Ella siempre arreglaba el caos que construía y él a cambio le daba la tranquilidad que pasó años buscando. Geneva y Finley solo buscaban tres cosas: normalidad, calma y orden. Una vida tranquila y sin sobresaltos. Mientras el resto del mundo los repudiaba por algo de lo que se sentían orgulloso, se mantuvieron callados y caminaron de la mano por la calle mientras veían cómo se cometían todo tipo de injusticias. Y callaban, porque era más fácil que entrometerse.

No eran lo suficientemente valientes para unirse a la rebelión. O tal vez eran demasiado inteligentes para hacerlo. Pese a mantenerse en la sombra, apoyaron cada uno de los avances, creyeron en un mundo mejor para los magos del mundo y, cuando las cosas cambiaron, se abrazaron y lloraron de alegría. Desde el momento en el que gritar fue más fácil que callarse, no dejaron de hacerlo.

El distrito uno siempre fue tranquilo, por eso siempre vivieron allí, pero ahora se sentía como si fuera suyo. El negocio de telas y joyas de la familia creció muchísimo en pocos años y con este crecimiento económico, Geneva y Finley por fin tomaron la decisión que habían deseado durante toda su vida: tener un hijo.

Harvey fue fruto de un amor tan puro como verdadero.

No dio problemas más allá de los que daba cualquier bebé, tampoco rompió la tranquilidad de aquel hogar e incluso sus llantos iban con cuidado. Pasó sus primeros años rodeado de las paredes insípidas de diferentes hospitales y médicos que justificaban sus complicaciones de salud como simples defensas bajas. No pudo ir a ninguna guardería, todas sus enseñanzas hasta los seis años se limitaron a las dadas en casa por sus padres y siempre mantuvo poco contacto tuvo con otros niños de su edad más allá de las pocas veces que podía salir a la calle.

Sin embargo, encontró la compañía que necesitaba en otro tipo de personas, unas que no eran reales y a las que solo veía en las páginas de un cómic o en su propia imaginación. El pequeño Harvey se obsesionó con ser un superhéroe, usar su magia por y para el bien y un mundo mejor y más justo para todos. Juegos y sueños, todo lejos de la realidad.

A los seis años comenzó a asistir al Royal por la enseñanza obligatoria, pero continuaba ausentándose tanto que la gran parte de sus aprendizajes seguían siendo en casa. Por suerte, nunca fue un impedimento para conseguir buenas calificaciones. Con el tiempo, su salud fue mejorando, pero había pasado tanto tiempo a solas que las relaciones sociales se le dificultaban más que a otros niños de su edad.

Siempre fue educado en una ideología de venganza, resentimiento y odio a los muggles. Sus padres le explicaron todo lo que vivieron por culpa del anterior gobierno: mirabas lascivas, una vida a escondidas y no poder usar su magia durante años. Justificaban las medidas actuales con que eran algo que se habían buscando y Harvey siempre se preguntó si entonces también los magos se habían buscado el antiguo trato por parte de los muggles.

No conoce otro punto de vista que no sea el de sus padres, pero se lo debate bastante. ¿Por qué la venganza es la única opción? ¿No son capaces de aprender de sus errores? ¿Acaso no es posible un mundo en el que magos y muggles puedan vivir en paz? Se hace muchas preguntas en su cabeza, pero no formula ninguna. Por miedo, porque sabe que solo servirá para que lo juzguen y al fin y al cabo, no es más que un niño de quince años con muchas ideas en la cabeza y un complejo de superhéroe que ansía cambiar el mundo.