminar de hacer grietas en la parte de la cara y ponerme en posición en el fondo contra el que quería camuflarme. Desde mi posición no podía ver cómo había salido, y mucho menos al cerrar los ojos, solo podía guiarme por el ruido que hicieran e incluso eso me decepcionó. No escuché nada más que la orden de que habíamos terminado, y fue entonces cuando abrí los ojos de nuevo. ¿Ya? ¿Esto era todo? ¿Así iban a decidir si merecía morir o no?

Quería decir algo pero cuando abrí la boca, me quedé en blanco. ¿Qué iba a reclamarles exactamente? ¿La injusticia que estaban cometiendo conmigo? Estaba segura de que no lo consideraban una, al fin y al cabo yo era una ladrona. — Qu-Quiero volver con mis hermanos a casa. No tienen a nadie más. — Dije. Me tambaleó la voz al decirlo. No podía levantar la mirada. Si me hubiera encontrado con una mirada de pesar no estoy segura de si me habría alegrado y vomitado. Rechazaba la idea de que alguien sintiera pena por mi, aunque ahora la necesitaba. — Son más pequeños que yo — Murmuré. Nadie me metió prisa pero sentí la presión de marcharme. ¿Para qué iba a seguir rogando? estaba perdiendo el tiempo.

Frustrada como me sentí de repente, salí corriendo. Choqué bruscamente contra la salida y abrí la puerta violentamente, solo dejando detrás de mi el rastro de mugre y lodo que se fue cayendo de mi camuflaje.

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