Cordelia siempre pensó que su vida pasaría entre paredes de cristal, invernaderos con enredaderas, escaleras en forma de caracol y las comodidades que las mansiones del Capitolio ofrecían.

Ella siempre se pareció más a su padre, pero su hermano parecía ser la imagen exacta de su madre. Los segundos, aunque intoxicados por la vida que habían tenido desde el inicio, siempre tuvieron un brillo diferente en los ojos: uno que los acercaba a la rebeldía, a soltarse el pelo cuando nadie los veía.

Pero Lia no era así. Ella era altiva, orgullosa y caprichosa. En su mirada había muchas cosas —anhelos, ansias de grandeza, poder enmascarado—, pero nunca el desacato que, años atrás, consumió a su madre. Porque ella siempre pensó que sus padres se amaban, que compartían algo más que un patrimonio. Y quizás lo hicieran, aunque es difícil de creer con todo lo que sucedió.

Todo empezó cuando Lia fue mordida por un licántropo, cuando pudo haber muerto pero no lo hizo y, como consecuencia, su mundo se hizo trizas. Una muestra de sangre en el hospital fue suficiente para saber que su padre no era verdaderamente su padre y que, en cambio, un muggle que trabajó hacía años para sus padres sí que lo era.

Su padre la dejó de hablar, su madre, Meredith, tuvo que huir. Lia nunca supo nada más de ella, de ellos, pero a kilómetros de distancia su historia seguía siendo escrita. Meredith huyó al nueve, se refugió entre sus calles; entre los que, como ella, siempre habían tenido un brillo diferente en sus ojos. Contactó con su padre, el de verdad, o tal vez lo que pasó es que nunca perdieron el contacto del todo.

Pero era una mala época para reencuentros, y casi parecía que ellos más bien estuvieran destinados a despedirse una y otra vez. Cuando el gobierno bombardeó el distrito 9, cuando sus habitantes tuvieron que buscar ayuda de los pro-muggles para defender su hogar, Meredith murió mientras sus labios se curvaron para hacer una última petición;

una que no tenía nada que ver con joyas, vestidos o cualquier cosa que pudiera haber pedido en su vida anterior. Lo último que hizo fue pedirle a él que buscara a la hija que compartían.