El vestido que llevo es ridículamente incómodo. Para empezar, se la pasaron depilándome - como si eso importara - y todo para que se me vea el culo cuando suba y baje escaleras. Para continuar, ¿Qué diablos pretendían con estas mangas? ¿Que golpee a alguien? Porque yo encantada, pero vamos, el punto de esta estúpida entrevista es... Nope, la verdad no lo sé, para mí nada de este show tiene sentido. Como sea, para acabarla de amolar, me recogieron todo el cabello en una trenza que se ve tan boba que no puedo empezar a describirla. Es casi como si lo quisieran hacer a propósito. Es claro que lo están haciendo a propósito. Los vigilantes con sus pruebas sádicas, el gobierno con los juegos, y los estilistas, con el vestuario.

Mis pasos tiemblan con cada paso que doy en las altas plataformas que llevo puestas, en lo que busco tomar mi lugar tras ver al chaval del cuatro irse. Me asomo con una timidez que no conozco hasta que hago lo propio y me enderezo para pasar frente a la cámara, ¿Acaba de insultarme o hacerme un cumplido? Maldita gente del Capitolio, es por eso que no me agradan, ¡Para nada!

La bienvenida que recibo tampoco es cálida, desde luego que no, cuando solo nos exhiben como un castigo más frente a los traidores, o como quieran llamarles. Es claro que la gente no se emociona al vernos, mucho menos a mí, una squib del cinco que no han dudado en poner en vergüenza por mi lugar de procedencia. En verdad espero que mi hermano no esté viendo esto, solo de pensarlo me da rabia — Bueno, que conste que hay mucho más de lo que esperarían en el distrito cinco —

Apenas asiento y murmuro un "seguro sí" con su comentario acerca de mi vestido, la verdad es que me veo ridícula. Y no solo eso, porque no puedo dejar de saborear el coraje conforme los comentarios a mi distrito se encienden y hacen que la audiencia se burle. Es decir, no es que quiera al distrito cinco, no hay nada y solo moríamos de hambre ahí, pero tampoco es como que la gente del Capitolio tenga derecho a burlarse, no, del norte solo comentan los norteños, no imbéciles que la tuvieron fácil toda la vida.

No tengo idea de cómo acomodarme en el asiento para sentirme cómoda, así que termino en una extraña pose donde cruzo la pierna por encima de la otra, y que me permite ver de reojo a la audiencia. Su pregunta me hace volar los ojos por un segundo directo a la puerta por la que entré, como preguntándome si no podía haberme caído ahí, seguro eso habría acarreado menos risas — En el cinco hay... Gente diferente a la que conocerían por aquí — Tengo la mente en blanco, sé que no es una respuesta que me traerá popularidad, sino burlas, pero que los tomen por culo.

Ahora, la siguiente pregunta me deja muda unos segundos, lo dudo, pero con un suspiro, que bien podría ser bufido, respondo — A mi hermano — Cuando lo digo la miro directo a los ojos — Lo que más extraño del distrito cinco es a mi hermano mayor — No tengo de otra mas que estar aquí, pero entonces, ¿Por qué no gastar estos minutos pensando en que la única persona que me importa que me vea es Arthur? Debe estar tan preocupado... — Mi hermano es mi única familia, así que... — Me encojo de hombros — No sé si me esté viendo ahora pero de hacerlo solo espero que sepa que... — ¿Que estoy bien?, ¿Que aún no he muerto? — Que lo extraño — Concluyo.

La forma que tiene para repetir mis palabras se roba de mí una mueca y un sabor amargo en la boca. No sé por qué se creen tan importantes aquí en el Capitolio como para pisotear a todos, pero al menos yo no quiero ser una payasa delante de Neopanem. Aunque sospecho que ya lo estoy siendo, empezando por este vestuario, y acabando por los comentarios más burlones y humillantes frente a los que me he enfrentado, al menos en una buena cantidad de tiempo.

— ¿Bruta? — Pregunto, sin poder evitarlo, sacudiendo incluso la cabeza con confusión, ¿Cuándo diablos yo he dado la pinta de ser bruta? Digo, sí, no soy la más diestra hablando y estas plataformas me hacen parecer una gelatina andante, ¿Pero bruta? Vaya cosa para decir. — Los norteños no tememos al trabajo duro, aunque no sé si lo que vaya a pasar en la arena pueda considerarse de ese modo... — No me abstengo, aunque cuando hablo le dedico una sonrisa ancha, como si estuviera satisfecha conmigo misma y acabara de decir algo interesantísimo.

¡Vamos Kaila! No puedes hacer comentarios así. Piensa en Arty, piensa en Arty, piensa en Arty...

Me quedo helada por un segundo, antes de sacudir con desenvoltura y sonreír, como si de pronto fuera tímida — ¿Antes? Solo si el cuchillo con el cortaba verduras cuenta — ¡Eso! Cambio de tema — He podido entrenar algo, y creo que estoy satisfecha con mi puntaje, me da esperanzas para volver a casa, con mi hermano — Al menos en eso sí soy honesta, viniendo de un distrito norteño, obtener un ocho me da un poco de calma. — Quien sabe, quizá esta norteña pueda darles una sorpresa en los juegos —

— Estoy segura de que podré dar la talla frente a esas expectativas, al menos lo intentaré — Yo sé que comentarios así de arrogantes no me compran nada bueno, incluso cuando los digo con mirada inocente y tono calmo, pero hey, ellos son los que me han subestimado y humillado desde que me subí a este espacio. ¡Qué digo!, desde que mi nombre salió en las urnas ha sido una tras otra, tras otra situación de este estilo. Me sorprende que el público aplauda y no se ría de momento, pero de algún modo es la única respuesta que puedo aceptar ahora, sé que de escuchar una burla más estallaría en insultos que solo conseguirían dejarme mal parada.

Hablé pronto.

— No es un reto — Es un castigo, y uno muy cruel. Me quedo callada hasta que las risas disminuyen, y entonces puedo mirar a la entrevistadora directamente a los ojos de nuevo. — Gracias — Comento insegura, con tono de duda, ¿Qué es lo que tengo que decir para que no me dejen morir ahí dentro? — ¿En mi tiempo libre? — Me quedo pensando. No sé cómo funcionen las cosas aquí en el Capitolio, pero en el norte, cuando tienes que trabajar y ganar monedas al día para comer, no se piensa mucho en el tiempo libre. Claro que en mi caso era Arthur el que hacía el esfuerzo mayor, y que me dejaba en casa ya sea para que hiciera la comida, o para ir a trabajar también, en menor medida que él.

— Cocinar — Me encojo de hombros — Usualmente yo hacía la comida en casa, no muy buena si soy honesta... — Casi quisiera voltear a las cámaras y hacer un chiste sobre mis sopas, algo que solo mi hermano pueda entender, algo para él y no para esta audiencia podrida — Y mmmm... Me gustaba hacerme ropa nueva con los retazos de la vieja, si es que eso cuenta — Como mi caja de lazos de colores, o mis blusas con parches que aquí considerarían harapos, pero que para mí siempre será el último grito de la moda. — [b][Aunque mis modelos eran... menos voluminosos/b] — Comento, haciendo una mueca al señalar las mangas y hombros abultados del vestido que llevo.