Dos personas que se toman de la mano, la sonrisa traviesa que cruza su rostro al haberle robado un beso escondido detrás del rugido de un tren que se hacía escuchar a lo lejos. La contradicción que se colaba entre las miradas ajenas. El vestir pulcro que brillaba en su pecho cuando corrió un mechón de cabello que le caía sobre el rostro, el hombre relucía un traje de mecánico antes de dejar una caricia queda en su mejilla. Era el último viaje del año. Él le había prometido esperarla el tiempo que fuera necesario afuera y ella prometió ir a sus brazos pronto.  


Cinco años pasaron antes de que se volvieran a reencontrar sus caminos, dos jóvenes magos de sangre mestiza que sobrevivían a un mundo demasiado asfixiante para ambos. Los cambios políticos desestabiliza el futuro familiar que tenían predispuesto y aunque el sueño de él siempre fue el sacarla de ese distrito, el lugar donde nació pareció convertirse en el refugio perfecto para intentar sobrevivir. No se movieron. Fue ella quien hubo de dejar su distrito y se adecuó a una vida que no había experimentado solo por algo llamado amor. Se establecen en el Distrito 6  y después de tres intentos fallecidos, finalmente llega a su puerta su primera hija: Junipier. Thomas, su padre, se desvive por su hija quien no tema ensuciarse las manos y las mejillas muchos antes de pensar en cambairse para ir a la escuela.


El frío chocó contra su rostro, una pequeña Juni de tan solo cinco años corría por la calle polvorienta, llenando de tierra sus zapatos. Contenta, feliz, sonriente mientras su trenzado cabello se movía con gracia a su espalda camino a casa donde su padre ya debería estar esperándola. Pero su padre no llegó con el preciado regalo que tanto había estado esperando: una nueva locomotora en miniatura. En casa y recibiendo la noticia por parte de su padre, Juni se había dado al desconsuelo por la promesa rota hecha por él. Aunque Juliette intentó hacerla comprender que era algo que se escapaba de sus manos, el llanto de Juni consiguió dos cosas: la primera, formar un apagón por completo en la casa. Y la segunda, por supuesto, que su madre suspirara aliviada. Porque había magia en su interior. Desde ahí que las señas comenzaron a ser más claras y hasta su padre logró darse de que las muestras de magia se volvían cada vez más evidentes en su pequeña hija. Ahora solo había que formarla en la dirección correcta.

Y aquí los dos padres entraban a discutir.


El orgullo inflaba el pecho de su madre. A pesar de ya no vivir en su distrito de origen, su hija podría mezclarse con aquellos que ella llamaba los suyos y podría, quizás, salir de aquél lugar con una perspectiva mejor. Pero Juni tenía un vínculo con su padre que iba mucho más allá de solo un lazo de sangre, Juni de verdad parecía calcada a la perfección de su padre, y eso solo aumentaba las distancias en entre ella y su madre.


Los cambios en el ámbito político y en la sociedad en general no solo ha afectado a la gente que conoce, sino que a su misma familia. Por un momento Juliette, la madre de Juni, temió que su hija no pudiera seguir asistinto al Colegio Royal debido a las reformas que venían en proceso, sin embargo, gracias a las calificaciones de Juni pudo asistir junto con la mayoría de sus compañeros con los que había crecido en esos años. En las vacaciones de verano el destino de Juni se desgarra por completo. Una trifulca, un caos, la tensión de un ambiente que no prometía nada bueno. En medio del caos Juni huye en busca de un lugar seguro, pero solo consiguió meterse de lleno en la boca del lobo en un callejón sin salida. Literalmente. Su padre la encontró a botada en la calle llena de sangre, su madre ayudó a prestarle los primeros auxilios pero no habían buenos presagios de las heridas que tenía, porque su madre ya había visto aquello antes. El miedo se apoderó de la familia cuando fue siendo consciente de que su hija debería comenzar a convivir con una transformación en la que hasta ella misma se desconocía.

Tentados estuvieron a no enviarla de regreso a al Coleigo, el ambiente tenso que se había ido formando esos últimos años en relación a las criaturas mágicas los hacía dudar, pero fue la misma Juni quien quiso intentarlo. El problema es que, ya no volvió a ser la misma Juni desde entonces.


Definir a Juni Wilkinson había sido sumamente sencillo antes de su accidente. La espontaneidad, perseverancia y lealtad con los suyos eran las tres cosas que más destacaban de su personalidad apenas se le conocía, no hacía distinciones en la gente que había a su alrededor, ella aceptaba a todos por quienes eran, como eran y por como se sentían ellos mismos. Sumamente esforzada, sabe que es inteligente, pero quiere crecer, aprender, surgir y salir adelante cada día, es por ello que se esfuerza el doble y el triple en aquello que más le cuesta.

Un alma ligera que sonreía cada vez que la veían en el pasillo, que se reía a carcajada limpia y que se sentía bien con la simpleza de la vida a su alrededor. Esa era la imagen de la rubia daba antes del verano.  Algo pasó, algo cambió en ella que la sometió a una transformación que ni ella misma quería. Se le veía más cansada, un poco más reacia al trato con el resto, más taciturna y desconfiada de algunas personas. Se apartó de la mayoría de sus amigos y se volvió un poco más solitaria, se enfrascó en los estudios y en ayudar a su padre al llegar al distrito para evitar tener que socializar más allá de lo necesario. Pero es que, Juni no se sentía ya la misma persona. Porque ella se teme, incluso a sí misma. Si se ha alejado del resto es porque no les quiere hacer daño, es porque sabe que cada luna llena deja de ser la Juni que todos conocen y se transforma en un monstruo, porque ella se considera de esa manera. Y si ha sido tan reservada con ello, es porque teme que la apunten con el dedo, que la invaliden por ser diferente. Que le tengan miedo.

En el fondo, Juni sigue siendo la misma persona, sigue intentando ayudar al resto, sigue esforzando para salir adelante, pero no desea poner a nadie en peligro en el proceso.