Como mucho saben, la vida en el norte es precaria, especialmente para las mujeres como Sabine, sin dinero, ni familia a la cual recurrir, se hizo dependiente de las relaciones que uno puede establecer de forma fácil en los distritos más pobres de Neopanem. Así fue como, de un encuentro fortuito con un hombre que solo buscaba una noche de diversión, la joven quedó embarazada de quien sería su única hija, Astrid.

Vivir de la pobreza, de las monedas que otros ofrecen por pena y el pan que arrojan como si se tratara de palomas no es el crecimiento que una madre querría para sus hijos, pero era el único que podía proporcionarle a Astrid. Didi se crio en uno de los barrios del distrito doce, pasaba más tiempo en casas ajenas, de otros niños que habían sido fruto de las mismas circunstancias que ella, que en la suya propia. Sabine tampoco fue la mujer más presente de su vida, la mayor parte del tiempo se encontraba fuera, bien atrayendo atención masculina gracias a su condición como veela o consumiendo drogas que la niña muchas veces encontró en cajones del único dormitorio de su hogar.

Por estas mismas dificultades que la vida le colocó de primeras, Astrid no tuvo otra opción que adaptarse de la manera en que buenamente podía. Esto resultó en un talento casi innato para robar, aparecer y desaparecerse como si jamás hubiera estado en un lugar, moverse entre las sombras y, gracias a la genética de su madre, desarrolló un don especial para manejar el fuego con sus hechizos.

Al igual que su madre, aprendió a relacionarse con un gran grupo de personas, de diferentes tonalidades, entre los que destacaban ladrones como ella, ricos de la capital y otros tantos. Para su propia supervivencia, se unió a una red para la cual trabajó durante muchos años, sin llegar a conocer la verdadera cara del líder, tan solo un nombre pudo rescatar, Isaac Williams, por ser rostro recurrente al que acudir para los trámites de la propia red.

Así vivió Astrid durante mucho tiempo, hasta que la subida al poder de Magnar Aminoff hizo posible que, criaturas como su madre y ella misma tuvieran la oportunidad de hacerse con un hueco en la sociedad. Pero sin dinero, influencia, ni siquiera la imagen para hacerlo posible, Astrid se vio en la necesidad de recurrir a un viejo conocido al que la vida le había sonreído en el último tiempo.

Isaac Williams aceptó darle una nueva vida a Sabine, consumida por la miseria del norte, las drogas y una depresión que en más de una ocasión le llevó a intentar suicidarse, a cambio de que Astrid prometiera servirle en lo que sea que él pidiese. En el momento, Didi no fue consciente de lo que su palabra podría significar y teme, a pesar de no dejarlo ver, que el precio sea demasiado alto.

En el presente, Astrid ha decidido mantenerse en el norte, desde donde se siente mucho más cómoda a la hora de operar como miembro de un grupo anarquista que, pese a no tener aspiraciones demasiado políticas, siempre encuentran el modo de armar escándalo.