OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Syver A. Nygaard
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Songbirds only end up where they're going
06/08/2472 | Terraza | @Pippa S. Hollard
No sabía lo que estaba haciendo. Las horas pasaban, los días pasaban y lo único que podía pensar era en lo mucho que todo eso significaba una pérdida de tiempo. ¿Cuál era la necesidad de hacer un espectáculo de sus muertes? No era tonta, había leído los libros de historia, creía entender un mínimo de política por mucho que le disgustara; pero ahora que tenía que vivir algo como los juegos… simplemente parecía algo sin sentido. Sería más sencillo, mucho más barato y sobre todo más eficiente el elegir a diez o veinte personas todos los meses y fusilarlos frente a las cámaras en la plaza principal. Sin actos, sin sesiones de belleza, sin historias tristes. Diez personas por mes a doce meses, serían un mínimo de ciento veinte vidas inocentes al año. Doscientas cuarenta si querían seguir con la modalidad de los juegos. Doscientas cincuenta y dos, si contaban que el distrito uno todavía formaba parte del país hasta hace poco. ¿Cuántos apoyarían a los rebeldes con esos números? ¿Qué tanto podrían quedarse sin actuar?
Lydia creía que todo eso sería mucho más humano que lo que le estaban haciendo vivir en ese instante. Insegura en cada uno de los pasos que daba, sintiéndose inservible en las estaciones de práctica y sabiendo que, sin importar lo que hiciera, no lograría salir viva de esa. ¿Para qué se esforzaba?
— ¿Ya te has resignado? — Consultó y luego se apresuró a aclarar — No se puede saltar. — Si había un tácito “ya lo intenté” luego de eso no era porque lo hubiera probado, pero la idea se le había pasado por la cabeza. Si la piedrita que había arrojado por el borde no hubiera rebotado, no podría decir con certeza que no lo hubiera intentado.
Había pasado varios minutos tirada al costado de uno de los macetones. La sombra de las plantas hacían que ese segmento de concreto nunca fuese iluminado por el sol y, en un día caluroso como este, lo agradecía. Que el lugar funcionase también a modo de escondite era un plus. No sabía si PIppa la había visto acostada, pero Lydia sí la observó al llegar y, hasta el momento en que abrió la boca sin pensarlo, había planeado irse luego de que la muchacha se hubiera ido.
No estaba segura de por qué había hablado, o por qué había delatado su pequeño escondite, pero ya era tarde para fingir demencia. Había hablado, se había descubierto y no había vuelta atrás. — Hola. — Comentó con simpleza mientras se incorporaba. Sus piernas estaban entumecidas y tuvo que agacharse para masajear sus muslos en busca de conseguir más sensibilidad. Sabía que era hipócrita de su parte el hablar como si nada, pero no la estaba obligando a responder.
SONGBIRDS ONLY END UP WHERE THEY'RE GOING
08/072472 | Azotea | Lydia F. Ziegler
No le parecía que todo eso estuviera siendo una pérdida de tiempo. Si iban a morir (sí, lo harían; lo haría ella, eso seguro), si ella iba a morir, prefería hacerlo después de haber disfrutado de esas vistas. ¡Y de ese piso! Nunca había estado sobre una cama tan cómoda ni tocado unas sábanas más suaves. Disfrutaba hasta de la bata que le habían dado; de seda azul y larga hasta las pantorrillas. Incluso había comenzado a adorar los mechones iridiscentes que le habían puesto en el pelo. Era una auténtica lástima que solo los fuera a llevar durante unas semanas, pero era reconfortante saber que las cámaras captarían aquel resplandor cada vez que moviera la melena.
Era bueno saber que su padre, cuando encendiera la televisión, la vería sonriendo, feliz por llevar la mejor seda de NeoPanem y por saber que su pelo brillaba con cada movimiento de cabeza.
