Ezra y Meredith quisieron darle a la que había sido, hasta entonces, su única hija, una compañera; buscaron una réplica de Cordelia, otra mente más que moldear a sus propios gustos. Sin embargo, y para sorpresa de los tres, el segundo hijo de los Montgomery fue un varón. Meredith asimiló la noticia con amor y simpatía, queriéndolo desde el minuto cero; Ezra, por otra parte, no logró aprender a despegar los ojos de su hija y repartir su atención entre los dos.

Creció en una gran casa, rodeado de lujos y caprichos; sin embargo, eso jamás pareció ser suficiente para él. Los juguetes no conseguían calmar sus ganas de correr, saltar, moverse. Siempre fue travieso, quizá demasiado, por lo que solía ganarse broncas de su padre de manera recurrente. Él siempre fue más de mamá, quien le cantaba todas las noches, calmándolo tras las palabras estrictas y duras de su padre.

Los años pasaron entre la contradicción de las exigencias de su padre y la permisividad de su madre. Era educado y de buenos modales, pero tenía una vena rebelde de la que no podía desligarse: aprovechaba cualquier ocasión para planear alguna travesura o verse envuelto en algún lío. Llegó el punto en el que las riñas dejaron de tener sentido y se quedó con las palabras afables de Meredith. De todos modos, quería más a su madre... por lo que solo respondía ante ella.

Desde bien pequeño le gustó más jugar al Quidditch que estudiar. Otro punto en su contra. Volar era su bien más preciado, su momento de libertad. Tampoco es que los estudios se le dieran especialmente bien, por lo que nunca vio otra elección que dedicarse profesionalmente al deporte. En él encontró un lugar fuera de comparaciones, solo suyo, y se aferró con todas sus fuerzas, aunque le costase una discusión cada vez que saliese el tema en cualquier comida familiar.

Fue criado bajo la convicción de que los magos merecían todos los privilegios que tenían y nunca se preocupó por pensar más allá de lo que decían sus padres. La idea caló en él de manera natural, como si fuese la única opción viable en la sociedad. Lo único en lo que discrepaba de su familia era en la pureza de sangre, pero era una opinión que solía guardarse para sí mismo. También se la guardó cuando, hace un año, todo explotó. Recuerda oír los gritos, los portazos... Logró quedarse con lo indispensable, tratando de evadir todo lo demás: Cordelia, su hermana, era hija de uno de los esclavos que habían tenido. Y de pronto, Meredith ya no estaba. Su madre, ya no estaba. Tampoco su hermana.

La casa se quedó vacía con él y su padre, quien de pronto pareció tener interés en Nick y en redirigir su educación. Y la sangre rebelde de su madre, la luz que iluminaba aquellas grandes habitaciones... empezó a desvanecerse por momentos.