PRÓLOGO.
Circe Garber era muchas cosas, pero nunca se había considerado a sí misma una mujer crédula. Ella, que siempre había sido sobresaliente en la escuela, que destacaba en todo lo que hacía, cayó por quién nunca debió haber caído. Era un juego, y ella lo sabía, disfrutaba las charlas, los coqueteos, y sabía que tarde o temprano todo terminaría así que nunca pensó que llegaría tan lejos.

Hasta que la ropa empezó a faltar, las caricias aumentaron y todo acabó: nueve meses después nació Kyle, el fruto de una aventura prohibida.

CAPÍTULO 1: MATERNIDAD.
Fueron días duros para Circe, con un bebé recordándole lo tonta que había sido cada vez que lloraba por hambre, sueño o atención. Su juventud tampoco ayudaba a que todo le fuera más fácil. Inexperta, decidió que lo mejor que podía hacer era apoyarse en sus padres.

Ellos fueron quiénes realmente estuvieron allí para el pequeño Kyle, que se quedaba llorando por las noches mientras su madre lo dejaba en brazos de los abuelos y salía con sus amistades. Hasta que un día no regresó sola a casa, y a la mañana siguiente no fue a buscarlo a casa de sus padres.

Lo dejó un viernes, y regresó a por él un martes. Las disculpas fueron suficientes para sus padres, que vieron con ilusión como a su hija volvía a brillarle en la mirada después de meses.

Spoiler alert: no funcionó.

CAPÍTULO 2: MAGIA.
Tenía cinco años y mucha hambre el día que realizó su primera muestra de magia, estaba en casa de sus abuelos cuando los cereales empezaron a flotar por toda la cocina mientras él decía que quería la merienda ya. Sus abuelos llamaron a su madre, contentos por la noticia. Circe llegó al salir del trabajo, con la cena favorita de Kyle comprada en una de las tiendas del barrio.

Era un mago, como su madre, como su padre, y como sus abuelos.

CAPÍTULO 3: ZACK.
A ese nombre respondía el hombre que un día llegó a casa del brazo de su madre. Para ese entonces Kyle tenía diez años y se había acostumbrado a las idas y venidas de su madre, a quedarse en casa de los abuelos, y parecía ser feliz así. Ese señor lo cambió todo. Circe le pidió que lo llamara padre, y él accedió a regañadientes y poniendo muchas caras.

Ese hombre no era su padre, él no tenía uno.

Aquél señor lo apartó de sus abuelos, convenció a Circe de que sería mucho mejor criarlo en casa entre los dos, y empezó a poner una serie de normas que nunca habían estado allí. Nada de postre para después de las comidas, la merienda tenía que ser después de terminar todas las tareas, y tenía que empezar a comportarse y dejar de jugar tanto.

CAPÍTULO 4: QUIDDITCH.
Estaba en tercer año cuando decidió que quería jugar al quidditch, cansado de hacerlo solo en verano, logró quedar como golpeador suplente y cuando en casa se enteraron intentaron forzarlo a que lo dejara. Eso perjudicaría sus notas, le exigieron que escogiera otro, pero él hizo caso omiso ganándose más de uno y más de dos castigos al regresar de la extraescolar.

Nunca llegó a dejar el quidditch, pero en su casa ese es un tema tabú. Son sus abuelos quiénes le han comprado la escoba y le ayudan y apoyan en su faceta deportiva. A él le va bien, le desestresa, le ayuda a despejar la mente y a sacar de dentro el mal carácter que guarda.

CAPÍTULO 6: POLÍTICA.
La verdad es que Kyle nunca se había planteado ninguna duda respecto a la política, los que mandaban lo hacían, y él suficientes problemas tenía con los gritos en casa para preocuparse por los demás. Le da igual quién esté o deje de estar al mando, pero suele ir con la corriente. Tiene cierto miedo a lo que desconoce, aunque a la vez también le genera curiosidad.

Sabe que las cosas están mal en NeoPanem, pero no quiere fijarse en eso, no tiene tiempo, entre ir a clase, evitar a Zack en casa y tapar los castigos físicos de cara a los demás. Está en una etapa rebelde, quizá porque la adolescencia le está dando de lleno, o porque se ha cansado de aguantarlo todo callado.