Miró hacia abajo, asomada por la barandilla. El Capitolio le parecía fascinante: todas esas luces, todos esos destellos. Los edificios altos, los lagos artificiales extendiéndose por las calles. Siempre había soñado con vivir ahí; con tener un ático en la mejor zona de la ciudad en el que las paredes fueran ventanas y ella fuera capaz de verlo todo. Cuando se levantara, mientras un café volaba hacia su mano, podría contemplar cómo el sol se ponía a lo lejos; por la tarde, admiraría desde arriba las calles abarrotadas, la vida de todos aquellos que iban de un lado a otro. Y, por la noche, podría dormirse viendo las estrellas.
Al menos podía conformarse con haberlo visto.
La voz hizo que se girara, sonriendo al reconocer la figura agazapada entre las macetas. —Oh, no pensaba tirarme. —Negó con la cabeza, apoyando su espalda contra la baranda—. Sería una muerte super poco estética, ¿no crees? La de morir aplastada con el pavimento. —Con la sangre chorreando del oído que quedaba apoyado contra el suelo, con las piernas dobladas en una posición incómoda y los ojos perdidos mirando a ninguna parte. Imágenes así se habían vuelto asiduas en sus pensamientos. Pippa sonrió para ocultarlas—. Me parece una vista bonita.
Ladeó la cabeza ante su saludo, susurrando también un sinuoso “hola” en su dirección. —¿Te duelen? —Preguntó, señalando con el mentón hacia sus piernas—. Jo. Si tuviera mi varita, podría hacer un hechizo para calmar los músculos. Mi padre solía hacerlo conmigo cuando volvía de los entrenamientos con las animadoras. —Muy diferentes a los de aquel lugar. Nunca hubiera cambiado los pompones por armas mortales de forma consciente y deliberada—. Seguro que podemos encontrar alguna crema que funcione. ¿Has preguntado a los elfos?
Era bueno saber que su padre, cuando encendiera la televisión, la vería sonriendo, feliz por llevar la mejor seda de NeoPanem y por saber que su pelo brillaba con cada movimiento de cabeza.
Miró hacia abajo, asomada por la barandilla. El Capitolio le parecía fascinante: todas esas luces, todos esos destellos. Los edificios altos, los lagos artificiales extendiéndose por las calles. Siempre había soñado con vivir ahí; con tener un ático en la mejor zona de la ciudad en el que las paredes fueran ventanas y ella fuera capaz de verlo todo. Cuando se levantara, mientras un café volaba hacia su mano, podría contemplar cómo el sol se ponía a lo lejos; por la tarde, admiraría desde arriba las calles abarrotadas, la vida de todos aquellos que iban de un lado a otro. Y, por la noche, podría dormirse viendo las estrellas.
Al menos podía conformarse con haberlo visto.
La voz hizo que se girara, sonriendo al reconocer la figura agazapada entre las macetas. —Oh, no pensaba tirarme. —Negó con la cabeza, apoyando su espalda contra la baranda—. Sería una muerte super poco estética, ¿no crees? La de morir aplastada con el pavimento. —Con la sangre chorreando del oído que quedaba apoyado contra el suelo, con las piernas dobladas en una posición incómoda y los ojos perdidos mirando a ninguna parte. Imágenes así se habían vuelto asiduas en sus pensamientos. Pippa sonrió para ocultarlas—. Me parece una vista bonita.
Ladeó la cabeza ante su saludo, susurrando también un sinuoso “hola” en su dirección. —¿Te duelen? —Preguntó, señalando con el mentón hacia sus piernas—. Jo. Si tuviera mi varita, podría hacer un hechizo para calmar los músculos. Mi padre solía hacerlo conmigo cuando volvía de los entrenamientos con las animadoras. —Muy diferentes a los de aquel lugar. Nunca hubiera cambiado los pompones por armas mortales de forma consciente y deliberada—. Seguro que podemos encontrar alguna crema que funcione. ¿Has preguntado a los elfos?
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