I know we didn't choose to change
Sus padres eran del Capitolio, pero ella nunca llegó a ver esa ciudad. En realidad, nació cuando los dos ya habían sido puestos tras las rejas por ser simples muggles. No habían sido personas muy listas y los atraparon cuando la señora Banasiewicz trataba de meter una maleta llena de pelucas en el baúl que iba a transportarlos a un sitio seguro.
Nunca supo cómo es que decidieron tenerla en el mercado; la pareja no tenía hijos y hubiera sido mejor que se quedara así. Tampoco sabían hacer muchos trabajos manuales ni atender las necesidades básicas de una casa, así que no eran muy llamativos para la venta. Eso sí, al principio estaban bien alimentados y eso les daba una buena imagen, pero su única ventaja se fue deteriorando con el tiempo.
Miranda fue un accidente, eso lo sabe bien. Su madre tuvo la oportunidad de que le trafiquen una pastilla abortiva y no la tomó; nunca supo el por qué. No recuerda a su padre porque lo compraron primero, cuando ella tenía dos años. A su madre se la llevaron un tiempo después y Miranda quedó sola. Para su suerte, tuvo su primera muestra de magia a los cinco años cuando intentaba zafarse de algunos esclavos mayores que deseaban robarle su ración de pan; flotó tan alto que quedó lejos de su alcance.
Así fue como Miranda terminó en un orfanato norteño. De la mugre del mercado a la porquería del distrito doce. Nunca más supo de sus padres y, como tampoco los recuerda muy bien, ni se molestó en buscarlos.
Fue adoptada medianamente rápido por una pareja mayor, los Amspoker. No tenían hijos y parecía que deseaban hacer un bien mayor sacando a un niño hambriento del doce. Miranda pasó a vivir en el trece, le permitieron llevar el apellido de sus padres siempre y cuando lo combinara con el actual. Así pasó a ser Miranda Ornella Amspoker-Banasiewicz e incluso ella decía que sonaba como una enfermedad. Aún así, su nueva familia era cariñosa y eso le gustaba. Descubrió el placer de los cupcakes y la ropa suave. Empezó su educación y, con el tiempo, se vio a sí misma como una niña normal.
Nadie en la escuela sabía a ciencia cierta la verdad, pero los rumores de que Miranda era hija de muggles siempre la ponían en la mira. Algún que otro bravucón, pero nada que ella no pudiera manejar; si algo se le daba mejor que la magia, era dar patadas, pisotones y golpes. Ya sabes lo que dicen: puedes sacar a la chica del mercado, pero no al mercado de la chica.
El motivo por el cual Miranda terminó en las urnas es un poco ridículo. Su padre se interpuso entre un mago que decidió castigar a su esclavo en la plaza principal. La disputa se volvió acalorada y, aunque los aurores lo largaron a las pocas horas, lo consideraron simpatizante de los muggles. Tuvo que pagar una multa por los daños ocasionados y su hija fue anotada en las papeletas. Miranda creyó que era un precio bajo en comparación a lo que podía pasarle si consideraba cómo estaba el país. Después de todo… Ya había tenido mucha suerte en su vida como para poder zafar una vez más. ¿No?